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Tras las señales de Jaime Barylko desde Buenos Aires…

Tras las señales de Jaime Barylko desde Buenos Aires.

Educar para pensar

Amar es intervenir.

Aprender a vivir.

Somos incertidumbre.

 

Tras las señales de Jaime Barylko desde Buenos Aires…

“Pensar es un placer… Pensar es un acto que uno puede ejercer sin grandes estudios previos ni títulos. Pensar es como caminar; hay que practicarlo.  Es plantearse los temas de al vida diaria y sus problemas, y los valores y qué quiero, qué puedo, qué debo, qué me es bueno y qué me es malo.  Y eso puede practicarlo todo el mundo.  Es lo más democrático que tenemos”.

Educar para pensar

“Hay que educar para pensar, que es educar para no repetir, por más que todos digan lo mismo.  Si todos cien algo atinado es bueno, y si no es verdadero hay que atreverse a decir que es falso.

Para pensar, queridos amigos, hay que tener atrevimiento.

Cerebro, capacidad, eso lo tenemos todos.  Pero atreverse a ir contra la corriente, que eso es pensar, es todo un esfuerzo y todo un riesgo.

Yo digo que vale la pena, y que la felicidad consiste en tener una idea propia, un sentimiento propio.  Eso es pensar.

Hay que atreverse a pensar. Hay que atreverse a dejar pensar.  Tendríamos hijos mucho más inteligentes de los que tenemos.”

 

Jaime Barylko.  1998.

Amar es intervenir…

Jaime Barylko escribió acerca de El miedo a los hijos. Tiempo después, afirmó: “El que ama, interviene” y explicó:

“…Educar no es instruir.  Instruir es proporcionar conocimientos; educar es alimentar la ética de la persona, formar su carácter, delimitar los límites del bien y del mal. Eso es intervenir en la vida del otro.  No para quitarle la libertad.  Para darle la libertad.  Porque libertad es elegir, y si no se sabe qué elegir, si todo da lo mismo, se juega a la ruleta pero no se elige, y por lo tanto no se es libre.

A la gente, y sobre todo a los argentinos, les cuesta horrores comprender esto.

Confunden libertad con ‘hacé lo que mejor te parezca’.  Si lo que mejor te parece es estudiar, trabajar, consolidar un hogar, vivir el presente y en él fundamentar el futuro, programar una vida de amor y felicidad, es libertad positiva, como decía Erich Fromm. [1]

Si solamente consiste eso que llamamos libertad en romper cadenas, destruir lazos, arrojarle al otro todo en la cara ‘porque es lo que siento en este momento’, ésa es -dice el mismo Fromm- libertad negativa.

Sabemos qué es lo que hay que hacer.  Sabemos negar.  Pero no aprendimos a afirmar.  Tenemos miedo a tomar decisiones con la pareja, con los hijos, con el prójimo, miedo al amor verdadero que es amor de compromiso y de responsabilidad.

Se instaló la cultura del sentimiento.

-Vení que te digo lo que siento -le dice él a ella.

Por favor -contesta ella-; decime lo que sentís.

Claro que si lo que siente es admiración, dulzura, ternura, vamos bien y da gusto que el otro te lo diga.

Pero que digan:

Estás medio gordita, ¿no?  Antes estabas más espigada, no sé… Te digo lo que siento…

Sospecho que darían ganas de contestarle:

-Sabés qué?  Por qué no agarrás tus sentimientos y… (Complete usted la frase en lengua extranjera, que suena más delicada).

Hemos vivido entre mitos, falsas promesas de ‘dejen crecer a los chicos solos’; ‘Digan lo que sienten’; ‘Sean espontáneos’…

Y no nos fue bien, me parece.

Tantos hijos huérfanos y con padres vivientes.  Tantas parejas llenas de sentimientos y destruidas a la primera brisa que no concuerda con esos sentimientos.

No, no nos fue bien.

Entonces revisemos tantos mitos, es decir, falsos relatos y falsas ideas, mentirosas.  La vida se hace con sentimientos, sí; pero luego estabilizados por la razón, la prudencia, la inteligencia y la conducta ética y responsable.

Vivir y amar, y amar es intervenir.

Así de sencillo.  Y así de difícil.

Si te veo mal, procuraré no ofenderte, pero también procuraré ver cómo y de qué manera puedo ayudarte.  Eso es intervenir.  Si te contemplo y dejo que tu vida corra por el andarivel que va diciéndome que de esta manera te respeto, lo cierto es que estoy evadiendo mi deber, y francamente… no te quiero.

Para pensar ¿no?

El verdadero amor -a la pareja, al hijo, al padre-, es intervenir, si fuera necesario, para no dejarlo caer, y si por eso, al sostenerlo, le dejo la huella de mis dedos en sus brazos, le dejo impreso mi amor.

Para pensar, ¿no?”

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Aprender a vivir…

El talentoso Jaime Barylko, durante sucesivos diálogos fue dejando señales insoslayables.  Advertía que “no hay que huir hacia los grandes problemas de la humanidad.  Seamos humildes y contemplemos nuestras vidas, la tuya, la de la familia, la de tu barrio, la de los chicos”.  Insistía en la necesidad de “aprender a vivir.  Aprender a amar” y expresaba:  [2]

“Usted puede asombrarse y preguntarme:

-¿Cómo es eso de aprender?  ¿Acaso no brota espontáneamente del alma?

-Sí -le replicaría- brota del alma, pero luego hay que cuidar ese brote para que no se marchite.

Aprender.  Educarnos.  Todos los días, toda la vida. Aprender que somos egoístas por naturaleza y por tanto tenemos que educarnos para no serlo.  Aprender que la negación del prójimo, la envidia, la rivalidad, los odios, nos acechan desde el nacimiento mismo.” /…/

“Aprender.  No ocultar, ése es el primer eslabón del aprender.

Somos pensantes, es cierto, pero solamente de tiempo en tiempo, y cuando estamos en crisis.  Si no, no pensamos.  Las pasiones nos arrastran.  Debes aprenderlo”.

Jaime Barylko destacada:

“…Entre tanta superficialidad, busquen la profundidad, y la hallarán en las grandes literaturas consagradas por los siglos.

Y les gustará, palabra.

Profundidad, eso nos falta.  Para profundizar en nuestras propias almas.  Eso nos ayudaría a vivir mejor.  ¡Conócete a ti mismo!, enseñaban los griegos.  Lee esos viejos y siempre jóvenes libros, y allí aprenderás a conocerte.

Y casi me olvido: ¡Ud. no se imagina cuántas escenas eróticas hay en la Biblia!”…

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Somos incertidumbre…

Jaime Barylko participó en diversos encuentros que fueron trasmitidos por distintos medios de comunicación. Opinó acerca de “la incertidumbre de la vida” y afirmó:

“Sólo cuando la vida concluye se sabe qué fue el hombre, por qué está terminado su período de existencia, y sólo entonces merece una calificación definitiva.  Mientras vive, todo es pasajero, transitorio.  Por eso, amor es pre-ocupación y pensamiento.  E incertidumbre.

Incertidumbre, significa que no tenemos, acerca de nosotros mismos y del futuro, certezas, verdades absolutas.  Podemos tener certidumbres acerca de Dios, del Cosmos, del sentido de la vida; pero la incertidumbre se refiere a las pequeñas cosas de la vida.  Y nosotros estamos hechos de grandes ideas en lo mental, y de ‘pequeñas cosas’ en lo práctico.” /…/

“Somos incertidumbre, porque somos los otros de los otros.  Y el otro es imprevisible.  Ayer fue simpático, pero mañana ¿quién sabe?

Cuando salgo a dar una conferencia le explico esto a la gente diciéndole:

Miren, cuando salí de casa, la dejé a Jaia en perfecto estado, me dio un beso de despedida y me prometió un postre suculento para la cena.  Eso fue exactamente hace una hora y media.  Llegaré a casa dentro de dos horas.  No sé cómo la encontraré, francamente.  Volver a casa es siempre una sorpresa.

Y conviene rezar en el camino.”

 

Gracias por haber iluminado algunas zonas de penumbra.

Aún perdura el eco de su inconfundible voz…

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

[1] “Opinión”, en la revista dominical de “La Nación”, octubre de 1998. Título “El que ama, interviene”.  Sugiero: leer El miedo a la libertad por Erich Fromm.

[2] “Opinión”, en la revista dominical de “La Nación”, con el título “Qué nos hace falta?”. En una edición de octubre de 1998 comentaron la celebración del “cumpleaños número treinta” de la periodista Karim Cohen, en “una fiesta organizada detalle a detalle por su novio, el conductor televisivo Guillermo Andino” y como suele suceder, en otra primavera como por arte de magia, ese AMOR desapareció…

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