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2003-2006 – EL DIA DE LOS PAJAROS en CERES

Desde el verano de 2002 celebramos ¡el Día de los Pájaros!

Prólogo.

DESDE  SIEMPRE  LOS  PÁJAROS.

Fidelidad del paraíso.

DÍA DE LOS PÁJAROS.

EL TORDO VIEJO

EL  OBSEQUIO  DE  LOS  PÁJAROS.

PÁJAROS  PRISIONEROS.

RÉQUIEM  POR  LOS  PÁJAROS.

¿DÓNDE MUEREN LOS  PÁJAROS?.

PÁJAROS.

2003 – Propuesta de lecturas.

El paraíso.

Memoria insoslayable.

Gastón Gori, ciudadano ilustre.

Política y democracia.

Su siembra.

Disertaciones.

Bibliotecas “Gastón Gori”.

EL  DÍA  DE  LOS  PÁJAROS –  Celebraciones.

2003 – “Pájaros en hojas blancas para volar en palabras…”.

Mil colores.

Corazón a la mañana.

Sedosos hilos.

Ave sin nido.

Imitando a los pájaros.

Buscando pájaros.

Leyenda de unas aves.

2006 – Primavera en el Taller “Alfonsina Storni”.

Pajaritos amorosos.

Gastón  Gori.

Los pajarillos

Pájaros voladores.

Los pajaritos.

Los pájaros.

Regalo.

Pájaros alegres.

Vuela.

Amor de pájaros.

Pajaritos amorosos.

Libres.

Mi pájaro.

Ventanas.

Pájaro.

17-11-2006: Seguiremos cerca.

 

Desde el verano de 2002 celebramos ¡el Día de los Pájaros!

Releo la dedicatoria escrita por Gastón Gori en la primera página de “El día de los pájaros”, presentado en la La Casa del Sur –San Jerónimo 1133- en Santa Fe de la Vera Cruz.   Aquel 17 de noviembre de 2002, con letra imprenta y cursiva que delata su pulso tembloroso, junto a Charito dejaron más señales:

Para Nidia O. de Fontanini con nuestro más cariñoso abrazo de / Gastón Gori / Charito.”

 

Rememoro que sin expresarlo verbalmente, en ese momento decidí comenzar a difundir la propuesta de Gastón y así sucedió, excepto durante el año 2004…

 

Para que “los pioneros de Ceres en la celebración de EL DÍA DE LOS PÁJAROS”  y quienes desde distintas latitudes deseen seguir leyendo lo escrito por Gastón Gori, aquí me animo a reiterar el texto completo de lo último recopilado, elaborado y publicado por ¡el Señor de los Picaflores!

                              ¡El Patriarca de los Pájaros!

 

 

Casi portada en página 1:

Gastón Gori

EL  DÍA  DE  LOS  PÁJAROS

Un pájaro aprisionado es un fracaso del alma

Noviembre 2002

 

Página 2:

Prólogo

La profunda admiración que tengo por Gastón, se confunde con el cariño que guardo de su persona.

Yo no sé, si es el valor de su obra y de su figura, por la creatividad de sus ensayos o por el testimonio de sus investigaciones, o si se trata de la poesía que desparrama en sus diálogos, o las inagotables páginas de nuestra historia que brotan de sus relatos con esa prodigiosa memoria, envidiable memoria que conserva de manera intacta.

Sé también que él me guarda afecto.  Por ello, fue mayor la emoción, aquella tarde de Setiembre, que  respondiendo a su llamado llegué a su patio.

Allí estaba Gastón, esperando en el atardecer que vinieran las calandrias a buscar la comida que él, rigurosamente cada tarde prepara, como atento a una cita impostergable a la que no podía fallar.

Allí entonces me contó sobre “el día de los pájaros” y su preocupación de que no fuera un libro más, sino que su impresión tuviera como objeto mil ejemplares para cien escuelas.

Con preocupación me señaló, lo que significaba la ausencia del libro en una familia.  Agudamente reflejaba un aspecto de la crisis que surgía en él dolorosamente en los tiempos graves que vivimos, ¡hoy muchas familias no pueden comprar un libro y los chicos entonces no pueden leer!  Una vez más coincidían en él, la sensibilidad del poeta con la sensibilidad de su compromiso social.

Así se concreta esta publicación, con la intención de un gran hombre por rescatar de las pequeñas cosas de la vida, toda la poesía, todo el amor, toda la belleza, que la crisis o la inoperancia no nos pueden arrebatar.

Por eso este libro tiene un gran valor y se publica fundamentalmente para llegar a 100 escuelas y multiplicarse en sus alumnos, para que puedan leer, soñar, amar y conocer, en este caso como nacen los pájaros.

Por eso la publicación se hace en Noviembre, como dice Gastón, cuando los pájaros comienzan a volar.    /           Carlos Iparraguirre.

 

Página 3:

DESDE  SIEMPRE  LOS  PÁJAROS

 

Mi niñez vinculada al conocimiento de los pájaros y mi adolescencia se expresan literariamente en el libro “Y además era pecoso”; mi juventud y mi adultez en el libro “El obsequio de los Pájaros” y mi vejez en “El señor de los picaflores”.

 

Este libro “El día de los pájaros” abarca e incorpora capítulos de esos libros.

 

Página 4:

Fidelidad del paraíso

Te azotaban las lluvias;

te golpeaban los vientos.

Sufrías en verano

Sufrías en invierno.”

            A Gastón Gori, 17-09-2002

 

Lo contemplaste cuando niño, con los ojos absortos ante su vegetal misterio,

ese secreto enigma que amparaba tus pueriles sueños y protegiera tus miedos,

con el verde milagro de hojas en el ardiente estío poblado de pájaros,

de gorjeos y trinos, de las blancas palomas y el zureo,

del triste zorzal el canto y el último lamento.

 

Fidelidad del paraíso, con su tan breve azulada sombrea “bajo el palio esmeralda”,

bajo el que creciste, sin apenas notarlo, con tus hermanas

con el tiempo fluyendo entre las ramas, cuando ignorabas de tu padre la esperanza

de perpetua frescura, de perpetuo amparo, más allá de “la primera armonía”

y a la vez eterna, ese loco anhelo de paralizar la hora e inmovilizar el tiempo

de ése tu hogar, en donde el aromado pan era el tesoro y del paraíso los gajos,

rústicas flechas, que alcanzar pretendían las lejanas estrellas.

 

Fidelidad del paraíso, más allá del final del tiempo ahora que callosas manos

ya no bloquean su corteza, cuando todavía se obró el milagro

de las hojas que amarillean días y días, horas tras horas en ese extraño olvido

de lo que fuera y ya no es, pero que es sin embargo en la memoria, donde persiste.

 

Fiel paraíso, ¿dónde está tu tronco, dónde tu copa? “de tu amparo soñamos la frescura”

y, no obstante, no es mero sueño, sino real memoria de lo ya sido

y que, a pesar de ello, continúa siendo: tu pasado.

 

Perpetua “esperanza en la vida diminuta de tus ramas” y de los que fueron y aún somos.

 

Ricardo Ahumada

Inspirado en el poema de Gastón Gori: “El Paraíso”.

DÍA DE LOS PÁJAROS

En los meses de septiembre y octubre comienzan a construir sus nidos las distintas especies de pájaros.  A mediados de noviembre nacen las primeras crías o ya iniciaron sus vuelos los que pudieran haber nacido antes y es fácil calcular esa fecha posible para conmemorar el día de los pájaros que sería el 17 de noviembre.

Esa fecha resultaría de distintas observaciones que se realizaron y se realizarán sobre la conducta de los pájaros que viviendo en libertad concurren libremente a comer semillas que les arrojan para ellos el patio de las casas, que en la actualidad son muchas cuyos dueños han tomado la costumbre de alimentarlos de esa manera.

Cuando observamos que una pareja, que identificamos por algunas características de sus plumas o por algún defecto en su modo de caminar pican en el suelo semillas rápidamente y luego vuelan, nosotros seguimos esperándolas; cuando regresan más o menos pronto y vuelven a picar semillas podemos tener la certeza que habían ido a llevarle alimento a sus crías.  No es casual que esto ocurre con tanta frecuencia y que sean observados mientras proceden de esta manera; y si continuamos cotidianamente las observaciones comprobaremos que en el mismo patio, en un tiempo suficiente para el desarrollo y vuelo de las crías nos confirmarán la lógica de esta fecha.  Si hay variaciones entre unas y otras especies no tiene significación para modificar este criterio.

De modo pues, que el diecisiete de noviembre es más adecuado y exacto para designarlo el día de los pájaros.

EL TORDO VIEJO

Algo de grata melancolía le deparaba a don Dalmacio esa mañana.  Observaba a un tordo, interrumpiendo su paseo.  En su jaula de mimbre, colgada bajo un naranjo florecido, junto a un cerco de alambres, esponjaba sus plumas, despacioso, pacífico y estiraba luego un ala, luego la otra.

Había perdido el brillo que lo hiciera de color negro hermoso, empavonado en plumas, su pico tenía una breve mancha blanquecina en las comisuras, y sus patas se crispaban en el balancín como si se esforzaran por mantener erguido ese cuerpecito que había conocido las delicias de la libertad.

Dalmacio lo miraba intrigado, quizá porque no cantaba el tordo en esa mañana incitadora de melodías.  Reparó que una mujer joven y de graciosa sonrisa lo observaba a él, desde el patio visible de la casa, y sin perturbarse preguntó Don Dalmacio:

-¿Canta ese tordo?

-No, señor -le respondió amable- no canta porque es viejo…

-¡Ah!, es viejo…

Tuvo en su corazón un reflejo de su propia edad.  Se recobró. La vejez concluye sin cantos.  ¡Nadie quiere tener en el alma la imagen de lo que se afea y se deforma!  El tordo era viejo.  ¿Y hacia dónde iba él -pensó- tan apresuradamente en el tiempo de transcurso veloz para su vida?  El tordo no cantaba, agobiado de años y por supuesto, su corazón, tampoco reviviría para el amor.  Había perdido con su libertad, la facultad de amar y con los años, también la de cantar.  ¿O era que había perdido con su juventud el privilegio de ser amado y adquirido el don meditativo del silencio?

Todo transcurre con la bíblica verdad: el tiempo de amar, el tiempo de sembrar, el tiempo de cantar, ¡el tiempo de vivir!  Y llega el de morir.  Se sintió don Dalmacio en la jaula extraña que es la vida, con su horizonte de muerte, y cerca del naranjo miró las ramas que empezarán tímidamente a cubrirse de azahares como si en esa blancura incipiente se asomara el retorno seguro de la fe y la esperanza en la prodigalidad de la vida.

Comprendió que hubo una belleza pasada en la vida de ese tordo.  ¿Algo de su propia juventud libre, entusiasta, confiada y plena?  Nada muere por completo de lo que ha sido bello alguna vez.  Con todas sus vanidades doblegadas,  se sintió esencialmente humilde y permanente.  No se sintió solo ni viejo; se sintió en el concierto universal del hombre, a un tiempo perecedero y eterno, hasta donde es posible concebir la eternidad…  [1]

EL  OBSEQUIO  DE  LOS  PÁJAROS

El viejo Kees caminaba con lentitud por la orilla del arroyo buscando un sitio para sentarse, cargar su pipa, desenrollar luego de su rústica caña el piolín con el anzuelo, no tanto por afición a la pesca como por pasar la mañana en el silencio del paraje.  Los yuyos le obstaculizaban porque eran altos y porque sus viejas piernas habían caminado durante tantos años sobre el mundo, que ya no soportaban las dificultades naturales de esos sitios de vegetación intrincada.  Por fin pudo hallar un especio de orilla afelpada de frescas gramillas bajo un inmenso lapacho, cuyas ramas tortuosas se extendían hasta proyectar su sombra sobre el agua del arroyo, que, en la ribera opuesta, movía las hojas de un chilcal que la festoneaba de hermosura.

-Aquí nunca ocurre nada… -dijo el viejo Kees, a quien le placía hablar solo porque estaba acobardado de comprobar que la gente no le escuchaba con atención.

A su espalda la arboleda era tan tupida que apenas si el sol, radiante de generosidad, podía caer hasta el suelo cubierto de hojarasca, uno que otro de sus medallones dorados.  Frente a sus ojos, más allá del chilcal movido por las aguas y el viento, un timbó centenario alzaba su copa ocultando un gran retazo de cielo.

-Me gusta este sitio  -insistió el viejo Kees- porque nunca ocurre nada…

-¡Cuit! ¡Cuit! ¡Cuit! -le burló un cardenal ocultándose en los árboles; y como su alegría desbordaba, le voló sobre la cabeza:

-¡Cuit! ¡Cuit! ¡Cuit!

Miraba el viejo el color verde claro del agua que corría hacia un recodo de suave curva para arremansarse como en jugueteo interminable.

-Es lo único que pasa: el agua… exclamó otra vez hablando con una gruesa voz.

-¡Cuit! ¡Cuit!…  El viejo Kees dice que aquí no ocurre nunca nada. ¡Cuit! ¡Cuit!

-Rió el cardenal, y yéndose a posar en la rama más alta del timbó, se alegró más aún, puesto que llegaba la hora de convocar a todos los pájaros que moraban en los árboles de los contornos.  Tenía una agradable tarea que cumplir y se sentía gozoso.  Erizó su copete y al mismo instante se puso serio; tan grave como un músico que se apronta para hinchar sus carrillos y soplar en la boquilla del clarín… Elevó el pico apuntando al cielo, y comenzó a cantar con tanta energía que la sonoridad de su gorjeo repercutía en el monte llevada por el viento.  Modulaba su maravilloso canto con arpegios renovados y con estridencias de fuerte señorío.   Era un llamado hermoso e insistente; por eso, desde los sitios oscuros de los árboles, desde los totorales de la isla, desde los aleros de ranchos lejanos, desde el misterio que encierran las tupidas enredaderas, desde ceibos y sauces, comenzaron a llegar pájaros.  Las palomas respondían volando hasta el lugar de la cita; las urracas negras se posaban en las ramas en torno al airoso cardenal; los tordos acudían y sumaban su canto al clarín que clamaba; los chijíes, los dominós, Juan Chiviros y tijeretas venían para sumarse a la muchedumbre alada, y todo el silencio de la mañana fue roto por los mil gorjeos de alegría mientras el viejo Kees, que dejara entre sus piernas la caña de pescar, se había dormido con tanta placidez que su cara se asemejaba a la de un niño narigón.

Pero es necesario que digamos por qué el cardenal convocaba a los pájaros, qué clase de alegría los traía tan bulliciosos, o qué triunfo iban a festejar en ese apartado sitio del arroyo rodeado de árboles tan antiguos y tan bellos como cualquier leyenda de las que adornan la inteligencia del hombre.

Vivía allí cerca, desde muchos años atrás, un pirincho que se hizo famoso por su vanidad y por su mal carácter.  Ambos atributos adversos le originaron sus ambiciones, que, por desmesuradas, nunca pudo satisfacer con plenitud.  Cuando era joven solía posarse en las ramas secas caídas a orilla del arroyo y con el pico abierto hacia arriba e hinchado el plumaje de su garganta, cantaba con voz áspera, intermitente, como si hiciese dificultosas gárgaras de sol.  Se negaba a escuchar el gorjeo de la calandria y sobre todo, la flauta encantada del zorzal, porque habiéndole declarado rivalidad, no podía resistir la guerra que le desataba vanidad en su corazón.  Era entonces cuando más estridía su gorjeo áspero, que para sus oídos sonaba como un bello arpegio, puesto que se embebía escuchándose a sí mismo.  Su propio canto, le apetecía más que el más bello manjar.

Es verdad que los pájaros no son todos laboriosos, y que muchos, al igual que los lirios bíblicos, no hilan para sustentar su vida…   Pero el pirincho aspirante a la gloria del canto se había olvidado hasta del simple y necesario trabajo de construir un nido, y se despreocupaba en el tiempo del amor.  Ésa era harina del costal ajeno.  Su ambición de canto arrobador hizo que despreciara las más dulces tareas de la vida: tejer su hogar allí donde no le azotaran los vientos y las lluvias, donde el sol no lo hiriera, donde la mano ávida del hombre no llegara.  Pero no era eso lo más grave, puesto que, al fin y al cabo, nadie le reprochaba que fuera un pirincho soltero, ya que la libertad se respeta entre los pájaros.   Pasó una buena parte de su vida creyéndose admirado; lo cierto es que nadie reparaba en él; sus afanes interesaban poco a esos habitantes del monte de las islas, que, dotados del don del gorjeo, apenas si ellos mismos tenían conciencia de ser algo puro y admirable.  El cardenal que voló sobre la cabeza del viejo Kees se sentía tan amigo del zorzal que cuando le oía cantar al amanecer guardaba silencio para respetar sus frasecillas armoniosas iniciadas con modestia, casi con timidez, pero que concluían vibrando entre los árboles con enérgica dulzura.  Era entonces cuando el pirincho sin amor raspaba el aire con su voz borboteante, ríspida, airada.  La paloma comprendía -dotada de serenidad- el drama que ocultaba ese agresivo canto pirinchesco.

-Quiere ser un buen cantor -decía a su compañera-, y comete el absurdo error de dejarse arrastrar por el odio al maestro del bosque.  No sabe dónde reside el secreto del zorzal, si es que un secreto existe…

El búho oyó a la paloma y desde lo alto de la gruesa rama donde estaba, le interrumpió parsimonioso:

-Esto es cuestión de filosofía, señora paloma.  Observe usted la realidad profunda y entonces verá que el pirincho vive en el mundo que se formó porfiando contra sí mismo.  La epistemología nos enseña…

-¡Siempre dice cosas muy difíciles, señor Búho! -le atajó, amable, la paloma; y el filósofo, satisfecho de haber dado una prueba de su sabiduría, agradeció:

-Muchas gracias… -Y se reservó con su silencio su sospechosas teoría.

En esos días comenzaron las hojas a brotar en los ceibos y en todo árbol desprovisto de ellas durante el otoño que agonizaba.  Se oían como nunca antes trinos que renovaban después de cada noche, la luz del amanecer, y formaban una desconcertada orquesta que no carecía, por arbitraria, de sentido general y de armonía.   En las tierras donde los hombres levantaran sus moradas ocurría el suceso de los durazneros y labarillos floreciendo, y cada ser viviente –al mirar los alrededores, al respirar el aire, al atender a su corazón- advertía que la buena estación de las flores y de los frutos venía pisando los umbrales de su palacio esplendoroso, admirable de luz, de colores, de fragancia y de cantos: el palacio que reinaugura a su tiempo la primavera germinadora de la vida.  El arroyo, crecido con el beneficio de las lluvias, murmuraba constantemente entre las chilcas de las riberas, sin cesar de correr sus aguas, como si al final del curso les esperase una promoción de alegría.

Una noticia fue transmitida por el cardenal:

-Juan Chiviro: el zorzal está construyendo su primer nido ¡Óigalo cantar! No se lo digo en confianza; puede usted cantarlo a todos los vientos.

-Usted se equivocó -respondió Juan Chiviro-; me dijo ¡cantarlo!.  ¿No habrá querido decir “contarlo”?

-Bueno; pues cuéntelo…, pero cantándolo, porque es una bella noticia.

Ambos volaron hasta el timbó y unieron sus voces en un torneo de difusión sonora que repercutía, de eco en eco, hasta adentro de las más ocultas enredaderas del bosque; y a medida que cantaban con alta entonación de suceso, fueron llegando palomas, tordos, calandrias, federales, rey del bosque -sin pretensión de reinado-, y bandadas de chijíes hicieron coro para festejar las nupcias del zorzal.  En la ribera opuesta -donde después descansaría el viejo Kees-, el zorzal trabajaba su nido y de cuando en cuando, su canto aflautado respondía al bullicioso festejo de sus amigos.

-¡Chist! ¡Chist! -se alzó la voz del búho, y todos guardaron silencio para oír las palabras del filósofo, henchidas de conocimientos.

Entre los hombres -comenzó el búho- existe la costumbre de hacer regalos en ocasiones como ésta.  No sugiero que las costumbres de esos seres terribles sean buenas y dignas de imitación.  Pero lo de obsequiar en prueba de amistad merece el honor de nuestro apoyo.  Porque dice el moralista…

-Al grano señor Búho -exclamó un chingolo impaciente.

-¡Claro!  No divague -corearon los demás.

-Quiero proponerles -siguió impertérrito el filósofo- que obsequiemos al zorzal algo que embellezca su nido, y sea tan hermoso como inútil.  Porque sabrán ustedes este postulado: no es fuerza de buena razón que siempre lo hermoso y lo útil…

¡Pero no le dejaron continuar su disertación!

-¡Es una excelente idea! -le interrumpió la asamblea, alborozada- ¡Le haremos un regalo!

El búho, que conocía el poco entusiasmo y la despreocupación de las muchedumbres por las palabras reflexivas, se calló sin sentirse ofendido.

-¡Que el cardenal elija el adorno que regalaremos al zorzal para que embellezca su nido! -propuso la calandria.

Acepto -exclamó el cardenal-, pero ha de venir conmigo el chajá para transportarlo a su destino.

-De acuerdo -consintió el chajá, esponjando las plumas del pecho.

Nadie había notado al pirincho que amparado por las hojas, ocultaba su resentimiento, hasta que sin poderse contener, intervino con ánimo de perturbar la deliberación.

-¡Crií, cre, cre, creuu!

Se compuso la voz y dijo: -No tiene méritos el zorzal, éste es un acto de obsecuencia. ¡Oportunistas! ¡Aduladores!

El desconcierto cundió en la asamblea, y algunos asustadizos temieron su fracaso y miraron al búho esperando la salvación.

-Señor Pirincho -repuso éste con solemnidad-, usted recurre sin motivos a palabras cuyo significado es denigrante.  Su torpeza nos asombra.  Está resuelto conforme al sistema de la democracia que han de salir el cardenal y el chajá en busca de un obsequio para el zorzal que en este instante construye su nido.  Está resuelto. ¡Que se cumpla!

-¡Muy bien dicho, muy bien! -aclamaron todos… menos el pirincho.

El zorzal se había alejado para no ser testigo, con lo cual daba prueba de discreción, y aprovechaba el tiempo buscando fibras en las raíces de los ceibos crecidas junto al arroyo, que habían quedado descubiertas cuando las aguas erosionaron las riberas.  Vio desde el sitio de su labor cómo se dispersaban todos los pájaros, y entendió que la reunión había concluido. Unos se dirigían hacia el monte, otros hacia la isla, otros remontaban en alto vuelo jugueteando y silbando en el espacio, mientras el cardenal daba instrucciones secretas al chajá.

Luos estos dos salieron a cumplir con su misión.  A flor de agua divisaron un objeto plateado, y creó el cardenal que era una joya arrastrada a la deriva; brillaba como un prendedor de diamantes… Quiso recogerla.

-¿Quién sabe si una joya no es un buen regalo?

Pero al acercarse comprobó que se trataba de una graciosa mojarrita.  Buscaron por las orillas de un estero, había caracoles vistosos, conchillas nacaradas, pero ninguna gustó al cardenal.  El chajá a su lado se reservaba sus ideas para no perder su exclusiva condición de medio de transporte.

Hallaron insectos disecados, azules, verdes, tornasolados; mariposas muertas y bellas aún, el pelecho espeluznante de una víbora yarará, más nada conformaba al enviado de la asamblea, que, por último, pensó en un ramo de florecillas que salpicaban de rojo el verdor de los pastos, o de miosotis silvestres, o de nomeolvides violetas.

-Una flor se marchita pronto si se la corta.  Y en ese instante una rápida ráfaga de inspiración iluminó el pensamiento del cardenal:

-¡Ya está!  ¡Ya está!  -exclamó-.  Vamos, amigo.  Haremos un viaje hasta el interior del monte donde cierta vez he visto algo sorprendente.

Alzaron el vuelo; se orientaron entre las marañas, siguieron los detalles que recordaba el cardenal se introdujeron más aún, hasta que por fin hallaron lo que buscaban.  Trabajaron de firme y con delicadez para desprenderla de la rama en que estaba adherida.  Picaban aquí y allá, donde se resistían las ligaduras, y cuando pudieron moverla de su sitio, comprobaron que era liviana y fácil de transportar, de manera que el chajá no tuvo temor de perderla en el camino.  La llevaron hasta donde se balanceaba el flamante nido del zorzal, y así como la encontraron ligada en su sitio de origen, la acomodaron de suerte que ni el viento pudiese voltearla.  Cerca del nido parecía un nido más.

Sólo el pirincho observó el trabajo, y su risa fue despreciativa:

-¡Eso le regalan!… El “maestro de la flauta” -dijo con ironía tiene lo que se merece. ¡Qué horror!  Parece un puercoespín.  Crií, creé, creé, cruú!   Parece un puercoespín. ¡Qué horror!

Y él, que nunca se había alegrado por las cosas bellas que le rodeaban, que había sufrido cuando otros se lucían con sus dones, se dio a la tarea de divulgar el desacierto y la fealdad, que así consideraba el hallazgo del cardenal.  La duda cundió entre los pájaros ante la fuerza adversaria que desató el pirincho, y para tranquilizar los ánimos, repetía el cardenal:

-Ya verán ustedes.  El obsequio aún no es éste que vemos.  A su tiempo serán convocados y todos juntos cantaremos la gloria de un nido embellecido por la amistad y la admiración.  Ya verán que maravilla.

-Bien dicho -afirmó el búho, quien, en su sabiduría, atesoraba conocimientos de botánico-  La realidad parece una, y resulta luego otra…  ¡Yo sí veo la realidad profunda: veo el futuro de la realidad…

Sobre el nido del zorzal, el obsequio semejaba, más que un puercoespín, el tejido desconcertante de otro nido y el maestro de la flauta -como el tordo, como la paloma, como Juan Chiviro, la corte bulliciosa de los alrededores- esperaba el milagro prometido por el cardenal.

La hora llegó en el preciso momento en que el viejo Kees, con su caña y con su pipa, se sentó en la ribera del arroyo limpia de matorrales, afelpada de gramillas. ¿Recuerdan?  El cardenal le hizo burla volando sobre su cabeza, y luego se puso a cantar y continuó cantando hasta que acudieron, uno tras otro, todos los pájaros y en maravillosa orquestación, distribuidos en el monte, pero cerca del nido del zorzal, cantaron el aleluya del obsequio consumado.  Iban a posarse en el árbol del zorzal, miraban y cantaban y continuaron su alegría hasta que el último hubo visto cumplida su esperanza sobre el nido del maestro flautista.  Lo que vieron fue esto:  una planta que vivía del aire, pequeña, con sus hojas erizadas, esféricas en conjunto, y entre ellas, los pedúnculos se alargaban exhibiendo flores sonrosadas que parecían hechas de luz y del color que tienen las mejillas de las doncellas cuando se avergüenzan.

¡Las flores del aire!   Eran suaves como las armonías del canto del zorzal, delicadas como su vida, airosas como su voz.

Un poema natural eran suspendidas en la rama, más duradero que una flor cortada y tierno como un pájaro recién nacido.  Su realidad se había hecho evidente y su hermosura era incontrastable aun para los ojos torpes del pirincho.  Los pájaros le cantaron su aleluya victoriosa y el último en rendirle apasionada admiración fue el cardenal.  La armonía de su canto -cuando todo hubo concluido- perduraba insistente, intensa y feliz.  Su amigo el zorzal, respondió con la más modesta de sus frasecillas de tal manera que en el silencio del monte, su flauta sollozaba con ternura, porque las flores del aire adornaban su nido.

Se despertó el viejo Kees, estiró sus brazos mientras bostezaba.  El agua del arroyo continuaba con su juego interminable en el remanso.

-Qué tranquilo es todo esto -dijo Kees-, aquí nunca pasa nada… Se puso de pie y retornó hacia el pueblo, donde los hombres padecían los menudos negocios de todos los días.

PÁJAROS  PRISIONEROS

Nunca faltaron pájaros en las jaulas de mi padre, una de ellas enorme, construida de manera que su piso era la tierra y allí había hierbas y pequeños arbustos, en parte bajo techo y en el resto penetraba el sol, el viento, las lluvias.  Las voces del campo, aprisionadas entre los tejidos, nos despertaban al amanecer.  Se unían al bullicio de gorriones y urracas que habíanse refugiado, con el caer del crepúsculo, en las copas de los paraísos.

La variedad de los gorjeos era tanta, que el pequeño pedazo de tierra que nos pertenecía, se animaba desbordando cantos. ¡Jamás el sol apareció alumbrando el patio en silencio!

Pájaros, viento y sol, en maravillosa orquestación, saludaban las mañanas de primavera.  Los vecinos no permanecían ajenos a ese encanto y disfrutaban del raudal canoro.  Mi padre silbaba junto a los tordos que estimulados, aleteaban de gozo.  Hay pájaros que viven alegres en cautiverio.  No languidecen.  Se les abren las puertas, vuelan, silban, festejan y vuelven luego por sí mismos adentro de la jaula, para continuar interminables gorjeos.

Los tordos criados desde pequeños, se tornan remolones y besuquean graciosamente; fingen dormirse sobre la palma de la mano que los sostiene.  Comprendo que algunos valores, amen y estimen más su presencia en los patios, encerrados, que su libertad en los bosques.

El hombre suele distraer sus muchas amarguras y labores, con la felicidad sencilla de acariciar un ave mansa.

Un pájaro aprisionado es un fracaso del alma.

Yo abriría las jaulas del mundo para que, con las alas extendidas, todos los pájaros viviesen libres, tan libres como el viento.  La libertad es un don insustituible; ella, sólo ella, hace que la vida guste plenamente y que se logren instantes de felicidad.

Los pájaros encerrados se me ocurren poetas perseguidos.  No les fue dado el poder de expresar con sus gargantas todos sus disgustos, porque entonces, también el alba que doraba los ladrillos del patio, se hubiera levantado para alumbrar las canciones desdichadas.  ¡Poetas encarcelados y poemas rabiosos en la estridencia de las gargantas diminutas!

La bondad de mi padre, con la frescura de las mañanas, sonreía al dolor inexpresado… Festejaba el baño de los cardenales que sacudían sus alas sumergidas en el agua; silbaba a los canarios que picoteaban yemas de huevos cocidos.  Las martinetas huían bajo los altos helechos: por su instinto arisco, no se reconciliaban jamás con la voluntad del carcelero.  Fuera de su ambiente, golpeándose a veces contra el tejido, sangrábanse la cabeza.

¡Manchas de sangre, en el recinto de su cautiverio!

No habían olvidado el horizonte verde, los chulquis espinosos, ni la esmeralda neblinosa de la tierra amanecida.  Apenas sí, cuando a nadie veían, se revolcaban en el polvo para picotear las raíces, como en sus días libres de los campos cordobeses.  Nosotros las mirábamos con predilección, porque significaban toda una historia cinegética en la que no habían faltado las peripecias de un largo viaje, los peligros de las víboras y las garrapatas adheridas a la piel de los perros adiestrados.

Mi padre amaba los pájaros.  Su afición había conseguido prodigios.  Representantes de las islas y esteros, de los bosques y llanuras, lucían sus plumajes conviviendo bajo un mismo techo en grandes jaulas con piso de tierra.

La estridencia de los cardenales se unía al melancólico, al nostálgico borboteo de notas que los “charlatanes” soltaban mirando de soslayo los medallones dorados que la luz desparramaba sobre el piso de las jaulas.

El vuelo de los “crestudos amarillos” paseaba por el reducido espacio, el esplendor de sus alas, y la melodía de sus cantos, brotaba del pico, apuntando al cielo.  Era como una llamada a los poderes naturales que no los habían privado del encierro tenaz.  Sonora protesta que interrumpía largos períodos de resignación.

Los pájaros suelen impresionar tanto por el retraimiento como por la aceptación callada de una desdicha que no comprenden.  Los mirlos desambientados perecen por inanición.  Yo he visto, cierta vez, a un niño, soportar en un rincón un castigo, sin llorar.  Es que no comprendía su culpa, ni comprendía la penitencia. ¡Su silencio, era silencio de pájaro cautivo!

Mi padre disfrutaba de las canciones y no era poca su ternura.  Pero nunca los prisioneros alados le brindaron la delicia de un nido, con el piar de los polluelos.

¡Entre los alambres se negaban los silvestres a dar progenie de esclavos, de domésticos!  La maternidad, la cálida maternidad de los pájaros, exige la dimensión de los campos, el ejercicio libre de su inteligencia, de sus instintos amorosos.  ¡La libertad es el elemento primero en la tarea delicada de tejer un nido!   Pareciera que los pájaros que ejercitaron en el campo el vuelo inicial, quisieran para sus hijos el privilegio de soltarse desde la copa de un árbol, desde la ramita de una planta, o del hueco elevado de un tronco.  La jaula los humilla.

Sólo el canario, de antiguo domesticado, en cada estación propicia, causaba regocijo con sus pichones temblorosos, de picos desproporcionados y estómagos insaciables.

¡Y no faltaron canarios rebeldes que despedazaron sus críos, apenas nacidos!  Nadie explicará el misterio de esas madres doloridas.  Un pájaro aprisionado, es un fracaso del alma.

Cuando pensamos en la vida de los pájaros, si no aceptamos la tesis que los considera inteligentes, es porque el hombre ha dado pruebas tan extraordinarias de su talento creador; que resulta insignificante detenernos a investigar si alguna forma de pensamiento tienen esos seres pequeños que, cerca de nosotros, soportan las adversidades del mundo y disfrutan, también, de alegrías.

-¡Quién nos niega que la canaria infanticida no era madre desesperada por la ignominia de un encierro angustioso!  Quizás con los golpes de su pico ensangrentado, se blasonaba dolorosamente vengando la esclavitud de su especia.  ¡Exabrupto inesperado, trágico mandato, rendía a la libertad el holocausto desgarrador!

Dijo una eminente española: “Es preferible ser viuda de un héroe, que esposa de un cobarde”.  Admitamos rústicos razonamientos en los pájaros y admirémoslo traduciendo su trágico canto: “¡Es preferible no ser madre, antes que procrear esclavos!”

Un gorjeo es un punto de belleza.  No nos sorprendamos pues, que el hombre suela sentirse ávido de sus melodías.  Nadie se admira de que un gran ramo de flores se marchite, después de haber dado perfume y color al ambiente de un íntimo recinto.

Mi padre amaba los pájaros.  Nunca su pasión fue compartida por mi madre.  Ella era sensible de manera distinta.  Hubiera querido darles libertad a todos.  ¿Para qué -decía- encerrar a esos pobres animalitos?  Pero en el fondo se sentía complacida cuando alguien admiraba tan variada colección. -¡Cómo cantan” -solía decir cuando trabajando junto a ellos, nos aturdían los vibrantes silbidos de los cardenales.

Cuando dormíamos más de lo acostumbrado, se lamentaba así:

-Si se hubieran despertado temprano, hubiesen oído los pájaros.

¡Oír los pájaros era un premio gratuito y hermoso! ¡Cuántas mañanas de primavera, cuando los paraísos perfumaban la galería con sus flores, me he sentado en un banquito para ver cómo bajaban los pájaros a picotear el alpiste de nuevo!  Con bulliciosos aleteos se agrupaban en las cajas y con rápidos movimientos, sus picos descascaraban las semillas.  Tenía mis preferidos entre la multitud canora y eran aquéllos que yo había traído de los campos con las alas rotas o aprisionados en la trampera.

Eran los míos.  Un “pirincho” manso, solía acercarse para atrapar lombrices que, adheridas a los tejidos, aún no había devorado el zorzal, el mimado de ojos enormes y mirada pensativa.  El “pirincho” se refugiaba en la leña y tomaba el sol sobre los troncos.  Correteaba chirriando entre las ramas.  Su cola larga y pesada hacía de él un ave torpe.  Un día no compareció a la cita alimenticia… y desde entonces, no lo vimos más.  Fue sugerente la conducta de la gata que se mostró esquiva. No hay duda: ella conoció el epílogo de una existencia que estimábamos. Muy íntimamente lo habrá conocido, y no es errado sospechar que ocultó el secreto requetelamiéndose.

La vida de nuestros pájaros me tocaba de cerca el corazón.  Tanto es así, que al evocar mi niñez, no resulta difícil rodearla de silbidos que, anunciando el albor sonrosado, se incorporaban al ajetreo del doméstico ritmo.

Hubo pájaros y árboles, y también de vez en cuando, lágrimas, en el asomo primero de una vida que no desconoció la angustia ni el dolor.

“Y además, era pecoso…” – 1945

Décimo cuarto relato.

 

RÉQUIEM  POR  LOS  PÁJAROS

Nuestro mundo era campo y arboledas

gramillas silvestres y lagunas,

donde prevalecían los pájaros.

Chijíes miles silbaban en bandadas

y en el cielo la armonía

era música bulliciosa proclamada.

Los árboles fueron pentagramas

de aquellas armonías,

o puntos verdes donde la vida de los pájaros

se cumplía.

Era el ciclo conmovedor del nido

del amor sutil, inexplicable de los pájaros.

Y había todo en el mundo para ellos.

Hemos visto sus bandadas,

su remontar en los aires límpidos

de las chacras,

perseguidos; imputable tentativa

del encierro.

¡Eran miles en el cielo y la tierra!

No los niños mataron las bellezas

de los pájaros, los cantos

prístinos encantadores de la vida.

………………………………………………………………….

Ved.

El mundo apenas tiene la armonía venturosa

de dulcedumbre ingenua de los pájaros.

Había pájaros en el mundo;

en los hierbazales glorificaban

la hermosura.

Persistente es el hombre

el creador de todas las tristezas.

“Poemas de nacer y de vivir” – 1995.

Incluido en “Una vez la poesía”

Fernando Birri-Gastón Gori.

Centro de Ediciones de la

Universidad Nacional del Litoral.

 

¿DÓNDE MUEREN LOS  PÁJAROS?

 

No son pocas las personas que se formulan esta pregunta y por supuesto, que a mí me inquieta desde hace décadas… Cuando comencé a corretear pájaros, admirarlos y aún perseguirlos, pues no estuvo libre mi infancia de ese error en la conducta de quien se había criado en las afueras de la ciudad donde abundan diversas especies y más aún por mis correrías por los campos agrícolas cubiertas sus esquinas por arboledas comunes en los potreros por afición y necesidad de paraísos que tuvieran los primeros inmigrantes que araron esta tierra.  Pero nunca fue interrumpida por mucho tiempo mi presencia en granillares como tampoco mis conversaciones con los colonos y sus hijos.

De tal manera pude ver centenares de pájaros y hablar y oír hablar sobre ellos fue una deliciosa costumbre y contaba además con la diversidad de observaciones y opiniones de otros sobre el tema de los pájaros y el misterio de su muerte.  ¿Por qué nunca vimos un pájaro muerto por causas naturales de la vida?  ¿Por qué nunca encontramos en el suelo un pájaro muerto?  Las respuestas no aclaran nunca ese punto con certeza.  ¿Alguna alimaña los devora al caer muerto?  ¿Es imposible verlos muertos entre yuyos porque son pequeños?  ¿Ocurriría lo mismo si se tratara de un cardenal muerto atrayendo con su cabeza emplumada de color rojo?  He visto durante largo trecho entre San Javier y Alejandra, las bandadas de cardenales volando o posados en árboles.  ¿Por qué entre tantos y durante mucho tiempo, nunca he visto un cardenal muerto en el camino, o en el campo donde con cierta frecuencia anduve en distintos meses de los años que estuve por allá?  La tesis de la alimaña que se los come apenas mueren la desecho por arbitraria sin ninguna prueba ni posibilidad de prueba.  Lo cierto, lo verdadero es que también los pájaros mueren, pero ¿dónde?

Que mueren no hay dudas, y hasta podemos ver que muere un pájaro que durante años estuvo enjaulado.  Primero dejan de comer; luego lo vemos sosteniéndose en una varilla de la jaula.  Después lo vemos en la misma varilla y con evidente signo de tristeza.  Es por esto último que cuando muere un pájaro que tuvimos durante años, decimos “murió de tristeza”.

A éstos sí vemos morir, pero nunca asociamos su muerte con la posible muerte por tristeza de los otros pájaros que viven libres.

El misterio subsiste.  ¿Dónde mueren los pájaros?  ¿Por qué nunca hallamos un muerto así, de incógnito?

PÁJAROS

Vuelan los pájaros

Por los campos; encuentran semillas

Tienen comida; beben el agua -turbia-

Se las dio la lluvia.

Sienten nostalgia

De algo muy tibio

Construyen un nido

Nacerán nuevos pájaros

Volarán por los campos…

                                          Gastón Gori

                                          (Último poema en la última página de “El día de los pájaros”.)

2003 – Propuesta de lecturas…

En este texto difundido desde SEPA (Servicio de Educación por el Arte) con el propósito de promover la celebración del

17 de noviembre – DÍA DE LOS PÁJAROS

es oportuno reiterar lo escrito en Gastón Gori, escritor…

 

“Corría el año 1946… y Gastón y Dalmacio, mientras “setiembre florecía”, tenían entre sus manos los poemas de Se rinden los nardos”… En “El Paraíso”, se calló la calandria para escuchar los versos puros, recuerdos siempre vivos, de un tiempo compartido”.

El paraíso

                                                                       A mi padre

Yo he visto cuando niño

-con el ojo absorto, por el misterio-

cómo mi padre, a pala y a cuchillo,

hundía tus raíces en el suelo.

Entonces yo ignoraba su esperanza

en la vida diminuta de tus ramas.

El patio de la casa

donde sólo crecían

las hierbas, en derredor a las tapias,

tuvo por ti la primera armonía.

Te azotaban las lluvias;

te golpeaban los vientos.

Sufrías en verano,

sufrías en invierno.

¡Cuántas veces unas manos callosas

blanquearon la corteza de tu tallo!

En tardes calurosas,

soñamos la frescura de tu amparo.

Cuidado por mi padre,

obróse en ti el milagro de las hojas.

Ya se te veía desde la calle,

y era breve tu sombra…

Tú fuiste como un niño

en la casa construida con ahorros;

tú fuiste como un niño

en hogar donde el pan era el tesoro.

Creciste con nosotros;

mis hermanas jugaron

bajo el palio esmeralda,  junto al tronco.

De ti corté la rama

con que guiaba soldados

a lo recio de innúmeras batallas.

De gajos tuyos, mis rústicas flechas

querían desde el aire

llegar a las estrellas…

Cuando en edad temprana

caí enfermo de luna,

a tus nutridas ramas

les confié mi ternura…

Y buscaba tu sombra

en soledad del patio;

sufría las delicias de las cosas

que no se nombran…

Nadie supo jamás -lo oculté siempre-,

que yo aspiraba el olor de tus flores

y que unía a tu aroma de setiembre,

la dulzura de un nombre.

 (En “Se rinden los nardos, Buenos Aires, Ed. Porter, 1946, p. 39-42.

Sólo una coma y dos guiones agregados al poema

Publicado en Mientras llega la Aurora, Santa Fe de la Vera Cruz,

Editorial Castellví, 1942, p. 67-69.) [2]

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Memoria insoslayable…

Sábado 4 de enero de 2003, los periodistas Normando Gil y Nicolás Loyarte pertenecientes a equipos de producción de “Cable & Diario” y “El Litoral.com.” llegaron hasta el hogar de Gastón Gori y junto a Charito, dialogaron bajo la bignonia.

En esas circunstancias, el Patriarca de los Pájaros dijo:

“…recibimos una carta hermosísima de Antonio Requeni sobre el librito ése de los pájaros (El día de los Pájaros) que yo le mandé a Requeni. Y ayer mandó una carta hermosísima. A esas yo las guardo, en los cuadernos las guardo”…

 

Sabido es que Antonio Requeni, miembro de número de la Academia Argentina de Letras, escribió el prólogo de El Señor de los picaflores, edición conjunta del Centro de Producciones de la Universidad Nacional del Litoral y de la Fundación Bica, diciembre de 2001; reedición “Homenaje” de la citada universidad al celebrarse el nonagésimo aniversario de su nacimiento y el primer año de su Último Vuelo (diez mil ejemplares, septiembre 2005).

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A principios de diciembre de 2002, la Tacuarita había comenzado a recopilar y a registrar en la computadora diversa información relacionada con la trayectoria de EL PATRIARCA DE LOS PÁJAROS

Al comenzar el otoño de 2003, siguió difundiendo más información.

Gastón Gori, ciudadano ilustre…

Gastón Gori fue reconocido Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Santa Fe y también en su tierra natal, la ciudad de Esperanza (departamento Las Colonias, provincia de Santa Fe).

Durante el homenaje realizado en el Congreso Nacional destacaron que por sus aportes a la cultura nacional era un Ciudadano Distinguido

Política y democracia…

En la publicación periódica El Arca de distribución gratuita, publicaron parte de un diálogo con Gastón Gori, referido a la democracia:

“Aunque no satisfaga completamente nuestras expectativas, no tenemos otra forma mejor que la democracia. No es posible pensar en una tiranía, en una dictadura, porque ya hemos visto los resultados. Creo que la gente va teniendo cada vez más conciencia de sus derechos y deberes como ciudadano, y así será en la medida en que tenga mejor información y educación política, a través del periodismo y de la escuela misma. Alguna doctrina sostiene que no sólo los gobernantes deben ser elegidos por el pueblo sino también los jueces. Pero la base de todo está en la educación para la Democracia. Por otra parte, aquí, en Santa Fe, hemos tenido muy malos ejemplos desde los que gobiernan…”

Su siembra…

Gastón Gori estuvo en distintas localidades de la provincia de Santa Fe y se acercó a las escuelas establecidas en pequeños pueblos para apoyar la labor de los educadores:  padres, maestros, vecinos…

No necesitaba leer para expresarse ante el público con un lenguaje simple pero contundente por sus conclusiones.  Tan fácil como escucharlo era el poder entenderle y comprender sus relatos generalmente relacionados con la historia: los hombres y los hechos…

Disertaciones

(Su última disertación en un acto público fue en su ciudad natal, en Esperanza y durante el otoño de 2004.   Inició su último vuelo ese año, a las 10:15 del día de su 89º aniversario de nacimiento…)

El 26 de abril de 2001 estuvo en la ciudad de Reconquista (departamento General Obligado) y Víctor Prandina desde “Radio Amanecer” luego escribió:

En el día de ayer visitó nuestra ciudad el escritor santafesino, nacido en Esperanza, Gastón Gori.

Gori, quien escribió más de cuarenta libros en los géneros más diversos, brindó varias charlas a alumnos de escuelas, docentes y público que participó especialmente de un diálogo y debate con el escritor. El evento tuvo lugar en el local del Centro de Empleados de Comercio de nuestra ciudad.

Se define así mismo como “… historiador no, porque los datos históricos me sirven para fundar otras cosas. Yo diría ensayista, narrador y escribo también poemas; pero, en lo esencial, he sido narrador en cuanto a la literatura me refiero, no?. Eso no quiere decir que voy a negar mis poemas ¿nocierto?, dijo Don Gastón.

Entre sus obras destacadas podemos citar: “La Forestal, tragedia del quebracho colorado”, “Bajo el naranjo”, “Mientras llega la aurora”, “Se rinden los nardos”, “La agonía del quebracho”, “Pase Señor Fantasma”, entre otros.

En 1968, Gastón Gori, presidió la delegación argentina en la Conferencia Hemisférica por la Paz en Vietnam, realizada en Montreal, Canadá.

Aunque nació por encargo, La Forestal, despertó en su autor un apasionamiento tal que lo llevó a trabajar más de doce horas diarias e incluso a extraviarse dos veces en la selva. A veces épica, a veces demoledora en su minuciosidad, siempre polémica, esta obra es considerada como uno de los más bellos y preciosos ensayos de la literatura argentina. (fragmento de la presentación de Gori en nuestra ciudad)

Bibliotecas “Gastón Gori”

No ha sido por casualidad que diversas instituciones identificaran centros culturales y bibliotecas con el nombre de “Gastón Gori” (seudónimo del poeta, escritor, abogado Dr. Pedro Raúl Marangoni).

En San Guillermo (departamento San Cristóbal, provincia de Santa Fe, organizada por el Club “Unión Cultural y Deportiva”, funciona la Biblioteca Popular “Gastón Gori” (correo electrónico: bibgori@sanguillermo.com.ar. )

El Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología con el propósito de fortalecer la Educación Continua de Adultos impulsó el “Programa Nacional de Alfabetización” y en la ciudad de Rosario, funciona un Centro de Alfabetización en la “Biblioteca Popular Gastón Gori” (calle Juan José Paso y Tarragona Barrio “7 de septiembre”, edificio de Vialidad Nacional), inaugurada el 30 de noviembre de 2001 a las 10:30 con la presencia de autoridades locales y grupos de vecinos, entre ellos representantes de las vecinales Stella Maris, Asamblea de Fisherton Pobre -Karina Ramírez y Marcelo Peralta, quienes luego publicaron una nota donde destacaron que había asistido “el propio homenajeado y distinguido escritor Gastón Gori” y que en ese momento “se le hizo entrega de un diploma de visitante ilustre en nombre del Concejo Deliberante”.  [3]

Una vez más, Gastón dialogó con jóvenes periodistas:

¿Dónde nació?

-En la ciudad de Esperanza, provincia de Santa fe hace 87 años.

¿Hace cuanto que viene escribiendo?

-Desde los 17 años, en donde hacia borradores. A los 23 volví a escribir lo que ya había escrito anteriormente.

Pagué mis 3 primeras ediciones.

Como escritor ¿qué premio valoriza mas?¿El que la hace entrega la comunidad o el de las instituciones provinciales o municipales?

-Le doy mas importancia al de la comunidad, porque la nación nunca le hizo entrega a un escritor del interior.

¿Cómo se llamó su primer libro?

-Mi primer libro se llamó “Ana Toul France” (sic)

(Título del primer libro editado: “Anatole France”)

¿Cómo siente que una biblioteca lleve su nombre?

-Estoy muy contento porque los jóvenes me tengan presente.

Si le dijeran que escribiese la historia argentina ¿escribiría sobre el pasado o sobre lo que se vive hoy?

-Escribiría la realidad que se vive hoy.

¿Algunas de sus críticas fueron censuradas?

Nunca me censuraron, me autocensuré por problemas físicos.

Llevo 40 libros editados y 47 reeditados.

En Buenos Aires también funciona una Biblioteca Popular “Gastón Gori”…

EL  DÍA  DE  LOS  PÁJAROS –  Celebraciones…

Tras la presentación del libro El día de los pájaros del talentoso poeta y escritor santafesino Gastón Gori, desde el “Servicio de Educación por el Arte” se generó un proyecto de celebración a partir de lecturas de obras de autores santafesinos relacionadas con árboles y pájaros, también con algunos insectos…

Así fue como Ime Biassoni Morbidoni -también amiga a perpetuidad de Nidia Orbea Álvarez de Fontanini-, fue una de las primeras educadoras por el arte invitadas a desarrollar algunas experiencias desde su Conservatorio de Declamación “Luz y Lorca” y el Taller Literario “Alfonsina Storni” que dirige en Ceres (Departamento San Cristóbal), con proyección en localidades cercanas.

2003 – “Pájaros en hojas blancas para volar en palabras…”

Después de algunas comunicaciones por e-mail desde el SEPA y mediante ese sistema remitidos varios textos seleccionados para estimular la lectura de obras de autores santafesinos, Ime Biassoni Morbidoni elaboró un plan de actividades y a fines de diciembre de 2003, con el título Pájaros en hojas blancas para volar en palabras… reunió un conjunto de poemas escritos en el Taller de Literatura “Alfonsina Storni” que ya ha publicado dos libros: Un lugar (1990, ed. Universidad Nacional del Litoral) y Ventanas –coedición Municipalidad de Ceres – Secretaría de Postgrado y Servicios a Terceros. Facultad de  Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral.

Aquí, la bandada de pájaros dispuesta para seguir volando desde el amanecer…

 

Mil colores

Pinto a mi colibrí

de mil colores

Porque cantando

adorna a la primavera

Viajero incansable

mis flores te esperan

navegando mundos

te dibujo una espera.

Daiana Nicolau – 6 años.

Corazón a la mañana

Corazón del aire

despierta en la mañana

anunciada por el sol.

Es mamá calandria

que a sus tres pichones

protege de telarañas.

                                                                       Gimena Correntti – 6 años/2003.

Sedosos hilos

Pájaros del aire

en busca de libertad

y una canción de agujeros

que por la calle va.

Sedosos hilos

para tu nido

aunque algunos niños

te quieran enjaular.

                                                                       Yamira Nicolau – 8 años/2003.

Ime Biassoni Morbidoni, el 28 de noviembre de 2003, sintió el impulso de expresar:

Ave sin nido

Ave sin nido.

Te quitaron tus raíces

lo mismo que al indio.

¿Cuál fue tu culpa

si surcando cielos

adornaste el paisaje

con tu persistente vuelo?

¡Si con tu canto

despiertas cada mañana

anunciando un nuevo comienzo!

Ave sin nido

sin culpa.

sin rencores.

Simplemente

¡Vuelas!

Imitando a los pájaros

Muchas veces me pregunto

si tal vez Dios quiso castigarme…

Yo no sé, no entiendo

¿por qué hizo que nazca en medio de humanos…?

convirtiéndome como fin obligatorio en uno de ellos,

sintiendo los besos crueles y los golpes del destino,

cayendo y tropezando con las piedras

de un camino, estrecho y callado,

repleto de charcos donde se ahoga mi felicidad

donde muere mi risa y donde caen mis lágrimas.

En las monótonas noches del barrio

Cada noche, voy a encontrarme con mis sueños…

Tirada en un tapialito venido abajo, con luna llena, a veces dulce a veces amarga…

Aunque al despertar, temo

encontrarme sólo con una oscuridad vacía e ignorante.

Entre mis locos deseos

siempre aluciné con… con ser un pájaro

y así, volar y volar sobre un mar sin agua

con sabor a libertad, a frescura…

Y yo le cuento mis ganas

de que me hubiese conformado con ser…

¡tan sólo una pluma!

para cubrir sus alas del frío

y para no enamorarme del amor,

para no sentir, para no sufrir

para nunca desprenderme de su masa,

y así, con un pájaro… revolotear por el aire y dibujar las  estrellas

para no volver a amar.

Pero abriendo los ojos, ubicando la mente

yo sé que…

más allá de los problemas

más allá de lo que somos

todos podemos respirar un aire más puro,

todos podemos emprender un nuevo vuelo

imitando a los pájaros…

con las alas del alma.

                                                           Ana Paula Cremona – 23 años/2003.

Buscando pájaros

Busco pájaros, el viento lo sabe.

Absorbo alas del libertino encuentro de copas verdes.

Busco un nido para mis condenas…

Busco la alegría en las arenas de tus uñas.

Busco el plumaje de tus sabias voces,

el trino sagrado que conjuras con tu música

en el campo matutino y relajado.

Quiero elevarme al aire donde habitas,

y dibujar en las nubes con pinceles mágicos de tus brillantes colores;

dos niños jugando, dos pájaros alados.

Busco verte, quiero verte, alegrarme el día.

Busco escucharte, alado manto del cielo.

Te busco pájaro en la mañana, cuando aclara el día,

al amanecer, en la tarde dormida, colmada de amarillos dorados;

tarde bañada en oro.

Quiero tu complacencia, tus placeres divinos.

¿Me acompañarías a volar?

Serías mi amigo, seguramente si fueras humano.

Es mejor que lo sigas siendo.

¿Prometes llevarme a volar contigo?

Vamos, volemos!

                                                           Antonio Dovis – 19 años / 2003.

Leyenda de unas aves

De la soledad de la antigua roca

resaltan dos esbeltos soldados llenos de poderío.

Eran exacerbados por la ingenuidad de una nube.

Se dirigían con rumbo norte-sur por el camino de las gaviotas.

Se dirigían con rumbo norte-sur por el camino de las gaviotas.

Y pasando por la sombra de un gigantesco árbol acamparon.

Se sentían cansados y fatigados por haber perdido mil batallas,

pero trataban de comenzar una vez más.

Les llamó la atención la antigua roca,

no esperaban verla tan sola, desolada.

El viento tocó las hojas de los árboles

y se elevó una leve brisa.

Rápidamente refrescó.

Estos soldados eran enviados del Señor.

Eran soldados de Cristo.

De pronto la antigua roca brilló con intensidad

llamando la atención de los guerreros.

Los guerreros de la paz sintieron una voz interior que les hablaba.

Transcurría el año 17 a.c.

Por imperio divino algo extraño había ocurrido.

El Señor les había encomendado una tarea.

Una tarea bastante difícil.

La de hacer feliz a la humanidad con sus cantos.

De allí que los transformó en una pareja de aves.

Lanzaron dulces romanzas al infinito

y recorrieron el mundo elevando sus sones diamantinos

y esparciendo aves de distintas especies.

No habían estado perdidos.

Se habían dirigido por el camino correcto,

por el camino del sueño de la antigua guerrera madre.

De allí que al primero de sus hijos lo bautizaron gaviota.

Los dos guerreros murieron fundios en el fondo de un mar.

Pero el espíritu   elevado   tan alto    por los aires… y los cielos.

                                                           Antonio Dovis – 19 años / 2003.

………………………………………………………………………………………………………………………

2006 – Primavera en el Taller “Alfonsina Storni”…

 

Seguimos cerca de Ime Biassoni Morbidoni y de las señales que van dejando los niños y jóvenes asistentes a su Conservatorio de Declamación “Luz y Lorca”; seguimos recibiendo mensajes sobre diversas actividades en distintas provincias argentinas y en el exterior.

En esta primavera, así como han nacido pichones en diferentes nidos, también crecerán las familias de queridos ceresinos cuando tras nueve lunas emocione otro llanto recién nacido…

En el Servicio de Educación por el Arte, así como nacen los brotes se han generado diversas propuestas para celebrar la “Semana de los Pájaros (10 al 16 de noviembre)” y el “17 de Noviembre: Día de los Pájaros – HOMENAJE a GASTÓN GORI… ¡el Patriarca de los Pájaros!”

Ime a mediados de octubre, preguntaba acerca del “acto del 16 o 17. Supuestamente yo debería estar en San Luis para presentar unos talleres, el día 18 de noviembre. Digo supuestamente porque no sé lo que puede pasar… en estos días debía estar en Lima para retirar un premio publicación y por la nueva nieta que ha de llegar no viajé…”

En el mismo correo, envió estos poemas:

Pajaritos amorosos

Las nubes son muy lluviosas

cometen un error.

Los pájaros vuelan hacia el sol

navegando en busca de calor.

Entre flores hermosas

brincan  cantando

hechizando mi día

con campanas

en altas torres.

El viento comete otro error

tumbando nidos con huevos.

A los pájaros los trato con amor

y junto sus huevitos

para que nazcan

lindos pajaritos.

Belén Dovis (8 años)

Gastón  Gori…

señaló una fecha

para que los pájaros

vuelen más alto.

Gastón Gori

un 17 de noviembre

pintó con plumas

la palabra AMOR.

 

Los pajarillos

Cantan en una rama

todos los pájaros

y hacen piruetas.

Llaman a Dios

con una canción

de amor.

Y en sus movimientos

brillan sus colores

con la luz del sol.

                    

María Sol Braica 4 años

Pájaros voladores

Los pájaros

vuelan entre flores

y desparraman

sus plumas de colores.

Tienen magia

en su libertad

y enormes alas

que en el cielo

los hacen brillar.

Lara Ferrero 4 años

Los pajaritos

Los pajaritos en el arbolito

cantan, bailan y juegan.

El sol los abraza,

les da su calor

y ellos felices están.

La abejita y la mariposa

les piden ronditas

a los pajaritos

que cantan, bailan y juegan.

Jazmín Biancucci 4 años

Los pájaros

Sobre las ramas

del árbol de Dios,

un pájaro se posó.

Su corazón brilló

como los rayos del sol,

entonces supe

que era un pájaro de amor.

Brisa Dovis – 5 años

Regalo

Un nido de barro

en el árbol del campo,

un pájaro de cielo

pintando mi jardín.

Les regalo mi amor

a los pájaros del campo,

les regalo un sol

a los pájaros del jardín

Agustina Soria – 6 años

Pájaros alegres

Arco iris de libertad

y colores de lluvia

en un árbol de magia

para los pájaros alegres.

Brisa Rueda – 6 años

Vuela

Vuela con magia

mi pájaro feliz,

sus colores brillantes

al sol hacen reír.

No quiero tristeza

alegría sí,

el amor en su pico

viene por mí.

Luisina Ferrero – 7 años

Amor de pájaros

El nido vacío

ahora tiene huevos…

La mamá los empolla

y salen las sorpresas

con el nacimiento de pichones

que van a la libertad.

El asombro

pinta emociones de vuelo

por un arco iris de paz.

Da la suerte

amor de pájaros

y gran felicidad.

María Victoria Braica 7 años

Pajaritos amorosos

Las nubes son muy lluviosas

cometen un error.

Los pájaros vuelan hacia el sol

navegando en busca de calor.

Entre flores hermosas

brincan  cantando

hechizando mi día

con campanas

en altas torres.

El viento comete otro error

tumbando nidos con huevos.

A los pájaros los trato con amor

y junto sus huevitos

para que nazcan

lindos pajaritos.

Belén Dovis 8 años.

Libres

Palomas que me darán

el silbido,

colores que me darán

pasión

y gritos que no me encadenarán.

La luna, paloma

le dará a tus plumas

mi corazón

y las estrellas

amasarán luces

para brillar pájaros,

en el campo,

con suspiros blancos.

El don de tu volar

paloma

es luz para mi alma.

En el mundo

en que yo vivo

ocupan un lugar

los pájaros queridos.

Leticia Paulón – 9 años.

Mi pájaro

Mi pájaro

tiene plumas

de colores.

Vive en

su nido

en una rama.

Sus alas

tienen sombras

extrañas.

Mi pájaro

viste de rojo

azul y amarillo

y vuela

muy feliz

sobre los ríos.

Cecilia Fidalgo 9 años

Ventanas

Ventanas de canto

vuelos blancos

y melódicos pájaros

perfumando al sol

con campanas de amor.

Construyen sus nidos

con pajitas y barro

y sus silbidos

recorren el aire,

pintando mi ventana

en cada mañana.

Cecilia Paulón – 10 años

Pájaro

¿Cómo armar esta historia

cuando tantos son los tiempos

que se tejieron?

La luz descolgó sus hilos

para tu primer pío

en el tibio nido.

Tus alas de seda

pintaron espacios

con el libre movimiento.

El viento fue testigo

de tu raudo vuelo

jinete del aire.

Sonrieron los cardos

al despertar del movimiento

esperando las melodías.

El misterio en follajes

fue música para el alma

anunciando cada mañana.

¿Cómo entender esta vida

tan bella y buena

cuando una honda se presenta?

El campanario queda sin campanas

cuando se cercenan alas

por error del dominio.

El verde se vuelve rojo,

lloran huevos en los nidos

mutilados en el olvido.

Existe una verdad para entender

para que el camino no sea dolor

para que un pico firme

porte la palabra AMOR.

Ime Biassoni Morbidoni.

 

 

NO TE OLVIDES DE MIRAR EL CIELO

no rechaces el milagro

de contemplar pájaros celestes,

para dar nuevas formas

al espacio verde.

                                                            Ime.

            Desde Ceres…

            30 de octubre de 2006.

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17-11-2006: Seguiremos cerca…

A pesar de las distancias materiales, para celebrar el día de los pájaros

Homenaje a Gastón Gori”.

¡Gratitud!…

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[1] Agrego: “El Tordo Viejo” integra su libro El Obsequio de los Pájaros, Santa Fe de la Vera Cruz, Ed. Nuevo Best Seller, 1981, p. 42-43.

[2] Las primeras estrofas hasta “el hogar donde el pan era un tesoro”, fueron publicadas en Poetas santafesinos le cantan al árbol (editado por la “Asociación Cooperadora de la Estación Zoológica Experimental y la Dirección General de Ecología y Protección de la Fauna dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Industria y Comercio, Subsecretaría de Recursos Naturales”, presentado a fines de agosto de 1993 por la poetisa sunchalense Zulema Merino, Subsecretaria de Recursos Naturales de la Provincia de Santa Fe e integrante del Comité de Lechería de CARCLO, tiempo después diputada provincial.  Gastón no pudo eludir la emoción generada por esa poda…  En la sexta estrofa, impreso “abrióse en ti el milagro” siendo “obróse en ti el milagro” lo que escribió Gastón.

[3] En el párrafo siguiente: “Actuaron además, el poeta Alfonzo, el grupo de Teatro de Villa Hortensia dirigido por su profesora Carla y la murga de la escuela nº 632 ‘La Murguera y el Murguero’. Se les hizo entrega de un presenta a chicos de 5º a 9º año de diferentes instituciones escolares (escuelas Stella Maris, Cayetano Silva, Luis Chorroarin, Familia de Dios, Instituto Fisherton) que participaron en el mes de mayo en el concurso por el logotipo para la biblioteca.”

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