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1895 – Monseñor José Ma. Gelabert y Crespo y la construcción de la Catedral Nueva

En la sesión de prórroga del 31 de diciembre de 1895, se consideró el despacho de comisión sobre el proyecto de “expropiación por causas de utilidad pública” del terreno “comprendido en las calles 1º de Mayo y Tucumán, con 75 metros de frente a la primera, con todo el fondo hasta dar con la calle 4 de enero y ubicado en la ciudad capital de la provincia”, gastos que “se pagará de rentas generales”.   El Dip. Clusellas recordó que el Congreso Nacional dictó en “1887, una ley marcando la jurisdicción de un obispado, con asiento en esta capital, y recién hace pocos días, acordó también el sueldo en la ley de Presupuesto”.  En consecuencia expresó que “es necesario la existencia de un edificio que corresponde a la categoría de Catedral, por no tener suficiente extensión la actual Iglesia La Matriz.  El presbítero señor Seguí, antes de fallecer legó la construcción de ese edificio, gran parte de su fortuna y teniendo en cuenta esta circunstancia, el P. Ejecutivo ha elevado a la consideración de esta Cámara, el proyecto que se ha leído, por el cual se le autoriza para expropiar un terreno en la calle Tucumán entre 1º de Mayo y 4 de Enero”.  Advirtió que “el gobierno no cooperará más, que con el terreno, para la erección de esa obra que hará honor a Santa Fe” y pidió la aprobación del proyecto.  Sin debate, el proyecto fue aprobado en general.

Es imposible soslayar otro hecho trascendente en la historia de los argentinos: el 23 de noviembre de 1897 falleció Mons. José María Gelabert y Crespo, al decir del Pbro. Jacinto Viñas el promotor de “la edificación de Templos, hasta el punto de haberse levantado en esos veinte años alrededor de ciento cincuenta iglesias, entre ellas, la Catedral de Paraná y la de esta ciudad (Santa Fe) cuyos cimientos dejó concluidos”.

Después de su fallecimiento, el periodista Floriano Zapata reconoció esas obras “y otros tantos hospicios, asilos y hospitales, amén del Seminario Conciliar que fue fundado por el Señor Obispo en el año 1867”.  [1]

El Obispo Gelabert entró en la inmortalidad sin haber logrado que uno de sus sueños se hiciera realidad; en los últimos años de su vida había planteado la necesidad de construir una Catedral Nueva que serviría como sede del Episcopado.   Aunque en la Legislatura se anticipó que la provincia sólo contribuiría con el terreno, el 14 de agosto de 1900 la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados produjo un despacho favorable en el proyecto en revisión, “acordando veinte mil pesos para la prosecución de las obras de la Catedral de esta Capital”.  [2]

La obra inconclusa a fines del siglo XX sirve como patio cultural y tanto es posible evocar al Cyrano de Bergerac en la excelente interpretación del actor santafesino –compañero…- Florentino Sánchez, como es posible escuchar los versos de Julio Migno Parera –el poeta sanjavierino- en el canto inimitable de Orlando Vera Cruz, otro noble compañero de ruta-, así como disfrutar de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe dirigida por el joven y sensible Maestro español Carlos Cuestas.

Es probable que haya consultado con constructores, artistas  y arquitectos amigos interesándolos en ese interesante proyecto, al mismo tiempo que impulsaba algunas gestiones ante las autoridades. Un año antes de su fallecimiento, el Arq. Juan Bautista Arnandi diseñó la fachada principal de la futura Iglesia Catedral de Santa Fe y se dispuso la colocación de la piedra fundamental de la imaginada Catedral Nueva el 17 de enero de 1897.  En su discurso el Obispo manifestó: “…Si bien comprende ser mi posición sumamente desventajosa por lo avanzado de mi edad y habituales dolencias, he preferido hacer un supremo esfuerzo antes de dejar un vacío, con el que jamás podría resignarme” y se dirigió al “Excmo. Señor Gobernador; Respetable Clero secular y regular” y a los católicos presentes.  Manifestó que: “…Siempre estuvo en la conciencia de todos  que Santa Fe tenía títulos incontestables para haber sido antes de ahora asiento de la Sede Episcopal; la antigüedad de su fundación, su proverbial y jamás desmentido catolicismo, un Clero suficiente para proveer los beneficios eclesiásticos, las respetables Comunidades religiosas establecidas en su seno, el número de sus Templos, todo persuadía y hacía esperar fuera encumbrada a ese alto rango…  Este encumbramiento al rango de Ciudad Episcopal impone la necesidad y el deber de construir un Templo exclusivamente destinado para Catedral y en este sitio sobre el que descienden las bendiciones de la Iglesia, y donde depositada la simbólica y sagrada Piedra Fundamental, le veréis aparecer antes de mucho.  Oh! si en estos momentos, en que sentimos palpitar de gozo nuestros corazones, se levantaran de sus tumbas aquellos hijos inolvidables de Santa Fe, tan interesados en sus glorias, los Macieles y Zuvirías, los Veras y Amenábar, los Crespos y Canetos, Los Roldanes y Lassagas, los Echagüe y Seguí, y tantos otros, seguramente harían resonar los aires con estruendosas y entusiastas exclamaciones celebrando a la par nuestra el día 17 de enero de 1897, que va a señalar en la historia de nuestra Patria común uno de sus más grandes y gloriosos sucesos…”  Advirtió al pueblo de Dios: “Estáis viendo las grandes corrientes de inmigración, que invaden nuestros campos y poblando el desierto hacen desaparecer los bosques reemplazándolos con doradas mieses y vistosos jardines.  Finalmente observáis, no sin asombro, como se reconstruye y embellece esta Ciudad nuestra, se extienden, nivelan y pavimentan sus calles, se aumentan y adornan sus plazas y por doquiera se destacan suntuosos edificios que pudieran llamarse Palacios.  Oh! casi estábamos por decir… que jamás viose en siglo alguno tanto esplendor y magnificencia…”

En su último verano, el generoso Obispo ubicado cerca de la piedra fundamental había manifestado: “El templo católico con su esplendor y magnificencia… es el verdadero teatro del Pueblo; teatro purificador y beatífico, que dándole una más alta idea de la Majestad Divina le levanta por cima de todas las cosas de aquí abajo y recordándole estar destinada su alma a contemplar más allá de las grandezas y bellezas, que descubre en la tierra, otras bellezas y grandezas infinitamente superiores en el seno de Dios, le protege contra las invasiones del orgullo satánico, que fascinado con el brillo de los descubrimientos y conquistas del talento humano pretende sacrílegamente trocar el culto debido a la Divinidad por el culto idolátrico de la materia.”

Cien años después, su elevado espíritu quizás le permitiría esbozar una sonrisa al reconocerse como el forjador de una utopía.  Cien años después, si el noble Obispo Gelabert pudiera manifestarse en el espacio donde el arquitecto había imaginado las majestuosas columnas de la nave central de la basílica, primero probablemente expresaría su sorpresa, no sólo por los nidos de palomas que renuevan el milagro de los nacimientos año tras año, sino por el escenario improvisado para difundir la cultura de los argentinos, síntesis de los aportes de los inmigrantes que él admiró a fines del siglo XIX y de la influencia de los medios de comunicación que por vía satelital han convertido al planeta en una gran aldea, que refleja algunas semejantes con la singular Torre de Babel porque mientras algunos hombres hablan distintos idiomas y por eso no se pueden entender; otros pueblos a pesar de comunicarse con idéntico lenguaje y todavía no han logrado comprenderse y siguen sembrando semillas de discordia provocando injusticias, persecuciones y muertes.  [3]

El 15 de febrero de 1897, mediante la Bula del Papa León XIII se estableció la Diócesis de Santa Fe -arquidiócesis desde el año 1934, cuando Rosario fue reconocida como Diócesis-, abarcando además de ese territorio provincial, el de Chaco y Formosa; fue designado primer Obispo de esa Diócesis el obispo auxiliar de Buenos Aires, quien asumió su misión el 24 de marzo del año siguiente.  [4]

 

[1] Floriano Zapata estaba casado con Esmeralda Rodríguez Galisteo, hija del Coronel José Rodríguez y de Rosa Galisteo.  Luego, tío de Agustín Zapata Gollán quien a fines de la década del ’40, des-cubrió el yacimiento arqueológico de “Santa Fe, la vieja”… como él mismo empezó a nombrar a la primitiva ciudad de Santa Fe, fundada por don Juan Garay el 15 de noviembre de 1573.

[2] Santa Fe. Legislatura de la Provincia de Sana Fe. Cámara de Diputados, 1901, p. 172.

[3] Stoffel, Edgar Gabriel Pbro. El Episcopado de Mons. José María Gelabert y Crespo (1865-1897), p. 9; 43-50.

[4] Sucedieron al Obispo Boneo: Mons. Dr. Nicolás Fasolino, que asumió el 29 de septiembre de 1932 y fue el primer Arzobispo Santafesino, luego Cardenal.  Con motivo de su fallecimiento asumió su coadjutor  Mons. Dr. Vicente Zazpe, primer obispo de Rafaela en 1961; destacándose por su obra destinada a la juventud y a los sectores de menores recursos; pasó a la inmortalidad en 1984 y lo sucedió Mons. Edgardo Gabriel Storni.

Primer obispo de Rosario: Mons. Antonio Caggiano, nombrado Arzobispo de Buenos Aires en 1959, a quien sucedió  Mons. Silvino Martínez (fallecido en 1961); designado Mons. Guillermo Bolatti, desde el 14 de agosto de 1963: primer Arzobispo. / En el año 1957 se creó la Diócesis de Reconquista, primer obispo Mons. Juan José Iriarte, nombrado Arzobispo de Resistencia, a quien sucedió Mons. Fabriciano Sigampa.

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