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Desencuentros, violencia y pena de muerte.

Desde la legendaria Grecia.

“La Inquisición” y “las Cruzadas”.

La caza de brujas.

Declaraciones tras las torturas –  “Auto de Fe”.

Índice de los libros prohibidos.

Fernando VII y “la Inquisición Española”.

Ocaso del siglo XX: pedido de perdón de S.S. Juan Pablo II.

Acerca de la pena de muerte.

Situación a comienzos del siglo XXI.

Experiencias en la República Argentina.

 

Sabido es que los pueblos antiguos pensaron en la posibilidad de aplicar la pena de muerte como recurso eficaz para lograr la seguridad  mientras era evidente el crecimiento de la delincuencia.

Desde la legendaria Grecia…

Se ha reiterado que en la legendaria Grecia –Hellenike Demoratía-, en la República Helénica se impuso la horca y a las personas consideradas indeseables se las condenaba al ostracismo y como mínimo durante una década tenían que vivir lejos del país de nacimiento.  En el Antiguo Testamento hay varios testimonios acerca de la aplicación de la pena de muerte ante delitos graves y los apóstoles relatan el rápido juicio que culminó con la crucifixión de Jesús de Nazareth, una pena que se eliminó por decisión del Emperador Constantino I en el año 337.

También entre los chinos se aprobó el Código Penal de la Dinastía Purísima y se establecieron distintas penas: desde los azotes hasta los estrangulamientos; según hubieran sido los delitos que abarcaban diferentes comportamientos: práctica de magia, fuga de prisiones, profanación de tumbas, sedición, simulación de jerarquía militar, falsificación de moneda, hasta el triple encubrimiento a ladrones, el latrocinio y el homicidio.

“La Inquisición” y “las Cruzadas”…

En el siglo XII algunos teólogos católicos apoyaron la aplicación de la pena de muerte, y esa chispa encendió la hoguera de la Inquisición; institución judicial creada por el Pontificado durante la Edad Media -siglo IV-  para declarar herejes a quienes se opusieran al cristianismo como religión estatal y por ese motivo generaran disturbios.

Hay que tener en cuenta que San Agustín no aceptaba tal violencia contra las personas y finalmente, la Iglesia terminó desaprobando cualquier acción compulsiva y la tortura mediante castigos físicos.

El Papa Inocencio III -siglo XII- organizó las Cruzadas para arremeter contra quienes difundían la doctrina albigense en el sur de Francia, generando disidencias en cuanto al matrimonio y a otras instituciones sociales. Fracasado ese intento, en el siglo siguiente el Papa Gregorio IX dictó los estatutos Excommunicamus y al limitar las funciones de los obispos, otorgó a los inquisidores el poder para obrar bajo su directa dependencia, autorizándolos para aplicar severos castigos.  Tenida en cuenta la formación teológica en las órdenes franciscana y dominicas, les fue confiada la misión de perseguir a los herejes en circunstancias en que el miedo, también influía en el ánimo del Papa ya que se apresuraba en la toma de decisiones cuando intuía que Federico II, el emperador del Sacro Imperio Romano podía adoptar algunas medidas que redundaran en determinado beneficio político.

La caza de brujas…

En Alemania y en Aragón se concretaron las primeras persecuciones y desde esos lugares se extendió a diferentes zonas europeas, incluyendo la caza de brujas y de adivinos, de quienes también se habla en la Biblia con cierto reconocimiento.  En ese tiempo, hasta los príncipes temblaban cuando los interpelaba el Consejo integrado por clérigos y laicos, que tenían varios colaboradores -asistentes y notarios-, quienes junto a policías y asesores formaban un grupo implacable en el momento de la denuncia, tanto que en distintas oportunidades fueron acusados por abuso de autoridad.  En este tiempo, parece absurdo el procedimiento que aplicaban en cada lugar donde se instalaban durante semanas o meses, según la cantidad de personas que se presentaban espontáneamente a declarar -casi que como en la denominada ley del arrepentido-, con la intención de que les aplicaran penas menores.  Algunas estaban anotadas como sospechosas y disponían de un mes de plazo para realizar la confesión ya que en caso contrario empezaba el proceso.  En todos los casos no se mencionaba el nombre del denunciante hasta que el Papa Bonifacio VIII anuló tales procedimientos y los acusados fueron obligados a responder bajo juramento sobre cada uno de los cargos que se le habían formulado, siendo suficiente el testimonio de dos testigos para declarar la culpabilidad.

Declaraciones tras las torturas –  “Auto de Fe”…

Fue el Papa Inocencio I quien influenciado por el Derecho Romano, autorizó que fueran torturados los acusados para obligarlos a declarar.  Después se celebraban ceremonias públicas, consideradas auto de Fe porque se difundían las sentencias y los castigos a aplicar que podían ser: soportar la humillación de recorrer las calles cargando con una cruz, o con dos lengüetas de tela roja cosidas en la ropa exterior; como sufrir el encarcelamiento o la confiscación de todos los bienes.  Si los inquisidores establecían que lo juzgaran las autoridades civiles, era previsible que terminarían ejecutados.

Hacia el siglo XV se advirtió el ocaso de esa Inquisición, pero persistieron las tendencias a aplicar sus crueles métodos de hostigamiento y aniquilación.

En Italia el Papa Pablo III estableció la Congregación de la Inquisición en Roma, conocida también como Santo Oficio que por “los hechos” parecía tener nada de santidad y más si se evaluaban “los resultados”, ya que independientes del control episcopal, seis cardenales estaban encargados de controlar la ortodoxia de índole académica, específicamente la que se difundía mediante escritos de eclesiásticos y teólogos.

Índice de los libros prohibidos

Entre esos cardenales estaba Juan Pedro Carafa, luego Pablo IV, quien en 1555 ya combatió activamente a todos los sospechosos, incluyendo a otros cardenales y a algunos obispos, disponiendo que la Congregación elaborara el Índice de Libros Prohibidos (1559).

Aunque algunas voces se oponían a la Inquisición Romana, se mantuvo porque era considerada eficaz para mantener el orden en el seno de la Iglesia y según decían, para promover la ortodoxia doctrinal.

En 1633 fue condenado Galileo Galilei y el Papa Pablo VI en 1665 reorganizó el Santo Oficio y adoptó el nombre de Congregación para la Doctrina de la Fe.

Fernando VII y “la Inquisición Española”…

Con algunas diferencias respecto de la Inquisición medieval, a propuesta de los reyes católicos Fernando V e Isabel I, el Papa fundó la Inquisición española en 1478, encomendándole la misión de presionar sobre los judíos -decían los marranos-, para convertirlos al cristianismo.

Esa cruzada de conversión impulsó la siguiente iniciada en 1502 con las personas de religión islámica y dos décadas después ya estaban actuando sobre los protestantes, de modo tal  que mediante la coerción se pretendía imponer una sola religión: la Católica.

Cuando la autoridad eclesiástica delegó en los reyes la supervisión de esas acciones, fueron los dominicos los que más cerca estuvieron de los funcionarios que continuaron con esas prácticas.  El Consejo de la Suprema Inquisición, utilizó crueles métodos para convertir a los protestantes y durante el reinado de Felipe II se extendió la persecución a personas destacadas de la política y de las ciencias.

Así fue como el primer inquisidor, Tomás de Torquemada -sobre quien Benito Pérez Galdós escribió una interesante biografía-, ordenó matar a miles de supuestos herejes en territorio europeo y en los tribunales de México y Perú, virreinatos donde esos católicos atacaron a los hechiceros probablemente con el argumento de que eran quienes promovían diversos ritos religiosos.

Aunque la Inquisición se extendió a Sicilia en 1517, resultó imposible establecerla en Milán y en Nápoles.  A pesar de esas dificultades, el emperador Carlos V logró que avanzaran hacia los Países Bajos en 1522, sin lograr su objetivo de extinción del protestantismo porque ellos habían organizado otras instituciones represivas, como fue el Consistorio de Ginebra en tiempos del francés Juan Calvino, entusiasta reformador francés.

En 1812 en las Cortes de Cádiz se intentó disponer la supresión de la Inquisición, pero recién en 1843 fue abolida.

Ocaso del siglo XX: pedido de perdón de S.S. Juan Pablo II.

A fines del siglo veinte y con motivo del Jubileo, Su Santidad Juan Pablo II cumplió la misión de pedir perdón desde el Vaticano por las ofensas que se habían cometido desde los orígenes de la iglesia católica apostólica romana; un acto que significó la expresión verbal de un arrepentimiento por tantas persecuciones y muertes, hechas en nombre de la religión que se basa en la prédica de Jesús: “Amaos los unos a los otros”…

Acerca de la pena de muerte…

Los primeros teólogos católicos que defienden la pena capital aparecen ya en el siglo XII y no fue por casualidad que se impuso “la Inquisición”.

En el siglo XVIII, “los filósofos de la Ilustración” promovían la abolición y en los libros de “Derecho Penal” se proponía “la rehabilitación del delincuente como fin último del régimen penitenciario” mencionándose el Ensayo sobre los delitos y las penas (1764) del jurista italiano Cesare Beccaria -traducido a varios idiomas-, texto con críticas a los abusos del poder judicial.

Tiempo después no se realizaron las ejecuciones públicas a fines del siglo XIX, tanto en Europa como en Hispanoamérica, dejó de aplicarse la pena de muerte y los últimos métodos utilizados en España fueron el fusilamiento y el garrote vil.

Se ha destacado que Nicolás Salmerón, uno los presidentes de la efímera Primera República Española, dimitió de su cargo tras negarse a firmar una pena de muerte.

En España la prohibición llegó hace relativamente poco, en 1978, con la Constitución, que dejaba sólo un estrecho margen en caso de guerra. Esta cláusula desapareció hace tres años por decisión unánime del Parlamento.

Situación a comienzos del siglo XXI…

“Amnistía Internacional” es una organización dedicada en todo el mundo a promover la eliminación de la pena de muerte y la tortura.  Ha informado que desde 1976, una media de dos países al año la han abolido de sus leyes: una de las características jurídicas del siglo XX fue su progresiva desaparición de los ordenamientos positivos. No obstante, noventa y cuatro países mantienen y utilizan habitualmente la pena máxima. Entre ellos, las dos potencias del siglo XXI: Estados Unidos y China.

Las principales objeciones a la pena de muerte son, además de las reflexiones sobre la dignidad humana, el hecho de que no reduce los delitos (en los países que la aplican la criminalidad no deja de aumentar) y que investigaciones posteriores a decenas de ejecuciones han demostrado que las víctimas eran inocentes. Por último, las estadísticas en Estados Unidos muestran que entre los encarcelados y condenados a muerte hay un porcentaje de negros e hispanos muy superior a su representación en la población.  [1]

En el primer año del tercer milenio, aún el Vaticano no prohíbe la pena de muerte en determinados casos aunque el Papa Juan Pablo II, intercedió ante el presidente de los Estados Unidos George W. Busch, pidiéndole clemencia para el terrorista norteamericano Yimothy McVeigh, condenado a muerte mediante una inyección letal, tras el juicio iniciado en 1995 en el Estado de Oklahoma debido a un atentado que causó 168 víctimas y que también afectó a familiares y amigos.  La compasión de Su Santidad, contrastó con las expresiones difundidas desde a televisión estadounidense, porque durante una entrevista en el lugar de reclusión, el asesino manifestó estar tranquilo y sin arrepentimiento.

En los primeros días de junio de 2001 se cumplió la sentencia de muerte y como en los tiempos de la Inquisición pero teniendo como escenario virtual todos los continentes, se difundieron las imágenes de esa ejecución que fue la primera a cargo de las autoridades federales de Estados Unidos, desde 1963…

Experiencias en la República Argentina…

La revolución cívico-militar del 16 de septiembre de 1955 determinó que asumiera el general Eduardo Lonardi con la consigna “ni vencedores ni vencidos”, pero como el General Pedro Eugenio Aramburu y el Contraalmirante Isaac Francisco Rojas se habían movilizado con el propósito de “aniquilar al peronismo”, prácticamente obligaron a renunciar al presidente Juan Domingo Perón (reelecto al terminar el primer mandato desde el 4 de junio de 1946 a 1952) porque habían amenazado con bombardear las destilerías de petróleo de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires) y ya habían demostrado esa nefasta predisposición tres meses antes, cuando con el propósito de matar al presidente Perón bombardearon sobre la Plaza de Mayo y mataron a trabajadores, jóvenes y niños que transitaban por esa zona.

El 5 de marzo de 1956, quienes estaban representando a la autodenominada Revolución Libertadora difundieron el Decreto 4.161 que no sólo prohibía libros, también el uso de determinadas palabras, la exhibición de cuadros y símbolos relacionados con el Justicialismo.  Quemaron colchones, sábanas, manteles; destruyeron la vajilla de los hogares de niños, de empleados y ancianos porque tenían la inscripción “Fundación Eva Perón” y después, cuando resultó evidente que estaba organizada la resistencia, el gobierno ordenó que el 9 de junio ejecutaran a los rebeldes, informaron sobre la vigencia de la ley marcial y así fue como tres días después mataron a otros militantes.

A partir del secuestro y posterior asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu por el grupo autodenominado Montoneros, distintos grupos armados prácticamente aplicaron la pena de muerte para destruir a sus enemigos políticos.  Durante la década del ’70 prácticamente se desarrolló una guerra civil no declarada. En diciembre de 1975 siendo presidenta de la Nación María Estela Martínez de Perón, se puso en marcha el Operativo Independencia y en Tucumán lucharon soldados del ejército argentino contra los “comandantes y combatientes” de los “ejércitos revolucionarios del pueblo”…

Son heridas que aún no han cicatrizado…

El 10 de diciembre de 1983 asumieron autoridades electas por el pueblo y desde entonces en distintas localidades y por diferentes motivos se ha acentuado la delincuencia…

Algunos sectores insisten en la necesidad de modificar el Código Penal, proponen la aplicación de penas de muerte.

Se impone una vez más, la elocuencia del silencio…

(Lecturas a comienzos del siglo XXI.   Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.)

 

 

[1] La información que aquí se reitera corresponde a un texto publicado en “Multimedia Microsoft Encarta”.

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