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UNIVERSO VITTORIANO

Sinopsis: Escritor Jorge Luis Víttori – Miembro de la Academia Argentina de Letras.

Aproximación a su obra literaria y periodística.

Orden cronológico de libros y presentados. Reiteración de textos. Comentarios.

UNIVERSO VITTORIANO

 Aproximación a la obra literaria de José Luis Víttori.

 

 

“El Universo es un inmenso libro”.

Mohyddin Ibn Arabi.

Místico árabe

 

 

Amiga… amigo… hermanos-compañeros…

Durante silenciosos insomnios se generó la imagen de un fogón donde fuera posible entibiar las horas, cerca del mutilado Puente Colgante…

Su imaginación será la reposada cómplice, si una vez más su voluntad lo estimula para acercarse y preparar la lumbre.

Si no está acostumbrado a ese clima, elegirá el espacio que lo contenga en su armonía.

Estas palabras intentan provocar un encuentro.  Es imprescindible estar predispuestos para el diálogo.  Juntos nos aproximaremos a algunas trayectorias, pertinentes al abarcador cosmos del arte.

Como decía hace tiempo, el inolvidable don Luis desde su aquerenciada soledad en los pagos de San Javier, avanzando hacia el tercer milenio “recorramos los mapas del mundo desde acá, desde esta perspectiva minúscula de nuestro permanecer sobre la tierra”. 1946, 246.

En esa situación, desde ese lugar, se intuye la enigmática sucesión de mutantes universos… 

 

Señales de la cultura

El diálogo entre dos maestros nos aproxima al significado de la cultura.  Hugo Mataloni ha expresado: “La cultura, para tratar de hallar una definición aceptable, además de ser la suma de todo el bagaje de conocimientos que se acarrea, es, en el fondo, un modo de vida, una ‘manera’ de hacer las cosas”.  Completa la idea nuestro amigo Jorge -Beto– Hernández: “Es evidente que ese ‘bagaje’ de conocimientos, no es de tipo tecnológico solamente, sino también de tipo espiritual”.

Destaca Mataloni: “Es una sumatoria… En la cultura, en todo lo que el hombre hace, entran sus creencias, porque son una respuesta a las preguntas que le plantea el medio ambiente, la muerte, el pasado y la angustia del futuro; entra también el lenguaje, que es un instrumento para comunicar lo que piensa; entra el arte, que siempre es otra forma de lenguaje; entra la tecnología, o sea la respuesta que sus conocimientos científicos le da para enfrentar a la naturaleza; entra su economía, que es hija del lugar donde vive, o sea de su hábitat natural… etc.”  Ese etcétera pronunciado como consecuencia del límite de tiempo disponible en aquella circunstancia, significa a la vez una enumeración que se sobreentiende o que no era imprescindible expresar.  [1]

Es oportuno decir que tres décadas antes, en el acto de apertura del Primer Congreso Nacional de Filosofía organizado por la Universidad Nacional de Cuyo con sede en Mendoza, el presidente de la Nación Argentina General Juan Domingo Perón analizó comportamientos sociales determinantes de la cultura y advirtió acerca de “un síntoma inquietante en el campo universal.  Voces de alerta señalan con frecuencia el peligro de que el progreso técnico no haya seguido por un proporcional adelanto en la educación de los pueblos.

La complejidad del avance técnico requiere pupilas sensibles y recio temperamento.  Si tomamos como símbolo de la vida moderna el rascacielos o el transatlántico, debemos en seguida prefigurarnos la estatura espiritual del ser que ha de morar o viajar en ellos.

Ante esta cuestión no caben retóricas de fuga, porque lo que en ella se ventila, es ni más ni menos, la escala de magnitudes, con arreglo a la cual puede el hombre rectificar adecuadamente su propia proporción ante el bullicio creciente de lo circundante.”[2]

Reconoció que “el hombre y la sociedad” se enfrentaban “con la más profunda crisis de valores que registra su evolución” y afirmó que “los valores morales han de compensar las euforias de las luchas y las conquistas y oponer un muro infranqueable al desorden”. Insistió Perón, en la exigencia de un comportamiento ético y señaló que: “El sentido último de la ética consiste en la corrección del egoísmo”.

Analizó el General, las necesidades humanas (materiales y las espirituales), planteó la necesidad de obrar con solidaridad.  En la inevitable evolución cósmica, reconoció la existencia de un “anhelo de armonía, un sentido de proporción, una necesidad de equilibrio”.  Recordó que: “En los cataclismos, la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divisarse a sí mismo”.  [3]

Una vez más, en el hombre mismo seguía depositándose la Esperanza y en ese camino, es posible apreciar los frutos que en distintos continentes se han logrado, mediante una educación por el arte de vivir y de convivir, donde las proverbiales Gracias pudieron neutralizar paulatinamente los efectos de las legendarias y arrolladoras Furias.

Esas observaciones de la realidad hace medio siglo, logran mayor potencia a medida que se avanza en diferentes lecturas.

Víctor Massuh ha destacado que “los caminos de Dios son innumerables”. ¿Y los del hombre?…  [4]

El noble César Actis Bru -desde la comarca- ha esbozado una visión acerca de “lo esencial de la cultura” y reconoce que “en lo referente a lo individual-personal, cultura (del latino ‘colo’: cultivar) es, ni más ni menos, ‘resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse, por medio del ejercicio de las facultades intelectuales del hombre.

Pero como el hombre es un ser social, es menester buscar una acepción de esta índole: ‘La cultura es uno de los elementos integrales de la civilización; su concepto es, por tanto, menos extenso que el de ésta.

La cultura abarca la instrucción (desarrollo y cultivo de la inteligencia) y la educación /desarrollo y cultivo de la libre voluntad. Cursivas aquí

Es decir que la cultura atañe al progreso de lo moral (valores, comportamiento) y la civilización atañe al progreso moral y material” y señala: “Nótese cómo suele confundirse cultura con civilización.”

No es casualidad sino causalidad la aproximación de César a la palabra y a la Palabra contenidas en el Documento de Puebla: “…con la palabra cultura se indica el modo particular cómo, en un pueblo, los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, de manera que puedan llegar a ‘un nivel verdadera y plenamente humano’.

Es el ‘estilo de vida común’ que caracteriza a los diversos pueblos.  Se habla por ello de pluralidad de culturas.  Así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan y desvalores (mejor dicho, antivalores) que lo debilitan y que al ser participados en común por sus miembros, los reúne sobre la base de una misma ‘conciencia colectiva’.   /…/

Lo esencial de la cultura está constituido por la actitud con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores o desvalores religiosos.”

Plantea César algunas de sus observaciones: “Eso quiere decir que pueblos realmente creyentes (actitud religiosa), pueblos no creyentes (actitud de tabú) o pueblos sacrílegos/manipulativos (actitud mágica), tendrán distintos valores y antivalores, generarán por ende distintas culturas y, esto, esencialmente diferentes.

Porque en cada caso, el hombre es visto por el hombre de modo radicalmente (de raíz, quiero decir) distinto.  En un caso será ‘mi hermano’, en otro ‘mi cliente’, en otro ‘mi esclavo’.”/…/

Desde esa perspectiva, César señala que “vale la pena que nos preguntemos qué valores vive nuestro pueblo, qué valores tiene asumidos, qué valores acepta y cree”.  Destaca que “en la respuesta, está la grandeza, la pequeñez o (aunque pueda parecer absurdo) la ausencia de su destino como nación.”  [5]

Ante ese dilema, a partir de la obra literaria de José Luis Víttori se detectan datos significativos.  Refleja la cultura del pueblo -su propia cultura-, tan expuesta a acelerados y vigorosos cambios que transponen sucesivas fronteras.

A fines del siglo XX en esas coordenadas, se inscribe la denominada globalización, tema que genera y generará sucesivos ensayos…

Globalización… Palabra que hasta 1992 no ha sido incorporada en el diccionario de la Real Academia Española aunque gira, gira, gira… y sorprende.

Territorio… Historia

La provincia de Santa Fe ha sido y es territorio que abarca una fecunda llanura limitada al este por el caudaloso río Paraná.  Pertenece a “la región litoral” que…

“…nace en las Misiones, en los suburbios, se diría, de La Asunción, y desde allí baja por las orillas de los ríos -Paraná y Uruguay-, por el intrincado sistema de afluentes, brazos, islas, cañadas, pajonales y lagunas; pasa murmurando entre galerías vegetales por el delta laberíntico y se derrama, turbio y rojo de aluviones, en el otrora llamado Mar Dulce, hasta la Buenos Aires de Garay…”  [6]

Desde los lejanos tiempos del Brigadier Don Estanislao López es reconocida como la Cuna del Federalismo, aunque algunos gobernantes de Buenos Aires, en aquella época la mostraron como una “provincia despreciable”.

Es insoslayable, que no sólo los historiadores son minuciosos observadores de antecedentes y documentos, antes de escribir sobre hombres, hechos y homenajes.  Desde la literatura hay aportes significativos, porque han sido el resultado de responsables estudios.  Sirve como demostración, lo expresado por Luis Gudiño Krämer al destacar que “Santa Fe crea historia.  No tiene días vacíos.  Su tradición se va formando a expensas de cruentos sacrificios, pero consigue salir de la noche larga del virreinato, y del caos institucional del período de la organización republicana, con una intacta riqueza en hombres y hábitos. Al mismo tiempo que crea tradición, Santa Fe crea trabajo, abre sus puertas a la inmigración, se entrega a su anhelo de progreso sin temores, segura de que en su suelo todos los hombres retomarán el sendero de sus tradiciones particulares para formar la nueva tradición nacional…

Virtud del trabajo fue ese portentoso adelanto de Santa Fe, desde el sur, más rico pero menos histórico, hasta el norte, lleno de tradiciones y de arraigado amor a lo circundante, profundo en su arraigo telúrico, y capaz de sacrificios heroicos.

Santa Fe entregó así sus planicies a la labor de los arados, sus selvas al hacha de los obrajeros, sus hombres a las pasiones de la política. Y cuando aún no existía sino en manera confusa, como una nebulosa la idea de la República federal, en Santa Fe sus hombres más representativos supieron luchar por el ideal del federalismo con altura, con convicción profunda, salvando de la terrible confusión en que se moldeó definitivamente el ideal republicano, a sus mejores hombres.

Sangre y luto.  Guerras y terribles batallas para reconstruir lo que el viento de la pasión devastaba, costó a Santa Fe esta larga lucha por la unidad nacional.”   [7]

Sabido es que Santa Fe de la Vera Cruz es la capital de la Provincia y es la Cuna de la Constitución Nacional en 1853; sede de sucesivas reformas, la última en 1994 durante la presidencia del justicialista Dr. Carlos Saúl Menem.

Gudiño Krämer ha advertido que cuando “firmaron los constituyentes la carta magna en esta ciudad en que escribimos con exaltado amor la alabanza que Santa Fe merece, la piedra angular de la República quedó afianzada y sostenida por el brazo esforzado de Santa Fe, extendido en ademán protector desde los días de Garay… Por eso es de lamentar que no se hubiese tenido el sentido de previsión necesario para impedir que lo autóctono, es decir, lo folklórico, desapareciera. Y que era necesario conservarlo en ciertos sentidos se advierte ahora, en que todos estamos empeñados en reconstruir aquella forma original hecha pedazos con un afán demasiado inmediato o acucioso de bienestar y de progreso”.

Insiste don Luis en la importancia del arraigo, porque él percibía que estaban “formadas, hasta en las más alejadas colonias, familias argentinas que no sienten, en verdad, el necesario amor a la tierra que trabajan.  Ese amor -destaca- constituye y forma el patriotismo.

Cuando se habla con ligereza del sentimiento patriótico se suele olvidar que el nativo en nuestra tierra, no tiene muchas razones para ser patriota.”  /…/

Identidad y vivencias

Se intenta avanzar en una aproximación a la trayectoria de José Luis Víttori, un hombre del litoral, un ciudadano de honor, como ha sido reconocido desde su lugar.  [8]

Nació en Santa Fe de la Vera Cruz en 1928; durante su niñez y su adolescencia pudo percibir algunas características de aquella legendaria comarca en constante evolución, reconocida como una “ciudad que agrada a los forasteros por su ritmo tranquilo, la diversidad de sus barrios, la abundancia de choperías y la notoria separación entre el barrio sur, silencioso y tradicional, con vestigios de la colonia, que los viejos santafesinos exhiben con orgullo aunque sin apreciar verdaderamente su valor histórico, y el norte, que se va poblando por el esfuerzo de la pequeña burguesía, ferroviarios, comerciantes minoristas y empleados de comercio”, al decir de don Luis Gudiño Krämer.

Víttori en su madurez, reconoce a la región que lo contiene y establece interesantes relaciones acerca de su identidad y de sus vivencias:

“He nacido en una ciudad fluvial, de provincia, y crecí en su ambiente.

Mis recuerdos se remontan a los 3 años y están ligados a imágenes de verano y agua, de altos celajes, de profundos atardeceres en calles arboladas que, en la lejanía, anunciaban por el este, el oeste y el sur la presencia de los ríos.

Santa Fe es casi una isla, o al menos, una península contorneada por una gran laguna y los riachos del Paraná hacia el oriente y el sur, y por el río Salado al poniente.

Mis ancestros son tres partes italianos, venidos del Piamonte y de Lombardía, y una parte criolla, de estirpe correntina.  Por lo que  atañe a los italianos, fue tan rápida y completa su adaptación al país, que nunca escuché hablar su idioma en las familias de mi padre o de mi madre, aunque mi abuela materna arrastraba un poco las ‘erres’ al hablar; mi abuela materna que vivió hasta los 80 años en un caserón inagotable de patios sucesivos con parrales e higueras, donde mi infancia teje y desteje sueños.

De pronto me veo en la rambla, a orillas de la laguna Setúbal, una noche de enero, con mis padres, frente al arenal caliente que abriga y mezcla mis pasos.  Otra vez bajo del auto encapotado y corro hacia la playa, no advierto una zanja abierta de lado a lado en la calle y caigo de cabeza, me golpeo, pierdo el conocimiento y los dientes.

Debo tener 5 años.  Ahora me veo a bordo de un barco mercante atracado en el puerto, doy vueltas por la cubierta, observando la arboladura empavesada -es noche de fiesta a bordo-, el capitán me presta su linterna y, apoyándome en la baranda, alumbro la oscuridad del río, descubro en el cono luminoso una embarcación hundida ‘allí donde, 40 años después, veré a Ramón Sandino’ arrodillado en su canoíta, clamando piedad al cielo en medio de la bruma.  Otra noche la escena es en lo alto del muelle, alumbrado con reflectores de utilería, contemplando el submarino que visita la ciudad (el Santa Fe que, todavía a flote en 1982, acabaría bombardeado por los ingleses cuando atacaron las Georgias).

O bien estoy cruzando el río en una larga lancha blanca o en una balsa enorme y vibrante, cargada de camiones y de pasajeros, rumbo a La Paz o a Paraná.  Desde cubierta veo a los pescadores balanceándose en la estela de los barcos, solos en medio del agua, a la luz vertical de la siesta o a la más oblicua y saturada de colores del atardecer.  Luego me veo con mi padre, pescando desde una canoa embicada en la orilla, ensimismados en la resolana del otoño.

Y recuerdo un día entero de libertad en una isla, horas de vagabundaje y descubrimientos, de incidentes extraños, de gente que busca entretenerse para escapar a la melancolía de un domingo, de historias de picardías y violencias contadas en la ronda del mate por un expresivo narrador de fogón que no escribirá jamás una línea, pero yo las recrearé por él y de algún modo también a él -don Isidro Bustos de ficción- y ¿por qué no?, para él, cuando sea grande y el impensado interés por la literatura despierte la memoria absorbente de aquellos días, los ojos asombrados del chico que volvió de la ribera cobijando en el calor de sus manos a un pájaro moribundo.

De pronto vago por los muelles del puerto en compañía de un amigo y, en el silencio de la nochecita, andamos entre las estibas que huelen a carbón, a leña, a guano; los largos cuellos de los guinches estiran hacia el cielo su fuerte armadura metálica, y las luces de posición de los barcos anclados en los diques, se quiebran en el misterio del agua, entre remotas estrellas, allá abajo.  Otra vez me llevan a ver el puente de acero del Salado, la magnitud de la creciente que rebasa la calzada y corta el camino.  La nuestra es una ciudad de puentes.  Puentes de hierro, de cemento, de madera que unen la sección isleña con las islas vecinas o avanzan por el cuerpo de la península hacia la tierra firme.

Testigos suspendidos y rasantes de otras épocas, como las piedras del puerto o las toscas de los embarcaderos.  Todo ese paisaje habla, susurra, huele, suspira, tiembla.  A los diez años aprendo no sólo a nadar en la laguna y con mis amigos nos dejamos flotar a la deriva en negras cámaras infladas de automóviles que la parodia de un Lido de madera en ruinas nos provee; días enteros de aire, sol, arena y zambullidas, una carpa amarilla hecha de cortinas viejas a la orilla del agua y la presencia de los bañistas en la discreta desnudez del verano, hombres y mujeres, adultos y chicos mezclados en el placer del baño como los antiguos santafesinos aludidos en las cartas de los Robertson, sumergidos en el horizonte donde el agua y el cielo se juntan en un mismo plano, boyando en la sobretarde las cabezas morenas, rubias, pelirrojas, inmersas en un centelleo de vidrios rotos.”  [9]

En esos párrafos, Víttori reitera cinco veces la frecuentación del agua y son diez las alusiones: río, fluvial, laguna, baño o baños.  Mira a la distancia hasta “el horizonte donde el agua y el cielo se juntan en un mismo plano” y nombra al aire, a insondables cielos y a celajes.

En la memoria convergen otras imágenes generadas a partir de algunas observaciones de Michael Disney, durante su viaje por estas latitudes: “…para ver los cielos en todo su esplendor es preciso viajar al sur, ya que ocurre que la mitad más interesante del universo se extiende sobre el hemisferio sur que es uno de los mejores puntos de observación astronómica del mundo.  Los cielos son tan claros…

Quien no los haya visto por sí mismo no puede imaginar la maravilla de los cielos del sur en semejante lugar; casi se puede oír el rumor del Universo.  Es un espectáculo que provoca algo más que asombro; plantea preguntas que exigen respuesta.”

Es el cielo que se puede observar desde el litoral, hacia el sur en la extensa Patagonia, en las islas del Atlántico Sur, aún más allá de nuestras Malvinas.   [10]

La memoria reacciona con otras señales acerca de otros nombres, no comunes, sino propios, para lograr una aproximación a la identidad de una persona o a la correcta ubicación de un lugar.

En su labor posterior, Víttori complementa esa alusión a las cartas de los Robertson en su visión acerca del espacio, el hombre y la palabra.  Expresa Víttori algunas señales para esbozar el perfil  de esos hermanos:

“Observadores sagaces, ambos anduvieron el Plata varias veces, a caballo y en barco, desde Buenos Aires a la Asunción, dejando en abundante correspondencia sus impresiones sobre el país de sus travesías.  /…/ Irónicos pero no burlones, tenían sentido del humor y sabían sobrellevar con una sonrisa circunstancias que superaban su medida de las conveniencias sociales o de la caballerosidad inglesa.  ‘Llegué (a Santa Fe) justamente después de la hora de la siesta que, durante el calor del verano, se prolonga desde la una hasta la cinco -escribe John Parish Robertson.  Se presentó a mis ojos una escena muy primitiva, cuando, seguido por mi postillón y mi sirviente, sobre nuestros cansados caballos y con los trajes de viaje cubiertos de polvo, recorrí las estrechas calles de la ciudad. (…)”  [11]

El hombre y sus miradas

La visión es uno de los sentidos que nos permite reconocer espacios y personas.  En esos descubrimientos es posible detectar diferentes claves.  Hay caminantes aparentemente ciegos, porque transitan sin ver las señales que confluyen en la realidad y en consecuencia, al desconocer su entorno prefieren refugiarse en las ficciones.

En la literatura de Víttori se percibe la presencia del hombre que sabe mirar y descubrir, las esenciales conexiones que se difunden en las miradas.  Son suficientes algunos párrafos para confirmarlo:

“Lo miré largo y pausado.  Miré en sus ojos la maldita inocencia… Fue un cruce de miradas sobre el rescoldo… un encuentro de los ojos en el resplandor de las brasas…  El hombre y la mujer se miran.”

“Se queda mirando las estrellas que flotan en el círculo tinto… mientras el jarro se va vaciando y se sienta al lado de la chica…”

“Se miró las manos… las palmas blancas, ampolladas, con unas manchas de sangre seca todavía, un segundo apenas y empezó a mirar el aire.  La muerte había dejado su huella…

Me miró sonriendo… Se volvió a mirar el puente, las manos en los bolsillos…”  [12]

“Me miro en el agua pero no veo mi cara sino un rostro liso, una forma vacía.  Me vuelvo y miro y lo miro a él y miro su rancho, en una visión toda roja y caliente que los consume hasta las cenizas…”  [13]

La mirada del escritor se detuvo en la vivienda precaria, en ese rancho que no es sólo un componente característico del paisaje costero porque es el símbolo de sucesivas carencias.

Víttori ha transmitido sus percepciones en ese ámbito desigual y describió algunas técnicas imprescindibles para su construcción:

Elemento también ubicuo del litoral fluvial, mimetizado en el paisaje del río, es el rancho, vivienda humilde y popular fruto de la adaptación del hombre al medio ambiente que lo provee de todos sus materiales constructivos: madera, latas o cañas, varillas, paja y barro…

Los habitantes de las ciudades fluviales, testigos espontáneos del sol, del agua y del cielo, poseemos la imagen inmemorial, reiterativa, vivenciada, del rancho, aunque no lo gloriemos, y de sus tenaces habitantes.

Si hoy este tipo de vivienda puede considerarse una rémora, sinónimo de miseria y atraso, no debemos olvidar que fue la vivienda típica de la región en particular y del campo argentino en general, durante muchos siglos de nuestra historia; la mejor vivienda que el aborigen asentado primero y luego el criollo podían obtener de la naturaleza misma del suelo para habitarlo y permanecer en él, defendiéndose adecuadamente de la intemperie hostil (escasez de materiales duros, lluvias torrenciales, calores y sequías persistentes…)”  [14]

En un principio, los aborígenes nómades construían ramadas y benditos para protegerse del sol, de los vientos y de la lluvia.  Después avanzaron hasta lograr la construcción de ranchos; debieron imaginar sus medidas, las paredes, ventanas y puertas, la techumbre generalmente a dos aguas y con alero; clavaron profundamente las estacas -troncos de árboles cercanos-, colocaron algunos alambres sujetando varillas para cubrirlos con la mezcla de barro y de pajas o hierbas secas.  Después, “hay que enchorizar” dicen los que saben; también hay que quinchar para que resulte más segura su colocación y con el propósito de lograr mayor protección durante los fenómenos climáticos. [15]

Es oportuno reconocer la importancia que tuvieron hasta las primeras décadas del siglo XX, las ranchadas, que como las postas y los puestos de las estancias, han sido el refugio imprescindible para inmigrantes solitarios o cansados viajeros.

Víttori en sus estudios sobre la región y su cultura, alude a:

“…ranchadas puntuales y hospitalarias donde se pernoctaba, se comía y se tomaban caballos de refresco en los largos viajes a campo traviesa, o en el caso de la singladura río arriba o abajo, se obtenían alimentos frescos para las tripulaciones agotadas por la navegación a tiro de canoa o a la sirga durante las calmas prolongadas.   Todavía hoy, esa hospitalidad no ha menguado en los ranchos de islas y riberas, donde es posible acudir en busca de una orientación acertada, de refugio durante una tormenta o de un gratificante descanso en el que, vencido el primer recelo, no faltarán el mate y la charla cuando se es entendido.

No faltan por allí el caballo y el perro, tan adaptados al hombre desde la América remota y ambos indispensables en ciertos trabajos isleños y orilleros…

El caballo es más que el mero auxiliar de una cultura de intemperie; es el punto de partida de esa cultura de jinetes que cabalgan la pampa, la llanura litoralense, las islas, los montes, y es con su jinete indio o mestizo el símbolo de una tradición secular que todavía hoy nos envuelve y nos representa: el caballo criollo…  [16]

Por curiosa transposición, en el litoral fluvial el jinete se baja del caballo para convertirse en gaucho de canoa y es la persona que ayuda a los montados cuando las tropas de hacienda cruzan ríos y arroyos.

En las ranchadas también se comparten otras costumbres, como la de  “recogerse o dormir a la hora de la siesta”, como lo hicieron los aborígenes que al decir de Víttori…

“buscaban una sombra fresca durante las horas tórridas para descansar o dormir después de la actividad matinal y la comida… Otra añeja costumbre lugareña es la de acudir en masse a nadar o bañarse en el río cuando cae el sol, en el verano… a zambullirse, a nadar bajo el agua, hacer mil piruetas en su ingravidez traslúcida o sencillamente a conversar, compartiendo un bien natural en una forma de sociabilidad desprejuiciada y democrática”…

Se impone en consecuencia otra reflexión debido a la creciente contaminación.

Víttori recordó que “décadas atrás” -en su niñez…- aprendían “a nadar solos muy chicos en estos ríos hoy vedados, lo mismo que a pescar mojarras, a cazar, a remar, a bucear en las aguas cálidas y poco profundas en busca de ostras” -como si hubieran sido los apetecibles moluscos bivalvos marinos- “o de brillantes monedas de níquel arrojadas exprofeso, los ojos abiertos sin peligro al silencio y a la transparencia de ese mundo tan nuestro como los propios gestos y audacias.  [17]

Víttori sabe bucear en el sigilo del río y no elude oportunos comentarios sobre diversos riesgos.

Con frecuencia insinúa el asombro que acompaña al vuelo; la conmoción que provocan las amarras y el anclaje cuando se advierte el ligero deslizamiento de la arena.

“Yo fui solo por el río con mi lancha.”

“Respiro hondo y me sumerjo en el río; abro los ojos, hay una sombra espesa bajo la balsa… La brisa del río comienza a soplar cuando las sombras se alargan y oscurecen, remueve el aire, desprende ese rumor de las hojas y las hierbas silban, ligeras, afiladas.  Volaron unas garzas en la luz de la tarde… del sol que se ponía tras las islas.”

“Estaba la balsa… sujeta a una argolla con una cuerda de cáñamo, como si el oleaje de la arena se la pudiera llevar…”

“…la arena está alisada… el lugar limpio de hojas y de yuyos…”

“…el viento arrastra la arena… la arena cubre mis pies.”

“…me quedo aquí, sentado en la arena y miro.”

“…El viejo tomó un puñado de arena y lo dejó escurrir lentamente entre los dedos”.  [18]

En otras circunstancias, Víttori explora la complicidad de la arena en momentos de confusión o en improvisados juegos:

“Me quedo arrodillado en la arena y no me muevo.

Alguien vendrá… a decirme de dónde he venido y a qué, a indicarme un camino, y entonces yo me iré para saber quién soy por ese campo de luz y rocío.  Y es por eso, eso es lo que espero aquí, de rodillas en la arena caliente…”

“…Él se ríe, sentándose en la arena.

Alisa la arena, hace dibujos con un palito, los borra y vuelve a empezar en silencio, inclinado sobre sus rodillas.  Toma un puñado de arena y lo aprieta contra el pecho.

-Yo a ella la quise y de pronto la perdí… “

“A todo este bajo se lo llenará de arena con la draga hasta los siete metros… A veces, un deslizamiento de arena malograba el trabajo de muchas semanas…”  [19]

La acrobacia de las aves abarca imaginarias tangentes que inevitablemente, rozan el vuelo de ingeniosos de escritores y poetas.  Víttori confirma esa mágica relación, cuando en los originales espacios de sus cuentos, describe sucesivos movimientos:

“Sonrió mirando los gorriones bajo la lluvia de la fuente…

Los gorriones llenaban el plato de la fuente y gritaban contentos, sacudiendo las alas, pulverizando el agua.”

“Las gaviotas se dispersan, gritan, vuelan, se zambullen, flotan en la espuma.”

“En un charco se juntan las gaviotas, forman una mancha gris y quieta.”

“Las gaviotas vuelven, se agrupan en la playa y gritan como siempre”.

“El búho debió llegar de noche, arrastrado por el viento, y habrá caído en la arena al alba…  [20]

La presencia de los pájaros produce diferentes reacciones entre los humanos: algunas personas los observan en sus pausas e intentan preservarlos; otras escuchan sus silbos y en vano quieren imitarlos; los violentos apuran sus proyectos para aniquilarlos.  Víttori percibe esas particularidades y las transmite con espontaneidad y contundencia.

“El búho… habrá caído en la arena al alba, cuando el viento ya no soplaba y heló… Me acerco y pienso que está muerto, pero al levantarlo noto ese poco de calor que las plumas conservan y lo llevo conmigo al bendito, junto al fuego.  A la tarde sus ojos comienzan a ver en la sombra y me mira con miedo, con un brillo hostil y salvaje, mientras va a esconderse torpemente en el fondo.  A la noche, clavo una rama seca en el fondo del bendito y el búho ya puede sostenerse.  El búho no sale de su rama aunque yo me aleje.  Si me demoro ulula fuerte, se calla si me ve y le doy comida…

Voló una noche en el aire tibio y pensé que se iría, pero a la madrugada volvió; y cada noche volaba sobre la playa para volver cada mañana al árbol gris, al árbol pulido, hasta que un día volvió con su hembra búho y allí quedaron, vigilando la oscuridad, llenándola de chistidos.”

“…Cerca había un árbol seco, desgajado y lleno de lechuzas que ululaban mirándolo a uno con un halo de crueldad.  Bajo ese zumbido huraño alentaba el silencio de la costa, del agua, de la mañana sin pájaros, y aún parecía escucharse el roce de una pala que excavaba la tierra…”  [21]

… “Esos pájaros oscuros bajan de los árboles vecinos, se posan en la costa amarilla, me rodean, se acercan a mirarme, se espantan si me muevo y gritan, pero vuelven despacio, despacio.”

“Y no me muevo.  Me quedo a sentir mi respiración antes que los pájaros comiencen a cantar.”

“Cuando el pájaro cantó por allí Goyo se detuvo, sacó la gomera del cinto -la gomera regalada por Cristóbal frente a la mujer y que el muchacho llevaba siempre al cinto sin usarla-, esperó que el pájaro cantara y fue siguiendo su canto, agachado, elástico, la cabeza levantada hacia las ramas, liviano como si apenas rozara la tierra, todo lo sensible a la magia del canto y de la muerte; de pronto lo vi estirar los brazos y el sonido aquel, la única voz del otoño esa tarde, se rompió, se vino abajo, aleteando, y unas plumas dispersas cayeron como si el pájaro se deshojara…

A la noche lo vi en un rincón de la cocina, acurrucado junto al pájaro, sobre un montoncito de hierba, y el pájaro aún respiraba, los ojos muy abiertos -como el pecho- cuando acabó de morir…

Goyo lo puso en una caja y se lo llevó al río.  Ya en la orilla, le encendió una vela y lo puso en la corriente…

En el claro del monte vi la gomera quemada…”  [22]

Es ineludible otra señal de la memoria.  Gastón Gori -que además, era pecoso y ahora, además es académico-; al evocar a su amigo Jerónimo recordó que “alguna casa sobresalía con sus techos en medio de tupidos paraisales y llegaban a sus aleros bandadas de palomas domésticas retornando de los sembrados y aguaderos…

Olvidados de maestros… sin ataduras, disfrutábamos de la magnífica libertad.  Y me ocurrió que, apresurado, sin detenerme a mirarla mucho, herí a una palomita que empollaba sobre su nido. Apenas sobresalían de las pajitas del borde, su pecho y su cabeza.  Con desesperado aletear describió una parábola y comenzó a elevarse alto, muy alto.  Mal herida debía ir para que ascendiera tanto, y cayera después donde apenas mi vista pudo distinguir.

Me pareció oír un reproche, como si la voz de mi padre, grave y sentenciosa, me repitiera su común observación: -¿‘No mates nunca un pájaro que tenga nido! Cada pájaro empollando, está cumpliendo un serio y dulce mandato de amor.  Los pájaros se aman y luego construyen nidos.  Cada brizna, cada pluma, es llevada con cariño; no sabemos si los pájaros tienen ensueños, aunque estamos seguros de que aman entrañablemente… “  [23]

Ese relato tiene similitud con otra pena, la develada por Víttori cuando el Húngaro, tiempo después mató a Goyo.  Durante más de treinta años el viejo Setúbal recordó la orden de su mujer: -”Hacele una cruz y cuidá que el tiempo no la borre”.

Cumplió con su promesa y cuidó esa tumba contra cualquier emergencia porque para él, ni el progreso podría remover esa húmeda tierra, fértil cobijo de desvanecidas transformaciones, mientras todavía latían añejas emociones.

Aquellas circunstancias fueron saturando la memoria de Setúbal hasta que durante el invierno, pudo proyectar su confidencia…

“…me fui a la orilla, entré en el agua helada y allí me detuve, pensando que era un tirón muy largo para cruzarlo a nado, muy largo para mí, con ese frío que envaraba las piernas, y allí me quedé, solo en mi pensamiento, solo en mi abandono hasta que el fuego se apagó, adivinando el final de ese duelo que siguió en la oscuridad, el puntazo que el Húngaro hundió en las sombras de sus pesadillas, el jadeo del muchacho herido que caía, el regreso del Húngaro borracho y lleno de cansancio y sueño al catre donde cayó, y en la noche cerrada creí escuchar (o acaso escuché pensando: el río y la noche me engañan) el llamado del muchacho lejos, a ras del agua, porque él, herido y desvalido como estaba, inexperto como era, debió arrastrarse por la arena hasta el río, hasta sentirse más liviano en el agua y venirse a nado a esta orilla, sin conciencia de la sangre que perdía, del hielo que lo acalambraba, y así debió morir, solito en la oscuridad, acaso sin darse cuenta que el río lo iba matando; y yo lo esperaba aquí, yo caminaba por la costa sin atreverme a llamarlo, yo trataba de oír el golpe de sus brazadas, el soplo de su respiración, el llamado de su voz, pero nada oí, nada me llamó ni me dijo nada, aunque ya nada ignoraba.”  [24]

El “negro Setúbal” alguna vez había declarado: “…si usted mata a un hombre y no quiere que nadie lo sepa, nunca… no tiene más que llevarlo a esa laguna y meterlo en el embalsado, bien abajo.

Le aseguro que la piraña, en poco rato, sólo va a dejar los huesitos limpios”.  [25]

Víttori desde su narrativa provoca intuiciones con ánimo misterioso, a partir de las coordenadas que insinúan las miradas:

“…lleno el boliche de gente en tránsito a la ciudad, peones del puerto, prácticos y oficiales de río, armadores y el Húngaro entre ellos, extrañamente mezclado en el bochinche y centro con la guitarra de un grupo que lo animaba… cantando, y no en una lengua extranjera, sino en la nuestra -como un cristiano más…

Lo que vi en su mirada no era una fiesta, sino un rencor verde y pegajoso que buscaba sus motivos burlándose de los otros…

Pasé frente al viejo y me paré un rato a mirarlo.   El viejo, me observaba y sus ojos ya no eran opacos.  Un humor hostil iba cambiando el color de sus pupilas, grises, negras, calientes de un ácido que me disolvía y estaba todo tenso, todo rayado de nervios, y me empujaba con la amenaza de su gesto. /…/ Emilio y el patrón se miraron. Algo había entre ellos, un modo de entenderse, una relación de gestos.  Emilio apoyó la espalda en el mostrador y me miró alunado. /…/  No había nada francamente hostil en ese hombre y sin embargo su gesto, su modo extraño de mirar, me asustaron.”  [26]

Hombres de intemperie

Pueden ser habitantes de la ciudad o de cualquier lugar.  Son los que alguna vez empezaron a vivir de cara al sol, desprovistos de la imprescindible protección.

La experiencia les enseñó que…

“el sol está fuerte para andar sin sombrero; molesta, pero se aguanta como la picadura de los jejenes; arden la piel que está curtida y no la hieren, no la ampollan, no la atraviesan…”  [27]

Son los hombres que alguna vez han dejado su testimonio a través de la narrativa de don Luis, personajes que percibieron “… embriaguez en el sol”.  Son quienes siguen viviendo en determinadas circunstancias, bajo un techo agujereado que les permite observar alguna estrella mientras descansan sobre el dócil catre.  Son los de la prolongada espera, sobre la única tierra que los ha contenido, sobre la tierra donde la noche renueva sus infinitos sueños.  Son los hombres que al atardecer indagan en las formas del paisaje y advierten que “el sol estiraba las sombras blandamente y apenas se sostenía en el horizonte como una gota caliente de miel”.

Víttori ha elaborado sugestivas semblanzas y los ha reconocido en instantes de horror y de estremecimiento, cuando han estado rondando antiguos rencores hasta que la puntual muerte o un tardío razonamiento, resuelva las misteriosas incógnitas:

“…¿Por qué… el hombre tiene que querer lo que la vida o la muerte siempre le quitan?”

……………………………………………………………………………………………….

“Setúbal ya estaba en la zona, tan viejo de aspecto y callado como ahora, y vivía pescando.”

“…Me despertó un ruido, acaso la presencia del tipo.  Apenas abrí los ojos y allí estaba, entre los hilos de sombra de mis pestañas, sentado en un banquito.  El solitario hombre de los muñecos ahorcados… toscos… rotaban llenos de tristeza arcaica… La intemperie los había pulido y rajado…”

Setúbal recordó: “…yo caminaba pisando la escarcha en la orilla, el filo de la pala brilló al asomar el sol en el frío del aire…”

“Yo lo maté al Húngaro… No había llevado ningún arma, de modo que me interpuse, levanté la pala y se la clavé muy hondo en la garganta.  Pero el Húngaro no cayó… se fue hacia el interior de la isla y yo lo seguí… Nunca tuve más miedo que esa mañana… Ya me volvía cuando el Húngaro cayó en un claro.

Entonces lo arrastré por los pies hasta la playa, sin mirarlo… La mujer no se había movido y recién llegaban los negros… Ella miraba la respiración difícil del hombre que moría sucio de arena, y la sangre le manaba por el vestido…

Entonces la mujer lloró sin ruido hasta que esos ojos verdes y crueles se pusieron opacos.  Entonces… yo les dije a los negros que lo tiraran al río…”

“El sereno cayó sobre nosotros, las estrellas rolaron hacia un punto extremo del invierno, silbaron los patos salvajes en el cielo oscuro, y entonces vi a los años mortificar el cuerpo del viejo, tallarlo, pulirlo, mancharlo; vi el trabajo del tiempo sobre ese cuerpo arrugado como la misma barranca.  Lo vi durar y permanecer como la tierra, ojos de la tierra, materia de la tierra, conciencia de la tierra.  Vi en la dura corteza de su piel la marca de las inundaciones, el dolor de la gente, el gran silencio del espacio desolado… lo vi secarse, acostado en un hueco de la tierra para morir.”

“Traté de no reírme del viejo -Setúbal-, cuando se puso frente a mí, como un hombre, tratando inútilmente de enderezar sus rodillas vencidas, duro de un orgullo que lo sostenía mejor que su esqueleto.  La ropa flameaba en la flacura de ese cuerpo y yo no sabía cómo iba a sacarlo del pozo por los bordes escarpados, a menos que lo izara.  No quise reírme de él, de ese despojo cuyas manos fueron hábiles a todos los trabajos, de ese cuerpo conocido por todos los esfuerzos y fatigas.”  [28]

(Si la pausa es propicia para una evocación, es oportuno decir que don Luis Gudiño Krämer -el inolvidable jefe de redacción del diario “El Litoral” de Santa Fe- también nombró a otro hombre, que contemplaba las estrellas -la Vía Láctea-; que se quedaba sobre la misma orilla del agua viendo rielar la luna y correr bajo la caricia del sauce el agua infatigable…)  [29]

Hombres del litoral

Don Luis ha expresado que “el hombre del litoral y hablamos del hombre del litoral que trata de comprender su región y se identifica con su pueblo, conserva por mucho tiempo ese profundo resentimiento por la absorción y la intromisión de las fuerzas dirigentes metropolitanas en la vida provincial”.  El hombre del litoral está sumergido en un paisaje llano, en una pampa abierta y ondulante.  Los ríos no sólo fertilizan sus tierras, todas ellas pródigas en frutos y pastoreos, en ganados y en gauchos, sino que le traen con facilidad por su suave camino, otros hombres.  El acceso está abierto y el hombre del litoral se acostumbra pronto a esta invasión pacífica a veces, en ocasiones cruentas.  Toda la comarca tiene puertas abiertas a la tierra”.  [30]

“El hombre del litoral es alegre, vivaz, dado al juego y al canto.  Su mundo espiritual es rico, y en contacto con el indio y el gringo, madura y alcanza una gran independencia personal.  Está libre de prejuicios y de resentimientos, en lo individual y en la zona afectiva, no en la pasión política.  Sabe bailar y cantar y jugarse la vida por una mujer o un amigo.

Lleno de amor propio, de orgullo, de altivez, ha sido peón difícil para el patrón prepotente, y enemigo de cuidado, pero buen compañero del connacional o del gringo pobres.”[31]

“Los escritores y artistas del litoral, tal vez por su mayor proximidad con la naturaleza y la estrecha vinculación entre los hombres, ya nos han dado suficientes pruebas de que se puede fortalecer una cultura popular, manteniendo muy arriba su jerarquía y muy alta su calidad.”  [32]

A medida que se va leyendo -y releyendo…- la obra de Víttori, resulta comprensible que con frecuencia reitere las percepciones de las primeras vivencias compartidas con su padre, enriquecidas con su fecunda imaginación.  El escritor revela haber acumulado en su memoria, sucesivas e imborrables huellas: la placentera contemplación del oleaje del río y todas las mutaciones que provocan nuevas sensaciones. Es posible intuir que en su interioridad, también se produjeron graduales transformaciones y que con ellas el autor perfeccionó su poder de síntesis, hasta que probablemente sin necesidad de pensarlo, escribió:

“La mitad del río me basta…”  [33]

En esas coordenadas, J.L.V. esboza “su paisaje” al aclarar que:

“…no sólo es el paisaje frente al cual vivo y por lo mismo familiar, cotidiano, incorporado… sino y de un modo muy especial, el paisaje de las tardes en que mi padre me traía a pescar al río, el paisaje de un día espléndido en la isla de los lectureros donde me llevaron una vez…

El barco hundido en el río que descubro con una linterna… el paisaje de mi infancia y de mis sueños, el paisaje de mis evocaciones, mi paisaje interior y el de  mi narrativa.”

Víttori cuenta historias de “La Matutina, la lancha donde se podía cargar el pescado que se “reservaba en los cajones”, la lancha que cambió de dueño a partir del mínimo esfuerzo de aceptar jugar al truco.

Recordó Emilio que…

“…pasadas las once, en el Sea Man’s Bar… algo borracho él y Matilde y los patrones del bar y de ‘La Matutina’, habían empezado a jugar un truco que fue largo, difuso y árido para los otros, y que le dio en premio a las dos de la madrugada ‘La Matutina’ y Matilde, y que a las tres se había llevado a ambas, luego de hacerse firmar los papeles del caso por los patrones que siguieron jugando al truco y tomando whisky, acaso idiotizados por algo que sus razones sabrían ellos y como insensibles a la pérdida”. /…/

Después de atar aquellos nudos que aseguraban sus derechos, navegó Emilio hasta La Paz en compañía de esa mujer -que luego lo traicionó- y de Osorio… nacido en la ciudad, en el barrio malevo del puerto que entonces llamaban El Chircal y ya no existe…”

Víttori en su literatura refleja un mundo de apasionamiento y de infidelidades; advierte que a Emilio “la vida no le había resbalado como el agua sobre una piedra” y reconoció que “su memoria es tan rica y tan ancha como el mundo.  Es decir como ese fragmento del mundo que son sus casi sesenta años de trajinar y sudar sobre la tierra…”

En el alienante memorial de Emilio, la noche tenía un significado dramático porque así como una vez jugando al truco logró ser dueño de una lancha, una noche comprobó que había sido traicionado.

Había regresado con Matías “al puerto de Empedrado y enseguida a la pensión donde vivían entonces con Matilde, en la costa de Corrientes, y la encontró a Matilde con quien no debía” -con el comisario…- “en una pose en que no debía y sin la ropa debido al respeto exigido por él”.

En los relatos de Víttori se percibe una atmósfera densa, donde hay frecuentes viajes y movimientos de personas.  Emerge en apariencia una compleja metáfora que compendia vigorosas ataduras en la paciente espera del inevitable momento de soltar amarras.  Reconoce Víttori que por su temperamento, Matías “necesitaba moverse, conocer gente, probar sus fuerzas, sentirse vivir… deseaba divertirse, bailar”, así como una vez estuvo “saturado y colmado, embebido de Rosa”, luego fue “Amalia” y “Lucía” y “Sara” hasta que halló su ubicación en un barco de pasajeros durante diez años.  Es evidente que Matías opinaba como aquel lejano personaje de aquerenciada soledad, que al decir de Don Luis interrogaba: “¿qué es el hombre sin mujer?”  Matías seguía siendo el mismo muchacho que Emilio había observado una noche en Diamante, el que aparentemente estaba “perdiendo el tiempo con una línea”, hasta que él lo llamó, le propuso embarcarse en “La Matutina” y sin dudarlo, enseguida subió “con lo puesto más la línea en el bolsillo”.

Era el mismo que encontró en Empedrado cuando salió de la cárcel de Corrientes, el que “jamás le había escrito” y que estaba “trabajando en ‘La Matutina’ como si él hubiera estado vigilándolo durante ese tiempo…”

Es posible reconocer en la narrativa de Víttori una potente trama.  Es la resultante de disponer, sobre la exuberante urdimbre que emerge del paisaje del litoral, los hilos conductores del comportamiento humano.  Ante la traición se impone la inmediata reacción: aquella noche del encuentro inesperado con Matilde…

“…golpeó al tipo hasta hacerle bastante daño y después a ella hasta matarla de rabia y de despecho”.

“…hizo su viaje hasta la comisaría” y terminó…

“en la Cárcel de Corrientes por mucho tiempo, hasta que un día lo soltaron y volvió a Empedrado…”

La noche con sus misterios, es el tiempo que Víttori señala en lúgubres circunstancias y durante esas horas, fue cuando encontraron en la puerta del boliche a un sufriente hombre del litoral…

“para decirle que su hijo había tenido un accidente en las maniobras de La Paz y que se lo traían en una embarcación de pontoneros, y en realidad no le traían a su hijo, sino el cadáver magullado del que antes había sido su hijo…”

Víttori reconoció en Emilio algunas cualidades significativas: se preocupaba por todo y por todos y con frecuencia repetía distintas advertencias:

“Una mano lava la otra”…le recomendó a Osorio cuidarse de Cramer y dijo que “un forastero, si es hombre de la ciudad, debe estar atento a lo que hace una vez desembarcado”…

“…pagaba al día y bastante bien -mejor, se entiende, que a otros-, les entregaba cosas del boliche a su precio y los dejaba vivir.”

Las descripciones de Víttori permiten imaginar las tareas de amarre de La Matutina durante el último verano, allí “donde empezaba la línea de ranchos, un poco lejos de ‘Los Apóstoles’ el boliche del patrón”.  [34]

Para amarrar hay que saber hacer nudos y después, hay que saber desatarlos.

Uno de los personajes de JLV rememoró su impaciencia cuando quiso desatar “el nudo que el viejo había hecho horas (días, años) antes.  Intenté desatarlo enseguida pero no pude.  No pude hacerlo más despacio, controlando mis nervios. El nudo era fuerte, inmune al tironeo y a la prepotencia.”  También recordó la oportuna advertencia: “No corte nunca de un hachazo, un nudo que puede desatar con paciencia y conocimiento (y de un flojo tirón lo desató).”  [35]

Desde otra perspectiva, el escritor tiene que anudar referencias; atar  y desatar intrincadas relaciones.  El cuentista no puede prescindir del nudo que precede al desenlace.  Víttori observa y describe otros sutiles nudos:  en La Guardia, Pablo Urquina era un maestro preocupado por la ignorancia de la gente del lugar e intentaba enseñarles -por lo menos- a leer. Detrás de “Los Apóstoles” vivía Eugenia con su madre.  Sabía que su padre las abandonó apenas se produjo su nacimiento y agotada la infancia, comenzó a sentir “un duro, sólido e inexorable nudo sin posible reivindicación… La vida de Eugenia fue una laberíntica sucesión de nudos, hasta que cansada y torpe, reprochándose haber dejado pasar el tiempo sin detenerse un momento antes de ese cansancio que la disminuye, pensó que “toda ella es un nudo, se siente un nudo rojo, un coágulo rojo pronto a estallar y a disgregarse”.  Había aprendido a hacer el pan y a lavar la ropa de los marineros de la balsa, “hasta que empezó a tejer en la fábrica de alfombras administrada por el señor Bruning… al decir de Urquina: un puerco; el que hizo el primer nudo.. ajustado, asfixiante, intolerable.. en la vida de Eugenia”. También fue la mujer de Oscar y él “hizo el segundo nudo al darle y quitarle su urgente cariño de tan mala manera, por celos al señor Bruning que aún no había obrado.”  [36]

El hombre, sea del litoral o de cualquiera latitud, sin proponérselo, está condicionado por diferentes lazos o por sutiles ataduras.  Vive amarrado a su terruño hasta que alguna circunstancia lo obliga a emigrar.

Víttori describió los lazos que unían a Emilio y “Adelaida, su mujer, con quien se había encontrado cuando tenía cerca de cuarenta años… en el puerto de Coronda” y “se casó con ella y tuvo de ella tres hijos.”  Adelaida “lo acompañó con su acostumbrada ternura”.

Esos vínculos se reflejan en la actitud que JLV exalta, cuando describe los momentos siguientes al hundimiento de La Matutina, que hasta ese instante había demostrado “su generosa manera de prestar servicio, su resistencia, su -cómo decirlo- algo así como la fidelidad de sus maderas, de cada una de sus partes…”

Frente a la tragedia, Adelaida “se había acercado caminando despacio y en silencio sin llamar la atención de nadie y permanecía en el hueco voluntario de su presencia sin ruidos inútiles ni exclamaciones ni dolor de cabeza, ni nada fuera de esa tremenda y a veces alarmante serenidad que respiraba y tocaba fluyendo, no de algo particular en ella, sino de toda ella, de su cuerpo y su gesto y su momento.  Y Emilio pensó entonces que ella lo sostenía en el aire…”

“Fueron inútiles los intentos para reflotarla, pese a los tres metros de profundidad y al barro donde estaba hundida…”  [37]

Cuando se hundió “La Matutina” naufragaron igualmente diferentes sueños.

El celoso Oscar advirtió que había concluido su ocupación en ese tráfico y reflexionó:

“Es embromado esto de quedarse sin trabajo… porque aquí en la costa no podemos arreglarnos todos y además porque nosotros, yo al menos, me he acostumbrado a navegar y no a quedarme quieto en la orilla…”

“Antes la soledad no existía para él y ahora se le presenta… sabe que está solo, diferenciado de los que arrastran sus bártulos y sus triste animales mojados buscando la inclinación de los terraplenes y el amparo rasgado y agujereado de unas lonas podridas que les arrojaron desde camiones de vialidad y del ejército; cohibido por la singularidad de saberse solo ya cubierto de esa tierra seca y apisonada de su rancho, sin mujer ni chicos entretenidos y asombrados por esa misma severidad y rabia de las cosas descontroladas…

Oscar había ignorado hasta allí que un hombre puede ser en un momento sólo una trama rápida y generosa de ideas que van cayendo y rielando como unas gotitas de agua sobre un vidrio.  Había ignorado hasta entonces que un hombre puede sentirse solo frente a ese girar de imágenes entremezcladas en el silencio, la inmovilidad y la distancia que separan su voz y su grito de la atención de los otros…”

“…Pase lo que pase, mis líneas estarán en el río.  Pase lo que pase, seguiré navegando…

Una vez más se confirmaban otros cambios. Así como en aquel espacio cargado de misterio ya no se veían “la jangada ni el bendito” era visible “la obra… los camiones, las rampas, los terraplenes, las fundaciones del puente colgante”.  Así también, el astuto Setúbal había advertido las razones que evaluaba el ingeniero Prestes antes de decir que “aquí en América, todos velamos un sueño, una memoria, el tiempo de una espera larga y roja como sus costas, larga y turbia como sus ríos”.  [38]

Es oportuno recordar que en otro tiempo, desde una aquerenciada soledad, don Luis Gudiño Krämer dejó algunos apuntes para el conocimiento de un sector humano del país, contenido en esa esfera donde es posible percibir “el aura vital, el oculto sentido de que está impregnada esta naturaleza, que emana de las arenas, del río y de las nubes, de las palabras perezosas y de las posturas indolentes” porque indudablemente, “estos pueblos seguirán recostados al río, mirándose en constante contemplación.  Mientras todo pasa, ellos y sus gentes permanecen.  la vida es larga para qué apurarse… La vida es larga pero el tiempo es corto… Árboles y hombres creciendo más para adentro, para las raíces, que para su extensión.  Cosas y hombres, como el timbó, solitarios.

Sus esfuerzos, las ramas de su linaje y de su esfuerzo, no se han unido todavía para formar el bosque… Hombres, mujeres y niños sin más porvenir que ese vegetar sobre la tierra triste, que ese envejecer tras cotidianas luchas…”  [39]

Personajes y sentires

Víttori desde su narrativa describe algunos rasgos individuales de los hombres del litoral, descubre amores y pasiones.  Sugiere tanto como lo que expresa; cada página insinúa un cuadro y sobre ese plano convergen diferentes líneas de fuga, imaginadas desde distintas perspectivas.

Una página escrita, suele provocar sensaciones semejantes a las experimentadas cuando se examina un croquis.

Lo escrito es sólo una referencia lineal y la correcta comprensión exige penetrar en otras dimensiones.  Hay que descubrirlas mientras se recorren los caminos insinuados con las palabras.

El entendimiento de los símbolos esenciales permite acortar las distancias entre capítulo y capítulo, hasta vibrar con un epílogo que es historia viva y renovada, donde el hombre es apenas la suma de infinitas pausas hasta el momento trascendente de su descanso definitivo.

Víttori promueve oportunas reflexiones al transcribir algunas preocupaciones de sus personajes, como surge al decir Emilio:

“Es el destino lo que me preocupa entre un tiempo que se va y un tiempo que nace, el crecimiento que trae la marea del mundo, el remanso en que unos flotamos y otros (como el viejo ahora) como antes Cristóbal, se hunden y se ahogan; la vigilia del hombre sobre las ruinas (que un tipo como yo apenas entiende, que algunos ven como un estorbo plagado de maleficios -mire sino ese árbol caído, limpio de búhos que antes lo habitaban; la gente de Osorio los fue matando a tiros en la orilla del agua-; esa custodia, el celo del viejo por las ruinas que le dicen cosas y resisten con él, aunque estén condenadas; ese misterio que a todos nos habla, que unos escuchamos, aún sin entender sus voces, y otros rompen, apenados por el miedo, cegados por una fe distinta y agresiva…”  [40]

Cuando Víttori superpone retazos de la vida de Cristóbal Constanzo, recuerda que Cristóbal con su mujer, habían recogido a “Cora, siendo una nena” y también a sus hermanos Pedro y Ricardo Constanzo.

Cristóbal y su familia habían llegado a ese lugar, “en un tiempo en que aún funcionaba el puerto en el Colastiné”, cuando todavía “un poco de riqueza quedaba demorada en sus riberas”. Era “el tiempo inmediato de emigración y decaimiento al cierre del puerto…”

Allí, en “Los Apóstoles”, la vida de Cristóbal se confundía con un “camino de tejas partidas, los eucaliptos, el río, los perros echados…”

Cada jornada fue dejando su huella y cuando el viejo Cristóbal fue atendido por un médico, “su corazón” era “un motorcito” que podía “descomponerse en cualquier momento… la flacura de sus manos, la piel seca y tirante bajo la cual se ramificaban las venas como raíces muertas, era un mal síntoma, y un hondo abatimiento lo dominaba, un desinterés sin límites”.

Cuando “anochecía y los colores entraban sosegadamente en la vibración azul de la costa”, volvía Cristóbal de la estafeta, sin la carta esperada.  Después, “reducido por los años que lo encogían como buscando sus formas originales, marcado por la autoridad y la videncia del tiempo, áspero y arrugado, esperaba en la puerta de su rancho que le entregaran una carta”; esa carta que Antonio le habría escrito a Cora como cumplimiento de una promesa y con la esperanza de celebrar un perdurable matrimonio.

Otra vida se agotó cercana al río: Pedro y Ricardo encontraron a su padre muerto, caído sobre las tejas partidas del camino, con los labios sucios de polvo.  Cristóbal Constanzo “había fatigado setenta simples, gustosos, saludables años, murió una tarde sobre la misma granza del camino, y sus hijos lo metieron en un cajoncito, y los vecinos hablaron de él mientras lo velaban.  Y luego llegó La Matutina… Era marzo, había mucha humedad y calor, los mosquitos zumbaban y picaban…”  [41]

Víttori presenta sus personajes con rasgos precisos y entrelaza recuerdos en diferentes situaciones: los hermanos Juan y Pedro Constanzo, “no se casaron, leales a un amor que no habían compartido y perdido allá en el Colastiné”. Fieles “a esa nueva y cerrada hermandad de hombres… envejecieron solos, secos de ánimo y de trato, huraños de islas y de horizontes vacíos, aún entre la gente…”

De José Cáceres, Víttori expresa que era “hijo de pescadores”; trabajaba en una curtiembre, en Entre Ríos y evitaba gastar sus jornales ahorrados, “porque sí en el boliche de Arias, sino guardarlos para casarse y buscar una ocupación y convertirse en un hombre establecido”.  Cristóbal, “tenía su opinión sobre José… Pensaba que uno se desmerece al abandonar la costa y traiciona algo de sí y se falsea, vulnerando la confianza de los otros; que la costa, el río y el horizonte de las islas bastan para un hombre, salvo que se quiera conocer el mal de las ciudades, acaso la indecencia…  Había conocido poca gente de la ciudad.  En su recuerdo esa gente era soberbia, solapada, predispuesta a la charla y a la mentira”. Después, Cristóbal murió y su ropa quedó en el baúl para que Cora decidiera nuevos destinos.

Ella tenía dieciocho años -relata Víttori- en algunas circunstancias, con “una pajita de la silla” dibujaba “en la tierra” y así lo hizo “en el mismo momento, esa tarde de la muerte de Cristóbal. Cora cruzaba el río en la canoa que lleva su nombre en la proa con letras verdes, remando a pie, oscilante entre el sol y el agua, pensando está allí y no se mueve ni se moverá; José Cáceres está allí y espera…”

Era una “muchacha sin propósitos ni decisiones, hueca de pensamientos, dejando transcurrir las horas, el paso del sol, el cruce de la balsa, el rumor de los camiones”. Destaca Víttori que era “humilde, con la adherida aptitud para el silencio y la inmovilidad, quieta en una suerte de encantamiento, nada más, hueca de fe, de ideas, de planes, apta así para la resistencia y la duración”.

Mientras tanto, el autor advierte sobre la influencia del medio y los cambios en las actitudes de José: “…en la costa donde todo el tiempo sobra para aburrirse”, él decidió ir “a lo de Arias”; jugó y tomó hasta que el frío de agosto lo obligó a volver al rancho con el pretexto de buscar “una manta” o “un saco”,  aunque en realidad había llegado hasta ese agradable refugio porque buscaba otro tipo de abrigo.  Cora “se turbó” cuando descubrió las intenciones de José, aunque luego partieron hacia Concordia, juntos entraron en la Iglesia, “humillados por una culpa que les habían descubierto…”

Cora después volvió hasta el boliche de Los Apóstoles, “con un chico en brazos”… y diciendo simplemente: “estoy de vuelta”… como tantos, viajeros inquietos entre islas y puertos, dóciles a la monotonía de las horas sin promesas.[42]

Es posible decir que la vida de algunos hombres transcurre como lumbre que acompaña sin producir deslumbramiento; que es llama constante que multiplica las cenizas o en algunas circunstancias, se asemeja a una hoguera donde se funden todas las pasiones.  Sabido es que sin la complicidad del fuego es imposible lograr determinados objetivos y que a partir de la primera chispa se transformaron los hábitos humanos.

JLV propone percibir las fuerzas misteriosas que convergen en torno al fuego:

“La llama fue creciendo como un ronco grito en la noche hasta casi llenarla…”

“El hombre la mira a través del fuego… Los cuatro miran el fuego, el cuerpo del pescado se crispa al calor de las brasas ardientes.”

“Él puso unas ramas en el fuego y sopló las brasas hasta que las llamas treparon desde su lecho de madera y piedra.”

“De pronto se encienden los fuegos, unas chispas secas y nerviosas que se prenden y corren.”

“Voy a prenderle fuego a todo eso, un fuego violento y muy lleno de calor y chispas que de noche hubieran visto en el puerto, pero no a la siesta…”

“El aire de la noche estaba parado y caliente, con un olor a brasas y a río…”

“Se agachó a soplar el fuego.”

“¿A qué escarbar las cenizas de un fuego que el tiempo apagó?”  [43]

El fuego es imprescindible para poder tomar algunos mates calientes e innecesario para el tereré.  Uno de los personajes de Víttori repite gratas tradiciones:

“Busco el mate, le pongo ceniza y unas brasas, lo bato para curarlo.. Vacío la galleta, la sacudo, la soplo… Voy dejando que la yerba caiga suelta del paquete hasta llenar la mitad de la galleta y después la planto derecha en la arena… Vierto un poco de agua en la yerba suelta hasta que se empapa y luego lo pruebo despacito…

Lleno el mate, miro esa espuma que se forma, tan blanca, chupo ese gusto amargo que en la boca se hace dulce…”

“Esperé que el agua cantara.  Después volví a llenar el mate.”  [44]

En su novela “Las campanas del sur”, Víttori confirma que la voz del hombre es la que más se destaca en el conjunto de sonidos de la naturaleza.  Considera que esa obra y “Las fuerzas opuestas” son dos tiempos de un mismo ciclo narrativo.  En una está expresado el principio del mito y en la otra, uno de sus desarrollos.

Es razonable pensar que describe la vida de los isleros como él la ha interpretado desde su plano de observador activo aunque temporario.

Suple esa carencia de cotidianidad que genera los hábitos, impregna las costumbres y perfila las personalidades, con una intensa y evidente voluntad de autenticidad.

Es pertinente decir que en la literatura de Víttori emergen algunos testimonios veraces como producto de una minuciosa observación y de una oportuna valoración y se proyectan razonamientos derivados de complejos vínculos sociales.

Entre sus personajes, algunos son hombres del tiempo lento: Osorio con su trayectoria de luchas y de castigo en la cárcel; con su tesón para lograr que la ciudad pudiera avanzar sobre el río.  Actis con sus miméticas actitudes de improvisado espía entre movedizas embarcaciones; Simón el pescador que se radicó en la isla Misericordia, bordeada por el río Quiloazas; Pereyra, el que no quería ni siquiera oír nombrar a la creciente porque sabía de los estragos que dejaba la inundación.

Emilio, personaje de aventuras y de cambiantes destinos y Setúbal, el empecinado vengador y constante guardián de la tumba de Goyo, a quien sólo una mentira de Emilio logró convencerlo para que se alejara del lugar donde estaban trabajando las dragas.

Los menos, eran hombres de cierta premura y preferían vivir en la ciudad: el ingeniero Prestes encargado de las obras para el puerto nuevo, o Domo, quien a pesar de ser dueño de placa de médico -…sin clientes-, propietario de un auto y de la casa que habitaba en barrio Candioti, hombre previsor hasta el límite de contratar su forzoso servicio fúnebre, aunque no se supiera en qué tiempo… terminó soportando los efectos de una absurda trama criminal.  La lentitud en algunos casos, parece ser una característica inevitable porque es lento el desplazamiento del camalotal con su carga de vida y de muerte.  El vino, el ajenjo y la ginebra, aletargan lentamente los resentimientos.  Lenta es la música que con su magia envuelve los grises de la nostalgia.  Tomo y obligo, es mucho más que un pentagrama con claves, silencios y notas; es un lento, definitivo padecimiento.

(Sabido es que en 1931, fue cantado por primera vez el tango “Tomo y obligo” -Letra de Manuel Romero y música de Carlos Gardel. “Tomo y obligo; mándese un trago, / que hoy necesito el recuerdo matar… / ¡Sin un amigo, lejos del pago, / quiero en su pecho mi pena volcar!. / Beba conmigo, y si se empaña / de vez en cuando mi voz al cantar / no es que la llore porque me engaña, / yo sé que un hombre no debe llorar…” y siguen dos estrofas.)

La guitarra -sutil instrumento- es “ofrecida a quien quisiera tocarla…”

“La guitarra sonó de un modo lento y con recelo.  Siempre estaba allí sobre una silla y a veces la tocaba Cristóbal, a veces la mujer, a veces un forastero borracho.  Ahora el Húngaro la probaba en la penumbra del rincón -solo en esa espera de los extraños, le sacaba unos acordes, la afinaba.  El Húngaro cantó una pieza alegre y dulce en un idioma que no se le entendía, y la música bajó al arenal, a las orillas, como si se derramara.”

El Húngaro… “cuando llega, pasa sin decir palabra al rincón donde está la guitarra y allí se queda quieto, fuera de sus ojos, sentado en la penumbra hasta que se le sirve el ajenjo”.  “Recién a la segunda copa tomaba la guitarra y comenzaba a afinarla.  Al sonar los acordes, llena otra vez la copa de ajenjo, un poco más larga y más densa la sombra, todo el sueño se le iba a la garganta y se vertía después en un canto a media voz, casi callado, en un idioma ajeno que por él hablaba de cosas pequeñas y distantes, acaso de otro río y otras islas, de otra gente, de una pura tristeza.  /…/ Cuando Cristóbal se cansaba de escucharlo… lo echaba encendiendo el farol cuya luz deshacía el hechizo.”

“Era una tarde a fines del otoño y las campanas sonaban desde la ciudad…  De pronto lo vi al muchacho sacar su cuchillo y tirarle unos tajos que el otro evitó.  Así vistearon un rato, chacoteando, los ojos brillosos, la respiración apremiada, hasta que el Húngaro lo trabó y el muchacho fue a caer de costado en la arena y los oí reírse.  Luego el Húngaro lo pasó por encima y se fue al boliche… El  muchacho vino a la balsa, se sentó en la orilla, cerca mío y se quedó mirando el agua, abrazándose las piernas, la cabeza apoyada en las rodillas, mientras yo acababa de ajustar las sogas.  Sonaron todavía las campanas y él estaba allí, los ojos abiertos y fijos en la nada.”

……………………………………………………………………………………………….

“Yo estaba aquí esa noche y desde aquí escuchamos la guitarra de Cristóbal que el Húngaro se había llevado, y escuchaba la voz de su canto, y por su canto, sentía los vasos de ajenjo que iba tomando… Cuando el Húngaro tocaba la guitarra, el muchacho se sentaba cerca y le servía el ajenjo… un día no volvió… lo encontré al muchacho en un remanso, entre una cantidad de pescados muertos.  Fue una pena verlo, tan joven, lleno de magullones, mordido por la piraña, los ojos abiertos al sol que amanecía.  Lo limpié con el agua helada y lo llevé al boliche…

Ella lo velaba sola en su cuarto…

Se fue a la ciudad… Volvió con un cajón de madera clara y lustrada, lo puso al muchacho…

Cruzamos el arenal, ella adelante, yo unos pasos atrás con la pala al hombreo… subimos la barranca…

-Aquí tenés que hacer el pozo (me dijo), hacelo hondo hasta tus hombros… Cristóbal sentado en el lugar de siempre, se emborrachó con ajenjo y muy tarde buscó la guitarra y se puso a tocarla, tan despacio que apenas se oía, pero nadie lloró… Al alba… la mujer, mandó que le llevara el martillo y sus golpes puntearon la mañana.  Después hubo una pausa y ella se presentó vestida de negro… Volvimos a cruzar el arenal… Ni el canto de un pájaro nos acompañó”…  [45]

En otra circunstancia, cuenta Víttori que Emilio: era “callado, sombrío… estuvo preso, mató a un hombre”, Después en sus relatos planteó una duda, al expresar que Emilio era “tal vez hijo de Corvalán… propietario de otro mítico lugar de la costa, el Sea Man’s Bar, quien le da incluso su apellido”.  Corvalán era “un hombre “grueso de cuerpo, solo, triste y borracho” y una noche lo había hablado en el bar santafesino “donde trabajaba de mozo, diciéndole que necesitaba gente joven para la pesca de sábalos”.  Corvalán era el amante de “Matilde, una prostituta joven con unos senos de goma sustitutos de los suyos aniñados y duros” que después fueron conocidos por Emilio “a espaldas del paternal patrón que la consideraba a ella algo así como su mujer exclusiva y la de sus buenos clientes de vez en cuando…”  [46]

En los relatos de Víttori, emerge la nostalgia de los inmigrantes –habitantes del litoral-, que está simbolizada en el canto del Húngaro, semejante al de un pájaro herido condenado a volar a ras del suelo, sin nido, sólo entre penumbras y sombras.

En su estudio sobre la literatura y la región, JLV ha destacado:

“…Todavía hoy una guitarra y un canto congregados por la autenticidad de un sentimiento, más que por la maestría de la ejecución, nos atrapa en sus resonancias de soledad, de lejanía, de silencio contemplativo, de memoria nostálgica, de amor dolorido, de un río que se va para siempre, como el tiempo, como la vida; y nos envuelve.  [47]

Víttori en sus primeros desarrollos se perfila como un escritor del litoral y desde su obra aporta sucesivos razonamientos que revelan sus significativas convicciones:

“Para los escritores del litoral fluvial, los elementos arquetípicos son el agua y el aire (el cielo).

La selva y el río, los esteros, los pajonales, el delta, la ribera llana o escarpada, pero siempre el aire y el agua -que deviene así agua lustral-, símbolos universales de la conciencia, torbellino y remanso de los sentimientos, resaca o marejada de las confrontaciones, curso imprevisible del peregrinaje, silencio ensimismado, derivación y calma, fertilidad y muerte, ingravidez flotante, anegamiento y desborde, estado de ánimo, partida, abrigo, contemplación, aventura, trabajo, destrucción, cambio incesante y tantas otras metamorfosis y traslaciones de sentido, cuanto símiles y metáforas lo permiten en el lenguaje de los sueños, en el despliegue de correlaciones y valores de la región, y, dentro de ella, el sentido poético del lugar, animan en la historia, en el clima, en el paisaje…”[48]

Lo esencial es “tener ojos y oídos para sentir el lugar donde nacimos, intuición para captar las realidades subyacentes que hemos absorbido desde niños en el entorno abierto de la ciudad fluvial -una vocación suburbana todavía latente-, y de aprender a ver el mundo -Europa en especial-, desde aquí, desde esta situación de vida que es americana, sin tributarle nuestros anclajes.”

“Así la región literaria se perfila como un ámbito agreste donde el paisaje, las distancias, la vegetación, los animales, los ríos y hasta el silencio, todo, es excesivo y, por momentos descomunal; apropiado a una vida recia y a costumbres primitivas ante las cuales el testigo europeo acusa y el ciudadano exagera lo áspero, pintoresco o desaforado.”  [49]

Esas miradas permiten reconocer diferentes culturas resultantes de la posesión de conocimientos y de hábitos –el saber y el hacer-; en lo espiritual se revela en las conductas individuales y comunitarias.  En consecuencia, serán proyecciones armónicas del sentir y del placer de compartir o disonancias detestables si se impone la indiferencia o el egoísmo.

Víttori advierte que:

“Esas cosas que narramos, hayan ocurrido efectivamente o no, se trate de un registro de crónica o de sucesos inventados, nos remiten a situaciones personalmente vividas o intuidas en cierto lugar y tiempo, y resueltas en un tipo de literatura.  Las cosas que nos han ocurrido, que hemos entrevisto, que nos atrapan por afinidad, etc., y sobre las cuales testimoniamos, fantaseamos o problematizamos, todo eso que constituye el núcleo fundamental de la experiencia de cada uno, se da en cierto lugar y momento que tarde o temprano reconocemos como auténtica y entrañablemente nuestros: una edad, un grupo humano, un ámbito (río, campo, montaña, ciudad…)

Detrás de cuanto escribimos hay un paisaje, la gente que lo habita, ocupaciones, fiestas, ceremonias, ritos, modos de vivir y de pensar que, desde el fondo de nuestra memoria personal y también desde las raíces de la memoria colectiva, trazan la carta de nuestro mundo, expresándolo en las imágenes que la literatura infunde.  Y es aquí donde entra la región: espacio, tiempo y sentimiento…”  [50]

Hay usos y costumbres que constituyen rasgos característicos de una comunidad.  Víttori rememora historias escuchadas en la ronda del mate… mateada o yerbeada que, a pesar de la profanación gringa de los implementos, es una supervivencia aborigen, quinientos años después que los guaraníes inventaran y popularizaran el uso de la calabacita, la bombilla, y la caldera, para beber las infusiones de la yerba mate secada y triturada, en un cimarrón histórico”.

Víttori analizó la actitud de algunos apasionados “cultores de lo nuestro” cuyos núcleos suelen ser los “fortines, peñas, fogones” donde la valoración del folklore sólo apunta a algunas manifestaciones y no al conjunto de creencias, costumbres, artesanías, arte… tradicionales en un pueblo.

Conocimientos y autoestima

En su imago mundi, intenta una aproximación a lo verdadero y destaca que:

“Escribir literatura no es sólo conocer, sino también conocerse; no sólo conocerse, sino aceptarse; no sólo buscar, sino buscarse; no sólo encontrar sino encontrarse en lo más hondo y con la mayor lealtad; no sólo alumbrar, sino alumbrarse, no sólo construir, sino construirse.  Porque su verdad está hecha de preguntas que hace y se hace; solo frente a sí y solo frente al mundo, y desnudo, sin parodias, ni afectaciones, y al preguntar no pregunta únicamente sobre el mundo, sino consciente o inconscientemente, sobre el hombre que él es entre los hombres, ese largo, angustioso:  ¿Quién soy?  ¿Qué soy?  ¿Cómo soy?  ¿Qué hago aquí?  ¿Por qué he venido?”

Por ello, JLV ha considerado que el problema del poeta y del narrador no reside en “la verdad” que es objetivo de los filósofos, sino en “la autenticidad, su autenticidad, ese acto de asumirse en vida desde las raíces más profundas para dar, en el florecimiento de sus voces, toda la sustancia de la tierra, la circulación universal animada en sus ‘capilares’, la energía esencial de esos movimientos interiores que se le revelan en su mismo ascenso.”

En consecuencia, insiste en que el artista es un donante porque “entrega su obra en un acto de desprendimiento, intentando una fraternal comunicación, porque lógicamente en ella habrá sintetizado sus alegrías y sus pesares; su agresividad o su templanza; su humildad o su soberbia.”

Aún en los relatos oníricos, es factible que se revelen vestigios de fantasías personales…

Rencores y agonías

Coherente con esas conclusiones, Víttori dona su arte de narrar.

Entre los hombres de intemperie -como él los reconoce-, sean habitantes de la costa, de las islas o de suburbios, crecen los rencores y las furiosas discusiones que terminan cuando comienza la inevitable agonía.  Sin arrepentimiento, en esas circunstancias es frecuente aproximarse al agua no sólo para lavar las huellas sino para hacer desaparecer el cadáver aprovechando la voracidad de algunos peces.  El hombre del litoral, está convencido de que… “al menos en la isla… ¿Qué importa un hombre?… En un descuido es tan fácil que un hombre muera… ¿Y qué importa una muerte?”  [51]

Víttori refleja la vida de algunos de esos hombres y logra que se perciba el clima que los rodea, sus propias debilidades y los efectos de sus actitudes cotidianas.

“…Había en su humor una mezcla de ajenjo y sombra.  Llegaba al boliche con su cara adusta, caminando duro, como enmohecido por su larga permanencia y soledad en la isla, sonámbulo y sin gestos, e iba a sentarse próximo a la ventana, siempre en la misma silla de la misma mesa, con la amargura que lo tironeaba, y siempre el día y la noche en que no había nadie, salvo Cristóbal y la mujer…”

Cristóbal vivía de este lado, cerca de aquellos árboles que entonces no estaban.  Allí tenía un boliche llamado La Balsa, un ambiente espacioso y fresco que sólo raras veces solía poblarse -los feriados nacionales, cuando llegaba gente de La Bajada, o los días de pago en el puerto, cuando los peones y los armadores tomaban aquí sus copas… Al boliche se lo atendían la mujer y el hijo…”   (Ella tal vez, “demasiado altanera”…)  [52]

El hombre del litoral y el de todas las latitudes, percibe la tendencia violenta que genera hechos irreversibles y reacciona en concordancia con su formación y sus valores.  Los rencores y las persecuciones aniquilan los espíritus y el hambre, el terrorismo y las guerras azotan a la humanidad.

Violencia es cualquier agresión y de su magnitud depende el daño.  Es un signo inequívoco de la estupidez humana.  La venganza puede ser el umbral de varias muertes.

Memoria y juicio crítico

Víttori ha advertido que “en la narrativa, nombrar importa concretar las cosas, presentarlas, no a la razón por la vía del concepto, sino a la imaginación motivada por las formas verbales que conjuran una imagen en el espacio-tiempo de la mente.

Coherente con ese razonamiento, desde su obra estimula el ejercicio del juicio crítico:

“…Cuando te veo caído en la arena y lo veo a él que pasa por encima de tu cuerpo y se va, así, de pronto, sé por quién retumba el murmullo de la novena, por quién pasan las manos los rosarios negros y tiemblo, y ya es tarde…”

“…He andado, he visto mundo, pero la ciudad es el mundo.

…Dejé el río pero el río no me dejó nunca.  [53]

Tras virtuales ventanas…

Se impone decir que la Real Academia de la Lengua Castellana incorporó: folclor y folclore, aunque persiste el propósito de ser fieles a la etimología, como se reitera en la advertencia -del no tan estricto corrector-, que desde las ventanas del ingenioso Bill Gates, sigue proponiendo la escritura folklore, lógicamente como actitud de protección del idioma inglés, ignorando las prédicas desde el litoral o desde la radio de la universidad.

Una visión tangencial sobre la intrincada red de redes de comunicaciones –internet-, que enlaza a millones de ciberamigos…, permite comprobar cómo las migraciones amplían el ámbito de algunas tradiciones sudamericanas: hay mateadas en Canarias y en Catalunya; en Israel y en California, siendo el diario mensaje de los chateros: “ven a tomar mate con galletas…”, lógicamente virtuales.

Sólo un generoso perdón salvará de la censura por el evidente error, porque los académicos españoles todavía no han incorporado chatear como sinónimo de platicar o de charlar; sólo alude a otras costumbres: beber chatos -vino u otras bebidas en vasos bajos y anchos-, o usar la azada para hacer en los terrenos llanos, una pileta a fin de extirpar las hierbas y recoger las aguas.

Además, habría que tener en cuenta que charlar es “hablar mucho, sin sustancia o fuera de propósito”, razón que justifica las ausencias cuando se convoca para una charla, aunque haya que soportar una inasistencia injustificadaEn ese diccionario, tampoco hay acepciones vinculadas con las modernas ventanas –windows- ni con pláticas intercontinentales –global chat-. En el deslinde de la libertad, es mayor la exigencia de tolerancia para seguir leyendo estas acotaciones

Desde distintos ámbitos, nuestro amigo del alma, el maestro  Jorge Alberto Hernández –Beto-,  ha concretado sucesivas observaciones desde la Peña Radial inaugurada a principios de mayo de 1966, en torno a las manifestaciones folclóricas del litoral.

En ese programa también participó el profesor Hugo Mataloni -uno de los precursores de la cultura del Mercosur por su interesante cátedra desde Ese Brasil inmenso y verde en 1964- y por su fecunda siembra, en publicaciones en idiomas portugués y en castellano, entre ellas su libro “El hombre y el folclore”.[54]

No están fuera de tema estas acotaciones, porque esos nombres de renombre, integran la legión de trabajadores de la cultura cercanos a las vivencias de Víttori. Son algunos de los miembros de la ASDE (Asociación Santafesina de Escritores) que se constituyó en octubre de 1955, sin ninguna relación con la primera Asociación Santafesina de Escritores fundada y presidida por Alcides Greca desde Rosario y luego en Santa Fe por Mateo Booz, seudónimo de Miguel Ángel Correa.  [55]

Hacía cuatro años que Julio Cortázar había emigrado hacia Francia y en aquel tiempo, entre sus razones de la cólera asomaba su sentimiento y su resentimiento:

“Te quiero país desnudo que sueña con un smoking, / vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga, / tercera posición, justicialismo, vacas, / tango, coraje, puños, viveza y elegancia.  /…/ pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo / saldrá de ese sentir, hoy es distancia, fuga, no te metás, quevachacé, dale que va, paciencia. //  La tierra entre los dedos, la basura entre los ojos / ser argentino es estar triste, ser argentino / ser argentino es estar lejos / y no decir mañana / porque ya basta con ser flojo ahora. /…/ Te quiero, país, pañuelo sucio, con sus calles / cubiertas de carteles peronistas,  te quiero / sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho / nada más que de lejos y amargado y de noche.”

Tiempo después, el distinguido cuentista y poeta Julio Cortázar, reconoció que…

“Detrás de tanta cólera, el amor está allí desnudo y hondo como el río que me llevó tan lejos…”  [56]

Desde cualquier latitud, hay que seguir admirando la cultura -que es una sola-, sin menospreciar otros razonamientos u otras vivencias.

En esos planos, tienen relevancia algunas conclusiones de don Luis Gudiño Krämer cuando señala que: “para juzgar con cierta aproximación los valores literarios y plásticos, no se puede eludir la consideración ni dejar de hacer el análisis de los cambios sociales, económicos y políticos que ha sufrido el litoral en los últimos años, desde que todo proceso de cultura y de creación literaria y artística, responde precisamente, a la influencia de las transformaciones del medio social más que a la gravitación de los individuos aislados… Sentimos el deber de interpretar este suelo en su integridad espacial, en su naturaleza y en sus hombres, en el tiempo, en el espacio y en el sentimiento

Creemos que el artista representa y refleja las tendencias del medio y obedece a la presión de las culturas e intereses a los que pertenece.

Los testimonios del arte sirven, precisamente para comprender las épocas y son valiosos en cuanto mejor reflejan la realidad o la sociedad de su tiempo.  Decir arte es decir estilos y hombres…

Santa Fe, enclavada en el litoral con vida auténtica desde 1573 alarga su sombra, perforada de estrellas, desde el mapa de la República, y con orgullo sentimos que esa sombra se prolonga desde nuestros pies.

Sentimos el deber de interpretar este suelo en su integridad espacial, en su naturaleza y en sus hombres.  En el tiempo, en el espacio y en el sentimiento…”  [57]

Es interesante tener en cuenta esta observación de José Luis Víttori:

“…El artista no viene a probarnos nada, no es un investigador ni un estratega, no está en los cálculos ni en los manipuleos del estadígrafo, del tecnólogo, del planificador; no es el teórico llamado a especular sobre la sociedad ni a dotarla de una concepción que la guíe o la inspire; no es tampoco, el ilustrador de la Historia.

El artista viene a decirnos que tales o cuales cosas se presentan de tal o cual manera, activando en él estos o aquellos sentimientos a partir de un orbe vivenciado que lo incluye como persona o lo compromete como hombre, más allá de la contingencia.  Así, más que hallarse frente a las cosas, está irreal, imaginaria, sensiblemente dentro de las cosas y en esa experiencia siempre de alguna manera estética de las cosas, intuye su verdad, que es una verdad personal -es decir, relativa- no una verdad científica, impersonal, general; una verdad que tiende a lo universal por el denominador común de las emociones”.[58]

“Lo que la obra de arte comunica y significa no es ajeno a ella misma, vale decir, a su plenitud de ser.

La obra de arte no dice; anima, presenta, hace visible.  No sustituye el discurso lógico ni la verdad científica; no es un sucedáneo del razonamiento abstracto.

En la obra de arte, las valoraciones ideológicas que acceden al mundo por la vía del reflejo invertido, están formadas, presentadas, dramatizadas.”

“La eficacia, la verdad de la obra, se entienden como el cumplimiento de su finalidad: no podemos pedirle lo que no tiene, aunque en ciertas circunstancias es justo que le señalemos al autor o le pidamos cuenta de sus omisiones u ocultamientos, de sus falsedades, allí donde realmente las haya.”[59]

Creo que como expresó Don Luis Gudiño Krämer, en cualquier aproximación a los valores artísticos es imprescindible tener en cuenta un origen, los cambios sociales y las evoluciones culturales, no sólo en un lugar, sino en el lugar donde el hombre -los hombres- reflejan sus vivencias.  Ese lugar es la Tierra, planeta pequeño que gira y gira sobre su propio eje y que va rotando alrededor del sol.  Armoniosos equinoccios y solsticios empezaron a ser desde el origen.

Coincido con José Luis Víttori en que “el artista no viene a probarnos nada, no es un investigador ni un estratega”.  Agrego:  el artista se asemeja al arquitecto.

El escultor para sus obras selecciona la materia: barro, yeso, cemento, piedra y madera o metal como accesorio o pedestal. Esos materiales también pertenecen al mundo laboral del albañil; quien reconoce la importancia del nivel, los altibajos de los andamios que dan seguridad y por su altura incrementan los riesgos; la importancia de los planos.

El escultor prepara un esbozo y como el arquitecto, necesita utilizar todos los recursos, inclusive la potencialidad humana.  Ambos se proponen reflejar en sus obras la armonía sin prescindir de la utilidad, porque también es necesario el goce estético.  Apuntan al logro de una obra de arte, que como tal ha de exigir tanto esfuerzo y potencia, como un monumento.  En situaciones semejante viven los escritores, los poetas… por el cúmulo de sus necesidades.  En esas circunstancias se imponen los límites de algunas coordenadas, las del idioma y la presencia del insoslayable lector en un escorzo casi inabarcable…

Infancia y educación

Es oportuno recordar lo expresado por el escritor Luis Gudiño Krämer, “bien ubicado y bien plantado en la ‘generación del 40’…” al decir de Víttori.

Don Luis describió el paisaje urbano próximo al límite sureste de la ciudad:  “En el sur, antiguos templos rodean la casa de gobierno, y un parque reciente, que bordea el Quillá, riacho al que las hazañas de Pedro Candioti han dado fama, hilvana tenuemente la cabecera del puente carretero, de vigorosa estructura, por la que se entra a Santa Fe, viniendo de Rosario…”

Advierte Don Luis que en ese lugar se construyó y desarrolla su misión “el Colegio de la Inmaculada, laboratorio pedagógico de antigua tradición nacional, en el que las clases dirigentes, desde la época de la colonia, han ido templando a sus hijos en las duras faenas de dirigir al pueblo.

En las listas de honor del colegio figuran los nombres de varios presidentes de la República, generales y almirantes, presidentes de la Suprema Corte, ministros, gobernadores, y así, en jerarquía descendente, obispos, senadores y diputados nacionales y provinciales, grandes caballeros de la industria y el comercio… Detrás de la Inmaculada, un callejón estrecho, sin adoquinar, y en seguida las barrancas.  En medio de la plazoleta, cuyo césped aparece bien cuidado, una construcción moderna de estilo colonial ha sido utilizada como museo histórico.  Enseguida vienen las iglesias, rodeadas de jardines, y por una ancha vereda de baldosas grises y blancas, puestas en zigzag, que marean al paseante, simulando olas.  Dicen los que han viajado que así son las veredas de algunos paseos en Río de Janeiro…”

Es el ámbito que Víttori conoció por la cercanía con su colegio y donde redoblaban las campanas que inspiraron su inicial e interesante narrativa.  [60]

La mirada amplia de don Luis Gudiño Krämer  había abarcado otros espacios:  “…detrás de la Inmaculada, un callejón estrecho, sin adoquinar, y enseguida las barrancas… miserables callejones, turbios, encajonados, a bajo nivel de las ranchadas y casitas que se han ido levantando sobre los terraplenes, forman uno de los barrios de los que la tradicional y limpia ciudad se avergüenza, aunque los conserve.

Aquí viven los changadores del puerto, las sirvientas y lavanderas, mendigos y pescadores, algún guitarrero de recreo pobre, prostitutas clandestinas, y enjambres de niños.  Mucho trabajo dan a la policía estos barrios; pero sus míseros comercios prosperan, y su escuela progresa.  Y hasta una biblioteca se asoma a la avenida, por la esquina del callejón, y allí se reúnen los empleados ferroviarios y algunos comerciantes que creen en la cultura, en las bibliotecas, en las sociedades de fomento para el progreso edilicio, aunque generalmente nunca lean libros…  El callejón Encina alarga su irreprimible miseria, su compadrona insolencia, el olor nauseabundo de sus aguas servidas, desde las vías del ferrocarril hasta la pequeña cinta de carbonilla que absorbe la humedad del asfalto…  En el callejón Encina, viven los pescadores de escasa fortuna y animosa vocación por el vino; las mujeres de vida difícil a las que se las suele llamar de mala vida o de vida fácil.  La vida de ellas no es en verdad nada buena, pero tampoco fácil.

Muchos sufrimientos, poca comida, poco sueño, escasa higiene; mal trato, insultos, piojos o enfermedades, golpes de los ebrios, nunca conformes; renegar con los hijos y por poco que se empeñaran o quisieran, las tareas de la casa, comida, lavado, limpieza de las criaturas.

El callejón se reviste de noche de cierto misterio.  Detrás de los cercos atisban miradas ansiosas.  A veces es solamente el reclamo de la necesidad, el silbido saliendo desde los cercos como el canto de pájaros trasnochados.  Pero también suele alentar el auténtico amor, la pasión desbordante, la llama sexual puramente encendida entre tanta basura.   Nadie en el callejón puede reservar su intimidad, ni vivir con ella como con un secreto.  Todos se enteran de lo que ocurre y aun adivinan lo que va a suceder…”  [61]

Tal era el ambiente próximo al tradicional Colegio de la Inmaculada, tales los contrastes en una ciudad que seguía creciendo con el aporte inmigratorio.

Diferentes temores y miserias semejantes, obligaban a esos hombres a abandonar sus lugares porque el miedo a la guerra y al hambre, tenía suficiente potencia como para expulsarlos.  Otros, quizás los menos, llegaron impulsados por sus sueños.

En la Inmaculada, acrecentó su formación José Luis -nacido en 1928-, hijo de Pedro Alejandro Víttori -nacido en 1893-, ambos ex alumnos del nivel secundario de ese Colegio…

“…el padre que una vez enfermó y no pudo recuperarse.  El padre leal, cuidado por Delia Indiana -madre generosa-.  El hombre que una vez sintió el cansancio definitivo que lo impulsó a alejarse del Diario que había sido su obra.  Abrazó a toda su gente y se negó a vivir.”  [62]

José Luis Víttori al observar un pergamino que conservan en el diario El Litoral, transmite algunas señales:

“…data del 7 de agosto de 1920 y lleva las firmas de Salvador Caputto, de mi padre -asociado poco antes con él en la empresa de afirmar el diario fundado dos años antes-, de algunos invitados especiales y de toda la redacción.  Junto a la firma de Pedro A. Víttori escribió la suya Juan Sánchez y, un poco más abajo, Antonio Ghirardi.  Juan Sánchez era, según contaban en 1959 los sobrevivientes de los ‘tiempos heroicos’, la estrella de la primera redacción: editorialista, notero, cronista de afinada versatilidad, y Antonio Ghirardi -con su leyenda de imprentas- estaba a cargo de la corrección.  Más adelante, en 1942, cuando yo cursaba quinto grado en la Escuela Normal, fue mi maestra Elvira Ghirardi de Sánchez, hermana de Antonio Ghirardi y viuda de Juan Sánchez; de dónde, la historia iniciada en 1920, confluyó en la persona de la educadora con la cual tuvimos la secreta afinidad que la presencia del diario y sus recuerdos acentuaba fuera del aula.  Quisiera detenerme un momento en esta circunstancia, ya se verá en  razón de qué… conservo un recuerdo muy intenso de las mañanas soleadas en el aula de la escuela, cuando la ‘Señora de Sánchez’ entraba con su traje-sastre gris, su cabeza erguida, blanca, bien peinada, y la sonrisa entrelabios de una paz interior que nos invitaba al silencio y a la atención.

Su voz, como sus gestos, era suave y bien templada -no la idealizo, la veo y la escucho, es como estar ahí todavía, ante esa presencia grata y renovada cada mañana en sus enseñanzas; clarísima, sustanciosa, interesante hasta en los pasajes más arduos de la gramática o de la aritmética. /…/ Chicas y muchachos en la preadolescencia, vitales y curiosos, encontrábamos en ella la respuesta justa en su saber didáctico y en su trato equilibrado; yo, además, esa simpatía que no fue indulgente -al fin y al cabo era buen alumno-, pero que en un orden más personal me animaba a superar, en la momentánea atención de la clase, las ensoñaciones y la regalonería que suelen tener los muchachos cuando se saben queridos…

Al terminar quinto grado y luego la escuela primaria, perseveré en esa relación afectuosa del discípulo con Elvira Ghirardi de Sánchez.  Yo la visitaba en su casa o le escribía para Navidad, resistiéndome a olvidar y más aún a perder la atmósfera de la vida escolar…”  [63]

Al leer esos testimonios de Víttori, refiriéndose a la abuela del poeta Julio Gómez Sánchez, los lectores podrán conmoverse, pero es inexplicable la íntima sensación de alegría y de misterio que percibo, porque Víttori se ha referido a una familia conocida y reconocida.

Además, compruebo sensaciones semejantes, antes de la Navidad, provocadas por estímulos idénticos: la gratitud hacia quienes nos ayudaron a crecer y el deseo de no alejarnos demasiado… Una mirada más actual, permite reconocer la trayectoria familiar de don Pedro Víttori, en la información que con el título “Nuestros mayores”, se difundió con motivo del octogésimo aniversario de la fundación del Diario “El Litoral”: Pedro Víttori, “tras cumplir su servicio militar en el Regimiento de Granaderos, comienza a buscar nuevos horizontes, primero en el Chaco, donde se dedicó a la explotación rural en un predio familiar, para volver a su terruño e incorporarse a este diario… Una vida, la de don Pedro, dedicada al trabajo y al esfuerzo, que se vio obligada a dejar la acción, cuando su naturaleza debió rendirse ante la enfermedad, que sin embargo, le permitió ver el fruto de su obra y seguir la trayectoria de lo que con tanto afán había conseguido”… Llegó al Fin de su camino en 1969; año del alunizaje.

En ese tiempo, en el litoral se afianzaba el trabajo de sus descendientes animados por la esperanza de ser continuadores de esas obras. [64]

En José Luis Víttori, durante dos décadas, habían crecido los sueños de seguir convocando a las palabras: ora noticia, ora ruego, ora compromiso y en ese ámbito, su presencia señalaba una orientación digna, “en los rumbos de la cultura argentina”.  [65]

 

Un hombre del litoral… si es lector de excelente memoria, podrá recordar lo expresado por José Luis Víttori:

“Algo bueno tenía Salustio: su manera acosada y blanda de mirarme, dilatadas las pupilas por el miedo, brillantes de lágrimas los ojos en el ánimo leal de servirme…

…el pobre Salustio, calvo y enclenque de tantas horas ofrendadas a la cavilación en la penumbra de sus aposentos, palidecía, transpiraba y, por los círculos vidriosos de su mirada verde, el temor (y la mala conciencia) se agitaban en un tumulto confuso.”

“…las ideas ya no se le prodigaban como antes, sea porque tomara menos ajenjo, sea porque agotara sus virtudes en la diplomacia que nos protegía, en ese arte de transar la paz.”  [66]

Percibo que tras las lecturas se han concretado dos aproximaciones significativas: la principal es que se ha vuelto la mirada sobre el núcleo de esta escritura, el escritor del litoral.  La siguiente, es la que nos aleja del vegetal y nos traslada al mundo animal, a la naturaleza humana.

Desde una perspectiva vital, el arte, la música, la danza, la plástica… la palabra y la Palabra siguen conmoviendo y estimulando.

Vivir y convivir demanda la perseverante voluntad de amar, para ser así una expresión esencial del Arte.

Esos signos transcriben una vida que por su armonía, es poesía.

Poesía que reposa en las páginas de libros, en los anaqueles de las bibliotecas; desvelada si está expuesta a las luces en las vitrinas de las librerías y que será poesía redimida cuando sea compartida…

En ese recorrido, alguna vez, Víttori preguntó:

“Toda poesía es autobiográfica?  Diría que no. Hay una poesía ‘hecha’, versos de circunstancia, pero el poeta auténtico habla siempre de sí, siente al mundo y lo dice a través de sí -a la inversa, quizás, del narrador que se siente y se dice a través del mundo, en diferentes grados de abstraída intimidad”.

Ese planteo hizo Víttori mientras intentaba abarcar el canto de “Luis Ricardo Casnati, poeta de la vida y la nostalgia”, cuya valoración sobre la obra de Víttori trascendió en el tiempo y los sueños…

Hay semejanzas entre esos mundos y el universo de Víttori.

Para comprobarlo, tal vez sea suficiente acercarnos un poco más a su trayectoria.

Vocación de escritor…

José Luis Víttori en 1946 integró la nómina de bachilleres egresados de la Inmaculada y desde la revista del colegio esas señales llegaron a distintas latitudes, incluyendo fotografías, referencias a méritos y a cuadro de honor como testimonios perdurables.

Desde el año siguiente fue cronista en la redacción general del diario de don Salvador Caputto y de su padre; comenzaba su oficio de periodista, sin paralelismo con Sansón Carrasco, tan nombrado por Don Quijote y resucitado en el litoral. José Luis Víttori había encontrado un admirable modelo en su hermano mayor, Enzo.

Oportunas lecturas permiten saber que Enzo Víttori, también dejó la carrera de Medicina, para asumir la subdirección del diario, después de su “primera misión periodística en Inglaterra.  [67]

Fue integrante de la delegación de directores de diarios argentinos que visitó aquella isla, invitado por el gobierno británico a poco de firmarse el armisticio de la Segunda Guerra Mundial”.  En 1951, Enzo Víttori recopiló y editó esas “impresiones de viaje”, en el volumen “Crónica de Inglaterra” publicado por la inolvidable Editorial Castellví -situada en San Martín y Falucho hasta su cierre-, cuando descendieron el inconfundible lápiz amarillo y en su lugar colocaron un enorme ojo…

Otros recuerdos del periodista y escritor José Luis Víttori están latentes en la memoria:

Víttori en Berlín

Posteriores lecturas –más cercanas en el tiempo y en esta tierra litoral- permitieron saber que nueve años después de la experiencia periodística de Enzo Víttori, también su hermano menor José Luis, participó en un encuentro internacional de periodistas.  No fue en esa potente isla, fue en el continente en un lugar reconocido como Berlín, a pesar del muro que marcaba límites en la noble Alemania.

Algunas impresiones de ese viaje están también entre papeles y recortes del Diario El Litoral.

Siembra en Santa Fe…

José Luis Víttori, en el rumbo de la literatura santafesina, hizo una pausa para imaginar el porvenir de una ilusión.  En la primavera de 1945, cuando “la Segunda Guerra Mundial había terminado” y se reconocía el comienzo de “la Era Atómica”, se reunieron en el hogar del Dr. Jaime Brascó Font y señora, un grupo de jóvenes vinculados por intereses artísticos; algunos integrantes del grupo Espadalirio, gente de teatro del Retablillo de Maese Pedro y miembros de la Asociación de Ciencias, Letras y Artes.

En la fotografía difundida por Víttori junto a esa crónica, es posible reconocer a Emilio Leiva; Francisco Maragno, Miguel Brascó; Leoncio Gianello, Victorino De Carolis; Ida Zóccola, Fernando –Quique- Birri…  [68]

Víttori casi cuatro décadas después, expresó sus convicciones con respecto a esa confluencia:

“Confiábamos en una continuidad perfectible, en una convergencia del capitalismo y el comunismo, aliados desde 1940.

No podíamos ver que, en el fondo, se trataba de dos vertientes -de dos resultantes- de la revolución industrial inglesa del siglo XIX, con las filosofías políticas y las sociologías de signo contrario que inspiró.  Tampoco, que la ‘tercera ola’ y el ‘desafío mundial’ estaban en marcha.

Sin embargo, los hechos estaban allí, esa ‘atmósfera de información eléctrica, casi tan imperceptible para nosotros como el agua para el pez’, todos los patrones de la interdependencia social y todos los aspectos de la vida privada.  Nosotros mismos éramos los peces: nuestra ‘avanzada’ no pasaba del surrealismo europeo, es decir, de una forma de retrovisión; no sabíamos que la corriente marchaba ya hacia el ‘universo icónico’.  ¡Qué íbamos a saber!  La televisión no había llegado al país; el medio no era, aún, el mensaje.”

En la penúltima década del siglo XX, Víttori concluyó esas observaciones transmitiendo algunas de sus percepciones que denotan esperanza a pesar de la creciente incertidumbre:

“La palabra escrita, por el momento, parece asegurada.  Aunque las preferencias del público no indiquen lo mismo.”

En esa dirección es posible hallar interesantes huellas, acerca de las asociaciones de escritores.  El entonces jefe de redacción del diario, sabía -y así lo publicó luego-, que “Alcides Greca fundó la primera asociación santafesina de escritores que presidió desde Rosario, como Mateo Booz la presidiría desde Santa Fe después”.  [69]

Gastón Gori, recordó que la primera sociedad de escritores de Santa Fe, fue la filial de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) con central en Buenos Aires… que prolongó lánguidamente su actividad hasta casi finalizado el año 1944.”

Destacó que “su herida de muerte no fue su condición de filial, aunque sus socios nunca aceptaron plenamente que fuese tributaria de Buenos Aires, rindiéndoles cuenta de sus ingresos”, sino “su no adhesión al acto organizado en honor de Luis Gudiño Krämer -socio conspicuo- cuando obtuvo el premio regional de la Comisión Nacional de Cultura en 1943.

Militaba Gudiño Krämer en el Partido Demócrata Progresista.  Era natural que fuesen sus correligionarios quienes auspiciaran el homenaje que adquirió los contornos de futuro gran acto público al aire libre (cena de por medio) y a él adhirieron numerosas personas con y sin militancia política y escritores amigos”.

Con esa actitud, la entidad santafesina “desairaba a un socio destacado y restaba virtualidad a los estatutos, puesto que en los fines de la SADE no se excluye la adhesión a los principios democráticos ni a los pronunciamientos públicos en ese sentido.”

Recordó Gastón Gori los cambios políticos a partir de junio de ese año.  “Ya no quedaba otra institución en esta ciudad”; durante el mes de marzo de 1947 en círculos literarios de Santa Fe se habló mucho sobre la conveniencia de fundarla”.

Ha reconocido Gori su “poco entusiasmo por ella, pues ‘no la veía’.  Y recién el 26 de abril se produjo la primera reunión autoconvocada por Leopoldo Chizzini Melo, Leoncio Gianello –las figuras más visibles de ese movimiento-, José Rafael López Rosas, Fernando Birri, José F Cagnin, Eduardo Raúl Storni, Gastón Gori, Miguel Brascó –ocasional secretario– y Alberto Ferrando”; dos días después se concretó la segunda reunión con el propósito de redactar los estatutos y surgió la iniciativa de “restringir la acción de la sociedad en cuanto a sus pronunciamientos en favor de la democracia y las garantías constitucionales (que un sector consideraba afectadas).

Ese germen de discordia fue decisivo para la institución en tal momento político de la Nación.”  Se convocó a una asamblea el 29 de mayo de 1947, mediante una nota impresa que firmaban los escritores nombrados y Carlos Carlino, María del Carmen Noverasco, Edmundo Blanco Boeri, Isaac Aizemberg y César Mermet.

“La nueva sociedad no obtuvo el entusiasmo unánime de sus fundadores” y advierte Gastón:  “además no pocos creíamos que dentro de un sistema federal, era necesaria la unidad en torno de la SADE central Buenos Aires, que debía reformar sus estatutos para tener mayor adhesión de las provincias. /…/  La nueva sociedad, la segunda de Santa Fe, asilada en una ciudad; creada en momentos de adversidades evidentes, con innumerables pasiones actuando vivamente en la ciudadanía, no duró tanto más que la rosa mutábile… No podía esperarse otra cosa.”  [70]

1952: potencia de una trayectoria literaria

En ese tiempo, José Luis Víttori insinuaba la potencia de su trayectoria literaria, irrepetible por su propia naturaleza.  Seguía elaborando cuentos y generaba los seguros eslabones de sus novelas.

En la memoria se multiplican los cimientos de sucesivas conjeturas.

Víttori, hábil constructor literario, ha manifestado que:

“La narrativa no nace de un razonamiento abstracto.  Nace de una imagen que se forma en el narrador antes de empezar a escribir.  Esto no niega que el comienzo de un cuento o de una novela pueda ser un razonamiento abstracto.  Pero siempre referido a alguien que razona: un personaje, una forma.

El narrador tiene su imagen previa, latente, y luego trata de narrarla.  Narramos imágenes…”  [71]

Es evidente que Víttori coincidía con don Luis, el excelente narrador, en algunas valoraciones y en consecuencia, sabía que “el cuento no es un género fácil, puesto que no se propone como la novela, desarrollar una tesis determinada.  El cuento debe atraer por su lectura animada y vivaz, y ofrecer en su limitado marco, un trozo de vida, una situación que exceda la crónica que es más que una crónica o una traslación  folklórica.  En el cuerpo del cuento deben coexistir la arquitectura de la novela con la agilidad del relato oral.

El cuento es siempre una aventura limitada por el espacio y su breve término debe ser bien aprovechado.  No puede ser como suenan estos mensajes que se forjaron en insólitos monólogos -cuando el escritor creaba su obra’ y que después, mágicamente fueron diálogos, en el instante de la decisión del lector, con su espíritu predispuesto para recrear ideas y sentimientos, un apunte tampoco, ni un fragmento.  El cuento no es un fragmento de novela que se publican como cuentos, carezcan de esa feliz culminación del cuento logrado…”[72]

Desde sus primeras publicaciones, Víttori era consciente de la importancia de una sólida base para proyectar cualquier lanzamiento hacia el infinito.  Esa íntima convicción, herencia familiar y mérito personal por su formación, tuvo que desarrollarla “entre las luces y las sombras”, que insinúan diferentes matices en la sensibilidad humana.

Desde ese “ámbito que en algún momento deviene paisaje interior”, expresó sobre su “gente”:

“…mi abuelo constructor, mi abuela campesina, mi abuelo escribano, mi abuela patricia, un hombre de prensa y de empresa que es mi padre y una madre hermosa y fuerte llamada Delia Indiana en amor de Continente, un hermano mayor con el que me mido y no lo alcanzo, talentoso y distante en edad y en ánima; y los demás parientes de ambas familias, cada uno con su vida a cuestas y su mensaje; alguien muy especial, sembradora de sueños con aire de baronesa, redactora por siempre de cartas memorables que me siguen y acompañan por el mundo; amigos de la casa, servidores, gente de oficio, narradores de quimeras…  [73]

Una cronología con trascripción de títulos e indicación de géneros, apenas sirve para delinear posibles ritmos en la producción literaria de cualquier autor.  Al valorar la obra de Víttori, al mismo tiempo es necesario considerar una progresión relevante en cuanto a formas y contenidos.  En la diversidad de temas abarcados, fue dejando interesantes señales que apenas exigen un esfuerzo: transcribir esos datos veraces e insertarlos en la red informática que se ha ido gestando en prolongadas lecturas y en diferentes análisis y en fértiles asimilaciones.

1953: Experiencias en “Adverbio”

(Confluencia de escritores jóvenes, el 28 de junio de 1953.)

La ignorancia suele provocar algunos equívocos y cuando no hay documentos fehacientes a la vista, resultan insensatas las aseveraciones.  En algunos sueños no falta el humor ni la ironía, como si fueran sal y pimienta, condimentos saludables en proporciones exactas.  Se construyen imaginarios relatos, de historiadores de estiletes -por los recortes en periódicos antiguos donde dejan vacíos que son agujeros negros de información– o críticos literarios que son lectores de solapas, quienes mediante reiteraciones van imponiendo sus teorías, como si fueran realidades.  Esos sueños son una pesadilla, al trascender como comentarios o publicaciones de críticos -no tan conocidos pero sí reconocidos-, que no se detienen a pensar en las personas, quizás debido a su predilección por los personajes.  Alguna vez, con respecto a Adverbio se han descuidado los verbos, los sustantivos y los calificativos, aunque se ha logrado imponer la verdad.  Un significativo aporte acerca de los tiempos de Adverbio trascendió en el litoral con el estudio concretado por el noble Carlos Roberto Morán:  “Visto a la distancia se advertirá en cuatro de sus nombres (Gola, Víttori, Mandón y Paolantonio) a aquellos que dejaron los más sólidos aportes del grupo para el hecho cultural de la región.  También el tiempo señala que después de Adverbio se puede hablar de una relación menos inocente con la literatura, como lo ha caracterizado Valli” -Osvaldo-. “Como ocurriera con Espadalirio, como pasaría con grupos literarios posteriores (Generación, Apertura), Adverbio con aquello positivo que tuvo, también con la carga de negatividad que pudo suponer tanta actitud rupturista, ha contribuido a esto peculiar y enriquecedor que es la voz santafesina, diferenciada y peculiar, en el ámbito de la narrativa nacional.”  [74]

Esta aproximación a la trayectoria de Víttori, permite revisar los conocimientos adquiridos por otras publicaciones, acerca de los ciclos en la literatura, porque él desde sus libros aporta más datos:

“A mediados de 1953 ya nos encontrábamos regularmente, una o dos veces al mes, en la hospitalaria casa de Río de Janeiro 845: Juana Elena Basso, Osvaldo Benigni, Alfredo H. Demaría, Hugo Gola, José María Paolantonio, Hugo Mandón, Juan Pérez Carmona y yo.

En ese tiempo rechazábamos la denominación de ‘grupo’ con la que después se nos ha calificado.

Adverbio no era una concordancia estética, sino una libre coincidencia de personas en sus necesidades de expresión humanista por la literatura.  Humanista o, acaso con más propiedad, humanitaria, por cuanto nos importaban sustancialmente los planteos del hombre en la decencia de su condición y en la dignidad de su existir, esto es, el hombre en cuanto individualidad donante de amor y ser social responsable de su libertad.

Individualidades más o menos acentuadas e independientes, nos bastaba la militancia diaria en el dolor de la persona humana, en las zozobras del prójimo, en las alegrías y sinsabores del amigo o el vecino; el pudor de acompañarlo o la gracia de comprenderlo en sus tribulaciones, en sus debates con la vida, en la búsqueda de un rostro y un lugar propios, con decisión de alumbramiento pero sin las pompas de la demagogia, tratando de sentirlo en nosotros, de rendir en la obra el ‘temblor’ de lo que éramos y aspirábamos a ser…”

“Tal era, a nuestro entender de aquellos días, el más alto compromiso asumible con la verdad, fuera de los postulados unánimes de las facciones políticas.”  [75]

Desde el punto de vista del embajador Massuh “el hombre de letras (novelista, pensador, artista u hombre de ciencia), permanece “fiel al imperativo de su vocación individual” y “es sensible a las necesidades de su país”… es “el humanista americano”.  [76]

Si se percibe la mirada que desde lo personal, Víttori proyecta a lo familiar y a lo social; si se logra interpretar sus testimonios, se comprenderá su proximidad a ese arquetipo.

“Cuando Adverbio comenzó a reunirse, sus integrantes teníamos poco más de veinte años.  Casi todos estábamos casados.  Algunos ya éramos padres.  Nos considerábamos responsables.  Sin embargo, la adolescencia se prolongaba más allá de la edad; estábamos más cerca del niño que del adulto, como si hubiéramos crecido desparejo.  Inflexibles, candorosos, idealistas, efusivos en la ponderación de las cosas y en la exaltación del yo, todo apuntaba a una declarada necesidad -la literatura- y a cierta dependencia -del empleo, de la familia, del grupo, de la ideología- atribuible, esta última, a la situación dominante.

Pese a las coerciones políticas, la vida era todavía fácil para los argentinos (no precisamente ricos).  Pudiendo permitirnos con poco trabajo una existencia desinteresada en lo material y quizás por lo mismo, disponible, pudimos no sólo escribir sino también vivir ‘literariamente’ -nos sobraba tiempo para la imaginación y la contemplación, la amistad, el diálogo, el vagabundaje-.

Esta fue nuestra ‘bohemia’, nutrida de sueños, discursiva, sustentada por un entendimiento casi de ‘hermandad’ en los sobreentendidos, en el juicio del otro y en su aceptación.  Así, nadie dudaba de su valer.  Era como pensarnos ‘elegidos’ de una vocación, de un destino.

Nuestra misión consistía en escribir una obra capaz de sostenerse por su autenticidad y su calidad, aquí, en este espacio, por íntima adhesión al lugar natal, único, insustituible, donde, llegado el momento, se nos descubriría y reconocería.”  [77]

Desde el punto de vista del cuentista Edgardo A. Pesante, el “Grupo Adverbio”, reunió “a casi todos los escritores jóvenes de Santa Fe que no han cumplido los treinta años y han superado ya los veinte. Políticamente son antiperonistas, ideológicamente se da en ellos por entonces una amplia gama izquierdista y, literalmente, en lo que a narrativa se refiere, rinden culto en especial a William Faulkner.  Su visión de lo regional es crítica y apriorísticamente comprometida… algunos de sus integrantes -siempre refiriéndonos a los narradores- no carecen de vivencias rurales, la mayoría son hombres de ciudad…”

Destaca el mismo Pesante, cómo luego varios de los escritores de estos grupos pasarán a ocupar puestos de importancia y de acción en el orden político y social.  Lo evidente es que sólo Víttori alcanzará a dar con el tiempo una obra literaria significativa, coherente y de proyección, en concordancia con lo afirmado por el rosarino Eugenio Castelli.

Cuatro décadas después, el gigante de las letras Gastón Gori recibió en su casa a Rogelio Alaniz, periodista de “El Litoral” que se refirió a ese encuentro destacando: “Los libros, las hojas desparramadas en la mesa.  Gastón se entusiasma con los recuerdos.  Sus palabras recuerdan un tiempo de escritores, asambleas, manifiestos nocturnos, pasión por la palabra.

Como en un friso imaginario, el sonido de su voz dibuja las líneas de una ciudad dominada por los tonos de una vida comprometida con la literatura y el destino frágil pero maravilloso de los hombres.”

El entrevistador preguntó acerca de “los grupos literarios” y en particular de “Adverbio”.  La respuesta de Gastón fue contundente:  “Nunca me convenció del todo.  Lo que más me gusta de esa época son los textos de José Luis Víttori, y muy en particular, sus cuentos.  El problema de José Luis es que le faltó la gran editorial en Buenos Aires.”  [78]

Es oportuno reiterar otro testimonio de Víttori:

“Al cambiar la situación con los acontecimientos del 55, nuestra perspectiva también cambió.  Las ilusiones de un renacimiento cultural y de una pronta restauración democrática, replantearon en los hechos el tema tantas veces conversado del compromiso con la vida.

En respuesta a los nuevos estímulos, cada uno intentó encontrar su lugar de trabajo allí donde se requiriera un activo aporte intelectual: el periodismo, la cátedra, la función pública, el espectáculo.

Lo cierto es que tales experiencias nos permitieron superar la fijación al grupo, a sus gustos, a sus opiniones y, ¿por qué no?, a sus prejuicios; no así a su ética de la integridad personal, que cada uno trató de plantearse y sostener en lo suyo después de dispersarnos.

La primera, desalentadora comprobación individual fue que el medio y los trabajos remunerados, no presentaban condiciones ideales para nuestro desarrollo, ni mucho menos, iban a ponerse al servicio de nuestra ‘necesidad interior’.”  [79]

Con respecto a la literatura regional, Gudiño Krämer ha reconocido en 1955 que “en nuestro país, ella tiene un acento propio, precisamente por el aislamiento en que viven los núcleos provinciales.

Es generalmente tímida y sin proyección nacional, tal vez por el desconocimiento en que se la tiene y por la falta de estímulos en que debe trabajar el escritor en provincias.

El escritor regional para triunfar o subsistir debe forzosamente convertirse en un burócrata metropolitano, en ciudadano de la única ciudad con vida cultural que tenemos en la Argentina.

Así se ha ido operando el éxodo…

El caso de Leopoldo Lugones es ilustrativo, pues este poeta llega a lo popular y provinciano casi al final de su brillante carrera literaria; y cuando comienza a publicar sus poemas del Río Seco, el lector medio piensa que el escritor está en decadencia, y que se ha enervado o debilitado su estilo literario.  Ha dejado de escribir en difícil…  Para ser un escritor nacional, hay que vivir y publicar en Buenos Aires…”  [80]

En ese rumbo, Gastón Gori ha insistido en que resulta compleja la aplicación de criterios que intenten clasificar la Literatura como hecho literario.[81]

1954: Periodismo y ensayos

Hay que tener en cuenta lo expresado por José Luis Víttori:

“Entre 1947 y 1954, al margen de algunos ensayos publicados y de un estudio sobre el mito que luego abandonaré, todos mis esfuerzos concurrieron al aprendizaje y ejercicio del periodismo.

No es extraño, pues, que a Gudiño lo viera durante casi una década como al colega mayor de quien aprendía un oficio, aún sabiendo de sus libros.

A estos, al escritor que los había redactado, los frecuenté, reconocí en 1954 o 55, cuando fui poniendo distancia al periodismo para dedicarme a la literatura.”

Destaca Víttori que a instancias de Bernardo Verbitsky “quien, de paso por Santa Fe se refirió con admiración a Gudiño Krämer considerándolo el mejor cuentista del país… lo leímos, lo discutimos y finalmente lo adoptamos”.

Aclara luego:

“No sé si era el mejor ni me interesa el superlativo.

Sé que sus cuentos y ensayos me atraparon durante semanas.  Que lo leí, lo releí y llegué a considerarlo también -y tal vez sobre todo-, en sus obras, por su literatura.

Me gustó su visión irónica y autoirónica, la veracidad descarnada con que desmitifica la imagen celebratoria del criollo y del indio, la soltura de su estilo, los chispazos de deslumbrante poesía, su conmovida piedad hacia los humildes, su amor al terruño, la nostalgia de sus evocaciones, su mirada inquisitiva o traviesa, su apretón de manos”.

Víttori al evaluar sus experiencias literarias grupales -en aquel tiempo-, reconoce que escribían:

“…Creyendo además que hay buena y mala literatura, y que la buena literatura responde a una categoría específica del arte, la calidad, esto es, un nivel de excelencia que concierta y anima el conjunto de aquellos aspectos ideales y formales en la sólida unidad de la obra, y que dicho nivel sólo se alcanza en la perspectiva de una adecuada formación estética y humanística, leer, estudiar, conocer, escribir y juzgar sin concesiones los resultados, eran para nosotros las faces de una exigente disciplina.

Porque, si de algún modo apostábamos al talento individual, más creíamos en el trabajo lúcido y obstinado.

‘El talento es una larga paciencia’ -nos repetíamos, entregándonos de lleno a la tarea de pulir y rehacer; ejercitándonos en una crítica severa, templándonos en el juicio adverso, en la humildad de aceptarlo, en el deber de exponerlo con franqueza y fundamento”.  [82]

1955: “Trabajos I” – Selección compartida

Los integrantes de Adverbio decidieron celebrar el segundo aniversario de esa fraternal confluencia, con la edición de la primera selección de trabajos.  Organizaron una venta anticipada y en julio de 1955 estuvo terminada la impresión del libro, en la editorial Colmegna de Santa Fe.

Don Luis Gudiño Krämer, escribió el prólogo “como padrino del grupo”.  En ese tiempo, era reconocido como “uno de los más representativos escritores de la generación anterior”.  Es oportuno destacar que Don Luis, plasmó su obra desde su lugar, sintiéndose un hombre del litoral, evidentemente con múltiples lecturas y vivencias como sucede con el habitante de cualquiera otra latitud.

Ese año también fue editado su libro Escritores y Plásticos del Litoral, reafirmación de su cualidad innegable: ha sido un observador minucioso de la realidad en el cosmos del Arte.

En Trabajos 1, Víttori incluyó el cuento Ningún hombre es equiparable a una isla y décadas después, evaluó esas experiencias:

“Uno de los resultados de ese esfuerzo fue la edición cooperativa de Trabajos, libro que incluyó cuentos de Hugo Mandón, Juana Elena Basso, José María Paolantonio y José Luis Víttori, poemas de Hugo Gola y un monólogo dramático de Juan Pérez Carmona (“Jorge Juan”), todos integrantes de Adverbio hacia el otoño de 1955.” /…/ “Otros intelectuales de la generación del 55 -no la mayoría- pasaron por Adverbio: Francisco Koppel, Marcos Gutiérrez, L. F. Oribe y Ramón Caropresi. /…/

Entre setiembre y diciembre de 1955, distribuida la edición de Trabajos, emigrados Beba Basso y Jorge Juan, a quienes habían precedido Benigni y Demaría, los restantes miembros de Adverbio, desmintiendo su apego a la ‘torre de marfil’, promueven en la ciudad aletargada el resurgimiento de ciertas instituciones culturales, con prósperos llamados a rehabilitar las desaparecidas y a fundar las inexistentes.

Veinte años después, mirando esa tapa amarillenta y ese título impreso en una media tinta gris, que le dan el aspecto de una memoria de sociedad mutual, releyendo en la solapa el texto candoroso que explica la historia del grupo e invita a seguir y a multiplicar su ejemplo, uno se pregunta melancólicamente si esos trabajos primerizos justificaron en su momento la expectativa que agotó por suscripción su tiraje de mil ejemplares en menos de un mes.”  [83]

Veinte años después de esa observación de Víttori sobre la amarillenta página, a casi cuarenta años de Trabajos 1 –desde el litoral-, un duende literario sorprendió con un eco de La vieja, el primer cuento publicado por Juana Elena, Beba Basso…, en aquella selección de Adverbio.  Llegó irradiando frescura… Minerva en la siesta.  Trajo los aires de Mar del Plata y señales semejantes a las halladas cerca del Paraná: alguna lagartija andando curvada por los zócalos… mientras Minerva probaba el calor de la plancha con su dedo humedecido de saliva…[84]

Víttori desde su literatura facilita la comprensión de algunos verbos:

“Plasmar equivale a dar forma, a descubrir en los diseños del lenguaje, una visión del mundo, un sentimiento del hombre que, sin ese lenguaje y sin ese diseño, permanecerían mudos y ausentes.

El mundo y el hombre de aquí, de un territorio vivido y conocido en la mística de los primeros asombros…”  [85]

En ese tiempo, el noble César Actis Bru desde la comarca propuso una aproximación a la cultura como identidad.  Destacó que “las consecuencias” de sucesivas “divergencias filosóficas y estructurales encarnadas en los más variados regímenes políticos se pueden sintetizar en aquel milenario proverbio tailandés: ‘Cuando luchan los elefantes, el que sufre es el pasto’. Y a nadie queda duda de que América latina es y será el terreno de combate de los grandes.”  [86]

Don Luis Gudiño Krämer, al evaluar las obras de los artistas litoraleños, amplió su mirada hacia otros planos y planteó la necesidad de promover el arraigo, como condición esencial para estimular el sentimiento patriótico, que se sustenta en los valores de la libertad y de la justicia.  Desde su punto de vista, era “el más urgente deber despertar ese sentimiento mediante inteligentes medidas y obras, que al crear nuevas fuentes de trabajo, de riqueza, y de prosperidad, para ellos y sus hijos, arraigue al nativo a la tierra, al conglomerado social del que forma parte pero con el cual, actualmente no está identificado.  Miles de trabajadores sin arraigo, en el norte de nuestra provincia; indios que han hecho el servicio militar y votan, están ciertamente separados de la vida común.  Entre ellos y nosotros” -apunta don Luis desde la capital de la provincia…- “existe una separación y divorcio mayores que entre los provincianos y la metrópoli; y así como nos rebelamos contra la absorción de esta última, deberíamos comprender cuán necesario es que empecemos en nuestro territorio a considerar al criollo desposeído y al indio, como a hombres que necesitan recibir iguales estímulos que los que en su hora dimos a los extranjeros…”

Don Luis Gudiño Krämer al analizar las expresiones de nuestra cultura, aclaró: “… tampoco me inclino a la ofuscación contraria de los ciudadanos del  mundo, los universalistas erróneos (¿o erráticos?), los europeístas a ultranza para quienes, apropiándose de una frase de Borges, nuestra tradición es toda la cultura de occidente.”  [87]

Si se esboza un cotejo entre esas conclusiones y las vicisitudes que vivían los hombres en otros continentes, donde el patriotismo estaba subordinado a la supervivencia, se impone volver la mirada a la página de Víttori y se podrá coincidir o disentir en que:

“Universal es algo común a todos en su especie, algo que condensa en una sola forma toda la extensión indefinida de realidades concretas; algo que lo comprende todo en la especie de que se habla, que se extiende a todo el mundo (a toda la gente, a todos los países, a todos los tiempos).  [88]

Siendo los dilemas humanos semejantes en todo el planeta, aunque con diferentes posibilidades de resolución, por las asimetrías culturales –entiéndase como tales también las económicas y financieras por ser reflejo de múltiples actitudes-; es factible conjeturar que en el rumbo de la Literatura -en el de las artes, como en la ciencia y en la técnica-, hay parámetros sutiles: belleza, conocimiento, utilidad… -en todas sus acepciones-, que por su propia naturaleza son de compleja valoración y en consecuencia, puede resultar confuso cualquier intento de selección.

Ecos de “Adverbio”

Víttori -como por arte de magia-, logra que diez volúmenes de su obra –momentáneamente en reposo a la izquierda del teclado electrónico- sean como una brújula precisa que orienta para retornar a nuestro lugar.

Desde esa perspectiva se percibe otro eco de lejanos comentarios de Don Luis, quien destacó que ese grupo de “jóvenes”, durante muchos meses, dos o tres años tal vez, leyeron, discutieron y trataron de realizar la crítica de sus primeros trabajos literarios” hasta que esa edición constituía “el fruto de sus empeños”.  Él conocía seguramente la dedicación de Víttori, porque en ese tiempo era uno de los periodistas que con cautelosa disciplina, aceptaban sus pautas para la elaboración de las notas o crónicas, conscientes del valor de las razonables exigencias del jefe de redacción.

Advirtió Gudiño Krämer que esos jóvenes, “no se han reunido para defender una escuela literaria, una ideología o determinados o supuestos cánones estéticos.  No ha sido éste el estímulo que los agrupó, sino más bien una necesidad de asociación y de comunicación; un impulso creador que no por debilidad o inseguridad sino por confianza en la colaboración de buena fe, los dispuso a realizar, desde el principio, una tarea responsable.  Responsable en mayor latitud; cuidadosa como debe ser toda expresión mediante la cual se trata de dar una medida de cultura”.

En realidad, cuarenta años después se sigue hablando de Adverbio aunque no se hayan leído los seis libros editados -y me incluyo-; quizás por un exceso de confianza en los testimonios de personas renombradas, aunque mi mirada descubre prudentes señales que alertan sobre una incompleta identificación con el libro y una falta de consideración hacia sus autores. 

Víttori –protagonista-, aporta datos precisos acerca de por qué… “esa confluencia de escritores jóvenes” y por qué la elección de esa identificación:

“¿Por qué Adverbio?  Porque el verbo es una iniciativa que pertenece a Dios y sólo cabe a los hombres -sobre todo si eligen a la literatura como destino-, calificarlo, determinarlo, interrogarlo, denotarlo, modificarlo… no hubo una precisa reunión constitutiva, ni acta fundacional, ni declaración de principios, ni convocatoria pública, ni deliberaciones previas.

Un buen día Adverbio fue, y eso es todo: un encuentro en una calle de un barrio de una ciudad argentina.  Anterior a la primera reunión de lectura, no ha quedado ningún registro escrito, ni manifiesto, ni acta alguna; esa parquedad se presta, 33 años después, a todas las interpretaciones, a muchas conjeturas aventuradas, a no pocos abusos y hasta a ciertas perfidias que suplen, al amparo de la mala memoria, el buen trabajo de investigación.

Así, se ha dicho que en Adverbio nos imponíamos trabajar temas en equipo (¿?), que entronizamos a Faulkner (¿quizás como una deidad pagana?), que cultivamos una deliberada literatura isleña por oposición a la bizarra literatura urbana de nuestros mayores; que adheríamos a la izquierda política o simpatizábamos con ella, que adoptamos el ‘realismo socialista’ o que practicábamos el antiperonismo…

¿Qué hay de verdad en ello?  Vamos a ver qué nos dicen la memoria y los papeles.”  [89]

En realidad, lo que dicen la memoria y los papeles, es lo que se ha escrito.

Es posible vislumbrar que los alentó el mismo propósito que ha generado la sucesión de otros acercamientos –o grupos-, generalmente de efímera duración.

En la década del 60, Nelly Borroni fundó y dirigió el proyecto “Apertura”; mientras soñaba con lo mágico y cotidiano –título que Pesante, integrante del grupo puso en sus crónicas editadas a comienzos de la década siguiente-; … lo mágico y cotidiano de la vida que Nelly sabía transcribir con armonía, en diálogos y en actitudes fraternales; en su Poesía.  Acumuló experiencias y uno de sus frutos es Plural (1970), perteneciente a la colección que estructuró en breve tiempo y que culminó en el décimo volumen.  [90]

En esa Apertura -de 1964- recuerdo al poeta Arturo Lomello y a Jorge Alberto Hernández, cuya obra poética difundida en páginas literarias de diarios y revistas de distintas localidades, podría ser recopilada para reconocer con más precisión su vasta trayectoria literaria.

En aquel tiempo, Víttori participó en breve experiencia a partir de Punto y aparte.  Es frecuente que los nobles propósitos que convocan a esas empresas, se disgreguen como consecuencia de la pérdida de cohesión después de la primera edición; tal vez porque la libertad impulsa a crecimientos que provocan diferentes vuelos, aunque todos en un mismo rumbo: el de la literatura.

Esas fluctuaciones han sido confirmadas por Víttori:

“… no se consolidaron experiencias prometedoras como las de Trabajos I, las ediciones de Apertura y la colección Presente o la iniciativa antológica 13-19...”

Con respecto a Presente, ha manifestado:

“La emprendimos, con el auspicio desinteresado de Editorial Colmegna, Carlos M. Gómez, Jorge Vázquez Rossi” -”poeta y narrador nacido en Ramos Mejía, Prov. de Buenos Aires, residente en Santa Fe” -abogado- “y José Luis Víttori, sumándose luego Eugenio Castelli, en 1963.”  [91]

“La colección ‘Presente’ editó en un principio tres títulos: ‘La voluntad de realismo’ -una selección de ensayos que hice de la primera serie de El escritor: medio y lenguaje-, los poemas de Jorge Vázquez Rossi reunidos en Viejos motivos y la primera novela de Carlos M. Gómez: El desarrollo, todos diagramados por Ernesto Frers, sobre fotos de Regis Bartizzaghi.

Hay que volver la mirada a Adverbio.

Admitir que desde el litoral, se insiste en que esos escritores pertenecen a la generación del 55, probablemente tomando como referencia el año de publicación de algunos de sus trabajos o el hecho histórico del 16 de septiembre de 1955…

Escritores del 55 o del 57

Con relación a los escritores del 55, es interesante tener en cuenta, que “el crítico chileno Cedomil Goic en su ensayo sobre la historia de la novela hispanoamericana, “al ubicar a esta generación en el ámbito continental, y que él denomina de 1957, señala algunos rasgos comunes que pueden aplicarse a nuestros escritores, y a Víttori en particular (sin aceptar totalmente el nombre de irrealismo con que los define… Según este ensayista, en la conciencia de los narradores de esta generación, ‘el mundo representado ostenta la entidad de un cosmos autónomo y autosuficiente’…

El objeto de la representación es regularmente lo innominado, lo grotesco: una presencia desprendida de la presentación de un mundo ambiguo, con expresión de circunstancias, personajes o acontecimientos.

El mundo como laberinto, el laberinto espacio interior de la conciencia o la experiencia del mundo exterior como laberinto, constituyen la forma fundamental de la representación de la realidad en la novela de esta generación.”  [92]

Hay que tener en cuenta que soplaban esos fuertes vientos no sólo en el litoral, sino en todo el país y en distintas latitudes del planeta, cuando los escritores de Adverbio seguían generando sus proyectos.  Dos años después, diferentes tensiones en el seno de confluencia, provocaron bifurcaciones sucesivas.  Se puede intuir que fue la potencia individual, una de las causas de esa aparente separación.  Esos nombres, aquellos títulos, están y seguirán estando -como en el principio- ocupando el mismo espacio, en las sobrevivientes ediciones, que solas siguen esperando a los lectores.

1955: Víttori, co-fundador de la ASDE

En octubre de ese año se constituyó la “Asociación Santafesina de Escritores” -sociedad civil-, con propósitos de recuperación y de promoción cultural, entre otros objetivos.  Los libertadores, organizaron comisiones de recuperación y algunos artistas –entre ellos escritores– adhirieron a la iniciativa, en un vano intento de apoyar ese propósito.

(Un mes antes, el 23 de septiembre de 1955 -ocho años después de la sanción de la ley que reconoció el derecho al sufragio a las ciudadanas argentinas- algunos argentinos habían visto con asombro, una Plaza de Mayo cubierta con la presencia de quienes celebraban la asunción del general Eduardo Lonardi como presidente provisional en la autodenominada revolución libertadora.  El general nacionalista y católico, expresó una consigna: “Ni vencedores, ni vencidos” y nombró vicepresidente al liberal contralmirante Isaac Francisco Rojas.  En menos de dos meses se diluyó el poder del general porque otro aspiraba a ese cargo: asumió el general Pedro Eugenio Aramburu, cesó la vigencia de la Constitución de 1949 mediante un decreto, se impuso la ley marcial, fueron fusilados militares y civiles; mediante el decreto 4.161 se prohibieron palabras y libros.  Hay que reconocer que el indeseable decreto había impuesto su prepotencia y el temor: impulsó a descolgar y guardar las dos fotografías, a esconder recortes y libros: en hogares, en oficinas y en escuelas, donde la falta de recursos impidió que los visibles y resistentes clavos, siguieran siendo delatores de las nuevas relaciones durante las décadas siguientes.  Las resoluciones adoptadas eran tan absurdas, como la prohibición de nombrar al partido cuya disolución definitiva se intentó.  Aparecieron nuevos rótulos -etiquetas…-: gorilas -opositores a Perón- y petiteros, los que usaban corte a la romana, sacos ajustados, cortos, con dos tajitos, trabas debajo del cuello de la camisa.

Desapareció el cuerpo yacente de Eva Perón, sin comentarios… oficiales.

Victoria Ocampo fue designada embajadora en la India, el lugar de su amigo, el poeta Rabindranath Tagore -nacido en Calcuta en 1861, Premio Nobel de Literatura en 1913-, cuya obra fue traducida al castellano por la distinguida victoriana.  El destacado filósofo, al terminar la primera guerra mundial, fundó el “Instituto Internacional de Solidaridad Universal para procurar la paz y la armonía”; después vivió en la Argentina compartiendo diálogos en inglés y falleció en 1941.

Resulta evidente que en el cosmos de la palabra, es posible detectar trayectorias paralelas resultantes de la potencia de las anécdotas que se generan en la historia de la Historia de la Humanidad.  Dependerá del conocimiento -de hechos, hombres, símbolos y claves- la posibilidad de interpretar con mayor precisión los diferentes ciclos y su insoslayable trascendencia.

Legado de un “maestro”

Víttori al referirse a la región y sus creadores, informa que conoció a don Luis Gudiño Krämer cuando “en 1947, a los 18 años”, entró “a trabajar en el diario”.  Él había ingresado en 1938 como redactor, tocándole muy pronto desempeñar funciones de gran responsabilidad por una circunstancia inesperada.  Al enfermar mi padre de una hemiplejia en mayo de ese año, y al morir Salvador Caputto en 1939, el diario quedó de golpe sin sus protagonistas, tocando a dos animadores, a dos luises: Gudiño Krämer y Mareck, llenar provisoriamente el vacío, uno en la redacción como secretario y el otro a cargo de la administración.” (…) “Con él aprendí buena parte de mi profesión. Era exigente.  No toleraba distracciones ni hinchazones verbales. Era fuerte en gramática y no dejaba escapar errores de construcción ni de concepto. No admitía que un texto alentara vanidades propias o ajenas.  Era enemigo declarado de refritos y de fiambres, es decir, de notas rehechas o de crónicas inactuales.  Trataba la noticia y las opiniones editoriales de acuerdo con una jerarquía inflexible regida por el interés general y específico de los sucesos.”(…)

“Es extraño.  En 1955 no había leído a Borges porque lo consideraba reaccionario, ni a Faulkner porque lo decía racista.  O sea que, entre Borges y Verbitsky, por ejemplo, sacrificaba la agudeza de Borges a la pesadez tendenciosa de Verbitsky, porque en su concepto uno era reaccionario y el otro progresista.  Lo mismo sentía en las artes plásticas entre figurativos y no figurativos. Me consta que sintió como una derrota personal la presencia cada vez más numerosa de los no figurativos en el salón anual del Rosa Galisteo.”  [93]

En esa dirección, es oportuna una aproximación a la labor de Gudiño Krämer como crítico de arte, proyectada desde las páginas culturales del diario El Litoral, cuya jerarquía contribuyó a construir.  En 1955, entregó una interesante recopilación de antecedentes sobre dibujantes, grabadores, pintores y escultores que pasaron o vivieron en Santa Fe.  Aunque ese año, la Argentina parecía ser un volcán en erupción y algunos argentinos soportaron un atroz bombardeo, muertos y heridos; lamentables incendios e injustificadas persecuciones,  resultantes de la detestable intolerancia o de la obsecuencia que se suele manifestar en contraste con leales convicciones; Don Luis propuso otra mirada desde el litoral al destacar algunos bienes culturales, que emergen de la obra de perseverantes artistas.  Con interesantes planteos contribuye a una toma de conciencia acerca de la sucesión de hechos que ha provocado una realidad nacional que al ser observada desde una ciudad provinciana tiene un significativo perfil.  En su revisión de los antecedentes plásticos, Gudiño incluye las obras en la reducción del Padre Florián Paucke, donde los aborígenes sanjavierinos “pintan cuadros religiosos, tallan Cristos y santos de bulto, altares y paramentos” como resultado del aprendizaje propuesto por ese “extraordinario acuarelista”.  Algunas “maderas pintadas” fueron traídas desde Perú y “en la iglesia catedral de Santa Fe, levantada definitivamente en 1743, figuran las siguientes obras de arte: un cristo en mármol de Jean Baptiste Pigale (1753); un Niño Dios, al óleo; una decapitación de San Fermín, de Mauricio García, Cuzco, 1751; un San Pedro, óleo anónimo; una talla de San Jerónimo, hispano colonial; pilas de mármol, estatuillas de madera, ornamentos, etc.”  Advierte Gudiño Krämer que “pasan muchos años hasta que aparece en Santa Fe, Francisco Javier de la Rosa, el ermitaño, escultor, fundidor de campanas, pintor y escritor…”  [94]

Seguir… como el río.

Una vez más, en ese tiempo fueron visibles los contrastes.  Sobre la argentina tierra, a pesar de las calumnias, de la incomprensión, de las amenazas y de las represiones, era necesario seguir viviendo.  Víttori en uno de sus libros relata varias anécdotas sobre don Luis, entre ellas una referida a ese tiempo, a mediados de la década del 50, cuando sus amigos Luis y Clorinda alquilaban una casa la calle Dorrego 3265 que “era tan espaciosa como hospitalaria”.

Víttori recuerda que:

“…sin embargo, no abundaban los convidados a ese gesto con mucho de campesino y de criollo de la costa.  Raquel y yo nos contábamos entre quienes, al caer la noche, compartían con él y Clorinda un plato de Quaker con leche y azúcar sentados en la vereda, mientras se conversaba animadamente.  Otros invitados eran Amado Villanueva y Marcelino Román.  Había otros menos íntimos, de paso, digamos, con quienes podía disfrutarse de una velada fuera de programa, como Juan L. Ortiz y Hugo Gola”.  [95]

Al entrerriano Juanele, Víttori lo conoció “en el otoño de 1951”:

“…asomaba con la levedad de su cuerpo y con la sutileza de sus poemas.

…comencé a frecuentar su poesía en las legendarias ediciones “Sauce” y “Llanura” que él mismo propagaba de mano en mano, me sentí frente a una obra mayor cuya lectura casi ritual conmovía lo más íntimo de mis silencios.  Pero recién después, abandonados los estudios que me llevaban regularmente a Paraná, y, desde la facultad de Ciencias de la Educación a la antigua casa del poeta, en la calle Tucumán 381 donde, a la sombra en flor de los jacarandaes, me fue dado vivir la ‘atmósfera’ de El aire conmovido y La mano infinita…  Aprendí que algunas creaciones artísticas alcanzan la dimensión de obras totales y pueden ser abordadas desde muy diferentes ángulos, resistiendo sin fisuras las más rigurosas pruebas de la crítica…”  [96]

 

Dentro y fuera del diario

Víttori en su estudio sobre la región y sus creadores, ha dedicado aproximadamente setenta páginas al maestro Gudiño Krämer y evoca anécdotas dentro y fuera del diario:

“Gudiño era curioso.  No sé si su curiosidad tenía que ver con el instinto de un periodista o si lo lleva a intuir mejor a la gente en su vida y en su entorno, condición ésta de escritor atento al medio.”

Rememora Víttori que…

“una noche, pasadas las doce, lo llevaba yo a su casa desde el centro cuando, ya cerca, vimos pasar a toda velocidad un patrullero de la policía.”  (…) “- Yo tenía entonces un Oldsmóbile modelo 39 (verdaderamente viejo), e hice lo que pude a lo largo de la avenida tras el coche policial.  Gudiño, excitado como un chico, se asomaba por la ventanilla, animándoseme a voces:  -Métale -decía-, no vaya a perderlo de vista.

En esos años de escasez y recelo -debía haber sido hacia 1954, casi no andaban autos a hora avanzada y menos por la costanera, que se consideraba aledaños, de modo que íbamos solos en la dirección del patrullero, sospechosamente a la zaga, cosa que podía costarnos un disgusto.

Cuando quisimos recordar nos encontrábamos en pleno barrio de las latas -un caserío malevo llamado Monte Chañar, que se extendía más allá de la punta de la costanera y el viaducto ferroviario”.

Detenida la comisión policial frente a un boliche, después de presentarse don Luis exhibiendo su “carné del diario y,

con toda naturalidad entró en conversación como si estuviera en la calle de un pueblo de campaña a una hora prudente.

-No es nada, un borracho nomás que se resiste a salir del boliche -explicó el imaginaria.”  [97]

Algunos relatos de Víttori, describen otras vivencias compartidas con el curioso Gudiño Krämer.  Vivía en San José del Rincón, don “Domingo Beney, padre del doctor Raúl Beney -por esos tiempos, intendente de Santa Fe- y del médico oculista Manuel Beney”.  Quiso don Luis escuchar al franco y sencillo rinconero, porque sabía de su entrevista con el maestro Domingo Faustino Sarmiento.

“Y allá vamos, la tarde de un sábado o un domingo por el camino de la costa, a peregrinar -como acontece en sus libros- al pueblo ribereño en busca del último testigo de Sarmiento.

Vivía en una de esas casonas rinconeras que, formando esquina -una esquina de muros rosados por el sol del atardecer, ocupaba un cuarto de manzana, a pocas cuadras de la plaza.  Nos recibió en uno de los patios, junto al aljibe, en medio de un enjambre de abejas que se posaban en sus manos y le andaba por la cara.

-No les tengan miedo -nos dijo-, son mansitas.

Gudiño, con ademán de espantarlas, tomó distancia por las dudas, bajo un parral lleno de brotes nuevos, y desde allí empezó a preguntarle cosas.  Tenía 89 años.

-Voy para los noventa -acotó-, los cumplo en noviembre.

Era franco, sencillo aunque leído y sin vueltas este personaje que alguna vez intenté animar en una crónica olvidable.  Conservaba enteros sus recuerdos, de manera que nos contó la historia sin perder el hilo: él era joven, un muchacho, y telegrafista del correo.  Sarmiento, a la sazón, presidente de la República, llegó a Santa Fe acompañando los restos de Simón de Iriondo.

El presidente leyó una oración fúnebre en el sepelio; un periodista de La Capital le pidió y obtuvo el texto manuscrito para transmitirlo a Rosario por telégrafo, comprometiéndose a dejarlo en la oficina del mismo correo para que el edecán presidencial lo recuperara. Apremiado por la sirena del barco que se iba, no tuvo tiempo de pasarlo y se lo llevó, recomendando:

– Díganle a Sarmiento que se lo devolveré en Rosario.

Había en la oficina tres empleados, uno de los cuales era nuestro relator.  Para sorpresa de todos, no llegó el edecán, sino el presidente en persona a reclamar sus cuartillas.  Y nadie se animaba a decirle que no estaban allí.  Por fin los otros le pidieron a él que hablara con Sarmiento.

-Yo temblaba como una tacuarita frente a un gato -, nos dijo, cuando me dirigí al general.

Así le decía, el general.  Empezó a hablarle y Sarmiento, llevándose una mano a la oreja, le pidió:

-Hábleme más fuerte, joven. Tengo los oídos destrozados.

Entonces le explicó a gritos lo ocurrido.

– Está bien, cuando baje en Rosario lo correré por toda la imprenta -comentó de buen humor el presidente, viendo el susto del muchacho-. Y ahora, deme una silla que quiero descansar un poco antes de irme.”[98]

Aunque entre los argentinos no se ha generalizado el tratamiento de presidente para quienes han terminado su mandato en el Poder Ejecutivo Nacional por elección democrática, a fines del siglo XX en diversos entrevistas suele emplearse y es así como también a veces, aflora la mezquindad humana con la advertencia innecesaria un ex…  que resuena como frívola voz de la oposición.

Cerca de la colmena

La lectura de sucesivos trabajos de Víttori permite interesantes comprobaciones, destacándose su evolución estilística que surge con suficiente nitidez al leer sus relatos sobre la visita que hicieron con don Luis al telegrafista apicultor Domingo Beney, con el propósito de investigar sobre la entrevista con Sarmiento en 1883, en oportunidad del sepelio de don Simón de Iriondo.

Al escribir sobre viajes y viajeros en la literatura del Río de la Plata, la memoria de Víttori señala nuevamente en el rumbo de la trayectoria compartida con Gudiño Krämer y en un primer párrafo, verifica el momento histórico de aquella misión encomendada al maestro sanjuanino:

“El santafesino Simón de Iriondo, líder político, gobernador de la provincia en 1871 y 1878, senador nacional y ministro del interior durante la presidencia del doctor Nicolás Avellaneda, muere en Buenos Aires en ejercicio del alto cargo público el 30 de noviembre de 1883.  Sus restos son trasladados en barco a la capital provincial, y su amigo Domingo Faustino Sarmiento los acompaña para despedirlos en representación del Presidente de la República.”

A la edad de noventa años, el rinconero Domingo Beney aún recordaba haber conocido a Sarmiento en su viaje de 1883 y contaba el suceso con divertida lucidez.  Vivía entonces el viejo con su hermana en una casona del pueblo costero de San José del Rincón, cerca de Santa Fe, dedicado a la apicultura, y allí lo visitamos con Luis Gudiño Krämer para escuchar su relato.

Eso fue después de la siesta, en la tarde de un sábado tibio y luminoso de abril o mayo.  D. Domingo nos recibió en el patio, junto al aljibe, acompañado de un vuelo de abejas, cuyas alas doradas brillaban al sol del crepúsculo.  Observando la aprensión de Gudiño Krämer, le dijo: ‘¡No las espante que son mansitas!’,  sin lograr conformarlo del todo.”[99]

Se complementa la literatura editada por Víttori en diciembre de 1986 con la publicada en abril de 1999.  Durante aquella memorable entrevista…

“Gudiño disfrutaba a sus anchas del relato vivo de ese encuentro, y me recordaba:

-¿Siente?, tome nota, no se olvide… ¿Ve que yo tenía razón?

Antes de volvernos a Santa Fe, le preguntó al viejito:

-¿El cuánto de noviembre cumple los 90?

El viejito se lo dijo.

-Vamos a venir a festejarlo -prometió cuando nos despedíamos.

Y no era broma.  El 28 de noviembre de 19.. a eso de las nueve de la noche, con un poco de retraso, llegamos a la casona de Rincón, Clorinda y Raquel, nuestras mujeres, Gudiño y yo, con una torta de cumpleaños coronada con un gran número 90 de azúcar.  El viejo y su mujer estaban ya acostados y nos atendieron por la ventana, a través de la reja.  Cuando vieron la torta y escucharon las explicaciones y los saludos, ella fue a abrir la puerta y estuvo un rato lidiando trancas y llaves, hasta que por fin la gran hoja de madera pesada se abrió con un rezongo y pudimos entrar a la sala polvorienta, con olor a humedad, apenas alumbrada por un farol a querosén”, –si lo prefiere a queroseno- “de esos a mecha que se usan en el campo, y a la luz tambaleante de la única lámpara, agigantadas las sombras contra las paredes encaladas y altísimas, compartimos el postre y una copa de jerez con los viejos en la noche rinconera que olía a flores de naranja y limón.”  [100]

(¡Ah… la fragancia del naranjo y del limonero cargados de azahares!…)

Víttori en la década del ‘80 recordó a ese personaje y reconoció que lo había intentado “animar en una crónica olvidable”.  Su memoria después lo impulsó a escribir:

“He conservado los apuntes de una nota que escribí para el diario en mis tiempos de redactor y los transcribo tratando de revivir el estado de gracia de aquel momento único que reunió a un testigo de la pequeña historia, a un escritor de relieve y a un ‘aprendiz de hechicero’ en el círculo mágico del aljibe colonial.

Por fin nos hace pasar al escritorio lleno de muebles antiguos, libros y diarios amontonados en desorden sobre las mesas; grandes fotografías enmarcadas cuelgan tan alto en las paredes que la penumbras y el moho las han borrado hace tiempo a la curiosidad o al recuerdo.  Nos invita a sentarnos en butacas de alto respaldo, descabaladas de antiguo en su incómoda rectitud.  Don Domingo vibra de entusiasmo mientras prepara su acto y hasta se diría que algo de rubor ha subido a sus mejillas desde la juventud lejana.  Pero ocurre un percance.  Él, celoso custodio de un pasado de setenta años, no sabe dónde puso ayer el cuaderno que guarda, en la intimidad de las anotaciones, la exactitud de su memoria.  Se ofusca, protesta, revuelve papeles, abre cajones, va de un lado a otro, a lo largo de la pieza enorme y sorda a sus rezongos. Por fin, se da cuenta que el cuaderno está sobre la mesita ratona, delante de nosotros, en el preciso momento en que Gudiño está por decirle: ‘¿No será éste…?’

Al abrir el cuaderno, el viejo se sumerge en el pasado; se convierte en personaje de sí mismo. ‘1880… Don Pedro López, el primer telegrafista de Rincón -que después llegó a ser director general de correos y telégrafos-, enseña su oficio al joven Domingo Beney, muchacho despierto e inquieto que se ve atraído irresistiblemente, con la fuerza de su curiosidad campesina, por el golpeteo rítmico del pulsador Morse.  La vida transcurre sin mayores sobresaltos en esa zona de caminos polvorientos, cuya población no pasa de la Laguna de Guadalupe al arroyo Leyes, de setenta familias..  Domingo no retransmite al año más de doce telegramas, en medio del parloteo de los loros cuando estos se juntan a devorar los choclos de los pocos maizales que asoman entre los montes y la espadaña’.”  (…) “Empieza a trabajar en la oficina central de correos que funciona en la esquina de las calles Entre Ríos y 25 Mayo”.

“Lo ponen a cargo de uno de los tres aparatos que aquí, en la capital de la provincia, trabajan sin descanso día y noche.  Así se acerca el gran suceso de su vida.

El 29 de noviembre de 1883, Domingo Beney hace su primer servicio nocturno.  El silencio del anochecer avanza desde el río sobre la oficina y sólo lo perturba el croar de las ranas que se llaman entre las matas de la ribera, calle por medio.  El muchacho cabecea frente a su pupitre.  Hace calor.  La jornada ha sido cansadora.  De pronto, el golpeteo del pulsador lo saca de la modorra.  Empieza a descifrar el mensaje.  Viene de Buenos Aires. ‘Ha fallecido don Simón de Iriondo.  Sus restos serán trasladados a Santa Fe y sepultados pasado mañana, 1º de diciembre.’  La noticia lo emociona tanto como la vez que retransmitió la muerte de Guillermo Lehman, el compatriota de su padre.” (sic)  “El 1º de diciembre la ciudad se enluta para recibir los despojos del ministro.  El senador nacional Domingo Faustino Sarmiento forma parte de la comitiva oficial y lee, con su acostumbrada voz potente de sordo, una oración fúnebre que conmociona a la gente aglomerada en el sepelio.”[101]

Y sigue la crónica rescatada por su autor y con tino incorporada en las páginas que reflejan anécdotas de viajeros, porque al fin… ¿qué somos sino huidizos caminantes?… que sólo podemos elegir nuestro camino -o algún sendero- en un espacio y en un tiempo misteriosamente limitados.

En 1883 mientras Avellaneda defendía la enseñanza del catecismo desde el folleto Escuela sin religión, Sarmiento replicaba con otro: La escuela sin la religión de mi mujer.  Todavía estaba en tratamiento el proyecto que culminó en la Ley 1420 de educación primaria gratuita y obligatoria, sancionada el 8 de julio.  En otra dirección, el presidente Julio Argentino Roca (1880-1886) intentaba solucionar algunos conflictos limítrofes con Chile -resueltos a fines del siglo siguiente durante la presidencia de Carlos Menem-; se avanzó con varias expediciones hacia el sur para desalojar –aniquilar– a los aborígenes de esa región, quedando pendiente la defensa del norte donde los matacos y los mocovíes seguían defendiéndose en Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero.  Los aborígenes sureños fueron desterrados en su propio país y viven todavía desprotegidos junto a la cordillera de los Andes, mientras la extensa Patagonia es un enorme latifundio compartido por personas o empresas de origen extranjero.

Riesgos de lo político

Víttori en sus estudios no omite las referencias que puedan inducir a la interpretación de las circunstancias y de las contingencias que condicionan la vida, tanto en lo personal como en lo social:

“Después de la Revolución Libertadora trascendió que Gudiño Krämer junto con el doctor Luciano Molinas y otras personas vinculadas a las actividades políticas, sociales o culturales, figuraban en una lista de posibles ejecuciones a la manera de la Alianza Libertadora Nacionalista o el Grupo Tacuara.”  (…)  “…a Gudiño lo desmoralizó saberse sentenciado, siquier en suspenso, por un poder oculto y omnímodo.

Lo cierto es que la cárcel iba a llegar después de la caída de Perón, como una secuela inexplicable -hoy ya no- de la libertad provisional que, suspendidas las garantías constitucionales, nos asiste a los argentinos en esta era de la sospecha dilatada, con breves pausas, desde 1943 hasta ahora” -”octubre de 1983”.

Hacia 1956 o 1957, en una caza de brujas dirigida contra intelectuales de izquierda, lo recluyeron en la cárcel de Coronda, un establecimiento de máxima seguridad, y allí iba yo los días de visita a darle ánimos, pues aunque hacía coraje, soportaba mal el encierro forzoso.  Hasta que lo liberaron, al cabo de una semana o diez días, y la noche en que salió lo fui a buscar y se lo entregué sano y salvo, casi diría eufórico, a Clorinda, que entonces estaba en San Carlos Centro como directora de escuela.”  [102]

Es evidente que en ese tiempo, Víttori había podido comprobar una parte de lo que expresó con más información en 1993:

“…enfrentar la verdad y decirla contra las propias convicciones, no es algo que se perdona en este mundo.”

Ernesto Sabato, Luis Di Filippo, Atahualpa Yupanqui… y tantos más lo sintieron en carne propia al alejarse del marxismo. Pero también quienes se alejaron del liberalismo para adherir a corrientes de otra sensibilidad social, como los intelectuales que desertaron de los partidos de la Unión Democrática, antes y después del 46, para sumarse al peronismo, o, en fin, los que rompieron con éste, como José Gobello, por discrepar con su giro opresivo. (…) No todo se limita a la diatriba o a una polémica.  A veces el ‘terror de la historia’ irrumpe en esas vidas dedicadas al pensamiento o a las artes y humilla a los autores y altera un destino.”  [103]

1956-1957:  Tiempo de Verbo  y Adverbio.

Los argentinos en 1956 soportaron los efectos de sucesivas parálisis. En el mundo de los adultos: la circunstancial inmovilización provocada por el cese de la actividad democrática y la invalidez que produce el miedo mientras está vigente la ley marcial. Entre los niños, una epidemia de poliomielitis provocó incertidumbre y pesares porque la vacuna obtenida el año anterior por el noble sabio Jonas Salk no alcanzó a neutralizar el contagio en estos espacios sureños.

En el interesante libro La región y sus creadores, Víttori rememora algunos hechos y nombres que son parte de la historia de la Historia de los Argentinos, de la Historia de la Humanidad que como una alarmante paradoja, suele ser la absurda historia de los hombres que han cruzado el deslinde de la deshumanización.

El destacado embajador Massuh ha advertido que: “Por la misma puerta que abrimos al misterio entran las revelaciones del cielo y del infierno.  Si el hombre va a persistir entonces en su aventura, que por lo menos advierta cuál es el precio que en adelante pagará por cada uno de sus triunfos.  Y sepa también que lo pagará toda la especie humana.”  [104]

Es posible comprobar cómo en diferentes épocas, los que mandan por legítima elección democrática, son equivocadamente puestos en el mismo plano donde se ubican por la fuerza, quienes detentan el poder ejerciéndolo y reteniéndolo sin tener en cuenta el voto de la mayor parte de la ciudadanía.  Suelen ser personas que obnubiladas por el egoísmo, la ambición y la falta de tolerancia, insisten en arrastrar a los pueblos a la confrontación persistente.  Día a día, poco a poco, se deteriora el tejido social; paulatinamente se van profundizando grietas, en un continuo descenso hacia el precipicio de la lucha atroz en injustificadas guerras.

Es oportuno reiterar lo expresado por Víttori y que constituye una aproximación a vivencias originadas en los tantos hechos de esos tiempos aciagos:

“Después de la Revolución Libertadora trascendió que Gudiño Krämer junto con el doctor Luciano Molinas y otras personas vinculadas a las actividades políticas, sociales o culturales, figuraban en una lista de posibles ejecuciones a la manera de la Alianza Libertadora Nacionalista o el Grupo Tacuara.

Yo lo supe por Lucianito Molinas, a cuyos buenos oficios debí acudir más de una vez, en busca de orientación profesional ante posibles demoras o detenciones con las que el régimen intolerante y cesáreo hostigaba a sus opositores.

No sé si la nómina se publicó alguna vez.  Sé en cambio que a Gudiño lo desmoralizó saberse sentenciado, siquier en suspenso, por un poder oculto y omnímodo.

Lo cierto es que la cárcel iba a llegar después de la caída de Perón, como una secuela ayer inexplicable -hoy ya no- de la libertad provisional, que suspendidas las garantías constitucionales, nos asiste a los argentinos en esta era de la sospecha dilatada, con breves pausas, desde 1943 hasta ahora, /…/ octubre de 1983.”

“Hacia 1956 o 57, en una caza de brujas dirigida contra intelectuales de izquierda, lo recluyeron en la cárcel de Coronda, un establecimiento de máxima seguridad, y allí iba yo todos los días de visita a darle ánimos, pues aunque hacía coraje, soportaba mal el encierro forzoso.  Hasta que lo liberaron, al cabo de una semana o diez días, y la noche en que salió lo fui a buscar y se lo entregué sano y salvo, casi diría, eufórico a Clorinda, que entonces estaba en San Carlos Centro como directora de escuela.

Poco después de su prisión debió internarse en un hospital por una cirugía menor, que, no obstante, lo retuvo algo más de una semana internado, y él no se hallaba ni en la cama ni en el hospital, y había que acompañarlo y llevarle libros que devoraba por docenas en la obligada molicie.   Fue en esa circunstancia, creo, que accedió a leer a Faulkner, a Gide y a Roberto Arlt.

Menciono estas circunstancias porque lo afectaron íntimamente, aunque él hallara siempre una ocurrencia para espantar el desasosiego, y, también, porque sucedieron en sus últimos años de periodismo y culminarían en 1960, anticipando su retiro, debido a un entredicho con el cardenal Nicolás Fasolino, a propósito de una opinión de Gudiño sobre algunas prácticas licenciosas que habrían empañado la dignidad sacerdotal en tiempos de Rivadavia (!?) *

Después llegó la soledad del retiro en la villa de Guadalupe, desairada y desmoralizante para un hombre enérgico y aún vigoroso cuyo carácter se resentía en la inactividad y en la falta de esa relación diaria y constante con toda clase de gente que da el periodismo. En esa época lo entrevistó Jorge Taverna Irigoyen para la revista del grupo Generación de escritores jóvenes, y aún hoy recuerda su tristeza y la amargura de considerarse relegado por sus colegas y poco estimado por el público.  [105]

…A mí, su alejamiento de Santa Fe y su muerte posterior en Córdoba me han producido siempre una gran tristeza.

…Su alejamiento me impresiona como un exilo voluntario, como un acto de autoflagelación.  Se fue de aquí como si quisiera cortar todos los lazos, todos los recuerdos.

Yo, gracias a Dios, no asistí a esa inmolación de dos décadas de actividad y memoria.

Vendió casi todos sus libros, sus cuadros y sus muebles, como si tirara lastre para aligerar la huida.  Quería irse liviano, sin una carga material que acentuara su nostalgia…

Tengo entendido que en Córdoba no estaba a gusto.

Supongo que se fue no sólo escapando a sus fantasmas, sino en pos de los hijos menores que allá estudiaban medicina.  Dotado de una simpatía personal en apariencia comunicativa, no entregaba con facilidad sus afectos, y allá, su incomunicación fue mayor.  A muchos nos dejó sin dirección; oponiéndonos una casilla de correo, donde obviamente, no podíamos visitarlo cuando pasábamos por Córdoba”.

* “Vida cultural”, diario El Litoral. Sta. Fe, 30-V-1960”.

Esos relatos, representan rasgos significativos de la personalidad del periodista-escritor-académico, si se tiene en cuenta que son íntimas sensaciones que transmite a sus lectores, casi un cuarto de siglo después de haberlas experimentado.  No es una imprudencia juvenil, es una actitud equilibrada que tiende a alertar sobre los riesgos de la libertad de expresión, lo irracional de la intolerancia y de la censura.  Es un fecundo diálogo a distancia e intuyo su semejanza con fraternales confidencias.

Incertidumbre y miedos

Víttori refleja en distintos desarrollos, las limitaciones que repentinamente aturden a los animales cuando sienten miedo.  En su narrativa alude a esa fuerza repentina, que tiende a paralizar las reacciones humanas:

“Tuve miedo.  Sólo dos alternativas me quedaban.  De las dos, una fue la muerte, pero elegí la otra, irme pronto y ganarle al viejo en destreza.”  [106]

En uno de sus relatos JLV manifiesta su asombro al encontrarse con las insólitas creaturas del enano artista:

“Una tarde, yo venía bordeando el Monte Zapatero y mi caballo se espantó hacia dentro.  Lo dejé correr por la senda un largo rato, esquivando como pude los árboles y luego, en un claro lo frené.

Ya volvía a la laguna cuando vi en la penumbra las figuras de arcilla, pegadas a los troncos como un cementerio, un lugar escondido y secreto que me pareció de indios.  Cuando me bajé a mirar, el caballo se espantó dejándome solo en el monte, pero ya no me importaba; la curiosidad del encuentro era más fuerte bajo la piel que el miedo, y después la sorpresa de verme figurado en una arcilla negra, y de verlos también a la mujer y a Cristóbal hechos en arcilla roja y juntos de la mano, y a los negros, y a vos con la gente que frecuentaba El Paso…  La figura del muchacho estaba separada, tan lejos de los otros que tardé en descubrirla… ¿Quién había en El Paso con tiempo y habilidad para hacer ese mundo de barro?  [107]

Es reiterativo Víttori con respecto a esas miradas y a distintos temores.  En el árbol de los muñecos -que integra la Antología de Cuentistas Argentinos del platense Oscar Abel Ligaluppi, amigo a perpetuidad-, es posible percibir el eco de revelaciones de las campanas del sur…

“…los muñecos como los ahorcados no hablaban.  Eran grandes, o así parecían por la túnica de trapo con que estaban vestidos.”

“Los muñecos colgaban lacios de las ramas… No tenían la misma edad, eso se notaba en el desgaste de las túnicas, en el color de la madera que formaba las cabezas, amarillas, ocres, pardas.  Separaban los brazos en un gesto de impotencia.”

“Los muñecos giraban muy despacio sobre sí mismos, tanto que sólo se notaba al mirarlos un rato, en distintos tiempos, en distintas direcciones, hacia un lado y otro, y sus rostros eran diferentes, unos expresaban el dolor, otros el asombro, otros -en fin-, la ira, la risa, el ensueño, y sus rasgos no eran iguales, al cabo de un rato se los individualizaba, y no eran iguales tampoco sus túnicas ni el color de la luz que surgía de sus ojos.”

“…distinguí en la muchedumbre de fantoches una cara, un gesto, un rasgo conocido, pedazos de una humanidad perdida…”  [108]

En tales circunstancias, se vislumbra el desafío y algún hombre decidirá seguir recorriendo “el monte… solo con el miedo que respiraba entre los árboles…” mientras otro, vivirá el resto de su existencia como un linyera, mirando… “las gaviotas asustadas, la trama de los camalotes oscuros, la línea sinuosa de la barranca, las manchas duras en la arena…”  hasta que algún llamado de atención modifique su situación…

“…Me tiraron agua con un jabón y se sentaron en rueda a ver cómo me bañaba.  Desde el agua, mientras me sacaba la ropa, yo veía en unos la risa, en otros el asombro, y también caras preocupadas que me interrogaban y en ellas veía a mis amigos…”   [109]

Desde otra perspectiva, los temores pueden entreverse en íntimas confesiones:

“Mi voz todavía temblaba… No fue un llamado, ni siquiera un roce lo que me hizo mirar a la ventana, sino una sospecha, un miedo repentino.  Cerca de los vidrios, en la penumbra, vi la cara del viejo, su gesto cruzado de arrugas… Me temblaban las manos al abrir la puerta.”  [110]

Árboles: sombra y asombro

En la narrativa de Víttori, la presencia del árbol es al mismo tiempo la indicación de límites precisos. Describe a un árbol o alude a montes; parece lejana la selva.  Sus personajes denotan sutiles influencias, que se manifiestan en estados de ánimo cambiantes.  Las miradas del autor sobre el medio, sus intuiciones y fabulaciones, se proyectan en una sucesión de descripciones precisas, como es posible confirmar en estos relatos:

“Quisiera volverme a los sauces e ir caminando hasta el puerto…

…Enredándome las piernas en las ramas de los sauces, con una sensación de baba en la cara cuando me rozaban.

Él iba adelante y yo lo seguía, pisando despacio, y descalzo, rodeando los aromos, el silencio de la savia dormida… la masa oscura de los árboles.”  [111]

En las ramas de los árboles del litoral, reposa el instinto de algunos parásitos, se sucede el desfile de las voraces hormigas, aletean pájaros inquietos y alguna vez…

“… era tan fuerte el zumbido de las chicharras que cubría el ruido del motor, las vibraciones de la cabina… sonaban graves, como órgano en la espesura de los árboles, en el aire quieto y denso…”  [112]

1958: Elección… selección.

A principios de ese año, los ciudadanos argentinos volvieron a intentar la recuperación de la democracia.  El 23 de febrero, el radical intransigente doctor Arturo Frondizi, logró triunfar en los comicios con el voto de sus correligionarios y con el apoyo de la mayoría del electorado justicialista, que aceptó las instrucciones del Líder desde el exilio -debido a la proscripción que perduraba-.  Es oportuno expresar que no fue una actitud irreflexiva, resultado de una “pedagogía de la opresión” -aplicada por un líder carismático-, sino la convicción de que el voto tiene un valor y con él, se intentó constituir el poder que promoviera la imprescindible unidad nacional.  El doctor Frondizi asumió la presidencia de la Nación el 1º de mayo de 1958.

En el rumbo de la literatura también había elecciones y selecciones.

Víttori una vez más trasunta su honestidad intelectual cuando rememora el disgusto de Gudiño Krämer cuando leyó en El Litoral la crítica escrita por él y expresa los motivos que determinaron esa declaración:

“…Sin que me diese cuenta, la admiración joven imponía al escritor adulto, el precio de una continuidad más alta, sin desmayos, sin altibajos y, más que nada, sin concesiones a elementos ajenos o marginales, a las intrusiones de la ideología en las artes de narrar e indagar en la verdad.  Cuando sentí que en ambas aflojaba, me pareció un deber decírselo a él, aunque el acto equivaliera a un parricidio.  Y escribí en El Litoral un extenso comentario que, exaltando una parte considerable de la obra, oponía sus valores a la inspiración para mí declinante de Sin destino aparente. 

Deriva de esas manifestaciones -salvo una interpretación errónea-, que el jefe de redacción no había revisado la página donde se incluyó la crítica del joven escritor o si la leyó, demostró que no era un autoritario censor.

El lector podrá imaginar las circunstancias que rodearon a esa controversia, si tiene en cuenta que Víttori incluyó “Aparicio” -casualmente el nombre del padre de Gudiño- en sus “Cuentos del sol y del río” editado en 1976; y que siete años después al rememorar aquellos “tiempos aciagos” destacó:  [113]

“Con todo, Gudiño Krämer no vengó en mis libros la severidad de aquella crítica; dijo lo que sentía por encima de todo rencor, y, todavía, señaló algunos aciertos.

Cuando, al fin, el ‘simbólico parricidio’ fue perdonado con una carta referida a un cuento mío –Aparicio-, la calidez de sus palabras fue la mejor recompensa y un gesto magnánimo que, imprevistamente cerró con su muerte 26 años de mutua consideración”.

La perspicacia de escritores del litoral, permite a los lectores una aproximación al perfil de distintas personalidades[114]

Don Luis Gudiño Krämer, el perseverante jefe de redacción de El Litoral, se encontró con un “magistrado y profesor universitario” que en esos días partiría hacia Europa.  Le había recomendado la lectura de “Crítica y Pico” y “Orientación”, dos publicaciones de Amaro Villanueva aún cuando estaba convencido de que “esta gente no lee nada, nunca se enteran de nada, pero ellos son los que van a hablar al extranjero sobre nuestra cultura…

Son en realidad un subconjunto del insólito conjunto integrado por los autocalificados intelectuales, sólo porque se dedican al cultivo de las artes, preferentemente de las letras.”

Esas aseveraciones motivan una breve reflexión sobre lo intelectual.  Alude a todo lo relativo o perteneciente al entendimiento, incluyendo lo espiritual.

Es posible intuirlo como una potencia para conocer, una facultad para reconocer y una particularidad del espíritu humano al seleccionar los valores éticos y estéticos.  El resultado de ese análisis no puede ser tan lineal como se supone en un primer momento porque siendo el hombre un ser social, es imprescindible contemplar su egocentrismo y examinar su solidaridad.

En una carta del hombre del litoral destinada a un escritor, insistió en que “ese ruido estrepitoso que suele rodear al libro, se desvanece pronto, como el recuerdo de los premios oficiales.  El juicio valedero se va madurando lentamente en el seno del tiempo, en la conciencia de las gentes, y casi siempre coincide en la estimación de obras que en su oportunidad fueron consideradas con frialdad, sin mayor entusiasmo.  Se escribe para el porvenir, más que para los contemporáneos.”  [115]

Gudiño Krämer conocía el espacio donde vivía y reconocía la idiosincrasia de sus pobladores.  Alguna vez, recordó que un periodista al entrar en el Club expresó con ironía: “soy un buen oligarca”.  El sagaz escritor interpretó la intención porque él “no concurría a ese club, sino cuando como ahora, se pronunciaba alguna conferencia o se exponían grabados o pinturas, en el salón de actos del primer piso” porque “como en otros centros sociales, así disimulaba éste su verdadera actividad -la del juego al ajedrez, o en los billares, o manejando los naipes-… y justificaba los subsidios oficiales.  Allí, Marinello fue recordado con una cita: ‘Debe hacerse poesía, no de nuevas palabras, sino de nuevas esencias’… Es interesante parafrasear: Debe hacerse literatura, no con nuevas palabras, sino con nuevas esencias…”  En otra oportunidad, don Luis agradeció una invitación y dejó otro testimonio insoslayable:  “Lamento mucho no poder concurrir a la comida con que sus amigos celebran la aparición de su último libro.  Lo lamento porque, venciendo una serie de molestias físicas y espirituales, creo que todos nosotros debemos tratar de superar, de una buena vez, las pequeñas divergencias y animosidades que mantienen prácticamente divididos a los hombres que deberían coincidir, por lo menos, en la simpatía común por las labores intelectuales a que se dedican con mayor o menor fortuna.  Lamentablemente vemos que en esta ciudad, junto con la mayor difusión de libros, se ha entablado una especie de competencia comercial, no sólo entre las empresas editoras, sino también entre las personas que pueden aspirar a premios o recompensas.  Así dejan las letras de ser motivo de polémica de ideas, escuelas o principios literarios, históricos o políticos, para convertirse en desdichada puja de intereses individuales.  Personalmente trato, siempre, de aislar razonablemente lo que corresponde a esa zona individual del egoísmo, aunque me reconozca hombre de pasiones políticas, filosóficas y sociales, y ellas tengan honda influencia en mi manera de entender el ejercicio literario, al que atribuyo mucha importancia, pues no puedo tomar con ligereza, como un simple juego personal, un oficio de tanta influencia sobre las inteligencias y la cultura como es el del escritor.

Entiendo así, con seriedad, también la función del que tiene oportunidad de publicar comentarios bibliográficos en los diarios he tratado de ser fiel, no diría a un juicio crítico constructivo, sino a mi propio juicio, formado con aquellos elementos que constituyen mi cultura y justifican mi posición ideológica, mi gusto personal.”  [116]

Insignias y etiquetas

La persona humana no puede apartarse de los hechos políticos porque directa o indirectamente influyen en su vida.  En el prolongado son de las campanas del sur se funden algunas evocaciones y varios reproches.  Reaparece así el hombre, con frecuencia esclavo de otros hombres, quienes justifican su violencia al aplicar las leyes opresoras, paradójicamente sancionadas para cumplir la promesa de reconocer los derechos individuales y de contribuir a la democracia.

Sabe Víttori cuánto significa decir:  “- En marzo no votaste.”

Entre hombres relacionados con la política, es una breve advertencia que provoca la reacción inmediata y la justificación insuficiente: “estaba enfermo, tengo certificado, no lo tengo aquí”.  Las exigencias impuestas por los deberes del ciudadano soportan la aceleración de la prepotencia que distingue a los intolerantes defensores de mezquinos intereses creados.  La injusticia se impone a pesar de la Constitución y de las leyes.  Víttori en sucesivas circunstancias de la historia nacional, supo distinguir los signos de las insignias.  Los signos sintetizan claves significativas y coadyuvan al logro de definiciones.  Las insignias son alegorías donde algunas señales intentan aproximar a un lema o a un símbolo.  La historia de nuestra amada Argentina –hispanoamérica-, está impregnada de signos -de esencias-; de mitos -consignas y paradojas-; de lo sustantivo, lo verbal, lo adverbialcircunstancial o trascendente.  Hay que admitir que la cultura aborigen fue abortada por la hispanoamericana y en ese mestizaje emergió el caudillaje.  Es interesante tener en cuenta lo reiterado por el historiador Salvador de Madariaga:  “los hombres no pueden tomar posesión de la tierra sin que la tierra tome posesión de los hombres”.  En los albores de mayo de 1810, al mismo tiempo que en la histórica plaza se proclama que el pueblo quiere saber de qué se trata, entre los conductores de ese movimiento, la idea de libertad era insuficiente para producir una revolución y en consecuencia se ensayaron sucesivas transformaciones.  [117]

Desde otra perspectiva, el diplomático escritor Abel Posse en uno de los diálogos imaginados desde la Boca del Tigre –que no tiene relación con el paraje próximo al puente sobre el santafesino río Salado-, expresó que la Argentina “¿recuerdas el mapa?, queda justo del otro lado del Ecuador, del otro lado del mundo donde pasan las cosas…”  Se reconoció que “los de Argentina eran indios nómades, muy primitivos… eran mejores guerreros que los incas y los aztecas, por lo menos resistieron más a los españoles.  Se establecieron los españoles y después todos a quienes les iba mal en España: las prostitutas, los bandidos, los curas, los incapaces…      ‘-¿Y los indios?’ Eran muy pocos y se fueron corriendo hacia las tierras malas.  Después de la Independencia los mataron: los mataron con la civilización: enfermedades venéreas, alcohol, tabaco, negocios.” (…)  Se ha dicho que “en Argentina no hay historia: ése es su triunfo, que justamente se haya logrado lo que todos querían cuando huyeron de Europa: que, ¡por Dios!, no hubiese más historia… Se aburren y se desprecian en una larga paz superprotegida. Son consumidores de historia, realmente es gente lista.  El precio es el aburrimiento…”   [118]

(En América, el poder político necesitó ensayar diferentes sistemas de gobierno. A partir de la Constitución de 1853, la república aceleró su proceso de organización política e inmediatamente comenzó la etapa inmigratoria porque fueron admitidos “todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”.  Después, la ley de residencia inmovilizó a los inmigrantes que defendían su dignidad e intentaban expresar públicamente su derecho a una retribución justa por su trabajo y la posibilidad de intervenir en actividades de la política nacional.

Las primeras cuatro décadas del siglo XX a pesar de la Ley Sáenz Peña que dispuso el voto secreto y obligatorio para los ciudadanos argentinos, fue un prolongado período de fraude porque los caudillos de comité impedían el ejercicio del derecho a elegir, más aún a ser elegidos.

Recién en 1946 se realizaron las elecciones con voto secreto y custodia del ejército argentino.  Había terminado la absurda era del fraude patriótico y hasta la oposición lo reconoció.)

En ese tiempo, José Luis Víttori cursaba “el quinto año del bachillerato en el colegio de la Inmaculada” y el “Padre Ernesto Dann Obregón -doctorado en filosofía-, publicó un sustancioso texto de lógica adaptado a la enseñanza”.  Fue enviado al diario El Litoral donde lo criticó don Luis Gudiño Krämer, porque “encontró que el autor destinaba demasiado espacio y osaba comentar a Spranger, filósofo del nazismo” con lo cual aparentemente se extendía “la calificación de nazi al sacerdote, “hombre refinado, enérgico y talentoso” que se sintió “agredido”.

Así se lo hizo notar al joven Víttori, “en clase”, delante de “sus compañeros” vinculándolo “al diario… por tradición familiar.  Ese fue el detonante de una prolongada polémica en las mismas columnas, y Víttori en su madurez destaca que “debieron mediar para que los contendientes no siguieran sacándose chispas, pues eran adversarios de pareja voluntad e inteligencia.”

(Estos paréntesis aparentemente podrían indicar un breve alejamiento del rumbo original o quizás, una simple anécdota. Sabrá el lector cómo interpretarlos.

En 1945 había terminado la segunda guerra mundial; también se acusaba a sectores militares argentinos -en ese tiempo en el poder- por sus tendencias fascistas o nazistas y cincuenta años después, crecen los rumores y las dudas. Stalin estaba entre los vencedores y en el diario “El Litoral” se percibía el entusiasmo de don Luis, el “sagaz, arrogante y vulnerable” jefe de redacción quien “apoyaba a los soviéticos con tanta energía, que sus compañeros de redacción lo llamaban la superusina, comparándolo con la capacidad generadora de las represas y los combinats gigantes que la contienda había revelado en Rusia” como señaló Víttori varias décadas después.)

1959: Víttori: más proyectos

“La carta” (relato)

Víttori logró la publicación de su relato La Carta, en Ediciones Culturales Argentinas -Capital Federal- y esa narración constituye uno de los núcleos de la novela editada dos años después.  En el rumbo de la literatura es posible hallar originales cartas.  En aquel tiempo, Jorge Luis Borges recibió el Premio “Cervantes”, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares y tres décadas después, en ese lugar la viuda del escritor argentino -María Kodama-, leyó una carta al constituirse la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que “velará por la difusión” de sus obras.  [119]

Fondo Editorial de la Municipalidad

Merece ser destacada la colaboración de José Luis Víttori en el estudio y redacción del anteproyecto de creación del Fondo Editorial de la Municipalidad de Santa Fe, que tuvo dictamen favorable en el Concejo Deliberante y “es la Ordenanza 4.744 del 17 de abril de 1959” (luego reglamentada y con modificaciones).  [120]

1960: “Las fuerzas opuestas” (Primer Premio Municipal – Narrativa)

En el concurso de narrativa del Fondo Editorial de la Municipalidad de Santa Fe -creado el año anterior-, José Luis Víttori obtuvo el Primer Premio  por su novela Las fuerzas opuestas.

Es oportuno recordar lo expresado por el destacado escritor Hugo Wast acerca de la vocación de escritor y sus observaciones sobre algunos desarrollos: “Nada más saludable para el cuerpo y el alma que un viaje.  El ver otros paisajes, otras escenas, renueva en nosotros la energía y la sensibilidad.

La novela es un viaje imaginario. Pero no cualquier artificio logra arrebatarnos de nuestro sillón y conducirnos a través del espacio y del tiempo.  Ese milagro no lo realizan sino las verdaderas novelas, en que hay vida y por lo tanto interés.  Indudablemente el lenguaje de relumbrón es más fácil que el lenguaje sencillo.

Hay muchas maneras de dar vueltas alrededor de una idea.  Pero sólo hay una forma de expresarla apropiadamente: la cuestión es hallarla.  Por eso los colegiales y los malos escritores nunca son sencillos.

Pretenden siempre despampanar al pobre lector con párrafos cargados de metáforas y floripondios más viejos que las violetas de trapo que antaño adornaban los entierros de gala.”

La edición de Las fuerzas opuestas -promovida por el Fondo municipal- se concretó en 1961.  Esa novela luego fue seleccionada en el Concurso “Narradores del interior” y publicada en 1979 por Ediciones Culturales Argentinas, por iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación conjuntamente con la SADE -Sociedad Argentina de Escritores- de Capital Federal.

1961: “Las fuerzas opuestas” (novela)

Víttori en una aproximación al mundo de las novelas, a la obra de Carlos María Gómez, dejó algunas señales sobre su trayectoria:

“Yo ya había publicado en 1961 Las fuerzas opuestas, mi primera novela: había escrito en un impulso que podríamos llamar de efusión juvenil otras dos novelas: Memoria de dos estaciones y Un antiguo verano, y un conjunto de ensayos polémicos sobre literatura, todo lo cual no me rescataba de un oscuro conflicto interior sobre qué escribir y cómo, negándome por puro masoquismo intelectual y perfeccionista el acceso a ‘la verdadera literatura’…”  [121]

Es oportuno recordar que en 1979, Ediciones Culturales Argentinas en Buenos Aires, concretó la segunda edición de esa novela.  Desde las fuerzas opuestas Víttori destaca que los hombres del litoral, están acostumbrados al incontenible avance de las aguas en las cíclicas crecientes y sus reacciones, se limitan a la paciente tolerancia hasta que disminuya el caudal.  Después, saben que poco a poco vuelve a crecer la hierba sobre la renovada capa de limo.  Víttori entre esos personajes ubicó a Antonio Certas, hombre de la ciudad que “había pasado los treinta”.

Advirtió Víttori que Certas, llegó por primera vez hasta el lugar que ocupaba Cristóbal, con una mano extendida sobre los ojos, mirando, leyendo el nombre del boliche: ‘Los Apóstoles’…”

Ese mítico espacio, donde transcurren las historias propuestas por JLV como síntesis de las fuerzas opuestas y que según sus palabras, “muy pocos podrán testimoniar hoy el nombre del que levantó el primer rancho en el sitio de Los Apóstoles y ni la fecha ni el origen de ese nombre, ni el momento en que llegó Cristóbal con su mujer y sus hijos, en un tiempo en que aún funcionaba el puerto en el Colastiné”.

Es interesante la semblanza que Víttori esboza acerca de Antonio Certas al manifestar que era… “alto y rubio, de sólidos hombros y pecho, vestido con una camisa blanca arremangada hasta más arriba de los codos y un pantalón gris limpio, también arremangado sobre los tobillos, descalzo, aferrándose a la tierra con sus grandes y fuertes pies, enrojecido y algo transpirado seguramente por la caminata desde el rancho que ocupaba a medio kilómetro de allí, en dirección a la escuela de tejedoras…”

Después, “con todo el tiempo por delante” repitió la experiencia de abrir “un caballete en la ribera” para poder pintar “de pie, durante horas”… Hasta su rancho llegó Cora no se sabe cuándo y él insistía en que “cuando un hombre y una mujer se han acostado juntos y se quieren, esa es la prueba de que pueden entenderse”  En el boliche, bebía  “ginebra… en un vaso grande, con soda…, con hielo… si había”; hasta que la negativa del viejo Cristóbal aceleró su regreso a Santa Fe, donde su madre -viuda-, vivía dedicada a su casa y a la atención de pensionistas.

Luego, Antonio viajó a Resistencia y pensó en escribirle a Cora para celebrar el matrimonio.  Cora finalmente fue la viuda de Antonio Certas y también sobrevivió atendiendo a distintos pensionistas.  [122]

Víttori incorpora en el paisaje del litoral a nostálgicos inmigrantes, entre ellos a Aldo, “nacido en un pueblo de Italia” aunque habituado a esos riesgos “como si hubiera vivido siempre allí.  Por su buena disposición para afrontar y solucionar los asuntos” era considerado “un hombre hecho a la costa”.  “Aldo creía que los inundados aceptaban la creciente y la inundación, como un “fatal sometimiento a una calamidad sin redención”, mientras él, aunque en el boliche Simón se burlara- estaba “levantando el rancho sobre estacas para que no se le mojen los pies a Cora”.  Después, “Aldo, observó “en el ojo del chico, esas dos gotas de asfalto”, “dadas por ella al chico, y el impulso  de huida de ella después, la manera demasiado brusca e imprevista de llamarlo e irse con el chico, dejando en los brazos de Aldo la sensación de vacío… y algo todavía que él juzgó un tácito rechazo de la sangre, la desconfianza del nativo hacia el extranjero adivinando aún en su presencia de dudosa filiación, como si él desparramara un olor extranjero y una vibración extraños e incompatibles allí.”

Estos acontecimientos confirman la dinámica de fuerzas opuestas que establecen armonías o rechazos en “Los Apóstoles, un lugar impregnado de ocultas historias”.  [123]

En esos ambientes son evidentes los contrastes.

Víttori relata que Simón no conoció a su madre, que fue encontrado un “3 de setiembre”; “su madre fue una ranchada de la costa que lo amparó a su manera cuando lo abandonaron” y fue “Pereyra, un viejo pescador, quien le prestó su apellido cuando lo llamaron a la milicia.”  En el boliche se burlaba de las previsiones de Aldo, el forastero.

Destaca Víttori que Simón era un hombre “hecho más bien a la prudencia que  al exceso y al hábito de cuidarse de las posibles audacias que terminan mal”; “no tuvo hijos ni deseó tenerlos, probablemente por miedo a disolverse en uno de ellos, a dividirse, a vivir de algún modo independiente en uno de ellos, a reconocerse en uno de ellos, a entregar a ellos un poco de su sangre, a largar al mundo, pesado y duro mundo, compacto e impenetrable mundo, a uno de ellos, procurándose el insulto o la maldición de uno de ellos…”

Bien dispuesto para el trabajo, tenía aproximadamente treinta años cuando Emilio lo incorporó a la tripulación de “La Matutina” y ahí estuvo durante quince años, hasta que decidió liberarse de sus responsabilidades como jefe de la tripulación y empezó a ser el primer eslabón en el comercio del pescado.  [124]

1963: “La voluntad de realismo” (ensayos)

Víttori confió la edición a la reconocida Editorial Colmegna de la capital de la provinciaEn una autocrítica posterior, el escritor rememoró que en la década del sesenta estuvo limitado por un conflicto interior.

En consecuencia, destacó que:

La voluntad de realismo no era más que una ‘confesión’ de ese conflicto que me taraba y que me frenaría hasta 1968 o 69, años en que escribí los ensayos de Imago mundi y Las campanas del sur, mi segunda novela, y, extrañamente, primer título del ‘ciclo fluvial’ que de pronto se perfilaba.”

En la década del 80, Víttori manifestó:

“En 1963, La voluntad de realismo no fue más que el gesto vacilante de alguien que parecía decir ‘presente’ -con el nombre de la colección-, pero nada más que en sus vacilaciones.  Hoy día me resulta bastante curioso no haber hablado o, por lo menos, mencionado, en uno de esos trabajos a la ‘novela de acción y diálogo’ como una de las actitudes posibles derivada en una de las técnicas más puras y directas del arte de narrar…”  [125]

Señala Eugenio Castelli con respecto a José Luis Víttori, al evaluar la dimensión mítica de su saga fluvial”, que en esos ensayos el autor revela “su interés por los problemas de la creación literaria en su relación con otras artes, especialmente con el cine y la plástica”.

Treinta años después, es posible decir que Víttori plantea en su literatura una visión interdisciplinaria que abarca diversas expresiones artísticas y se expande hasta los límites actuales del desarrollo científico y tecnológico, como cuando entrega su memoria sobre el tiempo y los sueños.

1967:  “13-19” (cuentos).

La edición realizada en Editorial Colmegna de Santa Fe, incluye el prólogo elaborado por el gigante de las letras Gastón Gori; quien destaca: “…en este libro se reúnen cuentos y relatos escritos por trece autores que seleccionaron su propia obra, y entre ellos decidieron su edición sin el propósito de darle carácter de antología de cuentistas de un lugar geográfico determinado, y si esto último de hecho ocurre, es una consecuencia ocasionada por el lugar de residencia o por vínculos de amistad, pero no porque se quiera precisar cierto carácter de cuentos o relatos circunscriptos a un ambiente.

Con ello se rechaza la calificación de escritores ‘del interior del país’ desde que se consideran por sobre todo integrantes del quehacer general de la nación argentina sin que influya mayormente en la labor literaria la división política del estado, ni sean sus regiones -aun reflejadas en las obras- las que resulten viables para parcializar la calificación de nacional.  Es evidente que la mayoría de los autores aquí reunidos, trata de romper con el esquema que encierra en ‘regionalismo’ lo que no se escribe en la capital federal.  Por otra parte, no corren ningún riesgo, nos parece, puesto que sostuvimos, en otros escritos, que no es valedero utilizar un término de origen geográfico para calificar un género literario o una especie dentro del género.  La calificación debe proceder de la naturaleza específicamente literaria de la obra…

José Luis Víttori nos introduce paulatinamente, con sobrio estilo, vigilado, medido el pensamiento, en ambiente de tragedia con trasfondo de turbia sensualidad que la desencadena en la naturaleza fragorosa de una isla, a orilla del río.

El relato es pausado y trae a escena paso a paso, patéticamente, el predomino del dolor y la muerte envuelta en climatérico preanuncio de tragedia, de primitivo encumbramiento”.

Culmina Gastón el prólogo de la selección de 13-19 Cuentos, con una advertencia significativa: “…el público es juez de dictamen definitivo; por él, vasto, multitudinario, perduran o no las obras de los escritores.”

Eran las primeras señales de la literatura cultivada por este hombre del litoral, que pudo llegar a ser bachiller, periodista, escritor, académico… ¡educador!  Por vocación: ¡maestro!

Hay que reconocer que Víttori es un educador a distancia; su obra literaria demuestra que es un noble maestro.  Desde sus papeles, José Bartolomé Pedroni –el hermano luminoso-, apoya esta afirmación: “El escritor, el artista en general es un maestro.  La condición noble del maestro exige honradez, bondad de vida y moral heroica, todo lo cual se siente en su voz.

El maestro da luces al pueblo.  Para darlas, tiene que amar a éste, mirarlo en sus ojos y pulsarlo en su alma.  Tiene que conocerlo y creer en su capacidad de superación.  En el lenguaje con que el propio pueblo comenta su drama están las voces y figuras más eficaces para llegar a la emoción del hombre, educar sus sentimientos e iluminar su mente.  El pueblo rechaza las formas misteriosas, por él desconocidas, de comunicación.  El magisterio del arte se cumple plenamente en un clima de libertad, y reclama la vinculación de todos los maestros del espíritu.”

Inmediatamente advierte: “La incomunicación entre la gente de letras, y de ésta con el pueblo, es una desgracia para el país y un enemigo de su progreso”.  [126]

El cuento El Paso, integra la segunda novela publicada por Víttori: Las campanas del sur (narrativa que en algunas referencias es reconocida como cuentos); que se desarrolla en el espacio geográfico conocido como “el Paso” o “el Vado” -con su singular atmósfera- y prácticamente el lugar desde donde Víttori ha proyectado la mayor parte de su obra y que como él mismo lo comenta en ese cuento, era una localidad cercana al viejo puerto de Colastiné…

“No había puente ni costanera, y la laguna se cruzaba en una balsa de troncos.

Más allá y más acá de la balsa que algunos llamaban ‘la jangada’, había un camino estrecho abierto en la tierra entre los yuyales, y la ciudad, la verdadera ciudad, no llegaba a estas orillas.

Desde aquí apenas se veían los campanarios contra el cielo del sur, y el camino los buscaba siguiendo la barranca para no perderse en los cardales asesinos, altos como un hombre a caballo.

A muchas cuadras de la ciudad, este paraje conocido por ‘el paso’ o ‘el vado’ no tenía vigilancia y era la misma desolación cuando faltaba trabajo en el puerto.”[127]

La selección “13-19”, reúne diecinueve cuentos -aunque algunos suelen ser reconocidos como relatos- de trece autores santafesinos: Guiche Aizemberg (luego residente en Mar del Plata).

Nelly Borroni Mac Donald (1929-1985), amiga del alma, como lo sentimos en las confidencias durante algunas caminatas hacia el río, mientras se proyectaban nuestras cuatro prolongadas sombras en los atardeceres, cerca de “Los Amores” en el barrio “Las Delicias”, de Sauce Viejo.  Carlos María Gómez, a quien conocí más por su generosidad cuando donó parte de la edición de En el laberinto de espejos, para que llegara a bibliotecas y a potenciales lectores; una obra que al decir de José Luis Víttori, transparenta “acontecimientos cuyos protagonistas son la acción, el diálogo y los móviles subyacentes a la intriga.  Novela sensorial, muy trabajada, muy rica en percepciones; divertimento grave, que la inserción de aspectos políticos y socieconómicos latentes bajo la periferia de respetabilidad o de orden institucional, en la trama lúdrica, en la charada que con lleva enigmas a descifrar, sustrae de una gradación de simples agudezas.”  [128]

Hugo Mandón (1929-1981), el de la isla triste… entregada “con particular estima… para que sea homenaje a la memoria / de algún asado, alguna vez comido / debajo un ubajay. / Largo era el soplo del viento / tibia la flor silvestre.  / El agua estaba revuelta. / No era momento para hablar en broma.”  Hugo Mandón, el poeta-cuentista que soportó los absurdos de la década del 70; el amigo prudente que conmovió con su mensaje profundo a la mujer tallada: “La vida es una larga pausa preparatoria para morir y dejar algún recuerdo, una palabra, un gesto, dado alguna vez al aire de la tarde y luego inolvidable.”  [129]

Se completa la nómina de autores con:  L. F. Oribe (1927-1978, seudónimo de Luis Fernando Gudiño -hijo de Luis F. Gudiño Krämer y de Clorinda Pérez Pucheta reconocida por el seudónimo Adriana Ruiz-; Eduardo Raúl Storni… Lermo Rafael Balbi -orientado hacia la tecnología educativa, sobrino de la inolvidable Ludovica, en el adiós, adiós del teatro-; Ricardo Frete (luego residente en Buenos Aires y en Francia); Arturo Lomello –periodista y poeta, observador atento aún en los ámbitos legislativos, durante las prolongadas sesiones de juramento; Fortunato E. Nari, Edgardo A. Pesante y Jorge Vázquez Rossi, peregrino en el rumbo del Derecho.

Transcurría otro tiempo, eran semejantes los sueños.  El casi mágico Pesante, desde la comarca sintió el impulso de informar en 1987:  “13-19.  A veinte años de la primera muestra de cuentistas santafesinos”.  Reiteró algunos conceptos y advirtió: “Eduardo Raúl Storni (1909-1981) fue un promotor cultural, cuando aún esa expresión no había pasado a tener un valor burocrático”, en evidente alusión al instituto provincial de arte que con el nombre del Hermano Luminoso desarrollaba el proyecto de formación de promotores -o animadores- culturales.  [130]

El cuentista Pesante recordó que Storni, siendo presidente de la ASDE (1961-1965), “lanzó la idea de publicar un libro de cuentos entre varios autores, por un sistema cooperativo” y con Arturo Lomello decidieron coordinar el proyecto.

Rememoró el cuentista Pesante: “el 31 de julio de 1967 trece autores firmábamos un acta de compromiso y en noviembre se terminaba de imprimir en los talleres de Colmegna ‘13-19’… que fue presentado un mes más tarde.”  [131]

Paradojas y absurdos

Se impone tener en cuenta que desde los orígenes de la nacionalidad argentina, los Buenos Aires constituyeron un atractivo para algunos pobladores de otras latitudes  No sólo los que mandan, también gente de oficios –músicos, pintores, escritores, mecánicos, albañiles, cirujanos-, emigraron hacia la capital de la República con la ilusión de crecer en medio de esa vasta atmósfera, aparentemente benéfica.  En un sentido paradojal, algunos provincianos soportaron la nefasta influencia de ese medio social y ante la necesidad de proyectar sus imaginadas diferencias, contribuyeron a remarcar la insolente grieta, que todavía pretende separar a los hombres del interior, tomando probablemente como referencia, apenas un punto geográfico.  Aceptarlo sin una oportuna reflexión, sería estar predispuesto a ubicar a esos grupos, sólo en el deslinde de lo exterior.

(Con las señales que ha dejado el escritor Gudiño Krämer, se comprende “la razón de todos aquellos que critiquen estas moralejas; de los que niegan derecho al escritor a opinar.  Hasta cierto punto, la gente tiene derecho a estar tranquila, a gozar con los aspectos risibles o pintorescos de la vida, que el escritor con alguna habilidad suele recopilar y dar a publicidad desaprensivamente.

Pero a mí, francamente, me importa un pito esa clase de literatura y no quisiera escribir sino cosas que hicieran pensar, indignaran al hombre y lograran despertar una conciencia adormecida, precisamente, por aquellos que desdeñan la moraleja.  Ómnibus de las doce… ¡cómo puede ser motivo de explotación literaria la tragedia de esos treinta o cuarenta pobres seres explotados criminalmente por las fuerzas vivas, las gentes cultas, los señores pionners, los políticos, los demagogos, por toda esa canalla estulta acostumbrada a leer cosas agradables…!”)  [132]

1968: Víttori… el arte de vivir y de convivir

En el rumbo de la literatura se detectan frecuentes señales en diferentes caminos y desde la comarca, se advierten algunas referencias que significan un estímulo para los escritores santafesinos.  Pesante ha recordado que Antonio Pagés Larraya residía en Irvine, en Estados Unidos y estaba “adscripto a la Universidad de California, en un casi exilio” porque “había sido secretario de Comunicaciones del gobierno de Arturo Illia, hasta el golpe militar de 1966” conducido por el general Juan Carlos Onganía.  Hasta ese lugar llegó un ejemplar de “13-19” y Pagés Larraya expresó sus conclusiones: “En todos los cuentos de este libro se evidencia la búsqueda exigente, el deseo de experimentar formas nuevas”.  /…/ Hay algunos rasgos comunes al equilibrio entre la nota de ambiente o el trazo evocativo con un mensaje más profundo…”

Esas valoraciones trascendieron desde el diario “El Litoral” y el texto completo fue publicado en la revista Universidad.

Un mirada sobre la trayectoria de Víttori permite reconocerlo como un predicador del arte de vivir y de convivir.  Desde su literatura conmueve con evocaciones de alegrías compartidas con amigos del alma, esos seres prudentes que no rozan ni piden, que no necesitan estar al lado para sentirlos cerca; ni es preciso que den para ser valorados.  Al describir encuentros con escritores santafesinos, Víttori ha manifestado:

“… puedo decir que mi amistad con Carlos María Gómez…” data “de 1963, la vez en que, ya conocidos no se sabe por qué azares en la redacción del diario El Litoral, nos asociaciones en cooperativa con Jorge Vázquez Rossi, para despuntar una colección denominada ‘Presente’ que Néstor Lammertyn adoptó en Editorial Colmegna; para mayor precisión, en el último cuatrimestre de 1963. /…/

Creo que por ese entonces Carlos M. Gómez no pensaba todavía en el ‘género policial’, aunque no sé si frecuentaba a sus autores.”  [133]

Recordó Víttori, la presentación del segundo libro de su amigo Carlos, el 22 de diciembre de 1967, en la “Galería de Artes y Artesanías” de calle San Martín 2830:

“…El acto se hizo en el patio y de ese anochecer recuerdo el silencio de la casona y el olor exquisito de un jazminero de lluvia cubierto de flores; también el gesto de estupor de Carlos cuando, al final y en un aparte, viene y pregunta: ‘Pero el libro, ¿te gustó o no…?’  Al parecer, la ambigüedad no estaba sólo en el texto de la novela.”

En otro párrafo, Víttori alude a un espacio más lejano, a otra presentación suya:

“…el viernes 14 de junio de 1968 en la librería ‘Aries’ de Rosario, al amparo del poeta Rubén Sevlever, un atardecer violento de manifestaciones estudiantiles opuestas a la política universitaria del gobierno de Onganía.  En 1968, las calles estaban agitadas y la resaca del temporal urbano se había expandido y nos había llegado ya desde los claustros de Nanterre, un suburbio de París…”

Víttori alude a los hechos del mayo francés, cuando el presidente Charles De Gaulle -quien declaró una vez “Yo soy Francia”-, se conmovió con la potencia de los estudiantes, durante la huelga organizada como protesta contra el gobierno, por el estado de las instalaciones y los planes de estudios anticuados.

Al lograr el apoyo de los miembros de la Sorbona y avanzando sobre las calles de París, treinta mil integrantes de la Nueva Izquierda establecieron barricadas y atacaron con piedras y ladrillos a cincuenta mil policías.

Mientras tanto, los obreros tomaban las fábricas en distintas localidades del país.  Eran otros los protagonistas, pero había cierta similitud con otra revolución francesa, aunque esta vez no hubo sangre en la decapitación.  El general De Gaulle después de algunas concesiones, logró permanecer en el gobierno durante los once meses siguientes.  Desde el litoral santafesino, Víttori recordó:

“Los estudiantes universitarios y, en general, los intelectuales, entonaban lemas utópicos, tomados al anarquismo, como ‘prohibido prohibir’ o ‘la imaginación al poder’.  Los ‘graffitti’ se hicieron famosos y sus ediciones de barricada los propagaron en todos los idiomas.  1968 fue, si no me equivoco, el año en que sus discípulos lo subían a Sartre sobre un barril para que voceara ‘La cause du peuple’, un poco antes de que Simone de Beauvoir publicara sus miserias de senectud…”[134]

Ese era el clima cuando presentó el segundo libro Carlos María Gómez, titulado: “Solamente con mirar”.  Víttori inició su discurso reiterando sus convicciones:

“Presentar un libro no es sólo un acto de camaradería, sino también un gesto de confianza en la obra que se está haciendo, una manera de solidarizarse con el trabajo que el escritor realiza en silencio”.  [135]

“…Desde aquí, el libro se ‘arreglará solo’ y de su calidad, de su potencia, depende todo.  Si vale, permanecerá sin otra ayuda que la de su propia fuerza y su propia vigilancia; si no vale, será olvidado y nada podremos hacer en el sentido de su salvación.

Pero si hay algo que nos está permitido y que depende de nosotros, un acto a la vez de simpatía y comprensión que de alguna manera nos obliga a corresponder la necesidad de haberlo escrito: de nosotros depende que el libro nos hable, y que nos hable con todas sus voces.  De nosotros, lectores y personas formadas en la sensibilidad siempre inquieta, curiosa, renovada y por lo tanto abierta a todos los requerimientos del escritor y del artista que vive por sus obras, ya que no de ellas.”

“…La lectura permanente, diaria, es un deber que nos integra y nos enriquece.  Nadie puede asegurar que el rostro, el sentido, las admoniciones o presagios que la obra de arte nos presenta, nada tienen que ver con nosotros.  Siempre hay un ‘olor a quemado’ en la negativa que oponemos a la imagen distinta, fuera de serie, que nos sugiere, nos dice o nos grita quiénes somos y dónde estamos.”

“Nuestra vida parecería confortable sólo en estos remansos de calma aparente que aún sobreviven en algunas zonas del planeta, del país, de la sociedad.

Pero no se trata más que de una ilusión que no nos adormece y que en el fondo ni siquiera nos compromete a creer demasiado en ella.

De ahí el antagonismo, la mueca, la contorsión que el arte contemporáneo testimonia y al cual algunas veces oponemos la indiferencia y otras la censura y el fuego.”  [136]

En distintas latitudes, los lectores desarrollaban sus lecturas.

Desde Buenos Aires, el 28 de marzo de 1968 trascendió otro toque de clarín semejante a un llamado de atención, acerca de los trece cuentistas y de los diecinueve temas editados el año anterior: “…aun cuando en ocasiones describen determinado medio geográfico, la calidad universalista de las concepciones basta para romper todo esquema de regionalismo.”  El 26 de enero de 1969, cuando los científicos y técnicos seguían desarrollando los programas que culminarían con el hombre en la Luna, desde el complemento cultural de La Gaceta de Tucumán, Federico Peltzer expresaba acerca de la selección “13-19”:  “Cabe señalar que si las modalidades y los temas son dispares, las obras son parejas y el conjunto es homogéneo.”

1971: “Las campanas del sur” (novela)

La edición fue confiada a la editorial Colmegna de Santa Fe y en esta novela Víttori se reitera el relato titulado En el Paso.  Reconoce Víttori en la introducción del libro, que en algunas de sus páginas…

“…la escritura se interrumpe, se detiene, vacila, salta, alterna sus líneas; las palabras se juntan en series, o bien se separan en pausas más o menos largas.

Hay alguna página entera de silencio donde sólo resuena una palabra, y páginas donde la escritura se bifurca, y uno puede leer las columnas en sentido vertical o en zig zag.

Tales alteraciones, que el lector deberá asumir como una experiencia en el curso mismo del relato, no son un capricho ni un juego.  Las he sentido así mientras escribía, como una exigencia del lenguaje, como una necesidad de alcanzar la dignidad poética vislumbrada en algún personaje y en su contorno”.  [137]

En Las campanas del sur es evidente que el autor transmite las percepciones acumuladas en una constante actitud observadora, acerca del paisaje donde el hombre desenvuelve su condición humana, consciente de que cuando describe un lugar no solo alude a los elementos concretos que ha visto y que ve.

La lectura permite intuir, que asocia espontáneamente las sensaciones percibidas durante sus anteriores emociones y se moviliza al impulso de nuevas experiencias.

Reitera elementos esenciales: aire, agua, fuego, tierra, sol y luna.  Sus campanas del sur auguran múltiples lecturas:

“Vengo del sur, de la ciudad,  Del sur, de la ciudad, como la senda sobre la barranca, como las campanas.

…Hacia el sur suenan las campanas de la ciudad, él sigue con la vista el sonido claro e inasible tras los cardales que tapan las torres de las iglesias…

…Yo callaba, en la tarde, escuchando hacia el sur el paso del viento, el toque de las campanas… y después, después, ya no pude oírlas, el ruido de los camiones, el zumbido de los barcos, el grito de los hombres, opusieron al aire no sé que verjas…

Desde aquí apenas se veían los campanarios contra el cielo del sur…

cielo entero de ámbar…”  [138]

Aire…

En los relatos de JLV el aire está con su vital gravitación. “El aire, sí el aire”, esencial en el poema de Gastón Gori, su colega en la Academia Argentina de Letras.  Gastón, amigo a perpetuidad, canta: “Amo el aire.  El aire no tiene dueño. / Limpio de especulación. / Lo respira el joven y el viejo, / la novia y el viudo; / lo respira el hombre. ¡Nadie posee un latifundio de aire!…”

Víttori sintetiza distintas percepciones de ese aire -que como afirma Gastón-, es “el puro aire sin precio / que respira el hombre… / el aire que es del hombre, de la planta, de la flor, del insecto, / de todo lo que transita por la vida, / del silencio, la música y el ruido, / del llanto inicial, del estertor de la muerte…”

Es el mismo aire al que alude Víttori desde diferentes percepciones:

“El aire quieto se espesa, hinchado de humedad”.

“El aire detenido, el aire antiguo y lateral de ese rincón del mundo…”

“El aire está claro y alto y brilla con una luz fría y rayada que se parte en aristas…

Todas las cosas se enfrían en el aire frío y tenso.”

“El aire está limpio, las cosas callan y esperan, espera la memoria.”  [139]

Viento…

Cuando en la atmósfera el aire inaugura su mudanza, el hombre del litoral está atento a todas sus señales:

“El viento mueve los juncos.”

“El viento y la lluvia han barrido hace rato las cenizas, hace rato han lavado la sangre y el mal… “

“Cuando sopla el viento fresco de la tarde o de la primera mañana, se escucha el roce de las palmeras y el agua se ondula… El viento acerca un olor a hierbas de la gran tierra lista que está más allá del palmar…

“Las voces del viento suenan a madera, a piedra y agua…”

“El viento zumba en la arboladura del puente y si uno se acerca hasta ponerse debajo, en el frío rayado de su sombra, oye otro zumbido que no es el del viento…”

“La casilla y la barranca resistieron la violencia del viento…”  [140]

Hombres… islas… río.

El eco de las campanas del sur renueva la cita para contemplar el río desde los círculos concéntricos que se proyectan en los relatos de Víttori.  Asoma una vez más el arraigado islero…

“…quien se echa en la hamaca a mirar el río, las costas… No deja de mirar el río, como esperando algo.”[141]

La anunciada tormenta condiciona momentáneamente esa mirada placentera.  El aguacero es más intenso y se siente su potencia.  Es la pausa obligada del hombre del litoral; del hombre de cualquier latitud.

Advierte Víttori que el islero piensa…:

“Cuando para la lluvia, salgo y me siento afuera, en una tosca, a mirar el río, el cielo, el pasto limpio.”  [142]

“Y ya no sé porqué me paso todo el tiempo a la intemperie, frente al río, frente a las islas…”  [143]

“Ese laberinto que forman las islas…”  [144]

Creciente… camalotal…

El islero intuye que el río descargará su furia.

Es consciente de su debilidad para enfrentarlo.

Se refugia en su canoa, mientras comenta:

“¿Ves cómo bajan los camalotes y la corriente se los lleva por el medio del río?… Los camalotes nos rozan de costado, pegándose a las tablas, sus flores azules cabecean bajo el remo hasta que se desprenden, giran con un remolino y se van por una veta del agua…”

“Al alba toda la laguna está cubierta de camalotes que avanzan despacio, dispersos en matas, y vienen a juntarse en la desembocadura, contra el puente que los ataja.  Ahí se quedan, forman un embalse, echan raíces en lo hondo del agua y empujan, empujan…”  [145]

Puente… luna…

“El puente mojado por las salpicaduras, se enciende también de chispas.  Y de pronto se afloja, se ablanda.  Por un rato parece que flotara, aliviado de su peso.  Luego se inclina, todo su centro se dobla, se estira y por fin cae, se desarma, se hunde.   La isla entera se sume por la brecha y un torrente de espuma colorada se la lleva hacia los remolinos que la despedazan.  Cuando la luna se desprende y sube sobre el horizonte anegado, cuando yo me recuerdo, del puente sólo quedan dos armazones, uno en cada orilla y nada de la isla.

…La luna se destiñe hasta ponerse blanca.”  [146]

Bajante… hierbas…

Cuando el río baja, también decrece el caudal de esa “laguna de vientre abultado y caderas anchas que llamaban Setúbal, frente a la ciudad llamada Guadalupe”.  Víttori ha destacado que en las islas, cuando el río baja…

“una capita de limo se deposita en la gran hondonada seca y la hierba comienza a crecer. Uno ve abrirse a ras las hojitas y se queda mirando y ve también cómo los manchones verdes se ensanchan.

Cuando sopla el sur y arrastra la capa de polvo y luego llueve, al día siguiente, la hierba brilla en toda la extensión de la playa.”  [147]

Rumor de cascos… relinchos…

Se han calmado las aguas. La frágil hierba ha de servir para saciar futuras apetencias.   José Luis Víttori, lo confirma…

“…Vino del norte con el calor del viento, las crines largas y salvajes, batiendo la arena con sus cascos nuevos (era rojo como la tierra, violeta como el agua), y se anunció en la mañana con un relincho joven, se detuvo a unos pasos de mi rancho, levantó la cabeza fina, el cuello elástico, olió el aire dilatando el hocico húmedo y golpeó el suelo repetidamente con la mano derecha, ahogando esta vez el relincho en un racimo de voces secretas, y nadie nunca lo siguió, nadie llegó a buscarlo…

…desde entonces viene siempre de mañana, a veces trotando por la orilla en un chisporroteo de gotas y de espuma, a morder la hierba dulce que crece en un manchón de tierra, no lejos del bendito, y allí se queda hasta la tarde y se va cuando el sol se pone, no sé dónde ni nunca lo seguí, nunca me atrevo a tocarlo por miedo a que desaparezca.  Sólo falta cuando el cielo se encapota y la lluvia tapa el sol, pero ni el calor ni el frío demoran su llegada, que es al alba, al dorarse la punta de los pastos… El potro de largas crines rojizas volvió a la playa en busca de hierba, y parecía seguirme desde lejos, pero huía con un relincho y un trote de cascos afilados si yo me acercaba.  Entonces lo dejé que me siguiera, y estaba contento de ver a la mañana su pelo saludable y rojo…”[148]

Desalojo… desarraigo…

Víttori comprendió que alguna vez, los hombres del litoral tienen que ceder ante el progreso y soportan el desprendimiento de territorios irrecuperables.  Así lo  sintetiza cuando Setúbal -uno de sus personajes- ensaya una justificación:

“…¿Cómo no irse siempre lo más lejos de las casas, a vivir a solas su propio modo de mirar y buscar, tardes enteras olvidado en las orillas, en los montes, en los pajonales, vagando su destino y sin propósito lo mismo que vos y Gaspar Riboldi cuando la ciudad los ahogaba?   Y eso no era todo…”  [149]

JLV -a pesar de ser habitante de la ciudad- sabe que la construcción de un puente o la ampliación de un puerto suelen ser razones suficientes para anunciar el estremecedor desalojo, que paradójicamente se suele confundir con un acto de justicia.  Después de haber percibido la angustia de esos seres desamparados, Víttori lo refleja en su narrativa:

“Usted me pide que me calme y mire esas gaviotas, el olor de la arena que se seca al sol, pero a todas esas cosas ya las he mirado, las he vivido señor, y no puedo sentirlas como usted.  Además, me parece que usted las ve con un candor y un sentido que no les pertenece.  Mírelo si no a ese viejo y piense que por él está por detenerse todo el trabajo.  Se imagina la draga, el martinete, la hormigonera y los peones y las luces parados de pronto por el capricho de un hombre que no quiere dejar un rincón de tierra, habiendo tanta deshabitada alrededor?…  Entonces el paisaje que a usted le gusta a mí me da tristeza… Me gusta más nuestra gente y este ruido que aquella desolación.  No, a mí no me hable de las islas.  Prefiero el aire cargado de humo del Sea Man’s Bar, un buen truco y un vaso de caña o de chop a todas esas cosas que usted mismo quiere conocer metiéndose en canoa por los arroyos.  Me desalienta pensar que desde aquí hasta el Paraná no hay más que solamente las ruinas del puerto que se deshacen a la intemperie…”  [150]

“No, usted no sabe, acaso no lo entienda.  A usted lo amparan las luces, la obstinación de todo este trabajo.  No puede sentir aquel vacío, la eficiencia de aquella soledad que el viejo guardaba, ese frío, esa laguna inmensa, el coletazo agonizante de los pescados en la superficie…  Esa noche no pude leer.  No hice más que recostarme y mirar el techo.  Pensaba en el viejo loco, veía al viejo en su bendito.  Varias veces me levanté a mirar los planos, a comprobar los niveles.   Al alba, ya sabía lo que usted me confirmó después, que las obras, incluían el sitio del viejo, que a ese rincón íbamos a cruzarlo con pilotes y vigas, a encerrarlo en un muro de cemento, a taparlo con toneladas de tierra y de piedras…  El viejo se enderezó mirando alrededor, el canal, el aire turbio, la longitud de la costa, el ancho espacio.”  [151]

Esfuerzos… sudores…

Víttori señala algunos signos que emergen del trabajo del hombre: exigencias renovadas, sudor creciente y fatiga que expiran en sucesivos sueños:

“Remaba sin camisa, los brazos flacos y tensos, y las sales de su cuerpo alumbraban con una incandescencia gris y opaca hasta la faja oscura que le ceñía el vientre.  Era como una antorcha de luz plomiza en medio de los fuegos inquietos que rodeaban la canoa, los remos encendidos, el agua metálica… Por encima de su hombro derecho empapado en sudor, siempre el mismo derrumbe de la costa, el mismo juncal, el mismo sauce, casi detenido, casi levantado por el peso del río que bajaba hacia el sur…  Tiene la cara mojada por el sudor y la tristeza.”

“Aquí la soledad cruzaba de un río al otro y con ella el silencio.  Ese rancho, esa canoa, esa red, ese humo, fueron desde el comienzo amigos y vecinos.” [152]

José Luis Víttori –peregrino tolerante-, en la proximidad de esos signos, con frecuencia se conmovió ante el misterio del silencio, que en sí mismo implica una ambigüedad porque se perciben sus sugerencias.  Aludió al “silencio de la tarde, en la soledad de la ribera” y al “silencio del aire”…

Potencia del silencio…

Al interpretar diversas actitudes de los hombres del litoral, Víttori insistió en la percepción de la enigmática potencia del silencio.  En sus relatos sugiere algunas magnitudes:

“Su jadeo y el golpe todavía regular de los remos quebraban el silencio.”

“Las caras rojas en el círculo de la lumbre, quietos y en silencio, sentados en la arena.”

“El río ya no corre, ya no hay tiempo, no hay más que silencio.  El silencio apretado, la isla apretada, como esos puños que remaban.”

“Después vino el silencio y la tarde se nos fue por la orilla de los pajonales…”

“Emilio no había descubierto la trascendencia del silencio, era imprudente con sus preguntas: ‘¿Cómo no viste nunca esa cicatriz en el cuello de tu amigo?  Y, si la viste, ¿cómo nunca le preguntaste su razón?’…”

“Tal vez usted no sepa que cuando uno está solo en el extremo silencio durante unos días, el aire se llena de voces y de sombras.  La menor ofensa, el mínimo dolor, la mínima felicidad, se encienden como chispas y llegan esos fantasmas que uno ha odiado o ha querido, recortes de palabras que se han dicho, gestos que permanecen, y uno siente otra vez el hambre, el amor, el cansancio, y comprende que está formado de muertes, que cuando uno descarga demasiadas muertes en el recuerdo, ya va queriendo morirse también.  Por momentos, uno ya no sabe si está allí o si sueña que está, si ha caminado ese día por la arena o si sólo ha pensado en hacerlo, si ha visto las huellas de otro día o de otro hombre.  Porque se está de vuelta antes de salir, porque da lo mismo salir o quedarse.”  [153]

Quizás para intuir esa dimensión, sea necesario ser un lento caminante sensible al “pulso de una guitarra en la noche de las orillas” o una persona capaz de apreciar “la tristeza de un vuelo sobre el río”.  Al mismo tiempo será consciente de que “a veces importa lo que se calla y por qué.”

Víttori cuando se refiere al “orbe natural del hombre del río (isleño, orillero, navegante”)… destaca que ese “ámbito rudimentario”, “no es el de la palabra escrita” porque “no gobiernan el libro ni el periódico -aun a pesar de las escuelas de islas-, sino la palabra hablada y escasa, los sonidos a los que un vasto espacio despoblado hace de caja de resonancia: pisadas, chapoteos, vientos, oleajes, truenos, rumores y cadencias de barcos, tiros, cantos de pájaros, gritos de animales, ecos propagados por el aire, la tierra y sobre todo, por el agua en aras de un silencio extenso…”  [154]

Agua

Víttori en distintas circunstancias, ubica a sus personajes transitando a orillas del agua que puede ser la frescura que despierta, una transparencia que despeja la mirada o simple levedad que calma la fatiga; en volúmenes dinámicos impacta como un torbellino que marea o un torrente que arrastra.  El narrador -el hombre…- no puede prescindir del agua cuyo volumen es irreemplazable y alude a sus efectos en diferentes circunstancias:

“Quisiera sacudirlo, meterle la cabeza en el agua para que despierte…”

“Se echa agua en la cara…”

“El agua me chorrea desde la cabeza, refrescada por el aire; me paso la mano por la cara…”

“Unas gotas de agua se le escurren por la cara, aprieta los labios y vuelve a trabajar…”

Quiero mirarme en el agua y el agua borra mi cara; quiero beberla en el hueco de mis manos, pero no tengo sed, quiero irme pero me quedo…”[155]

En momentos diferentes, Víttori contempló el incesante recorrido del agua y esas imágenes emergen en sus relatos.

“Ocre y espesa, formaba una placa sin brillo, cruzada de vetas.”

“Si un hombre cae al agua lejos de su canoa, es difícil que se salve.”

“¿Ves el agua lisa, apenas encrespada por el aire que sopla del sur y trae un sonido de campanas?”

“El agua crece y baja como una respiración y la laguna se llena hasta los bordes a punto de derramarse y luego baja.”

“El agua está quieta, la isla apenas respira por el tallo de los juncos…  [156]

Cuando Víttori publicó las campanas del sur, otros ecos convocaban a distintas añoranzas.  Los ex alumnos del Colegio de la Inmaculada Concepción seguían siendo fieles a la tradición y se reunían para celebrar un año más de sucesivas promociones.  El bachiller Víttori  y sus compañeros, celebraron el cuarto de siglo desde aquella despedida del secundario y en el mismo ámbito, se congregaban los del cincuentenario.

1973: “Imago Mundi” (ensayos)

Esa edición de Imago MundiNotas para una morfología de la imagen literaria, se corresponde con el estímulo recibido por Víttori el año anterior. La subsecretaría de Cultura de la provincia, le otorgó el premio “Juan Álvarez” por ese ensayo inédito que aproxima a diversas percepciones estéticas. En ese recorrido, el autor expresa sus conclusiones acerca de la vida y el arte:

“No son la misma cosa y esto no necesita pruebas, ni siquiera está en debate.”  “El arte nace de la vida, se explica por la vida, toma de ella su impulso, su energía, su riqueza de sentidos y sobreentendidos, sus motivos, sus tensiones y los proyecta, los procesa, les da forma, hace de todo ello una imagen de síntesis de los lenguajes, en los recursos de sus técnicas.”  [157]

En otra aproximación, Víttori reflejó su íntimo convencimiento:

“El arte es también una manera de vivir, la exteriorización de una conducta, y más, la vida misma que indaga y expresa en términos de absoluto, su memoria y sus ritos.”

En la literatura de JLV es posible advertir su singular visión de la vida.  Su narrativa describe hechos que implícitamente denuncian graves conflictos y logra aproximar lo real y lo aparente en un espacio que contiene lo cercano y lo lejano; en un tiempo que abarca lo inmediato y lo mediato.  Aunque escriba desde la ciudad que lo contiene, refleja otras realidades que lo conmueven cada vez que se traslada y convive en un ámbito diferente.

Víttori admite la existencia de un planteo estructural anterior a su desarrollo, al reconocer que cuando comienza a escribir un cuento o novela…

“…puede que tenga en mente su real extensión, o sea, una dimensión lineal presentida y traducible en cierto número de páginas o de palabras”.  [158]

El escritor insiste en su prédica, con oportunas conclusiones:

“La literatura es un caso de vivencia, de intuición sensible, donde la palabra va esencialmente asociada a una imagen que se da por afinidad o por contraste, por acorde o discordancia, por analogía o desemejanza.   No siempre, no a lo largo de todo el texto, pero sí como una pulsación.”  [159]

En su imago mundi rememora un asombro, que generó otro de sus diálogos con su estimado maestro, don Luis Gudiño Krämer:

“Una mañana del año 1948 subo al viejo Oldsmóbile, enciendo el motor y espero que se caliente.  Es otoño, había llovido.  Voy a mi trabajo en el diario.  Mientras estoy allí, disponible, de algún modo siento la presencia de los árboles que gotean, de los techos mojados, de las nubes oscuras.  La luz viene de frente.  Entonces al mirar el capot, veo unas siluetas cruzadas por líneas ondulantes, las formas de unos seres extrañamente deformados, de una vida sinuosa; los techos de tejas desplegados como grandes alas cubiertas de escamas… Sin duda son esos árboles, esos techos los que se reflejan en la comba negra, ligeramente angulada y dividida por una bagueta en dos grandes planos, pero el paisaje que allí veo es fantástico.

Su imagen se me presenta distorsionada… alucinante.   Las mismas cosas no son lo mismo.   Las mismas cosas se oponen en un contraste de realidad e irrealidad… Y eso que estoy viendo es  (para mí) el hallazgo simultáneo de la imagen surreal, cúbica, expresiva en sus:

nuevas relaciones de valor y de sentido

nuevos estados de significación

autonomía de asociaciones liberadas de presiones reguladoras

relaciones de una perpetua fantasía.”  [160]

Destacó JLV que don Luis le había contestado:  “-Sí, pero la realidad persiste…”

Después, al enlazar otros recuerdos cuyas huellas profundas lo estimulaban, reveló otra anécdota:

“Y aquí estamos ahora con mi jefe de redacción, conversando sobre la vigencia del realismo (que él sostiene) y la aventurada fantasía del surrealismo (que yo acabo de vivir), un día del año 1947 o 1948, él ya escritor notorio y yo un egresado reciente del bachillerato (que aún no había leído sus libros).

No recuerdo ya los términos precisos de nuestra charla de ese día, una de las tantas que se sucedieron durante casi veinte años, cuando yo preguntaba y él respondía y yo escuchaba en su voz las palabras de un maestro, pero tiempo después, al leer sus libros a instancias y reproche de Bernardo Verbitzky” -Verbitsky- “encontré en Señales en el viento la contestación que yo esperaba de él y que acaso me dio esa mañana en el diario.”  [161]

Entre otras señales que dejó don Luis están las destinadas a un escritor:  “Advierto en usted sensibilidad suficiente para reflejar, no para copiar, el mundo de los niños.  También una atracción hacia el paisaje de las islas, que puede ser en usted aliciente bastante para rodear de un clima regional apropiado el ámbito de sus narraciones, que tampoco requieren basarse en hechos conocidos, ni en crónicas, sino que pueden surgir, como creación suya, de acuerdo a todas las posibilidades que ese mundo contiene.  Cuando usted se proponga construir otros cuentos, imagino que los liberará de toda referencia o anotación docente.  Saldrán desnudos, por sus propios pies, sin prólogos ni advertencias, seguros de su proyección, no en el medio crítico o profesoral, sino en el ámbito popular, que es, al cabo de los años, el que acuerda los únicos méritos valederos.”

Aún vigentes, esas interpretaciones constituyen un valioso aporte en el vasto análisis que se propone desde estas páginas.

En la memoria reposan diferentes recuerdos: realidades y sueños.  Aún está sin demostrar si la capacidad de recordar es un premio o un castigo.  Lo factible es que la memoria sintetice lo vivido y sea uno de los fundamentos de la propia identidad.  Somos por naturaleza una persona humana; el signo de lo que hemos vivido; síntesis de lo inmutable y lo mutable -lo aceptado y rechazado-, en un constante intento de obrar con armonía, en equilibrada relación entre las fuerzas materiales y los valores espirituales: éticos –morales- y estéticos, situados en una confluencia donde Amor, Belleza y Creador constituyen el ABC esencial de la pirámide de la humanidad.  Los duendes insisten en que somos como  el río,  el mar o el océano… Somos como la hierba, el arbusto o el árbol…  Somos como la arena, guijarro o roca.

Inesperadamente, es posible percibir que “los hilos de alarma de la memoria se pusieron tensos”, tanto como deben estar las cuerdas de un instrumento musical en el minuto previo a la armoniosa interpretación.

Probablemente tan tensos como los pudo sentir Víttori, mientras recorría algunos países de Europa…

“…en días de experiencias inolvidables…”

“…no era más que un ave de paso, un turista marginado del arcano entendimiento que permite la identidad verdadera…”

“…El hechizo me atrapó siempre en el río, en los puertos, en las ciudades fluviales, recostado en la orilla o a bordo de un barco; un flujo inevitable de sensaciones, de sentimientos y de sueños…”  [162]

Leer y releer la obra de Víttori, permite intuir las luces que lo impresionaron, durante las primeras vivencias cercanas a su padre y al río, porque giran y giran sus pensamientos en torno a ese núcleo.  Es oportuno reiterar que, probablemente sin necesidad de pensarlo, escribió[163]

“La mitad del río me basta…”

Esa mitad del río, en esencia es continente: viven animales acuáticos y al acecho están ocultas y henchidas las fuertes redes tendidas por el pescador; avanza a la deriva el potente camalotal y es seguro transporte fluvial para diversas especies, reposa la fatiga de los remos mientras la canoa cede al armonioso oleaje.  Allí y en la orilla, sitúa Víttori al hombre: observador de puertos, de anclaje y de amarras; hombre que ata y desata sucesivos nudos, hábil al mover la caña de pescar dibujando círculos en el aire, paciente en la silenciosa espera del instante en que la carnada en el anzuelo consuma el desigual duelo 

1974: “El escritor: medio y lenguaje” (ensayos – inédito)

La Municipalidad de La Matanza (San Justo, provincia de Buenos Aires) convocó a un Certamen Nacional y el ensayo inédito de José Luis Víttori titulado El escritor: medio y lenguaje, fue distinguido con el Primer Premio. En la selección intervino un jurado integrado por: Joaquín Piñol (SADE – Sociedad Argentina de Escritores), Eduardo A. Azcuy (Asesor literario del Ministerio de Relaciones Exteriores), Fermín Chávez (Fondo Nacional de las Artes), Sara de La Maza (Instituto de Estudios Lugonianos) y Alejandro Lanoel (Asociación Periodística del Oeste).  Víttori posteriormente revisó el texto premiado, incluyó anotaciones y concretó la edición.

En otra aproximación a algunas conclusiones de Thomas Mann, evidentemente detectó coincidencias: “El hombre no vive únicamente su vida personal como individuo, sino también, consciente o inconscientemente, participa de la de su época y de la de sus contemporáneos”.  “… El individuo puede idear toda clase de objetivos personales, de fines, de esperanzas, de perspectivas, de los cuales saca un impulso para los grandes esfuerzos de su actividad; pero cuando lo impersonal lo rodea, cuando la época misma, a pesar de su agitación, está falta de objetivos y de esperanzas, cuando se revela secretamente desesperanzada, desorientada y sin salida, cuando a la pregunta planteada consciente o inconscientemente, pero al fin planteada de alguna manera, sobre el sentido supremo más allá de lo personal y lo incondicionado de todo esfuerzo y de toda actividad, se responde con el silencio del vacío, este estado de cosas paralizará justamente los esfuerzos de un carácter recto, y esa influencia, más allá del alma y de lo moral, se extenderá hasta la parte física y orgánica del individuo. Para estar dispuesto a realizar un esfuerzo considerable que rebase la medida de lo que comúnmente se practica, sin que la época pueda dar una contestación satisfactoria a la pregunta ‘¿para qué?’, es preciso un aislamiento y una pureza moral que son raros, y una naturaleza heroica y de vitalidad particularmente robusta.”

Víttori prescindió del verbo para expresar su reconocimiento.

Escribió simplemente: “A Raquel”.

Dedicó esa obra a su Raquel… ¡Raquel Gómez!… su distinguida señora, “sembradora de sueños con aire de baronesa, redactora por siempre de cartas memorables”.

En el recorrido hasta este anclaje momentáneo, se sucedieron señales significativas acerca del escritor, el medio y el lenguaje.  Sugiero rever algunas advertencias de Víttori:

“… El artista no viene a probarnos nada, no es un investigador ni un estratega, no está en los cálculos ni en los manipuleos del estadígrafo, del tecnólogo, del planificador; no es el teórico llamado a especular sobre la sociedad ni a dotarla de una concepción que la guíe o la inspire; no es tampoco, el ilustrador de la Historia.

El artista viene a decirnos que tales o cuales cosas se presentan de tal o cual manera, activando en él estos o aquellos sentimientos a partir de un orbe vivenciado que lo incluye como persona o lo compromete como hombre, más allá de la contingencia… más que hallarse frente a las cosas, está irreal, imaginaria, sensiblemente dentro de las cosas y en esa experiencia siempre de alguna manera estética… intuye su verdad, que es una verdad personal -es decir, relativa- no una verdad científica, impersonal, general; una verdad que tiende a lo universal por el denominador común de las emociones.

Parafraseando a Thomas Mann se diría que el creador de arte, solo en medio de lo que le rodea, no es hombre que desconozca la importancia que tiene la identidad de cada cual, la necesidad de determinar sobre qué huellas camina, a qué pasado se une o se relaciona su presente, para sacar deducciones fundamentales acerca de su realidad…

…si trabaja al menos para eternizar algo: un amor, un acto de heroísmo, un éxtasis, lo hace incitado por un doble nivel de experiencias: personales, relativas a la particularidad de su propia vida -en todo cuanto ésta pueda diferenciarse en términos de destino de otras vidas semejantes pero no iguales, lo cual hace posible su originalidad- y sociales, inherentes al desarrollo histórico del grupo humano y de la comunidad-nación a los cuales pertenece.

Al confrontar ambos niveles de experiencia, su visión no es ya fruto de un modelo estático -sobre todo en tiempos de agitación y cambio-…  mueven… van modificando y actualizando, esas contingencias, esas contradicciones, esos interrogantes que oponen a la típica concepción ideológica, correcciones más o menos críticas en lo singular, y más o menos verificadas en el orden general de la sociedad.”  [164]

“La obra de arte no dice; anima, presenta, hace visible. /…/ En la obra de arte, las valoraciones ideológicas que acceden al mundo por la vía del reflejo invertido, están formadas, presentadas, dramatizadas. /…/

La eficacia, la verdad de la obra, se entienden como el cumplimiento de su finalidad: no podemos pedirle lo que no tiene, aunque en ciertas circunstancias es justo que le señalemos al autor o le pidamos cuenta de sus omisiones u ocultamientos, de sus falsedades, allí donde realmente las haya.”  [165]

Medios y fines

En el universo vittoriano hay singulares destellos que provocan asombro y curiosidad.  El autor nos habla desde su obra y genera indagaciones.  Es posible que sin proponérselo, Víttori prolongue algunas señales de Don Luis:

León Felipe con su sola presencia, nos muestra cómo es posible llevar en lo alto y encendida una luz brillante y pura, y un corazón descubierto, palpitando allí, sobre los músculos y los huesos, como un destello de la propia luz, y descubierto y todo, indefenso y sin corazas ni bayonetas… nos entrega… su voz, su sabiduría sencilla, su noble mirada y su pasión siempre exaltada y firme.  Nos habla…  [166]

1976: Víttori y la Creación del Fondo Editorial de la Provincia

El 3 de marzo de 1976, el periodista y escritor José Luis Víttori, entregó al subsecretario de Cultura de la provincia de Santa Fe Dr. Juan Scaliter, una nota cuyo texto es posible reproducir por su generosa colaboración:  [167]

“Sr. Subsecretario:

                  En cumplimiento de la misión que se me encomendara, tengo el agrado de acompañar en veinte folios útiles, la siguiente documentación:

        1. Consideraciones acerca de la necesidad de un fondo editorial en la provincia.
        2. Fundamentos del anteproyecto.
        3. Anteproyecto de ley del FEPSF
        4. Anteproyecto de reglamentación de la ley
        5. Consideraciones acerca de la factibilidad del FE

                              A tales efectos, he tenido a la vista la ordenanza Nº 4744 del 17-IV-59 -en cuyo estudio y redacción participé-; el decreto reglamentario Nº 411 del 1-VII-59 y la ordenanza ampliatoria Nº 4965 del 28-X-60, por las cuales se creó, organizó y funcionó el Fondo Editorial de la Municipalidad de Santa Fe, experiencia no agotada y, a mi juicio, digna de tenerse en cuenta.

Asimismo, he examinado los antecedentes de: Ediciones Culturales Argentinas, Fondo Nacional de las Artes y el “Nuevo régimen para los premios nacionales a la producción científica, artística y literaria” (R.M. 2337).

                              Por último, he consultado distintos aspectos metodológicos, funcionales y formales, con los doctores Néstor Corte y Carlos Guastavino, el primero de ellos sub-secretario municipal de cultura y acción social durante la época de actividad del FE; el segundo catedrático de la facultad de derecho de la UNL, habiendo contado con su desinteresada y oportuna colaboración.

                              Esperando que el trabajo realizado según mi leal saber y entender sea de utilidad para la creación del FEPSF, saludo a usted Atte:

José Luis Víttori”

Cambios imprevistos

En el otoño de 1976, en Santa Fe de la Vera Cruz, en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez tenía su sede la subsecretaría de cultura y allí seguían su curso algunos expedientes[168]

Identificado como Expte. Nº 7.652-S-76 del Ministerio de Educación y Cultura, fue considerado el proyecto de creación del Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe presentado por Víttori.

El texto original fue modificado antes de la redacción del decreto 2.596 del 30 de agosto de ese año, día de Santa Rosa, Patrona de América, firmado por el gobernador de facto Jorge A. Desimone, ministro de Educación Orlando R. Pérez Cobo, de Gobierno Eduardo M. Sciurano y de Bienestar Social Raúl J. Fraga; copia certificada por el Director General de Despacho de la Gobernación  José A. Cabo.

Se lee: “VISTO: El interés que toda literatura revista para una comunidad organizada cuyo pasado y presente se conjuguen en la búsqueda testimonial de un futuro más auténticamente expresado en las connotaciones éticas morales y creacionales emergentes de los diversos campos de la imaginación conceptiva.” (sic) Cursiva aquí.

(La lectura del “visto” de ese decreto, admite suponer que los militares del 76 que detentaban el poder, eran más tolerantes que los del 55, porque no prohibieron nombres ni calificativos, tampoco los hicieron desaparecer en el texto de ese folio, teniendo en cuenta “el interés que toda literatura revista para una comunidad organizada”. El contraste entre apariencia y realidad, generó en la década siguiente una ardua labor al escritor Ernesto Sábato -el autor de Sobre héroes y tumbas- en la comisión que investigó la desaparición de personas, dolorosa herida que no cicatriza.)

1976: “Cuentos del sol y del río” (narrativa)

El Fondo Editorial de la provincia de Santa Fe dispuso la edición de Cuentos del sol y del río de José Luis Víttori.  Meses más, meses menos… habían transcurrido veinte años desde aquellos primeros trabajos que estimularon las primeras lecturas de Ningún hombre es equiparable a una isla y en consecuencia, surgían algunas expresiones valorativas:  Juan Cicco desde La Nación reconoció que “Víttori viene elaborando un mundo narrativo que se destaca por su a veces inabarcable dimensión humana y sus afinados recursos estilísticos” y ese criterio fue compartido por el rosarino Eugenio Castelli, su amigo desde los tiempos de Adverbio[169]

En Cuentos del sol y del río se reitera El regreso de Cora, un relato en torno al núcleo de su primera novela, donde el paisaje y los hombres son partes esenciales del microcosmos litoraleño.  Víttori describe el retorno de la hija adoptiva de Cristóbal Constanzo y su mujer, recogida cuando era “una nena”, hermana de Pedro y de Ricardo; la muchacha que cuando murió Cristóbal decidió alejarse de “El Paso”, aunque después volvió “de no se sabe dónde con un chico en brazos, diciendo en la puerta con una voz apenas audible ‘estoy de vuelta’ como si alguien la esperara y preguntando enseguida por ‘los apóstoles’, sus hermanos…”  En ese momento, encontró a Emilio dispuesto a asumir un rol paterno.  Emilio, aquel forastero, nacido en la ciudad en el barrio del Chircal… criado por “un tipo.. a quien unos llaman Corvalán y otros El Gordo… en el boliche de los ultramarinos…”  Después, se unieron Cora y Aldo y atrás quedaron sucesivos fracasos.  [170]

Víttori en su ensayo sobre la región y sus creadores, recordó que:

“En 1976 yo le había dado a un médico esperancino, Jorge E. Wernly, con quien nos estábamos haciendo amigos pues era buen lector y le gustaba escribir, un ejemplar de Cuentos del sol y del río, editado ese año.

Participábamos ambos en un ciclo de audiovisuales organizado por la Sociedad Médica y, la noche de mi intervención, cuando me ayudaba a bajar del auto los equipos, se detuvo y me dijo:

– Usted parece un hombre sereno.  ¿Por qué hay tanta violencia en su libro?

Me tomó de sorpresa, haciéndome vacilar.  Pero no demoré en decirle:

– Será porque en el fondo soy un tipo violento…

Más que una respuesta fue una defensa porque, al tomarme desprevenido, me mortificó.

Después, pensando que no había querido herirme, sino que se sentía honestamente anonadado por ciertas escenas de violencia en mis cuentos, tuve que afrontar la observación.  Raquel, mi mujer, observó:

– La isla que conocemos por referencias directas de gente que ha vivido allí, está llena de violencia.  El doctor Wernly, que sale a navegar en su barco, ¿todavía no se dio cuenta?

Finalmente me dije: él es un hombre equilibrado y afable.  La visión que da del ámbito en sus relatos -su modo de sentir el ámbito- es apacible y solidario.  En mi caso, las historias que narro en ese y otros libros no son del todo ficticias -casi podría hablarse de ‘fiction no fiction’-.

Sin embargo, no se trata de eso, debo reconocerlo.  Hay en mí un fondo de violencia que se manifiesta en mi propio modo de sentir.

Violencia que me han hecho y violencia que me he hecho, por haber nacido en un país y en un tiempo violentos…”

“…las palomas se revelan tan crueles como las mismas ovejas en las observaciones de la conducta animal debidas a Konrad Lorenz, según las cuales también el hombre -héroe y antihéroe- se revela como la única especie cuyos impulsos destructivos ignoran el perdón del vencido y la supervivencia del grupo.”  [171]

Víttori en esas circunstancias, rememora los sucesos en distintos continentes, y completa su mirada sobre la trayectoria de la violencia reconociendo:

“En el orden interno las cosas no anduvieron mejor.

Yo viví, de estudiante, las cargas del Escuadrón de Seguridad, dispersando a caballo y a sable las manifestaciones que repudiaban al régimen ultraderechista de” –Bruno– “Genta en la Universidad.

Después, como periodista, me tocó vivir bajo la mordaza del estado de sitio, del Plan Conintes, del Estado de Guerra Interno, de los Comandos de Represión, del Código de Faltas y de las rotulaciones secretas de los servicios de seguridad..

Eso fue en las décadas del 40, del 50, del 60, del 70…”

Todo eso sucedió entre los argentinos, aunque como bien lo expresó Víttori, hubo breves pausas de distensión constitucional.

(Hay que recordar que desde 1955, se mantuvo una proscripción para el pujante movimiento nacional justicialista. Se sucedieron los fusilamientos y asesinatos, aparentemente justificados por antagonismos absurdos.)

1977: “El escritor: medio y lenguaje”

En Buenos Aires, Ediciones Castañeda asumió la publicación del ensayo elaborado por José Luis Víttori, titulado El escritor: medio y lenguaje, distinguido en 1974 con el primer premio en el certamen nacional convocado por la Municipalidad de La Matanza (San Justo, provincia de Buenos Aires).

En esa obra, síntesis de estudios estéticos y literarios, el autor sigue reflejando el cúmulo de sucesivas lecturas y las continuas experiencias como escritor del litoral, percepciones que convergen en un aparente juego, sobre diferentes planos, generadores de un ámbito singular.  Víttori reconoce el valor de la palabra para la elaboración de las frases -oraciones- y destaca que “la realidad material de la literatura es el idioma; la base, el punto de partida”.  Advierte que:

“…De alguna manera la palabra -la palabra misma- tiene una carga íntima de percepción sensible y de representación particular. Si no, narrativa y ensayo serían la misma cosa.

“…en el fondo de toda literatura encontramos un hecho básico: el idioma.  Equiparable al sonido, a la piedra o al óleo, el idioma es la ‘materia’ de la literatura, de igual modo que aquellos otros lo son de la música, la escultura y la pintura.

Sin embargo, a diferencia de los otros, el idioma no es una entidad física, molecular, sino ‘un sistema convencional y deliberado de símbolos’…”  [172]

Para lograr una aproximación a la complejidad de ese sistema, es necesario partir del conocimiento de lo embrionario, en cuanto a significados y símbolos, base fundamental para poder interpretar imágenes y metáforas y para ahondar en las múltiples alegorías que emanan de un texto literario o de una obra de arte.

Contribuye a esa aprehensión, la frecuente lectura -de ser posible la mayor parte de los escritos de un autor para poder valorarlo-, porque sin proponérselo, como lo hace el pintor, el escultor, el arquitecto y el científico, el escritor señala los vectores que permiten vislumbrar aproximaciones y desviaciones, en torno a la dimensión abstracta que inspiró esa creación y que lógicamente, excede al contenido visible en las páginas, porque pertenece al universo de lo sensible.

Las lecturas multidireccionales permiten intuir un cosmos que por su magnitud nos obliga a tomar conciencia de las propias limitaciones.

Siete años después de esa edición, en la comarca y el mundo se alude a “Literatura y medios masivos de comunicación”. En la fotografía, Víttori está en actitud reflexiva, repasando las páginas donde transmitió sus conclusiones sobre el escritor: medio y lenguaje.

“El árbol de los muñecos” en Antología Bonaerense

A pesar de esas incertidumbres los escritores argentinos intentaban seguir desarrollando sus proyectos.  Desde la capital de la provincia de Buenos Aires, el poeta –amigo a perpetuidad– Oscar Abel Ligaluppi -director del Fondo Editorial Bonaerense- seguía convocando a los fines de editar la Antología de Cuentistas Argentinos.  [173]

Esa antología es una confluencia de autores residentes en el litoral: José Luis Víttori con el cuento El árbol de los muñecos; entre otros: Dafne Bianchi -rosarina., Nelly Borroni Mac Donald -santafesina-, Sonia de Catela -rosarina residente en Ceres-; Elisa C. del Nigro -rosarina-; Graciela Ferrero -otra entrerriana, por adopción santafesina- la ceresina Graciela Geller en posteriores obras.  [174]

(En este punto, sin proponérmelo recibo algunas señales desde mi computadora personal.  Se generan al recordar los últimos párrafos del cuento de Víttori que nos aproxima a otros muñecos, a diferentes accidentes y a inútiles urgencias.  Es cuando el escritor transcribe el mensaje de uno de sus personajes:

“-No corte nunca de un hachazo un nudo que puede desatar con paciencia y conocimiento -dijo, y de un flojo tirón lo desató.”  [175]

El lector podrá leer sólo esas palabras, o interpretar cuánto significan tales claves.)

1980: Víttori… representación en un Jurado

En 1980 se integró Comisión Ejecutora del Fondo Editorial, integrada por el subsecretario de Cultura Dr. Fernán C. Serralunga, el Director Prov. de Cultura Prof. José María Junges y el Miembro Delegado por la Asociación Santafesina de Escritores (ASDE) Dn. Luis Di Filippo. El escritor José Luis Víttori en representación del Fondo Editorial integró el jurado en las Categorías A, B y C, junto a Eduardo Raúl Storni por la Asociación Santafesina de Escritores y la escritora Natividad Parodi de Salafia por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) Filial Rosario.  El 29 de diciembre de ese año el jurado firmó el acta pertinente, recomendando por unanimidad la edición de “Colonia de almas” de Ricardo Llusá Varela y “Los soles perdidos” de Alicia Catela, en realidad de la escritora Sonia de Catela; ediciones concretadas en 1984-85 durante la gestión del subsecretario Dr. Jorge A. Guillén.  El 8 de enero de 1981, en un acta complementaria por unanimidad recomendaron la impresión de “Tradiciones y Recuerdos Históricos” de Ramón J. Lassaga, correspondiente a la categoría de escritores fallecidos (edición pendiente… diez años después.)

1981: “Gente de palabra” (novela)

En los talleres de Editorial Colmegna, el 20 de marzo de 1981 se terminó la impresión de la novela de José Luis Víttori, integrada con relatos que revelan la conducta de “gente de palabra en el doble sentido de escribir y de cumplir.  Así componían sus propias historias de rivalidad, de amor y de muerte.”  [176]

Si el lector dispone de diferentes claves en su memoria, percibirá distintos mensajes desde las imágenes de la tapa.  Emerge el ámbito de la legendaria chopería –Modelo…- donde crecían vigorosas las Aspidistras. Aunque el ambiente estuviera caldeado y hubiera poca luz; esos charoles lucían sus hojas tan brillantes como las que cuidaban las abuelas en sus galerías.  Al finalizar el siglo XX, en ese espacio se instalaron algunos distribuidores de sucesivas series de productos chinos y de otros orígenes, ofrecidos al consumidor por uno, dos o tres pesos, equivalentes a dólares por la ley de convertibilidad vigente.

Los relatos reproducen perfiles de personajes inmersos en el mundo periodístico y literario.  César Borgo, comenta…

“Una vez Renato me hizo una broma pesada.  Hasta entonces nos llevábamos bien.  No tenía de qué avergonzarme.

Yo trabajaba allí, encerrado en el altillo, con una sola y no muy grande ventana de forma oval abierta a los techos de la ciudad.

Era monótono pasarse los días leyendo centenares de trabajos insulsos cuando no macabramente malos, que tantos aspirantes a la inmortalidad, principiantes, aficionados, letristas de segunda, mandaban al diario con pretensiones de verlos publicados algún día en la página literaria. Algún día… Cuando yo estuviera muerto”.

“Renato venía y me acompañaba, llenando con su charla y sus ocurrencias más o menos cínicas, el tedio de mis jornadas; ayudándome a leer los escritos de morondanga, a apurar las acrobacias verbales de esas páginas insípidas y pedantes que llegaban por docenas, a extraer de la general mediocridad alguna pieza recomendable, es decir, las pocas veces que armonizaban su gusto y el mío.”   [177]

Un día, Renato comentó:

“- Tengo un cuento muy bueno para el suplemento.  Al fin ¿no? Ya ve que no todo está podrido en Dinamarca… “  [178]

Lo que el exigente Borgo no reconoció, es que era un cuento de Horacio Quiroga, copiado por Renato para probar su memoria, para comprobar si realmente “se daba cuenta” de la potencia del autor.  Después de esa nefasta experiencia, Borgo reflexionó acerca de los riesgos de su trabajo:

“Qué estúpido oficio el mío, éste que por lealtad a los libros me han impuesto en el diario de seleccionar originales, años y años en la semiclaridad del desván, aplicado a la lectura de ripios, vanidades, tongos y estragos, mientras el tiempo fuga hacia la nada, escurriéndose de mis escritos relegados, de mis aspiraciones deslucidas y secas.  Pero ya no leo como antes, con esa fe de exvoto, con esa aplicación apasionada y rigurosa.  Ahora me limito a hurgar en los papeles, a echarles un vistazo, a ‘barrer la basura’ según el decir manido de allá abajo, y al resto del día lo agoto mirando los techos por la banderola, mientras sorbo unos mates ahora por lo menos bien cebados.”  [179]

En la trama de esos relatos, Víttori reitera algunas vivencias de hombres del litoral y nombra a personajes de la calificada literatura universal:

“En la casilla gris viven tres personas, lo supe antes de pasar la tarde corrido por el asedio neurasténico de Renato.  Son vecinos de la mujer a quien llamo ‘Miss Harriet’ en recuerdo de la solterona de Maupassant.”

“…’Mis Harriet’ cultiva geranios, begonias, azaleas y verbenas en latas o en esas macetas rengas y pintadas de rojo de las azoteas, pero ha destinado el tiesto de honor, una jardinera antigua de bronce martillado, a su planta favorita, una diamela enclenque, pálida y sin gracia, como ella.

A las siete la chimenea comienza a echar humo. A las siete y media el hombre y la mujer salen a la terraza, se pasean, respiran a sus anchas, se sacuden la modorra, toman unos mates con bizcochos.  Son jóvenes, conversan animadamente, se asombran de ellos mismos.  A veces, por las tardes, él se queda en la sola compañía de una perra grande, negra, de piel reluciente, que se echa a sus pies, y lee tendido en una reposera, junto al termo y al mate, entre libros y diarios desparramados por el suelo, y así pasa las horas mientras el sol declina, en ese abandono, en esa paz ensimismada.”

“…A las ocho, cuando él ya se ha despedido de su mujer y se ha marchado, el chico pelirrojo emprende su incursión por los techos.  Saca una botella del Sea Man’s Bar.”

“…- A las ocho y diez el chico hace pis en la botella.  Enseguida trepa al tapial de ‘Miss Harriet’ y la vacía en el tiesto de la diamela…” [180]

Víttori en sucesivos trabajos rememora ese mítico Bar animado por bebedores insaciables, jugadores de truco, pocas mujeres y enamorados hombres de islas.  Su itinerario literario se corresponde con una valoración del escritor Abel Posse, al destacar que “la continuidad de una obra la da el mismo escritor… es una búsqueda, es un andar, como el de la vida misma, que a veces puede ser muy variada.  Hay escritores de pocos lugares, de pocas experiencias y de mucha intensidad.  La variación puede ser en lo físico como en lo metafísico.  Otros se manifiestan en un vasto escenario de ideas y de lugares. No hay ninguna ley sobre esto.”

Como si reapareciera el insólito vaho de los tiempos de Adverbio, cuando los jóvenes lectores lograron que el maestro don Luis -Gudiño Krämer-, se aproximara a la obra de Faulkner, reconocido como el “barroco genial”; en otro interesante diálogo Víttori proyecta la bruma de un conflicto generacional:

“-La inspiración vernácula que desprecian los más jóvenes -decía Clelia.

Borgo la miró. En el ardor de la comida y de la charla, se le estaba corriendo el rímel como una mancha de petróleo sobre los párpados.

-Ellos prefieren la incoherencia, Faulkner y esas cosas raras -dijo tentado, a punto de reírse.  (…)

Ella se sentía contenta y prefirió eludir un tema ingrato.  Habló de la noche.  Era una noche fresca de octubre, liviana, sin viento.  El aire olía a savias vegetales, a ceniza caliente.  Borgo se imaginó caminando por la costanera vacía, apoyado en la baranda del puente colgante, alto sobre las luces del Yacht Club hincadas en el agua, en el espacio abierto de la laguna, en la mancha solar de los aromos en flor.  Él caminaba solo y en paz con la literatura, consigo mismo, con el mundo.”

Víttori describe con pinceladas sutiles, el lugar de sus frecuentes caminatas.  Identifica entre la gente de palabra, a los temerosos deudores enfrentando a los prestamistas.  En esos cuentos -que no parecen sólo cuentos-, está latente el dilema del vivir -o sobrevivir-; del agonizar y morir.  Fiel a la tradición litoraleña, se impuso que “después del premio” hubiera una breve reunión y una cena, como celebración ineludible.  Así sucedió después del reconocimiento a la novela de Borgo:

“Arévalo habló de la ciudad, de sus escritores, de la región como escena diferenciada, del ser nacional, de la Asociación de Mayo, de la libertad, de Aristóteles.  Sobre la novela de Borgo dijo que impactaban su ternura y su sobriedad, alcanzando el climax en el capítulo titulado ‘En una calle sin fondo’, donde uno ve y padece la situación injusta de las viejas señoritas Isabel, Maruca y Juliana, mortificadas en su original inocencia por la dureza del prestamista, ese tipo cínico y vil tan bien dibujado con unos pocos trazos.”  [181]

En ese capítulo, las angustiadas mujeres después de “cruzar media ciudad”, “en el tranvía zumbante” llegarían “muy al norte”.  “Por descuido” bajaron “una cuadra antes” y al pasar, observaron “la plaza” –evidentemente para los santafesinos, la Plaza de los Constituyentes frente a la Parroquia San José (Padres Agustinos Recoletos).

Llegaron hasta el domicilio del “señor Strasser”, “una casa llena de bronces lustrados”.  Después de “pasar a un vestíbulo de piso reluciente y enseguida a un vasto escritorio recargado de muebles”, donde “una mulita embalsamada” parecía un extraño trofeo…

“Había unos cuadros con ninfas y montañas nevadas, unas vitrinas llenas de papeles, carpetas y biblioratos de espeso lomo; hermosos retratos de familia tras los vidrios combados de los marcos ovales, un manojo de mimbres secos y dorados, una mesa grande y pesada en el centro de la habitación, una fragancia a cera y a naftalina.

El señor Strasser se detuvo ante la puerta y las observó un momento.  Alto, derecho, corpulento, ambas manos en los bolsillos de su ‘fumoir’ de abrigo con alamares, bien afeitado y lisa de polvos aromáticos la piel de la cara, ensimismado, indiferente, se mantuvo quieto y en silencio hasta que Juliana lo vio y se puso de pie, estirándose el vestido.”  [182]

El señor Strasser era excepcional hasta en su modo de fumar.  Cuenta Víttori que…

“Acercó una butaca, sacó un cigarro habano despuntado, lo introdujo despaciosamente en su boquilla de ámbar, lo encendió alejando el fósforo y chupando los carrillos, expiró unas bocanadas de humo oliente a manzanas y almendras, sacudió con la punta de los dedos un resto de ceniza depositada en la solapa, todo eso con ademanes ceremoniosos que le conferían indiscutible importancia y dignidad.  Luego ajustó su espalda a la forma de la butaca y cerró un minuto los ojos, como si se concentrara.”

En realidad, Strasser también estaba subordinado a las señales de su memoria:

“-El otoño se huele en el aire -dijo, ¿han visto ya las primeras cometas? (…)

-Yo también las remontaba cuando era muchacho -prosiguió diciendo el señor Strasser, mientras parecía soñar con una gran estrella de cinco puntas capaz de competir, allá arriba, con el lucero vespertino.  (…)

Isabel miraba con aprensión la ceniza acumulada en la punta del cigarro, el humo que el señor Strasser paladeaba.”

Entre la gente de palabra, se cuentan historias de muchachas y entre ellas, Víttori reitera la de una “que se empleaba en casas de familia para hacer de entregadora”.  En esas casas suele ocupar un lugar significativo la biblioteca, ese espacio donde no sólo se colocan ordenadamente los libros.  Víttori propone en el capítulo seis “Moral a Eudemo”, una enseñanza práctica de comportamiento al modo socrático.  Habla Eudemo, el viejo que estaba acostumbrado a las iras de Moral, cuando desafiaba a los genios imberbes, habituados a hablar sobre sus escritos, sin haberlos leído, fieles a la absurda tradición que suele estimular a algunos hombres del litoral.  [183]

Relata Víttori:

“Pero hoy estaban solos Moral y Eudemo en el caserón vacío, observados fijamente desde el fondo de las sombras que el resplandor de las llamas inquietaba, por los ojos severos y tenaces de quienes habían sido, en más de medio siglo, fundadores y benefactores del club. Era insoportable. Eudemo sintió necesidad de decir algo:

-Anoche tuve un sueño.

-Todos los sueños son malos -se atajó Moral, negativo y escéptico.

Sin intimidarse, pues le hacía bien oír la resonancia de su voz en la altura de los techos, Eudemo continuó:

-En el sueño yo era dos personas.  Era yo mismo y otro.

-Como los hermanos corsos -ironizó Moral.

-No, como el buen y mal ladrón.

– Aquí todos somos el buen ladrón.

Eudemo se concentró en su relato sin hacerle caso. (…)

“Una mañana la muchacha pasó el soplo.” (…)

“La llave, yo lo sabía, estaba en la biblioteca, detrás del tomo tercero de la ‘Historia de la Literatura Argentina’ de Ricardo Rojas.”   [184]

Al final del relato…

“Moral bostezó ruidosamente, dándose golpecitos en la boca.

– Yo siempre digo que los sueños se parecen a quienes los sueñan -sentenció.  (…)

Moral se irguió pesadamente en el sofá, y, adelantando el cuerpo por encima del posabrazos, acercó la boca grande y carnosa a la oreja de Eudemo.  Desde allí en tono confidencial e irónico, desafinando con su voz gangosa, le cantó:

Antes los tiempos eran duros,

colgaban a los ladrones en cruces.

Hoy los tiempos son mejores,

cuelgan cruces a los ladrones.

Al terminar le guiñó un ojo a Eudemo.  Después su risotada guaranga retumbó como una blasfemia en los espacios despoblados de la casa finisecular.”

En las notas del diario de Jorge Uriarte, con un andar de tiempo, Víttori afirma:

“30-VI-57  Ningún sistema social debe negarle al hombre su derecho al ocio, a la contemplación, al sueño.  El hombre no es (no debe ser) una especie de máquina que produce cosas… y que se valora por lo que produce para el consumo…”  [185]

“22-VII-57  No puede prestarse a la literatura el tiempo que se sustrae a la actividad utilitaria.  La literatura es ella misma un trabajo que requiere todo el esfuerzo, toda la pasión, todo el interés.  Y no se trata sólo de contemplar, de soñar, de inventar, de evocar, de escribir.  Necesitamos reflexión y estudio.

Pero… Esta literatura que uno escribe no es lucrativa, luego, no paga el sustento; es así que, la mayoría de nosotros, escritores formados o aprendices de escritores, debemos inmolar a un empleo extraliterario y más o menos remunerativo, una parte más o menos considerable del tiempo útil.  El resto, el tiempo cansado, robado a tu mujer, a tus hijos, a los amigos, a las distracciones; el tiempo ‘filtrado’ por las obligaciones civiles, nutrido a fuerza de ilusiones y de coraje, el tiempo privado de estímulos sociales, se lo ofrecemos a ella.  Y a estos hijos de la fatiga (…) se les exige la unidad, la belleza, la hondura, la originalidad, el humor, la verdad, la solidez moral y el interés humano de las obras privilegiadas, escritas en la plenitud del descanso, de la continuidad de una disciplina, en la serena concentración de un profesionalismo bien rentado.

Pero ¿qué importancia tiene eso en un mundo donde comienzan a hablarse nuevos lenguajes, donde aparecen nuevas técnicas, donde se imponen nuevos medios de expresión?  ¿No será que por alienante rutina nos empeñamos en seguir llenando con nuestros viejos vinos los odres nuevos hechos para otras sustancias?”  [186]

Víttori suele incorporar poemas en su narrativa.  Apela a las sugerencias que provocan algunos versos e integra su mensaje con el de autores de diferentes latitudes.  En el relato Memoria de enfrente, un nombre provoca un recuerdo insoslayable:

“¡Oh, qué diablos!, se lo dije a usted Aldo Ferrari el otro día, a usted que andaba preocupado y una vez me dijo, mientras caminábamos por allí, frente al quiosco de revistas en el frío de julio: no sé qué pasa, por qué aumentan los glóbulos blancos… y se quedó pensando, la boca apretada, la frente arrugada en el silencio de una pregunta que después, después, tuvo su respuesta, y los autos pasaban, pasaba la gente junto a nosotros y usted me tomó del trazo y hablamos de otras cosas.”

Es posible afirmar que el lector de la obra de Víttori, podrá detectar algunas referencias que servirían como base para una novela biográfica. 

“Y vos, Manuel, habías ido con Olga a la Plaza de las Palomas a hacer navegar tu barco de madera en la pileta. Eras un chico despierto y hermoso y yo pensaba en Elisa y en Olga (que era nuestra amiga) y a ratos leía ‘Sur’ y el sol de la tarde me calentaba el cuerpo.”  (…)

“El número de ‘Sur’ era aquel voluminoso y tan bien hecho del 47 que Victoria Ocampo dedicó a la literatura inglesa, y yo lo hojeaba con el gusto de haberlo conseguido en una librería mientras buscaba otra cosa, y así todo estaba bien, el sol, la tarde del domingo, la primavera insinuada en el calorcito del aire y la lectura un poco distraída de Orwell y Lawrence, de Graham Greene y Virginia Woolf, una página y una vuelta, una mirada a las plantas, a los gorriones que jugaban, y esa especie de modorra, de suspenso de mi cuerpo y de mis sueños, la imagen de Elisa mientras escribía allá dentro y pensaba mordiendo el extremo del lápiz con esa aplicación, con esa obstinación del olvido que tan bien le conocía, el cabello largo, castaño y lacio en esponjosa fronda sobre la cara inclinada, y el resplandor azul de río y de cielo, allá por el lado del puerto, entre los carteles fluorescentes del mazorquero y de la compañía de seguros: la imagen de Manuel echado sobre el parapeto de la pileta, las manos metidas en el agua y los peces rondando, y Olga, sentada cerca suyo, diciéndole que no se mojara las mangas. su voz mezclándose con los sonidos del parque.  Y Elliot, Huxley, Stephen Spender, ese Louis Macneice hasta entonces desconocido, con su nariz faraónica, su mirada distante y su ‘Plegaria prenatal’:

Yo no he nacido aún; oh, escuchadme

Y yo escuchaba, veía:

No permitáis que el murciélago chupador o la rata o el armiño o el vampiro de pie torcido se me acerquen.

Y ya era tarde, se habían acercado y yo lo había permitido, ausente como estaba del acecho del vampiro en el corredor de la noche. ¡Dios de las angustias!, ya lo había permitido y no había vuelta ni esperanza.

Yo no he nacido aún, consoladme.”  (…)

“En casa estaba solo y entonces sí lloré tu muerte, mi muerte, en un mundo espeso y negro, lloré tu soledad y la mía; vos no me viste Elisa, no me oíste.  Tampoco yo te vi ni te oí.  Después ya pudimos mirarnos y hablar, hablar largamente en el refugio de esta terraza, bajo el resplandor de las mañanas que lenta e irreparablemente llegaron y siguieron.

                            Oh infundidme

la fuerza contra los que quisieran helar

     mi humanidad, obligarme a ser un autómata letal,

convertirme en un diente de la rueda de una máquina, una cosa

con cara, una cosa; contra todos los que

quisieran disipar mi integridad.”

Me levanté y caminé por la azotea embaldosada que es el lugar de nuestra intimidad en el mundo.  Los gorriones se espantaron y vino la perra negra a apretarse contra mis piernas. Le acaricié la cabeza cuando el sol declinaba. Era una tarde clara, sin viento.

Olga volvió de la plaza y Manuelito vino a mi encuentro corriendo.  De un envión lo levanté más arriba de mi cabeza, hacia las estrellas palpitantes, y él rió.”  (sic)  [187]

La pulsión emocional que derivó en tales impresiones en Víttori, aparentemente se corresponde con la potencia que proyecta una obra de arte si ante ella, el contemplador presiente sus íntimas pulsiones.  En consecuencia, dieciocho años después, no sorprende encontrar intercalada esa plegaria prenatal del poeta irlandés Louis McNeice, en uno de sus ensayos acerca de “el escritor y su condición en el siglo XX”.  Sabido es que “Macneice”, según se comenta en el Parnaso, junto a “Spenser, Auden y Day Lewis”, trató de combinar la revolución con la tradición durante los años ‘30.  Esa plegaria, por bella (ética y estética…), vibra en la memoria cuando el hombre -el artista…-logra “ver en imagen la vida posible, tal como pudo ser, y no siempre de manera directa, sino también de manera indirecta, analógica, sugerente.” [188]

Víttori una vez más, entre la gente de palabra no puede eludir el recuerdo de Cora, la huida y el regreso de esa mujer que transita el universo vittoriano, desde el instante generador del primer núcleo de vivencias en torno a “Los Apóstoles”.  En el último capítulo, “la literatura da paso a la vida, a los sueños y a ciertos pensamientos melancólicos.  Anatolio en su carta a Renato, expresa:

“Si alguna vez, por debilidad, envidio el destino de los pocos hombres que hacen historia y quedan en ella, me digo: ‘no es propio de un gran político escribir una novela, mientras sí lo es de un gran escritor novelar a un político’.  Y  vuelvo a sentirme feliz, poseído de cierta ‘omnipotencia del yo’, al estilo de Nietzche.”  [189]

La literatura de Víttori es la síntesis de su cultura. Sus escritos semejantes a los de Jorge Uriarte, revelan “profundidad y sencillez, esto quiere decir: alejamiento de la pomposidad verbal, búsqueda de la naturalidad de la vida en el despojamiento de las palabras”.  [190]

El lector está obligado a sucesivas pausas para captar todo lo que se sugiere.  Víttori propone -sin decirlo- una oportuna autocrítica:

“El hombre, ¿escucha? ¿Quiere hacer suyo el mensaje que emana del texto sin ser dicho? ¿Está dispuesto a comprender esos lenguajes de formas que por lo general insinúan más que hablan, acudiendo al circunloquio, a la perífrasis?

Nada más, nada menos

Se le ha enseñado que el arte DEBE hablar al hombre de la vida, del mundo, aquí y ahora.  Las obras, a su manera, lo llaman, lo advierten, lo sacuden, le susurran cosas ante las cuales, tantas veces, permanece insensible o impasible, salvo cuando se enoja o rezonga: ¿esto qué significa? Como si se hallara ante el mirmecoleón.

Enseguida el equívoco salta a la vista.  La obra que él quiere es un juego de intrigas sazonado de efusiones sentimentales, un acertijo con incógnitas que se vayan develando gradualmente… “  [191]

(Sigo sin hallar el diccionario que tenga incorporada la palabra mirmecoleón… pero como intento ser tan paciente como el mejor lector de lejanas latitudes, insistiré en esa busca sin prisa y sin pausa…)

El sillón de Victoria Ocampo en la Academia Argentina de Letras

Desde la razón, en la segunda quincena de mayo de 1981, trascendió que “la escritora Alicia Jurado fue incorporada como miembro de número a la Academia Argentina de Letras”.  En el Palacio Errázuriz presidió el acto el titular de esa institución Bernardo Canal Feijóo, quien ese año participó en Santa Fe de la Vera Cruz, en las Jornadas Culturales organizadas por la Asociación Argentina de Lectura, Filial Santa Fe.  [192]

Al acto académico en reconocimiento a la trayectoria de Alicia Jurado, asistieron ministros y embajadores de Uruguay Dr. Carlos Roca y de Venezuela Dr. Jorge Dager. A la segunda mujer incorporada a la Academia, “le dio la bienvenida Jorge Luis Borges, quien no la concibe como ‘gran escritora’ porque ese calificativo puede ser un regalo de las circunstancias, sino como ‘escritora’; señalando así un destino individual”.  Alicia Jurado ocupó el sillón Juan Bautista Alberdi, vacío desde la Partida de Victoria Ocampo –la primera académica-, a quien “se la considera -dijo- con justicia mecenas y embajadora de las letras y de las artes, descubridora sagaz de talentos nuevos en Europa como en las Américas, viajera incansable y trabajadora entusiasta para cuanto significase traer o llevar belleza”…

Era el tiempo del horror y del terror; se contaban los días por los plazos fijos y no sólo en las especulativas operaciones bancarias.

Más cerca del océano Atlántico, desde el litoral argentino José Luis Víttori ha destacado que…

“La crisis más grave de nuestra historia fue justamente una crisis de identidad provocada por la cuasi desintegración nacional en todos los aspectos de la vida comunitaria, de las creencias, del culto, de las costumbres, de la ley, de la seguridad y de la dignidad personal, que estallaron en la prepotencia de las bombas (década del 70), el revés de Puerto Argentino y el pánico financiero (1982).”

La crisis de una identidad que, en tanto culturalmente decantada y cohesionada, pudo resistir más o menos intacta las debilidades y vacilaciones del poder en el orden político (1974-1976), la ineficacia administrativa, el endeudamiento externo, la especulación delirante y la inflación reprimida en el orden económico (1979-1982), que pusieron en peligro, por añadidura, la integridad de la nación y hasta su misma independencia, en un mundo ávido de conquistas.”  [193]

En el mismo territorio, aunque en distinta jurisdicción y con diferentes objetivos, trascendió otro mensaje. El 10 de septiembre de 1974, en la Capital Federal se reunieron los “representantes de las naciones hermanas de Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Panamá, Perú y Venezuela” -como lo hicieron antes en Lima y en Caracas-, para participar en la V Reunión Mixta para los Festejos del sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho y de la Convocatoria al Congreso de Panamá.  En esa circunstancia la presidenta de los argentinos María Estela Martínez de Perón destacó:

“San Martín y Bolívar nos comprometen hoy, ante nuestros pueblos latinoamericanos, en nombre de esa libertad que obtuvieron a costa de sacrificios humanos.  /…/  El Teniente General Perón colocó como primer prioridad de la política internacional argentina, la unidad e integración latinoamericana.”  [194].. .´

Tres décadas habían transcurrido desde el momento en que Perón le escribió al caudillo uruguayo de Herrera: “Hay que realizar el sueño de Bolívar.  Debemos formar los Estados Unidos de Sudamérica”, dos días después de los comicios que determinaron su misión en la primera presidenciaCinco lustros desde la reiteración de su advertencia: América Latina, ahora o nunca.  [195]

Leer y releer esa indicación de Perón acerca de la realización del sueño de Bolívar, genera dudas que lógicamente señalan el insoslayable rumbo de distintas investigaciones, en el extenso sendero de los estudios hispanoamericanos.

Es ineludible rememorar otra guerra, que conmovió a los argentinos, a los hispanoamericanos.

1982: Gesta de las Malvinas

Desde otra perspectiva, es oportuno recordar lo expresado por Víttori acerca de sus emociones junto al río y su mirada desde el puerto mientras contemplaba “el submarino… el Santa Fe”, que “en 1982, acabaría bombardeado por los ingleses cuando atacaron las Georgias.”  [196]

El conflicto se inició el 19 de marzo, celebración de San José -esposo de María y padre de Jesús-, “Día del padre” en España…-, cuando “un grupo de trabajadores” izó la bandera nacional en la Isla San Pedro -Archipiélago de las Georgias- y hubo protestas de la diplomacia inglesa, generándose el desplazamiento de buques argentinos y desde Montevideo -puerto operativo permanente de los ingleses- partió “el buque británico de investigación ‘John Biscoe’ y trascendió que se había autorizado al ‘Endurance’ a utilizar la fuerza”.

El martes 30, en Londres se supo que había partido “el submarino nuclear ‘Superb’.

Abril 1º. El presidente norteamericano Ronald Reagan mantiene un diálogo de 50’ con el presidente Galtieri, quien ratifica que la situación es irreversible.

A las 23.30 comienza el desembarco de las fuerzas conjuntas argentinas en las islas Malvinas.

Viernes 2.  A las 2 de la madrugada, nuestros efectivos controlan totalmente Puerto Rivero.”

Conmoción y esperanza

Víttori ha expresado con respecto a la Gesta de las Malvinas:

“… Frente a la acción militar que, aunque mal dimensionada en función del riesgo, nos devolvió físicamente las islas durante más de dos meses al cabo de 129 años de reclamos infructuosos; frente a las acciones profesionalmente impecables de la fuerza punitiva británica que -aunque no vino tanto a ‘lavar una ofensa’, cuanto a recuperar potenciales riquezas para la glotonería un tanto menesterosa de la corona-, dio una lección de arrojo y logística a los observadores militares del mundo, sabemos hoy cuán importante es sentirnos argentinos, no para envanecernos tontamente de pasadas glorias, no para regodearnos en el triste papel de víctimas, no para dispensarnos de las responsabilidades inherentes al episodio lamentable y dudoso mediante disculpas fáciles en las que nadie cree, ni para dar la espalda tontamente -cuando es imposible- a la ‘aldea tribal’ de Mac Luhan, sino porque el ser argentino, el país, el momento argentino pueden resultar inhibidos, jaqueados y hasta anulados si no los fortalecemos, si no los cultivamos, si no los ayudamos en palabra y en acción a evolucionar, a organizarse y a crecer.

Así lo sentí, al menos, el 10 de abril entre trescientos mil argentinos espontáneamente congregados en la Plaza de Mayo para pronunciarse por el país.”  [197]

En  aquel tiempo, Víttori advertía:

“Hoy más que nunca, en esta hora de enterezas y decisiones, Europa está allá y Latinoamérica aquí, separadas por un océano de altivez imperial… “.

En el litoral, el domingo 11 de abril un estridente toque de clarín anunciaba:  “No hubo solución, pero sigue el diálogo – Masiva adhesión al acto por las Malvinas”…

En la primera página se reiteraba lo escuchado por radios y visto por televisión: “Hasta la 1.15 de esta madrugada se desarrollaron en la Casa de Gobierno las negociaciones de las autoridades argentinas con el secretario de Estado Alexander Haig. El jefe de la diplomacia norteamericana mantuvo sucesivas y prolongadas reuniones con el canciller Costa Méndez” -doctor Nicanor- “y con el presidente Galtieri”.

Los argentinos disponían de más información:  Los subterráneos y ferrocarriles transportaron a los manifestantes sin cargo. “La convocatoria inicial había sido hecha anteayer a través de Radio Rivadavia, pero luego se sumaron las radios y los canales de televisión, la mayoría de los cuales hicieron en la víspera un despliegue inusual en lo que va de los últimos seis años, con equipos móviles que transmitieron los detalles completos del acto a todo el país… Fue notable la asistencia de parejas con sus hijos, inclusive de corta edad, así como de grupos de personas que habían concertado su asistencia para sumarse a la multitud…

Cerca de las once se hizo más evidente la llegada de grupos políticos y gremiales, cuyos carteles se sumaron a los que ya portaban los presentes, identificando entre ellos a la Juventud Peronista” -”avanzaron en nutrida delegación alrededor de las 10:30 por la Avenida de Mayo voceando sus consignas” – “Perón, Evita, la patria peronista” – “Se siente, se siente, Perón está presente” y “cantando la marcha partidaria, al son de tambores y bombos.

Ese cartelón fue arriado, en principio al llegar al Cabildo y las expresiones partidarias se moderaron al entrar en la plaza”.

Un primer plano permite reconocer la presencia del Dr. Carlos Saúl Menem en “una jornada de júbilo”, junto a la resistente “cúpula sindical”: “Lorenzo Miguel, Néstor Carrasco, Saúl Ubaldini y Rogelio Papagno”.

El sábado 10 de abril de 1982, resonaba el clamor de la multitud:  “…’Argentina, Argentina’, mientras los organizadores señalaban por los altavoces que ‘hoy hay un único protagonista y un sólo destinatario, que es el pueblo argentino, al solo grito de Argentina, Argentina”.  En ese confuso día de otoño: “El calor fue, por momentos agobiante.  Los bomberos y el agua ayudaron a atenuarlo”.

Grupos de extranjeros se identificaban con banderas de sus países y con carteles, jóvenes integrantes de la comunidad eslovena vestían con trajes típicos.  Algunas leyendas en las pancartas:  “Malvinas, pueblo y soberanía”, “Malvinas no son Vietnam”, “Fuera ingleses y yanquis de las Malvinas, “Gracias Estados Unidos por su respaldo”; “Haig, remember 1806, 1807 y 1833”, recordándole las tres invasiones inglesas en territorio argentino.

En 1982, una nota editorial titulada “Vox populi, vox Dei” señalaba:  “Cuando ayer, a la hora señalada para la entrevista presidencial con el secretario de Estado de la Unión, el pueblo que rebasaba la Plaza de Mayo comenzó a corear las estrofas del Himno Nacional, el país entero estaba galvanizado.  La posición de los negociadores argentinos se vio robustecida por un apoyo lanzado en imágenes a todas las latitudes y el pueblo sintió que su aporte resulta invalorable en los momentos de peligro para la nacionalidad”.

El presidente de facto a las 13:22 apareció en el legendario balcón de la Casa Rosada -donde lo esperaban miembros del gabinete y militares-, acompañado por el gobernador de Buenos Aires Jorge Aguado.  El entonces  teniente general Galtieri, saludó con la mano derecha en alto a “una multitud”, que “con banderas argentinas llenó la plaza y sus alrededores.  Su discurso resonó en ese ámbito, en la Nación y en diversos continentes, por presencia diplomática.

Se destacó que “la curiosidad pudo más que el formalismo”, porque “el ministro Saint Jean y el gobernador Aguado” observaron desde la terraza de la casa de Gobierno, aunque también estuvieron en el balcón acompañando a Galtieri, junto al secretario general de la Fuerza Aérea Brig. Rodolfo Guerra; el secretario de Información Pública Rodolfo Baltiérrez, el ministro del Interior Gral. de División Alfredo Saint Jean, el ministro de Trabajo Brig. Julio César Porcile, entre otros.

Desde el balcón, el presidente de facto Galtieri, en ese memorable 10 de abril de 1982 expresó: “Pueblo argentino: el pueblo quiere saber de qué se trata.  Repito, el pueblo quiere saber de qué se trata.

En Mayo de 1810, en esta plaza, el pueblo de aquella época se reunió frente al Cabildo pidiendo saber de qué se trataba: el nacimiento de la Patria.

Hoy como en aquella época, pero con millones de argentinos en la Plaza de Mayo frente al Cabildo, el pueblo quiere saber de qué se trata; como en todas las plazas del país.

Las circunstancias hacen que ejerza la primera magistratura del país como presidente de la Nación, representándolos a todos ustedes.

Tengan la absoluta certeza, cada uno de los hombres, mujeres e integrantes de la juventud argentina que representando a todos los habitantes de la Nación, siento el orgullo y la satisfacción, en esta reunión inicial con los representantes del gobierno de Estados Unidos, de mantener la dignidad y el honor de la Nación Argentina.  La dignidad y el honor de la Nación Argentina, que no son negociados por nadie.

El gobierno de Gran Bretaña, la señora Tatcher y el pueblo de Gran Bretaña no han escuchado hasta ahora una sola palabra de ataque o una sola palabra ultrajando su honor y su reputación.  Hasta ahora.  Pero como presidente de la Nación, pido al gobierno y al pueblo inglés, moderación en sus expresiones y en sus hechos.  El gobierno argentino y el pueblo argentino, en este cabildo abierto pueden enardecerse y presentar a las ofensas, mayores ofensas.

Acá están reunidos obreros, empresarios, intelectuales, todos los órdenes de la vida nacional, en procura del bienestar del país y su dignidad.  Que sepa el mundo, América, que hay un pueblo con voluntad decidida, como el pueblo argentino.  Si quieren venir, que vengan; les presentaremos batalla.  En esto tenemos la solidaridad de varios pueblos americanos que están decididos a dar batalla con los argentinos.  La hidalguía del pueblo argentino en esta histórica Plaza de Mayo y en todas las plazas del país hace tender la mano al adversario; pero que esto no se interprete como debilidad.  Si es necesario, este pueblo que yo trato de interpretar como presidente de la Nación va a estar dispuesto a tender la mano en la paz, con hidalguía y con honor.  Pero también va a estar dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado del territorio argentino.

Mañana es domingo de Pascua.  Que el pueblo argentino -que es profundamente religioso y católico- rece pidiendo a Dios por la paz, pero por esa paz con dignidad, preparándose para enfrentar al adversario.  Les pido a todos, además de agradecerles porque están manifestando con vocación argentina, que cantemos todos el Himno Nacional”.

Distintos medios de comunicación informaron que “la desconcentración se hizo luego en orden y lentamente, sin que se produjeran incidentes, salvo uno que no tuvo consecuencias registrado entre las 14:10 y las 14:15 en las inmediaciones del edificio del Congreso de la Nación.”

Los perseverantes lectores, ese domingo de Pascuas percibieron cierta confusión y desorientación, porque mientras Galtieri hablaba de dar batalla, el ministro del Interior General Oscar Saint Jean afirmaba:  “… una guerra sería algo descabellado, una cosa anacrónica.

Casi a las puertas del siglo XXI no se puede concebir que se pretenda intentar recuperar mediante una acción de guerra una colonia perdida.  Retrocederemos 150 años en la historia produciendo una guerra”.  Consideró que esa multitud era “una manifestación espontánea de hermandad americana” -y agregó- “de manera que creo que el general Haig no se puede sentir molesto.  Esto es una expresión muy argentina y americana, sobre todo”. Expresó finalmente: “… esperamos simplemente que Gran Bretaña tenga la misma vocación negociadora que nosotros tuvimos durante tanto tiempo, con tanta paciencia, con tanta prudencia”.  Mientras tanto los malvinenses seguían escuchando “las emisiones de la cadena radial B.B.C. de Londres, porque ‘los asisten los derechos que figuran en la Constitución’…” como declaró en conferencia de prensa el coronel Esteban Alberto Solís, encargado de los asuntos civiles del V Cuerpo de Ejército”.  Esos derechos constitucionales se respetaban, pero el derecho a ejercer el sufragio, seguía siendo vedado a los ciudadanos argentinos residentes en el país.  Desde otras latitudes llegaban noticias inquietantes: Estados Unidos admitía que la salida de la flota inglesa creaba problemas en Europa y en consecuencia, el secretario de Defensa Caspar Weinberger “previno que es ‘necesario que la flota británica no se ausente por mucho tiempo” porque en tal caso, “la OTAN deberá proceder a reestructuraciones” e insistió “nadie piensa que la flota británica se quedará mucho tiempo”. Mientras tanto Israel seguía defendiendo sus intereses, concentraba “tropas en la frontera con el Líbano”.  [198]

El 11 de abril de 1982, a la mañana era posible leer el semanario “Esquiú color”: anunciaba el suplemento de Pascua y en la primera página sobre franjas azul celeste y blanca señalaba:  “MALVINAS: FIRMEZA Y ORACIÓN”.  En la segunda, alertaba: “Crisis: serenidad y firmeza”, valores imprescindibles para la resolución de cualquier conflicto.  En una imagen fotográfica tenía vigencia un hecho decisivo: “Madrugada del 2 de abril:  Infantes argentinos colocan la bandera argentina en Puerto Rivero.  Momento para la historia”… y el comienzo de otra guerra.  En la página siguiente, el eco de la voz de don Ata… Atahualpa Yupanqui, su canto a La hermanita perdida -compartido musicalmente con Ariel Ramírez simbolizaba un patriótico clamor:  [199]

De la mañana a la noche

De la noche a la mañana.

En grandes olas azules

y encajes de espumas blancas,

te va llegando el saludo

permanente de la Patria.

Ay, hermanita perdida.

Hermanita: vuelve a casa.

Amarillentos papeles

te pintan con otra laya.

Pero son veinte millones

que te llamamos: hermana…

Sobre las aguas australes

planean gaviotas blancas.

Dura piedra enternecida

por la sagrada esperanza.

Ay, hermanita perdida.

Hermanita: vuelve a casa.

Malvinas, tierra cautiva

de un rubio tiempo pirata.

Patagonia te suspira.

Toda la pampa te llama.

Seguirán las mil banderas

del mar, azules y blancas,

pero, queremos ver una

sobre tus piedras clavada.

Para llenarte de criollos.

Para curtirte la cara

hasta que logres el gesto

tradicional de la Patria.

Hay hermanita perdida,

Hermanita: vuelve a casa.

Ese domingo a la tarde, miembros de la “Multipartidaria” –junta política permanente-, entrevistaron a Robert Service, jefe del área del Cono Sur del Departamento de Estado norteamericano e integrante de la comitiva que acompañó a Alexander Haig, “entre las 16 y las 16:40 en la sede de la embajada norteamericana”.  Los políticos Antonio Tróccoli (radical); Torcuato Fino, Bernardo Montenegro (justicialistas), Francisco Aguirre (desarrollista); Miguel Monserrat (intransigente) y Martín Dip (democristiano), entregaron el documento emitido el 2 de abril.

En esa declaración, “la Multipartidaria expresó su total apoyo y solidaridad con la acción llevada a cabo por las Fuerzas Armadas en las islas Malvinas… su decisión de respaldar todas las medidas conducentes a la consolidación de la soberanía argentina”  Al día siguiente distintos medios de comunicación informaban que dirigentes políticos comenzaban a viajar hacia el exterior en misión informativa.

La primera noticia anunciaba el viaje previsto por: Rafael Martínez Raymonda -Partido Demócrata Progresista- y Francisco Cerro -Federación Demócrata Cristiana- hacia Italia, para concretar entrevistas en el Vaticano; se reunirían allí con el ex ministro de Defensa José Alberto Deheza, quien antes de viajar se reunió con el dirigente metalúrgico Lorenzo Miguel.  Los demócratas viajaron luego a España y el justicialista a Francia.  El día 12 viajó el ex subsecretario de Relaciones Exteriores Dr. Jorge Vázquez.

Rumbo a Estados Unidos partió el contador Antonio Cafiero; hacia México y el Caribe, el Dr. Vicente Leonides Saadi; el democristiano José Antonio Allende hacia Venezuela.

A las 19:30 se reunió la Multipartidaria con asistencia del presidente del radicalismo Carlos Contín; los desarrollistas Arturo Frondizi y Américo García; Deolindo Felipe Bittel -vicepresidente del Partido- y Néstor Carrasco -Justicialistas-, Oscar Alende -intransigente- y el democristiano Francisco Cerro.

Al término de la reunión el dirigente radical expresó que los políticos viajaban “para esclarecer nuestros derechos y la justicia de nuestras demandas respecto de las Malvinas.”

El radical Luis León -secretario del Comité Nacional del radicalismo- realizó gestiones ante el ecuatoriano Ávila Boitía -presidente del PARLATINO, Parlamento Latinoamericano- y ante el secretario Towslend Ezcurra, peruano.

El apoderado del Partido Justicialista Torcuato Fino anticipó que algunos miembros se presentarían ante los foros internacionales “para hacer conocer la posición del pueblo argentino sobre la situación actual.”

Un lustro después, las críticas desde esos sectores por distintos medios de comunicación demostraron que en aquel momento, eran desconocidas significativas claves.  

En Santa Fe de la Vera Cruz, el vespertino “El Litoral” revelaba el peso de la verdad.  [200]

Con un título que abarcaba cuatro columnas señaló: “No concretó acuerdos la gestión del Gral. Haig.  El enviado del presidente Reagan partió hacia Londres, portando ‘algunas propuestas’ que permitirían iniciar las negociaciones.  No formuló ningún tipo de declaración”.

En dos columnas, desde el litoral se difundió: “Un llamamiento de Su Santidad.  Está dirigido a nuestro país y a Inglaterra para que resuelvan diferencias por la vía pacífica.”  El Papa Juan Pablo II “en su mensaje pascual pronunciado ante miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro y que fue transmitido a otras millones de todo en mundo en directo por radio y televisión”, recordó que “la alegría pascual está ofuscada por situaciones de tensión y de conflicto en algunas partes del mundo”. Sugirió resolver el conflicto del Atlántico Sur a fin de que haya “Paz”… Insistió Su Santidad: “Paz en la justicia, paz en el respeto de los principios fundamentales y universalmente reconocidos y afirmados por el derecho internacional y la mutua comprensión.”  [201]

El peso de la verdad: Pasión y  Resurrección

“Si el mundo tiene futuro es porque Cristo resucitó”.

Así como se recuerdan los sermones de Fray Mamerto Esquiú, merecen ser reiterados los mensajes dominicales del noble Arzobispo de Santa Fe Monseñor Dr. Vicente Faustino Zazpe. El domingo 11 de abril de 1982, mientras multitudes se reunían en plazas de distintas localidades por la Gesta de las Malvinas, el generoso Pastor expresó:

“La Resurrección de Cristo es el hecho religioso que fundamenta la posibilidad permanente de renovación y de recreación, cualquiera sea la situación precedente, personal o colectiva, de postración.  Si el mundo tiene futuro es porque Cristo resucitó.  La Resurrección del Señor es el hecho capital de la historia, la meta anticipada, el destino asegurado y la esperanza siempre posible.  Desde la Resurrección, la humanidad posee en Cristo el secreto para resolver y superar la formidable crisis universal que, aunque con manifestaciones en los niveles políticos, económicos, científicos y técnicos, hunde sus raíces en la profundidad de lo religioso.  Si el hombre no es rehecho desde Dios, la crisis no tendrá explicación ni solución.

Juan Pablo II ha dicho que el hombre es el camino de la Iglesia y por lo tanto para el mundo contemporáneo.

Hay que renovar el mundo, pero renovando al hombre.  Hay que renovar la nación, pero renovando al ciudadano.  Hay que renovar la economía, pero renovando a los economistas.  Hay que renovar al Estado pero renovando al estadista.  Hay que renovar la política pero renovando a los políticos.  Hay que renovar la ciencia, pero renovando a los científicos.  Hay que renovar la empresa, pero renovando a los empresarios.  Hay que renovar la profesión, pero renovando al profesional.

En Cristo Resucitado la humanidad tendrá siempre la luz para resolver sus enigmas radiales y dispondrá de fuerza para superar sus capitulaciones.  /…/

Nuestra sociedad se renovará, cuando la ciudadanía admita que el amor puede más que el odio, el servicio más que la opresión; que los pacíficos son más fuertes que los violentos, que los limpios de corazón construyen la nación y los sucios la destruyen, que la verdad libera y la mentira esclaviza.  Nuestra sociedad se renovará, cuando Cristo Resucitado, sea verdaderamente el Dios de la Constitución, de la familia, de la educación, del tribunal, del Parlamento, de la economía y de toda la vida ciudadana.

Proclamar la Resurrección en la Argentina es convocarla a la renovación moral y espiritual, a la justicia y a la honestidad, a la grandeza de miras, a la nobleza de vida y a la prevalencia del bien común sobre los intereses sectoriales.  Proclamar la Resurrección en la Argentina es convocarla al cambio de las palabras por los hechos, de la permisividad por la austeridad, del egoísmo ciudadano por la solidaridad nacional, del enfrentamiento por la reconciliación, la impoluta distribución de culpabilidades al mea culpa personal y sectorial, de la imaginación febril a la realidad del  país. Proclamar la Resurrección en la Argentina es ubicar a Cristo en los hechos y no solo en los discursos, su justicia en la justicia del país y sus exigencias en los problemas de la Nación.  Proclamar al Cristo Resucitado  es creer que Dios vive con nosotros, está con nosotros y nos ofrece su Resurrección para nuestra renovación”.  [202]

Lectura… y miradas.

En noviembre de 1918 -desde Granada, cuando no imaginaba amenazas de muerte ni la guerra civil-, el musical Federico García Lorca  insinuaba El canto de la miel…  [203]

“La miel es la palabra de Cristo,

el oro derretido de su amor.

………………………………………..

La miel es la epopeya del amor,

la materialidad de lo infinito.

Alma y sangre doliente de las flores

condensada a través de otro espíritu.

(Así la miel del hombre es la poesía

que mana de su pecho dolorido,

de un panal con la cera del recuerdo

formado por la abeja de lo íntimo.

…………………………………………….

¡Oh divino licor de la humildad,

sereno como un verso primitivo!

……………………………………………

¡Oh! Divino licor de la esperanza,

donde a la perfección del equilibrio

llegan alma y materia en unidad

como en la hostia cuerpo y luz de Cristo.”  [204]

Desde otra perspectiva -más cercana en el espacio y en el tiempo-, recuerdo a Ana, mi amiga del alma… en otra mañana.

Transcurría abril y una amenaza de guerra conmovía a los argentinos.  Reconozco que en ese momento, estuve simplemente soñando porque creí que algún acuerdo diplomático confirmaría la recuperación de las Islas Malvinas.  Ana insistía en su negativa: ¡los chicos van a morir! repetía mientras recorríamos la calle Mendoza indiferentes a las vidrieras y a los ruidos de los automóviles.  Nos despedimos y advertí mi desasosiego ante la incipiente duda…”  [205]

Este aparente desvío es un testimonio ineludible porque han sido hechos que han conmovido no sólo a los argentinos…

El nudo de nuestra soledad

Como regalo de Reyes, el diario vespertino de los santafesinos dejó interesantes señales.  Ante la crisis política generada en Perú por la guerrilla ultraizquierdista de Sendero Luminoso, el presidente Fernando Belaúnde Terry adoptó medidas de seguridad que significaron “un éxodo en masa.  Los indios bajan de las montañas, abandonando sus rebaños, y se refugian en los suburbios, ya atestados y azotados por la desocupación.  Un millar de soldados avanza en dirección contraria, coreando canciones macabras y esgrimiendo armamento sofisticado que incluye visores para el combate nocturno, tal como el que usaron los ingleses en la guerra de las Malvinas.  No es seguro que esos visores permitan distinguir entre los guerrilleros de Sendero Luminoso y los dirigentes tradicionales de las comunidades indígenas.”  [206]

Gabriel García Márquez había sido distinguido con el premio Nobel de Literatura y desde su discurso propuso una mirada sobre la soledad de América Latina.  En un recorrido siguiendo el rumbo del autoritarismo, el destacado escritor expresó:  “Numerosas mujeres arrestadas, encintas, dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares.  /…/  El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina tendría una población más numerosa que Noruega.  Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras.  Una realidad que no es la del papel, sino que vive en nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte.

Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida.  Este es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

Pues, si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos nacionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos.”  /…/ “La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.”  /…/ “La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo.

América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental.  No obstante los progresos de la navegación, que han reducido las distancias entre nuestras Américas y Europa, parece haber aumentado, en cambio, nuestra distancia cultural.”  /…/  Destacó García Márquez que “cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vidas nuevas como para siete veces cada año la población de Nueva York.  La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, los de América latina.  En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino a la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios.  Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre’.  No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez, desde los orígenes de la humanidad, el desastre como el que él se negaba a admitir hace 32 años es nada más que una simple posibilidad científica…”

Después de esa evocación, en el rumbo de la literatura, con algunas conclusiones de Osvaldo Valli, es posible reconocer que los desarrollos de Víttori reflejan “un encuadre, un contexto que el autor santafesino analiza exhaustivamente.  Latinoamérica en su dimensión englobante, el país con su complejidad, la región y sus matices son los núcleos básicos penetrados con criterios absolutamente integradores -sentirse argentinos en Latinoamérica, verse argentino mirando hacia y desde Latinoamérica.  Y abarcándolos a todos, la inalterable condición humana -’considerarse hombre en función de una literatura implantada en un espacio y un tiempo circunscritos, aunque trascendentes’.”  [207]

1983: “Literatura y Región” (monografía y tres ensayos)

Desde el CELA (Centro Estudios Latinoamericanos) de Buenos Aires, impulsado por Graciela Maturo y su esposo Eduardo A. Azcuy -amigos de escritores santafesinos-, en enero de 1983 se concretó la edición del folleto titulado Literatura y Región -ensayo-, que como advierte Víttori es una parte “del libro homónimo, inédito”, que mereció un breve comentario de la crítica Kathy de Mazzei en las páginas de la comarca y el mundo.  La reedición se concretó tres años después en el libro que incluye una monografía y tres ensayos; el contenido sólo tiene diferencias formales mediante el uso de caracteres en cursiva.  [208]

Desde la Gaceta Literaria de Santa Fe, en mayo de ese año se reconoció que “al margen de su creación narrativa -cuentos y novela- a José Luis Víttori le apasionan los problemas teóricos referidos a la literatura como conexión con la sociología y la especulación filosófica.  Estas páginas del opúsculo que hemos recibido son buena muestra de la capacidad analítica de su autor, aptitud, por otra parte, ya puesta en evidencia en obras anteriores.”

En la aproximación al tema de la identidad nacional, Víttori en ese ensayo refleja el pensamiento de algunos escritores durante esa década.  En junio de 1978…

“José Gobello fue uno de los que abrió el fuego al referirse a la crisis más grave de la historia de nuestro país, crisis que, en la década del 70 ‘amenazó con el riesgo inminente de la pérdida de identidad’.”

“No es mucho lo que habla la gente de la acechanza que sorteó la República -dijo-, pero no hay argentino que no tenga conciencia de que la patria prácticamente se había convertido en un satélite manejado por control remoto y que, de pronto, en un gesto decisivo, recobró su personalidad”.  [209]

Cinco años antes, Jorge Luis Borges fue entrevistado por el redactor Luis Pazos y cuando el periodista manifestó: “Hay quienes niegan que los argentinos tengan identidad”, el distinguido escritor contestó “¿Quién lo niega?  Yo nací en la Argentina y no me siento mexicano (…)  A los que niegan que la Argentina tenga una identidad cultural definida les puedo asegurar que se equivocan”.

Víttori en consecuencia, elaboró su conclusión:

“Es alentador que, pese a sus habituales ironías, Borges haya dicho eso en serio, pues alguna vez lo puso en duda.

En su ensayo El escritor argentino y la tradición -por ejemplo-, no sólo encaraba con escepticismo el problema.  Dudaba de que existiera y lo llamaba ‘apariencia’, ‘simulacro, ‘seudo problema’.”

“Para Julio Cortázar, a nuestra identidad y a nuestra verdad sin máscaras, debemos buscarla en Latinoamérica, donde reside la noción de unidad profunda dentro de las particularidades”. [210]

17-04-1983: Exposición Feria Internacional del Libro

José Luis Víttori como periodista y escritor, como entusiasta lector compartía esta iniciativa…

El domingo 17 de abril de 1983, desde La Nación trascendieron algunas conclusiones de escritores porteños acerca de las posibilidades de edición en la Argentina; qué apoyos tiene el escritor que se inicia en el mundo de la literatura y respuestas al reiterado interrogante: ¿La Feria del Libro influye en el aspecto de la publicación en la vida del escritor?”

Beatriz Guido consideró que era difícil editar “por los altos costos y por la no ayuda de una ley del libro”; con respecto a los apoyos destacó: “No tiene ninguno” -Al releer dudo, si no tiene ninguno será porque tiene alguno; salvo si interpreto: Ninguno.  No tiene y así resultara convincente la negación.

Eduardo Gudiño Kieffer advirtió que “para los jóvenes inéditos es sumamente difícil, casi imposible; para los conocidos, con una carrera hecha, no.  Esos tienen el futuro de su libro asegurado.” Consideró que el escritor que se inicia “tiene el apoyo de sus pares mayores cuando éstos cuentan con paciencia y tiempo para escucharlo, orientarlo y atenderlo, tiene el apoyo de los amigos, tiene quizá el apoyo de un taller literario (aunque paga por este apoyo), pero no tiene en absoluto el apoyo editorial.  Tampoco tiene apoyo cultural, porque todos los aspectos culturales de la Argentina, están por este momento, en una total falencia.  Por supuesto, apoyo oficial no tiene  ninguno”.  Consideró que “el escritor novel puede sí tener una repercusión por lo menos momentánea, mayor durante la Feria que en el resto del año…”  [211]

1984: “La reserva” (relato)

A mediados de marzo de 1984, en la Capital Federal se aceleraba la conclusión de los proyectos previstos para la Décima Feria Internacional “El libro – Del autor al Lector”.  Ese año la doctora Alicia Moreau de Justo, esposa del líder socialista Juan Bautista Justo, por su trayectoria fue designada la mujer del año: nacida en 1885 en la inglesa Londres, desde los cinco años residió en la Argentina-; médica egresada con diploma de honor, defensora de la igualdad de derechos humanos, amada y perseguida.

El sábado 17 de abril, desde el litoral trascendió “La reserva” compartida por José Luis Víttori y Oscar Esteban Luna.  Desde sus originales percepciones se gestaron ambas obras: la narrativa y el cuadro.  Víttori comienza el relato en singular, en primera persona, él es el protagonista: “Me gustaba caminar de noche por los espacios desiertos”.  Desde un primer plano en el ángulo inferior derecho, Luna sorprende con un medio rostro que revela una mirada en lejanía.  Víttori describe un lugar, una ciudad con “elevadores rápidos” y con “vías subterráneas”, transitadas por él mientras se encontraba con otros caminantes nocturnos, que van “esquivando por instinto los reflejos de luz que nos harían visibles a las lentes de la Información”.  Destaca que entre esas personas -o personajes, si lo prefiere, “conversábamos lo justo para comunicarnos ideas o experiencias estimulantes, para sentirnos acompañados y comprendidos.  Después cada uno seguía su camino, la secuencia de sus ensoñaciones y meditaciones, conviviendo con el otro (o la otra, pues también hubo mujeres) en espíritu, sin vulnerar, como es fácil de ver, el animus de la ciudad”.

A partir de esas circunstancias, el escritor se expresa en primera persona del plural.  Al observar la obra de Luna, hay un paralelismo, porque son tres los perfiles en un segundo plano, anterior al de las ramas que limitan ese misterioso espacio cargado de sugerencias.  Indica Víttori que “allí estaba el oratorio, la única y poco frecuentada capilla de la Ciudad de la Razón, con su imagen dolorosa del Cristo de las Espinas…”

Destaca Víttori que en las “oficinas de Seguridad Interna”, todo estaba “grabado en un tape” y advierte:  “por si faltara algo, aparecieron mis fichas de trabajo con sus curvas de rendimiento alicaídas”.  Señala algunos caminos ineludibles en el rumbo de la justicia, aunque en esa ciudad de vasto desarrollo tecnológico, “el robot, considerado infalible en su misión de dictar justicia, pronuncia la sentencia”, que si “es de muerte, suele cumplirse en el acto y en la misma sala”. La pena de exilio exige la purificación antes de que el condenado sea arrojado al espacio en paracaídas, con un “equipo de sobrevivencia”.

(Recordé estas descripciones cinco años después, durante el otoño de 1989 en el hemisferio norte, cuando culminó un brevísimo sumario y ordenaron fusilar al fundador de otra Seguridad en la lejana Rumania y a su esposa Elena.

La posibilidad de un exilio a fines del siglo XX es una dolorosa amenaza en todos los continentes y en algunas latitudes, pareciera ser que se han vacunado los potenciales exiliados; la purificación mediante dietas equilibradas y abundante agua es el primer tratamiento después de un accidente y antes de cualquier operación, de modo que esas referencias conmueven aunque no impactan.

Acerca de los paracaidistas, en el litoral -y en otras latitudes- se ha comprobado que aterrizan en diferentes lugares, cerca de la sede de distintos gobiernos; en playas de estacionamiento de diversos tribunales de justicia y hasta en los palacios legislativos; son menos los que llegan a las zonas inundadas o los que ensayan sus habilidades en aeródromos de escasa población, de modo que sería como “estar en las nubes” el no estar predispuesto para tolerar sus inquietantes aterrizajes.)

Al leer el final del cuento, al comprobar que el personaje imaginado por Víttori, había seguido la trayectoria indicada por el ordenador en el momento de la sentencia, que lo “había exiliado en uno de esos lugares inexplorados y vedados, que se decía, conservan intacto un ecosistema”; ante ese desenlace, comprendí con mayor precisión la exuberancia vegetal que abarca los planos superiores del cuadro y la trascendencia de esa luminosa presencia humana, en el centro de la escena.  Fue una experiencia interesante poder compartir esas observaciones, a pocos días del comienzo de otro otoño, momento del trasplante inesperado; cuando comenzaban a cambiar los tonos del follaje y los sabios árboles iniciaban el ritual del cíclico renunciamiento, en silenciosos e inevitables deshojamientos.  [212]

X Exposición Feria del Libro (1984)

El jueves 5 de abril se inauguró la X Exposición Feria Internacional del Libro y se desarrollaron diversos actos culturales hasta el día 23, celebración del Día del Idioma Castellano, en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) al conmemorarse ese día otro aniversario de su Partida; en el mundo literario coincidente con el último Vuelo de William Shakespeare (1564-1616).  El lema de la Feria, señalaba la trascendencia de “La poesía” y el color oficial era el ocre.  Semanas antes, desde España hasta la nación había llegado la noticia de la Partida del español Jorge Guillén, el hombre que supo captar “la luz y la blancura para su fulgurante poesía”.

Su amigo el poeta Dámaso Alonso destacó que Guillén, nació “para lo que se nace; es decir para cantar.  Y cumplió con su deber, cantó”.  Regaló esa “poesía eterna, alta llama del mundo, que se nutre del mundo siempre; siempre pura escaladora de Dios…”  [213]

Desde Bogotá, Eduardo Carranza advirtió que “con él ha desaparecido uno de los últimos y más extraordinarios integrantes de una brillante generación poética española, la del 27”.  En este instante, se percibe el eco de una de sus décimas:  [214]

Yo vi la rosa; clausura

primera de la armonía

tranquilamente futura.

Su perfección sin porfía

serenaba el ruiseñor.

Cruel en el esplendor

espiral del gorgorito.

Y el aire ciñó el espacio

con plenitud de palacio,

y fue ya imposible el grito.

En su tiempo, “Guillén se ubica como expresión de asombro y dicha.  Está entreabierta la puerta, penetremos en el ‘Taller’:  [215]

Por un negro agujero el universo

desaparecerá, prevén sabios.

¿No es eso lo que ocurre a cada uno?

Por el negro agujero de mi muerte

se acabará en silencio mi universo.

‘Al cabo de millones y millones

de centurias se habrá extinguido todo.’

No en la imaginación,

del pobre ser viviente,

incapaz de asumir durante el lapso

de un minuto la nada catastrófica.

Volvamos a soñar con los orígenes,

el dios, el ser, el átomo, la fuerza

más allá siempre de la absurda nada.

Creación, creación en obras, obras

por donde van pasando los fugaces.”

A orillas del río de la Plata, consultada Silvina Ocampo -la esposa de Adolfo Bioy Casares, hermana de Victoria-, acerca de “qué significado práctico tiene que la Feria del Libro haya sido dedicada este año a la poesía”, respondió que era “una manía de clasificar y de separar, porque la poesía tuvo su oportunidad desde que empezaron las palabras”.

El entonces director de la Biblioteca Nacional Gregorio Weinberg destacó que el principal aporte de esa exposición es “su capacidad de convocatoria, que actúa sobre grandes sectores de la población de todas las edades y condiciones sociales, en un marco de alegría provocado por el descubrimiento o reconocimiento de miles de títulos, autores, temas, expresiones artísticas, etcétera, en suma, por su virtud de enriquecer el espíritu.”  Quienes asignen importancia a los números en las estadísticas, les puede interesar saber que la primera exposición se realizó entre el 1 y el 17 de marzo de 1975, eligieron como color oficial el marrón, el homenaje fue  “a la primera imprenta” y en una superficie de 7.500 m2 se desplazaron 140.000 visitantes; en la novena, del 8 al 25 de abril de 1983 eligieron el color rojo; el lema fue “La palabra escrita causa permanente progreso” y comentaron que “aproximadamente 920.000 visitantes” se acercaron a la exposición que abarcó “doce mil metros cuadrados”…

En torno a la cultura nacional…

Es posible coincidir con José Luis Víttori en algunas de sus observaciones:

“…los argentinos respondemos a ciertas maneras de ver las cosas, de sentirlas, de comportarnos ante ellas, de hacerlas, de hablarlas, de creerlas, de opinarlas, que nos muestran de un modo y no de otro, que nos distinguen de otros pueblos”.  “Es lo que llamamos cultura, y, al particularizarla en este espacio y en ese momento nuestros, cultura nacional, ser nacional inspirador, orientador y hacedor de una cultura diferenciada, de un modo de vivir, de hablar, de pensar, de actuar…”

…”Y es aquí donde entra la región: espacio, tiempo y sentimiento.  No tanto la región geográfica como conocimiento, como zona científicamente abordada, sino el territorio vivido, la población frecuentada, el “micromundo” del cual absorbemos infinidad de elementos en forma inmediata y espontánea.  Región, nación, cultura y literatura son cuatro términos acordes, cuatro realidades que se corresponden”.  [216]

Cuando Víttori en la década del 70; profundizó su análisis sobre la literatura nacional, consideró que la “más representativa” puede ser…

“…la de la región más influyente, para nosotros la región porteña, tan nutrida de escritores de provincias, pero tan perfectamente recortada contra el horizonte del interior, por la fuerza o la insolencia de su enorme concentración humana y disponibilidad de medios materiales”.

“Al prestigio de la ciudad gigantesca no podemos negarlo.  Todo el país lo ha hecho, en buena medida, con sus aportes intelectuales y económicos.  Tan importante es, que lo que no sucede allí es como si no sucediera.  Un país urbano enquistado en la nación rural… Factoría, a veces, de una inmensa colonia despoblada…”

Es una realidad que ha motivado sucesivos ensayos; ha generado planteos en diferentes paneles y provocó entusiastas debates.  Si se considera que lo representativo, ha de ser “lo característico, que tiene condición ejemplar o de modelo”, la influencia de la situación geográfica -ecológica- quedaría al margen del nudo del conflicto donde se enlazan la carencia de canales de distribución y la falta de oportuna publicidad a fin de despertar el interés de los potenciales lectores.  Lo representativo de la literatura está inserto en una dimensión que no se puede medir con los mismos instrumentos utilizados para un estudio de mercado o para una estadística.  En distintos actos se ha reconocido que hay autores muy nombrados y renombrados, cuyos títulos se conocen aunque el contenido se lee poco y menos aún se lo interpreta en la dirección señalada por el autor.  Surge así la duda acerca de cómo se realizan tantas ediciones y reediciones.  Las financiadas por el autor, con frecuencia terminan ocupando un oscuro espacio en los anaqueles hogareños y desde ese lugar, siguen presionando sobre la conciencia por el destino frustrado.  En otras situaciones, la respuesta contundente se percibe al acercarnos a las mesas de liquidación de libros que se asemejan a un original tapiz, heterogéneos en las materias y en los géneros.   Hay otra respuesta, revelación de un honesto editor que ha reconocido el servicio singular de las guillotinas, en la antesala de otras ventas con el propósito de recuperar una mínima parte de lo invertido.  Hay otros hechos que conmueven aún más al escritor y quizás provoquen una sonrisa cómplice en el lector: en este tiempo de reprografía abusiva, las fotocopias poco a poco van desplazando al libro y aunque es vergonzoso reconocerlo, los educadores profesionales creen en la justificación aparente por razones de celeridad -porque el título no está disponible para la venta en las librerías locales- y de economía, aunque el total de fotocopias cueste igual o más que el ejemplar nuevo.  Lo innegable, es que la distribución de síntesis tan sintéticas -dicho así para que el énfasis promueva alguna reacción…-, sólo origina aprendizajes fragmentados y en los estudiantes, se aniquila cualquier propósito de mayor indagación.  A estos razonamientos incompletos, hay que intercalarle las dudas que emergen por la aplicación continua de nuevas tecnologías de comunicación y de educación a distancia.  Víttori al aproximarse al tema de la identidad nacional, recordó que el escritor y pintor Ernesto Sábato, “en mayo de 1978 le decía al periodista que lo entrevistaba: ‘Dejémonos de fastidiar con eso de la cultura nacional como contrapuesta a una literatura universal’.  Agregando: ‘Este proyecto nacionalista sólo tendría un resultado: aniquilarnos como nación’.”  Al calor de los acontecimientos vividos por los argentinos en el primer semestre de 1982” –la Gesta de las Islas Malvinas con el propósito de recuperar la soberanía política en un territorio usurpado en 1833-, “sorprende la imprudencia de esas palabras en boca de un escritor generalmente lúcido y cuya obra expresa, de un modo tan doloroso y patético, la problemática de la región porteña, aunque, símbolo del país, símbolo del mundo, ésta se inserte en los valores morales de un sentir ecuménico”.

(Otra aparente desviación de la trayectoria inicial, propone varias lecturas y será el lector -con su potencia-, quien resuelva la orientación y la magnitud de esas proyecciones. En el rumbo de la literatura es posible encontrar testimonios y documentos que confirman las contradicciones u omisiones, en relación a lo enseñado -lo publicado- y lo sucedido en distintas áreas de estudio.  Desde el punto de vista del periodista mendocino François Lepot, en 1986 durante la presidencia del doctor Raúl Alfonsín, “en la Casa Rosada se sigue confiando en el hermano mayor.  Sus consejos son requeridos hasta cuando ha tomado partido político y militar a favor de nuestros agresores.”

Estudiosos profesionales de las letras

En 1982, en la provincia de Santa Fe se había producido otra confluencia de escritores -entre ellos José Luis Víttori- y de personas vinculadas al estudio de la historia.  Se fundó el Centro de Estudios Hispanoamericanos de la Provincia de Santa Fe y siete años después, Víttori -miembro de número fundador-, ejerció la presidencia.  El 20 de diciembre de 1982, desde la comarca el entrevistador J. C. expresaba su curiosidad acerca de cuáles eran las posibilidades la narrativa en la argentina y Víttori una vez más intentaba desatar el nudo del aparente conflicto: “la edición y la difusión están fuertemente centralizadas en Buenos Aires. El libro que no se publica, no se distribuye y no se comenta allí, es como si no existiera.  Y no hay lugar para muchos: la oferta de originales supera la demanda.  /…/  También son muy pocos los escritores que realmente viven de lo que escriben (si eso en verdad importa, sobre todo a la calidad de las obras).”

Víttori advierte que: “En la Argentina escasean los profesionales de las letras, aunque se diga lo contrario.  Al grueso del trabajo lo hacemos los ‘amateurs’ en los límites del tiempo (gozoso) solventado por las ocupaciones ‘honestas’ (utilitarias).  Para colmo, nuestro lector medio tiene tendencia a evadirse de la realidad ambiente; eso explica el éxito de la novelería extranjera.”  Alude luego a la imagen electrónica y “en semejante perspectiva, ¿quién escribirá mañana?”, interroga Víttori.  A pesar de esas dudas, él seguía escribiendo, fiel a la vocación percibida “veinticinco años” antes y “escribía regularmente”.  Reconoció que le ha ido “bastante bien” y anticipó sus planes: [217]

“Escribir nuevos libros y reescribir los originales defectuosos hasta completar una obra cuya coherencia justifique una vida dedicada a la literatura”.

El periodismo escrito pertenece al mundo literario y Víttori desde su juventud trabajó en la empresa heredada de su padre.  En ese camino es evidente que halló frecuentes y profundas motivaciones, como las que apuntó en la década del 60, cuando ya se insinuaba la potencia de su trayectoria.

“Los sentidos no registran todo el movimiento ni todo el color ni todo el sonido.  Así, nuestra percepción del mundo es incompleta y no agota la realidad.”

“La imagen artística, se ha dicho, no es este hombre, este árbol, esta piedra en su misma naturaleza.  Sin embargo los alude, establece una relación ideal entre dos realidades, una que es espíritu y la otra naturaleza.

La imagen artística, por grados de abstracción, es un denominador común irreal: otra realidad que cambia.”

“La novela, el cuento, la poesía, no están hechas de la sustancia del mundo.  Son representaciones, alusiones de un espíritu curioso, divertido o problemático que explora en función del ánima, de las emociones, la sustancialidad del hombre y del mundo.”

“… Hombre y mundo son parte de una misma realidad, y lo que hagan el uno del otro son formas o gradaciones de una relación inevitable.

El hombre en cuanto espíritu encarnado y el mundo en cuanto materia percibida se corresponden y se integran.”

“Los hombres, por sus ideas, están en función de la historia. Pero no valen por eso, sino por sus conductas, por sus obras…

Así, no basta estar en la historia.

Hay que valer como hombre, como persona, frente a los demás, en la vida.”

1985: Primer Encuentro Internacional de Escritores

Artistas y lectores renovaron sus encuentros en la XI Exposición Feria Internacional entre el jueves 28 de marzo y el 15 de abril de 1985.  Se generaron diversas actividades en torno al lema El escritor y la libertad de expresión, entre ellas el Primer Encuentro Internacional de Escritores.  Desde “La Nación”, Gregorio Weinberg aludió a su participación en el ciclo “Destino del libro en la era electrónica” auspiciado por ese diario y realizado en agosto del año anterior.  Destacó que “estar muy informado en modo alguno significa estar en condiciones de captar lo esencial de los problemas, ni disponer de los métodos o recursos indispensables para elaborar las respuestas apropiadas o emitir juicios de valor.  Sin apelar a los malabarismos verbales, concluyamos que estar muy informado no es estar bien informado”.

Planteó una observación precisa al reconocer que aún está sin ejercer el derecho a la lectura, “por perduración de masas de analfabetos o con bajísimos promedios de escolaridad; desuso y disfuncionalidad de la enseñanza impartida; carencia de hábitos; costos desproporcionados del libro con relación a los niveles de ingreso; falta, escasez o indigencia de las bibliotecas, búsqueda de soluciones mágicas que recaen en tecnolatrías abusivas, etc.” y en consecuencia es imprescindible impulsar políticas de promoción del libro, “ponerlo cuanto antes al alcance de todo el mundo para, de este modo, consolidar una de las vigas maestras de nuestra cultura.”[218]

Weinberg imaginó una arquitecturanuestra cultura-, que lógicamente tiene cimientos -una base de información, educación y creatividad- y diferentes soportes en distintos planos, que revelan la presencia, vigencia y potencia de las actitudes de personas, grupos, instituciones… En su visión, el libro -su lectura- constituye un sostén -quizás con la resistencia de un madero, del hierro, del cemento, del acero…-, que “sirve para sostener las cabezas de otros maderos también horizontales, así como para sustentar cuerpos superiores del edificio”.  Es posible otra conjetura -no opuesta sino complementaria-, porque en la actual era de la electrónica, la cultura resulta semejante a un potente desarrollo helicoidal, cuya fuerza –caudal de espiritualidad, conocimientos, habilidades, fenómenos y transformaciones-, genera la propulsión de movimientos y desplazamientos, una evolución constante en lo artístico, científico y técnico.  Acerca de esas situaciones, Víttori ha advertido un “Presente gris y porvenir incierto”, alude a las “Tribulaciones del libro y la literatura” en su aproximación a la Literatura y cultura nacional.

Durante ese “Primer Encuentro Internacional de Escritores”, el enviado especial del diario “El Litoral” de Santa Fe anotó que asistieron “ochenta y dos escritores invitados -siete europeos, dieciocho americanos y cincuenta y siete argentinos (residentes en Buenos Aires y en provincias), en presencia del público que colmaba la capacidad del recinto”.  En la sala “Leopoldo Lugones” el escritor Ernesto Sábato pronunció el discurso de apertura; a la derecha estaba el secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires Mario -Pacho- O’ Donnell -en la década siguiente senador nacional-, a la izquierda el secretario de Cultura de la Nación, el dramaturgo Carlos Gorostiza.  [219]

Terminado el discurso, los asistentes se pusieron de pie para aplaudir una vez más a don Ernesto Sábato, quien en ese tiempo tuvo la responsabilidad de presidir la CONADEP (Comisión nacional investigadora de la desaparición de personas).

En un lugar próximo a esa sala, Gastón y Víttori respondieron a las preguntas del periodista santafesino.

Gori nombró a los escritores que expresaron sus conclusiones acerca del tema “El escritor y la sociedad:  el uruguayo Mario Benedetti; los cubanos Roberto Fernández Retamar y Norberto Fuentes; Elsa Joubert, sudafricana; Ana María Matute, española; los argentinos José María Castiñeira de Dios -nacido en Tierra del Fuego-, Antonio Di Benedeto, Luis Franco, Marta Lynch, Juan José Manauta, Víctor Massuh,  Antonio Salas; Julia Prilutzky Farny, ucraniana por nacimiento…

Ecos en el litoral santafesino…

En la comarca y el mundo se percibieron algunas impresiones bajo el título: “Dos santafesinos en el Primer Encuentro Internacional de Escritores”.  Ángulo superior derecho, fotografía del perseverante José Luis Víttori hojeando su libro “El escritor: medio y lenguaje” editado siete años antes y como fondo la colección “Historia de la Literatura Argentina” de Ricardo Rojas.

Víttori integró la mesa sobre “Literatura y medios masivos de comunicación”, con representantes de Colombia, Bulgaria, Italia, Alemania Oriental, Estados Unidos, Cuba, y argentinos, con la coordinación de Félix Luna.  En aquella página, desde el ángulo opuesto, la fotografía del noble Gastón Gori dona su mirada y una sonrisa.  Vestido él también como es tradicional, aparece una vez más adelante de una enredadera, la matizada hiedra que conmueve con diferentes simbolismos.

Desde otros planos, las declaraciones de Víttori son la síntesis de su vocación literaria:

“Para mí la lectura silenciosa es un acto privado que religa dos imaginaciones -la del escritor y la del lector- a través de un texto impreso en forma de libro.”  /…/ “Me inclino a considerar el libro un medio de difusión social, más personalizado, tal vez, que el periódico.”

“En la lectura de un libro suele darse una ‘afinidad electiva’ -una preferencia, una identificación-.  Por otra parte, detrás de cada medio de difusión social se agazapa un medio de comunicación interpersonal: las cartas de lectores o las polémicas en un diario.” /…/

“…le digo a los jóvenes escritores: no desalentarse, no desertar de la novela, del cuento, del drama, del ensayo, pero tampoco quedarse quieto; experimentar transponiendo la literatura de un lenguaje a otro, pasar a un medio acústico o a un medio audiovisual y ver qué ocurre, en el tránsito, en la ‘otra versión’, con nuestra metáfora y con nuestra escritura”.

 

Víttori es coherente en su vasto recorrido y en sus concepciones literarias se funden las impresiones de sus experiencias periodísticasAprende, aprehende, deduce, sugiere, intuye e instruye, educa: es un maestro, es un educador a distancia.

Arte de dialogar…

En aquella Feria y en diferentes lugares hubo otros encuentros de escritores y lectores.  Víttori participó en el III Simposio Internacional de Literatura organizado por el Instituto Literario y Cultural Hispánico en Salta y en 1987, en el IV Simposio, en San Carlos de Bariloche, provincia de Río Negro.

Esos ensayos integran el capítulo “II – Nuestra Literatura en el mundo actual” en su libro “Literatura y Cultura Nacional”, editado dos años después.

1986:  “Literatura y Región” (estudios)

 

Víttori avanzó en sus estudios sobre la literatura en la región y confió en la editorial Fundación Ross de Rosario, la publicación de sus desarrollos acerca de la región y sus creadores, obra que obtuvo el primer Premio Nacional “Ricardo Rojas” en el trienio 1984-1986.

Senderos del Litoral

En el rumbo de la literatura, en senderos de libertad, al oeste del caudaloso Paraná, algunos hombres del litoral se congregaron al anochecer del 21 de mayo de 1986, porque José Luis Víttori presentaba su libro Literatura y Región – Una monografía y tres ensayos.

En esa oportunidad, el profesor Osvaldo Raúl Valli leyó un extenso comentario con alusiones a La voluntad de realismo, Imago Mundi, El Escritor -Medio y Lenguaje.

 Víttori insertó ese discurso como Prólogo – Enfoque integral de la región el universo de la literatura, en su libro Literatura y Cultura Nacional, editado dos años después, en el otoño de 1988.

El sábado 24 de mayo de 1986, en la comarca y el mundo trascendió la visión de Elena María Altuna (del Grupo de Estudios Literarios de Salta) acerca de la región como espacio vivido, después de la lectura del libro Literatura y región.

Destaca la escritora que desde la “perspectiva de comprensión de lo nacional, José Luis Víttori contribuye, con su ya larga producción ensayística y novelística, a ahondar en el conocimiento de nuestra identidad.”  [220]

Era el tiempo en que comenzó a circular la propuesta sobre Lengua y literatura elaborada por la profesora Mirta B. A. Sciurano, en una aproximación a los contenidos básicos para el primer año de las escuelas de enseñanza media en la provincia de Santa Fe, expresados en la reciente reforma educativa.

En ese libro es posible hallar poemas y narrativa de habitantes del litoral; algunas sugerencias acerca del fichaje bibliográfico -con el ejemplo del escritor riojano “González, Joaquín V.”

Para el estudio del texto de “Mis Montañas”, sugiere aplicar la “técnica de notación marginal” y la elaboración de “fichas eruditas o textuales.

Las fichas eruditas no son otra cosa que la trascripción textual de dichas citas”.

Propone un ejemplo con el registro sobre “Los escritores del litoral fluvial”.

“VÍTTORI, JOSÉ LUIS; Literatura y Región.”

 

Consciente de la importancia de esas experiencias, lógicamente desde otro centro de interés, es elemental sugerir otra ficha erudita:

 

VÍTTORI, José Luis – Espacio y tiempo

70-71/ “[…] No alcanzan las palabras ni la fenomenología de las enumeraciones para encuestar y revivir el pago, la comarca, el país, el lugar. / Ese lugar es aquí, ese tiempo que es ahora en los absolutos de la memoria. […]  El hombre enloquece de soledad, de pasión, de nostalgia, y sofocado por los acontecimientos, grita una y otra vez: No estoy en el lugar que me corresponde; un lugar entre los demás, un lugar en la vida, el suyo, el reconocido. / Los escritores somos particularmente sensibles al punto de referencia, al anclaje afectivo en el lugar.  El nacimiento en la tradición de una comunidad importa mucho, pero también, y tanto, el haber crecido, el haber tomado conciencia, el haber soñado los primeros sueños en el lugar, que es, en la edad de la escritura, el lugar por antonomasia, insustituible por vivido, por  experimentado, por acontecido.  […]”

VÍTTORI, JOSÉ LUIS; Literatura y Región.  Santa Fe (Argentina). Colmegna, 1986.

 

(Es oportuno reiterar una advertencia: las letras mayúsculas deben llevar tilde cuando así corresponda. Se ha destacado que las frecuentes omisiones, motivaron a la Real Academia Española a considerar esos errores “en reunión del 18 de diciembre de 1969”, insistiendo por nota ante el “Ministerio de Educación y Ciencia” a los fines de preservar el idioma.)

 

 

 

Resumen con notas marginales

Es razonable que en un libro destinado al estudio de la literatura santafesina, la obra de Víttori esté presente y a pesar de la tendencia a ubicarlo como un escritor del litoral fluvial -probablemente por el contenido de sus primeras publicaciones-, cuatro décadas después ya es posible comprender que también se corresponden con otra “región: la pampa gringa”, como en este ejemplo de resumen con notas marginales:  [221]

 

Inmigración y ruptura  
 Después de 1853, pero en especial a partir de 1860, una política inmigratoria aluvional modifica la correspondencia entre las provincias litorales y la región fluvial. Se privilegia la pampa húmeda a expensas de litoral histórico: se puebla el desierto, se roturan las praderas naturales para las siembras, se fundan nuevas poblaciones (colonias inmigratorias) que crecen mediante el aporte foráneo.

 

La gran llanura que se extiende por los territorios de La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, ve suplantar los pastos duros por los tiernos, el ganado cimarrón por el de cruza, las especies vegetales autóctonas por las alógenas: el paisaje se puebla de álamos, paraísos, eucaliptos, pinos y cipreses, modificando su aspecto montaraz y vernáculo, por el de un territorio cultivado a la manera europea.

 

Las ciudades acrecientan su influencia sobre las áreas rurales a través de un comercio más activo y variadoToda la pampa sacude un sueño de siglos, habita la soledad, ocupa el silencio con las voces de lenguas extranjeras, sacude la morosidad de sus hábitos y de sus ciclos naturales, activada por intereses y trabajos incesantes.

organización nacional

 

política inmigratoria

 

 

 

 

 

 

proyecto agroexportador

colonias de la pampa húmeda

 

 

 

 

 

 

transformación cultural

hábitos, idioma, trabajo

 

 

 

 

  Sin embargo el litoral fluvial permanece semejante a sí mismo, extrañado y ajeno al fragor de los emprendimientos que han implantado un país agrícola (y agroexportador) junto a la nación pastoril arruinada y degradada por las guerras civiles… “ ciudades y desigualdades

concentración de poder

José Luis Víttori. Literatura y Región
(p. 23-24)

 

 

1986:  “La región y sus creadores”

En diciembre de 1986 se terminó de imprimir el libro La región y sus creadores.  Los escritores que hayan realizado el esfuerzo de publicar sus obras sin apoyos -de grupos, del Estado, de mutuales, de fundaciones o gremios– podrán interpretar con mayor precisión, el empeño personal imprescindible para culminar en esos logros.  En El Litoral –en el diario que lo incorporó como cronista-, Víttori era gerente desde 1965 -diez años después socio- e incrementaba sus responsabilidades en distintos ámbitos.  En 1981 fue uno de los fundadores del Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe.  En 1987 integró el Consejo Directivo de El Litoral y desempeñó esas funciones hasta su jubilación en la década siguiente.

Desde la comarca se reconoció el valor de “La región y sus creadores” de José Luis Víttori, como aporte para percibir “el ethos del Litoral en sus creadores”.  Tal fue el título del interesante comentario de Zulma Palermo, donde destaca que “el punto de vista asumido para la interpretación de las obras de escritores y plásticos tiene dos vertientes y un solo objetivo: la primera -aunque no en orden de prioridades- es la búsqueda de un orden simbólico que opera desde la forma y que parte de la intuición, en estrecha relación con la segunda: ideológica, según la que el comentarista se permite el disenso.  Ambas se reúnen en la búsqueda de un horizonte, una visión del mundo, desde el cual se plasma el ethos de la región Litoral.

Hay en todo el texto una armonía buscada: la predominancia del dato autobiográfico permite recuperar presentaciones de libros, diálogos epistolares y personales, muestras retrospectivas y viejos escritos.  Se redondea una peripecia: de las obras literarias a las plásticas, de éstas al comentario de libros.  Se reúne así material suficiente para dar testimonio de su concepto de región en vinculación con la naturaleza.   El conjunto de la obra puede sintetizarse con algunas palabras del autor que dedica a Fernando Espino: ‘Es como ver el ascenso de un arte a la universalidad de la vivencia particular de la región’.  Esta es la clave; todos sus testimonios surgen de la lectura y la contemplación de obras que transitan desde la región al plano de lo universal que confirma los valores estéticos, universalidad posible porque es situada.”

Destacó Zulma Palermo que Víttori no concibe el arte “como un juego de evasión de la historia, sino todo lo contrario; es una actividad encarnada y hecha una con los acontecimientos en los que nace, de los que participa y a los que denuncia consciente o inconscientemente.  El comentarista está también cargado de esta pregonancia: es un hombre de su tiempo a la vez que de su mundo.  Se cierra así el círculo: el arte es medio y mensaje que proyecta un ámbito y una historia elevándolos a la categoría metafórica por la que trascienden las fronteras de lo inmediato para instalarse en el tiempo y el lugar sin límites de la valencia universal.”  [222]

1986: Víttori y el Fondo Editorial de la Provincia

Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe

…anteproyecto Creación del Fondo Editorial de la Provincia.

En cumplimiento de la Disposición Nº 204 del 6 de noviembre de 1986, del subsecretario de Cultura Néstor Norberto Zapata, el “10 de noviembre a las 19:30 en la Sala Mayor de Actos ‘Gral. San Martín’ del Museo ‘Rosa Galisteo de Rodríguez’ de Santa Fe”, se realizó un acto reconociendo “al escritor JOSÉ LUIS VÍTTORI, el mérito que tiene su aporte para la creación del Fondo Editorial de la Provincia”.

El 3 de marzo de 1976 Víttori había entregado el anteproyecto de ley y de reglamento, a las autoridades provinciales del gobierno democrático y durante el gobierno de facto se dispuso la puesta en marcha del mencionado Fondo.  No hubo continuidad en las impresiones a pesar de que esas ediciones hicieron que la provincia de Santa Fe se ubicara “a la vanguardia de la actividad nacional en orden a la promoción y edición de obras literarias”, como se lee en el segundo considerando de la disposición citada.

En consecuencia, fue un acto de justicia reconocer la iniciativa de José Luis Víttori, momento en que recibió una plaqueta en nombre del vicegobernador Carlos Aurelio Martínez y un ejemplar de la cartilla con el registro de los antecedentes del período 1976-1985 del Fondo Editorial santafesino, parafraseando a la noble Nelly Borroni, sólo tiempo recopilado

En las últimas páginas se incluyen algunas consideraciones finales y una sugerencia:

“Considerando el valioso aporte de José Luis Víttori, que con su proyecto, hizo posible que dieciséis libros integren hasta la fecha, la selección para el FONDO EDITORAL, SERÁ UN JUSTO ESTÍMULO QUE LA PRÓXIMA COMISIÓN EJECUTORA contemple la posibilidad de disponer la edición de sus importantes ensayos:

“Arte y técnica en la Literatura” y “Condición del Escritor en el Siglo XX”.  LA REGIÓN PODRÁ ASÍ DISPONER DE VALIOSOS ENFOQUES, ESPECÍFICAMENTE DOCENTES Y ALUMNOS y la comunidad con ‘vocación de escritor’.  Santa Fe, 07 de noviembre de 1986.

(Es oportuno destacar que José Luis Víttori, concretó el copyright en 1993 y una vez más prescindiendo de apoyo oficial, se difundió la primera edición de esas obras inéditas con el título “El escritor y su condición en el siglo XX”.)

1987: Quinto aniversario de “La comarca y el mundo”

Una vez más desde las páginas del complemento cultural del diario El Litoral, trascendía la obra de Fernando Espino vinculada a otra celebración de José Luis Víttori, porque el 19 de abril de 1982 se conmemoraba el quinto aniversario de la aparición del “primer número”.  Hasta ese momento, se habían entregado doscientos sesenta ejemplares y el escritor litoraleño en esa oportunidad, insistió con algunas observaciones en el rumbo de la Literatura:

“La antinomia capital-provincias, lejos de resolverse, parecería acentuarse en cada etapa de la crisis política, social y económica de las décadas últimas, al apunto que si no se publica, diserta o expone en Buenos Aires, los libros, las ideas o los cuadros quedan relegados en una especie de penumbra sin relieves.  Esta situación desairada, si bien no importa un juicio ni impide un destino, tiende a limitar la trascendencia de las obras y a imponer el desánimo en los autores.”

En los párrafos finales de esa crónica, Víttori aporta interesantes señales:

“A la necesidad de expresarse en lenguajes simbólicos, es decir, ‘cargados de sentido al máximo’, hay que saber proyectarla desde los lugares natales, fuentes de motivaciones entrañables y, ¿por qué no?, trascendentes, para enriquecer sus matices y, cada tanto, con suerte o con genio, alumbrar ‘zonas de sensibilidad’ todavía oscuras a la gente y al mismo artista que ose penetrar en su misterio.

El desafío consiste en decirse: ‘Soy esto y por ser esto, aspiro a universalizar mi situación sin menoscabo de mi identidad, en un acto creador que me manifieste al mundo como persona’.  De lo contrario, para sentirse libre de todo escolio se caería, ¿en qué hibridez?, ¿en qué vanidoso desarraigo?”  [223]

1988:  “Literatura y Cultura Nacional”

La prolongada experiencia periodística, la posibilidad de acceder a diversas fuentes de información y su constante actitud lectora, está reflejada en la obra de Víttori. Al preparar su libro Literatura y cultura nacional –editado por Colmegna, Santa Fe-, reunió los antecedentes acumulados en sucesivos encuentros internacionales de escritores, incluyéndolos en el segundo capítulo al analizar nuestra literatura en el mundo actual.

Víttori, coherente con sucesivas evidencias, primero publicó Literatura y Región y después, desde ese espacio singular por ser el del arraigo, difundió sus apreciaciones sobre la región y sus creadores.  En dos años logró completar una trilogía esencial con su libro Literatura y Cultura Nacional, que se terminó de imprimir el 28 de marzo de 1988.

El viernes 6 de mayo, desde la comarca se propuso otra aproximación a “La literatura y su problemática a través de una trilogía de José Luis Víttori.  Es oportuno recordar que el centro de estudios latinoamericanos -obra de Graciela Maturo y de Eduardo A. Azcuy-, cinco años antes había editado el fascículo “Literatura y Región”.

Osvaldo Valli ha reconocido: “… estamos en presencia, sin ninguna duda, al leer el texto totalizante de Víttori de ‘una actitud indagadora, ávida por bucear en el propio entorno, en sus particularidades más profundas y por conectarlo con la red espiritual común que nos religa como argentinos, nos justifica como latinoamericanos y nos integra en el tronco común de la humanidad.”  [224]

La primera mirada sobre las tapas de esa trilogía, acerca a algunos propósitos del autor: rememorar hombres, hechos y homenajes que trasuntan sus convicciones acerca de los valores de una cultura proyectada desde su región, con características singulares y al mismo tiempo con rasgos comunes en diferentes poblaciones y en cualquier latitud.

El hombre es el protagonista y por naturaleza, es el que siente y piensa; el que actúa: rememora, imagina, construye, sonríe, destruye, padece…  Una fotografía del artista Pedro Luis Raota -in memoriam-, muestra una mínima porción de la región fluvial: es invierno; la húmeda tierra costera nutre las raíces de árboles desprovistos de hojas mientras la savia completa los ciclos para los nuevos brotes.  [225]

Allí está el hombre del río caminando sin urgencia hasta su canoa; tiene las manos ocupadas y el perfil de su cabeza levemente inclinada, se oculta bajo la línea del sombrero.  Diferentes efectos ópticos impresionan en los tonos rojizo, verde y violáceo elegidos para esas imágenes que al mismo tiempo sugieren un fondo de nieblas o de sombras.

Ese ámbito es habitualmente el punto de partida de la narrativa -y de los ensayos- de Víttori, no como resultado de un apasionamiento localista sino como un convencimiento de que sin un fecundo arraigo será difícil que el árbol pueda madurar sus frutos.

En la última página, están los nombres de otros hombres de oficio –los de la industria gráfica-, quienes aportan su trabajo para la edición del libro, que parafraseando a don Vicente, debe ser hecho… “como la naturaleza hace un árbol”; en una metáfora diríamos… a partir de una semilla; salvo si la voluntad acelera el proceso utilizando un gajo -una estaca-; o si la creatividad ensaya transformaciones con sucesivos injertos. 

Sigo el rumbo de la literatura y percibo señales de otros pescadores cercanos al universo de Rubén Darío.  En su cuento Fardos, es posible leer:  “El tío Lucas había logrado, tras mil privaciones, comprar una canoa.  Se hizo pescador.

Al venir el alba, iba con su mocetón al agua, llevando los enseres de la pesca.  El uno remaba, el otro ponía en los anzuelos la carnada. Volvían a la costa con buena esperanza de vender lo hallado, entre la brisa fría y las opacidades de la neblina, cantando en baja voz…”  [226]

Hay luego connotaciones lugareñas, pero en esencia al observar la trayectoria de los hombres, aparecen coordenadas similares, aunque sean diferentes sus magnitudes, en función de las particularidades sobre necesidades, esfuerzos, trabajo, incertidumbres, descansos, ausencias, tristezas y alegrías… aptitudes y actitudes, potencialidad y oportunidades.

Hay un desarrollo personal y singular durante toda la vida.

Los riesgos en todos los continentes están latentes, sin discriminación de especie.  En la literatura vittoriana, ante la incertidumbre se manifiestan diferentes actitudes y algunas evasiones, cuyas magnitudes son comparables al eco de las campanas del sur, a la potencia de las fuerzas opuestas, a los sueños.

Reacciones semejantes se observan en distintos espacios.  Era otra la isla y eran distintos los personajes, cuando la tragedia acechaba:  “Tetahiti vino a relevarlo y la chalupa avanzó más de prisa.  Purcell fue hacia proa.  No veía nada.  Ni siquiera el agua sobre la cual se deslizaban era visible.  Pasaron unos minutos y el olor de los árboles y el de madera quemada llegó hasta ellos.  A Purcell se le hizo un nudo en la garganta y sintió ganas de llorar.  La quilla rascó la arena.  Echó el ancla, saltó al agua y se puso a correr por la playa en dirección a la hoguera.  Al cabo de algunos metros, las piernas le fallaron.  Cayó boca abajo y, con los brazos extendidos, apretó los labios contra la arena…”  [227]

Presente gris y porvenir incierto…

Víttori en 1988 compartió sus percepciones con perseverantes lectores.

Desde su punto de vista abarcaba el presente gris y porvenir incierto de la literatura nacional:

“Para un escritor sensitivo y de buen oficio, los premios, las entrevistas, la ‘buena prensa’, son lugares de paso; importan como estímulo, transitorio, pero no reemplazan la confianza de un editor en su talento, la decisión correlativa de poner en manos de diez o veinte mil lectores (poca cosa al fin y al cabo) sucesivas ediciones de sus libros, sabiendo cómo publicitarlos para despertar el interés, y de pagar por ello sin remilgos ni morosidades; o sea, de promover, sostener y realimentar un mercado interno que por su empuje, por su iniciativa, por su eficacia, convirtiéndose en animador de la literatura nacional, con ánimo de constante descubrimiento de nuevos autores y títulos, de ‘más y mejores lectores’- como rezaba el emblema de una feria-.”[228]

En distintas lecturas resulta insoslayable la intención de Víttori orientada hacia una acción solidaria, con el propósito de promover la integración cooperativa a fin de mejorar la situación de los escritores santafesinos, semejante a la de todos los artistas de las provincias argentinas. Sus conclusiones acerca de esos problemas tienen una base concreta, porque aun las ediciones que sirven para elaborar esta aproximación a su obra, no han excedido los mil ejemplares y tampoco están disponibles en todas las bibliotecas de la capital de su provincia natal.  En tal sentido, una vez más son coherentes sus precisas advertencias:

“Lejos de los centros de decisión –las veinte manzanas de la City, según se advierte-; carentes de editor, desprovistos de distribuidor, marginados de la promoción, huérfanos del librero adicto, escasos de lectores, parcos en resonancia, los escritores del interior seguimos estando, en 1988, como el hombre de Scalabrini Ortiz en 1938.  Pero ¿hemos hecho algo efectivo para mejorar o atenuar la situación?

No nos corresponde convertirnos en empresarios para suplir las carencias comerciales, pero, recordando la prédica de Lázaro Grattarola -promotor entusiasta y siempre joven de la idea cooperativa que, lamentablemente, no consiguió imponer entre sus pares de la ASDE-, queda el resquemor de no haber intentado el esfuerzo cooperativo, alegando dificultades acaso aparentes.”  [229]

Víttori en su alusión a “el hombre que está solo y espera” de Raúl Scalabrini Ortiz, quizás involuntariamente genere alguna polémica.

1989: Víttori es Miembro Correspondiente – Academia Arg. de Letras

José Luis Víttori ha sido designado Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras, por su destacada obra: periodística y literaria. Algunos testimonios conservados en amarillas páginas de libros maduros, ayudan a la comprensión de las actitudes que se generan cuando se acepta el desafío de cumplir la misión pertinente a esa vocación.

En el acto realizado en la Capital Federal -el 28 de setiembre de 1989- el distinguido escritor del litoral leyó su tesis sobre “La Argentina de Barco Centenera”.  Víttori recordó que Martín del Barco Centenera, nació “en 1544 en Logrosán, un pueblito de Extremadura”, quien “parece probado que se graduó de bachiller” y “en teología en Salamanca”. Dos años después, la editorial Colmegna editó el libro Del Barco Centenera y “La Argentina”, cuya tapa en blanco y negro diagramada por el arquitecto Manuel Pedro Víttori- destaca un dibujo del noble Padre Florián Paucke.  [230]

En esa obra, Víttori confirma lo expresado en otras circunstancias:

“Los escritores somos individuos llenos de cosas entrañablemente vividas que colman, modelan y llaman a nuestros recuerdos, a nuestras imaginaciones y a nuestros sueños.

Somos por eso perseverantes, pacientes y fieles con ciertos núcleos de experiencias en torno a los cuales trabajan nuestros deseos y nuestra necesidad de escribir; de allí que nos aferremos a la identidad de ciertos lugares y gentes, a la resonancia de ciertos acontecimientos, a la permanencia de ciertos momentos”.

1991: Del Barco Centenera y “La Argentina” (ensayos)

(Orígenes del realismo mágico en América). Santa Fe, Ed. Colmegna.

Dedicatoria: “Al Dr. Agustín Zapata Gollán.  En memoria.

Víttori registró este libro en 1988, cuando quien escribe estas líneas estaba madurando la idea de elaborar una aproximación a su trayectoria, sobre la base de una trilogía fundamental: Literatura y Región – La Región y sus creadores – Literatura y Cultura Nacional.

En el invierno sudamericano de 1989 comenzaron los primeros apuntes y en un exceso de confiabilidad, hubo una confidencia sobre esa iniciativa, promesa que se está cumpliendo.

En aquel tiempo, en distintos continentes se produjeron hechos que insinuaron un nuevo rumbo en la historia de diferentes pueblos, con mayor aceleración en el invierno del hemisferio norte.  Esos impactos generaron mayor potencia en la trayectoria imaginada.  El núcleo original esbozado en una aproximación a la trayectoria vittoriana, se expandió con una potencia inexplicable.

Sucesivas observaciones y lecturas, generaron intuiciones que orientan hacia el cosmos del Arte donde conmueven las revelaciones y las sucesivas indagaciones.  [231]

Prédica de Don Agustín Zapata Gollán

En el litoral de la soberana argentina, conviven hombres con los que se pueden hacer buenos negocios y personalidades con quienes se forjan perdurables amistades.  En ese sendero es posible encontrar a José Luis Víttori y al amigo que mereció su dedicatoria: el doctor Agustín Zapata Gollán, también  un bachiller egresado del Colegio de la Inmaculada Concepción; una personalidad polifacética que en el universo cultural logró expresarse en lo artístico mediante poemas, dibujos y grabados; en lo científico con una perseverante labor investigadora y como técnico, dirigiendo las excavaciones que culminaron con la visión de Santa Fe la Vieja.  Su potente trayectoria culminó con su tránsito a la inmortalidad el 11 de octubre de 1986 y su prédica, perdura en sus obras.

Víttori expresó su reconocimiento al ilustre hombre del litoral:

“A.Z.G., ‘Don Agustín’ como se le llamaba, nació en Santa Fe el 23 de noviembre de 1895.  Abogado, doctor en leyes hacia 1919, se consagra, después de doctorarse, a la lectura de obras relacionadas con la historia de Santa Fe y del Paraguay… o los testimonios de poetas, cronistas, viajeros, memorialistas, cuyas andanzas y relatos entregaban de primera mano la sustancia vital de la exploración y conquista del Río de la Plata…

Personalidad múltiple y curiosa, se complace ejercitándose en lo diverso y en una libre búsqueda de las humanidades, frecuentando la literatura y el arte.  Así, entre los 24 y 37 años, dibuja, pinta, escribe poemas, cuentos, hace periodismo y enseña sociología en la Facultad de Derecho de la UNL…”  [232]

Víttori en diferentes planos, seguía siendo leal a su vocación de periodista y de escritor.  Es evidente que el 22 de agosto de 1990 concluyó el prólogo y es razonable imaginar su posterior encuentro con su amigo Néstor Lammertyn, gerente de la editorial santafesina que lo había estimulado en sucesivas ediciones; exhibiendo año tras año durante la semana del escritor algunos de sus libros junto a su fotografía.  Un año antes del Quinto Centenario del Encuentro de las Dos Culturas, o quizás del descubrimiento de América o del inicio de la conquista de Hispanoamérica… empezó a circular en Santa Fe de la Vera Cruz este interesante libro.  La tesis sustentada por Víttori apunta a considerar que Martín del Barco Centenera, desde ese poema expresó su visión sobre la epopeya de la conquista en el Río de la Plata en una sutil amalgama de ficción y de realismo.  Víttori admite la posibilidad de que sea el primer testimonio del realismo-mágico en la literatura hispanoamericanaLo más significativo en ese libro, es la relevancia que Víttori otorga a la fuerza del lenguaje, a la elocuencia de las imágenes, a la singularidad de los testimonios que permiten reconstruir mentalmente una historia forjada en ambiciones e intrigas, con indicios de fabulaciones y confabulaciones, donde lo mítico y lo legendario se perfilan con rasgos notables.  En el prólogo Víttori expresa:

“La conquista de América por los europeos, en especial por los españoles, produjo una colisión dramática de culturas antagónicas:  Europa cristiana, industriosa, urbana, renacentista e imperial, y América pagana, agraria, aldeana, ‘posclásica’, y en buena parte, tribal; ambas autocráticas y guerreras.  Choque también en cuanto a tecnología, de dos civilizaciones: la europea en expansión, atenta a invenciones y descubrimientos, manufacturera y mercantilista; la americana, si expansiva en los polos de mexicas y quechuas, circunscrita a dos regiones orgánicas (Mesoamérica y Perú) y al Continente, detenida en el tiempo -de base neolítica-, artesanal y discretamente comercial”.

Una vez más en la bibliografía general que menciona Víttori -setenta títulos- surge su calidad de lector y su honestidad intelectual porque en todas las citas incluye los números de páginas para orientar hacia futuras lecturas.

Alude Víttori a una nota del ingeniero Elías Díaz Molano sobre El arcediano Centenera: primer poeta de estas tierras, publicada en su diario, el 18 de julio de 1986.

Sigue vigente don Luis Gudiño Krämer, su maestro en el periodismo y aparentemente también en la literatura.

En la obra de Víttori, hay signos semejantes a los que se advierten en los desarrollos del entrerriano por nacimiento; argentino por la latitud, hispanoamericano por idioma y sentimiento; universal por Naturaleza.

“Formación de la literatura santafesina en el ámbito del Río de la Plata”

Después de un responsable trabajo, se concretó la edición de la Nueva Enciclopedia de la provincia de Santa Fe impulsada por Amílcar Damián Renna desde Ediciones Sudamericana.  En el tomo IV se completa la información acerca de la literatura santafesina y Víttori aportó un interesante estudio titulado: Formación de la literatura santafesina en el ámbito del Río de la Plata.

Es relevante lo expresado por JLV con respecto a ese proyecto:

“…Cuando Amílcar Renna me comentó su idea de editar una enciclopedia de la provincia de Santa Fe, me pareció una excelente iniciativa en el plano del conocimiento, pero también una utopía en cuanto a su realización.  Hace de esto dos años y las cosas no andaban bien en el país, en especial la economía gravemente atacada por la inflación.  Sin una relativa estabilidad económica, proyectos como ése eran entonces no digo impensables, sino inviables por la inestabilidad de los precios y el enorme riesgo de invertir en una obra cuyo costo final no podía calcularse.  Renna, sin embargo, no se desanimó.  Conocía las dificultades, pero éstas no impidieron a su ánimo emprendedor ocupar el tiempo que los quejosos dejaban huir con el valor de la moneda, en meditar su empresa, en difundir la idea y en hacer consultas, buscando de acuerdo con su intuición aliados animosos en quienes respaldarse.  Los supo encontrar.  Un poco tímidos e incrédulos al principio ante esa quimera con alma pero sin forma todavía, esa especie de ficción a la que vagamente llamábamos ‘la enciclopedia’.  De ella hablábamos entre nosotros casi en voz baja, para no espantarla, allegando opiniones, propuestas, enfoques, que Osvaldo Valli anotaba una y otra vez hasta ir configurando los primeros borradores; sin mucho apuro, porque la entelequia se veía siempre lejana y casi imposible, sobre todo cuando ocurrieron los dos ‘picos’ de la hiperinflación que pareció barrer las últimas reservas de esperanza.

Sin embargo las conductas no cesaron y hoy debemos reconocer que Amílcar Renna había encontrado en Osvaldo Valli un colaborador de primera.  En unos seis meses se formó un grupo de redactores capacitados en diversas materias y lo suficientemente compatibles entre sí como para coincidir en el planteo de un guión, que, ahora sí, fue la base de un proyecto con la suficiente entidad e identidad como para reconocerlo en plan de obra.

…Ahora que la vemos terminada y habiendo sido protagonistas de la misma en diverso grado, ya no nos parece una empresa de tanta complejidad y esfuerzo sincronizado, como si hubiera nacido entera de la cabeza de Amílcar Renna, en la mágica realización de un sueño.  Es un sueño realizado, pero no por arte de magia.  Si cabe el epílogo, diré que la Nueva Enciclopedia de Santa Fe condensa en la solidez de su hechura, veintidós actos de fe en nuestra Argentina incrédula.”  [233]

“Despertar de la siesta de la mediocridad…”

Sabido es que Amílcar Renna, sembró literatura desde la Fundación Bica y con su empresa privada; no sólo concretando las ediciones porque consciente de la importancia de la distribución, organizó actos y promovió la lectura de esos libros, en diversos actos culturales y en ferias del libro. Las iniciativas impulsadas a mediados de la década del 80, demuestran que Renna, compartía la idea que sustentaban la mayoría de los argentinos: la necesidad de “despertar de la siesta de la mediocridad y el no se puede”.  [234]

Su formación empresarial y la mutua confianza de los responsables protagonistas que participaron en sus proyectos, constituyeron el soporte  indispensable para difundir diversas expresiones culturales santafesinas.

Renna pudo realizar una obra aparentemente imposible, si se tiene en cuenta que en la mayoría de los encuentros de escritores aparece el lamento por la carencia de medios para editar y las crecientes dificultades para distribuir.

Una vez más, su generosidad se reiteró en la invitación al acto de presentación previsto para el miércoles 27 de noviembre a las 20, en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral.  Sin duda, algunas obligaciones laborales habrán impedido compartir ese momento.  Al mismo tiempo, se acentuaría el deseo de adquirir la nueva enciclopedia y luego poder leer detenidamente su contenido.  Insólitos soñadores, habrán lamentado no disponer del poder necesario para que esos ejemplares, llegaran a todas las bibliotecas escolares de la provincia; realmente una utopía, de las tantas que suelen movilizar a los idealistas tan realistas…  Al día siguiente, quienes no estuvieron en ese magno recinto, los lectores del diario vespertino santafesino, pudieron disponer de la información oportuna.  [235]

Trascendió que “el público colmó las instalaciones del Paraninfo” y que “estuvieron presentes autoridades actuales y futuras del ámbito provincial y municipal” ya que dos semanas después, el 10 de diciembre asumían los mandatarios electos.  En el estrado estaban ubicados el autor de la iniciativa, el licenciado Renna, el académico José Luis Víttori; el ecologista Jorge Capatto; el profesor Felipe Justo Cervera, el arquitecto Carlos María Reinante.  En la apertura, la música y la voz de Miguel Ángel Morelli confirmaban la sensibilidad, las realidades y los sueños del hombre del litoral, de los santafesinos, de los argentinos.

En esa oportunidad, el licenciado Renna reiteró lo que se expresa en seminarios, simposios y congresos sobre educación aunque sigue decreciendo el hábito de la lectura:  “No poder leer o no saber leer lo escrito es una condena de la inteligencia y del razonamiento lógico-formal, instrumento indispensable para una correcta lectura de la realidad.  Hay que acercar los libros a los lectores…”  Jorge Capatto también expresó su sueño: “… cuando esta Enciclopedia haya llegado a la escuela más remota y a la casa más humilde de nuestra provincia, habremos hecho llegar nuestro mensaje, fundamentalmente a los jóvenes.  Conocer es crecer. La educación es la mayor herramienta de que disponemos…”  El arquitecto Reinante recordó lo expresado por Galileo: “Nada puedes enseñarle a un hombre, sólo puedes ayudarlo a que lo descubra”.  Es probable que con ese ejemplo, la memoria haya conmovido con las impresiones del “proceso que la Inquisición le inició en 1633” al noble anciano.  [236]

La música completó ese acto de solidaridad.  El Coro Juvenil de la Escuela “Almirante Brown” dirigido por el noble poeta Héctor Rotger, señaló desde otra perspectiva, la armonía que resplandece en los senderos del arte de vivir y convivir.

En una aproximación a las páginas de esa nueva enciclopedia, es posible leer lo expresado por Víttori:

“Las culturas de los tiempos históricos se han constituido mediante aportes diversos, exógenos, más o menos copiosos e identificables, a un núcleo de población autóctona, en todos los continentes, incluso en América, donde se están reconociendo ascendencias, hasta hace poco veladas, de grupos humanos preexistentes a las sociedades indígenas clásicas.”

“…América no es extraña a este suceso, desde su tan especial antigüedad hasta los tiempos modernos.  De norte a sur, la influencia europea se hizo sentir de un modo traumático sobre las culturas indígenas, desde las más evolucionadas a las primitivas, destruyéndolas por completo, transformándolas mediante una mestización no siempre deseada o segregándolas de las sociedades europeas trasplantadas al Continente, después de vencerlas mediante las armas.”

En su estudio sobre las “versiones recogidas y escritas en español por cronistas, memorialistas, historiadores y poetas de este origen”, Víttori alude a las historias narradas por “del Barco Centenera en La Argentina, entre otras con matices legendarios, escritas por diferentes autores.

Insiste Víttori en el encuentro de las cuatro culturas que…

“… diferenciadas prosperaron en el Plata durante el siglo XVI: la indígena, la criolla -de los españoles nacidos en América, de ambos padres españoles-, la mestiza -de los ‘hijos de la tierra’, vástagos de español e indígena- y la hispánica, de los ‘españoles de España’ no naturalizados.

Estas culturas convivieron o lucharon entre sí por la tierra, los bienes espirituales y materiales o el ejercicio del poder, manifestando por momentos su antagonismo o influyéndose entre los polos inconciliables del indio no pacificado y el conquistador español que lo combatía.”

Acerca del dilema desarrollado por los hispanoamericanos en torno al proceso iniciado el 12 de octubre de 1492, durante el año 1991 se organizaron encuentros, seminarios, congresos… y se discutió si correspondía celebrar el quinto centenario del 12 de octubre de 1992, o si sólo era posible una conmemoración.

La polémica se proyectaba más allá de lo semántico.  Víttori aporta datos significativos acerca de esa herencia:

“El criollo es un español nacido en la tierra, pero de padre y madre españoles, segundos en el rango de la estratificada sociedad colonial, en los repartimientos de las posesiones y los cargos administrativos, de gente de mando y de pro: gobernadores, capitanes generales, alcaldes, oidores, obispos, encomenderos…

…y por tanto conservadores celosos de sus prerrogativas de sangre, herencia cultural y tradición religiosa, apenas diferenciados de los otros, de los peninsulares, por haberse hecho en la tierra, naturalizándose en el contacto vivo con las afinidades y antagonismos de las Indias, endurecidos en el aprendizaje de la sobrevivencia en el orbe inicialmente desconocido y hostil; y por permeables -mucho más que los de arriba- a las influencias y tentaciones del ámbito, entre éstas la de semillar en matriz indígena, recelosos de los de arriba y despectivos de los de abajo (aunque en un tiempo los caciques los llamaban ‘cuñados’).”

“… En cuanto a los mestizos, a los hijos de español e india, a los mancebos de la tierra, alabados y denostados como se ha dicho por del Barco Centenera, les cupo el destino de poblar el Plata, siendo factor decisivo -bajo mando español- en las fundaciones de Santa Fe (1573), Buenos Aires (1580), Corrientes (1588), así como del motín santafesino contra Garay (1580) ahogado en sangre; de las tareas rurales en la campaña (vaquerías y potreadas), ascendientes del gaucho que los criollos urbanos cantarán desde los días de la Independencia, partícipes en las batallas de ésta y en la montonera de los ajustes civiles; ‘cabecitas negras’ en otro momento de la historia- y matriz del ‘primer historiador nacido en el Plata: Ruy Díaz de Guzmán’, autor como se ha dicho de La Argentina manuscrita.

Gente sólidamente ajustada a su país de origen, hecha a la soledad y al aislamiento en condiciones precarias de vida, trashumante por llanura e islas, impávida ante la muerte (la llamada ‘muerte fácil’ de la condición agreste); hombre de fe y de superstición, estoicos ante la adversidad de una existencia áspera, de ojo bichador y memoria larga para el agradecimiento y el rencor, dispuestos a la patriada… leales al caudillo natural, así ha pasado por la literatura rioplatense desde el siglo XVII a la actualidad…”

“… Faltaría hablar del negro y de su cultura, en la esclavitud, en la libertad de vientres, en la disciplina heroica de los ejércitos, en el candombe, pero su influencia no ha sido tanta ni tan perseverante como las otras en la sociedad ríoplatense y en la nación que contribuyó a formar antes de eclipsarse.”  [237]

1992: “Cuentos del sol y del río”

Santa Fe, Ediciones Sudamérica, Santa Fe.

1ª ed. 1976, Fondo Editorial de Santa Fe – Colmegna, Sta. Fe.

Situado hacia el oeste de la Laguna Setúbal, el licenciado Amílcar Renna intentaba concretar otro de sus sueños: la edición de la Biblioteca Fundamental Santafesina.

En 1991, los perseverantes Osvaldo Raúl Valli y Jorge O. Rinaldi coordinaban las acciones del Equipo Editorial y al año siguiente, se cumplió otro sueño de los hombres del litoral porque se terminó de imprimir el volumen 10, correspondiente a Osvaldo Valli con el desarrollo de “Literatura: creación situada”; una recopilación de trabajos publicados en diarios de Santa Fe y Rosario -en su mayoría-, incluyendo textos leídos en diversos actos culturales.

El 7 de agosto de 1992 a las 19, en la Sala Cultural de la Fundación Banco Bica, el licenciado Renna presentó los “diez primeros volúmenes de la Biblioteca Fundamental Santafesina” con obras éditas e inéditas.  En la tarjeta de invitación se mencionan los autores y obras seleccionadas, en orden correlativo concordante con la numeración de cada volumen:

  1. Gastón Gori: La muerte de Antonini; 2. Fortunato Nari: El canto de Medea; 3. José Luis Víttori: Cuentos del sol y del río; 4. Juan Carlos Roteta: Al naciente; 5. José Carmelo Busaniche: Hombres y hechos de Santa Fe; 6. Hugo Mandón: La gente y su sombra; 7. Agustín Zapata Gollán: Cuentos de don Juan el Zorro y otros escritos; 8. Edgardo Pesante: Cuentos elegidos; 9. Nelly Borroni Mac Donald: Tiempo recopilado –reedición del volumen octavo del Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe- y 10. Osvaldo Raúl Valli: Literatura: creación situada, con sucesivas introducciones que complementan sus apreciaciones leídas durante el Congreso Nacional de Federalismo realizado en noviembre de 1986. [238]
“Cinco siglos de cultura hispanoamericana” (1492-1992)

El académico José Luis Víttori, presidente del Centro de Estudios Hispanoamericanos, en la primera quincena de septiembre de 1992, “como parte de los actos conmemorativos del Quinto Centenario del Descubrimiento y la Evangelización de América” presentó a la profesora Graciela Maturo, quien disertó sobre el tema ‘Mitos y utopía en América’.”

En esa oportunidad la profesora Maturo -titular en la Universidad Católica y en la Universidad de Buenos Aires- recibió el diploma que acredita la incorporación como miembro correspondiente del mencionado Centro, entregado por el Dr. Francisco Magín Ferrer.  [239]

Destacó Víttori que:

“…la santafesina Graciela Maturo se graduó en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Cuyo, donde comenzó con sus estudios sobre la literatura latinoamericana y con su actividad de difusión literaria (en Mendoza dirigió la revista de poesía ‘Azor’, y su primera publicación, en 1960, sobre Leopoldo Marechal.

A principios de los años 70 se establece en Buenos Aires; con su esposo, Eduardo Azcuy, crea el Centro de Estudios Latinoamericanos, que aglutinará una labor incesante de reflexiones de neta raigambre americanista.  El lema que guiaría a este Centro, sería, en efecto: ‘Pensar desde América Latina’, y también ‘Proponemos la definición del ser latinoamericano a través de la literatura, apelando a la crítica como creación.”

La escritora Maturo habló sobre la eutopía, “esa u-topi (que significa, contradictoriamente, un no lugar, ningún lugar) tendrá un significado especial en el mito concreto de América, aunque mejor sería decir como eutopía, dada su real ubicuidad”.

Propuso “recorrer las crónicas y testimonios de la época del descubrimiento y de la conquista”, precisamente una mirada que Víttori reflejó en su estudio sobre la Argentina de Centenera y amplió luego en una edición acerca de algunas exageraciones y quimeras en la Conquista de América.

Advirtió la profesora Maturo que “la consideración del mito de América como eutopía está en pie.  Destruir ese fondo simbólico es destruir al hombre mismo.  De ahí la importancia de las artes y de la literatura, que tienden a mantener ese ideario simbólico.” [240]

III Feria Santafesina del Libro (1992)

En septiembre de 1992, avanzaba la organización de la III Feria Santafesina del Libro auspiciada por la Asociación de Padres del Colegio -integrada por el Ing. José Augusto Weber, político justicialista, entre otros- y la XIII Feria Exposición del Libro para Niños organizada por el Departamento de Literatura Infantil de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, con apoyo de empresas e instituciones vinculadas al libro.  Entre el 5 y el 10 de octubre en el Colegio de la Inmaculada Concepción hubo varios actos y se concretó el Tercer Encuentro Provincial de Escritores Santafesinos.  El lema central fue: “América: 500 años hacia la integración”, oportunidad en que se difundieron fotografías y documentos de “Eco 92”, encuentro internacional sobre ecología desarrollado en Brasil con presencia de representantes de distintos gobiernos.  Más teorías e insuficientes políticas tendientes a preservar la vida sobre el planeta tierra. En función del progreso, se genera un constante y desmesurado avance tecnológico que incluye complejas experiencias interplanetarias.  Un año antes, el cantautor santafesino Juan Carlos Durán concluyó su Cantata Ecológica “Paz con Dios Creador” editada con auspicios del centromultimedios “Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe”.

En el Plan Cultural Anual de ese organismo, como adhesión al Día del Medio Ambiente -5 de junio- y a la décimo tercera feria del libro infantil, se dispuso la impresión de esa Cantata y la distribución en bibliotecas y distintos medios de comunicación. César Actis Bru en el prólogo -octubre de 1991-, manifestó que “está destinada a conmover gozosamente a todos, no solamente por la belleza de su mensaje, sino porque contiene la ‘verdad’ de la cual están sedientas la mayoría de las obras de arte de nuestro tiempo.”  Fértiles insomnios y una mirada alerta, contribuyeron a la difusión de esa noble obra.

1993: “Situación de las Letras y el Libro en la era electrónica” (ensayo)

            Santa Fe, Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, t. IV.

Ediciones Sudamérica de Santa Fe – Amílcar Damián Renna.

Convocados por el licenciado Renna, varios escritores aportaron sus conocimientos y experiencias para completar la visión sobre la literatura santafesina, que se había planteado en el primer volumen.

Víttori en aquella oportunidad, expresó algunos criterios acerca de la Formación de la literatura santafesina en el ámbito del Río de la Plata y con el breve ensayo sobre la Situación de las Letras y el Libro en la era electrónica, se aproxima a la realidad de fines del siglo XX, cuando tanto se habla de la era de la imagen, aunque en realidad, desde el Principio hubo imágenes y sonidos…

En su análisis acerca del Universo Gütemberg, con relación al avance impetuoso de los “media”, Víttori señala algunos esfuerzos en las dos ciudades más pobladas de la provincia: la Capital y Rosario.  Alude a las “impresiones honrosas en Rafaela, Reconquista y algunos otros lugares del interior”.

Reitera en esas páginas las observaciones, críticas y expectativas enunciadas en sus libros anteriores y la convergencia de sus estudios en función de los encuentros internacionales de escritores, donde -como se ha dicho- participó con comunicaciones y ponencias.

Al final de ese breve ensayo, Víttori advierte:

“Ya en los 90, milagrosamente (no se me ocurre otro término) superado en el mundo el enfrentamiento de bloques y la confrontación ideológica de la guerra fría; si se confirma la tendencia arrolladora de los ‘mass-media’ con su múltiple acompañamiento tecnológico, los escritores tendremos que revisar nuestras actitudes y ejercitar nuestros reflejos en un combate singular por la permanencia, o siquiera, por la supervivencia de la literatura en el espacio que le asignen la dinámica de sus propias gestaciones y los reclamos de la vida social, sabiendo de antemano que una obra bien escrita puede importar al autor en el momento de escribirla y no a los lectores cuando se publica…”[241]

Quizás sería conveniente empezar a revisar, el nudo gordiano que estrangula los derechos intelectuales –aún en las ediciones en forma de libro-, vistos los resultados de la reprografía en el mercado del fotocopiado y anillado.  También podríamos imaginar qué sucederá, cuando se amplíe la edición de textos con sistemas electrónicos, a partir de las frecuentes experiencias de reproducciones musicales o de videos, incluso en el ámbito hogareño.  Jóvenes y adultos, actúan aparentemente con cierta negligencia, eluden sus responsabilidades; pagan las reproducciones obtenidas mediante una simple presión sobre un botón, sin tener en cuenta prohibiciones y penalidades, tampoco el perjuicio al editor, más que al autor.

1994: “El escritor y su condición en el siglo XX” – ensayos

La escritura y la salvación en un mundo en crisis

Una vez más, Ediciones Colmegna de Santa Fe terminó la edición de otro libro de José Luis Víttori.  Ese 14 de septiembre, en El escritor y su condición en el siglo XX, también resultaron evidentes los oficios de Alberto Guglielmana (jefe), Pablo Pacheco (composición y compaginación), Vilma Antolí (correctora), Alberto Duarte (impresión) y Carlos Velázquez (encuadernación).  En el prólogo, Víttori destaca:

“Por ‘condición del escritor’ entiendo no sólo su pertenencia a una sociedad, en un país y en un momento dado -nuestro siglo-, sino también su relación más amplia con la vida.”

Desde ese punto de vista, son coherentes las siguientes manifestaciones:

“Con tal rapidez se han precipitado los sucesos en los años últimos, que los textos de las nuevas historias de la literatura y el arte -me refiero a las que podríamos llamar ‘posmodernas’-, apenas dedican una pocas líneas a las ideologías que pretendieron influirlos y reglarlos por las vías administrativas del poder totalitario, con lo cual queda probado que lo más representativo de la literatura y el arte se hizo al margen de tales imposiciones sin solución de continuidad.” (…)

“En denuncia de los crímenes de hoy, no está demás testimoniar los de ayer, siquiera parcialmente, para conocimiento de quienes no saben, como recordatorio de quienes olvidaron o advertencia a los nostálgicos de un pasado ominoso, ‘neo’ nazis, ‘neo’ marxistas o ‘neo’ fascistas.” (…)

“A los escritores que se inician en un ambiente de distensión ideológica y de conciencia democrática, de economías abiertas, lo dicho (y por decir) puede parecerles remoto o absurdo.  Sin embargo, desde las primeras décadas del siglo hasta hace muy pocos años, fue parte de una historia política que avasalló al arte e insumió miles de páginas de controversia; una historia fantástica, sin duda, que reclamó nuestra lucidez y un tiempo de militancia en la discusión heterodoxa de las adhesiones paralizantes, las actitudes discriminatorias y los escrúpulos de conciencia más estériles que puedan imaginarse.  Al decir ‘nuestras’, incluyo, si no a todos, a los escritores sensibilizados por la problemática social y política que, en los ambientes influidos por los sistemas irreconciliables de la posguerra, entorpecía la libre voluntad de elegir.”  [242]

Víttori advierte que:

“…En el arte, la belleza y la moral no se excluyen.  La libertad, por responsable, no se confunde con el libertinaje…”

“La creación artística supone un hecho dinámico, un movimiento incesante de búsquedas y hallazgos.  Imponerle reglas, orientaciones y preceptivas por la vía del poder político o de la vigilancia administrativa, es pernicioso: fomenta la simulación.  De ello resultan sucedáneos almibarados, edificantes, falsamente ejemplares y por lo general tediosos.”  [243]

“…en el arte lo vivido y lo imaginado, lo visto y lo mirado, lo sentido y lo pensado, se conjugan en permanente dualismo. El arte es siempre una cosa y otra en  los vaivenes de la libertad y la necesidad, de la realidad y la irrealidad, de la objetividad: simbólico y ambiguo.” (..)

Las percepciones de Víttori infieren que al final del siglo XX, como en los tiempos de Scalabrini Ortiz, con frecuencia el hombre… aún está solo y espera.  Esos hombres, son…

“Habitantes de un planeta enfermo, en una época de transición entre la inconciencia del daño y la plena conciencia del bien expuesto; tironeados entre un optimismo que quiere el bien común y un pesimismo que lo desmiente en la práctica cotidiana, tercamente; aferrados a un país excepcional pero que en algún momento perdió su oportunidad y que en estos días pugna por recuperar su ritmo de crecimiento y su capacidad competitiva, en un mundo cuyos procesos no perdonan la confusión, la dilación ni la blandura.”  [244]

Mirada sobre el relato

El primer sábado de diciembre, desde la comarca, su amigo Osvaldo Valli transmitió sus lecturas:  “Estamos ante un nuevo hito, un nuevo nudo en el devenir discursivo de un autor que invariablemente está abriendo espacios de reflexión y de búsqueda.  Estamos ante una obra que sintetiza, en madurada sedimentación de años, antiguos y nuevos problemas, añejas y renovadas inquietudes sobre el arte, el lenguaje, la creación y el destino humanos.  Y, como sustrato profundo, la mirada crítica a los grandes movimientos ideológicos que signaron de una manera u otra  la vida de los pueblos de este siglo.

Cabe también la posibilidad de pensar en un incesante palimpsesto en el que se van escribiendo y reescribiendo los núcleos fundamentales de lo acontecido en una escritura, en un pensamiento y en un sistema de convicciones acumulados y corregidos en décadas de reflexiones y vivencias.”  [245]

Interpreta Valli que puede ser considerado como “un relato sobre la literatura y el arte de este siglo.  Relato como entramado de textos que refieren a un objeto (el arte, la literatura) y relato fundamentado en una visión personal de los acontecimientos.  Desde la especial impronta que da la pertenencia a una determinada región de un país de la periferia en el que los ‘grandes hechos que conmovieron al mundo’ son dimensionables desde el tamiz de las propias ecuaciones de un intelectual inquieto y en permanente revisión y apuntalamiento de sus convicciones. (sic)  /…/  Buen receptor de los fragmentos de discursos que circulan por la sociedad, atento a los rumores y bullicios que marcan los signos de la época, Víttori intuye la pérdida de validez de ciertas afirmaciones, la erosión de algunos mitos, la vulnerabilidad de fórmulas gastadas.

Pero sobre todo advierte con singular lucidez algunos signos de esa crisis: ‘Cuando la consumación de la obra no es esencialmente libre, y cuando la sociedad no le presta… un mínimo de atención o de interés… cuando no se considera honorable o al menos digna de expectativa la tarea del hombre de letras o del hombre de artes, entonces algo anda mal’.”  [246]

Intuyo que Víttori además, desde sus conclusiones propone una reflexión acerca de la imprescindible atención, que exige todo lo que los hombres de cualquier oficio -ciencia o técnica- realizan, porque de esas actitudes depende el desarrollo, estancamiento o destrucción de la humanidad.  Más que las “huellas de una escritura anterior borrada artificialmente”, percibo que Víttori en esa cosmovisión, en esa manera de ver e interpretar el mundo, el mundo de la literatura, otros mundos-, sin proponérselo salvo por la transferencia de sus observaciones y conclusiones, genera un universo vittoriano.  Es necesario comprender que universo -de acuerdo a la Real Academia Española- es el “conjunto de las cosas creadas, mundo”; el “conjunto de individuos o elementos cualesquiera en los cuales se consideran una o más características que se someten a estudio estadístico”…

Insiste la memoria en las señales y las advertencias de Víttori, acerca de diversas funciones del artista, pertinentes a la trayectoria de su misión:

“…El artista no viene a probarnos nada, no es un investigador ni un estratega, no está en los cálculos ni en los manipuleos del estadígrafo, del tecnólogo, del planificador; no es el teórico llamado a especular sobre la sociedad ni a dotarla de una concepción que la guíe o la inspire; no es tampoco, el ilustrador de la Historia.”

“El artista viene a decirnos que tales o cuales cosas se presentan de tal o cual manera, activando en él estos o aquellos sentimientos a partir de un orbe vivenciado que lo incluye como persona o lo compromete como hombre, más allá de la contingencia…”

“…está irreal, imaginaria, sensiblemente dentro de las cosas y en esa experiencia siempre de alguna manera estética de las cosas, intuye su verdad, que es una verdad personal -es decir, relativa- no una verdad científica, impersonal, general; una verdad que tiende a lo universal por el denominador común de las emociones”.  [247]

Esta tercera lectura, permite también plantear la hipótesis de que el artista puede aportar con sus estudios y desarrollos, los datos necesarios para inferir realidades y probabilidades. En tal caso la magnitud de esos conocimientos, -directa o indirectamente- sirven a la estadística. Es posible entrever que en el universo vittoriano, confluyen la potencia de la estética y de la ética y hay una armonía entre lo político y lo religioso, como esencia vital en la condición humana.  Es probable que estas líneas generen alguna discusión, porque todo depende del punto de vista -y de la mirada- del observador, único e irrepetible por su naturaleza. Omitir este párrafo, hubiera sido una falta de autenticidad.  Hay que tener en cuenta que las disensiones también contribuyen al crecimiento.

Víttori observa que en el cosmos del arte

“…antes de alcanzar unas pocas obras el reconocimiento inmemorial de los clásicos, las interpretaciones difieran y las valoraciones cambien con el tiempo.  Autores ayer famosos están” –pongamos el acento…- hoy olvidados; algunos para siempre.  A otros la posterioridad los reconsidera y los ubica entre sus contemporáneos.  Los hay también que no interesaron en su momento, para ser reconocidos mucho después.

En consonancia, nada impide a los consumidores de arte admitir las incoherencias verbales, las extrañas sonoridades electrónicas, la crispación de los signos pictóricos, el desorden de las imágenes fílmicas o la ruptura de las unidades escénicas, como confrontaciones simbólicas de la conciencia de nuestra época…”  [248]

Las tinieblas de la censura

En una aproximación al dilema de la humanización, José Luis Víttori enfrenta la inevitable barrera de la rendición de cuentas, una divergente defensa que pretende esclavizar a los artistas.  Con acertado criterio, destaca que:

“Cuando a la literatura y al arte se los controla (o posterga, ignora, discrimina, soborna o desactiva), esa actitud denota la existencia de un mal más grave que la soberbia del censor.

A este hombre que escribe, pinta, filma, diseña o compone música, entregando a su arte lo mejor de sí, aún” –vislumbro que sí, aún, todavía… y aun, inclusive…- “sin saberlo y sin proponérselo: talento, fervor, autenticidad, desinterés, maestría, videncia…, se lo quiere independiente o comprometido, pero tan pronto opina, difiere, interroga, vacila o cambia de idea, incurre en irreverencia (cuando no en delito) y se lo sospecha o se lo resiste de por vida -sobre todo aquí, donde es mal visto el que descree, abandona o reniega-, cuando no se lo arrincona, difama, persigue o se lo condena a muerte física o civil”.

“La crónica de los agravios y desaires inferidos y estoicamente soportados por el artista contemporáneo, realista o no, militante político o no, señala año tras año y en todas partes, la lucha que sostiene consigo mismo y con los demás por ser conciencia viva de su época y por hacer de su conciencia necesidad libremente superada en la obra.”  [249]

Víttori al plantear la relación entre “necesidad y contingencia” reitera como “afirmaba Kandinsky que la necesidad interior se origina en tres elementos:

1.- Cada artista, en cuanto creador, debe expresar lo que es propio de su persona.  Es el elemento de la personalidad. 2.- Cada artista, como hijo de su época, debe expresar lo que es propio de la época. Es el elemento de estilo en su valor interior, compuesto del lenguaje de la época y del país al cual el artista pertenece (es dudoso hasta cuándo esta última distinción continuará). 3.- Cada artista como servidor del arte, debe expresar lo que, en general, es propio del arte (esta es la quintaesencia del arte que se encuentra en todos los seres humanos y en todos los pueblos. (sic)

Y la nuestra es, precisamente, una época de grandes individualidades, de conmociones profundas, de odios devastadores, pero también de pasiones ejemplares -Simone Weil, Gandi” –Gandhi-, Luther King, Albert Schweitzer, Teresa de Calcuta-; de cambios y de búsquedas.  Su arte no puede responder a una preceptiva estática y uniforme.

La coacción y los dogmas del poder político crean ideología compulsiva a expensas de la realidad y cosifican al hombre a costa de los valores diferenciales.  Sabemos que la obra de arte no siempre se ha hecho con exclusión de reglas consagradas por el gusto del príncipe o del tirano que ven en las fuentes legítimas, las obras maestras del arte clásico, una maqueta inmutable.”  (…)

“El talento personal, la trasgresión, la desobediencia, la libertad de dudar, de cuestionar, de cambiar, han asegurado la superación de actitudes conformistas y de maneras agotadas, y con ello -paradójicamente- la continuidad.”  [250]

En ese universo, Víttori advierte que…

“la calidad de una obra -la interacción de sus valores y la excelencia que resulta de ese juego múltiple- es inseparable de toda manifestación de arte, sin que en condición tan esencial importe demasiado la temática que se abordó.  [251]

Proyecta el escritor los nombres de autores de distintas latitudes, entre ellos el cordobés Abel Posse -comparado por la crítica europea con Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez por el realismo mágico con que elaboró la novela “Daimón”, donde emerge la sarcástica historia de Lope de Aguirre, “un rebelde absoluto” que “se alzó contra su rey y contra su religión… que empieza de bota y termina en ojotas” según palabras del autor. No es una novela histórica -advierte-, “es una novela surreal, de estilo barroco.  El personaje vive quinientos años y sus asesinados también.

Es un poco la historia del espíritu español, ibérico, en América.  En el fondo, una búsqueda de la selva de nuestros mitos y raíces” y en ese recorrido acumula sucesivas narraciones imaginadas desde el punto de vista de los aborígenes.  Posse, desde 1965 integró el Servicio Exterior de la Nación, logró que en la década del 70 esa obra fuera traducida al francés y al italiano y veinte años después, varios títulos ya están editados en francés, alemán, portugués, holandés, danés, sueco, checo, ruso, etonio, japonés, hebreo, rumano, griego y polaco. Es evidente su interés por los estudios hispanoamericanos y se refleja esa razonable disposición en El largo atardecer del caminante, distinguida con el primer premio de la Comisión Española del Quinto Centenario.

Analogías y valoraciones

Víttori aporta más claves para fijar el absurdo precio de una vida.  Así como en distintas publicaciones abordó la resultante del itinerario del ilustre Dr. Agustín Zapata Gollán y la herencia artística del viajero César Fernández Navarro. En sus ensayos acerca del escritor y su condición en el siglo XX esboza un escorzo planetario donde confluyen artistas y filósofos en ámbitos de singularidad y de pluralidad.

Destaca José Luis Víttori que:

“En los Estados Unidos, el destino de los escritores -entre los más expuestos de la actividad creadora- ha seguido el desarrollo civil de una democracia pragmática, enérgica y con fuerte acento puritano, constituyéndose en símbolo, por un lado, de una indeclinable tradición de libertad de expresión ejercitada en libros y en periódicos, pero también de una lucha denodada contra la injusticia y la intolerancia, manifiestas ambas, por ejemplo, en diversas segregaciones: la de los judíos en algún momento (…) la de los negros -debe hablarse con propiedad de una brecha de la negritud en la sociedad norteamericana, insalvable a pesar de la vigencia de los derechos civiles (…)  la de los marginados blancos -los irlandeses o los polacos del west side, en Chicago…”

“…no es fácil rastrear un sistema de represión ideológica de los intelectuales, antes o después de los años 50.  La crítica despiadada y por momentos masoquista, ha sido una de las características más acusadas de la literatura norteamericana, actitud que tarde o temprano logró correcciones morales y cambios políticos, como los recogidos en leyes vindicativas y en las divulgadas enmiendas de la Constitución.” [252]

Entre los argentinos, sabido es que durante sucesivos períodos era agobiante la  discriminación y caza de brujas. 

En ese deslinde soportó indiferencia -entre otros- la escritora Delfina Bunge de Gálvez a partir de su adhesión al justicialismo, evidencia contundente de lo tenebroso de la pasión si se atreve a eclipsar -o anular- a la razón.  A mediados del siglo, funcionó en el Congreso Nacional la Comisión Bicameral de Actividades Antiargentinas cuya estela es visible en los diarios de sesiones.

Víttori al mirar en esa dirección, advierte acerca de la detención sin proceso de Alfredo Varela, el autor de El río oscuro.

“…su nombre fue borrado de la película Las aguas bajan turbias (Hugo del Carril) basada en la novela y finalmente le dieron opción de exiliarse.  Por ese tiempo el folklorista Atahualpa Yupanqui ofrecía recitales clandestinos en casas de familia para mantenerse y su música se escuchaba por radio como ‘autor anónimo’; también debió expatriarse.  Luego se produjo la detención del escritor Leónidas Barletta (La ciudad de un hombre, Historia de perros, premio Hernández Catá ‘al mejor cuentista de América en 1947 y 1954, y, en 1955, la de Victoria Ocampo.  En junio de este año son incendiadas por bandas de foragidos las bibliotecas de la Casa del pueblo, la Nunciatura, la Casa Radical y el Jockey Club.”

 

La generación que vivió en 1955 fue testigo –mudo en algunos casos de perdurables persecuciones y desde aquella sombría despedida del invierno, se ordenó por decreto el retiro de circulación de libros de autores relacionados con el gobierno subvertido.  Más allá del límite del absurdo, se prohibió el uso de algunas palabras que integraron el glosario clandestino de los justicialistas.  Fueron aterradores los fusilamientos de junio de 1956 aunque millones de argentinos siguieron siendo fieles a la doctrina de justicia y de solidaridad, sin egoístas especulaciones personales.

Coherente con esa realidad nacional es lo expresado por Víttori:

“Con posterioridad a la caída de Perón, fueron a la cárcel el poeta Juan L. Ortiz y el narrador Luis Gudiño Krämer.”  [253]

Tras una animosa contemplación sobre distintos espacios políticos y literarios, Víttori advierte que:

“…si los perseguidos o los desahuciados no se suicidan y, ante las amenazas, tampoco se exilian, entonces los encarcelan y los maltratan…”

“…una parte del precio que el artista contemporáneo ha pagado en prueba de su Pasión y de su Esperanza: sangre, muerte, prisión, tormentos, lucha, renunciamientos, obstinada permanencia más allá del celo circunstancial o de la frecuente duplicidad que signa la acción política.

No quiero decir con esto que el artista sea la víctima electiva de nuestra civilización. Él no es más oprimido, perseguido ni agredido que otros.  Pero tampoco menos.  No es ni más inocente ni más impecable que el resto de los hombres.  Pero tampoco menos digno ni menos valeroso.  Aunque suele ser más visible, también más terco y resistente a los ataques que el resto y, por presentar mayor blanco, esté más expuesto al castigo: El poeta Nicanor Parra, símbolo del suplicio de los intelectuales chilenos en los años 70, después de caer Salvador.”  [254]

Es probable que ese sentimiento de abandono percibido por Ernesto Sábato y una angustia, intolerable en su límite opresor, hayan determinado distintos suicidios.  Víttori expresa:

“Narradores, poetas, músicos, pintores, dramaturgos… No son pocos los que, incapaces de resistir las embestidas de la época, se han suicidado: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Marta Lynch… Amadeo Modigliani… Virginia Woolf… Cesare Pavese, Ernest Hemingway…

Suicidas… ¿De qué valor es el suicidio para justificar con sus cien razones e imponderables, la afirmación de una actividad.  Es que el mundo contemporáneo, con sus exigencias, tensiones y altibajos, ha sido muy duro con los creadores, comprometidos o disponibles, tendenciosos o neutrales, inocentes o culpables. (…)

Todavía parece resonar, en las calles de Buenos Aires, el disparo del arma con que Marta Lynch se mató, a solas en su casa con las tribulaciones que la mortificaban desde lo más secreto de una vida exitosa y brillante. (…) [255]

A mediados de 1979, Marta Lynch respondió acerca de las posibles relaciones entre un hombre y una mujer: “Creo que un hombre de extrema sencillez puede conquistar a quien se le ocurra, siempre y cuando sea sincero, apasionado, veraz, enérgico, leal.  Un fracasado suele tener mucho éxito, en cambio, porque despierta la piedad de la mujer, que es uno de los ingredientes más importantes del amor. (…) La historia está llena de amores femeninos formidables, mi propia vida está puesta al servicio del amor. (…)  Estoy muy ocupada trabajando, escribiendo, criando hijos, amando, creciendo, conviviendo…”  [256]

Es probable que tiempo después, una grieta imperceptible estuviera quebrantando su voluntad de vivir, hasta que los últimos fragmentos de esperanza sucumbieron ante el disparo fatal.  Víttori al rememorar La cortina de angustia -un “capítulo deslumbrante” de Los lanzallamas, escrito por Roberto  Arlt-, señala que…

“…bien puede pensarse como resonancia del clamor humano entre ambas guerras mundiales, sobre todo en víspera de la gran crisis de los años 30.  El drama de la persona que comienza a sentir en las contrariedades de la vida su desamparo social y existencial; que, en lo más íntimo de sus pensamientos, grita más que plantea preguntas de índole metafísica una y otra vez formuladas por los individuos más lúcidos: ¿Quién soy?, ¿Para qué he nacido?, ¿Qué he hecho de mi vida?, ¿Dónde estoy?, ¿Hacia dónde voy?  [257]

Señales e intuiciones

Víttori plantea en su estudio acerca de “la señal y su instrumento”, que los artistas suelen tener presagios. El diccionario de la Real Academia dice que el presagio es una “especie de adivinación o conocimiento de las cosas futuras por medio de señales que se han visto o de intuiciones y sensaciones”.  Destaca Víttori que según el criterio de Thomas Mann,

“…el concepto de señalar es de suma importancia en toda literatura y en toda experiencia literaria.”  [258]

Reitera una conclusión de Arthur Rimbaud:

“El poeta define la medida de lo desconocido que se agita en el alma colectiva de su época.”

“Marcel Raymond escribe, a propósito: Rimbaud señala, pues, al poeta como tarea hacerse vidente, esto es, despertar en su espíritu las facultades adormecidas que le pondrán en relación con lo real auténtico (…) de donde su obligación de agotar todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura, debe procurarle los medios para llegar a lo desconocido.” [259]

Hay cierto paralelismo entre esas afirmaciones y lo que expresa Víttori acerca del valor del gesto poético.

“El poeta, el narrador, el dramaturgo, no son sucedáneos del sacerdote, del siquiatra, del asistente social, del consejero sentimental, del astrólogo; sus obras no aconsejan, no orientan, no enseñan al modo docente, no hacen la revolución; si algo enseñan es, ante todo, el arte de poetizar, narrar, dramatizar, etc., el arte de ver-en-imagen la vida posible, tal como pudo ser, y no siempre de manera directa, sino también de manera indirecta, analógica, sugerente.

El hombre, ¿escucha? ¿Quiere hacer suyo el mensaje que emana del texto sin ser dicho? ¿Está dispuesto a comprender esos lenguajes de formas que por lo general insinúan más que hablan, acudiendo al circunloquio, a la perífrasis?”[260]

Y el escritor que está solo y espera, el potencial educador a distancia  ¿cuánto padece cuando contempla los trescientos o quinientos ejemplares recién encuadernados, esperando una posible y lejana distribución?  ¿Es acaso otra sutil forma de castigo a la que está sometido aun después de haberse privado de alegrías compartidas para concretar esa edición?  Y para completar el ciclo de torturas -generalmente inevitables-, suele aparecer algún inquieto colega –tal vez uno de los tantos de la historia de hombres solos, quizás ni compañero ni amigo ni conocido- o algún devenido crítico literario, apresurado y audaz en el momento de las valoraciones, quienes establecen categorías aunque sus suposiciones revelen apenas un conocimiento periférico sobre la obra que se pretendió examinar.

En tales circunstancias, pueda servir como incentivo lo expresado por José Luis Víttori:

“Borges, Silvina Bullrich, Sabato” -el renombrado Ernesto Sábato-, “Mujica Láinez, Gudiño Kieffer, best sellers argentinos, son más conocidos por su imagen que bien leídos y aún así menos que Cannigia o Batistuta.  Sólo una minoría de lectores (¿50, 60 mil?) se aventura en sus páginas, y ¿cuántos lúcidamente?  La letra impresa, lo sabemos, está en baja.  Hay más ofertas que demanda.

En cuanto a los otros, a los ‘oscuros’, a los ‘héroes sin fama’ de las palabras, apenas existen en el mercado librero y en los planes promocionales, aunque también sus obras sirvan, aquí y allá, de texto de estudio en los institutos de enseñanza.  Pálida compensación del reconocimiento.  (…)  Así las cosas, ¿quién puede exigirle al poeta desconocido veleidades populares?”  [261]

Rosas… belleza: discreción y secreto

Desde la comarca, hubo señales acerca la incorporación del escritor Oscar Tacca -miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras- como miembro de número, en el sillón que ocuparon los maestros Ricardo Gutiérrez y Fermín Estrella Gutiérrez.  Era jueves, hora 18:30, se congregaron en la sede –Palacio Errásuriz, avenida Libertador 1902, Capital Federal-, entre otros, el académico Jorge Calvetti, quien dio la bienvenida a los asistentes y entregó la medalla y el diploma pertinente al distinguido escritor.  Pronunció palabras de bienvenida el señor Federico Peltzer y el profesor Tacca disertó sobre “Libros genéricamente atípicos”.

El sábado 2 de julio de 1994, desde el litoral trascendió que el perseverante Oscar Tacca, hombre del litoral, expresó: “La vida ha sido generosa conmigo”.  Dos fotografías abarcan la mitad de esa página, una corresponde a la sede de la academia -; en la otra, correspondiente al acto de presentación del libro España y el Nuevo Mundo.  Un diálogo de quinientos años, se reconoce a Tacca sentado primero desde la derecha y su lado el académico José Luis Víttori.

Gastón Gori durante el otoño del 2000, necesitó expresar: “Creo cumplir con un deber de rectitud intelectual al aclarar, con datos concretos, lo que me parece una equivocada apreciación que se tiene aún en relación con la indiferencia de instituciones o editoriales con respecto a los libros y autores residentes en las provincias o, si no indiferencia, subvaloración de obras literarias escritas desde el interior, y sus dificultades para ser editadas en aquel macrocentro cultural”. /…/

“Que Buenos Aires no es indiferente a lo que se escribe en provincias lo demuestra el hecho de que no son pocos los distinguidos por la Sociedad Argentina de Escritores, con el Gran Premio de Honor, que es el máximo reconocimiento que hace esa institución.   Carezco de la nómina completa, pero dos residentes ‘en el campo’, en Esperanza, debieron asistir a sendos grandes actos públicos de la Sade para recibir ese premio, con la presencia de periodistas de los grandes diarios de Buenos Aires.  Y si queremos abundar en ejemplos, la nómina de escritores domiciliados siempre en sus provincias, incorporados a la Academia Argentina de Letras, registra tres nombres de la provincia de Santa Fe, por primera vez en 1983; luego en 1989, José Luis Víttori, y poco después, Osvaldo Tacca” –Oscar-, “actual miembro de número por residir ahora en Bs. As.  Y esto que pareciera estatutariamente una discriminación según sea el domicilio no es así, la justificación está en que si se nombrara miembros de número a los residentes lejos de Capital Federal, las dificultades para tener quórum serían invencibles.  Miembros de la Academia Argentina de Letras fueron Canal Feijoo” -Bernardo- de Santiago del Estero, Juan Carlos Dávalos de Salta, Alfredo Bufano y Juan Draghi Lucero de Mendoza, Juan Filloy de Córdoba, etc.

 

En la Cofradía de los Duendes con sucesivas adquisiciones o donaciones, sigue incrementándose el tesoro. Una cordial vecina -señora Tacca de Ingaramo-, acercó otra gema: es Cultura y Política, donde están algunas señales del académico Oscar Tacca sobre el infinito cosmos del Arte de vivir y convivir, reconociendo que “un premio es siempre un gran halago.  Pero, pequeño o grande, a cierta altura de la vida uno siente en qué medida desborda los méritos personales.  En primer lugar, por lo que tiene de aleatorio: sin falsa modestia, uno sabe muy bien que pudo haber sido otorgado a otros que trabajan más talentosamente, o más denodadamente, o más sufridamente.

En segundo lugar, por lo que tiene de injustamente individual: en lo poco que somos o que hacemos hay una gran contribución ajena.

Sin exageración, se podría decir, con motivo de cada libro o trabajo, que uno no lo ha escrito solo: es fruto del esfuerzo de otros muchos, que no aparecen en la tapa”. /…/  “Yo nací en un hogar modesto.  No me faltó el pan ni la escuela pública.  Pero en mi casa no había una biblioteca.  Aunque había un piano, no había otros libros que los manuales corrientes e indispensables de la enseñanza, de mis hermanas o míos.  Faltaba el mundo de la literatura.  No era, por lo demás, habitual el fomento de la lectura -especialmente de esa lectura desinteresada- por parte de la escuela y del hogar.  Mi infancia -eso que otros llaman su ‘formación’ -la llenaron más bien las hondas y los pájaros y las lagunas y los sapos en el campo del verano, el almacén de la esquina y el barrio adoquinado en la ciudad, y mi adolescencia el fútbol de campito o la barra puntual.  Pero la literatura siempre acecha.”  /…/

Destacó luego el académico Tacca: “En este tiempo en que parece empalidecer el valor de la lectura frente a otros medios de comunicación, renovamos nuestra fe en el libro.  Y a través de él, por ser -lo seguimos creyendo- su soporte fundamental, en la Cultura.  Cuando declinan los objetivos, intereses y valores tradicionales que dan fuerza, razón de ser y unidad a la vida nacional, es la cultura la que mantiene el rumbo.  Se dice que los desaciertos políticos, o los desatinos económicos, o los esguinces diplomáticos del país han deteriorado nuestra imagen en el mundo.  Pero hay una faceta en la vida nacional que la ha mantenido invariable: la cultura. /…/ Y por eso la fórmula nos  parece -en definitiva- simple: la política debe estar al servicio de la cultura  y no al revés.  Es la cultura la que da sentido y orientación a la política, es ella que funda la tabla de valores. Cultura y política son conceptos que pueden ser vistos como convergentes o divergentes.  /…/  Pero rectamente entendidos, los conceptos de cultura y de política son a tal punto convergentes y complementarios que su disyunción parece imposible: la política posibilita, estimula y extiende la cultura, la cultura vivifica, renueva y moderniza la política.   /…/  Por eso, bien entendida (y no como mera técnica del mando) la política no es otra cosa que el ejercicio de la cultura, para el mejor desenvolvimiento del hombre en sociedad.  Bien sabemos que la política no es todo, que hay algo más en la vida de los hombres, tal vez muchísimo más.  Pero esta verdad, que tantas veces utilizan falazmente los gobiernos autocráticos para negar o retacear la actividad política, no debe hacer olvidar que sin ésta, desaparece o se eclipsa ese algo más.  Y es que, sin libertad y justicia -el objeto primordial de la política- no hay dignidad humana.  Y sin ella, desaparece ese algo más: en realidad, todo lo demás.”)  [262]

Ideal de hombres cultos

Desde la comarca, el primer sábado de octubre de 1994, Víttori difundió algunas de sus conclusiones acerca de la generación del 40 -aquella donde estuvo bien plantado, en el rumbo de la literatura, el maestro Gudiño Krämer.  La mirada de Víttori, abarcó diversos planos de las artes plásticas.  Desde el espacio estético concebido por Eduardo Serón, se difundió un resplandor persistente.

Víttori ha señalado esa trayectoria a partir de un primer punto, un lugar, el lugar de nacimiento de Serón: Rosario, en 1930.  Destacó que “era un muchacho de 15 años, apasionado ya por las artes visuales” y coherente con esa vocación, desarrolló aprendizajes de pintura e ingresó en la facultad de arquitectura.

“Eduardo Serón cultivó su arte en el descubrimiento del goce, la libertad creadora y la belleza decorativa implícita en las proyecciones y contrastes ilimitados de la línea y el color en el espíritu de la geometría.”  /…/

“Ha cultivado Eduardo, como complemento de su pintura, el ideal de un hombre culto, no sólo en los aportes del arte contemporáneo, sino del arte de todos los tiempos…” /…/  “… es un lector disciplinado y curioso, al igual que un creador de formas, su cultura estética y su maestría plástica no quedaron reservadas para sí, en su biblioteca o en su taller, pues dedicó casi tres décadas a la enseñanza en institutos superiores de la UNL y tomó bajo su responsabilidad, en una ocasión, la secretaría técnica de nuestro Museo Provincial de Bellas Artes y en otra la del Museo Castagnino de Rosario”.  /…/

“En los últimos años, Eduardo sintió necesidad de nombrar a sus cuadros con títulos de poemas de Raúl Gustavo Aguirre.  Entonces me viene el recuerdo de que, cuando organizamos con Raquel una muestra de Serón en nuestra galería de la calle 25 de Mayo, la acompañamos con la edición limitada de un poema de Aguirre: ‘Miradas’.  Hay cinco líneas de este poema que me hablan desde lejos de la pintura de Eduardo.  Dicen:  El lujo encantador de la noche es la inmensa libertad: libertad de ser árbol o diamante, hormiga o corazón desventurado, y alta selva en incendio bajo los cielos más indiferentes.

Suntuosidad de las almas en pena, viejos símbolos inútiles que divagan sobre los imperiosos volcanes del dolor, ¡y cómo me maravillo en la fastuosa evidencia!”  [263]

En esa circunstancia, Víttori reconoció que ante la pintura de Serón…

“…cuando se da ‘libertad al ojo’ -como decía nuestro amigo y maestro Juan Grela-, se siente que el arte verdadero no es nunca imitación, sino transposición intelectual o emocional de la realidad en un lenguaje de símbolos.”

En su aproximación a la región y sus creadores, Víttori señaló el rumbo de la obra de Juan Grela G., Leónidas Gambartes, Fernando Espino -A todo o nada-, Mele Bruniard -o la Magia de los sentidos-, César Fernández Navarro y Elizalde – Ghillioni, Macchiavelli, Tres pintores argentinos.

En esas conclusiones, Víttori reconoció que Juan Grela Guerrero…

“…empieza a pintar, en 1935, todo el orbe del barrio suburbano que agolpa en su mirada y en sus emociones… Grela no es un hombre que huye de su vida, sino que tiende a realizarse en ella mediante un acto de comprensión y de síntesis.  De allí que esa vida tenga importancia en su obra, como un bloque de realidad que, ‘desmaterializándose’, asumirá su sentido más profundo y rico para llegar al símbolo y al mito, a la esencialidad.

…Grela mostró, ante todo, una obra: una circulación orgánica de descubrimientos y significados que se van determinando sucesiva y certeramente desde el comienzo hasta el fin. Una obra que se afirma en unidad y en coherencia…”

“Su sensibilidad estaba implantada en la percepción inmediata de las cosas y las cosas llegaban al soporte por una vibración directa.”  /…/

“Dar una obra en este país tan lleno de confusión y desaliento, de esfuerzos abandonados y realizaciones truncas, de famosas improvisaciones, es tan importante como expresar en ella al país mismo.  Para lograrlo, hay que conocer a fondo el lenguaje y el ámbito en los cuales se inscriba, el momento de la propia gestación y el estado de la gestación en el mundo.  /…/  Es preciso madurar en la vida cotidiana, aceptar la responsabilidad civil que nos impone nuestra condición social.  No se llega a la obra por la facilidad, ni por azar, ni por la mera adhesión al hombre.  La obra exige el abandono de una entrega total.  En todo esto, Grela ha sabido respetarse y esperarse; sus formas y su espíritu han crecido armoniosamente… su experiencia de la vida y su experiencia del arte se han equilibrado.  Y una cosa al fin es cierta: este es un hombre que no miente, y la suya una obra que no nos miente.” [264]

En esas páginas, Víttori describe algunas experiencias compartidas en Rosario y una vez más la memoria señala algunos gestos:

“Mele Bruniard es inseparable del gesto formador y es así como permanece en mi recuerdo más grato: jugando con un chico a dibujar mundos imaginarios en servilletas de papel, ambos abstraídos en el bochinche de un café, mientras sus fabulaciones conjuraban el principio y el fin -el ademán espontáneo que no sabe de sí y el trazo maestro que ha sabido olvidar, en diferente prodigio pero en igual autenticidad”.  [265]

En un párrafo anterior, el maestro Víttori había reiterado algunas observaciones de Robert Dottrens:

“…que educar no es instruir, ni siquiera formar, sino liberar de los atavismos y de las escorias que la herencia (social) ha depositado en nosotros…”

Los lectores del litoral -que no leyeron ese libro de Víttori-, desde la comarca pudieron enterarse de la existencia de bienes culturales, generados por dos artistas singulares, entre tantos que integran un patrimonio artístico, que como el porteño revelado por Scalabrini Ortiz, está solo… y espera.  Espera ser conocido, reconocido y difundido; allí y en distintas localidades.  Es insoslayable que las exposiciones –los actos-, suelen ser insuficientes porque no hay igualdad de oportunidades; abarcan un determinado espacio, a determinada distancia de los potenciales observadores –lectores-.

Suele ser un privilegio el poder conmoverse ante algunas de esas obras, o por obra de Dios, una Gracia el  haber compartido algún tiempo y un lugar -con ellos y con tantos…-, mientras las miradas y las sonrisas completaron el mensaje de las palabras.

Víttori una vez más, desde la comarca revela ser un predicador del arte de vivir y de convivir:  Reconoce la potencia de un gesto e insiste en la…

“…evocada escena de Mele y el chico en una mesa del bar ‘La Aduana’ de Rosario, hace mucho tiempo (el chico aquel, hoy arquitecto), los años han sumado obras en el trabajo incesante de Mele Bruniard.”  /…/  “A veces, cuando Mele cuenta a los amigos historias de su vida familiar, las palabras componen imágenes de caserones embrujados, de objetos alguna vez atesorados y codiciados, de fantasmas que en su memoria y en su voz reviven las tristezas de antaño y conjuran tragedias…  Entonces, en el reverso de las palabras, uno entiende mejor su capacidad de conjurar el jardín o el zoo maravilloso en sus estampas.  Tanto en el relato íntimo como en el gesto formador, sus emociones deslizan sueños de infancia, sueños deseados y convocados en la alegría o en la melancolía del momento, pero siempre sueños en los cuales ‘vuelan dulces cuentos de la tierra, el fuego y el agua’.” /…/

En 1992, una mirada sobre el libro Del Barco Centenera y “La Argentina” permitió intuir algunas percepciones de un arquitecto: Manuel Pedro Víttori, hijo de José Luis y de Raquel.  Enseguida la memoria repitió la anécdota: “…evocada escena de Mele y el chico en una mesa del bar ‘La Aduana’ de Rosario, hace mucho tiempo (el chico aquel, hoy arquitecto)”…

“Mele Bruniard es inseparable del gesto formador y es así como permanece en mi recuerdo más grato: jugando con un chico a dibujar mundos imaginarios en servilletas de papel, ambos abstraídos en el bochinche de un café, mientras sus fabulaciones conjuraban el principio y el fin -el ademán espontáneo que no sabe de sí y el trazo maestro que ha sabido olvidar, en diferente prodigio pero en igual autenticidad”.  [266]

En equilibrio, sin redundancia, por Obra de Dios, la armónica creación vittoriana se consolida en el litoral y trasciende en espacios sin fronteras.

(En la ciudad de los contrastes, esa anécdota de Víttori acerca de líneas trazadas sobre una servilleta de papel, si se dispone de más claves, provocará otras indagaciones sobre el peso de la verdad, tratándose de un diálogo entre adultos.

El doctor Domingo Felipe Cavallo -ministro durante la presidencia del doctor Carlos Saúl Menem- ha reiterado una asombrosa anécdota: “…de pronto Corach tomó una servilleta y empezó a escribir los nombres de los jueces que eran controlados desde el poder político”.

Esas declaraciones por distintos medios, generaron más dudas y provocaron polémicas mientras pacientemente, hay que esperar las sentencias y los Fallos de la Justicia.)  [267]

El patio de los naranjos…

Esos hechos, tales hombres y los merecidos homenajes, se irradiaron desde senderos del periodismo.  Allí también se recogen los frutos de la oportuna siembra de José Luis Víttori.  Desde ese ámbito trasciende su noble obra, elaborada sin estridencias durante su vida, “dedicada al trabajo y al esfuerzo”.

Víttori proyectó su literatura desde el Parnaso litoraleño… donde la poesía sigue siendo -más que rimas y ritmos…-, la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra.  [268]

Sigue vigente renovándose el eco de las voces estudiantinas, aunque transcurre ya el cincuentenario de singulares promociones.  En el mundo de la literatura, se percibe la resonancia de los primeros trabajos, mientras seguían doblando las campanas del sur, en entusiasta celebración del cuadragésimo aniversario de los primeros cuentos cercanos a El Paso.  En el patio de los naranjos, creció el canto de los pájaros y el revolotear de las palomas, porque estaba llegando la legión de los ex-alumnos de la Inmaculada.  En un punto infinito, se encontraban diferentes vectores con la fuerza de los recuerdos, con la energía de las presencias.  El soneto de Horacio Caillet Bois se expande con resonancias de décadas:  [269]

Aquí otra vez venimos en la mitad del día

Patio de los Naranjos, a escuchar los rumores

de voces que se fueron por esos corredores

y viven en el sueño y en la melancolía.

Mis ojos ven tus arcos de adobe y tu crujía,

tus barandas de hierro, tus cornisas de flores,

y aquellas golondrinas de tus tiempos mejores

que rozaban la ermita de la Virgen María.

¿Dónde están los senderos cubiertos de azahares,

tu aljibe y tu cuadrante de triángulos solares?

Hoy sólo te recuerdan, despertando en el viento,

gritos, nombres y fechas grabados en tu flanco;

la reciedumbre criolla de tu lapacho blanco

que pudo más que el tiempo, las hachas y el cemento.”

En esa trayectoria se sigue proyectando la estela de José Luis Víttori.  El sonido lejano de las campanas del sur parece reiterar que:

“El aire detenido, el aire antiguo y lateral de ese rincón del mundo… quieto se espesa.  El escritor, rastreador incansable en todos los espacios, invitó a compartir su percepción… en el momento exacto en que la primera luz del sol, anticipaba la despedida de la noche.”  [270]

Así rememoro el encuentro de Víttori con Felipe Cervera, cuando una vez más evocó a Adverbio, esa confluencia de escritores que trabajaban “por una literatura vivenciada en el lugar y, desde el lugar, atenta al mundo.”  Una vez más, Víttori planteó otra duda:

“No sé si las cosas han cambiado.  Ahora cunde la literatura fantástica.  Yo mismo he escrito una serie anómala de cuentos fantásticos.  Quiero decir que se sale de mi literatura de intemperie.  No me explico muy bien por qué, salvo que es otra cosa, otro registro, y no sé si reincidiré.” [271]

En el mismo rumbo desde diferentes latitudes, en el litoral seguía estando lagente… que acampaba los viernes en las islas” y la otra gente, limitada a una “vida aferrada a los espineles y a los cajones grises que raspaban el limo del río, y a las líneas simples de su sobrevivencia, como surgiendo de un impúdico milagro…”  [272]

Desde la comarca, en diciembre 1984 Víttori había sorprendido con Nada y decidió reiterar ese cuento en otro continente, el pertinente a… el tiempo y los sueños.

“Era cerca del mediodía, una mañana de verano.  Sara vio a los chicos desde lejos, reunidos alrededor de una cosa que no pudo precisar.  /…/

– Chicos, si van a quedarse allí cúbranse las cabezas, alcanzó a gritar, haciendo bocina con las manos.

No esperó respuesta alguna.  Así eran ellos.  Siempre, en cada situación, obedecían las reglas de un código propio en el que los mayores quedaban excluidos.  /…/  [273]

En la chacra La Esperanza había cuidadores, medieros, peones.  La mujer y la hija del cuidador atendían la cocina y la limpieza.  Ella planeaba las comidas, controlaba las provisiones, miraba por los detalles aparentes y sutiles que hacen de la casa un hogar, la correcta ubicación de los muebles después del aseo diario, la renovación del agua y las flores en los jarrones, la ubicación de los adornos y de la vajilla en la mesa a la hora del almuerzo y de la cena, el estado de la ropa recién planchada, aún tibia y olorosa a lavanda. /…/ “

Después de esas descripciones acerca de los afanes cotidianos de las mujeres, Víttori fija otro nudo donde la incertidumbre, el miedo y el horror que generan las mutilaciones, registran movimientos en distintas direcciones.

Sueño y vigilia se confunden. Se genera una reunión en el lugar donde un “agujero ominoso y tétrico” devoraba la materia que se le acercara.  Hay que destacar que -en la publicación primera- esas imágenes se presentaron en correspondencia con un dibujo -lápiz- de José Planas Casas realizado en 1949, donde en un espacio misterioso emerge la figura humana con inexplicables mutaciones y mutilaciones. Sigue siendo la mirada el centro de atención y de comunicación más allá de las formas y de las sombras.

En los relatos de Víttori, sucesivos pasos han producido evidentes evoluciones y cuatro décadas después de sus primeras narraciones, más allá de los albardones, del río y de las islas, el escritor plantea la potencia de los agujeros, en el Universo que se asemeja a una herida que nunca cicatriza…

“Frente al vasto horizonte nocturno, ambos veían los pedazos de firmamento que faltaba, ocultos por la opacidad de los agujeros que cribaban la atmósfera, tragándose la luz de las estrellas.

Y no fue sólo en las chacras.  Los proveedores de la zona trajeron una vez la vaga noticia de que en la ciudad se estaban abriendo ‘baches’ insondables, ávidos, mortales.  Y no fue sólo en la ciudad. Del otro lado del mar y del desierto, del Continente Fértil, del otro lado del mundo.”

Víttori difundió desde el litoral, sus percepciones desde un plano superior en una aproximación a… El profesional, un periodista independiente…

Reitera una advertencia:

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. (Mt.25-23)

Un cuadro revela el talento de Guillermo Hoyos.  Con precisas líneas ubicó en un primer plano a un resignado o meditativo anciano -un predicador o un vagabundo- junto a otro hombre, más joven y con señales de fatiga urbana.  Atrás, algunas rejas y carteles superpuestos:  “Nicaragua es libre. Cae Somoza”; “Juan Pablo II visita su tierra natal”; “Afganist… URSS envi….”; “EL SALV…; “LA DICT…”  Volcado imaginó Guillermo, el recipiente con los residuos, al lado de la bicicleta que reposa sus giros, sobre la vereda polvorienta.

No hay en el mercado, ni en el super, ni en el hiper, ni en el megamercado; ni podrá ser hallada en exposición, ni en feria, ni en mercadillo, ni como promoción ni en venta, tampoco en préstamo… una lupa que permita percibir los minúsculos -mayúsculos- signos, que el noble artista transcribió con sucesivos trazos: líneas que definen formas; luces y sombras en el misterioso cosmos del Arte.

En el desenlace del cuento, Víttori expresa que…

“… la suciedad y el abandono del lugar me recuerdan una escena de la cinta ‘Punto muerto’.  El viento del mar arrastra los desperdicios por las calles desiertas.”

Y entre tanta casualidad y causalidad, prefiero olvidar al personaje reflejado en otro punto muerto de la literatura litoraleña, mientras percibo que el silencio de mi protesta abortada ha sido complaciente con otro eco…

“… -me digo, pensando en el tedio de una eternidad sin esperanza.

El rezongo del viento rebota en las piedras del atrio.  El invierno afila sus uñas en los muros de la ciudad abandonada.”  [274]

Lo insoslayable es que con frecuencia, el recorrido de un profesional es lineal -aunque a veces con excesiva sinuosidad- y aunque sea un liberal, está condicionado por horarios -rígidos o flexibles-, cuyo tiempo de dedicación dependerá de las oportunidades y de las necesidades, hasta que después de varias décadas culminará con cierta pasividad y podrá ser compensado con un carné de retiro o de jubilación.

En otros planos, es posible seguir desarrollando diferentes itinerarios si hay suficientes aptitudes y constante perseverancia; hay múltiples ejemplos en el litoral y en el planeta.

1997: “Exageraciones y Quimeras en la Conquista de América” (ensayos)

José Luis Víttori sigue demostrando su excelente aptitud para la lectura y su actitud generosa, porque en sucesivos relatos aproxima a una biblioteca inalcanzable para la mayoría de los hombres del litoral, los argentinos, los hispanoamericanos. El Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe confió a la imprenta Lux la edición de esta aproximación a las exageraciones y quimeras sobre la América de los siglos XV y XVI.

Saber que Víttori elaboró un estudio sobre los hitos de don Agustín Zapata Gollán, otro entusiasta hispanoamericanista, provoca misteriosamente otro vínculo ineludible porque ese Centro de Estudios nació impulsado por sus proyectos.  La lectura propuesta señala que:

“… la tendencia a la exageración era una de las características de los hombres de la época, habituados a llevar al extremo sus pensamientos tanto como sus acciones.”  Louis Baudin

Entre los cincuenta y seis títulos de la bibliografía consultada por Víttori, desde La Argentina de Martín del Barco Centenera en la colección de obras y documentos de Pedro de Ángelis, hasta los textos pertenecientes a la Academia Argentina de Letras publicados en dos volúmenes titulados: España y el Nuevo Mundo: un diálogo de quinientos años; “doce números” de “la Colección de la revistas ‘América’ del Centro de Estudios Hispanoamericanos de Santa Fe” y los tomos de la “Gran Enciclopedia del Mundo: Bilbao, España. Ed. DURVAN 1961…” se reflejan varios siglos de cultura… de civilización.

Víttori induce al lector a imaginar, que se encuentra frente a los anaqueles de una biblioteca o de una librería, y así es posible acceder a mayor información.  Supongamos que están sobre el escritorio estos libros y que es factible leer parte de lo citado por Víttori:

  • ANGULO IÑIGUES, Diego. Historia del arte hispanoamericano. Barcelona, Ed. Salvat, 1945, vol. 2.
  • AZARA, Félix de Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. Buenos Aires, Ed. Bajel, MCMXLIII. 2 Vol.
  • BAUDIN, Louis. La vida cotidiana en el tiempo de los últimos incas. Buenos Aires, Ed. Hachette, 1955.
  • DAVIS, Nigel: Los aztecas. Barcelona, Ed. Destino, 1977.
  • LUGONES, Leopoldo. El imperio jesuítico. Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1981.
  • MENCHACA, Francisco J. Aporte a la información sobre el arte de curar en Santa Fe la Vieja. Santa Fe, revista “América” Nº 5, Centro de Estudios Hispanoamericanos.
  • MORALES PADRÓN, Francisco. Vida cotidiana de los conquistadores españoles Madrid, Ed. Temas de hoy, 1992.
  • MOUSNIER, Roland: IV -Los siglos XVI y XVII. Las civilizaciones indígenas a la llegada de los europeos, en Historia general de las civilizaciones (M. Crouzet). Barcelona, Ed. Destino, 1958.
  • ROJAS, Ricardo. Historia de la literatura argentina: Los coloniales I y II. Buenos Aires, Ed. Losada, 1948, 6 vol.
  • ZAPATA GOLLÁN, Agustín: Obra completa. Santa Fe. Ed. U.N.L., 1989, 6 vol.

Víttori propone al lector que se ubique en otra situación:

“Creemos debe insistirse en la complejidad y vastedad de la conquista española en América, cuyos sucesos, testimonios y copiosa documentación, favorable o adversa, es en parte bien conocida y en parte poco frecuentada y falseada, mientras se supone existen valiosas reservas de fuente aún no descubiertas en los archivos de América y Europa, originales extraviados, obras copiadas de modo fragmentario, códices, lienzos indígenas anteriores o posteriores al siglo XVI que se depositaron sin registro, todo un tesoro bibliográfico por descubrir, clasificar y reeditar.”[275]

Una vez más reaparece la imagen del Padre Bartolomé de las Casas…

“ejemplo muy acudido de los más rencorosos enemigos de la conquista española.  Las Casas había llegado a las Antillas en el primer viaje de Colón, como compañero de éste y con prerrogativas de encomendero.  Administraba ya sus posesiones en Santo Domingo cuando, al escuchar en 1515 el famoso sermón de fray Antonio de Montesino o al leer en el texto impreso sus palabras reivindicativas del indio, le asaltaron escrúpulos de conciencia, vendió sus propiedades y tomó los hábitos en la orden dominicana.  Desde su nueva condición religiosa inicia una larga diatriba contra los conquistadores.[276]

‘El único que se sucedía a sí mismo manteniéndose en la brecha hasta 1566 era Fray Bartolomé de Las Casas, que en 1511 era un colono más, pero que a partir de 1515 quedaría transformado en un difusor tenaz y pertinaz de la doctrina dominica, ya que consumiría medio siglo de su vida pronunciando y repitiendo el sermón de Montesino.  Hizo suyas aquellas primeras denuncias, las enriqueció, y les incorporó una defensa de la naturaleza aborigen.’ (Cf. F. Morales Padrón, II-02-66)”.[277]

Desde el principio de la historia de la humanidad se han registrado las luchas del hombre para obtener lo imprescindible para su subsistencia o para ejercer el poder.  Es interesante la observación de Baudin acerca de la vida cotidiana en el tiempo de los incas, que Víttori reitera y sin proponérselo quizás, genera nuevos interrogantes:

“El sueño áureo del Inca Garcilaso y de otros cronistas se desvanece u oscurece ante los aspectos escondidos y sombríos de esta magnificencia tiránica, bien caracterizada a veces por la crueldad y la ferocidad que demostró el usurpador Atahualpa en su guerra contra Huáscar, el inca legítimo.  Es curioso que quienes han exaltado sin tregua las ‘bondades de la organización socialista de los incas’, no hayan advertido la relación que se da entre el monumentalismo arquitectónico y los Estados autocráticos, en especial los de índole provindencial: el Inca era el Dios de una cultura megalítica, autoridad suprema, ‘reformador del mundo’, distribuidor de todos los bienes y constructor de obras ciclópeas como las fortalezas de Pisac, Sacsayhuamán, Ollantaytambo o Machu Picchu -símbolos de su egregia persona.- Al referirse al apogeo del Imperio, Louis Baudin, admirador del incanato, observa sin embargo que cuando la nación aparece para el observador como un bloque homogéneo, ‘el indio del pueblo toma la mentalidad que le caracterizará definitivamente, la de la llama perdida en el rebaño, que obedece las órdenes de un pastor lejano e invisible.  A medida que el imperio se extiende y fortifica, el individuo se repliega más sobre sí mismo y se esfuma’.”  [278]

Al final del siglo XX sigue siendo “el hambre, un problema que no cesa”, como se reiteró en el diario El Litoral.  Es un drama que implica un compromiso de humanitaria solidaridad.  Víttori, al rememorar la conquista de América insiste en las penurias soportadas por la población en aquel tiempo:

“Si en la Europa del siglo XVI, tan pronto la población rebasaba el límite de las subsistencias, las hambrunas se hacían periódicas y con frecuencia devastaban regiones enteras, con mayor razón la calamidad debió sentirse en una indoamérica de técnicas y producción menos desarrolladas: ‘según Polo de Ondegardo, las tierras debían quedar a veces seis o siete años en barbecho y tres cosechas sobre cinco se perdían en la alta meseta (del Perú) a causa de la helada’.

Un año de lluvias excesivas o de sequía, amenazaba la existencia de alimentos y el equilibrio precario de la población; una plaga de langostas o una sequía prolongada significaba el hambre, la migración, la lucha por la supervivencia y la muerte de miles o docenas de miles de habitantes”.  [279]

Al aproximarse a Los caminos del hambre señalados por su ilustre amigo don Agustín, la mirada de Víttori se prolonga hacia la Historia de la literatura argentina de Ricardo Rojas.

“No escaparon al padecimiento de su hazaña los propios conquistadores, acosados en el siglo XVI por el ‘hambre del desarraigo’, como lo documentó en sus libros iniciales el Dr. Agustín Zapata Gollán:  De los 2.000 españoles arribados al Río de la Plata con Pedro de Mendoza, poco más de 200 llegaron vivos a la Asunción después de abandonar el fuerte de Buenos Aires; los otros 1.800 murieron durante su campaña en lucha con los indios y con el hambre.

‘De dos mil, aun no quedamos / En doscientos. / Por los malos tratamientos / Muchos buenos acabaron / Y otros los indios mataron / En un punto. / Lo que más que aquesto junto / Nos causó ruina tamaña / Fué la hambre más extraña / que se vió’, clamaba Luis de Miranda en su romance elegíaco’.”[280]

Advierte Víttori que…

“el peor flagelo y la principal causa de muerte y desquicio entre los indígenas no fueron sus obligados servicios según las viejas instituciones españolas como la encomienda o repartimiento -afianzada en la tradición de la reconquista de la Península Ibérica- y nativas como la mita -trabajo rotativo en las minas- o la yanacuna -ocupaciones en casas y campos – de los incas, sino el efecto imprevisible e indeseado de las epidemias que asolaron a los pueblos:  A la llegada de los españoles el sistema inmunitario de la población americana en general estaba carente de defensas frente a las grandes pandemias y endemias del viejo mundo.  El crup y la difteria así como las demás enfermedades importadas en el siglo XVI produjeron aquí como en el resto de América Indígena su terrible cuota de mortandad.  De especial gravedad fue la epidemia de viruela de los años 1515-1516 que abarcó todo el Yucatán…”  [281]

En la dirección del Perú Incaico, Víttori destaca que…

“… el estado sanitario de la población nativa no era óptimo, estando sujeto a los altibajos de enfermedades endémicas propensas a expandirse en epidemias letales ante la variación de las condiciones climáticas y alimenticias cuando éstas desembocaban en hambrunas más o menos prolongadas y frecuentes: la desnutrición agravaba sus efectos sobre la morbilidad ambiente y la acentuaba.  Hemos hecho referencia al elevado índice de mortalidad (más del 50% y a la corta expectativa de vida.”  [282]

Víttori en una mirada hacia la historia santafesina, apela a las conclusiones del recordado profesor Dr. Francisco Menchaca…

“… ‘De las enfermedades’, menciona una carta de Hernandarias al rey de España en 1616, donde el autor señalaba ‘la existencia de pestes que diezmaban en particular a los esclavos e indígenas.  Es posible creer -comenta Menchaca- que ellas estaban constituidas por epidemias de viruela y tifus’. Sobre la viruela, recuerda el mismo ‘que se inició en Santo Domingo, pasó al Perú, luego al Paraguay y el Río de la Plata’.  También asienta en su monografía otro dato: ‘En 1636, Santa Fe la Vieja sufrió una epidemia de sarampión que causó muchas muertes’.  Por último, aludiendo a la sífilis ‘cutánea y visceral que aquejara a D. Pedro de Mendoza, así como (a) los callos óseos encontrados en los esqueletos de fallecidos’, dice que tales indicios ‘hacen suponer que aquella enfermedad aquejó la zona del Río de la Plata y regiones vecinas’.”  [283]

Conmueve pensar que han transcurrido cinco siglos y no sólo en América sino en la mayoría de los continentes, las personas de menores recursos siguen transitando como sombras, mientras la osada televisión transmite recetas culinarias, almuerzos o cenas y retransmite vivencias en distintas latitudes y con diferentes objetivos.

Acerca de la población en América en los primeros años de la conquista española, hay datos confusos.  Algunos comentarios parecen absurdas exageraciones o inexplicables quimeras.  De acuerdo con referencias de Angulo Iñigues en su historia del arte hispanoamericano, Víttori reitera que:

“Los primeros cronistas atribuyeron a la capital incaica 200 mil habitantes en 1533, cifra muy abultada que se repitió sin examen (como en el caso de Tenochtitlán), hasta que las revisiones críticas las redujeron a no más de 50 mil.  El Inca Garcilaso manifiesta con palabras emocionadas que ‘uno de los principales ídolos que los reyes Incas y sus vasallos tenían fue la misma ciudad imperial del Cuzco, que la adoraban los indios como cosa sagrada, por haberla fundado el primer Inca Manco Capac… Y porque era casa y corte de los Incas, sus dioses.”

“El inca Garcilaso comenta que los edificios reales ‘fueron en extremo pulidos, de cantería maravillosamente labrada, tan ajustadas las piedras unas con otras que no admiten mezcla’; el P. Acosta, en coincidencia, dice que ‘apenas se ve la juntura de las unas con las otras’ y que ‘las casas están hechas de piedra pura, con tan lindas junturas que ilustra la antigüedad del edificio’.

El templo del sol, el Coricancha, fue ejemplo de una admiración desenfrenada:

‘Todas las cuatro paredes del templo estaban cubiertas de arriba abajo de planchas y tablones de oro.  En el testero tenían puesta la figura del sol, hecha en una plancha de oro, el doble más gruesa que las otras planchas que cubrían las paredes…’ Pero la mayor fantasía, rayana en la alucinación, se desplegó al describir el Jardín de Oro, aledaño al Templo del Sol: ‘era en el Tiempo de los Incas -escribe Garcilaso- jardín de oro y plata, como lo había en las casas reales de los reyes, donde había muchas yerbas y flores de diversas partes, muchas plantas menores y (…) culebras, lagartos, lagartijas, caracoles, mariposas y pájaros (…) cada cosa puesta en el lugar que más al propio contrahiciese a la natural que remedaba.  Había un gran maizal, y la semilla que llaman quinua y otras legumbres y árboles frutales con la fruta toda de oro y plata, contraecho al natural’.” (sic) [284]

Los relatos de Félix de Azara y de Leopoldo Lugones acerca de los guaraníes y el imperio jesuítico, fueron interpretados por Víttori al estudiar acerca de las misiones:

“… la mansedumbre o docilidad de los guaraníes permitió desde 1558 a un puñado de jesuitas reunirlos y evangelizarlos por miles en las misiones del Paraguay y el noroeste argentino, asimilándolos a normas civilizadas de convivencia y enseñándoles artes y oficios que redituaron un austero bienestar e indudable estabilidad a las comunidades, así como crecidos beneficios a la orden.  Se estima que en sus mejores tiempos, antes del Tratado de Permuta entre los gobiernos portugués y español que forzó la entrega a Portugal de las siete reducciones jesuíticas del Brasil a cambio de la colonia del Sacramento, y de su epílogo, la rebelión guaraní en 1751-56 y la expulsión de los padres en 1767, las misiones asentaron, sin exageración, a 100 mil indios.  A  pesar de los juicios adversos a esta experiencia de reducción, las misiones hicieron posible, en la vasta región de sus pueblos, 150 años de paz, social y espiritual, en actividad productiva, lapso que les permitió, entre otros muchos logros, imprimir el catecismo, el diccionario y la gramática compuestos por fray Luis Volaños en guaraní.”  [285]

Esta breve aproximación a la sugerente obra de Víttori, confirma su calidad de lector y de escritor.

Sería interesante que dispusieran de ella en las escuelas santafesinas -para que al conocer pudieran reconocer sus valores- y en las escuelas de todas las provincias, aspiración personal que quizás pueda generar una original novela sobre exageraciones y quimeras en la reconquista iberoamericana o tal vez, provocar la escritura de un polémico ensayo sobre el tiempo y los sueños en la educación hispanoamericana.

1998: “El tiempo y los sueños” (cuentos)

En Santa Fe de la Vera Cruz es año de celebración por la trayectoria periodística del Diario “El Litoral”, fundado el 7 de agosto de 1918.  José Luis Víttori integró el directorio a partir de 1986.

La Editorial Vinciguerra S.R.L, de Buenos Aires, incluyó su libro El tiempo y los sueños, en la colección “Nuevo Cauce”.   Desde esas páginas, el hombre del litoral irradia más señales en la dirección de su perfil como  periodista, escritor y académico, como ¡maestro!…

En la IV Feria del Libro organizada por la Universidad Nacional del Litoral, conjuntamente con el Departamento de Literatura Infantil de la subsecretaría de cultura de la provincia, asociaciones de escritores y empresarios vinculados al libro, se desarrollaron diversas actividades entre el jueves 3 y el domingo 13 de septiembre de 1998.  Un recorrido visual sobre el programa permite comprobar que entre las identidades de los participantes en talleres, mesas redondas, conferencias, presentación de libros, no está impreso el nombre de José Luis Víttori -tampoco el de Gastón Gori-, quizás porque son reconocidas y potentes las razones de su permanencia y vigencia en el mundo de los libros.  En el segundo día, “la tarde anunciaba la prolongación de las sombras” y se evocaba la fecunda trayectoria de Ana Hilda Quinodoz de Villanueva, amiga del alma.  [286]

Los caminantes pudieron hallar incontables títulos y conocer más nombres de autores.  Los lectores del litoral pudieron aproximarse una vez más a la obra de sus escritores y con ese privilegio -agregado al de disponer de lo necesario para la compra-, fue posible acceder al último libro publicado por Víttori: El tiempo y los sueños…

De inmediato, una fugaz mirada sobre la tapa permitió percibir un mensaje diferente, al de sus primeros cuentos y novelas.

Impacta la reproducción de un cuadro de Pérez Celis, el pintor que propone un viaje al interior de la materia… Aunque es de dimensiones reducidas, sus cálidos colores y el destello de luz sobre la horizontal que limita la fragmentación, provocan sensaciones misteriosas como sucede cuando estamos predispuestos a las ensoñaciones.  [287]

Hay señales de otros cambios: el diseño de tapa corresponde a Digital Warrior y una indicación se asemeja a un desafío: “Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio visual, gráfico o sonoro salvo expresa autorización del editor” y se menciona a la ley 11.723 reconocida entre los argentinos, como la ley de propiedad intelectual, virtualmente otra desaparecida.

En la contratapa, se transcribió una valoración del poeta Luis Ricardo Casnati, uno de los artistas que integran el estudio de Víttori sobre la Región y sus creadores; el poeta que en el verano del 94 desde el litoral, conmovió con sus Cartas rusas y en versos reflejó sus miradas:  “He mirado un paisaje que se dilataba en cuatro cordilleras  / detrás de una de las cuales comenzaba la China.  //  He mirado la flor del té. //  He mirado este curioso cielo, / que tiene su Dragón y su Serpiente y su Delfín, pero // donde no está clavada la Cruz del Sur.”  [288]

El noble Jorge M. Taverna Irigoyen refiriéndose a… “el  amor y el amar de Luis Ricardo Casnati, reconoció que “la poesía es una entrega gozosa y a la vez una participación sin eufemismos.  La confesión de la pequeña historia cotidiana y a la vez el gran ritual de todas las historias”.  Destacó que el mendocino Casnati, “es un poeta de augural estatura, que canta prístinamente, sin sobredimensionar sus sentimientos.  Hombre que siente los grandes pronunciamientos vitales y, a la vez, se sacude ante la mínima vibración de lo simple.  Su verbo -como un alimento fecundo y fragante de pan recién horneado- va conjugando el canto de una manera sencilla y armoniosa, con la elegancia del gesto de quien sabe expresar lo más sin excederse en los recursos.”  [289]

En su poema Casnati, interpretó plenamente la percepción de quienes observan el espacio estrellado, desde una circunstancial permanencia en el hemisferio norte mientras en la memoria están las señales de los destellos percibidos durante mayor tiempo, en el hemisferio sur.  Con semejante precisión, Casnati reconoció que “en la narrativa de José Luis Víttori, se conjugan distintos planos de experiencia y de conciencia, lo vivido y lo intuido, la realidad y la ficción, la historia y la leyenda, en un complejo mundo narrativo cuyas fuentes se remontan a los asombros de la infancia, la trama fantástica de los sueños, los rumbos sin tiempo de la memoria personal y colectiva; un mundo mágicamente alterado en sus secuencias causales por rodeos, encantamientos, rupturas e inmanencias, y poéticamente sugerido por un entrecruzamiento de símbolos”.

Lo evidente es que Víttori, en estos cuentos de la otra dimensión, sigue reflejándose con singular estilo; sigue siendo el hombre del litoral, el escritor, periodista y ciudadano que vive, convive y se emociona; que comparte esfuerzos y esperanzas.  Se perciben las evoluciones de su actualización constante: es otro el lenguaje y los textos aluden a diferentes circunstancias: “hay cableros de vacaciones y pantallas de sobra”.  Es indudable que la tecnología ha ampliado la significación de antiguas palabras: “redes” y “terminales” con “voces e imágenes” en las “pantallas electrónicas”.

Más allá de los signos y de las profecías, Víttori reitera los temores del hombre ante lo desconocido y no hay diferencia entre esos miedos y los que sentían otros hombres cerca de Los Apóstoles en el cotidiano desafío ante las fuerzas opuestas.  Allí también mito y misterio, seguían generando la tenebrosa trama de incertidumbres que acosan al hombre. 

Víttori desde la comarca transmitió sus percepciones en otra dimensión.  Una ilustración de Fernando Espino completa las imágenes del cuento que aproxima al lugar que se asemeja a un laberinto.  La lectura de esos primeros párrafos y la siguiente en el lugar que se corresponde con el tiempo y los sueños, permite comprobar las sucesivas autocorrecciones que el escritor concreta antes de una edición o reedición.  Transcurrieron casi once años entre la primera y segunda impresión.  En consecuencia, hubieron razones suficientes como justificación de algunos los cambios.  Víttori en 1987 contó:

“Se me hizo tarde en la ciudad.  No es frecuente que eso ocurra un viernes, pero pasó.  Sin pensarlo, queriendo desentenderme cuanto antes del trabajo,  me vi demorado por la nerviosidad del ambiente, olvidando la invitación de Juan Cruz Vidal a La Enramada.

Las noticias eran inquietantes, no por agresivas, sino por anodinas.  Las grandes potencias hablaban de un entendimiento, pero movilizaban fuerzas y activaban sus sistemas defensivos en actitud de máxima alerta, lo cual, fuera de las cortesías e hipocresías de la diplomacia, no auguraba precisamente la paz.”

“-Véngase conmigo al campo -invitó entonces Juan Cruz Vidal, observándome con los nervios de punta-, nada gana con estar al pie de las teletipos el día entero.  Créame, lo que deba suceder, sucederá.” [290]

Después de esa publicación, sobre el planeta se aceleraron los procesos de acuerdos –y desacuerdo- entre los estados de las grandes potencias; cayó el muro de Berlín, fusilaron al rumano Nicolae y a Elena, su mujer; en la unión de repúblicas socialistas soviéticas se produjeron inevitables desprendimientos.  Mientras tanto, en el litoral se proyectaban sucesivas renovaciones: la tecnología avanzaba y exigía transformar algunas empresas; en los diarios se instalaban más computadoras y la red de redes de comunicaciones, generó otros movimientos en las agencias de difusión de noticias.  En las redacciones estaban iluminadas todas las pantallas de los monitores y crecieron las expectativas ante sucesivas consultas en diferentes bancos de datos.

En consecuencia, el lector advertirá que Víttori releyó aquellos cuentos de otra dimensión ya publicados y una década después, desde una situación diferente, necesitó modificar algunos párrafos del relato:

“Los viernes me iba a casa temprano, librándome del trabajo hasta el lunes.  Después de tantos años en la agencia noticiosa, creía merecer esos descansos que me salvaran de la rutina informativa cuando el país y el mundo estaban más o menos tranquilos. Nadie en la agencia había observado la ‘oculta compensación’ resuelta por separado como una forma de paz conmigo mismo.  Pero en los últimos tiempos las cosas habían cambiado, no de una manera evidente, sino en las sutilezas de un nerviosismo que parecía contagiarse de las máquinas a las personas.

Lo cierto es que, sin darnos cuenta, permanecíamos allí el día entero y ya no recuerdo el viernes como el principio de un largo fin de semana en el que uno empieza a vivir otro tiempo y otros sueños.

Hay cableros de vacaciones y pantallas de sobra para absorberle a uno la vida cuando está pendiente de las terminales que difunden sin tregua las noticias del planeta.  Al margen de lo inmediato, el mundo y el pasado acechan desde las redes informativas con el asombro de una virtualidad sin límite y sin tiempo.  Al concentrarse en la lectura, el operador olvida toda noción del presente y termina obnubilado por el caudal incesante de datos, voces e imágenes.

Yo ya empezaba a sentir los trastornos del cansancio: dormía mal, comía peor y, como en un delirio, equivocaba las secuencias de los sucesos y los lugares, o, lo que es peor, cuando lograba irme a casa, bien entrada la noche o con la primera claridad de la mañana, me acosaba el sentimiento de haber olvidado o equivocado algo, y regresaba como un autómata a comparar la realidad de los hechos con los espectros virtuales.

– Véngase conmigo al campo -me había dicho Juan Cruz Vidal al verme con los nervios de punta-, nada se gana con estar en vilo frente a las pantallas.  En este mundo absurdo las cosas pasarán sin que nos consulten, puede creerme.”

Sigue Víttori con otras descripciones y propone recorrer un extenso camino mientras es posible abarcar con otra mirada, la proximidad del pujante río:

“En la trama secreta de la noche interminable y llena de presagios, sin sueño, sin cansancio, como si la prueba de recomenzar me diera fuerzas, marcho siguiendo instrucciones que no llegan a nada.  Hasta que un río profundo, crecido, de aguas turbulentas, me corta el paso, y no hay vado practicable, ni balsa, ni barquero que aseguren el cruce.  Imposible seguir.”

Nuevos nombres incorporó Víttori para identificar a sus personajes y al lugar: Juan Cruz Vidal, es el campesino que se siente “pacificado por los celajes de La Enramada”.  La continuidad en la lectura de la obra de Víttori, facilita la comprensión del horizonte ampliado de su literatura máxime si oportunas noticias periodísticas, han permitido reconocer lejanos recorridos de su trayectoria, con vivencias en distintos continentes.  Aunque el escritor no se proponga escribir una autobiografía, siendo el hombre un espíritu encarnado, el lector aprehende las señales que por su arte discurren en el tiempo y en los sueños, indaga en los signos y en los símbolos hallados y se imagina un perfil humano.

Víttori sin proponérselo aporta los datos necesarios para ese logro.  Retorna una vez más a lo que ha sido esencial en su formación: el agua; elemento que nos constituye en un setenta por ciento, irreemplazable, vital; el agua de ese espacio fluvial donde ha transcurrido la mayor parte de su tiempo y donde ha intentado confrontar realidades y sueños.

El caudal del agua se expande en distintas direcciones y cuando estalla una tempestad, se desbordan los extensos cauces, vibran o se fracturan los cimientos de los puentes, se revela la pujanza de su potente energía acumulada. El agua es esencial en el Bautismo y en los responsos: es el agua bendita que necesitamos desde el Principio hasta el FinEn esa dirección espiritual, Víttori transfiere una de sus íntimas meditaciones: “la humildadsegún el Ramayana, serena al poderoso” y esa reflexión, es la que en su narración, animaría al acusado cuando se enfrentara con el juez. 

Para completar las impresiones acerca de esa compleja circunstancia, se pueden leer diversos textos sobre Derecho -no se ha escrito sobre Justicia…- y los de Fallos de la Suprema Corte -tampoco confundir con fallas…– donde aparecen suficientes indicios para cualquier open mind ¡espíritu abierto! a la literatura inglesa; ¡espirit obert!… ¡espíritu abierto!… en el ámbito de catalanes y castellanos… expertos en el arte de vivir y de convivir.  La imaginación de Víttori propone un recorrido esencial como culminación de ese juicio, cuando se cree haber hallado la “verdad” o quizás la Verdad, mientras “la estatigua toca a su término”:

“-Estrellas, signos, premoniciones, astrologías, no son más que bella literatura, colorida superstición para dorar de reconfortante magia esta seca matemática que llamamos vida -pronuncia el juez con el énfasis de su convencimiento…

Afuera está amaneciendo y los pájaros ahuecan las plumas próximos al canto, mientras yo desando los espejismos del sueño para despertar…

-Sos demasiado viejo para un bautismo.

Hago sonar los dedos y pienso: Voy a despertar.  El techo se cierra con un golpe hermético y yo, respirando en la delgada veta de aire, pienso imperiosamente: Voy a despertar, quiero despertar.

Y me entrego a la suerte de conjuro cuando, a ras del cielorraso, el agua moja mis labios.”  [291]

Cuando Víttori respondió a las pulsiones que lo conmovían -como se reconoce en el ámbito del sicoanálisis…  comprendió la tragedia que aniquilaba a la familia del cazador ¿imaginado?… Lo había observado mientras “cruzaba temprano los canteros húmedos de rocío de la avenida costanera”.  Es probable, que haya experimentado un estado de ánimo semejante al que provocó su conmovedora conclusión:

“…al menos en la isla… ¿Qué importa un hombre?…

En un descuido es tan fácil que un hombre muera…

¿Y qué importa una muerte?”  [292]

En aquel tiempo doblaban las campanas del sur, en este tiempo acosan “los estampidos de las escopetas” porque reaparece el recuerdo de “los hijos del cazador”…

“Los chicos, de unos siete y nueve años, eran movedizos, flacos, rubiones.  Jugaban entre ellos; jugando descubrían el lugar, los pájaros, las mariposas, las flores silvestres.  La mujer, por precaución, nunca los llevaba a la orilla del río.  Los seguía lenta y pesada en su andar, sin apartarse demasiado.

… Todas las mañanas el cazador cruzaba la avenida con su escopeta y su perro en dirección a los esteros donde anidaban los patos.  Después llegaba su mujer demente con los chicos…  La familia vivía a la vuelta, cerca de lo de Méndez, en una casucha de chapas y de ramas, al fondo de un terreno baldío que ocupaban o le prestaban sus dueños para evitar que otros lo ocuparan…  Una vez el cazador no cruzó la avenida con su escopeta y su perro.  Tampoco la mujer llegó al prado con los chicos.  Y ya nunca se vio andar por allí a ninguno.  La casucha donde habían vivido se deshizo en jirones.  El tiempo enfrió las cenizas y el viento del sur jugó con ellas, dispersándolas por el piso incierto de las ruinas.  Los rocíos del invierno lavaron el fogón.  Nadie pidió razones de esa ausencia, como no se piden razones a la lluvia que no llega o a la brisa que no sopla.”  [293]

Ese desenlace, plantea una vez más el dilema reiterado por Víttori:

“-… ¿Hay predestinación como quieren los fatalistas árabes, o al destino lo decide uno con su fuerza o debilidad, como lo revelara Cristo?…

-Los triunfadores opinan que somos arquitectos de nuestro destino; los derrotados dicen que nacemos con mala estrella.”  [294]

Desde “El sello”, anticipado en El Litoral el 17 de agosto de 1985, día de homenaje al libertador General San Martín, Víttori desliza una reflexión sobre la Sabiduría del mensaje bíblico y habla de vigilias o sorpresas “en la aldea global”.  Algo se mantiene inalterable y es la zozobra por las inundaciones, diferentes a las que acosaban a sus isleros en la década del 60 porque en los últimos años del siglo XX, son los delincuentes quienes han inundado la ciudad.[295]

“…En un orden privado, ralearon los jardineros, cuidadores, mucamas, amas de llave, carpinteros, plomeros, electricistas, cerrajeros e instaladores de todo tipo, en tanto proliferaban los aspirantes a ocupaciones burocráticas y parásitas.

A la mayor parte de las tareas prácticas tenía que emprenderlas uno mismo, aplicándose a interpretar los dibujos e indicaciones de un manual de bricolage.  (sic) En ese clima aletargado y amenazante se fueron imponiendo la irritación, la descortesía, el fraude, el robo.  La muerte de un familiar, el alejamiento de un amigo, se hicieron irremediables en la orfandad que nos aquejaba…

Entonces prosperaron los enclaves más o menos vigilados y atendidos por la eficacia de los mercenarios: clubes, ciudadelas, residenciales selectivos por una afinidad de origen, de profesión o de creencias.”

…Un casal de perros adiestrados se agregó a las presencias defensivas: Din  y Don quiso llamarlos Inés, con una sonoridad de campanas… “

Una vez más lo intuitivo pretende inmiscuirse con lo racional cuando ese Din… Don… convoca a la lejana percepción de sonidos semejantes, que tantas veces conmovieron a los caminantes del sur.

Sin embargo, Víttori ciñe el nudo de su cuento…

“…la leyenda de dos viejos que habían escapado de sí mismos a una ilusión de peregrinajes, ignorando que, al final, todas las travesías se hacen una, y no se sabe adónde llevan si no lo sabemos al partir…”

En el desenlace, sitúa la escena en la zona norte de la ciudad.  Es una voz femenina la que anticipa la proximidad de “la avenida costanera que nos lleva de vuelta a casa”.   Aparece en ese espacio…

“…de pronto, sí, la alta perspectiva de los álamos, los elegantes faroles de forja, las balaustradas y las escalinatas junto al río, las casas de dos plantas con sus airosos tejados y jardines, el puente colgante.  Me quedé pasmado. La ilusión era perfecta, como corresponde a una fábrica de sueños…”

“En una señal precursora del regreso, se oyen los alegres ladridos de los perros.  Din y Don vienen al encuentro, gimiendo y saltando por los verdes canteros centrales”.  [296]

Es el universo familiar y poético donde Víttori logra establecer su literatura.  Es esa visión del Puente Colgante que se refleja en sucesivos relatos.  Sabe él -como Juan Manuel y como tantos…- que en 1903, se comenzaba a planear la construcción de un puente que trajera el agua cruda del río Colastiné hasta nuestra ciudad de Santa Fe”.  Sinuoso resultó el sendero de los trámites administrativos hasta que en 1922, siendo presidente de Obras Sanitarias de la Nación el santafesino Marcial R. Candioti, el gobernador de la provincia Dr. Enrique M. Mosca logró que se proyectara la construcción de “un puente colgante semirígido, sistema Gisclard, de tres tramos, lo cual demostró la eficiencia técnica en las Obras Sanitarias de la Nación.  Después de terminados los anclajes en 1925, la empresa adjudicataria trajo por aguas hasta el puerto de Santa Fe la estructura metálica, construida en Cherburgo, y desde allí traída en lanchones hasta el pie de la obra.  Luego de duro trabajo, el puente colgante es declarado transitable el 8 de junio de 1928”.

El periodismo ha informado que un cuarto de siglo después era evidente el deterioro por oxidación de los materiales.  Durante dos décadas, hubo más comentarios, sólo palabras: ni hechos, ni obras.

En 1973, con motivo del cuarto centenario de la fundación de Santa Fe, volvió a lucir un tono semejante al original, dicen… metalizado, plateado.  El miércoles 28 de setiembre de 1983, la potencia de la inundación aniquiló sus cimientos.

Al conmemorarse el décimo aniversario de ese derrumbe, desde la comarca, Juan Manuel Víttori expresó: “Si se dice que este puente es el signo identificatorio más fuerte de nuestra provincia, entonces hagamos que merezca ser llamado ‘símbolo’… Siendo así, es pertinente reconocer que “con él cayó el símbolo de nuestra identidad”… santafesina.  [297]

Es ineludible transcribir el mensaje de Víttori en las últimas páginas de su atractivo libro sobre el tiempo y los sueños…  Nombra a otro hombre magno… que “murió el año 323 AC. en el triunfo de una campaña militar que cambió la faz del mundo antiguo, después de haber purificado su cuerpo impío en las aguas sagradas del Ganges.

Héroe y antihéroe

Llevo en mi frente la antigua marca de los conquistadores:

una estrella de ocho puntas;

en mis cejas abunda la vegetación del triunfo, espesa y negra

como el rasgo de familia de los reyes asirios;

en mis ojos brillan los oscuros diamantes de una voluntad

de poder consagrada en los actos de una vida memorable;

la nariz es dominante y fuerte, mascarón de proa,

quilla angulosa de una nave de combate;

mis labios son firmes de ambición y llenos de sensualidad;

la cara misma, dominante y enérgica, no desmiente en su forma

los rasgos de una estirpe secular,

habituada al gobierno de los hombres

y a las lides de las naciones

en tiempos convulsionados,

sensible por mitades al oro y al acero.

Vengo de Jerjes y Azurbanipal, de Amenhotep VIII -el heresiarca

llamado Akenathón -y de Alejandro Magno, de Aníbal y de César,

pero también de censores y de tribunos ilustres.

He sido voz de la República y brazo del Imperio,

comandante de legiones, héroe epónimo.

El vicio y la virtud, el poder y la gloria coinciden

en mi efigie cincelada por la mano de dioses subterráneos.

Según esas facciones, soy el genio taciturno y el augur ocurrente

de mil difíciles victorias.

Pero,

no te empeñes demasiado en servirme, en reconocerme o en odiarme.

Te diré la verdad.

Cuando mis manos desaten el cordón de seda y

aflojen la máscara de fina porcelana que

oculta mi identidad, conocerás el secreto.

Yo soy éste,

limpio de vanidades, doloroso y simple,

estampada la frente por unos surcos de angustia,

triste la mirada,

escéptico el gesto.

He vivido en el mundo de los depredadores

ante cuya acción gime la tierra,

se enrarece el aire,

se extinguen las especies,

se recalienta el cielo,

se envenenan las aguas.

Como vos,

no tengo nada de qué jactarme,

por eso somos semejantes:

hombre sin amor, sin fe y sin alegría,

criatura reducida al páramo de un tiempo sin luz,

enemiga atolondrada de sí misma…

Lastimoso antihéroe de un ciclo que termina,

asesino de Dios, mendigo de ilusiones,

vapuleado,

ofendido,

humillado en situaciones sin ley,

aunque no lo sepas,

llevas la conciencia del universo entero…

Posees la sabiduría del instante y la soberbia de la negación,

eres, como yo, un vestigio de la historia,

una chispa de culturas milenarias.

Hombre del amanecer,

sudarás tu pan y al polvo retornarás

consumiéndote como un pabilo

en el misterio de una existencia sin par.”  [298]

Publicado en “El Litoral” – Santa Fe -Complemento “Cultura” [299]

Santa Fe, sábado 17 de octubre de 1998

Ilustración de Fernando Espino.

Islas y duelos

En el universo vittoriano es frecuente una aproximación a las islas. En ese rumbo se concreta otro reencuentro con Setúbal, el vital personaje que percibió los ecos de las campanas del sur santafesino.  Se reitera otro duelo “que siguió en la oscuridad, el puntazo que el Húngaro hundió en las sombras de sus pesadillas, el jadeo del muchacho herido que caía, el regreso del Húngaro borracho y lleno de cansancio y sueño al catre donde cayó…”  [300]

1998: “De las letras y las artes”, confluencia de artistas…

En el complemento Cultura del diario El Litoral, el sábado 19 de septiembre de 1998 trascendió que en el Museo Municipal de Artes Visuales se había inaugurado la Tercera Muestra de Plástica y Literatura “Artes & Letras”; exposición de obras de dieciséis artistas plásticos conjuntamente con poetas santafesinos.

Una vez más, ahí se percibió la confluencia de la pintura de Fernando Espino y la escritura de José Luis Víttori:

“…la vigencia de principios comunes a todos los lenguajes artísticos y a las posibles interacciones que dichos principios generan en las artes a pesar de sus particularidades formales”.

Hombres y expresiones…

José Luis Víttori, sabe desde el lugar que proyecta su arte. Desde las páginas de El Litoral, sigue confirmando su responsable actitud lectora y su generosa transferencia de informaciones.  En una mirada hacia hombres y hechos, vida y expresiones “a mediados del siglo XIX”, reconoce los aportes culturales de Edgar Allan Poe y de Charles Baudelaire.  Destacó lo expresado por el poeta francés en el poema “Correspondencias” en Las flores del mal: “Como largos ecos que de lejos se confunden en una tenebrosa y profunda unidad – vasta como la noche y como la luz – los perfumes, los colores y los sonidos se corresponden”.  Anotó que “el ejemplo del poema… se tomó de la traducción prosificada de ‘Las flores del mal’, por Ulises Petit de Murat”.

(Es interesante recordar que Baudelaire nació en 1821; a los cuarenta y seis años concretó la primera edición de ese poemario que provocó un escándalo y retiró seis poemas en la segunda edición.

En la traducción de Nydia Lamarque, hallamos estos versos de Correspondencias”: [301]

“Naturaleza es templo donde vivos pilares

Dejan salir a veces tal cual palabra oscura;

Entre bosques de símbolos va el hombre a la ventura,

Que lo contemplan con miradas familiares.

Como ecos prolongados, desde lejos fundidos

En una tenebrosa y profunda unidad,

Vasta como la noche y cual la claridad,

se responden perfumes, colores y sonidos.

Así hay perfumes frescos como carnes de infantes,

Verdes como praderas, dulces como el oboe.

-Y hay otros corrompidos, y ricos y triunfantes.

De una expansión de cosas infinitas henchidos,

Como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,

Que cantan los transportes del alma y los sentidos.”

En el Parnaso trascendió que “el poeta se debatía entre el hambre y la miseria” y que falleció diez años después de esa publicación. En el litoral se alude todavía a su adicción al hachís.  Una aproximación al Parque de Diversiones de Marco Denevi, más que un entretenimiento puede ser un llamado de atención para mejorar el discernimiento, porque señala las erróneas valoraciones que solemos apoyar. [302]

Apuntó Denevi que “el miembro de la augusta Academia caminaba por la calle rumiando su undécimo ensayo sobre Baudelaire.  De pronto vio a un joven con el pelo teñido de verde, que abrazaba a una negra.

-Llévense a ese inmoral, a ese escandaloso, a esa lacra de la sociedad, aullaba el académico.

No se calmó hasta que un policía arrestó al joven bajo la acusación de atentado contra las buenas costumbres.  Entonces, siguió caminando, siguió rumiando su undécimo ensayo apologético sobre Baudelaire.

En la comisaría el joven dio sus datos personales: -Charles Baudelaire, poeta.  Autor de Las flores del mal.)

José Luis Víttori, hombre del litoral que se ha nutrido con las experiencias provenientes de distintos continentes, afirma:

“Podemos hacer poesía sin palabras, pero las palabras en función poética y aun liberadas del metro y de la rima, generan una entonación, una cadencia, una resonancia musical.  En el lenguaje hablado, las palabras tienen su tono, su altura, su ritmo, es decir, valores acústicos equivalentes a los musicales.  Y tienen también su color y proyectan su espacio, no sólo en el papel, cuando ‘dibujamos’ oraciones en un fraseo singular, sino en la realidad virtual de la mente.”

Destacó Víttori que en este siglo XX, Ezra Pound expresó que “la gran literatura es sencillamente el idioma cargado de sentido hasta el grado máximo” y que se logra “en tres formas: afinando el sonido, lanzando una imagen visual sobre la imaginación del lector o estimulando el razonamiento”.  Retornó Víttori a las conclusiones de Wassily Kandinsky acerca de lo espiritual en el arte: “La afinidad general de las obras de arte entre sí /…/ no reside en la corteza de las cosas, sino en la raíz de las raíces, en el contenido místico del arte”.  En consecuencia, advertía al artista que “su ojo debe estar abierto hacia su propia vida interior; su oído siempre atento a la voz de la ‘necesidad interior’.”  Completaba sus observaciones con referencias a Benedetto Croce, Henry Lemaitre, Vincent Van Gogh, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato.

En su Imago Mundi Víttori en una indagación acerca de lo espiritual en el arte, siguiendo a Kandinsky admitió que “a medida que el hombre se desarrolla, se acrecienta el círculo de las propiedades que puede reconocer en los seres y en las cosas.  Seres y cosas cobran una significación que se resuelve en resonancia interior42.  Una emoción cualquiera puede provocar siempre, por asociación, otra que se corresponda con ella.  En el individuo altamente evolucionado (…) toda excitación que llega hasta ‘el alma’ hace reaccionar instantáneamente otros órganos (…) Se trata de una reacción que recuerda el eco o la resonancia de un instrumento de música, cuyas cuerdas, alcanzadas por el sonido de otro instrumento, se pusieran a su vez en movimiento 43-44.”

Transcribe Víttori lo expresado por Van Gogh -en una carta a Théo-, con respecto al cuadro de su dormitorio: “El color debe sugerir el reposo y el sueño.  En fin, la vista del cuadro debe dar reposo a la cabeza o más bien a la imaginación.  Las paredes son de un violeta pálido. El piso es de baldosas rojas.  La cama y las sillas son del amarillo de la manteca fresca; la sábana y las almohadas de color limón verdoso, muy claro… Este dormitorio (en cuanto) naturaleza muerta, se parece algo a las novelas parisienses de tapas amarillas, rosas, verdes…”  [303]

Esa memoria acerca de Van Gogh (1853-1890), “genio innovador de la pintura”, induce a recordar lo expresado por el perseverante Miguel A. Cello:  “Gran parte de su obra se realiza entre la crisis de enajenación mental, más alcohol, que lo llevarían al suicidio; es uno de los pocos grandes pintores cuya biografía resulta tan interesante, como sus cuadros, no por las aventuras, pues casi carece de ellas, sino por la rica vida interior que supo volcar en las 821 cartas que se conservan, la mayoría dirigidas a su hermano Theo.”  [304]

(Esta alusión a las cartas, provoca otra evocación de la narrativa de Stendhal.  En La Cartuja de Parma, una legendaria marquesa con desmesurada imaginación provocaba amores, intrigas y duelos.  “- Tengo la buena costumbre -dijo la marquesa a los dos hombres-, de no destruir nunca los papeles y las cartas que recibo; suelen serme de gran provecho…” En actitud vengativa, con esas manifestaciones insinuaba aún más amenazas.  Desde otra perspectiva hay coleccionistas que los preservan, con gratitud hacia las personas que dedicaron parte de su tiempo, al propósito de lograr una necesaria comunicación.  Cuando el espacio es demasiado estrecho, algunas personalidades los donan para que sirvan como base documental de desarrollos literarios o históricos.  Así se advierte en el universo vittoriano porque hay diferentes relatos elaborados a partir de interesantes cartas.)

Desde el litoral, al intentar abarcar la magnitud perceptible entre el espejismo y la realidad, es significativa esta valoración de José Luis Víttori:

“Del gremio de los oscuros sostenedores del arte de narrar, poetizar, dramatizar o ensayar, se asciende a las candilejas en casos excepcionales y aún así, pocas veces a roles de primera.  Los astros de este firmamento giran muy despacio sobre el eje de la fama, y, semejantes a estrellas fijas, demoran el recambio.

Y, no obstante, los héroes de estas posiciones expectables y envidiables -del mérito, de la suerte o la astuta autopromoción- suelen padecer la situación desairada o extravagante de que los libros agotan tiradas o reimpresiones, pero no los leen, como si los compraran por frivolidad…

Es que en nuestro país, al margen de la celebridad, esto es, del éxito, de la ‘imagen’, del renombre, no se ve ni se siente en el escritor al intérprete de unas vidas o de unas verdades humanas cuyo sentido trata de desentrañar para decirnos quienes somos.

En general, su actividad pasa por afición excéntrica.  Una rareza que no abunda en dignidades, que casi nunca otorga poder y que ni siquiera paga el sustento.”

Tras otro vuelo durante el otoño austral, ha sido posible conocer algunas conclusiones del escritor Eduardo Gudiño Kieffer: “…Latinoamérica existe a partir de los países que la forman -decir que la ‘integran’ es una utopía-… Hace falta que nos conozcamos a nosotros mismos.  Después podremos conocer a nuestros vecinos y derribar el cerco… Creo en la integración.  No creo que la integración con otros países latinoamericanos sea posible mientras no esté integrado el hogar -la Argentina- dentro de sus límites”. (…) “Estoy orgulloso de ser latinoamericano, pero antes estoy orgulloso de ser argentino.  Estoy orgulloso de ser escritor, pero antes estoy orgulloso de ser hombre.  Quiero mi universalidad.  Mal podré lograrla si primero no afirmo mi identidad”.

(El pionero peregrino Fernando Birri, expresó hace tiempo:

“Sé que estoy,

que he llegado a este remoto ámbito

donde la lluvia agita sus timbales.”

En este lugar, la llovizna es un murmullo que vela otros sueños…)

1998: “Octopus” – Obra de ocho escritores santafesinos.

Estaba próxima la Navidad y desde el centro de publicaciones de la universidad se convocó a la presentación de Octopus, un conjunto de narraciones que contribuyen a despertar el interés por ocho obras, que en realidad son apenas un rasgo en el bosquejo que correspondería perfilar con la trayectoria literaria de Osvaldo Barbieri, Carlos Bernateck, Enrique Butti, Carlos Catania, Carlos María Gómez, Carlos Roberto Morán, José Luis Pagés, José Luis Víttori.  [305]

Sentí la necesidad de incorporarlo en nuestra biblioteca sintiéndolo como un regalo navideño perdurable.  ¿Acaso un libro no es esencialmente el regalo del tiempo del artista, vivido en prolongados lapsos como un solitario, aunque sin soledad; trabajando con serenidad a pesar de la aceleración de sus palpitaciones por sucesivas emociones?…

Intuyo que el aduanero Enrique Rousseau -nacido en 1844- “cuya fastuosa obra, influyó notablemente en el impresionismo y el expresionismo”; el experimentado vista de aduana… pasó a la inmortalidad en 1910 -el año del Centenario entre los argentinos-, sin imaginar que ocho hombres del litoral a fines del siglo XX establecerían un virtual paralelismo, con los jugadores de rugby que él supo interpretar con evidente equilibrio y armonía.

Me asombré al mirar la tapa de Octopus.  La exuberancia vegetal que el pintor francés expuso como fondo estimuló mis sentidos y la potencia del lila, me trasladó imaginariamente hasta la fronda del florido jacarandá del patio de mi abuela, donde seguí soñando con los ojos abiertos, como había aprendido en su casa de Cándido Pujato, mientras jugaba con las sombras de los árboles o contemplaba las achiras y el rosal, sin alcanzar interpretar la razón de esa misteriosa atracción, que se revelaba también en el fugaz vuelo de las mariposas o de los picaflores.  Han pasado varias décadas y un misterio semejante rodea a mi ser, cuando se activa la necesidad de leer o de escribir.  Es quizás uno de los misterios de menor trascendencia, cuya magnitud estimo que carece de importancia…

José Luis Víttori, vuelve a anunciar una novela inédita: Vendrán otros veranos (salvo si cambia el título…)  Anticipa tres relatos que según la opinión de su amigo Eugenio Castelli, “constituyen una complementación de aquella saga fluvial antes referida, clarificando ciertos aspectos de la misma, sobre todo el origen y el destino de algunos de sus personajes básicos”.

Después de varias lecturas -y relecturas- de su vasta obra, rememoro que Víttori evocó sus vivencias desde “los 3 años” y aludió a “imágenes de verano y agua, de altos celajes, de profundos atardeceres en calles arboladas que, en la lejanía, anunciaban por el este, el oeste y el sur la presencia de los ríos.”  Después, nombró a sus abuelos; simbolizó la importancia de las raíces vitales: “De pronto me veo en la rambla, a orillas de la laguna Setúbal, una noche de enero, con mis padres, frente al arenal caliente que abriga…  A los diez años -relató el autor- aprendo no sólo a nadar en la laguna…” y recuerda a sus amigos en aquellos “días enteros de aire, sol, arena y zambullidas…”  [306]

Esa saga fluvial que anima al crítico rosarino, percibo que se potencia como una saga existencial desde la narrativa inicial de Víttori, porque mira en dirección infinita cuando nombra aire, sol, hombre, mujer.  En sus resoluciones, asocia lo legendariolo mítico- con lo real -lo visible, tangible, imaginable, aparente o verdadero-, en una literatura situada en el umbral de lo abarcador .  Karl Jarpers señala que “ninguna teoría del arte capta como ciencia qué es propiamente la realidad del arte; es decir, lo que en el arte se experimenta y produce como verdad.  Lo que concretamente se llama ‘expresión’ y se refiere a un ‘sentimiento vital’ o a un carácter es en sí participación de un surgimiento originario, y es abarcadora realidad.”  Piensa y transfiere su conocimiento- planteando que “el esclarecimiento de lo abarcador y de los modos de lo abarcador, si se consigue, tiene un efecto que se transmite al sentido de todo conocer.”  [307]

Víttori, plantea desde sus primeros relatos, el dilema profundo de la existencia del ser y de sus circunstancias -al decir de José Ortega y Gasset-.  Recordemos lo vivido por el “negro Setúbal” y sus conclusiones: “si usted mata a un hombre y no quiere que nadie lo sepa, nunca… no tiene más que llevarlo a esa laguna y meterlo en el embalsado, bien abajo”, porque “… la piraña, en poco rato, sólo va a dejar los huesitos limpios”.  [308]

En su selección para Octopus, Víttori propone recorrer los senderos, y en “Uno” apunta hacia El Edén, ubica el Árbol de la Ciencia, habla de esclavos y describe las vicisitudes del ermitaño que también sin haberlo conocido, estimuló los sentimientos del periodista maestro Don Luis cuando afirmó a mediados del siglo XX:  “… pasan muchos años hasta que aparece en Santa Fe, Francisco Javier de la Rosa, el ermitaño, escultor, fundidor de campanas, pintor y escritor…”  [309]

Víttori describe lo sucedido en “El Paracao”:

“Cuando abrieron la sentina de El Paracao era muy de noche y las constelaciones se dibujaban en el cielo del sur, negro como el vientre mismo del barco donde los ojos de los esclavos habían titilado en la oscuridad semejantes a las estrellas, en incontables días de navegación por el Paraná, aguas arriba, rumbo al Paraguay y al Brasil.

El aire nocturno sopló a bocanadas por las escotillas, abiertas a la orden perentoria de Joao Fimandro.  La brisa esperada por todos llegaba, al fin, con olor a humedad y a hierbas, pero El Paracao, anclado al pairo en medio del río, sobre lo más hondo del paso, apenas cabeceó al compás del viento que sacudía las velas.” (…)

“-Ustedes tres, los chicos, podrán ver la mañana, pero los demás sólo verán conmigo la noche estrellada, cuando demos el gran salto.. -dijo imponiendo las manos a sus nietos y, con la virtud de éstas, sus poderes chamánicos, esa especie de energía que se difundió por los cuerpos púberes con un cosquilleo desde la médula.” (…)

“-¡Fuera negros!

-¡Fuera todos!

Y así emergieron de la sentina del barco, en negra fila de espectros, arrastrando sus cadáveres engrillados, sus vidas eslabonadas en un único destino de pesares.”  (…)

“Y era como volver a casa por encima del dolor y de las aguas, incluso por ese sitio donde la borda se abría en una siniestra boca, el ancho espacio, el abismo del río, la caída, el descenso de los cuerpos, el chapuzón que se los iba tragando con el peso de los grillos, a todos, hombres, mujeres, chicos esclavos, carga furtiva y encadenada de pies y manos, empujados por la tripulación, arrastrándose unos a otros, cayendo ciegamente y sin un grito en las tinieblas…”  [310]

Víttori relata lo acontecido después de que se oyó “levar las anclas de El Paracao”, cuando los chicos “empezaron a nadar hacia la orilla opuesta”.

“Nadaron lenta y esforzadamente en busca de la costa cuya presencia reconocían en la oscuridad por el canto de los pájaros nocturnos y de los sapos.  Clareaba ya en el Este cuando sintieron bajo sus cuerpos el poco fondo de la ribera arenosa y, saciada su sed mientras habían nadado, se echaron en la arena, entre los juncos, sintiendo sonar sus entrañas vacías en la tibieza del suelo.”  [311]

Aporta así el académico escritor, más señales acerca del tremendo drama del hambre, algo que no cesa; como tampoco se ha desterrado a la esclavitud que todavía acosa a diversas comunidades, con sutiles exigencias de sumisiónGastón -refiriéndose a La Forestal– expresó que la persona que trabajaba en los obrajes  -hachero, peón…-, era -¿lo sigue siendo?-, “víctima de la naturaleza y víctima de la avidez de lucro” de quien lo contrataba; “iba a padecer todas las penurias, todas las injusticias que fueran reveladas o reconocidas hasta por quienes tenían ojos y no querían ver…” [312]

En el ocaso de este siglo, nos conmueve comprobar por televisión, la tragedia de los hombres de distintos continentes, discriminados, perseguidos o expulsados por diferencias  étnicas, políticas o religiosas.  Víttori desde el Sendero Uno, nos señala otro rumbo y en ese camino-¿Camino?…- sucede el Bautismo de los tres chicos[313]

“Te llamarás Esteban y no más Lanceni -dijo al menor.  … así vas a llamarte… en honor a mis benefactores en esa Villa, y los roció con agua bendita, les impuso los óleos ante la pila bautismal, cristianizándolos según su visión franciscana del culto.

Después los dejó libres, sabiendo de sobra que irían a ‘bautizarse’ ellos mismos en el agua tibia de la gran laguna.  Nada les gustaba más que retozar desnudos en el arenal, celebrando quizás sin darse cuenta y circularmente la noche en que habían nacido de nuevo en el pastizal de El Paracao, pero también otros ritos de agua y fuego que intrigaban y escandalizaban al viejo cuando seguía desde la barranca sus danzas y cantos en torno a la fogata encendida en el arenal inmenso, después de nadar y chacotear en la laguna, cuando emergían como divinidades paganas, chorreándoles el agua por la negra piel purificada.

Francisco Javier sabía que, una vez libres, ellos no volverían hasta las primeras luces de la siguiente mañana…”  [314]

Sabido es que desde el Principio hasta el Fin, el hombre habita en distintos continentes y ninguno puede eludir la enigmática Partida, por eso es razonable que Víttori concluya el recorrido del Sendero Uno señalando que:

“Después de haber fundido sus campanas y de escucharlas sonar en lo alto, ‘como un llamado de ‘ángeles’ (…) el viejo dio otra vez señales de ausencia, ensimismado en sus oraciones y meditaciones, hasta que decidió imperiosamente un nuevo retiro a las soledades y partió sin ellos, por un tiempo, con su báculo, su bolsa y sus perros; un tiempo dilatado y si se quiere misterioso, del cual el ermitaño Francisco Javier de la Rosa jamás volvió. [315]

En el sendero Dos, retorna al ámbito de los pescadores y es insoslayable la presencia de Cristóbal Constanzo, otro hombre de intemperie, que habitó en el Chircal.  Su vida aparentemente tenía semejanzas con la del personaje que vivió en “Los Apóstoles” y con su mujer, ampararon los tres hermanos -a la pequeña Cora-, en un tiempo de emigración e incertidumbre hasta que después, “un hondo abatimiento lo dominaba, un desinterés sin límites”; dejó de ir hasta la estafeta a buscar la carta tan esperada por la joven “Cora como cumplimiento de una promesa y con la esperanza de celebrar un perdurable matrimonio”.  Cristóbal Constanzo, simplemente “esperaba en la puerta de su rancho”. Un día, los dos hijos “encontraron a su padre muerto, caído sobre las tejas partidas del camino, con los labios sucios de polvo”; después, “lo metieron en un cajoncito, y los vecinos hablaron de él mientras lo velaban.  Y luego llegó La Matutina… Era marzo, había mucha humedad y calor, los mosquitos zumbaban y picaban…”  [316]

Víttori relata cómo se presentó el pescador forastero cuando llegó al Chircal, después de transitar “la Calle de los Palanquilleros, respirando sus aires amanecidos.”

“-Me llamo Cristóbal Constanzo -hablándoles con el ardor de sus ojos más que con los bajos de su voz; y después de una pausa en la que se miró las uñas

-Soy pescador de oficio -y al cabo de un silencio en el que jugó con sus dedos- Vengo de las islas a establecerme entre la gente…” [317]

Es oportuno reiterar lo observado en la literatura de Víttori: “se percibe la presencia del hombre” y cómo “sabe mirar y descubrir, las esenciales conexiones que se difunden en las miradas”.  Con acertada trama, en diferentes desarrollos, plantea el conflicto de los celos.  El drama del desasosiego está reflejado con nitidez en el diálogo de Setúbal, mientras resonaban las campanas del sur y había decidido ir “lo más lejos de las casas, a vivir a solas su propio modo de mirar y buscar… vagando su destino y sin propósito…”  [318]

Al concluir el Sendero Dos, Víttori describe el momento de la despedida de Cristóbal cuando decidió ir a vivir “a El Paso (un lugar, apartado, de ese nombre, en el cruce del río a los pueblos de la Costa”.  Cristóbal Constanzo se había casado con “Marina Charlevoix, hija única del señor de Charlevoix, un antiguo residente y cónsul de Francia en el litoral fluvial”, el viudo de “mirada velada por la tristeza”.  De acuerdo al relato de “Manolo Sastre”, “al fin, un mal día” el pescador peregrino, “muy aplomado… dijo: “

“…-Voy a establecerme en el cruce del río con ayuda de mi padrino, así ya no los molesto a ustedes.

¡Su padrino, el tarambana ése de Santos Riboldi, querría decir! ¡Qué Santos! ¡Mandinga! Y no hubo caso que entendiera razones, que pensara un minuto en la vida de su mujer, tan lejos de todos en la desolación de esa orilla.  Cuantas veces lo he pensado me dije que lo hizo por maldad, para separarla a Marina de nosotros que bien la queríamos y la amparábamos en sus ausencias.  Por maldad y por celos, ¡Señor mío!, que siempre la celó de quienes la contemplaban.  Celos hasta de su hijo, más adelante, no sé si usté sabe, en ese final de tragedia que los años cargaron como carga el diablo las armas.”  [319]

En ese espacio habitado sigilosamente por la intriga, la memoria señala varios rumbos pero se impone el propósito de transitar el Sendero Tres, el territorio que según Víttori conduce hacia el conocido Sea Men’s Bar, donde “el gordo Corvalán”…

“…tomó a una mujer llegada del campo, ancha de cuerpo, de modales acompasados, madura en sus años o en sus trabajos de intemperie, le hizo tender un catre en la cocina para no compartir ni turnarse con ella en el cuarto de arriba y le permitió vivir agregada al Bar, por la cama y la comida, a cambio de sus servicios.” (…)

“Ceniciento en su piel nocturna, receloso en su comercio secreto, solapado en el acopio de sus tesoros ocultos, era hablador y hasta generoso con la clientela del bar, aunque nunca se diese con nadie en una confidencia, tan secreta su vida, tan cerrada en la memoria como los cuartos de sus pertenencias o el origen del crío sin nombre y sin edad.”

“Desde un principio las tareas de la mujer campesina incluyeron la atención del chico y algo se conmovió en ella al verlo tan desvalido, se diría una ausencia, un vacío de amor no compensado, algo capaz de hacerle sentir piedad por la criatura del umbral.

Lo aceptó con naturalidad, sin preguntar quién era, ni el nombre, ni la edad, con ese fatalismo de los encuentros y ya el primer día -la primera mañana, cuando el hombre gordo se fue a dormir su vela en el altillo (no antes, adivinando que no le gustaría verlo ni saberlo), aventó las brasas, puso agua a calentar y, tendiendo al chico desnudo en el catre, lo lavó mansamente.” (…)

“El chico se durmió profundamente antes de acabar la mamadera endulzada con miel.  Y ella lo puso a dormir en el catre, con la gata… Luego se ocupó en la cocina, hizo un guisado…  “Por primera vez en sus años, él probó un alimento que no fuese leche, de igual modo que horas antes había sentido las primicias de un baño.”  (…)

“…unos días antes de que el chico empezara a caminar solo, en marzo quizás, con los primeros frescos húmedos del cambio de estación, la mujer llevó el chico a la iglesia para bautizarlo.  El toldero de la Rada, Manuel Sastre, había consentido ser su padrino…”

– Su nombre es Emilio -dijo la madrina.  Emilio Corvalán.”  [320]

Y así se sucederán los nombres y apellidos para identificar a los personajes que crea la imaginación de Víttori en sucesivos desarrollos.  En armonía se reanudarán las puntuales estaciones e inevitablemente… vendrán otros veranos y quizás entonces, desde este litoral se difundirán diferentes capítulos como si fueran breves cuentos y se podrá desatar el nudo que hasta ahora oprime a nuestra curiosidad.

(Recuerdo al otro Emilio, el que también estaba en el boliche, y sin hablar se entendía con el patrón.  Víttori mientras tañían las campanas del sur, en 1971 había revelado una vez más la potencia de aquellas miradas:

“…Emilio y el patrón se miraron. Algo había entre ellos, un modo de entenderse, una relación de gestos.  Emilio apoyó la espalda en el mostrador y me miró alunado. /…/  No había nada francamente hostil en ese hombre y sin embargo su gesto, su modo extraño de mirar, me asustaron.”  [321]

Describió lo sucedido otro día, “pasadas las once, en el Sea Man’s Bar”, cuando “a las dos de la madrugada”, el vencedor en un “truco”, obtuvo como premio la embarcación -”La Matutina”- y una mujer, Matilde…

“… y que a las tres se había llevado a ambas, luego de hacerse firmar los papeles del caso por los patrones que siguieron jugando al truco y tomando whisky, acaso idiotizados por algo que sus razones sabrían ellos y como insensibles a la pérdida”. /…/

“Después de atar aquellos nudos que aseguraban sus derechos, navegó Emilio hasta La Paz en compañía de esa mujer -que luego lo traicionó- y de Osorio… nacido en la ciudad, en el barrio malevo del puerto que entonces llamaban El Chircal y ya no existe…”

Una fuerza radical -aclaro que es la resultante de la potencia de mis ancestros-, impulsa mi pensamiento en la busca de respuestas de los nobles maestros españoles.

Miguel de Unamuno era diecinueve años mayor que José Ortega y Gasset y “en 1903, a los veinte de éste”, cultivaban “una larga y amistosa comunicación epistolar”.  Al año siguiente, Unamuno incluye dos cartas en “su artículo ‘Almas de Jóvenes’… “  Luego Ortega se atrevió a publicar algunas críticas, porque “se siente tentado de no perdonarle nunca no haber cumplido con el precepto de Píndaro: llega a ser el que eres.”  [322]

Es evidente que esas polémicas se han desarrollado en distintos continentes.  Cuatro años antes de su Partida, nuevamente don Miguel planteó diversos interrogantes: “¿Qué sera mañana? -me pregunto con nuestro Ortega, con nuestro maestro-.  ¿Qué será mañana?, ¿qué será mañana de la inteligencia?” “Años después, en 1940, ya muerto Unamuno, aludió Ortega elusivamente, a este comentario:  ‘Sólo el viejo zorro que era Unamuno -decía de sí mismo que todo vasco lleva un zorro dentro, pero que él llevaba dos’…”

Esta reciprocidad de estímulos, evidentemente no ha sido -ni es- cualidad apreciable sólo entre los europeos, porque también se ha consumado en el universo vittoriano.)

1999: “Viajes y viajeros en el Río de la Plata” (dos tomos)

En esas selectas páginas universales de la editorial Vinciguerra -impresas en abril de 1999-, están reflejadas sucesivas lecturas de José Luis Víttori a partir de imágenes y testimonios en publicaciones -en castellano, francés o inglés-, relacionadas con las experiencias de audaces viajeros que transitaron por el territorio sudamericano.

Víttori advierte que:

“Viajero es el que pasa como el viento, sin apenas detenerse en un lugar.  Es el que, al pasar, escucha y ve claro cosas que la gente del sitio vive con naturalidad y no distingue con el ánimo curioso del testigo foráneo; cosas aparentes, visibles a la observación más o menos sagaz del andariego, pero poco o nada sobre las motivaciones y el sentido de tales o cuales modos de ver y de hacer difundidos en la gente de un lugar, de una región, de un país…” [323]

Desde diferentes proyecciones, Víttori relee la bibliografía que sirvió como soporte para la elaboración de Literatura y Región y ha logrado completar una interesante obra donde convergen las descripciones sobre el paisaje y las vivencias de esos peregrinos que intentaban convertir en realidad sus sueños: conocer otros territorios y los hábitos de sus pobladores; ampliar sus investigaciones científicas; aproximarse a políticos y diplomáticos con el propósito de obtener beneficios para sus negocios o entrevistar a estancieros y a comerciantes para detectar necesidades e intereses, planteando alternativas de intercambio en los potenciales mercados.  En septiembre de 1999, Víttori emocionó con sus comentarios acerca de nuestra identidad. Convocado por la periodista Ana María Zancada, desde el Canal Familiar santafesino, concretó breves comentarios sobre Viajes y Viajeros  en la literatura del Río de la Plata.  Reconoció que cuando el autor observa la acumulación de volúmenes de su anhelada edición, inmediatamente surge como una paradoja, la incertidumbre acerca de una adecuada distribución.  En un mercado editorial que continúa concentrando la publicidad desde la Capital Federal, sigue siendo un desafío alcanzar resultados satisfactorios desde las ciudades o pueblos de diferentes provincias y será oportuno que este esfuerzo de Víttori constituya una notable excepción.

Los renombrados Robertson

La memoria se estimula cuando Víttori reitera algunos recorridos de viajeros que llegaron hasta las Provincias Unidas del Río de la Plata y señala algunos testimonios de “J. P. Robertson”; personaje que según referencias difundidas desde la comarca santafesina, “nació en Inglaterra en 1792”.  [324]

José Luis Víttori relata:

“En un pasaje de la carta XLVI, John Parish cuenta que en tres años de permanencia en el Paraguay no había visto una fisonomía inglesa ni hablado una palabra en inglés. ‘Para no llegar a ser completamente extraño a mi país, paisanos e idioma, empleaba mucho de mi tiempo en la biblioteca. (…) entre libros ingleses (…).  Pero me veía obligado a reconocer que, por la combinación de todo lo selecto y excelente de la literatura, no había leído ningún libro, en cualquier idioma, muerto o vivo, conocido por mi, que superase a Don Quijote.’

A este sorprendente homenaje a Cervantes y al Quijote, agrega una observación irónica: ‘Me refiero al Quijote con garbo español, no al caballero andante vestido a la inglesa, para continuar así: ‘He leído Homero y Virgilio en sus dos armoniosas lenguas; pero confieso que no les he extraído nada semejante al placer que me ha proporcionado la obra maestra de Cervantes…

Homenaje de un viajero real a un andariego ficticio, con la sagacidad y el estilo de un escritor en potencia.”

Valoración inobjetable

Es ineludible reiterar un comentario de Gastón Gori, el gigante de las Letras: “Imposible es valorar en breve nota bibliográfica toda la importancia de esta nueva obra de José Luis Víttori, puesto que desde que trataron el tema Ricardo Rojas y Enrique de Gandía, sin citar a otros de menor significación, no se había publicado una obra tan exhaustiva y erudita, ni tan certera en sus reflexiones sugeridas por las peripecias, aventuras y desventuras afrontadas o padecidas por aquellos insólitos viajeros en tierras, ríos y montañas de un inmenso territorio desconocido por aquellos viajeros de cuyas obras nos instruye Víttori.  Lo hace en dos tomos que, sin dudas, son lo más notable sobre el tema que se ha publicado en la Argentina desde décadas hasta ahora, salvo otro libro del mismo autor sobre Del Barco Centenera que nos revalorizó la obra cuyo título exaltó el nombre de Argentina.”

Intuye Gastón que “este ‘Viajes y viajeros…’ se convertirá firmemente en un clásico imprescindible para la Argentina, España y los países de Latinoamérica, abarcados por los testimonios que estudia en sus páginas Víttori con penetrante inteligencia y logrado estilo.”  [325]

Es una desinteresada opinión y en consecuencia, se potenciar tal valoración…

…………………………………………………………………………………………………………………….

Hay fuertes vientos y más inundaciones en este último otoño del siglo XX.

Se han sucedido puntuales los inviernos desde la proclamación de la Independencia Argentina…

Lo significativo -desde este espacio-, será percibir la potencia de la esperanza de lograr la tantas veces declamada unidad nacional; avanzar hacia la unidad americana… mientras en este extremo sudamericano, también podamos seguir aspirando la fragancia de los azahares e imaginando renovados frutos.

Pasarán los días y con renovado ánimo podremos imaginar otra primavera, convencidos de que en la aldea global… vendrán otros veranos.

En armonía se reanudarán las puntuales estaciones…

“Vendrán otros veranos” y en el universo vittoriano

sorprenderán los giros de más Poemas y narraciones,

para Raquel, siempre… y para anhelantes lectores.  [326]

 

En el universo vittoriano, sus temas conforman una constelación de memorias, que giran en torno a lugares cercanos y lejanos, a museos, a personajes de la historia de la humanidad, a cosas del oficio…

Esa trayectoria sigue su curso… Una estela luminosa delata su potente autoexigencia.

La armonía impone un equilibrio de ética y estética. Hay sueños que siguen siendo expresiones de fantasías o de futuras realidades.

Todo tiene su tiempo -se lee en la Biblia…

Intuyo que ha llegado el momento de concluir esta aproximación a la obra del bachiller, periodista, escritor, académico, ciudadano de honor, don José Luis Víttori… ¡argentino! ¡hispanoamericano!…

Sólo he pretendido expresar un reconocimiento a su fecunda labor y si fuera posible, estimular a los lectores de sus libros para que abarquen con la mirada más allá de las entrelíneas y seguramente seguirán sorprendiéndose con la potencia de sus insinuaciones.

 

Es otoño y “queda poco sol sobre la tarde”… como anunció el talentoso poeta y recordado profesor Leoncio Gianello.

Sueño con que alguna vez la gente del litoral o de cualquier latitud -sin excepciones, con justicia y libertad- pueda exclamar con alegría:

“Somos así, en este lugar, ahora.

Un país compuesto de regiones activas y presentes

cuya síntesis se definirá en la empresa común

de darnos una voz, un rostro y un destino.”   [327]

 

Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini

Santa Fe de la Vera Cruz

Domingo, 7 de mayo de 2000 – Hora 20.10

Releído 2004-2005.

El saber y la generosidad del lector

han de salvar alguna posible

omisión o error…

 

UNIVERSO VITTORIANO. 1

Señales de la cultura. 1

Territorio… Historia. 3

Identidad y vivencias. 4

El hombre y sus miradas. 7

Hombres de intemperie. 12

Hombres del litoral 13

Personajes y sentires. 17

Conocimientos y autoestima. 23

Rencores y agonías. 24

Memoria y juicio crítico. 24

Tras virtuales ventanas… 24

Infancia y educación. 27

Vocación de escritor… 30

Víttori en Berlín. 31

Siembra en Santa Fe… 31

1952: potencia de una trayectoria literaria. 32

1953: Experiencias en “Adverbio”. 33

1955: “Trabajos I” – Selección compartida. 37

Ecos de “Adverbio”. 39

Escritores del 55 o del 57. 41

1955: Víttori, co-fundador de la ASDE. 41

Legado de un “maestro”. 42

Seguir… como el río. 43

Dentro y fuera del diario. 43

Cerca de la colmena. 45

Riesgos de lo político. 48

1956-1957:  Tiempo de Verbo  y Adverbio. 48

Incertidumbre y miedos. 50

Árboles: sombra y asombro. 52

1958: Elección… selección. 52

Insignias y etiquetas. 54

1959: Víttori: más proyectos. 56

“La carta” (relato) 56

Fondo Editorial de la Municipalidad. 56

1960: “Las fuerzas opuestas” (Primer Premio Municipal – Narrativa) 56

1961: “Las fuerzas opuestas” (novela) 56

1963: “La voluntad de realismo” (ensayos) 58

1967:  “13-19” (cuentos). 58

Paradojas y absurdos. 60

1968: Víttori… el arte de vivir y de convivir 61

1971: “Las campanas del sur” (novela) 63

Aire… 64

Viento… 64

Hombres… islas… río. 65

Creciente… camalotal… 65

Puente… luna… 65

Bajante… hierbas… 66

Rumor de cascos… relinchos… 66

Desalojo… desarraigo… 66

Esfuerzos… sudores… 67

Potencia del silencio… 67

Agua. 68

1973: “Imago Mundi” (ensayos) 69

1974: “El escritor: medio y lenguaje” (ensayos – inédito) 71

Medios y fines. 73

1976: Víttori y la Creación del Fondo Editorial de la Provincia. 73

Cambios imprevistos. 74

1977: “El escritor: medio y lenguaje”. 76

“El árbol de los muñecos” en Antología Bonaerense. 77

1980: Víttori… representación en un Jurado. 77

1981: “Gente de palabra” (novela) 77

El sillón de Victoria Ocampo en la Academia Argentina de Letras. 84

1982: Gesta de las Malvinas. 85

Conmoción y esperanza. 86

El peso de la verdad: Pasión y  Resurrección. 91

Lectura… y miradas. 91

El nudo de nuestra soledad. 92

1983: “Literatura y Región” (monografía y tres ensayos) 93

17-04-1983: Exposición Feria Internacional del Libro. 94

1984: “La reserva” (relato) 95

X Exposición Feria del Libro (1984) 96

En torno a la cultura nacional… 97

Estudiosos profesionales de las letras. 99

1985: Primer Encuentro Internacional de Escritores. 100

Ecos en el litoral santafesino… 101

Arte de dialogar… 102

1986:  “Literatura y Región” (estudios) 102

Senderos del Litoral 102

Resumen con notas marginales. 105

1986:  “La región y sus creadores”. 106

1986: Víttori y el Fondo Editorial de la Provincia. 106

1987: Quinto aniversario de “La comarca y el mundo”. 107

1988:  “Literatura y Cultura Nacional”. 107

Presente gris y porvenir incierto… 109

1989: Víttori es Miembro Correspondiente – Academia Arg. de Letras. 110

1991: Del Barco Centenera y “La Argentina” (ensayos) 110

Prédica de Don Agustín Zapata Gollán. 110

“Formación de la literatura santafesina en el ámbito del Río de la Plata”. 112

“Despertar de la siesta de la mediocridad…”. 113

1992: “Cuentos del sol y del río”. 115

“Cinco siglos de cultura hispanoamericana” (1492-1992) 115

III Feria Santafesina del Libro (1992) 116

1993: “Situación de las Letras y el Libro en la era electrónica” (ensayo) 117

1994: “El escritor y su condición en el siglo XX” – ensayos. 117

La escritura y la salvación en un mundo en crisis. 117

Mirada sobre el relato. 119

Las tinieblas de la censura. 120

Analogías y valoraciones. 122

Señales e intuiciones. 124

Rosas… belleza: discreción y secreto. 125

Ideal de hombres cultos. 127

El patio de los naranjos… 130

1997: “Exageraciones y Quimeras en la Conquista de América” (ensayos) 132

1998: “El tiempo y los sueños” (cuentos) 137

Islas y duelos. 144

1998: “De las letras y las artes”, confluencia de artistas… 144

Hombres y expresiones… 145

1998: “Octopus” – Obra de ocho escritores santafesinos. 148

1999: “Viajes y viajeros en el Río de la Plata” (dos tomos) 153

Los renombrados Robertson. 153

Valoración inobjetable. 154

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Mataloni, Hugo. El hombre y el folclore. Santa Fe, Ediciones Colmegna, julio de 1991, p. 34. / Otros títulos:  Ese Brasil inmenso y verde  (Troquel, 1964);  Lo que mata es la humedad (Colmegna 1988); Borges llega al cielo (1989); La gallina feroz (Colmegna, 1990) y El relojero (en 1988, obra inédita entregada por el autor para la reproducción y entrega a bibliotecas escolares; adhesión al Plan Cultural del Centromultimedios Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe); en 1990 primera edición Colmegna, Santa Fe.  Acerca de algunas palabras: 1.- Entre los argentinos, es frecuente usar la palabra “sumatoria” aunque -vista la edición 1992-, no está incorporada en el Diccionario de la Real Academia Española. 2.- Estaba en Buenos Aires el filósofo Julián Marías en setiembre de 1966 y durante una conferencia destacó que “la angustia ha sido desde el siglo XIX, pero muy especialmente desde hace unos cuarenta años, uno de los temas que han asediado al pensamiento de nuestra época.  Con diversos nombres, con diversas palabras se ha hablado, y así Heidegger siguiendo a Kierkegaard, de ‘angustia’, palabra que indica estrechez, angostura.  Se ha hablado también, con una expresiva palabra española, de ‘desazón’, es decir, des-sazón, falta de tiempo adecuado, estar a destiempo, algo parecido a lo que la expresión francesa ‘dépaysé’ indica respecto del país, estar fuera del ambiente; la desazón es un estar fuera del tiempo adecuado.  Se ha hablado también de ‘congoja’; así hablaba Unamuno, y de tribulación, de ‘agonía’, lucha (la palabra ‘agonía’ es lucha, en griego)”.  Ver: Obras Completas de Julián Marías, t.VIII, p, 571.

[2] Perón, Juan Domingo. Habla Perón. Buenos Aires, Presidencia de la Nación, Subsecretaría de Informaciones, 1951, p. 234.  Ejemplar que soportó oscuros embalajes en húmedos espacios a partir de la primavera de 1955, cuando fue destituido el gobierno electo por la mayoría de los ciudadanos argentinos en 1946, reelecto y en ejercicio desde 1952, en esa oportunidad también por el voto positivo de  la mayoría de los ciudadanos y las ciudadanas argentinas, porque estaba vigente la ley 13.010 (de sufragio femenino).

[3] Perón, Juan Domingo. “La comunidad organizada – Esbozo filosófico”. Conferencia del presidente Perón al inaugurar el Primer Congreso de Filosofía. En veintidós breves capítulos, señala los principios de la doctrina nacional justicialista. Se ha reconocido que el Dr. Raúl von Mende colaboró en esa edición.    La memoria señala otra dirección  en la biblioteca y en el anaquel se reconoce un título: El Justicialismo – Doctrina y realidad peronista de Raúl A. Mende , ediciones Doctrinarias, septiembre de 1982.  En la página 75 se lee: “Justicialismo: doctrina cuyo objeto es la felicidad del hombre en la sociedad humana por la armonía de las fuerzas materiales y espirituales, individuales y colectivas, cristianamente valorizadas”.  En la página 117 se destaca: “El Justicialismo por eso, en el orden de las virtudes, se realiza por la justicia y por el amor.  La justicia conduce al equilibrio.  Pero el amor perfecciona el equilibrio y conduce a la armonía.”

[4] Massuh, Víctor. El llamado de la Patria Grande. Buenos Aires, Sudamericana, 1983, p. 185. El diplomático Massuh fue representante de la Argentina ante la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

[5] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 14 de septiembre de 1985.  “Lo esencial de la cultura” por César I. Actis Bru.  (Disertación de César,  en Resistencia -Chaco-, el 23 de agosto de 1985, auspiciado por la Subsecretaría de Cultura de esa provincia; tiempo de crecimiento mientras trabajábamos en  la subsecretaría de cultura santafesina, en el ámbito del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez.)

[6] Víttori, José L. Literatura y Región (Una monografía y tres ensayos). Santa Fe, Colmegna, 1986, p. 20-21.

[7] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y plásticos del Litoral. Santa Fe, El Litoral -impreso en editorial Castellví-, 1955, p. 12-13.  El autor nació en Villa Urquiza (Entre Ríos) el 28 de enero de 1898, residió en Helvecia (departamento Garay); situación semejante a la de los entrerrianos Dr. Leoncio Gianello (Gualeguay, historiador, poeta, recordado profesor fallecido en Santa Fe el 21 de junio de 1993); Ana Hilda Quinodoz de Villanueva (Nogoyá, poetisa),  Estrella Quinteros (Concepción del Uruguay, profesora de Educación Física y poetisa) -entre otros-, quienes por adopción son escritores santafesinos.

[8] En 1993, Víttori fue reconocido Ciudadano de Honor por las autoridades de la Municipalidad de Santa Fe; intendente  Ing. Jorge Obeid (Partido Justicialista), electo gobernador (1995-1999) y desde ese año, diputado nacional.

[9] Víttori, José L. Literatura y Región… 1986, p. 66-69.

[10] Disney, Michael. El universo oculto – El misterio de la masa faltante. España, Editorial Gedisa, colección “Límites de la Ciencia”, 1986.  “El autor es profesor de astronomía de la Universidad de Cardiff.  Ha estudiado la formación de las estrellas y las galaxias. Es un especialista en telescopios y computadoras aplicadas a la observación astronómica.” Comentario de “L.P.” desde La Comarca y el Mundo… Entre telescopios y computadoras, Santa Fe, sábado 16 de mayo de 1987, p. 6.

[11] Renna, Amílcar Damián. Nueva Enciclopedia de la provincia de Santa Fe. Santa Fe, Ediciones Sudamérica, 1991, v. 1, p. 271.  Literatura…  “El espacio, el hombre y la palabra. Palabras preliminares”  /…/  “Los hermanos Robertson” /…/ por José Luis Víttori; p. 280-281.  En la bibliografía el autor incluye: “Parish Robertson, John y William. La Argentina en los primeros tiempos de la revolución.  Trad. y Prol. de Carlos A. Aldao.  Biblioteca de la Nación (Vol. 690), 1916.  El santafesino Carlos A. Aldao desde 1892 viajó a Estados Unidos y a países de Europa y Asia, completó un recorrido por todos los continentes en el primer lustro  del siglo XX.  Las impresiones de esas experiencias están reflejadas en su libro Viajes a través del mundo (1907), un interesante aporte para estudios históricos y sociológicos comparativos.  Con respecto a la cita, se advierte que: desde La comarca y el mundo, el 31 de agosto de 1985 la trascripción es distinta: “Llegué justamente a la hora de la siesta…” –no después…-  y sigue: “Se presentó ante mi vista “ -no ante mis ojos-.  Con respecto a los autores “Juan y Guillermo Robertson, comerciantes ingleses, visitaron el Río de la Plata a principios del siglo pasado.  Evocaron sus observaciones en un libro contra el dictador Francia –del Paraguay- titulado  “Francia’s Reign of Terror” y difundieron  “Cartas de Sudamérica” y “Cartas del Paraguay”.

[12] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, Santa Fe, Colmegna, 1971, p. 91, 99, 101, 104 y 122.

[13] Ibídem,, p. 139 y 162.

[14] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 81.

[15] Ibídem,, p. 81-83.

[16] Ídem, p. 83-84.

[17] Íd., p. 86.

[18] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 92, 137, 152, 164, 182, 117, 125 y 186.

[19] Ibídem,, p. 140, 147; 150; 186 y 195.

[20] Ídem. p. 119, 122 y  145.

[21] Íd., p. 145 y 183.

[22] Íd., p. 156-157.

[23] Gori, Gastón. Y además, era pecoso. Santa Fe, Litar, 1988, p. 115-116.

[24] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 224.

[25] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas, p. 104.

[26] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 183, 194-195 y 200.

[27]Ibídem, 131 y 137.

[28] Ídem, p. 151; 215, 88-89; 205, 208; 218-220.

[29] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento.  Buenos Aires, Editorial Rueda, 1948, p. 10.

[30] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y plásticos del Litoral, p. 21.

[31] Ibídem, p. 25.  La palabra connacional no figura en el Diccionario de la Real Academia Española (1992).

[32] Ídem, p. 90.

[33] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 114.

[34] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas p. 43, 53 y 62-64; 69-70.  Las campanas del sur p. 15 y 211.

[35] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 91-92.

[36] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas, p. 120-122.

[37] Ibídem, p. 64, 66, 69 y 71.

[38] Ídem, p. 102-108; 222-225.

[39] Gudiño Krämer, Luis. Aquerenciada soledad. Santa Fe, Colmegna, Colección Nuevo Mundo, 1946, p. 20, 26 y 75.  En 1940, siendo el autor el Jefe de Redacción, se imprimió en los Talleres del diario  El Litoral.

[40] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 219-220.

[41] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas, p. 17, 32, 16, 19-20, 34.

[42] Ibídem, p. 12-13; 22, 24-25; 44.

[43] Ídem, p. 39 Campanas del sur, p.  106, 107; 151, 128, 162, 104y 152.

[44] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 150-151 y 218.

[45] Ibídem, p. 141, 164, 201, 203-206 y 223.

[46] Ídem, p. 15, 213 y 117. Las fuerzas opuestas, 64, 69-70.

[47] Víttori, José Luis. Literatura y Región – 1986, p. 97.

[48] Ibídem, p. 71.

[49] Ídem,  p. 34.

[50] Íd., p. 142.

[51] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 102.

[52] Ibídem, p. 164-198.

[53] Ídem, p. 159. Las fuerzas opuestas, p. 85-86.

[54] Jorge Alberto Hernández ha recordado:  “…a instancias del entonces encargado del Departamento Artístico de la emisora y hermano espiritual de mundos literarios en particular y culturales en general, Edgardo A. Pesante, ya también habitante del más allá”, el 8 de mayo de 1966 por LT 10 de la Universidad Nacional del Litoral, junto al “excelente locutor y querido amigo, lamentablemente desaparecido, Raúl Forzano”, comenzaron las emisiones de “Peña Radial”.  Destaca Beto Hernández que “entre las muchas secciones de toda índole que compusieron “Peña Radial”, tuvo muy grata acogida el espacio El hombre en el folclore, a cargo del Profesor Hugo Mataloni, que desde el 1º de julio de 1979 y por varios meses mantuvo el interés de la vasta audiencia dominical de la radio universitaria”.  (Fue un día de celebración: nació nuestra primera nieta Graciela María Marta, hija de Ricardo Carlos Manuel y de Graciela Amalia Leonhardt.)  / Es justo reconocer los aportes de la profesora Raquel Diez Rodríguez de Albornoz en sucesivas aproximaciones a la norma culta argentina (1er. Premio Ensayo 1986 -obra inédita- Certamen Anual de la ASDE 1996, jurado constituido por los profesores Graciela Daneri, Osvaldo Valli y Silvia Braun de Borgatto.  Título: El perfil de la lengua periodística. Colección La Región, Fundación Banco Bica, 1989.

[55] José Luis Víttori presidió la ASDE (Asociación Argentina de Escritores) en el período 1989-1991.  En su aproximación a la biografía de Luis Di Filippo expresó: “En 1955, cuando el movimiento cívico-militar conocido como Revolución Libertadora, intenta corregir las desviaciones autoritarias que, en el segundo gobierno peronista había entre otras cosas avasallado la vida intelectual del país (sic), Luis Di Filippo, responde, junto con otros escritores adultos como Emilio Alejandro Lamothe y Gastón Gori, al llamado que, desde Adverbio, hacen los más jóvenes, los aún novatos e inéditos de la generación que nace precisamente ese año, para revitalizar la actividad literaria y artística en la ciudad, conjugando esfuerzos entre sus instituciones naturales”.  Reconoce Víttori que el mencionado ensayista y político,  en 1955, “acompaña el vasto movimiento coordinador que, en la Federación Popular de Cultura, nuclea a agrupaciones de plásticos, músicos, actores de teatros independientes y demás, en un plan de iniciativas comunes.  /…/ En 1956 y 1959, se debe a su iniciativa o a su pluma, una revista: Punto y Aparte”  – “Editores Gladys G. de Medina y Mario Medina, Consejo de Redacción Leopoldo Chizzihi Melo, Luis Di Filippo, J. M. Paolantonio, Rafael Virasoro y José Luis Víttori. (Ver La región y sus creadores, p. 20-21.)

[56] Diario El LitoralLa comarca y el mundo. Santa Fe, viernes 26 de junio de 1987, p. 8.  Mi Patria poema de Julio Cortázar  en “Razones de la cólera”.

[57] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y Plásticos del Litoral, p. 9-11.

[58] Víttori, José Luis. El escritor: medio y lenguaje. Buenos Aires, Editorial Castañeda, 1977, p. 49.

[59] Ibídem, p. 78-79.

[60] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento, p.157.

[61] Ibídem, p. 159-160.

[62] Víttori, José Luis. Las campanas del sur. p. 92.

[63] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 148-150.

[64] En la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, el Diario “El Litoral” actualmente tiene la administración y editorial en la calle Pedro Víttori, ubicada a la altura 2400 E.aO.; ex-Rivadavia -S.aN-, 3500 al 5399).

[65] Trascripción de la dedicatoria de Víttori en un ejemplar de Literatura y Región, 4 de noviembre de 1986.

[66] Víttori, José Luis. El tiempo y los sueños – Cuentos. Buenos Aires, Vinciguerra, colección Nuevo Cauce, 1998, p. 206, 209.

[67] Sansón Carrasco era un bachiller periodista, nombrado y renombrado por Miguel de Cervantes Saavedra en Don Quijote de la Mancha, mientras el caballero andante estaba interesado por  conocer sus comentarios acerca de sus andanzas.  El escudero Sancho Panza advertía a Don Quijote: “harto mejor haría yo, vuelvo a decir, en volverme a mi casa, y a mi mujer, y a mis hijos, y sustentarla y criarlos con lo que Dios fuese servido darme, y no andarme tras vuesa merced por caminos sin camino, por sendas y carreteras que no las tienen, bebiendo mal y comiendo peor.”  Recordó que trabajando con el labrador Tomé Carrasco -padre de Sansón-, “dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida”.  (Capítulo XXVIII- De cosas que dice Benengeli, que las sabrá quien le leyere, si las lee con atención”.)

[68] Diario El Litoral. Santa Fe, 30 de diciembre de 1984 (complemento cultural).  Santa Fe literaria.  El porvenir de una ilusión por José Luis Víttori.

[69] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y plásticos del Litoral, p. 44-45.

[70] Gori, Gastón. La segunda Sociedad de Escritores de Santa Fe. “El Litoral”, 12 de marzo de 1983, p. 6.

[71] Víttori, José Luis. Imago mundi. Notas para una morfología de la imagen literaria. Buenos Aires, Rodolfo Alonso Editor, 1973, p. 45.

[72] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento, p.189-190.

[73] Víttori, José Luis. Literatura y Región, 1986, p. 69.

[74] Diario El Litoral – La comarca y el mundo, Santa Fe, sábado 30 de noviembre de 1985: “Los grupos literarios de Santa Fe – Década del ‘50: los tiempos de Adverbio” por Carlos Roberto Morán.  Sábado 16 de noviembre de 1985: Todo empezó con Mateo Booz.  El cuento literario en Santa Fe por Edgardo A. Pesante.

[75] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 218.  En la conferencia difundida desde el Canal 11 de Buenos Aires el 15 de setiembre de 1966, el filósofo Julián Marías destacó: “Se ha hablado también de ‘zozobra’, palabra admirable; zozobra, sub-supra, abajo y arriba: fluctuación, oscilación.”

[76] Massuh, Víctor. El llamado de la Patria Grande, p. 121.

[77] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 223-224.

[78] Diario El Litoral.  Santa Fe, sábado 31 de agosto de 1996, Primera Sección, p. 12, c. 1 y 2.  Título: “Oficio y compromiso del escritor”.

[79] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 224-225.

[80] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y Plásticos del Litoral, p. 15-16.  El ilustre Julián Marías expresó: “Permitidme que recuerde aquí algunas cosas que en otra ocasión he pensado sobre el estilo y el escritor.  El estilo no es sino la manifestación más visible y patente del estilo vital.  El punto de partida de un estilo literario es la lengua, como el de un rostro humano es la herencia biológica…  El temple vital es la raíz del estilo, éste la expresión de aquel; pero hay que agregar que el estilo es programático, querido y buscado, y el hombre se solidariza con él, se ‘elige’ en él, lo cual corrobora, y en ocasiones modifica su temple.  El estilo es un factor constitutivo y formador del temple.  En el verdadero escritor, el estilo labra una morada, en la cual se aloja, dentro de la cual vive; y el estilo, resultado de la ‘instalación’ básica y originaria, funciona secundariamente como un factor de instalación… No es lo mismo el escritor que el hombre que escribe, ni siquiera cuando escribe bien, porque éste primero es -lo que sea- y luego escribe; el escritor solo es plenamente escribiendo.  Esta operación se ejecuta en él desde su centro personal; está implicado en su escribir, no solo en lo escrito. Y esto solo puede hacerse desde la lengua, sumergido en ella, desde su plena tensión.” (Ver Obras Completas de Julián Marías, t. VIII, Madrid, Revista de Occidente, 1970, p. 656).

[81] Encuentro con Gastón Gori. Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Formación Docente en Ciencias, Profesorado de Letras, noviembre de 1992.  Ver Diario El Litoral, jueves 5 de noviembre de 1992.

Gastón Gori es el seudónimo de Pedro Eugenio Marangoni, abogado egresado de la entonces  Facultad de Derecho de la UNL.  Fue declarado Profesor Honorario de esa Universidad en el acto desarrollado en el Foro Cultural Universitario el 23 de noviembre de 1995.  En esa semana de las Artes, hubo actos en diversas escuelas adhiriendo al reconocimiento del gigante de las Letras.

[82] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 214-215.

[83] Ibídem, p. 215, 222.

[84] Diario El Litoral. Santa Fe, sábado 15 de enero de 1994.  Complemento Cultura y Ciencia – La comarca y el mundo, p. 5. Minerva en la siesta – cuento de Beba Basso  (Juana Elena Basso).  Párrafos 2, 4 y 8.

[85] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 194.

[86] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, lunes 19 de septiembre de 1983.  La cultura como identidad por C.I.A.B (César I. Actis Bru).

[87] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y Plásticos del Litoral, p. 13-14.

[88] Víttori, José Luis. Literatura y Región, p. 194.

[89] Ibídem, p. 217.  William Faulkner en 1929 publicó la novela El ruido y la fama y “la ganancia que le produjo le permitió casarse con Estelle Franklin, su novia de la infancia, y comprar la vieja casona que había pertenecido a su bisabuelo.  Santuario, gran éxito de librería en 1931, le proporcionó la oportunidad de ir a Hollywood por primera vez para escribir guiones cinematográficos. Ya había entonces empezado a publicar sus novelas sobre el condado de Yoknapatawpha…” como se lee en la edición de Reader’s Digest.

[90] Nelly Borroni Mac Donald, nació en Santa Fe el 20 de octubre de 1929, hija de Eugenia Mac Donald y Ricardo Borroni. Documentalista, egresada del Instituto de Cinematografía dependiente de la Universidad Nacional del Litoral, dirigido por el pionero y peregrino Fernando Birri, se desempeñó en el Centro Provincial de Tecnología Educativa del Ministerio de Educación y Cultura de Santa Fe, en ese tiempo dirigido por Lermo Rafael Balbi.  Soportó una prolongada enfermedad, pasó a la inmortalidad el 1º de diciembre de 1985.

[91] Víttori, José Luis. Literatura y Cultura Nacional. Santa Fe, Colmegna, 1988, p. 116.

[92] Castelli, Eugenio.  José Luis Víttori – Dimensión mítica de su saga fluvial. Santa Fe, Colmegna, septiembre de 1977, p. 4-7.  Cita correspondiente a Cuadernos Santa Fe, Dirección General de Cultura de la Provincia, 1969, p. 18.

[93] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 42-43, 45.

[94] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y Plásticos del Litoral. Santa Fe, El Litoral, -impreso en editorial Castellví-, 1955.

[95] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. p. 65.

[96] Ibídem, p.  134. Santa Fe de la Vera Cruz, ayer… El poeta Hugo Gola, era el lento caminante que desde el litoral, regalaba su canto, en sonidos, palabras y miradas.  Era frecuente que avanzara sobre la calle 4 de Enero hacia el norte, para girar en Vera hacia el oeste -ahora Abelardo Irigoyen Freyre-, un espacio donde compartía sucesivos diálogos.  En la calle del Pacto -en el segmento limitado por La Rioja y Catamarca –ahora Eva Perón-, había otras fraternales confluencias… En aquel tiempo, no era frecuente el saludo o el diálogo entre vecinos que no habían sido presentados.  Era costumbre que las familias al atardecer sacaran sillas y sillones a la vereda para disfrutar del tiempo libre.  Era el momento de cordiales saludos y de comentarios breves. Por Vera hacia el oeste, cruzando Urquiza encontrábamos a la familia Mazzi; a descendientes de Cibils, a la familia Mendicino… Al transitar por Vera 3147, era posible encontrar a las hermanas de “una sembradora de sueños”. Era el tiempo de los nocturnos desarrollos de la defensa antiaérea pasiva.  ¡Ah, merced!  ¡Ah, Mercedes!  Son minúsculas señales en la historia de los argentinos, en tiempos de siembra, de cosecha, de poda y de tala.

[97] Ídem, p. 47-48.

[98] Íd., p. 48-50.

[99] Víttori, José Luis. Viajes y viajeros en la literatura del Río de la Plata. t. II, Buenos Aies, Vinciguerra, 1999, p. 139-140.

[100] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores, p. 50.

[101] Víttori, José Luis. Viajes y viajeros en la literatura del Río de la Plata. t. II.  p. 139-145.

[102] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores, p. 63.

[103] Víttori, José Luis. El escritor y su condición en el siglo XX. Santa Fe, Colmegna, 1994, p. 89.

[104] Massuh, Víctor. El llamado de la Patria Grande, p. 111.

[105] Diario El LitoralLa comarca y el mundo. Santa Fe, sábado 21 de diciembre de 1985.  Los grupos literarios en Santa Fe – Década del ‘60: la poesía de Generación por  CRM (Carlos R. Morán)  “El grupo estuvo compuesto por Leoncio Gianello (hijo), Hyllier Schurjin, Sara Zapata Valeije, Jorge Taverna Irigoyen, Jorge Vázquez Rossi y Graciela Lozano… se uniría más tarde Humberto Gianelloni.  Sin integrarse plenamente al grupo asistirían a algunas de sus reuniones Juan José Saer y Alfredo Ariel Carrió, entre otros…  Organizaron muestras de poemas ilustrados por la mejor plástica de la zona (Supisiche, Espino, Gigena, Estrada Bello, Godoy, Beatriz Martín, Fertonani, Pautasso)”.

[106] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 91.

[107] Ibídem, p. 155.  El autor reside en la zona norte de la ciudad, en la amplia costanera ubicada al oeste de la laguna Setúbal.  Más al norte está la añorada villa de Guadalupe y en esa zona, el Monte Zapatero abarca un atractivo sector junto a la citada laguna.

[108] Ídem, p. 81, 85, 86 y 88.  Ligaluppi, Oscar Abel. Antología de Cuentistas Argentinos.  La Plata, Fondo Editorial Bonaerense, 1979, p. 597, 600, 601 y 603.

[109] Vittori, José Luis. Las campanas del sur, p. 190.

[110] Ibídem, p. 160, 184 y 192.

[111] Ídem, p. 115, 82, 156  y 105.

[112] Íd. o. 29 y 83.

[113] Víttori, José Luis. Cuentos del sol y del río.  (Narraciones) Colmegna, Santa Fe, 1976.

[114] Diario El Litoral. “La comarca y el mundo”, sábado 14 de diciembre de 1985.  Durante los cuatro primeros años, eran “tiradas de aproximadamente 500 ejemplares”; a partir del 31 de agosto de 1920 y durante tres años, en forma de folletín comienzan las primeras publicaciones literarias. Al celebrar el cuarto aniversario, incorporaron la primera linotipo y aumento “la tirada”; se editó un número especial incluyendo la sección literaria con obras de Miguel Ángel Correa -Mateo Booz-, Carlos Eduardo Carranza, Horacio Caillet Bois -director del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, Raúl Beney -hijo de Domingo y después intendente de Santa Fe-, Eradio Doce, el maestro Pedro Oscar Murúa, Benjamín Recamán, Alberto Roveda… Amílcar Razzori y Eduardo Mántaras, quienes logran difundir sus desarrollos, algunos cuentos.

[115] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento. p. 199.

[116] Ibídem, p. 197-198.

[117] Madariaga, Salvador de Bolívar. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 4ª ed. 1975, p. 21.

[118] Posse, Abel.  La Boca del Tigre. Buenos Aires, Emecé, 1971, p. 216-217.  Nació en Córdoba en 1934, se crió y estudió en Buenos Aires. Abogado, becado en 1959 para realizar estudios de Ciencias Políticas en Francia. Se desempeña en el Servicio Exterior de la Nación y como Embajador sigue residiendo en Europa.  Publicó sus primeros cuentos y poemas en el Diario “El Mundo” de Buenos Aires y en 1962 recibió el premio René Bastianini de Poesía de la SADE y su primera novela Los Bogavantes -edición Brújula de Buenos Aires y Planeta de España- obtuvo la Faja de Honor de esa institución y el Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires. En 1971 obtuvo el Tercer Premio Nacional por La Boca del Tigre –editada por Emecé y el Círculo de Lectores de España-; Daimón -traducida al francés e italiano”, originalmente publicada por Argos, de España.  Entre otras novelas, Los perros del paraíso en 1987 obtuvo el Premio Internacional Rómulo Gallegos, considerado el máximo en la literatura hispanoamericana.

[119] Diario El País. Barcelona, martes 12 de diciembre de 1989.  María Kodama presentó, en una carta al escritor, la Fundación Jorge Luis Borges. (La Cultura, p. 42.)   El 20 de noviembre es día de conmemoración del fallecimiento del general Francisco Franco (1975). En ese tiempo, viajamos con Eduardo hasta Lloret del Mar-Gerona, para esperar otro nacimiento que se produjo ese día 20 -entre los argentinos Día de la Soberanía Nacional, recordando a la “Vuelta de Obligado”- y para nosotros, fue un día de celebración porque empezamos a conocer a Lucía Fernández Fontanini -hermana de Josefina, nacida el 11 de enero de 1986-, hijas de Rubén y de Martita.  Con Eduardo -hijo de Carlos Ferdinando Fontanini Pantanali y de Teresa María Doval Keller, fallecidos el 11 y el 24 de septiembre de 1984-, gastamos suelas de zapatos caminando en la misma dirección desde la primavera de 1947En el rumbo de la historia española, se impone recordar que desde septiembre de 1923 con la aprobación del rey Alfonso XIII (1874-1885, hijo de Isabel II), el capitán general de Cataluña general Miguel Primo de Rivera terminó con el sistema vigente en los últimos cincuenta años. A fines de 1925, funcionaba un partido único (la Unión Patriótica) y autoproclamaron a Primo de Rivera como presidente del directorio militar,  período que obligó a sucesivos cambios de gabinete hasta que en 1930, se opusieron “tanto monárquicos, como republicanos, socialistas, catalanistas, anarquistas”, estudiantes y un sector de los militares.  Era evidente el desmoronamiento del poder de Primo de Rivera y después de las elecciones de abril de 1931, hubo mayoría republicana en Madrid, Barcelona y las capitales de provincias.  Surgió la Segunda República Española, con Niceto Alcalá Zamora en la presidencia y Manuel Azaña como jefe de gobierno. Hubo oposición de la Iglesia y del Ejército, el general José Sanjurjo -apoyado por la derecha- fracasó en su levantamiento. El 6 de octubre de 1934, Lluís Companys proclamó el “Estado catalán dentro de la República federal española’, mientras en Asturias hubo una alianza armada contra el gobierno, el ejército y el régimen económico existente”.  En octubre de 1936 se liberaron 30.000 presos políticos por la revolución de octubre y crecieron los antagonismos. José Antonio -hijo de Miguel Primo de Rivera- en 1933 fundó la Falange; hubo persecuciones y asesinatos.  Así es como nacen los brotes… de la guerra civil (1936-1939).  El final de esa tragedia coincidió con el comienzo de la segunda guerra y en ese tiempo, el general Francisco Franco había acumulado distintos cargos; estaba vinculado con el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán.  Desde fines de 1945, al terminar esa guerra los españoles tuvieron que soportar el aislamiento dispuesto por los representantes de las potencias vencedoras, los aliados: Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt, José Stalin, quienes decidieron sobre “el reparto del mundo” en la Conferencia de Yalta (ausente el general Charles de Gaulle).  España carecía de lo indispensable para alimentar a toda la población y fue aislada hasta principios de la década siguiente.  En 1946, Franco invitó al coronel Juan Perón -presidente de los argentinos- a visitar ese país, en agradecimiento por la ayuda económica recibida para aplacar el hambre del pueblo español.  Se decidió que en nuestro invierno de 1947 viajara su esposa María Eva Duarte -acompañada por una comitiva que incluía a la señora Lillian Lagomarsino de Guardo-.  Eva Perón fue condecorada, recibida por autoridades de distintos países y por el Papa Pío XII.  El general Franco en el ocaso de su poder proclamó al Rey Juan Carlos I, esposo de la reina Sofía.  Los españoles volvieron a elegir democráticamente a sucesivos gobiernos. (Ver Historia Universal, t. 3 y 4, Barcelona, ed. Océano, 1995 y diarios…)

[120] Ver nota de José L. Víttori al Subsecretario de Cultura de la provincia de Santa Fe transcripta en p. 140.

[121] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores.  Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 102-103.

[122] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas, p. 13-15, 17-19.

[123] Ibídem, p. 54, 56, 45 y 14.

[124] Ídem, p. 57-59; 39.  El nombre de la embarcación La Matutina que Víttori reitera tantas veces en sus relatos, mueve a quienes disponen de algunas claves a pensar también en El Matutino, diario que durante algún tiempo -en la década de 1990- editaron los empresarios de El Litoral.

[125] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores.  Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 103.

[126] Isaías, Jorge. José Pedroni – Papeles inéditos I. Santa Fe, Ediciones Culturales Santafesinas, abril de 1996, p. 93.

[127] Víttori, José Luis y otros. “13-19 – Cuentos”. Santa Fe, Colmegna, 1967, p. 151-160.

[128] Diario El Litoral. La comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 17 de noviembre de 1984. “Fragmento de la novela: ‘En el laberinto de espejos’ de Carlos María Gómez, que la editorial porteña Pequen Ediciones publicará próximamente.  Santa Fe, sábado 28 de diciembre de 1985; comentario acerca de la edición: “En el laberinto de espejos.” / Carlos M. Gómez -por atención de Susana de Izaguirre- donó ejemplares al Centromultimedios Biblioteca de la Legislatura, destinados al Plan Cultural anual, programa Difusión y Promoción Cultural.  En consecuencia se distribuyeron en bibliotecas y escuelas de distintos departamentos y al asumir los legisladores electos -vinculados al servicio-, el 10 de diciembre de 1989 encontraron en sus bancas un ejemplar  de En el laberinto de espejos, Buenos Aires, ed. de la Pluma, 1985.  Luego el senador Hipólito Elías (UCR) recordó ese hecho en su libro titulado “El caso Vanrell”, referencia histórica incompleta porque hay alusión a otros hechos en diferentes fuentes.

[129]  Hugo Mandón, esposo de Nydia del Carmen Ferrari –Pelito- , compañera en la Escuela de Sanidad “Dr. Ramón Carillo” dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (1975-1977).  El libro De la isla triste, se terminó de imprimir el 30 de agosto de 1968 –Día de Santa Rosa de Lima, Patrona de América-; décimo número de la Colección Alfa, seleccionado por el Departamento de Publicaciones de la Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil” -Alem 3078, Rosario, Argentina, dedicado por el autor a su compañera Nydia y a sus hijos Laura Susana y Héctor Manuel.  El ejemplar que conservo como un tesoro irreemplazable, fue adquirido en un negocio de venta y canje de libros, tiene manuscrita esa dedicatoria… “con particular estima” en 1974, sin nombrar al destinatario.  Durante esos recorridos en otra oportunidad, compré la mujer tallada que había dedicado  personalmente a un tal Martín y a su esposa, confirmación de que los libros siguen circulando y es deseable que también sean leídos.  La reconocida Vigil de Rosario fue desmantelada en la década del ‘70 y es la sede de la delegación Rosario del Ministerio de Educación -Subsecretaría de Cultura- y escuelas de artes. Del original observatorio instalado en ese lugar, era 1985 era evidente que sólo había quedado lo que no servía para admirar las estrellas.

[130] Por iniciativa del subsecretario de Cultura Dr. Jorge Guillén se creó el “Instituto Provincial de Arte” dependiente de la Subsecretaría de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura de la provincia, creado mediante Decr. 0232 del 6 de febrero de 1984, de acuerdo con el art. 1º “tendrá como finalidad fundamental: a) Atender y despertar vocaciones artísticas. b) Capacitar y perfeccionar al personal docente. c) Preparar los cuadros de ingreso a los distintos organismos específicos (música, etc.) dependientes del Ministerio de Educación y Cultura de la Provincia como así también la demanda de promotores y trabajadores de la cultura en Municipalidades y Comunas.”  Gobernador CPN. José María Vernet – Ministro de Educación y Cultura Dr. Domingo José Colasurdo.  El profesor Norberto Victorio Zen fue nombrado Director del Instituto -con sede en Rosario y en Santa Fe; una subsede en Reconquista- y por iniciativa del doctor  Guillén al Instituto se le impuso el nombre del titiritero poeta “José Pedroni”.

[131] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 16 de mayo de 1987, p. 3.

[132] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento. p. 109.

[133] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 102, 103, 105.

[134] Ibídem, p. 105-106.

[135] Al compartir ese criterio, es ineludible expresar una vez más el agradecimiento a Gastón Gori, quien sin conocerme personalmente, después de haber leído el libro Poemas para Tioco – recopilación de tarjetas compartidas con familiares y amigos en distintas circunstancias-, por intermedio del editor y distribuidor Armando Pavletich propuso presentarlo en el acto previsto -Sala Marechal del Teatro Municipal 1º de Mayo- con auspicios de la Municipalidad de Santa Fe.  En el acto realizado el 24 de octubre de 1980, nuestra amiga del alma Nelly Borroni Mac Donald, seguía regalándonos su sonrisa.  Mi primera aproximación al poeta había sido en 1947, cuando cumplí quince años y recibí “Se rinden los nardos…”, el regalo de la contadora Amparo Salvadora Fernández, bibliotecaria de la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva” de Santa Fe.  Después, a la distancia como se observan las bellas artes en los museos, fui reconociendo otros rasgos de la personalidad de Gori; me conmuevo al releer sus cartas y mi espíritu se eleva con sus reiteraciones… amigo a perpetuidad.

[136] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 106-108.

[137] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 10.

[138] Ibídem, p. 121, 176, 198.

[139] Ídem, p. 61, 81, 119 y 126.

[140] Íd., p. 112, 139, 119, 187.

[141] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas p. 55, 101.

[142] Ibídem, p. 111.

[143] Ídem, p. 117.

[144] Íd., p. 80.

[145] Íd., p. 123-124.

[146] Íd., p. 129.

[147] Íd., p. 76 y Campanas del Sur, p. 123.

[148] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 175 y 187.

[149] Ibídem, p. 154.

[150] Ídem, p. 179-180 y 186.

[151] Íd., p. 185.

[152] Íd., p. 95-96, 125 y 200.

[153] Íd., p. 153, 169, 96, 99, 125, 151, 181-182.

[154] Íd., p. 171 Literatura y Región, p. 74.

[155] Víttori, José Luis. Las campanas del sur,  p. 137, 131, 138, 135 y 146.

[156] Ibídem, p. 81, 102, 114, 123 y 127.

[157] Ídem, p. 103.

[158] Víttori, José Luis. Imago Mundi, p. 38.

[159] Ibídem, p. 45.

[160] En el diccionario de la Real Academia Española, surreal no figura, sí “surrealista”.  Es interesante lo expresado por el notable Julián Marías: “La divisa de la Real Academia Española lleva una leyenda: Limpia, fija y da esplendor.  Ha sido una tentación muy vieja interpretarla de manera exclusivamente preceptiva y normativa.  (…) Creo que cabe una interpretación adecuada y plenamente actual de esa divisa… ‘Limpiar’ no quiere decir forzosamente desechar, eliminar, proscribir, vedar.  Significa más bien depurar, distinguir, aclarar… ¿Puede encontrársele también un sentido al segundo término de nuestra divisa?… La lengua es una realidad social, y ya sabía el Aristóteles de la Política que solo es real socialmente lo que dura, y durar no es existir un día, o dos, o tres, sino permanecer y estar ahí, disponible, ejerciendo su presión, haciendo posibles las acciones de los hombres, trazando pautas abiertas a su conducta.  La lengua es uso, y el uso exige fijeza; sino, no lo es; solo sobre el suelo del uso lingüístico es posible la acción creadora, libre, original, innovadora del decir… Finalmente, el esplendor. ¿Cuál es el esplendor de la lengua? y ¿cómo puede dársele? … El esplendor es necesario para la plenitud de la lengua, porque se trata de presentar las innumerables facetas de la realidad, sus múltiples escorzos, posibilidades, virtualidades, haciéndolos brillar al sol…”  Ver: Obras completas de Julián Marías, t. VIII, p. 654-656.

[161] Víttori, José Luis. Imago Mundi p. 11-12.

[162] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 25. Literatura y Región, p. 99.

[163] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 114.

[164]  Víttori, José Luis. El escritor: medio y lenguaje, p. 49, 51.  El autor cita:  Mann, Thomas José y sus hermanos, Ercilla, 1962,  v. I, p. 329;  //  Sábato, Ernesto. Abaddón el Exterminador, Sudamericana, Buenos Aires, 1974, p. 15.

[165] Víttori, José Luis. El escritor medio y lenguaje, p.  78-79.

[166] Gudiño Krämer, Luis. Señales en el viento, p. 203-205.

[167] El doctor Juan Scaliter se destacó como ecologista, fue uno de los fundadores del Centro de Protección a la Naturaleza en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.

[168] El museo fue inaugurado el 25 de mayo de 1922, año del centenario del nacimiento de Rosa Galisteo de Rodríguez. La escritora Gloria de Bertero destacó que Rosa Galisteo fue fundadora de la Sociedad de Beneficencia de Santa Fe que preside en 1879, luego fundó la de Coronda y junto a su hijo Dr. Martín Rodríguez Galisteo, donaron el Hospital de esa localidad.  Rosa Galisteo Roldán nació en Santa Fe el 4 de septiembre de 1823, hija de Anastasia Roldán -nieta del matrimonio celebrado en 1815 por Juan Francisco Roldán e Isabel Pérez de Larramendi, hermana de la generosa Gregoria Pérez de Denis-.  Su padre, Elías Galisteo nació en 1783, se graduó  como Maestro de Arte en el Colegio Monserrat de Córdoba, regresó a Santa Fe y participó activamente en la política local,  fue cabildante hasta 1819; congresista constituyente en Buenos Aires en 1826 y en la Convención de 1828.   Derrotado en el combate de El tala– estuvo prisionero en Buenos Aires hasta 1842; luego fue designado Juez en lo Civil y Comercial; falleció en 1849 y está sepultado en el templo de San Francisco de Santa Fe.  Rosa Galisteo Roldán contrajo matrimonio con el Cnel. José Rodríguez y Ortiz de Vergara (gobernador delegado en 1833, Diputado en 1862 y Senador en 1873); tuvieron cuatro hijos:  Dolores, Esmeralda, Elías y Martín.  Esta noble santafesina falleció el 5 de diciembre de 1890 y fue sepultada en la Iglesia de Santo Domingo de Santa Fe.

[169] Castelli, Eugenio. José Luis Víttori – Dimensión mítica de su saga fluvial. , p. 9.  El autor reitera lo publicado el 4 de octubre de 1976, en el diario “La Nación” de la Capital Federal.

[170] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 313-314.

[171] Víttori, José Luis. La Región y los creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 110.

[172] Víttori, José Luis. El escritor: medio y lenguaje, p. 96, 107 y 85.

[173] Estaban en la cuarta lectura estas páginas, cuando desde La Plata el señor Rafael Ligaluppi comunicó que en forma sorpresiva, el 4 de abril de 2000 pasó a la inmortalidad Oscar Abel, el editor interamericano.

[174] Bertero, Gloria de  Quién es ella en  Santa Fe. Buenos Aires, ed. de la autora, 1995, p.261-262.  Graciela Geller nació en Paraná (Entre Ríos) el 10 de febrero de 1945, hija de Catalina Gruvman y León Geller; madre de Gerardo y Daniela; Licenciada en Letras Modernas, egresada en 1969 con Medalla de Oro como alumna de mejor promedio. Hermana de Zulma Celia Geller, instructora de ciegos y poeta, nacida en Arequito el 24 de octubre de 1937, nació con cataratas congénitas y ojos microftálmicos, usó anteojos telescópicos; estudio sola el sistema Braille, desde 1961 fue instructora para ciegos; en el lapso 1975-1984 ejerció como maestra carcelaria, atendiendo a presos ciegos.  La noble Gloria von Mende de Bertero destaca: “La vida de Zulma Geller es una ininterrumpida lección de amor y voluntad. Parece haber basado su vida en el axioma que dice: ‘Aquel que no comprende que la alegría es una fuerza importante en el mundo, pierde la esencia de la vida”.   Sonia de Catela –Sonia Catela- es Sonia Vizcarra de da Silva Catela, nació en Rosario el 31 de diciembre de 1941, hija de Gladys Gori y Francisco Floreal Vizcarra, esposa de Oscar da Silva Catela, madre de Ludmila, Yamila y Melina.  Radicada en Ceres desde 1966, ejerce la docencia a nivel secundario.  Ha sido distinguida con treinta premios aproximadamente y por su libro Los soles perdidos, publicado por el Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe (seleccionado en 1980 y publicado en 1985 durante la gestión del Subsecretario Dr. Jorge A. Guillén (fallecido en su despacho en la mañana del lunes 2 de septiembre de 1985).

[175] Víttori, José Luis. El árbol de los muñecos en Antología de Cuentistas Argentinos de Oscar Abel Ligaluppi, p. 606.

[176] Víttori, José Luis. Gente de palabra.  Santa Fe, Editorial Colmegna, 1981, contratapa.

[177] Ibídem, p. 13.

[178] Ídem, p. 16.

[179] Íd., p. 20.

[180] Íd., p. 24; 42.

[181] Íd. p. 42.

[182] Íd. p. 60-61.

[183] Íd. p. 44.

[184] Íd. p. 69-74.

[185] Íd. p. 86.

[186] Íd. p.90-91.

[187] Íd. p. 77-83.  La noble Raquel Diez Rodríguez de Albornoz, destaca que “Los monosílabos por regla general no se escriben con tilde”.  “Las inflexiones verbales monosílabas ‘fue’, ‘fui’, ‘dio’, ‘vio’, que antiguamente se acentuaban, ya no llevan más tilde.” (Vademecum del castellano actual.  Santa Fe, ed. El Litoral, octubre de 1998, p. 208).

[188] Víttori, José Luis. El escritor y su condición en el siglo XX. Santa Fe, Colmegna, 1994, p. 165-166.

[189] Víttori, José Luis. Gente de palabra. Colmegna, Santa Fe, 1981, p. 236-237.

[190] Ibídem, p. 88.

[191] Víttori, José Luis. El escritor y su condición en el siglo XX, p. 167.

[192] Diario El Litoral. Santa Fe, martes 18 de mayo de 1982, p. 9.  “Actividades para 1982 de la Asociación de Lectura”. Asociación Argentina de Lectura – Filial Santa Fe: presidenta María del Carmen Villaverde de Nessier; vicepresidenta  Gladys Senn de Cello; vocal Eloísa Beatriz Muñoz de Quiroga.  “… la institución, respondiendo a la concientización hecha carne desde pequeños de la argentinidad de las Malvinas y de las islas del Atlántico Sur, quiere estar presente en estos momentos históricos a través del aporte de libros con destino a la Biblioteca Argentina Malvinense.” (Hechos posteriores revelaron otro sutil límite entre la realidad y la utopía.)

[193] Víttori, José Luis.  Literatura y Región,  p. 17.

[194] Argentina. Presidencia de la Nación. Secretaría de Prensa y Difusión.  “La presidente de la Nación habla en la V Reunión Mixta para los festejos del sesquicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho y de la convocatoria al Congreso de Panamá.”  Buenos Aires, Talleres de la Direc. Nac. del Registro Oficial, p. 6

[195] Perón, Juan Domingo. América Latina – Ahora o nunca. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1973, p.5.

[196] Víttori, José Luis. Literatura y región, p. 66.

[197]  Víttori, José Luis.  Literatura y Región, p. 18.

[198] Diario Clarín. Año XXXVII – Nº 12.980, Domingo 11 de abril de 1982, Buenos Aires, República Argentina, p. 1; 2-3; 14; 23 y 25.

[199] Semanario Esquiú – color”. Nº 1.146, Año XXIII, p.1-2.

[200] Diario El Litoral. Santa Fe, domingo 10 de abril de 1982, p. 4.  Día de la Partida de Nelly Esther de la Ballina de Lauría, esposa de Jorge -hijo del pintor santafesino Héctor Lauría (1891-1963) y madre de Mercedes.  Luciano Héctor Martín Fontanini Lauría, nació el 12 de julio de 1983, nuestro segundo nieto, hijo de nuestro primogénito Eduardo Carlos Manuel y de Mercedes.

[201] Diario Clarín. Año XXXVII – Nº 12.980, Domingo 11 de abril de 1982, Buenos Aires, República Argentina, p. 12.

[202] Diario El Litoral, 11 de abril de 1982, p. 7.  Monseñor Zazpe participó en sucesivos Encuentros de Matrimonios; retiro espiritual previo a la renovación de las promesas de mutua fidelidad, tanto “en la prosperidad como en la adversidad, amándonos y respetándonos durante toda la vida” y terminada la misa recibimos su bendición en octubre de 1977.

[203] Federico García Lorca compuso canciones para sus obras teatrales (Yerma, Mariana Pineda, Bodas de Sangre);  ha recopilado y musicalizado canciones del ámbito folclórico.  (Ver Diario “El Litoral” – Ciencia y Cultura – La comarca y el mundo. Santa Fe, sábado 25 de marzo de 1995, p. 3.   García Lorca y la música por Alberto Lagunas. Incluye conclusiones del noble músico Juan Pedro Franze, expresadas en el Homenaje a García Lorca con motivo del cincuentenario de su tránsito a la inmortalidad, en la santafesina ciudad de Rosario, República Argentina).

[204] García Lorca, Federico. Obras completas t. I , p. 37.  Desde las páginas 4 y 5, de… “Nueva época – Mil ideas –de Labores, Año 1980, Nº 6, mes de setiembre, Ana María Ramb propuso más lecturas sobre Federico y recordó que “en julio de 1936 se inicia una de las más cruentas luchas fratricidas que registra la historia de la humanidad y que costaría a España no menos de medio millón de muertos”.  Hubo altares profanados, asesinatos de curas, de civiles y de militares; muerte de adultos y de niños.  “Un colega de Federico, aristócrata y falangista le advierte: No debes regresar a Granada.  Eres cuñado de Montesinos, republicano y amigo del socialista Fernando de los Ríos.  Hay gentes que te odian.  Dicen que tus poemas son blasfemos y piensan que Yerma es una obra pornográfica.  Vete a Biarritz.  El poeta dice simplemente: Me quedo en Granada. ¿Qué he de hacer yo en Biarritz?  Es ya noche cerrada -dice Ana María- en ese 19 de agosto de 1936 cuando la Escuadra Negra silencia para siempre la voz del poeta.  El lugar: la Fuente Grande, la que los árabes llamaban Ainadamar, la Fuente de las Lágrimas.

Monseñor Vicente Zazpe también vivió sus últimos años amenazado, siguió como el Profeta en su tierra, fiel a la Palabra, iluminado por el Espíritu Santo. No es fácil ese desafío, hay que vivirlo para comprender que no hay palabras para expresar el íntimo sentimiento y si la hubiera, es preferible callar…

[205] Evocado en la página voladora “1998: agosto diferente…” por Nidia O. de Fontanini, homenaje a Ana en el décimo aniversario de su Partida, convocada por Estrella Quinteros.  Expresó el filósofo Julián Marías que “desasosiego, es decir, la pérdida de sosiego; y el sosiego es algo que justamente el hombre hace, algo que consigue por sí mismo cuando recobra la calma perdida en una situación inquietante o incierta”. (…Siento que es un estado semejante al que experimenté en esta última década…)

[206] Diario El Litoral. Santa Fe, jueves 6 de Enero de 1983, p.  6.   Ver: Guerra interna en el Perú por Osiris Troiani.

[207] Víttori, José Luis. Literatura y cultura nacional. Santa Fe, Colmegna, 1988, p. 18.

[208] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, lunes 13 de junio de 1983. En busca de nuestra identidad por la crítica Kathy de Mazzei.

[209] Víttori, José Luis. Literatura y Región. Buenos Aires, CELA, 1983, p. 11.  Anotó Víttori: Informativo semanal, Nro. 151, 23 de junio de 1978, Buenos Aires.

[210] Ibídem, p. 11-13. Anotó Víttori: “Revista Somos. Nro. 92, por extraña coincidencia fechada también el 23 de junio de 1978.

[211] Diario La Nación. Buenos Aires, domingo 17 de abril de 1983, 4ª Sec. p. 2.  IX Exposición Feria – El autor frente a la edición coordinación de María Esther Vázquez.

[212] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 17 de marzo de 1984.  La reserva por José Luis Víttori; ilustración de Oscar Esteban Luna.  Al decir: “Días de trasplante reciente” aludo al cambio de lugar para seguir desarrollando mi vocación porque después de  veintinueve años de servicios docentes en escuelas nacionales -en cargos obtenidos por concurso-, asumí en  la jurisdicción provincial diversas funciones de planificación, ejecución y coordinación en programas educación y cultura (1984-1987). Desde el 2 de enero de 1987 Directora de Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe -por ende Secretaria de la Comisión Bicameral Administradora- durante nueve años, momento de su renuncia para trámite jubilatorio.  (Más información en nota 298.)

[213] Centenario del Club Español de Rosario (Santa Fe) – 1882 – 8 de octubre – 1982.  Homenaje de la Asociación Literaria “Nosotras”.  “Jornadas de Literatura – Escritores Españolas de las últimas cinco décadas” Rosario, 11 al 13 de agosto de 1982, auspiciado por la Dirección General de Cultura de la ciudad de Rosario, el Consulado de España, el Club Español y el Instituto de Cultura Hispánica de Rosario -presidido por el Prof. Luis Arturo Castellanos, autor del ensayo que es prólogo en la edición: “Literatura Española en el último medio siglo”.  El intendente Dr. Alberto Natale -conocido dirigente del santafesino partido demócrata progresista-, en tal carácter asistió a la inauguración junto al secretario privado Alberto Trabajo y pronunció el discurso de apertura de las Jornadas.  En esa oportunidad, participé con el ensayo breve titulado “Los postistas, nuevos poetas de España (1949), p. 161-167.  Reitera de “… un diario madrileño, opiniones sobre el ‘postismo’: ‘post’ (después) es lo que viene después de los ‘ismos’.  Sus iniciadores son el pintor Chicharo (hijo), Silvano Sernesio y Carlos Edmundo de Ory, a quienes siguen algunos poetas y pintores.  Dicen que el primer ‘postista’ es la imaginación; que en el ‘postismo’ cabe, pues, el disparate poético, dentro de una lógica ‘postista’, que esta lógica es el mundo mágico de las cosas; que el postismo quiere las imágenes y rechaza las metáforas… A veces, se intuye o se advina el hilo argumental que engarza las palabras en apariencia desarticuladas, aunque rítmidas.”  Entre ellos: María Ontiveros, Francisco Garfias, José Alfonso de Gabriel -murió joven-, Rafael Montesinos, Manuel Benítez Carrasco.

[214] Diario La Nación.  Santa Fe, domingo 26 de febrero de 1984, Sec. 4ª Letras / Artes / Ciencia, p. 1.  “La poesía de Guillén” por Eduardo Carranza desde Bogotá.

[215] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. (En edición homenaje al Centenario del Club Español de Rosario, 1982. Los escritores españoles desde hace cinco décadas y la presencia de Dios… p. 171. Transcripción del poema inserto por Alonso, Dámaso. Poetas españoles contemporáneos, Madrid, Gredos, 1958.

[216] Víttori, José Luis. Literatura y Región. Buenos Aires, CELA (Centro de Estudios Latinoamericanos), enero de 1983, p. 6 y 7.

[217] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, lunes 20 de diciembre de 1982.  Nuestros escritores del ‘55. José Luis Víttori: la palabra y el río.  Entrevista con J. C.  Incluye con recuadro: Motivaciones por José Luis Víttori.

[218] Diario La Nación. Buenos Aires, domingo 31 de marzo de 1985, Sección 4ª Letras / Artes/ Ciencia p. 1.

[219] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 7 de julio de 1984.

[220] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, 24 de mayo de 1986.  “La región como espacio vivido” por Elena María Altuna, p. 3 (resultó interesante la decisión de numerar las páginas, porque se pueden completar las citas y así será un dato preciso para futuras consultas).  Otra celebración en un estrecho ámbito: ese día, cumplí cincuenta y cuatro años.

[221] Sciurano, Mirta B. A. Lengua y Literatura 1. Buenos Aires, Kapelusz, 1988, p. 5, 14, 16, 25 y 27.

[222] Diario El Litoral – La comarca y el mundo. Santa Fe, sábado 21 de marzo de 1987, p. 4-5. “El ethos del Litoral en sus creadores: una interpretación de José Luis Víttori por Zulma Palermo.

[223] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 18 de abril de 1987, p.1-2.

[224] Diario El Litoral – La comarca y el mundo.  Santa Fe, viernes 6 de mayo de 1988.

[225] Pedro Luis Raota: En la International Exhibition 1985,  obtuvo por tercera vez el Trofeo donado por Eastman Kodak Company; los anteriores en 1972 y 1976. En consecuencia, esa distinción “le permite ocupar el primer lugar en el “Who’s Who 1984” -Quién es quién 1984- “que a nivel mundial lleva la Photography Society of America. Ver  La comarca y el mundo – Diario El Litoral, sábado 7 de diciembre de 1985, comentario de Fanny Mandelbaum.

[226] Zanetti, Susana. El cuento hispanoamericano del siglo XIX. Buenos Aires, CELA, 1983, p. 15.

[227] Merle, Roberto. La Isla.  México, Biblioteca de Selecciones del Reader’s Digest, 1965,  p. 421-422.  “Robert Merle, hijo de un oficial del ejército francés, nació en Argelia en 1908.  Realizó sus estudios en París; se graduó en la Sorbona y más tarde obtuvo el título de Doctor en Filología Inglesa… La isla ha constituido un gran éxito en Francia.

[228] Víttori, José Luis. Literatura y Cultura Nacional. Santa Fe, Colmegna, 1988., p. 114.

[229] Ibídem, p. 115.

[230] Víttori incluyó “Ilustraciones” y en la p. XVI indica que el dibujo de “Florián Paucke: Guardia española en la frontera contra los indios” fue tomado de la Gran Enciclopedia de la provincia de Santa Fe, de Diego Abad de Santillán, EDIAR, 1967, vol. II.   En una solapa se lee: “José Luis Víttori es miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras desde 1988”.  Una vez más, mi memoria señala la dirección de Julián Marías y se percibe su lumbre: “Los españoles damos al verbo  ‘ser’, entre otras, una acepción profesional: ser labrador, carpintero, pintor o comerciante; en algunos casos la profesión tiene que ser una vocación.  Cuando yo tengo que decir lo que ‘soy’, por ejemplo en cualquier documento de identidad, solo pongo: ‘escritor’.  Me habéis llamado a ‘ser de la Academia’, a participar en vuestras tareas y desvelos.  Poco podéis esperar de mi ayuda; soy yo quien voy a tener desde ahora el privilegio de estar entre los que han hecho su vocación del amoroso estudio de la lengua española; de eso, de vuestro saber sobre ella, del esfuerzo acumulado por esta Corporación durante un cuarto de milenio en torno a la manera de vivir y decirse la gente española, de eso sí voy a participar.  Permitidme daros otra vez las gracias por vuestra ayuda para ser más plena y verdaderamente lo que soy.” (ob. cit., p. 656, in fine.)

[231] Gloria de Bertero, incluye entre las Principales Fuentes Consultadas del Quién es ella en Santa Fe: Víttori, José Luis. El escritor y su condición en el Siglo XX y Del Barco Centenera y la Argentina; Diccionario de poetas argentinos de César Abel Ligaluppi -el editor interamericano Oscar Abel Ligaluppi, entre otros autores.

[232] Renna, Amílcar Damián.  Nueva Enciclopedia de la provincia de Santa Fe. Santa Fe, Ediciones Sudamérica, 1991, v. 1, p. 283-284.

[233] Santa Fe. Diario El Litoral, jueves 28 de noviembre de 1991, p. 8.  En tres columnas, con dos fotografías y recuadro, título: “Se presentó anoche la “Nueva Enciclopedia de Santa Fe”

[234] Menem, Carlos Saúl Dr.  Gobernador de La Rioja  (1973-1976; 1983 y reelecto).  Compitió en la interna del justicialismo, derrotó al precandidato a la presidencia de la Nación contador Antonio Cafiero (provincia de Buenos Aires); se impuso en los comicios nacionales, asumió en julio de 1989 y fue reelecto, en funciones hasta 1999, cuando asumió la presidencia el radical Dr. Fernando de la Rúa.

[235] Es reconocimiento histórico expresar que los convencionales constituyentes de 1957, al aceptar esas representaciones implícitamente convalidaron el reemplazo de la Constitución de 1949 por la anterior de 1853, mediante un decreto firmado por quienes detentaban el Poder Ejecutivo de la Nación.  Ese nudo gordiano aceleró las discrepancias en el seno de la convención y se frustró la intención de reforma porque la mayoría de los representantes optaron por retirarse.  Tres años después de la presentación de esa Nueva Enciclopedia, los convencionales constituyentes que deliberaron en ese Paraninfo aprobaron el texto de la nueva Constitución Nacional, en cuya convocatoria se incluyó un Núcleo de Coincidencias Básicas que fue acordado por el presidente de la Nación Dr. Carlos Saúl Menem (Partido Justicialista) y el líder de la renovación y cambio de la Unión Cívica Radical Dr. Raúl Ricardo Alfonsín.

[236] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. El tiempo de Perón – 1955-1972 (inédito).

En esa obra, se incluyen algunos debates en el Congreso Nacional.  El 25 de mayo de 1973 asumió el presidente Dr. Héctor José Cámpora y al día siguiente, el diputado Jesús Edelmiro Porto propuso en el recinto de la Cámara, la derogación de leyes de represión ideológica dictadas durante los gobiernos de facto anteriores.  Recordó “los casos de Buffon, de Galileo y de Servet. Todos víctimas de su pensamiento avanzado que afectaba las ideas, las estructuras y los intereses creados de los poderosos de sus épocas.  Todos víctimas, en su momento, de sus verdugos.  Todos con el correr de los siglos, y con el triunfo de sus entonces repudiadas ideas, inmortales y gloriosos verdugos espirituales históricos de sus hoy olvidados y deleznables verdugos físicos.  Buffon fue llamado a la Sorbona para que rectificara su concepción acerca del Génesis, expuesta en varios de sus trabajos.   El célebre naturalista tuvo que hacerlo y la rectificación figura en los primeros volúmenes de su monumental Historie Naturelle, pero la actitud complaciente de Buffon, si bien circunstancialmente pudo haber contribuido a la autoridad del dogma, en nada cambió el contenido de su obra científica, que influyó decisivamente, en los naturalistas que le siguieron, es decir, su rectificación en nada cambió el curso de la historia”.  “No es menos célebre y dramática la rectificación del gran Galileo, en el proceso que la Inquisición le inició en 1633, por mantener, con pertinacia, su adhesión a la teoría copernicana de constitución del sistema solar.  Galileo había sido advertido ya en 1616, pero refirmó sus opiniones en el Diálogo sobre los dos sistemas del mundo ptolomaico y copernicano en el que rebate, detalladamente, no sólo la cosmología anterior a Copérnico, sino que también funda una defensa de la ciencia moderna y de la teoría del conocimiento auténticamente renacentista… el Diálogo  de Galileo, por elevación, golpeaba al dogma en lo más sensible, al defender los fueros del método científico.  Fue penosa la retractación porque, a la pompa inquisitorial, destinada a humillar al acusado e intimidar a los espectadores, se añadía la vejez del sabio.  Es sabido que Galileo se desdijo, salvando su cabeza aunque siendo igualmente condenado a una prisión atenuada, no obstante lo cual el mundo siguió girando alrededor del Sol.  Tal condena asustó a muchos intelectuales que, como confesó Descartes respecto de sí mismo, prefirieron no atraerse las furias del Santo Oficio mostrando otras falsedades de ideas de la época.  En 1553, en Ginebra, fue quemado Miguel Servet por un tribunal calvinista.  Cuatro meses antes había sido condenado a la misma pena por los católicos de Viena.  Ambas condenas se debieron a su obra teológica Christianismo Restitutio, en la que Servet discutía algunas conclusiones del Concilio de Nivea, y en la que además, describió la circulación pulmonar que había descubierto poco antes.  Pero lo mismo, la circulación pulmonar continuó haciéndose en la forma que él describiera. Tales los padecimientos de la libertad de investigación, de pensamiento y de expresión, frente a los intereses creados del poder y del dogma.”

[237] Renna, Amílcar Damián.  Nueva Enciclopedia de la provincia de Santa Fe. Santa Fe, Ediciones Sudamérica, 1991, v. 1, p. 273, 277-279.  Víttori alude a los cabecitas negras, discriminación planteada por los opositores al peronismo, a partir de la revolución social iniciada en la plaza de Mayo de la Capital Federal el 17 de octubre de 1945, cuando los trabajadores -obreros, estudiantes… los menos rubios de ojos claros…- exigieron al gobierno de facto la libertad del entonces coronel Juan Domingo Perón, en una multitudinaria concentración autoconvocada.

[238] Se refiere al Congreso Nacional de Federalismo, organizado durante el gobierno provincial del CPN. José María Vernet; ministro de Educación y Cultura Dr. Juan Carlos Gómez Barinaga; Subsecretario de Cultura Néstor Norberto Zapata, realizado en noviembre de 1986 en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe.  Entre las quince anotaciones literarias, que Valli tituló Literatura: creación situada (una recopilación de comentarios periodísticos publicados en los diarios “El Litoral” y “La Capital” en la década 1981-1991), en las páginas  9-25 se incluye la ponencia leída en ese Congreso (texto reiterado en el diario El Litoral en noviembre de 1987) y con el título El universo ideológico-expresivo de José Luis Víttori, reiteró lo leído en la presentación de Literatura y Región (21 de mayo de 1986), “publicado a manera de prólogo de ‘Literatura y Cultura Nacional’, Colmegna, 1988’.”

[239] Desde La comarca y el mundo – El Litoral, sábado 24 de agosto de 1985, el cuentista Edgardo Pesante después de una entrevista, informó acerca de los orígenes del CELA y destacó que Graciela Maturo es “hija del Ing. Domingo Maturo, uno de los más prestigiosos profesores de la Facultad de Ingeniería Química en los tiempos de mayor esplendor de dicha facultad.   La temprana muerte de la madre hizo que su infancia transcurriera en Buenos Aires, pero a los trece años regresó y aquí realizó sus estudios en el Liceo de Señoritas…”

[240] Diario El Litoral.  Santa Fe, viernes 18 de setiembre de 1992, p. 5.

[241] Renna, Amílcar Damián. Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe, Ediciones Sudamérica de Santa Fe, octubre de 1993, t. 4, p. 369-377.

[242] Víttori, José Luis. El escritor y su condición en el siglo XX. Santa Fe, Colmegna, 1994, p. 13-18.

[243] Ibídem, p. 27-28.

[244] Íd., p. 32-33.

[245] Palimpsesto: manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. 2. Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver a escribir.

[246] Diario El Litoral. Cultura y Ciencia – La comarca y el mundo. Santa Fe, sábado 3 de diciembre de 1994, p. 3. La escritura y la salvación en un mundo en crisis por Osvaldo Valli.

[247] Víttori, José Luis. El escritor: medio y lenguaje. Buenos Aires, Editorial Castañeda, 1977, p. 49.

[248] Víttori, José Luis.  El escritor y su condición en el siglo XX. Santa Fe, Colmegna, 1994, p. 73-74.

[249] Ibídem, p. 86-87.

[250] Ídem, p. 104-106.  Martin Luther King fue un pastor bautista, estadounidense, defensor de los derechos civiles y contrario a cualquier tipo de discriminación.  Admiraba a Mahatma Gandhi, viajó a la India para profundizar en el conocimiento de ese sistema que planteaba una evidente coherencia con los principios de libertad, fraternidad y solidaridad.  Hablaba de sus sueños…: “Sueño con el día en que el bien derrotado, vencerá al mal triunfante”.  Murió asesinado.

[251] Íd., p. 108.  Wassili Wassilievich Kandinski -Kandinsky-, nació en Moscú en 1866.  Con Franz Marc, en octubre de 1911 fundaron el grupo “Der Blaue Reiter” -El jinete azul-, en Sinderdorf. Se incorporó luego Paul Klee, con manifestaciones de un arte existencial que desde lo intimista se proyecta hacia lo universal.  Avanzaba la Gestapo con sus persecuciones y desde comienzos de la década del ‘30 Kandinski soportó las arbitrariedades del poder político.  La hostilidad inicial hacia él y Paul Klee -entre otros-, se acrecentó hasta el cierre de la escuela de la Bauhaus.  En tales circunstancias, así como la metáfora suele servir a la complicidad de los artistas para expresar sus originales visiones, ellos generaron la poética de la abstracción, transmitiendo así sus esenciales percepciones.  Los impulsaba el “soplo del alma platónica universal…” que él insinúa en su libro De lo espiritual en el arte, al expresar que “el alma es un piano con muchas cuerdas.  El artista es la mano que, con ésta o aquella tecla, hace vibrar el alma”.  Kandinski emigró a París y murió el 13 de diciembre de 1937.

[252] Íd., p. 117-118.

[253] Íd., p. 119.

[254] Íd., p. 92-93.

[255] Víttori, José Luis.  El escritor y su condición en el siglo XX, p. 91-92.

[256] En revista Libro Escogido, Buenos Aires, Nº 36, junio de 1979, p. 147-153.

[257] Víttori, José Luis.  El escritor y su condición en el siglo XX, p. 194.

[258] Ibídem, p. 197.

[259] Ídem, p. 199.

[260] Íd. p. 166-167.

[261] Íd. p. 142.

[262] Íd., p. 29.  Oscar Tacca egresó del Instituto Nacional del Profesorado de Paraná y de la Universidad Nacional de Códoba; obtuvo diversos diplomas en institutos dependientes de la Universidad de París; profesor en la Universidad Nacional del Litoral y en la del Nordeste; director del Instituto de Letras de la Facultad de Humanidades.  Director fundador de las revistas Nordeste y Cuadernos de Literatura.  Publicó La historia Literaria (Gredos, 1968); Instancias de la novela (Marymar, 1980) y Las voces de la novela  -Primer Premio Ensayo literario de la Secretaría de Cultura de la Nación -(Gredos, 1973, trad. al portugués Almedina, 1983)  Desde 1984, Decano normalizador de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Noreste.  La Fundación Susana Gombovsky -recordación de la escritora y pintora chaqueña- premia a escritores chaqueños y  el 13 de junio de 1983 distinguió a Oscar Tacca por su ensayo acerca de Cultura y Política.

[263] Diario El Litoral – Cultura y Ciencia – La comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 1º de octubre de 1994, p. 1-2.  Eduardo Serón y Mele Bruniard – Dos artistas singulares por José Luis Víttori.  Mele nació en Reconquista el 19 de noviembre de 1930, desde 1941 reside en Rosario; egresada  del Instituto Sup. de Bellas Artes de Rosario, dependiente de la Universidad Nacional del Litoral. Participó en exposiciones colectivas e individuales desde 1954, en distintas ciudades argentinas y algunas obras suyas integran colecciones privadas en nuestro país y en el exterior.  En el bienio 1984-1985 se gestó un anteproyecto de reestructuración en los planes de estudios de las Escuelas de Artes Visuales:  Entre otros artistas, Serón y Bruniard aportaron conocimientos y experiencias en grupos de evaluación de tales iniciativas.

[264] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores,  p. 189-195.

[265] Ibídem, p. 213-215. Víttori anota después del punto final: Santa Fe, 11-III-84.

[266] Ídem, p. 213-215. Víttori anota después del punto final: Santa Fe, 11-III-84.

[267] Cavallo, Domingo Felipe.  El peso de la verdad.  Buenos Aires, Planeta, Espejo de la Argentina, 1997, p. 261.  Mingo Cavallo, nació en 1946 en San Francisco, provincia de Córdoba; en 1967 se graduó de Contador Público Nacional y al año siguiente concluyó la Licenciatura en Economía en la Universidad Nacional de Córdoba; recibió Medalla de Oro y Diploma de Honor al mejor egresado de 1968 y dos años después, en la misma universidad terminó el Doctorado en Ciencias Económicas.  Realizó estudios en la Universidad de Harvard y en 1977 concluyó el Doctorado en Economía.  Desempeñó diversos cargos durante el gobierno de facto 1969-1982; en 1981 fue elegido uno de los “Diez Jóvenes Sobresalientes del Año”, seleccionados por la Cámara Juniors de Buenos Aires.  En 1982 asumió la presidencia del Banco Central de la República Argentina.  Fundó y dirigió el Instituto de Investigaciones Económicas de la “Fundación Mediterránea” hasta 1987.  En las elecciones legislativas de 1987 obtuvo una banca como diputado por su provincia natal El Dr. Raúl Ricardo Alfonsín era presidente de la Nación y en julio de 1989, cinco meses antes del término del mandato constitucional, debido a la hiperinflación y a la desmonetarización, se adelantó la transferencia del poder; asumió el electo doctor Carlos Saúl Menem y designó al Dr. Cavallo en el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores y Culto (1989-1991).  La persistencia de la inflación y la necesidad de cambiar el rumbo de la economía nacional, determinó que el doctor Menem le encomendara el ministerio de Economía, Obras y Servicios Públicos.  Interpretó los lineamientos del presidente y con acertadas medidas económicas –ley de convertibilidad entre otras-, logró contener la inflación.  Los resultados de esa gestión económica significaron varios reconocimientos: “en 1992 la revista Latin Finance lo nombró Hombre del Año y Euromoney Ministro de Finanzas del Año”; en 1993 fue incorporado como Miembro Correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas del Reino de España.  En julio de 1996, le fue aceptada la renuncia; continuó con su labor de investigación y docencia; inició la organización del partido Acción por la República.  Electo Diputado Nacional, en 1995 ha sido candidato a la presidencia de la Nación por el partido que fundó y en 1999 a la gobernación de Buenos Aires.  El 12 de mayo de 2000, completando la fórmula Gustavo Béliz -fundador del partido Nueva Dirigencia– participaron en la elección de autoridades del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.  Aunque hubiera correspondido un segunda elección de acuerdo a la Constitución Nacional, la obtención de aproximadamente el 50% de votos en apoyo a la fórmula de la Alianza -radicales, frepasistas…- determinó que Béliz primero y Cavallo después, aceptaran ese triunfo en una conferencia prensa difundida por televisión y otros medios.  A pesar de las frecuentes críticas anteriores por distintos medios de comunicación, el presidente de la Nación Dr. Fernando de la Rúa -radical- lo designó Ministro de Economía (2001) en reemplazo de López Murphy, quien había asumido tras la renuncia de Machinea y apenas estuvo unos días en tales funciones.

[268] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Maradona: personalidades ejemplares. (inédito, p. 35, 71-73). Ver diario La Capital de Rosario, domingo 26 de marzo de 1995.  Título: Desde el llano por José Ignacio Maradona, sobrino del filántropo.  Definición de poesía en el Diccionario de la Real Academia Española 1992, p. 1156.  Otras acepciones. 2. Cada uno de los géneros en que se dividen las obras literarias. 3. Poesía épica, lírica, dramática. 4. Poema, composición en verso. 5. Poema lírico en verso.  6. Identidad, lirismo, cualidad que suscita un sentimiento hondo de belleza, manifiesta o no por medio del lenguaje. 7. Arte de componer obras poéticas en verso o en prosa.

[269] Diario El Litoral. Complemento “La comarca y el mundo”, sábado 27 de julio de 1985.  A 400 años de su instalación en el Virreinato del Río de la Plata, procedentes de Perú.

[270] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 81, 61 y 105.

[271] Diario El Litoral – La comarca y el mundo. Lunes 7 de noviembre de 1983. Literatura regional… Conversación entre Felipe Justo Cervera y José Luis Víttori.

[272] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas,  p. 33.

[273] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 15 de diciembre de 1984.   En ese tiempo compartíamos paseos y diálogos con nuestro nieto menor -hasta entonces…- Federico Fontanini Bouvier (05-09-1991), hijo de Gustavo José María y de Andrea Bouvier Poncio.  No imaginábamos la emoción que sentiríamos el 15 de diciembre de 1996, cuando nacieron sus hermanitos mellizos Francisco y Lucio, nuestros adorables nietos…

[274] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, lunes 26 de septiembre de 1983. El profesional por José Luis Víttori.  Ilustró: Guillermo Hoyos.  En El tiempo y los sueños, p. 37.

[275] Víttori, José Luis. Exageraciones y Quimeras en la Conquista de América. Santa Fe, Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1997, p. 11.  En la primera revista América -impresa en la Universidad Nacional del Litoral, 27-05-1983), se incluyó el discurso del Dr. Zapata Gollán en el acto inaugural de ese Centro y en el apéndice se reitera el Acta de fundación, el 5 de octubre de 1981: “…reunidos en el Museo Etnográfico en su sede de calle 25 de Mayo 1470 de esta ciudad, las personas siguientes: Agustín Zapata Gollán, Víctor F. Nícoli, Francisco J. Menchaca, Mario Roberto Vigo, Jorge Reynoso Aldao, Francisco Magin Ferrer, Enzo Víttori, Jorge Taverna Irigoyen, Constantino Ramos, Amador Alberto, José Luis Víttori, Julio A. Caminos, Federico Guillermo Cervera, Luis María Calvo, José María Candioti, Efrén Lastra, Horacio Caillet Bois y Leoncio Gianello”.  Consta que “es una entidad cultural” que “no tendrá relación de dependencia con ninguna entidad u organismo oficial o privado”; la integran “dos clases de miembros: Miembros de Número” -”son veinticinco y esta cantidad es definitiva”, deben tener residencia en la provincia de Santa Fe- y  Miembros Correspondientes -”no tienen límite de cantidad”, pueden ser “con residencia fuera de la provincia y del país.   Se destacó la donación de libros concretada por el Ingeniero Víctor F. Nícoli y por  familiares del Dr. Antonio Ucha”, cuya voz todavía es eco en mi memoria.  El Estatuto fue aprobado por resolución Nº 527 del 23 de diciembre de 1982, suscripta por el Fiscal de Estado Dr. Jorge de Iriondo y el Inspector General de Personas Jurídicas Dr. Carlos Bernardo Gago y se autorizó a “esta asociación civil a funcionar como persona jurídica”.

[276] Ibídem, p. 21-22.

[277] Ídem, p. El autor reitera información de Nigel Davis en Los aztecas, p. 82 y Ss.

[278] Baudin, Louis La vida cotidiana en el tiempo de los incas, Buenos Aires, Hachette, 1955, p. 67-68.

[279] Víttori, José Luis. Exageraciones y Quimeras en la Conquista de América. Santa Fe, Centro de Estudios Hispanoamericanos, 1997, p. 31-32, Víttori transcribe parte de la p. 234 de La vida cotidiana en el tiempo de los últimos incas.

[280] Ibídem, p. 60.  (Cita: “A. Z. G. Las puertas de la tierra, Cap. V: ‘Los caminos del hambre’, p. 75 y Ss.”)

[281] Ídem, p. 57.

[282] Íd., p. 85.

[283] Menchaca, Francisco. Aporte a la información sobre el arte de curar en Santa Fe la Vieja – Parte IIª (monografía). Santa Fe, rev. “América” Nº 5, Centro de Estudios Hispanoamericanos, p. 39-40.

[284] Víttori, José Luis Exageraciones y Quimeras en la conquista de América, p. 92-93. Cita: Angulo Iñiguez, Diego Historia del arte hispanoamericano, Barcelona, Salvat, 1945, v.2, p. 34-35; 32, 37-38.

[285] Ibídem,  p. 109. Todas las citas son transcripciones de la edición a la vista (… tener en cuenta que en el diptongo “ui” -ej. huida… jesuita… no corresponde usar tilde).

[286] Homenaje a Ana Hilda Quinodoz de Villanueva (1927-1988).  Es justo reconocer que la mesura de sus gestos ha sido y sigue siendo un ejemplo.  Soportó la Partida de uno de sus hijos y sigue siendo su hija Priscila, una mujer sensible y generosa siempre dispuesta a acercarnos sus trabajos inéditos.  (Entre otros homenajes, releo: Viernes 4 de septiembre de 1998, Hora 18:30 Sala B. Adhiere ASDE.  Coordina la escritora Estrella Quinteros. Organiza: Dpto. de Literatura de la Provincia.)  Anaamiga del alma  a perpetuidad-,  nació en Nogoyá (Entre Ríos), “en el año en que Virginia Woolf edita su libro El Faro; la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou, Ejemplario -anotó Gloria de Bertero en Quién es Ella en Santa Fe-, ya que “se la considera santafesina por haber realizado su obra en Santa Fe de la Vera Cruz.  “Pintora. Colaboró con poesías en diarios y revistas (Nogoyá, Victoria – Entre Ríos); ‘El Litoral’ (S.Fe) y en ‘Vínculos’ (Jobson) S. Fe” como se lee en Prosa y poesía 1981, edición de la Asociación Literaria Nosotras de Rosario presidida por nuestra amiga Febe Cúccari de Ellena, donde publicó un conjunto de poemas –”Simplemente soñando”-.  Recibió varias distinciones.  Participó en Encuentros Culturales Didácticos (programa de la subsecretaría de Cultura de la provincia en coordinación con asociaciones intermedias, aprobado por el Subsecretario Guillén (1984-1986); en el Plan Cultural aprobado por R.M.  Nº 129 del 16-03-1987 por el Ministerio de Educación y Cultura  de Santa Fe -Dr. Juan Carlos Gómez Barinaga, Subsecretario de Cultura Néstor Norberto Zapata-, promovido por el Equipo de Educación y Cultura de la CGT Regional Santa Fe conducida por el gráfico Agustín Sarla. Ana seleccionó sus poemas Donde un Quijote azul me sonreía y El perrito Ringo -que motivó a los alumnos de la Escuela Nº 7 Presidente Beleno para lograr armoniosas expresiones plásticas- y su cuento Perico y Boyero esas dos ternuras; para integrar la publicación Desde Santa Fe para los niños, editada por el CEL (Círculo de Escritores del Litoral), grupo solidario convocado y coordinado por N.O.de F. en octubre de 1983 para difundir la obra de escritores santafesinos continuando con el servicio de educación por el arte iniciado en 1961 desde la docencia, como uno de los medios para promover diversas manifestaciones culturales.  En la IX Feria Exposición de Libros para Niños organizada por el Departamento de Literatura Infantil de la provincia, el 2 de septiembre de 1988 la poetisa y amiga Estrella Quinteros le rindió un homenaje (auspiciado por la Asociación Santafesina de Escritores).  En el décimo aniversario de su tránsito a la inmortalidad, quien escribe estas páginas fue convocada para destacar su interesante obra en la Feria Santafesina del Libro.  En ese momento distribuyó unas Páginas voladoras – con breve síntesis evocativa-, destinadas a educadores y estudiantes.

[287] Así se lee en el catálogo -que no incluye esa pintura-, editado en 1994  por las autoridades nacionales: Presidente de la Nación Dr. Carlos Saúl Menem, ministro de Cultura y Educación Ing. Agr. Jorge Alberto Rodríguez, Secretario de Cultura de la Nación Poeta José María Castiñeira de Dios, entre otros; cuya obra se expuso en el Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez” de Santa Fe.

[288] Diario El Litoral. Complemento Cultura y Ciencia – La comarca y el mundo.  “De los Andes a la estepa”, p. 1, “Carta del hombre que mira Samarcanda” por Luis Ricardo Casnati, Cartas rusas, Ediciones Culturales de Mendoza.  El poeta Casnati nació en San Rafael y reside en Guaymallén (Mendoza), autor de ocho libros de poesía publicados, seis inéditos; un volumen de cuentos y uno inédito.  Presidente de la SADE Filial Mendoza y vicepresidente de la sede central. Arquitecto, preside el Colegio de Arquitectos de la provincia de Mendoza.

[289] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 16 de marzo de 1985.  Visión de J. M. Taverna Irigoyen, sobre el libro  “Amo, luego existo” de Luis Ricardo Casnati.

[290] Diario El Litoral – La comarca y el mundo. Santa Fe, sábado 30 de mayo de 1987.  El lugar por José Luis Víttori, ilustración de Fernando Espino.

[291] Víttori, José Luis. El tiempo y los sueños. Buenos Aires, Editorial Vinciguerra S.R.L., colección Nuevo Cauce, 1998, p. 138, 145-146.

[292] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 102.

[293] Víttori, José Luis. El tiempo y los sueños. Buenos Aires, Editorial Vinciguerra S.R.L., colección Nuevo Cauce, 1998, p. 197-201.

[294] Ibídem, p. 143.

[295] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 17 de agosto de 1985.  El sello por J.L.V., integra el libro El tiempo y los sueños, p. 11, 27 y 39.

[296] Víttori, José Luis. El tiempo y los sueños, p. 42, 49-50.

[297] Víttori, Juan Manuel. A 10 años del derrumbe.  Diario “El Litoral”, Santa Fe, lunes 27 de septiembre de 1993.

[298] Víttori, José Luis. El tiempo y los sueños, p. 220-223.  Diego Abad de Santillán expresa que Alejandro III – el Grande o Alejandro Magno, hijo de Filipo II y de Olimpia, nació en 356 a. de C.; derrotó a los tebanos, destruyó Tebas, venció a Darío el rey de los Persas; sometió la Capadocia, se apoderó de Jerusalén, Damasco, etc.; invadió Egipto donde fundó Alejandría; atravesó el Cáucaso, se internó en Persia, tomó Babilonia, quemó a Persépolis, llegó hasta el Indo y venció a Poro, quien subyugado por su generosidad se convirtió en su aliado.  Murió en Babilonia a los 33 años de edad, en 323 a. de J.C.”  Su hijo póstumo de Alejandro IV, “apenas nacido fue proclamado rey por el ejército, pero vivió siempre bajo la tutela y encerrado, con su madre Roxana, en Anfípolis, y murió envenenado por Casandro en 311 a. de J.C.”  Aníbal, nació en 247 a.C. y siendo niño, “su padre Amílcar le hizo jurar odio eterno a los romanos y poco después lo llevó a España”, allí luchó a las órdenes de Asdrúbal, y cuando murió su jefe fue elegido general de los ejércitos.  Al comenzar la segunda guerra púnica, marchó contra Sagunto -aliada de Roma-, cuyos habitantes prefirieron morir a entregarse.  Luego cruzó los Alpes y en Italia arrolló a varios ejércitos y como no se atrevió a sitiar a Roma, estableció su cuartel general en Capua, hasta que debió pasar a África y “defender a su patria amenazada por Escipión el Africano. Vencido en la batalla de Zama, se refugió en Bitinia y en 183 a.C. se envenenó para no caer en poder de los romanos.  César -Julio César-, fue un general que con elocuencia gobernó a los romanos; defendió la causa del pueblo contra Pompeyo -habiendo formado anteriormente un triunvirato con él y con Craso-; fue cónsul en 59 a.C., conquistó las Galias y venció en varias batallas.  De vuelta en Roma, aunque no cometió excesos se ha dicho que fue un dictador, aunque era defensor de la democracia. Los aristócratas del Senado junto a Bruto -que decía ser hijo de Julio César- conspiraron para aniquilarlo y “el día de los idus de marzo” cuando el Senado le concedería el título de Rey, setenta conjurados atacaron a César en medio de la sesión;  herido por ventitrés puñaladas alcanzó a expresar: “¡Tú también, hijo mío!”.  Cayó al pie de la estatua de Pompeyo (100-144 a.C.); dejó escritas dos obras notables: Comentarios de la guerra de las Galias y Comentarios de la guerra civil. “Jerjes I, rey de Persia de 485 a 463 a. C., hijo de Darío I. Después de haber sometido el Egipto sublevado, prosiguió los proyectos de su padre, invadió el Ática y arruinó Atenas, pero fue vencido en Salamina y tuvo que huir a Asia. // Jerjes II, hijo de Artasjerjes, rey de Persia en 425, asesinado el mismo año, por su hermano Sogdiano.

[299] Está escrito “Complemento” teniendo en cuenta que en el diccionario de la Real Academia Española se lee:  complemento…  “Cosa, cualidad o circunstancia que se añade a otra cosa para hacerla íntegra o perfecta. 2. Integridad, perfección, plenitud a que llega alguna cosa.” -y hay más acepciones.  Lo frecuente es nombrar a esas páginas como “Suplemento”,  cuya primera acepción es “acción y efecto de suplir”, en este caso más que suplir  interpreto que complementa la información sobre diversas expresiones culturales, siendo tales las noticias y los comentarios que difunde el diario.  Sí es más aproximada la acepción  “3. Hoja o cuaderno que publica un periódico o revista y cuyo texto es independiente del número ordinario”.  Por eso me permito insistir en que esa entrega semanal constituye un valioso complemento educativo, tal como se reconoció al ser “declarado de interés cultural por la Secretaría de Cultura de la Nación.”

[300] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 224.

[301] Baudelaire Poesía y prosa. Selección por Hilda Torres Varela. Buenos Aires, CELA (Centro Editor de América Latina), 1969, p. 12.  La segunda edición de Las flores del mal (1861)  se integró con ciento cincuenta y un poemas, con exclusión de los seis que habían sido censurados tras la edición primera.

[302] Denevi, Marco. Parque de Diversiones. Editorial Macondo, 1970.

[303] Víttori cita a Kandinsky, Vassily. De lo espiritual en el arte, edición Galatea-Nueva Visión, 1957.

[304] Diario El Litoral. Santa Fe, lunes 24 de marzo de 1994.  Las adicciones en los personajes célebres por Miguel A. Cello.

[305] Barbieri y otros. Octopus. Santa Fe, Centro de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, diciembre de 1998.

[306] Víttori, José L. Literatura y Región … 1986, p. 66-69.

[307] Jaspers, Karl. Filosofía de la existencia. Barcelona, Planeta-De Agostini, colección Obras Maestras del Pensamiento Contemporáneo, 1993, p. 38.  “…Jaspers es, junto con Martín Heidegger (1889-1976), la figura central del existencialismo alemán”.  En 1937 desarrolló una serie de conferencias que publicó al año siguiente con el título Filosofía de la Existencia (Existenzphilosophie)enunciado que  “tiene, en el contexto actual, el sentido de una frase hecha que permite encuadrar cómodamente a pensadores como el ya citado Heidegger y a los filósofos como Gabriel Marcel (1889-1973) y Jean-Paul Sartre (1905-1980), aunque eso sí, en dos provincias, la del ‘existencialismo alemán’ en la que se engloba la obra de Jaspers, y la del ‘existencialismo francés’.” (III)  Expresa Jaspers que:  “El filosofar en los modos de lo abarcador depende de una resolución.  Es la resolución de la voluntad del ser para liberarse de todo saber determinado del ser, después que me he apropiado de su significado; por eso en la verdad puede venir a mí el ser mismo.  Es la resolución de escuchar, en vez de aquietarme en una satisfacción del saber del ser, lo que me habla en un espacio ilimitado, infinito, que abarca todos los horizontes, de percibir las luces anunciadoras que muestran, advierten, atraen y quizá proclaman lo que existe.  Es la resolución de cerciorarme de mí en los reflejos del ser que aparecen como mutaciones del ser, y no evitar este camino de la inmanencia, único accesible para mí, ya que sin ella no puedo penetrar en el fundamento de la existencia posible que soy, la base segura para la trascendencia que me soporta.  Es la resolución de, en vez de obtener un límite engañoso en una doctrina del ser, llegar a ser yo mismo, como fenómeno histórico, junto con el otro ‘mismo’, en lo siempre abierto abarcador”. (p. 38-39) Razona: “… es cierto que nos conducimos por ideales.  Son como boyas en nuestra marcha pero no nos permiten ninguna detención, como si en ellos estuvieran la meta y la paz. Los ideales, como todo lo objetivamente cognoscible, están encarnados en lo abarcador.  Más allá de los ideales -aunque en su camino y siempre apoyado por ellos- el filosofar muestra en lo abarcador el espacio que queda.  Es propio del ser humano el poder adquirir conciencia de esa inmensidad, porque lo abarcador nos conserva la propia posibilidad.  Existimos, en verdad, sólo porque continuamente comprendemos lo que nos es cercano, a la luz de los ideales que nos son accesibles.  Pero el pensar lo abarcador, a la vez que amplía el espacio, abre el alma a la percepción del surgimiento originario.” (p. 39-40.)

[308] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas, p. 104. Ortega y Gasset expresa la teoría de la circunstancia en Meditaciones del Quijote.  Planteó como fórmula esencial: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”, de tal modo que -interpreto-, es preciso buscar el sentido de los fenómenos, de ese inabarcable todo que nos rodea y necesariamente, liberar lo aparente.  (Ver Obras completas de Julián Marías, t. IX p. 488-500)

[309] Gudiño Krämer, Luis. Escritores y Plásticos del Litoral. Santa Fe, El Litoral, -impreso en editorial Castellví-, 1955.

[310] Víttori, José Luis. Vendrán otros veranos -novela inédita- anticipada en Octopus, p. 217-218.  Ese uno entre paréntesis se convierte en un interrogante que permanece hasta el punto final del texto completo, porque no está impresa la aclaración aparentemente necesaria.  Este relato de Víttori estimula mi memoria en la dirección señalada por el noble catalán Agustín María Vilà i Galì en su libro Navegants i Mercaders – Una Nissaga Marinera de Lloret (Una estirpe marinera de Lloret), publicación nº 4 del Club Marina “Casinet”, 1989; dedicado a su hija Eulalia Maria y a su nieta Maria del Mar; manuscrito: “Bien cordialmente para Dña. Nidia Orbea de Fontanini, compañera de inquietudes del espíritu e investigadora de nuestra Cataluña y de su Argentina.  Lloret de Mar, 2 de enero de 1990.”  (Lloret en su origen: un hermoso pueblo de pescadores, después de pescadores y de mercaderes, ahora además una confluencia de españoles, de inmigrantes y de turistas.  El autor, descendiente de hombres de los oficios nombrados en el título, describe la historia de los precursores lloretenses en la carrera del tasajo (p. 129-134), del  comercio negrero y del transporte de la correspondencia, teniendo en cuenta que “finalizado el año 1605 había salido de Buenos Aires el primer cargamento de tasajo hacia la isla de Cuba” -traducción personal, consultando el diccionario- “y a partir de aquella fecha, con diferentes altos y bajos, se llegó a finales del siglo XVIII, cuando se produjo un fuerte impulso gracias a diversas disposiciones gubernamentales”.  “En lo que hace a la marina velera lloretense” comenta que en 1812 se concretó “la consignación de cueros comprados a Montevideo”, con el navío San Francisco de Paula y expresa que “quién sabe si aquel viaje no fue el inicio del comercio del tasajo, en el cual nuestra gente tan activamente habría de participar y que trajo tantos infortunios a nuestros mercaderes”.  Un mapa indica la ruta del tasajo hacia el Río de la Plata señalando los puertos de la costa uruguaya y Ensenada Barragán – por la situación en el mapa, es la actual “Ensenada”-  y Buenos Aires; marca el cruce del Delta y el recorrido por el río Uruguay hasta los “principales puertos de Gualeguaychú, Concepción del Uruguay, Colón y Concordia sobre la orilla oeste. (p.133)  Quizás por eso, es una mirada diferente a la del turista, la que abarca la escultura de “la dona Marinera” al caminar sobre la arena de Lloret  sintiendo los sonidos del Mediterráneo o al contemplar la réplica que ocupa un espacio iluminado en la casa de mis hijos y nietas.  Reiteró el catalán don Agustín un tradicional  pregón: “Aquella Mujer Marinera que miró al mar con angustia y con esperanza, es un símbolo extraordinario que no puede morir”.  Anota Don Agustín que como se lee en La Leyenda del Oro -vol. 1. publicación de la Sociedad Editora la Maravilla, Barcelona, 1865-, San Francisco de Paula -”un santo varón hijo del pueblo de Paula, región de Calabria, hombre que a lo largo de toda su prolongada existencia, moría a los 91 años, fue un ejemplo de absoluta humildad y pobreza, tanta pobreza que, según nos cuenta la historia, en una oportunidad se vio obligado a obrar tal milagro como fue el de pasar él y sus compañeros de religión el mar que separa la Calabria de Sicilia sobre su hábito estando sobre las olas de mar con gran serenidad y confianza, con gran susto de los marineros que habían dejado en la orilla, porque Francisco de Paula no tenía con qué pagar el precio estipulado para alquilar una embarcación -o parte de ella- que le demandaban’.”  Es conmovedor lo expresado por Don Agustín siguiendo el rumbo del comercio de negros, una trama que inquietó a Pío Baroja y a otros autores, quienes -como él reitera- sostenían que “algunos capitanes negreros aparecían como hombres impregnados de una bondad de santos tratando a los negros casi como a hijos: eran bien alimentados… no carecían a bordo de elementos de higiene personal, alimentación sana y abundante y ¡oh maravilla, hasta tenían lecciones de escritura y lectura!  Pero todas aquellas atenciones -advierte Don Agustín-, si es que así fueron, no tenían otra finalidad que la meramente especulativa, con tal de valorar más la mercadería humana en el momento de ser oferta a la venta.”  (Cita el autor: “Baroja, Pío. Las inquietudes de Shanti Andia. Colección Austral, Espasa Calpe, Madrid, ps. 157-159”.)  Impacta la reproducción del grabado inglés del siglo XVIII  “que detalla el interior de un buque negrero  (p. 37) y las distribuciones de los esclavos transportados”; prácticamente uno al lado del otro.  Destacó don Agustín que “el 30 de abril de 1804 el rey de España promulgó una real cédula que amparaba la decisión real de continuar el comercio de negros y ampliaba por doce años la introducción de negros ‘bozales’ a sus dominios de América, de acuerdo con las reglas establecidas por la primera real cédula otorgada el 24 de noviembre de 1791 y otras posteriores”.  “En el año 1777 España adquirió la isla Fernando Póo para establecer ahí una base negrera.  Otros establecimientos de aquel tipo fueron constituidos a lo largo de la costa occidental africana por países europeos como Holanda, Inglaterra, Francia, Suecia, Dinamarca y Portugal (p. 35).  “La cosa no era tan sencilla como podría parecer al principio.  Uno podría creer que, una vez establecida una base negrera en la costa africana y obtenido el permiso para traficar con negros, apenas posada la proa en las costas occidentales de África, se cargaba la nave con unos cuantos centenares de negros y se avanzaba nuevamente hacia el mar rumbo a las Antillas. No era así ciertamente.  En paralela con el comercio negrero, en todos los mares estaba la acechanza de la piratería”… “la piratería negra”. Interesado Don Agustín por conocer la historia de la estirpe marinera de sus antepasados, comprueba que el joven capitán Agustín Conill i Sala (“nacido en Lloret el 24 de diciembre de 1786” -p. 26-, “abuelo de su bisabuelo “ -p. 18-) empezó a comandar la nave San Francisco de Paula cuando tenía veintiséis años, “después de haber hecho al menos cinco viajes alrededor de América” y de obtener sucesivamente los títulos de “tercer piloto” y “segundo piloto”.  Un documento redactado en Lloret el 3 de marzo de 1814, alude a la segunda expedición con una redacción confusa.  Expresa Don Agustín que a fines de 1814 salieron del “puerto de Tarragona para dirigirse al de Río de Janeiro” para “retornar a mediados de setiembre de 1815” aunque “para el otoño de 1815 la San Francisco de Paula posó su proa en el puerto de la Habana, suponemos que arribó al final de aquel mismo año o en los primeros días de 1816” por cuanto el 22 de marzo de 1816, en la Habana le habían otorgado a “Don Juan Agustín Conill Cap.”, la correspondiente “licencia para el comercio de negros” con el “velero lloretense San Francisco de Paula” (documento reproducido en p. 32-33).   “Mientras esperaban la concesión del permiso -dice el noble escritor catalán que tanto hizo en Barcelona por la niñez durante la posguerra civil, “nuestro hombre y su tripulación debieron habilitar las diversas cubiertas para ‘estibar’ convenientemente a los esclavos, y proveerse de todos los enseres necesarios para asegurar en todos los aspectos la imposibilidad de motín” -alboroto o tumulto- “por parte del cargamento negro”.  Es interesante lo expresado por Salvador Madariaga sobre algunos sucesos de aquel tiempo.  “Bolívar sabía que los realistas estaban preparando un ataque combinado a Carúpano” -puerto cercano a la Barcelona venezolana-.  Las informaciones eran contradictorias y Bolívar “decidióse pues a hacerse a la vela hacia Occidente… el 1º de julio de 1816 se hizo a la vela, y al pasar frente a Margarita, divisó una flotilla española… al parecer no dispuesta a entablar combate”.  En esos meses, reitera de Madariaga lo explicado por Carlos Soublette: “la salida del Libertador de Ocumare el año de 1816, es uno de los acontecimientos más oscuros, yo no me atrevo a referirla (…) en este suceso se mezcló el amor…  Lo que es cierto es que todos los que estábamos en Ocumare defendimos y justificamos la conducta del libertador.”  Estas referencias señalan otros de los caminos que probablemente, deberían recorrer algunos de los negros que transportaban hacia centroamérica durante aquella turbulenta transición política.  Luego, destaca Don Agustín que lograda la autorización, la embarcación comandada por el capitán catalán “abandonó el puerto de la Habana a mediados de setiembre de 1816 rumbo a las costas africanas, donde debía llegar alrededor del día 10 de octubre.   Recaló primero en la Isla de Fernando Póo para ponerse en contacto con los intermediarios que le han de proporcionar la vía más adecuada para reunir los trescientos negros que eran necesarios para completar la carga del velero” (p. 36-37).  “No es hasta los primeros días de 1817 que pudieron zarpar -levar anclas- de la Isla de Fernando Póo” y “el día 23 de enero de 1817, cuando el velero cargado con 301 negros maniobraba para ganar el mar, hizo el comandante del práctico, que era un negro del país, una falsa maniobra que provocó que la nave naufragara en la misma desembocadura del río.  La tripulación blanca de la nave se pudo salvar arrojando al agua los botes del velero; pero, de los negros, ni uno.  ¿Cómo podrían salir, pobres, si navegaban engrillados de pies como era costumbre en el transporte de esclavos?”.  Los cuatro españoles “fueron embarcados “en la nave también negrera Non Plus Ultra” y al llegar a la Habana el capitán tuvo que declarar porque su cuñada se había interesado por la “pérdida de la nave para poder reclamar a la compañía aseguradora” (p. 38).  También declararon los responsables del Non Plus Ultra, coincidiendo en que todo se había hundido en las aguas, sin posibilidad de recuperación.  Así fue como diez años después, la esposa de un marinero muerto en esa circunstancia, inició un juicio y el capitán tuvo que pagar la correspondiente indemnización, porque poco podía alegar si había perdido todos sus papeles en el naufragio.  Don Agustín señaló en un mapa, las rutas negreras más usuales desde Lloret hacia África y desde allí hacia Cuba y Sudamérica.  Destaca que el capitán Antonio Vilà y Balmanya (n. en Lloret en 1814, bisabuelo del escritor catalán), el “19 de junio de 1843, compró un negro” a una sociedad y con escritura notarial de compra-venta”.  Alrededor del comercio negrero, reconoció don Agustín que: “Si bien el tráfico de esclavos fue suprimido por España a partir del año 1817, al norte del ecuador, y a partir de 1829 también al sur de aquella línea, es bien sabido que el negocio siguió ejerciéndose, fuera de la ley, de una manera fraudulenta, a pesar de ser perseguidos severamente.  También es bien sabido que, a pesar de que el tráfico de esclavos fue suprimido, continuó en vigor la práctica de la esclavitud, que en Cuba no fue abolida hasta fines del año 1886 (p.109).  Estas lecturas revelan que el drama humano es semejante en cualquier continente y lamentablemente, en los umbrales del siglo XXI, sigue la humanidad revelando la potencia de la discriminación racial, política y religiosa.  El capitán lloretense obtuvo en 1835 el título de segundo piloto y una autorización de la Marina para construir  una nueva nave: la Lidia, en el astillero de Lloret..  Mientras tanto el capitán siguió navegando con otros capitanes lloretenses y llegó al Río de la Plata ignorando que se habían dispuesto “los bloqueos del puerto de Buenos Aires y del estuario del Río de la Plata” -como afirma Don Agustín-, “concretamente el segundo de los tres que tuvieron lugar.  Las causas de aquel segundo bloqueo son complejas.  En el Uruguay se había producido una escisión de la autoridad en dos fracciones: el partido Colorado, acaudillado por el ex presidente Fructuoso Rivera, y el Partido Blanco, que tenía por jefe al general Manuel Oribe”.  Dice el escritor catalán siguiendo a Ricardo Levene en su historia de la provincia de Buenos Aires (1940),  que “Rivera representa la primitiva concepción de la libertad, tal vez un poco anárquica; Oribe era el defensor del amor al orden y a la autoridad legal, continuador, en cierta manera de la tradición española”.  La lectura de algunas cartas revelan que esa nave española salió de Barcelona a mediados de abril de 1845 con un cargamento de “vino a buen precio” (entre los rioplatenses, “los tintos de Cataluña, ‘la bebida más común entre las clases bajas del país’…” según anotó Justo Maeso (citado por José María Rosa en su Historia Argentina, t. 5, p. 362).  Así fue como el capitán de la Lidia “se encontró con la prohibición dispuesta por Rosas”, decidió ir hacia Río de Janeiro aunque también pensó en viajar hacia el Pacífico.  En Río, “consiguió ser recibido por el ministro argentino en Río de Janeiro, quien lo tranquilizó con la esperanza de que no encontraría impedimento por parte del gobierno argentino, tratándose de una nave nueva sin haber tocado previamente el puerto de Montevideo”, evidentemente “ignorando que mientras mantenían esa conversación ya se había producido otro hecho: el bloqueo de la escuadra anglo-francesa”.  En Montevideo se detuvo la Lidia y lo que más enfurecía al capitán, era el negocio perdido” porque en esas circunstancias, no podría cargar el tasajo.  En el Paraná, el 20 de noviembre de 1845 se había impedido el avance de las naves extranjeras mediante la decidida acción de colocar cadenas que cruzaban el río de orilla a orilla, en la conocida Vuelta de Obligado, como parte de la estrategia que Rosas estuvo desarrollando desde un año para impedir la “demostración naval” que se anunciaba.   Es oportuno reiterar que en ese tiempo, “al conocer la declaración del bloqueo, San Martín escribió a Rosas desde Nápoles el 11 de enero (1846)” y la carta fue publicada por el Morning Chronicle de Londres: “Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside la República Argentina; nadie ignora el ascendiente muy marcado que posee, sobre todo en la vasta campaña de Buenos Aires y resto de las provincias.  Y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por las prevenciones heredadas de los españoles hacia los extranjeros, ello es que en la totalidad se les unirán y tomarán parte activa en la actual contienda”.  (ob. cit. p. 216-217).  El 17 de agosto de 1850 pasó a la inmortalidad el noble general José de San Martín y en su testamento (París, 23 de enero de 1844) “dejaba como heredera a su hija Mercedes de Balcarce, y hacia diversas mandas; entre ellas ‘el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur, le será entregado al Excmo. señor general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla” (Rosa, ob. cit., p. 372).  En otra dirección, otro estudio hispanoamericano podrá aproximar a otras semejanzas.  En la historia de la hermosa Lloret de Mar –comarca de pescadores- son recordados algunos personajes populares, como el solitario Esteban Tal-lari, el romántico que creía ser “el General Prim”.  Su rostro era parecido al de Nietzche, aunque era “esmirriado más que un arenque”; en su ropaje era “poco menos que un figurín: chaqué, pantalones de fantasía, chaleco de brocado, botinas charoladas, cuello de palomita y plastrón”, andaba cargado “con medallas y cruces que él mismo se confeccionaba con trozos de lata y chapillas que encuentra y se cuelga del pecho en profusión, con unos lacitos muy monos, imitando libélulas”; usaba sombrero de jipijapa  –de fina, flexible y durable paja característica de un pueblo de Ecuador-, lucía bastón con empuñadura de nácar y en el ojal una flor.”  Recorría las angostas callecitas del pueblo, soltando “el torrente de su elocuencia blasonando de sus hazañas de la guerra Carlista, de la campaña de África, de Isabel II; y gesticula y se inflama esgrimiendo el bastón cual si fuera una espada” y entonces, los lloretenses sabían que “el tiempo va a cambiar… la tormenta está encima.”  Así lo evocó Joan Baptista Domènech y Artau, el poeta que emigró en 1909 hacia la Argentina, vivió en Mendoza y en San Juan trabajando “en una empresa dedicada a los negocios de importación, en la cual ocupó altos cargos”, sin perder “el contacto con el mundo del arte”.  En 1930 se casó con “una distinguida señorita uruguaya, Margarita Lamique”; tuvieron una hija –Margarita- y en 1933 se trasladaron a Chile.  Allí el poeta “comenzó a colaborar con la prensa.  Era muy entendido en pintura y a menudo publicaba comentarios de crítica de arte.  Esa faceta lo puso en contacto con destacados artistas, como el catalán Ramon Subirats, excelente pintor y carbonista, muy considerado internacionalmente, y los argentinos Lino Spilimbergo y Manuel Marín Ibáñez, entre otros”. Logró editar “Poemas Humanos” (1937) precedido de fraternales palabras de “la conocida poeta Juana de Ibarbourou, a quien admiraba y que lo honró con su amistad”.  En 1942 publicó “Poemes de Joventud (1942); hacia 1945 integró “Sonetos de Soledad” -veinticinco sonetos-, parte de su interesante obra que no ha sido totalmente publicada. Para aproximarnos a su filosofía, bastan cuatro versos de “Tu propia verdad”: “No busques otra ciencia, ni otra verdad pretendas. / La vida, tu maestra, te enseñará a sentir. / Aprende de la vida tu verdad más suprema, / y bien lo sabrás todo, y bien podrás morir.”  Su única hija, Margarita Domènech Lamique desarrolló su vocación musical, fue una destacada pianista y desde 1956 actuó como solista en la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Chile. (“Relatos de mi pueblo”  -versión original castellana-, editada en catalán en 1987 por el Casinet -Club Marina- de Lloret de Mar.) Es evidente que el hombre y su locura transitan en distintos continentes.  En esta Santa Fe de la Vera Cruz, también vivió el Doctor Leoni, el misterioso personaje cercano al mundo de los políticos, que usaba pantalón a rayas y levita, donde lucía las medallas que suponía le habían entregado en reconocimiento a sus acciones.  Usaba guantes, galera, bastón y una flor en el ojal, caminaba con paso marcial, se detenía en las esquinas y hacía un giro para cambiar su dirección; improvisaba extensos discursos sobre asuntos de la política.  El noble pintor y grabador Sergio Sergi hizo un retrato al óleo que pertenece al Museo Rosa Galisteo de Santa Fe.  En esa dirección artística, otras aproximaciones permiten observar la armoniosa semejanza existente entre el arte de otro Juan, Joan Llaveries, visible en el museo de Lloret –lugar adonde llegó hacia 1905- y los expresivos y equilibrados trazos de Juancito Arancio, el cumpa.  Pero eso, es asunto de otro desarrollo cuya potencia espero alcanzar con perseverancia, porque se corresponde con “EL PRECIO”.  (Si se dedica a estudios hispanoamericanos seguramente sabrá bastante sobre la exportación de cueros desde el Virreinato del Río de la Plata, ya que como comentó don Atahualpa Yupanqui, siguiendo los relatos del “jesuita Florián Paucke, en su ‘Historia de los Mocovíes’… en 1749 hubo un envío a España de catorce mil cueros de tigre y león”.  Es innegable que tiene prolongada historia la irresponsable depredación que impacta en lo ecológico.  Ver Yupanqui, Atahualpa. El canto del viento. Buenos Aires, Siglo XX, 1988, p. 115.  Si le interesa ubicar en un mapa a la Isla Fernando Póo -como lo hice apenas leí aquellos estudios hispanoamericanos-, le sugiero que mire hacia la Guinea Ecuatorial, podrá leer Bahía de Biafra y muy cerca del territorio de Camerún, ubicará un lugar ahora denominado Bioko donde hay tres puertos: Malabo al norte, Luba al suroeste y Riaba al este.)  Estas líneas son sólo una mínima parte de la historia de la humanidad que todavía estamos generando…)

[311] Víttori, José Luis. Octopus, p. 219.

[312] Gori, Gastón. La Forestal… p. 53.

[313] Escrivá de Balaguer, Josemaría Beato. Camino. Santiago de Chile, 26 de junio de 1994, festividad del Beato Josemaría…  “El cristiano debe vivir ‘siguiendo los pasos del Maestro’, asumiendo con sentido de responsabilidad la misión divina que el bautismo le confiere: ‘Id, predicad el Evangelio… Yo estaré con vosotros’…”  (p. XI y XII)  “Jesús sufre por cumplir la Voluntad del Padre… Y tú, que quieres también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte si encuentras por compañero de camino al sufrimiento?” (213, p. 60 )  El filósofo español Julián Marías advirtió que: “Todos tenemos, si somos sinceros -y pocos lo son-, recuerdos felices de las épocas más atroces y angustiosas de nuestra vida.  Porque justamente la vida humana consiste en la capacidad de encontrar a la desgracia una brizna de gracia y saber descubrir la posibilidad de ser feliz en mitad de la miseria, de la desgracia y del dolor”. (Ver Obras completas VIII, 575.)

[314] Víttori, José Luis. Octopus, p. 225.

[315] Ibídem, p. 226-227.

[316] Víttori, José Luis. Las fuerzas opuestas (reiteración de citas anteriores).

[317] Víttori, José Luis. Octopus, p. 228.

[318] Víttori, José Luis. Las campanas del sur, p. 154.

[319] Víttori, José Luis. Octopus, p. 235.

[320] Ibídem, p. 238-242.

[321] Víttori, José Luis. Las campanas del sur (reiteración de una cita anterior).

[322] Marías, Julián. Obras t. X – Madrid, Revista de Occidente, 1982, p. 287, 297, 295.  1.- Píndaro fue un poeta lírico, griego, nacido hacia 522 y muerto en 443  a.C.  Sabía que: “Primero es la virtud, luego el renombre.  Si ambos obtiene, ¿qué más quiere el hombre?”  (Frases y citas célebres.  Barcelona, Sopena, 1988, p. 375.)  2.- Miguel de Unamuno y Jugo, nació en Bilbao en 1864, y examina a Ortega (n. en 1883) en la Universidad.  Es reconocido como una personalidad de esclarecida inteligencia y su vasta obra sigue siendo una lumbre en los vastos senderos del conocimiento. Unamuno falleció en Salamanca en 1937.

[323] Víttori, José Luis. Viajes y viajeros en la literatura del Río de la Plata, t. I, p. 19.  Buenos Aires, Vinciguerra, 1999, t. I y II.

[324] En la Nueva Enciclopedia de Santa Fe…  José Luis Víttori incluye en la bibliografía: Parish Robertson, John  y William: La argentina en los primeros tiempos de la revolución. Trad. y Pról. de Carlos A. Aldao.  Biblioteca de la Nación (Vol. 690, 1916.) En La comarca y el mundo -de El Litoral-, sábado 2 de agosto de 1986 se reproduce la  tapa del tomo l con logotipo (L.N.) Librería Nacional, un retrato del Dr. Carlos Aldao y consta que “tradujo la obra de los Robertson (‘Letters on Paraguay’)”, en 1918.

[325] Santa Fe, El Litoral  -suplemento Cultura-, domingo 2 de enero de 2000, p. 2.

[326] José Luis Víttori, anunció “una novela inédita: Vendrán otros veranos (salvo si cambia el título…)” y anticipó ese trabajo en “Octopus”. En septiembre de 2000, difundió más Narraciones y Poemas en la edición de Argos Santa Fe e incluyó dibujos del santafesino Enrique Estrada Bello (1893-1964), fundador y presidente de la Asociación de Artistas Plásticos de Santa Fe; intérprete de la estética y de los mensajes humanos percibidos en el barrio, en el paisaje costero, en las manifestaciones populares.  “El negro Arigós” -Demetrio Acosta, falleció el 16 de enero de 1951- fue el fundador de la comparsa Los Negros Santafesinos –la de los Escoberos de Arigós-, organizada en la madrugada de la Navidad de 1901, después de una de sus frecuentes serenatas en el barrio del sur.  “Manaco” fue un caminante de vientre abultado, que impresionaba a los niños en las calles del norte de la ciudad, durante las primeras décadas de este siglo.  Fueron personajes admirados por Estrada Bello y sus retratos -entre otros- integran su perdurable legado artístico.

[327] Víttori, José Luis. Literatura y Región. Buenos Aires, ed. CELA, Nº 12, 1983, p. 19 – Santa Fe, Colmegna, 1986, p. 160.

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