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Cerca o lejos de ellos…

Cerca  o  lejos  de  ellos.

  1. Los funcionarios.
  2. Los ingenuos.
  3. Los enmascarados.
  4. Los solapados.
  5. Los ausentes.
  6. Los dementes.
  7. Los tapados
  8. Los conductores.
  9. Los pescadores.
  10. Los servidores

El placer de servir

Cerca  o  lejos  de  ellos…

 

Papeles archivados en la Cofradía de los Duendes,

en la Ciudad de los Distraídos.

                             País de los Contrastes.

                             Ocaso del siglo XX.

 

1. Los funcionarios…

El edificio tenía atrapados los ecos de todas las asambleas.  Reverberaban las voces de los entusiastas oradores actuales.  En vano algunos nostálgicos pretendían que hubiera silencio porque una resistencia vigorosa se imponía desde distintos ámbitos.

Hacia el este, hacia el norte y el sur, algunos ciclistas y automovilistas estaban atentos a las indicaciones de los semáforos.  Paso a paso, avanzaban los perseverantes peregrinos que no intentaban reptar ni trepar, tampoco necesitaban vivir a los saltos porque preferían subir las escaleras peldaño a peldaño, mientras otros sólo lo hacían por el ascensor…  Algunos peatones se saludaban:

-¡Hola!

-¡Buenas tardes señora!…

Y no era casual que en una breve pausa, protestaran por las depresiones en las calles y en las veredas –los baches– que eran un riesgo porque tras cualquiera distracción podría generarse otro accidente.

En la esquina noreste, una mujer contaba lo sucedido el 5 de junio de 1991, mientras por distintos medios se destacaba la importancia del Día Internacional del Medio Ambiente y de la Protección de la Naturaleza.  Algunos recordaban al caudillo-conductor-líder que en 1972, desde su exilio en Madrid hizo un llamado de atención acerca de los crecientes riesgos de la contaminación y del derroche de los recursos naturales, no renovables.  Durante aquella tarde de miércoles -como ya era tradicional durante los períodos de gobiernos elegidos por los ciudadanos argentinos-, se habían encontrado una vez más la Señora Avenida -federalista- y el Señor Caminos -¡pluralista!- mientras se acercaban diversos gestores para avanzar en sus gestiones –con sugestiones- y algunos insaciables cenadores, apurados como era su costumbre…

Don Caminos era un señor obeso, atento observador y por su proximidad con los policías se había acostumbrado a reemplazar los monosílabos no por afirmativo o negativo y los bisílabos mujer – varón  por femenino y masculino.  Solía confundir el uso de algunos artículos y no distinguía entre el cólera y la cólera.  Cuando él subía las escalinatas del enorme edificio, se le acercaban distintos personajes para saludarlo.

Una tarde, después de tanta cortesía uno de los saludadores dijo que don Caminos parecía ser un gorila y quienes estaban cerca se miraron de soslayo, nada dijeron.

Ya estaban llegando los grupos de docentes con pancartas, dispuestos a hacerse escuchar en sus casi legendarias demandas de mejor retribución y distribución de los recursos…

Doña Avenida, sin prestar atención a quienes se quejaban por la falta de tela, siguió abarcando el murmullo de las ramas de los árboles, el silbo de los pájaros y miró una vez más, como la sumisa hojarasca soportaba los desafíos del viento y las fuertes pisadas de los caminantes y de algunos rodados.

Don Caminos, aunque se mostrara indiferente ante sucesivos movimientos, era consciente de que son las raíces invisibles las que con su vigor subterráneo sirven de sustento al ancho tronco.  Aunque por sus funciones estaba casi en la cima de la pirámide burocrática, tenía que estar muy alerta ante cualquier desplazamiento de las bases porque de ese original equilibrio dependía su segura permanencia.  Había aprendido el abc del funcionario, desde la a de acatar hasta la z de zumbón y si tenía alguna dificultad, recurría enseguida al diccionario, a su asesor

Doña Avenida había contemplado las mutaciones del otoño: el palo borracho cumplía con su rito de despedir las amarillas corolas mientras algún ebrio disimulaba su estado y avanzaba hacia el lugar donde debía firmar la planilla de asistencia que justificara  la paga mensual.   Los rosales tenían las hojas marchitas por la falta de riego y también el césped se estaba secando porque semana a semana llegaban los manifestantes y se instalaban sobre los canteros sin importarles la protección de la naturaleza.

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Llegó el momento de la entrevista:

-Buenas tardes, señora…  Pase…  -dijo sonriente don Caminos.

Saludó la mujer y entró en la oficina que con tantos tabiques había quedado excesivamente reducida para una persona tan corpulenta.

Acostumbrada a observar las actitudes y los gestos, enseguida comprendió que el secretario estaba ya cansado, evidentemente oprimido y casi agotado.  Ella sabía que por sus responsabilidades era ineludible que escuchara sucesivos ruegos, algo así como interminables letanías sin que acertaran en la nota.

Doña Avenida estaba acostumbrada a distinguir el ruido de los cántaros huecos y a evaluar los excesos que habían ido convirtiendo a aquella plaza en una inquietante playa de estacionamiento.  Paciente escuchó los comentarios de Don Caminos mientras sus duendes mágicamente traducían y la conclusión era, que inesperados aterrizajes habían complicado la organización prevista para ese ámbito; que eran tantos los casi recién llegados que no sabía como resolver la dificultad que hallaba para transformar en titulares algunos de los cargos interinos…  Además, un tanto confundido al tener que optar entre tantos femenino o masculino, por la afirmativa o la negativa, el secretario insinuó que por un artículo se establecía un límite de edad y que lamentablemente ella ya no podía ingresar en la planta permanente…

Sonrió doña Avenida y con prudencia, le entregó al secretario los catorce folios de sus antecedentes, donde estaba incluido el decreto del gobierno provincial que le reconocía una antigüedad en la función pública desde 1953 y una resolución ministerial que le acordaba los pertinentes beneficios por antigüedad.

Estaba anocheciendo.  En un sector de la administración empezaron a cerrar las ventanas y a apagar las luces.   Don Caminos suspiró aliviado cuando la mujer le dijo que se lo dejaba por si no encontraban el que había entregado en diciembre del ‘86, cuando fue convocada para reorganizar el organismo

Cerca se escuchaban otras voces.  La mujer se había despedido diciendo:

-Señor Caminos… Adiós… Gracias…

Y el intranquilo funcionario se quedó con la duda, porque una voz interior te advirtió que la señora Avenida también podía haber expresado:

-Señor Caminos… A Dios gracias…

(Ya que no había motivos para postergar otro año, tan justificada ratificación en la categoría veinticuatro…)

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2. Los ingenuos…

En la Ciudad de los Distraídos, septiembre maduraba otro sueño de palabras compartidas.

Silenciosos, dos gnomos repasaban las historias de personajes solitarios; corregían como podían la sintaxis y la ortografía.  Hacían lo suyo sin hablar y sabían que estaban cerca y al mismo tiempo, separados…

Sus sueños se transformaban en realidad con la complicidad de algunos escribas de la zona.  Sólo era necesario esperar que el tiempo hiciera posible la ejecución del plan.  En ese momento, las páginas sueltas podrían unirse y así formar un libro.

Ellos eran misteriosos, muy intuitivos. Detectaban en las entrelíneas y en alguna página en blanco, las huellas de personajes oportunistas y egoístas.  Sabían que en octubre del ‘83, un huracán de voluntades había disipado los miedos del último proceso.

Una vez visitaron a los cooperativistas, pero enseguida retornaron a sus mágicos refugios.  Estaban alertas ante cualquier cambio en la maraña de los intereses creados.  Comprobaban que eran excesivas las expectativas y que en vano una anciana insistía en iluminar tanta espesura, regalando libros…

Aparentemente no había tapices en la biblioteca, aunque ellos aludían a sutiles urdimbres y a grotescas tramas.  Entre voluminosas historias se escondían algunas historietas.  Ellos necesitaban acortar las distancias para reconocer mejor determinados límites.  Entendían lo expresado por aquella mujer en torno al valor de las canas y de las arrugas y acerca de los signos de madurez y de sensibilidad demostrados en sucesivos gestos y en prudentes actitudes.  También comprendían lo que significaban algunas metáforas y percibían cómo se conmovía la anciana cuando se daba cuenta de que intentaban usarla como si fuera una llave, útil para abrir puertas…

Cuando  al refugio se acercaba algún osado habitante -escribiente, diletante-, ellos observaban todos los movimientos pero en la mayoría de los casos, no interpretaban los pretextos tampoco las justificaciones.

Las personas humanas hablan, hablan y hablan, pero en diversas circunstancias no logran comunicarse.  Algo así ellos habían advertido en las últimas semanas: muy enojada se había retirado una escritora y abatida se quedó la generosa correctora.

Por algo, después de haber leído la carta que parecía un misil por su poder de aniquilación, la mujer había necesitado expresar que toda virtud en exceso es un defecto…

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3. Los enmascarados…

En la Ciudad de los Distraídos algunos personajes se entretenían conversando entre las altas columnas del enorme edificio donde sancionan las leyes mientras otros sólo entraban para pasar la tarjeta por el reloj electrónico que había sido inventado con la finalidad de servir para el control de la asistencia.

Durante el otoño del ‘90, así como se deshojaban los árboles iban creciendo los folios de algunos expedientes y en la pirámide de la burocracia, algunos avasallantes personajes que hasta entonces se sentían intocables, empezaron a darse cuenta de sus limitaciones.  Algunos se movilizaban como las zumbonas abejas que trabajan de sol a sol para que no falte el necesario alimento a los zánganos responsables de la fecundación en la colmena.  Otros, parecían mercaderes intentando generar amistades absurdas porque todo lo hacían con el propósito de satisfacer sus propios intereses.  Esa sucesión de actos dejaba señales en la memoria de quienes observaban  tal mítica selva, donde persistían en sus propósitos quienes se sentían los dominantes.

Hasta ese lugar necesitó llegar la anciana y una vez más se encontró con personas disfrutando del sol del mediodía frente al alto portal de madera labrada.  Un atento señor expresaba su desconcierto y sin evaluar las posibles consecuencias, murmuró que sería mejor que vuelvan los militares porque… ¡si esto es la democracia!

La mujer que ya había concretado un “homenaje a la palabra”, “al silencio” y “al tiempo”, prefirió seguir su camino confiando en su memoria y en que no habría posibilidades de compartir futuros proyectos.

Por algo su abuela de vez en cuando decía: “agua que no has de beber, déjala correr”. Por algo también, más de mil folios en un expediente de la década del ‘70, sirvieron para convencerla de que no es fácil probar un agravio personal  y en consecuencia, menos aún sería factible corroborar tal intimidación a los demócratas.

Al avanzar hacia la Plaza Veinticinco de Mayo, la anciana necesitó acercarse una vez más hasta su lugar de oración, donde reposa el cuerpo yacente de monseñor Vicente Faustino Zazpe.

Cuando entra a esa Catedral se conmueve porque es otra casa de Dios y no puede eludir ciertas reminiscencias

Sabe por lo que ha vivido, que entre esas paredes están las casi imperceptibles huellas de incontables peregrinos: sus oraciones, las confesiones de algunos y las omisiones de otros.

Allí, han sido bendecidos y recibieron la Santa Comunión tanto los opresores como los oprimidos, los gobernadores electos por los ciudadanos y los mandantes provisorios que se sucedieron tras los golpes cívico-militares

Allí, cuando tañen las campanas se genera otro insoslayable llamado de atención.

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4. Los solapados…

En los últimos años, en la Ciudad de los Distraídos, los gnomos habían participado en mágicos encuentros donde era difícil distinguir entre la información y la desinformación.  Algunos personajes insistían en la necesidad de difundir más leyendas y otros pretendían convocar a entretenidas guitarreadas.

Desde la primavera del ‘85, a la anciana le habían prohibido abrir determinadas puertas pero nada podía impedir que viviera con las ventanas abiertas de par en par para que entrara más aire y más luz.

Un año después, la convocaron para transformar una ambulante biblioteca en lo que debió ser desde su fundación: un servicio cultural

Hasta ese lugar llegaron distintos lectores: algunos abogados y maestros, también artistas y artesanos.  Los duendes en un primer momento se sintieron desorientados porque allí una delgada joven empezó a inventar historias acerca de la bruja y ellos hasta entonces, sólo recordaban las anécdotas del hada, que parecía tocar con una varita mágica cualquier papel dejando señales perdurables, útiles para sucesivos programas de difusión cultural…

En aquel ambiente, no era fácil organizar porque los intereses individuales tendían a la desorganización.   En consecuencia, había que imaginar un alto muro transparente e intangible para evitar que distintos desplazamientos generaran el caos, entre tanto ir y venir de personas -y personajes- que se esforzaban por presentar oportunamente sus credenciales

Así fue como una mañana, llegó una entusiasta maestra y después de revisar datos en una enciclopedia dejó olvidada la copia de un documento con precisos datos sobre un nacimiento a principios de la década del ‘30.  La anciana se acercó para entregárselo y los solapados,  pícaros duendes, se miraron de soslayo.

En ese tiempo, en algunos lugares también comentaban otros sustos y decían que a la hora de la siesta se aparecía la Solapa.

Sabido es que con ese argumento ya se han escrito incontables leyendas.

Otros aún suelen asustar con el Lobizón mientras dicen que parece estar menos vehemente el hombre del repentino relato acongojado, el sonriente don Raúl Ricardo que supo cubrir con un manto de piedad todo lo ejecutado por obediencia debida[1]

Ahora, aquí, antes de que se presenten más protagonistas será oportuno terminar con este cuento-historia, colocando otro punto final, indudablemente de menor consecuencia que el establecido en torno a tantos personajes solapados.

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5. Los ausentes…

 

Hicieron limpieza en el armario de la escuela primaria número siete, y como conocen algunos de mis hábitos, con uno de los chicos me mandaron varias tarjetas de actos que había organizado el Club de Madres. Entre ellas, una color celeste tenía dibujado un escenario. Anunciaba que un sábado de 1965 había una función de títeres y estaban mecanografiados los nombres de los chicos que colaborarían.  Cambiaron mis gestos cuando vi escrito su nombre. Rememoré aquel tiempo de siestas compartidas con otras madres y el entusiasmo para organizar el viaje a las sierras de Córdoba.

Pensé con tristeza que diez años después se orientó hacia una lucha estéril que pretendía con violencia imponer la justicia, provocando al mismo tiempo una absurda acumulación de injusticias.

Recordé una de sus anécdotas. Una noche, perseguido y sin posibilidades de huir, necesitó esconderse en el casi legendario hogar de Carlitos, el profesor, nuestro amigo.

En esa circunstancia, entregó para el cuidado -“por un par de días, nada más”…-, un pesado cajón que dijo contenía libros.  Fue una pesada carga para esa familia. Mientras tanto, hacia el oeste de esas paredes se expandía el perfume de las bellas flores.

Rememoré las expresiones de los rostros cuando en la secretaría de la escuela escuchamos la orden de no inscribir a determinados jóvenes incluidos en una de las tantas nóminas que entregaban periódicamente. Aquella hoja pasó de mano en mano porque la directora no había regresado aún del cementerio…

Sentí un estremecimiento interior por él que había terminado abruptamente su peregrinaje, por la tristeza e impotencia de sus padres.

Una voz interior insistía en que ya no era la misma.

Después, una vez más el desafío de empezar, el persistente impulso de renacer.

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6. Los dementes…

Noche de luna llena, en la Ciudad de los Distraídos y en incontables localidades.

Una legendaria mujer probablemente estaría imaginándose al Lobizón apareciendo tras algún cañaveral.  La anciana estaba acostada y su computadora personal seguía combinando sus señales.   Parecía estar apoyada sobre una cornisa del silencioso recinto.  Las luces de la armoniosa araña central de la  Sala de los Pasos Encontrados estaba apagada y las arañitas aprovechaban para seguir tejiendo hasta el amanecer.

Una luz amarilla señalaba el lugar donde debían estar los encargados de la guardia nocturna. Todo estaba aparentemente en orden hasta que misteriosamente, los objetos comenzaron a moverse y algunos emitían sonidos con un ritmo semejante al de algunos animales.

Sin moverse, como por arte de magia, la mujer pudo observar lo que sucedía en ese espacio: algunos rostros aparecían y desaparecían, iban y venían por los pasillos.  Las letras de las placas de bronce se habían liberado y empezaron a formar nuevas palabras.  Unas integraron seis sílabas avanzaron con su consigna “PERJUDICALISTA”.  Las lauchitas que estaban en asamblea intentando resolver quién le ponía el cascabel al gato, se reían porque entendían que era una deformación aludiendo a los perjuicios de tantos “istas” que decían representar a otros tantos “ismos”.

La anciana sonrió cuando apareció otro bloque y leyó “SI NO NISTA”.  Desde su punto de vista, podría ser otra humorada que aludía a los indecisos del casi legendario pepé y que a fines del siglo veinte aparentemente era otro partido partido, a pesar de la potencia de su movimiento.

Del rincón del noreste aparecieron más letras y la mujer alcanzó a leer “TIRANICAL”.  Sintió un escalofrío porque recordó lo que había expresado un poeta el día anterior, se imaginó que podía ser un anuncio de futuras coacciones de tiranos y comisiones asesoras legislativas.  Segundos después, desde el oeste aparecieron nueve letras y se alinearon sobre una columna moviéndose rápidamente, porque como consecuencia de otra distracción el ventilador había quedado en funcionamiento.

Aunque la falta de iluminación impedía una rápida lectura, la anciana alcanzó a leer CIVILIDAD y respiró hondo, aunque no había que confiar tanto.  En la historia de la humanidad, más de una vez durante las asambleas denominadas “de la civilidad” también se había pactado con el autoritarismo -callando ante los asesinatos- y se habían justificado sucesivas e injustas proscripciones.

Aparecieron en ese momento los noctámbulos duendes y gritaban: ¡Ua!… ¡Ua!…¡Ua!… hasta las primeras luces del alba indicaron el comienzo de otra jornada.

La mujer se acercó al hueco que todavía espera la colocación del busto del intrépido manco que en esa manzana fue al mismo tiempo un presidiario y un hombre enamorado.   Un ruido precedió a otra fantasmal aparición: diecinueve estrellas amarillentas giraban cerca del cielorraso; dos ramas de laureles intentaban lograr la verticalidad como demostración de fortaleza y eternidad; la lanza dominante se plantó en el medio del salón y las sumisas flechas se apoyaron sobre un opaco escritorio.  La mujer vio cómo se desplazaba una cinta roja y dudó, porque tanto podía ser la del escudo como la del moño que lucía tras la puerta del vicegobernador.  Otra vez escuchó: ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua!… mientras una voz ronca anunciaba el comienzo del fin:

“Comunicado Nº 1 de la Unión Antidemocrática”…

Un viento costero abrió más la ventana. ¡Plan!… ¡plan!… ¡plan!… resonaban los acelerados pasos de los audaces invasores.  El cesto saciaba su apetito con títulos inservibles, sin cotización posible en la nueva bolsa de valores.  No se supo desde dónde, aparecieron algunos coleccionistas quienes con sus parientes cercanos, desde la izquierda y la derecha gritaban “salveséeequiienpueeedaaaa”…

En ese momento, los cenadores terminaban con sus compromisos.  La mujer siguió en el mismo lugar, porque era el más cómodo para dormir.

Había llegado el momento de interrumpir el sueño, de evitar las temibles consecuencias de otra pesadilla…

Entre incontables dementes, parece ser que sobrevivían personajes clarividentes, de mente

Sauce Viejo, 9 de junio de 1991.

37ª aniversario de los fusilamientos

ordenados por Pedro Eugenio Aramburu

e Isaac Francisco Rojas, responsables de

la Revolución Libertadora que el 5 de junio de 1956

firmó el Decr. Ley 4.161, cuyo art. 10º establecía:

“Queda prohibida en todo el territorio de la Nación:

La utilización de propaganda peronista.      /…/

La utilización de imágenes, símbolos y signos

‘creados o por crearse’

que pudieran ser tenidos por  alguien

con los con los fines establecidos en el inciso anterior.

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7. Los tapados…

En la Ciudad de los Distraídos, con Santa Fe se iban generando nuevos hechos con diferentes protagonistas.  Entre los duendes todo parecía disparatado.

En noviembre del ‘84 seguían los encuentros, los desencuentros y los reencuentros.  Venus, imperturbable, vio pasar una vez más a la casi legendaria mujer que necesitaba dialogar porque ya estaba cansada de dejar mensajes sobre el papel.

Los duendes cuando ella hablaba del papel, tanto pensaban en una hoja en blanco o con escritura como en un determinado rol, ya que aparentemente el conflicto que aceleró tal entrevista abarcaba diferentes líneas.  Terminado el diálogo, se produjo otro encuentro y a los duendes se les ocurrió dejar algunas señales en la virtual agenda.  El duende azulado dibujó algo así como una red para pescar y el duendecillo verde, una línea curva semejante a un anzuelo.  Después, se quedaron quietos sobre la alta rama del palo borracho porque desde ese lugar podían ver mejor las expresiones culturales de los habitantes de la región.  Llegaban los folkloristas con sus guitarras, otros con sus leyendas; algunos artistas llevaban sus dibujos y pinturas en gruesas carpetas.

Los actores repetían sus respectivos libretos y en el escenario de la tragicomedia humana -con incontables puertas y ventanas-, distintos protagonistas reflejaban insinceridades, intrigas, dobleces, mezquindades. Tanto era posible ver la representación de Los Miserables de Víctor Hugo como El misántropo o El avaro de Molière…

Hasta ese ámbito, otra mujer llegó casi al atardecer.  Luego habló con quien ya había terminado los rutinarios trámites y en ese momento, ya habían regresado los duendes para seguir acompañando a la mujer testigo de tantas incoherencias.  Estaban esperándola junto al enorme portal de hierro forjado.  Entre ellos no necesitaban hablar para entenderse.  Escucharon las últimas palabras de aquella conversación y se miraron.  Después, coincidieron en la interpretación del último acto, porque aunque no había agua todo era cuestión de imaginar un ancho río ya que lo innegable, era que se habían tendido las redes y que a partir de ese momento, ya se habría empezado a especular con la recolección

Por algo, la anciana mientras pasaba por el lugar donde don Horacio sigue señalando el rumbo de su gloriosa trayectoria -como dijera el padre Leonardo Catellani-, rememoró lo expresado por el talentoso director desde la casi legendaria Radio Santa Fe, tras observar las “marchas y contramarchas en la educación”.

Insistía el periodista y poeta, en que “posiblemente en ningún país del mundo haya, como en la Argentina, un engranaje educacional tan complicado, burocrático y contradictorio… Cada ministra trae su propio equipo, que, naturalmente, quiere innovar con respecto a lo que hizo el anterior, y así se contradicen las directivas y disposiciones, y nadie sabe a qué atenerse.  Se multiplican las exigencias y minucias reglamentarias, con el único resultado de crear en el profesor o maestro una permanente desorientación que, fatalmente, se refleja en la labor del aula”.

“Cada año se ensayan planes de estudio nuevos y se cambia la orientación de las materias, con un propósito más libresco y pedante que necesario. Cada inspector o cada ministro quiere demostrar su versación y espíritu moderno introduciendo modificaciones en los planes y programas, cuando no los da vuelta por completo, creando así nuevos gastos y perturbaciones”…[2]

Por algo, la anciana después recordó aquellos versos finales:

 

“Yo voy a tientas en la noche obscura.

Sin que nadie me lleve de las manos”…

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En la Ciudad de los Distraídos del País de los Contrastes, cuentan los contadores de cuentos -no de cuentas-, que la casi legendaria anciana… ¡escapose de un sueño lejano!

Y siguió avanzando pasito a pasito, “en las manos de Dios”, por el Único Camino.

 

 

 

 

  1. Los conductores…

Nunca se supo qué razones impulsaron al gobernador a acercarse una vez más a los laberintos de la historia y menos aún, los motivos que generaron su aproximación a lo mitológico.  Es probable que en aquella circunstancia, haya imaginado la vaca de madera que Dédalo construyó en Creta para que Pasifae -esposa de Minos- se escondiera y pudiera allí satisfacer sus exagerados deseos.  Habrá rememorado que de aquellas extrañas relaciones nació el Minotauro que era mitad toro y mitad vaca.  También habría tenido en cuenta que inmediatamente Minos tuvo otra idea y nuevamente recurrió al hábil bisnieto de Erecteo, rey de Atenas. Así fue como le ordenó construir el labyrinthos subterráneo para impedir que saliera el Minotauro y después, como aún suele suceder, en aquel tiempo se comentaba que cualquiera joven que entraba en el laberinto terminaba devorada por el Minotauro.  También se ha reiterado que Minos y Pasifae tuvieron una hija: Ariadna que se enamoró del heroico Teseo, quien se propuso para matar a Minotauro.

Siguen contando que Ariadna desesperada recurrió a Dédalo para que le explicara cómo se podía salir.   Así fue como enterado Minos, decidió que el noble ingeniero y su hijo Ícaro habitaran en su original obra y aunque ellos, no recordaban palmo a palmo el trazado, en vez de desesperarse se pusieron a imaginar cómo huir de esa difícil situación.  Dédalo inventó dos grandes alas para que cada uno las pegara con cera en sus hombros e imitara un vuelo que les permitiera huir de esa horrible trampa.  Dédalo era consciente de las limitaciones de su invento y voló a la altura necesaria.  Su hijo Ícaro se entusiasmó y ascendió tanto que la temperatura del sol derritió la cera y el joven cayó sobre el embravecido mar.  Cuentan que Teseo celebró su hazaña creando una danza que ejecutaban los jóvenes con múltiples movimientos que se asemejaban a las vueltas del laberinto.

Historia o leyenda, estos relatos se ha repetido con sutiles variantes porque la persona humana es propensa a incorporar sus fantasías en cualquiera circunstancia.

En distintas enciclopedias hay descripciones de otros laberintos: en Francia del octogonal ubicado en la catedral de Amiens ; en los circulares de Chartres y de Sens, también de pequeñas dimensiones ya que abarcan una baldosa.  En la isla británica, hay grandes laberintos y dicen que se destacan los de los jardines de Alkborough y de Somerleyton; el de Kentwell Hall, plano, con dibujos hechos con ladrillos.

En consecuencia, no es tan verdadero que los ingleses sólo saben hacer buenos negocios. También saben sorprender a las personas que se acercan a ellos y no ha sido por casualidad que 1991 haya sido declarado Año del Laberinto con el propósito de atraer a más turistas…

Entre tantos enigmas, en el extremo sur de América, en Santa Fe de la Vera Cruz, aún no ha sido posible imaginar cómo se podría salir de otro laberinto ya que resultaron  vanos los esfuerzos del último, hábil conductor.

Así las cosas, en la capital santafesina, a orillas del Paraná, el mismo día en que juró por Dios y los Santos Evangelios cumplir y hacer cumplir la Constitución, el gobernador de la provincia que le sucedió, en su primer discurso ante la asamblea legislativa, recordó los mitos del Minotauro, de Dédalo y de Ícaro.

Transcurría el 10 de diciembre de 1991 y entre los ingleses, durante ese frío invierno estaban terminando los programas del año del laberinto.

No ha sido por casualidad, que en este cálido extremo sur de América, siga siendo tan dificultoso acertar en la próxima Salida…

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9. Los pescadores…

Por húmedos senderos, cerca del río Coronda, van y vienen cazadores y pescadores.  En el atardecer el último domingo, Juan cambió una vez más la posición de la estaca de hierro, que le servía para sujetar su línea para pescar.  Comentó que durante la última semana, ya la había corrido tres veces hacia el oeste y que era necesario tener en cuenta que el río suele ser agresivo con los hombres de la costa…

Ya le pasó en años anteriores, que en pocas semanas las aguas amigas se tornaron bravías y por eso aprendió que tal violencia es superior a las de sus propias fuerzas.

Él sabe que si crece el Paraná, arremete con furia incontenible y avanza sobre los surcos devastando las siembras.  Sabe también que el Salado golpea las bajas barrancas y los terraplenes, busca su cauce con potente turbulencia aún debajo del puente santotomesino y avanza, avanza hacia el sur…  En ese recorrido sigue socavando las orillas hasta que se desmoronan los terrones y se va modificando el paisaje.  En vano cargan los hombres pesadas bolsas de arena o vuelcan toneladas de piedras y ladrillos para impedir ese avance.

Algo así esta sucediendo en “Las Delicias” de Sauce Viejo y hasta Miseria, el flaco perro que sólo tiene ganas de jugar con las moscas que vuelan a su alrededor, se ha quedado mirando al río, que acuna cardúmenes mientras está anocheciendo.

Los pescadores siguen hablando de la creciente mientras el tero anuncia su presencia en el bañado.  Juan se queda callado.  Otro día más con poca cosecha.  Agobiado, decide retirar lo suyo y despedirse.  Con sus flecudas alpargatas va pisando sobre la gramilla para evitar cargar también el polvo del camino.  Él sabe que allá -en el boliche-, Horacio ya estará con sus tías esperando que sigan llegando los infaltables clientes.

Juan los imagina y antes de pasar más vergüenza, necesita sacar del bolsillo sus últimos y descoloridos billetes para comprobar que le alcanzan, al menos, para un vino u otra caña…

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10. Los servidores…

Al hablar de los servidores tanto se puede aludir a lacayos como a ayudantes, como a personas que sienten el placer de servir.

Es nítida la diferencia entre servicio y servidumbre, entre placer y conveniencia, entre convivencia y connivencia.

Hay fuerzas opuestas que pugnan entre la libertad y la esclavitud.

El equilibrio entre tales tensiones está reflejado en el mensaje poético de Lucila Godoy Alcayaga, “campesina del valle de Elqui”, como la distinguía su amiga, la talentosa chilena Marta Elena Samatán, santafesina por adopción. [3]

Como suele suceder, Lucila Godoy es más conocida como Gabriela Mistral, nacida en 1889; sabido es que le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 1945 y que residía en Estados Unidos en diciembre de 1955, cuando leyó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas un Mensaje sobre los derechos humanos[4]

No ha sido por casualidad que en una tarjeta, junto a una vertical rosa blanca, se difundieran sus elocuentes versos que aproximan a…

El placer de servir

Toda naturaleza es un anhelo de servicio.

Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.

Donde haya un error que enmendar,

                                enmiéndalo tú.

Donde haya un enfermo que todos esquiven,

                                acéptalo tú.

Sé el que se apartó de la piedra del camino,

         el odio entre los corazones

         y las dificultades del problema.

Hay alegría de ser sano y de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa,

                    la inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo

                    si todo en él estuviera hecho,

         si no hubiera un rosal que plantar,

         una empresa que emprender!

Pero no caigas en el error de que

         sólo se hacen méritos con los grandes trabajos.

Hay pequeños sacrificios que son buenos servicios:

Adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica, éste es el que destruye.

Tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores.

Dios, que da el fruto y la luz, sirve.

Pudiera llamarse así: El que sirve.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos.

Y nos pregunta cada día ¿Serviste hoy?

¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

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En la Ciudad de los Distraídos, suelen recordar que durante el otoño de 1990 desde la primera página del diario El Litoral de la capital santafesina, informaron acerca de “gastos lúdricos en Santa Fe.  El Senado compró juguetes por más de U$S un millón   [5]

(Con lápiz, en una agenda habían escrito: Es imprescindible tener en cuenta que durante el período 1983-87, el Senado santafesino estaba constituido con mayoría radical: quince representantes departamentales de ese origen y cuatro del Partido Justicialista.  Fue entonces cuando delegaron la gestión administrativa y de compras en el Presidente de ese cuerpo legislativo, es decir el vicegobernador en ejercicio o quien circunstancialmente lo reemplazare.)

 

En el Archivo habían advertido que cuando comenzaron las investigaciones se produjeron sucesivos traslados y siguiendo una tradición en la administración pública, algunos agentes fueron reubicados en la biblioteca, ya que por algo es el repositorio del saber y de los olvidos de la humanidad durante sucesivos siglos.

El invierno del ‘90 dejó casi congelados a quienes no alcanzaban a entender y menos a interpretar qué estaba sucediendo en determinados ámbitos.

Después, empezaron a nacer otros brotes porque se alternan los ciclos y ante la proximidad de la primavera se producen reacciones en todos los seres vivos.

Entre los hombres, se acentúa la tendencia hacia lo literario y lo poético.

Así sucedió con un tocayo del contador y también del noble cuentista Gastón,  quien al día siguiente de una observación, expresó:

“…Cuando los rosales no dan flores, no se nos ocurre azotarlos, sino más bien, averiguar qué les ha faltado para que no crezcan.

Parecería, al menos para conmigo, que Ud. no sigue este criterio, esta norma de vida.  A tal punto, que en el día de hoy poco le importó ver qué me pasaba, si algo necesitaba, si podía ayudarme; más bien se sumó a la policía que de dos pasaron a ser tres en su infundada sospecha.   /…/

La justicia y la solidaridad se ejercen no se predican.

Para terminar, en las palabras de Walt Whitman: ‘Aquel que camina una sola legua sin amor, camina amortajado hacia su propio funeral’.”

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El 24 de septiembre entre los argentinos, algunos rememoraban lo aprendido en torno al general Manuel Belgrano -creador de la Bandera Nacional-, jefe del ejército patriota que dirigió la batalla de Tucumán.

Una mujer tallada –y talada-, recordó otros versos escritos por Walter, el talentoso demócrata estadounidense:

“Una gran ciudad es la que tiene los mejores hombres y mujeres.

Aunque sólo haya en ella unas pocas chozas miserables, ésa es la más grande ciudad del mundo entero. /…/

Una gran ciudad no está allí donde… están las mejores escuelas y bibliotecas,

ni donde el dinero más abunda,

Ni donde hay mayor número de habitantes. /…/

Donde no hay esclavos ni dueños de esclavos,

Donde el pueblo se rebela al instante contra la perpetua insolencia de los privilegiados…

Donde el ciudadano es siempre el ideal cimero, y el Presidente, el Gobernador, el Alcalde y todos los demás son sus representantes a sueldo…  Allí está la gran ciudad.” [6]

 

Esos versos, no podían ser tenidos en cuenta por quienes estaban convencidos de que cobrar un sueldo sin producir lo que corresponde es algo razonable y que alejarse del lugar de trabajo sin la pertinente autorización, es lo normal.

Así fue como el 25 de septiembre de no se sabe qué año porque las polillas demostraron sus aptitudes y en el papel dejaron sus señales, se completó el trámite:

“…Mandar es fácil, CONDUCIR es más difícil, exige DOCENCIA.

Con ese principio se archiva como antecedente”…

 

El audaz Duende Amarillo -periodista-, mientras dialogaba con el burocrático Duende Gris, insistía en que la persona que escribió tales conclusiones, había sentido el impulso de escribir que “exige docencia y decencia”, porque eso era lo que ellos escuchaban frente a diferentes conflictos.

Al mes siguiente, el 15 de octubre a las 09:40, los duendes percibieron otra escritura que se estaba generando en la casi mágica computadora personal:

 

“Es tu Luz, Señor,

la que guía mis días.

Es tu Fortaleza, Señor,

la que forja mi temple.

Es tu Piedad, Señor,

el alimento de mi espíritu.

Entre tinieblas,

mi compromiso es ser lumbre.

Entre los débiles,

defender la Vida con firmeza.

En tu Promesa, Señor,

reside la Esperanza del Encuentro.

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Pasará, pasará… murmuraban cerca del museo hasta que el 7 de noviembre de 1992 se conoció la sentencia.

El último se quedará… gritaban los chicos que jugaban en la Plaza Italia.

Un periodista recordaba otro diálogo difundido durante el último verano, cuando fue entrevistado el segundo vicegobernador perteneciente a un departamento del sur:

“-¿Sigue habiendo obsecuentes en el gobierno?”

La respuesta fue contundente:

“-Creo que sí y que hay obsecuentes en todos lados. Yo siempre digo y seguiré insistiendo en que son más peligrosos que los ladrones.”

Preguntó el periodista: “-¿Ladrones quedan también?”

“-Desgraciadamente sí. Pero la justicia poco a poco va haciendo sentir su peso. Yo tengo fe en que en un muy poco tiempo la justicia va a lograr que muchos estén entre rejas”.

Una vez más, el periodista insistía acerca del presupuesto y de las necesarias economías.  Inmediata la respuesta:

“…Hemos mantenido una reunión con el ministro de Gobierno Jaime Belfer y con el presidente de la Cámara de Diputados Carlos Bermúdez, en la que se estudió la cuestión de la política salarial para la que se va a formar una comisión; allí se va a ver lo que se puede hacer. El achicamiento no se ha producido en la medida que nosotros y la ciudadanía esperaba. Pero estamos trabajando con seriedad para no cometer injusticias, aunque seguramente habrá más despidos.”  [7]

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En la Ciudad de los Distraídos mientras unos hablaban del quinto centenario del encuentro de las dos culturas, algunos estaban entusiasmados con la Informática y otros  seguían protestando desde la cumbre de sus privilegios.

Un herrero, cazador, con desdén dijo:

“-Váyase al diablo… Déspota…”

Entre ficciones y realidades, se supo después que en aquel inquietante lugar, los duendes se asustaron al percibir ruidos. ¡Pum… Pum!… repercutían en la imaginación.

Personas que solían estar observando el vuelo de las palomas, vieron enseguida que el cazador decidió alejarse.

Al cuarto día, mientras los pirinchos picoteaban migajas cerca de la escalinata, volvió el cazador a subir con agilidad los peldaños y cuando salió, dijo sonriente al joven que estaba parado cerca del ciprés que no volvería hasta el martes veintiséis.

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Así eran y así son, en algunos espacios… ¡los servidores!…

Unos se sirven en vez de servir como debieran

Otros, perseveran en el camino de solidaridad

 

“AFICIONES y AFLICCIONES”

Desde la luminosa llanura…

del “País de los Contrastes”

Primavera de 1994.

 

[1] El presidente Raúl Ricardo Alfonsín (representante de la UCR, 10-12-1983 al 09-07-1989 ), promulgó las leyes denominadas de “Punto Final” y de “Obediencia Debida” como respuesta al petitorio de un grupo de oficiales del ejército argentino al terminar la primera etapa del proceso judicial iniciado tras la investigación de la CONADEP (comisión investigadora sobre la desaparición de personas durante el Proceso iniciado el 24 de marzo de 1976), presidida por el escritor Ernesto Roque Sábato. # Agrego:  El 25 de Mayo de 2003 asumió el presidente Néstor Kirchner –santacruceño, justicialista- y dos meses después de asumir promulgó la ley sancionada por el Congreso Nacional, que anuló aquellas vigentes durante veinte años.  Por algo, se insiste en que la Cofradía de los Duendes está establecida en el País de los Contrastes

[2] Trascripción literal entre comillas. Castellani Conte-Pomi, Leonardo Una gloria santafesina – Horacio Caillet-Bois – Vida y Obra. Buenos Aires, Ediciones Penca, 1976, p. 94-95.  Versos finales del poema Lámparas de ataúd, p. 214.  Libro incluido en las donaciones del SEPA (Servicio de Educación por el Arte-NOdeF) en el marco del Plan Cultural 1986 del Ministerio de Educación y Cultura y desde 1987, adhesión al Plan anual del Centromultimedios – Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe.

[3] Samatán, Marta Elena. Los días y los años de Gabriela Mistral. México, Ed. Cajica Puebla, ejemplar numerado 0921, 20 de febrero de 1973, p. 15.  En Quién es ella en Santa Fe – Tomo I, Gloria de Bertero destaca que fue abogada, traductora y defensora de los derechos de la mujer. Nació en Vicuña, provincia de Coquimbo, Chile, el 2 de diciembre de 1901, era hija de “una chilena criolla Isolina Madariaga y del francés Urbano Samatán”. Falleció en Santa Fe el 27 de julio de 1981. “Podemos decir de ella que fue una verdadera avanzada en la intelectualidad  de esta región, siempre dispuesta a adherir con entusiasmo y espíritu juvenil a las mejores iniciativas del espíritu”.  Fue presidenta de la ASDE (Asociación Santafesina de Escritores), en 1969 y 1975.

[4] Ibídem. Hacia fines de 1956, “sometida a un minucioso examen médico se  comprobó que padecía de un cáncer al páncreas.  Era un caso gravísimo y quedó internada en el Hospital de Hempstead, Long Island… Los amigos acudieron. Jacques Maritain, Germán Arciniegas, Victoria Ocampo alcanzaron a conversar algo con ella. Pero Gabriela no era más que una sombra: ‘Ausente, me miraba con su mirar verde el fantasma de Gabriela’.” Así escribió Victoria Ocampo en el Nº 245 de la revista Sur, marzo-abril de 1957 en su nota titulada  Y Lucila que hablaba a río… Su Último Desprendimiento: “10 de enero de 1957, después de una agonía que duró siete días. Se cumplió su vaticinio: Y va a morirse en medio de nosotros, / en una noche en la que más padezca, / con sólo su destino por almohada, /de una muerte callada y extranjera.” (Su poema Tala.)  “La colocaron en su ataúd envuelta en el hermoso vestido de terciopelo usado para la ceremonia del premio Nóbel.” /…/  “El día 14 el cuerpo fue embarcado para Chile en un avión de la Fuerza Aérea Norteamericana que hizo escala en Charleston, Panamá y Lima.”  /…/ El sepelio se realizó el 21 de enero de 1957.  (Ob. cit. p. 438-440.)

[5] Diario El Litoral.  Santa Fe de la Vera Cruz, martes 24 de abril de 1990. En ese tiempo se inició el juicio político al vicegobernador de la provincia, el rosarino Antonio Andrés Vanrell, quien al día siguiente admitió su responsabilidad y “en una entrevista con Luis Mino, en LT10, canta ‘El bazar de los juguetes’…” tal como se reiteró en el mismo diario el jueves 7 de noviembre de 2002, p. 9, al informar que “Antonio Vanrell fue condenado.  El Juez Mauricio Frois le impuso cinco años de prisión”.  Desde el 10 de mayo de 1990 el vicegobernador dejó de presidir el Senado y se desconocía donde estaba cuando empezó el juicio político el 15 de junio –día del libro-, y en tal rumbo, es insoslayable una publicación de la Universidad Nacional de Rosario titulada Juicio Político a Vanrell, autores: senador Hipólito Elías y de Graciela Fernández de Ríos; Prólogo del Dr. Adolfo L. Stubrin. # Distintos medios informaron que “el juez en lo Penal de Sentencia de la Cuarta Nominación, Mauricio Frois, lo encontró culpable de los delitos de asociación ilícita, falsificación de documento público reiterado y peculado reiterado” y se destacó que “los condenados deberán pagar a la provincia una indemnización de diez millones de pesos. Y quedarán libres hasta que la condena quede firme.  Varios de los delitos investigados quedaron prescriptos.” # El 27 de junio de 1990, después de cuarenta días de ausencia regresó Vanrell al recinto del Senado y mientras estaba en sesión el jurado de enjuiciamiento, saludó y abrazó emocionado hasta las lágrimas a algunos legisladores y después de breve declaraciones acuñó una frase de notable significación: “Los mellizos son mellizos”.  Dos días después fue destituido e inhabilitado por ocho años para ejercer cargos públicos, y el mismo día el juez Juan Luis Depetris ordenó la captura. El Dr. Jorge Beduret, su abogado defensor lo acompañaba y luego apeló la sentencia por “asociación ilícita”, entre otras imputaciones porque desde su análisis jurídico, no debía el vicegobernador controlar los fondos sino el secretario administrativo, en aquellas circunstancias el contador Rubén José Alonso, secundado por el contador Miguel Ángel Foressi (director general de Administración, luego adscrito a la Biblioteca de la Legislatura hasta su detención); Eduardo Ricardo Pinés (fiscal delegado del Tribunal de Cuentas en el Senado); Alfredo José Infante (director de Programación Económica y Financiera del Senado) quienes fueron condenados como “partícipes principales de peculado reiterado y autores de asociación ilícita” con una pena de “tres años de prisión en firme”.

[6] Diario El Litoral.  Santa Fe de la Vera Cruz, martes 24 de abril de 1990. En ese tiempo se inició el juicio político al vicegobernador de la provincia, el rosarino Antonio Andrés Vanrell, quien al día siguiente admitió su responsabilidad y “en una entrevista con Luis Mino, en LT10, canta ‘El bazar de los juguetes’…” tal como se reiteró en el mismo diario el jueves 7 de noviembre de 2002, p. 9, al informar que “Antonio Vanrell fue condenado.  El Juez Mauricio Frois le impuso cinco años de prisión”.  Desde el 10 de mayo de 1990 el vicegobernador dejó de presidir el Senado y se desconocía donde estaba cuando empezó el juicio político el 15 de junio –día del libro-, y en tal rumbo, es insoslayable una publicación de la Universidad Nacional de Rosario titulada Juicio Político a Vanrell –del senador Hipólito Elías y de Graciela Fernández de Ríos, obra en la que colaboró Cristina Mingarini de Ulibarrie, personal del bloque de senadores de la Unión Cívica Radical, en ese tiempo con prestación de servicios en la Biblioteca de la Legislatura, cuyo nombre no aparece entre los agradecimientos que preceden al prólogo escrito por el Dr. Adolfo L. Stubrin. # Distintos medios informaron que “el juez en lo Penal de Sentencia de la Cuarta Nominación, Mauricio Frois, lo encontró culpable de los delitos de asociación ilícita, falsificación de documento público reiterado y peculado reiterado” y se destacó que “los condenados deberán pagar a la provincia una indemnización de diez millones de pesos. Y quedarán libres hasta que la condena quede firme.  Varios de los delitos investigados quedaron prescriptos.” # El 27 de junio de 1990, después de cuarenta días de ausencia regresó Vanrell al recinto del Senado y mientras estaba en sesión el jurado de enjuiciamiento, saludó y abrazó emocionado hasta las lágrimas a algunos legisladores y después de breve declaraciones acuñó una frase de notable significación: “Los mellizos son mellizos”.  Dos días después fue destituido e inhabilitado por ocho años para ejercer cargos públicos, y el mismo día el juez Juan Luis Depetris ordenó la captura. El Dr. Jorge Beduret, su abogado defensor lo acompañaba y luego apeló la sentencia por “asociación ilícita”, entre otras imputaciones porque desde su análisis jurídico, no debía el vicegobernador controlar los fondos sino el secretario administrativo, en aquellas circunstancias el contador Rubén José Alonso, secundado por el contador Miguel Ángel Foressi (director general de Administración, luego adscrito a la Biblioteca de la Legislatura hasta su detención); Eduardo Ricardo Pinés (fiscal delegado del Tribunal de Cuentas en el Senado); Alfredo José Infante (director de Programación Económica y Financiera del Senado) quienes fueron condenados como “partícipes principales de peculado reiterado y autores de asociación ilícita” con una pena de “tres años de prisión en firme”.

[7] Diario Matutino. Santa Fe de la Vera Cruz, miércoles 5 de febrero de 1992, p. 10. Título de la crónica, con recuadro: “Robles dijo que aún quedan ‘obsecuentes’ y ‘ladrones’; debajo de la fotografía del vicegobernador está escrito: “Miguel Ángel Robles dijo que no dijo, lo que dicen que dijo.” # En la misma página con título a cuatro columnas: “Reutemann apoyó la reelección de Menem” y se informa que también se habían reunido con esa finalidad en la residencia presidencial de Olivos el gobernador de Entre Ríos Mario Moine y el de Misiones, Ramón Puerta.  “Reutemann volvió a la carga con el tema de la deuda que le dejó Víctor Reviglio: ‘Alguien tiene que hacerse responsable’ porque va a producir ‘un sacudón fenomenal’ en la provincia, pronosticó”.  Y así fue… de crisis en crisis, de emergencia en emergencia. Así, es lentísimo el crecimiento.  Si es lento el proceso judicial, la prescripción libera…

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