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Inicio > Historia > Más allá del abambaé y del tupambaé…

Más allá del abambaé y del tupambaé…

Entre lo temporal y lo trascendente.

Acerca de los primeros viajes hacia Occidente.

Diversas lecturas.

Concesiones a favor de Portugal.

“Medea” de Séneca…

Alusiones de Dante Alighieri.

Miradas hacia la Cruz del Sur..

Las cuatro virtudes cardinales.

Distintas miradas hacia la Cruz del Sur.

Raíces europeas.

Orden de Nuestra Señora de las Mercedes.

Aproximación al “Nuevo Continente”.

Impulso a la expansión española.

Iniciativas de Cristóbal Colón.

Firma de las Capitulaciones en Santa Fe.

Cristóbal Colón: Almirante, Virrey y Gobernador.

12-10-1492: ¡Tierra!.

El “Diario” de Colón.

Enfrentamiento de dos culturas.

Reinado de Carlos V: Capitulaciones.

Cédulas Reales, contrataciones, gobernaciones.

En torno a la organización administrativa.

“Afanosa humanidad”.

Isabel I: sucesión dinástica y nuevos “reinos”.

La Monarquía con “un tesoro exhausto”.

Conquista y declinaciones.

Culturas en regiones andinas antes de la conquista española.

Cultura Moche o Mochica.

Cultura Lambayeque.

La civilización de Tiahuanaco.

Aproximación de distintas culturas.

Del Reino Chimú.

Acerca del Reino Colla.

Luchas de Yahuar Huacac y Huiracocha.

Acerca de la religión.

Sucesiones en el Imperio Incaico.

Constelación “Ojos de la Llama”.

1780: Tupac Amarú.

Siglo diecinueve: datos insoslayables.

Más encuentros y desencuentros.

Fortalezas en el Río de la Plata.

Don Pedro de Mendoza: el primer Adelantado.

Hostilidad y asesinato de Juan Osorio.

Desembarco en “Santa María del Buen Aire”.

Marzo a junio de 1536: hambre y combate de Luján.

Hacia la conquista de la región más austral  (1534-1535)

Enero de 1535: Adelantado Simón de Alcazaba en  su “Nueva León”.

1536-1539: modificaciones en el “Consejo de Indias”.

1537: Fundaciones en el norte – “La Candelaria”.

15-08-1537: fundación de “Nuestra Señora de la Asunción”.

Autonomía para elegir gobernantes.

Formación de “dos partidos”.

Hasta 1541: Primeros españoles en el Río de la Plata.

1541: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, segundo adelantado.

1549: decisiones del rey de Portugal.

La región del Guayra.

1553: Casi leyenda de doncellas y amoríos.

Siglo XVI: evangelización en Oriente.

Difusión de la Doctrina Católica en hispanoamérica

Organización de Diócesis y Parroquias.

1556: año de cambios.

03-03-1556: carta de Ignacio de Loyola sobre Paraguay.

Primeros vínculos entre guaraníes y sacerdotes católicos.

En torno a los Jesuitas.

1580: presencia del visionario Hernandarias.

1588: fundación de San Juan de Vera de las Siete Corrientes.

1592: elección del primer gobernador del Río de la Plata.

Hernandarias, lugarteniente del gobernador Ramírez de Velazco.

1592-1605: éxodo de judíos.

16-12-1597:  Hernandarias, gobernador.

12-08-1601: Hernandarias y su tercera gobernación

Hernandarias en la Patagonia

La mítica Ciudad de los Césares.

Junto al buen sembrador, el que vino a talar

Aproximaciones a la cultura guaraní.

Gobernador Hernandarias: convocatoria a Jesuitas.

Fundación de Reducciones

Oraciones, trabajo y recreaciones.

En el abambaé.

Acerca de la producción y comercio de la yerba mate.

Cultivos y talleres.

En el tupambaé.

Premios y castigos.

Familias: matrimonios, hijos.

Ceremonias fúnebres

Trabajo y tiempo libre.

Centros de promoción cultural.

Escuela de música en Yapeyú.

Canta, negrito, canta.

1602: aproximación a la “Paracuaria”.

Expansión de la obra y otros sucesos.

Segunda década del siglo XVII: mayor desarrollo.

Entre la perseverancia y el martirio.

15-11-1628: asesinato del Padre Roque González.

1629-1639: atroces invasiones de los paulistas.

1643: continuaba la guerra en Europa.

“Éxodo guayreño”.

1632: Reducción de San Ignacio Miní.

Evolución y derrumbe.

1641: combate de Mbororé.

Defensa en las misiones y Reducciones..

Atención de los enfermos…

1646: trayectoria del Padre Ruiz de Montoya

Tras las señales del Padre Sepp, misionero tirolés. 

06-04-1691: desembarco en Buenos Aires.

15-04-1691: descripciones del Padre Sepp.

Primeras lecciones en Buenos Aires.

Concierto en la Plaza.

Higos maduros y la gratitud de un negrito.

Navegación por el río Uruguay.

Síntesis del trabajo tesonero junto a los Jesuitas.

Pinturas y artesanías.

Enseñanza de Música.

Enseñanza de Ciencias Naturales.

1764: ¡Ya es tiempo de libertad!

1766: imprenta y libros de Jesuitas.

Tras las huellas de don Juan de Garay.

Señales desde la ciudad de Santa Fe.

1576: Encomienda a favor del capitán del Pueyo.

Enero de 1580: pregón y bando sobre “indios de servicios”.

Junio de 1580: rebeldía de treinta y tres “mancebos de la tierra”.

Abril de 1582: carta de Garay al Consejo de Indias.

Segunda fundación en el puerto del “Buen Ayre”.

1651-1660: Santa Fe de la Vera Cruz.

Conflictos entre seculares y clérigos.

Imágenes en la Iglesia de los Jesuitas de Santa Fe.

1742-1767: Misiones de Jesuitas entre mocovíes y abipones.

Evocación de un viaje desde Buenos Aires a Santa Fe.

Más misiones con abipones.

Tras la tala, la hojarasca.

Herencia… en la Iglesia de los Jesuitas de Santa Fe.

De las Reducciones de San Javier y San Jerónimo del Rey.

Obras en Museos.

Fondos bibliográficos.

Ediciones en latín y guaraní.

Edición original de los “Ejercicios Espirituales”.

Fundaciones hasta la región de Cuyo.

1584 – Cumplimiento de la legislación en las Indias.

Avances en Chile.

La Compañía de Jesús en Chile.

Navegantes y asaltantes en el Atlántico sur.

Diálogo entre el rey Felipe II y Sarmiento de Gamboa.

Septiembre de 1581: viaje hacia el Estrecho de Magallanes.

Pérdidas, necesidad de apoyo y desprotección.

Thomas Cavendish cerca de Punta Arenas.

1621: presencia del sacerdote Diego Flores León.

1661-1679: misiones de jesuitas en la Patagonia.

Creación de la Diócesis de Tucumán (1582)

1597: Hernando de Trejo y Sanabria, primer Obispo de Tucumán.

Misiones con guaycurúes.

1630-1640: agobio y rebeliones.

1640: más cambios, corrupción y esclavitud.

Jesuitas junto a los tonocotés (1641)

Otro conflicto.

1683: venganzas y muerte de sacerdotes.

Represión y fundación de ciudades.

Compra del “cargo de gobernador”.

Obras de Misioneros Jesuitas

Miradas hacia Buenos Aires

Ocaso del siglo XVII.

Siembra, frutos y talas durante seis décadas.

Siglo XVIII: más allá del abambaé y del tupambaé.

Junio de 1701: Felipe V firmó una alianza con Portugal.

1716: más jesuitas alemanes en “Santos Tres Reyes”.

1721: primera sublevación de comuneros.

1731-1735: epidemias y conflictos.

Otra mirada desde la llanura luminosa.

1733: obras  del Padre Antonio Sepp.

1749: reconocimiento del Papa Benedicto XIV.

Devoción, cantos, danzas.

1759: reconocimiento del Obispo Latorre.

Ecos desde Córdoba.

Universidad, Iglesias y Colegios.

Doménico Zípoli, músico.

Aproximación a las Estancias.

1616: Estancia de Caroya.

1622: Estancia de Santa Catalina.

1643: Estancia de Alta Gracia.

1678: Estancia “La Candelaria”.

Acerca de tallas en distintas Capillas.

Segunda imprenta en el Río de la Plata.

Sucesos tras la Coronación de Carlos III.

Nombramientos.

Allá… la caridad de “un conjunto de señoras”.

Entre la Política y la Literatura.

Actos en Buenos Aires tras la Coronación de Carlos III.

Jerónimo de Matorras, comerciante y político.

Aportes para la celebración.

Las arcas casi vacías.

“Comisión recolectora de fondos”.

15-11-1760: fiesta en la Plaza Mayor.

1764-1767: Jerónimo y Matorras, ascensos y viaje a España.

1767: retorno de Jerónimo con su prima Gregoria Matorras.

Francisco de Paula Bucarelli y el proceso de “expulsión”.

Estrategia del gobernador Bucarelli ante los Caciques.

30-06-1768: naves en Montevideo para trasladar a los Jesuitas.

Resistencia en Salta y Jujuy.

1768: intrigas y decisiones en Buenos Aires.

1769-1775: Jerónimo de Matorras, gobernador del Tucumán.

Reconocimiento del virrey Vértiz.

Memoria del Padre Florián Paucke (1719- Neuhaus, 1780)

Entrega de las Malouines.

2 de abril de 1767: las Malvinas pertenecen a España.

1776-1777: señales y miradas acerca de la soberanía.

Don Juan de San Martín y Gómez, militar y administrador.

20-11-1755: integrante de la Compañía de Granaderos.

1764: Juan de San Martín y Gómez en Buenos Aires.

Juan de San Martín: administrador de bienes confiscados.

La gran estancia de “Las Vacas”.

1768 – Juan de San Martín: “conservador y administrador”.

Julio de 1768: Francisco Bucarelli en Yapeyú.

16-07-1768: inventario en el pueblo de Yapeyú.

Inventario entregado por el Padre Mascaró.

1769: Juan de San Martín, ascenso como “Ayudante Mayor”.

27-12-1769: las Misiones y sus cuatro departamentos.

Junio de 1770: disposiciones sobre el comercio en “las Misiones”

Decisión de Bucarelli: fin del bilingüismo en la educación.

01-10-1770: matrimonio con Gregoria Matorras del Ser.

Informes sobre el desempeño y rendición de cuentas.

Descendencia del matrimonio San Martín-Matorras.

1775: Teniente de Gobernador  – Departamento de Yapeyú.

Breves referencias sobre Yapeyú.

Entre las misiones de gobierno y la vida familiar.

Nacimiento de Justo Rufino San Martín Matorras.

25-02-1778: nacimiento de José de San Martín.

Crecientes dificultades económicas.

Juan  de San Martín, capitán y colonizador.

José Francisco de San Martín desde otro umbral.

Siglo XIX: casi legendaria “Estancia Santa Catalina” de Córdoba.

Problemas relacionados con la posesión de tierras.

Casi colofón:

Entre lo temporal y lo trascendente…

 

“Todo trabajo de historiador es político. Nadie puede estudiar, por ejemplo, la Inquisición como si estuviera investigando la vida de los insectos en los que no se involucra.  Porque, o el trabajo del historiador tiene utilidad para la gente de afuera de las aulas, o no sirve para nada.” 

Josep Fontana Lázaro  (n. 1931, Barcelona.)

Profesor emérito, historiador. [1]

 

Acerca de los primeros viajes hacia Occidente…

Los historiadores no han logrado establecer quiénes fueron los primeros navegantes que en la antigüedad habrían cruzado el Atlántico ni tampoco cómo ni cuándo se realizaron tales viajes porque se supone que fueron la consecuencia de las corrientes, de las tormentas y de los fuertes vientos que determinaban la dirección de tales embarcaciones.

Sabido es que en torno a esas circunstancias se generaron mitos y leyendas relacionados con “tierras misteriosas al Occidente del Atlántico” y a “continentes desaparecidos”, entre ellos la Atlántida, también “el continente Croniano y la Merópida” y como expresara el historiador argentino Enrique de Gandia, “todos ellos fueron imaginaros”.  Explicó luego:

“La no existencia de estos continentes no impide que las leyendas que se refieren a ellos se hayan originado de viajes auténticamente realizados desde Europa a América en tiempos anteriores a Colón”…

“Los primeros cronistas de Indias que identificaron la Atlántida con América y lanzaron la tesis de que el conocimiento que Platón tuvo de la Atlántida provenía de viajes remotísimos llevados a cabo por fenicios, los egipcios o los griegos a las costas del Nuevo mundo”…

“Hoy en día se ha llegado a la conclusión de que la Atlántida es una bella alegoría histórica. Nació de la fantasía de Platón y en cuanto a las muchas identidades culturales que se advierte entre las civilizaciones prehistóricas del antiguo y del Nuevo Mundo ellas no provienen -como han supuesto tantos soñadores- de un tronco común desaparecido que existía en pleno Océano Atlántico, sino de la corriente humana y cultural que ha unido América y Europa a través del Asia y del Pacífico.”

Más reales que la Atlántida son el continente Croniano mencionado por Plutarco y la Merópida citada por Eliano.  En el relato de Plutarco, si se separa la parte mítica de la parte geográfica, podría identificarse algunas de las islas mencionadas con las Feroe y también con Islandia y Groenlandia, especialmente por el dato de las largas noches claras. El continente que se hallaba a una gran distancia de estas islas sería América.  Así lo interpretó el geógrafo Ortelius en su obra De orbe terrarum.”

“En cuanto a la Merópida, recordada por Eliano a través de un pasaje de Teopompo, es otra tradición semejante en su forma y en su fondo a la de Plutarco.  Algunos comentadores han visto en ella las tierras de México y hasta las del Perú… Lo único admisible -como máximo- es que sea un vago recuerdo de las costas americanas entrevistadas por viajeros antiquísimos de los cuales la historia no conserva noticia.”   [2]

Destacó el citado historiador argentino que aquellos primeros navegantes  “guardaban el secreto de las tierras por ellos visitadas a fin de que otros navegantes no llegasen a sus mismos lugares y que aumentaban las dificultades de la navegación para aterrorizar a los competidores.  Sus viajes, como los de los portugueses, siglos después, habrían sido clandestinos.  Como punto de partida de estas expediciones se señala la ciudad de Gades (Cádiz).  Su primera etapa era las islas Canarias” y es oportuno rememorar que Tolomeo fue el primero en darles ese nombre y “hay testimonios de que a ellas llegaban no pocos viajeros”.

“De allí habrían llegado a las islas Azores y al archipiélago de Madera.  Algunas de estas islas, posiblemente, las Azores, serían las Casiteridas descriptas por Herodoto.  Algunos críticos admiten que llegaron a América o, cuando menos, que conocieron el Mar de los Sargasos.  De este último hecho no hay dudas, pues tanto Aristóteles, como Teofrasto y otros autores antiguos describen las algas que flotaban en el Océano Atlántico, al este de la Península Ibérica.”

Diversas lecturas

En la Edad Media, los conventos eran centros de cultura y generalmente a los sacerdotes, “todo lo que se refería a la lejanía les inspiraba desconfianza y temor.  En el afán de investigar lo lejano veían un pecado o un peligro para las almas.  Lo principal era vivir y morir donde se había nacido rezando para lograr la salvación del alma. Es así como empezó a dudarse de los antípodas aceptados sin vacilación por los antiguos. Los contados monjes que admitieron su existencia por el testimonio de los clásicos fueron tachados de herejes. En el siglo X hablar de antípodas equivalía a atraerse la excomunión” y han reiterado que tiempo después, algunos “sabios religiosos” se animaron a hablar sobre la redondez de la tierra, entre ellos San Isidoro de Sevilla. “También Santo Tomás opinaba que el mar que bañaba las costas de la India y de España y África era el mismo, sin otros argumentos que deducciones. En idéntica forma se expresaba el cardenal Pierre d’Ailly en su Imago Mundi, que tanta influencia tuvo en la vida de Colón.”

Es oportuno rememorar que en el siglo VIII, San Beato de Liébana dibujó las islas Canarias conocidas con el nombre de Afortunadas; los árabes realizaron una expedición cuatro siglos después y a principios del siguiente llegaron navegantes genoveses.

En 1342 y 1346, los catalanes Francese des Valers y Jaume Ferrer llegaron a las Islas Canarias que habían sido dibujadas con el nombre de Afortunadas por San Beato de Liébana.

En las costas occidentales de África, el primer viaje de norte a sur habría sido el del cartaginés Hannon aproximadamente quinientos años antes de Cristo y sabido es que a fines del siglo XIII, los hermanos Vivaldi “salieron de Génova para llegar a la India circunnavegando el África”

El historiador argentino Enrique de Gandia destacó que “el monumento cartográfico de la época de los grandes descubrimientos medievales es sin duda alguna el atlas catalán del año 1375”.  En uno de esos mapas, “aparece frente al Senegal, un navío con la bandera catalana y una inscripción en que se lee que es el bajel de Jaume Sant Llorenc, en dirección al Río de Oro” prueba de que en 1346, los catalanes recorrieron la costa occidental de África hasta el Senegal.

En el siglo siguiente, en 1433 doblaron por el Cabo Bojador los portugueses “con Gil Yánez de Lagos”.

“En 1434 Gil Eannes, después de doce tentativas, doblaba el Cabo Bojador” y hasta entonces, el príncipe Enrique el Navegante había ordenado no pasar al sur de ese cabo porque habría “tempestades increíbles”.  Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo, Portugal era un país pequeño; en 1495 registraba un millón de habitantes y “su poderío se hallaba en el mar por el impulso que a la navegación habían dado varios de sus reyes. España era una rival siempre pronta a caer sobre sus descubrimientos.  Por ello Portugal trataba de mantener secretos los viajes de exploración y los hallazgos de tierras nuevas”.  [3]

Durante el reinado del aragonés Pedro IV, el ceremonioso (1336-1387), aproximadamente familias judías vivían en Mallorca y Menorca.  En ese tiempo, se destacaron estudiosos mallorquines que fabricaron instrumentos de cálculos y cartas de navegación y entre ellos, Abraham Crescas de Palma y su hijo Yahudá Crescas, mencionado por algunos historiadores como “Jaffuda Cresques”, autor del citado Atlas catalán de 1375[4]

Han reiterado que Abraham Crescas era reconocido como el judío de los mapas  y que ese atlas catalán de 1375 está integrado por seis hojas de pergamino, cuatro con referencias a las costas entre Gibraltar y el mar de la China; incluye el dibujo de “una caravana que atraviesa el desierto de los Kirguises”; una alegoría “muestra a Jesús en plena predicación junto al rey Alejandro” y están situadas las islas Azores -también ubicadas en el mapa de Picignano de 1367 con nombres en italiano- y una ínsula Salvatges que según lo expresado por el comentarista Ricardo Carreras y Valls,  “podrían ser  las tierras de América entrevistas por algún navegante que las confundió con islas y les dio el nombre… y lo mismo decimos de la isla Brazil, situada entre otras islas que por su situación sería fácil identificar con las Azores… un trozo del continente Sudamericano, donde los mercaderes catalanes iban a buscar el palo tintóreo llamado Brasil”

En el atlas catalán de 1375 también están dibujadas “las ciudades de Zaytón (Catón) y Chambalet (Pequín)”.

Un siglo después, la carta de Toscanelli de 1474 repitió “en sus términos y en sus lineamientos el atlas catalán del año 1375”.

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Concesiones a favor de Portugal…

El historiador argentino Enrique de Gandia destacó que “Portugal a medida que avanzaba en sus navegaciones y anunciaba oficialmente un descubrimiento trataba en seguida de asegurárselo por medio de una concesión papal.  En 1344 Clemente XI concedió las islas canarias al infante español don Luis de la Corda, a pesar de las protestas de los portugueses; pero en 1420, Martín V otorgó a Portugal las tierras que descubriese en África; en 1436, 1437 y 1443, Eugenio IV amplió la anterior concesión; en 1454 Nicolás V hizo dueños a los portugueses de todas las tierras descubiertas y por descubrir desde el Cabo Bojador hacia el Sud, excluyendo la competición de otras naciones; en 1456 Calixto III confirmó aún más ampliamente los anteriores derechos y por último en 1481 el Papa Sixto IV aprobó el Tratado de Alcacovas celebrado entre “los monarcas de España y Portugal mediante el cual los primeros quedaban dueños de las Canarias y del Océano hasta ese punto, y todo el resto del amplio mar desconocido, con lo que se descubriese hasta él, hallábase colocado definitivamente bajo el dominio portugués”.

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Durante el siglo catorce de la era cristiana, evidentemente navegantes italianos que desde el Mediterráneo bordearon las costas africanas pudieron llegar hasta Egipto y la India y al mirar hacia lo alto advirtieron que eran otras las estrellas.

La difusión de sus comentarios podría haber sido el sustento a la inspiración e imaginación de los poetas y escritores.

  “Medea” de Séneca…

Sabido es que el marino Cristóbal Colón describió sus vivencias en un Diario y aludió al segundo acto de la tragedia Medea, obra del escritor latino Lucio Anneo Séneca (s. I de J.C):  [5]

 

Venient annis saecula seris

Quibus Oceanus vincula rerum

Laxete, e ingens pateat tellus

Typhisque novos delegat orbes

Nec sit terris ultima Thule.

Tiempos vendrán al paso de los años

En que suelte el Océano las barreras del mundo

Y se abra la tierra en toda su extensión

Tetis nos descubra nuevas orbes

Y el confín de a tierra ya no sea Tule

(Han reiterado que “el hijo de Colón escribió de su puño y letra: ‘Esta profecía fue cumplida por mi padre, el Almirante Cristóbal Colón, en el año 1492.)

 

Alusiones de Dante Alighieri…

Uno de los destacados enciclopedistas de la Edad Media, el poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321) en algunos versos de La Divina Comedia alude a lejanos viajes:

En los primeros versos del Canto XXVII del Infierno, está escrito:

 

Godi, Fiorenza, poi che se’si grande

Che, per mare e per erra, batí l’alí…

 

“Alégrate, Florencia pues eres tan grande,

Que tu nombre vuela por mar y tierra…”

 

En ese Canto, “Ulises refiere que en una nave, con sus compañeros vio la costa de España, el fin de Marruecos, la isla de los sardos… dejó Sibilia (Sevilla) a la mano derecha y Setta (Ceuta) a la izquierda y dijo a sus compañeros”:

   
O rati -dissi- che, por centomilia

Perigli, siete giunti all’occidente;

A questa tanto picciola vigilia

De vostri sensi, ch’é del rimanente,

Non vogliate negar l’esperienza,

Diretro al sol, del mondo sanza gente.

“¡Oh hermanos, dije,

que habéis llegado al Occidente

a través de cien peligros!,

ya que tan poco os resta de vida,

no os neguéis a conocer el mundo sin habitantes

que se encuentra siguiendo al Sol…”

(“Ulises no es para Dante un personaje alegórico, sino histórico.

Dante quiso hacer peregrinar a Ulises hasta las tierras del Oriente por la vía de Occidente -exactamente igual a lo que hizo siglos más tarde Cristóbal Colón”.

“La historia de Ulises parece, en efecto, un viaje hasta América… pero no se trata de un predescubrimiento del Nuevo Mundo… tiene un sentido geográfico. Es un viaje fuera de las columnas de Hércules,  que dura cinco meses y termina, con un naufragio, frente a una montaña”…)  [6]

Luigi Pulci empezó a escribir Il Morgante en 1470 o al año siguiente y el 7 de febrero de 1483 editó la obra completa, de veintiocho cantos “donde se encuentra la más asombrosa afirmación medieval de antípodas habitados, con imperios y ciudades”.  En sucesivos versos expresa que “la opinión de que no se puede navegar más allá de las columnas de Hércules es vana; se puede ir más allá, pues el agua en todas partes es plata aunque la tierra tenga forma de rueda…

Es el pleno dominio de la tierra por el hombre el que anuncia Luigi Pulci:

…resume los conocimientos de su época sobre el mundo.  Eran los años de Pablo del Pozzo Toscanelli, de su amigo, el canónigo de Lisboa, Fernando Martín, y de Cristóbal Colón.  Se sabía, sin ninguna duda, que avanzando más allá de las columnas de Hércules, siempre en dirección al Occidente, se llegaba a las tierras maravillosas del Oriente, donde había ciudades e imperios paganos. La vieja concepción del mundo, de Pablo Orosio, en el siglo V, fue desarrollada por Dante en el siglo XIII, la sostuvo Petrarca en el siglo XIV y la repitió Pulci en el siglo XVI.  A fines del mismo siglo, Cristóbal Colón, con idéntica concepción, emprendió su gran viaje”…

 

E uossi andar giú nell’altro emisperio

Pero che al cenetro ogni cosa reprime:

Si che la terra, per divin misterio,

Sospesa sta fra le stelle sublime.

 

E laggiú son cittá, castella e imperio;

 

“Se puede ir abajo, en el otro hemisferio,

puesto que al centro cada cosa retiene:

de modo que la tierra, por divino misterio

suspendida está entre las estrellas sublimes.”

“Y allá abajo hay ciudades, castillos e imperios;”

Miradas hacia la Cruz del Sur

Aristóteles en el Libro II de De Cœlo alude a la existencia de la Cruz del Sur.

Dante Alighieri en el Canto Primero de El Purgatorio, después de una breve invocación a las Musas, escribió:

 Io mi volsi a man destra, e posi mente

All’altro polo, e vidi quattro stelle

Non viste mai, fuor ch’alla prima gente.

“Me volví a la derecha y dirigiendo mi espíritu hacia el otro polo, distinguí cuatro estrellas

únicamente vistas por los primeros humanos”…

 

Dante aludía al polo antártico y a las cuatro estrellas que forman la magnífica constelación de la Cruz que habrían sido vistas por Adán y Eva porque según la ficción de este poeta, el Paraíso estaba en ese hemisferio.  Algunos autores han interpretado que “las cuatro estrellas de Dante pueden ser las de la constelación de Ara, llamada de las Llamas.

Los investigadores portugueses tienen especial empeño en negar que Dante pudo conocer la existencia de la Cruz del Sur.”  [7]

Es oportuno rememorar que los conocimientos astronómicos de los árabes se difundieron mediante los Libros del Saber de Alfonso el Sabio.

“Diego Gómez de Cintra fue el primer portugués que determinó la latitud en 1462 por medio del cuadrante y la estrella polar.

En 1471 se pasó el Ecuador y entonces se determinó la latitud por la Cruz del Sur. En 1485, José Vizinho calculó la latitud por la altura del sol utilizando por primera vez el astrolabio”.

Las cuatro virtudes cardinales…

Distintos autores han destacado que en aquel tiempo, aludían al simbolismo de la Cruz del Sur con relación a las cuatro virtudes cardinales que es oportuno rememorar:

La prudencia, es la que dispone “la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo”.

La justicia, “es la virtud moral que consiste en dar a Dios y al prójimo lo que le es debido”.

La fortaleza, es la “virtud que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien”.

La templanza es la “virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad”.  [8]

Distintas miradas hacia la Cruz del Sur…

Sabido es que las cuatro estrellas de la Cruz del Sur fueron vistas por Marco Polo cuando llegó hasta las islas de Java y de Madagascar y que Américo Vespucio fue el primer europeo que las observó y en 1502, tras llegar a los 32 grados de Latitud austral, advirtió:

“…ya habíamos perdido completamente la Osa Menor, y la Mayor estaba muy baja, casi en la línea del horizonte; nos dirigimos por las estrellas del otro polo.  De la mayor parte de ellas traje dibujos, y especialmente de las que eran de mayor magnitud, con la descripción de sus órbitas, que hacen alrededor del polo Sud, y con la declaración de sus diámetros, semidiámetros como se podrá ver en mis Cuatro jornadas”.

En 1506, “los pilotos portugueses Juan de Lisboa y Pedro de Anes, observaron en Cochín la Cruz del Sur.  En 1511, la imagen del nuevo cielo fue repetida por el humanista italiano Pedro Mártir de Anghiera en la década I, libro IX de su obra De orbe nouo.

Era el deslumbramiento y el misterio de un cielo nunca visto que sorprendía cada vez más a los eruditos de Europa.  Pero la Cruz del Sur propiamente dicha, las cuatro estrellas que había cantado Dante, no fueron dibujadas hasta el día 6 de enero de 1515.

Este dibujo es el más antiguo que se conserva”…  [9]

Tras el viaje de Hernando de Magallanes y Sebastián Elcano por el Atlántico sur, ellos no aludieron a la Cruz del Sur y fue el caballero Antonio Pigafetta, gentilhombre que acompañó a Elcano en su vuelta al mundo, quien en 1521 después de pasar “el estrecho de las Once mil Vírgenes, descubierto por Magallanes”, escribió:

“…el polo Antártico no tiene las mismas estrellas que el Ártico; se ven allí dos aglomeraciones de estrellitas nebulosas, que semejan nebéculas, a poca distancia unas de otras.  En medio de estas aglomeraciones de estrellitas se descubren dos muy grandes y muy brillantes, mas cuyo movimiento es poco aparente; las dos indican el polo Antártico.”

El historiador argentino Enrique de Gandia comentó que “Pedro Henríquez Ureña, en un trabajo paciente y hermoso, indicó los poetas que se hicieron eco de las imágenes estrellas nuevas y nuevo cielo.  Fueron, cronológicamente Girolamo Fracastoro, en el año 1530, en su poema Syphilis sive Morbus gallicus; Etienne de la Boeti, en su epístola Ad Belotium et Montanum, del año 1550; Luis de Camoens, en Os Lusiadas del 1572; Bernardo de Balbuen, en La grandeza Mexicana, del año 1604, y Geraldini, en su Itinerarium ad regiones sub sequinoctiali plaga constitutas, del año 1631”.

Raíces europeas…

Sabido es que la historia de la España musulmana abarca el período 711-1492.

En el año 863, tras la ruina del estado visigodo, aumentó el asentamiento de judíos en la península ibérica (Al-Ándaluz y Sefarad).  Los califas de Córdoba declararon el apogeo de una cultura que en esas regiones superó a otras influencias europeas.  [10]

Han reiterado que durante esos siglos, los árabes toleraban a los judíos como ­“gentes de Libro”, es decir gentes de la Biblia.

Al hablar de lo europeo, generalmente se alude a la cultura greco-romana sin evaluar la vertiente musulmana y judía que tanto influyó durante la Edad Media con bases histórico-sociales fundamentales.

En aquel tiempo, era evidente el desnivel entre la cultura europea sumida en los restos empobrecidos de una tardía latinidad y el desarrollo de los pueblos islámicos y judíos que habían interpretado, asimilado y perfeccionado lo mejor del legado griego.  [11]

Orden de Nuestra Señora de las Mercedes

Han reiterado que durante la dominación islámica en el territorio español, “los hijos del Islam” encerraban a los cristianos o los vendían como esclavos. En aquel tiempo, Nuestra Señora se presentó a Pedro Nolasco y luego, con el apoyo de Ramón Peñafort y del rey Don Jaime I de Aragón, el 10 de agosto de 1218 frente al altar mayor de la Catedral de Barcelona (Cataluña, España), crearon la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes. A los votos de obediencia, pobreza y castidad, agregaron el cuarto voto obligándose a “quedarse como rehenes en poder de los infieles y dar la vida, para la redención de los cautivos”.

Aproximación al “Nuevo Continente”…

Han reiterado que aproximadamente veintisiete mil años antes de la era cristiana, desde la región oriental de Asia por el norte y en el sur, desde las islas de Oceanía, partieron distintos pobladores que se instalaron en el vasto territorio continental ubicado al este del Pacífico. Sucesivos estudios indican que entre el tercero y noveno siglo, los mayas organizaron ciudades y dejaron señales de sus conocimientos: arte y ciencias, especialmente matemáticas, porque labraron jeroglíficos y construyeron pirámides; luego desaparecieron…

En el duodécimo siglo, la comunidad integrada en su mayoría por agricultores y guerreros, reconocida como civilización azteca, había logrado construir la ciudad de Tenochtitlán en un extenso valle situado en el actual territorio de México.

Los incas poblaban prácticamente los valles y zonas montañosas de una parte del actual territorio de Ecuador y abarcaban regiones entre los límites actuales de Perú, Bolivia, Argentina y Chile.  Eran generalmente colectores y cazadores, también se dedicaban a la agricultura y por las características del terreno, realizaron canales para el riego.  Todos esos pueblos eran hábiles artesanos y se han encontrado yacimientos arqueológicos que revelan las diferencias entre los distintos grupos.

Nada sabían acerca de ellos quienes poblaban el continente europeo y es oportuno tener en cuenta que en aquel tiempo, en los alrededores de los castillos europeos, en las tierras  reconocidas como burgos, en el ocaso del feudalismo se instalaron más comerciantes y artesanos, generándose así una burguesía que fue creciendo con lo obtenido mediante el intercambio de bienes y de servicios hasta que algunos de esos grupos, se vincularon con las Cortes: eran artistas -pintores y escultores, músicos y trovadores…- o sonrientes bufones que en tales circunstancias, tenían vivienda, alimentación y hasta algún ayudante, mientras otros sectores de la población carecían de los mínimos recursos para la subsistencia.

(Expresado así, como puntos extremos de aquella pirámide social, podría interpretarse que era casi la misma situación político-social y económica que caracteriza a distintos Estados a comienzos del siglo veintiuno en casi todos los continentes…)

Impulso a la expansión española…

En el año 1469, la joven Isabel de Castilla -de dieciocho años, ya una mujer firme en sus propósitos- contrajo matrimonio con Fernando de Aragón un año menor y así se logró la unidad de ambos reinos aunque hablaban distintos idiomas, unos el castellano y otros el catalán.  También tenían diferentes proyectos de expansión porque los aragoneses seguían defendiendo la talasocracia catalana, es decir sus intereses en torno al mar Mediterráneo mientras Isabel de Castilla comenzó a impulsar el desarrollo de nuevas comunicaciones marítimas y a organizar una eficaz defensa militar con otros objetivos.

En aquel tiempo hablaban de las lejanas tierras de Catay -actual territorio de China- donde habrían estado los venecianos Mateo y Nicolás Polo en el año 1254, haciendo algunos negocios. La lectura de relatos sobre viajes hacia zonas de abundantes riquezas entusiasmaba a los más aventureros y ambiciosos. Uno de ellos fue el joven marino Cristóbal Colón Colombo-, que insistió ante los Reyes para que lo apoyaran a fin de navegar por el océano tenebroso hacia occidente hasta llegar a las tierras de las especias… ¡al territorio de Indias!

(Enrique de Gandia destacó que “la génesis exacta del viaje de Colón tiene antecedentes remotos. El primer hombre que habla de la posibilidad de navegar desde el puerto de Cádiz hasta la desembocadura del río Ganges, en la India, es Pablo Orosio, español, a comienzos del siglo V.

Setecientos años más tarde, Dante Alighieri repite la concepción de Orosio, con sus mismas palabras y citando su nombre, en la cuestión del agua y de la tierra. La idea de los antípodas y la habitabilidad de todas las zonas terrestres fue en los poetas italianos de la Edad Media una noción amplia y corriente. Luigi Pulci, en los años de Colón, explicaba cómo era posible navegar más allá de las columnas de Hércules y llegar al otro hemisferio, donde había castillos, ciudades e imperios.  Ésta era la expansión espiritual del hombre sobre la tierra, la conquista teórica de las rutas oceánicas y terrestres para lograr la completa posesión del planeta.

La conquista material, después de la parálisis del imperio romano, comienza en el siglo XIII con San Francisco de Asís”…)

Iniciativas de Cristóbal Colón…

Cristóbal Colón fracasó al dialogar en 1484 con el rey Juan II de Portugal porque habría pedido demasiado como recompensa.

Hay que tener en cuenta que tras años antes, en 1481, el pontífice Sixto IV aprobó el Tratado de Alcacovas celebrado entre los reyes España y Portugal mediante el cual reconocían que las Canarias y el océano hasta ese punto pertenecían a España y  el resto del “mar desconocido” y las tierras que se descubriesen hasta él, quedaban “definitivamente bajo el dominio portugués”.

 

En 1486, Cristóbal Colón estuvo en el convento de La Rábida próximo al puerto de Palos donde habló con el fraile franciscano Juan Pérez, quien siendo el confesor de la reina Isabel podría anunciarle su presencia cuando ella regresara de su viaje por Córdoba, en la región de Andalucía.

Antes como ahora, había una tendencia a las murmuraciones y no ha sido por casualidad que hayan insistido en que el 15 de agosto de 1488 -día de la Asunción de la  Santísima Virgen-, naciera Hernando Colón, hijo de Cristóbal y de Beatriz Enríquez de Arana, “de humilde procedencia”…

Tras la ocupación de Constantinopla por los turcos, se interrumpió el libre comercio siguiendo determinadas rutas entre Oriente y Occidente y fue necesario explorar otros mares y descubrir nuevas vías de comunicación.

El 2 de enero de 1492 -después de la toma del reino musulmán de Granada-, el proyecto de Cristóbal Colón resultaba más interesante. Así fue como la Reina y su confesor siguieron hablando sobre las posibilidades de expansión si se conquistaban aquellas tierras.

Firma de las Capitulaciones en Santa Fe…

Es oportuno reiterar que después de escuchar las propuestas de Cristóbal Colón y sus exigencias, aparentemente todo estaba perdido pero en la decisión final influyeron algunos cortesanos de Fernando: el escribano y el tesorero de la Corona de Aragón don Luis de Santangel y Gabriel Sánchez respectivamente -que según algunos historiadores eran  judíos conversos- y Juan Cabrero, camarero real.  Si la Corona española decidía avanzar hacia más allá de la mar Océano, sabido era que afectaría los intereses de los portugueses.  La falta de recursos económicos y financieros era la mayor dificultad para autorizar esa expedición y así fue como el escribano Santangel le sugirió a Fernando ser intermediario para conseguir el dinero necesario para apoyar la iniciativa de Colón.  Dialogaron con la reina Isabel de Castilla, autorizó la redacción de las Capitulaciones y en el Real Sitio de Santa Fe, el 17 de abril de 1492, ella firmó ese documento y un franciscano lo hizo por el marino genovés que desilusionado, ya había decidido retirarse y según han reiterado, fue alcanzado por un alguacil para que retornara ante las autoridades aragonesas.

(Hay que tener en cuenta que en aquella época era insistente el propósito de lograr la conversión al catolicismo y sabido es que “San Francisco de Asís puso a la humanidad en marcha. Su idea maravillosa nació de las peregrinaciones a Santiago de Compostela.

San Francisco comprendió que era necesario dirigir esas peregrinaciones a las tierras de los infieles y reanudar la misión de los apóstoles: desparramarse sobre el mundo y predicar la fe de Cristo.  Fue el inventor de las cruzadas y dio el ejemplo con su viaje a Tierra Santa. Su obra fue perfeccionada por otro santo: Raimundo Lulio, mallorquín, el creador de los primeros colegios de lenguas orientales. Los frailes viajeros y diplomáticos partieron al Oriente con un bagaje espiritual y lingüístico suficiente para explorar los confines de la tierra.  Por primera vez en la Edad Media las fronteras de los infieles se abrieron para dejar paso a esos hombres que en vez de levantar una espada mostraban la cruz”.

Aunque han expresado que Colón era católico hay autores que lo reconocen como un judío converso -nacido en 1451 y fallecido en 1506-; entre ellos el historiador Salvador de Madariaga (La Coruña, 1886-Locarno, 1975). Madariaga destacó que Colombo descendía de judíos mallorquines (xuetas) residentes en Génova en el siglo quince.  Reiteró que Cristóbal Colón se casó en Portugal con la cristiana nueva Felipa Moñiz -de origen judío- y que allí recibió apoyo, incluso mapas y tablas realizadas por Abraham Zacuto. En Castilla fue recibido por el Duque de Medina Celi, nieto de judía y lo apoyaron los conversos Juan Cabrero… y Luis de Santangel que le adelantó 70.000 ducados para financiar la empresa. [12]

Entre quienes destacan que Colón era cristiano está el historiador argentino Enrique de Gandía que mediados del siglo veinte escribió: “La religión católica de Colón, puesta en duda y hasta negada por todos los sostenedores de su patria gallega, catalana, etc., es tan absoluta que no merece ser defendida.  También se ha disipado la supuesta ayuda de capitalistas judíos e italianos. La empresa fue costeada única y exclusivamente con dinero español y cristiano.  (sic)

Hoy se sabe, sin dejar lugar a dudas, que el tesorero de la Santa Hermandad, Luis de Santangel, adelantó de los fondos de dicha Hermandad un millón ciento cuarenta mil maravedíes.  Martín Alonso Pinzón prestó a Colón otro medio millón de maravedís. Todo cuanto se ha agregado de préstamos hechos por banqueros y mercaderes italianos y judíos se basa en leyendas o en errores.”    [13]

Entre tantos relatos acerca de esos hechos, sabido es que en 1492, entre los ciento veinte navegantes que acompañaron a Colón, varios hombres eran de origen judío y han reiterado que ningún sacerdote católico se embarcó ese casi legendario primer viaje…)

Cristóbal Colón: Almirante, Virrey y Gobernador…

Mediante tal Capitulación y la “carta de merced” complementaria del 30 de abril, “se erigía el primer Poder de ultramar, adjudicándose a Colón los títulos de Almirante, Virrey y Gobernador de las tierras a descubrir, autoridad equivalente, para algunos historiadores, al Adelantazgo (tan usado ya en la Península para los jefes de fronteras y que se hallaría apropiado, durante los comienzos, para los conquistadores del nuevo continente, sin duda por ser aplicable a la misión del Descubridor esta definición de las Partidas:  [14]

‘Adelantado tanto quiere decir como home metido adelante, en algún fecho señalado, por mandado del Rey…  El oficio deste es muy grande, ca es puesto por mandato del Rey sobre todos los merinos, también sobre los de las comarcas, e de los Alfoces, como sobre los otros de las villas.  E a tal oficio como éste puso Aristóteles en semejanza de las manos del Rey, que se extienden por todas las tierras de su señorío, e recabdan los malfechores, para fazer justicia dellos, para fazer enderezar los yerros, e las malfetrías, en los lugares do el Rey non es’.”  [15]

Han reiterado que “en esa contratación, además, entre otros derechos, se concedía al Descubridor la proposición de ternas para los gobernadores de provincias y se le reconocía el décimo de las riquezas obtenidas; y hasta se le otorgaban tributos judiciales, puesto que él o sus lugartenientes serían los únicos facultados para resolver todas las causas y litigios originados por el tráfico con los nuevos países.”  [16]

El pregón, es decir el aviso a los voluntarios para enrolarse en la expedición se realizó el 30 de abril con la prudencia necesaria para no generar la reacción de los portugueses:  Martín Alonso Pinzón ya había hablado con los hombres dispuestos a aceptar ese desafío, entre ellos cuatro forzados que serían liberados como premio tras el viaje. Aunque no hay datos precisos sobre tal tripulación, por el tamaño de las tres carabelas sólo podrían embarcarse entre 70 y 90 personas, algunos historiadores han señalado que habrían sido menos de sesenta.  Martín Alonso conducía la Pinta de 150 toneles; Juan y Pedro Alonso Niño de Palos eran propietarios de la Niña -140 toneles-, viajaron como maestre y piloto a las órdenes del capitán Vicente Yánez Pinzón, hermano de Martín Alonso; en la Santa María también viajaba otro hermano de ellos, Francisco Martín Pinzón.  El 2 de agosto de 1492 estaba todo preparado para la partida; antes del amanecer celebraron la Santa Misa y comenzaron la navegación por el estrecho río de la Tinta, a las ocho de la mañana estaban en mar abierto en la ruta de las Canarias adonde llegaron el 2 de septiembre.  Cuatro días después zarparon hacia occidente mientras soplaban los vientos alisios y ayudados por la corriente nordecuatorial avanzaron sin mayores dificultades. Después de un mes de navegación, les parecía ver tierra a lo lejos y el 6 de octubre expresaban su desánimo tanto Colón como la tripulación de la Santa María y se generó un motín.

Sabido es que el Padre Bartolomé de las Casas elaboró un Diario sobre aquella expedición complementando lo escrito por Colón.

Martín de Alonso se expresó con severidad y amenazó con “ajusticiar a los sublevados” y se adelantó con la Pinta.  A las 2 del 12 de octubre, el marinero morisco Juan Rodríguez Bermejo -más conocido como Rodríguez o Rodrigo de Triana, por el lugar de su nacimiento cerca de Sevilla- desde esa nave avisó que había visto el contorno de una isla, que pertenecería al archipiélago de las Lucayas (Bahamas).

Pinzón con un disparo de lombarda alertó a las otras naves y al amanecer, comprobaron que así era.  Fue entonces cuando Colón manifestó haberla visto antes desde su cámara en la Santa María y como los reyes iban a pagar un premio en metálico al primer tripulante que avistara otras tierras del mar Océano se generó la primera controversia imponiéndose el almirante.

Cristóbal Colón cuando desembarcaron en ese islote conocido hasta entonces como Guanahaní, en agradecimiento decidió nombrarlo San Salvador.

(El marino Rodrigo de Triana, en 1525, participó en la expedición a las Molucas junto al fraile dominico García Jofre de Loaysa, nacido en 1480 y fallecido en 1546.)

12-10-1492: ¡Tierra!

En las aulas de las escuelas hispanoamericanas desde los primeros años de educación inicial formal, relatan que Cristóbal Colón partió del puerto de Palos con tres carabelas, la Santa María, la Pinta y la Niña.  Explican que después de varios días de navegación hacia el este en busca de las Indias, cuando los tripulantes de esa expedición ya estaban cansados, escucharon que Rodrigo de Triana -uno de los marineros-, señalaba hacia donde veía tierra.

También relatan que la tripulación, esperanzada siguió mirando hacia el oeste, hasta que Colón ordenó desembarcar en una isla, el 12 de octubre de 1492.

Palabras y dibujos sirven como estímulo para que los niños se imaginen aquel acontecimiento. Después, los jóvenes que dispongan de más información sobre ese período de la historia de la humanidad, podrán ampliar aquellas referencias. Podría suceder también que tras tantas lecturas algunos tengan más dudas, porque algunos historiadores plantean que no fue el doce sino el trece de octubre –día de San Eduardo, el Confesor-, cuando Colón desembarcó en el territorio hasta entonces desconocido por ellos. [17]

El “Diario” de Colón…

Una minoría de la población mundial, se habrá enterado hasta mediados del siglo veinte de la existencia de un Diario escrito por Colón, ese hombre que para algunos había nacido en Génova, para otros en distinto lugar.

Intuyo que una minoría se sorprenderá al leer que un curioso lector, con paciencia contó cuántas veces Colón escribió la palabra oro en su Diario durante las dos primeras semanas: “setenta y cinco veces”.

Anotó el lector-historiador ese dato y después, lo difundió en otro libro.  Desde entonces esa cifra suele ser reiterada como referencia anecdótica aunque sabido es, que las palabras son actos -como afirmaba Jean Paul Sartre- y suelen ser insuficientes para abarcar la magnitud de los sentimientos o la totalidad de los hechos que representan y simbolizan.

Enfrentamiento de dos culturas

A partir del 12 de octubre de 1492, se generó el encuentro de las dos culturas: europea e indígena, con diferentes etnias.

Los españoles encontraron a personas semidesnudas y algunos conquistadores terminaron siendo conquistados.

Tiempo después, comprobaron algunas graves consecuencias.

En 1493 “la sífilis hizo su aparición en Europa” y dos años después se propagó “durante la guerra de la conquista de Nápoles por Carlos VIII de Francia.

Han reiterado que los indígenas padecían una enfermedad endémica “en forma benigna” y los europeos se infectaron porque no tenían las imprescindibles defensas.

Escrito está, que durante una disputa, Bartolomé Colón fue herido por Miguel Díaz.  Para evitar el castigo huyó, se encontró con la cacica Osema que se enamoró de él: tuvieron dos hijos, aparentemente los primeros mestizos…

“Nadie sabía de dónde vino esa enfermedad implacable que diezmó al ejército francés y a la población napolitana: los franceses la llamaron ‘mal de Nápoles’, los napolitanos ‘morbo gálico’, echándose mutuamente la culpa del flagelo que rápidamente se extendió a toda Europa”.

Han destacado que la cacica Osema, le enseñó a Miguel Díaz “a curar las bubas del mal que diezmaba a los españoles.  Díaz descubre los poderes del guayacán que luego nombraron palosanto.

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Reinado de Carlos V: Capitulaciones…

Ha destacado el historiador José María Funes que “durante el reinado de Carlos V y aún algún tiempo después, la Corte no tuvo asiento fijo, un poco, por no estar definitivamente elegida la capital de España, y otro tanto, por los repetidos viajes del Emperador y de su hijo Felipe II; motivados por la vastedad y separación de sus dominios y las frecuentes guerras promovidas por Francia, que los obligaban a una continua actividad y mudanza.

Al lado de los Monarcas debían estar, naturalmente,  las autoridades consultivas;  por lo que tenían que seguirles en sus andanzas, a lo menos, no excediendo éstas los límites peninsulares.  El Consejo de Indias, entre otros, le acompañó a la villa imperial de Toledo, a la real ciudad de Valladolid y a otras de menor población; lo que explica que muchas ordenanzas reales, preparadas por la más alta autoridad de América, aparezcan emanadas en esas ciudades y hasta en pueblos de escasa importancia.  Mientras deambulaban así, se trabajaba, cuando no en el despacho real, en la casa del Presidente; el que preparaba la documentación asistido personalmente por el Secretario o algún Consejero.”  [18]

Cédulas Reales, contrataciones, gobernaciones…

El doctor Funes explicó que las “contrataciones, parecidas a las antiguas ‘cartas-pueblas’ castellanas, contienen diversas obligaciones, providencias e instrucciones de orden militar, civil, comercial, etc., que van traduciéndose en normas administrativas de carácter estable, que por ende, son asimismo fuentes del derecho hispano-americano. En ellas encontramos… creación de gobernaciones y señalamiento de sus límites; fundación de ciudades y su vida municipal; designación de autoridades y fijación de sus atribuciones; otorgación de propiedades y reglamentaciones de edificación; erección de universidades y sus planes de estudio; concesión de encomiendas y establecimiento de reducciones y misiones; imposición de tributos y condiciones de su cobro; reglamentos de navegación y de comercio; organización de tribunales y procedimientos; formación y sostén de milicias; etc.

A las provisiones de la etapa inicial y conforme aumentaban los descubrimientos, se afirmaba la conquista y crecían las necesidades, siguieron numerosas cédulas, ordenanzas y pragmáticas; que sumándose, corrigiéndose, y perfeccionándose, se multiplicaron y complementaron hasta formar el árbol copudo y frondoso de la legislación indiada; a cuya sombra, durante tres siglos, el Nuevo Mundo fue desarrollándose paulatinamente y madurando para la emancipación”.    [19]

En torno a la organización administrativa

El historiador José María Funes destacó que estaban organizados “desde muy antaño, además del Real Consejo de Castilla, los de Aragón (del que se desmembró luego el de Italia), Zaragoza, Valencia, Portugal, Flandes y Borgoña, del Almirantazgo, de la Hermandad, de la Inquisición, del Patronato, etc.

El eficiente resultado de tales organizaciones en la Madre Patria, indujo a practicarlas en los nuevos dominios, cuando éstos aparecieron en el horizonte legendario como un fantástico regalo.  El segundo viaje de Colón hizo palpable la necesidad de atender los nuevos problemas, de seguro y próximo planteamiento, con un organismo adecuado”…

Destacó que “una vez dominados la confederación azteca y el imperio incaico, sobre sus heredades se erigieron dos grandes virreinatos, Nueva España y Perú, que durante dos siglos abarcaron todas las posesiones; el primero con jurisdicción sobre México, América Central, Florida, Antillas y, cierto tiempo, Venezuela; el segundo sobre todas las gobernaciones hispánicas de Sud América, más el actual Panamá y, al principio, sin Venezuela. En lógica correspondencia con esta división política, el Supremo Consejo distribuyó los asuntos indianos entre sus dos Secretarías.”

Acerca de los gastos del segundo viaje de Colón a las Indias Occidentales, iniciado el 25 de septiembre de 1493, sabido es que:  [20]

“…el Gobierno contrató un préstamo, y para la recta y pronta administración de todo lo concerniente a Ultramar, en lo temporal, se estableció un Consejo, llamado de Indias, con un Director y dos subalternos.  El primer administrador fue D. Juan de Fonseca, Arcediano de la Catedral de Sevilla.  Fundóse en dicha ciudad una lonja para todo lo concerniente a Indias, y tuvo por auxiliar y dependiente una aduana en Cádiz” aunque Funes, en el mismo texto, más adelante, se corrige así: “Fernando el Católico lo estableció alrededor de 1500 y Carlos V le dio en 1524 una forma más perfecta’.  En edición posterior, aunque muy mejorada, no resuelve el punto: ‘El primero y más notable de estos agentes auxiliares del real absolutismo, fue el llamado ‘Consejo Real y Junta de Guerra de Indias’, iniciado por Fernando el Católico, establecido formalmente por Carlos V (1524) bajo la presidencia de García de Loaysa y definitivamente organizado años más tarde (1542)’.

Hay autores que señalan su iniciación en 1503, tal vez confundiéndola con la Casa de Contratación, creada el 20 de enero de ese año. Otros opinan que, en ese tiempo, no existió el Consejo, como tal, sino funcionarios del Real Consejo de Castilla, que actuaban dentro de éste, pero ocupándose particularmente de los nuevos países. En orden sucesivo, habrían sido Fonseca -secundado al principio por el contador Juan de Soria- Vega, Vargas, Catinara (o Gatinara) y otros. Núñez de Castro y los más acreditados afirman que Fernando el Católico, como Regente de Castilla (fallecida ya Isabel) lo instaló en 1511; en lo que coincide el historiador inglés Robertson cuando escribe: ‘Fernando lo estableció en 1511, y Carlos V le dio, en 1524, una forma más perfecta’.  En contra de esta tesis, estaría el hecho de que, dentro del Consejo de Castilla, en Setiembre de 1519, se abrió una sección especial para los asuntos de Ultramar”.  También el doctor Ricardo Levene -a mediados del siglo veinte presidente de la Academia Nacional de Historia en la República Argentina-, “dice: ‘El Real y Supremo Consejo de las Indias no fue creado con carácter permanente hasta mediado el año 1524… Hasta esa fecha los asuntos de Indias estuvieron dirigidos, primero, por el confesor de la reina católica D. Juan Rodríguez de Fonseca; después durante la regencia de Cisneros, por los miembros del Consejo de Castilla, D. Luis Zapata y D. Lorenzo Galíndez de Carvajal, y por último, por una junta especial, presidida por Fonseca, a la cual se añadieron un procurador y un relator en 1520 y un abogado de los pleitos de las indias en 1522’.”  Advierte el historiador Funes que el Dr. Emilio Ravignani -profesor universitario, recopilador y autor de varios ensayos-, “procura explicar así opiniones tan opuestas: ‘Es posible, a pesar de la disparidad de conclusiones, que todos tengan razón por variar el criterio con que se aprecia el problema.  Los asuntos de los viajes ultramarinos, a partir del descubrimiento y aún antes de (capitulaciones con Colón), implicaron la designación de funcionarios. Los Reyes Católicos, desde el comienzo, se valieron de un secretario para el despacho de las cuestiones de Indias, porque no querían entregar este negocio al Consejo de Castilla.

El Obispo de Burgos, Fonseca, es el primero que desempeña dicha secretaría y despacha los primeros asuntos relativos a flotas, armadas y demás cuestiones marítimas, así como todo lo relativo a los viajes de Colón.  Muertos la Reina Isabel y el descubridor de América, Fernando llama a Fonseca para que en su corte presida los negocios de Indias (1509).  En el Consejo de Castilla se habilita una pequeña sala para los funcionarios que preside Fonseca. Muerto Fernando el Católico, sucede en el Reino la regencia del Cardenal Jiménez de Cisneros, quien amengua la acción del Secretario. El Regente gobierna con juntas periódicas -no permanentes- que se denominan ‘plenum concilium Indiarum’, y que constituyen un cuerpo de gobierno político, militar y eclesiástico. En 1517 llega el príncipe Carlos, que se corona Rey de España con el título de Carlos I.

Dispuso inmediatamente que su canciller”, Mercurino “Gattinara, asuma la superintendencia de todos los consejos e intervenga en las juntas del plenum concilium Indiarum. Bajo su administración, Fonseca recupera en parte la influencia perdida, mas por poco tiempo…’ porque en 1522 le sucede el dominico Fr. Jerónimo Loaisa”, en otros textos Jerónimo de Loaysa.   [21]

Destacó Funes que el rey Carlos I de España (conocido Carlos V de Alemania), organizó el Consejo de Indias como autoridad independiente del “Consejo de Castilla”. Teniendo en cuenta las por el rey Carlos I de España (conocido por Carlos V, de Alemania)”.   Teniendo en cuenta las investigaciones acerca de Política Indiana del doctor D. Juan de Solórzano Pereira -“Caballero de la Orden de Santiago, del Consejo del Rey Nuestro Señor en los Supremos de Castilla y de las Indias”-, el perseverante doctor Funes señala que “Solórzano Pereyra… lleva más adelante la fecha de instalación, fijándola en la que otros dan como de oficialización del alto cuerpo: 1º de agosto de 1524, en la que el Emperador designó las siguientes autoridades: Presidente, el Obispo de Osma, Fray García de Loaysa; Consejeros: El Obispo de Canarias, Fray Luis Vaca, protonotario, Pedro Mártir de Anglería, Dr. Diego Beltrán, Dr. Gonzalo Maldonado, Dr. Lorenzo Galíndez de Carvajal; y el Licenciado Prado, como Fiscal.  Insistiendo en que con ello empezó a existir esta autoridad colegiada, dice el mentado jurista: ‘Porque antes de esta formación, no tenían las cosas y causas de las Indias consejo particular por donde correr y se despachaban por el de Castilla, como accesoriamente unidas a él, ó por algunos graves Varones, y Consejeros que dél se mandaban entresecar y disputar para su govierno, hasta que la muchedumbre dellas obligó á que se les diese el que he referido, como podrá constar por la historia y descripción de las Indias, de Antonio de Herrera, donde distintamente refiere a la erección de este consejo, y sus causas, y ordenanzas, y quantos Presidentes, Consejeros, Fiscales y Secretarios avía avido en el hasta su tiempo”.   Continuó el doctor Funes con su estudio comparativo y destaca que el mismo Solórzano Pereyra en el capítulo XV del libro V alude a los Consejeros que actuaron “por más de cien años, hasta que el de 1600 se mandó formar para ellas Consejo de Cámara… claro está que empezó a existir antes de 1500, y no en 1524”…  [22]

El doctor José María Funes ha destacado que “una vez aquietada la conquista, las autoridades residentes en el nuevo mundo no pudieron desconocer la  bondad de algunas instituciones y costumbres indígenas, aconsejando al Rey la conveniencia de conservarlas…

Los monarcas decidieron, con muy buen criterio, incorporar a la organización hispano-americana lo aprovechable de la aborigen; y por eso encontramos en la Recopilación disposiciones sobre cacicazgos, mita, régimen de tierras, etc.”

“Afanosa humanidad”…

El historiador José María Funes analizó el Testamento de Isabel I de Castilla, “tanto el primero y principal subscrito en Medina, en el duodécimo aniversario del Descubrimiento de su protegido, como en el codicilo suplementario, de Noviembre 23 de 1504”.  Destacó que la reina Isabel había advertido la necesidad de lograr un pacífico entendimiento porque las dificultades que se presentarían desde el primer momento “no escaparon a la mente privilegiada de ‘Isabel de España’, como apropiadamente la llama William Thomas Walsh en la obra que lleva ese título; y su magnánimo corazón, previendo las durezas inevitables de toda conquista, y las injusticias que ella no podría conocer ni remediar, agregó a su codicilo aquel ítem tan lleno de celo apostólico como de afanosa humanidad: [23]

‘Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las Islas e Tierra Firme del Mar Oceano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al Papa Alexandro Sexto, de buena memoria, que nos fizo la dicha concessión de procurar inducir e traer los pueblos dellas e los convertir a nuestra Santa Fe Católica, e enviar a las dichas Islas e Tierra Firme, Perlados e Religiosos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vozinos e moradores dellas en la Fe  Católica, e los enseñar e doctrinar de buenas costumbres, e poner en ello la diligencia de vida, segund mas largamente en las letras de la dicha concessión se contiene; por ende suplico al Rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la dicha Princesa mi fija e al dicho Principe su marido, que ansí lo fagan e cumplan e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia e no consientan ni den lugar que los Indios vecinos e moradores de las distintas Indias e Tierra Firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados, e si algund agravio han rescebido lo remedien e provean por manera que no exceda en cosa alguna lo que por las letras Apostólicas de la dicha consesión nos es infungido e mandado”.  [24]

Isabel I: sucesión dinástica y nuevos “reinos”…

Isabel I en su testamento, “regula minuciosamente la sucesión dinástica y el que autoriza al rey consorte para substituir a su hija Dña. Juana, llamada más tarde ‘la Loca’, por defecto de ésta, en todos los ‘los dichos mis Reinos, Tierras e Señoríos’.”

Destacó también el historiador Funes, que tales disposiciones apuntaban a “concretar y definir la unidad de la Monarquía española, dentro de la multiplicidad de sus partes, y sobre todo, consagrar el concepto de que los nuevos dominios no eran precisamente ‘colonias’, en el sentido específico del vocablo: territorios políticamente sometidos a otro, en provecho exclusivo de éste, sino ‘reinos’ o partes integrantes de una gran Corona, vale decir, no subordinadas entre sí, sino equivalentes y sólo sujetas a un solo y superior Señorío.

(Tal la tesis que, siglos después, sostendría el Dr. Juan José Castelli en el Cabildo Abierto de Mayo 22 de 1810, que en Buenos Aires inició el movimiento emancipador.”)

Distintos historiadores han reiterado una de las citas de Cristóbal Colón en su Diario mientras relataba sus viajes y exploraciones en las Indias Occidentales, referida a “una audiencia real, después del segundo viaje del Descubridor; en la cual, manifestándose éste temeroso de perder la ayuda española por las desgracias ocurridas y el aparente fracaso económico de las expediciones, oyó decir a la soberana ‘que no curase de nada de eso, porque su voluntad era de proseguir en esta empresa y sostenerla, aunque no fuese sino piedras y peñas, y que el gasto que en ello se hacía que lo tenían en nada que en otras cosas no tan grandes gastaban mucho más, y que lo tenían todo por muy bien gastado, lo del pasado y lo que se gastase en adelante, porque creían que nuestra Santa Fe sería acrecentada y su Real Señorío ensanchado’.”

La Monarquía con “un tesoro exhausto”…

Advierte el doctor Funes que “poco después de los primeros descubrimientos, la Monarquía, con un tesoro exhausto y absorbida por las cuestiones europeas (inmediatas y, por entonces, más graves) no pudo afrontar los primeros gastos de ocupación.  Optó por dejarlos a cargo de los jefes de expediciones, a los que compensaba con los cuatro quintos de las posibles ganancias y con la concesión de atribuciones gubernativas; lo que se ajustaba en Capitulaciones que, como las de Colón, son un resabio de la Edad Media.  Todas ellas tenían una parte común: en lo temporal, afirmar la soberanía de la Corona, y en lo espiritual, la conversión de los indios al catolicismo.  Diferían en lo demás, según el objetivo particular de la expedición o el país de su destino”…

Conquista y declinaciones…

La conquista de las Indias Occidentales iniciada en 1492, era asunto de interés para quienes estaban dispuestos a realizar expediciones por tierras desconocidas sin tener en cuenta los riesgos comprobados en sucesivos viajes.  Los españoles recién a fines del siglo siguiente comprendieron cuánto había significado para ellos, esa colosal empresa promovida inicialmente por la corona de Castilla y León, que abarcaba ambas Castillas, León, Asturias, Galicia, Extremadura, Andalucía y las tres provincias vascongadas.

Ante sucesivos pregones se habían anotado artesanos dispuestos a dejar sus tradicionales herramientas para integrarse a la conquista.  Era frecuente que se desmembraran las familias porque algunos maridos se embarcaban solos y dejaban a sus esposas e hijos con la promesa de reencontrarse mediante otro viaje. También fue notable la limitada actividad de los pastores.  Al disminuir la producción artesanal escaseaban algunos productos  y se advertía la carencia de oficios generándose al mismo tiempo una pérdida en el poder adquisitivo como consecuencia del continuo aumento de los precios.  Han reiterado que en 1552, en las Cortes intentaban explicar “el marasmo industrial sobreviviente” y ese año, teniéndose en cuenta la despoblación en las ciudades castellanas, la incidencia de la importación de hilados de Holanda  y de paños de ese origen e ingleses; la declinación en las industrias españolas, resultó impostergable la votación de la Pragmática, en Toro.

“Ningún paliativo es remedio, pero nada más podía hacerse a menos de renunciar a las Indias.  El vellón rico se va como los escudos y reales; ninguna moneda parecía quedarse en España  En 1599, Felipe III vuelve al cobre acuñando cuartillos y ochavos de cobre y bronce sin mezcla de plata, que hace circular al 50% de su valor intrínseco, con la esperanza que su baja ley los retenga en España…  Pero ni aun la calderilla se queda en la plaza y deberá emitir monedas febles con el expediente ingenuo de no permitir su circulación cerca de los puertos para que nos se vayan al extranjero.  Desaparecerán igual.  Entre 1550 y 1650 corrió la gran avenida de oro y plata. Desde la última fecha empieza a decrecer, hasta acabarse prácticamente en el siglo XVIII.”

“Entre los censos de 1595 y 1694, Valladolid, Toledo y Segovia pierden la mitad de sus habitantes, y Ávila desciende vertiginosamente de 200.000 a 70.000.  Así, por regla, En Castilla, Galicia, Aragón y Valencia.  En cambio las ciudades andaluzas mantienen su población y algunas como Sevilla y Cádiz prosperan por el comercio indiano.”

“Al hidalgo rico que en el siglo XV le alcanzaba su renta para poseer una casa amueblada en el pueblo, vestir con decencia, comer con variedad y mantener caballo y arreos de guerra para combatir cuando se lo llamase, sustituye a principios del siglo XVII  el hidalgo pobre, la sombra de sus abuelos.”  [25]

Culturas en regiones andinas antes de la conquista española…

 

Hasta mediados del segundo milenio, no todo era desierto en el Nuevo Continente; tampoco vivían sólo personas torpes y sin creencias…

Aquí, sólo aproximaciones a diversas señales en torno a diferentes culturas desarrolladas antes de la llegada de los conquistadores españoles.

 

Han destacado tras sucesivas investigaciones arqueológicas, que en la región central andina, en el extremo norte peruano se desarrolló la cultura de Vicús, “originaria en un nivel muy antiguo, no menor de mil años antes de Cristo” y que hacia 1944, “llamándola Vicus-Pabur, Larco Hoyle hace comenzar a Vicús hacia el 1250 a. C., con vasijas hechas a mano”…

En diversos objetos creados por la cultura Vicús -o Vicus-, hay una evidente influencia de la Edad del Bronce superior y del Hierro ya que “se presentan numerosos rasgos culturales nuevos que antes no existían, o eran muy esporádicos, por ejemplo el escudo, redondo y cuadrangular.  Lo más importante es, sin duda, una metalurgia desarrollada de fundición (suponemos que existía antes en forma débil localizada), con uso del cobre, oro, plata, e incluso bronce, además de la tumbaga” (es decir, la argolla o aro). “Entre las puntas metálicas de jabalina, de arrojar con la estólica, abundan las que tienen sus bordes dentados, en continuada forma de arpón, cosa que etnográficamente es exclusiva de las formas de hierro en África e Indonesia”.   También han hallado “puntas de jabalina, y de lanza, de sección cuadrangular, con sus lados aserrados de modo que constituían un arma feroz; estas puntas son de la Edad de Hierro y en Indonesia y África. Valen también unas ruedas dentadas, incluso con líneas de fuerza semejantes a una rueda central de las bicicletas, y que se interpretan (para ‘sacarlas de encima’) como cabezas de maza”…  [26]

Hasta la llegada de los conquistadores españoles, se habían formado distintos reinos locales que se expandieron y después, generalmente absorbieron a los pueblos vecinos menos desarrollados.

“Los reyes eran llevados en forma típica en andas (como eran sagrados no podían tocar el suelo común); los templos piramidales tienen nuevas formas, que no llegan a superar la importancia de los más grandes anteriores.  La vestimenta consistente en el uncu (origen asirio-hittita) se hace común, a la vez que podemos considerar que el nivel cultural general se ha elevado mucho sobre el anterior.”

Cultura Moche o Mochica…

Hay señales acerca de que esa cultura se desarrolló desde el 400 a.C. y el 700 d. C. “En arquitectura se encuentran una serie de grandes pirámides de adobe, muy empinadas, hasta 77 grados, hecho que sólo tiene equivalentes en Tikal entre los mayas.   Existen a la vez grandiosas obras de regadío, de las cuales más de una continúa en uso, e igualmente terrazas agrícolas.  En Moche se encuentran las conocidas pirámides del Sol y la Luna, que difícilmente fueron levantadas a esos astros. Se señalan numerosas fortalezas. Adobes hechos en molde, cuadrangulares.  Muros rebocados con barro y con adornos en relieve, y hermosas pinturas murales.  Las sepulturas presentan a los muertos principalmente en forma extendida.”

“La Huaca o Templo del Sol llegaba a unos 50 metros de alto, y se calcula que constó de 50 millones de adobes.  Tiene 236 metros de largo por 136 y consta de cinco terrazas o plataformas escalonadas.

La Huaca de la Luna es mucho menor, de 21 metros de alto.  En una pieza de cerámica se encuentra la representación de una pirámide circular, con camino espiral de subida.  También en cerámica hay representaciones de casas del pueblo, generalmente con techos de una y dos aguas, y también casas mayores.”

“La sociedad estaba bien estratificada, y se encuentran representaciones de monarcas con dosel (origen asirio) y otros llevados en andas con numerosos cortejos.  Abundan las representaciones de guerreros y escenas de lucha, de guerreros con casco asirio-anatólico, escudos cuadrados y circulares, armaduras de algodón y de tablillas.  Todos llevan orejones y la vestimenta más común es el uncu”…

Ha reiterado Ibarra Grasso que “existe una tradición entre los cronistas, dada por Pedro Cieza de León, Herrera, etc., de que en la Isla del Sol de Titicaca había un grupo de hombres blancos, que fueron exterminados por una invasión aymara procedente de la costa.   Tempranamente la relacionamos con figuras pintadas mochicas donde los mochicas vencían a individuos provistos de esos bigotes, y otras formas cerámicas donde figuran los mismos bigotudos como prisioneros destinados al sacrificio, desnudos y atados…

Sería directamente el Puerto de Cattingara que figura en el mapamundi de Ptolomeo del siglo II de la Era”.

Cultura Lambayeque…

A la cultura Lambayeque con frecuencia se la ha confundido con la Chimu, integrándola a ella aunque es distinta.  Se desarrolló “en tiempos de Cristo”, en el valle y río de su nombre, al norte del territorio Mochica y continuó hasta la época de la conquista española con un importante desarrollo “en la metalurgia del oro y del cobre (con formas de bronce, incluso hierro).   Ibarra Grasso destacó que “buena parte de la breve descripción de los objetos de oro y plata del Quinto del Rey del rescate de Atahualpa que se ha conservado, corresponde a piezas de oro de Lambayeque, llevadas al Cuzco por los conquistadores incas. Todas desaparecieron, fundidas para hacer moneda, sin que el monarca español se molestase en verlas”. [27]

Sea tenido en cuenta que en quechua es Cusco porque en esa lengua no hay “zeta”.

La civilización de Tiahuanaco…

Por lo investigado en torno a la civilización de Tiahuanaco, sabido es que abarca cinco períodos de acuerdo a sucesivos hallazgos arqueológicos, cerámica y trabajos en piedras.  Han reiterado que  “el Tiahuanaco I comenzaría hacia el 500 a.C.” destacando Ibarra Grasso que “no es todavía Tiahuanaco” porque muestra otros fuertes rasgos Paracas.

(La cultura Paracas se desarrolló en el Valle de Ica, al sur de Lima y “duraría hasta tiempos de Cristo, más bien algo menos… Lo principal de ella es la cerámica y más aún en los tejidos; existiendo a la vez metalurgia de oro y grandes construcciones piramidales de adobe.”

“En metalurgia se utilizó bastante el oro, desde el principio de la cultura, y luego la plata y el cobre, existiendo orejeras, narigueras, anillos, pectorales, brazaletes y otros adornos; también existen numerosos adornos de turquesa, de lapislázuli y conchas marinas”,

“Naturalmente las telas son hechas en telares, pero no parece haber mayor desarrollo de ellos, sino habilidad y paciencia extraordinaria de los trabajadores, tanto en la formación de los hilos como en las telas… Entre las prendas de vestir aparece intensamente el uncu… Parece representarse el escaupil (armadura de algodón) en figuras de guerreros armados, con estólica, jabalinas, hondas, etc. La figura humana está bastante representada, y lo mismo algunas aves, felinos, serpientes de dos cabezas y simples, un delfinido, peces, etc. además del Monstruo de la Tierra”…  [28]

 

“Hacia el 330 de la Era comenzaría el Tiahuanaco IV, o Clásico, con fino trabajo de piedra y la “elaboración de la Puerta del Sol”, momento en que empezó la gran expansión del imperio.

“Hacia el siglo XII de la Era, Tiahuanaco perdió sus conquistas sobre los mochicas, que recobraron su independencia y formaron el reino Chimú, y lo mismo la zona central de la Sierra Peruana  y la costa adyacente, propia de la expansión Tiahuanacu-Huari, zona en donde se hablaría el quichua originariamente.

Aproximación de distintas culturas…

La ruinas de Huari  (situadas a 25 kilómetros al norte  de la ciudad de Ayacucho), fueron visitadas por primera vez en 1550 por Cieza de León quien denomina Vinaque a esa región y advierte que “sus fundadores serían Huiracochas, o sea hombres ‘blancos y barbados’, anteriores a los Incas”…

Destacó Ibarra Grasso que al desarrollarse la cultura Huari “comienza plenamente una época urbana, con ciudades.  En Perú, ya existían, evidentemente desde antes, como capitales regionales de las distintas culturas, pero en esta época llegaron a su pleno desarrollo, con barrios de artesanos, etc.”

Esas ruinas corresponden a “una gran ciudad, ubicada en una meseta, y conformada por varios conjuntos o barrios, de los que naturalmente sólo quedan los muros de sus construcciones algunos de los cuales alcanza los doce metros de altura. Las piedras usadas en esos muros son sin labrar, pero existen algunos sepulcros donde sus piedras están labradas como lo mejor de Tiahuanaco y Cuzco.  Existe una gran plaza rectangular rodeada de restos de edificaciones, de dimensiones considerables, donde se hallaron una serie de estatuas notables.  Parte de los edificios parecen haber sido de adobes y han desaparecido, de barro son también las junturas de las piedras.  Existen otras plazas menores.  Parece haber restos de edificios de hasta tres pisos.  Los muros están hechos de piedras toscas, formando sus lados, y con relleno de barro y piedras menores en su interior.  Existen una serie de canchones, que hoy son utilizados como terrenos de cultivo.  En la zona sur de la población, se encuentran piedras bien labradas, que han debido pertenecer a lujosos palacios o templos.  También se encuentran piedras grabadas, petroglifos, con motivos semejantes a los de la cerámica Ayacucho.  Existen plataformas de base cuadrangular, terraplenes, restos de un importante acueducto, restos de un palacio, etc…”

“La gran expansión de la civilización  de Huari fue de tipo militarista, de lo cual dan abundante muestra las representaciones de Caballeros-Tigre, provistos de armadura blanda de tipo escaupil” -o de placas de tablillas, que en algunos casos pudieron ser metálicas- y de hachas de bronce.

“Pero a la vez difundieron una religión exclusivista, totalitaria, como la que luego difundieron los incas y sus conquistadores españoles.  La tolerancia religiosa que existe en las religiones politeístas desapareció, y sólo se admitió la religión oficial, la enseñada por el Estado.  Las ciudades son fortificadas, y aparecen verdaderas fortalezas o castillos, que más que para la defensa de enemigos externos, serían para mantener el dominio sobre los pueblos vencidos…

Ibarra Grasso en la última década del siglo veinte escribió: “Nosotros suponemos que cuando predominaban en la sociedad los Caballeros Águila se producía una expansión religiosa basada en el terror de los sacrificios humanos, en su mayoría del propio pueblo por cierto, y cuando dominaban los Caballeros Tigre la expansión es de tipo militar, a la vez que con el asesinato nocturno de los ‘disidentes’ del propio pueblo, como figura en el Popol Vuh y como lo hacen hoy mismo los Hombres Leopardos en África.   Excusamos narrar cómo funciona este hecho en las sociedades actuales.” [29]

 

Sabido es que en la región Huari, “la mayor ciudad fue sin duda Pachacamac, que continuó incluso en épocas posteriores incaicas y hasta la conquista española, existiendo restos de ellos muy anteriores a la cultura de Lima.

Luego de Huari, Pachacamac tuvo su desarrollo propio, del período Chincha posterior e incaico…  En la época incaica fue el principal oráculo y centro de peregrinación en Perú, y su dios, denominado Pachacamac (identificado con Huiracocha, arbitrariamente por cierto), era el Creador y Conservador del Universo… En esta época las construcciones piramidales comienzan a ser abandonadas, como construcciones principales de templos, y usan las anteriores más bien como cementerios”.  Han destacado que “es probable que, durante alguna época al menos, Pachacamac haya sido la capital del Estado de Huari”.  [30]

Del Reino Chimú…

Sabido es que “el Reino Chimu es el único de Perú anterior a los Incas del que se ha conservado algo de historia… Se señalan en ella los nombres de quince gobernantes (Garcilaso dice veinte) y algunos de sus hechos históricos…  [31]

Los chimúes, hacia el siglo XII después de Cristo, llegaron a obtener su independencia separándose del imperio de Huari.  Con ello procedieron a reconstruir su anterior cultura… Un autor señala que en realidad la independencia y reconstrucción fue realizada por los lambayeques, que habían conservado su libertad, y que luego se fundieron en el Reino Chimú. Importante es señalar que la mayoría de los objetos de oro atribuidos a los chimúes, son de origen Lambayeque, cosa fácil de observar por la forma de los ojos de las caras humanas representadas…

De los chimúes propiamente dichos, quedan restos de grandes ciudades de adobe, con pirámides, luego su cerámica, su metalurgia y tejidos conservados por la sequedad de la región.  Su asiento principal se encontraba en el valle de Moche, o Trujillo, donde se hallan las ruinas de su grandiosa capital, la ciudad de Chan-Chan, una de las mayores de la América precolombina.  Se trata de una ciudad planificada, comenzada en la época del Imperio Huari, que se amplió mucho posteriormente.  Su extensión es de unos 20 km. cuadrados, y se encuentra, su parte central, subdividida en diez barrios amurallados, con murallas que hoy mismo llegan a los nueve metros de alto.  En su interior, en cada barrio existen restos de casas, plazas, palacios y templos, depósitos de agua, etc.  Los muros están construidos con tapia (tierra apisonada) y adobe, con hermosas esculturas hechas con moldes de madera. Esos diez barrios debieron ser algo semejante a los 10 ayllus reales del Cuzco, donde vivía la clase dirigente.”

“En los restos de la cultura se encuentran numerosas pirámides, restos de importantes poblaciones, como Tucume, por citar siquiera una, varios lugares de fundición de metales, canales de irrigación, palacios y templos, poco estudiados todavía”… [32]

 Acerca del Reino Colla…

Expresó Ibarra Grasso que “sin embargo, Tiahuanaco continuó bajo la forma del Reino Colla histórico, abarcando más de dos tercios de su expansión anterior y con el uso de la lengua aymara.  Los incas se originan en ese momento, en una zona con cerámica anterior colla, que sería provincia de ese Reino.  Mediante una traición bien preparada Huiracocha se apoderó del trono del Reino Colla, trasladando la capital de Hatun-Colla al Cuzco y mandando ‘rehacer’ la historia e imponiendo en el Cuzco la lengua quichua, al parecer, por ser hijo de una princesa chincha”; desde entonces también cambió la cerámica con predominio de formas de origen chincha.”   [33]

“En la zona Norte de Titicaca, se observan los restos de Hatun Colla, capital histórica del reino Colla, y las monumentales ruinas de las chullpas de Sillustani”.  Típicas del período de ese reino en toda Bolivia “son casitas de pueblo, construidas con piedra tosca, y a la vez abundan las construcciones funerarias chullpas, las cuales son típicas del período del Reino Colla en toda Bolivia.”

Es oportuno tener en cuenta que “la lengua aymara, no aymará, parece ser la propia de la civilización de Tiahuanaco, al menos según su dispersión geográfica que coincide con la antigua expansión de Tiahuanaco.  Con esa expansión sin duda, se aymarizaron varios pueblos que no lo eran, lo mismo que ocurrió con el quichua y la expansión incaica.”

Ibarra Grasso destaca que “los Incas, pese a todo su esplendor, y debido a que su Imperio no llegó a durar un siglo y medio, tiene una importancia relativa, pese a la gran extensión que llegó a abarcar su territorio.

Luchas de Yahuar Huacac y Huiracocha…

Sabido es que en la vasta región de los Incas, hay hallazgos de cerámica atribuida a los primeros Incas, “o sea, redondamente, de 1200 al 1400 de la Era… luego las cosas cambian de pronto, y aparece la denominada cerámica Inca imperial, con abundantes formas nuevas y muy finamente trabajada.  La explicación de esto no es posible sin la introducción abundante de ceramistas de origen extranjero, que todavía falta identificar. Existen en ella muchos rasgos de origen Chincha… Estaríamos en la época inmediatamente posterior al triunfo de Huiracocha sobre los Chancas” y acerca de esa circunstancia, alude a las dos versiones: “la primera, seguida por la mayoría de los cronistas, señala que fue Pachacuti, hijo de Huiracocha.  La segunda… que fue Huiracocha, hijo de Yahuar Huacac.  La interpretación que en la actualidad se está siguiendo es la primera”.  Explica Ibarra Grasso que “en vista de las antigüedades atribuidas a los Incas por los diversos cronistas, con fechas demasiado elevadas de reinados”, se han aceptado como “reales las dadas para los últimos Incas por el cronista Cabello Balboa, seguidor de la tesis de que el vencedor fue Pachacuti, y que su padre Huiracocha fue desposeído del trono en fecha del 1438 de nuestra Era.  En esa forma, el Imperio Incaico habría durado poco menos de un siglo.  Pero si el vencedor fue Huiracocha, la derrota de los Chancas se elevaría redondamente al 1400 de Cristo, o incluso algo más pues Huiracocha habría sido muy joven cuando ocurrió tal acontecimiento, y ello alargaría la historia incaica hasta acercarse a un siglo y medio”.

Expresó luego: “Nuestras principales pruebas de ello son las siguientes.

Yahuar Huacac se habría rendido ante los Chancas, y uno de sus hijos, Huiracocha que era un adolescente, resistió a la invasión Chanca ayudado por dos tíos suyos, especialmente uno de nombre Vicaquirao.  Esos tíos eran hijos del Inca Roca, padre de Yahuar Huacac, y serían tíos del Inca vencedor.”

(Ibarra Grasso también destacó que el triunfo de Huiracocha, “no se debió al auxilio de un ejército quichua como dice Garcilaso, sino por un ejército de las tribus Collas de los Canas y Canchis, evidentemente enviados por el monarca Colla”.)

“Ello es posible siendo el vencedor Huiracocha, pero no si el vencedor fuera el Inca Yupanqui, su hijo, pues habrían tenido que ser tíos-abuelos, con lo que tendrían demasiada edad para dirigir los hechos de la guerra.  Además, el nombre de Inca Pachacuti… era nombre propio de Huiracocha, que después fue trasladado a su hijo Inca Yupanqui.

Con este traslado, la hazaña de Huiracocha se trasladó a su hijo, posiblemente con la interesada intervención de Tupac Yupanqui a favor de su padre más que de su abuelo.

En la relación Incaica se observan dos grandes reformas histórico-religiosas que alteraron la historia, y Atahualpa se disponía a realizar una tercera cuando sucedió la conquista española.  La primera de esas reformas histórico-religiosas que alteró la historia, la llevó a cabo el Inca Huiracocha-Pachacuti, que era una misma persona antes de su ‘desdoblamiento’. La mayoría de los cronistas se refieren a ella como un ‘congreso de historiadores’ (Balboa lo transforma en un congreso religioso, sin duda tuvo ambas funciones, en el cual fue recogida toda la historia anterior conocida, se la habría pintado en figuras en tablones que fueron guardados en el Templo de Poquen Cancha, y se habrían compuesto sobre ellas cantares de tipo saga y hecho representaciones teatrales de los acontecimientos”…

Luego, Ibarra Grasso expresó: “Suponemos que lo que se llevó a cabo en ese ‘congreso de historiadores’ fue una conveniente elaboración de la ‘Historia Oficial’ que desde ese momento se debía enseñar y creer.  A la vez se borró toda la historia anterior, del Reino Colla y del Imperio de Tiahuanaco, que hasta ese momento se conservase. Se inventaron los Incas anteriores a Inca Roca, y se pintó a la dinastía como descendientes del Dios Sol a través de su hijo Manco Capac que era una especie de Noé peruano. Lo que quedó como historia fue la última Edad… también cambió la lengua oficial.

Tupac Yupanqui llevó a cabo otra reforma, evidentemente menor, en la cual lo principal parece haber sido el ‘desdoblamiento’ de los hechos de su abuelo, a favor de su padre, al cual trasladó la mitad de su nombre”…

Destaca Ibarra Grasso que “cuando los cronistas españoles preguntaron a los indígenas, en procura de averiguar la historia antigua del país, naturalmente se dirigieron a los individuos de la clase dirigente del vencido país…  [34]

En consecuencia, el resultado fue que “se les contestó que lo habían aprendido de la Historia Oficial en el Yachay-Huasi (la ‘Casa del Saber’, especie de Universidad en el Cuzco), o en las representaciones teatrales y en los cantares históricos que se recitaban en las fiestas”.  [35]

“A partir de la obra de Garcilaso sobre la historia Incaica, se ha querido hacer de ese imperio un país de campesinos, más o menos felices, lo que dudamos que lo fueran.  La verdad es que la civilización Incaica tiene que ser interpretada por los logros habidos por su clase dirigente, no por sus campesinos.  Y esa clase dirigente había llegado a un alto grado de desarrollo y conocimientos, sin duda superior al de los aztecas y mayas, en contra de lo que generalmente se cree. Aceptamos, sin vacilar, que en numerosos rasgos culturales los aztecas y mayas han superado a los Incas, pero en el conjunto, la superioridad de la civilización incaica se manifiesta clara en cuanto uno deja de fijarse sólo en el conjunto de los campesinos.

La expansión incaica fue militar, y no pacífica por cierto como lo pretende Garcilaso.

En ella fueron importantes los Caballeros-Tigre, llamados otorongo (Uturuncu) por Huaman Poma, lo mismo que en el Tiahuanaco Expansivo.   Evidentemente tomaron la dirección de la sociedad en contra de los Caballeros Águila, dedicados más bien al sacerdocio.

En la India antigua, brahmanes y chatrias lucharon por el predominio, y al final ganaron los brahmanes, pero la gran expansión aria en la India se realizó por obra de los chatrias, o sea los Caballeros-Tigre.

En la zona Andina habría ocurrido lo mismo, y Cristóbal de Molina, el Chileno, da algunas referencias al decir que al principio había Incas trasquilados y otros con cabellos largos, y que triunfaron los trasquilados.  Esos Incas rapados, con la cabeza afeitada o poco menos, son los que hicieron la expansión militar incaica, y la del Tiahuanaco Expansivo según su abundante representación en las cerámicas.  Hoy se acostumbra  representar a los Incas como ‘melenudos’, lo que no figura, por ejemplo, en los dibujos de Huaman Poma” (Guamán Poma de Ayala).

“Ese triunfo de los Caballeros uturuncus permitió que la civilización incaica tuviese un mayor pragmatismo que la que tuvo la excesivamente religiosa azteca.  Debido a ello podemos suponer que los Incas abandonaron la construcción de sus templos sobre enormes pirámides, construyéndolos directamente sobre el suelo, lo mismo que los demás edificios.  Ello ahorró una enorme cantidad de trabajo, el cual pudo así dedicarse a la construcción de más edificios, ciudades, canales de irrigación, acueductos, andenes y caminos, los cuales cubrieron el Imperio en poco más de un siglo.

Si hubiesen continuado haciendo pirámides, posiblemente no hubiesen podido hacer ni la cuarta parte de lo realizado en arquitectura…

El gremio de los constructores de edificios no debía existir en el Cuzco antes del triunfo de Huiracocha, pero luego de su triunfo sobre Chuchi-Capac, los artesanos aymaras y collas que todavía tenían conocimientos sobre construcciones, fueron trasladados al Cuzco, y así, tras de cada conquista.  Por ejemplo, luego del triunfo sobre los Chimúes, se trasladó al Cuzco especialmente el gremio de los metalúrgicos chimúes y lambayeques, con lo cual se inició la gran metalurgia incaica y el uso bastante intensivo del bronce para armas e instrumentos.”  [36]

El arqueólogo Richard Burger destacó que las construcciones más antiguas datan de cuatro mil y cinco mil años, abarcan un área aproximada de 56 hectáreas, rodeada por zonas residenciales en la costa peruana.  [37]

Acerca de la religión…

Ibarra Grasso destaca que en el “Perú preincaico debían existir numerosos dioses, como en México, los cuales comenzaron a ser suprimidos en la civilización de Tiahuanaco, y luego entre los incas… Entre esas formas de culto se destaca el sacrificio denominado Capac-hucha, o Capacocha, su significado difícil de traducir, y que consistía en el sacrificio de niños y jóvenes, de ambos sexos, que debían hacerse sin derramar sangre (en contra de las religiones anteriores, que lo admitían), y entonces eran envenenados o ahogados con una cuerda. Esta forma de sacrificios, lo mismo que el casarse con la hermana, sólo lo adquirieron los Incas cuando tomaron para sí el título de Sapallan, el Único Señor.  Existía toda una clase sacerdotal denominada Tarpuntay, representada por un ayllu no real en el Cuzco, a cuyo cargo estaban los sacrificios, mejor acaso diremos las ceremonias pues los sacrificios estaban más bien a cargo de los Incas y sus representantes”.

“La organización social Incaica en El Cuzco se encontraba integrada, por sólo veinte ayllus, diez de los cuales se suponen de ascendencia real. En realidad sólo un ayllu era real, el Capac-Ayllu, otros nueve eran Incas por privilegio, por habérseles entregado en custodia la momia de uno de los antecesores supuestos de la Dinastía, algo así como el ‘santo’ de las corporaciones de oficio medioevales. A cada ayllu ‘real’ se unía otro no real, de modo que en total eran veinte ayullus.  Por demás, toda la organización social del Cuzco era de origen en el calendario”…

Es oportuno tener en cuenta que “cada ayllu cuzqueño tenía a su cargo las fiestas correspondientes a una semana de diez días, y había, en los alrededores de Cuzco una serie de pilares que marcaban los diversos meses, midiendo la luz no las sombras, entre ellos.  En esta forma, toda la organización social del Cuzco y del Imperio, se hallaba regida por el calendario, como en la más antigua Grecia.  Y en cada una de las otras cinco capitales del imperio, se repetía lo mismo”.  [38]

Explica Ibarra Grasso que “el dios principal de la clase dirigente era Huiracocha, el Creador, de quien se relatan diversas historias.  El culto del Sol era la religión oficial, para el pueblo.  Este nombre Huiracocha se aplicó a los conquistadores españoles, y hoy mismo significa Caballero en Bolivia.  El nombre de Huiracocha, como Dios, nunca se usaba solo, sino acompañado de diversos apelativos…

El Sol y el Trueno… eran los dioses siguientes, a los que se agregaba Pachamama, la Madre de la Tierra.  La Luna era muy secundaria y no la citan casi los cronistas, sólo Garcilaso la enaltece y la considera la Esposa del Sol, siguiendo la ideología occidental, pero lo otros cronistas no dicen eso, en realidad no expresan nada”.

Sucesiones en el Imperio Incaico…

Es oportuno rememorar lo expresado por Dick Ibarra Grasso acerca del “congreso de historiadores” que evidentemente “borró toda la historia anterior del Reino Colla y del Imperio Tiahuanaco; cuando se inventaron los Incas anteriores a Inca Roca, y se pintó a la dinastía como descendientes del Dios Sol a través de su hijo Manco Capac que era una especie de Noé peruano…

Aquí, algunos datos referidos a aquellos legendarios hombres con poder que han sido generalmente rememorados por tradición oral y luego incluidos en distintos textos histórico-literarios:

  • 1200-1230: Manco Capac.  De aquel tiempo hay legendarios relatos acerca de la aparición de Tunupa durante la época de las guerras y de su apoyo al cacique Apo Tampo, de quien descendió Manco Capac. Como en ese tiempo acostumbraban a casarse entre hermanos, con Mama Ocllo tuvieron un hijo: Sinchi.
  • 1230-1260: Sinchi Roca.       Sinchi, calificativo de roca, significa fuerte, valiente. Sinchi Roca se propuso aumentar su señorío y reducir a los bárbaros.
  • 1260-1300: Lloque Yupanqui. (Lyoqi)  Relatos legendarios destacaban que había nacido tras tres meses de gestación, con dentadura completa y que tuvo un crecimiento desmesurado.

En aquel tiempo se produjeron los primeros levantamientos de los Huayas, antigua población de Cuzco, sojuzgados por Manco Cápac.  Se dedicó a la dirección de los ejércitos incaico durante las guerras contra la Confederación de los Alcabizas, invasión del Collao y otras.

  • 1300-1320: Mayta Capac. Controló el alzamiento de los Alcabizas –Allcabhuiza– y la invasión del Collao, aunque algunos cronistas han anotado que era un hombre melancólico y poco hábil.
  • 1320-1350: Cápac Yupanqui. Compitió con sus hermanos mientras continuaba  defendiendo el territorio. Comenzó la conquista fuera de Cuzco.  Sofocó a los Allcabhuiza y llegó al Collao.

 

Después del congreso que revisó la anterior historia de los pueblos en la región andina centroamericana, han registrado esta sucesión en la dinastía Hanan-Cuzco:

 

  • 1350-1380: Inca Roca.  Representa el comienzo de una nueva dinastía y el inicio del título “Inca”. Con veinte mil hombres penetró en el sureste del territorio hasta Cochabamba y Chuquisaca. Padre varios hijos: Yahuar Huacac, Vicaquirao.
  • 1380-1410: Yahuar Huacac. Ese nombre significa: “el que llora sangre”. Hijo de Inca Roca, mediante engaños fue separado de su padre hasta que los huayacas se lo devolvieron. Se habría rendido ante los Chancas y fue desposeído del trono.
  • 1410-1438: Huiracocha… hijo de Yahuar Huacac, conocido también como “Viracocha”  porque decían que se le apareció ese dios. Adolescente, resistió a la invasión Chanca ayudado por dos tíos, uno nombrado Vicaquirao. Ibarra Grasso anotó que “Chuchi-Capac , el monarca Colla… monarca general del Reino, como lo demuestra el que las más de las veces de le denomine Zapalla-, asistió a sus fiestas, y, suponemos, lo coronó como monarca vasallo en lugar de su padre. Luego, ocurrieron otros dos hechos capitales:  Huiracocha terminó aliándose con los vencidos Chancas, y Cari, Señor local de la tribu Colla de los Lupacas… en no limpio juego político.  Reunió un gran ejército y marchó hacia Hatun-Colla, sede de Chuchi-Capac, y en el camino hizo una matanza espantosa (la citan todos los cronistas) en el pueblo de Ayaviri.  Con esas noticias Chuchi-Capac se sintió seguro de su aliado-vasallo, y esperó a Huiracocha con grandes fiestas, pero, al llegar a Atún-Colla, Huiracocha le intimó a que lo reconociese a él como Sapalla, Único Señor, y Chuchi-Capac no pudo resistirle, fue tomado prisionero y llevado al Cuzco y sacrificado.  Cari tuvo que reconocerse como vasallo de Huiracocha.
  • 1438-1471: Pachacuti. Inca Yupanqui o Inca Pachacute – Pacakoti  Inka.[39]  (Viracocha dejó como sucesor a su hermanastro Urco, abdicó en 1471 a favor de su hijo Topa Inca Yupanqui; estableció la “jerarquía de eslabones” sustentada por la idea de nobleza del imperio basada en una religión imperial del Ser Supremo que era Viracocha.)
  • 1471-1493: Huayna Cápac. Tenía sesenta años cuando sucedió a Pachacuti como cogobernador; dirigió una campaña militar hasta Cajamarca y el Valle del Amazonas avanzando hacia la conquista del reino Chimú. Construyeron edificios y monumentos.  Fue apoyado por los generales Chacuchima, Apu Kizkiz y Rumiñahui. Dividió el territorio en dos partes, la del sur correspondía a Huáscar y la del norte a Atahualpa.
  • 1493-1527: Tupac Yupanqui. Hijo de Huiracocha-Pachacuti, venció la gran rebelión de los collas y “arreó a todos los collas que quedaban como capaces de portar armas, o de servir de cargadores y los llevó a la conquista del sur de Bolivia, el noroeste argentino y el centro de Chile, donde conquistó a los Picunches o sea los araucanos del norte) y seguidamente (para impedir rebeliones allí) ‘arreó’ también a los hombres capaces de portar armas, y los llevó al otro extremo del Imperio para participar en la Conquista del Reino de Quito.  El procedimiento utilizado en las conquistas incaicas fue exactamente igual al de los antiguos asirios y persas, y más tarde por los mongoles. Una vez conquistada una región, se arreaba a todos los hombres útiles en armas que quedaban, y se los llevaba a conquistar otra región distante, poniéndolos al frente de las propias armas.  Una vez desgastado el enemigo y esos ‘voluntarios’ en los primeros choques, entraban en acción sus disciplinadas tropas regulares.  Otras veces debilitaba igualmente a los vencidos, entresacando de ellos a los mitimaes; los hebreos llevados a Babilonia fueron exactamente mitimaes.” Huiracocha se embarcó en una gran flota y recorrió las costas de Ecuador hacia occidente y regresó un año después con “cautivos de piel negra”. Realizó otra reforma evidentemente menor, en la cual lo principal habría sido el “desdoblamiento” de los hechos de su abuelo, a favor de su padre.  Otra parte de la reforma atañe a los Ayllus Reales aumentados a diez, siguiendo la organización chimú recién conquistada.  Mediante una alianza avanzó hasta la nación yahma -ciudad de Pachacamac- y construyeron el Templo del Sol, una pirámide destinada al control político del nuevo estado.
  • 1527-1532: Huáscar. Hermano de Atahualpa, se disputaban el trono. En la batalla en Cotabamba junto al río Apurimac, el primer día venció Huáscar y luego fue derrotado y apresado; ordenaron el asesinato de todos los miembros de su familia.
  • 1527-1533: Atahualpa. Se disponía a realizar una tercera reforma histórico-religiosa cuando llegaron los conquistadores españoles. Han destacado que el 15 de noviembre de 1532, con aproximadamente doscientos españoles llegó Francisco Pizarro a Cajamarca y en esa zona estaba Atahualpa con cuarenta a ochenta mil soldados. El conquistador aprovechó la división que perduraba entre ellos y en 1535, logró fundar cerca de la costa la ciudad de los Reyes, Lima.

Francisco Pizarro tras apresar a Atahualpa pidió como rescate la entrega de oro en cantidad necesaria para llenar la celda hasta la altura de un hombre y así recibieron diversos objetos elaborados con ese noble metal.  Tras la muerte de Atahualpa, continuó la resistencia de Rumiñahui en Quito y Apu Kizkiz en el Cuzco hasta que fueron derrotados.

Los conquistadores nombraron sucesor a Tupac Hualla, hermano de Huáscar e hijo de Huayna Capac. La resistencia continuó con algunos fracasos: Tisoc, Manco Inca, Sayri Tupac, Tito Cusi, Felipe Tupac Amaru… fueron decapitados por los españoles.

Felipe Tupac Amaru fue perseguido y apresado a cincuenta leguas de Vilcabamba por Martín García Óñez de Loyola, más conocido como Martín de Loyola, sobrino de Ignacio de Loyola,  fundador de la Compañía de Jesús.  Desde ese lugar lo trasladó a Cuzco, “encadenado y vejado” y en la Plaza de Armas fue ajusticiado en 1579.

(Han reiterado que en octubre de 1592, premiaron a Martín García Óñez de Loyola por tal persecución y apresamiento a los fines del posterior asesinato.)

Constelación “Ojos de la Llama”…

Tras destacar que hay pocos datos acerca del Jardín de Oro, el investigador Ibarra Grasso reitera que “fue remitido para pagar el inútil rescate de Atahualpa.  Pero esos datos son valiosos: se nos refiere, entre otras figuras, un pastor con su llama, en oro tamaño natural. Ese pastor y llama, acompañados de un niño y un perro, figuran hasta hoy en la mitología astronómica indígena. La principal constelación indígena es precisamente los ‘Ojos de la Llama’ (Llama-ña-hui, los Ojos de la Llama) que son Alfa y Beta del Centauro, las Estrellas-Guías de la Cruz del Sur.  Esa constelación sirve hoy mismo a los indígenas exactamente como a nosotros la Estrella Polar y la Osa, para determinar su ‘Arriba’ del Cielo, el Sur, pues son conscientes de que el Sur se encuentra ‘arriba’, en tanto que nosotros a pesar de estar en el Hemisferio sur seguimos pensando en el ‘arriba’ del Hemisferio Norte.  Con lo dicho es fácil darse cuenta de lo siguiente: el ‘Jardín de Oro’, con sus abundantes figuras, debía representar el conjunto de las celestes constelaciones, lo más posiblemente la forma del Zodíaco usada por los indígenas.”  [40]

1780: Tupac Amarú…

Carlos III con el propósito de dejar en orden la Real Hacienda, envió a Méjico a José de Gálvez y con el mismo propósito, en 1776 nombró a José Antonio de Areche en el Perú.  Una de las primeras decisiones fue aumentar los impuestos, incluso los de las mercaderías de producción local provocando prácticamente “un golpe de muerte” a esos sectores de la comunidad.  Al mismo tiempo, concentraba la mayoría de los controles en “las clases bajas de la población, sobre todo en los indios sujetos a ‘repartimientos’.”

Sabido es que José Gabriel Condorcanqui fue uno de los descendientes de Felipe Tupac Amaru, estudió con los jesuitas en Cuzco, fue un destacado cacique.

El 12 de marzo de 1780, en La Paz -ciudad perteneciente al recién creado virreinato del Río de la Plata- se manifestaron los primeros rebeldes contra José Antonio de Areche y otras autoridades, luego en Arequipa, en Cuzco y Cochabamba mientras en Charcas, Chuquisaca y Moquegua aparecían pasquines y cerca del lago Titicaca se habían sublevado las poblaciones indígenas conducidas por  Condorcanqui.

El 4 de noviembre de 1780, Antonio Arriaga, corregidor de Tinta, festejaba el cumpleaños y en esas circunstancias, José Gabriel discutió por la represión en Cochabamba y por el cobro de los ‘repartimientos’; luego con sus compañeros lo esperaron a la salida, fue apresado y obligado a escribir una carta pidiendo dinero a su cajero.  Condorcanqui distribuyó ese dinero entre los indios y enseguida, en la plaza de Tungasuca ahorcaron al corregidor Arriaga que en 1777 había sido gobernador del Tucumán, nombrado por la Audiencia de Charcas, quien como expresó el historiador argentino José María Rosa “no alcanzó a ejercer un año -intrascendente-, pues fue sustituido”.

Ese asesinato de Arriaga fue el comienzo de una reacción en cadena en distintas localidades y fueron degollados blancos, hombres, mujeres y niños, también algunos mestizos.  Condorcanqui advirtió que esos excesos terminarían en una derrota y el 15 de noviembre de 1780 se proclamó Inca adoptando el nombre Tupac Amarú.  Difundió un manifiesto denunciando a los “Virreyes, Audiencias, Corregidores y demás ministros, todos iguales en la tiranía… vendiendo la justicia a quien más puja… a quien más da… también los empleos, entrando en esto los empleos eclesiásticos.  Sin temor de Dios, estropeando como a bestias a los naturales de estos reinos”…

Al final de ese manifiesto, ordenaba “que ninguna de las pensiones dichas de paguen, ni se obedezca en cosa alguna a los ministros europeos, intrusos y de mala fe”…

Luego Tupac Amarú cercó Lima, ordenó apresuradamente el ataque a Cuzco sin disponer de suficiente armamento y debió entregarse a Areche en Tinta manifestando que era el único responsable de la rebelión. La sentencia de Areche establecía que le arrancarían la lengua y luego sería atado vivo por cada pie y mano a cuatro potros para despedazarlo y sus miembros serían exhibidos en la picota de los pueblos rebelados, pero como lo reiteró el historiador José María Rosa, “no pudo cumplirse la sentencia al pie de la letra: los potros no consiguieron despedazar a Tupac-Amarú, que debió ser decapitado” y para escarmiento, exhibieron la cabeza y las manos en los pueblos cercanos.

Fernando, hijo del cacique, tenía doce años y fue obligado a presenciar las torturas al padre y condenado a presidio durante el resto de su vida, igual que los hermanos del cacique.

Así fue como Fernando murió “de privaciones en la prisión”.

Aunque otra sentencia estableció que a su mujer Micaela Bastida le cortaran la lengua, no fue posible y el asesinato “fue al garrote con ella”.  A la cacica de Acós también le arrancaron la lengua; seis compañeros fueron ahorcados.  Después, en distintas localidades se producen más ataques y asesinatos. Los conflictos se extendieron a la jurisdicción del Tucumán.

Desde Madrid llegó la orden del cese de Areche. El 14 de marzo de 1799 el rey Carlos III había nombrado virrey el catalán Gabriel de Avilés y del Fierro…

(Tras el fallecimiento del virrey Ambrosio O’Higgins -padre de Bernardo de O’Higgins, uno de los destacados militares durante la gesta de la emancipación-, en marzo de 1800 se produjeron dos cambios: Gabriel de Avilés -que había desempeñado diversas funciones en Chile-, pasó como virrey a Lima y Joaquín del Pino y Rozas, Romero y Negrete a Buenos Aires; falleció el 11 de abril de 1804.

El virrey Avilés y del Fierro se desempeñó hasta 1806; cuatro años después inició un viaje a España.

Estaba enfermo, debió desembarcar en Valparaíso y falleció el 19 de septiembre de 1810.

Siglo diecinueve: datos insoslayables…

Es oportuno reiterar lo escrito por el historiador José María Rosa acerca de aquellos levantamientos, sentencias y asesinatos: “Los indios quedaron escarmentados, y no se moverían más.  Pero los criollos, blancos y mestizos, añorarán el breve y turbulento gobierno del Rey Inca que no pudo estabilizarse por el desenfreno popular y el cariz racial; treinta y cinco años más tarde- en el Congreso de Tucumán en 1816- Belgrano con el apoyo de los diputados altoperuanos propondría la coronación como Rey Inca del hermano de Tupac-Amaru, que envejecido y enfermo, permanecía prisionero en las casamatas de Cádiz.”

 

Hay que tener en cuenta que hasta fines de enero de 1815 en el Fuerte de Buenos Aires flameó la bandera real española.  El 5 de enero había asumido como Director del Estado -interino- el joven Ignacio Álvarez Thomas, nacido en Arequipa en 1787, nombrado el Capón, sobrino político de Manuel Belgrano. Designó secretario de Guerra a Antonio Luis Beruti y el 22 de enero de 1815 fue arriada la bandera española. El 17 de abril estaba Beruti al cuidado de la Fortaleza y por primera vez “amaneció la bandera argentina en lo alto del Fuerte”.

El 11 de mayo de 1815, “en presencia del director, cabildo y Junta de Observación” leyeron el bando fechado el 30, “por el cual se declaraba ‘un tejido de imputaciones las más execrables contra el ilustre y benemérito Jefe de los Orientales, don José Artigas’, los bandos, proclamas y gacetas que lo declaraban asesino, traidor, bandolero, etc., haciendo los capitulares enmienda honorable de su ‘pesar por haber dado un paso que tanto ultraja el mérito de aquel héroe y la pureza de sus intenciones”.

“Enseguida, y por mano del verdugo, se dieron al fuego en la plaza de la Victoria cuantos papeles, bandos, gacetas y proclamas contra Artigas pudieron recogerse”.  [41]

Sabido es que mientras Artigas estuvo impulsando las ideas de independencia, federalismo y republicanismo, desde Río de Janeiro Nicolás Herrera y Manuel José García estimulaba a Juan VI para la ocupación de la Banda Oriental

Renovada la Junta de Observación, pidió un informe al director Álvarez Thomas quien reaccionó convocando a un cabildo abierto a fin de reformar el Estatuto, quitándole así tales atribuciones a esa Junta que reaccionó inmediatamente y nombró para que asumiera como Director interino al alcalde de primer voto Francisco Antonio de Escalada -suegro de José de San Martín-,  pero “la sangre no llegó al río”, Álvarez continuó con tales funciones y se crearon otras juntas soberanas: una Junta Reformadora para estudiar la modificación del Estatuto y una tercera Junta, de Vigilancia para “velar por la seguridad pública y reclamar al Ejecutivo el cumplimiento de las Leyes”.

Tal como había sucedido entre distintas tribus antes de la llegada de los españoles, es evidente que las disputas por el poder aumentaron a partir de mayo de 1810 y un lustro después, tras sucesivos ensayos de formas de gobierno continuaba la incertidumbre.  Durante el verano de 1816, la autoridad del Director estaba acotada por la simultánea acción de tres juntas soberanas.  Álvarez Thomas entregó el mando del ejército a Manuel Belgrano, quien en esas circunstancias y como escribió el historiador Vicente Fidel López, “estaba mal mirado y mal obedecido por el ejército” porque a la gente “se les hacía creer que el gobierno estaba vendiendo el país a un rey extranjero y con este rumor se producía una indignación que tomaba por días el carácter de un violento sacudimiento pronto a estallar” y agrega el historiador José María Rosa: “Se les hacía creer lo que era cierto. Pero no era Belgrano el culpable”.

La caída de Álvarez Thomas se aceleró tras la firma del Pacto de Santo Tomé -en la capilla ubicada a orillas del río Salado y a breve distancia de la sede del gobierno santafesino-; el 16 de abril la Junta nombró director interino a Antonio González Balcarce, vendedor en la batalla de Suipacha y derrotado en Huaqui.

 

Los conflictos internos continuaron aún después del 9 de julio de 1816 cuando en la ciudad de San Miguel de Tucumán, los diputados representantes de las provincias presididos por el doctor Francisco Narciso Laprida -de San Juan-, aclamaron y votaron que querían que “las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli”.

No fue por casualidad que tres días antes de aquella declaración, Manuel Belgrano informara en sesión secreta acerca del estado de Europa y de las posibilidades de una guerra contra España.

Continuaban las luchas por el dominio territorial: desde el 7 de julio de 1816, los portugueses habían ocupado la Banda Oriental y el director Balcarce al día siguiente lanzó una proclama convocando “a la conciliación ante el peligro” mientras en el Cabildo censuraban su “pasividad ante la invasión” y anunciaban la destitución que se concretó cuatro días después mientras Juan Martín de Pueyrredón ya estaba en marcha desde Tucumán trayendo el acta de la independencia y dispuesto a hacerse cargo del gobierno.

Tampoco fue casual que el 12 de julio de 1816, “la gran mayoría” y luego casi por unanimidad sólo con la oposición del diputado por Mendoza Tomás Godoy Cruz, los diputados apoyaran la forma de gobierno monárquica con un descendiente de los Incas y con la capital en el Cuzco, por iniciativa del diputado Manuel Antonio Acevedo, representante de Santiago del Estero que fue apoyado por el diputado José A. Pacheco de Melo, del departamento de Chichas; oponiéndose el diputado Estaban Gastón porque insistía en que debía mantenerse la capital en Buenos Aires, ciudad y campaña que estuvo representada por él y Tomás Manuel de Anchorena, José Darregueira, Pedro Medrano, Juan José Paso, fray Cayetano Rodríguez y Antonio Sáenz (siete), siendo sólo dos quienes representaron a las restantes provincias.

Durante la sesión secreta del 19 de  julio de 1816, en la fórmula de juramento y en el acta se agregaron que se declaraban libres e independientes de España “…y de toda otra dominación extranjera”.  En esos días aumentaban los rumores acerca de que “el general Belgrano y aun algunos individuos del Soberano Congreso alimentaban ideas de entregar el país a los portugueses”.

Sabido es que Belgrano en enero de 1816 llegó a Buenos Aires después de cumplir su misión en el exterior y en ese tiempo eran desconocidas las negociaciones en las que habría participado con Manuel José García, Manuel de Sarratea y Bernardino González Rivadavia, más conocido como Bernardino Rivadavia.

Manuel Belgrano, “venía lleno del espíritu legitimista y monárquico que dominaba en Europa como reacción a la Revolución francesa y a Napoleón, y no ocultó a nadie sus ideas de coronar a un príncipe, de preferencia un descendiente de los Incas que fuera rey legítimo de América”.

“Propagóse entonces el rumor -dice López, ‘demasiado cierto’ podemos agregar- de que el gobierno trataba de entregar el país a Fernando VII, decían unos; a sus hermanos, decían otros; al rey de Portugal, éstos; a la Inglaterra aquéllos, a un rey cualquiera, en fin, que viniese con fuerzas extranjeras a ponerlo en orden y subyugarlo”.[42]

 

Sabido es que Fray Justo Santa María de Oro, diputado por San Juan,  durante el debate del 15 de julio de 1816 propuso que consultaran a las provincias acerca de la forma de gobierno y que “procediéndose sin aquel requisito a adoptar el sistema monárquico constitucional a que veía inclinados los votos de los representantes, se le permitiese retirarse del Congreso”. Faltó a las siguientes reuniones y “en las sesiones secretas del 4 de setiembre, donde se votó la forma de gobierno, aprobó la monarquía constitucional -y algo más también.- con el solo agregado de que ‘esto podrá hacerse cuando el país esté en perfecta seguridad y tranquilidad’…

Entre quienes apoyaban una monarquía constitucional con el Inca estaban el canónigo Pedro Ignacio de Castro Barros -de La Rioja-, Pedro Ignacio Rivera  -tenido por diputado de Mizque con el acta de su elección a la Asamblea del año 13-; Mariano Sánchez de Loria que había sido elegido por los exiliados y José A. Pacheco de Melo, quien considerando que ya se había discutido bastante ese asunto pidió la votación. Fue entonces cuando Acevedo pidió que se agregara que Cuzco sería la capital mientras Gascón quería que fuera Buenos Aires.  Días después, el diputado José Ignacio Thames -canónigo de la catedral de Salta- presidía la sesión y se manifestó a favor del Inca y se opusieron el mendocino Tomás Godoy Cruz porque no aceptaba el Inca, momento en que cambió el voto el canónigo Castro Barros adhiriendo a esa decisión y tampoco el riojano José Mariano Serrano  quería que fuera un Inca mientras el representante de los exiliados Sánchez de Loria y José Severo Malabia elegido por Charcas, insistían en la conveniencia de apoyar a un monarca inca.

Entre tantos opositores estaba el comandante Juan Francisco Borges, “militar de carrera, perteneciente a una familia de alcurnia y educado en España… el primero en dar el grito de independencia en Santiago del Estero y levantado a las milicias en 1810”, luego integrante de la expedición al Alto Perú  y residente en Santiago desde 1811.

El comandante Borges que era un “caudillo de las orillas”, el mismo día de aquellas sesiones secretas, el 4 de septiembre de 1816, movilizó a las milicias de santiagueñas contra el teniente gobernador Taboada, se apoderó del gobierno y declaró Pueblo Libre a Santiago del Estero.  Cuatro días después, su pariente Bernabé Aráoz, gobernador del Tucumán recuperó esa ciudad y Borges huyó a la campaña.

Luego, Borges intentó otro “pronunciamiento” el 10 de diciembre de ese año; invocó como causa la limitación de la injerencia de los municipios en la elección de las autoridades provinciales tras la votación en el Congreso (luego vetado por Juan Martín de Pueyrredón.

El comandante Luis Francisco Borges logró “adueñarse de la ciudad, pero Belgrano mandó a Lamadrid al frente de una división que lo derrotó en Pitambalá el 26 de diciembre.

El 1 de enero, cumpliendo órdenes de Belgrano, Borges fue fusilado. El ejército del Perú, acantonado en Tucumán, sólo servía para seguridad del Congreso e impedir que el federalismo (Belgrano lo llamaba sinceramente ‘anarquía’) se extendiese por Córdoba, La Rioja y Santiago del Estero”.  [43]

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Acerca de aquella decisión sobre la forma de gobierno que se establecería para las Provincias Unidas, desde distintos puntos de vista se han expresado sucesivos historiadores.  El doctor José María Rosa destacó que el 6 de agosto de 1816, el representante de la ciudad  de Buenos Aires y la campaña, Tomás Manuel de Anchorena “pronunció el único discurso a favor del republicanismo del debate (que rectificaría al votar),diciendo que la forma monárquica convenía a los países aristocráticos de la zona montañosa de América, pero no sería aceptada en la llanura, de hábitos más populares.  Creía que la sola manera de conciliar tipos tan opuestos era la ‘federación de provincias’.”

Luego, el historiador Rosa explicó:

“…Debe comprenderse que por el estado de las ideas en Europa, la forma monárquica parecía ser la más conveniente para conseguir que se reconociese la independencia.  Y antes que un príncipe español o portugués, o francés, o inglés, era más patriótico coronar uno nativo de América.  El principio de la legitimidad era agitado por la Santa Alianza, ¿y qué monarca más legítimo en América del Sur que el descendiente de sus antiguos reyes?  El proyecto no era tan descaminado, y debe reconocerse que la capital en el Cuzco como quería el catamarqueño Acevedo, significaba la unidad de América del Sur”.

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Más encuentros y desencuentros…

El rey Carlos V de España, en el Alcázar de Toledo firmó el 21 de mayo de 1534, las Capitulaciones que dividieron el territorio sudamericano en cinco franjas, de doscientas leguas cada una: la primera pertenecía a Pizarro y luego la amplió a doscientas setenta leguas -como lo ha explicado el historiador José María Rosa-, “sigue Almagro, después Pedro de Mendoza, luego Simón de Alcazaba -su adelantazgo se llamaría Nueva León-, nativo de Portugal y cosmógrafo al servicio del emperador.  La zona más austral, que correspondería al estrecho de Magallanes, queda reservada para el obispo de Plasencia, Gutierre Vargas de Carvajal”.

Fortalezas en el Río de la Plata

Reconocidas las Indias Occidentales como territorios de la Corona, era necesaria una autorización del Rey para realizar expediciones y fundar ciudades.

Mediante una Capitulación con enunciado de los recíprocos derechos y obligaciones, se acordó la partida de don Pedro de Mendoza “quien debía buscar por el Plata, el Paraná y el Paraguay, el camino al Imperio del Rey Blanco (del Inca)”.

Se puso en marcha una expedición “de tipo militar más que pobladora” ya que el Adelantado debía instalar fortalezas y no estaba autorizado para la fundación de ciudades.

Distintos biógrafos han reiterado que don Pedro de Mendoza era un andaluz, nacido en 1487 en Guadix (Granada), descendiente de “la ilustre familia de los Mendoza, duques del Infantado y marqueses de Santillana”, era nieto del poeta Iñigo López de Mendoza -primer marqués de Santillana- y primo del Obispo Pedro González de Mendoza, Arzobispo de Toledo.

 “Por su alcurnia, Don Pedro había crecido junto a Carlos V, de quien era gentilhombre de cámara, y recibido la educación esmerada de los tiempos renacentista.  Vestía, por derecho de sangre y méritos de guerra, el hábito de Santiago; era rico por herencia y por haber acrecentado su fortuna con las guerras de Italia”.  [44]

Pedro de Mendoza era veterano de las guerras imperiales, distinguido militar en las campañas de Italia; un capitán de 35 años en la toma de Roma…

Cuando decidió embarcarse hacia el río de la Plata tenía cuarenta y ocho años.

Don Pedro de Mendoza: el primer Adelantado.

El historiador José María Rosa refiriéndose a los viajes de españoles para conquistar las nuevas tierras y descubrir mayores riquezas, explicó “el caso de Don Pedro de Mendoza” porque había insistido ante el rey Carlos V para que le autorizara una expedición a las Indias, “a su costa y misión”.

En ese tiempo, don Pedro “padecía una enfermedad gravísima en su tiempo, sin remedio en la farmacopea corriente.  Había contagiado la sífilis, el tremendo azote estallado, repentina y mortíferamente en esos años del Renacimiento. Un mal que obligaba a quienes lo padecían a arrastrase dolientes y deformados por llagas purulentas, hasta que inexorablemente sobrevenía la muerte”.

Prepararon la expedición con once navíos y el 24 agosto de 1535 partieron de San Lúcar de Barrameda con 1.200 expedicionarios.

Don Pedro de Mendoza viajó “en su cámara” acompañado por su hermano Diego de Mendoza, almirante de la flota, sus sobrinos Gonzalo de Mendoza y Pedro y Luis Benavídez; su médico doctor Hernando de Zamora, “los maestres de campo Hernández de Ludueña y Juan Osorio, el alguacil mayor Juan de Ayolas, los capitanes Alonso de Cabrera, Galaz de Medrano, Juan de Salazar, Rodrigo de Cepeda (hermano de Santa Teresa de Jesús), y muchos más”.  Su médico doctor Hernando de Zamora lo acompañó para asistirlo con los remedios disponibles y con la esperanza de encontrar en Las Indias aquel bálsamo al que aludiera el indio americano Syphilo.

(Han reiterado que en el poema publicado en 1530, Frascator se refería al guayacán -o palo santo- un  árbol milagroso que los dioses hacían crecer a fin de que las personas heridas por el morbo pudieran obtener la resina que preparada como tizana y bebida, servía para disminuir la fiebre y recuperar la salud perdida.)

Con el primer Adelantado llegaron varios frailes de la Orden de Santa María de las Mercedes, creada tres siglos antes en honor de Nuestra Señora, frente al altar de la Catedral de Barcelona.

“Hacinados en las crujías de proa, o amontonados entre los marinantes, iban los soldados rasos, alguno de los cuales -como Domingo Martínez de Irala- estaba llamado por el destino a un papel extraordinario”.

Traían aproximadamente cien caballos, los primeros en la región del río de la Plata, imprescindibles para las exploraciones y también para los combates.

En las Islas Canarias agregaron tres naves con trescientos tripulantes.

“Schmidel narra el romántico episodio del rapto de una doncella canaria en Tenerife por un tripulante enamorado, que degeneró en una pendencia entre isleños y conquistadores, y fue motivo de castigos a la ‘gente’.”

Reanudaron el viaje en octubre y el Adelantado don Pedro de Mendoza va “en la nao Magdalena, de doscientas toneladas” casi sin ser visto, mientras Juan Osorio se comunicaba con la mayoría de los tripulantes e insistía en que “las cosas mejorarían cuando se ‘ahorcase a unos cuantos caballeros (capitanes)’ y se devolviese a España al doliente adelantado; entonces la ‘gente’ iría al Imperio de la Plata sin obedecer más ley que su conveniencia propia”; según dijeron “haber oído el alguacil mayor Ayolas y el capitán Galaz de Medrano”.

Hostilidad y asesinato de Juan Osorio.

Desde la escala en las Canarias, por distintos intereses comenzaron a manifestarse las hostilidades por distintos intereses.

El enfermo don Pedro de Mendoza permanecía en su lecho y sólo teniendo en cuenta algunas acusaciones contra Osorio, “dictó la inicua sentencia a ejecutarse cuando las circunstancias lo hicieran conveniente:

‘que do quiera y en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan Osorio, mi Maestre de Campo, sea muerto a puñaladas o a estocadas o en cualquier forma que lo pudiera ser, las cuales sean dadas hasta que el alma le salga de las carnes’…”

Continuó la navegación mientras rogaban a Nuestra Señora del Buen Aire que el viento los ayudara para avanzar seguros y más rápido, hasta que el 30 de noviembre, el Adelantado ordenó que recalaran en una bahía -la de Río de Janeiro-, mientras las otras naves seguirían hacia el río de la Plata al mando de Don Diego de Mendoza.  [45]

Tres días después, don Pedro ordenó bajar y en una playa solitaria instalaron la tienda de campaña.  “Hace llamar a Osorio, y mientras habla con él, Ayolas y Medrano toman al maestre de campo de los brazos; Ayolas saca a Medrano su daga y la hunde varias veces en la espalda de Osorio.  Éste cae implorando confesión, que Ayolas contesta: ‘¡No, traidor, no hay confesión para Vos!’.  El cadáver es expuesto con un cartel infamante: ‘A éste mandó matar Don Pedro de Mendoza por traydor y amotynador’.  Así -antes de llegar al río argentino- termina el primer caudillo y queda dominado por un acto de injusta  aunque tal vez imprescindible energía, la primera inquietud de la ‘gente’.  Diríase que el fantasma de Juan de Osorio siguió a los conquistadores como una maldición.  Las trágicas horas a vivirse en breve, el desgraciado fin de Mendoza, Ayolas, Galaz de Medrano, y los Benavídez, enemigos jurados del maestre de campo, parecieran debidas a su muda acusación.”

 Desembarco en “Santa María del Buen Aire”.

A principios de enero se encontraron todas las naves cerca del islote San Gabriel  (frente a la actual ciudad de Colonia, en la República Oriental del Uruguay) y el 2 de febrero de 1536, don Pedro de Mendoza ordenó que se trasladaran hasta “una excelente caleta” explorada por su hermano Diego en esos días: “…así nace a orillas del riachuelo de los Navíos el real de Santa María del Buen Aire”.

Don Pedro no estaba autorizado para fundar ciudades porque según el derecho español, era “algo muy serio; exigen un cuerpo de vecinos libres, una milicia autónoma, un cabildo donde los alcaldes distribuyen justicia y los regidores administran el común.  Debe haber, y es de la esencia urbana, un reparto de tierras e indios a los vecinos ‘feudatarios’…”

Lo concretado por el Adelantado don Pedro de Mendoza fue la erección de “un real para cuidar el apostadero donde se desarmarían algunas naves grandes a fin de construir bergantines y embarcaciones menores que remontasen el río”.

En consecuencia, allí empezaría a funcionar un pequeño astillero.  [46]

Marzo a junio de 1536: hambre y combate de Luján.

En los primeros días de marzo, el Adelantado don Pedro de Mendoza y Luján aunque permanecía en reposo en su cámara generalmente leyendo -según lo relatado por cronistas e historiadores-, escuchaba los comentarios acerca de la falta de alimentos.  Dialogaba con su médico y su sobrino Gonzalo de Mendoza.  El doctor seguía imaginando el hallazgo del arbusto casi milagroso, el guayacán que sanaría a su paciente y amigo.  Don Pedro autorizó a Gonzalo para el embarque en el galeón Santa Catalina con doscientos hombres.  Debía llegar a las islas del Delta y el Brasil para conseguir víveres y traer lo que encontraran y fuera conveniente para diversos usos.

Regresaron meses después y explicaron que habían combatido con grupos aborígenes; que estaban desmoralizados y diezmados. Don Pedro les impuso un “castigo ejemplar” y luego con el propósito de escarmentar a los indios ordenó a Ayolas que saliera “río arriba con trescientos hombres”.  Le encomendó al almirante Diego de Mendoza ir hasta las tolderías y atacarlos: iban “300 hombres de infantería y 30 de caballería con las mejores armas del almacén”, acompañados por sus sobrinos Pedro y Luis Benavídez y con algunos destacados capitanes.

Al acercarse a un río, observaron algunos movimientos y cuando empezaron a atacar, advirtieron la bravura y habilidades de los indios.  Durante el combate murieron el almirante Diego de Mendoza, los Benavídez, Galaz de Medrano y todos los capitanes.

Hirieron a Pedro de Luján; el caballo se desbocó y galopó hasta la orilla de un río donde el español cayó muerto.

El tam-tam de los tambores congregó a otras tribus y los españoles se encontraron rodeados por una confederación de pampas que los atacaba arrojando flechas con fuego en las puntas y así incendiaban los techos de paja, las maderas de las embarcaciones.  A partir de ese momento aumentó el hambre y tres soldados fueron ahorcados por la matanza de un caballo para alimentarse.

El patético relato del alemán Ulrico Schmidel facilita la comprensión de la desesperación de los españoles porque contó que “otros tres”, se acercaron a la noche hasta aquellos cadáveres y empezaron a comerlos.

(Tras aquella lucha entre hombres con culturas diferentes, comenzaron las conjeturas. Han reiterado que en homenaje a Pedro de Luján empezaron a nombrar al río Luján, mientras otros opinan que esa denominación deriva de una voz indígena Huyan o Sehuyan, según la fonética castellana.)

Retirados los indios, don Pedro de Mendoza estaba en el real y se sentía desfallecer; necesitaba regresar a España y decidió dejar a Juan de Ayolas como sucesor en el Adelantazgo.  Ordenó que prepararan la Magdalena para la partida y esa misma noche, llegaron los bergantines de Ayolas anunciando las buenas noticias con salvas, porque traían bastimentos que les habían entregado unos guaraníes amigos que encontraron siguiendo la ruta de Gaboto y García, “brazo Carabelas, arroyo de las Tortugas, Paraná Guazú”, donde disponían de abundantes alimentos y también los orientaron hacia la posible ubicación “de las tierras de la plata”.

Habían pasado por las ruinas del Fuerte de Sancti Spiritu, siguieron navegando hacia el norte, entraron por un brazo del río Paraná que es el río Coronda, y mientras comentaban esos hechos advirtieron un notable contraste: el 15 de junio, día de Corpus Christi, mientras cerca del estuario habían soportado los combates e incendios, ellos estuvieron celebrando la instalación de la segunda fortaleza que nombraron así como homenaje.  Trabajaron con entusiasmo para que unos húmedos ranchos de barro y de totora rodeados por una empalizada, sirvieran como precaria protección de  Gonzalo de Alvarado y de los cien hombres que quedaron bajo su mando.  Ayolas dijo haber visto abundantes recursos naturales en aquella costa del norte y Don Pedro de Mendoza se animó a navegar hacia ese lugar. En las goletas y navíos aptos para avanzar contra la corriente del ancho río que los guaraníes nombraban Paraná -que significa “parecido o pariente del mar”-, embarcaron cuatrocientos hombres y en ese inhóspito lugar del Buen Ayre quedaron Francisco Ruiz Galán y cien hombres, con las naves Magdalena y Sant Antón, las más pesadas.

Fue en ese tiempo cuando empezaron a distinguir entre el estuario del Plata y ese río, porque hasta entonces todo era “el Plata”, reconocido así porque suponían que era el medio de comunicación con la zona de las minas.

En agosto de 1536, de mil quinientos hombres que habían partido de España, sólo quedaban seiscientos y novecientos habían muerto por el hambre o los combates, o estaban desaparecidos como sucedió con la tripulación de las naves Santa Catalina y Marañona, que se habían alejado de la flota y no tuvieron noticias durante casi doce meses.

Mientras iban navegando, resultaban insuficientes los alimentos y parte de la tripulación moría de hambre o fatigados por los esfuerzos con los remos. Después de un mes de continuos padecimientos, conmovidos porque todos los días  tenían que arrojar cadáveres al río y desalentados, sólo doscientos sobrevivientes llegaron en septiembre a Corpus Christi.  Allí se encontraron con la presencia del español Jerónimo Romero nacido en Sevilla en 1585, sobreviviente de la expedición de Juan Sebastián Gaboto -o Caboto- y compañero del capitán Francisco César, quienes hacía ocho años que vagaban por esa zona, enloquecidos y repitiendo la leyenda del Rey Blanco que vivía “en un palacio de plata” y vestía “un traje imbricado en metal”.  Insistían en que ellos podían acompañarlos hasta ese lugar, pero a Don Pedro le interesaba más que encontraran el arbusto nombrado guayacán.  Decidió instalar el tercer real, cinco leguas abajo de Corpus y lo denominó Nuestra Señora de la Buena Esperanza, como símbolo de su confianza.

Allí, Don Pedro de Mendoza dormía sobre un catre armado con hojas de palma y su médico le advertía que si quería llegar a España no debía postergar la partida.  Convencido más por el dolor que por las palabras que el doctor Zamora le repetía, nombró a Gonzalo de Alvarado a cargo de Buena Esperanza y a Carlos Douvrin en Corpus Christi, con sólo dos docenas de hombres en total.

Partieron hacia el estuario y el 1º de noviembre se encontraron con Gonzalo que regresaba del Brasil, con noticias desalentadoras para iniciar una expedición al Chaco porque podrían terminar como Alejo García, muerto por “los feroces payaguás”.

Don Pedro ordenó a Juan de Salazar Espinosa y Hernando de la Rivera que con cien hombres, alcanzaran a Ayolas para evitar ese posible desenlace.

(En las expediciones militares no viajaban mujeres y han reiterado que los españoles habían logrado conquistar a bellas indias o recíprocamente; luego generaron el mestizaje y como eran tantas, también aceptaron la poligamia…)

El 20 de abril de 1537, el médico le recomendaba a don Pedro de Mendoza regresar a España y fue entonces cuando el Almirante dictó su testamento.

Dos días después la Magdalena salió del Riachuelo.

El 23 de junio de 1537, murió el Adelantado don Pedro de Mendoza, en altamar.

En el Río de la Plata quedaba el optimista y tesonero Ayolas acompañado por el valiente guipuzcoano Domingo Martínez de Irala…

(Manuel Mujica Láinez elaboró otra novela y narró que en 1538, “en la tibieza del atardecer, Luis de Miranda, mitad clérigo y mitad soldado, atraviesa la aldea de Buenos Aires, caballero en su mulo viejo. Va hacia las casas de las mujeres, de aquellas que los conquistadores apodan ‘las enamoradas’, y de vez en vez, para entonarse, arrima a los labios la bota de vino y hace unas gárgaras sonoras”.

En su Misteriosa Buenos Aires, contó Manucho que “se iba el poeta, en la placidez del crepúsculo, hacia el familiar abrigo de Isabel de Guevara… allí también había fiesta”…  Sintió el impulso de escribir que bebieron sin cesar hasta que “ciego, el poeta saca el espadón y dibuja un molinete terrible”…

Enseguida explicó que “entre cuatro alzan en vilo al intruso, abren la puerta y le despiden como un bulto flaco… Luis de Miranda recoge el manuscrito caído en la hierba…

El poeta detiene su cabalgadura y queda absorto en la contemplación del ancho cielo.  Despliega entonces los folios manchados de sangre, de su sangre, y comienza a leer en voz alta:

Año de mil quinientos / que de veinte se decía, / cuando fue la gran porfía / en Castilla.”

“La sangre mana de la cara del lector y le enrojece los versos:

Allegó la cosa a tanto / que como en Jerusalén, / la carne de hombre también / la comieron.  / Las cosas que allí se vieron / no se han visto en escritura…

Así leyó  fray Luis de Miranda, para el agua, para la luna, para los árboles, para las ranas y para los grillos, el primer poema que se escribió en Buenos Aires.”)

Hacia la conquista de la región más austral  (1534-1535)

En febrero de 1534, en la Casa de Contratación de Sevilla expusieron el tesoro que Hernando Pizarro había traído desde el Perú y no fue por casualidad que además de los españoles, hombres de distintos países intentaran embarcarse hacia tales minas, también “ochenta alemanes y holandeses”…

Tres meses después fueron firmadas las Capitulaciones reconociendo los derechos y obligaciones recíprocos; el monarca recibiría un quinto de los beneficios por los tesoros naturales, botines de guerra, tierras y habitantes”.  El Adelantado disponía la jornada, es decir el momento del viaje y para ello debía convocar al asiento, es decir al registro de gente limpia como estaba establecido, aludiéndose así a los cristianos, “sin rastros de moriscos o  judíos, y no prohibidos por ordenanza por tener atadura con al gleba como medieros o pecheros.”

Con ese propósito, durante la jornada recorrían los pueblos castellanos algunos capitanes, levantaban la bandera y atraían a las personas con redobles de tambor mientras el escribano anotaba los datos pertinentes.

Enero de 1535: Adelantado Simón de Alcazaba en  su “Nueva León”.

Sabido es que Simón de Alcazaba, en compensación por sus servicios “había gestionado un adelantazgo de Indias…  Cinco años atrás la emperatriz Isabel se lo había concedido al sur del Perú, pero Carlos V modificó la disposición dándole la Patagonia.  Bastaba a la imaginación y esperanzas del agraciado. Cuando joven había estado en las Molucas y China al servicio del rey de Portugal, y sabía lo fácil de enriquecerse en ultramar… Alegremente llamó a pregón ofreciendo las riquezas más fabulosas.

Simón de Alcazaba “consiguió un rol de ochenta aventureros, que por ir a Nueva León se llamarán los leones.  Invierte su patrimonio, nada cuantioso, en armar dos viejas carabelas: la Madre de Dios y la San Pedro; con ellas zarpan los leones de San Lúcar de Barrameda el 15 de septiembre de 1534…  Falta agua, pero el adelantado no ha de tocar la costa por esa minucia.  La gente no se queja ‘estando cincuenta días sin beber gota de agua -dice el cronista- de manera que los gatos y perros bebían vino puro’. Como su propósito era iniciar la conquista de su reino por el lado del Pacífico, emboca el estrecho el 17 de enero. El cruce es imposible. Hay temporadas en que no se puede entrar a vela en el estrecho, y si se está dentro la corriente y el viento le arrojarán afuera.  Sopla un huracán que arranca las velas ‘e parecía que se quería llevar las naos por el aire’.  Alcazaba se encuentra obligado a retroceder a la costa patagónica, y encuentra una caleta aceptable a los 45º que llamará orgullosamente: Puerto de los Leones.  Solemnemente instala un toldo y diseña el trazado de su fortaleza capital: Nueva León”…

Así comenzaba el prolongado proceso de ocupación de la Patagonia.

Llegaban hombres ambiciosos buscando tesoros y se encontraban con un territorio casi desierto, “barrido por el viento de la planicie y con indios mansos pero inútiles para el trabajo”.

Tras la leyenda, seguirían buscando el reino donde decían que abundaban el oro y la plata. Cuando los expedicionarios estaban cansados, enseguida comenzaban las protestas que después provocaban muertes.

“Surgen dos caudillos: el más exaltado, Juan Arias, quiere que los leones se hagan piratas y ‘salir a robar a todo trapo’; el otro, Juan de Mori, es más prudente y quiere volver a España y pedir clemencia. Mori acaba por degollar a Arias y sus adictos… Toma rumbo a Santo Domingo, y allí implora el perdón a las autoridades de la isla.

Así termina el adelantazgo de la Patagonia”.

 

En agosto de 1539, con tres naves salió la expedición conducida por el fraile Francisco de la Rivera desde la nave capitana; otra estaba a las órdenes del Capitán Gonzalo de Alvarado -compañero de don Pedro de Mendoza en la aventura de la primera fundación del fuerte del Buen Aire y de Ayolas- y en la tercera, un pariente del obispo, Alonso de Camargo.

Imaginaban la cantidad de piedras y metales preciosos que encontrarían y los indígenas que podrían rescatar; calculaban cuánto se repartirían entre quienes conducían las naves, cuánto entregarían al monarca y al obispo. Pasaron frente al Cabo Vírgenes el 12 de enero y la turbulencia del mar provocó el naufragio de la nave capitana; el sacerdote y ciento cincuenta hombres pudieron llegar hasta la costa en bajeles.  En vano los capitanes de las otras naves intentaron salvar a los náufragos porque terminaron vencidos por el viento y el oleaje.  Durante seis meses estuvo el capitán Alvarado en el Cabo Vírgenes mientras el familiar del obispo siguió avanzando por el Pacífico y llegó al Perú.

Una vez más, centenar y medio de personas quedaron sobre el territorio austral y prácticamente aislados.

“La leyenda correrá por Chile, Buenos Aires y el Tucumán: los indios decían haber estado con los compañeros del fray Francisco, en moradas de pórfiro y oro”…  [47]

1536-1539: modificaciones en el “Consejo de Indias”…

El rey Carlos III al comprobar deficiencias en la administración y justicia en el vasto territorio de las Indias Occidentales, analizaba distintas opiniones y establecía los cambios necesarios. En 1536, incorporó en el Consejo de Indias más secretarías, “la de Abogado y procurador de litigantes pobres; en 1539, la de Solicitador Fiscal, como procurador del titular, y la de Agente para las Indias (ante la Corte Papal) encargado de ejercer los derechos del Patronato real sobre el Nuevo Mundo.”

Tras las quejas “por el mal trato que algunos colonos daban a los indígenas, se dictan en 1542-1543 las llamadas ‘Leyes Nuevas’; que, por un lado, prescriben como primordial obligación del organismo la de velar por aquéllos (a cuya protección dedican varios artículos), y por otro, lo reestructuran minuciosamente, reglamentando su funcionamiento hasta en el tiempo de trabajo, establecido en tres horas por la mañana, todos los días hábiles, y en dos por la tarde, tres veces en la semana.  En esas horas vespertinas han de verse ‘todas las peticiones y encomiendas que hubiere, y los de el Consejo no lleven ni metan peticiones en él, ni pidan que se lean, sino que como está dispuesto y ordenado, se lean todas juntas por las tardes de dichos tres días de la semana, y ningún Consejo se acabe hasta que estén todas leídas y respondidas.”

“En 1566 crea un nuevo cargo de Relator, y años después, otro más.  Pero la gran reforma y ampliación la hará con las ‘Ordenanzas del Consejo’, dictadas desde El Pardo en Setiembre de 1571.  Eleva su elenco a cerca de cuarenta, entre funcionarios, empleados y personal subalterno; restablece el cargo de Gran Canciller, suprimido poco antes, y crea otros varios puestos. La Oficialía de Cuentas se abre en dos Contadurías, que serán cuatro en 1578. También se dividen los asuntos entre las Secretarías: una atiende los de Justicia, y la otra, los de Gobierno y Gracia.”  [48]

Con el propósito de avanzar en áreas científicas, históricas y geográficas, introdujo “entre las altas funciones de un órgano superior la de Cronista y Cosmógrafo Mayor, confiada a Juan López Velazco; cargo que en 1588 se divide por sus materias.  En 1595, agrega un catedrático de Matemáticas”.

1537: Fundaciones en el norte – “La Candelaria”…

Durante el otoño de 1537, los españoles que aún sobrevivían a orillas del Paraná, sabían que no volverían a ver al sufriente don Pedro de Mendoza.

Estaban convencidos de la necesidad de establecer otras fortalezas y decidieron seguir explorando las costas de ese ancho río.

Juan de Ayolas ordenó navegar hacia el norte, con la carabela, dos bergantines y tres pequeñas embarcaciones y ciento treinta hombres fuertes mientras el delirante Jerónimo Romero hablaba del mítico Rey Blanco e insistía en traducir lo expresado por los indígenas.

Cuando una tormenta destrozó la carabela, Ayolas dispuso que parte de la gente avanzara por tierra aunque era una zona desconocida y seguramente habitada por indios.  Cruzaron los montes hasta remontar cien leguas del “río de los payaguás”; siguieron hacia el noreste.

El 2 de febrero de 1537, el alguacil mayor Ayolas decidió que en una ribera construirían otra “fortaleza de palos y barro” y la nombró Nuestra Señora de la Candelaria.

Vivían momentos de intensa inseguridad y acordaron que Domingo de Irala quedaría en esa base con dos bergantines y los 33 hombres que estaban más débiles.  Juan de Ayolas siguió con el resto hacia el norte, desmontaban usando las espadas, tenían la ropa destrozada; aunque estaban desanimados seguían avanzando.

15-08-1537: fundación de “Nuestra Señora de la Asunción”

Juan de Salazar cumplía la misión encomendada por don Pedro de Mendoza: encontrar a Ayolas y recomendarle que abandonara su propósito de llegar a las tierras del Rey Blanco porque lo matarían.  Navegaba río arriba, después de haberse enfrentado con los payaguás y de entenderse con los carios, indios más tranquilos que se dedicaban a la agricultura.

Llegó a la Candelaria el 23 de junio de 1537 y tiempo después, se advirtió otra coincidencia en aquella jornada porque frente a las islas Terceras, ese mismo día había muerto “el primer Adelantado”.  Mientras tanto, en el estuario del Plata, en el real del Buen Aire, estaba Ruiz Galán reemplazando a Ayolas en el Almirantazgo,

Dialogaron Juan de Salazar y Domingo de Irala, decidieron que Juan regresaría a la zona de los carios mientras Irala quedaría ahí esperando el regreso de Ayolas.

A mediados de agosto, Salazar observó una bahía cercana al cerro que los indígenas nombraban Lambaré y ordenó construir otra fortaleza -o real- donde pudieran refugiarse mientras continuaba “la conquista” bajo los símbolos de la Cruz y de la espada.  Fue el 15 de agosto de 1537 y la fecha determinó el nombre: Nuestra Señora de la Asunción.

La falta de noticias sobre Ayolas desde su partida en febrero, impulsó a Salazar a bajar por el Paraná con la intención de hablar con el reemplazante Ruiz Galán y anunciarle que habían encontrado tierras fértiles con agua abundante en una zona donde los indígenas no eran tan agresivos. Si se reunían, podrían estar en mejores condiciones para sobrevivir y así fue como aquella precaria fortaleza luego llegó a ser el asiento del Adelantazgo.

Tres años después de la partida al mando de don Pedro de Mendoza, a fines de agosto de 1537, la nao Magdalena retornó a San Lúcar de Barrameda.  Allí estaba el capitán Alonso de Cabrera que había participado de aquella expedición, al mando del buque Marañona y que al retrasarse había perdido el rumbo, llegó a Santo Domingo y después decidió regresar a España.

Autonomía para elegir gobernantes…

El rey Carlos V se conmovió por el desenlace fatal de don Pedro de Mendoza, atendido por su médico hasta el último momento. Al suponer las dificultades que tendrían los españoles que quedaron en la región del Plata tras soportar combates y naufragios, el rey Carlos V mediante una Real Cédula dispuso que el capitán Alonso de Cabrera se trasladara como veedor hasta esos territorios para comprobar si había sobrevivientes y ayudarlos.

Sabido es que el rey le había otorgado autoridad al capitán Alonso de Cabrera para ejercer interinamente la gobernación y expresó cómo debía proceder:

“Hagáis juntar los dichos pobladores y los que de nuevo fuesen con Vos, y habiendo jurado elegir persona qual convenga a Nuestro servicio y bien de dicha tierra, elijan por Gobernador en Nuestro nombre, y Capitán General de aquellas provincias, a persona que según Dios y sus creencias parezcan más suficientes para el dicho cargo, y la persona que así eligiesen todos en conformidad, o la mayor parte de ellos, use y tenga el dicho cargo… con toda paz y sin bullicio ni escándalo”.

 

(Fray Alberto Saguier Fonrouge destacó que el apellido de la madre de Don Pedro de Mendoza era Luján. Relató también que Hernando de Luján llegó al río de la Plata en 1538 con Cabrera y vivió en Asunción. Era el padre de María del Luján, casada con “Antón Cabrera, teniente de veedor de su tío, Alonso de Cabrera que vino en la Marañona”; tuvieron una hija, Francisca de Luján, casada en Asunción con el capitán Francisco Espinola (hijo de Rafael de Espinola, Alcaide de la fortaleza de San Lúcar de Barrameda”.)

 

Carlos V había otorgado autonomía a las futuras ciudades mediante una Real Cédula y terminados los aprestos, la expedición partió hacia las tierras de la Plata.  Alonso de Cabrera al mando de la Marañona y otros capitanes en distintas embarcaciones, navegaron por el océano Atlántico hacia el suroeste.  En abril de 1538 llegaron al estuario y perdieron la mayor parte de las naves, entre ellas naufragó la conducida por Cabrera.  En una embarcación más pequeña, el capitán Cabrera siguió el viaje por el delta y remontó el ancho río hasta llegar a Asunción donde estaba gobernando Ruiz Galán y cumpliendo las instrucciones, lo destituyó.

El valiente y leal Domingo de Irala estaba en la fortaleza de Candelaria y fueron a avisarle que se trasladara hasta Asunción, donde se completó la orden real al asumir el gobierno hasta que regresara el alguacil mayor Juan de Ayolas porque don Pedro de Mendoza, antes de embarcarse hacia España lo había nombrado su reemplazante y luego Ayolas antes de ausentarse le había otorgado su autoridad a Irala.

Si avisaban que Ayolas había muerto, los pobladores debían elegir al gobernador que inmediatamente reemplazaría a Irala. Como lo habían hecho anteriormente, siguieron buscando algunas señales que facilitaran el encuentro con Ayolas o con su alucinado acompañante Jerónimo Romero o con alguno de los cien caminantes que se habían internado entre los montes, con el propósito de llegar a la legendaria ciudad del Rey Blanco.  Irala con aproximadamente 280 hombres regresó a la Candelaria y un indio sobreviviente de aquella expedición de Ayolas, le contó que guiados por Jerónimo habían avanzado hacia el noroeste; que se encontraron con los charcas que habitaban en el altiplano, cerca de la grande cordillera y que Ayolas allí logró un botín de metal disponiendo enseguida el regreso a la Candelaria, lugar donde según el testimonio de este indio, habían llegado semanas antes después de trece meses de ausencia. Contó también que encontraron la carta que su teniente Irala había dejado en una calabaza explicando cómo podían llegar hasta Asunción y que a Ayolas y “a los suyos, lo mataron los payaguás salvándose Romero y él”. Esos comentarios establecieron el fin del gobierno de Irala y todos los pobladores debían elegir nueva autoridad.

Mientras tanto era necesario disponer de mano de obra para los trabajos que los españoles no podían o no querían realizar y fue entonces cuando Irala estableció el “servicio de trabajo obligatorio” que sería una aparente compensación por pago de impuestos; los indígenas debían cumplir sus órdenes durante dos días semanales que después aumentaron a cuatro y en algunas circunstancias a dos y hasta cuatro meses al año.

Formación de “dos partidos”…

La Real Cédula de Carlos V, estimuló a Francisco Ruiz Galán -el hombre elegido por Ayolas para que quedara en Corpus Christi, la segunda fortaleza, al mando de cien hombres- y también entusiasmó al capitán Juan de Salazar que en vano había intentado cumplir la orden de don Pedro de Mendoza, avisándole a Ayolas que no avanzara con su expedición hacia las tierras del Rey Blanco porque hasta entonces todos habían muerto en el camino. Ellos entendían que Irala debía ser reemplazado y dialogaron hasta integrar un grupo que prácticamente era el partido de los oficiales. Lógicamente, Alonso de Cabrera y “los suyos” pertenecían a otro sector y fueron los que “se pronunciaron por Irala” quien inmediatamente decidió fundar una república o ciudad para que legalmente, los vecinos tuvieran derecho al reparto de indios en encomiendas y a organizar milicias autónomas.

A principios de 1541, Irala con Cabrera partieron hacia los reales que estaban establecidos en el sur. En el real y puerto del Buen Ayre encontraron tantos destrozos que después de juntar lo aprovechable, trasladaron la mayor parte del ganado a la isla San Gabriel. Allí dejaron algunas cruces para que se orientaran los marinos que llegaran hasta esos lugares y estuvieran dispuestos a navegar hacia el norte, contra la corriente.

El 16 de septiembre de 1541, con lo que ya tenían en Asunción y lo que ellos trasladaron desde el Buen Ayre, declararon instalada la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción, integraron el Cabildo y nombraron autoridades; delinearon las calles, repartieron solares, entregaron indios a los encomenderos.  Por primera vez los vecinos votaron por los electores que designarían a diez personas idóneas a fin de que entre ellas seleccionaran a cinco regidores. Por sorteo entre los vecinos se eligió al Alcalde: el capitán Juan de Salazar y también un alguacil mayor. Con tales repartos todos siguieron trabajando con entusiasmo.

Hasta 1541: Primeros españoles en el Río de la Plata…

Sabido es que el vasto territorio del Río de la Plata fue explorado en el Mar Dulce en 1516 por el piloto andaluz don Juan Díaz de Solís; siete años después navegaron los españoles por primera vez por el río Paraná conducidos por el piloto mayor Sebastián Caboto -o Cabot, o Gaboto-, educado en Bristol, puerto inglés.

El 2 de febrero de 1526 llegó el primer Adelantado don Pedro de Mendoza y estableció el real y puerto del Buen Ayre. Estaba enfermo y sabido es que lo acompañaron su médico y sacerdotes dominicos.  Con enormes esfuerzos acompañó sucesivas expediciones durante once años hasta que casi desfalleciente, decidió regresar a España y falleció en altamar el 23 de julio de 1537.

Tras la muerte de Ayolas y sus hombres -después de ser guiados por el indio Jerónimo y acompañados por otro que fue quien avisó sobre lo sucedido-, estaba Martín de Irala en el gobierno acompañado por Alonso de Cabrera que lo apoyaba en el propósito de fundar una ciudad o “república” para dar legalidad a los vecinos y derecho a repartirse indios en encomienda, organizar la milicia y nombrar sus autoridades sin intervención de la Corona Española.

Un cuarto de siglo transcurrió desde que el piloto andaluz don Juan Díaz de Solís exploró el Mar Dulce -en el estuario del río de la Plata”- y el tiempo de reconocimiento de las tierras situadas en el Alto Paraná.

El 16 de septiembre de 1541, instalaron la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción, con su cabildo y autoridades; fue la sede del segundo Adelantazgo, ejercido por el guipuzcoano Domingo Martínez de Irala.

1541: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, segundo adelantado

Desde las primeras décadas del siglo XVI, Álvar Núñez Cabeza de Vaca que algo sabía sobre cuidado de enfermos y cirugía, participó en expediciones a las Indias Occidentales: fue tesorero en la expedición de abril de 1528 conducida por Pánfilo de Narváez hacia la Florida y como sucedía en aquel tiempo, padeció hambre,  participó en guerras y naufragios hasta que desaparecido su jefe, obligó a los quince sobrevivientes a permanecer en las costas de Texas conviviendo durante cinco años con los indígenas de esa zona.  Han destacado que en julio de 1536 llegó a México, después de ser el primer europeo que recorrió la zona oeste de los actuales Estados Unidos de Norte América.

En junio de 1537 había muerto don Pedro de Mendoza cerca de las Islas Terceras y fue entonces cuando Álvar Núñez que regresaba a España, dialogando con los tripulantes se enteró del fallecimiento del Adelantado.  Estaba convencido de merecer sucederlo y tras desembarcar, asociado con Martín de Orduña que financiaría la expedición, le pidió al rey una Capitulación para ser Adelantado del Río de la Plata.

El 10 de marzo de 1540, el rey firmó la capitulación nombrándolo Adelantado, sin derecho a sucesión, en las tierras que descubriese y poblara, fuera de los límites del pertinente a Mendoza y que luego pertenecían a Ayolas.  Con el título de Gobernador retendría la isla de Santa Catalina para el reino de España.

Álvar Núñez mediante esa expedición de población, fundaría ciudades y serían nombrados los alcaldes, repartirían solares e indios. El 2 de diciembre de 1540 partieron en una carabela y con dos naves mayores; aproximadamente 400 hombres, entre ellos Martín Suárez de Toledo, Nuflo de Chávez…

El 29 de marzo de 1541 llegaron a la isla Catalina y Álvar tomó posesión como gobernador.  En esas circunstancias se enteró de la muerte de Juan de Ayolas y con la capitulación que llevaba, prácticamente ya era el segundo Adelantado en el Río de la Plata, izó su bandera.  Ordenó que en esa isla quedara Pedro Estopiñán con 146 hombres para luego ir por agua hacia Asunción y él, con los restantes expedicionarios, 26 caballeros y 250 infantes, marcharían a través de la selva.  Empezaron a recorrer ese largo camino el 18 de octubre de 1541 y en febrero del año siguiente, cuando parte de su gente estaba fatigada y enferma, se encontraron con un ancho río y enormes cataratas, las que luego nombraron Cataratas del Iguazú.

Álvar Núñez decidió que algunos cruzaran el río en balsas mientras él seguiría a pie.  Hombre caminador y aventurero, atravesó cuatrocientas leguas entre densa vegetación y pisando húmeda tierra para llegar finalmente a Asunción, el 11 de marzo de 1542.

Desde el mes anterior, Domingo de Irala estaba organizando una expedición a las sierras de la Plata y al enterarse de la cercana presencia del segundo adelantado, se quedó en Asunción para entregarle el mando.

Algunas iniciativas de Álvar Núñez Cabeza de Vaca no se concretaron y pronto comenzaron las intrigas entre la gente que apoyaba a Irala y los recién llegados.

Don Pedro de Mendoza había cumplido su misión de primer Adelantado  estando enfermo y aunque demostraba no ser una persona autoritaria sabía actuar con severidad como cuando decidió escarmentar a Osorio, ordenó el desembarco y cumplir con la sentencia de muerte.

Este segundo Adelantado -según han reiterado-, era excesivamente orgulloso y también sus capitanes relegaban a determinada gente.

Uno de los mayores conflictos se generó cuando Álvar Núñez intentó terminar con algunas costumbres sociales, entre ellas la poligamia.

Luego, ordenó a Irala que remontara el río Paraguay y el 8 de setiembre de 1543 dejó a Juan de Salazar a cargo del gobierno.  Con embarcaciones menores, cuatrocientos soldados y mil indios intentaría llegar hasta las minas de plata, conocidas como Potosí. Veinte días después ya había regresado, con naves averiadas y hombres fatigados. Eran casi un millar y medio de pobladores descontentos quienes junto a los compañeros de Alonso de Cabrera decidieron deponerlo “por traición” teniéndose en cuenta que había arriado la bandera española en la isla Santa Catalina para izar su bandera, decisión que algunos historiadores han destacado que no era arbitraria porque esa provincia volvía a ser un adelantazgo feudal.

Álvar estuvo preso un año y en marzo de 1545, Alonso de Cabrera partió hacia España con la responsabilidad de su traslado y la misión de entregar al rey Carlos V un memorial con todos los cargos: fue condenado a la pérdida de su cargo y desterrado a África hasta que tiempo después lo rehabilitaron con la prohibición de retornar al Río de la Plata.

Irala reasumió el gobierno, soportó una sublevación de los guaraníes, ordenó a Ñuflo de Chávez la exploración del río Pilcomayo.  A mediados de 1547 inició otra expedición, instaló la base San Fernando sobre el río Paraguay y llegó al altiplano. Ordenó a Ñuflo que siguiera hasta Lima para ponerse a las órdenes del presidente de la Audiencia y él esperó su regreso. En aquel tiempo, el teniente Francisco de Mendoza que reemplazaba a Irala, fue depuesto y decapitado, en su lugar asumió Francisco de Abreu.

En España ya había cesado el segundo Adelantado pero había sugerido el nombramiento del extremeño Juan de Sanabria -pariente de Hernán Cortés, marido de doña Mencia Calderón-, quien obtuvo una capitulación el 22 de julio de 1547, con cargo vitalicio, derecho a sucesión, autorizado para conducir 250 hombres de guerra y cien familias, con mayoría de mujeres solteras para que aumentaran la población asunceña. Estaban preparando ese viaje cuando Sanabria murió y le sucedía su hijo Diego, con poco entusiasmo para la partida aunque su madre insistía en no demorar demasiado. Así fue como doña Mencia de Calderón -viuda de Sanabria- se embarcó en abril de 1550 con sus hijas mujeres y las doncellas que había logrado convencer.  Iba como práctico Juan de Salazar, el fundador de Asunción que habían expulsado junto a Álvar Núñez y viajaban también los capitanes Hernando de Salazar y Hernando de Trejo… yerno de Mencia.  Al año siguiente, en agosto de 1551 se embarcó el sucesor Diego Sanabria pero perdió el rumbo, atravesó el istmo de Panamá y llegó al Perú.  Allí se sintió tan bien que prefirió no asumir el cargo en Asunción y quedarse en Potosí donde la explotación minera aseguraba bienestar y mayor riqueza.

A fines de 1552, el rey decidió nombrar a Domingo de Irala “gobernador real” de la Provincia del Plata y encomendó a Martín Orué que llevara a Asunción la Cédula del 1º de enero de 1553 con el nombramiento de Irala, también que fundara una ciudad “cerca del puerto donde se dice Buenos Aires”. No pudo cumplir con esa orden y siguió directamente hacia Asunción.

Tiempo después, el soldado raso Domingo de Irala que se había embarcado en San Lúcar de Barrameda el 24 de agosto de 1535, reconocido por sus cualidades y administración, murió a los setenta años, en la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción.

1549: decisiones del rey de Portugal.

Tras la firma del Tratado de Tordesillas (España, 24 de junio de 1494), el Papa Alejandro VI creyó haber terminado con las disputas por los límites en las colonias de España y Portugal porque fijaron como línea demarcatoria el meridiano correspondiente a 370 millas al oeste de las Azores y de las Islas Capverdianas.  Donde debía interpretarse ese acuerdo era una región selvática y sucesivos conflictos determinaron que en 1529 firmaran el Tratado de Zaragoza acordando que la línea debía trazarse entre los 48 y 50 grados de longitud occidental: todas las tierras situadas al este pertenecían a Brasil desde la desembocadura del Amazonas hasta el río de la Plata y el resto correspondía a la corona española.

El rey de Portugal envió una expedición a las órdenes de Martín Alfonso de Sousa para colonizar parte del territorio de las Indias Occidentales y cuatro años después, fundaron San Vicente.

Luego el rey Juan III dividió esas tierras en quince capitanías, con carácter hereditario y en 1549 se estableció en San Salvador un gobierno general y los portugueses introdujeron sacerdotes jesuitas para convertir a los indígenas.

(Algunas señales en la trayectoria del fundador de la Compañía de Jesús:  Iñigo López de Recalde de Oñaz y Oyola, de origen vasco, nació en 1491. En su juventud fue militar y en 1521 lo hirieron en el sitio de Pamplona.  Durante la convalecencia leyó “obras piadosas” y advirtió que su vocación era predicar la religión cristiana.

El 15 de agosto de 1534, Iñigo estaba en Montmartre (París, Francia) con sus amigos y ya pensaban en la posibilidad de organizar una asociación religiosa.

Hay reiterado que Iñigo salió a la madrugada, casi sin ser visto, con el propósito de llegar a Jerusalem y que el primer destino fue el Monasterio de Monserrat “para velar armas ante el altar de al Virgen y cambiar su ropa”. Había conocido a Francisco Javier, juntos ofrecieron sus servicios al Papa y fueron autorizados para recibir órdenes sagradas. En 1537, en la ciudad de Venecia, Iñigo López recibió los hábitos sacerdotales y adoptó el nombre Ignacio de Loyola. Con sus amigos, solicitaron autorización al Papa para fundar la Compañía de Jesús y tal iniciativa fue rechazada.  Decidieron seguir trabajando en grupo y en breve tiempo resultó evidente el resultado positivo de sus prédicas. El Papa Pablo III comprendió que estaban realizando una obra trascendente y mediante la Regimini militantis ecclessia, el 27 de septiembre de 1540 otorgó a la Compañía de Jesús, el carácter de orden religiosa autorizándoles para trabajar en defensa de la Iglesia Católica en todos los ámbitos con dependencia del Papa. En Europa era necesario enfrentar la continua expansión del movimiento protestante. En 1541, el Padre Ignacio de Loyola  fue nombrado Primer General de la Compañía de Jesús. Luego, los Jesuitas partieron hacia distintas latitudes, con sus convicciones, con la palabra y la Palabra para evangelizar a “los infieles” y “adoctrinar” en distintos continentes: África y Asia. En Norteamérica, comenzaron sus misiones en La Florida. El Padre Manuel Nóbrega fundó en 1549 la Provincia Jesuítica del Brasil -posesión colonial de Portugal-, primera en Sudamérica.

En 1568, crearon la Provincia Jesuítica del Perú”, la primera en territorio colonial español.

Sabido es que Ignacio de Loyola escribió el Libro de Ejercicios Espirituales y Las reglas de las constituciones de la Compañía.

El Padre Ignacio de Loyola falleció el 31 de julio de 1556; culminó el proceso de beatificación durante el papado de Paulo V (03-12-1609) y fue canonizado el 12 de marzo de 1622 por el pontífice Gregorio XV.

(En 1548, nació un sobrino de Ignacio de Loyola, el joven Martín García Óñez de Loyola -más conocido en el Río de la Plata como Martín de Loyola-, reconocido Capitán General de la Provincia de Cuyo; casado con la ñusta Beatriz Clara Coya, heredera de la corona de los Incas -Perú-; el 25 de agosto de 1594 estuvo con el Capitán Luis Jufré de Loaysa y Meneses en la fundación de la ciudad de San Luis de Loyola de Medina del Río Seco en la puna de los Venados -en algunos escritos San Luis de Loyola Nueva Medina del Río Seco de la Punta de los Venados-, al pie de la sierra de Comechingones, luego nombrada sólo San Luis.

Martín García Óñez de Loyola, falleció en 1598.) [49]

 

Desde San Vicente, el Padre Manuel Lóbrega envió al Padre José Anchieta a fundar el Colegio San Pablo de Piratininga, base de la actual ciudad de San Pablo.

En ese tiempo ya utilizaban la mano de obra de los esclavos traídos de África para las explotaciones forestales. Naves holandesas dedicadas a la piratería se acercaban a esas costas; generaban dificultades para el tráfico de esclavos y empezaron a vender a los indios para que trabajaran con sus amos, los hacendados de San Vicente.

Así se organizaron las bandeiras, integradas por mamelucos -hijos de india y europeo-, aventureros de distintas nacionalidades y algunos caciques tupíes con sus tribus. Avanzaron hacia el oeste, pasaron el límite establecido en Tordesillas y llegaron hasta donde los jesuitas y los guaraníes habían instalado las Reducciones del Guayra.

Al comprobar que eran indios dóciles y hábiles para diversos trabajos, empezaron a secuestrarlos para venderlos en sus  territorios.

La región del Guayra…

En esa región eran frecuentes las disputas por los intereses coloniales de los reinos de España y Portugal, que aquí eran defendidos por distintas autoridades, incluso las eclesiásticas.

Los frecuentes combates acosaron a los indígenas y cuando comenzó la labor de los sacerdotes católicos, algunas tribus prefirieron incorporarse en las Reducciones antes de estar al servicio de los encomenderos o de los portugueses que se dedicaban al tráfico de esclavos.

1553: Casi leyenda de doncellas y amoríos…

Doña Mencia Calderón ante la demora de su hijo Diego en embarcarse para asumir las funciones que le correspondían tras el fallecimiento de su padre Juan de Salazar, decidió embarcarse con sus hijas y “las doncellas para poblar” hacia las tierras de Nuestra Señora de la Asunción.  Cerca del estuario del Plata se produjo el naufragio y pidió ayuda a su hijo por intermedio del capitán Cristóbal de Saavedra. En esas circunstancias, con el apoyo de su yerno el capitán Hernando Trejo, la adelantada Doña Mencia decidió fundar en Santa Catalina la ciudad de San Francisco.

En marzo de 1553, el gobernador de San Vicente en territorio brasileño Thome de Souza, al enterarse de la instalación de la denominada ciudad de San Francisco -en Santa Catalina-, ordenó el desalojo en marzo de 1553 prometiendo que todos serían trasladados a Asunción, pero estuvieron retenidos catorce meses, hasta que doña Mencia y “las doncellas” huyeron hacia San Francisco. En esa aventura, algunas murieron por cansancio y hambre.

Hernando de Trejo se había casado con doña María de Sanabria; tiempo después el matrimonio celebró el nacimiento de Hernando de Trejo y Sanabria, luego fraile y Obispo de Tucumán -el primero criollo en el Río de la Plata-, fundador de la Universidad de Córdoba.  María de Sanabria, viuda, se casó en Asunción del Paraguay con Martín Suárez de Toledo -compañero de Álvar Núñez Cabeza de Vaca- y tiempo después celebraron el nacimiento de Hernando Arias de Saavedra, el entusiasta Hernandarias que eligió usar el apellido de su abuelo paterno, ya que en aquel tiempo no estaba impuesta la obligación de usar el del padre.

Siglo XVI: evangelización en Oriente…

El historiador argentino Enrique de Gandia destacó que el infante Don  Enrique el Navegante logró que marinos portugueses estuvieran frente a la India y que la conquista de ese territorio “habría significado el total dominio de la tierra si un navegante audaz y genial no se hubiera adelantado a Vasco de Gama y a los proyectos portugueses en un viaje científicamente destinado al fracaso, que tropezó con una tierra imprevista y revolucionó todos los planes de Portugal. [50]

Los historiadores hablan constantemente de este viaje fracasado, que en vez de unir los extremos del mundo, como se había propuesto, terminó antes de la mitad del camino con una barrera insospechada, y olvidan la conquista de la India, científicamente planeada y realizada,  porque lo previsto, lo que nadie imaginaba que podía existir en el Océano, resultó más extraordinario que las tierras del Asia decantadas por la Edad Media… El mundo parece ignorar la hazaña inmensa y maravillosa que los portugueses realizaron en la India, en China y en el Japón.  Fue un asombro comparable y aun superior al asombro de América.  Todo el esplendor deslumbrante del Oriente abierto como un sueño, ente los ojos de los portugueses”…  [51]

 

Ramón Vilaró residente en Cataluña (España), en las últimas décadas del siglo veinte dirigió su mirada hacia otras señales y advirtió algunas claves que marcan el recorrido de la Evangelización católica hacia Oriente.

En esa trayectoria y en la confluencia de lo histórico y lo literario, logró revelar actitudes insoslayables.

Destacó que “cumpliendo órdenes del papa Pablo III, que en 1541 aprobó la creación de la Compañía de Jesús por la bula Regimini militantis ecclessiae, Ignacio de Loyola decidió dispersar a la pequeña comunidad de los siete cofundadores para mandarlos a predicar a distintos lugares. Nicolás Bobadilla fue el encargado de partir a Lisboa y ponerse al servicio del rey para ir a las misiones a la India. Pero Bobadilla cayó muy enfermo e Ignacio decidió que Javier le sustituyera en la misión.”  [52]

Francisco Javier de Jaso y de Azpilcueta, había nacido el 7 de abril de 1506, “en el castillo de Javier, al sur de la sierra de Leire, en Navarra”.

“…Inició su largo camino a la edad de dieciocho años, al abandonar el castillo patriarcal y las tierras del valle de Leire, en Navarra, para estudiar filosofía en la Universidad de París.  A diferencia de sus dos hermanos, Miguel y Juan, Francisco Javier fue enviado a cultivar la mente y el espíritu.  En 1522 “recibe la tonsura de clérigo en Pamplona”.

En 1525, “llega a París y se matricula en el colegio de Santa Bárbara para estudiar latín y filosofía, conoce a Ignacio de Loyola, hace los votos con el grupo de Montmartre y realiza Ejercicios Espirituales”.

“Una vez superadas las primeras reservas hacia quien había sido un adversario de los intereses del Reino de Navarra, el caballero Ignacio de Loyola, el joven estudiante Francisco Javier quedó pronto fascinado por los principios de aquel grupo que se definía como Soldados de Cristo.  Desde el inicio abrazó la nueva orden religiosa con ánimo de ir, junto a Ignacio y otros más, a predicar a Tierra Santa, después de pasar ocho años en tierras galas.

Cuando llevaba dos años en París conoció al guipuzcoano Ignacio de Loyola, el caballero guerrero que había cambiado la espada por la religión y la cruz, y había creado las prácticas de ejercicios espirituales con un grupo de seguidores en Montmartre, hasta fundar la Compañía de Jesús”…

Estuvo en Francia hasta 1534 y dos años después, “renuncia a la Canonjía de Pamplona y parte para Venecia… las guerras con los turcos lo retuvieron en Venecia, donde fue ordenado sacerdote, y finalmente viajó hasta Roma… ejerce de secretario de Ignacio de Loyola”.

Francisco Javier en 1541, “recibe la orden de predicar en las Indias Orientales”.

“El día que cumplía treinta y cinco años, Javier embarcó en la nao Santiago… parte de Lisboa… llegan a Goa en mayo de 1542”. Entre 1543 y 1549, “ejerce tareas misioneras en el sur de la India, viaja a Malaca, Molucas, Amboina… vuelve a Goa para preparar el viaje al Japón”.

El 15 de agosto de 1549 -día de la Asunción de la Santísima Virgen María- “llega a Kogoshima… Predica en el sur del dominio de Satsuma durante un año. En septiembre abandona Kagoshima, e inicia el viaje hacia Miyako (actual Kyoto).

Al año siguiente, “1551 – En marzo se instala en Yamaguchi, hasta su partida de Japón el 16 de noviembre desde Okinohama, en Bungo, camino de Malaca y Goa”.

“Con el corazón acongojado por dejar a sus compañeros, el maestro Javier escribió una última carta al padre Cosme de Torres, confirmándole como representante de la Iglesia católica en Japón, mientras él decidía partir hacia la India con la promesa de enviarle más padres y hermanos.  También expresaba su esperanza de volverse a encontrar algún día en aquella tierra, cuando hubiese conseguido sus primeros cristianos en China.”

El 16 de noviembre de 1551 de la era cristiana, tras dos años y tres meses de vivencias en tierras japonesas, el jesuita navarro Francisco Javier de Jaso y de Azpilcueta embarcaba en la nao de Duarte de Gama, dejando atrás la semilla cristiana en un Japón envuelto en llamas”.

En 1552, “el 15 de julio parte de Malaca, con destino a predicar en China.  Llega a la isla de Sancian, al sur de China frente a las costas de Cantón y muere en la noche del 2 al 3 de noviembre”…

“La noticia de la muerte del maestro jesuita, la madrugada del 3 de diciembre de 1552, a los 46 años de edad, tardó más de un año en llegar hasta Japón”.

“Cosme de Torres fundó finalmente la primera iglesia de Japón, en Yamaguchi, y murió tras veinte años de estancia en el país, después de impulsar la fundación en la ciudad de Nagasaki, el gran centro de los primeros jesuitas en Japón”…

El 22 de abril de 1612, Tokugawa Ieyasu ordenó un decreto que prohibía a daimio, nobles y samuráis la práctica del cristianismo… Los 300.000 cristianos de Japón comenzaron a sufrir una seria represión,  junto a la destrucción e incendio de sus templos. Este movimiento se acentuó con la llegada al poder del hijo de Ieyasu, Tokugawa Hidekata, que lanzaba a la hoguera a los hombres, mujeres y niños kirishitan que se negaban a apostatar…  Las cabezas de los cristianos tenían precio.  En todas partes había edictos que ofrecían recompensas de quinientas monedas de plata a quien delatase a un cura, trescientas monedas si era un hermano o cien por un catequista, muchas veces algún venerable anciano que en los pueblos o en el campo enseñaba a los más jóvenes los principios del cristianismo, practicándolo a escondidas entre ellos, a falta de sacerdotes, en cuevas o grutas… ¿Qué fuerza tenía aquella religión proscrita para que prefirieran la muerte antes que apostatar?”…

“Es ficción literaria, ambientada en hechos históricos, que el daimio Yanagisawa Yoshiyasu siguió leyendo la carta secreta de su padre, recluido en su aposento tras cumplir su misión de cortar cabezas a los kirishitan que no habían apostado. Sabía que corría un grave riesgo guardando aquellos documentos de sus antepasados.  Entre ellos se citaba a su abuelo, que estando a las órdenes del daimio de Yamaguchi había conocido a aquellos primeros misioneros jesuitas… Por relatos de los samurais que perseguían a los cristianos ocultos, sabía que éstos habían desarrollado un sin fin de trucos para seguir venerando en secreto a su Deus.  En algunas casas habían descubierto capillas con la imagen de un Buda que, al darle media vuelta, tenía grabado en el dorso una cruz con el Deus cristiano o una imagen de la Virgen María… ¿Quién podía saber realmente lo que pasaba en el corazón de cada hombre?”…  [53]

Difusión de la Doctrina Católica en hispanoamérica…

Tras la llegada de Cristóbal Colón a la Isla La Española en las Indias occidentales, comenzó a organizarse la Evangelización en distintas localidades, con clérigos de la Orden de San Francisco y Mercedarios.

El Papa Alejandro VI mediante sucesivas bulas, distribuyó el territorio hispanoamericano entre los reyes de España y de Portugal en 1493 y tal Vicariato Apostólico fue confirmado por el Papa Julio II al crear en Santo Domingo las primeras tres diócesis, con un arzobispado y dos obispados, sin intervención de los Reyes de España, decisión que provocó una protesta.  Solicitada la anulación en Roma, mediante bula del 28 de julio de 1508 se confirmó el dominio establecido por Alejandro VI; debían ser los reyes de España por derecho al ser los fundadores de la iglesia temporal en el Nuevo Mundo, quienes a perpetuidad crearan y fijaran la jurisdicción de las diócesis, presentaran en Roma los nombres de los candidatos a arzobispos y obispos, y ejercer el Vicariato Apostólico con derecho a “retener” el cumplimiento de las bulas hasta que se verificara “el pase” de la autoridad real.

En 1522 el Papa Adriano VI estableció que el patronato se extendía a las órdenes religiosas y debían ser autorizadas por el rey para desarrollar misiones evangelizadoras en las nuevas colonias.  Mediante Real Cédula de junio de 1574, con carácter “irrenunciable e imprescriptible”, el rey o sus representantes decidirían sobre las prebendas o beneficios eclesiásticos, nombrarían a priores y guardianes de conventos; provinciales de las órdenes; autorizaría la erección de catedrales, iglesias parroquias y votivas; monasterios, hospitales, colegios, universidades, seminarios y también el rey o representantes, designarían los tesoreros o sacristanes que administrarían tales instituciones.  Debían ser presentados en Roma un año antes, quienes reemplazarían a los obispos o arzobispos y ejercerían como vicarios hasta tanto tuvieran la confirmación del Pontífice; eran jueces de primera instancia conforme a los cánones eclesiásticos en los pleitos de familia (matrimonios, divorcios, anulaciones, tenencia de hijos), en la defensa de los desvalidos (indigentes, viudas, huérfanos, indios) y entendían en los pleitos civiles o criminales donde fuera parte un clérigo. Las sentencias podían ser apeladas mediante el recurso de fuerza presentado en las Audiencias.

El historiador José María Rosa ha destacado que “había también los jueces conservadores nombrados especialmente para juzgar un pleito donde una Orden religiosa fuese parte, con facultades de penar las injurias contra éstas o sus miembros.  Sus resoluciones eran inapelables, y se dio el caso en Buenos Aires que un juez conservador condenase en 1620 a destierro en África nada menos que aun visitador del Consejo de Indias.  Abusos como éste hicieron que los ‘jueces conservadores’ desapareciesen a mediados del siglo XVII.

En el territorio argentino no llegó a establecerse un Tribunal del Santo Oficio encargado de ‘inquirir’ (de allí su nombre corriente  Inquisición- y reprimir los delitos contra la ortodoxia religiosa. A falta de tribunal del Santo Oficio, hubo emisarios del cuerpo establecido en Lima para instruir sumarios en las gobernaciones del Plata, Tucumán y corregimiento de Cuyo. Carecían de facultad para arrestar a los inculpados, debiendo limitarse a hacer el sumario y elevarlo a Lima, que dispondría la formación o no de la causa.”

(Sabido es que durante el Concilio de Letrán -1215- crearon la Inquisición y pusieron en marcha las cruzadas. En 1225 se desarrolló la sexta y durante el reinado de Luis IX de Francia, las séptima y octava, últimas cruzadas en el lapso 1254-1324.)

En la primera década del siglo XVI comenzó la prédica de la doctrina cristiana en “el nuevo mundo”: en 1510 se incorporó la Orden de Santo Domingo que llegó hasta Guatemala; en 1532, la Orden de San Agustín comenzó la evangelización en territorio hispanoamericano, en gran mayoría españoles que eran seleccionados por el Consejo de Indias y “marchaban bajo las órdenes de un superior y con un destino determinado”.

Organización de Diócesis y Parroquias

La Iglesia en América estaba organizada territorialmente en Diócesis a cargo de Obispos cuyas jurisdicciones y autoridades eran establecidas por el Rey.  Eran creadas cuando ya estaban establecidas las Parroquias -a cargo del Cura Párroco- y las Doctrinas dirigidas por el doctrinero o párroco de indios convertidos.

Generalmente estaban instaladas en un pueblo principal -o cabecera- y en las estancias, distribuidas según la densidad de población.

Es oportuno tener en cuenta que Fray Rubén Francisco González (Orden de los Predicadores), anotó que: “La Orden de Santo Domingo llegaba al país a fines de 1549, vale decir que después de los mercedarios (1536) y los franciscanos (1538)”.  En aquel tiempo, el nomadismo de los indígenas les exigía trasladarse de un lugar a otro…

1556: año de cambios…

El rey de España, en 1556 decidió concentrar en una sola corporación todos los asuntos fiscales y ordenó “a la Casa de Contratación que pase su depósito al Factor General de los Reinos”.

En consecuencia, esa repartición que “hasta entonces pertenecía al Consejo de Indias queda subordinada al de Hacienda; por lo que el Presidente de aquél, Marqués de Mondéjar, protesta respetuosamente así: ‘podrá venir a desordenarse lo que en tantos años, con gran cuidado y vigilancia y experiencia, se ha ido ordenando’.”

Mientras tanto, en las Indias Occidentales seguía trabajando la “Compañía de Jesús”, una comunidad religiosa que como han escrito, había sido organizada “con una estructura funcional cuasimilitar y un aguerrido espíritu militante alimentado por los Ejercicios espirituales, verdadero paréntesis de reflexión y oración en una vida de acción trepidante y comprometida”.

03-03-1556: carta de Ignacio de Loyola sobre Paraguay…

El Padre Ignacio de Loyola en una carta escrita el 3 de marzo de 1556, expresaba al Padre Pedro de Rivadeneira que “una ciudad de castellanos que se llama Paragay, (sic) en el Río de la Plata, pedía misioneros”…  Cuatro meses después, el 31 de julio de 1556, Ignacio terminó su misión terrenal.  [54]

Con el propósito de buscar “la mayor gloria de Dios”, el fundador de la Compañía había trabajado con fervor en una Europa dividida donde los enfrentamientos armados desalentaban a la población y América era la tierra de la esperanza.

En ese tiempo,  los jesuitas seguían proyectando sus servicios: desde México habían logrado expandir sus obras hacia el noroeste y conquistaron espiritualmente Sonora, Sinaloa y California; desde el Perú llegaron a Ecuador y Colombia, luego a Chile, Tucumán y Paraguay.

Los primeros jesuitas se establecieron en el río de la Plata en la penúltima década del siglo XVI.  El estudioso Guillermo Furlong S.J., escribió que “las primeras misiones que entablaron los jesuitas entre los Sanavironas, Matarás y Tonocotés fueron iniciadas por los padres Francisco Angulo y Alonso Barzana, apenas pisaron territorio actualmente argentino, en 1585.  Fueron inestables a la par que las primeras que pocos años después iniciaron en las regiones del Guayrá los padres Tomás Field y José Ortega”.

Tambien mencionó “en el virreinato del Río de la Plata, las misiones de Lules, Tobas, Abipones, Mocobíes, Serranos y Pampas, Guaycurúes, Chiquitos y Guaraníes”…  [55]

Primeros vínculos entre guaraníes y sacerdotes católicos.

Sabido es que durante el siglo XVI en distintas latitudes había comenzado la obra evangelizadora de los clérigos católicos de acuerdo a las instrucciones de los reyes de España.

En la región del Perú se organizaron en la década 1570-1580 siguiendo las instrucciones del virrey Toledo.

Distintos historiadores coinciden al indicar que aproximadamente entre 1572 y 1584, en la zona del Paraguay se encontraron los guaraníes con los frailes franciscanos, vestidos con sencillos hábitos marrones y usando sandalias.

Necesariamente se comunicaban mediante gestos o breves palabras en el idioma castellano y guaraní, con preferencia de éste. Luego para ampliar el adoctrinamiento, promovieron algunas ediciones bilingües.

En 1580, los franciscanos comenzaron a aplicar el sistema de Reducciones en la zona limitada por los ríos Paraguay, Paraná y Aquidabán y lograda la pacificación de esas tribus, continuaron en la región del Guayra (al nordeste) o hacia el sureste, en la región mesopotámica, en ambas orillas de los ríos Paraná y Uruguay.

Tras continuos diálogos con los caciques, lograron instalar Reducciones en Altos, Atirá, Gurarambaré, Ipané, Jejuy, Perico y Tobatí (siguiendo un orden alfabético, no fundacional). El resultado de tales experiencias los alentó para organizar otras: Itá (1585); Yaguarón (1586); Caazapá (1606); Yutí (1611); Itatí (1615) y dos años después ya estaban en desarrollo. En 1682 fundaron la última, en Itapé.

Cuando llegaron los jesuitas, continuaron aquellas obras y comenzaron otras en las regiones del Guayra, Uruguay, Paraná y Tapé. Aquella región del Paraguay abarcaba aproximadamente doscientos mil kilómetros cuadrados; prácticamente los misioneros lograron establecer un Estado Jesuítico y algunos historiadores también lo describen como el Imperio Guaraní..

En torno a los Jesuitas…

Es oportuno tener en cuenta que hay referencias acerca de la presencia de los Jesuitas en Venezuela a partir de 1525; en Guatemala desde 1547 y llegaron hasta Santa Cruz de la Sierra en 1560.

 

Una vez más es pertinente reiterar lo expresado por el Padre Guillermo Furlong S.J.:

“Entendemos por ‘misiones jesuíticas’ las diversas agrupaciones de pueblos estables, poblados por indígenas y gobernados espiritualmente por religiosos de la Compañía de Jesús… en Canadá, California, Méjico, Ecuador, Brasil y Río de la Plata”.

Los Jesuitas usaban los característicos hábitos de la Compañía de Jesús que fueron descritos por Padre Anton Sepp (1655-1733), músico y calígrafo, alemán nombrado Padre Antonio en América:

“Nuestro atuendo es como sigue: los zapatos son de cuero, pero no se atan con correas o hebillas, sino con un botón de cuero, tampoco tienen tacos o cintas, sino sólo una suela lisa y ningún adorno. Las medias no son de fustán o lienzo, tampoco son tejidas, sino sólo de cuero negro de oveja, como los zapatos. El levitón o hábito religioso es negro y casi como el que solemos usar en Alemania, pero se cierra delante, de modo que no es cruzado, sino que tiene una costura hasta el suelo, tal cual se cree devotamente que Cristo Nuestro Señor ha usado su hábito. Además nuestro hábito no tiene forro ni tampoco bolsillos adelante, ni abajo en el ruedo hilvanado para dobladillar. Y a menudo no es de lana cardada, sino sólo de lienzo negro. El gabán, que llamamos bata, no es negro, sino marrón como madera lustrada, tiene mangas largas, que cuelgan hasta el suelo. Éste no lo usamos a caballo, sino solamente en casa y en la iglesia, como en Alemania. Los novicios no están vestidos de negro, sino totalmente de castaño, como Cristo Nuestro Señor; tienen un cinturón o cingulum de cuero. No usamos el rosario en el cinturón, sino siempre pendiendo del cuello… La camisa es igual a nuestras camisas alemanas, solo que muchos padres no la usan de lienzo, sino de algodón, pero bien terminado. Sobre la cabeza no tenemos un solideo, como en mi provincia, sino birretes, que son bien altos y bien puntiagudos, semejantes a los que usan los sumos sacerdotes japoneses en las comedias. No usamos el cabello largo, sino la cabeza afeitada al ras, no nos dejamos crecer la barba, por lo cual el barbero desempeña sus funciones cada ocho días. /…/

Nuestra corona sacerdotal es un poco más grande. Ésta me la hace, porque yo no puedo ayudarle, un niñito indio a quién le he cortado la forma de papel en círculo, pues de otro modo me colocaría una corona triangular o aun cuadrada.”

1580: presencia del visionario Hernandarias…

Sabido es que en 1580 don Juan de Garay fundó por segunda vez la ciudad a orillas del Riachuelo, sobre la banda occidental del río de la Plata.

A Hernandarias como era menor de edad, “no le dieron una sola vara” y en cambio, Garay le encomendó tres expediciones: una por tierra hasta “las sierras” y dos por agua. Durante un año estuvo en tales recorridos y cuando regresaba hacia el Paraguay debió enfrentarse con algunas tribus guaycurúes e incluso protegiendo a sus soldados, “en una hazaña de coraje que agrandó su fama y profundizó el cariño de su gente.  Alonso de Vera, que de nuevo era su jefe, ahí mismo lo armó caballero”, siguiendo el relato del doctor Juan Vigo:  “Esa vuelta no la sacó muy barata, porque los indios, según un relato, ‘le hundieron la celada de un macanazo’.”

A principios del otoño de 1582, Hernandarias se había casado con “el gran amor de su vida, doña Jerónima de Contreras, hija de Juan de Garay”.

Como ha sucedido en distintas épocas en todos los continentes, un siglo después del encuentro de las dos culturas tras el desembarco de Cristóbal Colón en la Isla Hispaniola, también nombrada La Española, en el vasto territorio de las Indias Occidentales algunos hombres seguían intentando sobrevivir mientras otros vivían luchando tras distintos objetivos.

1588: fundación de San Juan de Vera de las Siete Corrientes.

Al producirse un levantamiento de indios cerca de los límites con los brasileños, el Adelantado Alonso de Vera le encomendó a Hernando Arias de Saavedra -de aproximadamente 28 años-, que reclutara gente para fundar una ciudad en aquel lugar y enseguida logró apoyo: se armaron 48 balsas, dos bergantines y un bajel” -éste, propiedad de Hernandarias- y reunieron además “3.000 vacas y 1.500 yeguas”, decidiendo el capitán ir conduciendo el arreo junto a 14 soldados.

Después de dos meses y ocho días de marcha, en abril de 1588 fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes.

Se había reproducido el ganado que dejara don Pedro de Mendoza y esos potros con tales yeguas, generaron los cimarrones que luego se encontraban “en cantidad extraordinaria por la pampa”.

1592: elección del primer gobernador del Río de la Plata.

En junio de 1592, en Asunción del Paraguay se concretó “una pueblada” y con apoyo del Cabildo fue destituido don Alonso de Vera y Aragón, conocido también como “Cara de perro” y nombraron gobernador a Hernandarias, “fundándose en una disposición tomada años atrás por la real audiencia de Charcas.  Era la primera vez que se designaba un gobernador por mandato popular y que por añadidura era criollo.”

Al asumir Hernandarias como primer gobernador del Río de la Plata, Alonso de Vera se había retirado a Concepción del Bermejo, donde estaba aún su hermano Francisco y en dos oportunidades detuvo a los emisarios de Hernandarias que se dirigían hacia Charcas con las pertinentes comunicaciones.

“Hernandarias reaccionó violentamente, montó a caballo, arrastró tras de sí el Cabildo y escoltado por 80 soldados hizo en tan sólo tres días los 400 kilómetros que separa a Asunción de Concepción del Bermejo, donde obligó a poner en libertad a los ‘demorados’.  En agosto del mismo año -1592- hizo trizas a los indios guapones y se fue a Santa Fe.  No tuvo mucho tiempo para gozar del amor.  Una trágica noticia lo hizo volver a Asunción, donde los indios habían asaltado la chacra que poseían dos de sus hermanas en las afueras de esa ciudad, a las que asesinaron conjuntamente con el personal de servicio, llevándose cautivas a dos de sus sobrinas.”  [56]

Mientras Hernandarias estaba ocupado en trabajar por el progreso de Asunción, en la Audiencia de Charcas “un tal Juan Cepeda, que tenía grandes cuñas en la Audiencia” logró que nombraran gobernador a Fernando de Zárate, de “43 años y mucha prudencia, que sabe usar de la ocasión y prevenir para adelante”, como lo ha reiterado el historiador Vigo, quien advierte “que el amigo Juan no se equivocaba en una pulgada. Don Fernando supo usar muy bien de ‘la ocasión’ y se previno prudentemente llenando su bolsa ‘para adelante’.” Destaca luego que era un “hombre acaudalado”, primo hermano del último adelantado Ortiz de Zárate y que cuando se enteraron de que los piratas ingleses estaban preparando el ataque a Buenos Aires con aproximadamente cuatrocientos hombres embarcados en cuatro navíos, Zárate empezó a reclutar gente en Santiago del Estero, “mientras ordenaba una leva en la gobernación.  Hernandarias no tardó en hacerse presente con 130 soldados que trajo desde Asunción, a los que se unieron los santafesinos.  El gobernador hizo su entrada con 400 más, poniendo de inmediato todas las fuerzas a las órdenes de Hernandarias, ‘viendo el valor de su persona y el cuidado y presteza con que había acudido a hacer el dicho socorro”.  Los ingleses prefirieron retirarse pero los indígenas de la otra banda se sublevaron y lograron derrotar a Hernandarias tras “duras batallas.  Después de ayudar a construir un fuerte en la boca del Riachuelo, regresó con parte de las fuerzas a Santa Fe, remontando el Paraná.”

Fernando de Zárate regresó desilusionado porque Buenos Aires era una ciudad con ranchos y si llovía, con calles fangosas e intransitables. “Para resarcirse un tanto de los gastos que había tenido cuando organizó su aparatoso viaje, no encontró nada más conveniente que pasar el rastrillo a las cajas de caudales, alzándose con 8.250 pesos plata, suma nada despreciable entonces. Al irse dejó la ciudad ‘en manos de unos mozos locos’ -como se decía en una amarga queja al Rey- pero no sonsos, pues se dedicaron con toda presteza y laboriosidad al contrabando de negros y mercaderías, no dejando pillería sin hacer, ni coima sin percibir.

El contador real, don Hernando de Vargas, que se les apareció como regalo de año nuevo el 1º de enero de 1595, dijo en un fulminante informe al Rey que aun descuartizándolos, no pagarían las buenas cosas que habían hecho: ‘si les hubiera de tomar residencia, era poco hacelle cuartos’.  Pero las autoridades locales se llamaron a Pancho y todo siguió igual.  Ahogándose de indignación, Vargas montó a caballo y emprendió el viaje a Charcas, en un trotecito de alrededor de 3.000 kilómetros… Pero la augusta Audiencia ni mosqueó, a pesar de las pruebas abrumadoras que llevó contra el aprovechado gobernador y sus ‘jóvenes locos’.  Don Fernando, apoltronado muy cómodo en su mansión, gozaba de los placeres de la vida, sin importársele un rábano de los cargos, protestas y amenazas del contador Vargas, quien no tuvo más remedio que ajustar la cincha de su caballo y emprender otro viajecito hasta Lima, donde el Virrey también pretendió hacerse el sordo, hasta que lo amenazó con ‘llegar hasta el Rey’.

El marqués de Cañete, no dudando de que un hombre de tal tozudez, no vacilaría en cumplir su promesa, no tuvo más remedio que destituirlo al irresponsable don Fernando y nombrar otro gobernador en su lugar”: Juan Ramírez de Velazco, “otrora gobernador de Tucumán, descubridor y promotor entusiasta de las minas de plata de Famatina que, según él, ‘eran más ricas que Potosí’.

Hernandarias, lugarteniente del gobernador Ramírez de Velazco.

El primer acto de Velazco fue nombrar a Hernandarias lugarteniente suyo y capitán general de Asunción, ‘teniendo consideración y entera satisfacción como la tengo de la calidad, cristiandad, habilidad y suficiencia del capitán Hernando Arias de Saavedra, vecino de dicha ciudad y que es persona que con diligencia, solicitud y cuidado que se requiere y conviene acudir a las cosas’.”    Hernandarias recibió esa noticia en su casa de Santa Fe y partió hacia Asunción, una vez más amenazada por los indios. Día y noche marchó junto a Hernando de Mendoza, a través de los montes y expuestos a los ataques de los indígenas.

Cuando el gobernador Ramírez de  Velazco llegó a Asunción comprobó que Hernandarias ya había cumplido con su misión y lo nombró Teniente General y Capitán de guerra, es decir, su segundo en la gobernación del Río de la Plata y jefe de las fuerzas armadas. Retornó Velazco a Santa Fe y envió una carta al Rey elogiando a Hernandarias por sus cualidades como organizador y militar.

Cuando comenzaron los ataques de los indígenas en la zona de Concepción del Bermejo, Hernandarias partió con un grupo de hombres para combatirlos y fue gravemente herido.  Fue entonces cuando se enteró del envenenamiento y muerte del gobernador Ramírez de Velazco y en consecuencia, obró aún con mayor prudencia antes de decidir sobre las acciones inmediatas.

1592-1605: éxodo de judíos...

Es oportuno tener en cuenta que Hernando Arias de Saavedra -más conocido como Hernandarias-, fue gobernador del Río de la Plata y Paraguay en los períodos 1592-1593; 1597-1599; 1602-1609 (por cuarta vez en el lapso 1615-1618).

A principios del siglo diecisiete, al ser evaluadas las dificultades existentes para el pago de derechos, el 20 de agosto de 1602 mediante una Cédula Real se concedió un permiso con un plazo de seis años.

 

Sabido es que los pueblos hebreos -entre otros-, han soportado sucesivas persecuciones en distintas latitudes.  En la última década del siglo XVI se generó un éxodo desde la península hispánica, huyeron hacia Brasil y otros territorios.

Han reiterado que “adineradas familias” llegaron a Buenos Aires, otros grupos a Concepción del Bermejo, otros a Charcas y Potosí, en la zona del Alto Perú.

El historiador Vigo, destacó que “entre estas familias venía Diego López de Lisboa que logró casarse con una mujer de mucha prosapia.  Sus hijos ocuparon altos cargos, llegando uno a ser obispo y otro a figurar entre los más ricos de América y España, en tanto que las hermanas se casaban con hidalgos, transformándose en tronco de muchas familias que hoy son de rancio abolengo en Buenos Aires”.  [57]

El rey Felipe III ordenó la expulsión de los judíos y casi como un impactante regalo de Reyes, el 6 de enero de 1602 en Buenos Aires pregonaron el bando indicándose que Manuel de Frías era el encargado de su cumplimiento.

El cumplimiento de aquella orden real generó tantos conflictos sociales que el Obispo Ignacio de Loyola, había de salir en su defensa en 1605 y tras otra Cédula, “en un luminoso dictamen donde fundó su utilidad en un pueblo tan pobre, recién fundado”.  Hernandarias inmediatamente coincidió con el Obispo, mientras sabido era que “los que tenían mano de oro para manejar negocios, como Diego López de Lisboa y Diego de Vega, encontraron encumbrados caballeros, de mucho lustre y linaje, que los defendieron a capa y espada”.

Si sólo uno es el Dios verdadero, si todos somos creados a su imagen y semejanza, si todos somos “hermanos” y debemos amarnos los unos a los otros, resultan casi incomprensibles tales diferencias y discriminaciones por conclusiones sobre la religión más que sobre lo religioso, que es esencial…

16-12-1597:  Hernandarias, gobernador…

Sabido es lo que tantas veces sucesivos historiadores han reiterado: que mientras Juan Ramírez de Velazco estaba “en la ‘dulce’ tierra guaraní’, le dieron “una dosis de veneno” que provocó su muerte.

De hecho correspondía que Hernandarias asumiera tales funciones, pero al advertir que en Asunción algunos grupos manifestaban su oposición decidió renunciar pero los vecinos temiendo desórdenes lo eligieron gobernador el 4 de enero de 1598.  Hernandarias “envió a Lima a tres de las figuras más representativas -Tomás de Garay, Manuel de Frías y Pedro Hurtado de Mendoza- para que solicitaran al Virrey la confirmación de lo que había dispuesto por voluntad popular”.  [58]

El 16 de diciembre de 1597, el virrey  Luis de Velazco  mediante un oficio lo había nombrado gobernador en reemplazo del asesinado Juan, precisamente diecinueve días antes de la elección de los vecinos de Asunción.

A mediados de enero de 1598, Hernandarias se trasladó a Buenos Aires porque los piratas estaban amenazando otra vez y después de ordenar lo pertinente, regresó a Santa Fe donde se encontró con su hermanastro Hernando de Trejo y Sanabria, recién nombrado Obispo de Tucumán.

En España también registraron cambios de autoridades porque en 1598 falleció el rey Felipe II, “sucediéndole Felipe III, quien, a pesar de la esmerada educación para el gobierno, que le diera su padre, no respondió a sus esperanzas”…     [59]

Durante el año siguiente vivieron con cierta tranquilidad en Asunción.  A fines de diciembre llegó la noticia de otra decisión del rey de España: el nombramiento del nuevo Gobernador del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda.

El 5 de enero de 1599, Hernandarias le entregó el mando en Buenos Aires y regresó a Asunción.  Ese verano se habían levantado los belicosos indios guaycurúes, asaltaron e incendiaron estancias y como escribió el doctor Vigo, mataron “a cuanto blanco o mestizo se les puso a tiro”.

El gobernador Pedro Hurtado de Mendoza confió una vez más en su amigo, el bravío Hernandarias quien padeciendo los efectos de la sordera y la secuela de una parálisis, organizó inmediatamente el reclutamiento y “como un soldado más” partió con la expedición.  Cumplida esa misión, estaba en Santa Fe cuando lo convocaron para que se sumara a la expedición “de 500 soldados, al mando de Francisco Martínez de Leiva, que venía de España a socorrer a los de Chile”.  Como suele suceder, llegó a aquella ciudad y sólo habían estado conversando sin adoptar decisiones para socorrer a aquellas tropas que habían anclado a 250 kilómetros de distancia, en Maldonado, evitando encallar en el río de la Plata.

A Hernandarias, no lo detuvo la tempestad y terminados los preparativos, “salió con cinco barcos de escaso calado e hizo el transporte de la tropa”.

Demostró una vez más que era un hombre de hechos, sin tantas palabras…

12-08-1601: Hernandarias y su tercera gobernación.

El contrabando en Buenos Aires seguían beneficiando a algunos vecinos mientras aumentaban las protestas porque perjudicaba el monopolio de comerciantes de Lima conjuntamente con la Casa de Contratación de Sevilla. El historiador Vigo destacó que “había muchos judíos diligentes y expertos en esta clase de negocios” pero en esas cuestiones no había diferenciación religiosa.  Servían al contrabando de Buenos Aires católicos españoles y también portugueses, con apoyo de personas de distintos orígenes.

Mientras tanto, tras el fallecimiento del rey Felipe II, en España asumió Felipe III quien estaba informado sobre algunos sucesos en el Río de la Plata, leía los testimonios de algunos padres franciscanos, escuchaba al obispo fray Martín Ignacio de Loyola acerca de que Hernandarias “había gobernado con gran desinterés y de lo que había salido tan pobre como antes”, también reconociendo lo que había realizado para combatir el contrabando.

El virrey del Perú don Luis de Velazco había nombrado a Hernandarias en el cargo de gobernador del Río de la Plata y asumió seis meses después, el 12 de agosto de 1601. Cuatro meses después, en vísperas de Nochebuena, el 23 de diciembre de 1601, Hernandarias recibió el nombramiento del rey “por el término de seis años”.

Al mes siguiente regresó de España el obispo de Loyola y le entregó la Real Cédula que autorizaba a “comerciar con Brasil”: exportar determinados productos e importar las mercaderías europeas necesarias, todo bajo control del Cabildo.

Hernandarias era estricto en el cumplimiento de las órdenes.

Dejó al teniente de gobernador Luis de Cabrera a cargo de Buenos Aires para recorrer las principales ciudades de su jurisdicción.  Enseguida su reemplazante negoció con los portugueses y además por propia iniciativa incluyó a Córdoba y Tucumán en las ventajas otorgadas por aquella Cédula Real.  Desde la Audiencia de Charcas protestaron y nombraron juez comisionado a Juan Pedro Trejo para que investigara, pero poco pudo hacer porque se encontró con “una trenza impenetrable de la que formaban parte honestos comerciantes, flemáticos capitanes de barcos, pundonorosos oficiales reales, respetables vecinos y augustos sacerdotes, quienes de pronto se sintieron aquejados de un mal de mudez que devino en epidemia. Lo único que pudo quedar en claro, una vez más, fue el correcto comportamiento de Hernandarias, en cuya ausencia se había hecho todo.”  [60]

Hernandarias en agosto de 1607 condujo la expedición que estableció un fuerte en la banda oriental del río de la Plata, actual situación de Montevideo.  Al año siguiente, acusó a los oficiales reales Hernando de Vargas y Simón de Valdés por malversación de fondos y retención de derechos correspondientes a la Real Audiencia, respectivamente.

Se habían generado vínculos amistosos entre vecinos y algunos ya estaban emparentados, razón suficiente para que los ayudaran tanto en la ciudad como ofreciendo sus estancias para que se refugiaran.  La comprobación de que varios de esos grupos se dedicaran al contrabando no era razón suficiente para involucrar a tantos artesanos y comerciantes honestos y solidarios.

Hernandarias en la Patagonia…

En 1598 había fallecido el rey Felipe II y Hernando Arias de Saavedra desempeñaba las funciones de Gobernador del Río de la Plata por segunda vez (1597-99).

Asumió el rey Felipe III y a fines de 1601, nombró a Hernandarias, Gobernador en 1602 asumió por tercera vez y gobernó hasta 1609.  Por cuarta vez, se desempeñó en el período 1615-1618.

 

Durante su tercer  período como Gobernador del Río de la Plata y Paraguay, Hernando Arias de Saavedra, organizó durante seis meses una expedición que partiría del Río de la Plata con el propósito de avanzar hacia la mítica Ciudad de los Césares que algunos han nombrado Trapalanda y de acuerdo a su temperamento, quizá lo hizo con la finalidad de encauzar las expectativas de algunos grupos ya que al no encontrarla entenderían que era necesario dedicar todos los esfuerzos a las producciones agrícola-ganaderas para satisfacer las necesidades y ampliar el comercio.

Distintos autores han anotado diferentes cifras y hay coincidencia acerca de que Hernandarias salió de Buenos Aires durante la primavera de 1604 por ser la estación más favorable teniéndose en cuenta el clima frío de aquellas regiones.  Habría seleccionado aproximadamente 130 soldados y lo acompañarían 700 indios que colaborarían en el arreo de 600 caballos y 600 vacas.  El 2 de noviembre de ese año partieron con setenta carretas y como Hernandarias estaba enfermo, debió quedarse protegido en uno de esos carruajes.  Era enorme el desafío porque tenían que recorrer mil quinientos kilómetros hacia el sur con el riesgo de que no alcanzaran los víveres, como realmente sucedió porque no sólo agotaron la carne vacuna, también les faltó agua, elemento imprescindible en cualquiera circunstancia.

Llegaron hasta el río Colorado y el río Negro y siendo un visionario y estadista, se comunicó con el virrey del Perú para informarle sobre aquellos fértiles valles y la necesidad de fundar ciudades y establecer poblaciones porque eran zonas que podrían ser exploradas por navegantes extranjeros.

A fines de febrero de 1605 regresaban hacia Buenos Aires y aproximadamente a cien kilómetros de esa ciudad, un chasqui le informó que un grupo de chilenos necesitaban apoyo.  El 8 de marzo de 1605, Hernandarias ya había organizado otra expedición con un contingente de 200 soldados que serían los primeros en partir para auxiliarlos y refiriéndose a ese enorme esfuerzo, el historiador Vigo destacó que Hernandarias “entregó a la tropa alrededor de 35.000 kilos de biscochos y se reclutaron 176 carretas, en una ciudad cuya población y recursos eran insignificantes.”

Acerca de los calificativos visionario y estadista, son merecidos por Hernandarias porque fue pionero en la elaboración de conclusiones acerca de las influencias de determinados grupos sociales.  No fue por intuición que propuso al rey de España que ordenara la destrucción de la aldea que habían fundado los portugueses y que servía como puerta de entrada al contrabando.  Aquel “mísero rancherío” constituyó la base para la instalación de la ciudad de San Pablo y los datos confirman cuántas dificultades influyeron en el río de la Plata en los siglos siguientes, por las acciones de los portugueses impulsadas desde las costas brasileñas…

La mítica Ciudad de los Césares…

Es oportuno reiterar lo expresado por sucesivos historiadores, incluso por el doctor Agustín Zapata Gollán acerca de los fabulosos relatos tras la expedición de Sebastián Gaboto, quien habría ordenado al capitán Francisco César que buscara oro por la Patagonia.

Aludió el historiador santafesino a ese “capitán, Francisco César, que decide salir en busca de esa plata que tanto les trae  inquieta y trastocada la cabeza.

Y un día, con dos o tres hombres, que le acompañan, enfrenta el desierto.”  /…/

“Así trajinaron incansables, afanosamente en una marcha alocada y sin rumbo siempre con la muerte agazapada en cualquier recodo del camino, que sin sentido, iban abriendo al caminar.

Fueron metiéndose en ese mundo misterioso del desierto que llamaban simplemente ‘el campo’ pues aún no había llegado gente desde el Perú, que trajera en lengua de indios, el nombre de pampa.”  /…/

“Hasta que un día, César y sus compañeros, volvieron al fuerte, hartos de agonías, extenuados y jadeantes”. /…/

“Habían divisado desde lejos una ciudad maravillosa y rica de oro y plata y preciosa pedrería.  ¿Adónde está la ciudad? les preguntaban.  Pero el rumbo era incierto.  Hacia el poniente decían a veces.  Hacia donde aparecen por la noche las cuatro estrellas de la cruz del Salvador, decían otras.  Sin embargo Gaboto decide seguir el rumbo que le marcan los indios hacia la Sierra de la Plata, aguas arriba del Paraná.

Pero la existencia de una ciudad maravillosa donde abundaba el oro y la plata, quedó por mucho tiempo entre los hombres de la conquista: la Ciudad de los Césares, como llamaron a los que, alucinados acompañaron a César en la aventura”.  /…/

“Y por la creencia en la real existencia de la Ciudad de los Césares, una versión de la leyenda del Dorado, Hernandarias, yerno de Garay, armó, más adelante, una expedición que salió de la ciudad vieja de Santa Fe con rumbo a la Patagonia”.   [61]

Junto al buen sembrador, el que vino a talar…

Mediante una Real Cédula fue nombrado por cuarta vez Hernandarias con funciones de gobernador del Río de la Plata.  El 3 de mayo de 1615 asumió en el Cabildo de Santa Fe y el 23 de mayo está en Buenos Aires.  La primera decisión fue ordenar un proceso a los contrabandistas “Vega, Valdez, Leal de Ayala y Vergara”. En la Audiencia de Charcas insistían en que era alarmante la cantidad de esclavos que llegaban al altiplano.

En la ciudad del Buen Aire, Hernandarias soportó continuas dificultades tras ordenar la detención de Diego de Vega, Mateo Leal de Ayala, Simón Valdés y el casi intocable Juan de Vergara -alcalde del Cabildo y tesorero de la Santa Cruzada-, acusado de prestar dinero de la Caja Real cobrando elevados intereses: el 15%.

“…muy pocos, se animaban a prestar declaración; su alguacil mayor encargado de las diligencias es misteriosamente acuchillado en el mes de julio.  Hernandarias debe hacerse rodear por una escolta de santafesinos, porque los porteños no resultaban de confiar”. Decidió que Simón de Valdés fuera trasladado a España; lo embarcaron el 11 de agosto de 1615 pero el capitán que lo custodiaba también era aliado de los contrabandistas y dirigiéndose a San Salvador, cuando llegaron a ese puerto lo liberó.

A principios de 1616, Juan de Vergara ayudado por los guardias escapó de la cárcel y se trasladó a Charcas para protestar por las órdenes de Hernandarias y cumplir la Comisión ordenada por el Cabildo el año anterior.  El 28 de mayo de 1616, la Audiencia de Charcas nombró Juez Pesquisidor a Hernandarias para que avanzara en las investigaciones sobre contrabando y la muerte del gobernador anterior, pero no halló personas dispuestas a dar testimonio ni pudo reunir pruebas sobre lo que era evidente. Juan Gómez fue sometido a tormento para que declarara y acusó a la organización explicando cómo estaban vinculados con otros contrabandistas. Estuvo detenido poco tiempo porque sus cómplices lo ayudaron a escapar de la cárcel y luego se retractó al declarar ante el Comisario del Santo Oficio de Córdoba.

El visitador Francisco de Alfano recorrió varias localidades a partir de 1611 y ese año estableció un reglamento para control de entrada de mercaderías en el puerto de Buenos Aires.  Llegó hasta Asunción, donde dictó las Ordenanzas referidas al trabajo de los indígenas. Distintas autoridades rechazaron esas disposiciones, pero el 8 de septiembre de 1616 mediante una Real Cédula fueron promulgadas e incluidas en la Recopilación de Leyes de Indias.

En 1617, Simón de Valdés decidió regresar a España y con sus argumentos convenció al Consejo de Indias logrando que lo reincorporaran en el cargo de Oficial Real en Buenos Aires. Ese mismo año -1617-, Juan de Vergara había logrado que en la Audiencia de Charcas dudaran acerca de los cargos mencionados por Hernandarias y pidieron que remitiera todos los antecedentes para revisar esa causa.  Al año siguiente, siguió demostrando su poder cuando esa Audiencia aprobando su iniciativa declaró perpetuos los seis cargos de regidores correspondientes al Cabildo de Buenos Aires, ofrecidos en Potosí en subasta pública ya que así era como llegaban a desempeñar esas funciones: cuanto más dinero ofrecían mayor era la posibilidad de ser designado tras la correspondiente entrega del metálico. Con el contrabando lograban acumular fortunas y Vergara compró todos los cargos “por setecientos pesos plata cada uno, a pagar anualmente”.  Solucionó así no sólo los problemas de ese momento sino que evitó dificultades para el futuro porque al llegar a Buenos Aires, como evidentemente era un hombre agradecido, distribuyó los cargos entre Juan Bautista Ángel, el guardián que le facilitó la huida; su suegro y sus cuñados, Diego de Trigueros, Juan Barragán y Tomás Rosendo sin olvidarse de uno de sus cómplices: Francisco de Melo.  Ya tenía asegurada la mayoría de votos para la elección de los Alcaldes.

La corrupción en aquel tiempo aparentemente no tenía límites: llegó a Buenos Aires el 19 de noviembre de 1618 Don Diego de Góngora de la Orden de Santiago, con la Real Cédula del 16 de diciembre que lo designaba primer gobernador de la provincia del Paraguay cuya capital sería Asunción, conforme a lo establecido por el Rey al separar tal territorio que hasta entonces pertenecía al virreinato del Río de la Plata.

Aunque el gobernador Hernandarias estaba en Santa Fe, de Góngora asumió cuando llegó a ese destino y han destacado que lo recibieron “con grandes honores” como parece ser que correspondía por ser uno más en la organización de contrabandistas que le había anticipado el dinero necesario para que las tres naves que lo habían acompañado desde que zarparon de Lisboa pudieran ser ilícitamente cargadas con mercaderías.  Terminada esa operación en el puerto de Asunción,  de Góngora fue denunciado al Consejo de Indias y cuando la flota estaba en Bahía de Todos los Santos, les informaron que debían descargar en ese puerto para que otros socios de la organización hicieran otro embarque hacia Buenos Aires.  El honesto Hernandarias soportó que de Góngora lo acusara de malversación de fondos y que le iniciaran juicio de residencia. Mientras estaba encarcelado le remataron todos los bienes y mediante el pago de $ 4.000.- ofrecido por el testaferro Jerónimo de Mongroviejo, quedaron en posesión de la organización de contrabandistas. Habían logrado despejar más el camino para incrementar el contrabando de mercaderías y el ingreso de esclavos.  El gobernador Diego de Góngora había viajado a Buenos Aires acompañado por Simón de Valdés, el mismo que había sido denunciado por Hernandarias en 1608 por malversación y en 1615 por contrabando.  Allí estaban el 20 de noviembre de 1619 cuando desembarcó el Licenciado Matías Delgado Flores nombrado por el Consejo de Indias como juez pesquisidor para que investigara al gobernador de Góngora porque en Lisboa, Fernando Albia de Castro había comprobado el contrabando de mercaderías en aquellas naves que habían partido desde Asunción. El Licenciado Delgado Flores traía una orden de prisión contra Simón de Valdés, pero sus cómplices lo ayudaron para que escapara hacia Chile donde murió breve tiempo después.

En 1618, en Europa comenzó la Guerra de los Treinta Años y los cambios políticos y económicos que se produjeron durante ese lapso también repercutían en América porque España participó desde el comienzo hasta que en 1648, fue firmado el acuerdo de paz en Werfalia.

En 1621, el Licenciado Delgado Flores terminó de revisar las conexiones entre los miembros de la organización de contrabandistas, ordenó la prisión y el embargo de los bienes remitiendo un informe a la Audiencia de Charcas quienes reiteraron la confianza en Hernandarias y lo confirmaron como pesquisidor para que colaborara en ese juicio a la vez que le encomendaron que sustanciara juicios de Marín Negrón e incluso de Hernandarias.  Así fue como comprobaron que habían asesinado al gobernador Marín Negrón y que el embargo a Hernandarias era fraudulento.

Juan Vergara tras el negocio de la subasta pública en Potosí¸ estaba desempeñándose como alcalde de primer voto y notario del Santo Oficio y designó juez a Francisco de Trejo para que investigara sobre el agravio del Licenciado Delgado Flores a la Compañía de Jesús, porque habría acusado de contrabandistas a algunos sacerdotes.  Aunque intentó defenderse invocando su jerarquía como representante del Consejo de Indias, debió pagar dos mil ducados de multa y fue desterrado, condenas que Francisco de Trejo remitió al Consejo de Indias el 24 de mayo de 1621 y no tuvieron trámite posterior en Buenos Aires.

Al pesquisidor Delgado Flores lo embarcaron el 21 de julio de 1621 en una nave de transporte de esclavos con destino a Orán, en el norte de África, cumpliéndose así la sentencia de destierro.  Fue un desaparecido más, como sucedía con quienes se oponían a los intereses creados de los contrabandistas o de determinados vecinos con poder.

El 31 de marzo de 1622 llegó a Buenos Aires el Alguacil Mayor de la Audiencia de Charcas Pedro Beltrán de Oyón con la orden de detener al Licenciado Gabriel Sánchez de Ojeda, Mateo del Grado, Diego de Vega y Mateo Leal de Ayala y pero sólo logró conducir detenidos a Charcas a los últimos nombrados porque Gabriel Sánchez viajó por su cuenta y Mateo Leal murió antes. Otro triunfo de Juan de Vergara porque él influyó sobre el gobernador de Góngora para eliminar a Diego de Vega de las operaciones de contrabando.  En la segunda semana de mayo de ese año, otro beneficio para Juan de Vergara porque mediante la Bula del 30 de marzo de 1620, el Pontífice Pablo V creó la Diócesis de la Santísima Trinidad del Puerto de Buenos Aires, dependiente de la cuarta Archidiócesis americana, la de Charcas creada en 1609 y de la que también dependían los Obispados ya existentes de Asunción, Tucumán, La Paz y Santa Cruz.

(Es oportuno rememorar que la doctrina de la Trinidad fue instaurada por la Iglesia Católica en el primer Concilio de Nicera (325 d.C.) y generó el cisma entre los cristianos de oriente partidarios del monoteísmo y los obispos de occidente liderados por Osio (257-358) que desde entonces monopolizaron la orientación de esa Iglesia mediante el denominado “pacto constantiniano”.)

 

El 20 de julio de 1620, el Papa había designado titular de esa Diócesis al Obispo Fran Pedro de Carranza, primo de Vergara -seguramente su recomendado porque el nombramiento fue propuesto por la Corona de España- y asumió el 12 de mayo de 1622.

Un año después murió Diego de Góngora, el 21 de mayo de 1623. Terminado el juicio de residencia en su contra, fue declarado culpable por estar implicado en contrabandos debiendo sus sucesores pagar “quinientos mil ducados” y como consideraron que era una cantidad excesiva, apelaron y el Consejo de Indias redujo la cifra a 88.000 ducados.

Al año siguiente, el 9 de julio de 1624 el Oidor de Charcas Alonso Pérez de Salazar terminó el juicio de residencia de Hernandarias.

En sucesivos párrafos se reconoció su honestidad y responsabilidad como gobernante. Continuó con otros juicios, condenó a privación de oficio de justicia a Orduña de Mondragón y a privación de oficio y destierro perpetuo de Buenos Aires y del Perú al Licenciado Sánchez de Ojeda, además del pago de multas.

En el año 1626 ya estaba otra vez en Buenos Aires el hábil Diego de Vega con Domingo de Ibarra y el gobernador Francisco de Céspedes, gobernador titular desde el 17 de septiembre de 1624 -designado el año anterior por el rey Felipe IV-, logró que el Cabildo les encomendara una misión ante el Consejo de Indias para gestionar sobre el levantamiento de restricciones en el comercio. Se embarcaron y como continuaba la guerra, los holandeses habían llegado hasta las costas del Brasil y los detuvieron; luego fueron liberados y continuaron el viaje a España, donde Diego de Vega había sido procesado por extracción de plata desde el puerto de Buenos Aires y quedó detenido.  Al año siguiente, otra denuncia de Juan de Vergara, esa vez contra Juan de Céspedes, hijo del gobernador titular Francisco de Céspedes, quien desde el 1º de enero de 1627 era Alcalde de primer voto y encargado de controlar los desembarcos procedentes de Brasil.  Vergara lo acusó de realizar contrabando y en consecuencia, en Buenos Aires aumentaron los conflictos entre los dos bandos integrados por vecinos, autoridades y clérigos.  El Obispo Carranza que ya había tenido diferencias de criterio con el gobernador acerca de la distribución de los beneficios eclesiásticos, apoyó la opinión de su primo y envió comunicaciones a España denunciando al gobernador y a sus hijos por distintos delitos.

En julio de 1627, Juan de Vergara logró que  el Cabildo aprobara el envío de Simón Guerra de Herrero como procurador para acusarlos ante el Cabildo de Charcas por defraudaciones y también fue apoyado por su primo, el Obispo. El 3 de agosto, el gobernador ordenó la detención de Juan de Vergara y veinte días después, el Obispo organizó una manifestación con vecinos y otros frailes, se acercaron a la cárcel del Cabildo y liberaron a Vergara custodiándolo en la Catedral. En vano el gobernador intentó encontrarlo y la respuesta del Obispo fue contundente: lo excomulgó.  El poder de la Iglesia en aquel tiempo evidentemente era superior al de los gobernantes.  Juan de Céspedes debió renunciar porque el parentesco lo inhabilitaba para ejercer cargos de Justicia.  Como el gobernador acató esas disposiciones, el Obispo le levantó la excomunión y al mismo tiempo, despejaron aún más el ámbito de operaciones de la organización contrabandista. El 10 de enero de 1628, el gobernador Céspedes fue suspendido en sus funciones por decisión de Diego Martínez de Prado, Comisionado de la Audiencia de Charcas que estaba en Buenos Aires desde el año anterior.  El 21 de febrero, la Audiencia dispuso el fin de la comisión de Martínez y nombró a Hernandarias para que continuara el proceso de investigación.

El 7 de marzo de 1628, el gobernador Céspedes recuperó su libertad y al mismo tiempo, Hernandarias ordenó la detención de Juan de Vergara pero estuvo protegido en el convento de Santo Domingo y comprometiéndose a presentarse ante la Audiencia de Charcas, fue liberado. Hernandarias cambió a varias autoridades, con los antecedentes acumulados logró que la Audiencia exigiera al Obispo Carranza el pago de una multa de seiscientos ducados y otra de trescientos sesenta ducados al Comisario del Santo Oficio, Francisco Caballero Bazán.  Otros frailes debieron presentarse en Charcas en un plazo de cuatro meses.

Han reiterado que el gobernador Céspedes impulsó cambios para incrementar el comercio en Buenos Aires.  En la historia de las misiones jesuíticas hay datos que confirman su continuo apoyo a las Reducciones de la Banda Oriental y de Corrientes, que también constituían barreras para evitar el avance de los portugueses para el contrabando de mercaderías y de esclavos.  En agosto de 1630 regresaron de Charcas el Obispo y su primo, con ánimos menos belicosos y con actitudes de respeto hacia el gobernador Céspedes, quien cesó el 26 de diciembre de 1631 al entregar ese cargo al titular Pedro Esteban Dávila,  Caballero de la Orden de Santiago nombrado mediante Real Cédula del 11 de octubre de 1629.  Terminado el juicio de Residencia, Céspedes regresó a España.

Hay que tener en cuenta que los nombramientos de Gobernadores requerían el pago a la Corona española de una “donación graciosa” y cuando asumían esas funciones, la mayoría buscaba los medios para recuperar el dinero pagado por esa designación.

Continuaba la guerra iniciada en 1618 entre países europeos. Los holandeses estaban con sus flotas cerca de las costas de Brasil. En una de las naves de la flota que acompañó al nuevo gobernador desde Lisboa, viajó el casi desconocido Andrés de León Garabito nombrado por el Consejo de Indias para investigar sobre otra denuncia por contrabando y procesar a Juan de Vergara y Diego de Vega. Cuando las naves anclaron en Río de Janeiro se presentó ante Dávila y tras revisarlas, comprobó que él no estaba comprometido.

Aproximaciones a la cultura guaraní…

Hasta fines del siglo veinte, los estudios acerca del origen y difusión de los pueblos de lengua tupí-guaraní indican que ese problema, “está muy lejos de ser resuelto, siquiera en principio”.  [62]

El investigador Dick Ibarra Grasso expresaba tales conclusiones considerando que serían “originarios, más o menos, de la región del Alto Paraná al Norte de las cataratas del Iguazú. Sin duda hubo allí un centro de expansión, el de los pueblos Tupí-Guaraníes, pero tuvieron que llegar desde un centro anterior, que tendría que ser amazónico y que no ha sido buscado aún”. Sabido es que la primera expansión comenzó aproximadamente en los siglos IX y X y que la segunda, siguió el curso de los grandes ríos de la región llegando los tupíes al extremo norte brasileño y los guaraníes hacia el centro y sur, ocupando casi toda la parte sur de Brasil y tierras vecinas.

Los tupíes eran pueblos fuertemente patriarcales, “peores que los antiguos griegos”.

Cuando capturaban un enemigo importante le entregaban mujeres de su propia tribu para que tuvieran hijos con ellas y así luego, “darse la satisfacción de comerse al enemigo y a sus hijos”.

 

Advirtió Ibarra Grasso que “la expansión tupí-guaraní se realizó, desde la región del Alto Paraná, en dos épocas sucesivas, separadas por varios siglos entre sí”; suponiéndose que fue “una forma de cultura básica de tipo Floresta Tropical, y sin duda su sistema económico correspondía a este tipo, pero a la vez se presentan entre ellos rasgos culturales mucho más elevados, que permanecen como restos más dispersos que indican fuertes influencias de culturas ya plenamente pertenecientes a la Edad del Bronce, al menos.”

 “Racialmente los Tupí-guaraníes, en su primer origen, serían de tipo indonesio, con rasgos sumamente delicados o finos, pero en su expansión aculturaron a pueblos anteriores… de modo que en varios de sus pueblos actuales aparecen rasgos más primitivos, aunque hablen lengua puramente de este tipo”.

“Las viviendas eran grandes ranchos comunales, hechos de troncos recubiertos con ramas; cuatro a ocho de esas casas constituían los poblados, los cuales se situaban a orillas de un río y estaban rodeados de una empalizada, a veces doble.”

Ibarra Grasso destacó que “la cerámica estaba muy difundida, fabricándose piezas de diversos tipos, desde los cántaros para agua, los platos, las ollas, urnas funerarias, etc.; su decoración era unas veces en relieve, la llamada imbricada, típica de todos los pueblos tupí-guaraní, y otra pintada en finas líneas rojo o negro sobre fondo blanco, formando triángulos, líneas onduladas, curvas, grecas, etc, que cubren la mitad superior de las piezas.  Típica es la falta de asas.”

Comparó las características de aquella cerámica, dominando en un primer período la pintada tricolor, “de rojo y negro sobre blanco, cosa que en épocas posteriores se pierde hasta el punto que la segunda expansión, se supone se realiza fundamentalmente provista de cerámica corrugada. Comentó que en “la localidad de Yaguarón en el Paraguay” recogieron “cerca de un centenar de fragmentos de cerámica, todas eran sin duda precolombinas y de diversos tipos de corrugado”. En cambio en las cercanías de Santa Fe, Argentina, se hallaron “fragmentos con engobe rojo muy fino, junto con fragmentos corrugados.”

“La primera gran expansión realizada hacia el siglo V de la Era, desde el Alto Paraná, se produjo llevando especialmente piezas de cerámica más bien chicas, engobadas en rojo y pintadas en negro y rojo sobre fondo blanco.

La segunda expansión se produjo hacia el siglo IX de la Era, y en ella, sin abandonarse del todo la pintura, la decoración predominante fue corrugada, ungulada, escobada, etc. Se encuentran entonces las grandes urnas funerarias, de entierros secundarios, y que eran comúnmente elaboradas para la fabricación de la chicha.”

“Algunas piezas, incluso grandes urnas, de forma aumentada de piezas chicas, tienen sus costados aquillados denunciando lejanas copias metálicas.  En muchos casos, la pintura persistió hasta la época de la conquista.”

“La cultura Tupí-Guaraní se diversificó en numerosas formas regionales, que han recibido diversos nombres, pero las diferencias locales son relativamente escasas y el conjunto conservó una relativa homogeneidad”.

“Los tupíes se difundieron hacia el Norte, los guaraníes hacia el centro y sur, ocupando así todas las partes bajas del sur del Brasil y tierras vecinas…  Más hacia el Sur, bajaron por los grandes ríos, especialmente el Uruguay, y llegaron al Río de la Plata, donde ocuparon la isla de Martín García y dejaron restos de poblaciones menores en la misma ciudad de Buenos Aires y sus alrededores”.

“Los pueblos Tupí Guaraníes, aunque no tuvieron unidad política, tuvieron una expansión que casi llegó al total de la expansión del Imperio Incaico, que abarcó una extensión de unos 2.000.000 de kilómetros.  Luego, con un uso intensivo en cuanto a sus lenguas por los europeos, como lenguas de relación, se difundieron aún más.  Las pipas acodadas fueron de intenso uso por los tupí-guaraníes, y lo mismo los tembetás, cuyas formas varias tienen en más de un caso identidad con las formas andinas del Sur.”

(Sabido es que nombraban tembetá a un pequeño guijarro que como ritual era colocado a los varones púberes dentro del labio inferior.)

Tras sucesivas investigaciones, las conclusiones de los antropólogos son coincidentes: “los guaraníes penetraron en territorio argentino especialmente desde el sur de Brasil, y sólo posteriormente lo hicieron por el Paraná  Paraguay.

Eran básicamente agricultores, desmontaban usando “hachas de piedra de factura neolítica” y quemaban las malezas, sembraban en hoyos principalmente mandioca en la región de Corrientes y Misiones, también maíz y calabazas.

Se dedicaban a la “recolección de cogollos de cañas, de piñones, de miel”.  Masticaban los granos de maíz para elaborar la bebida que nombraban chicha y también producían hidromiel fermentado. Se dedicaban a la caza y a la pesca conservando la carne mediante “ahumados”.

Los grupos guaraníes del litoral llegaron con bastante amplitud al Delta: eran los guaraníes de las islas -según Canals Frau-, llamados chandules.  Estuvieron en la Isla Martín García y hacia el sudeste de la zona de Buenos Aires, “de ellos tenemos muy pocas noticias, ya que desaparecieron muy tempranamente.”  [63]

Otro grupo, también con escasas noticias lo constituyeron los que habitaron “en la zona del Carcarañá, en las islas vecinas a su desembocadura”; tercero, otro grupo asentado al norte de la provincia de Corrientes, que fue aumentando en el período hispánico con aportes traídos por los españoles del Paraguay; cuarto los guaraníes de la mitad oeste de Misiones, al parecer de la tribu cainguá, cuyo centro se hallaba en el Paraguay” y sobre quienes hay mayor información histórica. Algunos estudios lingüísticos indican que antes de la conquista vivieron al este de Misiones y que luego llegaron quienes ocuparon el noroeste de Corrientes.  También es sabido que después,  “los españoles ayudaron a difundir ampliamente su idioma en el litoral”.

El antropólogo Antonio Serrano estudió acerca de otro grupo menor, “en la costa norte del Uruguay, al norte de Concordia, en San Javier y en la costa misionera”.

En su primer origen los poblados contaban de cuatro a ocho grandes casas comunales, de hasta 50 metros de largo, constituyendo una especie de grandes galpones con techo a dos aguas; con todo, hacia el sur, parecen desarrollarse las habitaciones familiares, no comunales”.  [64]

Habitaron en tres zonas distantes aunque formaban una unidad étnica y lingüística: vivían tribus guaraníes a orillas del río Paraná, en el delta y en las islas situadas hasta la altura de la ciudad de Santa Fe; en el norte de Corrientes y en Misiones mientras los chiriguanos estaban al oeste de Salta y Jujuy.  [65]

Es oportuno tener en cuenta que estos guaraníes de Bolivia,  “no son directamente procedentes del Paraguay, como generalmente se supone, sino que provienen de las costas del Brasil en la región de Santa Catalina; un grupo de esos guaraníes brasileños, en 1521, dirigidos por un portugués de nombre Alejo García, partió en invasión hacia el Imperio Incaico, atravesando en su camino el Paraguay y  uniéndoseles allí otros guaraníes paraguayos, luego atravesaron el Chaco e invadieron la región de Cochabamba y Chuquisaca del Imperio Incaico, donde ocasionaron muchos destrozos, pero a poco fueron vencidos por el general Yaca, enviado por Huayna Capac contra ellos, y volvieron en parte al Paraguay al Brasil. Alejo García, fue muerto en el camino de regreso por sus mismos compañeros.  Un grupo de estos guaraníes se quedó en Santa Cruz, y formó el núcleo que originó los chiriguanos actuales, donde son entre 20.000 y 30.000”, destacó Ibarra Graso a fines del siglo veinte.  [66]

Una de las características más notables de la cultura guaraní fue el principio de solidaridad que prevalecía sobre el concepto de propiedad privada.

Reiteró el mencionado antropólogo que cada pueblo tenía un cacique -tubichá-, que “era hereditario y sumamente obedecido”. Los shamanes o hechiceros estaban altamente desarrollados, habiéndolos hacedores de lluvia, adivinadores, etc, con culto a los que se habían destacado en ello.  Profetas de estilo verdaderamente bíblico; creencia en un ser superior, creador incluso, pero no único, junto con una rica mitología de la creación; mito de un tigre celeste que devora a la Luna o al Sol en los eclipses. Uso del tambor de señales.”

“El pueblo común era denominado mboyá, y tenía obligación de trabajar las tierras de los caciques, levantarles sus casas, seguirlos en la guerra y entregarles sus hijas, según refiere el padre Lozano. Conjuntamente existía la esclavitud, y la antropofagia, especialmente de los prisioneros de guerra.”

Si eran atacados, enseguida “se confederaban varias tribus y elegían un jefe supremo”.  El historiador José María Rosa también ha destacado que “su religión era fetichista, y su rasgo más destacado era comer a los enemigos para apoderarse de su fuerza y habilidad.  No eran antropófagos habituales, sino por práctica ritual”.

Esos comportamientos han orientado hacia otra conclusión: “Juan Díaz de Solís sorprendido, muerto y consumido por los indígenas, pudo haber sido por estos grupos y no por los charrúas como han reiterado en varios textos porque éstos no comían carne humana.”

Reconocían como bienes de propiedad privada aquellos que necesitaban diariamente para uso personal: los muebles, hamacas, vasijas, morteros, elementos para caza y defensa, como el arco y las flechas; casi todos objetos elaborados con mano de obra personal.  Defendían como bienes naturales y de pertenencia comunitaria: la tierra y sus minerales; las lagunas y los ríos; los peces y distintas especies de hábitos acuáticos; los vegetales, montes y selvas y todos los animales que habitaban en distintas regiones, eran bienes de la comunidad.  En consecuencia, lo cazado y lo pescado era compartido, igual que los frutos y panales recogidos y las bebidas que con esos productos elaboraban. Vivían sin previsiones porque estaban convencidos de que el consumo moderado no agotaría los bienes que la Naturaleza renovaba ciclo tras ciclo. Eran más espiritualistas que materialistas.

A fines del siglo XVI con la llegaba de los europeos -mayoría de españoles y portugueses-, los indígenas comprendieron que esos hombres interpretaban la vida y la convivencia de manera diferente porque estaban casi todo el día ocupados en distintas negociaciones y procuraban aumentar continuamente los bienes materiales.

Hasta entonces, los guaraníes andaban “en cueros vivos como Dios los echó al mundo” -escribió Ulrico Schmidel- y las mujeres usaban un “cubre-sexo triangular”, tenían absoluta libertad hasta el matrimonio y a partir de ese vínculo, el adulterio era severamente castigado.  [67]

Es oportuno reiterar lo expresado por Dick Ibarra Grasso:

“Un detalle importante aquí: eran pueblos fuertemente patriarcales, peores que los antiguos griegos, pues pensaban que la mujer no era más que un saco en donde se desarrollaba el germen proveniente del padre.  En consecuencia, cuando capturaban un enemigo importante le proporcionaban mujeres de su propia tribu para que tuviera hijos con ellas, y así luego darse la satisfacción de comerse a su enemigo y a sus hijos”.  [68]

Tales costumbres provocaron un enfrentamiento con las concepciones de los sacerdotes franciscanos y jesuitas que llegaron hasta sus tribus. Las diferencias idiomáticas también impidieron el inmediato entendimiento y comprensión, pero la mutua tolerancia fue generando una confluencia cultural beneficiosa para ambos sectores.

Los guaraníes creían en Tupá, un Ser Supremo que los protegía y temían a Añá, el demonio errante. Cuando comprendieron que tendrían que convivir con aquellos hombres de cultura diferente, manifestaron algunas resistencias en defensa de sus hábitos y creencias y fue entonces cuando las miradas y los gestos revelaban pensamientos y actitudes insoslayables. Tras esas expresiones mímicas, los hispánicos para que les entendieran mejor, necesitaron usar algunas voces guaraníes y ellos también aprendieron a pronunciar palabras en el idioma de los recién llegados…

A la vez que en distintas latitudes comenzaba el mestizaje, los sacerdotes insistían en la trascendencia de la Fe enseñando algunas oraciones y lo elemental de la doctrina de la iglesia católica apostólica romana.

No fue por casualidad que se pusieron de acuerdo para unir las voces guaraníes Tupá -Dios- y mbaé  -pertenencia o propiedad- para reconocer como Tupambaé, a las grandes parcelas de tierra donde todos trabajaban solidariamente, porque constituían la tierra de Dios que cultivaban para el servicio de Dios… [69]

Gobernador Hernandarias: convocatoria a Jesuitas…

El rey Felipe II mediante Real Cédula de 1608 “dio orden de incrementar la labor misionera” y en ese tiempo, los sacerdotes de la Compañía de Jesús, creada por Ignacio de Loyola comenzaron a desarrollar una intensa labor de adoctrinamiento y de formación en diversas expresiones artísticas.

No ha sido por casualidad que el historiador argentino, santafesino, Juan Mario Vigo destacara que las obras de Hernandarias demuestran que fue “un estadista, héroe y visionario”.  [70]

Los Jesuitas fueron convocados por el gobernador Hernando Arias de Saavedra para que desarrollaran sus misiones en el Paraguay, en la región meridional y distribuidos entre la provincia de Misiones, orillas del río Uruguay, norte de Santa Fe y provincia de Salta. Prácticamente constituyeron “un foco evangelizador independiente” porque no tenían relación con los Obispos y la administración estaba a cargo de la misma orden religiosa.

Los gobernadores de las provincias les adjudicaban las tierras realengas donde instalarían las Misiones, también nombradas Reducciones.

Mediante Real Cédula, Felipe II en 1581 estableció que para preservar la obra evangélica y la incontaminación de los indios, no podían acceder a las Misiones los españoles, tampoco los negros, mulatos o mestizos. Las autoridades políticas ejercían el vicepatronato.

Los sacerdotes jesuitas se dedicaron específicamente al adoctrinamiento: inculcaron la Fe cristiana y modificaron la organización social de las comunidades indígenas:

“La catequesis de los primeros contactos con los indios se basaba en la enseñanza por la mímica, la escritura ideológica y las representaciones plásticas, porque el misionero aún no había aprendido la lengua de sus fieles. Esta primera fase fue siempre corta, aunque meritoria, por la rapidez en que los misioneros aprendieron las distintas lenguas.

La enseñanza consistía en el aprendizaje de las oraciones y la explicación de la doctrina cristiana, cuya característica básica era la claridad, la sencillez y el recurso de acudir a las comparaciones con hechos cotidianos para lograr una mejor comprensión”.   [71]

Aunque en torno a la vida en las Reducciones han difundido una tenebrosa leyenda, también perduran los reconocimientos favorables.

Han destacado que los Jesuitas “acudieron en primer lugar, al trato afectuoso, a defenderlos de los abusos y poner de manifiesto los aspectos más atractivos de la religión. El paso siguiente era lograr que vivieran como personas civilizadas; de ahí, el interés de los misioneros para integrarlos en pueblos, donde se imponía la vivienda unifamiliar y se apartaban de vicios y costumbres consideradas degradantes. Con ello, ya tenían el camino preparado para demostrarles la falsedad de sus dioses o ídolos, con el argumento de que no podían ser dioses quienes se dejaban destruir, razón de la destrucción sistemática de todo lo que recordase su antigua religión.  Se procuró que el misionero gozara de prestigio y llevara una vida ejemplar para dar credibilidad a sus predicaciones.  Los métodos pastorales encaminados a lograr que el indio conservara la fe y tuviera una vivencia profunda de la religión, consistían en la administración de los sacramentos y la predicación”. La Eucaristía -entre los jesuitas y los agustinos- era “una fuente de gracia y eran partidarios de fomentar su administración”… [72]

Hay descripciones sobre conductas y controles de los jesuitas acerca la población guaraní, entre ellas la Memoria de Don Gonzalo de Doblas, Teniente de Gobernador del departamento de Concepción. Algunos relatos revelan esos pueblos ya sabían satisfacer sus necesidades básicas con mínimos recursos: eran sedentarios y se dedicaban a la agricultura.  Los sacerdotes los orientaron hacia la vida comunitaria desarrollando otras aptitudes, incluso sus cualidades artísticas.

Desde mediados del siglo XVI, en distintas circunstancias se enfrentaron los indígenas que habitaban las orillas del ancho río Paraná con españoles o criollos. Los indios desde las costas hostigaban a la tripulación cuando las embarcaciones llegaban al estuario del Plata y navegaban por esa región. Durante un combate asesinaron a doce soldados, al general Iñigo García de Velazco y al Teniente general de la gobernación Bartolomé de Sandoval.

Hernandarias con 230 hombres y durante seis meses, recorrió esas zonas y cuando logró alejarlos regresó al Paraguay.

Si transitar por esos lugares era una proeza, intentar dialogar con los caciques de diferentes tribus con el propósito de entenderse para poder inculcarles otras actitudes y creencias, era una hazaña.

En consecuencia, es innegable la labor tesonera desarrollada en las misiones y las Reducciones orientadas por los Jesuitas.

Fundación de Reducciones…

Para la fundación de una Reducción, el sacerdote y los indígenas elegían el sitio más conveniente que necesariamente debía ser un lugar de tierras fértiles que tuviera  cerca algún curso de agua y suficientes montes para disponer de leña.

Señalaban los lugares destinados al templo, la plaza y las viviendas. Plantaban una alta cruz como señal de Fe y símbolo del Evangelio. Esos espacios constituían el casco de la estancia que estaba rodeado por árboles frutales y protegido con puestos de vigilancia del ganado, generalmente ranchos y algunos corrales.

Distribuían las tierras del abambaé de acuerdo a los cacicazgos y con límites precisos trazaban los lotes rectangulares para cada familia con el propósito de evitar conflictos. Si en el terreno había alguna laguna, los lotes se distribuían en los alrededores.  En algunos lugares fue necesario realizar “originales obras de ingeniería” en tierras anegadizas a los fines de poder utilizarlas para cultivos. Han destacado que así sucedió en las Reducciones de Concepción y Jesús.

Salvo excepciones, en las Reducciones sólo estaban las familias que se habían integrado y los sacerdotes porque consideraban necesario preservar a esos grupos de influencias externas ya que tenían asegurado el bienestar proporcionándoles vivienda y alimento, protegiendo la salud, estimulando el aprendizaje y la recreación.

Oraciones, trabajo y recreaciones…

Al amanecer, los jesuitas con todos los integrantes de la Reducción rezaban el Rosario y luego celebraban la Santa Misa, justificándose sólo la ausencia de los enfermos o impedidos.  En los lotes del amambaé -donde realizaban los cultivos comunitarios- y en los del tupambaé -destinados a Dios, o “hacienda de Dios”-, colocaban cruces para acercarse y orar al finalizar la jornada o construían capillas para que también rezaran los viajeros que pasaban por esos lugares.

 

En las Misiones jesuíticas aplicaban dos sistemas de trabajo y de propiedad de los bienes. El abambaé era el sistema referido a la propiedad de los indígenas, lo pertinente a su familia y el tupambaé abarcaba la “tierra de Dios”, en parcelas que estaban más alejadas del pueblo y destinadas al trabajo comunitario a fin de lograr lo necesario para los servicios religiosos y la ayuda a determinados integrantes de la comunidad si carecían de recursos.

En el abambaé…

Era reconocido como el abambaé, el terreno que los caciques repartían para trabajos agrícolas. Todos los planos y las escrituras estaban archivados en el Cabildo.  El laboreo de la tierra lo realizaban los adultos incluso los caciques, tres días por semana y lo que obtenían era propiedad exclusiva de la familia agricultora. Cultivaban maíz, porotos, calabaza, zapallo, mandioca, caña de azúcar, hierbas aromáticas…  Descansaban los días sábado y domingo.  En el tupambaé, también todos trabajaban tres días por semana en cultivos de mayor escala y que podían ser almacenados: generalmente legumbres (porotos, garbanzos, lentejas, arvejas); granos (trigo y maíz) y el cuidado de los árboles frutales. En la zona de Corrientes y Misiones y al este del río Uruguay, crecían en forma salvaje los arbustos conocidos como la yerba (ilex paraguariensis), cuyas hojas oblongas y aserradas en el borde, secas y tostadas servían para preparar una infusión: el té paraguayo o yerba mate.  Los indígenas la utilizaban diariamente y la recomendaban con fines curativos.  Luego se comprobó que contiene tanino, cafeína y valor vitamínico.

Para llegar hasta los yerbatales salvajes, los guaraníes tenían que recorrer extensos caminos con irregularidades en el terreno y una vegetación baja que provocaba enormes esfuerzos.  Los trabajos de extracción se realizaban prácticamente en la selva.

El Padre Antonio Ruiz de Montoya tras su convivencia con los guaraníes escribió: “…tiene la labor de aquesta yerba consumidos muchos millares de indios; testigo soy de haber visto por aquellos montes osarios bien grandes e indios que lastima verlos y quiebra el corazón saber que las más mueren gentes descaminadas por aquellos montes, en busca de sabandijas, sapos y culebras, y como aún de restos no hallan, beben mucho esa yerba, de que se hinchan los pies, piernas y vientre, mostrando el rostro solo en los huesos y la palidez, la figura de la muerte”…  [73]

Desde el punto de vista del jesuita alemán Sepp, “esta yerba es muy sana y tiene efectos beneficiosos en varios aspectos: calma la sed, quita el hambre y reconforta el estómago, es un poco amarga.”  [74]

El gobernador Hernando Arias de Saavedra -Hernandarias-, ejerció el cargo de gobernador durante cuatro períodos y han reiterado que fue un gobernador honesto y respetado. Insistía en que la costumbre de tomar mate promovía el ocio improductivo y se animó a prohibir que cebaran mate en determinados lugares.

Acerca de la producción y comercio de la yerba mate…

El Padre José Cardiel escribió que en los primeros intentos de producción de nuevas plantas de yerba no lograron los resultados esperados.  Luego observaron que las semillas -del tamaño aproximado a un grano de pimienta-, estaban recubiertas por una sustancia gomosa y las limpiaban antes de ponerlas en la húmeda tierra; luego las trasplantaban y en dos o tres años eran arbustos vigorosos.

En 1636 los guaraníes produjeron abundante yerba mate y orientados por el Padre Ruiz de Montoya la enviaron al Colegio de Asunción para la venta con la finalidad de disponer de recursos para comprar más semillas y ganado.  La creciente producción de yerba mate en las Reducciones generó la protesta de los comerciantes españoles hasta que mediante una Real Cédula del 11 de junio de 1645, esos pueblos fueron autorizados a la comercialización de los excedentes del consumo interno incluso con permiso para crear bases -es decir residencias- para los despachos en los puertos de Santa Fe y Buenos Aires. Continuaron las protestas y la Audiencia de Buenos Aires, en 1666 estableció un cupo anual de 12.000 arrobas para la producción yerbatera en aquellos pueblos misioneros.

La mayor producción de yerba mate se registró en Corpus Christi, Nuestra Señora de Loreto y San Javier.

El mate en aquel tiempo generalmente era una calabacita donde se colocaban la yerba y bombillas de fino junco que servían para absorber la infusión. Recomendaban que el agua fuera caliente, sin llegar a la ebullición porque desmejoraba el rendimiento de la yerba. Luego también usaron mates y bombillas de metal. El uso se extendió a otras regiones, sirvió como complemento alimenticio en zonas pampeanas y serranas: tomaban mate los gauchos y también lo cebaban en los fortines.

Cultivos y talleres…

En las Misiones criaban gallinas, ovejas y cerdos que servían para la alimentación de los sacerdotes, acostumbrados a un tipo de dieta diferente.  Tenían árboles frutales y las mujeres también trabajaban en las huertas, cultivaban perejil y orégano, entre otras hierbas aromáticas; generalmente lechuga, rabanitos, zanahorias y cebollas. Funcionaba una cocina con salón comedor.

En las Reducciones de Misiones, impulsaron la producción de arroz, algodón y tabaco y algunas cosechas también sirvieron para exportar a otros pueblos. Allí estaban instaladas la carnicería y panadería para proveer a toda la comunidad; las fábricas y hornos para cerámica -tejas y otros objetos de uso-; elaboraban la yerba mate e hilados de algodón o lana; funcionaban los talleres artesanales: carpinterías; esculturas y tallados; fundiciones,  herrerías y orfebrería -destacándose la Reducción de Apóstoles por los trabajos en platería y la fundición de campanas-; curtiembre y trabajos en cuero.

En la Reducción de Loreto -la primera, instalada en 1610-, realizaban trabajos de imaginería y desde el año 1700, funcionó la primera imprenta instalada en el vasto territorio luego reconocido como la Argentina.

(Más allálo que aún no se ha escrito.

Mas acá, han anotado que en 1695, había muerto un tercio de la población de Loreto.

Dos mil fallecieron en San Carlos y seiscientos en la Candelaria.

Cinco años después, tras otro control registraron que en las Misiones del noreste vivían aproximadamente 86.173 personas.)

En el tupambaé…

El tupambaé era el extenso terreno -centenares y miles de hectáreas- que pertenecían a la comunidad y estaban más alejados de la población y de los cultivos del abambaé.  Antes de la partida para trabajar en esas tierras, el sacerdote explicaba a los guaraníes cuál era el propósito de esas labores y oraban dando gracias a Dios.

Durante cuatro a seis horas, dos veces por semana, los indígenas que tenían entre dieciocho y cincuenta años de edad, debían ir a trabajar a las sementeras y han reiterado que mientras hacían ese recorrido entonaban canciones.

Si era necesario por las condiciones climáticas, en el tupambaé trabajaban más de tres días por semana y así sucedía durante el tiempo de las cosechas, cuando todos colaboraban porque los beneficios que se obtenían en esas explotaciones, eran destinados a los gastos del Culto Católico: construcciones y mantenimiento de las capillas, adquisición de objetos para ceremonias religiosas; manutención de los sacerdotes y también para la compra de las herramientas de trabajo.

Cuando la producción del abambaé era insuficiente se utilizaban los recursos del tupambaé y también en épocas de epidemias, parte de esos bienes se destinaban a la comunidad afectada.  Separaban una parte de la producción para repartir entre los ancianos, viudas, huérfanos e inválidos.

Los excedentes eran depositados hasta el momento del comercio con Asunción del Paraguay, Corrientes, Buenos Aires, Santa Fe… y con esos recursos, pagaban el tributo anual al Rey, ya que al no prestar servicio personal a encomenderos, estaban obligados a una contribución anual por persona que no podía ser en especies sino en “plata”. Como en las Reducciones no había moneda, necesitaban obtenerla afuera.  También era frecuente el trueque entre distintas poblaciones.

En las reducciones de La Cruz, San Francisco de Borja, San Juan Bautista San Lorenzo, San Luis San Miguel -20.000 km2-, San Nicolás, Santo Ángel, Santo Tomé y Yapeyú -la mayor de todas, de 300 x 600 kilómetros-, había campos aptos para el pastoreo de equinos, ovinos y vacunos obteniéndose el cuero necesario para diversos usos y artesanías.  La producción agrícola resultó óptima en Candelaria, Jesús,  Itapúa, San Cosme y Damián, San Ignacio Guazú, San Ignacio Miní, Santa Ana, Santa María de Fe, Santa Rosa, Santiago y Trinidad.

Premios y castigos

El rendimiento en las Reducciones era evaluado en forma continua por el Padre y los Caciques; a ellos los controlaba el Alcalde y en consecuencia, había premios y castigos.

El primitivo método del azote se aplicaba aún a mujeres y niños, ya que ellos trabajaban retirando malezas e insectos o ahuyentando a los pájaros para evitar que devoraran las semillas recién puestas sobre los surcos o picotearan los frutos.

En la tierra de Dios donde conviven diversas comunidades,

los hombres han de ser, su “imagen y semejanza”…

Familias: matrimonios, hijos…

En la cultura guaraní, durante la pubertad comenzaban las relaciones sexuales, generalmente entre los diez y doce años.  Diversos estudios revelan que las mujeres tenían rasgos emotivos, eran vigorosas y cultivaban la tierra como reafirmación del valor de la fecundidad.

Ellas se casaban entre los diez y doce años de edad con su elegido, aproximadamente un par de años mayor.  Las mujeres confesaban esa elección a sus padres -luego también a los Curas- y ellos generalmente aceptaban.  Han destacado que “el casamiento preferido” solía ser con el hermano de la madre, porque ellos desempeñaban “un papel primordial en el grupo doméstico”.

Todas las parejas del lugar se casaban en la misma ceremonia.  Los familiares ya les habían preparado una vivienda y juntos iban hasta allí, donde terminaba la ceremonia cuando la mujer entraba el cántaro cargado con agua y el marido traía la leña para el fuego.

Es oportuno destacar que en las Misiones, las familias no cocinaban adentro de las viviendas.  Construían los fogones en la parte exterior, debajo de los aleros y así lograban que el humo producido al encender los leños ahuyentara a los insectos.

Ante el nacimiento de un hijo participaban en un conjunto de rituales, entre ellos la cuvada, momento en que “el hombre afirma el derecho de ‘segunda madre’, se declara reproductor y marca la ascendencia definitiva con el hijo que va a nacer”.

Desde Asunción del Paraguay, Marilyn Godoy ha reiterado que “según unos es una manifestación de protesta contra la resistencia femenina a la dominación.”

“…Para ser reconocidos como padre el hombre debe cumplir una serie de funciones ‘maternales’ como cuidar y proteger al hijo que va a nacer. El convertirse en ‘madre masculina’ le permitirá ser llamado padre”…  Es el primero en tomar al hijo en brazos y otro hombre, llamado abuelo asiste al parto en lugar del padre”…  [75]

También han expresado que “es la tía paterna quien tomará al niño en sus brazos y le acariciará”…

Los padres criaban a sus hijos hasta los cuatro o cinco años y después, para su educación eran integrados a la comunidad bajo control del Alcalde: divididos en grupos por sexo, les inculcaban religión y hábitos de convivencia, aprendían a leer y a escribir, jugaban.  Las mujeres antes de llegar los jesuitas sólo usaban “un simple cubresexo” pero luego, por imposición de los sacerdotes usaron el tipoy -de origen andino-, vestido sin mangas largo hasta debajo de las rodillas, confeccionados con telas de algodón en verano y de lana de oveja en invierno, tejidos por ellas y teñidos en los colores que cada una elegía.  Ibarra Grasso en sus descripciones sobre la Argentina Indígena, expresó que el tipoy “consistía en una bolsa de algodón con abertura para sacar la cabeza y los brazos y que llegaba hasta los tobillos”.

Los hombres, se vestían con pantalones y camisas; usaban gorros, birretes o sombreros.  Preferían andar descalzos pero para algunas ceremonias se ponían zapatos.

“Como adornos, se usaban las plumas en la cabeza, los brazos y los tobillos; la pintura y el tatuaje del cuerpo eran comunes en ambos sexos.  Se señala también el uso de adornos de oro y plata, en la cabeza y las orejas, los cuales sin duda obtenían por comercio con la región andina.  El adorno masculino por excelencia era el tembetá, de forma y materiales diversos según las tribus.

Las armas consistían en el arco y la flecha, siendo el arco de seis pies de largo según Azara; la flecha con punta de madera, o de hueso, sin empleo del carcaj; finalmente la maza o macana, con cabeza circular de piedra, con frecuencia imitada de formas de bronce.

Canals Frau dice que la macana suele ser cuadrada, o tomar la forma de un sable de madera con filos agudos, en lo cual tenemos otra imitación de formas anteriores metálicas.  La navegación estaba muy desarrollada, de modo que las tribus del Delta poseían centenares de canoas monoxilas de gran tamaño, que eran las que posteriormente se señalan como puestas de a dos o tres, formando una especie de balsa, por los navegantes españoles.”   [76]

Ceremonias fúnebres…

En la cultura guaraní, “los enterramientos se realizaban en dos tiempos, o sea con descarnamiento previo, depositándose finalmente los huesos en grandes urnas de arcilla”.  Realizaban “sacrificios de sirvientes y mujeres sobre la tumba de los jefes principales, lo cual es un rasgo de cultura superior”…  [77]

Los jesuitas también influyeron para el cambio de costumbres en los ritos fúnebres.  Envolvían el cadáver desnudo con un lienzo blanco grande y lo colocaban en un ataúd comunitario cubierto con un paño negro a fin de celebrar los rituales. Terminada la misa o las oraciones de la tarde, así lo trasladaban sus parientes y amigos desde la casa familiar hasta el templo.  En el pórtico los esperaban los músicos que ejecutaban diversas composiciones con sus artesanales instrumentos hasta que llegaba el cortejo y entonces, salía el sacerdote con una capa negra y sosteniendo una alta cruz, acompañado por los monaguillos. Volvían a entrar, seguidos por quienes trasladaban el ataúd: familiares y amigos que expresaban el dolor con lamentos y llanto.  El cura rezaba un responso y todos salían por una puerta lateral hacia el cementerio que estaba cerca o lindante con la capilla, excepto el destinado al enterramiento de los fallecidos por epidemias que estaba lejos del poblado. En unas parcelas enterraban a las mujeres y en otras a los hombres; en unas a los niños y en otras a las niñas, sólo amortajados. Algunas mujeres llevaban cántaros con agua y la arrojaban sobre la sepultura hasta que formar barro; colocaban una cruz y luego una pequeña lápida con nombres y fechas.

A los sacerdotes los enterraban frente al altar principal o en pequeñas criptas.

Trabajo y tiempo libre.

En las Misiones inculcaron la cultura del trabajo, estimulaban el ocio creativo y aun los perezosos o abúlicos debían cooperar en las labores comunitarias.

Para la provisión de carne traían ganado de las estancias, lo dejaban en los corrales y después de la faena, diariamente repartían lo necesario a cada familia.

Los guaraníes, en su lote agrícola del abambaé cultivaban mandioca, maíz, batata, porotos, zapallos y consumían frutos silvestres. Criaban gallinas, cabras y cerdos pero como no estaban acostumbrados a comerlos, generalmente eran consumidos por los sacerdotes.

El día domingo asistían a misa y después organizaban sus entretenimientos: unos iban a cazar, otros participaban en torneos de tiro con arcos y flechas o en carreras a caballo; algunos preferían la música: canto y danzas con participación de los más jóvenes o de los niños.

Centros de promoción cultural…

La descripción de diversas actividades impulsadas por los jesuitas en las Reducciones demuestran que funcionaban como centros de promoción cultural.

A los hábitos de conservación de los bienes naturales que tenían los guaraníes, los sacerdotes fueron incorporando otros aprendizajes durante más de un siglo y medio de convivencia. Enseñaban a tallar sobre madera y a esculpir las piedras con representaciones simples; destinaban tales materiales decorados a las construcciones de viviendas e iglesias.

El doctor Gustavo Víttori ha reiterado lo expresado por Vicente Gesualdo:

“…en ellas diez generaciones de indios conversos trabajaron arduamente desde su fundación creando un volumen considerable de obras de arte, se levantaron en esa área y en cada uno el despliegue de trabajo fue increíble. Se calcula que más de 4.000 imágenes se tallaron en las misiones en ese período.”

También han recordado el testimonio del Padre Bernardo Nusdorffer de 1737 durante una investigación sobre “presuntas riquezas de las reducciones jesuíticas”:

“Alaban mucho los declarantes las manufacturas de los indios, pero lo verdadero es que tal cual vez que se le envían a los Oficios algunas pinturas o Santos Cristos, o estatuitas de palo, para venderlas, están diez o doce años sin hallar comprador, y sucedió que, después de tantos años de espera, para no volverlas a traer otra vez al pueblo, por caminos tan largos, se tuvo por mejor el darlas sin precio”.      [78]

En las Reducciones, los días de conmemoraciones religiosas distintos grupos danzaban y organizaban representaciones teatrales expresándose en idioma guaraní.

Escuela de música en Yapeyú…

En la Reducción de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú funcionó una escuela de música con instrumentistas.

Han reiterado que desde las ciudades españolas, no sólo acudían por su organización y calidad artística, “sino también por haber llegado a ser el gran taller de toda clase de instrumentos musicales: órganos, arpas, violines, trompas, cornetas, chirimías y toda clase de instrumentos, los que se exportaban a las otras Reducciones de indígenas y a las ciudades de los españoles”.  El Padre Furlong destacó que en Yapeyú también funcionaba “una escuela coreográfica y de representaciones teatrales”

El Padre Antonio Sepp, alemán, “fue uno de los grandes músicos”. Llegó a Buenos Aires y fue destinado a la Reducción de Yapeyú donde empezó a trabajar en el año 1691. Había traído de su tierra natal varios libros de música, algunos impresos y otros copiados a mano.

Un año después, el Padre Sepp informó:

“Pude observar que estos indios guardan el compás y ritmo, aún con mayor exactitud que los europeos, y pronuncian los textos latinos con mayor corrección, no obstante su falta de estudios”.

“…este año de 1692, he formado a los siguientes futuros maestros de música: 6 trompetas; 3 buenos diorbistas; 4 organistas; 30 tocadores de chirimías; 18 cornetas; 10 de fagote.  No avanzan tanto, como yo deseo, los 8 discantistas, aunque progresan a lo menos algo cada día.”

Su labor entre los indígenas fue reconocida también en Buenos Aires, donde a principios del siglo siguiente, el 5 de junio de 1723, el Padre Matías Ströbel desde esa ciudad, expresaba:

“…hace pocos días, que hemos escuchado a los músicos de la Reducción de Yapeyú, que es la más cercana, y que cantaron a varias voces. Había dos tiples, dos contraltos, dos tenores y dos bajos acompañados de dos arpas, dos fagotes, dos panderetas, cuatro violines, varios violoncelos y otros instrumentos análogos.  Cantaron aquí las vísperas, la misa y las letanías, junto con algunos otros cánticos, de tal suerte, con tanta gracia y arte, que, quien no los estuviese mirando, creería que eran músicos de alguna de las mejores ciudades de Europa que hubiesen venido a América.”  [79]

El Padre José Cardiel S. J., en su Carta Relación de 1747 describe diversos aspectos de la vida en los pueblos guaraníes y destaca que “en todas sus iglesias tienen 30 ó 40 músicos… Es oficio de mucha honra entre ellos, como también el de Sacristán y monacillo, y todo lo que pertenece a la Iglesia.  Aprenden música desde la edad de 8 ó 9 años con un maestro indio, que con tesón, como cosa de culto divino, cuida de su empleo.  Introdujo la música a principios un padre Alemán, que había sido músico en la Capilla Imperial” -el Padre Sepp-; “y después acá la han adelantado otros muchos Padres Inteligentes de esta facultad; y con papeles que los más diestros han compuesto, especialmente un Italiano, músico que fue de San Juan de Letrán en Roma”…

Es oportuno tener en cuenta lo expresado por el Padre Carlos Cattáneo acerca de su desembarco en Buenos Aires, porque en ese momento llegaba también una embarcación procedente de Yapeyú, con músicas y cantores para festejar la llegada de más misioneros europeos.

Canta, negrito, canta…

Otro dato significativo acerca de mediados de ese siglo, es el Memorial para el Yapeyú con órdenes del Provincial Padre Manuel Querini, después de su visita a la Reducción:

“Supuesto que a los colegios se les hace el beneficio de tener los negritos, que vienen a aprender la música, es razón que se les haga el beneficio cumplido; y por eso se repartirán los negritos en las casas de los indios, en donde se cuidará mejor del aseo y limpieza de que ellos necesitan más que otros; daráseles también algún lienzo para que tengan remuda en su vestuario, que no padecerá el Pueblo por hacer esta limosna; comerán los negritos a mediodía en nuestra casa, y por la noche se dará alguna carne de más, o a ellos mismos, o a las casas que tienen cuidado de ellos”.

La expulsión de los jesuitas se concretó prácticamente en diciembre de 1768 y durante ese mes, el Marqués de Loreto envió una nota al Deán de la Santa Iglesia Catedral que revela la formación musical que habían logrado los indígenas de Yapeyú:

“Para proveer esta superioridad a la instancia adjunta del Pbro. Don Juan Goyburu, Maestro de Canturia del Seminario Conciliar, sobre la licencia que solicita para venir del pueblo de Yapeyú el indio, músico de profesión, Ignacio Azurica, con destino a él, y también para concurrir a las funciones de esa Santa Iglesia en la forma y por los indios que se expresan, hallo conducente y necesario que me informe lo que se ofreciere”.

1602: aproximación a la “Paracuaria”…

En 1602, tras un diálogo entre el gobernador Hernandarias y el Obispo Fray Reginaldo Lizárraga -de la Orden de Santo Domingo-, acerca de “los mejores medios de realizar la conquista espiritual” de los indios, decidieron establecer una Provincia Jesuítica en Asunción.

Dos años después, el 9 de febrero de 1604, el General del a Compañía de Jesús, Padre Claudio Acquaviva desde su sede en Roma, bajo su dependencia directa en lo relativo a la administración, creó la Provincia Jesuítica del Paraguay conocida entonces como “Paracuaria”.

El Padre Diego de Torres Bollo sería el encargado de la organización, llegó al año siguiente procedente del Perú “en compañía de muchos y egregios misioneros”, la mayoría italianos.

Habían previsto poner en marcha tres Misiones: “la de los Guaycurúes al norte de la Asunción, la de los Guaraníes al sur y la de los Tapes al nordeste, en la región del Guayrá. Para sustento de los misioneros se comprometió el gobernador a entregar a cada dos misioneros la pensión que se daba a un solo párroco de Indias. Ordenó, además, que se proporcionaran a los diversos grupos de misioneros los necesarios ornamentos, campanas, libros y otros objetos”.

El jesuita Diego de Torres, en 1607 fue nombrado Primer Provincial del Paraguay abarcando los territorios que actualmente pertenecen a la Argentina, Bolivia, Chile; el sureste del Matto Grosso y los estados del sur brasileño: Santa Catalina, Paraná y Río Grande del Sur.

El trabajo de organización de las Reducciones fue proyectado en tres direcciones: Al norte -el Guayra- dirigidos por los Padres Simón Massetta y José Cataldino; al sur los Padres Marcelo Lorenzana y Francisco de San Martín; al oeste, los Padres Vicente Griffi y Roque González de Santa Cruz. [80]

Los misioneros para desarrollar el vasto proyecto de evangelización recibieron el pertinente poder:  “Los autorizamos a concentrar en poblaciones a todos los indios cristianos y a gobernarlos con independencia de cualquier control civil español.  En nombre del Rey deben resistir todo intento, cualquiera fuese el pretexto, de tocar siquiera la libertad de los indios.”

Después, difundían los sucesivos logros mediante comentarios publicados en la revista misionera El gran mensaje del mundo y así promovían el acercamiento de otros contingentes de europeos.

(Marcelo Lorenzana nació en León, España, en 1565. En 1583 terminó estudios de Derecho en Alcalá de Henares. Ingresó en la Compañía de Jesús; el Provincial de Perú lo trasladó a Paraguay en 1593; en 1610 fundó la Reducción de San Ignacio Miní.

Francisco de San Martín nació en Neves, Toledo, España.  En 1580 embarcó en Sevilla con los Padres  jesuitas Simón Massetta y Francisco del Valle.  Llegó a América en 1608, con la expedición del Padre Juan Romero que había cumplido la misión en España, referida al vencimiento del permiso otorgado para el pago de derechos…

Sea tenido en cuenta que entre 1537 y 1606, habían registrado 22 levantamientos de indígenas contra las encomiendas de Asunción, Corrientes, Villa Rica y Ciudad Real.)

Expansión de la obra y otros sucesos…

El rey Felipe III -sucesor de su padre Felipe II desde 1598-, creó la Cámara del Consejo de Indias “para proponer nombramientos civiles y eclesiásticos” y se subdividieron las secretarías en cuatro: dos quedaron para el Consejo y dos para la nueva institución, “entre las que se repartieron los asuntos de las grandes jurisdicciones virreinales de entonces: el Perú y Nueva España”.  Al generarse dificultades y tras escuchar a sus Consejeros, el rey Felipe III decidió suprimir tal Cámara mediante Real Cédula del 16 de marzo de 1609 y desaparecieron las dos secretarías. También rebajó el número de Consejeros, de doce a ocho.

A fines de 1608, en el Río de la Plata los Jesuitas habían impulsado el proyecto de creación de una residencia y escuela.

En enero del año siguiente, el Padre Diego de Torres estaba en Mendoza en viaje desde Córdoba hacia Chile y le encomendó al Padre Alejandro Faya la misión de organizarlas, nombrándolo Rector y a los novicios Fabián Martínez y Juan Pastor como maestros de primeras letras.

El 4 de abril de 1609 mediante un decreto real se confiere el Real Patronato a las Misiones Jesuíticas del Paraguay, con la exclusión perpetua de todo servicio personal a los indios que dependerán directamente de la autoridad del virrey.

(El Padre Torres pidió que tales decisiones fueran confirmadas por el rey y el Consejo de Indias.

Así fue mediante Real Cédula del 21 de octubre de 1611.)

 

Los Padres Francisco de San Martín y Marcelo Lorenzana debían trabajar con los guaraníes y como el fraile franciscano Luis Bolaños estaba con algunos grupos aproximadamente unas veinte leguas hacia occidente, lo entrevistaron y lograron disponer de “apuntes de la lengua guaraní que él había hecho”, tal como lo destacó el Padre Furlong Cardiff.

El Provincial de los jesuitas Padre Diego de Torres Bollo, el 15 de junio de 1610 certificaba:

“El P. fray Luis Bolaños… ha trabajado más y hecho más fruto que otros muchos sacerdotes de este obispado, con una vida inculpable y apostólica, y es la persona a quien se debe más en la enseñanza de la lengua de los indios, por ser el primero que la ha reducido a arte y vocabulario y traducido en ella la doctrina, confesionario y sermones’.” [81]

El inmediato entendimiento con el cacique guaraní Arapizandú –“principal de los Paranás”-, facilitó la instalación de la primera reducción de San Ignacio Guadalupe, a partir del 29 de diciembre de 1609 y situada a doce leguas del río Paraná, sector norte de ese río.

Desde el 26 de noviembre de 1609 estaba prohibida la entrada de los españoles y servidores particulares a las Reducciones. El Padre Diego de Torres, Provincial de los Jesuitas, en ese tiempo encomendó la tutela de los guaraníes a los Padres Marcial Lorenzana y Francisco de San Martín.

Destacada en ese párrafo la palabra tutela, teniendo en cuenta que “suelen algunos aseverar que los jesuitas mantenían a los indios en perpetua tutela como en niñez permanente.  Nada más contrario a la realidad histórica, aunque es verdad que los indios se obstinaban en ser perpetuamente niños, y sólo con el transcurso de los años y después de muchas generaciones educadas laboriosamente por misioneros, pudieron conseguir que fueran hombres y aún eso a medias. Cortedad de talento, desidia innata, imprevisión y holgazanería incurables eran las notas características de los pueblos guaraníes”…  [82]

El comienzo del verano de 1609 también resultó ser el inicio de otras gestiones administrativas porque Diego Martín Negrón reemplazó a Hernandarias. Meses después comenzó el primer ataque de los bandeirantes que llegaban desde San Pablo en Brasil hasta el Paraguay y secuestraban a los indígenas a fin de venderlos como esclavos en las plantaciones. Ese año, llegaron al puerto de Buenos Aires varias naves con esclavos embarcados en distintos puertos africanos y al ser autorizada una subasta pública, prácticamente se legalizó ese tráfico a los fines de proveer de mano para trabajos mineros en Potosí. Han reiterado que a ese sistema se lo reconoció como “contrabando ejemplar” y no hay datos precisos acerca de quién acuñó tal calificación.

(El gobernador Martín Negrón, dos años después ordenó un castigo de “cien latigazos a quienes fueran sorprendidos en posesión de yerba”…

En el territorio del Río de la Plata no se había establecido el Tribunal del Santo Oficio –la Inquisición- y el gobernador Negrón lo solicitó, desde el punto de vista del historiador José María Rosa,  “tal vez para molestar o alejar a los negreros ‘portugueses’ de Buenos Aires, a quienes se atribuía practicar en secreto la religión mosaica”.

 

Los misioneros jesuitas Lorenzana y San Martín habían dialogado con el cacique guaraní Arapizandú y el 29 de diciembre de 1609, al sur del río Paranapané -afluente del río Paraná- y en el recodo formado con el río Pirapó, se instaló la primera Reducción de San Ignacio, “a doce leguas del Paraná, sobre la banda norte” y a ocho leguas del arroyo Tebicuary.

Mediante real cédula del 10 de abril de 1610, los indios estaban eximidos del pago de tributo durante los diez años primeros años siguientes a la conversión.

En abril de 1611 registraron los primeros bautismo y ese año, al Padre Lorenzana -reconocido como el fundador-, le sucedió el jesuita Roque González de Santa Cruz y promovió en ese pueblo y en otros cercanos, “el incremento y la organización que después fue típica de los pueblos guaraníes”. Han reiterado que logró reunir hasta tres mil habitantes y que la posibilidad de comunicaciones por el río Paraná facilitó su desarrollo hasta que las invasiones de los paulistas acosaron a los indígenas y el cacique Maracaná pidió a los Jesuitas el traslado a un lugar con mayor seguridad.

(En la Carta Annua de 1611, el Padre Francisco de San Martín había destacado: “Ha tomado la lengua con tantas veras, que la hecho reducida a arte, cosa que hasta ahora no se había acabado de hacer con perfección y que será de mucho provecho”…)

Los sacerdotes José Cataldino y Simón Massetta -en algunos escritos Mascetta  o Maseta-, en 1612 partieron hacia el Guayrá para trabajar con los tapes.

Desde las Reducciones de Nuestra Señora del Loreto y San Ignacio Miní, extendieron el adoctrinamiento hacia el oeste, hasta el río Tibagiba (en dirección a San Pablo).

El Padre Roque González en compañía del Padre Diego de Beroa, recorrió la extensa región entre los ríos Paraná y Uruguay y ambos jesuitas, en 1615 fundaron “la reducción de Itapúa o Villa Encarnación, trasladada seis años después al sitio que hoy ocupa el pueblo del mismo nombre.”

(Hernandarias fue gobernador del Río de la Plata por cuarta vez en el lapso 1615-1618.  Sabido es que nació en Asunción en 1568 y era hijo de Martín Suárez de Toledo y de María Sanabria y Calderón (viuda de Trejo Sanabria, y madre de Hernando de Trejo y Sanabria, primer Obispo de Tucumán y fundador de la Universidad de Córdoba.

Con una hija de Hernandarias se casó el capitán Francisco González de Santa Cruz -hermano del Padre Roque González-, Teniente de Gobernador de Asunción.)

Segunda década del siglo XVII: mayor desarrollo…

El 2 de febrero de 1620, Antonio Ruiz de Montoya hizo profesión de tres votos en la Reducción de Loreto.  Es oportuno tener en cuenta que Antonio Ruiz de Montoya era descendiente de criollos, nacido en Lima el 13 de junio de 1585; convivió con los guaraníes y escribió sobre arte y vocabulario de lengua guaraní.

  • En 1622, el Padre Ruiz de Montoya sucedió al Padre Cataldino como Superior de las Misiones del Guayra.
  • En el año 1620, el jesuita González de Santa Cruz ya era “Superior de las Misiones del Uruguay”, ese año fundó Concepción.
  • En 1626 se fundó la Reducción de: San Nicolás de San Javier (entre los 26 y 29 grados de latitud).
  • El 4 de febrero de 1627 con la presencia del  padre provincial Nicolás Durán Mastrilli, “superior general de todas las casas y reducciones rioplatenses, desde 1623”, fundaron  Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú -o Yapeyú, o Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú, también obra del Padre Roque González porque antes había hablado con los indios y acordaron fundarla.

El Padre Pedro Romero que había participado en la fundación de Yaguapoa en 1627, fue el primer cura de Yapeyú.

El Padre Durán Mastrilli, después de la fundación de Yapeyú, informó:

“…antes de partirme de allí, habían ya cortado madera para levantar una buena iglesia, en el sitio que yo les señalé, y dado principio a desmontar para las sementeras, que es la primera cosa que se hace en la fundación de cada una de las reducciones…”

(El Padre Pedro Romero soportó martirio y murió prisionero de los indios en 1645.)

Entre la perseverancia y el martirio…

En agosto de 1619 ya estaban formándose las Reducciones de San Ignacio y Loreto -la segunda desde julio de 1610- y con el entusiasta apoyo del Padre Antonio Ruiz de Montoya, luego fundaron los pueblos de “San Javier de Tayatí, Encarnación de Nantinqui, San José de Tucutí, Concepción y San Pedro de Gualacos, Siete Ángeles de Tayaoba, Santo Tomás y Jesús María.”

En 1627 estaban organizadas 14 reducciones y el Padre Guillermo Furlong Cardiff destacó que “las irrupciones de los paulistas, que tenían por objeto aprisionar a los indios y venderlos como esclavos, arruinaron estos pueblos con sus frecuentes devastaciones”.

En la región de los tapes, el Padre Roque González durante dos años trabajó en la organización de la Reducción de “Yjuhí” -o Yvahy o Mbaracayú, distante aproximadamente ciento veinte leguas de Asunción y fue la primera región de los yerbales que se explotó.

15-11-1628: asesinato del Padre Roque González.

Sabido es que Roque González de Santa Cruz nació en 1575; en 1599 comenzó su labor evangelizadora con los indios guaycurúes en la sierra de Mbaracayú e ingresó en la Compañía de Jesús el 9 de mayo de 1609. Destacaba el valor espiritual de la Santa Cruz, la Virgen María y la Eucaristía.  Como lo hacieron todos los sacerdotes jesuitas, aprendió la lengua de los indígenas para enseñar el Catecismo y comunicarse fácilmente con esas familias.

En 1611, el Padre González se hizo cargo de la Reducción de San Ignacio fundada dos años antes por el Padre Lorenzana y ese año la población soportó hambre y una epidemia de viruela.  El primer catecismo bilingüe lo elaboró Fray Luis Bolaños y el Padre Roque González realizó una tercera traducción, llegó al Paraná a fines de 1614 y colocó una Cruz Redentora apoyado por el Padre Lorenzana. El 25 de marzo de 1615 fundaron la Reducción de Nuestra Señora de Itapúa luego trasladada a otra orilla (actualmente Encarnación); vivían en chozas de paja y se alimentaban con harina de mandioca y maíz cocido o con cardos silvestres.

El obispo franciscano Reginaldo de Lizárraga lo había nombrado Provisor Vicario General de Asunción y prefirió renunciar para seguir trabajando con los indígenas.

El Padre Roque González recorrió la selva misionera, desde Itapúa partió hacia la laguna donde fundó la Reducción de Santa Ana y con los indígenas construyeron una iglesia  En 1616  fundó la Reducción de Yaguapoa, sólo una cruz y una pequeña capilla, sin sacerdote residente, de breve duración.

El 8 de diciembre de 1619 fundó la Reducción de la Concepción, distante una legua del río Uruguay y tres años después, en 1622 instaló la Reducción de Corpus Christi incorporando a familias trasladadas desde la Reducción de Itapúa.

El Padre Roque González fundó la segunda reducción cerca del río Uruguay, el 3 de mayo de 1626 -día de la Santa Cruz-, nombrada Reducción de San Nicolás de Piratiní y meses después, la de San Francisco Javier, río abajo y en la otra orilla.

Por orden del Provincial de la Compañía Padre Nicolás Durán, fundó la tercera el 4 de febrero de 1627: Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú en el lugar donde confluyen los ríos Guaviraví y Uruguay.  Un año después fue nombrado Superior de todas las Misiones del Uruguay.

Han reiterado un testimonio del Padre Francisco del Valle acerca del ejemplar Padre Roque González que era carpintero, albañil, manejaba el hacha, labraba la madera, enganchaba los bueyes…

También fundó la Reducción de Nuestra Señora de la Candelaria Gazapaminí, destruida por los indios papés; trasladada en 1665 hasta el lugar que actualmente es Posadas y después más al sureste, siendo la capital de todas las Reducciones ubicadas a orillas de los grandes ríos Paraná y Uruguay.

El 15 de agosto de 1628 fundó la Reducción de Asunción de Yjuhí  acompañado por el Padre Vicente Griffi y el 1º de noviembre de 1628 puso en marcha la Reducción de Todos los Santos de Caaró cuando ya se estaban manifestando con mayor violencia los indígenas conducidos por el cacique Ñezú -hechicero del Caaró- y principal de Yjuhí porque manifestaban que iban a terminar con todos los sacerdotes.

Así fue como el 15 de noviembre de 1628, el Padre Roque González de Santa Cruz después de celebrar la misa y por lo relatado mientras estaba tratando de adaptar al culto “la campanita de Caaró”, casi no alcanzó a sentir el  golpe del hacha de piedra sobre su cabeza porque se murió.

(En ese tiempo, los Padres Roque González, Alonso Rodríguez y Juan del Castillo, también fueron asesinados por cuestiones relacionadas con creencias, con la Fe.

El 4 de marzo de 1629 comenzó el proceso de beatificación y canonización que se extendió en Buenos Aires, Corrientes y Montevideo hasta terminar en la Reducción de la Candelaria el 12 de noviembre de 1631; causa que llegó a Roma y fueron “elevados al honor de los altares”.)

1629-1639: atroces invasiones de los paulistas…

En el bienio 1628-29, lograron trasladar mil quinientos indígenas hasta San Pablo para someterlos como “esclavos” porque 3.500 quedaron en el camino tras una agotadora marcha por terrenos irregulares.

Tres años después, los pueblos del Guayra estaban destruidos y abandonados por los doce mil guaraníes que se trasladaron hacia el sur.  Hasta esos lugares llegaron los bandeirantes.  En 1632 aniquilaron a la Reducción de Itatín, en el lapso 1636-1639 invadieron la Reducción Tapé y tras la matanza ambulaban sin tener alimentos suficientes, grupos familiares destruidos, huérfanos, viudas y discapacitados. En 1638, los Padres Antonio Ruiz de Montoya y Francisco Díaz Taño viajaron a España para informarle al rey Felipe IV cómo estaban soportando la invasión de los portugueses para apropiarse de la riqueza minera del Perú.  El Padre Ruiz de Montoya realizó doce peticiones al rey pero como España y Portugal estaban unificadas, sólo enviaban algunas disposiciones aceptando las recomendaciones sin autorizar la organización de la defensa con armas de fuego.  En diciembre de 1638, el Padre Diego de Alfaro condujo un grupo militarmente adiestrado para recuperar indios que habían trasladado a la región oriental del río Uruguay.

El 21 de mayo de 1640 mediante la Real Cédula se autorizó el uso de armas para defensa conforme lo había decidido el Virrey del Perú. Regresó el Padre Montoya de España y se dirigió al Perú para que le entregaran las armas porque si los portugueses seguían avanzando hacia el suroeste, quedarían desprotegidas Asunción, Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires.  Impedían que invadieran otra zona del oeste mediante la organización de la defensa en Moxos, Chiquitos, Orinoco y Guaraníes.

En ese tiempo, el Padre Provincial Diego de Boroa con acuerdo del gobernador y de la Real Audiencia de Chuquisca había autorizado el uso de armas de fuego y el adiestramiento para combates a los indios de esa zona.  Desde Buenos Aires partieron once españoles para formar esos grupos de combate y reunidos los hombres del Padre Alfaro con mil quinientos del Padre Romero, conducidos por esos españoles llegaron hasta la devastada Reducción de Apóstoles de Caazapaguazú para enfrentar a los bandeirantes, quienes inmediatamente huyeron.  Fue el primer triunfo del primer ejército integrado por españoles y guaraníes. Tras esa derrota, los bandeirantes se encontraron en San Pablo a mediados de 1640 con la presencia del Padre Francisco Díaz Taño que traía Cédulas Reales y las Bulas que el Pontífice le entregó en Roma, condenando con severidad el tráfico de indios.  La reacción inmediata fue expulsar a los jesuitas que estaban en esa localidad y  dirigidos por Manuel Pires organizaron un cuerpo de combate con 450 arcabuceros y 2.700 tupíes con arcos y flechas; setecientas canoas y balsas para sorprender a las Reducciones que estaban cerca de los ríos Uruguay y Paraná, capturando la mayor cantidad posible de indígenas.

1643: continuaba la guerra en Europa…

En la batalla de Rocroi, el ejército español a las órdenes de Francisco de Melo, en 1643 fue vencido por las tropas francesas del Príncipe de Condé, “importante estadista francés”. En 1648, firmaron el Tratado de Paz de Westfalia; prácticamente desaparecía la hegemonía de los Habsburgo y comenzaba “la organización de una ‘Europa horizontal’, en la que los países integrantes guardarían entre ellos un equilibrio mecanicista.”

España continuó la guerra contra Francia hasta que en 1659 firmaron la Paz en los Pirineos: otro triunfo de los franceses y mayor decadencia en el reino de España porque “perdió el Artois y algunas ciudades fronterizas de Flandes, Henao y Luxemburgo, así como el Rosellón y una parte de Cerdeña; firmó unas cláusulas comerciales francamente perjudiciales al permitir la introducción masiva de productos franceses en perjuicio de las manufacturas nacionales”.  También fue consecuencia de ese pacto la boda entre Luis XIV y la infanta española María Teresa -hija de Felipe IV y su primera esposa, Isabel de Borbón-, “previa su renuncia al trono a cambio de una elevadísima dote, que, al no ser pagada, serviría al ‘Rey Sol’ para reclamar sus derechos, una vez planteada la sucesión, a la corona española en 1700.”  [83]

“Éxodo guayreño”…

  • El Padre Furlong destacó que los bandeirantes procedentes de la región de San Pablo, con sus continuas invasiones “en sólo cuatro años, 1627-1631, destruyeron nueve pueblos misioneros y llevaron en cautividad 60.000 indios”.
  • En la región del Guayra comprendieron que no podían resistir más los atroces ataques de los invasores que usaban armas de fuego y en 1631 decidieron el traslado más al sur, en las márgenes de los ríos Paraná y Uruguay y se instalaron en Nuestra Señora del Loreto y en San Ignacio Miní.
  • En 1632, entre los 20 y 24 grados de latitud fundaron los pueblos de Ángeles, San José, San Benito y Natividad, arrasados al año siguiente por una invasión de los paulistas.

Es oportuno reiterar este párrafo: “Otro tanto acaeció en la llamada región del Tape (28º-30 de lat. y 2º-7º de long. M. de Bs. As.)”, donde fundaron numerosos pueblos: Santa Teresa, San Miguel (1631), Santo Tomás (1632), San José, San Joaquín, Santos Cosme y Damián, Santa Ana, Natividad de la Virgen (1633), San Cristóbal (1634) y Jesús María (1635). Con las depredaciones de los paulistas, varios de estos pueblos quedaron desmantelados y los demás se vieron forzados a emigrar”.

Desde mediados del siglo XVII los pueblos de Tapes y Guaraníes quedaron en una misma región y en dos grupos: unos dependían del gobierno del Paraguay y otros del Río de la Plata, con asiento en Buenos Aires.

Al primero correspondían los pueblos de San Ignacio Guazú, San Cosme, Itapúa, Candelaria, Santa Ana, San Ignacio Miní, Corpus, Santa María de Fe y Santiago.  Pertenecían a la jurisdicción de Buenos Aires: San José, San Carlos, San Javier, Mártires, Santa María, Apóstoles, Concepción, Santo Tomé, La Cruz, Yapeyú, San Nicolás y San Miguel.

(Desde 1625, se redujo la jurisdicción de la Provincia Jesuítica del Paraguay al crearse la Viceprovincia Jesuítica de Chile.

El Provincial de la Orden tenía su sede en la ciudad de Córdoba, bajo su dependencia estaban el Padre Superior y los sacerdotes que trabajaban en las Misiones y Reducciones.)

1632: Reducción de San Ignacio Miní…

En 1632, sobre el arroyo Yabebiry, cerca de San Ignacio, los Padres José Cataldino y Simón Massetta lograron instalar la Reducción de San Ignacio Miní, “la Pequeña”. Eran tribus acostumbradas a la agricultura, los caciques seguían siendo los primeros en trabajar.

El Rector de Asunción, fallecido el 12 de noviembre de 1632, refiriéndose a los indios no reducidos expresó que “para ellos, ser cristianos no es otra cosa sino hacerse ellos y sus hijos y su pobre hacienda ‘esclavos’…”

En las Cartas anuales, en el lapso 1637-1639, destacaban que en la Reducción de San Ignacio, “sus pobladores parece que han sido creados por Dios para vivir como cristianos. Son ciertamente ellos las primicias del Paraguay y son el fruto de los grandes trabajos de los primeros misioneros”. Consta en las Cartas de 1644 que comenzaron a construir la iglesia con el material que los jesuitas les enseñaron a fabricar para evitar los incendios: tejas de barro cocido para los techos. Allí permanecieron hasta 1696, año del traslado a una legua y media hacia el norte, una zona fértil y húmeda donde había riachuelos; a tres leguas de distancia del río Paraná. Levantaron en ese lugar la iglesia de 61,70 x 24 metros, con paredes de piedras yuxtapuestas -sin argamasa-, extraídas del lecho del río Paraná.

Tras la expulsión de los Jesuitas, en el inventario pertinente a la Junta de Temporalidades, en agosto de 1768 describieron esa iglesia: “…De tres naves con media naranja en todo cumplida, toda pintada, a trechos dorada, con su púlpito dorado, con cuatro confesionarios, dos con adornos de escultura y los otros dos de obra común.  Su altar mayor con su retablo grande dorado. Al lado derecho de dicha iglesia tres altares; el primero de la resurrección del Señor, con su retablo dorado; el segundo de San José, con retablo menor medio dorado; y el tercero el mismo Santo, sin retablo. Al lado izquierdo, tres altares: el primero de la Asunción de Nuestra Señora con retablo grande dorado; el segundo de San Juan Nepomuceno, con su retablo menor medio dorado y el tercero de Santa Teresa, sin retablo”…

En San Ignacio Miní también promovían actividades artísticas, entre ellas musicales y en el inventario realizado tras la expulsión de los jesuitas, en la Sala de Música encontraron “muchos papeles de cantar, cuatro arpas, siete rabeles, cinco bajones, un rebelón, seis chirimíes, tres clarinetes, una espineta y dos vihuelas”.

Evolución y derrumbe…

En 1733, en San Ignacio Miní convivían 869 familias, 3.959 personas (quinta en el orden de población de los pueblos del Paraná). Seis años después, una epidemia aniquiló a casi la mitad de los habitantes, en 1739 sólo se registraron 1.849 indios.

Cuando se cumplió la orden de expulsión del rey Carlos III, conducía la Reducción el Padre Ramón Toledo, nacido en La Rioja -territorio argentino- y lo acompañaban el Padre Miguel López –de Aragón- y el Padre Segismundo Bauer, alemán.

(Retirados los Jesuitas, cambió la situación de los indígenas.

El destacado Andresito -Andrés Guacuran- se apoderó de cinco pueblos entre ellos San Ignacio Miní, zona prácticamente dominada por Gaspar Francia, máxima autoridad del Paraguay.  En 1814, Andresito impulsó a sus compañeros para que incendiaran todo para evitar que el enemigo dispusiera de esos bienes.  Algunos ya se habían incorporado a las milicias, entusiasmados por el caudillo José de Artigas al organizar su ejército y a partir de 1816 participaron intensamente en sucesivas batallas.

Fueron “generales sin estatuas”, al decir del Coronel (R) Jorge Rodríguez Zía, historiador del siglo veinte.)

1641: combate de Mbororé

La Vuelta de Mbororé está situada al norte de San Javier, lugar donde los misioneros jesuitas esperaban a los bandeirantes que bajaban desde los Saltos del Moconá.

Claudio Ruyer, el 6 de abril de 1641, acerca de la batalla de Mbororé, anotó:

 “…puse particular cuydado que en las fronteras se viviese con particular cuydado y vigilancia… y juntamente se atendiesse en todos los pueblos a hazer centinelas, alardes y exercicios militares con que nuestros hijos notablemente se animaron y ya no veían la hora de probar las manos con los enemigos”…

“…Don Ignacio salió impaciente a presentarles batalla… y le comenzó a referir los agravios que a los indios hacían destruyéndolos y acabándolos, quitándoles sus iglesias, cautivándolos y quitándoles su libertad y la vida del cuerpo y alma y exortando a voces a la gente que traía el portugués a que saliese y se recogiese a los nuestros…”

“…quedando solo diez de los nuestros muertos en todas las guerras que hubo por espacio de ocho días continuos; contándose casi sesenta portugueses muertos y casi todos heridos y de sus tupís sin comparación más, dejando sembrados los montes de cuerpos muertos, y los ranchos donde paran llenos, pues en uno solo se contaron diez muertos a flechazos y arcabuzasos.”

En su libro sobre Historia de la Provincia del Paraguay y de la Compañía de Jesús, el Padre Nicolás del Techo destacó que en aquellas circunstancias en esa zona estaban perturbados porque “anuncióse que los mamelucos se movían, y preparaban la guerra contra los neófitos del Paraná y Uruguay. Tocóse alarma en las reducciones, y se acordó que juntos los de ambos ríos procurasen rechazar a los invasores y acabar la contienda con sólo una batalla”.

Ante la necesidad de defenderse, los católicos aparentemente se habían olvidado del mandamiento “no matarás” porque el Padre Provincial Diego de Boroa ordenó a los Hermanos Antonio Bernal, Juan Cárdenas y Domingo Torres el adiestramiento militar de quienes luego partieron para enfrentar a los bandeirantes armados con arcos, flechas, hondas y piedras, macanas, garrotes y rodelas; avanzaron 4.200 guaraníes junto a trescientos arcabuceros con aproximadamente cien balsas armadas para evitar los ataques de los tupíes.  El Padre Pedro Romero por la experiencia en la batalla de Caazapaguazú fue nombrado comandante general de esas fuerzas y dirigían las acciones “los Padres Cristóbal Altamirano, Pedro Mola, Juan de Porras, José Domenech, Miguel Gómez, Domingo Suárez” y el Padre Superior Claudio Ruyer controlaba desde el pueblo de San Nicolás, cercano a San Javier, porque estaba recuperándose de una dolencia. El destacado cacique don Nicolás Ñeenguirú del pueblo de Concepción fue nombrado Capitán general y tenían mando de capitanes el cacique Don Ignacio Abiarú de la reducción de Nuestra Señora de la Asunción del Acaraguá, Don Francisco Mbayroba, cacique de la reducción de San Nicolás, y el cacique Arazay del pueblo de San Javier. Trasladaron la Reducción de la Asunción del Acaraguá desde la orilla derecha del río Uruguay hasta el lugar donde el arroyo Mbororé desemboca en ese río y allí prácticamente instalaron el cuartel general para dirigir las operaciones de los distintos puestos de guardias ubicados hasta los saltos del Moconá.  El Padre Mola quedó con un grupo de indios armados en la abandonada reducción del Acaraguá.  Allí esperaron el avance de los bandeirantes que llegaron conducidos por Manuel Pires y Jerónimo Pedrozo de Barros en septiembre de 1640 tras un largo recorrido desde San Pablo.  Establecieron el campamento en la zona este del río Apeteribí, afluente del Uruguay y armaron la empalizada donde ubicarían a sus prisioneros.  Siguieron avanzando, colocaron otra empalizada y armaron un campamento mientras construían más arcos, flechas y balsas.  Cuando los vieron los milicianos que estaban con el Padre Cristóbal Altamirano, se trasladaron rápidamente hasta Mbororé para que esos dos mil hombres se sumaran a la resistencia.  El Padre Ruyer también envió dos mil guaraníes al Acaraguá y al no encontrarse con el resto de las tropas, destruyeron lo que había quedado para que fuera tierra arrasada para los bandeirantes.

Desde Acaraguá y río arriba por orden del Padre Altamirano partieron algunos guaraníes en ocho canoas y estuvieron observando esa zona hasta que decidieron retroceder y esperar refuerzos porque vieron que bajaban balsas y canoas con tupíes. Luego las crónicas indicaron que eran trescientas naves las que perseguían a los misioneros hasta que siendo atacadas con armas de fuego, inmediatamente se replegaron. Relató el Padre Ryer que “ por temor de alguna celada disparó toda su arcabucería; enarboló sus banderas; tocó sus cajas y entró por una tabla que hay de río por allí en forma de guerra”.

En lo alto, otro choque generó una intensa lluvia y en distintas direcciones todos intentaron protegerse tanto del agua como de los mortíferos rayos.

Mientras la mayoría de los guaraníes estaban en el cuartel de Acaraguá, el Padre Cristóbal Altamirano acompañado por un grupo descendió hasta Mbororé para avisar sobre la ubicación de los enemigos. El valiente Ignacio Abiarú debía dirigir el ataque al amanecer. Mientras tanto, frente al puesto del Acaraguá estaban concentradas más de cien canoas tripuladas por los audaces bandeirantes y en treinta canoas, doscientos cincuenta misioneros estaban dispuestos a derrotarlos. Por relatos del Padre Ruyer, sabido es después de dos horas de combate sobre el río Uruguay, “llegó el P. Altamirano animando de nuevo a los indios que alentándose de nuevo dieron sobre el enemigo y le hicieron huir infamemente más de ocho cuadras, y saltaron a tierra no queriendo pelear más, aunque le desafiaron e incitaron muchísimo los nuestros.”

De acuerdo a la estrategia de ese sacerdote, la batalla final debía ser en Mbororé  donde habían establecido el cuartel, era un lugar selvático y podrían disponer de inmediata apoyo aún en caso de tener que retirarse. El 9 de marzo de 1641, volvieron los bandeirantes al puesto del Acaraguá para abastecerse y encontraron todos los cultivos destruidos.  Durante esa jornada y la siguiente, los sacerdotes y los Capitanes guaraníes reunieron a los cuatro mil doscientos hombres para informarles sobre cómo atacarían. Aquella noche, la mayoría pidió ser escuchado en su Confesión porque imaginaban que podrían ser sus últimas horas de vida terrenal.

El 11 de marzo los bandeirantes empezaron a bajar, observaban y retrocedían.  Había llegado el momento del enfrentamiento decisivo:  empujadas más por la corriente del río que por el entusiasmo de los remeros, avanzaron trescientas canoas y balsas tripuladas por ambiciosos bandeirantes. En su puesto estaba el responsable capitán Ignacio Abiarú con los miles de indios apostados con arcos, flechas, hondas, garrotes y arcabuces hasta que a las dos de la tarde, todas las canoas de los guaraníes se pusieron en posición para un doble ataque por río y por tierra.  Los bandeirantes empezaron a largar sus armas al río y a huir hacia la selva mientras el Capitán Pedrozo condujo a un grupo para que destruyeran las empalizadas guaraníes, sin concretar ese objetivo. Necesitaron refugiarse en una chacra de la Reducción del Acaraguá, Fueron sorprendidos por algunos guaraníes armados y Manuel Pires, uno de aquellos jefes, envió una carta a los sacerdotes pidiéndoles que aceptaran dialogar en son de paz, porque advertían que ya habían desaparecido la mayoría de los portugueses…

Por las actitudes anteriores, no era posible confiar en tales personas y leída la carta frente a la formación de los batallones guaraníes, decidieron atacar a los bandeirantes donde estuvieran concentrados.  Del 12 al 15 de marzo fueron continuos los bombardeos con cañones, también los ataques con arcabuces y mosquetes.  Así lograron aislarlos y agotados los víveres, sin agua suficiente, los bandeirantes pronto se rindieron o huyeron, como otros habían hecho tras los primeros combates.  Algunos decidieron colaborar con los guaraníes trasmitiendo informaciones y tal era el  precio que estaban dispuestos a pagar para seguir viviendo.  Casi al mediodía del 16 de marzo -un parte indicaría que fue a las once-, con una banderita blanca anunciaron la rendición pero ese símbolo fue destruido por los guaraníes y al comprobar ese rechazo, los bandeirantes subieron a sus precarias naves para llegar hasta las empalizadas del Acaraguá ignorando que río arriba los estaban esperando dos mil guaraníes con sus armas, en la desembocadura del Tabay.

Han reiterado en sucesivas crónicas, que mediante un tercer mensaje hicieron otra propuesta de paz mediante una carta enviada dentro de una calabaza que flotaba -algo casi mágico- y que los guaraníes no recogieron. Fue entonces cuando decidieron retroceder hasta el Acaraguá, llegar hasta la orilla, esconderse en los montes y avanzar por la selva hasta llegar a los Saltos del Moconá. Los guaraníes seguían tras ellos sin darles tregua, matando a uno tras otro mientras algunos lograban esconderse en la selva donde fueron atacados por las fieras.

Las últimas confesiones y las oraciones durante aquellas jornadas eran insuficientes para reanimar a los guaraníes, porque sentían que habían faltado a uno de los Mandamientos de la Ley de Dios, habían matado.

Mientras sobre la húmeda tierra de la selva yacían miles de muertos, en un espacio más luminoso los sacerdotes celebraron la Santa Misa y luego un solemne Te Deum.

Tanta sangre derramada fue otra advertencia acerca del final de los ataques de los bandeirantes.  Los jesuitas aunque no hablaban acerca de sus experiencias militares demostraron que algo sabían sobre estrategias y tácticas.  En torno a los guaraníes, han reiterado que “por naturaleza”, eran hombres pacíficos.

Defensa en las misiones y Reducciones

Dos sacerdotes jesuitas servían en cada Reducción, nombraban un Ayudante del Corregidor, dos alcaldes, cuatro consejeros y un administrador de bienes comunales, dos encargados del orden público -alguaciles- y un secretario.  El cacique era el único privilegiado porque no pagaba tributos.

La Audiencia de Charcas en 1636, otorgó el título de “Protector de la guerra” al Provincial de la Compañía y así fue reconocido mediante Real Cédula de 1743.

  • Sabido es que desde 1645 autorizaron el uso de armas de fuego en las Reducciones y aproximadamente cien infantes y cincuenta jinetes integraban la milicia.
  • En el año 1647, en los pueblos de las Misiones registraron 28.714 habitantes.
  • Han reiterado que en el lapso 1644-1766, intervinieron en aproximadamente setenta operaciones, entre ellas los ataques de 1705 y al Fuerte de Sacramento en 1737.
  • Desde 1649 se había impuesto el Libro de Órdenes que prácticamente era un código civil y penal, incluyendo sentencias de “reclusión por diez años”.  Aunque en ese tiempo se aplicaba la pena de muerte, los jesuitas no la incluyeron en ese Libro de Órdenes.
Atención de los enfermos…

La atención de los enfermos en el conjunto de Reducciones estaba a cargo de tres médicos y funcionaban tres hospitales. Disponían de manuales de botánica y de medicina.

Hay que tener en cuenta que los Jesuitas lograron organizar treinta reducciones integradas generalmente con 1.500 indígenas como mínimo y 7.000 como máximo, calculándose un total de ciento cincuenta mil personas.

En aquella época, el sarampión hacia estragos, tal como sucedió en la reducción de Santo Tomé en 1661, cuando murieron aproximadamente tres mil cien y sólo sobrevivieron 931 guaraníes.

Los guaraníes creían en el curandero -o payé- y para el tratamiento de diversas enfermedades usaban determinadas hierbas como también lo hicieron los jesuitas.  En la comunidad jesuítica, los Hermanos Coadjutores médicos o cirujanos atendían a la población e intentaban capacitar para el cuidado de los enfermos.

 

Sabido es que en 1654, los jesuitas entregaron la administración civil a los indios.

Los pueblos Santa María de Fe y Santiago fueron formados por los Padres Diego Ranzonier y Justo van Surk en 1657 al reunir a los sobrevivientes de los pueblos de Itatines (entre los 20 y 24 grados de latitud en la margen oriental del Paraguay), según lo escrito por el Padre Guillermo Furlong.

Es oportuno reiterar lo escrito por el P. Francisco Díaz Taño en 1652 acerca del trabajo de aproximadamente medio centenar de jesuitas que estuvieron desarrollando sus misiones en esa región, porque en un lapso de cuarenta y dos años habían fundado “48 pueblos, todos de indios infieles y bárbaros. Destosa los 26 los han debilitado y destruido los rebeldes del Brasil… Solamente han quedado 22 reducciones… donde habrá en las del Paraná 40.000 almas… y en las de Itatines habrá como 3000, según el número de casados que hay, que son 800.”

A mediados de ese siglo en las misiones guaraníticas del Paraguay había “149 jesuitas en 1631, 175 en 1647” y como destaca el Padre Furlong, “solamente 110 eran sacerdotes a cargo de éstos principalmente estaban dichas misiones, además de ocho colegios y una Universidad.”

1646: trayectoria del Padre Ruiz de Montoya…

Tras sucesivas lecturas, es posible reiterar que Antonio Ruiz de Montoya, nació en Lima, el 13 de junio de 1585.  Estaba preparando su viaje a España cuando un amigo le sugirió que participara en los Ejercicios Espirituales y así fue como empezó su noviciado el 21 de septiembre de 1606.

Durante treinta años sirvió en las Misiones del Paraguay. Llegó a las Reducciones del  Guayra en 1612, junto al padre Martín Javier Urtasun y trabajó con los sacerdotes Cataldino y Massetta.  Impulsó la fundación de los pueblos de San Javier (Tayatí), Encarnación (Nautingui), San José (Tucutí), San Miguel (Ibianguí), San Pablo (Iñieay), San Antonio (Biticoy), Concepción y San Pedro (Gualacos), Siete Ángeles (Tayaoba) Santo Tomás y la reducción de Jesús María.

Tras los ataques de los paulistas, en 1631 participó en el traslado de las reducciones y dejó algunas de sus impresiones en su libro “Conquista Espiritual”.  En 1637 viajó a España en misión especial para informar sobre las dificultades existentes con aquellas continuas invasiones y los efectos de sucesivas epidemias.  Así fue como a fines de 1642 logró que el rey autorizara el uso de armas de fuego a los indígenas de las reducciones.  Regresó hasta Lima y entregó al marqués de Mancera, Pedro de Toledo, la provisión expedida en Lima el 19 de enero de 1646.

Fue nombrado Procurador en la causa con Bernardino de Cárdenas y breve tiempo después falleció.

Tras las señales del Padre Sepp, misionero tirolés.

La familia “von Rainegg y Seppenburg, de Karlten, en el Tirol del Sur”, celebró el 21 de noviembre de 1657 el nacimiento de un niño que fue bautizado como Antonio Sepp.

El historiador Francisco Brauman explicó que “El añadido ‘von Rainegg y Seppenburg’ no alude necesariamente a una procedencia noble. Solía ocurrir que a los propietarios de bienes inmuebles se los registrara, no por sus apellidos, sino por el título de sus posesiones.  El bien heredado de los antepasados desde tiempos inmemoriales había sido ‘von (de) Reinegg’, y uno de los propietarios se llamaba ‘Sepp’, abreviación popular de Joseph (José).  De allí que posteriormente la posesión fuese bautizada como ‘Seppenburg’.”  De acuerdo a lo escrito por ese historiador, Antonio Sepp aprendió sus primeras letras en la escuela religiosa de Brixen -todas eran confesionales- y luego pasó al Seminario de esa localidad. Su vocación musical y sus aptitudes para el canto determinaron que lo enviaran a Viena como “niño cantor” en la Catedral de San Esteban donde también fue un destacado organista a la vez que en la escuela artesanal aprendió la técnica de fabricación de esos instrumentos.  Continuó sus estudios en el Seminario de Viena y recibió el Orden Sagrado en la Catedral.  Después, partió como misionero con el dinero necesario para ese peregrinaje y fue sorprendido por dos jóvenes que intentaron apropiarse de lo que llevaba.

Relató en su Diario de Viaje lo reiterado luego por Francisco Braumann:  [84]

“Joven como era, sano y amigo de los ejercicios gimnásticos, no dudó: tomó por la chaqueta a uno de los ladrones y lo arrojó a un charco, cosa que repitió con el segundo antes que éste lograse desenvainar una tosca espada de su endurecida vaina. Y montando una de las cabalgaduras, y arriando la otra, prestamente se alejó del sitio peligroso. En el pueblo vecino dio cuenta de lo sucedido a la guardia y entregó los caballos, siguiendo tranquilamente su marcha a pie”.

Mientras caminada por una zona montañosa cercana a Génova, el Padre Sepp fue atacado por cuatro fuertes hombres que lo golpearon con cachiporras mientras mostraban sus cuchillos y el sacerdote se salvó quedándose quieto, como si estuviera muerto.  Los ladrones lo dejaron sólo con pantalón y camisa, llevaron hasta sus zapatos con el “botín” del único dinero que tenía.  Con la fuerza de la Fe llegó a Génova y en el convento fue atendido por los jesuitas: lo curaron y le entregaron otro hábito.  En su diario, el padre Sepp anotó:

“Crucé el Mediterráneo sin descomposturas.  El 11 de setiembre de 1689 llegué con felicidad a Cádiz.  En el convento de Sevilla debí esperar, junto con mis compañeros de misión, más de un año la partida del buque rumbo a América…”

Tales demoras eran una de las consecuencias de los continuos actos de piratería en los mares y obligaban a organizar un convoy con varias naves para trasladar personas y mercaderías desde España hacia occidente.

El Padre Sepp rememoró el momento de la preparación del “Almirante” que partiría del puerto de Cádiz:

“…Finalmente, el 17 de enero de 1691 desplegamos velas al viento, y desde el puerto de Cádiz nos hicimos al inmenso Océano Atlántico.

Fue exactamente el día de la Festividad de San Antonio, Abad.

Éramos 44 misioneros, de las más diversas naciones: españoles, italianos, sicilianos, sardos, genoveses, romanos; también había holandeses, bohemios, austríacos y, entre ellos, yo, el tirolés, junto a mi fiel amigo el bávaro Antonio Böhm.

Todos estábamos enardecidos por el celo apostólico, por crear una nueva misión entre pueblos salvajes. Mucho habíamos escuchado sobre los Guaraníes y Jaros, quienes aún subsistían bajo el gravísimo peligro de los cazadores de esclavos portugueses. Quizás entre nosotros se hallase alguno a quien le aguardara la sangrienta cruz del martirio.

Nuestros tres grandes navíos estaban suficientemente munidos de elementos de guerra.  Cada uno llevaba cantidad de cañones sobre la planchada.  El mayor de los navíos respondía al nombre de ‘Capitalinao’, y se hallaba al mando de Antonio Retana. El ‘Almirante’ lo comandaba el Capitán González.  El más pequeño de los tres, ‘Pinke’, también era comandado por un español.

Junto con los misioneros, el ‘Almirante’ albergaba a los tres nuevos Gobernadores de Buenos Aires, Asunción y Chile, con sus mujeres e hijos…  a los que se sumaban comerciantes, servidores, artesanos, esclavos negros y una cantidad de gentes desocupadas que esperaban llevar en América una existencia holgada y sin trabajo.  La tripulación se componía de 100 sirvientes y 200 soldados a bordo.”

En aquellas circunstancias, el Padre Sepp sabía que era imprescindible aprender a hablar en otras lenguas y por eso dedicó la mayor parte de su tiempo libre al aprendizaje del castellano y también del guaraní, ya que disponían de algunos vocabularios elaborados a partir de los primeros escritos por el Padre Luis Bolaños a principios de ese siglo. Antes de embarcarse, en el hospital de la Orden había realizado prácticas de enfermería y junto a otros misioneros aprendió a proyectar y construir, ya que en las nuevas tierras debían establecer una Reducción de acuerdo a determinadas prácticas:

06-04-1691: desembarco en Buenos Aires.

Distintos historiadores han reiterado que el primer viernes de abril de 1691 desembarcaron el nuevo gobernador con su familia, consejeros militares y “un enjambre de servidores”. En la misma nave llegaron cuarenta y cuatro sacerdotes de distintas nacionalidades, entre ellos el Padre Antonio Sepp, quien luego describió sus vivencias durante esa jornada:

“6 de abril de 1691. Hubiera preferido consignar el día con oro, que no con tinta.  Hoy, viernes de la Madre Dolorosa, arribamos a Buenos Aires, tras larga y penosa travesía marítima, en el buque ‘Almirante’.

En esa mañana no oímos en el ‘La Plata’, en el ‘río de plata’, sino el tronar de cañones, el son de trompetas y la algarabía de la gente que aguardaba al margen del río.  Varias compañías de soldados de a caballo y a pie esperaban nuestro desembarco; también había indios con muchos niños, moros y moras, bautizados y paganos.  Todos habían acudido a recibirnos.

Al pisar tierra americana, me arrodillé y la besé.  Por la misericordia de Dios, espero hallar aquí la buenaventura para mi alma.

Con el Padre Provincial, Gregorio de Oresco, todos los padres del Colegio de Buenos Aires, y en compañía de una multitud de americanos, salimos del puerto directamente hacia nuestra iglesia.  Allí entonamos el ‘Te Deum Laudamus’, en medio del estruendo de las campanas echadas a vuelo…”   [85]

15-04-1691: descripciones del Padre Sepp.

Los sacerdotes que trabajaron en las misiones y Reducciones dejaron testimonios sobre distintos lugares en diversas circunstancias.

El Padre Antonio Sepp había llegado al legendario Río de la Plata con otros jesuitas y entre ellos, sólo uno hablaba en su lengua materna: “el Padre Antonio Böhm, natural de Amberg, Baviera”; descendiente de una familia que pertenecía a la nobleza rural, estudiante de Teología en Viena, ordenado como “sacerdote diocesano”; luego orientado hacia las misiones en las colonias españolas occidentales.

En aquel tiempo, el Padre Adán Antonio Böhm había contado a sus compañeros de ruta:

“Seis años hace que como recluta paleaba los escombros de los muros destrozados, y arrastraba pesadas piedras para reparar los huecos hechos por los turcos.  Corría el año 1683, y los turcos habían cercado por completo la ciudad imperial. ¿Podrías imaginar flameando, hoy día, la medialuna islámica en la cima de las torres de la Catedral de San Esteban?  Entonces, fue cuando me decidí a ir como misionero a Sudamérica.”

Acerca de la travesía desde Cádiz al río de la Plata, el Padre Antonio Sepp escribió:

“La cabina asignada a un Padre era tan estrecha, que en ella no podía estarse de pie, menos aún caminar, y apenas si acostarse.  Su largo era de 1.70 metros, y su ancho de noventa centímetros.  Mi compañero, Antonio Böhm, de contextura alta, ni siquiera podía estirar los pies para dormir.  Otros compañeros, no tan altos y con cabinas algo más largas, se ofrecieron para cambiárselas por la suya.  Pero no aceptó el ofrecimiento, pues de ningún modo quería perder mi compañía.”

Los sacerdotes realizaban aquel viaje con la esperanza de desarrollar una continua acción evangelizadora y el Padre Sepp en su Diario de Viaje anotó:

“…Esta noche invité a los peones, soldados, sirvientes, esclavos y moros a una prédica.  Mi púlpito sobre cubierta consistía en una soga enrollada.  El auditorio estaba sentado en el piso, en mi derredor, y algunos sobre la barandilla.  La vida de San Benito me suministró el contenido de la plática.  Traté que comprendieran su Ora et labora… su Reza y trabaja.

Concluida la plática, seguimos conversando amigablemente.  Les hablé del convento Säben, en el Tirol del Sur, levantado sobre la cumbre de un enhiesto monte. Allí hice mis últimos ejercicios espirituales, antes de partir hacia América. Entonces la Madre Superiora habíame prometido acompañarme con su oración, mientras me hallase en alta mar, y aún  sentía la fuerza protectora de la misma.

Todo eso lo contaba en lengua española.  Aunque más de una vez seguramente no habré acertado con el término debido, y algunas expresiones habrán sido inadecuadas la gente del buque no dejó de escucharme con suma atención hasta bien entrada la noche…”

 

Han reiterado que tras el desembarco en la ciudad de los buenos aires, advirtió que había una notable diferencia entre lo que había escuchado y lo que estaba viendo:

“¡Esos españoles sí que son unos charlatanes!  ¿Este polvoriento poblado es la tan ponderada ‘Ciudad de los buenos Aires’? ¡Mira, no más, el cerco de barro de la defensa, medio en ruinas!  ¡Mira a esos ‘hombres de ciudad’ en el estómago y la cara!  La cabeza ciertamente  la llevan orgullosamente erguida, pero casi todos -excepto unos pocos comerciantes enriquecidos- visten harapos. ¿A qué país vinimos a parar?”

El Padre Sepp, en la última década del siglo XVII describió la ciudad de Buenos Aires cuando allí habitaban aproximadamente un millar de personas:

“…no es grande, está a orillas del río de la Plata… El río mide en el lugar que desemboca en el océano 60 millas de ancho, y es más semejante a un mar que a un río…

Buenos Aires es una pequeña, insignificante ciudad. Consta de sólo dos calles que se cruzan en la plaza… La rige un lugarteniente español con mandato por cinco años, hasta que uno nuevo es enviado de España.  No obstante, en la ciudad existen cuatro conventos: de los franciscanos, dominicos, trinitarios y jesuitas.  Todos deben vivir en extremada pobreza, pues las cosas, con excepción de los alimentos, son tremendamente caras…

Todas las casas tienen planta baja solas, no están hechas de madera ni de piedra, sino de tierra y adobe.  Por ello se mantienen apenas 7 años y luego se desmoronan y caen fácilmente. Los techos son de juncos…

El Gobernador habita asimismo una casa de adobe junto con los soldados que deben defender la ciudad y en las tierras que la circundan, viven unos 900 españoles.

La plata tiene aquí menos valor que el hierro.  Un cuchillo cuesta cien veces más que en Alemania. Igual ocurre con un fusil.  Sólo los alimentos son baratos, casi ridículamente baratos.  Una vaca gorda, por ejemplo, puede adquirirse por centavos.  Los soldados andan descalzos, y a menudo el uniforme les cuelga como trapos hechos jirones.  Levantada por el incesante pampero, la tierra vuela por las calles, de modo que a veces ni siquiera pueden divisarse las casas de la acera de enfrente”…

Luego escribió: “Pero hace 5 años, nuestros Padres encontraron al fin el modo de cocer ladrillos.  Por ello el techo del Colegio no es de paja, sino de teja, como en Alemania…

Puedes encontrar montes enteros de duraznos, almendros, higueras, albaricoques y árboles semejantes”…  [86]

Primeras lecciones en Buenos Aires…

Durante la permanencia en el Convento de Buenos Aires, el Provincial de la Compañía de Jesús que había convivido treinta años con los chiriguanos del Gran Chaco, dialogaba con los sacerdotes recién llegados.  Les contó que tenía la mandíbula superior casi descarnada porque estando con aquellos indios fueron atacados por un malón y una flecha envenenada lo hirió en la cara.  Comentó que en ese momento, uno de los chiriguanos se animó a curarlo y para salvarle la vida le había cortado esa parte de la mejilla.

Unas pocas horas fueron suficientes para entender que en las nuevas tierras estaban los artesanos en sus modestos talleres trabajando casi de sol a sol con cueros, fabricando monturas, arneses y calzado; otros dedicados a sus oficios: herreros, carpinteros mientras cada cinco viviendas había “una casa pública”. También advirtieron que estaban al acecho los Pehuenches y los Pampas y que rápidamente realizaban sus escaramuzas, mataban o se llevaban a los cautivos.

El Padre Provincial advirtió a los sacerdotes recién llegados de Europa:

“…Ustedes descansarán aquí de las inconveniencias del viaje.

El estudio queda a sus espaldas… ¡la verdadera vida delante de ustedes!…

Deben olvidar lo que les enseñaron en Sevilla.  En la Reducción deben comenzar del todo desde cero, ¡como si nunca hubieran sabido nada!

Sólo les dará el estado de ánimo y la capacidad suficiente para abrirse en novedad a todas las circunstancias y situaciones”.   [87]

Concierto en la Plaza…

El Padre Antonio Sepp sabía fabricar instrumentos musicales, en Augsburgo había forjado una tuba y en Génova dos flautas.  Con su amigo y tocayo, el Padre Adán Antonio Böhm ensayaban diversas composiciones musicales y a otro sacerdote le enseñaron a tocar la viola.  Cuando habían llegado a Buenos Aires estaban congregados los vecinos y otros también se acercaron a la plaza cuando supieron que los tres sacerdotes iban a ofrecerles “un concierto”.  Después de esas vivencias, el Padre Sepp anotó:

“La gente quedó de tal modo embelesada por esta música, que no pudo resistir, y donde se hallaba o trabajaba, y de todas partes presurosamente, se acercó para ver también lo que había oído de lejos.  En pocos momentos, la enorme plaza quedó colmada.  Cada vez que queríamos poner fin a nuestro concierto, éramos como asaltados para que tocáramos una pieza más.

El propio Prefecto de la ciudad nos rogó que tocásemos diariamente en la Plaza, mientras los Padres estuviéramos en Buenos Aires”…

Higos maduros y la gratitud de un negrito…

Al comenzar la conquista de los españoles, resultó evidente que los indios no estaban dispuestos a hacer todo lo que pretendían los recién llegados y han reiterado que morían jóvenes por los excesivos esfuerzos mientras realizaban algunos trabajos.

En tales circunstancias, como sucedía en distintas latitudes, hasta la región del Río de la Plata también trajeron “negros” a los fines de determinados trabajos y luego, nacieron los negritos que quedaban junto a sus padres hasta que lograban otra ubicación.

El padre Antonio Sepp, relató esta anécdota:

“…Un morito negro como el carbón me acompañó hasta el bosquecillo de higueras del fondo del convento.  Subido a una planta baja, recogía los higos y me los alcanzaba.  Se admiró de que los tomase de su mano y los comiera con fruición.  Quise agradecer de algún modo su ayuda.  En mis bolsillos no encontré para darle sino una crucecita traída de España.  Se la di en agradecimiento por los higos.

Para mi admiración, de ninguna manera quiso aceptarla.  Le parecía demasiado por lo hecho.  Dijo que nunca un Padre español le había dado algo por ese servicio.  Me eché a reír y le contesté que sería porque los Padres españoles eran tan pobres que ni siquiera una crucecita podrían regalar.  Y agregué: ¡Que Dios te pague por tu ayuda!

El moro me besó la mano mientras expresaba que nunca había encontrado a un señor tan amable con su pobre esclavo. ¡Padre, te traeré cuantos higos quieras y cuantas veces quieras!

Se trataba de un moro que el Colegio había comprado en el mercado.  Sabido es cuán a menudo los esclavos eran maltratados.  Mis sencillas buenas palabras le supieron más dulces que todos los higos del bosque”…

Navegación por el río Uruguay…

Durante un mes estuvieron los cuarenta y cuatro sacerdotes en Buenos Aires esperando el momento del traslado hacia el norte.  Allá habían seleccionado aproximadamente cien indios hábiles para conducir las enormes canoas que parecían balsas y barcazas construidas con dos troncos de veinte metros de largo y uno de diámetro sobre los que ataban gruesos troncos de tres metros.  Sobre esa sólida base apoyaban las cañas de las pequeñas chozas que con techo de paja y una ventana cubierta con piel de vacuno, servían como lugar protegido para los sacerdotes.

Sabido es que el primer día de mayo de 1691, los amigos Sepp y Böhm cabalgaron durante cuatro horas por la zona norte de Buenos Aires no como un entretenimiento sino para observar algo más sobre las características de esa vasta llanura.  Ya estaba preparado casi todo para el viaje por el río Uruguay, el Padre Provincial habló con el indio que se expresaba en castellano y le ordenó que no bajaran sus acompañantes.  Temía que esos indios cristianos no quisieran regresar a la balsa y eran imprescindibles para los trabajos de aproximación a las orillas durante la travesía, si algún sacerdote lo pedía o cuando fuera necesario para algún abastecimiento ya que los indios sabían dónde encontrar sabrosos frutos; también eran hábiles para pescar algunos de los abundantes peces que veían desde la balsa utilizando sólo unas hojas machacadas que frotaban con las manos y después, con una sacaban rápidamente del agua turbia al pez que movía las aletas mientras brillaban sus plateadas o doradas escamas.

Tras una semana de navegación llegaron a la desembocadura del río Uruguay.

El Padre Sepp siguió describiendo esas experiencias:

“…En esa choza de paja el misionero puede dialogar en el silencio con su Dios.  Sobre la balsa puede realizar todas sus prácticas religiosas, escribir, comer y dormir, lo mismo que si habitara en tierra firme en un colegio.  Los indios son tan prácticos con el remo contra la apenas sensible corriente, que apenas si el Padre en su choza advierte si la balsa se mueve o está quieta. No escucha el golpe de los remos, el agua no hace ruido, más bien parece quieta que fluyente en la inexpresable anchura del río.

Cuando los indios reman, no pronuncian una palabra entre ellos.  Lo hacen así para que a su Padre no lo estorben o molesten de algún modo en sus ejercicios y en su oración…”

Durante el viaje, el Padre Sepp releía las instrucciones acerca de cómo organizar y conducir una Reducción:

“…En las Reducciones reina la libertad de los hijos de Dios.  No bien un indio acepta libremente el bautismo, es agregado definitivamente a la Reducción.  Pero, incluso antes del bautismo, nunca es propiedad privada o esclavo.  Quien luego del bautismo permanece en la Reducción, goza de la protección de todo cristiano libre.  Pero el que antes de él retorna a la selva, no es retenido en la Reducción”…

Han reiterado que el Padre Böhm estuvo observando el mapa de las Reducciones que había elaborado el jesuita alemán Padre Scherer mientras lo acompañaba su amigo Sepp y en voz alta leyó:

“Junto a los ríos Uruguay y Paraná, se alzan veintiséis poblados indígenas.  El Uruguay, en la zona de las Reducciones tiene dos veces la anchura del Danubio en Viena. Muchas Reducciones llevan los nombres de sus fundadores; otras las de eminentes religiosos.”

El Padre Antonio Sepp en ese momento preguntó: “¿Puede re-bautizarse o cambiar el nombre de una Reducción?” y su amigo le contestó: “No sucedió nunca, por lo menos desde que existe el mapa.  ¡Pero si quieres que tu nombre figure en los anales de la historia de la Compañía en el Paraguay, debes crear tú mismo una Reducción!”

Después, el sacerdote dejó más señales en su Diario:

“…Al vigésimo quinto día de nuestra travesía” -sería entre el veinticinco y veintiséis de mayo de 1691-, “nos acercábamos a la primera Reducción, llamada ‘Santa Cruz’.  Junto a la margen del río nos esperaba el ‘Padre de la misma, José Saravia, junto con veinte músicos indios.  Nos recibieron con música de instrumentos de madera.  Más de cien indios nos rodearon, jubilosos, y nos condujeron a su población”…

(Sabido es que el Padre Cristóbal Altamirano en 1628 había fundado la Reducción de la Cruz o la Santa Cruz en territorio de la actual provincia de Corrientes.)

El Padre Antonio Sepp, siguió anotando en su “Itinerarium”:

“Luego, en la casa parroquial, los ojos se nos saltaban a la vista de los regalos que pretendía hacernos para nuestra manutención en el resto del viaje.  Sólo enumero: 60 panes grandes, 2 barrilitos de miel, cerezas en almíbar, cítricos enormes, dulces melones y otras frutas de América, hasta cuyos nombres desconocía.  Ello nos vino muy bien, pues hacia varios días que viajábamos sin fruta ni verdura.  El primer misionero con el que nos encontrábamos, era un anciano venerable, enteramente canoso.  Solo, sin la menor ayuda de otro religioso, administraba la ‘Santa Cruz’, reducción en que moraban más de 5000 indios.  Se llenó de alegría al oír que habían arribado más de 40 sacerdotes de Europa, como obreros de refresco para la viña del Señor, y esperaba que, al cabo, también él recibiría un ayudante.”

(Sabido es que la Reducción de Santa Cruz fue fundada en 1628 por el Padre Cristóbal Altamirano -en actual territorio de Corrientes- y luego estuvo a cargo del Padre José Saravia, sacerdote jesuita que había participado en las campañas para lograr la reducción de los indios calchaquíes organizada en 1659 cuando era gobernador del Tucumán don Alonso de Mercado y Villacorta, caballero de la Orden de Santiago.)

Destacó el Padre Sepp que al día siguiente, acercaron víveres a las balsas y sonaron las trompetas de los músicos de Santa Cruz mientras los remeros lograban orientar las embarcaciones hacia el norte.  Tras un mes de navegación llegaron a la Reducción de los ‘Santos Tres Reyes”, fundada el 4 de febrero de 1627 con la presencia del Padre provincial Nicolás Durán Mastrilli, después que el Padre Roque González había hablado con los caciques indios y acordaron su instalación nombrándola Reducción de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú o Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú, luego más conocida sólo como Yapeyú.  Estaban en formación todos los guardias con sus bastones de bambú; tañeron las campanas, sonaron las trompetas y los sorprendieron con una salva de artillería mientras como bienvenida gritaban “¡Jopean! ¡Jopean!”

El primero que los saludó fue el Padre Isidoro -siciliano de baja estatura- y al abrazarlos dijo:

“Ustedes nos fueron anunciados hace varios días, amigos. Tiempo suficiente tuvimos para preparar el recibimiento. ¡Vengan conmigo!”

Se detuvo el misionero Isidoro y le dijo al Padre Antonio Sepp:

“Te encargarás, como Padre, de esta Reducción.”

Después, se acercaron a la iglesia y el Padre Isidoro entonó el Te Deum laudamus en latín, acompañado por el canto de todos.  Después, habló el cacique y fue entonces cuando el Padre Sepp comprendió que sabía poco sobre esa lengua de los jaros -integrantes del gran tronco de los guaraníes- y supo cuánto debería hacer para poder comunicarse directamente con ellos. Luego, el Padre Antonio anotó:

“…Antes de la caída de la noche, asistimos a cuatro danzas diversas, a la cual más hermosa.  La primera mostraba a ocho niños con vestimentas españolas; otra, la bailaron los esgrimistas con sus armas; la tercera, seis marineros; la cuarta, seis niños indígenas de a caballo, verdaderamente artistas en el arte de montar”…

Después, durmieron en hamacas y el 3 de junio, festividad de Pentecostés, todos los sacerdotes celebraron la Misa mayor en la Iglesia, con las puertas abiertas porque las dimensiones del templo impedían que entrara toda la población.

Luego, estaba el Superior frente a un enorme mapa y señaló las reducciones, diciendo:

“Te asigné, Padre Antonio, la Reducción de los ‘Santos Tres Reyes’, para que el Padre Isidoro pueda acompañarme como Secretario a otras Reducciones y de regreso a San Ignacio”.

Anotó el Padre Sepp que después, el Superior dirigiéndose al Padre Antonio Böhm le señaló en el mapa la Reducción del Arcángel San Miguel situada más al norte, fundada por el Padre Cristóbal Mendoza en 1631.

El Padre Sepp luego escribió que al escucharlo, sentía que había llegado el momento de la separación y que ya no podrían seguir hablando entre ellos en lengua materna.  Aquella noche, encendieron cuatro fogatas en la Plaza y despidieron al Padre Isidoro con música y cantos; diez jóvenes vestidos a la usanza española danzaron luciendo sus cañas de bambú y otros cabalgaron al ritmo de los tambores. Como era costumbre, las mujeres no participaban en las danzas y sentadas sobre la tierra como los orientales, acompañaban los sones con rítmicos movimientos de sus manos. Luego, los hombres mayores demostraron a los misioneros recién llegados, cómo acostumbraban a bailar en la selva para alejar a los malos espíritus.

Días después, el Padre Sepp envió una carta a sus padres y les comentaba casi lo mismo que el Padre Francisco del Valle había expresado sobre el ejemplar Padre Roque González reconociéndolo como un obrero más: “carpintero, albañil, manejaba el hacha, labraba la madera, enganchaba los bueyes”…

Escribió el Padre Antonio:

“…El Cura de almas debe serlo todo aquí: cocinero, comerciante, acopiador… médico y enfermero… constructor, ladrillero, carpintero, panadero, molinero, cerrajero, herrero, hortelano… pintor y director de coro, y cuanto en orden a oficios es necesario para el bien común de una República ordenada.

Cualquiera me diría a la cara que es imposible y que una sola persona no es suficiente para eso.  Que se me perdone, pero es así.  ¡Para el brazo de Dios es aún posible hacer muco más, mediante una mano humana!…”

(A fines del siglo diecisiete, el Padre Sepp aludió a “una República ordenada” y doscientos años después, en el vasto territorio del Río de la Plata todavía estaban discutiendo acerca de qué forma de gobierno adoptarían tras el movimiento iniciado en mayo de mil ochocientos diez.)

 

El Padre Sepp anotó diversas vivencias compartidas con su sacristán Gabriel, que “siempre anda descalzo” y era el encargado de encender la vela que “se funde con grasa vacuna”- y de acercarle “un jarrón de agua fresca”, mientras los acompañaba “el viejo sacristán Miguel”.  Escribió luego:

“Mi primer caminata me conduce a la iglesia, día y noche abierta.  Quien por la noche no tiene dónde dormir, algún fugitivo, puede buscar refugio en la casa de Dios.  Nadie podrá tocarlo en ese sitio santo. Saludo al Supremo Bien en el tabernáculo y de rodillas entro en mi cotidiana meditación.

De ella me viene la fuerza para el alegre servicio de mis pobres indios.”

Destacó el Padre Sepp:

“Al comienzo la misa era silenciosa.  Pero, desde el primer día comencé a ensayar con los indígenas cantos en latín y a responder a las oraciones.  Cuando sepa hablar mejor su lengua, traduciré cánticos latinos al guaraní.

Acabada la misa, envío a mi gente, con una bendición en guaraní, a sus trabajos, desde hace tiempo distribuidos de modo que no excedan las ocho horas diarias.  Mis hijos de la selva virgen se cansan mucho más rápidamente que nosotros, europeos, acostumbrados al trabajo.  Esa fue la razón por la que, como esclavos, y en las Encomiendas, que sólo abarcaban cuatro meses al año (pero en que debían trabajar de sol a sol) eran las desprotegidas víctimas de una rápida muerte.

Como todos los días, ahora voy al confesionario.  Mis indios se atormentan mucho por sus pequeñas faltas. Pecados mortales no cometen.  En los registros de mi Reducción no se produjo, en el curso de diez años, ni un robo siquiera.  Cuando el penitente, tras la absolución se levanta, en su rostro resplandece la alegría de la recobrada paz.  La verdadera muralla que invisiblemente rodea y protege a la Reducción, es la paz de los comarcanos.

Una muralla física en torno de la Reducción, no existe.  No hay puertas que de noche se cierren.  Tampoco conocemos perros amaestrados ni guardianes de a caballo, entre la Reducción y el comienzo de la selva virgen… ¡y no obstante, ningún indio escapa!”

Por algo, el Padre Sepp escribió:

“El gozo mayor lo recibo en la escuela de música que erigí.  Es admirable el sentido musical que muestran los indios.  Nos fabricamos flautas y tambores.  De la gran Reducción de San Ignacio, al Norte de la nuestra, conseguí trompetas, cornetas y trombones.  Casi diariamente resuenan alegres sones a través de la gran Plaza.  El arpa grande debo ser el primero en aprender a tocarla.  Diariamente le dedico una media hora.

Hoy me exceptúo de ese estudio, porque cité a los danzarines y ya están esperándome.  Les enseño las danzas de los Autosacramentales que estudié en Innsbruck y vi representar en los pórticos de las iglesias de Sevilla.  Los indios llevan la danza en la sangre.  Si lo permitiese, todos ellos se inscribirían en la escuela respectiva.

Al principio quise conservar las danzas indígenas, pero me fue imposible.  Los jaros solían decirme: ‘¡Eran danzas buenas para selva.  Pero nosotros queremos llegar a ser como los españoles!’

Cuando les hablo de la fe en conceptos tales como gracia, esperanza, sacramento, pronto se revuelven inquietos y noto que se aburren. Pero cuando, en las fiestas mayores, tras las vísperas vespertinas, doce indiecitos ataviados con ropas multicolores, danzan solemnemente ante el pórtico de la iglesia situada frente a la Plaza, reina tal silencio que es posible percibir cada susurro.  Sus ojos brillan, y la honda magia de sus antiguas danzas de conjuro se transforma y sublima en otra de adoración a Dios.  El temor a los demonios de la naturaleza, muy enraizado en ellos se disuelve mejor en el baile que en conceptuosos términos de nuestra doctrina cristiana.  Entonces sus espíritus se abren a la gracia.

¡Con toda mi alma anhelo un órgano para mi iglesia! En San Ignacio Miní pude experimentar qué significan miles de indios cantando al son del órgano.  Entonces vi su transformación.  De ese modo nuestra iglesia se convertiría en una sonora antesala del cielo. ¿Es acaso desmesurado e impracticable mi deseo? ¡Tan lejos está Europa!  Apenas si cada dos años llega un gran convoy de buques al puerto de Buenos Aires.  Si envío una carta, cuatro años transcurren hasta recibir respuesta…

Pero no me es lícito seguir soñando, porque el arco del sol se dilata cada vez más profundamente en la tarde”…

(Nueve años después llegaron algunas naves al puerto de Buenos Aires.

En España habían cargado un órgano construido en Holanda, con “numerosos registros” y fue adquirido por “un usurero” que después multiplicó el precio original por cinco y lo compraron las autoridades del Colegio de los Jesuitas de esa ciudad.)

Tras enterarse el Padre Sepp del traslado de un órgano desde España a Buenos Aires, insistió en que necesitaba uno para la iglesia de su Reducción y el Padre Provincial Lauro de Núñez le encomendó que lo construyera él mismo.   En realidad, había aprendido a fabricarlos en Europa y la mayor dificultad era la falta de los materiales necesarios.

Tiempo después, el sacerdote jesuita  anotó:

“…En la Reducción del Padre Francisco Acevedo, en Itapúa, había plomo, estaño y alambre, es decir, la materia prima más importante, toda reunida.

Mis superiores me concedieron permiso para trasladarme allí e iniciar la realización de mi sueño, por tanto tiempo alentado. Ahora podía aprovechar lo aprendido en una gran fábrica de órganos de Viena.

El Padre Acevedo había adquirido a los españoles una serie de fuentes de cinc, pues no existía otro modo de agenciárselas.  Fundió las piezas para suministrarme el material necesario para fabricar los tubos.  Pero no alcanzaba para los grandes tubos principales (llamados-sub-bajos) y las flautas.

De la necesidad hice virtud, y con la mejor madera de cedro ordené cortar finísimas lonjas, que uní con cola y fino pergamino, y a las flautas que así surgían les di su correspondiente altura y grosor.  Al cabo solté las lengüetas con el fuelle… y aquí que el milagro se hace: la muda y seca madera de los cedros empieza a ronronear, zumbar, sonar… de modo que los padres que con sus indios escuchaban, llenos de admiración comenzaron a gritar: ‘¡Victoria, victoria, Padre Antonio!’

De ese modo disponemos del primer y precioso órgano de nuestra población, en cuya iglesia se encuentra hasta el presente.  Espero que por mucho tiempo ayudará a alabar y glorificar a Dios”…

El Padre Sepp siguió escribiendo:

“Tampoco debe olvidarse la oración como acción de gracias.

Antiguamente los jaros debían seguir días y días tras la presa: venado, tapir, jabalí… Ahora, en cambio, diariamente se les da carne en abundancia.

Por tal motivo les insisto para que recen: ‘¡Aguyebete, aguyebete, Cheruba’ Traducido: ‘¡Te damos gracias, te damos gracias, Señor!’.”

Seis años después de la llegada a Buenos Aires con su amigo el Padre Adán Antonio Böhm junto a cuarenta y dos sacerdotes más, el Padre Sepp compartía con sus indios tanto las alegrías como la incertidumbre.  En ese tiempo, una epidemia hizo estragos en la población de Los Tres Reyes de Yapeyú; comprobó que eran beneficiosas algunas curaciones que ellos solían hacer y casi sin descansar atendieron a esos enfermos y con sangrías aliviaron a otros. Cuando ya habían mejorado casi todos, decidió que el octogenario Padre Fernando de Orga de la Reducción de Nuestra Señora de la Fe lo reemplazara como él había hecho anteriormente.   Salió por la noche para no ser visto porque sabía que los indios no le dejarían partir y lo acompañaron su cocinero Alfonso y Pedro, el monaguillo, huérfano de padre y madre durante la última epidemia.  Navegaron por el río Uruguay y después de una encender una fogata y de explorar por un sendero de la costa, decidieron descansar durante la noche en ese lugar.

Antes de embarcarse, el Padre Sepp había encargado que cerraran el palomar de la Reducción de los Tres Reyes y los tres se sorprendieron cuando vieron que una de esas aves se había posado sobre el bajo techo de la carpa mientras cinco descendían.  Las seis palomas los siguieron en todo el recorrido hasta las Reducciones del norte.

Cuando regresó, un mensajero procedente de la Reducción de San Borromeo -sólo una división de la Reducción de San Miguel-, le avisó que el Padre Adán Böhm había muerto y era necesario que enviara un sacerdote.

Fue entonces cuando el Padre Sepp recordó lo que le había dicho a su amigo mientras navegaban sobre el océano Atlántico y también rememoró la respuesta:

“-¡La vida no es sino una constante despedida!”

“-La vida es como se la interpreta… yo la tengo por una continua esperanza!”

Después en una carta que enviaría a Europa, necesitó escribir:

“…La severa muerte me arrebató al misionero Padre Adán Antonio Böhm, mi amigo y compañero.  Su recuerdo nunca se borrará del corazón de sus indios.  El tiempo anterior al despacho de esta carta no alcanza para detallar sus obras y acciones.

Böhm ofrendó todas sus fuerzas a la Reducción. Ésta lo conocía -su único nombre-  como su Padre.

Había predicho su temprana muerte.  En el último mensaje que me envió, escribiéndome en latín, decía: ‘Significia mortem meam, ut sepero bonam in conspectu Europeis’… ‘Anuncia mi muerte, para que tenga un buen recuerdo entre los europeos’…”

Tiempo después, el Padre Provincial Lauro Núñez lo destinó a esa Reducción que reunía aproximadamente seis mil personas incluidos los de San Borromeo.  Necesariamente debía ser dividida y luego trasladada una parte de la población a otra zona para asegurar el normal mantenimiento. Lo reemplazó el joven sacerdote Padre Francisco Javier y se despidió de sus indios de Yapeyú.  En esas circunstancias, las mujeres y los niños en caravana también se acercaron hasta la orilla del río y exclamaban: “Vuelve, vuelve a nosotros, Padre, cuando hayas erigido la nueva población!”

El Padre Sepp llegó a San Miguel y fue recibido por quince caciques que se desempeñaban como alcaldes e intendentes.  Hablaron en el mismo idioma, el de los jaros y pidió que lo acompañaran al cementerio porque necesitaba acercarse a la tumba de su amigo Böhm. Luego les anunció que lo habían designado para que se quedara con ellos.  Cuando se acercaron a la sepultura, vio la gran cruz hecha por su amigo donde había tallado: “¡Heme aquí, Señor!”

Al mes siguiente llegó el joven jesuita Simón de León con la misión de asistirlo en la organización de la división de la Reducción y el Padre Sepp habló en guaraní con los quince caciques proponiéndoles que algunas familias lo acompañaran hacia el norte para encontrar un lugar donde instalar otra Reducción.  Acordaron que responderían al tercer día y tras las consultas entre todos los clanes, regresaron los quince caciques con esta respuesta:

“…¡Pay guacú! ¡Aguy jebeté! ¡Jebí oro Henche angadebe!

¡Padre, te agradecemos que quieras llevarnos a otras tierras!”

El 13 de septiembre partieron con el propósito de encontrar un lugar donde pudieran seguir conviviendo y apoyándose durante el siguiente tramo del terrenal itinerario: eran “21 caciques o ancianos de los indios junto con sus familias, más de tres mil personas”, anotó el Padre Sepp.

Se detuvieron donde observaron la tierra fértil y el río cercano; imaginaron los nuevos ranchos, la iglesia, la casa para las reuniones de las autoridades de la nueva Reducción y después de sacar arbustos y malezas empezaron a colocar algunas estacas y al anochecer encendieron las fogatas.

Tres días después, cien indios regresaron a San Miguel cabalgando cerca del Padre Sepp porque era necesario informar sobre lo realizado y buscar arados y bueyes de tiro, herramientas y semillas de trigo y maíz…  A los quince días llegaron los indios que habían decidido instalarse en ese lugar y las mujeres con los niños se quedaron en San Miguel hasta que estuvieran terminadas las viviendas.  Con cañas recubiertas de paja construyeron las paredes y el techo de la casa parroquial.  El Padre Sepp había traído de San Miguel una imagen de San Juan Bautista y así nombraron a la nueva Reducción.  Luego edificaron la escuela y los talleres.  Tres meses después, los caciques dijeron:

“¡Cheruba, pay – Padre, danos también a las mujeres y los niños!”

El Padre Sepp respondió:

“…Quien lo quiera, que mañana mismo se ponga en camino! ¡Pero que en ese viaje de cinco días traiga a todos los niños sanos!”

En su Itinerario anotó:

“Ante mis palabras, los jaros padres arrojaron azadas y rastrillos, dejaron los arados en el sitio en que se hallaban y mientras expresaban su intenso júbilo montaron sus caballos.

También en esa ocasión cabalgué con ellos hacia San Miguel”. /…/

“La caravana de tres mil estuvo siete días en marcha. Durante la travesía murió un anciano.  Para compensar el hecho nacieron dos niños.  Tomé agua del arroyo sobre el que entonces acampábamos, la bendije y bauticé a los testigos del peregrinaje terreno con los nombres de María Inmaculada y Juan Bautista, Patronos de la nueva Reducción.

Los Superiores de la Orden nos habían enviado una pequeña campana desde Santa Fe hasta la Reducción de San Miguel para la de San Juan Bautista. Un indio nos precedió velozmente, portándola.  Con cuatro troncos cubiertos con una especie de techito, construyó un campanario.  De tal modo el arribo de los tres mil a la futura Plaza de la nueva Reducción fue saludada por un repiqueteo de campana.

Al día siguiente, 25 de diciembre de 1702, todos juntos celebramos, bajo el intenso brillo de un cielo de verano, junto con la Navidad del Señor, nuestro feliz advenimiento a la Reducción de San Juan Bautista”…

 Un año después, visitó la Reducción de San Juan Bautista el Padre Provincial Lauro Núñez y comprobó que habían instalado un horno para hacer ladrillos y las viviendas de paja y barro estaba reemplazadas por nuevas construcciones.

Aunque esas visitas eran periódicas a todas las reducciones, en esa circunstancia la presencia del Padre Núñez estaba directamente relacionada con el hallazgo de “tierra con hierro” que podía excavarse fácilmente.

El Padre Sepp había visto en Europa cómo funcionaba un horno de fundición, enseguida había puesto en marcha ese proyecto. Luego, escribió este informe:

“Construí con ladrillos, que ahora poseo en cantidad, un horno de fundición con alta chimenea.  La piedra de hierro desmenuzada se mezcla con seis partes de carbón y se apila en el horno de fundir.  El fuego es mantenido en intensidad constante mediante dos fuelles que soplan el aire.  Al quemarse el carbón, el hierro fundido cae al fondo mientras el metal de desecho sobrenada.  Luego de 24 horas de arder, el hierro fundido puede manar a través de un canal especial, mientras el hierro en cascotes aún blandos e incandescentes, es amartillado por los fuertes ayudantes del herrero, y otros, todavía existentes en el metal licuado, son extraídos en varillas largas y delgadas.

De tal forma el hierro se convierte incluso en acero de la mejor clase: las piezas de hierro se recalientan todavía varias veces, y se enfrían en largos abrevaderos.  Con el acero así obtenido la habilidad de los indios obtiene palas, ejes, hasta arados”…

Desde la “Reducción de los Jaros de ‘San Juan Bautista’, en el día de los Santos Tres Reyes de 1703”, el Padre Antonio Sepp escribió una carta para la llevara el mensajero que había llegado desde Buenos Aires, donde estaba anclada la nave que regresaría a Europa.

En uno de esos párrafos, “el gran Padre” como lo nombraban sus amados indios, expresó:

“Estoy tan hondamente metido en la tierra de los indios paraguayos, que posiblemente no exista para mí un camino de vuelta desde esta inmensa y querida tierra hacia la Patria; para abandonar a mi gente sobre los grandes Ríos Uruguay, de La Plata, hasta Buenos Aires y desde allí hasta mi querido Tirol.  Ya no soy joven y capaz de ello; estoy en los cincuenta y ocho.  Pero ¡qué significan los años”  Mi espíritu y mis sentimientos permanecieron alegres y juveniles en la felicidad del Señor.

Halle mi deber para mi existencia terrena.  Cosa mayor no puede obsequiársele a hombre alguno en esta vida. Si aún puedo trabajar hasta la gran rendición de cuentas, quiero aceptar agradecido esos años.  Mi cabeza aún pulula de proyectos.

Ignoro si podré dar aún noticias a la Patria. La ventana está abierta de par en par.  Afuera, en la Plaza, niños y niñas esperan la hora del canto.  Hoy cantaremos en latín: ¡Laudate, pueri…, alabad, niños!”…

Durante la década siguiente siguieron destacando la fecunda labor del Padre Sepp y han reiterado lo expresado en la revista misional El mensajero del mundo: [88]

  “El 17 de agosto de 1719 bajó por el Río el Padre Antonio Sepp, fundador de varias misiones y verdadero Apóstol de los paraguayos, quien se dio el gusto de saludarnos en alemán, pero como hacía 27 años que no hablaba su lengua natal, no pudo valerse correctamente de la misma”…

“1725… El venerable anciano Padre Antonio Sepp, que desde hace tanto preside la población de Santa Cruz, sigue animoso y con bastante fuerza”.

1729… Informe del Padre Matías Ströbel -misionero alemán- refiriéndose al aprendizaje de música y danzas: “Los paraguayos deben estos y otros conocimientos no a los misioneros españoles, sino a los jesuitas alemanes, italianos, flamencos, pero en primerísimo lugar al R. P. Antonio Sepp, de la Provincia alemana superior, quien fue el introductor de arpas, trompetas, trombones, címbalos, clarines y órganos, con lo que se ganó un imperecedero recuerdo.  Ese Apóstol, por todos venerado, hasta hoy conduce, solo, la misión”…

El 13 de enero de 1733 se produjo el Último Desprendimiento del Padre Antonio Sepp cuando estaba acompañado por sus indios.

Cuando recién había llegado al territorio de las Misiones, tras algunos diálogos y mientas sentía un intenso impulso interior, había escrito:

“Pocos años después de nuestra muerte, también nuestros nombres se habrán borrado de la faz de la tierra.  Quien, como Antonio Böhm y yo, apenas si puede trazar un humilde surco en el campo de la tierra, el viento con el tiempo muy pronto le borra el nombre.  En la memoria del mundo sólo permanecen los nombres de los poderosos, de los grandes destructores; y, también, de los revolucionarios del bien…”

Síntesis del trabajo tesonero junto a los Jesuitas…

Sabido es que hasta mediados del siglo XVII, en la zona situada entre los ríos Paraguay, Paraná y Uruguay, los guaraníes y los sacerdotes jesuitas desarrollaban diversas actividades en treinta reducciones.

Aunque algunas fracasaron tras los continuos ataques de los bandeirantes y debieron ser trasladadas, fusionadas o abandonadas, estos nombres revelan una labor responsable:

Ocho Reducciones que funcionaron en área pertinente a la actual República del Paraguay:

  • 1610: San Ignacio Guazú, fundada por el Padre Marcelo de Lorenzana.
  • 1615: Nuestra Señora de Encarnación de Itapúa, por el Padre Roque González.
  • 1632: San Cosme y San Damián, por el Padre Adriano Formosa.
  • 1647: Santa María de  Fe, por el Padre Manuel Berthod.
  • 1651: Santiago
  • 1685: Jesús, fundada por el Padre Jerónimo Delfín
  • 1698: Santa Rosa de Lima
  • 1706: Santísima Trinidad, fundada por el Padre Juan de Anaya.

 

Once Reducciones en el centro de esa zona, actual provincia de Misiones:

  • 1610: San Ignacio Miní, fundada por el Padre Simón Massetta.
  • 1610: Nuestra Señora de Loreto, por el Padre José Cataldino.
  • 1619: Concepción, por el Padre Roque González.
  • 1622: Corpus Christi, por el Padre Pedro Romero.
  • 1626: Santa María la Mayor, por el Padre Diego de Boroa.
  • 1627: Nuestra Señora de Candelaria, por el Padre Roque González.
  • 1629: San Javier –“San Javier”-, fundada por el Padre José Ordóñez.
  • 1631: Santos Apóstoles -“Santos”-, fundada por el Padre Diego de Alfaro.
  • 1633: Santa Ana, fundada por el Padre Pedro Romero.
  • 1633: San José, por el Padre José Cataldino.
  • 1629: Santos Mártires del Japón, fundada por el Padre Agustín Contreras.

 

Cuatro Reducciones en territorio de la actual provincia de Corrientes:

  • 1627: Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú,  fundada por el Padre Pedro Romero.
  • 1628: La Santa Cruz  –“La Cruz”-, fundada por el Padre Cristóbal Altamirano.
  • 1631: San Carlos Borromeo -“San Carlos”-, fundada por el Padre Pedro Molas.
  • 1633: Santo Tomé Apóstol -“Santo Tomé”-, fundada por el Padre Luis Ernot.

 

Siete Reducciones estaban instaladas en tierras que actualmente pertenecen a Brasil:

  • 1626: San Nicolás, fundada por el Padre Roque González.
  • 1631: San Miguel Arcángel  – “San Miguel”- por el Padre Cristóbal Mendoza.
  • 1682: San Francisco de Borja, fundada por el Padre Francisco García.
  • 1687: San Luis Gonzaga, fundada por el Padre Miguel Fernández.
  • 1690: San Lorenzo Mártir -“San Lorenzo”-, por el Padre Bernardo de la Vega.
  • 1702: San Juan Bautista, por el Padre Antonio Sepp Von Reinegg.  [89]
  • 1707: Santo Ángel Custodio, fundada por el Padre Diego García.

Pinturas y artesanías

Cuando llegaron los españoles, observaron que los guaraníes eran más espirituales que materialistas, no les interesaba acumular bienes y trabajaban hasta lograr lo necesario para cada día.  Después, los sacerdotes jesuitas orientaron a los indígenas hacia distintos aprendizajes y en las Reducciones promovían el aprendizaje de diversas artes, en algunos casos copiando objetos traídos de Europa.  Así sucedió con un cáliz que el Papa Urbano III había enviado desde Roma a las misiones y que fue reproducido en La Candelaria con todos los detalles, incluso con imitación del esmaltado que el original tenía en el pie.

En las Cartas Anuas de 1616, hay datos sobre la labor del Hermano Bernardo Rodríguez (n. en Andalucía 1574; fallecido en 1650), también de la Orden Ignaciana y quien estando en Santa Fe fue un destacado pintor de imágenes sobre papel y luego de “una imagen muy grande y muy buena que sirve de retablo”.

Otro pintor fue el Hermano Luis de la Cruz y uno de sus cuadros fue ubicado en el altar del templo de la reducción de La Candelaria. El Hermano José Brasanelli era escultor y falleció el 17 de agosto de 1728 en Santa Ana, donde residía habitualmente.

En la Reducción de Itapúa, el indio guaraní J. M. Kabiyú realizó una imagen de la virgen sobre tabla.

Los objetos artesanales que producían los indios eran vendidos a través de las procuradurías u oficios que funcionaron en la capital santafesina -Colegio ubicado frente a la Plaza Mayor- y en la ciudad de Buenos Aires.

El padre Florián Paucke S. J. durante su tiempo libre, escribió e ilustró: Hacia allá y para acáUna estada entre los indios mocovíes, 1749-1767, relatos con dibujos en color que siguen siendo una fuente insoslayable para historiadores y estudiantes.

Enseñanza de Música

Las Reducciones o Misiones fueron varias y en todas ellas vivieron y desarrollaron su trabajo de enseñanza musical importantes jesuitas. Entre ellos han nombrado al francés Louis Berger (1584-1639) y al italiano Pedro Comental (1595-1665) en San Ignacio Guazú (actual Paraguay); al belga Jean Vaisseau -o Juan Vaseo- (1584-1623) en Nuestra Señora de Loreto (actual provincia de Misiones, Argentina); al austríaco Anton Sepp von Reinegg (1655-1733), en Yapeyú (actual provincia de Corrientes, Argentina); al suizo Martín Schmidt (1694-1773) y al bohemio Johannes Mesner (1703-1768) en Chiquitos (actual territorio de Bolivia); al austríaco Florián Paucke (1719-1780) en San Javier (actual provincia de Santa Fe, Argentina); y al español Juan Fecha (1727-1812) en Miraflores (actual provincia de Tucumán, Argentina).

Enseñanza de Ciencias Naturales

Han destacado que los Jesuitas fueron los primeros que estudiaron las características de la flora y fauna en el río de la Plata y es reconocida la labor del sacerdote José Acosta, nacido en 1539 en Medina del Campo -España- e ingresado en la Orden a los catorce años. En 1571 llegó al Perú y se desempeñó como catedrático en la Universidad de San Marcos de Lima, también fue historiador. Nombrado Principal de la Compañía debió viajar desde el Tucumán hasta México aprovechando la mayor parte de su tiempo libre para explorar y reconocer plantas y animales. Logró que en 1590, en Sevilla editaran Historia Natural y Moral de las Indias, obra que fue traducida a varios idiomas.  Sabido es que describió diversas especies: papa, maíz, maní, plátano, coca, ají… y que por tales investigaciones y conclusiones era reconocido como el Plinio del Nuevo Mundo.  Vivió sus últimos años en España, falleció el 15 de febrero de 1600 siendo Rector de la Universidad de Salamanca.  [90]

En el siglo siguiente, el Padre Antonio Ruiz de Montoya desarrolló estudios sobre la yerba mate y zoología en la región del Río de la Plata y tales conclusiones fueron publicadas en su libro Conquista Espiritual (1639).

En 1649 llegó a la región del Río de la Plata el Padre Nicolás del Techo y también se dedicó al estudio de la flora, publicando sus investigaciones en Historia de la Provincia del Paraguay, editado en Lieja en 1673.

A fines de ese siglo, nació en Madrid Pedro Lozano quien después de los primeros estudios ingresó en la Compañía y fue destinado al Río de la Plata con residencia en el Colegio Máximo de Córdoba, donde además de su labor evangelizadora se dedicó a estudios literarios y científicos; avanzó en investigaciones sobre la flora y fauna de esa región y elaboró descripciones sobre plantas de uso medicinal y curaciones tradicionales entre los indígenas. Uno de sus legados: Historia de la conquista de la provincia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán; dedicó tres extensos capítulos a la botánica y cuatro a la zoología.

Durante el siglo XVIII, varios sacerdotes jesuitas trabajaron en sus misiones y también dedicaron parte del tiempo libre a estudiar la geografía regional avanzando sobre anteriores investigaciones referidas a la flora y la fauna:

Padre Florián Paucke: trabajó con los mocovíes del norte santafesino y tras la expulsión en 1767, en su Silesia natal, publicó Más allá y para acá. Una estada entre los indios mocovíes, obra vigente para diversos estudios y cuyas ilustraciones en color suelen ser reproducidas en libros y diversas publicaciones periódicas.

Padre José Sánchez Labrador: nació en septiembre de 1717 en Toledo; llegó al río de la Plata en 1734 y recibió el orden sagrado seis años después. Fue catedrático en la Universidad de Córdoba.  Han reiterado que estaba acostumbrado a las exploraciones a pie y que así llegó hasta Buenos Aires y Asunción del Paraguay, internándose en la selva chaqueña. Escribió y logró publicar Paraguay Católico y Paraguay Natural, obra científica que abarca conocimientos de botánica y zoología; cosmografía, etnografía; lingüística… Tras la expulsión en 1767, como todos los jesuitas trasladados desde las colonias americanas, vivió en Italia y falleció en Rávena, en octubre de 1789.

Padre Thomas Falkner, médico graduado en Londres, Inglaterra.  Llegó al río de la Plata en 1739 y recorrió las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Santa Fe y región patagónica como evangelizador y médico. Desde 1752 y durante veintiocho años estuvo en la estancia del Colegio de Santa Fe; graduado de médico en Londres y de sacerdote en Córdoba, realizó exploraciones al sur del río Carcarañá y encontró el “esqueleto de un gliptodonte, mamífero de la era cuaternaria”. En 1761 se trasladó a la provincia de Córdoba y allí continuó sus investigaciones sobre medicina y botánica hasta la expulsión en 1767.  En Europa logró editar Descripción de la Patagonia.

Padre Martín Dobrizhoffer, cumplió sus misiones en la región de los abipones cerca del río Paraguay, entre el Pilcomayo y el Bermejo; avanzó sobre los estudios realizados por el Padre Tomás Falkner. En 1784 publicó Historia de Abipones.

Padre Pedro Montenegro, elaboró un códice reconocido como Materia Médica Misionera –así titulado por el historiador Ricardo Trelles-, incluye dibujos a pluma, nomenclatura botánica y descripciones acerca de las propiedades curativas de algunas especies.

Padre Gaspar Juárez: nacido en 1731, misionero santiagueño; catedrático en Córdoba y estudioso de las ciencias naturales, han destacado que avanzó sobre los estudios de botánica que había elaborado el Padre Tomás Falkner. Después de la expulsión quedó en Roma donde fue reconocida esa vocación paralela y con especies que había llevado de América hizo un Jardín que por sus características llamó la atención y entonces logró renombre en otros países europeos.  En Roma, en 1788 redactó conclusiones sobre botánica y logró la publicación de Observaciones fitológicas  (1790 y 1793).

Padre Ramón Termeyer: descendiente de alemanes nacido en 1738 en Cádiz; en el Río de la Plata desde 1762:  Con el propósito de intentar la cría del gusano de seda trajo larvas en una ampolla.  Se dedicaba al estudio de arácnidos y peces hasta que tras la expulsión, en Roma continuó investigando sobre ciencias y físicas.

1764: ¡Ya es tiempo de libertad!…

Sabido es que en la Corona española se sucedieron los Felipe:

Felipe II (1527-1598) y su cuarta esposa Ana de Austria, fueron padres de Felipe III.  Tras el casamiento de este Felipe con Margarita de Austria, nació Felipe IV (1605-1665), luego casado en primeras nupcias con Isabel de Borbón; padres de la Infanta española María Teresa, esposa de Luis XIV en cumplimiento del acuerdo de Paz de los Pirineos que confirmó la declinación de España y la hegemonía francesa.

Felipe V fue proclamado por las Cortes en Madrid (18-02-1701).  El testamento del rey Carlos II en el Palacio de Versalles, fue aceptado a principios de noviembre de 1700 y el rey Luis XIV de Francia, proclamó como rey de España a su nieto el duque de Anjou (1683-1746).

 

Sabido es que el “derecho de asiento” otorgado por Carlos V a los flamencos para el comercio de esclavos -procedentes de África-, luego fue concedido por Felipe II a favor de los genoveses; por Felipe IV a los portugueses y tras el Tratado de Utrecht de 1713, a los británicos.

Es oportuno tener en cuenta que la esclavitud fue soportada por parte de la población africana tanto por la selección realizada en ese continente para la ejecución de determinadas tareas agrícolas y domésticas como por el traslado organizado por europeos y asiáticos con propósitos semejantes. Se acentuó a fines del siglo XV no sólo para disponer de mano de obra en las denominadas Islas Occidentales sino para “otras explotaciones”.  No ha sido por casualidad que aún en el tercer milenio se rememore el genocidio africano que se concretó en aquel tiempo, ya que de ese continente aproximadamente cien millones de personas, desaparecieron…  [91]

 

El 29 de octubre de 1764, gritando ¡Ya es tiempo de libertad en nuestra patria! ¡Viva el rey y muera el mal gobierno!… se habían manifestado los comuneros de Corrientes mientras protestaban contra las autoridades locales, alentados por José de Casajos -párroco y maestro de Saladas, integrante de una de las principales familias de esa comarca- y apoyados por los franciscanos y dominicos, también por vecinos movilizados por Gaspar de Ayala y Ramón Paredes, sin la necesaria organización.  También apoyaron ese movimiento comunero, el vicario Antonio de la Trinidad Martínez de Ibarra y Manuel Antonio de la Torre, obispo de Buenos Aires.

En esas circunstancias, los rebeldes expresaban su rechazo a las actitudes del teniente de gobernador Manuel de Rivera y Miranda que cumplía las estrictas  órdenes del gobernador del Río de la Plata don Pedro de Cevallos.  Insistían en que no habían cumplido las promesas del gobernador Bruno de Zabala expresadas por el obispo de Buenos Aires en noviembre de 1732, durante la anterior sublevación y recordaban que habían sido mal tratados cuando el obispo se retiró de Corrientes.  Ese día 29 de octubre de 1764 habían apresado al gobernador Rivera mientras los cabildantes decidieron no opinar y ni lo defendieron.

Dos días después, proclamaron jefe supremo y maestre de campo a José González de Alderete.  Al año siguiente, liberado el ex-gobernador Rivera, acusaron a González de traidor y el 10 de marzo nombraron reemplazante: Pedro Nolasco Pabón, quien luego accedió al traslado de Rivera al pueblo de Itatí por pedido del Padre Roque Ferreyra.  También fue calificado como traidor y tras destituirlo, nombraron con idénticas funciones a Gaspar de Ayala.

Con la experiencia de anteriores rebeliones que se prolongaron en exceso, el gobernador Pedro de Cevallos nombró al irlandés Teniente Coronel Carlos Murphi para que restableciera el orden en Corrientes.  Se trasladó desde el Río Pardo donde estaba al recibir esas instrucciones, llegó el 2 de abril de 1766 a Saladas y allí recibió una carta de Ayala, ofreciendo la rendición.  Continuó la marcha, en Paso de los Padres mediante un Bando exigió que entregaran las armas y que los pobladores no salieran de sus viviendas.  Siguió avanzando hacia Corrientes y antes de llegar se acercaron “trescientos sesenta comuneros que entregaron las armas” concluyendo así la segunda sublevación de los tenaces correntinos.

Actuó como juez don Juan Manuel de Lavardén y dictó trece sentencias de muerte y condenó a destierro a cincuenta personas.

(En 1765 en las Misiones registraron sólo 85.266 habitantes; dos años después 88.796.

El 15 de agosto de 1766, el virrey ordenó una revisión del juicio contra los comuneros y eclesiásticos, observaron algunas irregularidades y fueron anuladas las sentencias.)

1766: imprenta y libros de Jesuitas…

Sabido es que en la ciudad de Córdoba, en 1766 instalaron la imprenta que los Jesuitas habían logrado embarcar en Italia y que funcionó en el Colegio Convictorio de Monserrat hasta el año siguiente.

En ese tiempo, oscuros nubarrones anunciaban otra tormenta…

 

Desde el litoral santafesino, Graciela Noemí González difundió diversas informaciones acerca de los libros publicados por sacerdotes jesuitas que compartieron experiencias con los indígenas en distintas misiones y reducciones.

Al referirse al Padre Antonio Sepp, destacó que “publicó dos obras sobre sus actividades misionales en Yapeyú, San Javier y especialmente en San Juan (Paraguay) que fundó y mantuvo en forma notable y hasta admirable, entre otras reducciones en las que misionó;  F. Baucke, autor de Hacia allá y para acá -titulo original “Hin und her”, traducido por Edmundo Wernicke y publicado por la Universidad de Tucumán, excelente trabajo de etnografía dedicado a los mocovíes entre los cuales desarrolló una ‘proteica acción’…”  [92]

Es oportuno tener en cuenta que fue el padre Florián Paucke -o Pauke en otros escritos-, el autor de Hacia allá y para acá (Una estadía entre los indios mocobíes, 1749-1767), cuatro tomos, edición de 1942, Universidad Nacional de Tucumán.

Tras las huellas de don Juan de Garay…

Es oportuno tener en cuenta que Juan de Garay nació en Vizcaya o en sus alrededores, “en un barrio llamado de Garay, en Vizcaya”; en la zona del Cantábrico, entre San Sebastián y Santander, han reiterado que “aproximadamente en 1538”.

Tenía catorce años cuando llegó a América y el escritor Piñero Marqués destacó que poseía “una doble instrucción: teórica humanística, dada en un Colego de nobles; práctica artesanal, aprendida empíricamente en el taller de su padre”.  Afirmó también que “su solar natal estaba a contadas leguas de Éibar, cuyos aceros y damasquinado ya eran mundialmente famosos, y este último arte traído, con gran probabilidad, a España, por el apóstol Santiago”.

Hay que tener en cuenta que Piñero Marqués, también escribió que según un documento referido al “nombramiento de alguacil mayor por Felipe de Cáceres”, Garay habría sido “un metalúrgico” y que “estos conocimientos le habrían de ser utilísimos en el nuevo mundo”.

Después, el doctor Piñero repitió lo escrito por “el señor Del Valle Lersundi” acerca de que Juan de Garay “fuera Mayordomo lego de la Iglesia de San Pedro, en 1553, 54, 55 y 56, fabriquero que ubo seido de la dha Iglia en 17 de enero de 1557”, es decir que habría sido artesano en dicha iglesia a principios de 1557…  [93]

Destacó también que “era ‘hijohidalgo’ puesto que ‘algo’ fueron sus antepasados, para poder dar su nombre al lugar de su nacimiento” y además, destaca que “tenía derecho al uso del don, y a anteponerse la partícula ‘de’ al apellido, así como de escudo de armas”.

Han reiterado que Juan de Garay era sobrino de don Juan Ortiz de Zárate, el Oidor, con quien habría  llegado al Perú porque han destacado que “tenía como misión, respecto a él, el completar su educación, atendiendo, fundamentalmente, a su futura condición de adalid”.

Don Juan de Garay estuvo en mayo de 1574 en la fundación de San Salvador, poblado por el adelantado Juan Ortiz de Zárate  a orillas del río Uruguay.

(En 1576 falleció el adelantado y Garay intervino en sucesivos trámites relacionados con su testamente, entre ellos lo pertinente al casamiento de su hija Juana con el licenciado en leyes Juan Torres de Vera y Aragón -caballero de Calatrava y vocal de la Audiencia de Charcas, quien por ser oidor debía tramitar la autorización del rey- pero mediante estrategias de Garay, celebraron la boda en diciembre de 1577 provocando la indignación del virrey Toledo.

No fue por casualidad que el 25 de julio de 1578, don Juan de Garay entró en Santa Fe como General y Lugarteniente del licenciado Juan Torres de Vera y Aragón, nuevo gobernador del Río de la Plata y el Paraguay.)

Señales desde la ciudad de Santa Fe…

Sabido es que don Juan de Garay fundó la ciudad de Santa Fe el 15 de noviembre de 1573 y que “era tan sólo un mísero rancherío”.

1576: Encomienda a favor del capitán del Pueyo…

Así como el 26 de septiembre de 1576, “el capitán Juan de Garay, teniente de gobernador de estas provincias del Río de la Plata, intitulada la Nueva Vizcaya, por el muy ilustre señor el adelantado Juan Ortiz de Zárate”, había otorgado “mercedes de tierras a Sebastián de Lencinas, vecino de Santa Fe”, así también adjudicó “al capitán Francisco del Pueyo la encomienda de las tribus Canilitón y Chiyapuista”, el primero con los caciques Mycarechit y Quiluchit y Chucaly; el “otro pueblo Chiyapuista con los caciques Ypanali, Yaguilaba y Lujas y Consusal, con todos los caciques e indios a ellos sujetos”…  [94]

Enero de 1580: pregón y bando sobre “indios de servicios”…

El 17 de enero de 1580, don Juan de Garay reiteró el pregón y bando de “los días pasados” y “manda a todas las personas que tuvieren indios de servicios, que los manifiesten para determinar si son o no de repartimiento… prohíbe tratar y contratar con ciertas tribus”. Quienes no cumplieran esa orden de traerlos o manifestar ante él,  “dentro de ocho días primeros siguientes después de la publicación” de ese edicto, tendrían que entregar “treinta varas de lienzo, la tercera parte para el denunciador y las dos tercias para gastos de guerra”.

“…estoy informado las grandes vejaciones y molestias que reciben los indios de las naciones guatataes y mogolaes… y otras naciones que están entre nosotros, de algunas personas de esta ciudad, tomándoles sus mujeres en tal manera que muchos de ellos no tienen mujeres ni menos los caciques tienen gente consigo”…

Ordenó Garay que “ninguna persona, de todos los vecinos y moradores, estantes y habitantes… de cualquier estado y condición y preeminencia que sea, sean osados de contratar, pedir ni comprar ninguna pieza de servicio de las dichas naciones, ni menos de los guaycurúes, so la dicha pena”…

En consecuencia, debían proceder los alcaldes y agregó otra advertencia para quienes no cumplieran con “las ordenanzas que hizo el gobernador Domingo de Irala”…  El escribano de gobernación Luys Márquez,  al pie de ese documento anotó:

“Pregonóse el bando susodicho en la manera que dicha es, estando cabe las puertas de la iglesia parroquial de esta ciudad por voz  de Juan López, moreno pregonero público de esta ciudad, ante mucha gente qu ende estaba, siendo presentes por testigos Francisco de Escobar, Juan de Porras, Leonardo Griveo, regidores y vecinos de esta ciudad.”  [95]

Junio de 1580: rebeldía de treinta y tres “mancebos de la tierra”…

Durante el otoño de 1580, don Juan de Garay decidió embarcarse y navegar río abajo, “hasta el día diez de junio, en que llega a Buenos Aires, en donde espera un día propicio para proceder al anclaje y desembarco, pues por la marea no le es favorable dicho día. Al día siguiente, habría de erigir allí la ciudad de Santa María del Buen Aire y, cabe la misma, el Puerto de la Santísima Trinidad”.   [96]

Mientras estaba ausente don Juan de Garay, lo reemplazaba provisoriamente el teniente de gobernador Simón de Jaques -en algunos escritos Jacques-, reconocido “veterano de la expedición de Pedro de Mendoza, hombre maduro y respetado, nacido en Bruselas”.

Juan de Garay otorgó ese título a Jaques, en Asunción, el 3 de diciembre de 1578, por ser “alcalde ordinario y de la hermandad que a la sazón es en esta ciudad es de los más antiguos conquistadores, persona de mucha experiencia y de toda honra, confianza y fidelidad”…  [97]

Es oportuno tener en cuenta que estaban establecidas las condiciones para ser gobernador: debía nombrarlo el Rey y era necesario que fueran capaces de desempeñarse, no ser vecino de esa provincia, tampoco casarse él o sus familiares en esa jurisdicción.

Los gobernadores designaban a los tenientes de gobernadores con el deber de presidir el Cabildo durante las elecciones, observando lo pertinente y ejerciendo el veto; también eran nombrados corregidores, justicias mayores y alguaciles mayores según costumbres locales en diferentes épocas. Hay que tener en cuenta que en España, el corregidor era quien corregía las sentencias del Cabildo y en América, intervenían como jueces de segunda instancia en resoluciones de los alcaldes de las ciudades sufragáneas, como el gobernador con su justicia mayor, lo hacía en el área metropolitana. En las ciudades y reducciones -incluso en distritos menores- había corregidores, y en la región de Cuyo -al sur del Tucumán, entre la cordillera de los Andes y las sierras de Chile, actual territorio de Córdoba-, dependieron de la Capitanía General de Santiago de Chile.  Justicia Mayor era una categoría mayor porque se desempeñaban en un reino, adelantazgo o provincia.  Alguaciles mayores eran los militares que como tenientes asumían la jefatura militar en una ciudad sufragánea mientras en la ciudad metropolitana ejercían sólo tareas militares junto al gobernador.  Tenientes generales -nombrados también generales-, eran quienes sustituían al adelantado o gobernador en toda la jurisdicción cuando ellos los designaban y “obraban en su nombre y responsabilidad”; si no reemplazaban en ausencia sino por vacancia, referentemente eran nombrados de justicia mayor.  [98]

Estaba Jaques a cargo del gobierno En ese tiempo, en la ciudad santafesina se produjeron sucesivos desórdenes, “atribuidos al Gobernador Zárate y Mendieta, cuya muerte no había de tardar siquiera dos meses; entretanto el oidor Vera y Aragón era destituido por el Virrey, por todo lo cual, Garay sólo habría de responder ante éste y el Rey, por sus gestiones correspondientes”.    [99]

En víspera de Corpus Christi, se habían rebelado los mancebos de la tierra que habían acompañado a Garay en aquella epopeya a través de aproximadamente mil kilómetros, algunos en precarias embarcaciones y otros con los arreos, cruzando montes vírgenes.  Insistían en que los españoles fueron más favorecidos con la entrega de los solares y  reiteraban sus derechos a integrar el Cabildo para participar en la administración comunal.  Conducidos por Lázaro de Benialbo y evidentemente apoyados por el gobernador del Tucumán y Diego Rubira, su teniente en Córdoba, mientras Juan de Garay se había trasladado hasta el delta en el río de la Plata, se animaron a deponer a las autoridades. Casi entre las sombras, desde el punto de vista del escritor José Rafael López Rosas, se percibía la influencia del virrey Toledo quien “sin apoyar este alzamiento, deseaba alejar a Torres de Vera y Aragón y a Juan de Garay de sus respectivos mandos”.  [100]

Horas después de la rebelión, Benialbo estaba detenido en la casa del jefe militar, “siendo testigo de su asesinato a traición en manos del feroz Cristóbal de Arévalo”.  [101]

 

El historiador santafesino Ramón Lassaga fue el primer en reconocer ese acto de rebeldía como “la revolución de los siete jefes” aunque en realidad fueron treinta y tres criollos quienes en la casa de Lázaro firmaron la noche anterior el acta, certificada por Fernández Montiel a quien obligaron a hacerlo como escribano.  El traidor Cristóbal de Arévalo no había firmado. Aquellos mozos que habían luchado contra los charrúas con “su fuerza brava y generosa” -al decir del arcediano Martín del Barco Centenera- murieron tras ser delatados por uno de ellos: “el feroz Cristóbal de Arévalo”.

Además de Lázaro de Benialbo -o Benialvo-, en los textos históricos perduran los nombres de Antonio de Leiva -o Diego-, Pedro de Gallegos -o Gallego, o Gallero-, Francisco Mosquera,  Ruiz Romero -o Diego Romero-, Diego Ruiz y Francisco Villalta.

El doctor Jorge Piñero Marqués escribió tales nombres “de dichos autointitulados jefes, y los títulos acreditados para constituirse tales”. Benialvo, “pone su casa a disposición de los siete: luego es el jefe. Antonio de Leiva, “no se sabe a ciencia cierta, pero puede suponerse, no sin fundamento, que lo es por estar al tanto de ciertas situaciones, y ser, por lo tanto, considerado mejor como amigo que como enemigo”. Pedro Gallegos, “tenía la singular cualidad de falsificar firmas admirablemente y, además, sabía redactar, al estilo de la época: dos virtudes que lo hacían acreedor a la jefatura”.  Francisco Mosquera, “es una especie de ‘don Juan Tenorio’ americano, castigado desde antes de que Garay rigiese los destinos de la ciudad de Santa Fe, por su vida licenciosa, y que fue uno de los que motivaron, evidentemente, a  Garay, su famoso decreto por el que autorizaba a matar a quienes, como él, anduvieran saltando tapiales con fines protervos, como defensa de la moralidad de la ciudad; su jefatura estaba más que justificada, por su alergia… hacia todo lo que implicara ley, orden y Derecho”. Ruiz Romero, “era cuñado de Gallego; además, sabía leer y escribir; por ende, nada le faltaba para ser jefe él también.”

Francisco Villalta, “es también acreedor a una jefatura, por cuanto, como desterrado del Paraguay, con la cabeza a precio en Asunción, no tenía otra salida que ser fiel a los demás, bajo pena de quedarse huérfano de todo apoyo”.

Diego Ruiz, “cumplía análogas funciones a las de un cuerpo de moros que fuera, tiempo atrás, eficacísimo en la guerra contra España, llegando hasta hacer peligrar la vida de la propia Reina Isabel de Castilla: el cuerpo de alcahuetes (‘los conductos’); en efecto, a Diego Ruiz se le otorgó la jefatura, a la que era acreedor, por haber sido criado por gobernador Abreu, cuya relación les habría de ser utilísima”.  Gonzalo de Abreu fue asesinado en 1581, año siguiente…

Expresó luego el doctor Piñero Marqués, que “allá por el mes de mayo de 1583, a solamente unas cuarenta leguas de Santa Fe, en una laguna que luego, a consecuencia de ello, habría de ser denominada -ya en dicho siglo- como laguna de la Matanza, a cuya vera bajó para pernoctar, fue asesinado por un numeroso malón de querandíes-calculado por los testigos sobrevivientes en más de ciento treinta- junto al Fraile Antonio Picón, que fuera flechado por la espalda, al igual que muchos de sus acompañantes”.  [102]

Mientras estos hechos conmovían a los conquistadores y sacerdotes españoles, a los jóvenes mestizos y también a los indígenas que convivían entre el Paraguay y las tierras próximas al río de la Plata, en el hemisferio norte cerca del Mediterráneo, seguían proyectando más expediciones con la intención de  abrir más puertos en el Atlántico Sur, cruzar el estrecho y seguir explorando las costas del Océano Pacífico.

Abril de 1582: carta de Garay al Consejo de Indias…

El 20 de abril de 1582, don Juan Garay una extensa carta al Consejo de Indias, refiriéndose a la fundación de Santa Fe -“con ayuda de setenta y seis pobladores, los siete españoles, los demás nacidos en esta tierra”- y a la fundación de la “ciudad de la Trinidad… con “sesenta compañeros, los diez españoles y los demás nacidos en esta tierra”.  Aludió a la sucesión de Juan Ortiz de Zárate, al levantamiento de junio de 1580 -reconocida como revolución de los siete jefes aunque fueron treinta y tres personas quienes firmaron una protesta la noche anterior- y destacaba Garay la necesidad de “sacerdotes y religiosos”.  Informó sobre la expedición al sur de Buenos Aires y pidió que conceda a Santa Fe “ganado caballar”.

Garay en aquella carta relató que había ido al Perú “por orden que dejó el adelantado Juan Ortiz de Zárate al tiempo de su muerte, por su hija doña Juan de Zárate” y reiteró que se había casado con el Licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón.

Informaba don Juan de Garay acerca del Licenciado:

“…dado sus poderes en nombre de vuestra alteza como sucesor del adelantado Juan Ortiz de Zárate, por virtud de las provisiones reales de vuestra alteza, y de cómo el virrey don Francisco de Toledo, por sus fines, le había molestado y perturbado.  Expresó que su entrada en esta tierra, lo cual ha sido en harto perjuicia del bien de esta tierra, porque si él hubiera entrado no hubiera sucedido la desvergüenza y alteración que sucedió en esta ciudad de Santa Fe estando yo sustentando la población de Buenos Aires”…

También pidió “alguna merced” para él y “para casar sus tres hijas”. [103]

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Segunda fundación en el puerto del “Buen Ayre”…

El historiador José María Rosa, refiriéndose a ese nombre impuesto por el primer Adelantado Don Pedro de Mendoza, escribió:

“Buen Aire” en singular (el plural vendría después) fue el nombre del puerto y del real.  Era una imagen venerada en el Mediterráneo cuya devoción se había extendido a los puertos andaluces: podía tenérsela por patrona de los marineros de Sevilla y Cádiz.

¿Por qué ese nombre?  Puede presumirse un voto a la Señora de los Vientos al atravesar las zonas calmas del ecuador, sugerido tal vez por los mercedarios que lo acompañaban; la Orden de la Merced había erigido su culto -la Madona di Bonaria- en una ermita de Cagliari, en Cerdeña.  Con todo resulta curioso que Don Pedro, aristócrata y hombre de tierra, eligiese precisamente una virgen de marinantes plebeyos para rendir el primer homenaje en su adelantazgo.  ¿Quería congraciarse con ‘la gente’ después de la ejecución de Osorio?”

Sabido es que había fracasado la fundación del primer Adelantado don Pedro de Mendoza y que el vizcaíno Juan de Garay desde la ciudad de Santa Fe establecida el 15 de noviembre de 1573, cinco años después decidió trasladarse al río de la Plata y allí fundó por segunda vez el puerto de Santa María del Buen Ayre y la ciudad de la Trinidad”.

El 13 de junio de 1580, envió una carta al Consejo de Indias informando que había fundado esa ciudad; destacó “la necesidad de sacerdotes y religiosos” y por ello, despachaba una “carabela para avisar a su majestad de las cosas de esta tierra.

En ella va un religioso que se dice fray Juan de Rivadeneyra, custodio de estas provincias y de las de Tucumán… Va con intención santa de informar a su majestad y a su religión la necesidad que hay en esta tierra de religiosos para predicar el santo evangelio de los naturales y aún entre nosotros, que quedamos en este pueblo sin ningún sacerdote, y otro pueblo que está cien leguas de la ciudad de la Asunción, hacia la parte del Brasil, está lo mismo… los clérigos que están en la ciudad de la Asunción todos viejos están para salir a ninguna parte, si no es uno que vino con el adelantado Juan Ortiz de Zárate y cuatro frailes de misas que vinieron solos.  Uno está en la Asunción atendiendo en la doctrina de los naturales y los otros tres están en las provincias de Tucumán”…  [104]

(En otro párrafo, informa que va como pilo de la carabela “Pedro Díaz, natural de Lagos, el cual vino por piloto mayor de la armada del adelantado Juan Ortiz de Zárate, ha visto los puertos de este río y toda la costa de San Vicente para acá, porque iba con Diego de Mendieta cuando le enviaron a esta tierra mientras yo [estaba] en el Perú, y de aquel viaje dejaron a Diego de Mendieta en el Biazá.  Yo procedí acá  contra los que vinieron en la carabela y los tengo presos, al piloto por hallar menos culpado y por no haber otro que pueda servir a su majestad”…  Suplico a vuestras mercedes, él y todos los merineros que en ella van sean favorecidos y animados de vuestras mercedes.  Algunos de los marineros tienen acá mujeres e hijos, otros las tienen allá y van a propósito de traerlas y avecindarse aquí.

Esta carabela fue armada ahora siete años en la ciudad de la Asunción por orden de Martín Suárez de Toledo y de los oficiales reales” para trasladar al Obispo y Felipe de Cáceres a San Vicente, y de allí volvió el capitán Ruiz Díaz Melgarejo a la ciudad de la Asunción “con gran trabajo porque venía toda comida de broma…  la aderezó Mendieta, también le alzó las obras altas y la cubierta porque al principio se había hecho muy baja…

De las partes de este puerto y tierra, así como de su temple y partes para crianza y labranza, ya vuestras mercedes estarán informados y se podrán informar de todos los que de acá van”.)

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Hay datos que son señales insoslayables para entender algo de lo que sucedía a principios del siglo diecisiete en el vasto territorio del Río de la Plata y Paraguay.

A principios del siglo diecisiete, continuaba el monopolio comercial controlado por la Corte de Sevilla y aumentaba el comercio ilícito porque desde la Banda Oriental o ingresando por el puerto de Santa María del Buen Aire -también escrito Buen Ayre- introducían diversos productos y manufacturas.

El 28 de mayo de 1608, mediante un pregón en Buenos Aires recordaron el vencimiento del permiso otorgado para el pago de derechos y el Cabildo pidió otra prórroga dirigiéndose a la Real Audiencia y al Consejo de Indias, asignando esa misión al Padre Juan Romero, jesuita que debía realizar el trámite en España.

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El gobernador de Santa Fe Diego Marín Negrón falleció el 26 de julio de 1613. han reiterado que su muerte habría sido consecuencia del envenenamiento ejecutado por algún cómplice de Juan de Vergara, aunque no lograron comprobarlo porque lo protegían diversas autoridades.

La Audiencia de Charcas designó al Licenciado Enrique de Jerez para que investigara sobre el tráfico de esclavos y la muerte de Marín Negrón, pero era tal el encubrimiento, que fue detenido y encarcelado en Córdoba hasta que se trasladó a aquella localidad.

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1651-1660: Santa Fe de la Vera Cruz…

La primitiva ciudad de Santa Fe fundada por don Juan de Garay cerca de la actual Cayastá, debió ser traslada cuando advirtieron que el río estaba socavando la barranca y también por algunas incursiones de tribus cercanas que provocaban daños entre la población. A partir de 1651 fueron repartiendo solares y con plano semejante al anterior, empezaron a construir en el nuevo asentamiento, cerca de la desembocadura del río Salado .actual ubicación-, hasta que en 1660 llegaron los últimos…

Frente a la Plaza Mayor estaba el Cabildo hacia el norte, el convento de los Franciscanos hacia el noreste; la iglesia y colegio de los jesuitas al este de esa plaza.  Allí tiempo después instalaron el artístico retablo tallado en la Reducción de Nuestra Señora del Loreto y colocaron una imagen de “San Juan Nepomuceno, ‘patrón contra los murmuradores’ y, por ende, muy popular en un pueblo chico, infiernillo poblado de viperinas lenguas”, como expresó Gustavo Víttori -formado durante el siglo veinte en el Colegio de los Jesuitas- quien destacó que “esta obra notable, que trasunta la resignación, la introversión y la rusticidad indígenas, evidencia, en la perceptible rigidez del tallado, la dura realidad interior del autor y, a través de él, de su étnica, abismados entre su cultura animista e inmemorial y un mundo de creencias y valores tan nuevo como extraño”.

Lo expresado por Víttori indica que después de la expulsión de los jesuitas (1767) tuvo otro destino porque esa imagen de San Juan Nepomuceno está en el Museo Histórico Provincial “Brigadier Estanislao López” de la capital santafesina y se exhibe junto a un “documento expedido por el Papa Benedicto XIV el 24 de enero de 1757 mediante el cual se conceden indulgencias a los que en el día de San Nepomuceno ‘visiten la iglesia de los jesuitas de Santa Fe desde la hora de vísperas hasta la entrada del sol y rueguen por la extirpación de las herejías y la concordia entre los cristianos’.”[105]

Sabido es que durante el reinado de Carlos III de España, se desarrollaron sucesivos conflictos aun en el seno de la Iglesia Católica y también parecía estar olvidada la advertencia de “no levantar falso testimonio ni mentir”.

No fue por casualidad que en 1767 fueran expulsados de América todos los sacerdotes de la Compañía de Jesús.

Tampoco fue por casualidad la insistencia para que regresaran a los fines de impulsar la educación y que ellos hayan concretado la puesta en marcha de la primera universidad en Santa Fe.

 

(Releo este texto para la corrección y necesito expresar que el 2 de abril de 2005 falleció el Papa Juan Pablo II -el Santo así reconocido por los católicos presentes en la Plaza de San Pedro durante las exequias- y el 19 de ese mes, el Cónclave Cardenalicio consagró su sucesor a uno de sus directos colaboradores monseñor Ratzinger, quien adoptó el nombre de Benedictino XVI.)

Conflictos entre seculares y clérigos.

Hasta 1659, en el Río de la Plata continuaron los conflictos entre autoridades seculares y eclesiásticas: denuncias mutuas, procesos judiciales, excomuniones.

El Obispo Cristóbal de la Mancha excomulgó tres veces a Jacinto de Lariz, gobernador del Río de la Plata con asiento en Buenos Aires (1646-1653).

Los Caballeros de la Orden de Santiago que eran designados para desempeñar esas funciones en el Río de la Plata, generalmente se vinculaban con los ciudadanos destacados -comerciantes y contrabandistas- y enseguida hacían sus negocios.

Sabido es que en 1660 terminó el traslado de la población desde la primera ciudad de Santa Fe -cerca de Cayastá- hasta la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, a orillas del río Paraná.

Mediante la Real Cédula del 31 de diciembre de 1662 los buques que navegaban por el río Paraná debían registrarse en el “Puerto Preciso de Santa Fe”.

A fin de ejecutar inmediatamente las acciones judiciales pertinentes cuando se comprobaba tráfico ilegal en el puerto de Buenos Aires, mediante la Real Cédula del 6 de abril de 1661 se estableció la Audiencia de Buenos Aires con jurisdicción en el Río de la Plata, Paraguay y el Tucumán.

El reino de España advirtió que la corrupción e impunidad en esa vasta región siguió creciendo y el 31 de diciembre de 1671, mediante otra Cédula ordenó la clausura.

Imágenes en la Iglesia de los Jesuitas de Santa Fe

El Padre Luis Berger nacido en Francia, ingresó en la Compañía en Bélgica, estaba en la Reducción de Loreto de Guayrá, enseñaba música y pintura, también se dedicaba a la platería y era un destacado orfebre. Obra suya es el cuadro Limpia Concepción, imagen de la Virgen pintada en 1634 mientras estaba en Santa Fe, la vieja y que por las referencias del Padre José Guevara, el último cronista de la Compañía de Jesús antes de la expulsión de América,  se cuadro está registrado en las Cartas Annuas de 1636 con el nombre de Berger como autor y sabido es que estaba en el retablo “poco más de dos años antes” del 9 de mayo de 1636, momento de “la exudación de la tela, episodio conocido como el sudor milagroso”. El doctor Gustavo Víttori también destacó en su libro Santa Fe en clave, que el retablo o altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros -de los padres jesuitas-, “según un documento encontrado por el padre Furlong ‘fue costeado por el señor Gabriel de Arandia y construido en la Reducción de Loreto por los indios artífices de la misma’. Al respecto, existe una carta del padre José Pablo Castañeda, procurador del Colegio, al padre Pablo Benítez, cura de aquella Reducción, cuya fecha es del 30 de abril de 1720, que aporta estos datos.  Y agrega: ‘fue traído seccionado a Santa Fe, y armado en el punto donde habría de quedar y queda aún’.”  Está ubicado en la parte central del altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, en Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia.   [106]

En esa iglesia se conserva “la imagen de bulto de tamaño natural, barroca, siglo XVIII, correspondiente a San Estanislao de Kostka con el Niño en brazos, ubicada en el nicho superior derecho (visto de frente) del retablo mayor del templo ignaciano.  Precisamente ese lugar, de acceso dificultoso, la debe haber protegido de los latrocinios de la Junta de Temporalidades, una suerte de comisión municipal designada para administrar los bienes temporales -las materialidades- de los jesuitas expulsos. Otro tanto debe haber ocurrido con los cambios de imágenes realizados por los mercedarios cuando se hicieron cargo de las propiedades de la compañía de Loyola.”

Víttori destacó que “es una talla interesante, con impronta americana que enfatiza la juventud y mansedumbre del santo polaco nacido en 1550 y fallecido a los 18 años después de incorporarse a las huestes de San Ignacio”… [107]

En el templo de Nuestra Señora de los Milagros, hay una imagen de “San Pedro Claver, apóstol de los negros americanos, junto a un niño de color en actitud piadosa” con la inscripción “Bo Pierre Claver” en la base de la escultura, con la aclaración de “S. Pedro Claver” evidentemente colocada delante de la imagen cuando el beato fue reconocido como Santo.

(No ha sido por casualidad que esa imagen fuera venerada en aquel tiempo en esa Iglesia, así como “San Benito de Palermo ‘El Moro’, preside un altar del templo franciscano. La cofradía del santo negro reunía a los esclavos en tiempos de la colonia.”

Como lo destacó Gustavo Víttori, en esa iglesia también hay una “imagen colonial del Buen Pastor en su representación clásica” tallada en “la portezuela de uno de los cinco confesionarios del siglo XVIII que posee la iglesia”: un pastor barbudo, con un hábito largo en una composición decorada con figuras características durante el final del barroco.

Otras imágenes que estaban en el inventario de la Junta de Temporalidades son “dos asombrosas efigies traídas de Roma según noticia” tal como Víttori reiteró que está escrito en “el inventario de bienes jesuíticos levantados por las Temporalidades en 1795”. Son las imágenes de “los Cristos de la Columna (hoy con serios deterioros) y de la Paciencia”…  [108]

(En esta breve pausa necesito expresar que ante el altar de esa Iglesia he orado en las últimas décadas del siglo veinte, antes de seguir realizando trámites en la zona del centro gubernamental y de la legislatura santafesina.  Allí prometieron fidelidad tanto en la prosperidad como en la adversidad nuestra hija y su amado, estudiante desde el nivel primario y egresado como bachiller de ese Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, donde el Patio de los Naranjos es otro símbolo de confraternidad…)  [109]

1742-1767: Misiones de Jesuitas entre mocovíes y abipones…

A fines de la tercera década del siglo XVIII, el teniente de gobernador de Santa Fe pidió al Provincial de la Compañía de Jesús la organización de misiones para agrupar a los mocovíes de esa región.  Le encomendaron esa labor al Padre Ignacio Burges y llegó en 1742 y dialogó con el cacique Aletín.  El 27 de junio de 1743 estaba instalada la Reducción de San Javier con apoyo de los jesuitas de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz y del teniente de Gobernador Francisco Antonio de Vera Mujica.  Allí trabajó con entusiasmo el Padre Florián Paucke desde 1751.

El Padre Cardiel trabajó con los caciques abipones y logró el apoyo del Padre Diego de Horbegozo del Colegio de la Inmaculada Concepción de la capital santafesina para las gestiones ante los Cabildos de Santa Fe y Córdoba y ante el gobernador del Río de la Plata brigadier José de Andonaegui que había asumido en 1745.

En 1747, ya había pedido una Reducción un cacique abipón, y el 5 de junio del año siguiente se reunieron representantes de aquellas ciudades con cinco caciques abipones y con el Teniente de Gobernador Vera y Mujica, firmaron la denominada Paz de Añapiré y tras el acuerdo con el cacique Nereguiyi, el 1º de octubre de 1748 fundaron la Reducción de San Jerónimo -paraje reconocido como Arroyo del Rey, cerca de la actual ciudad de Reconquista- donde los Padres José Brigniel y José Lehmann lograron dialogar con el cacique Ichoalay que apoyó esa reducción; hombre temido aunque han destacado que los suyos o nombraban “ohahári”, es decir niño auque era un hombre que andaba siempre con la lanza en la mano, luego reconocido como José Antonio Benavides porque adoptó el nombre de su amo.

Es oportuno reiterar lo expresado acerca del cacique Ychoalay  por el Padre Martín Dobrizhoffer en su libro Historia de los Abipones:

“…Lo singular fue que, aunque sirvió un tiempo en otras colonias de españoles, sin embargo respetó las colonias santafesinas y se abstuvo siempre de la muerte de los hombres consagrados a Dios. Sus compañeros ya estaban a punto de herir a un franciscano, pero cuando llegó Ychoalay se los impidió.

“¿Acaso no os avergüenza –decía- teñir vuestras lanzas en la sangre de éstos que nunca ni fueron soldados de los españoles ni enemigos de los abipones, y que nunca llevaron otra arma más que una cuerda?”

…Ninguno de nosotros duda que él fue el principal instrumento de la paz concertada entre los abipones y todos los españoles, autor y conservador de la colonia de San Jerónimo. Siempre cultivó escrupulosamente la paz iniciada con los españoles y veló diligentemente que ninguno de sus abipones la violara, aún con peligro de su cabeza.”  [110]

 

Frente a Corrientes, fundaron la Reducción de San Fernando del Río Negro donde el entonces teniente de gobernador Nicolás Patrón, con el propósito de que se estableciera una en esa zona, ya había logrado relacionarse con caciques abipones yaucanigas que habitaban en la ribera del Chaco.

El gobernador de Santa Fe Antonio de Vera y Mujica  apoyó esa iniciativa y dialogaron con Ychoalay que estaba en San Jerónimo, también con otros caciques porque temían una sublevación teniendo en cuenta que el jefe de los abipones yaucanigas era el cacique Ñaré Alaiquín y era rival de Ychoalay.

Sabido era que Ychoalay, hombre alto y de cara ovalada, tiempo antes de ser corregidor había trabajado al servicio de los españoles por una paga: domaba caballos o era guardián de algunos campos…

Tras un acuerdo de paz, el cacique Alaiquín señaló el lugar donde se instalarían. En 1748 el gobernador Andonaegui había autorizado ese proyecto y también el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires. Comenzaron las construcciones para los curas y las 42 familias que estaban registradas.

El 20 de mayo de 1750 llegaron al lugar previsto los sacerdotes jesuitas Thomás García -designado Cura Párroco por el Principal de la Compañía- y su compañero Padre José García junto con un contingente de soldados correntinos y es oportuno tener en cuenta, que solían ser indígenas incorporados a las milicias.

Luego en un acta, dejaron constancia de esa gestión del “veinte de mayo del mes pasado de este año, el cual pueblo se halla hoy concluido con iglesia capaz y tres aposentos para los Reverendos Padres con recinto competente a sus viviendas, ampliando lo dispuesto en la ley 4, título 3, libro 6, tomo 2 de la Recopilación de Indias, en cuya virtud ordeno que los expresados indios sean traídos de sus tolderías y puestos en la plaza del citado pueblo que en concurso de todos ellos se les explique por el intérprete Faustin de Casco en su natural idioma todo lo conducente a que conozcan que por parte del Rey nuestro señor y del Gobernador y mío como de la República de dicha ciudad de Corrientes tenemos cumplido en cuanto nos ha sido posible hacerles el pueblo a fin de que tomen asiento y política y socialmente vivan guardando no sólo la paz prometida sino la obediencia al Rey nuestro señor y sus reales Ministros todo acatamiento y respeto a los R.R.P.P. como a sus verdaderos protectores en lo espiritual y temporal y estar en todo a lo que fuere ordenado por su Corregidor, que desde ya nombro por tal al Cacique Ñaré, y para que sea conocido por tal le hago el nombramiento en forma y a él en nombre de todos doy posesión de dicho pueblo con una legua de territorio a cada uno de los cuatro que es lo que deben tener conforme a la Ley 8, título 8, libro 6, tomo 2, de la Recopilación de Indias para su ejido y labranzas dejando lo demás realengo y común, en reserva de hacerles merced en depósito del más terreno que en adelante necesitando pidiesen para sus estancias y demás menesteres, con lo cual por ahora se concluyó esta Diligencia y el dicho nuevo Corregidor pasó a distribuir las casas dando una a cada familia quedando todos advertidos de acudir mañana a la puerta de la Iglesia a verla bendecir y colocar y hacer aclamación y advocación del Santo Patrón titular de dicho pueblo la que se hará en nombre del Rey nuestro señor por medio de la bandera de sus reales armas por tres veces, y para que conste lo pongo por diligencia y lo firmo con el protector de naturales porque tal nombre al sargento mayor D. Josef de Acosta vecino de dicha ciudad de Corrientes y testigos con quienes autorizo a falta de escribano y en este papel común por falta de sellado. / Nicolás Patrón – Josef de Acosta – Sebastián de Casafús (testigo) Jph. de Añasco (testigo) / Tomado de la obra: El Chaco, figuras y hechos de su pasado, del Mons. José Alumni.

Terminada la iglesia, el 26 de agosto de 1750 firmaron el acta pertinente, al día siguiente celebraron la bendición y consagración a San Fernando como Patrono. El cacique Ñaré Alaiquín por su fidelidad, fue nombrado corregidor por el gobernador de Corrientes Nicolás Patrón.  Una vez más, desde otras Reducciones acercaron algunos recursos y otros aportaron los vecinos correntinos: 500 cabezas de ganado, 80 bueyes, 50 caballos, 2 carretas…

Con ese asentamiento se despejaba el camino para el tránsito de las carretas aunque fueron inevitables los conflictos internos.  Desde la lejana Polonia, había llegado el Padre José Klein, nacido en Silesia, ayudado por el Padre Martín Dobrizhoffer -jesuita alemán-,  nacido en Bohemia (luego territorio de Checoslovaquia).

Estos sacerdotes desarrollaron una intensa labor con los abipones mientras se acentuaba la rivalidad entre los caciques Ñaré e Ychoalay. Eran acosados por tribus mocovíes y tobas; no les proveían lo prometido desde Corrientes, tampoco tenían apoyo de los superiores de la Compañía de Jesús.

Fue entonces cuando el Padre Klein decidió fundar la estancia Las Garzas en la costa correntina para criar ganado vacuno para el sustento de acompañantes y para aprovechar los bosques cercanos instaló el primer obraje en el Chaco, desmontaron y construyeron carretas y una embarcación para el tráfico hasta los puertos de Santa Fe y Buenos Aires.

Como sucedía en casi todas las Reducciones, declinaba la población por enfermedades: de 679 habitantes en 1753, en nueve años descendió a 274.

(Es oportuno tener en cuenta que el brigadier José de Andonaegui y Plaza fue gobernador de Buenos Aires en el período 1745-1756 y tras promover  la fundación de misiones y reducciones en esa provincia y en Santa Fe; dirigió combates contra los charrúas que procedentes del Uruguay pasaban a Entre Ríos y avanzaban hacia el oeste.  En cumplimiento del Tratado de Permuta firmado en 1750 en España, entregó al gobierno de Brasil los “Siete Pueblos” situados en la banda oriental del río Uruguay y así se originó la guerra guaranítica porque los indígenas se resistieron a ese cambio de dependencia.)

Evocación de un viaje desde Buenos Aires a Santa Fe…

Sabido es que tras la orden de expulsión de los jesuitas de las colonias americanas, el Padre Florián Paucke regresó a su tierra natal. Allí dedicó la mayor parte de su tiempo libre a la escritura de extensos memoriales sobre la obra jesuítica en las distintas Reducciones.

Sus dibujos en colores y con anotaciones, aún son reproducidos en distintas publicaciones: diarios, revistas, enciclopedias… y reflejan actitudes de los indígenas, características de la flora y fauna; ubican cursos de ríos y distintas lagunas o son esbozos de planos indicando empalizadas y edificaciones.

Relató algunas experiencias de viajes, entre ellos: Un viaje de Buenos Aires a San Javier (Santa Fe) –1755, comentado en el libro Estampas del pasado del escritor santafesino José Luis Busaniche.

Aquí, un fragmento para imaginar cómo vivían y viajaban en aquel tiempo:

“Este viaje a Buenos Aires me da ocasión de recordar y aportar algunas cosas que han ocurrido en el viaje de retorno. Cuando viajamos de nuevo desde Buenos Aires hacia Santa Fe, cruzamos el río de las Conchas en cuya región vimos manadas enteras de perros cimarrones que suelen alimentarse de terneros y potrillos en el campo, ellos viven en pleno campo en cuevas debajo tierra; según los agujeros por los cuales un campo muy ancho y amplio está minado, se puede deducir cuántos miles de perros viven sobre este campo. Aunque los vecinos de Buenos Aires y alrededores salen a caballo de cien a doscientos hombres armados para exterminar estos perros, parece no ser posible de exterminarlos. No les falta alimento alguno porque sobre este campo pacen tantos miles de ganado astudo y caballos, en parte de ganado manso, en parte de arisco; si no fuere esto, ningún ser humano podría viajar por este camino sin peligro de ser desgarrado por los perros. Pero como ellos son perseguidos, se asustan v tienen miedo; en cuanto ven a alguien a caballo, emprenden pronto la huída y buscan sus agujeros. Mis músicos tuvieron en este campo una caza divertida.

Todos estuvieron encabalgados con sus lazos y boleadoras; como ellos vieron tantos perros reunidos, cabalgaron rápidamente hacia ellos. Si los agujeros no hubieran estado tan cercanos uno del otro en los cuales se metieron presto, ellos hubieron agarrado muchos, sí bien quince quedaron entre sus lazos y boleadoras a los cuales mataron todos. Pero como ellos son también grandes amantes de los perros, habían agarrado también seis chicos y atado en los diez carros de carga que yo llevaba conmigo, pero qué imposible llevarlos, pues como eran fuertes y ariscos v trataban siempre de libertarse de las sogas, se ahorcaban ellos mismos; los otros mordían en derredor de ellos que nadie se podía acercárseles; por ello debieron matar a todos pues nunca se hubieron amansado v tal vez nosotros hubiéramos llenado nuestro contorno, campos y bosques, con perros cimarrones que hubieren causado un gran peligro tanto al ganado como también a las gentes.

Después pasamos el río Arrecifes y finalmente llegamos al río de Areco, a veintidós leguas de Buenos Aires donde el Colegio de Buenos Aires tenía una pequeña alquerita que ellos llaman estancia. Allí vivían tres jesuitas. dos hermanos que dirigían la explotación y un sacerdote que como capellán atendía las almas de los moros negros de ahí, que eran esclavos del Colegio y cuidadores de ganado. Allí vivían alrededor de cuarenta familias de negros, que también ejercían la agricultura y trabajaban en un horno de ladrillo. Los demás estaban encargados del ganado del cual vivía el Colegio, junto con sus esclavos. Había hasta doce mil cabezas de ganado astudo…

Tenían también algunos miles de caballos junto con una numerosa crianza de mulares. Diariamente debían ser arreados temprano los caballos desde el vasto campo hasta la estancia a los corrales, para que los negros tuvieren los caballos necesarios para el resto del día para revisar el campo y recoger el ganado. Yo permanecí con mis indios cuatro días en este paraje; allá tenían suficiente diversión y ocasión de probar sus boleadoras las que también los moros conocen con gran maestría y pueden usar tal vez aun mejor que mis indios.

Cuando los moros traían en la madrugada los caballos a los corrales, había siempre veinte a cuarenta caballos cimarrones misturados entre ellos, que sobre los amplios o extensos campos se habían agregado a los caballos mansos; pero como tales caballos cimarrones son perjudiciales a los mansos cuando se mezclan con ellos, y extravían frecuentemente muchos cientos de caballos mansos, por trescientos, cuatrocientos y más que sobre un campo de cien y más leguas ya no son de encontrar más ni pueden ser campeados a causa del gran calor solar y carencia de agua, tratan ellos de matar los caballos cimarrones (que junto con los mansos fueron arreados a los corrales) lo que ocurre del siguiente modo: los negros les tiran al pescuezo el lazo que está bien asegurado a la cincha del recado del jinete, sacan a la fuerza al caballo cimarrón desde los corrales al campo; ahí ya están otros negros de a pie con sus lazos, los tiran a los caballos brincantes a las patas, cierran a tirones [el lazo] y los voltean al suelo. Cuando está echado, libran de. lazos los pies y el pescuezo, y con un cuchillo filoso abren de un solo tajo la barriga; el caballo se endereza de un salto y se aleja con las tripas colgantes para afuera de la barriga que son desgarradas por los saltos del caballo hasta que éste finalmente a los cien pasos se cae y muere.

En una mañana yo he visto matar así cuarenta caballos cimarrones que todos quedaron tirados no lejos de los corrales: Al día siguiente todo blanqueaba a la mañana donde yacían los caballos, tampoco no vi otra cosa que los limpios huesos completamente despejados de carne de todos los cuarenta cadáveres. Yo extrañé que bestias salvajes habrían comido en una noche los cuarenta caballos y supe que los perros cimarrones de la región han hecho esto por lo cual se puede deducir que sobre estos campos los perros cimarrones viven a miles. Si ellos encuentran entre estos caballos encerrados algunos potrillos bien formados, los dejan vivir, los jinetean y los amansan. Mis músicos deploraban el gran desperdicio de tantos caballos, rogaron a los negros les cedieren algunos de los jóvenes equinos útiles, ellos querían llevarlos consigo a su aldea. Los negros les dieron la libre elección de llevar consigo los que quisieren.”

Más misiones con abipones…

En 1763 comenzó en el norte santafesino la organización de las misiones del Santo Rosario y San Carlos del Timbó -aproximadamente a diez leguas al norte del río Bermejo, a orillas de la laguna La Herradura-, también con el propósito de que los jesuitas trabajaran junto a los abipones para afianzar la paz acordada con las autoridades del gobierno del Paraguay.  El Provincial de la Compañía Padre Contucci había nombrado a los misioneros y el gobernador Martínez Fontes debía proveer el ganado vacuno, caballar y caprino, suficiente yerba y herramientas… Los indígenas no estaban obligados al trabajo en la mita o encomiendas, tampoco a convertirse al catolicismo.  En agosto de ese año, el gobernador ordenó al Capitán Fulgencio Yegros que con un grupo de soldados se trasladara hacia el lugar señalado para comenzar la edificación de las viviendas de la Reducción del Santo Rosario y San Carlos Tomé.

El 24 de noviembre de ese año, llegaron a esa costa del río Paraguay las tres embarcaciones que trasladaron al gobernador Martínez Fontes, al prefecto Nardo con cuatrocientos soldados y al Padre Martín Dobrizhoffer que había sido designado por el Provincial para conducir a esos abipones porque hablaban el mismo idioma y el sacerdote, ya conocía el temperamento y las costumbres de esas familias.  Al frente de la caballería estaba don Fulgencio Yegros.  Enseguida observaron que las viviendas eran precarias, ordenaron otras construcciones que tampoco resultaron suficientes para los trabajos que habían imaginado.  Nombraron a las autoridades de la Reducción: Corregidor con bastón el cacique Guachini; Maestre de Campo Francisco Xavier y Alcalde de Campo Machafrio, encargado de cuidar el ganado. Han reiterado que el Padre Juan Díaz que debía acompañar al jesuita alemán no llegó porque estaba enfermo y que después de la celebración de la misa de Navidad, el gobernador se retiró con su comitiva hacia Asunción.  Recién entonces, el Padre Martín logró que los abipones se acercaran a las viviendas y enseguida comprendieron que los alimentos eran insuficientes, enormes eran los riesgos por la cantidad de insectos y de otras alimañas, también soportaron enfermedades, incluso una epidemia de viruela.  Por distintos caminos llegaban los mocovíes y los tobas para acosarlos.  El cacique Ychoalay desde San Jerónimo avanzó contra San Carlos acusándolos del robo de caballos.   Entre tanta perturbación, el Padre Dobrizhoffer lograba tranquilizar a sus abipones y con las pocas herramientas disponibles, les enseñaba a trabajar la tierra y a cultivar, principalmente el tan apreciado tabaco.

Recién al año siguiente, el gobernador del Paraguay envió un piquete de soldados para construir un real y más ranchos para los abipones; después se olvidaron del compromiso contraído. Al Padre Martín Dobrizhoffer lo reemplazaron los sacerdotes José Brigniel y Gerónimo Rejón y sin disponer de apoyo de las autoridades.

(En el momento de la expulsión, vivían 350 personas. El Padre Lorenzo de la Torre debía continuar con esa misión donde instalaron un destacamento de soldados pero la mayoría de las familias desertaron y el cura se retiró a Asunción, los pocos que quedaban fueron trasladados a la otra orilla.)

Tras la tala, la hojarasca…

En 1766, vivían 58 familias con un total de 287 miembros, poco más de la mitad bautizados: 171 entre adultos y niños.

Esos indígenas no aceptaban fácilmente cambiar sus dioses por las creencias de los cristianos y fue un año después, en 1767, cuando se cumplió la orden de expulsión del rey Carlos III de España que según conclusiones de algunos historiadores, fue la consecuencia del enfrentamiento entre las concepciones políticas que impulsaban los jesuitas y  el Despotismo Ilustrado y la masonería que confluían en la Corte y para otros, la continua presión de las otras órdenes ante el avance de los jesuitas que con sus Colegios y Universidades avanzaban con firmeza hacia la formación de grupos dirigentes…

El 5 de agosto de 1767, día de Nuestra Señora de las Nieves, estaba la comisión que había llegado desde Corrientes para cumplir la orden -casi secreta- de Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa -sucesor del virrey Cevallos-, el regidor Sebastián Casafús y el franciscano Fray Bernabé Amarilla con un piquete de soldados.  Detuvieron al perseverante Padre Klein y lo trasladaron a Corrientes donde estaba el Padre Juan José Quesada, enfermo.  Luego debieron llegar al puerto de Buenos Aires para ser embarcados hacia Italia porque era el lugar donde tenían que concentrarse todos los jesuitas que habían servido en las colonias americanas.  No hay datos precisos sobre las circunstancias del fallecimiento del Padre Klein, quien tras la llegada a Europa logró regresar a su tierra natal.

El fraile Amarilla debía seguir conduciendo la Reducción pero desconociendo el idioma y fastidiado por el carácter de los abipones prefirió regresar a Corrientes; algunas familias se trasladaron a los bosques cercanos y otras al Pueblo de Las Garzas.

Fracasó el intento de controlar a los abipones con una guarnición correntina asentada en ese lugar, porque seis años después de la expulsión de los jesuitas, destruyeron lo que quedaba en San Fernando.

Herencia… en la Iglesia de los Jesuitas de Santa Fe.

El Padre Luis Berger nacido en Francia, ingresó en la Compañía en Bélgica, estaba en la Reducción de Loreto de Guayrá, enseñaba música y pintura, también se dedicaba a la platería y era un destacado orfebre. Obra suya es el cuadro Limpia Concepción, imagen de la Virgen pintada en 1634 mientras estaba en Santa Fe, la vieja y que por las referencias del Padre José Guevara, el último cronista de la Compañía de Jesús antes de la expulsión de América,  se cuadro está registrado en las Cartas Annuas de 1636 con el nombre de Berger como autor y sabido es que estaba en el retablo “poco más de dos años antes” del 9 de mayo de 1636, momento de “la exudación de la tela, episodio conocido como el sudor milagroso”. El doctor Gustavo Víttori también destacó en su libro Santa Fe en clave, que el retablo o altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros -de los padres jesuitas-, “según un documento encontrado por el padre Furlong ‘fue costeado por el señor Gabriel de Arandia y construido en la Reducción de Loreto por los indios artífices de la misma’. Al respecto, existe una carta del padre José Pablo Castañeda, procurador del Colegio, al padre Pablo Benítez, cura de aquella Reducción, cuya fecha es del 30 de abril de 1720, que aporta estos datos.  Y agrega: ‘fue traído seccionado a Santa Fe, y armado en el punto donde habría de quedar y queda aún’.”  Está ubicado en la parte central del altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros, en Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la provincia.   [111]

En esa iglesia se conserva “la imagen de bulto de tamaño natural, barroca, siglo XVIII, correspondiente a San Estanislao de Kostka con el Niño en brazos, ubicada en el nicho superior derecho (visto de frente) del retablo mayor del templo ignaciano.  Precisamente ese lugar, de acceso dificultoso, la debe haber protegido de los latrocinios de la Junta de Temporalidades, una suerte de comisión municipal designada para administrar los bienes temporales -las materialidades- de los jesuitas expulsos. Otro tanto debe haber ocurrido con los cambios de imágenes realizados por los mercedarios cuando se hicieron cargo de las propiedades de la compañía de Loyola.”

Víttori destacó que “es una talla interesante, con impronta americana que enfatiza la juventud y mansedumbre del santo polaco nacido en 1550 y fallecido a los 18 años después de incorporarse a las huestes de San Ignacio”… [112]

En el templo de Nuestra Señora de los Milagros, hay una imagen de “San Pedro Claver, apóstol de los negros americanos, junto a un niño de color en actitud piadosa” con la inscripción “Bo Pierre Claver” en la base de la escultura, con la aclaración de “S. Pedro Claver” evidentemente colocada delante de la imagen cuando el beato fue reconocido como Santo.

(No ha sido por casualidad que esa imagen fuera venerada en aquel tiempo en esa Iglesia, así como “San Benito de Palermo ‘El Moro’, preside un altar del templo franciscano. La cofradía del santo negro reunía a los esclavos en tiempos de la colonia.”

Como lo destacó Gustavo Víttori, en esa iglesia también hay una “imagen colonial del Buen Pastor en su representación clásica” tallada en “la portezuela de uno de los cinco confesionarios del siglo XVIII que posee la iglesia”: un pastor barbudo, con un hábito largo en una composición decorada con figuras características durante el final del barroco.

Otras imágenes que estaban en el inventario de la Junta de Temporalidades son “dos asombrosas efigies traídas de Roma según noticia” tal como Víttori reiteró que está escrito en “el inventario de bienes jesuíticos levantados por las Temporalidades en 1795”. Son las imágenes de “los Cristos de la Columna (hoy con serios deterioros) y de la Paciencia”…  [113]

(En esta breve pausa necesito expresar que ante el altar de esa Iglesia he orado en las últimas décadas del siglo veinte, antes de seguir realizando trámites en la zona del centro gubernamental y de la legislatura santafesina.  Allí prometieron fidelidad tanto en la prosperidad como en la adversidad nuestra hija y su amado, estudiante desde el nivel primario y egresado como bachiller de ese Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, donde el Patio de los Naranjos es otro símbolo de confraternidad…)

De las Reducciones de San Javier y San Jerónimo del Rey…

Al norte del territorio santafesino hasta el siglo XVIII trabajaban indios abipones en la Reducción de San Jerónimo del Rey -Reconquista- y mocovíes en la Reducción de San Javier, conservándose aún en la Iglesia de esa localidad, algunas de sus obras artísticas ejecutadas bajo la dirección del Padre Florián Paucke.  En el Museo Provincial de la capital santafesina son visibles “los frontales” realizados en San Javier y un tabernáculo actualmente pertenece al Museo Jesuítico de Jesús María, en Córdoba.

Gustavo Víttori también aporta más información referida a lo expresado por “el presbítero Mariano Orus, que resalta ‘la perfección’ alcanzada por las secciones de indios ‘especializadas en escultura y en dorado y pulimentación’; y el R. P. Guillermo Furlong S. J.”, quien tras observar las esculturas que habían hecho “cuatro indios jóvenes” destacó que “otros seis muchachos se ocuparon del dorado. Estos hermosos estipendios eran de madera calada y dorada, con fondos de espejos y estaban destinados a los altares de la Dolorosa y de Nuestra Señora de los Milagros.

Habían sido encargados a Paucke por el padre Brigniel, que fue director de la Congregación de la Virgen de los Milagros desde 1661 hasta 1665.”

(Obra de los abipones de la Reducción de San Jerónimo del Rey es “una imagen del homónimo doctor de la Iglesia” que está en la iglesia de San Jerónimo del Sauce porque habría sido llevada a ese lugar en 1824, cuando por orden del gobernador Brigadier General Estanislao López, se instaló la Reducción de San Jerónimo del Sauce -cerca de San Jerónimo Norte-, teniéndose en cuenta la experiencia durante el siglo anterior con los jesuitas en San Jerónimo del Rey y comprobada la decadencia y dispersión de los abipones “en 1818 por falta de cura doctrinero y la presión de los mocovíes alzados”.  [114]

Es oportuno tener en cuenta que en 1817 se produjo un ataque de los bandeirantes y despojaron de aproximadamente cincuenta piezas de platería a la Reducción de los abipones.)

Obras en Museos…

En el reparto de los bienes de los Jesuitas también intervinieron los sacerdotes de la Orden de Santo Domingo y tiempo después, algunas obras de las Misiones fueron recuperadas y depositadas en el Museo Histórico Provincial “Brigadier Estanislao López” de Santa Fe.  Gustavo Víttori describió “una virgen de tamaño natural, inusualmente grande… bien indígena.  El hieratismo del rostro, la gestualidad y la dimensión de las manos permiten vislumbrar de consuno un ‘alma’ distinta, un sentir diferente, de otra naturaleza, que contrasta con el tratamiento de las vestiduras, el barroquismo estilístico, la exuberancia formal que el artista ha tomado prestados de sus maestros europeos. Del mismo origen, aunque más inexpresiva y tipológica, es la cabeza de San Ignacio de Loyola, estucada y policromada, que perteneció a una imagen de vestir de tamaño natural y que se conserva en la casa de los jesuitas anexa al Colegio de la Inmaculada Concepción”…

Fondos bibliográficos.

A principios de siglo veintiuno, el sacerdote Martín Morales -historiador y director del Instituto de Historia de la Compañía de Jesús-, informó que habían logrado reunir quince mil libros pertenecientes a la Compañía de Jesús que después de la expulsión del Río de la Plata quedaron en distintos lugares, incluso en zonas selváticas y que integrarán el fondo bibliográfico del Colegio de San Salvador de Buenos Aires¸ así nombrado en 1660, seis años después de la reapertura del colegio privado -que el Cabildo ordenó cerrar porque había suficientes escuelas de primeras letras- y en funcionamiento hasta la expulsión por orden del rey Carlos III de España.   [115]

Ediciones en latín y guaraní.

En las imprentas instaladas en las Reducciones y organizadas por los sacerdotes jesuitas, elaboraban también la tipografía.

Las ediciones bilingües, en latín y guaraní generalmente estaban destinadas a la enseñanza de la doctrina católica. La impresión del Manual de Sacramentos en aquella época, indica que fueron precursores porque se adelantaron a la modificación en la Liturgia establecida en el Concilio Vaticano II al ser reconocida la importancia de expresarse en la lengua de las comunidades.

El Padre Antonio Ruiz de Montoya elaboró un Vocabulario de la lengua guaraní y diversas explicaciones del Catecismo.

Bajo la dirección del Padre Pablo Restivo -jesuita italiano-, en la Reducción de Santa María la Mayor, en 1724 imprimieron “Explicaciones del Catecismo en Lengua Guaraní”, redactado por Nicolás Yapuguay, hijo de cacique.

Del mismo autor y también en guaraní, imprimieron el Libro de Sermones y Exemplos, en la Reducción Nuestra Señora del Loreto, en Misiones. [116]

Han reiterado que el indio Melchor, escribió la Historia de Corpus Christi.

Edición original de los “Ejercicios Espirituales”.

El Padre Morales informó que en el mundo hay sólo cinco ejemplares de la impresión original de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, realizada en 1548.  Uno de esos volúmenes, con escritura manuscrita del Padre Polanco, secretario del fundador de la Compañía de Jesús, fue recuperado doscientos cincuenta años después de aquella edición y se destinó a la biblioteca del Colegio del Salvador de Buenos Aires.

Fundaciones hasta la región de Cuyo.

En 1550 asumió la presidencia de la Audiencia de Lima el Licenciado La Gasca y encargó a Juan Núñez del Prado, alcalde de minas de Potosí que explorara y poblara las tierras cercanas al Tucumán, nombre cuyo origen no es preciso y que podría ser porque en ese territorio vivió el cacique Tucma y para los españoles, reconocida como una enorme extensión que abarcaba el noroeste, desde Córdoba hasta la región de la cordillera de los Andes.

Lograron reunir suficientes hombres y veteranos que servirían como guías y empezaron a marchar hasta llegar al río del Estero -río Salí o Dulce-, donde fundaron la Ciudad del Barco, en homenaje a la villa española Barco de Ávila donde había nacido La Gasca.  Protestó el gobernador de Chile don Pedro de Valdivia al enterarse de ese asentamiento porque consideraba que pertenecía a su jurisdicción y al año siguiente, Núñez del Prado la trasladó hacia el norte, actual territorio salteño y un fallo del marqués de Cañete virrey del Perú, determinó que la reestablecieran sobre aquel río y veinticinco leguas al sur de la primera, nombrándola Ciudad del Barco en el Nuevo Maestrazgo de Santiago, luego le agregaron del Estero hasta que tras el cuarto traslado en 1553 durante el gobierno del respetado Francisco de Aguirre se abrevió el nombre reconociéndola como Santiago del Estero; en ese momento repartió tierras y organizó sus milicias.  Al año siguiente murió Valdivia y como él era el caudillo de un partido regresó a Chile para competir con su opositor, Francisco de Villagra.  Otro fallo del marqués de Cañete puso fin a esas disputas porque nombró a su hijo García Hurtado de Mendoza que ordenó la fortificación del Tucumán y otras fundaciones.

En su nombre, el teniente de gobernador de Santiago capitán Juan Pérez de Zorita -o Zurita-, en 1541 en las ruinas de “Barco II” fundó la ciudad de Córdoba del Calchaquí -evocación de la homónima española donde había nacido Hurtado de Mendoza-; en 1548 en el camino de Copiapó a Santiago del Estero entre el Cerro Ancona y el Famatina, fundó la ciudad de Londres -provincia de la Nueva Inglaterra, en homenaje a María Tudor esposa de Felipe II- y en 1560, en homenaje a al virrey del Perú, en el lugar de “Barco I” fundó la ciudad de Cañete.

Ese año, el gobernador de Chile Hurtado de Mendoza ordenó al capitán Pedro de Castillo avanzar hacia la región de Cuyo y después de cruzar por el paso de Uspallata, el 2 de marzo de 1561 estando junto al Zanjón -canal atribuido al cacique Guaymallén-, con treinta vecinos fundó una ciudad nombrada Mendoza en homenaje a su gobernador y logró reunir a los mansos huarpes repartidos en encomiendas para realizar trabajos agrícolas. Al año siguiente, Francisco de Villagra desalojó de la gobernación de Chile a Hurtado de Mendoza y fue reconocido como tal en 1561, encomendó al capitán Juan Jufré el traslado de la ciudad fundada junto al Zanjón, estableciéndola en marzo de 1562 con el nombre de la Resurrección, como homenaje a la conmemoración religiosa de ese día. Al norte, el 13 de junio fundó San Juan de la Frontera; treinta años después trasladada por su hijo, el general Luis Jufré de Loaysa y Meneses, a veinticinco cuadras al sur para evitar los efectos de las inundaciones del río San Juan.

En ese tiempo las provincias tucumanas pretendían depender del gobierno de Lima y no del de Chile.  El Conde Nieva puso fin a esas disputas separando definitivamente Tucumán de Chile; nombró a Francisco de Aguirre para gobernar; se hizo cargo en 1564 y luego logró pacificar a los diaguitas.

De la gobernación de Chile siguieron dependiendo como corregimiento las ciudades de la región de Cuyo.

(Una vez más, las intrigas generadas entre clérigos y algunos pobladores, provocaron otra crisis.  El gobernador Francisco de Aguirre entendiendo que su jurisdicción se extendía hacia el este hasta el río Paraná, intentó establecer una población en esa orilla para facilitar el tráfico hacia Buenos Aires y España. En mayo de 1566 se sublevaron las tropas al mando del caudillo extremeño Jerónimo de Holguín y en el lugar de la actual “Río Seco” apresó a Aguirre acusándolo de “herejía religiosa” con el apoyo del Padre Julián Martínez, párroco de Santiago del Estero y tenaz adversario de Aguirre.  En este territorio no funcionó el Tribunal del Santo Oficio y en consecuencia, lo llevaron engrillado hasta Charcas y aprovechando el viaje, Holguín fundó una población que nombró Cáceres -como su ciudad natal-, repartió tierras e indios entre quienes lo apoyaban.  Luego fue trasladada y la nombraron Nuestra Señora de Talavera y por su situación en tierras de los estecos, luego fue reconocida como Talavera del Esteco.

Francisco de Aguirre fue absuelto por la Audiencia después de dos años de proceso y mientras el obispo manifestaba su oposición…)

1584 – Cumplimiento de la legislación en las Indias…

Rememoró el historiador José María Funes que Carlos de Habsburgo había creado el “Real y Supremo Consejo de Indias” -tal como se estableció, “nombre propio y definidor” y que le otorgó “jurisdicción privativa sobre todo el continente recién descubierto.  Felipe II, enterado ya de la extensión y valor de los nuevos dominios, afirma esa autoridad (1571)… y para no dejar dudas sobre la exclusividad de su jurisdicción, por Real  Cédula de Setiembre 22 de 1584, emanada en San Lorenzo (Escorial) ordenó ‘que ninguno de nuestros Reales Consejos, ni Tribunales, Alcaldes de nuestra Casa y Corte, Chancillerías, ni Audiencias, ni otro Juez alguno, ni Justicia de todos nuestros Reynos y Señoríos, se entrometan a conocer, ni conozcan de negocios de Indias por demanda, ni querella, ni en grado de apelación, ni por vía ordinaria  ni executiva…”  Aclara Funes que le corresponde “todo lo referente a los territorios ultramarinos, incluso los que no son americanos, como las islas Filipinas. Es la más alta autoridad en lo administrativo, político, militar, judicial, civil, criminal, económico, comercial y hasta religioso; después, naturalmente, del Papa, en cuanto a lo exclusivo de la Iglesia, y del Rey, en los demás rubros. Y casi teóricamente no puede olvidarse la soberanía real, en la práctica, llega a dejarse actuar tanto y tan libremente al Consejo, que podría decirse que éste y el Monarca son una misma cosa.  Durante la dinastía Habsburgo, por lo menos, algunos de sus titulares aprueban casi sin observación cuanto el Consejo les somete.

Desde los Virreyes abajo, todos los funcionarios de América le están supeditados; y hasta la Casa de Contratación que por su jerarquía (la primera en lo exclusivamente relativo a navegación y comercio) reside también en España, para estar en contacto con el Monarca, es subordinada suya.

Por contar con tal mando que, a fuer de amplio, es casi total, propone al Soberano los nombramientos de funcionarios para América, proyecta su legislación, vigila su cumplimiento, aconseja mejoras, evacua consultas, falla en la última instancia los recursos de segunda apelación, cuando su monto es extraordinario (en aquel entonces, seis mil pesos fuertes); conoce privativamente de los negocios de la lonja de Sevilla, y en general, despacha con rapidez todos los expedientes que atañen al nuevo mundo”  Para el cumplimiento de tales disposiciones, organizaron las visitas a las sedes de distintas autoridades y establecieron la residencia: “juicio a todos los funcionarios americanos, sin excluir a los más encumbrados.”

Los visitadores eran prácticamente inspectores y tales controles “eran practicables en cualquier momento en que el Consejo, una Audiencia o un Virrey lo consideraban necesario”.  Las visitas eran generales o amplias si se trataba de inspeccionar la marcha de un virreinato u otra gran jurisdicción, y especiales o particulares, si sólo se decretaban para una repartición o un funcionario dados. El Visitador podía suspender provisoriamente en sus cargos a los imputados y contaba, para su mejor desempeño, con otras grandes atribuciones; debiendo informar sobre su uso a la autoridad comitente”.

Establecido el juicio de residencia, comenzaba “una especie de proceso administrativo, al que estaba sujeta, al terminar su período, toda autoridad americana.  Si era de alta categoría, se lo seguía uno de los Ministros del Consejo Supremo, u otro funcionario a quien el cuerpo comisionase.  Si era secundaria, un Oidor de la zona jurisdiccional o el que se designara para suplirlo.  El encargado de esa tarea, llamado Juez Residenciador, debía trasladarse a la región en que aquélla se desempeñara, anunciar públicamente su llegada y recibir documentalmente las acusaciones o quejas de los posibles perjudicados.  Terminada esta especie de inquisitoria, se cerraba el sumario, y se consideraba la correcta actuación del interesado o infundados los cargos en su contra, lo informaba así y el asunto finalizaba.  A la inversa, si juzgaba graves y ciertas las imputaciones, elevaba un dictamen acusatorio y lo comunicaba al que llamaríamos procesado para que se defendiera ente la superioridad.  A la inversa, si juzgaba graves y ciertas las imputaciones, elevaba un dictamen acusatorio y lo comunicaba al que llamaríamos procesado para que se defendiera ante la Superioridad.”[117]

Los comentarios acerca de la eficacia de tal procedimiento, indican que “las influencias y lo que hoy calificaríamos de ‘cuñas’ esterilizaban en muchos casos la finalidad del juicio de residencia. Sin discutir la mayor o menor frecuencia con que haya podido impedirse el castigo de los culpables, es cierto que en ocasiones se logró; como en la ‘residencia’ del virrey Nicolás del Campo, del Río de la Plata, a quien no valieron ni sus altas relaciones, ni su pomposo título de Marqués de Loreto. Mas, en el peor de los casos, no puede desconocerse el noble afán de justicia que originó esa institución; como tampoco que parecidos fracasos registran las leyes modernas, sin que por ello desconozcamos la necesidad de su vigencia, ni la altura de su inspiración.

El propósito oficial, sin embargo, no fue entretener a los consejeros en cualesquiera litigios judiciales, que absorberían la atención y el tiempo necesarios para lo político-administrativo.  Don Felipe II, confirmando anterior medida de su padre el Emperador y que ratificaría, más tarde, su nieto Felipe IV, mandó ‘que quanto fuere posible se abstengan de ocuparse en negocios particulares y de justicia entre partes, pues para ello tenemos proveidas Audiencias y Chancillerías Reales en las Provincias y partes de las Indias donde son menester, y que el dicho nuestro Consejo solamente conozca de las visitas y residencias de los Virreyes, Presidentes, Oidores y Oficiales de nuestras Audiencias, y Contadores y Oficiales de Hazienda, y de las de los Gobernadores proveídos por el Consejo con títulos nuestros’…”[118]

Avances en Chile…

 

Sabido es que Cristóbal Maldonado hijo de Diego Maldonado, “el Rico” y hermano del mestizo Juan Arias Maldonado, debió casarse “por fuerza y malos tratos” con una niña que había violado: Beatriz Clara, descendiente directa de Huayna Cápac; hija del Príncipe Sairi Tupac y de una coya.  Después de una sublevación, los hermanos fueron trasladados a España. Fue en aquel tiempo cuando el capitán Martín García Óñez de Loyola -más conocido como Martín de Loyola- se casó con la heredera inca y tuvieron una hija, Marina de Loyola nacida en 1595. El capitán Martín Loyola desempeñó diversas funciones: En 1574 recibió un premio por servicios en la Reducción Manco Inca; 1579: Corregidor en Potosí; 13-11-1581: Adelantado y Gobernador del Río de la Plata…

 

El 18 de septiembre de 1590 asumió el Gobernador y Capitán General del Reino de Chile y dos años después, pidió que le encomienden los indios que tiene con su mujer. En octubre de 1592, recibió un premio por haber perseguido y apresado al inca Tupac Amarú, a cincuenta leguas de Vilcabamba, un lugar que luego fue cubierto por la selva.  Han reiterado que desde ese sitio lo trasladó a Cuzco “encadenado y vejado” hasta que fue ejecutado en la Plaza de Armas.

En 1593, comenzó en Chile la puesta en marcha de las misiones de adoctrinamiento.  Desde el Puerto del Callao zarparon los sacerdotes españoles Baltasar Piñas, Luis Estrella, Luis de Valdivia y Gabriel Vega con los hermanos chilenos Hernando de Aguilera y Juan de Olivero acompañados por los novicios Miguel Teleña y Fabián Martínez que habían llegado al Perú el 6 de febrero de ese año (luego misioneros en la Patagonia).

La Compañía de Jesús en Chile

Sabido es que la Orden de la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola y un grupo de sacerdotes amigos, fue aprobada en 1539 por el Papa Pablo III.  Mediante Real Cédula de 1577, el rey Felipe II de España, autorizó a la Compañía para ejercer sus misiones en Chile, extremo sur de América.

Desde el Callao, el 12 de febrero de 1593 partieron los sacerdotes Luis Estrella, Baltasar Piñas, Luis de Valdivia y Gabriel Vega, con el propósito de adoctrinar y fundar inicialmente un Colegio de Gramática, Teología y Filosofía para sacerdotes de distintas órdenes y seglares; luego tres para la educación general de niños y adolescentes, sin discriminación racial. Los acompañaban los chilenos Hernando de Aguilera y Juan de Olivares -en algunos escritos de Olivero- y los novicios Miguel Teleña y Fabián Martínez (luego sacerdotes que desempeñaron misiones en la Patagonia).

Sabido es que en aquel tiempo, frailes franciscanos y padres de la Orden de Santo Domingo predicaban en idioma español mientras los sacerdotes jesuitas, habían aprendido las lenguas de los indígenas para lograr una eficaz comunicación.

(Hay referencias acerca de la presencia de sacerdotes Jesuitas en Venezuela a partir de 1525; en Guatemala desde 1547 y llegaron hasta Santa Cruz de la Sierra en 1560.)

El entonces gobernador Martín, en 1596 encomendó a la Orden que predicaran al sur del río Bío-Bío.  La presencia de españoles en el territorio de los mapuches generó un levantamiento en 1509 y dos años después, junto con las tropas llegaron los sacerdotes con el propósito de lograr un mejor entendimiento.

Así fue como en 1607, el Padre Luis de Valdivia pidió a las autoridades que permitieran a los sacerdotes jesuitas evangelizar a los indios en vez de continuar con los combates.  Así imaginaron la denominada guerra defensiva, que para los mapuches era una guerra ofensiva porque ellos habitaban esas tierras desde milenios anteriores y eran los recién llegados quienes los sorprendían hablándoles de un Dios único y verdadero o los incitaba a la lucha si llegaban con armas desconocidas.

Al año siguiente, la Compañía retribuyó a los indígenas con salario y otros beneficios sin obligaciones de servicios personales. En 1610 culminó el proceso de beatificación de Ignacio de Loyola y ese año, el rey Felipe III autorizó la aplicación de la estrategia de guerra defensiva.  Un año después, crearon el convictorio del beato Edmundo Campion, luego San Francisco Javier para la educación de los “hijos de vecinos ilustres”.

En 1612, reaccionaron los indígenas y el 14 de diciembre de 1612, en Elicura (Arauco) sometieron a martirio y asesinaron a los jesuitas Martín Aranda, Horacio Vecchi y Diego Montalbán.  Era la respuesta contundente de los indígenas por los métodos aplicados para la evangelización y significó prácticamente el fin de la guerra defensiva.  Los sacerdotes de la Compañía seguían desarrollando una intensa labor educativa y mediante una Bula Real, fueron autorizados a otorgar grados universitarios a los egresados del Colegio de San Miguel. Como sucedía en otras latitudes sudamericanas, se acentuaba el recelo de los integrantes de la Orden de Santo Domingo.

Los jesuitas también elaboraban obras escritas y el Padre Alonso Ovalle había redactado una Histórica Relación del Reino de Chile; en 1640 logró autorización para viajar a Europa y gestionar las ediciones.  Eran pocos los sacerdotes jesuitas para tan extenso territorio y durante ese viaje, debía intentar que algunos se embarcaran para servir en esa región tan cercana al océano Pacífico.  Durante siete años estuvo el Padre Alonso Ovalle relacionándose con misioneros italianos y alemanes y en 1647 se embarcaron sin imaginar que durante el viaje moriría el Padre que los había reunido y que de los treinta y dos misioneros, tras una epidemia sólo llegaron nueve hasta la zona de la Cordillera de los Andes.

En 1670 comenzó la construcción de la Iglesia del Colegio Máximo San Miguel, terminada treinta y nueve años después.

Al cesar la dependencia de los Provinciales del Perú y Paraguay por reconocimiento de la Provincia de Chile en 1683, los jesuitas chilenos lograron una independencia administrativa que les permitiría impulsar diversas iniciativas.  Hasta entonces obraban solidariamente 114 sacerdotes (aproximadamente la mitad chilenos) y atendían cinco colegios (dos Santiago; Concepción, Mendoza y Bucalemu), un convictorio y un noviciado; tres Colegios de iniciación (La Serena, Rere y Castro). Atendían más de ochenta capillas en Chiloé.

A fines de ese siglo, los resultados de la obra jesuítica impulsaron al Rey a ordenar que organizaran un Colegio en Chillán para enseñar la doctrina cristiana, a leer y escribir a los hijos de los caciques; también diversas artes y oficios como sucedía en la mayoría de los lugares donde ellos podían conducir a determinados grupos sociales.

Ya estaban imaginando la posibilidad de instalar la primera Casa de Ejercicios que funcionaría en la chacra la Ollería, en Santiago.  Llegaron treinta y cuatro sacerdotes jesuitas españoles y de distintas nacionalidades europeas.

En 1747, en Calera de Tango se instalaron cuarenta jesuitas alemanes para comenzar a organizar talleres de artes industriales: objetos destinados al culto, instrumentos musicales, relojes, muebles, cerámica, jabones, velas, artesanías en cuero.

Durante veinte años desarrollaron una fecunda siembra en distintas latitudes chilenas hasta que el rey Carlos III, ordenó el 31 de marzo de 1767 la expulsión de los jesuitas de todas las colonias americanas. Como sucedió en otras jurisdicciones, después que desaparecieron algunos bienes que habían dejado y advertida la calidad de la educación que impartían, el 27 de mayo de 1815 el rey de España los autorizó para regresar.  Habían transcurrido casi tres décadas, sólo regresaron seis…

Navegantes y asaltantes en el Atlántico sur…

En Plymouth, en 1577 organizaron la expedición conducida por “un hábil marino: Francis Drake, a quien los españoles llamará el Dragón”. Al año siguiente llegaron al Cabo Verde sin propósitos de explorar ni conquistar tierras sino de asaltar a los buques españoles y portugueses, apoderándose de los bienes y secuestrando a prácticos y pilotos; “el resto lo incendia dejando ahogar a los tripulantes”. Anclaron en la boca del Río de la Plata y estuvieron catorce días observando que era tierra “solamente poblada de perdices y de hombres gigantes”. Lograron cruzar el estrecho y llegar al Pacífico.

“Está en campo propicio: el 5 de diciembre se apodera en Valparaíso de un buque cargado de polvo de oro, hazaña que repite a lo largo de toda la costa: Tarapacá, Arica, Arequipa, donde los cargadores de metales están desprevenidos de la presencia de piratas. En el Callao encuentra la presa grande, el galeón de la plata – Nuestra Señora de la Concepción- encargado de transportar el metal de Perú a Panamá. Pese a los esfuerzos del marino español Sarmiento de Gamboa consigue apresarlo, y como no puede llevar el inmenso tesoro en sus bodegas, ya repletas, de sus naves, incorpora el buque a su flota con el hispanizante nombre burlesco Caca-Fuego.”.

El Dragón con la flota ampliada avanzó hacia el norte, llegó hasta el estrecho de Behring, tomó rumbo a las Molucas: “desdeña las especias porque sus calas no le permiten almacenar más. Da vuela al cabo Buena Esperanza y llega a Plymouth.  Se hace la cuenta de ganancias: pagados los gastos, indemnizados los muertos, etc., salen a cuarenta y siete libras por cada libra arriesgada; quien puso cien libras recoge 4.700.  La reina Isabel lo recibe en triunfo, acepta comer en su buque y lo honra como Caballero dándole también un grado en la Marina de Guerra.  Desde ahora será Sir Francis Drake K. B., vicealmirante de la Royal Flete. Ha descubierto el modo de hacer con rapidez dinero, honra y gloria en América.  Hace otros viajes al Nuevo Mundo. En Centroamérica recoge un botín de 600.000 libras esterlinas en 1585; en 1587 ataca el puerto de Cádiz, se apodera del oro y plata almacenados y pasa a degüello a la mitad de la población.  Morirá, ya viejo, a la vista de Portobello, para ser sepultado, como era de ley, en el mar.”  [119]

Diálogo entre el rey Felipe II y Sarmiento de Gamboa.

El perseverante español Pedro Sarmiento de Gamboa sigue intentando obtener los medios necesarios para cerrar el Estrecho de Magallanes.

En agosto de 1580 fue recibido en Badajoz por el rey Felipe II y aprobó su proyecto de fortificación del estrecho, lo designó gobernador pero solamente mandará a Diego Flores de Valdés a cargo de la expedición “colonizadora y militar”.

Septiembre de 1581: viaje hacia el Estrecho de Magallanes…

El 15 de septiembre de 1581, partieron de San Lúcar de Barrameda veintitrés naves con soldados, agricultores, artesanos, mujeres y niños para fundar dos ciudades artilladas. A la salida del puerto durante una tempestad naufragaron cinco naves y murieron ochocientas personas. Regresaron a Cádiz, partieron el 9 de diciembre y “la peste se declara y mueren ciento cincuenta y uno, otros doscientos morirán en Río de Janeiro, donde arriban el 24 de marzo. Sólo la energía de Sarmiento los hace seguir adelante”.  Avanzan hacia el sur y cerca del Río de la Plata hizo agua una de las naves, se hundió a la noche y murieron trescientos cincuenta tripulantes porque no pudieron auxiliarlos.

Diego Flores Valdés conmocionado ordena que regresen a Brasil y perdieron ora nave frene al puerto Don Rodrigo, el pirata inglés Fenton atacó con cañones a otra que se hundió cerca del puerto de Río de Janeiro.  De los veintitrés de la partida sólo quedan nueve buques y el 7 de enero de 1583, parten desde Santa Catalina.  Soportaron otra pérdida y al llegar otra vez al río de la Plata tres carabelas, una al mando de Alonso de Sotomayor, luego gobernador de Chile-, decidieron aproximarse a Buenos Aires y allí desembarcar.  Después de dos años de navegación, sólo cinco buques llegan el 17 de febrero de 1583 al estrecho de Magallanes pero ya los ánimos de Diego Flores Valdés impiden que insista en “embocar la entrada pues la estación no es propicia, y cansado y desmoralizado, ordena el regreso definitivo.  Vuelven a Río de Janeiro.  Allí se les unen cuatro carabelas mandadas de España con socorros para las colonias que se creen ya fundadas ante ese esfuerzo”.  Volvió Valdés a España y siguió la inquietante expedición el perseverante Pedro Sarmiento de Gamboa:  En seis naves trasladaban quinientas treinta y ocho personas, incluyendo mujeres y niños que se sentían prácticamente derrotados.  El 1º de febrero de 1854, se aproximaron al Estrecho y tres días después desembarcaron. “Gamboa lo hace llevando una gran cruz, detrás ocho arcabuceros y los soldados, agricultores y artesanos: en total 116 soldados, 48 marineros, 58 colonos, 13 mujeres y 10 niños.  Gamboa toma posesión solemnemente de la tierra en nombre del rey Felipe, y deja fundada la fortaleza o real de La Purificación de Nuestra Señora, mientras en la mayoría de las naves, con espanto de los bajados a tierra, se rompen las amarras y son arrastradas por el viento mar afuera.  Inútilmente trata el capitán Diego Ribera de volver a embocar las angosturas en diez días de lucha contra el oleaje y la tormenta.  Finalmente, como todos sus esfuerzos son inútiles, abandona la empresa y vuelve a España”.  Insistía Gamboa en su propósito de construir las dos fortificaciones y el 11 de febrero, instaló una planta Nombre de Jesús rectificando así el emplazamiento anterior de La Purificación y colocó la mayor parte de los cañones apuntando a la entrada del estrecho.   Ya está casi convencido de que navegar en ese tiempo por los mares australes es excesivamente arriesgado y con noventa y cuatro hombres a pie, buscan un lugar apropiado para el otro Fuerte. Cansados de caminar sobre terrenos irregulares y desconocidos, aquellos hombres empezaron a protestar y Gamboa sin intimidarse expresó: “Diríase que el rey de España no tiene ya hombres como los que solía tener antiguamente”. Al fin, en un lugar Gamboa decidió fundar la Ciudad de Don Felipe que era entonces un espacio donde había algunos árboles y nieve.  Allí cumplió con las solemnidades pertinentes, señaló el símbolo de la justicia y suscribieron el acta.

“Gamboa tiene la paciencia de dibujar la plaza ‘muy agraciada con salida al mar’.  También hace la iglesia de madera y la Casa Real de cien pasos de largo.  Por supuesto distribuye solares y no encomienda indios porque no los encuentra.”

Ahora sí es el gobernador y debe ocuparse de mantener ambas colonias pero no fue tarea fácil porque carecían de lo necesario para convivir y tras las protestas, los degüellos…

Pérdidas, necesidad de apoyo y desprotección…

En el extremo sur de América, los españoles durante el invierno siguieron soportando más enfermedades hasta que morían. Tras una tormenta, el buque capitaneado por Pedro Sarmiento de Gamboa fue arrojado hacia el Océano Atlántico; resulta imposible detenerlo.

“Los hombres ‘van comiéndose los gatos y hasta los cueros de las bombas’.”

Gamboa decidió buscar auxilio en Río de Janeiro pero no lo encuentra. El buque que despachó hacia el Estrecho naufragó y tampoco lo apoyaron en Permambuco; otra tormenta destrozó la Santa María contra los acantilados de la costa.  “Otra ‘espantable tormenta’ arroja a los tripulante a Río de Janeiro ‘desnudos, descalzos y el navío hecho en piezas; los marineros se amotinan porque no quieren volver al sur, y Gamboa debe imponerse espada en mano, matando a uno e hiriendo a varis.  No tiene barco, pero algo proveerá Dios.  A todo esto han pasado el invierno, la primavera y el verano, y no es posible volver en otoño a las regiones australes”.  Pidió refuerzos a España y como no los recibía, en abril partió hacia Corte para solicitarlos personalmente porque necesitaba salvar a los colonos que habían quedado en el extremo sur y nada sabía sobre ellos.

Otro pirata inglés, Walter Raleigh estaba navegando cerca de las Islas Terceras esperando alguna presa y dominándolos logró llevarlos hasta Inglaterra para pedir el rescate.  Al rey Felipe II “le cuesta gestionar su rescate.  Finalmente lo consigue y Gamboa va hacia España atravesando Francia; cae en poder de los hugonotes -son los tiempos de las guerras de religión- que lo juzgan por papista y a duras penas se salva de la hoguera, pero pasa tres años y ocho meses en un calabozo húmedo.  Tras muchas gestiones el rey consigue rescatarlo por seis mil ducados y cuatro buenos caballos, y lo hace llegar a España: Gamboa llega en parihuelas porque el calabozo lo ha dejado paralítico.  No importa.  En parihuelas ambula por la Corte en procura de una ayuda a sus colonos.  Nada consigue: ¿quién se va acordar de la ‘gobernación del estrecho’ ante las apremiantes necesidades de la guerra en Europa?  Después de 1591 (fecha de su último Memorial para que ‘Su Majestad se acuerde de sus tan leales y constantes vasallos que por servir a V. M. se han quedado en regiones tan remotas y espantables’) se pierden sus rastros.  Había muerto, no se sabe cómo ni donde.”  [120]

Thomas Cavendish cerca de Punta Arenas…

Mientras el español Pedro Sarmiento de Gamboa estaba soportando tantos sufrimientos, otro inglés estaba buscando “ganar dinero en América sin mayores penurias: todo estaba en ir al Pacífico y hacer sobre los desprevenidos galeones que llevaban el oro y la plata del Perú. Hacerlo en el Atlántico era más difícil porque navegaban en convoy”.   Era Thomas Cavendish,  un noble que estaba en decadencia, nombrado el Candí o Candís por los españoles.  Había partido de Plymouth -como antes lo hizo el Dragón Drake- y llegó al extremo sur de América el 17 de enero de 1587, con tres naves y cientoveintitrés tripulantes. Su nave capitana era Porte Désire y cuando llegó a un golfo de la Patagonia lo nombró así, es actualmente Puerto Deseado.  Avanzó hacia el estrecho y encontró a dieciocho españoles casi sin ropas y alimentados con mariscos en el lugar que Gambo bautizó Rey Felipe y que este británico decidió rebautizar Puerto Hambre.  Cargó a uno de los famélicos hombres para que le sirviera como intérprete y dejó a los diecisiete a la intemperie.  Cavendish siguió con sus depredaciones en sucesivos puertos chilenos, “incendia y mata por placer: ‘he quemado diecinueve barcos y no he dejado piedra sobre piedra en ningún puerto  de mar que toqué’, escribe alegremente a su padre.  Vuelve a Inglaterra en 1588, después de dar la vuelta al mundo como Drake: entra al Támesis en triunfo: ha forrado sus velas de damasco azul, vestido a sus marineros de seda con cadenas de oro al cuello, y adornado con oro los cordajes.  También recibe en una comida a la reina Isabel en su cámara recubierta de seda y oro.

En 1591 hará otra expedición.  Asegura que en América ‘el rey de España bravea mucho pero no muerde’, quienes muerden son los ingleses.  Pero en este segundo viaje no lo acompaña la suerte”.  Desde 1580 Felipe II era rey de Portugal y Cavendish saqueó buques portugueses que navegaban sobre el Atlántico, intenta tomar la ciudad de Buenos Aires pero los vecinos se organizaron para la defensa y desistió dirigiéndose hacia el sur.  “En abril de 1592 está frente al estrecho, que no puede trasponer esta voz porque ha llegado en el mal tiempo; dos navíos naufraga; estallan motines; Cavendish es dominado, y la tripulación regresa a Inglaterra.  Pero antes de llegar lo tiran al agua para evitar acusaciones”.

(Mas acá y más allá del caudaloso Océano, en distintos continentes se advierten sucesivas señales acerca de los ciclos de esplendor y decadencia, de vida y de muerte.

Durante el siglo siguiente, los Jesuitas fueron expulsados por orden del rey de España Carlos III.  Después de fecunda siembra, aún con la esperanza que germina en la Fe, cruzaron el Océano Atlántico por última vez…

Aún en el siglo XX, en la Rinconada, a 49 kilómetros al sur de Punta Arenas, han fotografiado a “alcaluf reciente delante de su toldo de forma típica…)  [121]

1621: presencia del sacerdote Diego Flores León…

Desde Chile, en 1621, llegó hasta la región noroeste de la Patagonia el sacerdote y maestre de campo Diego Flores León con la intención de encontrar “la ciudad soñada por muchos exploradores y aventureros. En tal recorrido, descubrió el Lago Grande, actual lago Nahuel Huapi.    [122]

En 1661, impulsados por los comentarios acerca de la existencia de una ciudad con enormes riquezas, también partieron de Chile don Jerónimo Luis de Cabrera y Juan García Tao y exploraron una amplia zona del litoral patagónico, lógicamente sin resultados.

1661-1679: misiones de jesuitas en la Patagonia...

Para cumplir sus misiones en la región cercana a los siete lagos en la precordillera andina, “a partir de 1645 la palabra de la fe llega a la Patagonia a través de los jesuitas Diego de Rosales, Miguel de olivares, José de Zúñiga, Juan José Guglielmo, Felipe Van Der Meeren, Francisco de Elguea y otros”…

En 1661, impulsados por los comentarios acerca de la existencia de una ciudad con enormes riquezas, partieron de Chile don Jerónimo Luis de Cabrera y Juan García Tao y exploraron una amplia zona del litoral patagónico, lógicamente sin resultados.

El padre Nicolás Mascardi S. J., llegó al Lago Grande -o Nahuel Huapi- durante el año 1670 para desarrollar su labor apostólica y llegó hasta Río Gallegos.  Dos años después lo mataron los indígenas, aproximadamente a la “altura del 47º”. Continuó esa misión el padre José de Zúñiga y recorrió el sector occidental de la cordillera desde aquel lago hasta el valle de Aluminé. El temperamento indómito de los mapuches -también nombrados araucanos-, impidió el adoctrinamiento y el sacerdote decidió trasladarse a Traful y Junín de los Andes. Tales vivencias lo convencieron de que debía abandonar ese proyecto y luego los franciscanos recorrieron esos lugares intentando inculcar la doctrina católica.

(Casi un siglo después de la muerte de Mascardi, estuvo estudiando las características de la Patagonia otro jesuita, el marino británico Thomas Falkner, nacido en Manchester en 1707 y desde los treinta años de edad residente en el Río de la Plata, hasta 1767.  [123]

“En las proximidades de Bahía Blanca, en la Sierra del Volcán, fundó la misión de la Virgen del Luján, y desde allí irradió su palabra evangelizadora, extendiendo su acción por la Pampa y toda la Patagonia Septentrional, que dan como resultado de los trabajos su célebre obra histórica, geográfica y etnográfica, publicada en Inglaterra en 1774 que incitaba la atención del mundo hacia esa tierra ignota”.

A fines del siglo veinte, siguen conmoviendo algunas fotografías reproducidas en enciclopedias y en libros, reveladoras de “una increíble cacería de indios Ona por los colonos blancos en Tierra del Fuego”…)  [124]

Creación de la Diócesis de Tucumán (1582)

Sabido es que el conde de Nieva, nuevo virrey del Perú, respondió al pedido de los pobladores de Santiago del Estero y separó Tucumán de Chile, decisión aprobada mediante Real Cédula de 1564 y momento de la asunción del gobernador Francisco de Aguirre.  En mayo del año siguiente, su sobrino Diego de Villarroel cumplió la orden de restaurar con cincuenta hombres de Santiago del Estero una destruida población y después de establecer la de Barco I siguió avanzando en territorio de los diaguitas y el 31 de mayo de 1565 fundó San Miguel de Tucumán.

En la década siguiente, el sevillano Jerónimo Luis de Cabrera y corregidor de Potosí fue nombrado gobernador del Tucumán; en julio de 1573 fundó Córdoba de la Nueva Andalucía, luego avanzó hasta la desembocadura del río Carcaraná en el Paraná y el 18 de septiembre levantó un real: San Luis de Córdoba encontrándose luego con el vizcaíno don Juan de Garay que había fundado Santa Fe, el 15 de noviembre de 1573.

En 1582 se creó la Diócesis de Tucumán con sede en Santiago del Estero y en ese tiempo, “un hombre resuelto y de pocos escrúpulos, el dominico Francisco de Victoria, había sido nombrado obispo”.

Era cuarto gobernador del Tucumán el sevillano licenciado en Salamanca don Hernando de Lerma y a pesar de dificultades fundó el 16 de abril de 1582 San Felipe de Lerma, con noventa y cinco pobladores honrando así al rey Felipe II e intentando que perdurara el recuerdo de ese logro.  Allí se encontró con el obispo Victoria que pretendía decidir sobre la autoridad del gobernador ya que necesitaba continuar con sus negocios de contrabando: “introducción de géneros flamencos y esclavos de Guinea” y decidió suspender los servicios religiosos mientras Lerma estuviera en funciones. “Lerma no era hombre de achicarse, y mandó decir al obispo ‘que iba a ahorcarlo en un algarrobo junto a los demás clérigos y frailes’ si no levantaba la prohibición enseguida. Victoria debió escapar a Lima; Tucumán se quedó sin contrabando pero también sin servicios religiosos”.  Continuó la querella con intervención de la Audiencia y en 1584, el visitador Arévalo Briceño apresó a Lerma y lo trasladó a Charcas “no obstante la resistencia del gobernador que negaba a la Audiencia derecho a deponerlo y apresarlo”; asumió un gobernador interino.

Al ser depuesto el gobernador Hernando de Lerma, cambiaron aquel nombre por San Felipe del Valle de Salta, luego reconocida como Salta.

Es evidente que tan complejos como los esfuerzos para lograr el entendimiento con los indígenas fueron los intentos de conciliación por los intereses creados de los eclesiásticos…

1597: Hernando de Trejo y Sanabria, primer Obispo de Tucumán.

A fines de 1597, el virrey del Perú Luis de Velazco nombró Obispo de Tucumán a Hernando de Trejo y Sanabria.  Era hermano por parte de madre con Hernandarias, el primero de los ocho hermanos del segundo matrimonio de doña María Mercedes de Sanabria y de Martín Suárez de Toledo, a cuyas órdenes combatió don Juan de Garay.

Al asumir tales funciones  fue “el primer obispo criollo en el Río de la Plata”.

En ese tiempo los dos hermanos se encontraron en Santa Fe y juntos partieron hacia Asunción, donde “tuvieron también la dicha de compartir su alegría con su anciana madre, que los esperaba en la vieja casa solariega de la capital del Paraguay”.  [125]

El obispo Hernando de Trejo pidió que desde Perú enviaran misioneros jesuitas y en esa nota expresó:

“La obra apostólica de carácter transitorio no produce frutos definitivos.  De los trabajos de San Francisco Solano que convirtió a muchos ya nada queda.  Deben erigirse poblaciones estables de aborígenes, a las que se mantendrá lejos de los maléficos influjos de los blancos.”

Misiones con guaycurúes

Los guaycurúes habitaban al norte del Chaco paraguayo hasta Santa Fe y se extendieron hacia el suroeste.  Hablaban distintas lenguas: toba, pilagá, mocoví, mbaya, payaguás, chaná, coronad, querandíes…

La provincia del Tucumán abarcaba los territorios de las actuales Santiago del Estero y Córdoba (capitales desde principios del siglo XVIII, aunque generalmente los gobernadores residían en Salta.  Tribus calchaquíes y diaguitas acosaban a los primeros pobladores españoles durante el gobierno de Pedro de Mercado Peñaloza (1595-1600) y desde entonces, durante más de un siglo esas incursiones de los indígenas obligaron a adoptar diversas decisiones.

 

Sabido es que durante el invierno de 1609 se acentuó el conflicto entre los jesuitas y algunos encomenderos de Santiago del Estero que exigían la libertad de los indígenas. El Provincial de la Compañía Padre Diego de Torres Bollo, se trasladó hacia las Misiones el 8 de septiembre de 1609, con el propósito de encauzar los trabajos teniendo en cuenta las continuas protestas.

El Padre Diego de Torres, durante la primavera de 1609 destinó a los Padres Vicente Griffi y Roque González de Santa Cruz a convivir con los Guaycurúes y se instalaron “en el cuadrilátero formado por los ríos Iguazú, Paraná y Paranapanema (22º y 26º de latitud).

Dialogaron con algunos caciques y a fines de ese año empezaron a organizar la Reducción Santa María de los Reyes, cerca de la actual localidad de Clorinda, Formosa.

Las reacciones de otras tribus cercanas fueron la causa del breve tiempo de convivencia en esas Reducciones y así sucedió en el siglo siguiente en Naranjhay  y Remolinos (de breve duración, en territorio formoseño).

El Padre Vicente Griffi trabajó con los Padres Romero y Musante hasta 1621. Luego continuó con su misión en la zona de Herradura (Formosa) trabajando con los indios abipones.

1630-1640: agobio y rebeliones…

Mientras tanto, los indígenas en distintas latitudes seguían soportando las exigencias de los encomenderos, caudillos que sometían a las tribus aunque en las declaraciones los indios eran libres.

Desde mediados de abril de 1630 se habían rebelado los diaguitas y calchaquíes que trabajaban en las plantaciones del Tucumán y fueron violentamente reprimidos por el gobernador Felipe de Albornoz, en esas funciones desde 1627.

Era la continuidad de los abusos en una organización social que a principios del siglo anterior ya había denunciado el Padre Bartolomé de las Casas, entre otros.  Los encomenderos recibían la tierra y disponían de las tribus residentes en la zona castigando a quienes se negaban a servirles.  El conflicto en Tucumán fue aumentando durante hasta que la oportuna decisión del gobernador y de los Jesuitas calmó los ánimos de esa comunidad.

(A principios de 1636, penúltimo año de desempeño del gobernador Felipe de Albornoz, aceptaron seguir trabajando con los encomenderos apoyados por el adoctrinamiento de los Padres Jesuitas.)

Los indios sometidos en Concepción de Buena Esperanza del Bermejo apoyados por tribus cercanas, a fines de 1631 destruyeron casi todo lo construido y otros bienes provocando el éxodo de la población hacia la zona de Corrientes.

Cuando el pesquisidor Garabito llegó a Buenos Aires, Diego de Vega ya no estaba en la ciudad.  Juan de Vergara estaba libre de cargos y lo nombró “Contador de las Cajas Reales”. Se aproximaba el fin de la misión de Fray Pedro de Carranza: el Obispo murió el 29 de noviembre de 1632 cuando su primo había logrado otro cargo “a su medida”.  Las denuncias por contrabando, mutuas acusaciones, penalidades y absoluciones, excomuniones y expatriaciones constituían una absurda sucesión porque el contrabando de mercaderías y esclavos seguía creciendo.

En junio de 1637, asumió el nuevo gobernador del Tucumán: Francisco de Avendaño y Valdivia, comenzó otro juicio de residencia que favoreció a Felipe de Albornoz porque fue elogiado por su desempeño como gobernador mientras se desarrolló la rebelión de los indígenas y por el acuerdo del año anterior.  Las distancias desde España al Río de la Plata y las dificultades por la guerra, determinaban demoras en el cumplimiento de las órdenes de la Corona española.

Mediante Real Cédula del 22 de diciembre de 1635 fue nombrado gobernador de Buenos Aires Mendo de la Cueva y Benavídez y recién asumió el 28 de noviembre de 1637.  El nuevo Obispo Fray Cristóbal de Aresti también era opositor del ex gobernador Dávila y lo denunció ante la Audiencia de Charcas por “amancebamiento”.

(Sabido es que en 1637, el Padre Antonio Ruiz de Montoya debió viajar a España con los Procuradores de la Provincia Jesuítica del Paraná para defender los derechos de los indígenas. Desde España fue destinado a Lima y allí falleció el 11 de abril de 1652)

El ex gobernador de Buenos Aires Pedro Esteban Dávila y Enríquez decidió partir hacia España a mediados de febrero de 1638 para presentarse ante el Consejo de Indias y explicar los riesgos de parcialidad que lo impulsaron a esa decisión de evitar el juicio de residencia en Buenos Aires por su desempeño desde 1631.

Una vez más, el Obispo de Buenos Aires acosó al gobernador de la ciudad porque no aprobaba sus denuncias contra Dávila.  Lo ex-comulgó y en consecuencia, limitó su poder porque con tal pena no podía mandar sobre las tropas ni administrar justicia.  Dejó a cargo del Obispado a Gabriel de Peralta y partió hacia Charcas para continuar con sus denuncias.  En mayo de 1639, a pedido del Cabildo su reemplazante levantó la ex-comunión. Era necesario que el gobernador con pleno poder controlara los dos frentes: el interno por los intereses de los contrabandistas y las reacciones de los indígenas cuando no respetaban sus derechos; el externo porque seguía siendo una amenaza la flota inglesa navegando sobre el Atlántico, cerca de las costas.

Las tribus que desde el noroeste se habían trasladado hasta el Valle Calchaquí santafesino se sublevaron en 1640 y cuando el gobernador de Buenos Aires llegó a esa zona acompañado por un centenar de españoles no los halló porque estaban escondidos en los montes. Cuando regresó a Buenos Aires se encontró con el gobernador de Tucumán Francisco de Avendaño que lo estaba reemplazando a fin de que él se trasladara a Charcas para declarar en el juicio impulsado por el Obispo Aresti. En la Audiencia logró demostrar que no era culpable y como era casi imposible reemplazar al Obispo para que terminaran esos conflictos, decidieron nombrar a Mendo de la Cueva en el cargo de Corregidor de la ciudad de San Felipe de Austria y “asiento de minas de Oruro”. Otro Caballero de la Orden de Santiago, Ventura de Moxica, asumió como gobernador de Buenos Aires el 13 de diciembre de 1640.

A las personas les asignaban diferentes funciones y se sucedían los gobernadores y pesquisidores, terminaban un juicio de residencia y pronto comenzaban otro sin que eliminaron lo fundamental que era la corrupción, tanto por negocios ilícitos como por explotación de los indígenas.  El trabajo en las minas de Potosí exigía mano de obra porque tales esfuerzos provocaban enfermedades y muertes.  Los esclavos llegaban al puerto de Buenos Aires procedentes de Brasil o de África y eran vendidos para el traslado por la ruta de Córdoba a Santiago y el Tucumán hasta el Alto Perú o hacia Córdoba, Mendoza y tras el cruce de la cordillera de los Andes llegaban a Santiago de Chile.  También introducían grupos desde Brasil por Asunción del Paraguay y con destino a las provincias del noroeste, hasta el territorio de Santiago del Estero.

1640: más cambios, corrupción y esclavitud…

El trabajo en las minas de Potosí exigía mano de obra y algunas tribus no aceptaban esa explotación y se trasladaban a otros lugares. Los indios que habían llegado hasta el valle Calchaquí santafesino, se sublevaron en 1640 y se escondieron en los montes. Llegó hasta ese lugar el gobernador de Buenos Aires Mendo de la Cueva y Benavídez pero regresó a esa ciudad sin verlos, encontrándose con su reemplazante el gobernador de Tucumán Maestre de campo -nacido en Chile-, Nicolás Francisco de Avendaño y Valdivia, porque él debía declarar en el juicio iniciado por el Obispo Aresti ante la Audiencia de Charcas.

Aunque lo declararon inocente, siendo “casi imposible reemplazar al Obispo para que terminaran esos conflictos”, a Mendo de la Cueva lo nombraron Corregidor de la ciudad de San Felipe de Austria reconocida como “asiento de minas de Oruro”.

Ventura de Moxica -o Ventura de Mujica-, también Caballero de la Orden de Santiago, asumió el 13 de diciembre de 1640 como gobernador de Buenos Aires y al año siguiente, fue reemplazado provisoriamente por el teniente de gobernador Pedro de Rojas y Acevedo a quien sucedió Andrés de Sandoval como gobernador interino.

Los negocios ilícitos, la corrupción y explotación de los indígenas –sobre todo en las minas de Potosí, donde enfermaban y morían agotados-, eran las causas de sucesivos juicios de residencia y de cambio de gobernadores y pesquisidores.

Sabido es que en el lapso 1641-1653 ejerció la gobernación del Río de la Plata con asiento en Buenos Aires, el Teniente de Gobernador Jerónimo Luis de Cabrera y Garay.  En ese tiempo estaban señaladas las rutas de la esclavitud marcadas por quienes trasladaban hombres desde África para venderlos en Buenos Aires y entregarlos en el Alto Perú por caminos de Córdoba, Santiago, Tucumán y el noroeste hasta Potosí; otros eran destinados a Chile, partiendo de la ciudad puerto y conducidos hacia Córdoba y  Mendoza, cruzando la cordillera de los Andes hasta llegar a Santiago.

Los esclavos procedentes de Brasil, llegaban hasta Asunción y eran destinados a Santiago del Estero y provincias del noroeste.

Jesuitas junto a los tonocotés (1641)

Han reiterado en 1610 “se instaló la Doctrina de la Fe” por el Padre Domingo Benítez, en Huanacache (territorio mendocino).

Sabido es que el Padre Juan Pastor -español-, estuvo en la región de Cuyo y fue maestro de primeras letras “en la zona de las lagunas”.

En otro texto indican que el Padre Juan Pastor, en 1612 fue el primer misionero de Huanacache.

El Padre Juan Pastor junto al Padre Gaspar Cerqueira que era nacido en Concepción del Bermejo y entendía la lengua tonocoté, llegaron hasta la Reducción de los Matarás situada aproximadamente a ochenta leguas de Santiago del Estero y con la ayuda de esos indios, avanzaron hasta cerca del río Bermejo donde vivía el cacique Caliguila con tribus de abipones.

La inmediata comunicación y sucesivos acuerdos impulsaron al Padre Juan Pastor a impulsar un programa de evangelización entre las tribus del Chaco.

A comienzos del siglo XVII, el gobernador Francisco Martínez de Leiva condujo el ejército que avanzó desde Buenos Aires hacia Chile para desplazar a los araucanos y murió en 1602, segundo año de gobierno. Nombrado por el rey Felipe III asumió el ex-gobernador de Chile Alonso de Ribera (1606-1611) y en ese tiempo fundaron San Juan de la Ribera de Londres y se fusionaron Madrid de las Juntas y Talavera del Esteco en la ciudad nombrada Talavera de Madrid, todas despobladas en breve tiempo; luego aumentaron las disidencias con el obispo hasta que fue excomulgado. Durante la gobernación de Luis de Quiñones Osorio (1612-1619) fundaron el Colegio de los Jesuitas en Santiago del Estero, centro de formación cultural que impulsó diversas iniciativas. Durante el período siguiente, Juan Alonso de Vera y Zárate -hijo del adelantado Juan Torres de Vera y Aragón y de Juana Ortiz de Zárate- también nombrado por Felipe III en 1615, asumió el gobierno del Tucumán en 1619 y el obispo Hernando de Trejo y Sanabria puso en marcha las “Aulas Mayores” que fueron las bases de la creación de la Universidad de Córdoba en 1622.  Un año después esa ciudad estaba semidestruida por una inundación y ordenó la realización de las obras de reconstrucción mientras tenía continuos conflictos con el obispo, como sus antecesores.  El rey Felipe IV nombró al gobernador Felipe de Albornoz (1627-1637) y los crueles enfrentamientos con los indígenas generaron la guerra calchaquí. El mismo rey nombró a Gutierre de Acosta y Padilla (1644-1650) y en ese tiempo comenzaron las misiones jesuíticas en el Tucumán.  Durante el gobierno de su sucesor, Francisco Gil de Negrete cesaron los conflictos con los calchaquíes (1650-1651).

Desde las misiones del Paraguay intentaban vender la yerba mate a las regiones del noroeste y del Ato Perú mientras esas indómitas tribus prácticamente establecían un freno para el desarrollo de ese proyecto.

En 1651 asumió el gobernador Roque Nestares de Aguado y acusado por corrupción porque vendía empleos a personas no aptas para esas funciones y en beneficio propio ejercía el monopolio de la venta de yerba procedente del Paraguay, fue reemplazado en 1655 por Alonso Mercado y Villacorta, literato y hombre de experiencia en asuntos de gobierno y continuaba la guerra de los calchaquíes.

En esas circunstancias, se generó otra crisis al iniciarse procesos judiciales contra el Obispo y los Jesuitas y en esa región comenzó la segunda guerra calchaquí.

El rey Felipe IV nombró a Alonso Mercado gobernador del Río de la Plata (con asiento en Buenos Aires, durante el lapso 1660-1663).

En ese tiempo pidió su nombramiento como gobernador del Tucumán para desempeñar el segundo período con el propósito de continuar los controles sobre las tribus diaguitas y calchaquíes.

Alonso Mercado y Villacorta asumió en 1664 y cuando llegó a ese territorio comprobó que algunos habían huido hacia otros valles y que la guerra iniciada en 1655 había provocado excesivos daños.  Para debilitar la resistencia de los indígenas, el gobernador Mercado y Villacorta envío algunas familias a La Rioja y a Talavera del Esteco, en todos los casos exigiendo que no regresaran al territorio tucumano.

Al año siguiente decidió enviar hacia el sureste aproximadamente doscientas setenta familias con un cacique para que se instalaran cerca de la ciudad de Buenos Aires.

Es oportuno tener en cuenta que el gobernador del Río de la Plata José Martínez de Salazar (1663-1674) había autorizado  la instalación de una Reducción en las tierras que había donado el Alcalde Mayor Provincial Juan del Pozo y Silva y que en 1580 habían sido repartidas por don Juan de Garay al fundar el real de la Trinidad y el puerto del Buen Ayre, a los tres Pedro: a Pedro Izarra,  a Pedro Xeres (actual localidad de Quilmes), a Pedro Quirós -o Quiroz-, en la actual Bernal.  En 1666 se instalaron aquellas familias con el cacique Iquin en la Reducción de Quilmes.  Al año siguiente, se unieron los desterrados Acalianos comenzando así el primer período administrativo de la Reducción estando a cargo de la Capilla el Padre Doctrinero Lic. Bartolomé de Pinto, descendiente de Juan de Garay.

(Acerca del toponímico Quilmes, es oportuno tener en cuenta que entre algunos grupos indígenas del Chaco paraguayo, kil es partícula pronominal de pluralidad y me es radical de origen étnico.

Kilwana es hembra; kilnawa, macho; kilana mujer.

Sabido es que luego han escrito quiloazas por kigoazas; querandí por kelandí 

(El 13 de febrero de 1812 comenzó el expediente relacionado con la extinción de la Reducción y el 14 de agosto de ese año se fundó el Pueblo de Quilmes” y se repartieron las tierras.)

Otro conflicto…

Sabido es que a mediados del siglo diecisiete, en el Tucumán vivían aproximadamente dos mil quinientos españoles y algunos recordaban el levantamiento de los indígenas en 1562 mientras otros comentaban la cercana sublevación de 1630.

En la región del Tucumán estaba el español Pedro Bohórquez nacido en 1602 cerca de Granada (Andalucía).  Durante la primavera de 1656 había llegado a Lima (Perú) y desde entonces hablaba de la legendaria ciudad de Paytiti hasta que por sus fechorías estuvo preso, fue enviado a Chile y luego logró acercarse a Catamarca, después a Tucumán y Salta.

Pedro Bohórquez dialogaba con los diaguitas y calchaquíes en el mismo idioma y entre ellos decía que era descendiente de Incas, que su nombre era Huallca Inca -o Hualpa Inca-; insistía en que era nieto de Atahualpa, príncipe del Titaquín y como tal lo reconocían algunos caciques que aceptaban sus orientaciones para luchar por la liberación, entre ellos Pedro Pinguanta que influía sobre otros jefes. Entre algunos pobladores que esa región era nombrado Pedro Chamijo,

Sabido es que el ex-gobernador del Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta en 1658 fue nombrado gobernador de Buenos Aires por el rey Felipe IV y se desempeñó durante el período 1660-1663 porque pidió el traslado al Tucumán donde se habían agravado los conflictos con los indígenas por las influencias del español Pedro Bohórquez.

 

Alonso de Mercado asumió en 1664 por segunda vez como gobernador del Tucumán y le propuso al combativo inca dialogar en Londres -lugar también conocido como Pomán- aunque se oponía el obispo Melchor Maldonado y Saavedra, convencido de que ese personaje era un impostor.

Pedro Bohórquez había logrado formado un ejército con miembros de aquellas tribus y el gobernador lo nombró Teniente de Gobernador y Justicia Mayor ante la promesa de que contribuiría a que aceptaran el adoctrinamiento.

Tiempo después, estalló el tercer levantamiento de los calchaquíes aproximadamente a tres kilómetros de Salta, en el Fuerte de San Bernardo y doscientos indios lucharon contra los españoles en un atroz combate.

El granadino Pedro Bohórquez pidió el indulto al presidente de la Real Audiencia de Charcas y se entregó a las autoridades de Salta.  Se rebeló mientras lo trasladaban, fue juzgado y en diciembre de 1666 dictaron la sentencia, fue ejecutado el 3 de enero de 1667.

Durante treinta años, las tribus que respondían a las órdenes del cacique Juan Calchaquí se habían sublevado en distintas ciudades; algunas en las últimas décadas bajo la conducción de este inca -ya que “inca” es un jefe, no una raza- y después de aquel combate y del escarmiento a Bohórquez se apaciguaron.

El gobernador Alonso de Mercado y Villacorta terminó ese mandato en 1670; por haber logrado reducir a los calchaquíes fue designado presidente de la Audiencia de Panamá -importante ruta norte del Atlántico a través del istmo- y fue reconocido como marqués de Villacorta.

En el Tucumán, durante el gobierno de Ángelo de Peredo (1670-1674) comenzaron otras expediciones al Chaco y han reiterado que comprobaron abusos de su antecesor al tolerar que los encomenderos prácticamente establecieran la esclavitud.

Luego José de Garro (1674-1676) tras las frecuentes incursiones de los guaycurúes organizó tres excursiones y al pasar a la gobernación de Buenos Aires, quedó como gobernador interino José García Caballero. Luego asumió el gobernador Juan Diez de Andino (1678-1681) y ordenó otras expediciones hasta la región de los indios del Chaco.

(Tras aquellas dramáticas experiencias, han publicado sucesivos relatos. El sacerdote jesuita Hernando Torreblanca tenía 84 años cuando escribió Relación Histórica del Calchaquí (1696) y con algunos párrafos inconclusos, dejó su testimonio acerca de las experiencias compartidas con los indios calchaquíes que habitaban el vasto valle que abarcaba territorios de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Santiago del Estero y zona occidental del Chaco y Formosa.

Han reiterado que Fray Melchor Maldonado y Saavedra –obispo-, en una carta enviada al Padre Pedro Lozano escribió:

“Calchaquí no amó ni conoció al Inga, sino sujeto con presidios”.

 

(Tal alusión al Inga estimula la memoria y es oportuno reiterar lo expresado por Dick Ibarra Graso acerca de la lengua quichua que “no es originaria del Cuzco como generalmente se supone. Su posible primer lugar de origen parece estar en la cultura de Huari en la zona central Andina de Perú, que recibió influencia de Tiahuanaco y adquirió su militarismo, expandiéndose y conquistando casi toda la costa peruana, y destruyendo a las culturas Nazca y Mochica

El quichua de Cuzco está mezclado con el aymara” -o Colla-, “lo cual se nota por la existencia en él de una serie de sonidos aspirados y explosivos, cosa propia del aymará y que falta en quichua de la zona antes citada.  Ese quichua, sin sonidos de procedencia aymara, se extendió hasta Ecuador, y de él proviene, por ejemplo, el hecho de llamar Inga a los Inca, y otras muchas voces semejantes.”  [126]

1683: venganzas y muerte de sacerdotes…

Sabido es que el Padre Juan Pastor desarrolló una intensa labor evangelizadora en la región del Gran Chaco hasta 1664 porque fue nombrado Provincial de la Compañía y asumió esas funciones.

 

Con la intención de continuar el adoctrinamiento de las tribus conocidas por el sacerdote español Juan Pastor, en 1683 se puso en marcha el Presbítero Pedro Ortiz de Zárate acompañado por los Padres Diego Ruiz y Antonio Solinas.

Habían llegado hasta las orillas del río Bermejo con treinta hombres a fin de adoctrinar a diversas tribus: mataguayos, tobas y mocovíes.

En ese lugar, los indios todavía recordaban el cautiverio de otros hermanos en el año 1670, durante la expedición del gobernador Santiago de Peredo.

Impulsados por un propósito de venganza, mataron a los Padres Pedro y Antonio mientras estaban celebrando una misa.

Era evidente que si los sacerdotes no podrían trabajar solos, sin apoyo de los caciques y menos aún, cuando aumentaban las protestas por el mal trato de los encomenderos quienes al castigarlos, generaban mayor enemistad y promovían nuevos ataques.

Represión y fundación de ciudades…

Aumentaron las dificultades durante el gobierno de Fernando de Mendoza Mate de Luna (1681-1686) porque debió reprimir a las tribus chaqueñas que avanzaban hacia el Tucumán.  Trasladó la ciudad de San Miguel de Tucumán a su actual ubicación y fundó Catamarca (San Fernando del Valle de Catamarca); luego debió abandonar la ciudad de Talavera del Esteco por los avances de los guaycurúes que durante el gobierno de Tomás Félix de Argandoña (1686-1691) llegaron hasta San Miguel del Tucumán.

En la casi despoblada Esteco asumió en 1691 el gobernador Martín de Jáuregui desempeñando esas funciones hasta 1696.

Es oportuno rememorar que el 13 de setiembre de 1692, los habitantes de Esteco  se conmovieron al sentir los efectos de un terremoto y se alejaron definitivamente.

Era el ocaso de otro siglo y aún no habían logrado entenderse los indígenas con los conquistadores españoles, tampoco demostraban tolerancia las distintas órdenes religiosas porque los franciscanos y dominicos censuraban los continuos avances de los Jesuitas, inteligentes y tenaces evangelizadores en distintas latitudes.

En ese tiempo, Agustín de Robles era gobernador del Río de la Plata con sede en Buenos Aires (1691-1700).

Tras el gobernador Jáuregui, en el Tucumán asumieron Juan de Zamudio (1696-1701) y Gaspar de Barahona (1701-1707).

El rey Felipe V, en 1701 había nombrado gobernador del Tucumán a Esteban de Urizar y Arespacochega, con carácter vitalicio.  Era un hombre de “buen trato” y “laborioso”; poseía una “gran fortuna” y asumió en 1707. Han reiterado que el gobernador Urizar con su dinero construyó diversas obras públicas, el Colegio de los Jesuitas de Salta y la Iglesia de La Merced en Jujuy; impulsó expediciones para controlar a los indígenas chaqueños, una partió desde el Fuerte de Esteco con el apoyo de los gobernadores de Santa Fe, de Corrientes y de Asunción; reconstruyó los antiguos fortines y construyó más en las fronteras.

Compra del “cargo de gobernador”…

Algunos datos permiten entender cómo confluían hechos inesperados e intereses creados.

En 1711, José de Arreghi había comprado el cargo de gobernador del Tucumán, pero nombrado Urízar con carácter vitalicio por el rey Felipe V no podría asumir hasta su fallecimiento que se produjo en 1724.

Por “pliego de mortaja”, José de Arreghi lo había dejado a su yerno Fernando de Armasa que lo renunció a favor de su hijo Juan de Armasa y Arreghi, nacido en Buenos Aires y residente en Madrid.  No fue tenido en cuenta por el rey Felipe V porque designó sucesor de Urízar a Baltasar de Abarca, comendador de Santiago y teniente general de los reales ejércitos y logró que por Cédula Real se estableciera que al finalizar ese mandato asumiría, pero el virrey del Perú marqués de Castelfuerte se opuso en 1730 “por falta de experiencia, ser criollo y sospechoso” -por el parentesco con los obispos de Buenos Aires Gabriel y Juan de Arreghi, aliados con integrantes del partido de los comuneros- y aunque fue apoyado por el Cabildo de Córdoba fue más potente la oposición del Cabildo de Salta y la muerte de Manuel Félix de Areche en 1732 puso fin a tan prolongada expectativa.

Tras el fallecimiento del gobernador Esteban de Urizar y Arespacochega en mayo de 1724, comenzó otra etapa de enfrentamientos políticos al asumir Isidro Ortiz -marqués de Haro-, quien durante dos años descuidó los servicios en los fortines para defensa de los indios chaqueños y fue depuesto tras la primera rebelión de los municipios tucumanos con participación de las milicias de Salta y Jujuy apoyadas también desde La Rioja.  El gobernador interino Alonso de Alfaro se desempeñó hasta que asumió Baltasar de Abarca y Velazco (1727-1730).  En ese tiempo, atacaron la región del Tucumán algunas tribus de matacos y guaycurúes porque no toleraban su arrogancia y al carecer de recursos porque no disponía de tropas para defender las fronteras, el gobernador Abarca renunció y se hizo cargo provisoriamente Manuel Félix de Areche (1730-1732).  El sacerdote jesuita Padre Pedro Lozano destacó que el gobernador Areche era una persona “de quien todos estaban muy prendados” y pudo rechazar a los indios chaqueños.

Tras una casi legendaria historia de designaciones y postergaciones, en 1732 asumió Juan de Armasa y Arreghi. La oposición evidente antes de que asumiera, se acentuó con más críticas cuando los calchaquíes continuaron con sus invasiones a las estancias.  Tras una sublevación de las milicias salteñas, en 1735 fue destituido por la Audiencia de Lima. Asumió provisoriamente el gobernador Matías de Anglés Gortari y Lizarazo -Lizarazu-, inmediatamente movilizó a las tropas y expulsó a los indígenas, también avanzó hacia el Chaco.

Estaba preparando la cuarta expedición cuando nombraron a su sucesor, Juan de Santiso y Moscoso (1738-1743) y con el propósito de preparar una entrada en territorio del Chaco, convocó a un Congreso Provincial con representantes de todos los municipios porque era imprescindible disponer de los recursos financieros.

Tras algunas deliberaciones establecieron el impuesto de sisa sobre la exportación de algunos productos aunque se opusieron los cordobeses, porque eran quienes más aportaban. Realizada la entrada al Chaco, lograron rescatar a cautivos y acordaron la paz con los matacos, sin avanzar en el adoctrinamiento y por eso protestó el obispo…

En 1747, durante el gobierno de Juan Alonso Espinosa de los Monteros -de poca salud, edad avanzada y continua actividad-, llegaron los abipones conducidos por el combativo cacique Alaikín que dos años acordó establecerse y conducir la Reducción de la Purísima Concepción.  Ese año asumió Juan Victoriano Martínez de Tineo (1749-1754); proveyó de abundantes alimentos a las nuevas reducciones de Salta y enterados los tobas, también pidieron ser organizados en otra Reducción: San Ignacio de Ledesma fue el lugar donde convivieron hasta que sintieron necesidad de terminar con esa dependencia, se alejaron y después organizaron sus invasiones.  Fue entonces que ante la falta de recursos, en 1752 se sublevaron los milicianos catamarqueños, con apoyo de riojanos y tucumanos mientras en Córdoba continuaban los conflictos entre el gobernador Esteban y León y el Cabildo con la adhesión de los vecinos.  Renunció Tineo y fue ascendido a Coronel por el virrey del Perú conde de Superunda, quien nombró provisoriamente gobernador del Tucumán a Juan Francisco de Pestaña Chamucero (1754-1757). Una de sus primeras decisiones fue corregir a los rebeldes catamarqueños y advertirles que merecían la horca aunque siendo un hombre prudente, apaciguados los ánimos sólo fueron palabras…

Juan de Pestaña fue designado presidente de la Audiencia de Charcas y dejó a cargo del gobierno al vecino salteño José de Cabrera.

Obras de Misioneros Jesuitas…

El Padre José Cardiel ha destacado que las mayores dificultades para lograr la conversión de los indígenas que poblaban la zona del Chaco eran consecuencia de sus hábitos de vida en libertad, seminómadas paras poder cazar y recolectar frutos para el consumo diario ya que no les interesaban acumular bienes. Destacó que se embriagaban con bebidas que ellos elaboraban.  Los misioneros debieron aprender sus lenguas, distintas según las naciones; en esa zona guaraníes o quechuas.

En las Reducciones del Chaco boreal, en 1688 ya era evidente su desarrollo y en el siglo siguiente, se extendió a los indios Chiquitos que vivían entre el territorio del Paraguay y el Alto Perú, actual Bolivia.

Aquí, algunos datos referidos a la tesonera labor de los misioneros en lo pertinente a la puesta en marcha de las Reducciones en Tucumán:

  • 1735: San José de Petacas, con indios vilelas.
  • 1750: Nuestra Señora del Buen Consejo con indios mataguayos.
  • 1751: San Juan Bautista de Balbuena con indios insistinés y toquistines.
  • 1752: San Esteban de Miraflores con indios lules..
  • 1756: San Ignacio de Ledesma con indios tobas.
  • 1763: Nuestra Señora del Buen Consejo –u Ortega-, con indios omoampas, tras el despoblamiento de la anterior con mataguayos.
  • 1763: Nuestra Señora del Pilar de Macapillo con indios pasaínes.

Miradas hacia Buenos Aires…

El 13 de noviembre de 1610, partió el coronel Pedro A. García desde Luján -actual Mercedes, en la provincia de Buenos Aires- con la misión de llegar hasta las Salinas Grandes que abarcaban tres leguas de agua salada en una zona de tolderías.  Veinte años después, en 1630, se fundó la Villa del Luján, en la conocida “línea del Oeste”…

En 1668, Domingo de Izarra -nieto del compañero de don Juan de Garay, fundador de Santa Fe y por segunda vez de la ciudad del Buen Aire- estuvo en las Salinas Grandes con el maestre de campo don Pablo Zizur -entre otros-, hábil piloto de la Real Armada que dibujó los pertinentes mapas.  Para llegar hasta ese lugar debieron pasar por la Rastrillada de las Salinas Grandes, como nombraban a las tierras por donde habían pasado los indígenas con lo que habían logrado capturar: carretas, más ganado cimarrón…

En aquel tiempo, la Guardia del Luján constituía el último asiento militar prácticamente en el límite de las avanzadas de los pampas y los tehuelches. Después de esa Rastrillada Grande se pasaba por la cañada de Chivilcoy y luego era necesario cruzar el río Salado.

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Destacó el Padre Furlong que en 1682, en jurisdicción de Buenos Aires había quince pueblos con 48.491 almas.  En 1690 la población total ascendía a 77.646 almas y en 1702 a 114.599.

(Mientras tanto, en el noroeste continuaba la labor de los sacerdotes jesuitas: en 1690 el Padre José Arce convirtió a varias tribus y fundó en Tarija la primera reducción: San Ignacio.

Luego fundaron Santa Cruz de la Sierra y ocho más.

En ese tiempo, extendieron el sistema a los indios Chiquitos en el actual territorio boliviano.)

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Ocaso del siglo XVII…

A fines el siglo diecisiete seguían llegando naves europeas con nuevas autoridades, más pobladores y evangelizadores.  En aquel tiempo para el traslado desde España a Buenos Aires, generalmente era necesario navegar entre ochenta y cien días.

El sacerdote jesuita Antonio Sepp, un tirolés que había aprendió a hablar en castellano y en lengua guaraní, en 1691 en su diario de viaje anotó:

“…El cuatro de abril nos hallábamos a sólo 20 millas de Buenos Aires.  Pero aún no podíamos ver signos de este nuestro destino, más allá de las bajas márgenes. Los marineros fregaban y limpiaban la cubierta, sacaban banderas, cubrieron las barandas de la cubierta todo en derredor con colgaduras rojas, descubrieron los cañones hasta entonces cubiertos, de modo que todos pudiesen verlos.

Los señores gobernadores, los marineros y comerciantes, e incluso los mozos de cocina y los moros vistieron ropas nuevas.  Todos aparecían como de gala y nadie quería desmerecer a ojos de los demás.

La visión del navío fuertemente armado, con sus banderas de guerra al aire, era digno de una contemplación.  Con las velas henchidas a pleno por el fresco viento procedente del Atlántico, nos dirigíamos así adornados hacia Buenos Aires.

Sólo nosotros, los pobres Padres, llevábamos la única ropa que teníamos, la negra y desgastada sotana, uniforme de nuestro Capitán de la Orden, Ignacio, a cuya Compañía ingresáramos.  Mi hábito talar, y más aún el de mi compañero Böhm, de tal forma se hallaban rotos y gastados tras un año ininterrumpido de uso, que ya no existía hilo suficiente para zurcirlo.

Pero todo eso y mucho más quería sobrellevarlo por amor a nuestro Señor Jesucristo.  El siervo no ha de ser más que su Señor…”

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 Siembra, frutos y talas durante seis décadas…

Algunos datos servirán para elaborar algunas conclusiones:

  • 1702: en las Misiones del Paraguay registraron 115.000 indígenas.
  • 1735: en las Misiones del Paraguay trabajaban 352 misioneros.
  • 1739: tras la epidemia de viruela, quedaron 73.762 indios.
  • 1544: aumentó la población, vivían 84.046 indios.
  • 1753: registraron 99.545 indios.
  • 1756: trabajaban 400 misioneros.
  • 1762: 102.988 indios, aproximadamente.
  • 1766: descenso de la población: 87.026
  • 1767: Año de la expulsión. Los miembros de la Compañía de Jesús “eran 457 contando los 80 de la ‘misión’ o expedición que entonces habían preparado en Europa con destino al Río de la Plata.”

Siglo XVIII: más allá del abambaé y del tupambaé…

Sabido es que España durante las últimas décadas del siglo XVII -reinado de Carlos II, disminuido mental, sin descendencia-, participó en la guerra contra Francia como miembro de la Liga de Augsburgo, junto a Austria, Suecia y el Papado.

En 1697 se firmó la Paz de Ryswick: el rey Luis XIV devolvió a España las plazas de Luxemburgo, Flandes y Cataluña y España cedió a Francia un tercio del territorio de la isla La Española (Santo Domingo), en el sector occidental y así los franceses pudieron ampliar sus operaciones de contrabando.

Al año siguiente, se aprobó el Primer Plan de Repartimiento de España firmado entre Inglaterra y Francia en La Haya, el 11 de octubre de 1698.

El Segundo Plan de Repartimiento fue firmado en Londres, entre Inglaterra y Francia, el 3 de marzo de 1700.

El 1º de noviembre de 1700 murió el rey Carlos II y aceptado su testamento en el Palacio de Versalles, el rey Luis XIV proclamó rey de España a su nieto, el duque Felipe de Anjou con el nombre de Felipe V y fue proclamado por las Cortes, en Madrid, el 18 de febrero de 1701.  Los intereses de la corona de Francia determinaron que Luis XIV concertara el matrimonio de Felipe V con María Luisa de Saboya, hija del soberano de esa estratégica región.  Así se logró el reconocimiento a Felipe V pero continuaron las presiones del rey Guillermo III, “enemigo irreconciliable de Luis XIV”.

En 1672, tras el asesinato del gran pensionario Jan de Witt “se nombró estatúder a Guillermo III… casado con María, hija del duque de York, el futuro rey de Inglaterra Jacobo II”.

En 1701 se formó una potente coalición, “la Gran Alianza de La Haya (Provincias Unidas, Austria, Brandeburgo, Lorena, España e Inglaterra”, opositora a los Borbones y sus aliados, “cuyos jefes más eminentes fueron Antonio Hensius, gran pensionario de Holanda, Eugenio de Saboya, experto caudillo de los ejércitos austríacos, y John Churchil, duque de Marlborough”.  [127]

Es oportuno reiterar que Guillermo III fue coronado rey de Inglaterra tras destronar a su suegro Jacobo II (1685-1688), quien había establecido las Nuevas declaraciones de indulgencia y “con el triunfo de la ley sobre el rey” fue consolidada “definitivamente la moderada línea episcopalista de la iglesia anglicana”.

En aquel tiempo, en el Estado Pontificio funcionaban distintos organismos; las congregaciones de Ritos e inquisición -entre otras-, el “Tribunal de la Penitenciaría -que entendía de litigios de carácter teológico o moral- y el de la Rota -que juzgaba todos los procesos religiosos y civiles-.  La Dataria, que concedía los beneficios eclesiásticos y vendía los oficios, la Cámara Apostólica que gestionaba las finanzas de toda la Iglesia, y la Cancillería, eran algunos  de los Grandes Servicios”. También funcionaban otros “de menor entidad institucional, pero muy importantes desde el punto de vista local, que se ocupaban del gobierno del Estado territorial de los pontífices. El gobernador de Roma era el jefe de la Justicia y se responsabilizaba del mantenimiento del orden público, para lo cual contaba con la guardia pontificia y las milicias urbanas. Todo este complejo aparato administrativo se apoyaba en un importante y progresivo soporte económico… Pero la impresionante magnificencia de la corte papal y de la refina aristocracia romana… encubría una generalizada miseria del campo, en el que la expansión de la ganadería dificultaba el desarrollo de la agricultura, y el bandolerismo ocupaba progresivamente a los que carecían de trabajo.”   [128]

El Papa Inocencio XI (1676-1689), “dio un buen ejemplo de defensa inflexible de los derechos de la Iglesia frente al avasallador poder temporal de Luis XIV”.

Junio de 1701: Felipe V firmó una alianza con Portugal…

Es oportuno reiterar lo expresado por el historiador santafesino Dr. José María Funes acerca del reinado de Felipe V:  [129]

“Su advenimiento significó algo más que un cambio de dinastía: la transformación, tanto en la metrópoli como en América, de gran parte de la organización administrativa y de la legislación.

El nuevo Rey, francés de nacimiento, lo es también en su formación política, viniendo imbuido del centralismo gubernativo del Rey Sol y del ideario estatal que se denominó ‘el despotismo ilustrado’.  Apenas afirmado en el poder, inicia sus reformas, tendientes a reducir lo que aún conservaban de su antigua autonomía algunas Provincias metropolitanas; siendo la principal, para España y América, la de los Gobiernos-Intendencias, y para la segunda en particular, las franquicias al comercio”.

En junio de 1701, Felipe V firmó el tratado de alianza con Portugal y los portugueses asumieron el compromiso de cerrar sus puertos a las potencias que iniciaran guerras contra España y Francia.  Desde entonces, se anuló el Tratado provisorio de 1681 y España reconoció todos los derechos de Portugal sobre la Colonia del Sacramento.

Es oportuno recordar que el Infante Don Pedro, regente de Portugal pretendía apoderarse de la Banda Oriental del Río de la Plata.

En 1678 ordenó al Maestre de Campo Manuel Lobo, Capitán General de Río de Janeiro que fundara una población en esa zona. Ese año el gobernador de Buenos Aires Andrés de Robles designado por en 1676 y en funciones desde 1674, acusado de contrabando por el Cabildo y enemistado por el obispo Azcona Imberto, debió regresar a España y asumió el gobernador José de Garro (1678-1682), designado por el virrey del Perú para desempeñarse durante la ausencia de Robles.  Era nombrado el Santo por su piedad y durante su gobierno, los portugueses el 22 de enero de 1680 ocuparon la isla San Gabriel y fundaron la Colonia del Sacramento sobre la margen izquierda del río de la Plata, enfrente del puerto de Buenos Aires, a los fines de favorecer la introducción de mercaderías inglesas a ese territorio y desde allí, hasta el Alto Perú y Chile.  Ordenó desalojarlas y al trasladarse a Chile para ocupar la Presidencia delegó el gobierno en José de Herrera y Sotomayor, general de artillería de la guarnición del Fuerte de Buenos Aires (1682-1691). Al decidir sobre tales conflictos, fue necesario que acordaran corregir el trazado de la línea divisoria que se había aprobado mediante el Tratado de Tordesillas para delimitar con mayor precisión las longitudes de las posesiones españolas y portuguesas.  En 1690 Carlos II nombró gobernador de Buenos Aires a Agustín Robles, maestre de campo y Caballero de la Orden de Santiago y con guaraníes traídos de las misiones jesuíticas reforzó la guarnición ante un posible ataque de los franceses; fundó la Casa de Recogimiento para mujeres.

Hay que tener en cuenta que desde el 7 de agosto de 1680, los lusitanos fueron expulsados de Colonia por las fuerzas españolas conducidas por el Maestre de campo Antonio de Vera y Muxica. El 7 de mayo del año siguiente, tras la protesta de los portugueses se firmó un Tratado Provisional y si no se lograba la devolución sería árbitro el Pontífice.

Tras el Tratado provisorio firmado en 1681, Portugal tomó posesión de la Colonia del Sacramento el 12 de febrero de 1683.  El Consejo de Indias, mediante la Real Cédula del 9 de noviembre de 1703 informó al gobernador de Buenos Aires Juan Alonso de Valdés Inclán -designado por la Corte de Madrid en nombre de Felipe V-,  que había quedado sin efecto el reconocimiento a la soberanía portuguesa en la Colonia del Sacramento y durante su gobierno (hasta 1708), se estableció en Buenos Aires el asiento francés para la venta de esclavos.

El 17 de octubre de 1704 se organizaron las fuerzas militares de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Corrientes y con miles de indígenas de las Reducciones, sitiaron a la Colonia del Sacramento. Durante cinco meses combatieron por tierra y por mar hasta que el 15 de marzo de 1705 las fuerzas españolas ocuparon la plaza.

El rey Felipe V nombró gobernador de Buenos Aires al Licenciado en Derecho Juan de Velazco y Tejada (1708-1712)  y por su tolerancia en la extracción clandestina de plata, su participación en contrabando con los franceses fue juzgado por el pesquisidor Juan José de Mutilos y Andueza y exonerado. Ese año, Juan Alonso de Arce y Soria compró en Madrid ese cargo por 18.000 pesos pero como el pesquisidor no le dio posesión, fue reconocido en 1714 y estuvo en ese cargo sólo cinco meses.  Designó en pliego de mortaja al sargento mayor Bermúdez de Castro para que le sucediera pero el Cabildo nombró al alcalde de primer voto González de Quadra; intervino el obispo Gabriel de Arregui como árbitro: decidió que el primero se encargaría del mando militar y Quadra del político.  Todos protestaban y el comandante de caballería Barranco Zapián fue reconocido como gobernador por esas fuerzas y un sector de la infantería.  Otra intervención del obispo evitó un enfrentamiento armado y la Audiencia de Charcas reconoció como gobernador a Bermúdez.

Aún continuaba el conflicto entre Austria y España porque no reconocían a Felipe V como rey de España y recién en 1714 firmaron la paz de Rastatt y Baden.

Casi diez años después, el 6 de febrero de 1715 como consecuencia de la influencia británica que se beneficiaría con el comercio de esclavos y el contrabando de sus productos, España y Portugal firmaron el Tratado de Paz y Territorial y luego, mediante el Tratado de Utrecht ratificaron la devolución de la Colonia del Sacramento a los portugueses.

1716: más jesuitas alemanes en “Santos Tres Reyes”…

Sabido es que el 4 de febrero de 1627, con la presencia del  padre provincial Nicolás Durán Mastrilli -“superior general de todas las casas y reducciones rioplatenses, desde 1623”- fundaron la Reducción de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú o Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú, luego más conocida sólo como Yapeyú, también obra del Padre Roque González porque él antes había hablado con los indios y acordaron fundarla.

Durante el otoño de 1691 habían llegado cuarenta y cuatro sacerdotes al territorio de las Misiones  y el Padre Principal designó al Padre Antonio Sepp para reemplazar al Padre Isidoro en la Reducción de los “Santos Tres Reyes”, que algunos nombran  de los Tres Reyes Magos, más conocida como “Yapeyú”.

Graciela Noemí González publicó una nota referida a “un misionero casi desconocido”: Bernardo Nusdorffer informando que nació “el 17 de agosto de 1686 sobre el río Isar, (sic) en Platting, Baviera”; luego sacerdote jesuita a quien “destinaran a las misiones entre infieles, y es probable indicara en particular las de Indios Guaraníes, entonces celebérrimas en toda la Europa’.”  [130]

Comenta después que llegó a Buenos Aires y que “tras descansar en el Colegio de la Orden unas dos semanas” subieron el 5 de agosto de 1716 al barco: “…dos o tres árboles excavados o huecos están estrechamente atados entre sí, y sobre ellos hay un tablado y sobre éste una casita de quince pies de largo y ocho de ancho (4,5720 x 2,4384m.) en el que cómodamente caben una mesa, una cama y un altar, preparado éste para poder decir Misa.  En cada barco van veinticinco indios, los que conducen la nave, en silencio absoluto y con tanta suavidad que el Padre puede escribir una carta con toda comodidad y decir la Misa con la misma’.”

Siguiendo el relato del Padre Furlong, sabido es que navegaron durante dos meses río arriba por el Uruguay hasta que llegaron a la reducción de los Tres Reyes Magos y luego a la reducción de La Cruz, donde debieron aprender el idioma guaraní antes de ser autorizados para sus misiones apostólicas.  Cinco años después, en 1721, el Padre Bernardo Nusdorffer estaba en la Reducción del Santísimo Nombre de Jesús -en tierras de Paraguaria- y dos años después en la Reducción de San Nicolás, ya en territorio brasileño.  Destacó el P. Furlong que se desempeñó como Juez de pleitos, no sólo entre determinadas personas y el cura o las autoridades sino también en los conflictos que se generaban entre pueblo y pueblo: “…era un cargo de mucha responsabilidad y requería, en quien lo ejercía, un conocimiento nada común de las cosas, así como un espíritu desapasionado y una autoridad fácilmente acatable”.

Durante la década siguiente desarrolló sus misiones en la Reducción de San Luis y siguiendo el relatado del Padre Guillermo Furlong, sufrió los efectos de “centellas de un rayo” y estuvo gravemente enfermo, según este sacerdote: “nunca se recobró”.

Graciela González, luego expresó que se destaca “…en la obra principal del soldado de San Ignacio y propagador de la fe, un extenso y fundamental trabajo de la historiografía argentina, ‘Relación de todo lo sucedido en estas doctrinas en orden a la mudanza de los Siete Pueblos del Uruguay’, primó el hombre por sobre el escritor, demostrando todos aquellos valores que le reconoció el P. Furlong.”

En esa vasta región, las correderas del Apipé sobre el río Paraná; los rápidos del Moconá y de Salto (sobre el río Uruguay) y los esteros del Iberá eran una barrera que servía como defensa a “los treinta pueblos  de guaraníes cuentan con unas 130.000 almas”.

En 1717, la Corona española prohibió el tráfico comercial con el Perú por la ruta que pasaba por la región de los Chiquitos y la venta del tabaco, yerba, maderas y cueros se debía realizar por el camino hacia Córdoba y Santiago del Estero hacia Salta Jujuy, Potosí, La Paz y Lima o pasando a Chile por distintos pasos.

En 1732, el padre Bernardo Nusdorffer fue nombrado Superior General de todas las Reducciones de Guaraníes y que durante los cuatro años siguientes, debió intervenir ante los frecuentes ataques del rebelde José de Antequera. Luego fue designado rector del Colegio de los Jesuitas en la capital santafesina, y en 1743 le encomendaron el gobierno de las tres provincias jesuíticas: la del Paraguay, del Tucumán y del Río de la Plata, desempeñándose por segunda vez como Superior de aquellas reducciones entre 1747 y 1752, luego fue rector del Colegio de los jesuitas en Asunción y desde 1757 fue cura de la Reducción de San Carlos, falleciendo cinco años después.

1721: primera sublevación de comuneros…

Los comerciantes de Asunción apoyaban al gobernador Diego de los Reyes Balmaceda que también se dedicaba al comercio como lo hacían las autoridades locales la Compañía de Jesús.  En 1721, se sublevaron los comuneros del Paraguay apoyados por frailes franciscanos y dominicos, rivales de los jesuitas. Una vez más el vecindario acusaba al gobernador de favorecer el contrabando y algunas denuncias recibidas en la Audiencia de Charcas determinaron el envío del Juez Pesquisidor Licenciado José de Antequera y Castro para investigar y asumir el gobierno si fuera necesario.  Así fue como Antequera encarceló a Diego de los Reyes y asumió el gobierno, reaccionaron los sacerdotes jesuitas y autoridades locales protestando ante el virrey del Perú, Marqués de Castelfuerte.  Diego de los Reyes con apoyo logró escaparse, estuvo refugiado en las Reducciones hasta que se trasladó a Buenos Aires. El 26 de febrero de 1723, el virrey del Perú después de haber escuchado diversos comentarios decidió que reasumiera el gobernador (algunos historiadores, entre ellos Vicente Sierra escribieron que el virrey comprendió que habían forzado algunas declaraciones, y el historiador José María Rosa aludieron a un soborno) mientras la mayoría de los asunceños defendía a Antequera para evitar el retorno de Diego de los Reyes.  El virrey ordenó al ex-gobernador de Buenos Aires Coronel Baltasar García Ros que interviniera y con las fuerzas que en Buenos Aires le entregó su sucesor, el gobernador Bruno Mauricio de Zabala más el apoyo de los jesuitas con dos mil indios, el Coronel acampó a orillas del río Tebicuary.

  • El 7 de agosto de 1724, en Asunción los capitulares habían convocado a un Cabildo Abierto y el Licenciado Antequera “neogranadino de vasta cultura”, había expresado ante los pobladores que tenían derecho a oponerse a la servidumbre y al despotismo de los gobernantes. Los cabildantes apoyaron a Antequera y ordenaron la expulsión de los jesuitas de esa ciudad y de la jurisdicción capitular.

En ese tiempo, en Corrientes también había conflictos entre algunos campesinos y los jesuitas. El gobernador Bruno de Zabala había encomendado al teniente de gobernador Jerónimo Fernández que reclutara doscientos hombres en Itatí para que se trasladaran hasta la orilla del río Tebicuary y todos los correntinos reunidos con ese propósito, gritaron en contra y fueron apoyados por el Cabildo que se hizo cargo del gobierno y puso al mando de esa milicia a Juan José Vallejos.

Días después, las fuerzas de Antequera lograron mayores apoyos y en el combate de Tebicuary derrotaron al contingente enemigo.

Enterado el gobernador de Buenos Aires Bruno de Zabala de las consecuencias del combate de Tebicuary, inmediatamente ordenó la partida de fuerzas para reprimir a Antequera y sus aliados donde ya se habían concentrado indios de las Reducciones para resistir y participar en la defensa.

  • El Licenciado Antequera acompañado por el alguacil mayor Juan de Mena había partido hacia Charcas para pedir apoyo y el 29 de abril de 1725, el gobernador Zabala entró en Asunción y fue recibido con honores.

Algunos historiadores han expresado que Antequera había huido hacia Córdoba, que fue detenido y trasladado a Lima. Otros destacan que cuando llegó a Charcas fue conducido a Lima para ser sometido a proceso y que el 5 de julio de 1731 se cumplió la sentencia: el Licenciado y su acompañante Juan de Mena, fueron degollados por rebeldía contra el Rey.

El gobernador de Buenos Aires encomendó al obispo de Buenos Aires Juan Arregui que dialogara con todos los grupos para lograr la pacificación, misión aparentemente cumplida en noviembre de 1732 cuando se calmaron los ánimos de los insurrectos con algunas promesas del gobernador Zabala, que luego no cumplió.

1731-1735: epidemias y conflictos

En las Misiones habían soportado los estragos de la epidemia de 1718 y esas pérdidas desalentaban a las familias indígenas.  A mediados de la década siguiente, seis mil debieron integrarse a las milicias de Buenos Aires para luchar contra los portugueses y dos mil apoyaron al gobierno durante la rebelión del Pesquisidor José de Antequera y Castro. Producido el levantamiento de los Comuneros de Corrientes también debieron cooperar desde las Misiones.

Hay que comprender lo que significaba para esas comunidades la ausencia de esos hombres tanto por lazos familiares como por los trabajos que ejecutaban.

El conflicto con los comuneros en los que intervinieron el Licenciado José de Antequera y su compañero Juan de Mena, había movilizado al abogado Fernando Mompó de Sayas que desde Lima se trasladó a Asunción, allí se instaló para asesorar a los comuneros insistiendo en que tenían derecho a sublevarse contra las autoridades a la vez que censuraba a los jesuitas.  En enero de 1731 mientras se desarrollaba en Lima el proceso por la sublevación anterior, lograron deponer al gobernador Ignacio de Soroeta y asumir el gobierno.  A Mompó lo apresó el Alcalde de primer voto José Luis Barreyro y lo dejó en las misiones hasta el momento del envío a Lima para ser juzgado.

  • El 2 de julio de 1731 degollaron en Lima a Antequera y a Juan de Mena y semanas después, el 27 de agosto se levantaron los comuneros gritando por la vida del rey y la muerte de los gobernantes locales; expulsaron a los jesuitas de la ciudad impulsados por sus tenaces adversarios: los franciscanos y dominicos.
  • Designado el Alcalde de primer voto Antonio Luis de Arellano, quedó a cargo del gobierno soportando sucesivas dificultades.  A Mompó lograron liberarlo, escapó hacia Brasil y allí se dedicó al comercio.
  • En 1733 el Virrey del Perú nombró gobernador del Paraguay a Manuel Agustín de Ruyloba Calderón y cuando llegó a Asunción para asumir, en vano se resistieron los cabildantes.  Entregó el Colegio a los Jesuitas y los comuneros inmediatamente reaccionaron: mataron al gobernador Ruyloba en otra sublevación y asumió provisoriamente fray Juan de Arreghi que estaba “circunstancialmente en la ciudad”.
  • En 1733, en las Misiones registraron 141.182 habitantes; murieron por enfermedades 73.910 personas y dos décadas después, en 1755 se registraron 104.483 habitantes.  Era el tiempo del desalojo de pobladores de las siete misiones orientales.
Otra mirada desde la llanura luminosa…

El Padre Antonio Sepp S. J., describía el paisaje en la Reducción de Yapeyú, destacó que “no se ve desde mi pueblo sino un campo liso, llano, que se extiende infinitamente, donde innumerables manadas pacen el verde pasto. No tenemos establos, sino que dejamos el ganado en el campo, invierno y verano, día y noche; tampoco forrajeamos ni hacemos heno, sino el pasto, alto hasta las rodillas, queda todo el año para engorde. Tampoco necesitamos pastores ni guardianes, pues aquí no hay ladrones.

Si el cocinero quiere cocinar algo con leche -solemos dar diariamente a los enfermos una vasijita de leche hervida- sólo necesito mandar al primer indio que venga al campo delante de mi casa. Allí enlaza una vaca lechera, la ordeña y me trae la leche. ¿Pero en qué vasijas? ¿Tal vez en una escudilla de leche o en un cubo de ordeñar? ¡Oh, no!  De tales vasijas europeas no sabemos nada.  Trae la leche en una calabaza ahuecada, eso sirve lo mismo.  Y en la cocina el cocinero no tiene cuchara, sino sólo conchas marinas”…

“Tampoco nos falta la caza… Tampoco faltan en modo alguno aves que puedan cazarse.  Los campos están llenos de perdices… Las palomas no se crían en este país en palomares, sino que vuelan en bandadas por sobre los campos.  Para cazarlas no es necesario sino colocar un lazo de crin o bien una trampa, y ya se las tiene a montones. Éstas me hacen buenos servicios, pues cuando viene un huésped de los misioneros le doy una palomita, asada o hervida, junto con lechuga de mi jardín, preparada con miel, pues no tenemos ni vinagre ni aceite; además, un trocito de pan, luego un trago de agua del río antes citado, y él se regala.  De este modo he agasajado a mi querido Padre Adán Antonio Böhm, cuando pasó por aquí en viaje a su misión”…

“Hace poco mi gente fue por dos días al campo, a fin de traer vacas para el alimento cotidiano de este año.  En el plazo de dos meses habían sido reunidas y arreadas 50.000 vacas a mi pueblo. Si yo lo hubiera ordenado, también hubiesen sido traídas 70, 80 y aun 90.000.  Las otras veintiséis reducciones disponen de las mismas posibilidades… El mayor trabajo y arte consiste en que los indios arrean el ganado tan hábilmente, que no se les espanta ni escapa”.

Después aludió a los cueros que exportaban a España, a los bajos costos cuando los embarcaban y a las enormes ganancias que obtenían con tales ventas.  Logró sintetizar sus conclusiones:

“¡Éstas son las verdaderas minas indias de oro y plata de Su Real Majestad!    Pues por lo demás, no se encuentra dinero ni oro aquí entre nuestros indios, más aún, les es desconocido hasta el nombre del dinero.  Si los indios compran algo de los españoles, es sólo a cambio de mercaderías; es un comercio primitivo y de puro trueque, muy lejos del verdadero comercio o trato comercial.  Se dice solamente: si tú me das tantos bueyes y vacas, yo te doy tantas y tantas varas de lienzo; si tú me das tu cuchillo, yo te doy mi caballo”…

“Ahora bien, este país de indios tiene ciertamente minas de plata, pero éstas distan más de 600 millas de nosotros en la serranía de Potosí”…

1733: obras  del Padre Antonio Sepp…

Los sacerdotes jesuitas, aunque soportaban continuas dificultades, seguían dedicando el tiempo libre a diversos proyectos culturales.

El Padre Antonio Sepp conducía en la Reducción de San Francisco de Borja a indígenas con aptitudes para la pintura y a partir de 1700 estuvo a cargo de la misión de Yapeyú.  Elaboraba diversos cuadros y han reiterado que “copió un grabado” e hizo un retrato de “Felipe V cabalgando en un brioso corcel” que luego el Padre Procurador entregó al rey de España. [131]

Tras las experiencias compartidas con los guaraníes en la edificación de iglesias y viviendas, el Padre Antonio Sepp elaboró un manual práctico de la construcción, con explicaciones acerca de los procedimientos para yuxtaponer las piedras labradas que utilizaban para la edificación de los templos y de algunas viviendas (1732).

El Padre Sepp se destacó como músico, tocaba el órgano y arpa de dos coros de cuerdas; guitarra, violín, chirimías, salterio… También construía algunos instrumentos y enseñó a los indígenas a hacer clavicordios, fagotes y flautas; los herreros aprendieron a fabricar los taladros para hacer las aberturas en los instrumentos de viento.

Francisco Braumann destacó que el talentoso Padre “Antonio Sepp no hallaba -tampoco se lo concedía- descanso.  No prestaba atención a sus muchos años.  Trabajó hasta el último día de su existencia. Murió el 13 de enero de 1733, rodeado por sus queridos indios”.

Perduran testimonios de sus obras en Europa y América.

1749: reconocimiento del Papa Benedicto XIV.

El 19 de febrero de 1749, el Papa Benedicto XIV difundió su Encíclica “Annus Qui Hun Vertentem” advirtiendo acerca de la liturgia y estableció normas a fin de que “lo teatral se sacrificase en aras de lo espiritual”.  Explicó cuál debía ser el “verdadero estilo musical eclesiástico” mediante el uso de fagotes, órganos, violas, violines, violoncelos y violones; excluyó el uso de timbales, cornos de caza, trompetas, oboes, flautas, flautines, salterios modernos, mandolinas e instrumentos musicales “que sólo sirven para hacer música más teatral”.

En aquellas circunstancias, el Papa reconoció la dedicación de los sacerdotes que desarrollaban sus misiones entre los indígenas.

  • Dos años después, llegó a la Reducción de San Javier, en tierra santafesina, el Padre Florián Paucke, nacido en Winzing (Polonia) en 1719, entusiasta compositor y músico que logró orientar a los indígenas hacia el canto y la interpretación musical con instrumentos que en algunos casos, ellos mismos fabricaban porque también dirigía talleres de carpintería y tallado; fabricación de velas, de jabón, de adobe y de ladrillos.
  • En 1723 fue invitado por las autoridades del Colegio de los Jesuitas de Santa Fe para presentar a su grupo de veinte músicos en la fiesta de San Ignacio. En mayo de 1755 fueron invitados por la comunidad jesuítica de Buenos Aires e interpretaron diversas composiciones en el Arzobispado.

Devoción, cantos, danzas…

El Padre Antonio Sepp S. J. en su Relación de Viaje a las Misiones Jesuíticas (1691-1733, Tomo I), refiriéndose al viaje desde Buenos Aires a Yapeyú realizado a principios de aquella década del ’90, aludió al recogimiento y devoción de las mujeres indias que “rezaban por nosotros”.  Era la víspera de Pentecostés y “luego de concluido el ‘Laudate’, vino el corregidor -así se llama el más distinguido de los indios en español- y pronunció un breve discurso de agradecimiento y nos dio la bienvenida en nombre de todo el pueblo.  Lo mismo hizo una india, que era la más elocuente entre las mujeres.  Como revelara el Padre Superior, quien entiende la lengua de los indígenas, debió haber redactado el discurso muy bien y haberlo expuesto graciosamente…  No era una sabia Ester ni una astuta Rebeca.  De todo esto se desprende claramente que Dios, en su gran bondad, concede suficiente entendimiento a todos los hombres, sean tan sencillos como fueren, mientras sólo quisieran servirle.” (sic)

Escribió el Padre Sepp que también así continuaron “el día siguiente bajo signos de puro júbilo y alegría.  Hacia la noche presenciamos cuatro danzas distintas, una más hermosa que la otra.  La primera fue representada por ocho jóvenes, que jugaban muy graciosamente con lanzas.  La segunda la bailaron dos maestros de esgrima, la tercera seis barqueros y la última seis chicuelas a caballo.  Todos estos indios estaban vestidos a la española.  Estos saltarines, instruidos por los Padres, podrían dejarse ver con honores en cualquier comedia ante reyes y emperadores. Después de ello comenzó entonces una escaramuza a caballo.  Como había llegado la noche, y como no hay ni cera ni aceite para el alumbrado, tomaron cuernos de buey, que son aquí extremadamente grandes y largos, los llenaron de grasa y sebo, los encendieron y los alzaron.  Por estos cuernos ardientes la oscura noche se transformó como por antorchas en claro día, y los bailarines y jinetes fueron iluminados y perfectamente visibles”.

1759: reconocimiento del Obispo Latorre.

Es oportuno reiterar un párrafo de la carta que el obispo Latorre envió a don Pedro de Cevallos en 1759, ocho años antes de la expulsión de los Jesuitas del territorio hispanoamericano:

“Puedo asegurar a Vuestra Excelencia que en esta parte son más felices los indios que muchos españoles en el Paraguay, donde no logran una vida tan cómoda para la precisa manutención de sus familias”.  [132]

Mediante el enunciado de diversas actividades artísticas y científicas en distintas Reducciones, es posible advertir la intensa labor desarrollada por los Jesuitas en el vasto territorio del Río de la Plata.

Ecos desde Córdoba

  • Es oportuno tener en cuenta que los jesuitas desarrollaron sus misiones en Córdoba fundando Caroya en 1616; Santa María en 1618; Santa Catalina en 1622; Alta Gracia en 1643; La Candelaria en 1678 y San Ignacio en 1725.
  • En esas misiones también impulsaron diversas expresiones artísticas y la música sirvió como vínculo para desarrollar distintos proyectos.
  • En 1613, los jesuitas fundaron el Seminario-convictorio de San Javier -luego fue reconocido como Nuestra Señora del Loreto– y sólo funcionó cuatro años porque en 1614 habían inaugurado el Colegio Máximo y tres años después decidieron fusionarlo.
  • (El 17 de abril de 1617, el Cabildo de Buenos Aires pidió a los jesuitas que dejaran un sacerdote en la ciudad para que enseñara a leer, escribir y estudiar.  Así comenzaron las actividades en ese Colegio primario hasta que fue cerrado en 1651 porque consideraron que había suficientes escuelas de primeras letras.

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  • En 1654 ordenaron la reapertura en la Iglesia de los Jesuitas; seis años después lo trasladaron y le impusieron el nombre de Colegio de San Salvador y siguió funcionando hasta la expulsión de la Compañía.)

Universidad, Iglesias y Colegios…

El Obispo Fray Hernando de Trejo y Sanabria donó en 1613 los bienes para la fundación de la Universidad que comenzó a otorgar grados en 1623. En 1664 comenzaron a construir los claustros que fueron terminados un siglo y medio después. En la biblioteca aún conservan aproximadamente ciento ochenta mil volúmenes, una colección de incunables, un atlas de 1690 y la biblioteca que perteneció al doctor Dalmacio Vélez Sarsfield incluyendo los originales del Código Civil.

En la ciudad de Córdoba, en 1644 los Jesuitas comenzaron la construcción de una residencia que fue terminada en 1668.  En la Capilla Doméstica donde oraban los hermanos y sacerdotes, colocaron techos de gruesas cañas recubiertas con cueros de vaca pintados que aún se conservan.  Junto con las obras de la residencia comenzaron las de la Iglesia y el retablo es obra de los hábiles indígenas y la bóveda fue construida por el hermano Felipe Lemer utilizando maderas de la zona trabajadas como un caso de barco invertido, imitación de trabajos en los astilleros belgas. Diez emblemas con leyendas simbolizan la historia de la Compañía de Jesús.

Doménico Zípoli, músico.

Es oportuna otra aproximación a la trayectoria de un sacerdote jesuita que trabajó en las misiones de Córdoba.

Doménico Zípoli -Domenico Zipoli- nació el 17 de octubre de 1688 en Prato (Italia) y desde la adolescencia demostró su interés por la música. En 1710 estuvo en Roma. Perfeccionó sus estudios de órgano en Nápoles, Florencia y Roma. Siendo miembro de una Congregación, el 1º de julio de 1716 ingresó en la Compañía de Jesús y en abril de 1717 fue destinado al Río de la Plata para continuar sus estudios de Teología en Córdoba y también con la misión de impulsar aprendizajes musicales.

Llegó a Buenos Aires en julio de 1717 con varios libros de música, incluso partituras originales de sus composiciones, entre ellas Misa en fa y desde agosto de ese año vivió en la enorme estancia de Santa Catalina, fundada por los jesuitas en 1622 en la provincia de Córdoba.  A partir de 1656 comenzó la edificación dirigida por el Hermano Antonio Harls de origen bávaro.

  • En 1754 comenzó la edificación de la Iglesia y fue terminada en 1760.

En ese tiempo habían desarrollado vastos cultivos, disponían de hacienda y para distintos trabajos reunían a cientos de descendientes de indígenas y a esclavos.

  • Desde 1725, Doménico Zípoli padeció el acoso de la tuberculosis y ese año terminó sus estudios pero no alcanzó a recibir el Orden Sagrado porque falleció el 2 de enero de 1726.

(El Padre Lozano escribió una extensa nota necrológica en latín (cuyo texto en “Misiones del Paraguay – 1820/1830; fº5, a principios del siglo veintiuno está disponible por internet.)

Aproximación a las Estancias

En Jesús María, aproximadamente a cincuenta kilómetros de Córdoba se conserva el casco de la estancia construida por la Compañía de Jesús con mano de obra de los indígenas, se destacan diversos detalles de ornamentación. Allí conservan una talla en madera del Señor de la Paciencia y otra de San Isidro Labrador. El tabernáculo es una de las tantas obras de los abipones de la Reducción de San Javier que fue destinada a esa capilla.  Sabido es que allí estuvieron el jefe del ejército Manuel Belgrano y otros militares y políticos que participaron en las luchas por la independencia. En el Museo exhiben más de treinta mil piezas: muebles, utensilios y documentos de los siglos XVII y XVIII, cerámicas y pinturas, piezas arqueológicas halladas en esa zona.

1616: Estancia de Caroya.

Los Jesuitas instalaron una estancia en Caroya, construyeron una capilla y las hileras de cuartos estaban protegidas por una amplia galería.   El patio prácticamente fue cubierto con parrales. Aún conservan antiguas imágenes religiosas e implementos de labranza. Cincuenta años después del desalojo de los Jesuitas, en 1814 instalaron allí la primera fábrica de armas blancas del país que funcionó solo dos años y todavía se observan ruinas de la fragua, del acueducto y pozo destinados al tratamiento del acero.

1622: Estancia de Santa Catalina.

La estancia de Santa Catalina fue el tercer mojón establecido por los Jesuitas en 1622 en la provincia de Córdoba y prácticamente el Colegio que allí instalaron ha sido el origen de la Universidad que puso en marcha el Obispo Hernando de Trejo y Sanabria, hermanastro de Hernando Arias de Saavedra –Hernandarias-, electo gobernador del Río de la Plata en cuatro períodos y quien convocó a los Jesuitas para la organización de las reducciones en el noroeste, región del Paraguay.

Aún se conserva la iglesia de una sola nave con crucero y magnifica fachada barroca; la sacristía y el altar mayor son de algarrobo dorado y tiene dos altares laterales; aún exhiben cuadros y joyas traído de Potosí.

En el Colegio Máximo de Córdoba y en la Estancia Santa Catalina desarrolló su obra evangelizadora el Padre Pedro Lozano, nacido en Madrid.  Investigó sobre la flora y fauna de la región, elaboró descripciones sobre plantas de uso medicinal y prácticas curativas de los indígenas; autor de Historia de la conquista de la provincia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, con tres capítulos sobre botánica y cuatro de zoología.

También estuvo en la Estancia de Santa Catalina el Padre José Guevara, el último cronista de la Compañía de Jesús antes de la expulsión, en 1767…

1643: Estancia de Alta Gracia

En las tierras que en 1588 fueron otorgadas por merced a Juan Nieto, al pie de la sierra Chica, en 1643 los Jesuitas instalaron el cuarto mojón en la provincia de Córdoba, la estancia de Alta Gracia  aproximadamente a treinta y seis kilómetros al sur de Córdoba.  El nombre es rememoración del Santuario de Nuestra Señora de la Alta Gracia existente en Algarrobillas de Alconetar, España.

En un enorme patio colocaron un aljibe y un reloj de sol.  La edificación con paredes de canto y cal, en la planta baja estaba destinada a despensa, lavadero y barbería; tenía pisos de baldosas de barro cocido y puertas de cedro paraguayo con un seguro sistema de cierre sin cerraduras.  La construcción de la iglesia es de estilo barroco y aún luce una original espadaña; en el interior el altar mayor y el púlpito son de madera tallada.  En un pequeño taller funcionó la herrería donde elaboraban herramientas y las artísticas rejas para las ventanas y los portales. Las habitaciones de la planta alta eran ocupadas por los Padres y disponían de baños comunes. El Tajamar es un pequeño dique construido al comenzar la instalación de la Estancia y esa reserva de agua servía para regar diferentes cultivos. Aprovechaban la fuerza hidráulica para el funcionamiento de los molinos de granos ya que la producción de harina era utilizada para el consumo interno y vendían los excedentes a distintas provincias. Las construcciones fueron restauradas y allí funciona un Museo Histórico con diecisiete salas.

1678: Estancia “La Candelaria”

En 1678, al noroeste de las sierras grandes -cerca de Cruz del Eje-, los Jesuitas instalaron en la zona conocida como “el Romerillal”, una estancia de aproximadamente trescientas mil hectáreas, en realidad una fortaleza construida con piedras y techos de paja que resistía los frecuentes ataques de algunas tribus.  Era administrada por el Padre estanciero y un Padre Adjutor; allí no vivían indígenas porque todos los trabajos rurales y artesanales eran ejecutados por negros esclavos. Aprovechaban el río Candelaria para el riego de los cultivos en las huertas. En el altar principal de la iglesia ubicaron una imagen de la Virgen de las Candelas que dio nombre a la Estancia. Cerca de las viviendas construyeron los lugares de trabajo generalmente hilanderías y tejedurías con suficiente producción para exportar a Chile y Brasil. Los mayores recursos económicos se generaron con el criadero de mulas, en aquel tiempo imprescindibles para el traslado de mercaderías en zonas montañosas y durante un siglo fue el principal medio de transporte. En la biblioteca aún se conservan documentos y libros impresos a fines del siglo quince.

Acerca de tallas en distintas Capillas…

Cerca de Capilla del Monte, en el valle de Punilla, los jesuitas construyeron una capilla a partir de 1731 con puerta de algarrobo tallado y púlpito de iguales características; posee una talla de la “Virgen de los Dolores”.

El magnífico altar con tabernáculo tallado en una sola pieza de cedro y dorado a la hoja en las misiones jesuíticas del Paraguay, primero fue instalado en la Capilla de la Compañía de Jesús en Córdoba y al ser reemplazado por el de Plata, lo trasladaron a la antigua capilla de Tuluma, cerca de Deán Funes.

En la zona de Río Cuarto hay vestigios de la Reducción de indios pampas establecida por los Jesuitas en el siglo XVII, lugar conocido actualmente como “Villa Reducción”.

Segunda imprenta en el Río de la Plata…

En 1761, los Jesuitas instalaron el Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat –residencia de los alumnos de la Universidad. En 1766, realizaron la primera publicación en la Imprenta que funcionaba en ese edificio, la segunda en el Río de la Plata y luego trasladada a Buenos Aires, donde imprimieron La Gazeta a partir de mayo de mil ochocientos diez.

Entre las obras de los sacerdotes jesuitas se destacan los proyectos educativos que fueron realmente de vanguardia.

El creciente desarrollo de sus programas culturales y el impulso económico que lograron con una eficiente organización era observado con reservas por las otras órdenes religiosas y no fue por casualidad que el 27 de febrero de 1767, el rey Carlos III ordenara la expulsión de todos los jesuitas residentes en las colonias españolas.  Durante el invierno de ese año, fueron desalojados de las estancias y colegios y trasladados a los claustros de la universidad hasta que partieron hacia Buenos Aires con las lentas carretas.  Han reiterado que hasta los soldados participaron en los saqueos.  Luego pusieron en venta la mayoría de esos bienes confiscados.

La Orden de los Jesuitas fue disuelta en 1773.  Fueron convocados en 1814 cuando ya habían arrasado con las obras anteriores.

Sólo se dedicaron a la educación y en la provincia de Córdoba, las principales edificaciones luego fueron restauradas.

En el siglo veintiuno están señaladas en los atractivos itinerarios turísticos.

Sucesos tras la Coronación de Carlos III…

Sabido es que tras el fallecimiento del rey Fernando VII de Borbón, asumió su hermano Carlos III, hasta entonces Rey de las Dos Sicilias.

El 5 de septiembre de 1759 la reina Isabel de Farnesio había firmado la comunicación a las colonias americanas y un año después, el 1º de septiembre de 1760 llegó ese aviso a Buenos Aires, en la nave “Nuestra Señora de las Tres Fuentes”.

Es probable que durante el viaje hayan comentado tal suceso, que sorprendería a las autoridades de las colonias americanas:

“…Dios se había servido de llevarse para sí el Alma del serenísimo Rey Don Fernando sexto”…

En otro párrafo, se ordenaba “el alzamiento de pendones en el real nombre de S. M. con el de Don Carlos Tercero, su muy claro y muy amado hijo” y que realizaran las demostraciones que “en semejantes casos se requieren y acostumbran”.  [133]

Nombramientos

Es oportuno tener en cuenta que el gobernador del Río de la Plata Pedro Antonio de Cevallos y Cortés había pedido su relevo y desde 1766 ejercía esas funciones con sede en Buenos Aires, Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa.

En ese tiempo continuaba la guerra de los indígenas en el vasto territorio del Tucumán porque fueron insuficientes los esfuerzos del gobernador interino José de Cabrera -sucesor del gobernador Juan Francisco de Pestaña al ser nombrado Presidente de la Audiencia de Charcas y tampoco logró vencerlos el gobernador Joaquín Espinosa y Dávalos, quien supo controlar las arcas reales y castigó a los deshonestos que ejercían distintas funciones y utilizaban el dinero público en beneficios personales.

El rey Carlos III nombró gobernador del Tucumán a Juan Manuel Fernández Campero y asumió en 1764. Debió organizar las expediciones para rechazar la invasión de distintas tribus en ese vasto territorio. Comprobaron que habían saqueado o destruido algunas estancias de Salta y Jujuy, comprobaron que había muertos y apresaron aproximadamente quinientas personas.

Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo, el estanciero prácticamente era el capitán de las milicias que formaban los peones; juzgaba las actitudes de esos hombres y castigaba ordenando azotes o el cepo; a los enfermos recomendaba hierbas para la curación; era quien congregaba para la oración y si era necesario bautizaba hasta que llegara el sacerdote.

En las estancias los peones y jornaleros se ocupaban del cuidado de los potreros y del ganado; las mujeres realizaban distintos quehaceres en las viviendas, tejían, cosían o sembraban en huertas y jardines, según lo escrito por sucesivos cronistas e historiadores aunque es probable que muchas se hayan dedicado a otras expresiones artísticas, y téngase en cuenta que al destacar  otras, es porque no hace falta un esfuerzo de imaginación para entender que debían ser como mínimo, expertas en el arte de vivir y convivir…

Allá… la caridad de “un conjunto de señoras”…

Sabido es que en la ciudad de Madrid durante el reinado de Carlos III,  “un conjunto de señoras” organizaban diversas actividades con el propósito de obtener recursos a fin de mejorar la atención en los asilos, hospitales y escuelas.

Hasta la ciudad de los buenos aires seguían llegando noticias sobre experiencias de diversas asociaciones en distintos países y prácticamente no se generaban cambios.

(Recién durante la segunda década del siglo diecinueve, el inquieto e inquietante Bernardino González Rivadavia -más conocido como Bernardino Rivadavia”,  mientras en los periódicos difundían informaciones contradictorias sobre gobiernos y personas, evaluó el estado de desamparo de los sectores de menores recursos -algunos atendidos por las Hermanas de Caridad– y ordenó que pasaran a depender de Sociedad de Beneficencia integrada por distinguidas damas de la ciudad.)

Entre la Política y la Literatura…

A mediados del siglo XVIII ya era evidente la degradación en las relaciones entre la monarquía absoluta y la oposición: los sectores privilegiados que se manifestaban en contra de los ministros y la burguesía que empezaba a manifestar propósitos renovadores.

Durante aquellos años, se desarrolló una política de hostilidad a la autoridad Pontificia, promovieron la ruptura con tradiciones familiares invocando el derecho a mayor libertad; controlaron las actividades de la Iglesia y suprimieron Órdenes, entre ellas “la Compañía de Jesús”.

No fue por casualidad que François-Marie Arouet Voltaire nacido en París en 1694 y educado por los Jesuitas, tras haber sido testigo del comportamiento de “buen número de personajes que participaron en el gobierno durante el mandato del Rey Sol”, durante casi dos décadas dedicara la mayor parte de su tiempo libre a la lectura de “doscientos tomos de memorias impresas”, animándose así a escribir el libro titulado “El Siglo de Luis XIV”, editado en 1751.

Aludió en esas páginas a las continuas disputas teológicas y al fanatismo, dejando así señales y claves acerca del “espíritu de los hombres en el siglo más ilustrado que hubo jamás”.  También se refirió a los chinos, reconociéndolos como un pueblo virtuoso que había decido expulsar a los jesuitas y a los dominicos porque no lograban ponerse de acuerdo sobre lo verdadero y lo Verdadero que pretendían seguir inculcando en distintos continentes.

Por algo, en aquel tiempo Voltaire insistía en que “el pueblo toleraría de buena gana a un déspota, siempre que éste fuese ilustrado”.

Tampoco fue casual lo que escribió en su Tratado sobre la tolerancia publicado un año después de ser ajusticiado Jean Calas en 1762, acusado de haber matado a su hijo aunque las pruebas eran insuficientes porque desde su punto de vista tales hechos fueron consecuencia del fanatismo.

Insistía Voltaire en que “en uno y otro caso, el abuso de la religión más santa ha producido un gran crimen”.  Destacó que desde el reinado de Constantino, los cristianos “no han dejado de degollarse mutuamente”.

Voltaire en otra página, continuó con su prédica mediante una breve plegaria:

“¡Que los hombres dejen de matarse unos a otros en el seno de la paz…!  Siembro una semilla que algún día podrá producir cosecha.”

 

Es oportuno rememorar lo que dijo acerca de libertad:

“…es lo más natural y, al mismo tiempo, lo más quimérico”.

 

(Voltaire, inició su Último Vuelo en 1778 y en la historia lo reconocen como uno de los precursores de la Revolución Francesa que comenzó el 14 de julio de 1789 con la toma de la Bastilla, el símbolo del absolutismo.

La burguesía durante esa jornada exclamaba:

¡Igualdad… Fraternidad… Libertad!

Declinaba la nobleza y continuaba la pobreza…)

Actos en Buenos Aires tras la Coronación de Carlos III…

En Buenos Aires la población estaba ocupada en sus negocios o en las tareas domésticas; el virrey don Pedro de Cevallos se encontraba en San Borja intentando solucionar el conflicto de límites con Portugal y estaba a cargo el Teniente don Alonso de Vega quien no abrió los pliegos de la Corte porque no estaba autorizado, los envió al virrey y esperó sus instrucciones.

Enterados los cabildantes y comerciantes de la ciudad-puerto, empezaron a imaginarse cómo podían celebrar la coronación de Carlos III…

Jerónimo de Matorras, comerciante y político.

En tierra española había nacido Jerónimo de Matorras, descendiente de una familia de la villa de Paredes de Nava, distante a pocos kilómetros de Cervatos de la Cueza…

Desde Laredo (Santander) partió hacia el Río de la Plata…

El historiador José Pacífico Otero tras una prolongada investigación, escribió que “el primer viaje de Matorras al Plata tuvo lugar en 1745, y estando en Buenos Aires contrajo enlace el 24 de abril de 1753 con doña Manuela de Larrazábal, hija del General don Antonio de Larrazábal, alcalde de Buenos Aires y justicia mayor, y de doña Agustina Avellaneda.

Sabido es que además de las actividades comerciales, Jerónimo de Matorras ejerció en Buenos Aires diversas funciones: Regidor, alférez Real, Alcalde de 2º voto…

Aportes para la celebración…

A mediados del siglo XVIII; en las arcas del Cabildo disponían de mínimos recursos.  Aquí, la reiteración de algunos párrafos de la crónica elaborada por Carlos Correa Luna:

“Estas y aún mayores dilaciones, hubieran deseado al regio turba‑fiestas, don Francisco Rodríguez de Vida, alcalde de primer voto, y don Joseph de Iturriaga, de segundo, y los regidores en masa que lo eran don Diego Mantilla y los Ríos, don Miguel Jerónimo de Esparza, don Bernabé Denis, don Alonso García de Zúñiga, don Vicente de Azcuénaga, don Gaspar Bustamante, don Blas Alonso de Castro, don Santiago de Castilla, don José de Ramos, y el mismo procurador de la ciudad, don Antonio de Velazco Quintana. Cuando más tarde se tuviera conocimiento de estas incitaciones a un despilfarro imposible, tanto mejor para la menguada hacienda del municipio. El único a quien quizá no escocía el espanto era el alférez real don Jerónimo de Matorras, personaje llamativo que desde 1750, en que llegara de Santander con un valioso cargamento de géneros de Castilla, tenía renombre de acaudalado y generoso. Dos años antes, en 1758, acreditó su anhelo de distinguirse en servicio del rey adquiriendo por mil pesos en público remate la propiedad de su empleo, y no pasarían muchos sin que gobernara el Tucumán e intentara pacificar el Chaco. Sobre sus hombros iba a pesar lo más costoso de las fiestas en loor del monarca. No importaba.”

Las arcas casi vacías…

Destacó Correa Luna en el párrafo siguiente que “la futura ‘gran Capital del Sud’, en 1708, no tenía más rentas que 320 pesos, producto de las licencias de cuatro pulperías, del impuesto de un real por cada botija de vino, y de los derechos de anclaje y corte de leña. /…/ ¿De dónde sacarían los ilustres cabildantes dinero para coronaciones?  Pero no hay que afligirse. Si el Cabildo era pobre, la sociedad era rica. Rodríguez de Vida, auxiliándose de su ingenio fértil en arbitrios, y de la vanidad de Matorras, todo lo arreglaría. La ‘literatura’ haría el resto, con la magnificación oportuna de la ‘Breve’ reseña de las fiestas (10 páginas de los ‘Documentos’ de Peña y doce de las ‘Juras’ de Rosa, ¡todas de gran formato!). El contrabando, resorte oculto de la economía colonial, permitía atesorar misteriosas fortunas, que de cuando en cuando, asomaban tímidamente. Sería esta una de tantas ocasiones.

Por lo pronto, declaró el Cabildo no sólo que la ciudad carecía de ‘fondos para fomentar diversiones’, sino que debía ser ajeno al pensamiento del monarca ‘que una dura, forzosa contribución ocasionase a estos buenos vasallos melancólicos ayes…’ Sin embargo, reunió al ‘más distinguido vecindario para que insinuara libremente cada uno la cantidad respectiva que sacrificaría a tan glorioso destino’…”

“Comisión recolectora de fondos”…

Como sucede siglos después, el Cabildo eligió a la “comisión recolectora de fondos, compuesta de don Joseph de Arroyo, don Francisco Suloaga y don Baltasar de Arandía, ‘de cuya actividad y suficiencia es la mejor y más calificada prueba el nombramiento mismo’.”  El teniente Alonso de Vega “nombró en el comercio dos diputados, e igual número en el clero y en los gremios, el reverendo obispo don José Antonio Basurco y Herrera y los dos alcaldes ordinarios, concluyendo así de organizarse un sistema de perfecto asedio a la bolsa de los vecinos”; veinte mil habitantes en una comarca que durante los dos meses siguientes y los primeros días de noviembre participaron con lo que podían para el homenaje solicitado que se concretaría el 10 de noviembre, día de la festividad de San Martín de Tours, patrono de la ciudad de Buenos Aires.  El cronista Correa Luna reiteró lo leído acerca de cómo estaba arreglada la casa del alférez Jerónimo de Matorras:

“El ocho, antevíspera de San Martín, patrón de la ciudad, casi todo estaba listo. La gente se hacía lenguas de las asiáticas maravillas, del insólito boato desplegado por el Alférez Real. ‘adornó la portada de su casa ‑dice la narración del cabildo‑ con una curiosa perspectiva de ricos bastidores’, cuyo centro mostraba la imagen y el estandarte de Carlos III. ‘Razonables pinturas’ embellecían el zaguán, ‘un poco más adelante estaba el patio, perfectamente quadrado con treynta varas de claro’, en el que sobresalían diez bastidores de 28 palmos cada uno, ocupados los del medio por dos ‘verdaderos retratos de Vs. Ms. Colocados en el fondo de un pabellón de rico damasco carmesí’, cubierto por un dosel. ‘En el espacioso campo de los demás lienzos se registraban de bella pintura y proporción agradable, los señores reyes don Carlos II y don Phelípe V’, Luis I, Fernando VI y Carlos III. Y por si no fuera bastante, el anónimo cuanto temario artista colonial, se había ensañado con la Fama, el Valor, la Piedad, la Justicia, ‘las cuatro partes del mundo’, un magistrado vestido de ceremonia en ademán de solicitar audiencia, un cuerpo de guardia, las armas de España, las de Buenos Aires…  un ‘sinnúmero de jeroglíficos llenos de muy apreciables alusiones’…”

“Si la casa de Matorras deslumbraba, la Plaza Mayor enceguecía.  Arroyo, Suloaga y Arandía habían hecho allí cosas estupendas y sus colegas del comercio cosas nunca vistas”…

15-11-1760: fiesta en la Plaza Mayor.

La víspera de la conmemoración “encapotóse el cielo, abriéronse las nubes y cayó una lluvia torrencial que duró hasta el día siguiente… Era forzoso aplazar las fiestas… Pero, por fin, el sábado 15 de noviembre de 1760, ya bajo un cielo apacible, la ciudad pudo deleitarse en la contemplación de su fastuoso alférez real vestido de gala y de sus dignos cabildantes severamente engolillados, presidiendo las ceremonias.

“Rompía la marcha un concierto de clarines y trompas… Seguía de vanguardia un escuadrón de Dragones con uniformes que estrenó ese día, con buenos caballos y sable en mano, infundiendo en la plebe el temor… Seguíase luego el más lucido vecindario que jamás se ha visto; ocupaba el centro el Real Estandarte precedido del Magistrado en dos filas, y cerraba la marcha otro esquadrón de Dragones…

Todo, todo era como para enloquecer a la plebe porteña, que no recordaba un espectáculo semejante desde 1747, época de la coronación de Fernando VI”…

Sabido es que “llegó el deseado instante de marchar con el Pendón Real para la Plaza Mayor” y que dos de los cuatro teatros que habían instalado en ese lugar, fueron construidos “a expensas propias, don Francisco Rodríguez de Vida, varón insigne, ‘cuya acreditada conducta, dilatados servicios, antigua experiencia y conocido celo’, no tenían, por desgracia, el correctivo de la modestia.” Durante el homenaje, pronunció “frases de alabanza” y mandó que se realizara un “concierto de Música” sólo interrumpido durante el “acto de aclamación”.

“Antes de executarlo ocuparon los del acompañamiento su respectivo lugar: tomó la Ciudad el suyo; la tropa formó un espacioso cuadro… Apeóse el Alférez Real cerca del Teatro que estaba preciosamente construido con particular idea. Había recibido el Estandarte el Regidor Decano; subieron los dos con el Alcalde de primer voto y el Escribano de Cabildo, y después de haber intimado a todos el silencio… tomó el Estandarte… y en voz que percibió muy bien el incomprehensible (?) concurso… dijo: ¡España y las Indias! ¡España y las Indias! ¡España y las Indias! ¡Por el Rey nuestro Señor D. Carlos III que Dios guarde!…

Vibraron las campanas, tronó algún asmático cañón en la Fortaleza, y el eco de las trompas y clarines, con los vivas de la multitud, llevó a todas partes la fausta nueva, animándose aún más los entusiasmos al arrojarse al pueblo las medallas que regaló Matorras, con la efigie del flamante soberano y las armas de la ciudad. Y mayores extremos habría habido, a seguir la misma senda las medallas de Rodríguez de Vida; pero este digno magistrado, si bien mandó grabar ‘las que juzgó necesarias a su desempeño’, prefirió guardarlas… ‘para sí’.

La aclamación se repitió en las cinco plazuelas “que están a la frente del Colegio de la Compañía, del Hospital de Padres Betlehemitas, y de los conventos de Santo Domingo, San Francisco y Nuestra Señora de las Mercedes”…

“Por último, ya de noche, dilatado el ánimo y todavía saboreando el delicioso refresco de Matorras, ‘en el que únicamente pudo censurarse el exceso mismo de la profusión’, los excelentes vasallos del gran rey ganaban sus hogares, y en torno del humeante puchero, con alegría de niños, abriendo un paréntesis risueño a la vida triste y sin sal de la colonia, exaltaban su amor a la Madre España, su gratitud al monarca generoso que les permitía gozar de aquellas horas… mientras no llegaba el tiempo de reír sin su permiso.

No paró aquí el regocijo de la coronación. Durante veintiún días siguiéronse las cabalgatas a las misas cantadas, a los sermones, como aquel del padre Parras que prometió imprimir Rodríguez de Vida, sin realizarlo jamás; a los banquetes de don Alonso de la Vega y de Matorras, de casi cien cubiertos y 3.500 pesos de costo, a los fuegos de artificio; a las luminarias en que llegó a contarse 86.339 luces; a las ‘óperas’, a los saraos; a las comedias, como el ‘Segundo Sciption’, y a una abundante comida, generosamente obsequiada por los alcaldes a los 130 presos de la cárcel. Por último, los plateros, con una reproducción del castillo de Montjuich al que llegaba la familia real, precedida por ocho bailarines de contradanza y veinticuatro máscaras de negro y blanco, llevando hachas de cera y escudos; los carpinteros, con una mojiganga de hasta 400 de a caballo ‘y doce muchachos a pie, que en traje y apariencias de monos bailaron graciosamente’; los sastres y cordoneros que en número de 300 se presentaron a la zaga de ‘un carro triunfal con nueve varas de altura imitando a un monte en cuya cumbre se divisaba la Fama, llevando… un Concierto de Música… e interrumpiendo el canto con algunas contradanzas de buen gusto; los zapateros, con 387 parejas más extravagantes aún en vestidos, carro triunfal, música, etc; y el Cabildo, autorizando, con refresco final, seis corridas de toros ‘sin que alguna notable desgracia desazonase el ánimo de los que asistieron…’ Todo esto, aún descontando lo que puso en ello la interesada imaginación de Rodríguez de Vida, debió dar un aspecto inusitado a la humilde columna, contribuyendo a exaltar la vanidad nativa de las ‘primeras familias’ el famoso sarao de doña Manuela Larrazábal, que coronó las fiestas. Representóse en él ‘una loa alusiva al cabal desempeño de quantos habían cooperado… a las funciones públicas’ y todo terminó con ‘un baile de gigantes y enanos de una estructura sumamente ingeniosa en la que se advertía con admiración el movimiento sucesivo de la cabeza, las manos y los pies y la pronta execución de quantas figuras, enlaces y mudanzas pudiera executar el más versado en contradanza francesa y española. Y estas máquinas que dieron al concurso tan realzado gusto, las cedió el Alférez Real a la Ciudad”…

1764-1767: Jerónimo y Matorras, ascensos y viaje a España.

Desde el 1º de enero de 1761, Jerónimo de Matorras ostentaba el grado de Sargento primero en el ejército español y durante ese año regresó al río de la Plata.

El 20 de noviembre de 1764 le otorgaron la graduación de “Teniente de Asamblea de Infantería” y don Pedro de Cevallos “le confió el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de Voluntarios Españoles de Buenos Aires, pasando después, en mayo de 1765, a participar del bloqueo del Real de San Carlos y de la Colonia del Sacramento”.

En 1765, se trasladó a España -donde conocía a un ministro de la Corte- y solicitó la gobernación del Tucumán asumiendo el compromiso de convertir al catolicismo a los indios del Chaco. Previo pago de doce mil pesos fuertes y presentación de una fianza de cincuenta mil pesos, obtuvo el real decreto del 14 de mayo de 1767.

(Es oportuno tener en cuenta que las autoridades españolas sabían que habían fracasado dos expediciones: en 1759 la organizada por el gobernador Teniente Coronel Joaquín Espinosa y Dávalos porque los milicianos riojanos se sublevaron y sólo aceptaron realizar incursiones cerca de la ciudad y en 1764 -terminado ese mandato-, tampoco se ejecutaron las entradas contra los guaycurúes porque la capacidad de resistencia de los municipios era superior a la autoridad del gobernador Juan Manuel Fernández Campero.)

1767: retorno de Jerónimo con su prima Gregoria Matorras.

Jerónimo de Matorras tras concretar su trámite para ser gobernador del Tucumán en 1767, presentó al monarca un pedido de autorización para llevar consigo a Buenos Aires a su prima Gregoria, soltera, “como de 26 años”, en realidad tres años mayor porque nació el 12 de marzo de 1738 en Cervatos de la Cueza.

Sabido es que era hija de Domingo Matorras -nacido en Melgar de Alamedo- y de Gregoria del Ser, nacida en Paredes de Nava.  Estando en Buenos Aires, Gregoria Matorras y del Ser se casó con Juan de San Martín -también nacido en aquella comarca castellana-, soldado en el ejército de España en 1746 y quince años después Sargento de 1ª Clase en 1761, año de su traslado a la ciudad de Buenos Aires.

Del matrimonio San Martín-Matorras celebrado el 1º de octubre de 1770 “por medio de poderes que el novio extendió” por encontrarse cumpliendo una misión, nacieron una niña y tres varones, entre ellos en Yapeyú -mientras Don Juan por orden del gobernador de Buenos Aires administraba los bienes dejados por los Jesuitas en ese pueblo de las Misiones-, el memorable Juan Francisco de San Martín y Matorras, luego general y jefe del Ejército que en la segunda década del siglo siguiente concretó la campaña para la liberación de Chile.

 

Un dato insoslayable: en 1767, el rey Carlos III ordenó la expulsión de los sacerdotes de la Compañía de Jesús de todas las colonias…

Francisco de Paula Bucarelli y el proceso de “expulsión”…

 

Sabido es que tras el pedido de relevo del gobernador del Río de la Plata Pedro de Cevallos (1756-1766), desempeñó tales funciones Francisco de Paula Bucarelli.  El historiador Raúl de Labougle en su libro Litigios de antaño refiriéndose a la expulsión de los Jesuitas, destacó que Bucarelli recibió el 7 de junio de 1767 la orden firmada de proceder dentro de su jurisdicción con el Real Decreto del 27 de marzo de 1767 firmado por el rey Carlos III de España y “además el encargo de hacer llegar análogas comunicaciones al gobernador de Chile, al presidente de la Audiencia de Charcas y al virrey del Perú, como así también a los gobernadores del Tucumán y Paraguay”. Bucarelli fijó el 21 de julio para cumplir esa misión “pero la llegada a Buenos Aires del chambequin Aventurero con noticias de España, le obligó a anticiparla diez y ocho días”.  Durante la noche del 2 de julio “llamó a sus confidentes” y les comunicó que debían ejecutar la orden: “el secretario del gobernador Juan de Berlanga y el sargento mayor Francisco González” al frente de una compañía de granaderos se trasladaron al Colegio de San Ignacio y mientras soportaban una tormenta con viento, lluvia y granizada, “sorprendieron a treinta y seis religiosos” que acataron sin protesta y luego se trasladaron al Colegio de Belem (San Telmo) y detuvieron a ocho sacerdotes.

En Buenos Aires ya habían comentado tales decisiones antes de esas detenciones y el Padre Pablo Hernández S. J. comentó las arbitrariedades y vejaciones que soportaron algunos vecinos por adherir a la obra de los Jesuitas, entre ellos “el oficial real don Pedro Medrano, el teniente coronel graduado don José Nieto, y los acaudalados comerciantes don Miguel García de Tagle, don Manuel Warnes y don Isidro José Balbastro”.  [134]

El historiador Labougle destacó que “consumado el atropello en Buenos Aires con la ocupación de todos los bienes de los jesuitas, se procedió de la misma manera en Montevideo el 6 de julio, el 12 del mismo mes en Córdoba y el 13 en Santa Fe, el 21 en Corrientes y el 30 en Asunción del Paraguay; el 3 y 7 de agosto en Salta y Tucumán, respectivamente; y posteriormente, en Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Tarija. Todos los jesuitas fueron puestos presos y conducidos a Buenos Aires, donde se les embarcó para España.  También se trajeron a esta ciudad y se les dio igual destino a los de Mendoza, San Juan y San Luis.  Verificóse asimismo igual procedimiento contra los jesuitas en las quince reducciones del Chaco y en las diez que tenían en Chiquitos, sin tropiezo alguno, en el curso del referido año 1767, de suerte que para los primeros meses de 1768 ya estaba terminado la expulsión en todo el territorio que comprendía la famosa provincia religiosa de los jesuitas del Paraguay, excepto en la comarca donde asentaban las Misiones de los guaraníes, situadas a orillas de los ríos Paraná y Uruguay”.

El gobernador Francisco de Bucarelli -nombrado “Comendador de Santiago” por Carlos III-, tuvo en cuenta que en el noreste se concentraban treinta Misiones que oportunamente habían reaccionado contra del Tratado de Permuta y que estaban integradas con poblaciones guaraníes que evidentemente reconocían las cualidades de los sacerdotes jesuitas y decidió ejecutar personalmente tales expulsiones.

Estrategia del gobernador Bucarelli ante los Caciques…

En las Misiones Jesuíticas, los sacerdotes orientaban a las comunidades y las asistían espiritualmente, pero gobernaba el Cabildo conducido por caciques de mayor reconocimiento y miembros de esas comunidades.

El gobernador Bucarelli antes de viajar hacia el noreste, convocó a Buenos Aires a los caciques y corregidores de todos esos pueblos.  Ordenó al entonces gobernador de Buenos Aires y a las autoridades eclesiásticas que los agasajaran; para reemplazar a los jesuitas había nombrado a sacerdotes de las órdenes de Santo Domingo, San Francisco y Mercedarios.  Dividió el territorio en dos gobernaciones y nombró a los gobernadores hasta el término de un año: una abarcaba a los veinte pueblos ubicados a orillas del río Paraná y designó a don Juan Francisco de la Riva Herrera; la otra abarcaba diez pueblos próximos al río Uruguay y designó gobernador a don Francisco Bruno de Zavala.

El 24 de mayo de 1768, Bucarelli partió desde Buenos Aires hacia el noreste y como lo expresó en el informe que dirigió al Conde de Aranda acerca del cumplimiento de las órdenes del rey Carlos III, dispuso el establecimiento de dos puertos, “para que por el Salto, Santa Fe y Corrientes se me diesen noticias de cuanto ocurriera, dejando en el propio Salto un destacamento y tres embarcaciones armadas a cargo del Teniente don Nicolás García”; había organizado la provisión de víveres para tres meses y ordenó que se trasladarían en tres carretas, la primer el 27 de junio, otra al día siguiente y en la tercera viajó él, iniciando ese largo camino hasta las casi legendarias  misiones jesuíticas.

30-06-1768: naves en Montevideo para trasladar a los Jesuitas…

Desde el 30 de junio de 1768 estaban en el puerto de Montevideo los dos navíos procedentes de España para el oportuno traslado y desde entonces comenzaron los rumores que obligaron al virrey a adelantar la fecha del embarque.

Es oportuno reiterar que los sacerdotes de los colegios de Buenos Aires fueron desalojados el 2 de julio de 1767.  Luego Bucarelli envió una fuerza militar a Córdoba al mando del Teniente del Rey Fernando Fabro a los fines de concretar la detención en los colegios Máximo y de Monserrat.

(El Colegio de Monserrat fundado el 1º de agosto de 1687 por el gobernador Tomás Felipe Félix de Argandoña, comenzó a funcionar con los bienes donados por el Presbítero Ignacio Duarte Quirós -cordobés- con el nombre de Colegio Real Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat. En 1716, mediante una Real Cédula se había dispuesto que estaba sujeto al Real Patronato y pertenecía a la Compañía de Jesús, subordinado al Provincia de esa orden o a quien éste designara como Rector. Enseñaban Latinidad, Teología y Filosofía.

En 1771 sirvió como modelo al virrey Teniente General Juan José de Vértiz y Salcedo, para organizar el Colegio Real de San Carlos en Buenos Aires, también reconocido como Real Convictorio Carolino.)

Resistencia en Salta y Jujuy…

Ante la orden de expulsión de los Jesuitas, en Salta y Jujuy desde mediados de julio hasta fines de agosto expresaron sus protestas los vecinos relacionados con los Jesuitas en aquellas provincias y hasta se animaron a retener al gobernador del Tucumán Juan Manuel de Fernández Campero que desempeñaba esas desde 1764.

Fue necesario que avanzara sobre esa zona el ejército al mando del Teniente Fernando Fabro y se cumplió oportunamente con el traslado de los sacerdotes hacia el puerto de Buenos Aires y detenido el gobernador Fernández Campero fue trasladado a la Audiencia de Charcas para adelantar el juicio de “residencia”.  Durante 1768 continuó el proceso de expulsión de los Jesuitas y el gobernador logró reasumir mientras en la provincia aumentaba el caos.

Fernando Campero fue premiado con “el hábito de Santiago por sus méritos” y reiteró su voluntad de servir, destacando que en Tucumán “no tienen celo por los intereses y honor del Rey y la Nación… sólo porque lo han oído creen que tienen Rey… cada uno quiere vivir con independencia’…”

1768: intrigas y decisiones en Buenos Aires.

Jerónimo de Matorras se había comprometido a despejar el camino desde Tucumán y Santiago del Estero hasta el río Paraná logrando la conversión de los indígenas del Gran Chaco Gualamba. Trajo de España algunas herramientas, objetos para el culto y para la iglesia que construirían, una imagen de La Divina Pastora.

Aunque advirtió que el Teniente General Francisco de Bucarelli planteaba algunas disidencias por tal nombramiento, Jerónimo de Matorras sabía que tenía el apoyo de la Corona y pidió el reconocimiento del gobierno de Córdoba (13-09-1769) y el de otras ciudades.

No fue por casualidad que en 1769, el virrey Amat del Perú nombrara Gobernador del Tucumán a Jerónimo de Matorras, aunque se opusieran el Obispo Manuel Abad e Illana y el sector que apoyaba al anterior gobernador de Tucumán, Juan Manuel Fernández Campero (1764-1769), el primero nombrado por el rey Carlos III, calificado como “hombre escasamente discreto, muy poseído de ser ‘el gobernador de S. M.’ y nada contemporizador con el elemento comunal”.   [135]

1769-1775: Jerónimo de Matorras, gobernador del Tucumán.

En 1769 el Rey pidió a Jerónimo Matorras un informe sobre el estado de las Reducciones y de las tribus en ese tiempo; viajó apoyado por el Canónigo Lorenzo Suárez durante dos años: observaron irregularidades en la administración de los bienes que dejaron los Jesuitas y comprobaron que los indígenas eran excelentes jinetes tras el intenso entrenamiento cuando los conquistadores introdujeron el ganado equino en el Río de la Plata.

El gobernador Jerónimo de Matorras en 1770 debió presentarse ante la Audiencia de Lima para “levantar los cargos que le dedujeron.  Fue absuelto, volvió a Córdoba, consiguió pacificar la provincia y reforzar las fronteras descuidadas por las luchas intestinas”…  [136]

Es oportuno reiterar lo expresado por el historiador José Otero:

“El nombramiento recaído sobre Matorras tuvo la virtud de provocar la animosidad del virrey Bucarelli” -en realidad gobernador del Río de la Plata con asiento en Buenos Aires-, “quien en oficio dado a conocer… trató de desacreditarlo ante la opinión del gobierno peninsular.  Matorras a consecuencia de esta campaña, fue preso en Charcas y luego en Lima, pero absuelto reintegróse de nuevo a su cargo de Gobernador del Tucumán, regresando allí en 1772”.

En 1773, el gobernador Matorras estuvo en la Reducción Santa Rosa de Lima y luego elevó toda la información a las autoridades de España. Avanzó hacia la zona del río Bermejo, fundó las Reducciones de Nuestra Señora de los Dolores de La Cangayé  y de San Bernardo de Vértiz (en homenaje al virrey).

Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo se había acentuado la rivalidad entre los caciques tobas y mocovíes que estaban aliados y vivían en los bosques chaqueños y los caciques abipones yaucanigás que habitaban cerca del río Paraná, frente a Corrientes.

El gobernador Jerónimo Matorras el 8 de julio de 1774 a las 15, después de la celebración de la misa, partió con la expedición que registró 130 milicianos desertores y con 378 hombres, 600 mulas, 800 caballos y 1.200 reses se animó a avanzar hasta lograr un acuerdo de paz. En esas circunstancias, acompañaban al gobernador del Tucumán el maestro de campo Gabino Arias; Regidor Teniente General Pedro Antonio Aráoz, Alférez Real Simón Chávez Domínguez; Canónigo de Córdoba Lorenzo Suárez Cantillana, Presbítero Domingo Argañaraz, Fray Antonio Lapa, Cacique Colompotop de la Reducción de Macapillo.  En el camino encontraron tribus de mataguayos, malbaláes, chunupíes; se produjo un amotinamiento y siguieron con sólo doscientos milicianos.  Tenía el apoyo de los Cabildos de Córdoba y de Santa Fe, también de las autoridades de Buenos Aires.  El 16 de julio de 1774 se encontraron con el cacique mocoví Lachirikín y tres días después estuvieron en Cangayé -o Canaganayé que significa “laguna tragadora de gente”.  [137]

Allí dialogaron con el cacique Paykín y veinte acompañantes. Jerónimo de Matorras sabía cómo podría obtener la confianza de los indígenas y juntos tomaron mate mientras el fraile Lapa empezó a hablarles de un solo Dios…

El cacique Paykín se entusiasmo cuando el gobernador le propuso nombrarlo Perpetuo Cacique y dijo que le entregaría los atributos del mando.

El 29 de julio de 1774, se reunieron los caciques mocovíes Paykín, Lechirikín, Cogeokoikín, Alogocoikín, Quiaagarí y los tobas Quiyquiyri y Quitaidí en representación de siete mil indígenas. Estaban esperándolos el gobernador y sus acompañantes; en alto el estandarte de Castilla y la estola de San Francisco Solano para que comprendieran que eso se hacía en nombre de la Corona española y no para beneficio del gobernador y sus compañeros.

Entre los primeros misiones se había destacado Francisco Solano, austero sacerdote que recorrió las poblaciones del Tucumán y Chaco compartiendo vivencias con los indígenas logrando atraerlos con sus ejemplos de solidarias y con las melodías de su violín…

  • A fines de julio de 1774, junto al gobernador y acompañantes estaba el criollo Juan Antonio Caro, reconocido protector de las comunidades indígenas que facilitó la interpretación de las cláusulas del acuerdo que les reconocía a tales aproximadamente siete mil indígenas -y a quienes aceptaran la reducción-, el derecho al territorio por haber sido de sus antepasados y a la vez porque para su salud necesitaban ese clima así como preservar sus formas de vida como cazadores, pescadores y recolectores. El gobernador se comprometió a entregarles semillas y herramientas. El gobernador le entregó al cacique Paykín un bastón de mando con empuñadura de oro en nombre del Rey de las Españas y lo reconoció como Primer Caporal del Chaco.  [138]
  • Ese Tratado de Paz de 1774 fue aprobado por Real Cédula del 6 de septiembre de 1777, cuando también ya habían fallecido los principales jefes de esas tribus.
  • El 31 de julio de 1774, el gobernador y su comitiva regresaron al Fuerte del Valle.  Sabido es que en octubre de ese año, el cacique Paykín atacó a los abipones de San Jerónimo del Rey y continuaron esos enfrentamientos hasta que dos años después, murió en combate el Primer Caporal del Chaco. [139]
  • En abril de 1775, el gobernador Matorras se encontró con el cacique Quetadi y el príncipe Lechepi junto a un grupo de tobas y le avisaron que había muerto el cacique Paykín.

Ese año, el gobernador visitó la Reducción sobre el río Salado y después de una breve enfermedad, falleció el 16 de octubre de 1775.

(Mientras Jerónimo Matorras estuvo defendiendo su derecho a gobernar Tucumán y aquellas sucesivas expediciones para convencer a las tribus del Gran Chaco y de la región del Bermejo acerca de las ventajas de integrarse en Reducciones y aprender la Doctrina; en la estancia La Calera de las Vacas estaba su prima Gregoria Matorras esposa de Juan de San Martín trayendo hijos al mundo: en agosto de 1771 nació la primogénita María Elena, al año siguiente Manuel Tadeo -el 28 de octubre- y el tercero, el 5 de febrero de 1774…

Desde 1767, Juan de San Martín era el administrador de esa estancia que habían organizado los Jesuitas y dependía de la Junta Municipal de Temporalidades como todas las Reducciones y Colegios después de la expulsión. Tras la asunción del gobernador Juan José de Vértiz y Salcedo, Juan pidió su relevo y a pedido sugirió el nombre del reemplazante que se hizo cargo el 12 de diciembre de 1774.  Al día siguiente, Juan de San Martín fue nombrado Teniente Gobernador del departamento de Yapeyú, donde debía recibir los bienes del inventario de la que había sido principal Reducción en esa zona y continuar con el mantenimiento y control de las Reducciones de La Cruz, San Francisco Borja y Santo Tomé, todas pertenecientes a esa jurisdicción. A comienzos de abril de 1775 partieron desde Buenos Aires hasta ese lugar. Allí nació en 1776 el cuarto hijo Justo Rufino, dos años después, el 25 de febrero de 1777 nació José Francisco.  Justo y José fueron bautizados por el fraile dominico Francisco Cano de la Pera, correntino, amigo del matrimonio (ambos eran miembros de la Tercera Orden, o sea de la parte a la que pueden adscribirse los sacerdotes seculares y los civiles”.

En la década siguiente, ya estaba toda la familia de regreso en España. El 21 de julio de 1789, el cadete José Francisco de San Martín y Matorras, “hijo de capitán”, ingresó en el Batallón de Infantería Ligera- Voluntarios de Campo Mayor; tenía doce años y cinco meses de edad cuando debió prepararse para servir en Melilla, en Orán…)

Reconocimiento del virrey Vértiz.

En el memorial escrito por el segundo virrey Don Juan José de Vértiz (1778-1784), “dice textualmente al hacer alusión a Matorras: “Al interior del Chaco han entrado diferentes expediciones de guerra y misiones, pero la que más se adelantó y llegó al paraje nombrado Cangayé, en el año pasado de 1774. Esta la hizo el gobernador del Tucumán don Jerónimo Matorras, en tiempo que yo gobernaba esta provincia, encargándome Su Majestad le auxiliase en ella.  Asentó paces con dos naciones. Tova y Mocoví, cuyo caporal era el gran cacique Taikín.  Prometióle a nombre del rey ponerles dos reducciones en sus mismas tierras y a la costa del río Bermejo.”

En el párrafo siguiente está escrito:

“Habiendo aprobado S. M. cuanto obró Matorras y consta de sus diarios que paran en la Secretaría de Gobierno, mandó por cédulas de 6 de septiembre de 1777 que se cumplan literalmente a los indios los tratados de paz, y que, por ser remotos los recursos a la corte y vivos los deseos de S. M. de la conversión de esas gentes a la fe cristiana y vida civil, refundía todas sus facultades en los virreyes de esta capital para que, sin pérdida de tiempo, y como que tienen la cosa presente, tomasen las providencias más eficaces a su cumplimiento”.  [140]

Jerónimo de Matorras murió “en la reducción de San Joaquín de Ortega, en el distrito de Salta, el 16 de octubre de 1774, y al poco tiempo de haber iniciado con todo éxito su soñada expedición”.  [141]

Memoria del Padre Florián Paucke (1719- Neuhaus, 1780)

Sacerdote jesuita -alemán- que se trasladó al Río de la Plata para servir en las Misiones; a partir de 1749 en Córdoba y luego en Santa Fe, con indios mocovíes que vivían cerca del río Paraná.

Después de su fecunda labor en la Reducción de San Javier, al momento de la expulsión en cumplimiento de la “Real Pragmática de Extrañamiento”, junto con los compañeros de esa Orden debieron abandonar la Paraquaria en dirección al río de la Plata, entre ellos conocido como Silberfluss, el lugar donde confluyen las aguas del océano, del mar y de los ríos.

Entrega de las Malouines…

El Padre Florián Paucke relató algunas experiencias durante ese período de expulsión de las tierras americanas y destacó que viajaba en el mismo barco “…el gouverneur francés Don Francisco de Nerville que conforme con el convenio contraído y establecido entre la Corte francesa y española había entregado, las islas Maloinas o Vogland”, en realidad las conocidas Islas Malvinas situadas sobre la plataforma submarina del vasto territorio del virreinato del Río de la Plata.

El Padre Paucke expresó que durante esa travesía se dedicaban a orar y él también dedicaba varias horas a la música.  Al llegar al puerto de Cádiz, varios sacerdotes alemanes fueron destinados al Convento de los Franciscanos y ocho años después, formaron el Collegium Musicum e interpretaron música sacra en distintas festividades.

Edmundo Wernicke tradujo parte de sus obras y escribió:

“Paucke reunía a su gran celo de propagador de la fe y a su amplia cultura general, una provechosa experiencia en los trabajos generales y un profundo conocimiento de la música, siendo a la vez un buen compositor.”  [142]

2 de abril de 1767: las Malvinas pertenecen a España…

En Europa habían firmado los tratados de París (1762) y de Hubertsburg (1763) al concluir la guerra de los Siete años entre Austria, Rusa y Francia con España y Prusia e Inglaterra con Portugal.  Recuperó España “La Habana y Manila apoderadas por los ingleses y como compensación debía cederles Florida; Luis XV dejaba Nueva Orleáns, y parte de Luisiana a Carlos III, devolvía a Portugal la Colonia del Sacramento, cedía a los ingleses el derecho a cortar palo tintóreo en la costa atlántica de Guatemala (de lo cual surgiría el problema de ‘Honduras Británica’) y renunciaba al derecho de pesca de bacalao por los vascongados en el banco de Terranova”.

“Inglaterra exigió en París la devolución de la Colonia, que había llegado a ser una base comercial -y militar- británica contra Buenos Aires bajo la bandera del rey José de Portugal. El paso siguiente sería apoderarse de las posesiones españolas del Atlántico: para Inglaterra, España era un ‘hombre enfermo’, y había que tomarle la herencia antes que llegaran otros”.  [143]

 

Tras la firma de los tratados en París y Habertsburg, Inglaterra inició más avances sobre el Atlántico sur y también Francia impulsó otros proyectos mientras se generó la denominada guerra sorda (1763-1778).  Por derecho, el territorio de San Pedro del Río Grande pertenecía a España pero Pedro de Cevallos el 6 de agosto de 1763 acordó con los portugueses que desalojarían esa zona, “con la condición de conservar la fortaleza Río Grande en la laguna de los Patos” porque era una posición estratégica que impedía a los portugueses avanzar hacia Misiones y la Banda oriental, y a la vez era una compensación por la obligada devolución de Colonia de Sacramento.

Es oportuno tener en cuenta que en mayo de 1767, los portugueses atacaron aquella fortaleza sin declararla guerra y no pudieron tomarla “por la gallarda defensa del comandante José Molina” sin que los españoles plantearan otra defensa.  “La causa fue una intriga diplomática de Pombal en la que cayó el ministro de Estado español Jerónimo Grimaldi, porque el ministro portugués José Sebastián Carvalho –marqués de Pombal y así reconocido en la historia-, “agitó en Madrid el señuelo de encontrarse dispuesto a dejar la alianza inglesa y entrar en la franco-española, pues decía que los jesuitas (expulsados de España, Francia y Portugal) intrigaban a Inglaterra.”

Sabido es que Pombal en 1759 se había incautado de los Colegios de los jesuitas y de sus bienes tras acusarlos por un atentado al rey José II y fueron expulsados de Portugal, Brasil y las colonias de África y Asia.

 

En Francia tras la firma de los Tratados de París y de Hubertsburg organizaron una expedición a los archipiélagos del sur del Atlántico: “el 15 de setiembre de 1763, partió de Saint-Maló una expedición con las naves Águila y Esfinge, al mando del capitán Luis Antonio Bougainville secundado por Neaville y D’Arbulin.

Como tenían el propósito de colonizar, viajaban con mujeres y niños; en Brasil cargaron ganado vacuno y caballar para consumo y reproducción. El 31 de enero de 1764 llegaron al archipiélago y tres meses después, habían terminado la construcción de sus viviendas, al noreste de la isla Soledad, en una bahía donde podrían estar más protegidos de las incursiones de navegantes enemigos.”  [144]

Han reiterado que el 5 de abril Bougainville “en solemne ceremonia, tomó posesión del archipiélago en nombre de Luis XV, rey de Francia y en su honor bautizó el lugar con el nombre de Puerto Luis” y lo nombraron Malouinas. En consecuencia, por primera vez se establecieron en ese lugar las primeras familias colonizadoras y “si no hubieran mediado otras circunstancias y de acuerdo a la tesis del uti possidetis, esgrimida por los ingleses, las Malvinas pertenecerían de pleno derecho a Francia, pero el gobierno de Inglaterra, de hecho, no iba a aceptar fácilmente esa situación, aunque estuviera de acuerdo con los principios que había hecho públicos.”

En aquel tiempo, los británicos insistían en que fueron ellos quienes la descubrieron cuando se acercaron los tres legendarios piratas: Francis Drake, John Davis y Richard Hawkins.

Bougainville había dejado a Neaville al mando de Puerto Luis y partió hacia Francia, llegando el 27 de junio de 1764 con el propósito de informar sobre su reciente colonización en las Malvinas.

Al llegar a Francia, Bougainville fue recibido con entusiasmo y en septiembre de 1764 el gobierno español protestó ante las autoridades francesas por la ocupación en las Malvinas porque violaban el Pacto de Familia “que garantizaba mutuamente sus posesiones” y las islas por su situación geográfica y la proximidad con las islas, pertenecían a España: “el Marqués de Grimaldi instruyó al embajador español en París, el conde de Fuentes, para que presentara el reclamo ante el ministro Choiseul” y aunque en ese tiempo aplicaban la doctrina internacional uti possidetis, propuso que compraran el archipiélago. Rechazada esa propuesta, los franceses decidieron aceptar sus reclamos y entregarles las islas.

Han destacado que “Inglaterra tenía con España una cuenta por un compromiso arrancado al arzobispo de Manila, en las Filipinas, de pagar cuatro millones de pesetas.  España se negaba a hacerlo porque no podía responder de las obligaciones de un arzobispo, y porque el compromiso le había sido exigido por la fuerza al prelado al apoderarse y saquear los ingleses a Manila en la guerra terminada en 1763.  Resueltos a cobrarse los cuatro millones, buscaron los ingleses un valor de cambio que obligara a España.  Y encontraron la fabulosa isla Pepys, de la cual no se había vuelto a hablar.  Al mando de John Byron (abuelo del poeta) sale una expedición en junio de 1764 para posesionarse ‘de la isla de S. M. B.’ que inútilmente buscaron por las costas patagónicas… Diversas peripecias lo demoran, y solamente el 11 de enero (de 1765) avista la Malvina Occidental, que llama Falkland; establece un fortín en una caleta, denominado Port-Egmont en homenaje al primer Lord del Almirantazgo. No hay constancia que tomara posesión de ‘la isla’, sino simplemente que estableció una base a la espera de lo que saliera…  Poco después, el comodoro Mac Bride, sucesor de Byron, al explorar las islas descubre la colonia de Port-Louis, todavía en poder de los franceses; se vuelve a Inglaterra a informar a los superiores, quienes se limitaron a instruirle de mantener la base de la isla occidental sin inmiscuirse en lo que pasaba en la oriental.

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El 15 de febrero de 1766 había llegado a Puerto Luis otro contingente francés mientras Bougainville permanecía en París y a mediados de ese año, el ministro Choiseul le ordenó que viajara a Madrid para acordar lo necesario

El 4 de octubre de 1766 se firmó el Acuerdo de San Idelfonso, España debía reconocer los gastos que había realizado Bougainville -pagarle una indemnización- y Francia transfirió las Islas Malvinas a España.  El rey de España estableció que las Malvinas pertenecían a la jurisdicción del gobierno de Buenos Aires y el rey de Francia aprobó ese acuerdo.

El capitán Luis Antonio Bougainville partió hacia Buenos Aires a bordo de La Bourdeuse.  Dialogó con el gobernador gobernador Francisco de Paula Bucarelli, avanzó hacia las Malvinas junto a Felipe Ruiz Puente, quien el 1º de abril de 1767 tomó solemne posesión de Puerto Luis y de todo el archipiélago en nombre de Carlos III.  [145]

El 2 de abril, siendo las Malvinas una posesión española, el nuevo gobernador decidió cambiar dos nombres: “Puerto Louis” fue nombrado Puerto Soledad y las “Islas Malouinas”, desde entonces son las Islas Malvinas aunque los ingleses siguen nombrándolas Falkland.

En ese tiempo, Francia ya había comunicado al gobierno británico esa cesión a la corona española pero los ingleses no reivindicaron la soberanía.  España reclamó por la intrusión de los ingleses y la respuesta fue que abandonarían Port-Egmont si pagaban el rescate del arzobispo de Manila y autorizaban a Inglaterra la libre navegación en esa zona del Atlántico Sur.

El gobernador Bucarelli en mayo de 1770 envió una escuadrilla al mando del capitán Juan Ignacio Madariaga para desalojar a los ingleses de aquel puerto y después de un breve combate el 6 de junio, se rindieron los ingleses quedando los pobladores de esa base a las órdenes de un oficial español.

En Londres el rey Jorge III exigió a España que desautorizara al gobernador Bucarelli y si no le devolvían Port-Egmont “iría a la guerra ‘por la ofensa inferida’.”

El rey Carlos III aconsejado por Luis V -aliado de España- y con el propósito de evitar la guerra, propuso el 22 de enero de 1771 un desagravio si los ingleses se retiraban por sí solos de la base y tal retirada recién se concretó el 20 de mayo de 1774.

Dejaron una placa indicadora de la presencia inglesa y de los derechos británicos que fue destruida por el virrey Vértiz en febrero de 1781.

Ha destacado el historiador José María Rosa que “desde que Bouganvile dio posesión al gobernador español en el entonces Port-Louis en 1767, los españoles mantuvieron el pleno goce de las Islas Malvinas…

Mientras se desarrollaba la guerra sorda sudamericana, en Norteamérica en 1770 se produjo la masacre de Boston, germen de las sublevaciones en las colonias angloamericanas.  En Filadelfia, en 1774 se reunió el Congreso Continental con evidentes propósitos separatistas y “el gabinete inglés aconseja a Pombal que se limite a mantener en Río Grande la ‘guerra sorda’ con la apariencia de un conflicto de fronteras entre el virrey de Brasil –marqués de Labradío– y el gobierno de Buenos Aires.  Como pronta providencia los ingleses abandonan Porg-Egmont en 1774, cumpliendo así, aunque con retardo, su compromiso con España.  No quieren fricciones peligrosas.”

1776-1777: señales y miradas acerca de la soberanía…

El 22 de febrero de 1776 murió en Lisboa el rey José de Portugal que “significaba la caída de Pombal, nada grato a la reina María I apegada a Carlos III, de quien era sobrina carnal.  Podía suponerse la terminación de la ‘guerra sorda’: esto hizo que Cevallos apresurase los hechos consumados antes que llegara de Madrid la orden de cesar las hostilidades.

Tras otra mirada hacia el norte se advierte que el 4 de julio de 1776, el Congreso Continental había adoptado la declaración de independencia mientras se intensificaba la lucha.

Sabido es que España “proyectaba intervenir con Francia en ayuda de los rebeldes, quiso separar a Portugal de su alianza inglesa y no continuó la conquista de Río Grande, y tal vez de Río de Janeiro como estaba en las instrucciones de Cevallos”.

En junio de 1777, logró la rendición del gobernador portugués Francisco Da Rocha en Colonia de Sacramento: “Cevallos arrasa las fortificaciones y anega el puerto para que, si alguna vez la diplomacia obligase a devolverlo, careciera de valor militar o comercial”.

En el Atlántico Sur, en el malvinense Puerto Soledad permanecía la sede de los gobernadores españoles, dependientes del gobernador de Buenos Aires y luego del virrey del Río de la Plata.  En el lapso 1774-1810 se desempeñaron once gobernadores.

(En 1833 los ingleses ocuparon las Islas Malvinas y aunque se reiteraron las protestas diplomáticas, la Corona británica rechazó todos los argumentos insistiendo en que los pobladores han de ser quienes decidan el fin de esa dependencia…

Sabido es que entre el 2 de abril de 1982 y el 14 de junio de ese año se desarrolló la Gesta por la recuperación de esos territorios y que la superioridad de los recursos técnicos de los británicos obligó al cese del fuego y a arriar una vez más la Bandera Nacional argentina.)

Don Juan de San Martín y Gómez, militar y administrador…

Sabido es que el español Juan de San Martín y Gómez descendía de una “hidalga familia, oriunda de tierras palentinas en el antiguo reino de León”.  [146]

Era hijo de Andrés de San Martín y de la Riguera (nacido el 30 de febrero de 1687, en Villa de Cervatos de la Cueza, Palencia) y de Isidora Gómez y Gómez nacida en esa villa; campesinos que según un acta celebraron “segundo matrimonio de parte de ambos” en ese lugar, el 14 de febrero de 1726.

Juan nació el 3 de febrero de 1728 en la villa donde también habían nacido sus padres, y fue bautizado el 12 de ese mes por el Presbítero Gregorio Azero Preste quien le dio como abogado a San Blas.  Así consta en el acta de la Parroquia de San Miguel de esa localidad, siendo padrino don Manuel Muñoz, vecino de la villa y testigos don Isidoro Diez y don Francisco Santiago.  [147]

Era nieto de “Juan de San Martín y de María de la Riguera o Larriguera” y de “José Gómez y María Gómez”.

Su familia residía en Málaga y en 1746, Juan de San Martín se incorporó como soldado en el Regimiento de Infantería de Lisboa y en la foja de servicios indicaron que era un hombre de baja estatura, cabellos castaño claro y ojos garzos -azulados-; participó en la lucha al norte de África.  [148]

20-11-1755: integrante de la Compañía de Granaderos

Juan de San Martín y Gómez integró la Compañía de Granaderos y pasó a Marruecos donde durante tres años participó en sucesivos combates en las cuatro campañas. Cumplió distintas misiones y el 1º de enero de 1761 fue nombrado Sargento Primero -de la Segunda Compañía. aunque el Sargento Mayor del Regimiento de Lisboa don Ignacio Ximénez de Iblusquetta lo había propuesto para un grado de oficial.  Estuvo en Mellila en tiempos de paz y al regresar a España, continuó con sus servicios en Galicia, Guipúzcoa, Navarra, Extremadura y Andalucía.

En la recapitulación de sus servicios, documento firmado en Málaga, el 21 de octubre de 1764 -cuando Juan de San Martín ya estaba en Buenos Aires-, el Sargento Mayor del Regimiento de Infantería de Lisboa Ignacio Ximénez de Iblusquetta dejó constancia de los servicios en el ejército español durante “diecisiete años y trece días”. [149]

Fue soldado y Cabo en 1746; Sargento en 1753; Sargento de Granaderos en 1755 y Sargento de 1ª Clase en 1761. Se reconoció que su capacidad era buena; su valor, regular; su aplicación, mucha y su conducta, sobresaliente” y en la ficha está registrado: “Estado Soltero”.  [150]

Tras las cuatro campañas realizadas en Melilla durante tres años, Juan de San Martín pasó a la península y se desempeñó “en la fértil y romántica Galicia, en la activa Guipúzcoa, la varonil Navarra, la adusta Extremadura y la florida Andalucía, vergel”… al decir del historiador José Torre Revello.  [151]

En el Río de la Plata, el 4 de noviembre de 1755 había asumido el gobernador del río de la Plata y del Paraguay don Pedro de Cevallos y continuaban los conflictos en la Banda Oriental y con los portugueses que protestaban desde el Brasil como consecuencia del Tratado de Permuta y la impostergable obligación de establecer los límites de determinadas jurisdicciones.

1764: Juan de San Martín y Gómez en Buenos Aires.

Juan de San Martín llegó a Buenos Aires a mediados de mayo de 1764 procedente de España y con el grado de Sargento Primero.

El gobernador del Río de la Plata y del Paraguay don Pedro Antonio de Cevallos le encomendó “el adiestramiento e instrucción del Batallón de Milicias de Voluntarios Españoles de Buenos Aires”. El 20 de noviembre de 1764 Juan de San Martín recibió el grado de Teniente de la Asamblea de Infantería y desde mayo de 1765 participó en el control del “bloqueo del Real de San Carlos y de la Colonia del Sacramento”.  En julio de 1766 fue nombrado comandante en los partidos de las Vacas y Víboras -actual territorio uruguayo- y desarrolló diversas acciones para combatir a los contrabandistas que operaban en esa zona.

En tales circunstancias, el 19 de septiembre de 1766  gobernador del Río de la Plata Capitán general Pedro de Cevallos pidió ser relevado del cargo y lo reemplazó el gobernador Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa

En Europa ya había terminado la “Guerra de los Siete Años”, pero en esta región del extremo sur de América continuaban los conflictos.

Bucarelli debió cumplir la orden del rey Carlos III de expulsión de los Jesuitas de todo el territorio hispanoamericano.

Mediante el decreto del 27 de febrero de 1767 se había establecido que las estancias que pertenecieron a la Compañía de Jesús fueran administradas primero por la Junta de Temporalidades -jurisdicción municipal- y tal decisión prácticamente constituyó una confiscación de bienes.

Juan de San Martín: administrador de bienes confiscados…

Sabido es que en julio de 1766, el teniente San Martín ya desempeñaba el cargo de Comandante de los partidos de “Las Vacas” y  “Las Víboras” y hay que tener en cuenta la posición estratégica de esos pueblos porque cerca estaba la Colonia de Sacramento dominada por los portugueses y era necesario controlar sus continuos intentos de avance.

Desde el 19 de septiembre de 1766, Francisco de Paula Bucarelli y Ursúa había reemplazado a don Pedro de Cevallos. Al año siguiente debió cumplir la orden de expulsión de los Jesuitas expresada en la orden real del 27 de febrero de 1767, “con el encargo de confiscar las propiedades y secuestro de todos los bienes del referido instituto”.

Durante el otoño de 1767, Francisco de Paula Bucarelli encargó al teniente Juan de San Martín que se hiciera cargo de “la estancia o hacienda llamada Calera de las Vacas, después conocida como Calera de las Huérfanas, que dependía del Colegio Belén de Buenos Aires”.

La gran estancia de “Las Vacas”…

En la desembocadura del arroyo de Las Vacas, a quince leguas de Buenos Aires, los jesuitas habían instalado la gran Estancia de “Las Vacas”.

A escasas dos leguas hacia el norte, “entre el arroyo de Las Vacas y la cañada del Sauce, corre el arroyo de las Víboras”. Las tierras adyacentes fueron pobladas en 1636 por el vecino Gaspar de Godoy por “una merced del gobernador D. Pedro Estela Dávila”.

El historiador Luis Enrique Azarola Gil aludió a “una remota reducción indígena mencionada en un mapa de 1711” y reiteró que a mediados del siglo XVIII, allí se estableció “un núcleo de población blanca y mestiza” que sustituyó a la anterior, indígena.

Los jesuitas llegaron en 1745 y construyeron la iglesia y el caserío, sembraron y plantaron viñedos, comenzaron con sus talleres y después, una calera caracterizó aún más a esa progresista localidad que también fue nombrada estancia del río de Las Vacas o estancia de la Calera y luego, Calera de las Huérfanas.

El mencionado historiador destacó que “fue un latifundio de cuarenta y dos leguas cuadradas de superficie, que llegó a contener 66.000 cabezas de ganado; estaba limitado al Oeste y Sudoeste, por el Plata; al Norte por el arroyo de Las Vacas, y al Este por el Miguelete y el San Juan”.  [152]

1768 – Juan de San Martín: “conservador y administrador”…

Don Francisco de Paula Bucarelli había observado la dedicación del español Teniente de asamblea don Juan de San Martín para cumplir su misión como instructor en el Batallón de Milicias de Voluntarios Españoles de Buenos Aires; en 1765 su participación en el bloqueo del Real de San Carlos y de la Colonia del Sacramento y estaba convencido de que podía encomendarle otras misiones.

Tras la expulsión de los jesuitas era necesario verificar los inventarios y encomendar el cuidado de tales bienes. El virrey nombró a Juan de San Martín para la ocupación de la “estancia o hacienda llamada Calera de las Vacas, después conocida por Calera de las Huérfanas, que dependía del Colegio Belén de Buenos Aires”.  Quienes lo conocían, sabían que Juan de San Martín estaba vinculado a los sacerdotes de la Orden de Santo Domingo, tenaces opositores a la obra de la Compañía de Jesús.

En ese tiempo, ese perseverante militar decidió casarse con Gregoria Matorras, nacida como él, en la provincia de Palencia, en León, España.

El satisfactorio cumplimiento de aquella misión, determinó que Bucarelli de acuerdo a las atribuciones conferidas por el rey, el 1º de abril de 1768 le otorgara al Tte. Juan de San Martín el título de “Ayudante mayor del Batallón de Voluntarios de Buenos Aires, con ejercicio de su empleo en la compañía de don Agustín de Aizpurúa, siendo confirmado por el Rey, título expedido en San Lorenzo el Real, el 30 de octubre de 1772”. [153]

(Un dato oportuno: en el siglo siguiente, en 1816, José de Artigas fundó el pueblo del Carmelo, “sobre el arroyo de Las Vacas, en el punto donde sus aguas forman un puerto natural… con elementos de Las Víboras y sujeto a esta parroquia”, de la cual fue ayudante hasta 1830 según lo ha reiterado el historiador Azarola Gil.)

Julio de 1768: Francisco Bucarelli en Yapeyú…

En julio de 1768, el gobernador del Río de la Plata Francisco de Paula Bucarelli llegó hasta la zona donde estaban las Misiones del noreste.

El 15 de ese mes, estaban en la Capilla de San Martín cuando se enteraron de “las noticias sobre la marcha de Riva Herrera y Zabala y de los trabajos que en ella padecieron para incorporarse con los destacamentos y empezar la ejecución”.

Los españoles se manifestaban como si estuvieran convencidos de que entre los indígenas “siempre subsistía aquella desconfianza y horror que los jesuitas les impresionaron contra los españoles persuadiéndoles desde el púlpito a que éramos sus acérrimos enemigos, que no creyesen a los corregidos que llevaba conmigo, que la providencia se dirigía a esclavizarlos y quitarles los bienes con sus mujeres y sus hijas, reduciéndolos a la mayor miseria, con otras especies que hacían abominable hasta el sagrado nombre del Rey”.

Tras rememorar expresar tales suposiciones, el teniente general Bucarelli escribió:

“…tomadas las medidas para asegurar el primer golpe sobre los que estaban en Yapeyú, me mantuve prevenido a la vista y destaqué al Capitán don Nicolás Elorduy con el doctor don Antonio Aldao y una partida de tropas para que les intimase el real decreto; y recogiendo al provincial y seis compañeros que allí estaban los despaché por el Uruguay y Salto en una embarcación del propio pueblo a cargo de un oficial y tropa suficiente, exigiendo del provincial cartas suficientes para que los de su orden hiciesen la respectiva entrega a los que yo comisionase, pues para que no hubiese detenciones ya les había escrito que tuviesen formados los inventarios.  Como a los indios que llegaban les hacía regalos y agregaba a los corregidores y caciques, quienes les comunicaron el buen trato mostrándoles sus vestidos y lo que llevaban para sus mujeres, fueron desechando sus temores.  Me avisaron que esta inmediato el cacique Nicolás Naugueru, de quien hablo a V. E. en carta separada.

Desembarazado en Yapeyú de jesuitas, hice mi entrada el dieciocho dándole todo el aparato y ostentación que cupo para captar la benevolencia y el respeto, poniéndome a la cabeza de los granaderos, cuyas gorras, que nunca habían visto, causaron grande admiración, y con la formalidad y lucimiento posible seguido de los oficiales y corregidores, caciques y diputados que habían llegado de todos los pueblos y salieron a recibirme con su cabildo al paso del río Guaybirabí con músicas, danzas, escaramuzas”.

El historiador José Pacífico Otero, reiteró lo expresado por un cronista de esa expedición: “A las ocho de la mañana, salió Su Excelencia de la capilla de San Martín situada a una legua de Yapeyú.  Iba acompañado por su guardia de granaderos y dragones, habiendo destacado dos horas antes las compañías de granaderos de Mallorca para disponer y sostener el paso del arroyo Guavirade, que es de necesidad atravesarlo en balsas y canoas…  Montó a caballo para efectuar su entrada pública. Abrían la marcha los dragones, a los que seguían dos edecanes que precedían a S.E., en pos del cual iban las dos compañías de granaderos de Mallorca, seguidas de la comitiva, de los caciques y corregidores y gran número de jinetes de aquellas comarcas.  Se hizo alto en la plaza mayor frente a la iglesia.  Habiéndose apeado S. E., el vicario general de la expedición don Francisco Martínez se presentó en las gradas del pórtico para recibirlo, acompañándolo hasta el presbiterio donde entonó el Te Deum que fue cantado y ejecutado por una música compuesta en su totalidad de guaraníes.  Mientras duró la ceremonia, la artillería hizo tres descargas.  En seguida S. E. pasó a ocupar el alojamiento que eligió en el Colegio de los Padres, a cuyas inmediaciones acampó la tropa hasta que dio orden para que se acuartelase ésta en Guatiguazú o casa de las recogidas”. [154]

El 26 de julio de 1768, Bucarelli ordenó que Elorday y Aldao marcharan hacia el pueblo de La Cruz, distante ocho leguas y dos días después salió él.  Cuando llegó, ya se habían embarcado los dos jesuitas por el Uruguay y el Salto, como escribió en su informe: “tuve un buen recibimiento y practiqué lo propio que en Yapeyú, mostrando sus habitantes igual alegría. El 31 de julio salí de La Cruz para Santo Tomé, donde se encontraron seis barriles de pólvora pertenecientes al Rey, de la que dejó mi antecesor, según confesó el cura, y en tres jornadas, con todo el tren vencí veinte leguas de mal camino, balseando el Igarapey que es invadeable; adelanté a Elorduy y Aldao para que recogiesen los jesuitas, y este pueblo manifestó su bella conformidad y buen afecto y expuso el sentimiento de que sus curas habían quemado hasta las raíces de los árboles de la huerta y hecho otras acciones poco cristianas, sirviéndose de consuelo su mudanza.  Como el de San Borja está inmediato, dividiéndolo sólo el Uruguay, y convenía ocuparlo para que Zabala en cualquier contrario accidente tuviese asegurado su paso y retirada por él, envié luego a Elorduy y Aldao para actuar en él la diligencia que se encontró sin oposición, aunque no había formados inventarios y se reconoció con menos opulencia en sus haciendas que las demás, y recogiendo al cura y sus compañeros unidos a los de Santo Tomé, se enviaron al Salto por el Uruguay”. [155]

Han reiterado que el párroco de Corrientes Martínez de Ibarra colaboró con Bucarelli en la organización del traspaso de los pueblos guaraníes hasta entonces conducidos por los jesuitas a los curas designados para reemplazarlos.

Todos los bienes pasaron a la Corona Española y fueron administrados por Juntas de Temporalidades integradas por funcionarios designados por el rey y con obligaciones de rendir cuentas.  Los hechos demostraron que en algunos casos esos responsables no fueron tan estrictos porque se produjeron saqueos y pérdidas de bienes irreemplazables, como sucedía con enseres, bibliotecas, documentos…

Cumplida la misión de desalojar a los jesuitas, Bucarelli elaboró un documento con las órdenes para los dos gobernadores y como expresó el historiador Raúl de Labougle, “para la organización política y administrativa, dióles el 23 de agosto de 1768 una Instrucción bien extensa”.  Durante el primer año de tal administración advirtió que era más conveniente un solo gobierno y estructuró otra organización.

16-07-1768: inventario en el pueblo de Yapeyú…

(Sabido es que Yapeyú es el nombre indígena del río luego conocido como “Arroyo Guaviraví) y significa “mojón amarillo” o “que tiene la piel amarilla”,  o “río de superficie amarilla”.

Hacia el oeste del río Uruguay, en el pueblo de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú, en la desembocadura del arroyo Yapeyú -en guaraní río de piel amarilla-, los jesuitas habían logrado reunir más de seis mil indígenas y cuando fueron desalojados en 1767, ese pueblo estaba en pleno desarrollo.)

 

En su informe al Conde de Aranda, en 1768 Francisco de Paula Bucarelli escribió: “…Tomadas las medidas para asegurar el primer golpe sobre los que estaban en Yapeyú, me mantuve prevenido a la vista y destaqué al Capitán don Nicolas Elordoy con el doctor don Antonio Aldao y una partida de tropas para que les intimase el real decreto; y recogiendo al provincial y seis compañeros que allí estaban los despaché por el Uruguay y Salto en una embarcación del propio pueblo a cargo de un oficial y tropa suficiente, exigiendo del provincial cartas suficientes para que los de su orden hiciesen la respectiva entrega a los que yo comisionase, pues para que no hubiese detenciones ya les había escrito que tuviesen formados los inventarios… Me avisaron que estaba inmediato el cacique Nicolás Naugueru, de quien hablo a V. E. en carta separada”…

Inventario entregado por el Padre Mascaró.

El padre jesuita Jaime Mascaró, cura párroco del pueblo de Yapeyú, “por orden del Ecmo. Sr. D. Francisco Bucareli, gobernador y capitán general de estas provincias”, el 16 de julio de 1768 anotó el inventario “de las cosas y bienes de dicho pueblo” y lo entregó a don Nicolás Elordoy.  [156]

“Inmediatamente se dio principio al cotejo de dicho inventario por las alhajas de iglesia y sacristía, con asistencia del expresado regular Jaime Mascaró, del P. Predicador general Fr. Marcos Ortiz, religioso dominico, que entra a subsistir el ejercicio de cura, de Fr. Bernardo Guerra, su compañero, y del Cabildo del pueblo, y en efecto, llamándose las que contiene, por el mismo orden de dicho inventario, se reconoció su existencia, en cuya virtud el referido fray Marcos Ortiz, se dio por recibido de ellas, ofreciendo cuidar de su permanencia y de dar la correspondiente razón en los tiempos debidos; y para que conste se firmó esta diligencia por dicho religioso, por el corregidor y secretario de cabildo, y ante los testigos con quienes se actúa. Nicolás de Elorduy.- Fr. Marcos Ortiz.- Maximiano Chepota, corregidor.- Miguel Javier Arayu, secretario.- Testigo, Gregorio de Soto.- Testigo, Martín José de Arce.

En el dicho día y con la misma asistencia, se continuó el reconocimiento y cotejo de la librería que contiene el inventario, como perteneciente al dicho pueblo”…”  Al día siguiente, “con la asistencia del regular Jaime Mascaró, del expresado Cabildo, del procurador de dicho pueblo, de D. Gregorio de Soto, administrador español nombrado por el Excmo. Sr. Gobernador y Capitán General, y de los mayordomos indios” se dedicaron “al reconocimiento de los almacenes” y “verificándose por esta inspección su existencia… inmediatamente se pusieron a dichos almacenes dos llaves más de las que cada uno tenía, según lo determinado por S. E. en este punto, entregándose una por el mismo orden, una al corregidor del pueblo, otra al administrador español y la restante al mayordomo nombrado Diego Guachucho”…

El mismo día 17 de julio de 1768, bajo juramento interrogaron al Padre Jaime Mascaró acerca de diversos asuntos referidos a la administración de dicho pueblo”.

1769: Juan de San Martín, ascenso como “Ayudante Mayor”…

El 1º de abril de 1769, Francisco de Paula Bucarelli reconociendo los servicios de Juan de San Martín, le otorgó el título de Ayudante Mayor del Batallón de Voluntarios de Buenos Aires y tres años después fue confirmado por el Rey, el 30 de octubre de 1772.

En las cercanías de esa estancia logró apresar “a los tristemente célebres bandidos Joaquín de Cuevas y Roque Sánchez o Largo, junto con otros secuaces, José Sánchez y Santiago Gonzáles, que ejercían en la banda oriental del Plata sus ilícitas ocupaciones, burlando de continuo a las fuerzas enviadas en su seguimiento”.

En 1769, el ayudante mayor Juan de San Martín ya estaba pensando en su casamiento y en las responsabilidades que debería asumir.

27-12-1769: las Misiones y sus cuatro departamentos…

Francisco de Paula Bucarelli, el 27 de diciembre de 1769, mediante un decreto dividió las Misiones en cuatro departamentos:

Candelaria que comprendía ese pueblo, Santa Ana, Nuestra Señora del Loreto, San Ignacio Miní, Corpus Christi, Jesús, Santísima Trinidad, Itapúa, San Cosme y San Damián, Santiago Apóstol y Santa Rosa. Residencia del gobernador.

Concepción: este pueblo, residencia de un teniente de gobernador (primero nombrado don José Barbosa) y los pueblos de San José, San Francisco Javier, San Carlos y Apóstoles.

San Miguel que incluía ese pueblo, residencia de un teniente de gobernador (primero nombrado don Gaspar de la Plaza) y los pueblos de San Juan Bautista, Santo Ángel, San Lorenzo Mártir, San Nicolás y San Luis.

Yapeyú que abarcaba ese pueblo, residencia de un teniente de gobernador (primero nombrado don Francisco Pérez de Saravia) y los pueblos de La Cruz, San Francisco de Borja y Santo Tomé.

Bucarelli el 15 de enero de 1770 incorporó una Adición a las primeras instrucciones. Es oportuno tener en cuenta que no modificó las disposiciones y reglamentos sobre los Cabildos que estaban constituidos por un Corregidor y un Teniente de Corregidor -nombrados por el gobernador de Buenos Aires- y dos alcaldes ordinarios de primero y segundo voto; un alcalde de la Hermandad, un alférez real, cuatro regidores, un alguacil mayor y un secretario, electos por la comunidad indígena.  Sabido es que los cabildantes llevaban vara como signo de jerarquía.

Junio de 1770: disposiciones sobre el comercio en “las Misiones”.

Mediante una Ordenanza, a partir del 1º de junio de 1770, Francisco de Paula Bucarelli estableció las normas para el comercio de los españoles con los indígenas Tapes y Guaraníes del Paraná y Uruguay.

La lentitud en las comunicaciones entre el gobierno del Río de la Plata y la corona española, es evidente cuando se alude a las disposiciones que están vigentes en este extremo sur de América y el momento en que el rey aprueba o rechaza tales reglamentaciones.

Las Ordenanzas que Bucarelli firmó en 1770, fueron aprobadas por el Rey casi ocho años después, el 27  de abril de 1778:

“…se señalaban un administrador general con residencia en Buenos Aires, y un administrador para cada pueblo, el que debía cuidar los intereses temporales de los indios, con prohibición de que en éstos intervinieran los párrocos”.

El historiador de Labougle destacó también que “las atribuciones principales de esos administradores eran la guarda de una de las llaves el almacén donde se encerraban y conservaban los efectos del Común del pueblo, los cuales sólo se podían extraer con su acuerdo, el del Cabildo y el mayordomo”.

Decisión de Bucarelli: fin del bilingüismo en la educación…

Entre los tantos errores que evidentemente cometió el virrey convocado prácticamente para cumplir la orden del rey Carlos III y expulsar a los jesuitas ordenando lo pertinente para la reorganización de esos pueblos, es insoslayable la orden que establecía como obligatorio el uso del idioma castellano, siendo que hasta entonces no sólo habían elaborado vocabularios bilingües -guaraní y castellano- y editados libros en ambos idiomas, sino que habían sido precursores en cuanto a la liturgia porque en las ceremonias religiosas, los fieles se expresaban en su propia lengua.

01-10-1770: matrimonio con Gregoria Matorras del Ser.

En Buenos Aires, Juan de San Martín conoció a la joven Gregoria Matorras del Ser que había llegado a la ciudad con los acompañantes de su primo, el gobernador de Tucumán Jerónimo Luis de Matorras (1769-1775), conquistador del Chaco Gualamba.

Gregoria Matorras nació en Villa de Paredes de Nava (Palencia), el 12 de marzo de 1738.  Era hija de Domingo Matorras González nacido en el Valle de Lameo (Montañas de Santander” y de María del Ser y Antón, casados el 25 de febrero de 1717 en Villa de Paredes (lugar de residencia de la familia del Ser y probablemente donde nació María.)  Fue bautizada en la Parroquia de Santa Eulalia el 22 del mismo mes. Era nieta de “Juan de Matorras y Catalina González, el primero al parecer vecino de Mazardo (Santander)” y de “Blas del Ser (vecino de Paredes de Nava (Palencia) y Gregoria Antón, natural de Alarcedo”, según lo escrito por el historiador Rafael Luis Gómez Carrasco.

Juan de San Martín y Gregoria Matorras decidieron contraer matrimonio y como él estaba cumpliendo una misión, otorgó poderes el 1º de octubre de 1770 a nombre del Capitán de Dragones Juan Francisco Sumalo en primer lugar, luego del Capitán de Infantería Juan Vázquez y en caso de ausencia de ellos, nombró al Teniente Nicolás García.  La ceremonia de esponsales se realizó en la Catedral de Buenos Aires el 1º de octubre de 1770 y luego el matrimonio vivió en la Estancia de las Vacas.

Informes sobre el desempeño y rendición de cuentas…

Acerca del desempeño del Comandante Juan de San Martín en la estancia de las Vacas, han reiterado el texto de un documento firmado en 1770 por el Obispo de Buenos Aires Monseñor Manuel Antonio de la Torre:

“…perseveran los hornos de cal y ladrillo en la dicha estancia de Las Vacas, mediante la especial económica aplicación de don Juan de San Martín, oficial de la Asamblea… de quien se dice haber excedido a los Padres Jesuitas en la economía”.

En el informe del Síndico Procurador General don Francisco Antonio de Basabilbaso elaborado tras revisar las cuentas de esa Estancia, aprobado en la sesión del 19 de enero de 1775 por la Junta Municipal de Temporalidades, hay valoraciones insoslayables:

“Se reconoce la pureza, celo y desinterés con que ha Administrado, dándole unos aumentos y veneficios considerables, que sólo podían esperarse de un oficial como éste, que no ha perdonado fatiga, ni trabajo el más penoso y mecánico, para llenar mejor el exacto cumplimiento de la Comisión que se le había conferido, saviendo al mismo tiempo mantenerse en la más gustosa tranquilidad con los vecinos y hacendados, conservando con ellos una correspondencia tan recíproca, y particular, quanto que lejos de haver havido las quejas que regularmente se forman en las divisiones de los Ganados por su indispensable Mezcla, y matanza de lo ageno, ha producido el ventajoso veneficio de que unos a otros se hayan ayudado, y a servido mutuamente mereciendo por tanto este Oficial, el que todos hayan sentido se separase de la administración, y de aquellos parajes que hasta perseguía a los vagos y mal entretenidos.”

Han reiterado que en esa oportunidad, Juan de San Martín recibió “doscientos cincuenta pesos, con cinco y medio reales, que resultaba como saldo a su favor”.

Descendencia del matrimonio San Martín-Matorras…

El Comandante Juan de San Martín estaba a cargo de la Estancia de las Vacas, jurisdicción de la Parroquia de las Víboras, cuando nació la primera y única hija María Elena, el 18 de agosto de 1771, bautizada dos días después por Fray Francisco Pera, Predicador de la orden de Santo Domingo y capellán de Calera del Rey, en el Partido de Las Vacas, obispado y provincia de Buenos Aires. [157]

En la Estancia de las Vacas también nació Manuel Tadeo el 28 de octubre de 1772, bautizado el 9 de noviembre por el Obispo de Buenos Aires Don Manuel Antonio de la Torre que estaba visitando las parroquias de la diócesis y se encontraba en esa localidad.

El 5 de febrero de 1774 nació Juan Fermín Rafael, bautizado por el “provisor mayordomo del obispo, don Juan Rodríguez de Cisneros”, siendo padrinos dos vecinos de Buenos Aires: don Fermín de Aoiz y Da. María Rafaela de la Moneda de Aoiz, representados por los esposos don Pedro Arévalo y doña Juana Carador y Arpide, siendo testigos el clérigo Cipriano Santiago Villota y el Padre Teniente Cura Fray Francisco Llama.  [158]

El Padre Fray Rubén González O. P. destacó que  Juan de San Martín y Gregoria Matorras del Ser, tuvieron estrecha relación con aquella Orden, “hasta el punto de pertenecer a ella como miembros de la Tercera Orden, o sea de la parte a la que pueden adscribirse los sacerdotes seculares y los civiles”.

1775: Teniente de Gobernador  – Departamento de Yapeyú.

Don Juan de San Martín se desempeñaba como Ayudante Mayor de la Asamblea de Infantería de Buenos Aires y el 13 de diciembre de 1774 el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo lo nombró “Teniente de Gobernador de cuatro Pueblos de Indios de la Nación Guaraní del Departamento de Yapeyú”, vacante por fallecimiento de Don Francisco Pérez.

 “A comienzos de abril de 1775, cumplió con la misión de trasladarse al pueblo de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú, lugar de residencia del teniente de gobernador del departamento del mismo nombre, que era integrado además por los pueblos o reducciones de La Cruz, San Francisco de Borja y Santo Tomé”.

Durante el otoño de 1775, Don Juan de San Martín estaba terminando de organizar el traslado hacia el noreste, con su esposa y los tres hijos.  Por segunda vez, la familia debía instalarse en un lugar donde los jesuitas habían desarrollado su obra evangelizadora y de intensa capacitación laboral agrupando a cuatro comunidades guaraníes. Hasta entonces, aquellos bienes habían sido administrados por la Junta Municipal de Temporalidades.

Breves referencias sobre Yapeyú…

Sabido es que por iniciativa del padre provincial Nicolás Durán Mastrilli el 4 de febrero de 1627 fundaron la Reducción de Yapeyú asignándoles tal misión a los religiosos Pedro Romero -primer Párroco de Yapeyú- y al Padre Roque González de Santa Cruz, desde 1619 superior de las Misiones del Uruguay.

El departamento de Yapeyú abarcaba el territorio limitado por los ríos Ibicuy, Ibirapitá, Tacuarembó, Negro y Uruguay; comprendía cuatro pueblos y lo integraban además las reducciones de La Cruz, Santo Tomé y San Francisco de Borja.

 

El departamento de Yapeyú en 1775 estaba habitado por aproximadamente  11.172 personas porque después del retiro de los jesuitas, las enfermedades hicieron estragos en todas las familias. Han reiterado que en ese tiempo, aún era una de las estancias con mayor producción y proveedora de otras reducciones cercanas.

Los pobladores de Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú, tanto debían vigilar el ganado cimarrón para que no fuera arreado por otras vaquerías, como tenían que estar alertas a los movimientos de los charrúas y minuanes acostumbrados al nomadismo y que se resistían a la evangelización. A principios de esa década, las muertes provocadas por las epidemias de viruela habían disminuido la población ya que en 1772 registraron aproximadamente ocho mil personas  y en 1775 sólo 3.332 habitantes.

El delegado Don Juan de San Martín fue recibido en Yapeyú por el Corregidor D. Benito Tañuirá que lucía su uniforme de gala rojo, azul y blanco; luego lo saludaron otras autoridades presentes siguiendo el orden de jerarquías.

Entre las misiones de gobierno y la vida familiar…

La familia San Martín-Matorras estuvo instalada desde abril de 1775 en el antiguo Colegio de los Jesuitas encontrándolo como había sucedido con la mayoría de los edificios que soportaron saqueos: necesitaba reparaciones en la construcción; más muebles y enseres, pero el matrimonio supo organizarse sin mayores exigencias.

Días después, el 22 de abril de 1775 Don Juan de San Martín envió una carta a Francisco de Paula Bucarelli que recién es contestada el 7 de agosto de ese año, manifestando que recibió también los documentos que acompañaba, y que “enterado de todo” expresaba:

“…no dude de mi fiel inclinación y que cuantos oficios pendan de mi arbitrio los pasaré gusto al logro del Grado de Capitán que Ud. solicita”… [159]

A principios de 1776, don Juan de San Martín recorrió el territorio oriental para observar cómo quedaron las estancias de Yapeyú después de las epidemias y encontró el territorio prácticamente abandonado.  Entre los ríos Negro y Yí, estancieros de Montevideo habían reunido ilegalmente al ganado cimarrón de esa región.

Decidió descender hasta Paysandú donde halló el mismo caserío; se propuso promover cambios y en febrero de ese año, tras una disputa con el vecino Martínez de Haedo que se había apropiado de tierras de la comunidad guaraní, logró legalizar el dominio dentro de la jurisdicción de Misiones. Los guaraníes trabajaron en la construcción de una empalizada de palo a pique, instalaron bastiones y cañones; lograron instalar almacenes, una pulpería y una pequeña capilla.

El 24 de julio de 1776 estaba en San Borja con su esposa Gregoria Matorras y del Ser -“prima del gobernador de Tucumán y conquistador del Chaco, Gualamba, doncella noble, natural de Paredes de Nava, Palencia”- y sus tres hijos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín. [160]

Resulta evidente que doña Gregoria acompañaba a su marido a distintas localidades porque estuvo junto a él en San Borja, el 11 de diciembre de 1776 y desde enero de 1777 en Yapeyú.

En aquel tiempo, “el férreo oficial español disciplinó a quinientos cincuenta guaraníes, formando un aguerrido batallón que, con sus coloridos uniformes galonados de plata, fue presentado al gobernador de los Treinta Pueblos de las Misiones, Don Francisco Bruno de Zavala, en la vasta plaza mayor”…  [161]

Al año siguiente, más disidencias y diferentes conflictos. En el Río de la Plata, el 22 de abril de 1777 el virrey Pedro de Cevallos sitió la Colonia del Sacramento y el gobernador portugués la entregó el 5 de junio de ese año. Mediante un bando publicado en julio, el virrey Cevallos prohibió extraer plata y oro con destino al Perú.

Sabido es que mientras tanto en España seguían intentando más acuerdos y durante el otoño de aquel año, en el Real sitio cercano a Segovia, el 1º de octubre de 1777 firmaron el Tratado de San Ildefonso con el propósito de terminar las continuas las luchas por estratégicos lugares: Portugal debió entregar a España tres islas: Martín García, San Gabriel, Dos Hermanas y la Colonia del Sacramento.

El 27 de octubre de 1777 se desmembró el Virreinato del Perú al crearse el virreinato del Río de la Plata.  Juan José de Vértiz y Salcedo asumió el 6 de noviembre de 1778 como primer Virrey.

Nacimiento de Justo Rufino San Martín Matorras…

La hija mayor de Juan de San Martín y de  Gregoria Matorras, María Elena, tenía aproximadamente cinco años cuando en 1776, nació el cuarto hijo del matrimonio bautizado con los nombres: Justo Rufino.

Juan de San Martín seguía trabajando con entusiasmo, volvió hacia la ruta al Salto y comprobó que estaba declinando.  Pidió a las autoridades de Buenos Aires la autorización para fundar cuatro estancias comunitarias para criar ganado de rodeo: Estancia de La Merced (actual Monte Caseros), Estancia San Gregorio (próxima a Mocoretá), Concepción de Mandisoví (luego Federación) y Jesús del Yeruá, al sur de Concordia. Para comenzar la explotación ganadera compraron animales a un criador del sur entrerriano.

En 1777, el afán expansionista de los portugueses del Brasil determinó la necesidad de que Juan de San Martín se trasladara a San Francisco de Borja para organizar la defensa porque estaban aliados con tribus de charrúas y minuanes.  Su esposa estaba embarazada y él pudo regresar a Yapeyú a fines de ese año.

25-02-1778: nacimiento de José de San Martín.

En Yapeyú, tierra colorada donde el paisaje abarca llanuras y selvas, ríos y arroyos, el 25 de febrero de 1778 nació un niño luego bautizado como José Francisco, cuarto hijo de Gregoria Matorras y de don Juan de San Martín Gómez.

No se han hallado documentos relacionados con ese nacimiento y bautismo. Hay coincidencia acerca de que habrían sido destruidos cuando Yapeyú soportó diversas invasiones e incendios.  Sí es sabido por escritura del fraile Rubén González (de la Orden de los Predicadores), que el capellán que bautizó a la primogénita María Elena, el Padre Francisco Pera, ejerció las funciones de Párroco en Yapeyú como se había dispuesto al adjudicar esa principal Reducción a la Orden dominicana.  [162]

Como sucedía con otras personas, ese fraile en distintos documentos es identificado con diferente escritura: Padre Cano de la Pera, más conocido como Francisco de la Pera.

En 1778, fue firmado el Tratado de Amistad, Garantía y Comercio: Portugal cedió a España las islas de Año Bueno y de Fernando Poo, en la costa africana y a los fines de facilitarle el tráfico de esclavos.

Crecientes dificultades económicas…

Al año siguiente del nacimiento de José Francisco, doña Gregoria Matorras de San Martín se trasladó desde Yapeyú a Buenos Aires, “para gestionar allí el cobro de los haberes que aun se le adeudan a su esposo”, como lo ha destacado el historiador José Pacífico Otero.

En 1784, “esos amantes padres no tienen ningún patrimonio material” y con todos sus hijos decidieron embarcarse hacia “la Península Ibérica, cumpliendo José Francisco sus seis años de edad y su santo, en alta mar”, es decir que el 19 de marzo de ese año, estaban navegando por el Océano Atlántico.

Ingresa como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia, según la hoja de servicio: “Cadete, 21 Julio 1789” -cuatro días antes de los once años y cinco meses de edad- y fue ascendido el 19 de junio de 1793 a “Segundo Subteniente”.  [163]

“Faltan los memoriales de regimiento Murcia archivados en el depósito general de Segovia; y en los propios de los regimientos actual que han heredado sus banderas  y expedientes”.  Hay datos en “los diarios de operaciones de las campañas en las que intervino José de San Martín.  Los de Orán y los de Portugal en la guerra de las ‘naranjas’…”

El historiador Juan Manuel Zapatero -español, doctor y ex comandante de Infantería- leyó esos documentos y destacó que el 25 de junio de 1791, llegó José Francisco de San Martín a Orán integrando una dotación transportada “para asistir a la defensa de la plaza contra los ataques y sitio del bey de Máscara”. Allí lucharon y permanecieron durante treinta y  tres días, hasta que el 12 de septiembre de 1791, en la Convención de Argel, el rey “Carlos IV renuncia a las plazas de Orán y Mazalquivir.”  [164]

Juan  de San Martín, capitán y colonizador…

Distintos historiadores han destacado la obra colonizadora realizada por Juan de San  Martín en el departamento de Yapeyú porque logró instalar poblaciones en campos situados entre el río Miriñay -límite meridional de las Misiones- y el río Yerúa, al sur de la actual ciudad de Concordia. Como lo había ordenado Francisco de Paula Bucarelli, se avanzaba hacia el reconocimiento de la ruta al Salto, sobre el río Uruguay como recurso favorable para el intercambio comercial desde aquella zona productora de yerba mate, mandioca, algodón y tabaco; donde también abundaban cueros y grasas.

El 4 de septiembre de 1778, el segundo virrey Juan José de Vértiz firmó un informe favorable y Juan de San Martín ascendió al grado de Capitán de Infantería, “despacho real expedido en El Pardo, a 15 de enero de 1779”.

Las estancias organizadas por Juan de San Martín siguieron desarrollándose y datos de 1780 indican que en la de Concepción de Mandisoví registraron “18.339 cabezas de ganado vacuno, 4764 terneros, 100 yeguas de cría y otros animales” y que en la capilla, veneraban a la imagen de “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción”, actual Patrona de la Diócesis de Concordia.

Por el río Uruguay se intensificó el tráfico fluvial que favoreció el intercambio entre los pueblos misioneros y los de sur hasta Buenos Aires.

Un control del Cabildo de Yapeyú hacia 1784, registró el funcionamiento de “18 estancias y 25 puestos”, con sus pertinentes Capillas y los ranchos donde vivían las familias encargadas del cuidado de esas haciendas.

Algunos datos aluden al intercambio comercial en aquel tiempo:

“Un bergantín y dos barcos, destinados al transporte de las haciendas que por esta vía remiten algunos Pueblos del Uruguay a la Administración General, como para conducir del Puesto del Salto los efectos.

Dos champanes (pequeñas embarcaciones para la navegación fluvial) y dos botes dedicados para el tráfico del Pueblo.

Cuarenta carretas y dos carretones para transportar las haciendas que se consignan en la Administración General, al Puerto del Salto.

José Francisco de San Martín desde otro umbral…

Desde su voluntario exilio en Boulogne Sur-Mer (Francia), el 11 de septiembre de 1848 -casi dos años antes de su fallecimiento-, José de San Martín envío una carta al Mariscal del Perú Don Ramón Castilla:

“…Como Ud. yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años, hasta el grado de teniente coronel de caballería.

Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarles nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar”.

Durante el siglo siguiente, José Francisco de San Martín para algunos es La Gloria de Yapeyú, para otros El Gran CapitánEl Libertador de AméricaEl Santo de la Espada…  

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Siglo XIX: casi legendaria “Estancia Santa Catalina” de Córdoba.

Sabido es que el reparto de tierras ha sido y sigue siendo una de las causas de continuos conflictos en distintas latitudes porque es evidente la tendencia a una distribución diferenciada e injusta…

En las Reducciones, los Jesuitas habían logrado que los indios se dedicaran a la agricultura y al cuidado de ganado y aves mientras en otras provincias, las Estancias estaban en pleno desarrollo y proveían lo necesario para el mantenimiento del culto y de los colegios.

Cuando fueron obligados a abandonar las colonias españolas y los trasladaron a Italia, comenzó una etapa de evidente declinación.

Aquí, un relato referido a una de las Estancias situadas en la provincia de Córdoba y datos sobre la compra realizada por el Teniente Coronel Francisco Díaz en 1774, al legado a favor de su hija en 1808, quien catorce años después era doña Clara Díaz de Roca.

Más allá del abambaé y el tupambaé, el General Julio Argentino Roca organizó la expedición para aniquilar a las tribus que vivían al suroeste de la provincia de Buenos Aires y así fue como los mapuches terminaron prácticamente acorralados cerca de la precordillera de los Andes…

 

Sabido es que tras ser expulsados los jesuitas -en Córdoba el 12 de julio de 1767-, los bienes de la Compañía de Jesús pasaron a la Junta de Temporalidades que debía administrarlos y lógicamente, en cada lugar asumió un encargado del control.

Seis años después se dispuso la venta de las estancias de Córdoba y en 1774, el alcalde ordinario de primer voto Teniente Coronel don Francisco Díaz hizo su oferta y logró su propósito al adquirir aquel latifundio: la Estancia “Santa Catalina” con todas sus construcciones, “hacienda y esclavos”.

En 1808, el Tte. Cnel. Francisco Díaz legó esa propiedad a su hija Clara.

Tiempo después, Julio Argentino Roca conoció a Clara Díaz mientras era Comandante de Fronteras en Córdoba y se casaron el 2 de agosto de 1822.

Problemas relacionados con la posesión de tierras…

En la segunda década del siglo diecinueve, el hábil Bernardino González Rivadavia seguía impulsando proyectos que aludían a un porvenir maravilloso, “por decretos”, como han reiterado varios historiadores. Los vecinos de Buenos Aires disfrutaban de una aparente paz mientras los opositores de las provincias ya se habían alejado: el caudillo José de Artigas estaba exiliado en el Paraguay; en la Provincia Invencible gobernada por el brigadier general Don Estanislao López y la cabeza de Francisco Ramírez expuesta en una pica al frente del Cabildo era algo más que un llamado de atención, simbolizaba la advertencia de otro atroz escarmiento. Bernardino Rivadavia ya estaba decidido a hipotecar las tierras fiscales como garantía del primer empréstito y necesariamente impulsó la ley de enfiteusis: estaba prohibida la venta y autorizada la entrega de parcelas a los colonos.  En vano intentó colonizar porque la incertidumbre generada por los conflictos internos y la guerra contra Brasil ahuyentaron a los inmigrantes.

No ha sido por casualidad, la presidencia del general Justo José de Urquiza tras el derrocamiento del brigadier don Juan Manuel de Rosas, el federal que ha sido reconocido por algunos como el tirano y loado por otros.  [165]

Tampoco fue por casualidad que el 1º de mayo de 1853 en Santa Fe de la Vera Cruz sancionaran la Constitución Nacional…

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No fue casual la visita del presidente “Domingo Faustino Sarmiento” al general Urquiza en su Palacio San José a orillas del río Uruguay -el 3 de febrero de 1870 y tampoco fue por casualidad que llegara con un séquito de políticos incluyendo a los ministros de Estados Unidos, Prusia y España…

Tampoco fue por casualidad que dos meses después, el 11 de abril de 1870 a la noche, asesinaran al general Urquiza cuando se acercó a una de las puertas de su lujosa residencia.

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En la década siguiente, tampoco fue por casualidad que el general Julio Argentino Roca asumiera la presidencia de la Nación en 1880 y de acuerdo al plan elaborado el año anterior, se lograra el sometimiento o alejamiento de las tribus patagónicas durante la campaña en los ríos Negro y Neuquén quedando los mapuches acorralados en la precordillera, mientras otras expediciones debían combatir a los matacos y mocovíes en el norte para poner en marcha los primeros proyectos de colonización en las gobernaciones de Chaco y Formosa. No fue por casualidad que cumplidas tales misiones, un año antes de terminar su período de gobierno, el presidente Roca en su mensaje de 1885 dijera: “Como La Pampa, el territorio de Limay, la Patagonia y Tierra del Fuego, el Chaco entra ahora con sus hermosos campos y bosques seculares a ser posesión real y positiva de la Nación”. Así fue como enseguida, el gobierno empezó a vender tierras que fueron adquiridas por personas que ni las conocían…

Tales hechos son parte indisoluble de otras historias.

Una es pertinente a la descendencia de los Roca: el padre de José Segundo Roca -guerrero de la independencia del Brasil y del Paraguay- era oriundo de Tarragona -Cataluña, España-. El 17 de julio de 1843 nació en Tucumán, Julio Argentino Roca -hijo de José Segundo-; estudió en esa ciudad y a los dieciséis años fue incorporado como voluntario en el ejército del general Justo José de Urquiza, cuando “Entre Ríos se convirtió en un pueblo en armas”, según expresión del historiador Diego Abad de Santillán.

Otra, está relacionada con el perseverante catalán Felipe Senillosa, nacido en Barcelona el 26 de mayo de 1783, estudiante de Matemática en la Universidad de Alcalá de Henares, militar que participó en la guerra contra Francia y en 1808 se destacó en la batalla de Zaragoza y fue ascendido; al año siguiente fue tomado prisionero y al ser liberado sirvió como topógrafo al ejército francés del emperador Napoleón Bonaparte; emigró a Londres en 1813 y allí conoció a los rioplatenses Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia que estaban en misión diplomática informando sobre la revolución de mayo de 1810 y algunos proyectos.
A Senillosa le interesaban los asuntos relacionados con la educación y lo convencieron para que viajara a Buenos Aires, llegó en 1815 y fundó el periódico Los amigos de la Patria y de la Juventud como expresión de las necesidades de poner en marcha proyectos educativos; luego fue el organizador de la primera Escuela de Matemática y falleció casi a los setenta y cinco años de edad, el 20 de abril de 1858. Uno de sus hijos, también Felipe, era un poderoso hacendado y en 1885 ejercía la vicepresidencia de la Sociedad “Constancia”; con su hermano Pastor, en un remate compraron 11.500 hectáreas sobre el río Limay, aunque no conocían ese territorio ni tampoco llegaron luego.  A fines de esa década, Felipe Senillosa integró un grupo político junto a Hipólito Yrigoyen, Bernardo de Irigoyen, Lisandro de la Torre… y en 1891 constituyeron la Unión Cívica Radical siguiendo las orientaciones de Leandro Nicéforo Alem, tío de Hipólito.  Sabido es que en Temperley -provincia de Buenos Aires-, el 30 de julio de 1893, Felipe Senillosa participó en la lucha revolucionaria de los radicales apoyando a Juan Carlos Belgrano -sobrino de Manuel Belgrano- quien presidía la Junta Revolucionaria…  Aquellas once mil quinientas hectáreas que los hijos del catalán Felipe Senillosa habían comprado sin conocer ese lugar a orillas del río Limay, luego fueron vendidas y recién en 1949 los nuevos dueños, hermanos Pascual y José Rosa, promovieron la venta en lotes…

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No ha sido por casualidad que el destacado maestro argentino Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964), en la primera parte de su libro “Radiografía de la Pampa” haya destacado que “la leyenda atrajo al conquistador ignorante; la mitología de la grandeza, de la libertad y de la facilidad del éxito atrajo al colono ignorante.  Trapalanda y Fortuna eran dos productos del sueño y de la avaricia insensatos”…  Veinticinco años después, de la primera edición, tras sucesivas evaluaciones, necesitó aludir a diversas características:

“Primera parte: Trapalanda. Es el país Ilusorio, el imperio de Jauja, que atrajo al conquistador y al colono con su promesa de oro y especias que podría transportar a su tierra natal, sin pensar, es claro, en que los piratas le abordarán el barco. La desilusión de que en vez de Trapalanda pisaba una tierra agreste, que sería preciso labrar y sembrar, regar con sudor y sangre. El intruso decepcionado concibe una seudotrapalanda que en su frustración no le recuerde la derrota. Quiere lo que no tiene, y lo quiere como lo que quiso tener”…

No fue por casualidad que en alusión a la cuarta parte, sintiera el impulso de escribir:

“…la tierra fue el problema y el escándalo. El Congreso de 1826 que necesita consolidar su crédito externo, sanciona la ley de enfiteusis; desde 1822 se vio que sólo la tierra podía ofrecer inequívoca garantía para los préstamos en libras esterlinas…”

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Estas son algunas aproximaciones a la historia de los argentinos, más allá del abambaé y del tupambaé…

 

Casi colofón:

 

He leído, releído y aquí, trascribo:

 

“El pasado nos enseña, nos muestra lo que fuimos y porqué.

La redención no será un regalo de los dioses, ni obra de un Mesías,

o un taumaturgo, sino hijo de nuestras manos, fruto de la conciencia

y el corazón colectivo de nuestro pueblo,

como la miel, producto de muchas libaciones…”    A. H. Prieto.

 

Más allá del abambaé y el tupambaé, continúan las historias…

 

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

 

 

 

[1] Diario Clarín de Buenos Aires, 13 de diciembre de 1998, Día de Santa Lucía, Protectora de la vista, de la visión. Nota del periodista Jorge Halperín, reportaje al historiador catalán Josep Fontana (Josep Fontana Lázaro, nacido en Barcelona en 1931; Licenciado en Filosofía y Letras (1956); Doctor en Historia (1970); catedrático de Historia e Instituciones Económicas y Profesor Emérito de la Universidad Pompeu Fabra.  Publicó en revistas especializadas.  En diarios de España e hispanoamérica publicaron reportajes. Escribió el prólogo del libro “Rubí al siglo XX. Una villa en transformación” – Aproximación a la historia de Rubí (en Cataluña).  Entre 1991 y 1994 dirigió la colección Historia Universal, Editorial Planeta. De su obra editada: 1972 – “La quiebra de la monarquía absoluta (1814-1820); 1973 – “Cambio económico y actividades políticas en la España del Siglo XIX”; 1992: “La Historia después del fin de la Historia”; 1994 – “Europa ante el espejo”; 1995 – “Materialismo, positivismo, catalanismo”; 1999 – “Introducción al estudio de la Historia”; 2004 – Historia y proyecto social; “Historia de los hombres: Siglo XX”…

[2] Wells, H. C. Esquema de la Historia Universal. Tomo II.  Buenos Aires, Ediciones Anaconda, 30 de julio de 1960, p. 925-929.  Entre comillas, párrafos de la parte titulada “Historia de América” por Enrique de Gandia.

[3] Ibídem, p. 935-936.

[4] El historiador argentino Enrique de Gandia escribió que aunque se ha reiterado que ese Atlas, en 1581 habría sido “obsequiado por Juan I el Cazador a su primo Carlos VI, hijo de Carlos V de Francia”,  un año antes, “ya figuraba en el inventario que Juan Blanchet hizo de los bienes del difunto Carlos V.  Esto probaría que el atlas que se hallaba en poder de Carlos V antes de 1380 sería otro mapa que hoy nos es desconocido”.   (Ob. cit. , p. 930.)

[5] Colón, Cristóbal. Diarios… Madrid, Edit. Cultura Hispánica, 1972. / Anisa, Fernando. De la Edad de Oro a El Dorado. México, Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 82.

[6] Enrique de Gandía, en Historia Universal Tomo II.  Ob. cit. “La idea de los antípodas en la poesía medieval italiana” por Enrique de Gandía, p. 920-924.

[7] Ibídem, p. 962. El autor destacó que el profesor Angelitti de la Universidad de Palermo, publicó un estudio en la Rivista di Astronomía (Turín, vol. VI) Sugli accenni danteschi ai segni, alle costellazioni ed al moto del cielo stellato da occidente in oriente, di un grado in cento anni” y reitera que esas cuatro estrellas, “pueden ser de la constelación de Ara”…

[8] Catecismo de la Iglesia Católica.  Barcelona, Asociación de Editores del Catecismo, 2ª edición, 21 de noviembre de 1992, víspera de la Festividad de Jesucristo Rey del Universo, p. 408-413.  Las tres virtudes teologales son la fe, “por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma”; la esperanza, “por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” y la caridad, “por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios”.

[9] Ídem, p. 963.

[10] Historia de los sefarditas por Felipe Torroba Bernaldo de Quirós.  Buenos Aires, Editorial de la Universidad de Buenos Aires, 1968, p. 14-15.

[11] Llomba Fuentes, Joaquín.  Doctor en Filosofía y Filología semítica en la Universidad de Zaragoza.  La raíz semítica de lo Europeo. Madrid, Editorial Akal, 1997.

[12] Madariaga, Salvador de Vida del Muy Magnífico Señor Don Cristóbal Colón.  Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1991.

[13] Entre comillas, parte de un párrafo en La Antilla, la India y Cipango en “Historia Universal Tomo II” de H. C. Wells, p. 961.  Enrique de Gandía expresó que “los préstamos que Colón recibió de un mercader florentino llamado Juanoto Berardi y de otros italianos son posteriores al descubrimiento.  Hay sobre esto una seguridad completa.  En cuanto al famoso Luis de Santangel, se sabe que los reyes de España le devolvieron con buenos intereses hasta el último maravedí.  Por otra parte, Luis de Santangel, a quien se llama y seguirá llamando ‘judío convertido’, se ha probado que no lo era y que tampoco lo fueron sus antepasados.  El error arranca del Padre Las Casas, quien lo confundió con un homónimo aragonés, de los Santangel convertidos de Aragón.  El tesorero de la Hermandad, en cambio, era valenciano y pertenecía a una familia de caballeros de Santiago, antiguos y puros católicos. Por último, es posible que primo de Beatriz Enríquez, la segunda mujer de Colón, llamado Diego de Arana, haya contribuido a la expedición con veinte mil maravedís, importe de una casa de su mujer.  Los documentos revelan que la venta fue hecha en forma irregular y no dicen, en contra de lo acostumbrado, en que se empleó el dinero.  Todo hace creer que ayudaron a preparar la armada descubridora”.

[14] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Santa Fe de la Vera Cruz, Talleres Gráficos Ibarrola, 1954, p. 15-16.  /  Al final del texto, está impreso: “1954, Año II del 2º Plan Quinquenal del Gobierno, el 17 de abril aniversario de las Capitulaciones de Santa Fe, en la Vega de Granada, entre Isabel la Católica y Cristóbal Colón, que autorizaban sus descubrimientos” y continúa: “Tiráronse quinientos ejemplares, cinco de ellos numerados y con encuadernación especial”. (p. 81)   # Dedicado “A mi primogénito Juan María Funes. Esa monografía fue la tesis de Profesorado, en diciembre de 1951; aprobada y luego ampliada con otras citas y con litografías.  El Dr. Funes fue profesor adjunto de Historia Constitucional Argentina en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.  (Ejemplar en nuestra biblioteca familiar, tras hallarlo con un conjunto de folletos de diversos autores en el sector noroeste de la plaza ubicada en la calle San Martín y Moreno, de la capital santafesina.  Manuscrita, esta dedicatoria: “Para mi buen amigo puertorriqueño, D. Miguel A. Correa, con estimación y afecto. J. M. Funes. Santa Fe, Argentina, 2 – En –1963”.  Conocí al Doctor Funes siendo profesor en la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva de Santa Fe” (en el lapso 1946-1948, cuando funcionaba en San Martín 1823), a metros del lugar de ese emotivo hallazgo a fines de la década  del ’80.   Salía el doctor Funes de la escuela y avanzaba hacia el sur, caminando lentamente, derecha su espalda, con “lentes impertinentes” que le servirían para ver mejor a la vez que incidían en la imagen de su rostro aparentemente “solemne” porque era una persona sencilla, cordial…  Fue Director del Museo Histórico Provincial de Santa Fe, ubicado en San Martín 1490 frente a la Casa de Gobierno y al Colegio de la Inmaculada Concepción, de la Compañía de Jesús.  Aquí, este reconocimiento y gratitud por su fecunda siembra.

[15] Ibídem. Cita: (1) Ley 22, Tít. 9, Partida 2ª.

[16] Ídem. Cita: (2) “Historia General de España”, por Modesto Lafuente, Tomo 4, pág. 3068 correspondiente a la edición de 1886, en Buenos Aires.

[17] Mientras sucesivas lecturas iban dejando señales en la memoria, año tras año, el 13 de octubre le recordaba a mi amado amante Eduardo Rodolfo Fontanini Doval que era el día de San Eduardo y en alguna página quedaban las palabras que generalmente eran insuficientes para expresar lo que sentía.  En la Navidad de 1998, le regalé el libro Yo, Colón escrito por el talentoso Hugo Mataloni, publicado por “Ediciones de al Cortada” de José Volpogni.  Tiene impresas dos dedicatorias: “A Don Cristóbal Colón, que vino primero.  Después de él, vinieron mis bisabuelos.” / “A Enrique Mutis. In Memoriam.” /  Manuscrito, con bolígrafo rojo: “Oh… ¡Gran cheruvichá!… Si no hubiera sido por Colón… / si nuestros abuelos hubieran sido temerosos, / ¡si no se hubieran animado a cruzar el océano!… / ¿En qué península nos habríamos encontrado? / ¿Acaso estaba en el Plan de Diios / que fuéramos un pilar / en el invisible puente / que vincula a los que saben amar… / padres… / hijos… nietos…? /  Sé que no responderás. / Hallo en tu mirada todas las respuestas.  Navidad de 1998.  Nidia”

[18] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Ob. cit., p. 30-31.  Destacó el autor que “en 1561 se ubica el Consejo Indiano en el Alcázar de Madrid, pero vuelve luego a la capital valisoletana, donde permanece varios decenios; hasta que en 1606, la corte se instala finalmente en Madrid, que retiene el carácter de capital de las Españas, y de donde ya no sale sino por excepción.  Allí también se asienta el Supremo Consejo de Indias y allí perfecciona y madura su magna labor de administrar a casi todo el continente americano.”

[19] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes, p. 22-23.

[20] El doctor Funes mencionó como fuente: Navarro y Lamarca, Carlos Profesor. Historia de América, edición 1907.

[21] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Ob. cit. p. 27-29. El autor citó: Herrera, Antonio de – Cronista mayor de las Indias y Cronista de Castilla-  Descripción de las Islas y Tierra Firme de el mar Océano, que llaman Indias Occidentales”. Buenos Aires, Talleres Gráficos Continental, reimpresión 1994, p. 156; 73 y 203 respectivamente.

[22] Ibídem, p. 26-30. En la página 27, el autor incluyó una reproducción del “óleo de Ticiano, en Munich” y al pie, destacó tales  datos sobre Carlos I de España.  En la página 45, reproducida la carátula de la edición 1703 de Política Indiana

[23] Íd., p. 18.

[24] Íd. El autor anotó:  (3) Copia en el apéndice de “Isabel de España”.

[25] Rosa, José María. Historia Argentina Tomo 1. Ob. cit., p.105-108.

[26] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1994, p. 367-374.

[27] Ibídem, p. 388.

[28] Ídem, p. 361-363.

[29] “Popol Vuh” de autor anónimo.  Libro escrito poco después de la conquista española, en la lengua quiché con auxilio del alfabeto castellano, entregado por indígenas de Chichicastenango al Padre Fray Francisco Ximénez de la Orden de Santo Domingo.  Este fraile lo tradujo al español con el título Empiezan las historias del origen de los indios en esta provincia de Guatemala.  Francisco Diez Rejón destacó que “existía antiguamente un libro llamado Popol Vuh en donde se refería claramente el origen del mundo y de la raza aborigen…  Las páginas del Popol Vuh testimonian el grado de adelanto y calidad espiritual de la cultura en la que fue escrito, pues encierra el más precioso legado de la antigüedad americana.  A su sencillez expresiva une su importancia como documento al mostrar la profunda visión con que eran consideradas las edades míticas; y en cuanto a belleza no hay muchas narraciones que rivalicen con estas leyendas primitivas.”  (Leer. Parnaso Diccionario Sopena, Barcelona, 1972, p. 613-614.

[30] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Ob. cit., p. 395-404.

[31] Parnaso Diccionario Sopena de Literatura. Barcelona, Editorial Ramón Sopena 1972, p. 322-323. Garcilaso de la Vega -conocido como el Inca Garcilaso– (1539-1616), nació en Cusco, era hijo del capitán español García Luasso de la Vega y la princesa Isabel Chimpu Ocllo, emparentado por línea paterna con el Marqués de Santillana y los dos Manríquez; por línea materna “era nieto del príncipe Huallpa Túpac, bisnieto del rey Tupac Yupanqui y primo de Atahualpa.  El padre abandonó a Isabel y en 1561, viajó a España para pedir la herencia y al ser desheredado, ingresó en la milicia sirviendo a las órdenes de Juan de Austria. Vivió en Andalucía y en la edad madura recibió el Orden Sagrado. Sus obras: La Florida del Inca, historia del adelantado Hernando de Soto, Gobernador y capitán general del reino de Florida y de otros heroicos caballeros e indios  (seis Libros, escritos a partir de 1585) y Comentarios Reales (Lisboa, 1609), más una novela que un relato histórico, reúne memorias personales y recuerdos de la infancia de diversos autores; en la segunda parte titulada Historia del Perú, alude a las guerras civiles entre Pizarros y Almagros.  El Consejo de Indias prohibió la publicación de los Comentarios Reales “pro considerarlos fuente de peligrosas sugestiones para los indígenas del virreinato del Perú”…  # Acerca de “los dos Manríques”: Gómez Manrique que vivió en el siglo XV y fue partidario de la reina doña Isabel, a quien entregó la ciudad de Ávila de la que era corregidor, como lo fue también en Toledo; escribió “ciento ocho composiciones de vario asunto que componen su Cancionero” y las “Coplas para el señor Diego Arias de Ávila, contador de Enrique IV, sin duda la mejor obra”  Autor de Representación del Nacimiento de Nuestro Señor y de Lamentaciones fechas para la semana santa, consideradas como “dos representaciones en verso que lo sitúan como el primer autor dramático español”.   Manrique Jorge (1440-1478), maestre de Santiago; sobrino de Gómez Manrique y como él partidario del infante don Alfonso y a su muerte de la reina Isabel, por quien luchó en el Campo de Calatrava… murió heroicamente frente al castillo de García-Muñoz”.  Conocido por sus “Coplas” aunque también escribió composiciones amatorias y cortesanas tan valoradas en aquella época.  (Diccionario Parnaso de Literatura. Barcelona, Editorial Ramón Sopena, 1972, p. 479-481.)

[32] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Ob. cit., p. 405.

[33] Id., p. 410-416.

[34] Id., p. 415.  Entre paréntesis, el autor escribió: “(Cobo lo dice especialmente, agregando que preguntar a otras personas era como preguntar a un ignorante campesino español sobre la historia de España)”.

[35] Garcilaso de la Vega. El Inca. Comentarios Reales.  El origen de los Incas. Barcelona, Bruguera, 1968.

[36] Ibarra Grasso, Dick Edgar.  Sudamérica Indígena.  Ob. cit. p. 418-420.

[37] “Monumentos andinos de carácter civil y religioso” por Richard Burger (arqueólogo estadounidense, Universidad de Yale), publicado en Journal do Brasil, Río de Janeiro, 5 de octubre de 1989, reiteración de nota en The New York Times, Washington.

[38] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Ob. cit. p. 422-423 y 429. En el párrafo siguiente: “El calendario expresado… es el mismo que aparece en Egipto el 238 antes de Cristo, en el llamado Decreto de Canopus, donde se estableció (por primera y única vez en el Mundo) la cuenta del bisiesto.  Nuestro calendario, en su forma Juliana (con semanas de 10 días en origen) deriva de esa misma fuente, y el mismo llegó a toda Mesoamérica, donde (por contar los pueblos de allí por veintes) se hizo la reforma de dividir los 12 meses de 30 días en 18 meses de veinte días.  Todos los otros detalles son iguales, con la consecuente cuenta del bisiesto cada cuatro años.  En otras palabras, todos los calendarios del Mundo que cuentan el bisiesto, derivan de la citada fuente egipcia”.

[39] Ibídem, p. 418-419. Federico Kauffmann Doig estableció ese orden y fechas aproximadas, con tales nombres.  /  Hay dibujos de “El noveno inga Pachacuti Inga Yupanqui” – “El Inca Pachacutec, verdadero fundador del imperio (en Guamán Poman de Ayala)”, reproducido en el citado libro de Ibarra Grasso.  También reprodujo “Depocito del Inga Coll Ca”…”depósitos del imperio donde eran almacenados los excedentes destinados a abastecer a las tropas en campaña (En Guamán Poma de Ayala)”.

[40] Ibarra Grasso, Dick Edgar.  Sudamérica Indígena.  Ob. cit., p, 420.

[41] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 2. Ob. cit., p. 143.

[42] El historiador Rosa reiteró lo expresado por Vicente Fidel López en su Historia de la República Argentina.

[43] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 2. Buenos Aires, Oriente, 1992, p. 187-188; 170-171.

[44] Ibídem, p. 125-126.

[45] Rosa, José María. Historia Argentina 1, p. 126-133.

[46] Cuatro siglos después, en 1936, “una comisión académica resolvió el emplazamiento de la ‘primera ciudad’ en el parque Lezama o el vecino alto de San Telmo, por ser lugares elevados” ya que los españoles elegían los lugares más elevados para fundarlas.  / En un mapa del siglo XVIII está indicado un lugar “Alto de don Pedro” que señalaría donde el Adelantado Don Pedro de Mendoza ordenó construir aquella precaria fortaleza.

[47] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 1. Buenos Aires, Oriente, 1992, p. 183-186.

[48] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Ob. cit, p. 31.

[49] En la historia de la civilización hay relatos sobre enamoramientos y casamientos, nacimientos, separaciones… entre ellos, el que alude a Beatriz Clara -descendiente directa de Huayna Cápac; hija del Príncipe Sayri Tupac y de una coya-,  que habría sido violada por Cristóbal Maldonado (hermano del mestizo Juan Arias Maldonado, hijos de Diego Maldonado, “el  Rico”). Cristóbal debió casarse con Beatriz Clara “por fuerza y malos tratos”. Tiempo después, con su hermano Juan participaron en un supuesto complot de mestizos y fueron deportados.  Ella luego se casó con el capitán Martín García Óñez de Loyola -más conocido como Martín de Loyola-, tuvieron una hija, Marina de Loyola nacida en 1595. El capitán Martín Loyola desempeñó diversas funciones: En 1574 recibió un premio por servicios en la Reducción Manco Inca; 1579: Corregidor en Potosí; 13-11-1581: Adelantado y Gobernador del Río de la Plata; 18-09-1590: Gobernador y Capitán General del reino de Chile; en 1592 pidió que le encomienden los indios que tiene con su mujer. En octubre de 1592, recibió un premio por haber perseguido y apresado al inca Tupac Amarú, a cincuenta leguas de Vilcabamba, un lugar que luego fue cubierto por la selva.  Han reiterado que desde ese sitio lo trasladó a Cuzco “encadenado y vejado” hasta que fue ejecutado en la Plaza de Armas.

[50] Vasco da Gama (1468-1524) realizó la expedición con la colaboración del rabí Abraham Zacuto bar Samuel (1450-1522?), nacido en Salamanca; estudió Medicina, Matemática y Astrología en la universidad de esa localidad; vivió en Zaragoza y fue uno de los 12.000 judíos que se refugió en Portugal. Le entregó uno de sus astrolabios.  Las persecuciones del rey de Portugal  Manuel I, el Afortunado (1495-1521) debió emigrar a Túnez con su hijo Samuel, después pasó a Siria.  Han reiterado que fue bisabuelo del célebre médico Zacuto Lusitano.

[51] En Historia Universal Tomo II de H. G. Wells;  parte escrita por el historiador argentino Enrique de Gandia, p. 943-944.

[52] Vilaró, Ramón. Dainichi – La epopeya de Francisco Javier en Japón. Barcelona, Ediciones Martínez Roca, 1ª edición febrero de 2001, p.  y 315. En la cubierta de la contratapa está escrito: “Dainichi es el Buda Supremo.  Con esta palabra predicó Francisco Javier, el primer religioso occidental que, a mediados del siglo XVI, pisó Japón.” /  Casi al final del libro (p. 311), en Agradecimientos: “Esta novela está ambientada y ceñida al período en Japón del jesuita Francisco Javier, a quien debo agradecer la extensa obra epistolar de 137 documentos que dejó de sus tareas, recogida en Cartas y escritos de San Francisco Javier, según la edición crítica de ‘Monumenta Historica Soscietatis Iesu’ (Biblioteca de Auores Cristianos, junto a los dos mejores testimonios escritos del Japón de aquella época, obras de los jesuitas portugueses Joao Rodríguez, Historia da Igreja do Japao, y Luis Fríos, Historia de Japam. Siguen nombres y referencias… / El autor en “Personajes y Glosario” anotó: “Dainichi – Buda del Gran Sol, situado en el centro del Universo. / Buda – Siddharta Gautama, noble indio y fundador del budismo que a través de la meditación y el yoga se iluminó, y creó una religión basada en la armonía y la reencarnación del ser para la salvación del hombre.” Chanoyu – Ceremonia del té.  Daimio – Señor feudal que controlaba las principales regiones del Japón. Deus – Dios de los cristianos.  Kirishtan – Cristiano. Shinto – Religión nacional en Japón.  Ying-Yang – Signos y fuerzas que forman la estructura de la cosmología taoísta.  Se encuentran en constante dependencia equivalente, en cierto modo, al masculino y el femenino. Zen – Práctica japonesa de meditación budista. (Entre otras.) //  Ramón Vilaró  reside en Lloret de Mar, Gerona, Cataluña y el libro está dedicado “A Ioia, mi yang”.  Recibí ese libro durante la primavera de ese año cuando compartía vivencias a orillas del Mediterráneo. Leí con emoción la dedicatoria manuscrita en la anteportada: “para Nidia, con toda mi amistad, esperando que le guste esta novela.  Sinceramente. Ramón Vilaró.”  Una vez más pensé: ¡El Océano no separa, une!…

[53] Ibídem, p. 17-18; 302-305; 308-309 y 313-314. Ramón Vilaró finalizó esa cronología con esta información sobre la trayectoria de Francisco Javier: “1622 – El 12 de marzo es canonizado.  Su cuerpo momificado continúa en Goa, con reliquias de algunos de sus huesos en Roma y en Macao”.

[54] Ignacio de Loyola decía que había escuchado la voz de Dios que le hablaba, después de su herida en Pamplona en 1521 y desde entonces, todos los días oraba y no dejaba de buscar la voluntad de Dios para obrar como le fuera señalado. En su autobiografía destacó que “el hombre es creado para…  desarrollar una misión” y que mientras meditaba, se preguntaba: “¿Qué sería yo si hiciese esto que hizo San Francisco o Santo Domingo?” hasta que desde lo Alto escuchó la respuesta y sintió que se iluminaba su camino porque durante los Ejercicios Espirituales -compartidos con otros hermanos-, se reafirmaba la fe en lo temporal y la Fe, trascendente.

[55] Furlong Cardiff, Guillermo S. J. Las Misiones Jesuíticas. (Capítulo XII, Tomo III en Historia de la Nación Argentina…)  En una nota, el Padre Furlong sugiere leer lo escrito sobre “la grande labor de los jesuitas y especialmente del P. Torres: Hernández, Pablo. Misiones del Paraguay, organización social de las doctrinas guaraníes.  Barcelona, 1913, t. II, pp. 86-110, basándose en las Cartas Anuas de la provincia del Paraguay, edición de la Facultad e Filosofía y Letras, Instituto de Investigaciones Históricas. Documentos para la historia argentina. Iglesia, Cartas anuas… Buenos Aires, 1927-1929, t. XIX y XX.

[56] Rosa José María. Historia Argentina Tomo 1.  Ob. cit., p. 13-15.

[57] Vigo, Juan Mario. Hernandarias. Ob. cit. p. 23-24.

[58] Íd., p. 18.

[59] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Ob. cit., p. 33.

[60] Vigo, Juan Mario. Hernandarias. Ob. cit. p. 22-23.

[61] Zapata Gollán, Agustín Doctor. La tierra nueva – 1 –  Dos leyendas del Paraná –El negrito del agua –La Ciudad de los Césares.  Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Colmegna, septiembre de 1985, p. 28-30. El Doctor Zapata Gollán nació el 23 de noviembre de 1895.  Bachiller del Colegio de los Jesuitas en 1912. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales en 1919 (Universidad Nacional del Litoral). Profesor en la Universidad.  Periodista, historiador, pintor, poeta, xilógrafo.  Ilustró libros de autores santafesinos, entre ellos Vagos y mal entretenidos de Gastón Gori, Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras. Interventor en la Dirección General de Cultura (17-10-1955 al 30-11-1955). Investigó acerca del sitio donde don Juan de Garay fundó la ciudad de Santa Fe, el 15 de noviembre de 1573 y con apoyo de vecinos de esa zona cercana a Cayastá, logró que comenzaran las excavaciones en ese yacimiento arqueológico.  Por su iniciativa, en julio de 1940 mediante la ley Nº 2.902 se creó el Departamento de Estudios Etnográficos dependiente del Ministerio de Instrucción Pública y Fomento y mediante un decreto, desde entonces ejerció la dirección el Doctor Zapata Gollán, hasta su jubilación y luego ad-honorem.  Durante cuarenta y cinco años supervisó los trabajos realizados y las investigaciones locales acerca de Santa Fe la Vieja, donde estuvo la mayor parte de su tiempo libre.   Miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y Delegado en la Provincia de Santa Fe en la Academia Nacional de Bellas Artes y de varias Academias extranjeras. Logró editar aproximadamente cien libros, monografías y conferencias relacionadas con la sociedad  colonial.  El rey Juan Carlos I de España, “por sus aportes positivos lo condecoró con la orden de Isabel La Católica”.  Dirigió el Departamento de Estudios Etnográficos hasta su jubilación y luego adhonorem hasta su fallecimiento el 11 de octubre de 1986. Luego, su esposa concretó la donación de su biblioteca al mencionado organismo provincial; aproximadamente cinco mil volúmenes, los “tacos originales de xilografías, muebles de escritorio y un retrato” que le hiciera el pintor César Fernández Navarro. “Se declaró de interés Histórico Provincial el dormitorio y escritorio-biblioteca que ocupó el Dr. Zapata Gollán, sencillos ambientes contiguos a las ruinas de Santa Fe la Vieja.” (Última información entre comillas: Campana, Jorge. Crónica sobre la política Cultural de los Gobiernos Santafesinos 1920-1999.  Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Culturales Santafesinas, 15 de noviembre de 1999, p. 16 y 180.)

[62] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1994, p. 647-652.

[63] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Argentina Indígena. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1994, p. 316-317.

[64] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Ob. cit., p. 667.

[65] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 1. Buenos Aires, Editorial Oriente, 1992, p. 14-15.

[66] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Argentina Indígena. Ob. cit., p. 318-319.

[67] Ulrico Schmidel, alemán, vivió en el siglo XVI.  Llegó al Río de la Plata con el primer Adelantado don Pedro de Mendoza (1536).  En aquellas circunstancias, introdujeron ganado caballar en esa zona: 76 caballos y yeguas, según han reiterado varios historiadores. Catorce años después, Nuflo de Chávez trajo las primeras ovejas.  En 1556, Juan de Salazar y Espinosa con los hermanos Goes trasladaron desde Brasil a Asunción un toro y siete vacas.  En 1587 Torres de Vera y Aragón: 500 cabras.  Son los datos que indican el comienzo de la reproducción ganadera en territorios del extremo sur de América.  En 1744, Thomas Faulkner escribió: “Las campiñas están cubiertas de caballos y bueyes cuya multitud es inexplicable”. (Descripción de la Patagonia. Traducción del original editado en inglés en 1775. Buenos Aires, Edición Universidad de La Plata; 1911.) 

[68] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena. Ob. cit., p. 652.

[69] En algunos textos nombran Tabanbaé -tierras de la comunidad-, Abambaé -de los jefes de familias- y Tupambaé, terrenos destinados a lo religioso… (Citado: Cardozo, Efraín. El Paraguay Colonial.  Asunción del Paraguay, El Lector, 1996.)

[70] Vigo, Juan M. Hernandarias – Historia de un estadista, héroe y visionario.  Santa Fe de la Vera Cruz, Editorial Colmegna, 1972 “Año Internacional del Libro”.

[71] Historia Universal – Tomo 2. Barcelona (España), Editorial Océano, 1995, p. 463.

[72] Ibídem, Tomo 3, p. 660-662.

[73] Ruiz de Montoya, Antonio S.J. La conquista espiritual. Editado en 1639 en Madrid, en la Imprenta del Reino, p. 8.

[74] Sepp, Antonio S. J. Jardín de Flores Paracuario.. Buenos Aires, editorial Universidad de Buenos Aires, 1974, p. 86-87.

[75] Godoy, Marilyn. La conquista amorosa en tiempos de Irala. Asunción (Paraguay), CLACSO –Comisión Latinoamericana de Ciencias Sociales-, Biblioteca Virtual.

[76] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Argentina Indígena. Ob. cit., p. 317.

[77] Ibídem, p. 318.

[78] Víttori, Gustavo. Santa Fe en clave. (En La Gloria de Yapeyú, ob.cit., p. 66-67.

[79] Furlong, Guillermo S. J. Nuestra Señora de los Tres Reyes de Yapeyú. Ob. cit., p. 50-51.

[80] Francisco Braumann escribió “Los Padres Cataldino y Maretta se dirigieron inicialmente hacia los guaraníes”… aludiendo al Padre Simón Massetta. (En “3000 guaraníes y un tirolés, ob. cit., página 7.)

[81] Citado por Furlong:  Pastells, Pablo. Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay. Madrid, 1912, tomo I, p. 178.  “Sobre las relaciones siempre cordiales entre aquel insigne varón y los jesuitas puede consultarse esta última obra”… p. 181; “las Cartas Anuas, t. I, pp. 44, 82; t. II, pp. 96, 140, 222.”

[82] Citó el Padre Furlong: Astrain, Antonio. Historia de la Compañía de Jesús. Madrid, 1913, t. IV, pp. 607-641, entre otros.

[83] Historia Universal – Tomo 2.  Ob. cit.,  p. 498, 527.

[84] Braumann, Franz (Francisco). 3000 guaraníes y un tirolés – Misioneros que hicieron historia – Sepp von Reinegg. Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1977, p. 20.

[85] Sepp von Rainegg, Antonio. Extensa descripción del viaje del R. P. Antonio Sep SJ, desde Hispania hacia Paracuaria. (Texto reiterado por Francisco Braumann en 300 guaraníes y un tirolés.  Buenos Aires, Editorial Guadalupe, 1980, p. 11.)

[86] Relación Viaje a las Misiones Jesuíticas escrito por el Padre Antonio Sepp. Buenos Aires, Editorial Universidad Nacional de Buenos Aires, 1971.

[87] Braumann, Francisco. 3000 guaraníes y un tirolés. Ob. cit., p. 32.

[88] Ibídem, p. 103.

[89] Algunos historiadores indican 1697 como año de la fundación de esa reducción, aquí se tuvo en cuenta lo escrito por el Padre Sepp en diciembre de 1702: “…Al día siguiente, 25 de diciembre de 1702, todos juntos celebramos, bajo el intenso brillo de un cielo de verano, junto con la Navidad del Señor, nuestro feliz advenimiento a la Reducción de San Juan Bautista”.

[90] Plinio, el Viejo fue un naturalista latino nacido en la segunda década del siglo I (27-89). Algunas de  “sus advertencias”: “La contemplación de la naturaleza ha llegado a convencerme que nada de lo que podamos imaginarnos es increíble.” / “Muchas cosas se reputan imposibles antes de haberse realizado”. Plinio, el Joven fue un escritor romano (62-114): “Del mismo modo que las tierras se cultivan con semillas diversas y variadas, así nuestras mentes con diferentes estudios”. /  “Hay que leer mucho, pero no muchos libros”.  / “Non mults, sed multum. (No mucho, sino profundamente”. / “En las bibliotecas hablan las almas inmortales de los muertos”. / “Por naturaleza, los hombres gustan de cosas nuevas y de viajar…”

[91] Historia UniversalTomo 2 Barcelona, Océano, 1995, p. 560-561.

[92] Graciela Normí González. Un misionero jesuita casi desconocido. Nota publicada en el suplemento Cultura y Ciencia de La comarca y el mundo, diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz, el sábado 5 de mayo de 1995, p. 1-2.

[93] Piñero Marqués, Jorge. Don Juan de Garay y sus circunstancias.  México, Edit. Tradición, 1982, p. 14. El autor citó “Juan de Garay, su vida y su muerte, Arturo Fernández Díaz, t. I, Rosario, 1973, pp. 10 y 11.)” En la primera página, manuscrita, esta dedicatoria: “Al matrimonio Fontanini. ¡Felices Fiestas!” (Firma de Jorge Piñero Marqués) “13/12/83” # El autor era abogado y se desempeñó como Juez hasta que por razones de salud debió abandonar tales funciones.  Integró la Acción Católica Argentina.  Retirado de la administración de Justicia, siguió dedicándose a escribir, editó la mayor parte de su obra con recursos propios y vendía tales libros en forma personal.  Escribió trovas en portugués e integró diversas instituciones culturales en Argentina y Brasil…

[94] República Argentina, Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Boletín – Año IV-V. Nº 4-5. Director: Andrés Atilio Roverano. Documento Nº 25, p. 60.    [P. Groussac. Anales de la Biblioteca. Archivo General de Indias. Documentos relativos al Río de la Plata. Época de Garay. Tomo X, pp. 126/127].

[95] Ibídem, p. 61-62.

[96] Ídem, p. 30.

[97] República Argentina, Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Boletín – Año IV-V. Nº 4-5. Director: Andrés Atilio Roverano. Documento Nº 13, p. 39. (“Actas del Cabildo de Santa Fe.  Tomo I, (Primera Parte) 1575/1585, fº 36 y v.”)

[98] Rosa, José María. Historia Argentina 1. Buenos Aires, Editorial Oriente, 1992, p., p. 291-292.

[99] Ídem, p. 28-29.

[100] López Rosas, José Rafael. De la discordia y la melancolía.  Santa Fe de la Vera Cruz, Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe, vol. 13, p. 47.

[101] Vigo, Juan Mario. Hernandarias. Ob. cit. p.7-9.

[102] Piñero Marqués, Jorge. Don Juan de Garay y sus circunstancias. Ob. cit., p. 31-34.

[103] Ibídem, p. 67-72. “Archivo de Indias. 74-4-26. Col. de don E. Peña… p. 86-91. [P. Groussac: Anales de la Biblioteca… Tomo X, Buenos Aires, 1915, pp. 155/163.]

[104] República Argentina, Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Boletín – Año IV-V. Nº 4-5. Director: Andrés Atilio Roverano. Documento Nº 28. Archivo de Indias. 42-1-6-1. Col. de don E. Peña. En: Garay. Fundador de Buenos Aires. 1580-1915. Prologado y coordinado por el Dr. Enrique Ruiz Guiñazú. Buenos Aires, 1915, pp. 77/78.]

[105] Víttori, Gustavo. Santa Fe en clave.  (Primera edición 1977.)  Santa Fe de la Vera Cruz, Centro de publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral y Fundación “Bica”, 2ª edición, 1997, p. 68-69.

[106] Víttori, Gustavo. Santa Fe en clave. Ob. cit., p. 47-48.

[107] Ídem, p. 67-70.  El doctor Víttori explicó que “a fines de los ’70 la imagen fue restaurada por Ángel Werlen quien efectuó trabajos de limpieza y refrescado.  Asimismo, según nos comentó, con elementos punzantes por él preparados, procedió a la remoción paciente y minuciosa de la cuarteada capa de pintura blanca que tenía adherida la vestidura principal.  De este modo quedó al descubierto el riquísimo dorado a la hoja que estaba en la base como soporte del tratamiento de estofado, aunque, a nuestro  entender, con la supresión del color superficial se cometió el error de desvirtuar la naturaleza del sobrepelliz –la vestimenta en cuestión- que siempre es blanca y caracteriza a la representación iconográfica de San Estanislao de Kostka.”

[108] Ídem, p. 74.

[109] El matrimonio de Nidia Marta Susana Fontanini Orbea y Rubén Alfredo Fernández Gil fue celebrado el 8 de febrero de 1985 en la Iglesia de Nuestra Señora de los Milagros (de los Padres Jesuitas, en la capital Santafesina. Rubén egresó como Bachiller y viajó para celebrar las Bodas de Plata con ex profesores y amigos durante la primavera aquí, el otoño allá…) El 11 de enero de 1986, en Santa Fe de la Vera Cruz  nació Josefina y ensayó sus primeros pasos sin apoyos, horas antes del viaje a España adonde llegaron el 9 de diciembre de ese año; embarcaron con destino a Barcelona y vivieron en esa ciudad catalana durante varios meses, luego se instalaron en Lloret de Mar, en la Costa Brava.  Desde el 20 de noviembre de 1989, nos emociona Lucía nacida en Gerona y con alegría hemos celebrado “sus quince años”…  Marta, profesora de educación inicial, trabajó durante breve tiempo con “infantes” y a cargo de grupos hasta cinco años en una colonia donde desarrollaban habilidades motrices -natación…- incluyendo ejercicios de expresión corporal y artística; continúa integrando un grupo de Teatro en Lloret.  Rubén avanza con sus servicios de Odontología en su Clínica…  Mientras escribo, siento una vez más que “el Océano no separa, une”.

[110] Del libro Historia de los Abipones escrito por el Padre Martín Dobrizhoffer S. J.

[111] Víttori, Gustavo. Santa Fe en clave. Ob. cit., p. 47-48.

[112] Ídem, p. 67-70.  El doctor Víttori explicó que “a fines de los ’70 la imagen fue restaurada por Ángel Werlen quien efectuó trabajos de limpieza y refrescado.  Asimismo, según nos comentó, con elementos punzantes por él preparados, procedió a la remoción paciente y minuciosa de la cuarteada capa de pintura blanca que tenía adherida la vestidura principal.  De este modo quedó al descubierto el riquísimo dorado a la hoja que estaba en la base como soporte del tratamiento de estofado, aunque, a nuestro  entender, con la supresión del color superficial se cometió el error de desvirtuar la naturaleza del sobrepelliz –la vestimenta en cuestión- que siempre es blanca y caracteriza a la representación iconográfica de San Estanislao de Kostka.”

[113] Ídem, p. 74.

[114] Íd., p. 71. El autor reitera lo expresado en “un acta del 23 de julio de 1905”. / “En 1908 otra acta manifiesta que a esa imagen, obra del escultor valenciano Ricardo de Valero…”

[115] Diario La Nación. Nota de Jorge Rouillón titulada Fondo Antiguo de la Compañía de Jesús.   Buenos Aires, 6 de junio de 2005.  El autor destaca que hace once años que el Padre Morales dirige ese Instituto (1994).

[116] En Posadas (Misiones, República Argentina) funciona la Biblioteca Nicolás Yapuguay, en el Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya”, calle Ayacucho 1962. Dirección electrónica: iarm@isparm.edu.ar

[117] Ibídem, p. 37-38.

[118] Ídem, p. 39.  Al releer lo escrito por el doctor José María Funes, rememoro que fue director adhonorem del Museo Histórico Provincia en la capital santafesina y que allí, se conserva la silla que usó  Nicolás del Campo más conocido como marqués de Loreto para que lo trasladaran sus esclavos. Hay datos insoslayables acerca de este virrey que estuvo enfrentado con el Obispo y persiguió “los robos” del Superintendente Francisco de Paula Sanz; para algunos un hombre “antipático” y para otros “duro”.  El virrey Nicolás del Campo, la agricultura, principalmente el cultivo de cereales; persiguió a los portugueses que avanzaban sobre el Río de la Plata aunque fracasando en su intento de marcar las fronteras con Brasil. Supo aprovechar los bienes que dejaron los jesuitas cuando fueron expulsados: trasladó la imprenta de Córdoba a Buenos Aires, fundó la Casa de Niños Expósitos y luego allí continuaron los trabajos de impresión de diversos documentos.  También con algunos recursos de aquella eficiente administración jesuítica, fundó el primer Protomédico para mejorar la atención de los enfermos.  En vano intentó perseguir a los contrabandistas porque estaban organizados con diferentes apoyos.  El virrey del Campo recibió una comunicación del ministro Conde de Floridablanca pidiendo que revise lo ordenado sobre el levantamiento de San José, “porque sería beneficioso cazar ballenas”.  Es evidente que impulsaban la explotación de las riquezas de la región patagónica y del Atlántico Sur.  En las Islas Malvinas habían cargado en el velero “States” con destino  Boston, 13.000 cueros de lobos marinos.  Cuando Francisco de Viedma abandonó Carmen de Patagones, informó que los ingleses habían demostrado la importancia de la caza de ballenas aunque era un trabajo con riesgos, destacando que así ellos después hacían sus negocios al venderles el aceite que necesitaban para caronar los barcos.  En otra circunstancia, el virrey Nicolás del Campo le envió una carta a Don Porlier, presidente del Consejo de Indias comunicándole que a orillas del río Luján, Fray Manuel Torres había encontrado restos fósiles de un gliptodonte y luego fue remitido a Madrid para el Gabinete Real de Historia Natural.  El virrey del Campo promovió la ganadería y la salazón de carnes; se interesó por la zona de las Salinas y pretendió utilizar el río Negro para el comercio.  El virrey en ese tiempo estaba convencido de que era necesario terminar con los indios y con Juan de la Piedra comenzaron la obra de aniquilamiento.  A mediados de aquella década del ’80, en Carmen de Patagones se registraron 149 civiles, 32 milicianos y esclavos; 2.037 vacunos.  En enero de 1785 se enfrentaron en el valle de Sierra de la Ventana  y Juan de la Piedra “murió del susto” al verse rodeado por tantos indios armados.  Entre otros, en ese combate participó el Alférez León Ortiz de Rozas, nacido el 11 de abril de 1760, hijo de Domingo Ortiz de Rozas y  Catalina de la Quadra.  En 1781, León Ortiz de Rozas había estado en Santa Cruz con Antonio de Vedia; en 1790 se casó con Agustina López de Osornio y nacieron veinte hijos, el mayor Juan Manuel Ortiz de Rozas, más conocido como Juan Manuel de Rosas, ganadero bonaerense con importantes saladeros… Militar, gobernador de Buenos Aires, electo, renunciante sin que le aceptaran tal decisión, reelecto; también organizó expediciones para alejar a los indígenas de las praderas bonaerenses.  En la historia de los argentinos, para algunos autores fue un sanguinario dictador.  Desde otra perspectiva y a partir de diferentes análisis, para el general José de San Martín fue el gobernador digno de recibir como legado su sable corvo, como escribió en su testamento y así se cumplió.  Reitero lo que escribí en otro ensayo breve titulado Carlos Saúl Menem – 1989: “El 30 de setiembre de 1989 culminó el prolongado proceso tendiente a la repatriación de los restos del Restaurador de las Leyes Don Juan Manuel Ortiz de Rozas y López, quien debió alejarse del país en 1852 -después del pronunciamiento de Urquiza- y tras 137 años de su fallecimiento en Southampton, Inglaterra, trascendió que su cadáver se halló intacto”.    Ese ensayo es una aproximación a los proyectos y actos de gobierno durante la primera presidencia del doctor Carlos  Menem, riojano, abogado, presidente del Partido Justicialista, reelecto presidente de la Nación en 1995 tras la reforma de la Constitución Nacional en 1994, mandato cumplido hasta el 10 de diciembre de 1999.

[119] Rosa José María. Historia Argentina Tomo 1.  Ob. cit., p. 186-187.

[120] Ibídem, p. 188-192.

[121] Ibarra Grasso, Dick Edgar. América Indígena. Buenos Aires, Tipográfica Editora Argentina, 1ª ed., 1994, p. 17.  Fotografía “según Litchws, Cuatro conferencias sobre los indios fueguinos”.

[122] Ygobone, Aquiles D. Francisco P. Moreno – Arquetipo de argentinidad. Buenos Aires, Plus Ultra, Colección “Los argentinos”, 1979, p. 38-39.

[123] Thomas Faulkner, nació en Manchester en 1707; era un marino británico que llegó a América y vivió en territorios del Perú, Paraguay y Río de la Plata. Exploró la región chaqueña y la Patagonia. En 1774 publicó A description of Patagonia (traducido al alemán al año siguiente y al francés en 1789, año de la Revolución Francesa.) Murió en Manchester en 1784.

[124] Ibarra Grasso, Dick Edgar. Sudamérica Indígena.  En la página 8, reproduce una fotografía “publicada por Gusinde, según Imbelloni en Culturas indígenas de la Tierra del Fuego” y anotó: “Huelgan los comentarios”.

[125] Ídem, p. 15-19.

[126] Íd., p. 329-331.

[127] Historia Universal – Tomo 2.  Ob. cit.,  p. 529.

[128] Íbídem, p. 498, 518, 519.

[129] Funes, José María. El Supremo Consejo de Indias y su Recopilación de Leyes. Ob. cit., p. 67-68.

[130] Graciela Noemí González con el título Un misionero jesuita casi desconocido, elaboró una extensa nota publicada en el suplemento Cultura y Ciencia de La comarca y el mundo, diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz, el sábado 5 de mayo de 1995, p. 1-2.

[131] Sepp, Antonio S. J. Jardín de Flores Paracuaria

[132] Citado por Bruno, Cayetano. Presencia de España en Indias. República Argentina, Rosario, DIDAS CALIA, 1991, p. 131.  Reiterado por el historiador santafesino Alejandro Damianovich en La conquista y la colonización en la génesis hispanoamericana, en “América conflicto, construcción y desafío”. Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Sudamérica, Santa Fe, julio de 1992, p. 140..

[133] Entre comillas, texto de Carlos Correa Luna en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires”, N° 21, Junio de 2003, reproducción autorizada a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires a los fines de la difusión por internet.  Aquí, reproducidos algunos párrafos para promover la lectura de otras fuentes.

[134] Citado por el historiado Raúl de Labougle en su libro Litigios de Antaño. Hernández, Pablo Padre S. J. El extrañamiento de los jesuitas del Río de la Plata y de las Misiones del Paraguay por decreto de Carlos III, Madrid, 1908, p. 57 y siguientes.

[135] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 1.  Buenos Aires, Editorial Oriente, 1992, p. 309.

[136] Otero José Pacífico. Historia del Libertador José de San Martín.  En el Tomo I, Capítulo II están anotados esos datos acerca de la familia Matorras con reproducción de actas firmadas en la Parroquia de Santa Eulalia. / Acerca del matrimonio Matorras-del Ser, abuelos del general José Francisco San Martín y Matorras: “…jueves, veinte y cinco del mes de noviembre de este año de mil setecientos y diez y siete… desposé por palabras de presente que hicieran verdadero matrimonio a Domingo Matorras, hijo de Juan de Matorras y de Catalina González, vecinos del lugar de Alamedo, y a María del Ser, hija de Blas del Ser y de Gregoria Antón, vecinos de esta villa”.  De esta unión nacieron varios hijos, y por orden de nacimiento lo fueron Paula, Miguel -luego presbítero y capellán de la Santa Iglesia de Palencia-, Francisca, Domingo, Ventura y Gregoria”, nacida en Paredes de Nava el 12 de marzo de 1738, bautizada el 22 de ese mes en la Iglesia Parroquial de Santa Eulalia y su padrino fue el militar Don Juan Ruiz. / “Por datos que tenemos parece ser que hubo un hijo primogénito llamado Domingo y que falleció al poco tiempo de nacer.” / Tras el fallecimiento de  María del Ser de Matorras, Domingo se casó en segundas nupcias. En el libro de Difuntos, el 29 de julio de 1776 está anotado el entierro en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de la villa de Paredes de Nava y en el párrafo final consta: “Quedaron por únicos herederos los hermanos don Miguel, Paula, Francisca, Domingo, Ventura, Gregorio y Antonio Matorras, sus hijos”.  / Hay otra constancia: “El Domingo Matorras que figura después de Francisca, casóse en Paredes con doña Úrsula Pajares”… / Luego, descendientes Matorras se instalaron en Santander y desde ese lugar partió Jerónimo hacia el Río de la Plata, en generaciones siguientes: Pedro Matorras quien ante una consulta contestó: “…sólo tenemos noticias de los Matorras, de mi abuelo a la fecha.  Yo recuerdo haber oído a mi padre que descendemos nada menos que de un virrey americano.  Es seguro que no estaría bien informado y se referiría a San Martín, muy probablemente, sin darse cuenta de ello.” /  El historiador José Pacífico Otero a continuación escribió: “Contra lo que este señor opina, estimamos nosotros que el supuesto virrey americano, más que San Martín, debió serlo aquel Jerónimo Matorras, explorador del Chaco y que posiblemente era, si no hermano, primo de Domingo Matorras, abuelo éste de San Martín”.

[137] Han reiterado que ese nombre estaba relacionado con una leyenda porque “cuentan que hubo indios años ha, en estas inmediaciones y perecieron sepultados nuestros indios de ambos sexos que ocupaban una inmensa ranchería”.

[138] Pedro de Ángelis fue un publicista que trabajó intensamente  en Buenos Aires durante el gobierno del Brigadier Gral. Juan Manuel Ortiz de Rosas, más conocido como Juan Manuel de Rosas. Recopiló todos los documentos redactados durante la campaña de Jerónimo de Matorras en 1774 y fueron publicados con el título Diario de Expedición hecha en 1774 –  Países del Gran Chaco – El Fuerte del Valle. Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1837.

[139] Reiteración de información en Diario de la Expedición hecha en 1774 a los países del Chaco por D. Jerónimo Matorras por Blas Joaquín de Brizuela.  (Colección de Obras y Documentos de Pedro de Ángelis.)

[140] Ibídem. Texto publicado en La Gloria de Yapeyú, edición del Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 25 de febrero de 1978, Edición Homenaje en el Bicentenario del nacimiento de José Francisco de San Martín.  Nota al pie de la página 219. / El original del memorial firmado por el virrey Vértiz, en “Revista del Archivo General de Buenos Aires, tomo II, pág. 294.”

[141] Ídem.  El autor en el pie de página anotó: Ver: José Torre Revello: Un cuadro de la Divina Pastora llevado por Jerónimo Matorras a Buenos Aires.  Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas. Buenos Aires, número 47-48. / / Algunos historiadores -entre ellos José María Rosa en su Historia Argentina, tomo I, página 309- han reiterado que el gobernador “Jerónimo Matorras (1769-1775)”… “Murió en ejercicio del cargo” siendo pertinente un año antes tal desenlace.

[142] En 1942 fueron editadas por la Universidad Nacional de Tucumán.

[143] Rosa, José María. Historia Argentina Tomo 1. Ob. cit., p. 389.

[144] Orbea de Fontanini, Nida A. G.  Soberanía y presencia argentina en las Islas Malvinas. – Apuntes. (Inédito.)

[145] El capitán Luis Antonio Bougainville en Puerto Luis organizó una expedición al Estrecho de Magallanes para lograr el abastecimiento de maderas; luego la población francesa retornó a su patria, salvo quienes decidieron quedarse y fueron autorizados por el gobernador Ruiz Puente.

[146] La gloria de Yapeyú.  Buenos Aires, Edición del Círculo Militar, 1978.  Recopilación de investigaciones históricas. El texto entre comillas pertenece al Capítulo 12 – Estudio genealógico-heráldico de José de San Martín y Matorras por Rafael Luis Gómez Carrasco, p. 179-180. (Fragmentos del libro “Biogenealogía hispana del caudillo argentino”)

[147] Ibídem, p. 197. Acta de Bautismo, transcripta en el Boletín de l Instituto de Investigaciones Históricas. Buenos Aires, 1926-1927, t. V, p. 101.

[148] Ídem. Capítulo XII – Don Juan de San Martín (Fragmento del libro homónimo) por José Torre Revello.

[149] Documentos en el Archivo General de Indias, Sevilla, Sección V., Audiencia de Buenos Aires, Legajo 24.  Reproducido La gloria de Yapeyú, Buenos Aires, Edición del Círculo Militar, 1978, p. 199-200.

[150] Reproducción de la foja de servicios publicada por José Torre Revello en su libro Don Juan de San Martín.

[151] Don Juan de San Martín. Fragmento en La Gloria de Yapeyú, obra citada, p. 184.

[152] El autor luego informa que “en 1827 el latifundio fue vendido en $ 104.4000 por el gobierno de Dorrego a una firma judía, y a poco de constituirse el Estado Oriental, dividido en treinta y dos estancias”.

[153] Torre Revello, José. Don Juan de San Martín. (Fragmento en La Gloria de Yapeyú. Edición del Instituto Nacional Sanmartiniano, “Homenaje al Libertador General José de San Martín en el Bicentenario de su nacimiento. 1778–25 de febrero-1778, p. 183-186.)  Juan de San Martín y Gómez nació el 3 de febrero de 1728 en la villa Cervatos de la Cueza, provincia de Palencia, reino de León, España (tierra de cultivos y de crianza de ganados). Juan era hijo de don Andrés de San Martín y de doña Isidora Gómez, casados en segundas nupcias; fue bautizado por “el Preste y Cura de la parroquia de San Miguel de la villa, presbítero don Gregorio Azero, que le dio por abogado a San Blas… Algo más de dieciocho años de edad tenía don Juan de San Martín, cuando solicitó voluntariamente una plaza de soldado y se incorporó al glorioso Regimiento de Infantería de Lisboa con la graduación de cabo… Con su regimiento, figurando en la Compañía de Granaderos, pasó don Juan de San Martín a Marruecos y luchó durante tres años en Melilla, en cuatro campañas que se realizaron… En Málaga, a 21 de octubre de 1764, se recapitularon los servicios de don Juan de San Martín en el ejército real. En la foja que entonces se redactó, constan los repetidos ascensos que alcanzara hasta la graduación que entonces ostentaba de sargento primero, de la segunda compañía del mismo regimiento en el que se iniciara en las filas del ejército real”…  Cuando Juan de San Martín llegó al Río de la Plata, Carlos III había anulado el Tratado de Permuta y “una vez más había sido cercada y tomada la Colonia del Sacramento por las aguerridas fuerzas de Buenos Aires, al mando de don Pedro de Cevallos, que hicieron la entrada a la plaza el 2 de noviembre de 1762, y que nuevamente pasó a manos de los portugueses, a raíz del tratado de París, de 10 de febrero de 1763, haciéndose cargo de la población, en nombre de Portugal, el coronel Pedro José Soares de Figueiredo Sarmiento, el 27 de diciembre del mismo año”. Cit. Barba, Enrique M. Don Pedro de Cevallos, gobernador de Buenos Aires y virrey del Río de la Plata”. La Plata (Buenos Aires), Biblioteca de Humanidades, ed. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la Plata, tomo XIX, Capítulo VIII.)

[154] Otero, José Francisco. Historia del Libertador Don José de San Martín. Tomo I. Fragmento del “Informe del gobernador de Buenos Aires Bucarelli al Conde de Aranda en 1768 sobre la expulsión de los jesuitas en Yapeyú”. (En La Gloria de Yapeyú, ob. cit., p. 129-132.

[155] Ibídem.  El autor citó: Revista de Buenos Aires, t. VIII, p. 183.

[156] Bravo, Francisco Javier. Inventario del pueblo de Yapeyú en 1768, incluido en La Gloria de Yapeyú, ob. cit. p. 133-161.

[157] El historiador Capitán Juan M. Zapatero, en su investigación sobre la participación de San Martín en Orán, siendo cadete Granadero (“adonde llegó el 25 de junio de 1791 para asistir a la defensa de la plaza contra los ataques y sitios del bey de Máscara”), destaca que la familia San Martín vivía en Málaga (España)  y menciona a “sus cinco hijos: Manuel Tadeo; Juan Fermín; Justo Rufino; José Francisco y María Elena -la única hembra- relacionados por orden de nacimiento, pues seguimos como lógico y verosímil este orden respecto al nacimiento de José Francisco y de sus hermanos”.  (Ob. cit., Buenos Aires, 1950, Edición del Círculo Militar, p. 80.) El autor cita: “Pacífico Otero, J. Historia del Libertador…, v. ref. 96. Cit. en tomo I, págs. 74 a 79.

[158] La gloria de Yapeyú. Ob. cit. Capítulo XX Don Juan de San Martín (Fragmento del libro homónimo) por José Torre Revello, p.189-190.

[159] Archivo General de Indias, Sevilla. Sección V. Audiencia de Buenos Aires, Legajo 24.  Aquí reproducido el documento con escritura sin abreviaturas y ortografía actualizada.

[160] Torre Revello, José. Don Juan de San Martín. Ob. cit., p. 186-187.  Gregoria Matorras nació el 12 de marzo de 1738, fue bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 22 del mismo mes y año. “Los esponsales se celebraron en la Catedral de Buenos Aires el 1º de octubre, por medio de poderes que el novio extendió en 20 de junio a nombres del capitán de dragones Juan Francisco de Sumalo, en primer lugar; del capitán de infantería Juan Vázquez, en segundo término, y del teniente Nicolás García, en caso de ausencia de los anteriores.  El matrimonio se realizó con la presencia del primer mandatario y apoderado, capitán de dragones Juan Francisco de Sumalo, y bendijo la unión el obispo de la diócesis, don Manuel Antonio de la Torre.  Los contrayentes se reunieron en Buenos Aires el día 12 del mes y año en que se realizó la ceremonia nupcial”.  Don Juan F. Sumalo, ejercía también el cargo de “intendente de las haciendas de campo que habían sido de los jesuitas”, según lo expresado por el historiador Luis Enrique Azarola Gil, en Los San Martín en la Banda Oriental – La estancias de las Vacas. # He leído diversa información acerca del orden de nacimientos de los hijos de don Juan y doña Gregoria. 1) José Torre Revello publicó esta información: María Elena, nació en la “estancia de la Calera de las Vacas, jurisdicción de la parroquia de las Víboras, el 18 de agosto de 1771 y fue bautizada el día 20, por fray Francisco Pera de la Orden de Santo Domingo.  Fue padrino el Ayte. mayor del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, don Luis Ramírez, testigos el Tte. de asamblea de caballería don Bartolomé Perera y el subteniente de Infantería José Rodríguez” (datos del acta en el Libro de Bautismo I, fº 25.) El segundo hijo, Manuel Tadeo nació en el mismo lugar, “el 28 de octubre de 1772, y bautizado el 9 de noviembre por el obispo de Buenos Aires, don Manuel Antonio de la Torre, que se hallaba transitoriamente en el lugar, haciendo la visita general a las parroquias e iglesias de su diócesis”. (El historiador Azarola Gil trascribió el acta asentada en el Primer Libro de Bautismos de la Parroquia de las Víboras” y escribió: “Las fechas consignadas en este documento rectifican las contenidas en publicaciones anteriores de la misma partida, que habían aparecer a doña María Elena de San Martín como nacida y bautizada en agosto de 1778, dando lugar a deducciones infundadas al relacionar la fecha de ese nacimiento con la atribuida al nacimiento de los hermanos de don José de San Martín.  Desde luego, la inverosimilitud del año 1778 era evidente para todos los que conocen historia colonial, pues la partida publicada en esa fecha errónea, aparece autenticada en 1782 por el P. Hermenegildo de la Rosa, secretario del obispo don Manuel Antonio de la Torre, en virtud de un decreto de este prelado.  Y bien, en 1782 hacía ya seis años que el obispo de la Torre había fallecido y más años aún que el P. Hermanegildo de la Rosa había cesado en sus funciones de secretario en razón de su traslado al obispado de La Plata”.  Uno de los autores que tuvo en cuenta esa fecha errónea, fue Juan Manuel de Zapatero, militar español.)  Juan Fermín Rafael nació en la misma estancia, “el 5 de febrero de 1774, fue bautizado al siguiente día por el provisor mayordomo del Obispo, don Juan Rodríguez e Cisneros, siendo padrinos los esposos don Fermín de Aoiz y doña María Rafaela de la Moneda de Aoiz, vecinos de Buenos Aires, que fueron representados en el acto por los esposos don Pedro Arévalo y doña Juana Carador y Arpide, actuando de testigos el clérigo Cipriano Santiago Villota y el padre teniente cura fray Francisco Llama”. Trasladada la familia a Yapeyú, allí nació Justo Rufino en 1776 y José Francisco “el 25 de febrero de 1778”.  El autor anotó que “los libros parroquiales de la iglesia de Yapeyú, debieron de desaparecer junto con otros objetos de incalculable valor histórico, en la destrucción que se hizo de los pueblos misioneros por las fuerzas portuguesas en 1817. ‘La orden del marqués de Alegrete al general Chagas era implacable: no dejar nada en pie, ni templos, ni habitaciones, ni estancias, en fin, nada que pudiera servir un día como núcleo de una población. (Martiniano Leguizamón: La casa natal de San Martín, p. 14-16.) El historiador Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana -tomo I-, destacó que “el pueblo de Yapeyú fue incendiado y saqueado por los portugueses el 13 de febrero de 1817, el mismo día y casi a la misma hora en que San Martín, después de haber ganado la batalla de Chacabuco, entraba triunfante en Santiago de Chile”.       2) El Comandante de Infantería (R) del Ejército  Español doctor D. Juan Manuel Zapatero y López-Anaya, autor de San Martín en Orán (edición 1980, Buenos Aires, Volumen 705 de la “Biblioteca del Oficial”, Editorial del Círculo Militar , p. 80.) El Capitán de Infantería don Juan de San Martín Gómez, “había sido destinado en calidad de ayudante supernumerario, agregado al estado mayor  de la fortaleza de Gibralfaro… Con el padre de familia vivían su esposa, doña Gregoria Matorras, y sus cinco hijos: Manuel Tadeo; Juan Fermín, Justo Rufino, José Francisco y María Elena –la única hembra- relacionados por orden de nacimiento, pues seguiremos por lógico y verosímil este orden respecto del nacimiento de José Francisco y de sus hermanos.” El autor anotó que Manuel T. ingresó en el Regimiento Infantería de Valencia, el 23 de setiembre de 1788; Juan F. ingresó en el Regimiento Húsares, de Aguilar, el mismo día y Justo R. como guardia de corps en la compañía americana el 9 de enero de 1795. / “La fecha de incorporación de José de San Martín a su regimiento de infantería Murcia, con la que fue dado de alta en calidad de cadete, está registrada en sus propias hojas de servicio: ‘Cadete, 21 Julio 1789’; permaneció como tal hasta el 19 de junio de 1793 en que fue ascendido al empleo de ‘Segundo Subteniente’, es decir un tiempo de tres años, diez meses y veintiocho días.  Había solicitado tal plaza del coronel del regimiento, conde de Bornos, mediante instancia fechada en Málaga el día 1º de julio de aquel mismo año, 1789”… (p. 79) El 14 de julio de 1789 estalló la chispa de  la Revolución Francesa. /  Los San Martín… “vivían en la calle de Pozos Dulces, en una casa todavía no identificada, y en Málaga residieron los padres e San Martín hasta la muerte de su progenitor, enterrado el 5 de diciembre de 1796 en la iglesia parroquial castrense de Santiago”. (Cita: Sebastián Souvirón, “Málaga la tierra donde vivió la familia San Martín”, art. Rev. “Mundo Hispánico”, núm. 32, noviembre de 1950, año III, p. 46 y 47.)

[161] La gloria de Yapeyú. Buenos Aires, Direc. de Publicaciones del Instituto Nacional Sanmartiniano, Edición Homenaje en el bicentenario del nacimiento de Don José de San Martín; 1978, p. 6.

[162] Sabido es que tras la invasión, saqueo e incendio que los portugueses concretaron el 13 de febrero de  1817 en el pueblo de Yapeyú, desaparecieron los libros de bautismos, casamientos y fallecimientos.  Se había cumplido la orden del Marqués de Alegrete al general Chagas: “…no dejar nada en pie, ni templos, ni habitaciones, ni estancias, en fin, nada que pudiera servir un día como núcleo de una población”.  (Leguizamón, Martiniano. La casa natal de San Martín, p. 14-16.)   El historiador Bartolomé Mitre destacó una coincidencia: el mismo día y casi a la misma hora, José de San Martín con su ejército lograba el triunfo en la batalla de Chacabuco y pudo entrar en Santiago de Chile. (Mitre, Bartolomé. Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana; 2ª ed. corregida, 1890, tomo I, p. 97-98.) Citados por José Torre Revello. # El historiador García Hamilton, a principios del siglo XXI logró la edición de su libro referido al nacimiento de José Francisco y plantea otros datos de filiación, indica que su madre era “indígena”…

[163] La gloria de Yapeyú. Ob. cit., p. 7.

[164] Zapatero y López-Anaya, Juan Manuel; doctor, Comandante de Infantería (R) del Ejército  Español.  San Martín en Orán. Buenos Aires, Volumen 705 de la “Biblioteca del Oficial”, Editorial del Círculo Militar, 1980, p. 80, 86-90.

[165] Manuel Bilbao –hermano de Francisco-, nacido en Santiago e Chile en 1828, graduado en Derecho a los veinte años, periodista y político, encarcelado después de la revolución de 1851 –al mismo tiempo que el general Bartolomé Mitre-, proscripto se trasladó al Perú, luego a Europa y Estados Unidos. Regresó definitivamente a Buenos en 1865, fundó el diario “La República”; en 1873 el diario “La Libertad” y luego se integró a la redacción de “El Nacional”, “La Prensa”… Durante el conflicto con Chile propuso la paz.  Autor de “Historia de Rosas – Tomo Único” y de otros relatos biográficos, murió en Buenos Aires el 15 de agosto de 1898. (Leer: Historia de Rosas, Edic. Casa Vaccaro, Buenos Aires, 1919, con estudio psicológico del Dr. José M. Ramos Mejía titulado La personalidad moral del tirano: “”Lo que se hace más visible en el carácter de Rosas, apenas se lleva un poco a fondo el análisis, es aquel mítico y extremado sentimiento de superioridad de su persona, que jamás abandonó”  (p.7) // “Con Rosas o contra Rosas”. Buenos Aires, Editorial Freeland, 1968, 1ª edición. Entre otros, escritos de los historiadores Arturo Jauretche, Félix Luna, José Antonio Saldías…

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