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1855-1886  Política y Población en Santa Fe…

1855: “vagos” en la llanura luminosa.

Conchavo y papeleta.

1858: indígenas levantados para integrar los batallones.

1868: ecos desde el diario “La Capital” de Rosario.

1882 – Relgamento Urbano y Rural de la provincia de Santa Fe.

1886: Código Rural

Manifestaciones de Nicasio Oroño.

 

1855: “vagos” en la llanura luminosa…

Se ha reiterado parte de un documento perteneciente al archivo de la Jefatura Política de Rosario:

“…ruego a Ud. me diga qué hombres deben considerarse vagos… ya que en el distrito hay solamente familias pobres que no cuentan con más de un caballo o algunos con nada pero viven honradamente y sin causar daño alguno.”

 

Cuando el progresista Nicasio Oroño asumió esa jefatura en 1855, coherente con sus actitudes responsables y humanitarias, redactó el primer Reglamento de Campaña con el propósito de evitar que ambularan personas que se dedicaban a robos o cometieran diversos delitos en perjuicio de los habitantes que con su esfuerzo estaban intentando cooperar para el bienestar general.

Conchavo y papeleta…

Estableció la obligación del conchavo para cualquier persona “que no tenga profesión ni oficio ni ocupación conocida” y para trasladarse dentro del territorio santafesino, debían portar la papeleta que era el documento de control que debían exhibir cuando era solicitada por propietarios de inmuebles o por las autoridades policiales.

Sabido era que en las pulperías era posible distraerse pero también los vicios del juego y la adicción al alcohol provocaban frecuentes disputas que terminaban en duelos criollos, probando heridas y muerte.

Nicasio Oroño prohibió la instalación de pulperías volantes. Para controlar los desplazamientos del ganado, impuso el uso de pasaportes y guías, también formularios para el control de venta de cueros.

Quienes andaban sin papeleta y eran considerados vagos y mal entretenidos, enseguida eran entretenidos porque los mandaban a trabajar en alguna estancia o los incorporaban a fortines y fuerzas militares.

1858: indígenas levantados para integrar los batallones…

En 1858 se empezaron a organizar las expediciones militares con el propósito de ampliar las fronteras norte y sur de la provincia de Santa Fe.  Algunas tribus seguían merodeando en torno a la colonia Esperanza, poblada a partir del 27 de enero de 1856 aunque como ha destacado el talentoso poeta e historiador Gastón Gori, los indígenas colaboraron en la construcción de las primeras viviendas en ese lugar.

Otras tribus ya habían sido ubicadas en las reducciones de San Javier, Sauce, San Pedro y Calchines donde los sacerdotes católicos imponían otro lenguaje, diferente religión y al evaluar la creatividad que caracterizó a algunos grupos, incentivaron trabajos artísticos: artesanías en cerámica, tallas en madera, actividades musicales incluyendo la construcción de determinados instrumentos.

Quienes no demostraban esas aptitudes, eran ocupados en otros trabajos: agricultura, cuidado del ganado, molienda de granos…

En diversas circunstancias, los indígenas fueron levantados para integrar los batallones que tenían que luchar por intereses de caudillos provinciales.

En el mensaje del gobernador Rosendo Fraga a la Cámara de Representantes, en 1860 informa que fue posible “remontar la guarnición de las fronteras… con 300 tiradores de a caballo… sin incluir en la cifra los lanceros de Sauce y San Pedro.”

Seis años después -en 1866-, el gobierno enfoca el problema derivado de la distribución de las poblaciones indígenas:

“…estando en esta capital los indígenas que han resultado prisioneros de la expedición del Chaco que ha tenido lugar en el presente mes y deseando el gobierno proveer con solicitud a su educación como personas libres”, resuelve que “se nombren sendas comisiones de gente de honorable reputación, en ambas ciudades, a fin de distribuir en cada una de ellas a los indígenas, cuidando de que efectivamente éstos sean debidamente educados.”

Sabido es que la acción fundamental de cualquier gobierno reside en contribuir a la consolidación de las familias para lo cual es imprescindible que dispongan de un espacio donde vivir y trabajar con dignidad.  Tal fue uno de los propósitos del gobernador Rosendo Fraga y lo confirma con otro mensaje relacionado con la vida en las reducciones, donde ninguno sentía  realmente una pertenencia concreta sino una dependencia que solía ser rechazada en forma contundente: abandonando esos lugares y vagando por la amplia llanura hasta encontrar un lugar donde seguir viviendo como lo habían hecho las generaciones anteriores hasta que se impuso la conquista.

Expresó el gobernador Fraga: “No habiendo propiedad privada y siendo todos los bienes comunes sin el estímulo que produce el incremento de lo que nos pertenece” resultaba razonable que “los indios corrieran a buscar la libertad de los bosques y los halagos de la vida independiente del salvaje.”

(Entre comillas trascripción parcial del mensaje, con ajuste ortográfico.)  [1]

En consecuencia, era impostergable la decisión de entregar tierras para que pudieran construir sus viviendas sin la incertidumbre de que los expulsaran y así, también empezarían a cultivar, plantar árboles, armar corrales, criar animales…

1868: ecos desde el diario “La Capital” de Rosario…

El 20 de junio de 1868, desde el diario rosarino fundado con el propósito de alentar la ubicación de la capital federal en la ciudad de Rosario, destacó que era difícil conseguir mano de obra para los trabajos rurales y se advertía que al ser incorporados a las guardias militares los que ambulaban buscando trabajo sin tener la documentación necesaria, siendo luego trasladados a distintos lugares para luchar contra fuerzas adversarias, prácticamente habían “diezmados por el plomo paraguayo o en continuo cuartel”…

Poca influencia tenían los diarios en aquel tiempo, porque en otras publicaciones se reiteran observaciones similares. En una sociedad mercantilista, no sorprende que aquellas observaciones apuntaran no tanto a promover que se ayudara a esos hombres para que pudieran formar un hogar y asentarse, ya que con frecuencia se insistía en que al ser escasa la mano de obra había que pagar más a los extranjeros que seguían llegando al país en barcos cargados hasta en la terraza.

No fue por casualidad que José Hernández haya necesitado escribir el Martín Fierro que es un poema y al mismo tiempo un alegato por ese evidente desprecio por el gaucho a quien se lo ubicó en el último lugar porque primero había que atender a los inmigrantes y a los sumisos indios que trabajaban dóciles, de sol a sol… ya que no todos organizaban malones: unos cooperaron en la construcción de los ranchos para los recién llegados a la colonia de la Esperanza¸ otros fueron jefes de batallones, generalmente caciques que con toda la tribu colaboraban para servir a la Patria, otros ayudaron en la construcción de iglesias y en el tallado de altares, o en diversos trabajos…

1882 – Reglamento Urbano y Rural de la provincia de Santa Fe

El control en el desplazamiento de la población estaba a cargo de la Policía –comisarios generales y jefes de policía- en distintas jurisdicciones, que trabajaban en coordinación con los Jueces de Paz.

En 1882 de aplicaba el Reglamento Urbano y Rural de la Provincia de Santa Fe, se seguían considerando vagos a quienes no acreditaran un trabajo o pertenecer a alguna línea de milicias. Ese reglamento establecía que para ser reconocido como vago era necesario que “no tengan oficio, jornal ni medios lícitos como vivir. Segundo: los que teniendo algún oficio o industria no los ejerciten habitualmente careciendo de otros medios lícitos para su subsistencia.”

En otro punto se aludía a “los que con medios de subsistencia, pero insuficientes, no se dediquen a algún trabajo honesto y que frecuenten casas de juego y otros parajes sospechosos” y luego, se refería a quienes “sin impedimento para dedicarse al trabajo, se ejerciten en el oficio de mendigo”.

También estaban sometidos a igual tratamiento, quienes abandonaran sus trabajos sin un motivo que lo justificara.

1886: Código Rural

En la misma dirección que el código policial, también en esta legislación se apuntaba a quien no tuviera  “domicilio fijo y medios conocidos de subsistencia”.

Se establecían los roles y obligaciones y derechos de los propietarios y de los trabajadores.  Se analizaban las condiciones de trabajo a destajo y las actitudes de respeto, y laboriosidad que debían demostrar todos los trabajadores rurales

En ese código se insistía en la prohibición del juego, mencionando el tradicional juego del pato, las carreras de caballos, riñas de gallos, festejos como la yerra o fiestas por las cosechas que pudieran derivan en bailes sin decoro o en actos de violencia.   A pesar de tales previsiones, los expedientes judiciales y publicaciones en diarios seguían demostrando que cualquiera legislación es insuficiente si las personas no pueden vivir en armonía consigo mismas, vinculadas por similitud cultural con los grupos cercanos.

En el código se establecían penas para quienes practicaran la caza furtiva o vendieran productos cuya procedencia no pudiera justificar, pero las necesidades con frecuencia impulsaban a seguir cazando y a aprovecha todo lo que la naturaleza ofrecía al alcance de las manos.

Manifestaciones de Nicasio Oroño…

“La tierra inculta, sin el auxilio del capital y del trabajo del hombre, es un valor muerto, es una materia prima que nada vale aunque pueda valer… La tierra vale por lo que produce, por el capital que representa”.  [2]

Nicasio Oroño había expresado que “el arado civiliza” e impulsó la entrega de tierras públicas para que también los criollos pudieran desarrollar sus trabajos rurales.

Ese criterio también había sido enunciado por el Inspector de Colonias Guillermo Wilken y consideraban mejor la inmigración espontánea que la promovida organizando contingentes con agencias europeas.

Lecturas y síntesis. Nidia Orbea Álvarez de Fontanini

 

[1] Provincia de Santa Fe. Mensajes de Gobernadores 1972. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe. Volumen 4.

[2] Ibídem.

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