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José María Castiñeira de Dios

Algunas de sus obras:

Adhesión a la concepción “Justicialista”…

1949: amistad con Leopoldo Marechal…

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal

1973: momentos decisivos…

1950: Primera antología sobre la Causa Justicialista…

1º de julio de 1974: último desprendimiento de Perón…

1976: El cerco inevitable.

1982: Testimonio del Padre Hernán Benítez…

Acerca de…”el poeta testimoniante”…

Oración y Meditación…

Oración personal en el Pesebre de Belén.

Meditación… en la Navidad de 1976.

1984: acerca de nuestra cultura…

Resonancia en el III Congreso Nacional de Literatura Argentina…

1985: Primer Encuentro Internacional de Escritores.

1991: “La educación y los libros”.

Renuncias insoslayables…

 

José María Castiñeira de Dios nacido en Ushuaia, desde el año 1927 reside en Buenos Aires.  Católico de reconocida militancia, fue colaborador de la señora María Eva Duarte de Perón durante su trabajo en la Fundación.  Periodista y poeta -algunos trabajos se incluyeron en la revista Mundo Peronista (1949-1953).

Fue presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano; secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación; titular de la Comisión de Cultura, Educación, Ciencias y Tecnología del Partido Justicialista; hasta entonces autor de once libros; luego siguió publicando y ha recibido la “Faja de Honor” de la  SADE – Sociedad Argentina de Escritores- de Buenos Aires; diversos premios y distinciones.  Pronunció una conferencia en la Universidad Nacional del Litoral refiriéndose a “Universidad y Cultura”.

 

 

 

Algunas de sus obras:

  • 1942: Del ímpetu dichoso.
  • 1950: Campo sur.

El leño verde.

  • 1960: Cada día su pena.

Las Antorchas

Santos Vega y Campo Sur.

  • 1968: El Santito Ceferino Namuncurá

Antología Poética.

Del Amor para Siempre.

  • 1972: Epístola testimonial para José Hernández.

Poesía Cívica.

  • 1982: Testimonio Cristiano (Prólogo del Padre Hernán Benítez, ilustraciones: xilografías de Juan Antonio  Spotorno; “impreso por Salvador Carra, maestro impresor y fiel amigo del autor a lo largo de una larga vida; además de la edición común de mil ejemplares, se han impreso cinco ejemplares especiales numerados de I a V, el primero de los cuales será ofrecido a Su Santidad Juan Pablo II; la edición salió a la luz en la Semana Santa del año 1982. Buenos Aires Argentina”. Testimonio de José María Castiñeira de Dios en la página 75, como colofón y con la escritura formando una cruz.

 

(Estoy terminando esta aproximación a la luminosa trayectoria de José María Castiñeira de Dios, hoy viernes, 09 de abril de 2004 – Hora 16:11:24; Viernes Santo entre los cristianos…

Releo su dedicatoria: “Testimonio Cristiano / para / Nidia A. G. Orbea de Fontanini / en reciprocidad por su / hermoso poema / ‘Meditación para los hermanos de  mi Pueblo’ / y con la amistad y /el afecto / en /Cristo Nuestro Señor de J. M. Castiñeira e Dios, -firma- /1985.”

En aquel tiempo, se constituyó el Consejo Provincial de Cultura de la Provincia de Santa Fe y Castiñeira de Dios fue designado Presidente por el gobernador José María Vernet, como una de las integrantes participé en varias reuniones, unas en la Sala del Ministerio de Educación, otra en el Museo Etnográfico frente a la casa de Gobierno… Fueron más los sueños que lo ejecutado… por eso no ha sido casual aquel extenso poema con más meditaciones y otros tantos testimonios…)

Adhesión a la concepción “Justicialista”…

A partir del 4 de junio de 1943, aunque como todo germen sólo estaba latente y recién se manifestó el vigor de ese brote en octubre de 1945, se empezó a gestar un movimiento nacional justicialista.  Varios escritores han dejado testimonios de aquellas vivencias, entre ellos Manuel Gálvez y su esposa Delfina Bunge -que debió soportar agravios de las damas reunidas en los círculos de la oposición; Gustavo Martínez Zuviría –Hugo Wast-; Leopoldo Marechal, los poetas María Granata y José María Castiñeira de Dios, quien reconoció los méritos del Conductor:

“…de los que estábamos perdidos y sin embargo

no negamos la claridad de su mensaje.”

A partir de junio de 1946, siendo ya Juan Domingo Perón el presidente de la Nación Argentina, junto a su esposa María Eva Duarte de Perón –Evita-, comenzó una etapa de transformaciones y de continua ayuda social.   A partir de 1947, el Padre Hernán Benítez dirigió la Revista de la Universidad de Buenos Aires y en esas páginas se publicaron poemas de Horacio Rega Molina y de José María Castiñeira de Dios, “entre diversos comentarios escritos por extranjeros, en su mayoría catedráticos españoles y católicos.”  [1]

1949: amistad con Leopoldo Marechal…

Leopoldo Marechal en 1949 estaba viviendo en su ciudad natal y su alumno y amigo José María Castiñeira de Dios, le presentó a la profesora de Letras Juana Elvia Rosbaco de Paoloni.  Enamorados, ella empezó a ser nombrada Elbiamor y así se percibe su presencia en varios de los trabajos publicados por su amado amante.

(Leopoldo Marechal vivía en el departamento de calle Rivadavia al 2300 -rememora el historiador Felipe Pigna-, “donde años antes falleciera su esposa María Zoraida” y como consecuencia de un síncope falleció el 26 de junio de 1970.)

Tras el fallecimiento de su amigo, el talentoso José María Castiñeira de Dios –como él suele reiterar hermano en Cristo– sintió pulsar en su interioridad casi todas las señales de la memoria y necesitó expresar:

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal

No con llantos ni pena te despido, maestro.

Yo no sería digno

de tu pedagogía

si tan sólo una lágrima de amargura o de sal

derramara en tu muerte.

 

Allá entre las billardas de la infancia me diste

una lección alegre como el rostro de Dios

y rompiste en mi crisma

las albricias del júbilo.

Entonces me dijiste:

la muerte es un viaje

del nacer, una alegre

travesía hacia el día de la resurrección;

que lloren los que quieren

viajar sin pasaje,

sin pagarle al Señor sus peajes de amor;

esos son saltamontes o “colados” del Cielo.

 

No sé si estas palabras

fueron tuyas o mías;

brincan ante los ojos absortos de mi alma

como el gozo del fuego

o como el resplandor de los relámpagos

en la celebración de las tormentas.

 

Es que, caro maestro,

no me sentaste en vano sobre tus dos rodillas

-las del alma y del canto-

en esos patios escolares

donde te tuve a tiro

y solté de mis hondas los versos iniciales

que te hicieron mirarme con lástima y amor

porque nacía ante tus ojos

un destino de llanto.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

   II

Perdoname si ahora

me apeo del respeto protocolar que siempre

te rendí con el gesto de un aprendiz machucho

y entro familiarmente a tutearte y palmearte,

ya que somos dos muertos:

vos andás remontando tu ascenso hacia la vida;

yo llevo en las valijas del alma el contrabando

de una muerte ordinaria.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  III

Y ahora mano a mano, maestro,

hemos quedado.

 

Parlemos de las cosas que acamalamos juntos

con ese amor indescifrable

del ebanista y la madera;

la Patria, por ejemplo, que nos hurtó avarienta

sus lujos litográficos.

No fue para nosotros esa gorda gloriosa

de las viejas estampas;

de niño me mostraste sus pechos verdaderos

reventones de espigas y carnaza;

su leche, me dijiste, sabe a mieles y acíbar.

 

La Patria fue en tu sueño

de alfarero una tierra de moldear día a día,

fue «un dolor sin bautismo»

y una alondra en la espera de su primer gorjeo.

 

La Patria, me dijiste, “ha de ser una hija

y un miedo inevitable”.

Y yo te vi abrigarla como a una niña pobre,

desnuda en su pavor,

como si presagiaras

la muerte numerosa que cayó entre los nuestros

y el castigo impiadoso de las persecuciones.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

 IV

 También te vi reír

junto a los asadores

y saltaba tu pipa, como un clown, en tu boca,

mientras templabas la amistad

y su hierro candente

con la sabiduría

de tu abuelo el herrero de las aguas cantábricas.

 

Y te vi engayolar, febrilmente, a las Musas

en tu exilio porteño

de la avenida Rivadavia, solo con Elbiamor,

cuando ardían las hojas de tu otoño y caían

las últimas escamas de tu vida ordinaria

y empalomabas las palabras

en el edén que te inventaste

para rajar del mundo.

 

(Mi responso no quiere

 ser un paño de lágrimas.)

V

Y yo te vi, maestro

de guardapolvo blanco,

acariciar las ancas de la Patria en los mapas,

y te vi cabalgar su hermosura piafante,

firmes tus piernas sobre el lomo arisco,

calzados tus talones con espuelas de bronca

como si la incitaras a saltar,

tensa en su exaltación, hacia días mejores.

 

Cuarenta ojos infantiles

eran tus aparceros y argonautas

en esos días escolares,

y yo estaba entre ellos

y te rodeaba con mis brazos como a un árbol sonoro

para robar tus frutos

y el rumor de tu sombra.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

VI

Recuerdo aquella tarde

cuando el sol dibujaba sus rayuelas brillantes

sobre los patios grises de la escuela de Trelles:

yo te vi levantar los dos brazos al cielo,

y eran como aleluyas,

y eran como dos naves con las velas al viento,

y eran, tal vez, dos aves que soltó el Paraíso.

 

Y entonces me dijiste:

Has de saber, muchacho,

que tendrá más espinas que flores tu viaje;

que el poeta es tan sólo

un voceador de Dios, y tu oficio es vocear

con un gesto de garza

que juega el equilibrio sobre una sola pata.

 

Has de saber, Joseph,

esta regla dorada de la Hermana Pobreza.

 

Ahora despepita

las uvas (¡y están verdes!)

de la risa y el canto;

tenga tu marcha el aire de un caballo pasuco,

bello como la estampa de un pájaro que hablara

y lánzate hacia el mundo: ¡toda la luz es tuya!

 

Yo escuché esas palabras como una epifanía;

aún las guardo, entre migas de pan, en mis bolsillos

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  VII

Desde mis muchos años

puedo dar vuelta al tiempo, su clepsidra de arena,

y verte como acaso me viste y contemplarte

como un hijo que advierte que su padre es un niño

en los pañales de su corazón,

y quiere preservarlo

de penas y dolores

y limpiarle de piedras el camino y pedirle

que se cuide de todo

y especialmente de la vida

y de su herida absurda.

 

¡Ah, si acaso pudiera

desovillar el tiempo!

 

Tal vez te aconsejara

retornar al exilio

y montar nuevamente

aquel centauro inaugural

que un día jineteaste

bajo el signo imperioso de nuestra Cruz del Sur.

 

Tal vez te aconsejara

partir de nuevo, Adán,

a reventar la noche

y alborear esas calles que dan a los suburbios,

para alzar del olvido sus destinos frustrados.

 

¡Ah, si acaso pudiera

librarte de maldades,

para que sólo fueras

esa guitarra ardiente

que rasgueabas en medio

de un colmenar de sordos y transeúntes distraídos!

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

VIII

Ha llegado la hora de decirte “hasta luego”.

 

Quiero, amado maestro,

dejar así las cosas como fueron y son

-“sólo es fatal en nuestra patria joven”-

y alzar mi vaso lleno de buen vino carlón

y decirte: Maestro,

¡hasta que llegue el día

de juntarnos allí donde nadie hace sombra!

(Buenos Aires querido,

guardalo en tu memoria.)

 

1973: momentos decisivos…

Es oportuno recordar que apenas asumió el presidente electo Dr. Héctor José Cámpora, empezaron a crecer las demandas de liberación de los presos políticos y ya en la madrugada del 26 de mayo de 1973 se había decidido abrir las puertas de las cárceles para quienes estaban detenidos por causas políticas.  Como suele suceder si no se procede con prudencia, salieron también personas que habían cometido diferentes delitos.

(En esta pausa, propongo otra mirada sobre los diarios de sesiones del Congreso Nacional para saber que el joven y mesurado Dr. Fernando –Chupete– de la Rúa, que ostenta una prolongada y fecunda labor parlamentaria registrada en el Congreso Nacional, presidente de la Nación desde el 10 de diciembre de 1999 y el 20 de diciembre de 2001, momento de su renuncia debido a las manifestaciones populares que exigían su alejamiento de ese cargo-; durante “el memorable tratamiento sobre tablas del proyecto de Ley de Amnistía remitido por el presidente Héctor J. Cámpora”, “en la madrugada del 27 de mayo de 1973… anticipó su voto favorable porque esa decisión permitiría ‘restablecer el pleno ámbito de la libertad en la Argentina’. En aquel tiempo, junto al líder del radicalismo Dr. Ricardo Balbín, el joven Fernando analizó los acontecimientos que determinaron la renuncia del presidente Cámpora, cuyo texto debía ser revisado por el poeta José María Castiñeira de Dios para evitar errores de prosodia”, según trascendió entre periodistas…)

José María Castiñeira de Dios estuvo cerca de Eva Perón durante las jornadas dedicadas a la atención de quienes formaban extensas colas para plantear sus dificultades y pedir la colaboración pertinente.  Él mismo ha recordado que temía algún contagio cuando Eva Perón besaba a personas con llagas y evidentemente enfermas.  También ha rememorado la reacción de Evita ante su inesperada advertencia.  Desde entonces, ha demostrado su lealtad a una Causa que tiene profundas raíces en la Justicia, único camino hacia la paz duradera.

1950: Primera antología sobre la Causa Justicialista…

El poeta y político, en 1950 estructuró la primera antología con obras dedicadas a esa Causa y a sus líderes.  Era la voz de once poetas y la edición fue reproducida en mimeógrafo.

1º de julio de 1974: último desprendimiento de Perón…

Entre tanta bibliografía referida a Juan Domingo Perón, es posible encontrar su respuesta cuando le preguntaron “qué epitafio desearía en su tumba”.

Respondió: “Aquí yace un hombre que vivió y cumplió su causa.”

Distintos medios de comunicación informaron que a las 13:15 había fallecido el teniente general Perón y luego, el Nuncio Apostólico Mons. Pío Laghi expresó:

“La muerte del Teniente General Perón constituye una gran pérdida para el cristianismo y el continente americano.  El mensaje y la obra del mandatario argentino desaparecido tenían un origen evangélico y son una obra y un mensaje que queda para el pueblo argentino y para el mundo.”  [2]

 

Conmovido, el justicialista José María Castiñeira de Dios necesitó expresar sus íntimas vibraciones y fluyó otro poema.

1976: El cerco inevitable

Sabido es que “la resolución Nº 1 de la Junta Militar dispuso la pérdida de los derechos políticos de treinta y seis ciudadanos, entre ellos los Dres. Carlos Menem -presidente de la Nación 1989-1995 y reelecto- y Carlos Ruckauf (1995, vicepresidente en el segundo período); Héctor Cámpora y Juan Manuel Abal Medina (ambos asilados en la embajada mexicana).”

Castiñeira de Dios padecía también por tales persecuciones aunque desde otro plano y así fue como “en octubre de 1976 la familia Cámpora recibió el apoyo de sus compañeros peronistas Felipe Deolindo Bittel, José María Castiñeira de Dios”…

(Es oportuno seguir con esa lectura: “…Benito Llambí -a pesar de las controversias que habían tenido-; Roberto Ares y Alberto Stecco -que habían sido sus constantes opositores internos- y el doctor Carlos Corach, un nombre poco difundido en los círculos del poder político de ese tiempo, y que tuvo relevancia como integrante del gabinete del presidente doctor Carlos Saúl Menem en las dos presidencias (1989-1999).  Debido a su enfermedad –cáncer-, el doctor Cámpora logró mejorar su situación penal en 1979 y tres años después emigró junto a Juan Manuel Abal Medina, el hermano de Fernando uno de los responsables del secuestro y asesinato del general Aramburu” a fines de la década del ’60…) [3]

1982: Testimonio del Padre Hernán Benítez…

Desde Florida, en enero de 1982 el Padre Hernán Benítez -quien fuera el confesor y orientador espiritual de María Eva Duarte de Perón, Evita-, con el título Viraje testimonial de la poesía hacia la belleza eternal, escribió “A José María Castiñeira de Dios. Querido hermano:

Quien piensa con la propia cabeza, quien no se desliza por la vida arrastrado por inercias de pensamientos y sentimientos ajenos, quien se resiste a vivir masificado, suele poseer un pensamiento o un sentimiento rector, al que satelizan todas sus otras vivencias conscientes.  En términos kantianos la antropología filosófica lo llama el tema protocategorial del repertorio vital de ideas y sentimientos. Sobre ese quicio gira toda la vida espiritual.  Tal idea o sentimiento se halla a veces explícito, de ordinario implícito en el discurso de la vida.  De la vida consciente y de la inconsciente.  De las vigilias y de los ensueños.  Y por supuesto, imprime su fisonomía profunda e inconfundible a la persona. /  El común de los mortales no posee otro norte ni apunta a otro blanco existencial que a pasarla bien, gozar, divertirse.   Su impronta vital es: ‘vino, mujeres, canto’.  Un grado, sólo un grado más arriba en la escala humana están aquellos cuya suprema aspiración es ‘poder, riquezas, honores’.  Analizada con rigor se vuelve difícil discernir si esta fauna humana alcanza la categoría de persona.  Si por persona ha de entenderse al ser de verdad libre, anhelante, no de posee más sino de ser mejor, ascendiendo sin claudicaciones y a cualquier costo en la escala de valores y de las virtudes morales.”  p.7-8

“…En San Agustín su pensamiento obsesionante es la polaridad pecado gracia.  Por el pecado el hombre para en menos que hombre.  Por la gracia, en más que hombre.  Por donde el hombre es un interrogante, un enigma, para los demás y para sí mismo.  Nadie sabe si parará en menos o en más que hombre.  Quien se obstinara en quedarse en hombre, sólo en hombre, no alcanzaría a ser ni siquiera hombre. ¿Juego de palabras?  ¿Paradoja? ¡No José María, no!  Tú lo sabes muy bien.  Es la fuerte expresión agustiniana de las ‘Confesiones’, el dramático soliloquio donde cuenta su autor con pelos y señales cómo escapó del pecado, de menos que hombre, a la gracia sobrenatural del Amor, a más que hombre.  No por nada los téologos de todas las edades reconocen en el obispo de Hipona al doctor por antonomasia de la gracia y lo sobrenatural.”/…/

“¿Y don Miguel? No me perdonarías, José María, que lo dejara en el tintero.  Como sabes, vivió obsesionado por el terror de que con la muerte se le apagara para siempre la luz de la conciencia y se muriera del todo.  Su ‘Sentimiento trágico’ ¿qué es sino el lloro de un niño de cuna cuando queda a solas?  Nada más que Unamuno no lloraba de miedo a la soledad en este mundo sino en el otro.  La derelicción esencial (derelictus suimetipsius), que era desleírsele la conciencia en la nada, constituía su obsesión, su monomanía insanable. / Lo leyó todo, lo pensó todo buscando razones que le garantizaran su supervivencia en el más allá.  Inútilmente.  No sé de nadie a quien haya empavorado más la muerte.  Pero no la muerte como disolución de nuestra materia sino de nuestra conciencia.  Prefería el infierno con todos los dantescos terrores del catolicismo vasco de mediados del siglo XIX que no el que la conciencia se le sumiera en la sombra eterna de la nada.  Y este terror fue la punta del trompo sobre la que dio vueltas su vida entera. / Y como era poeta, poetazo, volcó su terror en imágenes de imperecedera belleza.  El capítulo III, ‘El hambre de inmortalidad’, de su ‘Sentimiento trágico’, me parece uno de los mejores poemas en prosa del habla castellana.  Eso sólo llorando lágrimas de sangre ha podido escribirse.” /…/ “Creía en Dios Unamuno, ¿sabes por qué? ¡Misteriosa motivación!  Porque lo necesitaba.  Necesitaba de un inmortalizador quien en el más allá soplara las pavesas de su conciencia para que ésta no se le apagara. ‘Creo en Ti, Dios mío, porque te necesito. Y, dime, si yo he de morirme para siempre ¿para qué has de seguir viviendo Tú? Porque si Tú no eres nuestro inmortalizador, ¿no estás de más en tu eternidad?’ /  ¿Recuerdas, José María, el ingeniosísimo soneto de don Miguel ‘la oración del ateo’? Escucha los tercetos finales:

‘¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande

que no eres sino Idea.  Es muy angosta

la realidad, por mucho que se expande,

para abarcarte.  Sufro yo a tu costa,

Dios no existente, pues si Tú existieras

 existiría yo también de veras.’

/…/ ¿Sabes qué le inspiró a Unamuno ‘La oración del ateo’?  Lo descubre él mismo en el capítulo sexto del ‘Sentimiento Trágico’…” /…/

“Unamuno confiesa que, como por entonces, a fines del siglo XIX, andaba él cojeando de la misma dolencia… /…/  La oración del ateo le nació, por tanto, de un fondo de verdad, no de ficción.  Don Miguel la rezó de veras.  La rezó para con ella sacudirse del alma las dudas y los resabios del ateísmo. /  ¿Y Borges…? ¿Por qué no nombrarlo?  ¿Acaso non licet parva componere magnis, como decía un nobilísimo antecesor de ustedes los poetas?  ¿Borges cree en Dios?  Confiesa que ni él lo sabe.  Es un alma entelequial del universo, cree creer.  En un Dios personal creador del universo y, por tanto, distinto del universo, cree no creer.  Pero no hace mucho confesaba, con es mezcla de sinceridad, humor y desparpajo de que hace gala, sentirse poca cosa, muy poca cosa, como para esperar en el más allá un premio eterno por lo bueno suyo en el más acá, o un infierno eterno por lo malo.  /  Como ves, se la atragantado la polaridad tiempo-eternidad.  Eso es todo.  Y es que, visto desde el moridero y perecedero Borges, el premio eterno no puede no ser desmesurado, exorbitante, absurdo.  ¿Pero es todo esto asimismo visto desde el Amor todopoderoso de Dios a Borges?  La inmortalidad dichosa no es un robo prometeico del hombre a Dios.  Es un regalo rumboso de Dios al hombre.  Entre el ser finito y el Infinito, el temporal y el Eterno, el perecedero y el Absoluto median abismos, abismos infranqueables.  ¿Quién lo sabe?  Pero sos abismos saltarnos no le toca a la razón, le toca a la fe. ¡Cuidado sin embargo con creer que la fe no induce a tragarnos sin pestañar los sapos crudos del absurdo!  Lo primero que la fe nos alecciona es a plantear correctamente los problemas de Dios. /   Porque no es problema de Borges sino problema de Dios si puede o no puede el Amor Omnipotente eternizar a Borges.  Todo lo más, ¡ay! que podrá Borges, en las puertas del más allá es desechar al Amor encerrándose para siempre a sí mismo en horripilante yoísmo solipsita.  ¡Qué bien lo vio Santa Teresa cuando definió al infierno ‘el lugar donde no se mama’! ¿Quién se sentirá capaz de medir el poder del Amor Omnipotente de suerte que pueda negarle a Dios la capacidad de redimir al hombre de su finitud?  ¿El que de la nada sacó al hombre no podrá del hombre sacar al hijo de adopción de Dios? Grave desconcierto es pretender resolver en términos humanos lo que sólo puede resolverse en términos divinos.  /  Lo sobrecogedor no es que el portarnos bien y hacer buena letra en el breve tiempo de esta vida nos lo pague Dios en la otra con una eternal beatitud. ¡No!  Lo pasmoso, es que el Amor eternal haya fijado los ojos y se haya enamorado de lo poco y nada que es el hombre, aún el mejor de los hombres, Francisco de Asís, por ejemplo.”  /…/   p. 9-12

Acerca de…”el poeta testimoniante”…

Es oportuno reiterar también lo expresado por el franciscano Hernán Benítez acerca de la poesía testimonial:

“Penadores testimoniales y poetas testimoniales son presas del mismo fuego, de la misma pasión, del mismo arrebato.  Unos y otros van en busca del reino del Padre, para servir en él con todo su ser. Pero el agonista llega al altar y derrama sobre él su corazón sangrante.  El lírico, ofrenda su voluntad de servir a Dios en el prójimo.  El poeta testimoniante no busca a Dios.  Lo halló hace tiempo.  Desde la niñez, acaso.  No mendiga fe.  Rebosa fe.  No presenta a Dios cargas de lacerías metafísicas, para moverlo a compadecerse del hombre.  Presenta los arrestos de su genio creador para mover al hombre y comprender al Dios incomprendido.  /  El poeta testimoniante hace de su mesa altar.  De su creación poética, oración.  De su verso, credo de Fe.  Confiesa sin eufemismos ni medias tintas que en su vida lo primero es Dios.  No acude al templo a mendigar metáforas, sino a rendir a Dios tributo de adoración comprometida.  Los agonistas piden fe, más fe.  Los testimoniantes piden servicio, más servicio, en los cuadros del reino de Dios contra los tiranos del reino del mundo.” /…/  “El poeta a quien no le duela el dolor de Cristo, segunda vez y millonésima vez, secuestrado, torturado, asesinado en sus hermanos podrá alcanzar la cima de la lírica confesional pero dista lejos de la poesía testimonial.” /…/   “La poesía testimonial es la cara lírica del revolucionario social dinamizado por su fe religiosa.  Porque, evidentemente los pinitos de Belén y los bramidos del Calvario no suenan lo mismo en el alma del cenobita ajeno al mundo que en la del líder político metido en medio del mundo.”  /…/  “José María, déjame decirlo a las claras.  Tú no vas del brazo con Neruda ni con Guillén ni con ninguno de cuantos resuellan por la herida abierta en el costado del pueblo por el antipueblo.  Nobilísimos resuellos esos.  Debo reconocerlo.  Rebosantes de belleza poética y de humanismo.  Pero no son los tuyos.  Nada tienen que ver con tus resuellos.  A ellos les duele el dolor del pueblo oprimido.  A ti te duele el dolor de Cristo en el pueblo oprimido.  La poesía de ellos desborda política. La tuya, teología.  Lo que no te impide, antes te empuja, a dejar a tiempo el verso para empuñar la espada.  /  Si fueras creador de poesía religiosa químicamente pura, podrías eximirte de toda faena política.  Pero como creador de poesía testimonial cristiana tu verso tensa tu espíritu para la lucha política.  Sólo cuando el amor a Dios se conjuga en idéntica vivencia con el amor al prójimo surge el poeta testimonial, voz de los sin voz, enhestando la bandera del pueblo humilde de las Bienaventuranzas.” /…/ ¿Qué has ido a pedir de rodillas ante el pesebre del Niño, José María? ¿Fe acaso porque sientes temblar el piso de tus creencias?  ¡Nada de eso!  De rodillas desbordando fe, pides a Dios elija tu poquedad, como eligió la poquedad del estable belenítico, para dar testimonio de la verdadera Vida y de la Verdad verdadera. ‘Ego sum vía, veritas et vita’ (Juan 14, 6).  / Segunda vez de hinojos, en la Navidad del 76, llevas al Niño el corazón quebrado de la muchedumbre de los desamparados.  Es la Argentina de los asesinados y los desaparecidos.  Levas la pasión y muerte de la patria. Llevas un corazón chorreando de dolor de pueblo, dolor de torturados, al ruido ‘de metales de oscuros centuriones’. ‘Haec est hora vestra et potestas tenebrarum’ (Lucas, 22,53).  /…/  “…Dios te conceda mantengas incontaminados, en toda su pureza, los sentimientos de tu corazón nacidos en la fragua de la Cruz.  Los sentimientos que cuajaron en palabras, ritmo y medida.  Y esos otros que desbordaron el poema, los inefables los que no se leerán jamás en este mundo, y sin embargo integran lo más profundo de tu ser.” /…/ Te  envidia y te abraza Hernán Benítez, Florida, Enero de 1982.”  14-17.

Oración y Meditación…

Sabido es porque se ha difundido por distintos medios, que en el hogar de José María Castiñeira de Dios desde la primera Navidad del matrimonio, año tras año se reproduce el Pesebre y se van agregando imágenes hasta que en el tercer año del tercer milenio abarca un amplio espacio.  Aquí, es oportuno transcribir un soneto y aquella “Meditación ante el Pesebre de Nuestro Señor Jesucristo en la Navidad de 1976.

(Estas palabras se suceden mientras transcurre el Viernes Santo del año 2004.)

Oración personal en el Pesebre de Belén

¿Cómo puedes nacer cristianamente

Señor, entre dos bestias y pastores,

y la paja dispersa y los olores

del barro y el estiércol juntamente?

 

¿Tan frío está mi corazón doliente

que es menos que la paja a tus favores;

tan falsos mis amores y dolores

que prefieres nacer pesebremente?

 

¡Elígeme, Señor, que no hay aliento

igual al que esta bestia dolorida

que hoy participa de tu nacimiento,

 

y es más que estiércol la materia vana

de esta vida que Tú cambias en Vida

cuando truecas la noche en la mañana!

 

Meditación… en la Navidad de 1976

José María Castiñeira de Dios, escribió: “Meditación ante el Pesebre de Nuestro Señor Jesucristo en la Navidad de 1976.

‘El Espíritu Santo se posó sobre mí.  Me ungió para evangelizar a los pobres.  Me envió a promulgar la libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor…’   Lucas 4, 18-19”

“Señor, en estas horas de angustias y de miedos

sólo puedo ofrendarte mi corazón quebrado.

Tal vez en esta noche gozosa mi penuria quiebre el ala del

ángel o haga llorar al pájaro.

Porque, a pesar de toda mi pequeñez humana, yo soy la

muchedumbre de tus desamparados.

Bajo el frío desvelo de los cielos australes, aquí traigo el

cordero de mi pueblo en los brazos.

¿Qué podría ofrecerte, Señor, si nada tengo más que el

dolor antiguo de todos mis hermanos?

Con los ojos vacíos me acerco a tu pesebre mientras luce

en el cielo la estrella del milagro.

Desde los cuatro rumbos, ateridos de pena, se allegan los

pastores a tu casa de trigo.

Vienen desde la zafra de las tierras del Norte, como

sombras de azúcar con los rostros dormidos.

Bajan lentos mensúes los ríos litorales.  Descienden del

Oeste los demiurgos del vino.

Y desde el Sur galopan los hombres de las pampas, con

sus vidas cansadas de repetir caminos.

Todos hechos de sueños, pasiones y esperanzas, te buscan

en la tierra como a un niño perdido.

La noche tiene el peso de una espiga madura y el tiempo

es un misterio que se ovilla en sí mismo.

 

 

Aquí estoy, en la marcha de tu pueblo expectante, junto

a Nuestra Señora, San José y los pastores.

Tu cuna se acurruca bajo el frío del mundo, pequeña como

el cuenco íntimo de la noche.

¡Déjenme ver al Cristo que encarna la esperanza!, clamo

entre los metales de oscuros centuriones.

¡Déjenme ver al hijo de Dios, al Enviado, que ha bajado a

la tierra para salvar al hombre!

¡Déjenme ver al Niño sin su cruz todavía, mas ya

crucificado por su amor a los pobres!

¡Aleluya! Proclama mi corazón quebrado. ¡Aleluya! los

hombres de mi tierra  responden.

Yo sé que tu convite, Señor, es para todos, y tu amor la

medida de nuestros sufrimientos.

Y sé que tu pesebre cabe la paz del mundo, porque sólo

en tu gloria se reconcilia el pueblo.

¿Vendrán todos, Señor, a esta fiesta de parias?  ¿Vendrán

los perseguidos, los ciegos, los enfermos?

¿Vendrán los castigados por el hambre y la inquina? ¿Y

vendrán los esclavos de la furia y del miedo?

Tú eres el Salvador prometido a los pobres danos tu paz

cristiana ya que naces por ellos.

Sólo tu amor nos queda, Señor, entre dos odios:

concédenos justicia para seguir viviendo.

 

¡Y protege a mi Patria, predilecta del Cielo!”     p. 30-33

1984: acerca de nuestra cultura…

Sabido es que durante el gobierno del C.P.N. José María Vernet, se integró una Comisión Provincial de Cultura presidida por el poeta José María Castiñeira de Dios, quien el martes 29 de mayo de 1984, disertó en el Centro Cultural de la capital santafesina durante un acto que había auspiciado la subsecretaría de cultura provincial y organizado por el Ateneo “Arturo Jauretche” presidido por el Dr. Juan Carlos Collado -quien presentó al orador-, con el propósito de evocar a Jauretche y a Raúl Scalabrini Ortiz.

“Castiñeira de Dios dedicó la primera parte de su conferencia a exaltar las virtudes del conocido pensador y creador de FORJA, a quien calificó como ‘un criollo de ley’.  Entre otras cosas remarcó los aportes hechos por el autor del ‘Manual de zonceras argentinas’, ‘Los profetas del odio y la yapa’ y ‘El medio pelo en la sociedad argentina’, en la construcción del pensamiento nacional.”  [4]

 

Resonancia en el III Congreso Nacional de Literatura Argentina…

En 1984 se realizó en “III Congreso Nacional de Literatura Argentina” organizado por la Universidad Nacional de San Juan entre julio y agosto se seleccionaron las ponencias enviadas por escritores y especialistas.  El 8 de agosto, el Comité Nacional de Lectura, informó que había sido incluido en el Temario del Congreso, el ensayo titulado “Los forjadores del pensamiento nacional” presentado oportunamente y que en los párrafos finales proponía:

“Tomemos la punta del hilo que ha dejado visible Jauretche, las urdimbres de la obra de Scalabrini Ortiz, del poeta Castiñeira de Dios, …de Homero Manzi y Discepolín.

Con el mismo espíritu completemos la trama.

Se hará visible nuestra realidad nacional.  Aflorará más y se consolidará nuestra cultura nacional.

Santa Fe, 1º de julio de 1984.

Décimo aniversario de la muerte del

Gral. Juan D. Perón.”

 

1985: Primer Encuentro Internacional de Escritores

Entre los actos programados para la Feria Internacional del Libro realizada en la capital federal de la República Argentina, se realizó el “Primer Encuentro Internacional de Escritores” y asistieron “ochenta y dos escritores invitados -siete europeos, dieciocho americanos y cincuenta y siete argentinos (residentes en Buenos Aires y en provincias), en presencia del público que colmaba la capacidad del recinto.”

En la sala “Leopoldo Lugones” el escritor Ernesto Sábato pronunció el discurso de apertura; a la derecha estaba el secretario de Cultura de la Municipalidad de Buenos Aires Mario -Pacho- O’ Donnell -en la década siguiente senador nacional-, a la izquierda el secretario de Cultura de la Nación, el dramaturgo Carlos Gorostiza.  [5]

(En un lugar próximo a esa sala, Gastón Gori y José Luis Víttori respondieron a las preguntas del periodista santafesino enviado por el Diario “El Litoral”…).

“Gori nombró a los escritores que expresaron sus conclusiones acerca del tema ‘El escritor y la sociedad’:  el uruguayo Mario Benedetti; los cubanos Roberto Fernández Retamar y Norberto Fuentes; Elsa Joubert, sudafricana; Ana María Matute, española; los argentinos José María Castiñeira de Dios -nacido en Tierra del Fuego-, Antonio Di Benedeto, Luis Franco, Marta Lynch, Juan José Manauta, Víctor Massuh,  Antonio Salas; Julia Prilutzky Farny, ucraniana por nacimiento…”  [6]

1991: “La educación y los libros”

“Se inauguró la 17ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires – ‘El Libro- Del Autor al Lector” en un predio ampliado a veinte mil metros cuadrados.”

(“Señaló Rosa Majián desde La Nación de Buenos Aires: “A partir de 1991, los discursos de apertura de la Feria pronunciados por el profesor Castiglioni” –Roberto- “ya no se escucharon más”, pero han quedado los logros que supo compartir en el vasto camino de la cultura, del libro y los lectores…”)

“En el acto de apertura, el presidente de la Nación Dr. Carlos Saúl Menem, anunció ‘la futura promulgación de la Ley del Libro y anticipó que se trabajaría hasta lograr la terminación de las obras edilicias para concretar la instalación de la Biblioteca Nacional en el edificio que hacía décadas se había prometido’.  Expresó su ‘preocupación por los bajos índices de afición a la lectura que se advierte entre los jóvenes, según estudios recientes’…”

“Asistieron también el ministro de Educación y Cultura profesor Antonio Salonia; el subsecretario de Cultura de la Nación el poeta José María Castiñeira de Dios; el intendente municipal”…  [7]

Renuncias insoslayables…

“Ante la renuncia presentada al ministro de Educación Prof. Antonio Salonia por el Director de la Biblioteca Nacional José María Castiñeira de Dios, debido a la falta de presupuesto para mantener adecuadamente el servicio; el Arzobispo de Buenos Aires y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina Mons. Antonio Quarracino -en su mensaje semanal de ‘Caritas’-, manifestó que lamentaba esa decisión porque era ‘el único poeta que queda, el número uno que queda en la poesía católica argentina, o el poeta argentino más importante que tenemos’.  Expresó la importancia de ese alejamiento ‘en momentos en que realmente el panorama de la cultura argentina está tan descascarado y semeja una especie de desierto’.”   [8]

(En ese tiempo, se percibía el eco de

“Para qué ser poeta esta mañana”

y

“Plegaria en la noche”…)

[1] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. El tiempo de Perón – 1946-1952 (Inédito)

[2] Ibidem, Tomo 1973-1976.

[3] Ídem, Tomo 1976-1995.

[4] “Castiñeira de Dios: ‘Unirnos sí, pero para liberarnos’…” Nota en tres columnas con dos fotografías, publicada en el Diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz, miércoles 30 de mayo de 1984, p. 6.

[5] Diario El LitoralLa comarca y el mundo.  Santa Fe, sábado 7 de julio de 1984.

[6] Orbea de Fontanini, Nidia Aurora Guadalupe. Universo Vittoriano. (380 páginas, inédito, en 1999 con sólo diez copias numeradas dedicadas al escritor José Luis Víttori y familiares.)

[7] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Tomo “V – Caminos del hombre y de la Humanidad” , ensayo inédito sobre la trayectoria de Gastón Gori –Dr. Pedro Raúl Marangoni, nacido el 17 de noviembre de 1915, hasta esta fecha cumplidos ochenta y ocho años, ha concretado ochenta y ocho ediciones-, miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras, declarado Ciudadano Ilustre en varias ciudades argentinas y reconocido en el Congreso Nacional, junto a otras destacadas personalidades.

[8] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Reutemann 1991 (inédito).

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