En la sesión del 28 de abril de 1993 el Sen. Felipe Ludueña presentó un proyecto de comunicación a fin de que el Poder Ejecutivo Nacional, a través del organismo competente destacara la celebración del Día de las Américas.
En los fundamentos del proyecto, ratificó que el descubrimiento del continente americano “derivó naturalmente en la recepción de la civilización europea que había participado directa o indirectamente”.
Reconoció que se utilizaron «métodos diversos: la ocupación, la convivencia, la espada, el arado, la paz. Todos resultaron del encuentro de culturas, sangriento muchas veces, la conquista no se declamaba, se alimentaba de las grandezas y de las miserias de los hombres, de utopías, de sus desvelos, de la conciencia de que definitivamente se integraba a la construcción de un mundo que era absolutamente nuevo.”
“Fueron dos concepciones que prevalecieron en el continente. El Norte recibe hombres influidos por formas renovadoras. En el Centro y Sur se consolida sobre recios fundamentos de la feudalidad que trae España.
Constituyen ambas una apreciación de la realidad y un comportamiento del hombre frente a ella. Nuevos y distinto entendimiento contribuyó a la construcción del perfil de nuestros pueblos y convoca a una asimilación de las diferencias. Ellas indisolublemente ligadas a la reivindicación de la identidad latinoamericana y de su apreciación del mundo y de las cosas. Conjunto de valores que en constante evolución producen la diversidad necesaria para crear y merecer sus propias normas, con sabia aptitud armonizadora de otro u otros conjuntos de conductas. La armonización es posible si cuenta como condición es básica el estricto respeto a la identidad.
La tarea radica entonces en la realización de la nueva conquista. Esta vez más compleja, de trascendencia imprevisible en sus consecuencias.
Se trata ahora de la declamación a la acción de integración de nuestros pueblos, siguiendo sus propias decisiones, valorando cada una de sus tendencias y anhelos, defendiendo cada uno de los derechos subjetivos de nuestros hombres, protegiendo lo que los identifica entre sus iguales, levantando los obstáculos que impiden cumplir el sueño de San Martín y de Bolívar…”
Los versos del poeta Olegario Víctor Andrade (argentino, 1839-1882) señalan un camino: América!
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“Ni siervos, ni señores, ni estúpido egoísmo!”
Al universo anuncia tu gigantesca voz.
En vez de las almenas del viejo feudalismo,
Con el sangriento y torvo fantasma colonial,
Levántanse los Andes para tocar a Dios!…
NOF.Abril/1993.
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“Ni siervos, ni señores, ni estúpido egoísmo!”
Al universo anuncia tu gigantesca voz.
En vez de las almenas del viejo feudalismo,
Con el sangriento y torvo fantasma colonial,
Levántanse los Andes para tocar a Dios!…
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Síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
Abril/1993.