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15-02-1831: Convención Nacional – Conducta del General Paz

Durante la reunión de la Convención Nacional en Santa Fe, el 15 de febrero de 1831 los representantes de las provincias unidas analizaron la conducta del General José María  Paz, quien “en la Banda Oriental, donde desempeñaba una comisión honrosa, había descendido al rango de conspirador”.

Estaba en San Nicolás al mando de una fuerte división del ejército nacional” y al comprobar que allí no podría “desplegar la ambición que alimentaba con sigilo, se dirigió a la de Córdoba, llevando unidos en la punta de la espada el despotismo y las doctrinas de la demagogia.”  [1]

“Luego que se vio dueño de Córdoba, mandó agentes a estas provincias para que persuadiesen a sus gobiernos de la sinceridad con que procedía, de su adhesión al sistema federal y prometiendo enviar diputados para que se incorporasen en la Convención Nacional. Aunque todavía no se había corrido el velo a tan solapada hipocresía, los gobiernos de Buenos Aires y Santa Fe no dejaron de conocerla”.  Convencidos de que “vengar sangre con sangre era la costumbre de los bárbaros”, optaron por “celebrar tratados de paz” y en consecuencia partió una comisión desde Buenos Aires.

En esas circunstancias, “el general Paz, abandonando la moderación… tomó la energía del crimen y la insolencia y crueldad del despotismo.”  Aceptó la mediación pero los comisionados “fueron tratados en Córdoba indignamente e insultado el gobierno mediador en sus representantes”.

A pesar de ello, en un intento de “ejercer las funciones de su cargo” se dirigieron “al campamento del Gral. Facundo Quiroga por instancias del Gral. Paz.  Pero insultando la fe pública, marcha en el silencio de la noche, asalta y destroza a su enemigo, haciendo casi perecer a los mismos mediadores. Los prisioneros fueron degollados, no por el furor de la soldadesca,  sino por órdenes de los jefes dada fríamente después de la acción.” [2]

La Comisión optó por abandonar “su triste tarea”, reuniéndose los gobernadores en San Nicolás para celebrar el Acuerdo. Mientras tanto, Paz sembraba el terror en Córdoba, “repartiendo las provincias del interior entre sus coroneles, como si fuesen despojos habidos por derecho de conquista.   La confiscación de bienes de todos los patriotas que tenían distinta opinión fue ejecutada, haciendo retrogradar la civilización hasta los tiempos de la barbarie. Los pacíficos habitantes de Córdoba, Mendoza, San Juan  San Luis, La Rioja y Catamarca son saqueados, encarcelados y lanceados como los ganados alzados en los bosques de la Banda Oriental o de Entre Ríos.”

Aunque el gobernador de Santiago era su amigo y bienhechor,  lo hizo “rastrear por asesinos” y cuando logró escapar, “puso en su lugar un monstruo”.

“La impunidad con que se cometieron tantos crímenes sobre pueblos inermes, persuadió al Gral. Paz de su omnipotencia, y se hizo nombrar por las provincias conquistadas, o más bien por sus coroneles, Protector y Jefe supremo militar de todas ellas, quedando así reducidas a departamentos de la de Córdoba, a donde enviaron agentes diplomáticos”, sólo para saber “las contribuciones que han de pagar y las voluntades del Protector.

Al mismo tiempo, Paz “se puso en combinación con los emigrados de Buenos Aires existentes en el Estado Oriental, y algunos descontentos del Entre  Ríos para que apoderándose de esta provincia culminaran con el ataque a Buenos Aires y Santa Fe” mientras él asumiría su parte en el norte.  “Las poblaciones de Salta y Santiago, cansadas de sufrir la vergüenza y despotismo, toman las armas que les suministró la desesperación y reuniendo sus esfuerzos destruyeron en las costas del Salado al cobarde y sanguinario coronel Deheza”, quien  acostumbraba premiar los favores con “licencias” y en esa circunstancia “dio al país el desenfreno de su tropa: las sementeras, casas, utensilios de labranza, todo fue entregado a las llamas; los ancianos, mujeres y niños degollados!”

“En la campaña de Córdoba, donde manda el mismo Protector, ha sido lanceada una porción considerable de paisanos. De allí mismo se han destacado divisiones del ejército para hacer depredaciones en los campos de Buenos Aires y Santa Fe a manera de los salvajes.”

En su manifiesto los Representantes declararon: “la nación está al principio de la vida, y ahora se debe fijar el carácter con que ha de permanecer. Es preciso dar un ejemplo de benevolencia y de rigor, y no dejar las armas de la mano hasta que siquiera haya quietud, sin la cual es imposible ni aún discernir los verdaderos intereses nacionales”.

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Síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

[1] Ravignani, Emilio. Asambleas Constituyentes Argentinas, Facultad, Buenos Aires, 1937, t. IV, p. 231.

[2] Manifiesto tomado del periódico El Lucero, Bs. As, Nº 424, martes 1 de marzo de 1831.

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