1992: Cuarto Centenario del Encuentro de Dos Culturas.
“La perseverancia genera hechos”: inauguración en la Biblioteca Nacional
“Bárbaro, la cultura no se mata”.
(Lo reiterado aquí acerca del año 1992: la Exposición Feria Internacional de Buenos Aires; la inauguración de la Biblioteca Nacional y los datos estadísticos, corresponden al capítulo “V – Camino del hombre y de la Humanidad” –parte quinta que abarca 73 páginas, en un libro inédito que es una aproximación a la trayectoria del talentoso escritor santafesino Gastón Gori que hasta el año 2003 celebró ochenta y ocho años con ochenta y ocho ediciones…)
Es imprescindible revisar algunos datos sobre hechos insoslayables durante aquel tiempo del poeta José María Castiñeira de Dios, dedicado a determinadas misiones en la administración pública nacional.
1992: Cuarto Centenario del Encuentro de Dos Culturas
En abril se inauguró la 18ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires, con el lema “El libro y los medios de comunicación” y se promovió el programa El diario va a la escuela, como posibilidad de incorporación de un eficaz recurso informativo para incrementar otras fuentes disponibles para los procesos de aprendizaje. El ministro de Educación y Cultura Profesor Antonio Salonia expresó: “Seguiremos escribiendo, editando, leyendo, distribuyendo libros, ampliando e inaugurando bibliotecas, restaurando colecciones”… Se había cumplido una de las promesas del presidente Menem, que por las dificultades existentes hasta determinó la renuncia del anterior director de la Biblioteca Nacional, el poeta Castiñeira de Dios, quien como si fuera por un milagro, se desempeñaba como subsecretario de Cultura al momento de la terminación, instalación e inauguración en la nueva y amplia sede.
“La perseverancia genera hechos”: inauguración en la Biblioteca Nacional
Releo en una de las tantas páginas voladoras que suelo dejar que se posen en escritorios de educadores profesionales, en la redacción de algún diario, en la mesa donde se apoyan los guiones para las transmisiones radiofónicas: “El 10 de abril de 1992, los argentinos celebraron la inauguración de la ‘Biblioteca Nacional’ – Argentina.”
“La realización de esta obra, abarcó más de tres décadas. La falta de recursos fue una constante en el momento de hallar justificativos para sucesivas postergaciones. La inauguración de la Biblioteca Nacional, como expresó el presidente de la Nación, constituye “un testimonio de fe en la cultura, y justo es decirlo: la demostración de lo que puede lograr una comunidad organizada solidariamente.
“El acto se realizó en la nueva sede: Avda. del Libertador y Agüero. Bendijo el edificio: Cardenal Antonio Quarracino. Presidente de la Nación: Dr. Carlos Saúl Menem. Ministro de Cultura y Educación de la Nación: Prof. Antonio F. Salonia; Secretario de Cultura de la Nación: José María Castiñeira de Dios; Director de la Biblioteca Nacional: Enrique Pavón Pereyra. Presentes en la ceremonia de inauguración: Autoridades nombradas precedentemente, Embajador de España en la Argentina: Rafael Pastor Ridruejo; Director de la UNESCO D. Federico Mayor Zaragoza; Ministros del Poder Ejecutivo Nacional: de Defensa Erman González; de Interior, José Luis González; de Trabajo: Rodolfo Días; Nuncio Apostólico Ubaldo Calabresi; Presidente de la Cámara de Senadores Dr. Eduardo Menem; de la Cámara de Diputados D. Alberto Pierri; Presidente de la Suprema Corte de Justicia Dr. Ricardo Levene; Premio Nobel (Medicina) Prof. Dr. César Milstein.”
“En actitud responsable, dijo el poeta José María Castiñeira de Dios, entre otros conceptos y después de destacar la presencia de representantes de más de veintidós países hermanos: ‘Misión cumplida, Señor Presidente’…”
Es oportuno expresar que “Castiñeira de Dios precedió a Pavón Pereyra en la Dirección de esa Biblioteca y que su renuncia indeclinable había sido consecuencia de sucesivos análisis, acerca de la necesidad de disponer de los fondos necesarios para avanzar en la conclusión del edificio y el compromiso de mejorar los servicios a la comunidad.”
Habló después el Director de la UNESCO, “por su significado en un país democrático, y su trascendencia en una nación que en el Preámbulo de la Constitución Nacional expresa: ‘… para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”…, es oportuno recordar el reconocimiento expresado por D. Federico Mayor Zaragoza por la diversidad del pensamiento humano que atesora la Biblioteca Nacional, donde ‘coexisten San Juan de la Cruz y Engels, sin desarmonía”.
Estadísticas contundentes…
Completé ese brevísimo informe con “Datos de las Estadísticas de la Cámara Argentina del Libro”:
Año | Alumnos
Prim. y Sec. |
Libros consultados | Porcentaje |
1975 | 5.183.320 | 9.300.000 | 1,8 |
1980 | 5.810.865 | 15.800.000 | 2,7 |
1985 | 7.082.599 | 7.200.000 | 1,0 |
1990 | 8.605.308 | 2.700.000 | 0,3 |
1991 | 8.941.797 | 4.800.000 | 0,5 |
Apunté algunas causales: 1) Absurda desvalorización del libro como herramienta insustituible en los procesos de aprendizaje. 2) Desde 1982, vigencia de la Res. MEC Nac. 95/82, limitando la exigencia de libros de textos escolares. Derogada por el Ministro de Educación Prof. Antonio Salonia, mediante la Resolución 427/90.
El desafío reside en aceptar las nuevas tecnologías de comunicación y promover una toma de conciencia acerca de la vigencia del libro, como herramienta eficaz para el aprendizaje. Hacer posible el ejercicio del derecho a la lectura, es responsabilidad de todos.”
“Bárbaro, la cultura no se mata”
(Entre los recortes que he archivado en distintos lugares, encontré entre las páginas de El santito Ceferino Namuncurá -…poemas de José María Castiñeira de Dios-, uno sin anotación de la fuente, como sucedía cuando estaba excesivamente ocupada. [1]
El título de esa nota periodística es el que aquí se ha colocado entre comillas, abarca tres columnas. Hay una cita en el copete: “Pero no lo veo candidato / a presidente por el peronismo / a Menem. Julio Bárbaro, julio de 1984.”
Con las iniciales “F. Ch” -interpreto Fermín Chávez-, en tres columnas está desarrollado un interesante análisis:
“El primer día de marzo se conoció por la prensa la renuncia indeclinable de José María Castiñeira de Dios a la dirección de la Biblioteca Nacional, función que oportunamente asumió con el entusiasmo, la entrega y la capacidad de trabajo que lo caracterizan, tanto en la actividad oficial como en la privada. La dirigió al Ministro de Educación en razón de que el subsecretario de Cultura se hallaba en viaje de descanso.”
Destaca el autor de la nota, que “el mismo día se conocieron también declaraciones de este último funcionario, en las que reveló que Castiñeira ya le había presentado a él varias veces la renuncia y comentó que se trataba de un ‘peronista histórico al que le cuesta adaptarse a esta situación de transición’, y además nunca se había ocupado de la obra.”
“Las razones aducidas por el renunciante son muy concretas y claras: falta de presupuesto para afrontar las necesidades mínimas de la Biblioteca (primero que todo, la de la calle México, que es la que realmente tenemos); carencia de personal, ya que está funcionando con el 40% de la dotación de 1985; la Dirección Nacional del Libro funciona con un solo empleado administrativo; desde hace un año no pueden funcionar los ascensores y los montacargas, ni las bombas de desagote de agua, ni el sistema de prevención de incendios, ‘lo que pone en riesgo grave el patrimonio cultural que atesora la Biblioteca.
Los que concurrimos asiduamente a dicha casa sabemos que todo lo dicho es cierto. De los millones de dólares recibidos por la subsecretaría (gobierno español y subasta de automóviles) no hay nada para la única biblioteca que tenemos con piezas únicas, verdaderas joyas bibliográficas.
El señor Bárbaro en vez de hacer conocer los motivos de las renuncias anteriores de Castiñeira de Dios -lo que posibilitaría explicar la indeclinable de ahora-, se dedica a vituperar por los diarios al renunciante y a declararlo inepto. Parece que una de las facetas del señor subsecretario es la tendencia incontrolable de menoscabar y agraviar, aparte de otra nota muy ostensible: la de ser seudoprofeta.
En 1987, en un libro muy conocido, dijo: ‘Menem es un grotesco momentáneo que va a durar un tiempo… Dentro de diez años vamos a pensar que Menem fue, en la imagen de algunos, presidente de la Nación, y nos va a causar gracia, un poco de vergüenza también’. Antes, en 1984, en una revista había declarado que no lo veía candidato a presidente. Pero en el otoño de 1988 decidió pasar el Rubicón y empezó a avalar la candidatura del ‘grotesco momentáneo’.”
En diálogos con Mona Moncalvillo, editados en 1986, expresaba:
“Conservo como amigos del exilio a Horacio Salas, a Chunchuna Villafañe, a Pino Solanas… Fueron muy pocos los compañeros con los cuales se pudo convivir…” Son públicos y notorios sus diatribas contra Pino Solanas luego que éste denunció el negocio de las Galerías Pacífico y la descalificación del proyectado imaginario de América Latina. Se sabe quién fue el beneficiario: un personaje que suele llevar y traer al Presidente reinante, al que otorga especiales favores. Pino Solanas dejó de ser el militante puesto por él como ejemplo en los reportajes de 1986.
Todo lo susodicho apunta a señalar la falta de autoridad del subsecretario para descalificar a nadie, y menos a Castiñeira de Dios, cuya conducta, desde la década del 1950 hasta el presente, se ha caracterizado por una coherencia manifiesta y por un compromiso y una capacidad de trabajo que le reconocemos. Por eso quiero destacar también aquí la actitud del ministro Antonio Salonia, quien señaló públicamente la vida ejemplar de nuestro compañero, que no se presta a medrar con el mercantilismo de la decadencia que hoy azota a nuestra comunidad nacional.”
(Dos décadas después, tras la renuncia del poeta Horacio Salas se difundieron otras conclusiones que también son demostración de una acentuada decadencia… Presidente de la Nación: Doctor Néstor Carlos Kirchner, de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Secretario de Cultura: Torcuato Di Tella.)
Síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
[1] Castiñeira de Dios, José María. El santito Ceferino Namuncurá. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 12 de septiembre de 1968.