11 de septiembre: Día del Maestro.
1972: reconocimiento en Massachusetts.
Evocación de un maestro: Dr. Ramón Carrillo.
Maestras de la “Escuela Serena”.
El ex presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, falleció en Asunción del Paraguay, el 11 de septiembre de 1888 y como homenaje se estableció la celebración del Día del Maestro.
Señales en Boston…
El historiador Jorge Héctor Iglesias destacó que en el frente del edificio de la Biblioteca Pública de Boston (Massachusetts, Estados Unidos) hay una oportuna advertencia:
“La comunidad necesita la educación del pueblo,
que es garantía de orden y libertad.” [1]
En una nota rememoró que “Sarmiento, solamente un maestro, llegó a Boston por primera vez en 1847. Era un joven de 36 años que, impulsado por una pasión vigorosa por la educación y la cultura de los pueblos, viaja con el auspicio del Dr. Montt, ministro y después presidente de Chile, que lo había llevado a recorrer Europa a estudiar métodos educativos. Cuando cruzó el Atlántico, su objetivo era entrevistarse con el Dr. Mann, pionero en el desarrollo cultural de Massachusetts, que era un brillante y acaudalado abogado que había abandonado su profesión para dedicarse de lleno a la educación, llegando a ser secretario del Consejo de Educación del Estado. Su obra, a través de muchos años, sostenía que ‘la escuela es la base de la República, que la educación es progreso, libertad, dignidad del hombre’. /…/ En Boston, el joven sanjuanino impresionó a Mann por la fuerza de sus convicciones, y congenian por sus ideales comunes: ‘Educad al pueblo y la Nación florecerá’. La esposa de Mann, Mary Peabody, que hablaba español, hizo de intérprete y se transformó a partir de esa reunión en el ‘ángel protector’ del sanjuanino, como él mismo lo expresó muchos años después.” [2]
El historiador Iglesias tras comentar que en 1845 el estado de Massachusetts tenía “309 pueblos y ciudades, con 3.475 escuelas públicas, dirigidas por 2.500 maestros y 5.000 maestras, para formar 174.000 niños. /…/ En tanto, en la provincia de Buenos Aires, el estado más adelantado de la Argentina, las escuelas eran 20, y en todas las otras provincias juntas no alcanzaban a ese número.
En Massachusettes las bibliotecas se multiplicaban, había 365 constituidas, y tanto éstas como las escuelas eran apoyadas por el Estado y la comunidad, que percibía que por allí transcurría el camino de grandeza al que aspiraban.
Esto lo impactó a Sarmiento, al comparar con nuestra pobreza educacional. Cómo no había de conmoverlo esa magnitud, si no sobraban los dedos de una mano para contar las bibliotecas que poseía nuestro país. /…/
Cuando Sarmiento regresó a su Patria después de Caseros, con las luchas políticas en todo su despertar -él, que tenía pasión por la política-, también aportó su experiencia educativa recogida en su viaje. Fue director de Escuelas de la provincia de Buenos Aires y fundó la publicación Anales de la Educación.”
………………………………………………………………………………………………………………………
En 1862 Sarmiento asumió como Gobernador de San Juan, creó escuelas con planes que en aquel tiempo eran considerados “de avanzada”. El presidente Bartolomé Mitre lo nombró embajador en Estados Unidos. Llegó a Nueva York en mayo de 1865 y al mes siguiente le escribió a su “querida Aurelia Vélez Sarsfield”:
“…Qué le diré de mis impresiones al volver a Nueva York, a los veinte años de distancia.”
“Usted recordará mi eterna prédica hasta cansar a su padre, sobre los Estados Unidos. Gloriome de haber tenido veinte años antes, la clara percepción de su definitiva influencia en los destinos de América toda.”
Sarmiento luego estuvo en Boston, visitaba a Mary Peabody viuda de Mann y durante uno de los diálogos expresó que en la Argentina era necesario crear escuelas para la formación de maestros y para ello, sería oportuno invitar a educadoras estadounidenses.
Así fue como tiempo después, sesenta y cinco docentes llegaron a la ciudad de Buenos Aires y luego trabajaron en distintas localidades: “Mary O’Graham, Sara Eccleston (abuela de los jardines de infantes), Clara Armstrong, Mary Conway y sin olvidar a Margaret Collard y Mary Norse, que vivieron en Mendoza y dieroncátedra hasta bien entrado el siglo XX.”
Destacó también el historiador Iglesias que “de acuerdo con el primer censo, que él dispuso se realizara en 1869, sobre cien argentinos, sólo veinte sabían leer y escribir. En el segundo, 25 años más tarde, el porcentaje alcanzaba al cincuenta por ciento. ‘Esta es la obra de las escuelas normales, una sola de las cuales no existía en 1865’, escribía José B. Zubisur, ministro de Educación de la Nación.”
1972: reconocimiento en Massachusetts
En 1972, el gobernador del Estado de Massachusetts Michael B. Dukakis, promulgó el decreto que establecía la conmemoración del “11 de septiembre – Día del Maestro”, teniéndose en cuenta “la relación fecunda realizada en la Primera Conferencia de Ministros de Educación celebrada en Panamá, en 1943, designando ese día como Día del Maestro en todas las repúblicas americanas, promoviendo a rendir en esa fecha un justo homenaje a Sarmiento y a Horace Mann, tomando a los maestros como indispensables servidores de la Humanidad.”
Es oportuno reiterar otras consideraciones expresadas en ese documento:
“…Por cuanto el 11 de setiembre es el aniversario de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento, el maestro que fue presidente de la República Argentina, considerado padre de la educación pública, cuya preocupación por la educación se expande en otros países del continente.”
(Hay textos que nombran a Faustino Valentín Quiroga Sarmiento, siendo más conocido como “Domingo Faustino Sarmiento” y han reiterado que su madre lo llamaba Domingo o Dominguito porque era devota del Santo…
Su tío paterno José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento fue su primer maestro y tiempo después, se destacó como Obispo de Cuyo.) [3]
SER MAESTRO…
Aquí, algunas señales de destacadas personalidades argentinas.
Evocación de un maestro: Dr. Ramón Carrillo.
En 1949, al inaugurar el vigésimo curso para estudiantes que aspiraban a ingresar en la carrera de Medicina, el Dr. Ramón Carrillo recordó: “En 1929… en un salón más humilde y más modesto que el actual”, había dicho: “No es lo mismo un discípulo que un alumno. Alumno de un profesor puede serlo cualquiera. Discípulo no. Alumno es uno más entre los que asisten a una clase. El discípulo, en cambio, es un hijo del espíritu del maestro”.
“Siempre me ha parecido muy gracioso que a los universitarios y a los médicos nos despidan con discurso el día que recibimos el título. En verdad, deberían hablarnos antes de ingresar a la Universidad para decirnos qué porvenir nos espera en ella.” [4]
Maestras de la “Escuela Serena”…
Es oportuno recordar a distinguidas educadoras santafesinas, entre ellas Olga Cossettini y su hermana Leticia.
El ingeniero Elías Díaz Molano, destacado educador e historiador, refiriéndose a Olga Cossettini y la Escuela Serena, rememoró que esa talentosa maestra, “en 1921 residía en Rafaela, donde ejercía el magisterio y escribía versos que publicaba en el diario ‘Santa Fe’ de esta ciudad”, es decir de Santa Fe de la Vera Cruz.
“Con el apoyo de su directora la Prof. Amanda Arias, siendo regente de la Escuela Normal de Rafaela, comenzó con la aplicación de los llamados ‘centros de interés’ en algunos grados, y nos e dio por satisfecha, pues notó cierta inseguridad en sus docentes y hasta temor a los resultados. Al fin, lo que obtenía era expresión sólo de formas exteriores, pero carente de emoción interna, donde el niño revelara rasgos de su personalidad.
Fue, en tales circunstancias, cuando comenzó sus ensayos sobre ‘escuela serena’ inspirada por educadores italianos como Gentile y Lombardo Radice’.
Para ello debió contar con los docentes del curso de aplicación, entre los cuales figuraba su hermana Leticia, poseedora de inquietudes artísticas tan nobles como la pintura, la música y el canto.”
“La escuela serena implicaba una ruptura con la tradicional. La rutina había conducido a una serie de clases monótonas, con los niños sentados en el aula, como inmovilizados en su banco, en simple actitud receptiva. La nueva escuela lo sacaba del salón y lo ponía frente a la naturaleza, para que observara y luego expresara sus impresiones, en forma oral o escrita. La experiencia con sus resultados iniciales, fue explicada en forma detallada en el Congreso Pedagógico de Coronda realizado en 1933, bajo la presidencia del entonces Inspector General de Escuelas Normales y Especiales Prof. Rafael F. Figueroa.
Unos años después, aparecía su primer libro ‘Un ensayo sobre escuela serena’.
Mereció el apoyo del Ministro de Educación Prof. Juan Mantovani.”
En vísperas de una huelga, dijo a sus alumnos:
“Niños, hasta mañana o hasta siempre.”
Adhirió a la huelga y fue declarada “cesante”. Tiempo después, los absurdos lugareños provocaron el traslado de la señorita Olga a la Escuela Dr. Gabriel Carrasco de Rosario asumiendo la dirección del establecimiento que se jerarquizó como escuela experimental, situada en el Barrio Alberdi y sin dependencia de la Inspección durante quince años. En 1942, Olga Cossettini publicó su libro La escuela viva y afirmaba:
“Para cumplir nuestro plan de trabajo es necesario que el maestro abandone, por un momento, aula, escuela, horario y programa, y salga con sus niños a la calle, recorra la vecindad y se detenga a mirar el cielo, los árboles, la influencia de la lluvia o de la seca…”
En el prólogo de ese libro, el filósofo Francisco Romero advierte:
“La tarea del educador, aun más que en introducir saber o normas desde afuera, consiste en sacar a la luz al hombre esencial, en revelar al hombre su propio ser escondido.”
En 1950, por sus críticas a determinadas orientaciones educativas soportó otra cesantía y en desde 1951 a 1954 fue secretaria general del Colegio Libre de Estudios Superiores de Rosario. Tras el movimiento cívico militar del 16 de septiembre de 1955, fue reincorporada como Inspectora de Escuelas de Santa Fe, en 1958 asumió como Directora de Escuelas de la provincia de Buenos Aires.
En el lapso 1955-1964, fue asesora de Extensión Universitaria en la Universidad Nacional del Litoral, donde ejerció la Dirección interina desde 1959 a 1966 otra destacada docente, la abogada Marta Elena Samatán también cesante por razones políticas y por ello, trabajando como traductora de una editorial de Buenos Aires hasta su reincorporación en 1955 como interventora y luego directora interina en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la citada universidad.
En 1963, Olga Cossettini retirada del sistema, viajó por distintos países europeos y sintetizó sus experiencias en su libro La educación popular en Inglaterra, Francia e Italia, editado por la Universidad Nacional del Litoral.
El ingeniero Elías Díaz Molano, destacó la eficiente labor de las hermanas Cossettini: “En todos sus trabajos de renovación pedagógica Olga ha tenido en su hermana Leticia la más eficiente y entusiasta colaboradora.
Las conocí a ambas… Siempre me pareció que Olga era el tronco y las ramas y Leticia representaba las flores y tal vez el perfume…”
El recuerdo de un ex-alumno…
Salvador García, en su libro La ciudad, allá lejos, apeló a “su condición de maestro” y “casi exclusivamente a su memoria”, para reflejar sus impresiones, aportando un valioso material para la lectura y experiencias de aprendizaje escolares.
En esas páginas describe a “Don Antonio… el tronco de la familia Cossettini, fundador de escuelas en San Carlos, Gálvez, San Jorge y Rafaela. La familia vivía en “un viejo caserón”, donde el visitante “se encontraba con libros por doquier, y en una cantidad tal que no más que una residencia familiar parecía una biblioteca”.
“Se concentraba en esa casa el pensamiento de Platón que dice: ‘Si tienes un pequeño jardín y unos libros ya nada te falta’.”
La virtud de sugerir…
Leticia Cossettini ha sido reconocida “una maestra excepcional”.
“Poseía la virtud de sugerir… uno de los recursos más preciados del maestro. Y qué es sugerir? Quizás insinuar, invitar a pensar, despertar; pero mejor que todo esto, inspirar”, destacó Salvador García.
La subsecretaría de Cultura del ministerio de Educación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, reconoció su trayectoria y le otorgó el premio “Florián Paucke”.
El desafío planteado por esta educadora santafesina, sigue vigente.
Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
[1] Revista Autoclub. Nota de Cnel. (R) Jorge Héctor Iglesias, titulada Sarmiento – Maestro de América. (p. 36-37.
[2] Ibídem. El autor destaca que cuando regresó a Estados Unidos dos décadas después, Sarmiento residió en Nueva York y regresó a Boston. Horace Mann ya había fallecido y el sanjuanino siguió relacionado con la viuda Mary Peabody “que lo ayudaría fervorosamente. La correspondencia entre ambos llega a 370 cartas, que se encuentran compiladas en el Museo Sarmiento de Buenos Aires.” Continúa la nota destacando que “Massachusetts era y es el principal centro educativo de América. Y en Harvard conoce a pensadores, escritores, filósofos y hombres de cultura en general. Ellos le brindaron amistad, conocimientos, relación fecunda y la posibilidad de que el matemático y astrónomo Benjamín Gould aceptara radicarse en Córdoba para instalar el más trascendente observatorio del hemisferio sur.”
[3] Samatán, Marta Elena. Autodidactos. Buenos Aires, Editorial de la Universidad de Buenos Aires, julio de 1965, p. 25-26. “San Juan a comienzos del siglo XIX, era apenas algo más que un villorrio sin mayores recursos culturales. En 1812 se hizo cargo de la gobernación un amigo de San Martín, el doctor José Ignacio de la Roza, y gracias a su solicitud quedó inaugurada el 22 de abril de 1816 la Escuela de la Patria, establecimiento que fue confiado al maestro Ignacio Fermín Rodríguez. / Sarmiento ya tenía sus letras cuando fue inscrito como alumno de la escuela. Él mismo cuenta que a los cuatro años empezó a enseñarle a leer su tío, don José Manuel Eufrasio de Quiroga Sarmiento, más tarde obispo de Cuyo. A los cinco años leía corrido y su padre hacía que se ejercitase diariamente en voz alta, velando por su aprendizaje.” /…/ “José de Oro, sacerdote de su familia, decidió llevarlo de acompañante a San Francisco del Monte, en la provincia de San Luis donde debía residir por algún tiempo. La influencia de don José de Oro fue grande sobre el adolescente. /…/ En aquel pueblo aislado, perdido en las serranías, recibió Sarmiento lecciones inolvidables que debían perdurar en su espíritu. Tío y sobrino abrieron una escuelita de primeras letras porque los analfabetos eran legión en la villa y sus aledaños. El muchacho actuaba como maestro con toda la seriedad inherente a su cargo y a diario se enfrentaba con alumnos mucho mayores que él. Puede afirmarse que en San Francisco del Monte se halla la piedra angular de la escuela pública argentina”… (p.28-30) “El primer destierro de Sarmiento en Chile duró hasta la muerte de Facundo Quiroga, en 1835. Hizo un poco de todo para ganarse la vida.” (p. 35)
[4] Carrillo, Ramón. Teoría del hospital, t. II. Buenos Aires, EUDEBA, 1974, p. 1-3.