Dicen que contaban los abuelos diaguitas que sus antepasados se cansaron de vivir en tierras áridas y decidieron acercase a un valle en la quebrada, buscando también que el agua de algún río sirviera para sus necesidades.
Siguieron trabajando en alfarería y algunos sembraron maíz mientras los niños cuidaban el ganado. Los adultos de la tribu cosecharon los choclos y con ellos prepararon una bebida muy fuerte, tanto que después de una noche de luna llena probándola una y otra vez, terminaron todos embriagados. Como les gustó, al día siguiente hicieron lo mismo y empezaron a abandonar sus trabajos de agricultura y de cerámica. El dios Sol decidió demostrarles que se habían equivocado y con sus rayos fue secando todas las plantas, evaporando el agua de algunos lagos y riachos. Los diaguitas eran inteligentes y enseguida comprendieron que ese castigo era para que volvieran a dedicarse a sus cosas.
Dicen que una mujer se animó a protestar ante los hombres pidiéndoles que dejaran de beber tanto y empezaran a trabajar. Después, cansada se acostó bajo la sombra de un algarrobo que estaba cargado de frutos. Se imaginó que podía aprovecharlos para preparar algún alimento y así fue como empezó a moler las vainas y después preparó el patay, armó unas tortillas y todos lo probaron, vieron que era bueno y desde entonces, para ellos también el algarrobo es admirado como un árbol milagroso.
Nidia A. G. Orbea de Fontanini – Otoño de 1993.