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Graciela Montes (1947, Buenos Aires, Argentina.)

Aproximación a su trayectoria literaria.

Algunos de sus textos literarios editados.

De su legado.

“Sapo Verde”.

 

Graciela Montes nació el 18 de marzo de 1947 en Buenos Aires, República Argentina. Profesora en Lenguas y Literaturas Modernas (1972, egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires).

Aproximación a su trayectoria literaria…

Integrante del equipo técnico y cultural del Centro Editor de América Latina (creado por Boris Spivacow).  Dirigió la colección de Literatura Infantil  Los cuentos del Chiribitil (1977-1979). En ese tiempo dirigió varios proyectos, entre ellos las ediciones “Enciclopedia de los pequeños (Editorial La Encina), La manzana roja y Cosas de chicos (Editorial Kapelusz) y Cuentos de mi país (Ediciones Culturales Argentinas-Centro Editor de América Latina).  En 1986, co-fundadora de las ediciones “Libros del Quirquincho” y durante seis años Directora de Publicaciones hasta su retiro en 1992.  Participó en diversos programas de difusión de libros destinados a niños y jóvenes. Miembro fundador de ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, sección nacional del IBBY). En el bienio 1996-1998: co-fundadora y co-directora de la revista La Mancha, papeles de literatura infantil y juvenil.

En tres oportunidades fue nominada como candidata por la Argentina al “Premio Internacional Hans Christian Andersen” (1996, 1998 y 2000).

Algunos de sus textos literarios editados…

  • 1977: “Nicolodo viaja al País de la Cocina”. (Buenos Aires, CEAL, Colección Los cuentos del Chiribitil)
  • 1996: Reeditado (Buenos Aires, Gramón-Colihue, Colección “Los cuentos del Ratón Feroz”.
  • 1977: “Así nació Nicolodo” (Bs.As., CEAL, de la citada colección, reeditado por Gramón-Colihue en 1996, en la misma colección.)
  • 1978: “El cumpleaños de Cristina” (CEAL, colección citada.)
  • 1978: “Teodo” (CEAL, reeditada en 1996 por Gramón-Colihue.)
  • 1978: “Sapo Verde” (Ilustraciones de Elena Homs (CEAL, colección citada).
  • 1983: “Un domingo con carozo”. (Buenos Aires, Ediciones de la Urraca.)
  • 1983: “Los zapatos del ciempiés” (Ídem.)
  • 1984: “Un gato como cualquiera” (Buenos Aires, Colihue, Colección “El Pajarito Remendado”.)
  • 1984: “Sancho curador” (Buenos Aires, de la Urraca.)
  • 1984: “Betina, la máquina del tiempo” (Buenos Aires, Editorial Kapelusz.)
  • 1985: “Amadeo y otros cuentos”. (Buenos Aires, Editorial El Ateneo.)
  • 1985: “La familia Delasoga”. (Buenos Aires, Colihue.)
  • 1985: “Doña Clementina Queridita, la Achicadora”. Ídem.)
  • 1986: “Y el Árbol siguió creciendo”. (Buenos Aires, “Libros del Quirquincho”.)
  • 1987: “Historia de un amor exagerado”. (Buenos Aires, Colihue.)
  • 1987: “La verdadera historia del Ratón Feroz”. (Buenos Aires, “Libros del Quirquincho.”
  • 1999: “Los cuentos de Perrault” – Traducción y edición Gramón-Colihue, Colección “La mar de cuentos”.  Ocho relatos de Cuentos de antaño; Los deseos ridículos y Piel de Asno.

-Obtuvo el “Premio Pregonero” (1999)

– Premio “Destacados de ALIJA” (1999)

“La verdadera historia del Ratón Pérez”.

  • 2001: “La batalla de los monstruos y las hadas”. (Buenos Aires, Alfaguara; Colección Alfaguara Infantil, serie Naranja; novela breve.)

Nepomuceno, perro escritor, el reconocido Nepo cuenta su historia

(Hay más… también de teatro.

¡Con hermosas ilustraciones!…

¡Hay que buscarlos en alguna biblioteca y leerlos!…)

De su legado.

Del casi legendario texto publicado por el Centro Editor de América Latina, tras sucesivas miradas hacia su estela luminosa, esta oportuna reiteración…  [1]

“Sapo Verde”

“Humberto estaba muy triste entre los yuyos del charco.

Ni ganas de saltar tenía. Y es que le habían contado que las mariposas del Jazmín de Enfrente andaban diciendo que él era sapo feúcho, feísimo y refeo.

-Feúcho puede ser -dijo, mirándose en el agua oscura-, pero tanto como refeo… Para mí que exageran… Los ojos un poquitito saltones, eso sí. La piel un poco gruesa, eso también.   Pero ¡qué sonrisa!

Y después de mirarse un rato le comentó a una mosca curiosa pero prudente que andaba dándole vueltas sin acercarse demasiado:

-Lo que a mí me faltan son colores. ¿No te parece? Verde, verde, todo verde. Porque pensándolo bien, si tuviese colores sería igualito, igualito a las mariposas.

La mosca, por las dudas, no hizo ningún comentario.

Y Humberto se puso la boina y salió corriendo a buscar colores al Almacén de los Bichos.

Timoteo, uno de los ratones más atentos que se vieron nunca, lo recibió, como siempre, con muchas palabras:

-¿Qué lo trae por aquí, Humberto? ¿Anda buscando fosforitos para cantar de noche? A propósito, tengo una boina a cuadros que le va a venir de perlas.

-Nada de eso, Timoteo. Ando necesitando colores.

-¿Piensa pintar la casa?

-Usted ni se imagina, Timoteo, ni se imagina.

Y Humberto se llevó el azul, el amarillo, el colorado, el fucsia y el anaranjado. El verde no, porque ¿para qué puede querer más verde un sapo verde?

En cuanto llegó al charco se sacó la boina, se preparó un pincel con pastos secos y empezó: una pata azul, la otra anaranjada, una mancha amarilla en la cabeza, una estrellita colorada en el lomo, el buche fucsia. Cada tanto se echaba una ojeadita en el espejo del charco.

Cuando terminó tenía más colorinches que la más pintona de las mariposas. Y entonces sí que se puso contento el sapo Humberto: no le quedaba ni un cachito de verde. ¡Igualito a las mariposas!

Tan alegre estaba y tanto saltó que las mariposas del Jazmín lo vieron y se vinieron en bandada para el charco.

-Más que refeo. ¡Refeísimo! -dijo una de pintitas azules, tapándose los ojos con las patas.

-¡Feón! ¡Contrafeo al resto! -terminó otra, sacudiendo las antenas con las carcajadas.

-Además de sapo, y feo, mal vestido -dijo una de negro, muy elegante.

-Lo único que falta es que quiera volar -se burló otra desde el aire.

¡Pobre Humberto! Y él que estaba tan contento con su corbatita fucsia.

Tanta vergüenza sintió que se tiró al charco para esconderse, y se quedó un rato largo en el fondo, mirando cómo el agua le borraba los colores.

Cuando salió todo verde, como siempre, todavía estaban las mariposas riéndose como locas.

-¡Sa-po verde!   ¡Sa-po verde!

La que no se le paraba en la cabeza le hacía cosquillas en las patas.

Pero en eso pasó una calandria, una calandria lindísima, linda con ganas, tan requetelinda, que las mariposas se callaron para mirarla revolotear entre los yuyos.

Al ver el charco bajó para tomar un poco de agua y peinarse las plumas con el pico, y lo vio a Humberto en la orilla, verde, tristón y solo. Entonces dijo en voz bien alta:

-¡Qué sapo tan buen mozo! ¡Y qué bien le sienta el verde!

Humberto le dio las gracias con su sonrisa gigante de sapo y las mariposas del Jazmín perdieron los colores de pura vergüenza, y así anduvieron, caiduchas y transparentes, todo el verano.”

(Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.)

 

[1] Montes, Graciela. Sapo Verde. Edición del CEAL – Colección “Los cuentos del Chiribitil”, Argentina, Buenos Aires, 1978.

 

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