“Quiero seguir siendo pájaro”.
Aquí, la reiteración de lo expresado en Páginas voladoras entregadas oportunamente a compañeras y compañeros de distintas seccionales del distrito La Capital.
“Debemos ser dignos”…
Eva Perón analizaba la responsabilidad que todos los hombres tienen ante la historia de la Historia y advertía: “Debemos ser signos…”
Insistía: “No quiero que sirvan por miedo ni por interés, sino por amor”.
Tal fue su actitud permanente: servir con amor, en jornadas inolvidables donde hablaba a las mujeres argentinas en el Partido Peronista Femenino, o los miércoles, en sus encuentros con los trabajadores en la Confederación General del Trabajo; o desde la Fundación atendiendo las audiencias sin horario, para interpretar los pedidos de los más necesitados y resolverlos de inmediato.
Refiriéndose a la lealtad, a su sentimiento, dijo:
“…Yo tengo un camino: no a la lealtad declarada, sino a la lealtad practicada para colaborar con el Líder de la Nacionalidad, pero no para utilizarlo como un trampolín. El que se desvíe recibirá el mismo pago con que paga el pueblo: el olvido y el desprecio que se puede tener hacia los hombres que, habiendo sido puestos en el camino del bien, se van por el camino de la ambición y de los intereses bastardos”.
Recomendaba: “Cuando un amigo nuestro no interpreta bien la doctrina, debe decírsele: ‘camine por el otro lado, que me compromete. Allá usted con su suerte, que yo sigo con la mía. Usted dirá que soy un lírico, pero yo prefiero ser un lírico a ser un traidor’.”
Ha transcurrido casi medio siglo, y la palabra de Evita -aparentemente olvidada-, compromete a asumir que “a las banderas se las sigue hasta la muerte, o no se las sigue”, y si son las banderas de un movimiento político nacional, deberán servir a la libertad, a la soberanía, a la justicia, para consolidar así una paz duradera, con la mirada puesta en la unidad nacional para no caer en la tentación de servir a los intereses mezquinos de círculos.
Con esas convicciones, EVA PERÓN luchó hasta conseguir que la mayoría del pueblo argentino votara por JUAN DOMINGO PERÓN, Presidente de la Nación, en la inolvidable jornada del 24 de febrero de 1946.
Desde esa instancia, promovió la sanción de la Ley 13.010 que otorgó igualdad de derechos cívicos a las mujeres argentinas. Han transcurrido cuarenta y seis años, y sucesivas talas, han impedido que las primeras ramas crecieran vigorosas.
Octubre, puntual, celebra los nuevos brotes…
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini. 03-10-1993.
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“Quiero seguir siendo pájaro”…
El 23 de septiembre de 1947, en el Congreso Nacional fue sancionada la Ley Nº 13.010 que otorgó el derecho al sufragio femenino. Eran los albores del Movimiento Nacional Justicialista y las mujeres conducidas por EVITA, empezaron a organizar la Rama Femenina. Las declaraciones que se habían sucedido desde principios de siglo en las reuniones “feministas”, los sucesivos intentos de legislación en el Parlamento Nacional, demuestran la importancia de ese logro de las MUJERES ARGENTINAS, apoyadas con firmeza por una mujer perseverante en la defensa de su IDEAL: la justicia social.
Una mirada sobre su libro: “La razón de mi vida”, refleja su preocupación porque las mujeres estaban ausentes en los gobiernos, en los Parlamentos, en las Organizaciones Internacionales, en el Vaticano, en el Kremlin, en las comisiones de energía atómica, en los grandes consorcios, en la masonería, en las sociedades secretas… “No estaremos en ninguno de los grandes centros que constituyen un poder en el mundo”.
Ante ese desafío, “con un grupo pequeño de mujeres. Eran apenas treinta. Todas muy jóvenes”, comenzó la organización del Partido Peronista Femenino. Comenzó la tarea de censar a quienes interpretaban la idea peronista, se inició la organización de las primeras unidades básicas. Reunía a las representantes de todas las provincias y territorios, para alentarlas en su comprometido trabajo.
Ella declaró más de una vez: “Quise ser un puente de amor entre Perón y mi pueblo”, y lo logró. Han quedado sus ejemplos, sus testimonios y el reconocimiento sin fronteras hacia su generosa personalidad.
Había nacido el 7 de mayo de 1919 en un hogar humilde y comprobó que junto al dolor, crece la esperanza. Sirvió sin pausa para hacer realidad las esperanzas de sus hermanos, no temió ante las amenazas ni dejó de ofrecer sus caricias para evitar el contagio de enfermedades. Fue valiente en su lucha diaria y heroica en los últimos instantes de su vida, porque en silencio aceptó la Voluntad Divina.
Negándose a la posibilidad de ser una funcionaria, a “encadenarse a la gran máquina del Estado y cumplir allí todos los días una función determinada”, dijo: “Yo quiero seguir siendo pájaro suelto en el bosque inmenso”. En el espacio infinito, junto al “ruiseñor”, en invisible vuelo han de estar esperando que sobre “este mundo lleno de odios y de luchas”, se produzca “una lluvia de justicia”, anunciada hace casi tres mil caños, cuando los hombres de nombraban: hermanos… compañeros…
El 26 de julio de 1993 -a las 20:25- se cumplieron cuarenta y un años de su tránsito a la inmortalidad. El mejor homenaje a su memoria ha de ser el de trabajar con responsabilidad, el de sentir un impulso fraternal en las simples actitudes cotidianas.
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini. 04-10-1993.