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LEYENDAS en el crepúsculo.

“Creo que desde hace meses, no soy ni siquiera sombra,

apenas un fantasmal personaje, grisáceo, caminando…

En mis monólogos insistentes, tuve un oyente silencioso:

su Luz creaba la Sombra…”

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini

Hora 15:30

Santa Fe de la Vera Cruz

República Argentina.

ENTRE TIERRA Y EL CIELO: mitos y leyendas.

Observadores, narradores, escritores.

Cerro Trompul: tierra de araucanos.

Los hechiceros.

Entre chiriguanos y guaraníes.

Hombres de la Patagonia.

Pampas del sur… y el payador.

Los araucanos y el misterio de la Luna llena.

Los pampas y la Cruz del Sur.

Sanavirones y salabines entre aguas termales.

Mendoza y el Puente del Inca.

Legendarias aventuras guaraníes en el río Paraná.

Río Salado: legendarias historias.

San Juan y el viento zonda.

Luces sobre el viejo pueblo.

“La leyenda de la ñanducita”.

Aves… en las leyendas.

Los onas y los albatros.

El legendario pájaro carpintero.

Versión 1: Tobas.

Versión 2: Tobas y matacos.

Versión 3: Tobas, matacos y pilagás.

Versión 4: onas.

El caraú…  entre los guaraníes.

El cauquén.

Versión 1: entre las tribus yámanas.

Versión 2: entre los onas.

Versión 3: entre los cauquenes.

El caracolero y los chorotes.

El churrinche.

Versión 1: Tehuelches.

Versión 2: entre los gauchos.

Versión 3: entre parroquianos.

El cisne de cuello negro.

Versión 1: entre los tehuelches.

Versión 2: también entre tehuelches.

Chorlos.

Versión 1: de los tehuelches.

La chuña entre los matacos.

Versión 2: toba.

La cigüeña.

Versión 1: entre los matacos.

El flamenco.

Versión 1: entre los matacos.

Versión 2: también entre matacos.

Versión 3: entre tehuelches.

Las golondrinas… (guaraníes-pampa bonaerense y en España)

Versión 1: entre los guaraníes.

Versión 2: entre pampas bonaerenses.

Versión 3: entre abuelas españolas

El huala entre los araucanos.

Lechuzas entre los araucanos.

El pingüino y los onas.

El pirincho entre los mocovíes.

La torcaza.

Versión 1: entre los guaraníes.

Versión 2: entre los chorotes.

Versión 3: entre los matacos.

Casi leyenda.

Batracios.

Sapos entre los pampas.

Crustáceos.

Los camarones: visión de los mapuches.

El cangrejo.

Versión 1: entre los guaraníes.

Versión 2: otra versión entre guaraníes.

Equinodermos.

Los erizos: aproximación de los onas.

Insectos.

Los camoatíes y las miradas de los guaraníes.

Chicharras, cigarras o coyuyos.

Versión 1: entre los mapuches.

Otra versión.

Las hormigas: visión de los mapuches.

Las luciérnagas entre los guaraníes.

Cuasi leyenda… desde el litoral.

Los jejenes y las recreaciones de los guaraníes.

Mamíferos.

El aguará chaí entre los guaraníes.

La comadreja… entre los guaraníes.

El coyote: visión de los pieles rojas.

El jabalí y casi legendarias historias.

Un tal  “Perito Moreno”.

Los guanacos en los valles calchaquíes.

La desobediencia de Huachi: “matar por matar”.

El puma entre los tehuelches.

El quirquincho entre los tobas

Leyendas acerca del tapir.

Versión 1: entre los guaraníes.

Versión 2: entre los matacos.

Versión 3: también entre matacos..

El tapir, entre los tobas.

La tonina: historias de onas – “selkman”.

El venado entre el grupo kaigang.

El zorro en la leyenda popular.

Quelonios.

La tortuga entre los matacos.

Moluscos.

El calamar.

Versión 1: leyenda de los onas.

Entre la pesca y el asombro.

La lapa en la nación Yacana-Cunnee.

Peces.

El pacú entre los guaraníes.

Reptiles y anfibios.

La ñacaniná entre los guaraníes.

El yacaré entre los abipones.

Roedores.

El carpincho entre los guaraníes.

Casi leyenda… en la Provincia Invencible.

Los tucu-tucos.

Versión 1: entre los tobas.

Versión 2: entre los mapuches.

Las vizcachas entre los matacos.

Vegetales – Árboles.

El legendario ombú.

Los helechos… y los mocovíes.

Misterios sobre el cardón.

En torno al árbol del bálsamo en Centroamérica.

El palo borracho: percepciones de los guaraníes.

Versión 1:

Versión 2.

El timbó en la memoria de los guaraníes.

Memoria entre los chaqueños.

Misterios en torno a la araucaria.

Sombras del tala… entre los guaraníes.

Flores y frutos.

La flor del amancay y el asombro de los mapuches..

El fragante aromito en los relatos de los guaraníes..

Versión 1.

Versión 2.

El ceibo en la tradición guaraní.

El huiñaj  entre los tobas.

La blanca flor del irupé… entre los guaraníes.

Versión 1.

Versión 2.

La pasionaria… entre los guaraníes.

Versión 1.

Frutos.

El algarrobo…  mapuches-tobas-)

Versión 1: entre los quechuas.

Versión 2: entre los mapuches.

Mirada desde La Rioja.

La Chaya.

El calafate: alimento de los araucanos.

La sabrosa tuna… entre los mapuches.

Casi legendaria historia de los animales.

Entre mitos y leyendas… ¡la Historia!.

De la casi legendaria Historia de los argentinos.

Cuasi… leyenda de desaparecidos y aparecidos.

Casi en el deslinde.

 

 

ENTRE TIERRA Y EL CIELO: mitos y leyendas…

Ha comenzado el siglo XXI y al revisar amarillos papeles, se acentuó el propósito de reiterar algunas ideas y determinados conceptos.  Percibido el eco de algunas voces, es posible reconocer que “el círculo de la ‘Humanidad’ está formado por seis componentes: El lenguaje, el mito, la religión, el arte, la ciencia y la historia” como lo expresó el estudioso profesor y escritor Hugo Mataloni.    [1]

Lenguas, mitos, religiones, arte y ciencia, cada uno con su diversidad desde lo rudimentario hasta lo más perfeccionado, ha servido y sirve para indagar en la vulnerable condición humana y en las consecuencias de sus actitudes.  Diferentes pueblos se han comunicado mediante distintas lenguas -algunas ya desaparecidas- o por señas.  Reunidos en pequeños grupos, han compartido vivencias que originaron mitos y leyendas.  Ambos son relatos fantásticos que primero se difundieron oralmente, luego mediante escritos y desde entonces, se han acumulado en incontables recopilaciones.  En tales secuencias, a las primeras versiones les han incorporado interesantes descripciones con el propósito de hacerlas más amenas.

Observadores, narradores, escritores…

En esa trayectoria hay que reconocer los aportes realizados por narradores anónimos y las publicaciones de los escritores Paulina Martínez, Eva Rey, Pirucha Romera.

En Santa Fe de la Vera Cruz, nació el 20 de octubre de 1927 Juan Carlos Roteta, educado en el Colegio de la Inmaculada Concepción (Padres Jesuitas) y amante de la naturaleza dedicó parte de su tiempo a la observación de la flora y fauna, compartiendo campamentos y encuentros con isleros y pescadores.  En 1970 comenzó a difundir el resultado de algunas de esas experiencias desde el programa Campamento litoral, por radio LT10 de la Universidad Nacional del Litoral.  Dejó interesantes narraciones: cuentos y leyendas que han sido publicados parcialmente en su libro Al naciente.  Falleció el 20 de setiembre de 1984 y su hermano Pedro Oscar Roteta sigue siendo continuador de tan noble obra de difusión cultural, desde esta fecunda zona del litoral argentino.

La narrativa de Georgina M. de Ragone desde las páginas del diario El Litoral de Santa Fe, ha significado un interesante aporte para la valoración del patrimonio cultural de los aborígenes.  En víspera de la semana de homenaje al “indio americano” -mal denominado así, porque este continente nunca fue tierra de indios sino de integrantes de organizadas naciones con diferentes nombres-, en la noche del sábado 11 de abril de 1987 algunos lectores, probablemente hayan compartido la emoción de saber que ella es -por línea materna- bisnieta de mujer mapuche.

En estas páginas, las leyendas vinculadas con poblaciones patagónicas incluyen referencias emergentes de la lectura de la obra “Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”.

En la contratapa del libro, el historiador argentino Hipólito Solari Irigoyen destaca: “Cuarenta años de residencia en el país permitieron a Tomás Falkner recoger valiosas observaciones… Representan importantes fuentes documentales sus descripciones de los lugares que recorrió prolijamente en cumplimiento de su doble misión de sacerdote catequista y médico, lo que le facilito el contacto con la gente en un cordial ambiente de confianza…

La obra… reviste el mérito de ser el primer enfoque de la Patagonia…”  Contrasta con los méritos allí señalados, el comentario que se ha difundido en la introducción a “Cuentos Regionales Argentinos”:

“Hacia mediados del siglo XVIII se da el tan mentado libro de Tomás Falkner, Descripción de la Patagonia.

En síntesis señala lo despoblado de estas tierras y lo fácil que sería ocuparlas.

Se duda de su presencia física en el lugar aunque el mapa que traza es bastante aproximado; seguramente tuvo en cuenta los informes de los indios que sí conocían el territorio. … Para nosotros son trabajos muy bien escritos, con datos de segunda mano…”  [2]

 

“En realidad, todo es Historia…” tal como dijeron tantos… en siglos pasados.

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Cerro Trompul: tierra de araucanos.

Sabido es que moluches -guerreros-, integraban las naciones que habitaban a ambos lados de la cordillera de los Andes, “desde los confines del Perú hasta el estrecho de Magallanes”.  Los conquistadores españoles empezaron a nombrarlos con un apodo: araucaes  -rebelde, alzado, salvaje o bandido- y araucanos, voz derivada de aucani que significa alzarse,  aplicada a los animales y después a aquellos hombres, adoptándose así una evidente actitud despectiva.    [3]

No se sabe cuándo, ni quién contó por primera vez entre los moluches sureños (que en realidad eran hombres buenos -cume huentu eng’n- decididos a defender sus derechos)- que un koná -joven- se había enamorado de Hormiga negra -la hija del cacique-, sin saber que también la pretendía el hechicero Cuervo Negro.

Como en aquellos tiempos ya se tenían en cuenta los beneficios que podían significar esas uniones, es probable que el cacique hubiera preferido apoyar al brujo porque así, se sentiría más protegidos del “ser maligno”.  Sin embargo, la tradicional costumbre era que el casamiento se efectuara por compraventa, “como que el marido compra su mujer a los parientes más cercanos y no pocas veces, a precio bien subido en abalorios, cascabeles, ropa, caballos u otra cosa que entre ellos tenga valor.”    [4]

Así fue como el cacique llamó al joven pretendiente y le propuso que buscara los tesoros escondidos bajo el volcán.  Hormiga Negra se enteró de la intención de arrojar grandes piedras apenas hubiera descendido al fondo del volcán para que no pudiera regresar y le advirtió al joven que abandonara ese propósito. Al día siguiente algunos se sorprendieron al verlo nuevamente entre los toldos y uno le ofreció un agasajo como reconocimiento a su valentía.  Desconfiaba el koná y decidió cubrirse con un grueso manto de piel de tigre para participar en ese encuentro, de modo que fracasó la segunda trampa porque pudo comer sin lastimarse, a pesar de las flechas envenenadas que habían puesto en el asiento que le reservaron.  Insistía el hechicero con astucia y le propusieron que ahuecara un árbol que almacenaba agua y después sacara las patatas que allí estaban guardadas.  Enseguida el jovencito dijo que cumpliría ese mandato con alegría, porque había aprendido de su bisabuelo que el agua que brota de los árboles sana la piel y previene los achaques de la vejez.  Al escuchar el hechicero esa revelación, se arrojó al hueco intentando que desaparecieran sus lesiones y su vieja ronquera.  Enseguida el koná movió algunas cuñas y ahí quedó atrapado el caynie (cayñe), su enemigo.  Así fue como el cacique estuvo convencido de su valentía y aprobó el casamiento de su hija.

Desde entonces, algunos hombres del sur dicen que cuando se siente tronar desde el fondo del Cerro Trompul es porque el brujo sigue clamando por su resurrección.  [5]

 

Los hechiceros…

[Es interesante tener en cuenta que en aquellas naciones, “los hechiceros son de los dos sexos.  Los hechiceros varones tienen que abandonar (por decirlo así) su sexo y vestirse de mujer y no se pueden casar, aunque a las hechiceras o brujas se les permite esto.  La separación para este oficio se hace en la niñez, y siempre se da la preferencia a aquellos que en sus primeros años dan señales de un carácter afeminado.  Desde muy temprana edad visten de mujer y se les entrega un tambor y las sonajas propias de la profesión que será de ellos.  Los epilépticos y los atacados del mal de San Vito son desde luego seleccionados para ese destino, como designados por los demonios mismos, porque los creen poseídos por ellos y a ellos atribuyen las convulsiones y retortijones tan comunes en los paroxismos de la epilepsia.”]

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Entre chiriguanos y guaraníes…

Sabido es desde hace milenios, que una enorme inundación cubrió la tierra y así desaparecieron muchísimos animales y plantas.  Sobrevivió una pareja de jóvenes guaraníes que durante horas estuvo recorriendo el lugar, en busca de ramas secas para encender otra vez el fuego.

Volvían con un atadito de leña cuando se encontraron con el sapo que por mandato de la Pachamama, había guardado en su boca algunos carbones encendidos para entregarlos a los hombres cuando se retiraran las aguas.

Los jóvenes dieron gracias a la Madre Tierra y empezaron a preparar la carne para asarla.  Tiempo después tuvieron hijos y se formaron diferentes grupos reconocidas como los chiriguanos.  [6]

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Hombres de la Patagonia…

Sabido es que hace millones de años,  en la Patagonia argentina vivían los dinosaurios y también otros seres más débiles, como son los vegetales.  Una mañana, en el fondo de la Tierra se produjeron vibraciones violentas y en el suelo se abrieron grietas profundas; las plantas quedaron sepultadas.

Sólo pasaban las voces del viento que despertaron al dios, aunque algunos dijeron que habían visto pasar a cheruve o cherufe… un enano maléfico que tenía poder y se convertía en una bola de fuego de modo que en cualquier momento podía quemar bosques o incinerar a personas.

Cuando terminaron los temibles temblores, el dios cubrió con nieve las montañas y por los valles siguieron su curso los ríos y aumentaron su caudal los lagos.

Después, decían que Dios había creado a los hombres sureños y desde entonces, la tierra deshabitada estaba nuevamente poblada con personas laboriosas, quienes a pesar de las dificultades sabían compartir sus alegrías, cantar, bailar…  [7]

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Pampas del sur… y el payador.

Después de la llegada de Colón a las islas centroamericanas, varios grupos de españoles se embarcaron con el propósito de conquistar y poblar este vasto continente.  Desde Sevilla viajaron algunos trovadores con sus familias y sus guitarras.

Cuentan los hombres del sur que después de varios meses de navegación, cuando estaban por llegar a la costa patagónica argentina, una tormenta produjo el hundimiento del galeón español; sólo sobrevivieron dos marineros y Diego, el niño que hasta ese momento había estado aprendiendo música junto a su padre.

A pesar del momento de confusión que estaban viviendo, nadaron hacia el oeste y llegaron hasta la costa.  El jovencito había podido rescatar la guitarra de su padre.  Al mediodía llegaron los hombres que vivían en una toldería próxima.  La mujer del cacique acarició la rubia cabeza del huérfano y al instante pensó en su hijo.  Lo llevó hasta el toldo donde se había quedado Malal, lo abrigó y le trajo algunos alimentos.  La guitarra quedó oculta entre cestas y mantas hasta que al atardecer, Diego decidió regalar sonidos a las almas de sus hermanos.  A su lado se sentó Malal y apenas empezó a cantar, se acercaron distintas familias.  A pesar de la diferencia de lenguaje habían logrado entenderse porque en realidad, para que haya comunicación es necesario que un emisor, libere su mensaje de modo que por el canal correspondiente, pueda ser percibido por el receptor de modo que esas señales, sirvan para lograr vínculos y relaciones solidarias.   Días después, hablando el mismo idioma empezaron a compartir rasgueos y emociones.

Diego y Malal alternaron los rasgueos, improvisaron mensajes, preguntas y respuestas.  Un año después decidieron recorrer lejanas poblaciones y así fue como se encontraron con otros guitarristas -hombres del norte- y juntos difundieron el oficio de payadores, el entretenido placer del contrapunto.   [8]

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Los araucanos y el misterio de la Luna llena.

En los valles rionegrinos vivía el curandero Pehuén y su mujer: Rayentray.

Como suele suceder entre los hombres, Malivilú  envidiaba a su cuñado y consultó al hechicero para lograr que un gualicho le hiciera perder fuerzas y memoria.

Todo esfuerzo resultó inútil porque los dioses del bien protegían a Pehuén por su evidente generosidad.  Con astucia el malvado Melivilú buscó una enorme vasija -como las urnas funerarias- y apenas vio que estaba profundamente dormido, lo colocó adentro y lo arrojó al profundo lago cercano.  Cuando Rayentray se despertó, le pareció extraño que su cariñoso marido hubiera salido sin saludarla y salió a buscarlo.  Ningún compañero lo había visto y ella siguió avanzando hacia el bosque.  En consecuencia, la ausencia de la bienamada pareja empezó a ser un misterio.

Como sucede cuando la tristeza debilita al entusiasmo de las personas, ninguno de los pobladores de la tribu salió de sus toldos para dialogar, aunque era la semana de la luna llena.  Las aves -como es costumbre- también estaban descansando en diferentes ramas o en sus nidos y hasta la lechuza estuvo quieta y silenciosa.  Los ancianos comentaban que misteriosamente, hasta parecía haber disminuido el aroma de todas las plantas.

Desde aquel tiempo, cualquier observador puede comprobar que en las noches de luna llena parece ser que sobre la tierra, la vida se detiene y si alguna vez escuchó esa leyenda, también será posible que medite sobre el daño irreparable que sigilosamente, pueden hacer los envidiosos.  [9]

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Los pampas y la Cruz del Sur…

Con las leyendas sucede como con las nubes, se van formando y se trasladan continuamente.  Así se ha dicho que en la llanura argentina vivían diferentes tribus, en su mayoría pueblos de cazadores.

Una mañana el cacique llamó a su fiel Nemec, buen rastreador, ágil y hábil en el uso de la flecha.  El joven sabía que no podía defraudar a su jefe y el primer día caminó hacia el sur, tratando de hallar una huella.  Al anochecer se refugió para dormir y al amanecer continuó con sus observaciones.  Entre las altas hierbas vio pasar a Manic -el ñandú- con su largo cuello erguido, moviendo la cabeza hacia distintas direcciones y alejándose lentamente.  De pronto pudo ver el bello plumaje que tanto codiciaba el cacique y confiado le arrojó un flechazo al desprevenido animal.  Veloz huyó y pasaron varias horas antes de que Nemec pudiera encontrar sus huellas.

Se repitió el encuentro entre el ave y el mocoví.  Manic sintió el disparo del arma y  según contaron tiempo después alrededor de una fogata, milagrosamente el ñandú pudo volar tan alto que pasó más allá de las nubes y como ya era de noche, Nemec fue el primero en ver cómo brillaban las cuatro estrellas que señalaban los puntos correspondientes a esa extraña huida: la cabeza, los extremos de las alas y juntas, las patas.

Al día siguiente regresó para contarle al cacique lo sucedido, convencido de que ya no podía satisfacer su deseo.  Esa noche, toda la tribu contempló la Cruz del Sur y desde ese momento, todos comprendieron que les serviría para orientarlos hacia el rumbo correcto, en  el difícil camino sureño.

A pesar tales experiencias, la apetencia humana insistió en la cacería de avestruces y tal vez por eso haya sido que los hombres decidieron inventar las boleadoras.

Era necesario terminar con el mito de que el ñandú era inalcanzable.  [10]

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Sanavirones y salabines entre aguas termales…

El historiador Andrés Roverano ha expresado que tribus de sanavirones y salabines habitaban “a lo largo del Salado, entre Matará y el actual límite de Santiago del Estero con Santa Fe.  Eran agricultores y ganaderos, habiéndose dedicado a la caza y a la pesca, en lo que se destacaban por su destreza y habilidad.  Cada tribu era regida por un cacique, el que formulaba alianzas con sus semejantes de otros pueblos, para los casos de guerra y para las correrías que solían realizar en son de caza.”    [11]

Cuentan todavía en el noroeste argentino, la historia de una tribu de gigantes guerreros.  Entre ellos se destacaba Yacu Rupaj.  Después de una batalla, aún con las manos ensangrentadas se quedó dormido.  Soñó que caminaba solo por una extensa llanura y hablaba, hablaba, sin escuchar ecos.  Atardecía y al acercarse al horizonte parecía que tocaba el horizonte con la mano.  Se vio con las manos teñidas de rojo y en ese momento una voz le reprochó haber combatido contra sus hermanos y haber matado a su amigo.  Despertó sobresaltado, se levantó y al ver los cadáveres de los vencidos gritó horrorizado.  Después lloró y arrepentido manifestó a su dios que estaba dispuesto a reparar tanto daño ayudando a los necesitados.

Minutos después tembló la Tierra, se formaron altas montañas y el mar avanzó sobre las depresiones.  Toda la población quedó sepultada.  El espíritu de Yacu Rupaj -que significa aguas calientes- generó una fuente de aguas termales que curan milagrosamente a los enfermos de la región.  [12]

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Mendoza y el Puente del Inca…

Cuentan los hombres del sur que hasta la zona del río Las Cuevas, cerca de donde después se fundó la ciudad de Mendoza en la Argentina, llegó un anciano inca reconocido por su pueblo como hijo de Inti, el dios Sol.

Estaba en Cuzco muy enfermo, cuando llegó a su tribu la noticia de que en los valles sureños podrían encontrar el remedio necesario.   Después de dialogar entre todos los jefes de familia, se decidió que un grupo de jóvenes trasladara al amado rey hacia aquel paraje.  Al atardecer llegaron a un valle donde un caudaloso río les impedía avanzar y allí tuvieron que pasar la noche.  El anciano estaba muy débil y su padre -Inti- dialogó con Mama Quilla -la Luna- con el propósito de poder auxiliarlos.  Al amanecer, los esforzados acompañantes del rey se sorprendieron al ver un ancho puente uniendo las dos orillas.  Abrigaron más al venerado abuelo y siguieron por senderos sinuosos con la esperanza de hallar el remedio imprescindible.  Así sucedió, el rey pudo regresar al norte y durante varios años más siguió ejerciendo su autoridad.

Desde entonces, en la precordillera de los Andes, en la provincia de Mendoza, sigue siendo admirado un fantástico puente de amor: el Puente del Inca.  [13]

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Legendarias aventuras guaraníes en el río Paraná…

Se ha dicho que Cambá era un joven arrogante, cazador, hijo de un cacique y nunca se supo en qué momento se encontró con Muá, la hija del cacique de una tribu enemiga.  Desde entonces mantuvieron una relación secreta y después, decidieron vivir juntos lejos de ese lugar porque querían compartir sus vidas en paz.  Estuvieron de acuerdo en que no habría ceremonia, de modo que las compañeras de Muá, ni tendrían que preparar unos días antes las esencias y las máscaras que se usaban en esos ritos, ni sería necesario que recogieran ramitas de menta para perfumarla antes de la ansiada unión.

Cuando terminaron de construir su refugio hicieron planes sobre la fuga: aprovecharían el momento en que la mayoría de los hombres fueran a cazar y partirían hacia el sur llevando sólo lo imprescindible.

Cuando en la tribu vieron que Muá no regresaba, decidieron seguir las huellas pero como había llovido tuvieron que regresar sin encontrarlos.  También buscaron en vano a Cambá y como suele suceder en esos casos, entre las familias de los ausentes primero dialogaron, después discutieron y con tanta violencia, terminaron en una guerra.

Cuando los jóvenes se enteraron de esa tragedia, se conmovieron pensando que ellos habían provocado ese desenlace.  Cambá ya no era el mismo que Muá había conocido y ese conflicto, hizo que se sintiera responsable de lo que pudiera sucederle a su padre.

Después de la primera batalla, al huir algunos hombres en distintas direcciones, un grupo observó el lugar donde vivían los jóvenes enamorados.  Veloces regresaron para avisarle al cacique, quien ordenó que regresaran para traerle a su hijo porque esa desobediencia merecía una condena.

Muá escuchó el galope, sintió miedo y llamó a su amado-amante. Apenas se encontraron, ya habían bajado de sus caballos los mensajeros.

Cambá sabía que para su padre él había sido un traidor y prefirió regresar sin resistencia.  Ella quedó sola, sollozando.

El padre estaba ansioso esperando en el camino más ancho y cuando llegaron, al mirar los ojos de su hijo sintió un profundo dolor.  Lo amaba, sabía que Cambá había obrado así por amor a la joven, pero tenía que tratar de seguir siendo justo.   Le reprochó su conducta y pidió auxilio a sus dioses y siempre predispuesto apareció enseguida el dios Maligno.  Un enigmático silencio se interrumpió cuando Añá le susurró al sufriente joven, que podría compartir esa noche con su padre pero al día siguiente se convertiría en un enorme pez que viviría en lo más profundo y que sólo volvería a ser hombre cuando lograra cavar y cavar para que las aguas bajaran,  hasta que el lecho estuviera seco.

Cambá intuía que por más que cavara, el río seguiría con fuerza el mismo curso.   Además, por naturaleza el agua que se evapora es agua que se hace nube y que vuelve en lluvia.  Otra vez las circunstancias lo colocaban en una situación muy complicada y él, no quería volver a hacer daño.  Si se secaba el río, esas tribus perderían sus mejores alimentos y también su amada Múa sería más perjudicada.

Al amanecer se produjo el misterioso castigo: Cambá se hundió en el Paraná mientras cambiaba sus formas por las de un enorme pez.

Dicen que dijeron… los ancianos de aquella tribu guaraní, que desde entonces al río lo nombran Paraná -que en su lengua quiere decir pariente del mar- porque el movimiento continuo del gran pez intentando pagar su culpa provoca intensos latidos que se transmiten al agua y se perciben en el potente oleaje característico de este ancho río.

Nadie volvió a ver a Muá, de modo que fue una de las tantas desaparecidas y  tampoco se supo si tuvo un hijo, si ella pudo criarlo o si la mataron y se lo arrebataron…

Leyenda o aventura, lo innegable es que el río Paraná… como el río Salado, como el río de la Plata y como tantos otros, han sido testigos de una parte de la historia de la humanidad…

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Río Salado: legendarias historias…

El historiador Andrés A. Roverano expresó:  “Finalizaba el año 1543.  Los aborígenes de la quebrada de Guachipas, que rondaban en las proximidades del valle de Lerma se sintieron azorados.  Allí, en sus dominios, gentes extrañas, de rara vestimenta y blanca faz, hacían su aparición.  El recelo, el temor y la sorpresa, los hizo buscar rápido escondite entre los peñascales.  Desde lo alto, atisbaban a los exóticos viajeros que seguían su marcha, firme y decidida, por las costas del Inniati”, entre los aborígenes el río Salado.   “Enseguida, el aviso a los caciques.  Y pronto, la reunión de éstos en consejo de guerra.  Al principio, el interrogante y la duda y, después, la decisión: defenderse de los intrusos.”

Tras otras leyendas llegaban esos hombres: buscaban la Ciudad de los Césares… y nada los detenía porque era potente la codicia.  Mientras tanto tenían que agotar sus energías en extensos recorridos y tampoco abundaba el alimento.  Lentamente, la tierra exigía el pago de un tributo.  “Los irreductibles diaguitas de Juan Calchaquí” soportaron el sometimiento de su cacique a las órdenes de Francisco de Aguirre, teniente de Gobernador en 1552… (nombrado por el gobernador de Chile).

En vano intentó Chumbicha reorganizar a sus hombres; tampoco pudo defenderlos su hermano Juan cuando quedó en libertad.  Mientras tanto, continuaba la opresión y la humillación: “El grito de guerra vibró en el valle, fuerte, fiero, desesperado y porqué no, heroico también.” [14]

Destacó Roverano que “el río Salado presenta una similitud entre su trazado geográfico y su incidencia en la historia. Así como une el imponente Ande con el caudaloso Paraná, atravesando el corazón de la República, cruza, en el tiempo, por casi todos los sucesos gravitatorios que plasmaron la vida nacional en sus respectivas épocas.”  Nace en Salta en el Nevado de Acay, desciende hasta el valle Calchaquí, cruza Santiago del Estero y desde el norte, la provincia de Santa Fe.   En un tramo salteño desde el 13 de febrero de 1813 es nombrado río Juramento porque allí “el general Manuel Belgrano hizo jurar a su ejército fidelidad a la Asamblea Constituyente que estaba sesionando en Buenos Aires, aunque se ha discutido argumentando que “lo jurado en ese acto fue obediencia a la bandera azul y blanca.”

“Muere el Salado en un rincón humilde y escondido” -escribió Roverano cerca de ese río, “este río entero y gauchamente nuestro, que conoció, en su camino y en el tiempo, el sonar de los cascos de los heroicos centauros de Güemes, el andar decidido y de los valerosos soldados del patriarcal Estanislao López y supo de la fe de los hombres de Belgrano, que marcharon tras de su jefe para brindarle a la naciente bandera la gloria de los primeros triunfos.  Allí, en ese sitio agreste y recatado, muere con la misma modestia de los hombres que han sabido ser grandes en las alturas y que se ofrecen sumisos y pequeños ante la insondable sentencia de la muerte.”

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San Juan y el viento zonda…

Entre los aborígenes andinos se han originado interesantes leyendas.

Cuentan que un joven estaba recorriendo el valle con sus armas indispensables: el arco y la flecha.   Apenas escuchó un ruido entre los arbustos, giró y observó atentamente al guanaco que se había detenido.  Con puntería logró que la hembra cayera con una herida mortal mientras la rodearon tres o cuatro tequecitos, sus crías temblorosas.  La misteriosa voz de la Pacha Mama -Madre de la Tierra y no “Madre Tierra” como se suele confundir-, le recordó que las leyes de la naturaleza no permitían matar por matar y que a partir de ese momento tendría que soportar las consecuencias de ese error.  Una tormenta lo sorprendió cuando corría hacia la toldería, tropezó con piedras y cayó desmayado.  Cuando se despertó comprobó que un fuerte y cálido viento había secado toda la vegetación del lugar y comprendió que si no brotaban nuevas plantas,  no tendrían frutos ni hierbas para alimentarse.  Desde ese momento, cuentan los que saben que cuando en los valles cuyanos sopla el viento zonda, es porque les recuerda a los hombres que deben respetar las leyes de la naturaleza.

De esa armonía cósmica, depende la continuidad de la vida sobre el planeta. [15]

Luces sobre el viejo pueblo…

Hay que preparar el ánimo porque suele suceder que entre leyenda y leyenda aparezca ¡la historia!… y según han advertido en la Cofradía de los Duendes,

Antes… la reiteración  de lo expresado por Fermín Estrella Gutiérrez, el autor de los libros de texto de Literatura recomendados a fines de la década del ‘50 :  [16]

“No estoy frente a la vida / estoy en ella”.

“dejo en la playa al caminar, mi huella”.

Por algo, días después la recordación del 25º aniversario de la ASDE -Asociación Santafesina de Escritores-, don Luis Di Filippo (ex jefe de policía, ex legislador, ensayista…), necesitó escribir:  [17]

“Cuando en estas soleadas mañanas primaverales de nuestro luciente litoral contemplamos un añoso tronco robusto engalanado con su verde follaje, uno piensa que la naturaleza es generosa y que cultiva una lenta y como eterna medida del tiempo.  Frente al viejo árbol centenario, gallardo y gracioso, se experimenta alegría, admiración, pero no asombro.

En cambio, cuando un ser humano alcanza una alta edad y lo vemos ‘fresco y lozano’como veía Virgilio a sus viejos dioses latinos, entonces a la alegría y a la admiración se suma el asombro, porque la naturaleza humana no tiene, en este orden de cosas, los privilegios de la vegetal y no digamos de la mineral. Nuestra ‘eternidad’ es tan fugaz como el latido de la ‘víscera cordial’, valga la metáfora de Ortega y Gasset.” [18]

Algunos seres humanos inician el “Último Vuelo” siendo jóvenes… ¡perduran las emociones compartidas y las obras!… Así sucedió con Clelio Villaverde… El Jardín de Infantes ubicado al oeste del “Barrio Miguel Ángel Roverano” -en Santo Tomé, provincia de Santa Fe, República Argentina-, es reconocido con su nombre…

En este “lugar para el sosiego y el asombro”…

se percibe el eco de su legendario poema

“La leyenda de la ñanducita”
La pampa extensa,

después de la hondonada,

arroyo sin nombre

y la maleza brava

era el paisaje

que acunó este cuento,

en lejanas épocas,

tras los recuerdos.

 

En el toldo escueto,

montarás y agreste,

un cacique macho,

defensor del suelo,

tenía una niña,

ágil y ligera,

fina y espigada,

buena en la carrera.

 

Ñanducita, el nombre

de la guaina aquella

por lo presta y pronta

para hacer la legua

que alejaba el toldo

de la arisca selva.

Ñanducita, dulce

y andariega ella.

 

Princesa de tuscas,

algarrobo y palma

princesa de tierna

y cálida mirada,

buscaba secretos

en todos los nidos;

dentro de las flores,

desde cada estrella.

 

El padre cacique

Murió en una hazaña.

Ñanducita, triste,

salió una mañana

rumbo al lucero,

rápida, asustada,

hacia algún encuentro,

sin decir palabra.

  Diz que no volvió.

Se fue con el viento

haciéndose leguas

detrás del secreto,

con un chal de plumas

que cuerpeaba al viento;

con los ojos fijos,

oteando un recuerdo.

 

Quedó la leyenda;

y un día, se alzó  la frontera:

‘Fortín Ñanducita’

dijo se llamaría

la avanzada aquella

por un cuento indio

contado en las albas

junto a las hogueras.

 

¿Dónde andarás,

india de esta tierra mía?

¿O serás la mancha

de la vía blanca

que cruza la noche

sobre nuestra escuela,

sobre nuestros sueños,

sobre nuestras tierras?

 

Ñanducita, hija de Cacique,

princesa salvaje,

desde la Vía Láctea

cuidando serena,

velas por las tierras

que fueron muy tuyas

antes, pero mucho antes

de que fueran nuestras.

 

 

Clelio Pedro Villaverde.  [19]

(No ha sido por casualidad que casi como un prólogo -en la cartilla que incluyó esa leyenda-, en el párrafo final la escritora María Hortensia Lacau haya necesitado expresar:

“Que sea entonces la familia, esa cálida célula de la humanidad, la que empiece a revalorizarla desde los umbrales de la vida, para beneficio de sus niños y para un mundo de mañana con hombres sensiblemente pensantes.”

No ha sido por casualidad que en Palabras para Compartir 3, dos páginas sean otro símbolo del fraternal vínculo entre Clelio Pedro Villaverde y M. del Carmen Villaverde de Nessier ¡Chiquita!…  [20]

Tampoco fue por casualidad que en el Boletín Informativo 5, hayan quedado estas señales:  [21]

Tía Tere

                   (del libro “Poemas para Tioco”, de Nidia O. de Fontanini.

 

¿Cómo poder imaginarte

ausente en primavera?…

 

Si en tu vida que tuvo

mucho de otoños y de inviernos,

supiste ser la flor antes que espina,

y mostrar, a pesar de las heladas,

los brotes del renacer y la esperanza,

cuando todo parecía frío y yerto.

 

   

¿Cómo poder imaginarte ausente?…

 

¡JAMÁS!…

 

Estarás en todas mis primaveras,

como si calzaras aún

las sandalias andariegas.

 

Setiembre de 1976[22]

(Tampoco ha sido por casualidad que la Compañía de Tierras de Santa Fe en 1892 fundara el pueblo Ñanducita, una localidad de aproximadamente 140 Kmya que mediante una ley, a partir del 31 de diciembre de 1890 se creó el Departamento San Cristóbal abarcando tierras del Departamento Las Colonias y el trazado definitivo se concretó en 1907, al crearse el departamento Nueve de Julio, límite noroeste de la provincia.

Veinticinco años después, el 25 de junio de 1917 tuvo un servicio de trenes en el ramal “Santa Fe-La Quiaca” -del Ferrocarril General Belgrano”-; creándose la comuna el 8 de julio de 1926.)

   

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Aves… en las leyendas

Los onas y los albatros.

En las costas de Tierra del Fuego hay diferentes tipos de aves, entre ellas los albatros: con su característico pico ganchudo y largas alas, que mueven rítmicamente  mientras sobrevuelan  sobre el océano hasta llegar al territorio continental.

Entre los onas se han repetido interesantes historias y leyendas.  Contaban los ancianos que según decían sus abuelos, vivieron en esa isla muchísimos hombres buenos y también Taita, una mujer malvada y un shamán -un shon- muy poderoso, nombrado Kaper.

El Búho estaba siempre alerta porque él también tenía poderes y así fue como logró que se libraran de aquella mujer y después repartió las tierras, entregándole a Kaper una franja costera entre la actual Caleta Policarpo y Bahía Valentín, zona apta para cazar y pescar.  Hasta ese lugar llegaban Hahake -una de sus mujeres y madre de un niño- y Karke, la otra esposa, sin hijos.  Durante un invierno -a pesar de sus tan destacados poderes- el hombre se enfermó, no podía conseguir alimentos y empezó a debilitarse.  Como Karke tenía menos obligaciones, le pidió que fuera a buscarle algún alimento pero ella, haragana y egoísta, juntó escarabajos y se los llevó en una bolsa.  Apenas él sintió ese olor nauseabundo, le pidió que los quemara.

Confió entonces en la otra mujer y así fue como Hahake ayudada por sus parientes consiguió carne de ballena.  Separó allí una parte, mientras uno de sus hermanos le pedía a su hijo que hiciera juegos peligrosos porque evidentemente, quería comprobar si había heredado el poder de su padre.  Ella temía que el niño tuviera algún accidente y apenas cortó lo necesario, volvieron para asarla y así todos podrían alimentarse.

En la mitad del recorrido, el tío decidió volverse porque no quería enfrentarse con Kaper que en ese momento, estaba afiebrado y dormía.  La mujer intuía que su esposo desconfiaba de su hermano y ahora ya no dudaba de los sentimientos de ambos.  Agregó más leña al fuego y asó la carne.  Despertó a Kaper quien sobresaltado le contó su reciente sueño, reflejo de los últimos acontecimientos.  En vano ella intentó convencerlo de que el tío y el sobrino estaban jugando.  Como era costumbre, comieron sin hablar.  Al día siguiente se sintió mejor y con su mujer salieron para buscar otras porciones de ballena.

Misteriosamente los dos se convirtieron en albatros: Kaper en un albatros errante -con 3,5 metros de envergadura- y ella en un albatros oscuro -cuyo plumaje gris parduzco carece de blanco- y juntos se perdieron en alta mar.

Unos segundos antes, Kaper había logrado que Karke se transformara en un tero, ave pequeña acostumbrada a engaños, porque para desorientar grita lejos del nido.  [23]

* * * * * * * * * * *

El legendario pájaro carpintero…

Versión 1: Tobas.

Entre los aborígenes ya estaba arraigada la costumbre de contar historias con protagonistas que eran personas o dioses y repentinamente se convertían en animales o plantas y después volvían al primer estado.

Entre los tobas se ha dicho que Chochonlate’e era el carpintero, reconocido en toda la zona como el gran melero, el jefe.  También vivía Saknaganak -el martín pescador- que se distinguía por su habilidad para extraer los peces del agua mientras volaba.  Cuando comprobó que los pobladores del lugar consumían mucha miel, intentó el trueque de surubíes por panales, pero el carpintero se negó.   El martín pescador estaba furioso y pidió a sus amigos que lo ayudaran porque quería atacar al mezquino carpintero.  Lo enfrentaron con tanta furia que un pirincho lo mató.  La bandada se apoderó de algunos panales y el irresponsable pirincho le propuso casamiento a la viuda.  Ella sabía que había sido el asesino, aunque no lo podía probar porque en el conjunto, habían pasado aproximadamente veinte pájaros y todos negaban haberlo matado.  Decían que sólo se cruzaron en el vuelo y que el carpintero murió por las heridas producidas al caer sobre el piso.

Parece ser que los hombres aprendieron de los pájaros -aunque algunos dicen que los pájaros aprendieron de los hombres- y así ha sido como todavía esta leyenda se reitera y la fantasía se convierte en trágica realidad cuando por distintos intereses hay peleas entre padres e hijos, entre hermanos o diferentes familias.

Versión 2: Tobas y matacos.

Los ruidosos carpinteros han sido muy observados por los tobas y los matacos, quienes están muy agradecidos porque los huecos que suelen dejar en las gruesas ramas de algunos árboles sirven a las abejas para construir allí sus panales.  Entre los ancianos se comentaba que cuando emiten sus extraños gritos es porque cerca está agonizando o ha muerto alguna persona.

Junto a las fogatas contaban fabulosas historias que iban repitiendo de generación en generación.  Decían que en los bosques chaqueños, los tobas soportaron dolorosas picaduras de abejas cuando intentaban retirar los melíferos panales.

Eran muy observadores y durante una siesta empezaron a quemar unas ramas secas con el propósito de ensanchar un sendero.  Como allí también crecían tupidas y bajas hierbas, tuvieron que soportar una enorme humareda.  Mirando en esa dirección comprobaron que las abejas abandonaban enseguida los panales formando furiosos enjambres.

Los tobas admiraban a Traná -el pájaro carpintero- porque creían que fue el primer dueño del fuego, elemento que desde hace millones de años proporciona calor y energía.  También le agradecían al hábil perforador su rutinario trabajo, porque así las abejas tenían espacios adecuados para hacer más y más panales.

Así fue como en esas tribus cuando meleaban, estaban atentos a los nerviosos saltos y a las raras carcajadas de los pájaros carpinteros. [24]

Versión 3: Tobas, matacos y pilagás.

Se encontraron en el noroeste del territorio santafesino un grupo de tobas,  matacos y pilagás y se pusieron a relatar antiguas leyendas.

Habían contado los abuelos tobas que el Sol era el Jefe de la Gente del Agua y tenía una hija, hermosa pero muy exigente.  Desde que probó la dulzura de la miel empezó a consumirla todos los días y las mujeres de la tribu comentaban que por eso tenía una bella piel.  Un día comprobaron que se habían terminado las reservas pero como era invierno y estaba muy tormentoso, no era conveniente salir a melear.  La joven empezó a protestar y cada día fueron más frecuentes sus reproches hasta que se terminó la paciencia de su padre y le dijo que buscara al carpintero, que se casara con él porque así tendría miel para el resto de su vida.  Cruzó algunos angostos senderos y se encontró con  el burlador Tokuaj que como tenía misteriosos poderes estaba enterado de todo lo que sucedía en ese lugar.  Intentó engañar a la joven haciéndose pasar por un carpintero pero como ella esperaba encontrarse con el carpintero real, le preguntó enseguida y con picardía, si el viento le había robado su hermoso gorro rojo porque en ese momento no lo tenía.  El astuto Tokuaj se sintió humillado y como quería conquistarla, una tarde simuló haberse clavado una espina y se quedó muy cerca del campamento donde la hermosa mujer estaba sola, descansando.

Al entrar el burlador en la vivienda, trató de no hacer ruido pero la despertó.  Intentó abrazarla y ella huyó.  En ese momento, algunos cazadores regresaban con sus presas y Tokuaj que todavía la estaba persiguiendo, para evitar que lo echaran simuló que había llegado hasta allí para despiojar la cabeza de un toba.

Cuando la joven comentó lo sucedido, hubo confusión entre todos los que participaban del encuentro y así fue como después empezó a difundirse esta leyenda que según los diferentes narradores tuvo distintas conclusiones.

Versión 4: onas.

En Tierra del Fuego, cerca de una bahía, los onas antiguamente conocieron a una mujer egoísta.  Taitá acaparaba aves y carne de lobos marinos y los hombres del sur decidieron reunirse y deliberar acerca de cómo lograr que cambiara sus actitudes.  En ese lugar también vivía Kákash, un hombre malvado que después un hechicero convirtió en mujer.  Los ancianos de la tribu sabían que tenía un nieto y que también por un maleficio, se había convertido en zorro.  Con el propósito de satisfacer los deseos del cacique, Kákash empezó a pintarse la cara con tierra colorada y le pidió a su nieto que completara los dibujos en todo su cuerpo.  Listo ya para la lucha, se escondió en un zanjón y avanzó de rodillas con tanto entusiasmo que poco sentía las heridas…

Estaba Taitá parada mirando hacia el oeste cuando Kákash la sorprendió con su salto y tomándola de los tobillos la hizo caer; intentó arrastrarla hacia la orilla del mar pero la ágil mujer aprovechó que al hacer fuerza él estaba sacando la lengua y enseguida la tironeó hacia afuera y abajo para que ese intenso dolor lo obligara a soltarla.  Con desesperación logró apretarlo en el cuello pero como Kákash tenía más poderes, logró arrojarla al mar para que se ahogara.

Otra hechicera que estaba observando esa escena inmediatamente lo convirtió en un pájaro carpintero y así dicen que sigue recorriendo distintos lugares, utilizando para todos sus trabajos su pico.

Por el rumor de otros pájaros, se supo que todavía recuerda el dolor de aquel tirón de la lengua, semejante al que siente cuando hace algún movimiento torpe después de haber estado horas y horas agujereando los troncos o las gruesas ramas de árboles.

* * * * * * * * * * *

El caraú…  entre los guaraníes.

Entre los guaraníes -y algunos matacos-, se repetía la leyenda del caraú (carau).

Contaban que había vivido en esos lugares un hombre muy trabajador, excelente bailarían… y que estaba una noche disfrutando con todos los jóvenes de varias tribus amigas cuando le avisaron que estaba muy enferma su madre y que lo llamaba.  No interrumpió sus rítmicos pasos y dijo que esperaran un rato.  La música continuaba y él tampoco dejaba de bailar.  Tanto demoró en responder al pedido de su madre, que al amanecer se sintió cansado, se sentó sobre un tronco seco y después de tomar suficiente agua, se despidió de los pocos que lo acompañaban y empezó a pensar en cómo estaría su enferma madre.

Llegó cuando ya había muerto y ofendidos sus familiares ocultaron el cadáver y le dijeron que ya la habían enterrado.  Lloró como si fuera un niño.  Unas horas antes había sido un animado bailarín y en ese momento era un hombre vencido.

Como era costumbre en ese tiempo, usó luto y rogaba a los dioses por el alma de su madre hasta que una noche desapareció.  Nunca más fue a los bailes, nadie lo volvió a ver.  El hechicero comentó que se había convertido en un caraú.  Imitó el grito de ese ave y dijo que lo había visto posado a orillas de la laguna luciendo su largo y encorvado pico.

También contó que otras veces, lo observó mientras lentamente calmaba su sed en la orilla de una laguna… [25]

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El cauquén…

Versión 1: entre las tribus yámanas.

Entre algunas tribus yámanas se repetía una original historia, referida a unas malintencionadas mujeres que pintaban su cuerpo, usaban máscaras y aparecían todas juntas bailando danzas macabras para atemorizar a los jóvenes y niños.  Los ancianos enseguida interpretaron esas apariciones y así fue como invocaron a sus dioses para que tuvieran un escarmiento.  Lem -el Sol- escuchó sus conversaciones mientras se sacaban la pintura y como tenía el propósito de contribuir una vez más a la armonía entre los hombres del sur, les advirtió que estaban obrando mal y que no volvieran al campamento.

Cuando algunas dijeron que seguirían con sus tenebrosos planes, Lem les anticipó que si no obedecían tendrían ellas también su venganza.  Estaban bañándose en la laguna cuando sintieron un extraño estremecimiento y se convirtieron en cauquenes.

Es probable que tales hechos hayan sido la causa de sus inevitables migraciones anuales, la reiteración de un esfuerzo indispensable para seguir viviendo. Sólo son agresivos durante los períodos de celo e incubación.  En el momento prenupcial los machos rondan cerca de una o varias hembras que repiten un poco armonioso cuac como respuesta al silbido de sus festejantes.

Los cauquenes integran grandes grupos de aproximadamente treinta o cuarenta ejemplares y están alertas al vuelo de las gaviotas cocineras porque suelen rapiñar sus huevos y pichones.

Mitad ciencia, mitad leyenda, desde la literatura estos relatos sirven para que los hombres se comuniquen, lean, interpreten, imaginen, comparen y vuelvan a decir, leer… como en el cuento de la Buena Pipa.

Versión 2: entre los onas.

En la isla de Tierra del Fuego contaban algunos ancianos que sus abuelos les habían enseñado que Kokpomech era un ser poderoso que en realidad, en un principio fue considerado como el mismo Sur.

Para distintos usos, Kokpomech inventó diferentes tipos de flechas, colocándoles afiladas puntas de piedra.  Buscó fibras vegetales resistentes y armó un arco.  Eligió dos pesadas piedras, las desgastó en la parte más ancha y las unió con una cuerda para así poder bolear algunos animales.  Era un excelente cazador y como sabía que no había que matar por matar, repartía sus presas con generosidad.

En la tribu era respetado porque hablaba poco, cantaba todos los días y nunca pedía que le ayudaran a resolver sus problemas.  Durante las cacerías aprovechaba para juntar hierbas medicinales y sabía cómo usarlas con buenos resultados.

Estaba tomando uno de esos brebajes cuando vinieron a buscarlo los cauquenes.   Fue entonces cuando les explicó a esos jóvenes cómo preparaba algunos remedios y desde ese momento lo llamaron shamán, es decir: médico.

Versión 3: entre los cauquenes.

Entre los aborígenes del sur americano, los cauquenes eran admirados por su solidaridad porque habían rescatado al mítico héroe Elal cuando era recién nacido y su padre, intentaba matarlo porque temía que cuando fuera grande tuviera más poderes que él.

Aquella extraña historia que empezó en una noche de luna nueva, era repetida por las abuelas de la tribu.  Contaban que cuando el padre sacó del vientre al débil Elal, apareció Terrwerr -la abuela- y después de morder en el pie al malvado padre, lo raptó y lo escondió en una cueva, siguiendo la costumbre de los tucu-tucos.

Con la ayuda de los cauquenes, la anciana logró trasladarlo a una isla y fue allí donde soportó un prolongado letargo debido al maleficio de un envidioso brujo.  Convocado otro hechicero, logró que se despertara.  La reacción de la abuela fue sorprenderte y más aún cuando insistió en que quería casarse con Elal, quien perdió su habitual serenidad y le pegó con un palo aplastándole la nariz.

Más allá -o más acá…- de esa leyenda, todavía los cauquenes siguen siendo un ejemplo de solidaridad porque cuando realizan las migraciones anuales, avanzan en bandadas en forma de “V” y los que van en los primeros lugares se turnan debido a que es mayor el esfuerzo que tienen que hacer para cortar el aire. [26]

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El caracolero y los chorotes…

Los chorotes habitaban cerca de los bosques chaqueños.  Llamaban Okinawo al gavilán, y lo consideraban un ser superior porque después de un conflicto con algunos hombres, había podido crear distintos animales.  Se encontraron un día con algunos guaraníes y cuando vieron al ave revolotear cerca, empezaron a contar antiguas historias.

El joven chorote dijo que varios hombres habían querido atacar a un gavilán y para defenderse, su dios lo transformó y le dio más fuerza en ese momento.  Así fue como Okinawo apresó a sus enemigos, los ató con fibras de caraguatá y enseguida hizo una fogata sobre un pozo cubierto.  Uno a uno los fue arrojando pero cuando regresó al día siguiente, de esas cenizas renacieron otros animales: un tapir, un oso hormiguero, un gato montés…

Sabía su compañero guaraní -emparentado con los tupíes que habitaban más allá del Iguazú- otras historias.  Contó que en un principio los gavilanes eran todos iguales pero sucedió algo que produjo cambios inmediatos.  Una envidiosa tortuga, muy agresiva -tanto como la que acostumbraba a ponerse en el medio del camino sobre un pozo, para que tropezaran y se cayeran-, observaba cómo revoloteaba el gavilán.  Ella no podía volar y envidiosa, sentía cada día más sufrimiento hasta que decidió matarlo.  Esperó que bajara hasta el lugar más desnivelado, avanzó silenciosa y se tiró encima, aplastándolo.  No le fue tan mal a ella, porque cayó parada y pudo escaparse.

Algunos pichones ya empezaban a volar y cuando vieron al padre muerto, preguntaron a las cotorras quién podría había sido el asesino.  Las cotorras opinaban y opinaban hasta que pasó la tortuga muy tranquila.  Cuando el pichón la vio, no dudó.  Ningún ave lo pudo aplastar tanto y enseguida pensó que lo había matado la tortuga.

Como suele suceder entre los más pequeños, para confirmar su sospecha se acercó a los tortuguitos, pero cuando la madre se dio cuenta los separó y les prohibió que salieran.

El pichón comprendió que todavía tenía que crecer para poder defenderse mejor y tuvo paciencia.  Se alimentaba, cuidaba a sus hermanos, los fue orientando para que comieran siempre en el mismo lugar y una tarde, cuando tuvo suficiente fuerza, se prendió con el pico de la cabeza de la tortuga y la hizo caer donde habían instalado su comedero.

Esta vez los dioses buenos abandonaron a la tortuga porque cayó patas arriba, no se pudo levantar y en pocos minutos, junto a los gavilanes llegaron algunos cuervos y en minutos no solo la mataron, la devoraron…

Desde ese momento, dicen que por las manchas de sangre se distinguieron todos los de esa familia, ya que los picos se pusieron negros y también cambiaron el color de algunas plumas y las patas..

Una vez más la venganza creó mayores dificultades, porque los otros gavilanes al tener distinto aspecto los consideraron de otra familia, no confiaron en ellos y cuando se acercaban demasiado, los atacaban.

Estas acciones provocaron una reacción.  Los gavilanes de plumaje oscuro empezaron a ser más lentos en sus desplazamientos y desde aquella salvaje merienda, prefirieron seguir volando en bandadas pero alimentarse preferentemente con caracoles; nunca más una tortuguita…  antes de volar hacia los dormideros…  [27]

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El churrinche…

Estos pájaros son nombrados vulgarmente Bola de fuego, Carbón de Fuego, Fueguero, teniendo en cuenta el color del plumaje que en el macho es rojo fuego en el copete, cuello, pecho y vientre con algunas bandas pardo-negras que cubre los ojos y se extiende sobre la parte posterior del cuelo, las alas y la cola.  La hembra es blanquecina en el vientre, con estrías grises en el pecho y gris-ceniciento en el resto del cuerpo y en la cola.  Después de las posturas y cuando los pichones de la segunda nidada están en condiciones de emigrar, parten en bandadas y buscan tierras más cálidas hacia el norte.  Abarcan la zona norte hasta el Río Negro y en la época fría, llegan hasta Paraguay y Bolivia.

Versión 1: Tehuelches…

Los churrinches huyen de las altas temperaturas al llegar la primavera.  Emigran desde el norte continental hacia el centro del territorio argentino y suelen llegar hasta las llanuras pampeanas y rionegrinas; también habitan en otros continentes.

Lo delata el característico churruitchurruit… emitido al alba y su actividad crece hacia el mediodía.  La mirada del hombre busca esa alada brasita de fuego que atrapa al vuelo distintos insectos para su ineludible dieta.  Inicia el cortejo ofreciendo alimento a la hembra, mientras agita levemente las alas.  Después elige una horqueta segura y allí repite su despliegue de energía con movimiento de alas y un canto con notas más prolongadas, hasta que logra otra aproximación de la hembra.  Luego será ella la laboriosa buscadora de ramitas, plumas y telas de araña para ir construyendo el suave nido.

Entre las abuelas tehuelches se repetían interesantes relatos y algunas leyendas.

Decían que el color rojo de este pájaro se originó en un hecho extraño.

Elal fue salvado de la violencia de su padre, un gigante malvado que intentó matarlo porque temía que su hijo le quitara el poder.  Intervino para esa salvación su abuela, que misteriosamente era un tucu-tuco, que algunos nombran tucu-tucus.

La anciana mientras estaba organizando la huida con su nieto, le pidió a un ave grisácea que empezara a cantar para distraer a los habitantes de ese lugar.  El impulsivo gigante, molesto por ese bullicio le arrojó con fuerza una espina al pájaro cantor.  Quedaron ensangrentadas sus plumas y desde entonces, siguen siendo rojas las que le cubren la cabeza y la parte inferior del cuerpo.  Por eso, se suele comentar  que el plumaje del churrinche, luce el distintivo rojo merecido por su audaz participación en defensa de Elal, el Héroe Superior.  [28]

Versión 2: entre los gauchos…

En algunos fogones de antiguas estancias bonaerenses, se ha originado otra leyenda.

En una templada tarde de primavera, un ave de negro plumaje saltaba de rama en rama.  No era un tordo, era el Demonio y estaba dispuesto a ejecutar su siniestro plan.  Se acercó a una calandria y le preguntó cuál era el pájaro más hermoso en ese lugar.

La calandria señaló con el pico en dirección al churrinche que estaba cantando sobre un chañar.  El ave negra con envidia, se propuso eliminarlo.  Se acercó, le clavó una espina en el pecho pero no logró matarlo porque Dios hizo que la herida cicatrizara enseguida.  Quedaron sus plumas teñidas y desde entonces, todos los churrinches lucen un bello plumaje rojo como huella de aquella agresión del demonio y como evidente señal de energía, tanto por su vuelo como por su canto, sutiles impulsos que perduran de generación en generación.  [29]

Versión 3: entre parroquianos….

Entre la gente de buena memoria -como se suele decir-, es posible conocer mitos y leyendas acerca de animales y vegetales, de hombres y de míticos héroes.

Así se ha difundido un relato que alude a los sucesos ocurridos cerca de un boliche.

Como se ha destacado desde los primeros tiempos, el Espíritu Maligno -Demonio, Diablo- está alerta para cumplir con su plan de persecución y destrucción.  Se sigue comentando que una vez, usó su poder en un tranquilo pueblito argentino y puso en marcha un despacho de bebidas, que después sirvió como lugar de encuentro de algunos hombres y mujeres.  Un poco por la alegría de poder hablar y escuchar música, otro poco por el placer de bailar y de marearse con el alcohol, era frecuente que a la medianoche hicieran tanto bochinche que ni los pájaros podían dormir.  Al regresar a las casas -ebrios y cansados-, continuaban el bullicio conversando en voz alta; reiterando amenazas o desafíos a punta de cuchillos que alguna vez, terminaron ensangrentados.

Como suele suceder, quienes no participaban en ese alboroto reaccionaron porque día a día, con tales hábitos se estaba transformando la vida en el pueblo.  Enterado un cura, colaboró en el propósito de otros vecinos y organizaron una peregrinación hasta el boliche para convencer a los parroquianos acerca de la necesidad de abandonar los vicios.  Salieron al atardecer y cuando estaban por llegar instalaron un campamento, ataron los caballos y encendieron una fogata para que les sirviera como referencia.  El Diablo una vez más con astucia logró informarse, después soltó los caballos y apagó el fuego para desorientarlos.

En sus nidos estaban algunos pájaros, entre ellos el hábil churrinche que acostumbraba a cazar en el aire y a llevar sus presas en el pico.  El solidario pajarito enseguida decidió ayudar a los habitantes del pueblo.  Escondió una chispa entre su plumaje grisáceo; empezó a revolotear sobre los caballos y enseguida parecía ser una pequeña antorcha.

Es probable que haya soportado dolor al quemarse, pero había cumplido con su propósito de iluminar el lugar y así lograr que los hombres regresaran al campamento siguiendo sus señales.

Desde entonces, como emblema de su fortaleza luce sobre la cabeza y en la parte inferior de su cuerpo, un plumaje rojo similar al de las brasas que aquella vez, había apagado el malvado Diablo…

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El cisne de cuello negro…

Versión 1: entre los tehuelches.

En América del Sur es posible ver pasar una bandada de seis o siete cisnes de cuello negro, insinuando en el aire un triángulo a medida que avanzan.  Es admirable la belleza de ese vuelo y el sonido característico que producen los movimientos de las alas mientras realizan esas migraciones.  Cuando están llegando a la laguna donde descansarán, como si fuera el tren de aterrizaje de un avión, bajan las patas que en ese momento le sirven como frenos y las apoyan levemente sobre el oleaje.  Para nadar primero levantan las patas con la membrana interdigital plegada y los dedos encogidos e inmediatamente los abren y despliegan la membrana dirigiendo las patas hacia atrás.  Son unos remos eficaces pero cuando tienen que avanzar sobre la tierra, sus movimientos son torpes aún cuando carretean antes de levantar vuelo, también como hacen los aviones.

Se ha comprobado que los aborígenes eran muy observadores y en consecuencia, ellos sabían que los cisnes de cuello negro inician el cortejo acercándose el macho a la hembra, rozando el suave plumaje y aproximándose cada vez más hasta que unen los pechos, entrelazan los cuellos y después, avanzan hacia el agua porque es allí donde repiten esa ceremonia que culmina en la cópula.  Después, cada uno acomoda con esmero su blanco plumaje y buscan un lugar protegido para construir el nido.  Puestos los huevos, ambos cuidarán en distintos turnos para evitar que las aves de rapiña los devoren.

Al sacudir las alas y producir una serie de ruidos y cabezazos, los machos avisan que hay peligro para que estén alertas sus pichones.

Hay que tener en cuenta que los hombres han sido sus más perseverantes enemigos porque suelen comercializarlos vivos en los mercados de aves exóticas.

Entre los tehuelches era un ave admirada porque decían que había ayudado a la salvación de Elal -”El Hijo”-, considerado un mítico héroe que los protegía de sus enemigos.  Contaban los abuelos que en una isla situada en el Atlántico sur, vivía Nóshtej, un gigante maligno que había secuestrado a una mujer-nube.  Cuando se enteraron las hermanas decidieron vengarse del siniestro personaje y produjeron una lluvia destructiva con fuerte granizada.  Hasta Kóoch -el Ser creador- se angustió por las consecuencias de esa tormenta y prometió a las mujeres que si cesaba de llover y si la hermana estaba embarazada, nacería un hijo que tendría más poder que su padre.  Como suele suceder, el futuro padre se enteró del acuerdo con el Creador y decidió arrancar el niño de las entrañas de la madre porque no estaba dispuesto a tolerar que su hijo fuera superior.  Así procedió; dejó a la débil creatura entre unas hierbas para que se oreara y estaba pensando en despedazar a la mujer para comerla, cuando apareció la abuela con el propósito de rescatar a Elal.  En ese momento, tenía la apariencia de un tucu-tuco y todas las aves del lugar la apoyaban con su canto para que el cruel padre no advirtiera los preparativos para salvar al nieto.   Se ha dicho que fue Kóokne -o Kúkn, el cisne- el encargado de trasladarlo hasta la orilla continental.  Entre los tehuelches, resultó evidente la admiración hacia el cisne de cuello negro, más que por su estética por esa actitud solidaria en una circunstancia tan conflictiva y por el valor demostrado al desafiar al temible gigante.

Por tanta admiración, estaba prohibido cazarlos…  [30]

Versión 2: también entre tehuelches…

Contaban los tehuelches que Elal cuando su padre intentó matarlo, fue salvado por su abuela y que colaboró un cisne de cuello negro para trasladarlo desde la isla hasta el territorio continental.  Tiempo después, los onas comentaban que Elal, era realmente un héroe porque derrotaba a poderosos enemigos.  Cuando pretendió casarse con la hija del Sol le pidió a un  cisne que lo llevara volando para poder dialogar con él.  Dicen que así sucedió, de modo que el ave parecía un veloz avión con un original tren de aterrizaje, porque tenía la forma de un par de patas palmípedas.  Siguiendo aquellos relatos, los viajeros se dirigieron hacia el Naciente y cuando el cisne se cansaba, el poderoso Elal creaba enseguida una isla para que pudieran aterrizar.  Si así fue, al mirar un mapa del continente americano se podrá observar la cantidad de pequeñas islas que todavía se ven sobre la plataforma continental argentina en el extremo sur.

Por eso es interesante sugerir, que entre mitos y leyendas… está la historia de la Historia y parece ser, que también aparece una parte de la asombrosa Geografía…

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Chorlos…

Versión 1: de los tehuelches…

Sobre la húmeda arena de las playas que bordean lagos y lagunas o cerca de algún bañado, se advierten las huellas de algunas aves, generalmente chorlos, chorlitos y playeros mientras el grito de algún tero suele sorprender al caminante.

Estas aves suelen emigrar y así fue como los tehuelches contaban que cuando Elal nació en una isla ubicada en el Atlántico sur, fue salvado por Kíus, un chorlo que era el único que sabía donde estaba aquella tierra cubierta por nieve donde podrían esconderlo sin que hasta ahí llegara el violento padre que intentaba devorarlo.

Algunos creían que por eso se vengó el maligno gigante y con su poder logró que en la Patagonia se sintiera mucho frío y que las nevadas obligaran a las personas a limitar sus actividades.

Lo evidente es que esta leyenda -y todas las que se han repetido acerca de la salvación de Elal- son coherentes con la teoría del rumor, porque aparece un ave que salva al mítico héroe pero mientras unos dicen que fue un cisne de cuello negro, otros reiteran que fue un hábil chorlo…  y así de voz en voz van cambiando las escenas y los personajes.

Lo interesante es que entre mitos y leyendas, entre hombres y creencias se va construyendo la historia de la Historia. [31]

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La chuña entre los matacos…

En las leyendas es frecuente que las personas tengan características similares a las de otros animales y se suele reiterar que los dioses han premiado o castigado a los hombres y a las mujeres convirtiéndolos en aves o en mamíferos, o en crustáceos… según las circunstancias.

Se ha dicho que un día, Itoj Pajlá -el dueño del fuego- estaba muy enojado por las burlas de un hornero y decidió incendiar ese vasto territorio.  Tus era un buen hombre, antiguo habitante de ese lugar. Huyó a caballo y se refugió cerca del mar.  Desde allí observaba la densa humareda y después de una lluvia torrencial se apagó todo el fuego.

Tus volvió a su lugar y sólo encontró troncos carbonizados y cenizas.

Estaba anocheciendo y un murmullo extraño lo obligó a mirar a su alrededor.  Nada ni nadie descubrió.  Sin embargo, otra vez percibió rumores y comprendió que era la voz de la tierra.  Pensó que podrían ser los sonidos de algunos animales que viviendo en cuevas subterráneas habían estado un poco protegidas y que querían salir y no podían porque el terreno todavía estaba con temperatura alta.  En vano intentó encontrar algún hierro o un trozo de madera dura para golpear allí; tuvo que saltar varias veces en el mismo sitio y como se habían formado algunos charcos, dicen que por ese lugar pudieron salir algunas especies que repoblaron la tierra.

Desde aquel momento, por su noble actitud Tus se convirtió en una chuña, flaca y de patas largas, compañera del hombre aun de  noche, porque es vigilante guardiana desde las ramas de algún árbol o arbusto, sobre algún techo…  [32]

Versión 2: toba..

…Es posible que así sea desde el principio de la historia de la humanidad: las mujeres bellas suelen ser pretendidas por varios hombres.  Sucedió así entre los hombres de una tribu toba y en vano los jóvenes le hacían regalos a la hija del cacique, porque ella no los tenía en cuenta.  También entre esos grupos, se reiteraban relatos y misteriosamente los personajes tanto eran hombres como mujeres, y de pronto aparecían como animales o plantas.  Como sucede todavía durante los diálogos en distintos programas de televisión, en aquellos tiempos también trabajaban los hechiceros y con magia prometían lograr entendimientos amorosos.

Desde aquellas épocas, todavía hay audaces brujos que se atreven a entregar brebajes, polvillos o jaleas con variadas sustancias, para que sean bebidos por las personas que quieren conquistar.  Fue así como la curiosidad de la jovencita tan amada le tendió una trampa, porque habían dejado en la puerta un extraño huevecillo -parecido a un pisingallo maduro- y ella decidió probarlo.  Al mes siguiente la joven sintió náuseas y cuando la revisó la curandera comprobó que estaba embarazada.  Aunque ella insistía en su virginidad y así lo comprobaron, a medida que cambian las lunas iba creciendo su vientre.  Tras la novena luna nació un varón que creció sano y empezó a caminar a los nueve meses.  Su abuelo, uno de los ancianos de la tribu organizó una fiesta y aconsejado por el hechicero dispuso que se pusieran en fila todos los jóvenes de modo que el niño señalara a quien era su padre y la familia autorizaría el casamiento. La mujer era tan bella que todos estaban rogando a sus dioses que el niño los eligiera.  Apenas fue señalado uno de ellos, los otros reaccionaron con violencia.  Se enojó el Espíritu Supremo con quienes se estaban peleando y los convirtió en aves: al elegido lo transformó en una chuña y a sus ocasionales adversarios en pato, flamenco, jote, cigüeña y garza.  La chuña impresionaba con su mirada potente; sobre los ojos tenía unas plumas que parecían arqueadas pestañas y sobre el vigoroso pico un llamativo penacho blanco terminado en tonos grisáceos. Por su naturaleza, con el pico podía atacar a las serpientes y a pequeños roedores, sacudirlos sobre la tierra hasta matarlos.  Así fue como logró enfrentar a las otras aves: mató al pato, hizo que el flamenco golpeara la cabeza contra una piedra y el pico le quedó aplastado; repitió la experiencia con el jote y perdió el cuero cabelludo, quedó ensangrentado; a la cigüeña le acható la cabeza, y a la garza la revolcó tanto que quedó toda blanca; parecía un fantasma corriendo tras los vencidos, que huían entre bajos matorrales.

Terminada la batalla, la chuña estaba temblando y sentía frío porque había consumido demasiado energía.  Se acercó a una fogata, allí estuvo parada un rato.  Se alejó hacia el monte y volvió varios días después cuando ya estaban reunidos los ancianos de la tribu.  Se transformó otra vez en el joven padre.  El niño lo abrazó y juntos fueron a buscar a la madre y a otros familiares.

Tiempo después, encontraron los pichones de chuña en el lugar donde también habían sido incubados los huevos de las otras aves y así se fue poblando esa zona.

Siguieron siendo un misterio esos nacimientos -como tantos otros en la historia de la humanidad-, porque en aquellos tiempos todo era muy rudimentario; no existía la fertilización in vitro ni la inseminación; tampoco se podía establecer la identidad mediante un ADN que revela con precisión la genética de cada ser…

Por eso estas leyendas también pueden generar interesantes historias…

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La cigüeña…

Es probable que la leyenda más difundida acerca de la cigüeña sea la que se ha transmitido de generación en generación, en la mayoría de las familias cuando se aproximaba el momento del nacimiento de los hijos.

Era tal la imaginación, que casi todas las cigueñas partían sólo desde París aunque hubiera ejemplares vigorosos en Ávila -España- y en tantos lugares del planeta Tierra.

La influencia de la comercialización también resultó evidente en los abuelos y padres hasta las últimas décadas del siglo XX, porque como si fuera una actitud meritoria, hablaban de comprar hermanitas o hermanitos como si se tratara de importar perfumes, ya que las lociones y los extractos franceses todavía siguen siendo los más preferidos.

En este tercer milenio, pocos son los niños que todavía escuchan esas leyendas o quienes están pendientes de los brotes de semillitas, salvo las del germinador -de porotos u otras legumbres- que aún parece ser irreemplazable, en las experiencias de aprendizaje desde el jardín de infantes hasta la adolescencia, compitiendo con la computadora y el televisor…

Versión 1: entre los matacos…

Los matacos -como la mayoría de los aborígenes- eran personas muy observadoras y solían reunirse para dialogar sobre sus experiencias o para contar fantásticas historias.  En cualquier ambiente natural es posible observar el comportamiento de las aves y de distintos animales.  Entre los de la misma especie, el canto armonioso se convierte en severa advertencia cuando se trata de defender un territorio o de competir por una hembra.

Contaban las abuelas matacas que en un espacio despejado del monte,  cerca de una enorme laguna que algunos nombraban El Cristal encontraron una cigüeña y al rato, vieron a Tokuaj que se acercaba y la mirada de un lado y del otro.  La zancuda estaba parada en una sola pata y Tokuaj imaginó que se le habría quebrado.  Curioso como era, le preguntó qué le pasó con la otra pata y el ave, le respondió que se la cortó pero que seguramente iba a volver a aparecer si salta una y otra vez, apoyándose con firmeza en el suelo. Tokuaj le propuso que saltara para comprobar si realmente aparecía la otra pata.  La cigüeña movió el cuello hacia el este y el oeste vio que estaban solos y rápido saltó dos veces, en la tercera ya se apoyó con las dos patas.   Tokuaj que delgado, muy delgado y era demasiado curioso.  Le pidió que con su fuerte pico le cortara una pierna para ver si después, saltando y saltando lograba que le creciera…  Sintió dolor pero no se quejó y cuando se quiso parar sólo pudo rodar.   La cigüeña voló, voló, voló… y una enorme araña se acercó.

Dicen que con le cubrió la herida con su tela y que así logró que se curara…

Dicen también, que Tokuaj siguió recorriendo caminos con una sola pierna y ha de ser así, porque la Tacuarita que en el siglo XX vivió con sus pajaritos en Santa Fe de la Vera Cruz, “corazón legal de la República” -como dice el Patriarca de los Pájaros-, conoció a un joven que se bañaba en la laguna del Parque del Sur -en el Club Náutico- y avanzaba a los saltos, apoyando su único pie…

Será difícil saber cómo se sentía Tokuaj, pero lo que es verdad es que ese joven que solía sentarse cerca del monumento a “el Tiburón del Quillá”, sonreía, sonreía… y nadaba, nadaba, nadaba.

La Tacuarita no miente y sobrevive en el siglo veintiuno.  Emocionada, dice que ese joven no era un personaje, era una persona ¡admirable!…   [33]

(Lo destaca porque abundan los simuladores, los asaltantes, los secuestradores y los ambiciosos que también andan a los saltos…)

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El flamenco…

Versión 1: entre los matacos.

Hombres y mujeres que convivieron con los matacos cuentan que hubo una guerra entre las aves que habitaban el territorio chaqueño.

Como suele suceder, se aliaron quienes se sentían con mayores afinidades: las chuñas y los caranchos para desafiar a los cuervos y a los flamencos.

Un coro de cotorras y pirinchos alentaba a los cuervos y algunas garzas descendieron hacia la laguna para animar a los flamencos.  De poco sirvieron esas actitudes solidarias porque los cuervos terminaron con la cabeza desplumada y los flamencos con las patas despellejadas.

Así es como se los sigue viendo y quienes conozcan esa historia podrán comprender las desastrosas e irreparables consecuencias originadas por la intolerancia y las absurdas guerras… Ya en el siglo veinte, en las pantallas de los televisores se han reproducido espantosas imágenes de heridos y mutilados no sólo en las guerras -donde los enemigos se pueden identificar-, sino en los atentados terroristas donde enormes edificios se derrumban con potentes explosivos portados por suicidas o colocados en un vehículo automotor…

Versión 2: también entre matacos…

Es evidente que los animales a partir de sus actitudes obtienen cierta fama: los hombres y las mujeres por sus virtudes o sus excesivos defectos; el resto de los animales según diversas circunstancias: por participar en alguna película, porque lo admiran en el zoológico… .

Cuentan que las chuñas son muy belicosas y se han reiterado las leyendas sobre algunas de sus batallas.  Dicen que contaban las abuelas matacas, que la chuña existe desde que un valiente guerrero, por un maleficio  quedó convertido en ave.  Por eso es que logra vencer uno a uno, a la mayoría de sus adversarios.

Algunos relatos fantásticos destacan que la chuña se armaba con una macana o una honda, según fuera conveniente en distintas circunstancias.  En una batalla contra un flamenco dicen que con un garrotazo aplastó definitivamente su pico y que la sangre que manó en ese momento, tiñó las blancas plumas que desde entonces son rosadas.

Al leer, pareciera que algunas leyendas fueran historias, así como hay historias que son mitos o leyendas y otras que son puro verso o puro cuento.

En este caso, sea leyenda, historia o cuento, hay algo que es necesario tener en cuenta:  el flamenco al participar en una pelea arriesgó la pérdida de una admirada cualidad, que hasta entonces estaba representada en la pureza del blanco de su plumaje…

Versión 3: entre tehuelches…

Cuentan los hombres del sur que Elal, era considerado como un héroe superior y si necesitaba alejarse de su malvado padre, tenía como aliado al flamenco.

En determinado momento, Kápenke -el flamenco- no recibió a tiempo el mensaje de su protegido -el piche- y Elal tuvo que huir ayudado por un cisne.  Cuando se enteró de lo sucedido, el flamenco se puso muy triste y voló al encuentro de su amigo.  Se encontraron al atardecer y el generoso Elal para consolarlo le tiñó las plumas blancas con el mismo color que se observaba en el horizonte si se miraba hacia el oeste.

Desde ese momento, los tehuelches han observado que ningún animal carroñero profana el cuerpo de los cisnes o de los flamencos y entre aquellos hombres evitan matarlos,  porque al ser considerados como símbolo de la fidelidad, creen que quien lo haga tendrá que afrontar alguna desgracia.  [34]

(Otra versión de esta leyenda ha sido publicada en El Litoral de Santa Fe de la Vera Cruz, en las páginas de Vida agreste por la escritora Zunilda Ceresole de Espinaco.

En aquella leyenda tehuelche, se lee que “el malvado gigante Kapenke quiso matar a Elal, su hijo…”, que el “piche” tenía que avisarle al flamenco que lo salvara pero llegó tarde porque  “dio un largo rodeo temeroso de encontrarse con Kapenke y ser devorado por él”.

Concluye ese relato comentando que: “Cuando se enteró de lo ocurrido, el flamenco entristeció profundamente por no haber podido ayudar al niño a quien tanto amaba.  Elal, compadecido y queriendo premiar su lealtad, tiñó sus plumas  blancas con el color rosado del amanecer…”)

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Las golondrinas… (guaraníes-pampa bonaerense y en España)

De las setenta y cinco especies que componen esa familia, apenas catorce habitan en el territorio argentino.  Se las reconoce con distintos nombres y entre ellas, la golondrina negra, la de iglesias y la barranquera se encuentran en todo el país, excepto en los bosques y montes porque prefieren los sitios abiertos cercanos a ríos y lagunas o a bajos peñascos.  Como sucede con otras aves, son torpes para desplazarse sobre la tierra porque tienen débiles las patas.  Prefieren posarse en altas y finas ramas y como son insectívoras, desde allí observan a las moscas, mosquitos, libélulas, hormigas voladoras desechando a los insectos que tienen aguijones ponzoñosos.  Son activas cazadoras y se alimentan exclusivamente con insectos que cazan y comen durante el vuelo.  En esos momentos realizan giros como si estuvieran dibujando arabescos en el aire, avanzan en línea recta; rozan la superficie del terreno y se elevan aceleradamente.

Como suele suceder entre los hombres, prefieren procrear en Estados Unidos: las golondrinas común, de iglesias, roquera y zapador que invernan en la Argentina.  Es interesante la construcción de los nidos: las tres especies recogen barro de cualquier charco cercano y lo amasan con saliva hasta formar bolitas que superponen hasta lograr un cuenco de veinte centímetros de ancho y diez de profundidad, que cubren con hierbas y suaves plumas.

Como estas aves realizan dos viajes anuales, en otoño se trasladan hacia lugares con clima más benigno asegurándose también suficiente alimentación y en primavera, regresan a sus lugares de reproducción y cría.  Así es como en el sur del continente americano, cuando se aproxima la primavera llegan las primeras bandadas de golondrinas procedentes del hemisferio norte.  Viajan algunas en pareja y los ejemplares de menos de un año, predispuestos para el cortejo que en este caso realizan las hembras, mientras el macho convocante permanece acurrucado en un limitado espacio de la colonia.  Cuando se acercan las hembras las estimula a todas hasta que inicia un vuelo y ellas lo siguen, se pelean en el aire y concluye la ceremonia cuando la pareja se posa en el mismo lugar y juntos empiezan a cantar.  Días después es evidente el propósito de reproducirse y algunas preferirán ocupar nidos abandonados -generalmente de horneros- o quizás habiten en los huecos de altos árboles.

Las golondrinas generaron algunos mitos entre los pobladores aborígenes y después, siguieron inspirando a narradores y a poetas.  Los onas fueguinos hacían unos brazaletes con cinco o seis plumas de estas aves y lo usaban como amuleto en el antebrazo porque decían que lograban más rapidez en cualquier competencia.  Los mapuches siendo personas de movimientos lentos no apreciaban tanto a la golondrina -pilmaikeñ- porque la veían demasiado inquieta durante la mayor parte del día.

Versión 1: entre los guaraníes…

Los guaraníes han contado que los hombres hace cientos de años, tuvieron que soportar lluvias prolongadas y después de ese Diluvio desaparecieron casi todos los animales y algunas plantas.  Entre los hombres, pudo salvarse uno que nombraban Mbiyuí pero después misteriosamente se convirtió en una golondrina y por eso los aborígenes reconocen con ese nombre a las ágiles y resistentes avecillas que todavía siguen sorprendiendo a distintas poblaciones cuando reaparecen puntualmente en sus forzosas migraciones.

Versión 2: entre pampas bonaerenses…

Hasta la pampa bonaerense llegaban -y siguen llegando- todos los años, inquietas bandadas de golondrinas.  Los pobladores al observarlas distinguen diferentes hábitos según las distintas especies.

Contaban mientras tomaban mate alrededor de una fogata, que en un principio Dios decidió premiar al ave que recorriera el planeta Tierra y contara todo lo que hubiera visto.  Tentado por la recompensa, salió el entusiasta cuervo pero encontró un animal muerto y se detuvo para alimentarse.  En bandada partieron las golondrinas que no se detenían ni para comer porque sabían hacerlo mientras volaban, cazando mosquitos o moscas o cualquier otro insecto que no tuviera aguijón venenoso.  Sobrevolaron distintos países y pasaron varios meses antes de que regresaran, porque la Tierra tiene un diámetro muy extenso -el ecuatorial de 12.756.776 metros) como dicen los geógrafos.

Nuevamente en tierra argentina, Dios cumplió con su promesa y desde entonces tienen el don de reconocer los cambios de estación, de modo que cuando se aproxima el tiempo de los equinoccios -según la Real Academia de la Lengua Española cuando “los días son iguales a las noches en toda la Tierra, lo cual sucede anualmente del 20 al 21 de marzo y del 22 al 23 de septiembre”-, las golondrinas sienten que se aproxima el otoño y se agrupan sobre líneas telefónicas, antenas de televisión o cúpulas de iglesias y desde allí parten en enormes bandadas hacia lejanos espacios donde saben que comenzará la primavera y encontrarán el clima propicio para vivir y criar a los pichones…  [35]

Versión 3: entre abuelas españolas…

Entre los animales que emigran es posible hablar del hombre y de las golondrinas.

El territorio argentino es un lugar habitado por nativos e inmigrantes y también suelen llegar desde el norte sucesivas bandadas de golondrinas.

Desde el 27 de enero de 1856 empezaron a llegar personas de distintas nacionalidades hasta la llanura luminosa: unas poblaron la pampa gringa santafesina, otras fueron las familias de los reconocidos gauchos judíos instalados en Entre Ríos y así en distintas localidades, empezaron una vida diferente en un territorio para ellos también desconocido.

Contaban las católicas abuelas españolas a sus nietos argentinos, que el Niño Jesús jugaba un sábado -día de descanso-  con algunos compañeros y modelaban originales pajaritos de barro.  Pasó en ese momento un fariseo y les advirtió que no podían trabajar ese día y enojado intentó aplastar las pequeñas esculturas.  El Niño Dios reaccionó a tiempo y al tocar las figurillas logró que tuvieran vida y se alejaron volando.

Tiempo después, creció Jesús y como estaba escrito, padeció persecución y sufrió en el Calvario.  Se ha dicho que en aquellos momentos, cuando lastimaba su frente una corona de espinas, llegaron las golondrinas y una a una las fueron sacando.

Recordaban las abuelas que en otras regiones españolas se repetían distintas versiones. Los andaluces insistían con una leyenda similar pero destacaban que las golondrinas habían vivido siempre cerca del Niño  y que tanto lo amaron que en el monte del Calvario lograron que se recuperara su cuerpo porque con el pico fueron destruyendo los clavos que lo sujetaban al madero.

Lo innegable es que al comenzar el tercer milenio, todavía las inquietas golondrinas van y vienen de continente a continente y son admiradas por los hombres, que generalmente sin saberlo, son poetas…

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El huala entre los araucanos…

Como sucede en la mayoría de las familias, los mapuches tenían muchos hijos.

Una mañana de verano estaban los más jóvenes reunidos cerca de un hermoso lago -que algunos nombraban ¡Argentino!- y mientras sobaban algunas pieles comprobaron que una de las hijitas ya no estaba con ellos.

Una anciana dijo que la había visto caminar hacia las aguas. Ya era la hora de comer y fueron a buscarla pensando que estaría mirando algunas flores.  No la encontraron ahí y decidieron pedir ayuda al cacique.  Reunido con todos los abuelos les explicó lo sucedido y después de un breve diálogo, cuando ya estaban por decidir qué iban a hacer, escucharon una misteriosa voz anunciándoles que había sido robada por el dueño del Lago y que cuando se alejaron, la niña lloraba tanto que él decidió correr y así fue como tropezó con una piedra grande y la niña se cayó.

Ante esta revelación, todos se miraron y decidieron ir con los padres hasta ese lugar que ellos ya conocían, porque era una señal para orientarse de noche.  No la pudieron hallar pero nuevamente la misma voz les avisó por obra de uno de los dioses, la niña se había convertido en un ave zancuda que no puede nadar ni andar y lanza un grito lastimero…

Todos aceptaron el destino y cuando ven cerca una huala, ya no lloran, sonríen…

 

(Sabido es que sin lágrimas, en circunstancias desventuradas se suele ver… Ver… VER… “VEER”, como escribe nuestro amigo del alma Horario Rossi, en el último verso de su poema “de Harmonía”

¡Veeeamoos   los cinco primeros versos… “de la Arte”!   [36]

“Maravilloso es veer ah cómo todo canta…!”

“Escribir

a la hora del reposo,

al margen del cansancio

escribir como si fuera el modo mejor de mirar el tiempo

y  veer  la  vida.”)

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Lechuzas entre los araucanos…

Desde un principio tal como se lee en la Biblia, entre las pocas personas que estaban en el Paraíso Terrenal, hubo disputas por intereses.  Caín mató a su hermano Abel y después, cuando fueron más, empezaron a matarse entre hombres de diferentes clanes o tribus.  Cuentan que el cacique Nucuayaqui vivía con su hija Elcha, recomendándole que no hablara con los jóvenes hijos de sus enemigos.

Sucedió que la joven estaba enamorada del hijo de uno de esos caciques y al enterarse, le ordenó que se fuera lejos y que no volviera.  La hechicera también estaba enamorada del mismo joven y con el poder de los dioses del mal, logró convertirse en una lechuza.  Voló hasta las ramas de un ñiré -”nothofagus antarctica”- considerado árbol madre del coihue y allí esperó que llegaran los dos enamorados.

Elcha fue la primera en llegar y estaba muy cansada.  Se sentó sobre una roca y observó unas hermosas piedras.  Así la encontró su príncipe; levantó uno de los guijarros y le dijo que entre los mapuches, esa piedra verde nombrada curú-curá es el símbolo del matrimonio.  Los jóvenes decidieron bañarse en la laguna y el espíritu de la malvada bruja produjo otra transformación.  Elcha quedó convertida en una piedra y el viento le fue dando forma de mujer.  Dicen los hombres del valle cordillerano, que eso sucedió en la laguna ubicada en Los Molles, al sur de Mendoza y que con el tiempo esa mujer de piedra se desmoronó.

Desde entonces quienes se acercan a la precordillera de los Andes descubren también algunas formas que se asemejan a mujeres esculpidas en la roca y si conocen esa leyenda, intentan buscar en esos lugares alguna piedra verde como aquella que servía de amuleto para preservar la unión matrimonial. [37]

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El pingüino y los onas…

Entre los aborígenes contaban historias sobre grandes inundaciones y sucesivos cambios en los animales y vegetales, en un momento y como por arte de magia, transformándose en hombres o en seres fantasmales, muy poderosos.

Desde los primeros tiempos, los seres humanos han intentado interpretar el sentido de la vida y rudimentariamente algunos se han orientado sólo a la caza o a la pesca, otros han pretendido mandar y han generado sucesivos conflictos, tanto para ellos como para quienes estaban cerca.  En todos los tiempos, ha sido admirable observar cómo algunas personas llegaban a la vejez con lucidez, con capacidad para moverse, con entusiasmo para seguir diciendo: mañana voy a… y así, seguían con sus proyectos positivos.

Cuentan que así sucedía entre los onas, porque se sabe que cuando un abuelo o una abuela, había llegado a la vejez, un día se dormía… profundamente se dormía… y rejuvenecía al ser despertado por Kenos, el mítico intérprete de Temáukel, el Creador.

También sucedía que cuando alguien decía que estaba cansado -o cansada- de vivir, por propia voluntad podía transformarse en mar, nube, roca, mamífero, ave…

Nunca se supo en qué momento Kenos desapareció.

Como sucede ante la ausencia de cualquier persona que tiene que cumplir una misión, de inmediato se piensa en el reemplazante.  Así fue como Kwánip fue el encargado de mantener ese proceso vital, pero como sucedió en tiempos de Caín y Abel, al no querer que viviera su hermano, puso fin al ciclo.  [38]

Desde entonces, la muerte “es lo único que nos pertenece y ni siquiera sabemos en qué tiempo”…  [39]

Lo que parece tanto una leyenda… es leer que a fines del siglo XX también hay desaparecidos…  -muchos más de los que se cree que nunca más reaparecerán-; personas rejuvenecidas  -con cirugías estéticas, siliconas y colágeno-, humanos cansados de vivir… por falta de Fe, de Esperanza y de Caridad; reemplazante que asume funciones y apenas esboza su plan tiene que renunciar y así parece ser el ciclo inagotable de los cambios de nunca acabar, como si se estuviera contando el cuento de la buena pipa; o como si se jugara a Antón Pirulero –…y cada cual atiende su juego-  o a Martín Pescador de modo que cualquiera pasará, pasará, pero el último se quedará

Entre mitos y leyendas late el océano de la historia de la Historia,  “teniendo tantas cosas escondidas”… como dijera hace tiempo, en la línea de un poema que en este instante se transformó en ausencia y lágrima.)  [40]

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El pirincho entre los mocovíes…

Las abuelas han repetido de generación en generación, una sorprendente historia.

Las mujeres de un próspero pueblo, encargaban la confección de sus vestidos a una hábil costurera. En distintas oportunidades, varias amigas compartieron sus dudas. Les parecía que era excesiva la cantidad de tela que entregaban para cada prenda y poco a poco, el rumor llegó a los oídos de la hechicera.  Empezó a tramar una venganza; se trasladó hasta el taller de la costurera y le propuso que le hiciera un vestido amarillo.

Como era su costumbre, la mujer le pidió más tela que la necesaria.  Semanas después, la modista salió con una amplia capa hecha con ese género, sin imaginarse que eran muchas las personas que ya estaban tras los rastros de su deshonesta ambición.  Tampoco pensó que se podría encontrar con la astuta hechicera, quien apenas la vio vestida con la misma tela que ella había comprado, decidió completar su plan.  La siguió hasta que llegaron al jardín de su casa y usó sus poderes para convertirla en inquietos pájaros.

Así empezaron a revolotear los perezosos pirinchos hasta que se posaron en las ramas altas de los árboles cercanos. Algunas plumas amarillas y una larga cola, los distinguía de las especies conocidas hasta ese momento.  Era inconfundible el alboroto que hacían para comunicarse.

Así, la hechicera logró llamar la atención sobre dos hechos al mismo tiempo: destacó lo maligno de apropiarse de lo ajeno al convertirla en un pájaro de rapiña -ya que usa nidos ajenos-  y por el alboroto que hacen cuando se juntan varios pirinchos, señaló también los alborotos que se originan cuando voces femeninas o masculinas empiezan a murmurar, casi al unísono…  [41]

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La torcaza…

Versión 1: entre los guaraníes..

En la familia de las palomas, es característico un zureo melancólico.  El movimiento de las alas durante el vuelo bajo de las bandadas, provoca algo parecido a un extraño murmullo.

Entre los guaraníes se difundió una leyenda:  Dios había terminado con su Creación cuando ordenó a una paloma torcaz que observara qué sucedía en la Tierra y en aquel tiempo, comprobó la belleza del paisaje y la alegría de todas las personas.  Le agradó ver que todos vivían felices y cuando le contó a Dios su experiencia, él le dijo que la Creación todavía estaba imperfecta.  Nuevamente la torcaza obedeció otro mandato divino y miró con atención qué sucedía entre los hombres.  Encontró a dos grupos peleándose y al acercarse más, tiñó sus patas con sangre y enseguida voló para dialogar nuevamente con Dios.  Él le recordó que la Tierra todavía estaba imperfecta y que cuando encontrara a los hombres en armonía, era porque “esos” todavía no habían tenido oportunidad de conocer  los males, tampoco eran demasiado ambiciosos por los bienes.

La torcaza cumplió otra misión, halló que algunos grupos estaban tranquilos mientras otros eran muy belicosos y estaban listos para cualquier combate.  Dios le dijo entonces, que estaba mejorando el mundo porque los hombres habían podido conocer el mal, sabían cómo evitarlo y las acciones necesarias para vencerlo.

Semana tras semana, mes tras mes, año tras año, siglo tras siglo, fueron precisamente los hombres quienes repitieron una y otra vez esa historia y cuentan todavía, que la bienaventurada paloma por ser tan obediente y observadora, había quedado junto a Dios en la morada del Padre de los Pájaros.

Así pensaban en la mayoría de las poblaciones aborígenes americanas: que en el Cielo habitaban animales y que formaban las distintas Constelaciones…

Versión 2: entre los chorotes…

Recordaban las madres chorotes algunas historias narradas por sus abuelos y decían que al principio, las torcazas vivían en una morada celestial junto al Padre de los Pájaros y que allí todos tenían alimento suficiente.  Cuando tuvo que bajar a la Tierra comprobó la importancia de ser muy observadora, porque necesitó reconocer los lugares donde había semillas.  Mientras tanto, tuvo hambre y empezó a quejarse emitiendo un susurro melancólico que es característico en todas las aves de su especie.

Sabido es, que la costumbre de contar historias es una herencia milenaria.

Sucede todavía que cuando se repiten oralmente algunos hechos, unos quitan y otros agregan las palabras que le parecen más oportunas.  Así fue como entre aquellas tribus también se dijo que la torcaza cuando bajó a la Tierra, trajo en su pico un grano de maíz y que ella fue la primera sembradora de esa planta, que tanto sorprendió a los españoles cuando recién llegaron a América.

Parece ser que en aquellos tiempos, todo parecía ser caído del cielo… porque también hay legendarias historias, acerca de que los aborígenes recibieron a los españoles con respeto y cierto temor, creyendo que eran enviados por los dioses. 

Entre los chorotes también se comentaba que las palomas que estaban en el cielo formaban la constelación Ofuó que en la traducción es “La Paloma”.

Por eso, todavía, cuando la atmósfera está despejada de nubes intentan ver en el firmamento esa constelación austral, compuestas de quince estrellas pequeñas y dos más brillantes.  [42]

Versión 3: entre los matacos…

Contaban los matacos que la garza recorría la orilla del río junto a la paloma porque en aquel tiempo las dos tenían el pico largo y pescaban con bastante facilidad.  No se supo en qué momento, pasó una yunta de caballos -descendientes de los que trajeron los conquistadores españoles-  y las dos aceptaron enseguida la invitación para montarse.

Avanzaron al trote y las aves propusieron que siguieran hasta la laguna por senderos separados así podrían saber cuál había sido más hábil, más rápido.

La paloma observó a la distancia que la garza ya estaba alimentándose en la orilla elegida y quiso acelerar tanto que al bajar se rompió el pico.

Por eso dicen que cuando se calmaron los dolores tuvo que cambiar de alimentación  y desde entonces, dejó el oficio de pescadora y come preferentemente semillas silvestres que recoge cerca del argentino y caudaloso ¡río Paraná!…

Casi leyenda…

(En 1936, en el patio de la calle San José casi esquina Salta, frente al patio de ejercicios del Regimiento 12 de Infantería “General Arenales”,  hacia el noroeste crecía el ombú – hierba gigante- y sobre la pared del sur,  estaba el palomar hecho con ladrillos y en aquel tiempo, pintado con blanca cal…

Cercano mi cuarto cumpleaños, ya podía observar los hábitos de las palomas y no he guardado recuerdo tenebrosos de esas sorprendentes aves aunque ya adulta, supe por distintos relatos que eran muy agresivas.

Algunos relatos de mi madre, me alertaron acerca de que servían para la sumar proteínas en sabrosos guisos y que como suele suceder entre los humanos, las más confiadas eran las primeras víctimas.

Después de dos mudanzas, a principios de la década del ‘40 vivimos en la calle del Pacto entre La Rioja y Catamarca. En la manzana de enfrente estaba la amplia casa de la familia del colombófilo Mariani.

En ese tiempo, a media mañana o al atardecer -salvo si estaba lloviendo-, la bandada de palomas volaba a baja altura y si estaba sin tareas, subía a la terraza para observarlas en sus giros ascendentes hasta que era asombroso  ver los rápidos descensos en un orden que sólo ellas conocían y acataban.

Era el tiempo del entusiasmo por conocer el nuevo Palomar construido en la “Plaza Colón” en 1939, cerca del puerto de la amada Santa Fe de la Vera Cruz.  A partir de entonces, ese lugar hizo posible sentir  el placer de tenerlas muy cerca y  de alimentarlas.  Siguió siendo el espacio de otros vuelos imaginarios, mientras compartimos emociones con hijos y nietos.  Aún me emociona el cortejo del macho girando alrededor de la elegida, sacando pecho y con evidente despliegue de energía hasta en las plumas de la cola acompañando el sinuoso desplazamiento de la hembra, que algunas veces interrumpía la ceremonia con fugaz vuelo.  [43]

A partir de 1956 fueron más observadas las torcazas –pequeñas y de plumaje gris plomizo terminadas en negro algunas veces-; las tortolitas que se acercaban a Los Amores” de “Las Delicias” de Sauce Viejo, para nutrirse antes de regresar a sus nidos,  donde seguramente estarían esperándolas sus insaciables pichones.

En este principio de siglo XXI se estaba despidiendo el verano y bajo la bignonia compartimos con Gastón y Charito la belleza de esas aves -junto a otros pájaros-, mientras picoteaban los granos que el generoso gigante de las letras les ofrecía todos los días, mientras estaba alerta controlando los movimientos del astuto gato que merodeaba haciendo alarde de buen cazador.

Lo que el gato no sabía, era que Gastón se había destacado por su puntería y tampoco se podía imaginar que el autor de la chica del gato, quien nunca quiso “mandar hombres” ni pensó en “coronas ciñendo su frente -minúsculo asiento del mundo-”; el mismo hombre que “quizá sólo quiso una luna / somnolienta, un tapial con un gato  / ronroneando en la noche” para defender la libertad y tanta belleza… apelaría a la complicidad de su silenciosa compañía y con un golpe de bastón lo ahuyentaría.

¡Gastón amado!… el hombre sabio que sonríe y dice que Dios -si realmente es el responsable de todo…- con él ha sido muy generoso porque le ha dado todo… y que ahora, quizás le faltaría un resfrío…)  [44]

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[Eso decía el talentoso Gastón Gori, el hombre de “la pluma incesante”… cuando recién empezaba el siglo XXI, pero dos años después, empezó a padecer un cáncer y advirtió que se acentuaba la declinación…

Aún en esas circunstancias, hablaba de los libros y señalándose la cabeza decía: tengo tres libros completos aquí… ya no voy a escribir… pero me hubiera gustado escribir sobre la violencia contra las mujeres… es un tema que yo conocí muy bien… no sólo por mi profesión… Pero no, no voy a escribir más porque casi no veo… y no me gusta dictar; yo estoy acostumbrado a escribir en cuadernos, a leer, tachar, corregir, todo así… Después lo pasaba a máquina y Charito o Mónica lo leían y opinaban y corregían…

Estoy temblando… Necesito una pausa…

…y algo más.]

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Batracios

Sapos entre los pampas…

En el noroeste argentino, todas las aves fueron invitadas a un concurso de canto y baile.  El cuervo Urubu pasó varios días ensayando rasgueos y acordes con la guitarrita que pudo sacar de un museo, mientras desde una mata el sapo se lamentaba porque no tenía alas y le resultaría muy difícil poder cruzar tantos cerros para participar en ese novedoso encuentro.  No le preocupaba la monotonía de su canto a pesar de las habilidades de la mayoría de las aves de ese lugar, porque él estaba convencido de que ganaría bailando algún chamamé.  El cuervo sabía comunicarse con el sapito que soñaba con volar y le prometió llevarlo con él.  El día antes del concurso decidió invitar al sapo para que se ubicara dentro de la guitarrita y con la ayuda de los dioses pudo empezar a volar, aunque con alguna dificultad porque tenía que hacer más equilibrio con el cuello.  Estaban cruzando el primer cerro cuando el audaz cuervo sintió la fuerza del viento en dirección contraria y nada pudo hacer para evitar que su compañero de ruta se cayera.  El asustado sapo dio varias vueltas en el aire y cayó panza arriba sobre una piedra.

Desde entonces, tiene manchas que no han logrado borrar los sucesivos baños en diferentes charcas, esteros y lagunas.  Cuentan alrededor de los fogones salteños, que como no hay comedido que salga bien, después de ese peligroso viaje, el pretencioso sapo no volvió a dialogar con el inquieto Urubú.  [45]

Crustáceos

Los camarones: visión de los mapuches…

Desde que el hombre habita este planeta, los frutos que pudo extraer del agua y los hallados sobre la tierra han sido sus alimentos.  Desde el período Cámbrico (hace quinientos cincuenta millones de años), han sobrevivido diferentes especies de crustáceos.  Según el lugar donde vivían, la recolección de caracoles, cangrejos o de diferentes moluscos, les exigía trasladarse hacia lugares próximos a lagunas o mares y ese esfuerzo, intentaban aprovecharlo al máximo.  Así fue como probaron también utilizarlos para curar heridas, en la prevención o el tratamiento de enfermedades y hasta confeccionaron amuletos y adornos.

Algunos quechuas partieron desde el Perú hacia el sur y se encontraron con grupos mapuches.  Estaban dispuestos a mantener una perdurable amistad y empezaron a comentar sus diferentes costumbres.  Los hombres del norte sabían curar con bichos y explicaron que cuando las madres se alimentaban con el caldo de camarones, mejoraba la calidad de la leche.  También entre los mapuches, el camarón de agua dulce que nombraban dagllu era un animal admirable.  Como la mayoría de los aborígenes eran muy observadores y habían comprobado que sobrevivían tanto en el agua como sobre la tierra.  Estaban convencidos de que como había anunciado Nguenechén -el Ser Supremo- cada sesenta milenios  se produciría un diluvio y el camarón sería la única especie que podría sobrevivir.

En consecuencia, cada vez que los recogían agradecían a su dios porque no les faltaban alimentos…

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El cangrejo…

Versión 1: entre los guaraníes…

Entre los guaraníes cuenta la leyenda que una curandera preparaba distintos remedios con hierbas y con diferentes partes de algunos animales.  Un día, los más ancianos de la tribu sentían dolores en el abdomen y a la imaginativa mujer se le ocurrió preparar un remedio utilizando los cangrejos de río que abundaban en ese lugar.  Revisó sin apuro algunas vísceras y halló unas partículas que después mezcló con agua.  Llevó a cada enfermo un vaso con esa bebida y comprobó que inmediatamente se sentían aliviados porque desaparecía la sensación de acidez.   Entusiasmadas, se acercaron otras mujeres para preguntarle qué parte del cangrejo de río había usado y ella, con picardía, contestó que eran los ojos del cangrejo.

Así, pudo seguir viviendo tranquila porque no habría competencia… pero un día se sintió enferma y llamó a una de las más jóvenes.  Había sentido que era el momento de enseñarle cómo preparar ese remedio para la acidez de estómago…

Versión 2: otra versión entre guaraníes…

Entre los guaraníes se comentaba que la primera pareja humana tuvo varios hijos y que Yapeusa -uno de ellos-, con frecuencia contradecía a sus padres y hermanas.

Cuando la más pequeña se enfermó, la madre le pidió que fuera a buscar algunas hierbas curativas pero él sólo trajo hojas de vegetales nocivos, preparó un brebaje y se lo hizo beber.  Fueron inútiles los esfuerzos de la curandera para salvarla.  Las hermanas mayores lo quisieron matar y se interpuso Tumé que era el primogénito.  Era una persona reflexiva y habló con su madre para que fuera Arasá, la mujer del mítico Tupá la que ordenara el castigo correspondiente.  Cuando Yapeusa se dio cuenta de las consecuencias de su perversa actitud prefirió arrojarse al río y aunque sabía nadar, murió ahogado.

Cuentan desde entonces que el Gran Espíritu lo convirtió en un cangrejo y que por eso cuando sale del agua mueve las patas como si fuera hacia un costado o hacia atrás, un extraño modo de trasladarse para poder seguir viviendo…  [46]

Equinodermos

Los erizos: aproximación de los onas.

Entre los aborígenes que habitaron los canales fueguinos era frecuente que contaran historias acerca de los mariscos.

Cuando los ancianos de las tribus yámanas se reunían para deliberar, estaban acompañados por hechiceros y curanderos.  Ellos sugerían como solucionar algunos problemas como la falta de alimentación o la preservación y curación de enfermedades.

Los ancianos enseñaban a los jóvenes y les recomendaban aprovechar al máximo todos los frutos de la naturaleza.  Sin embargo, con algunos -como las estrellas de mar-, no sabían qué hacer y  sólo los recogían para usarlos como amuleto.  Después de comer  almejas y sabrosos erizos, los más jóvenes juntaban las cáscaras sobrantes en unas cestas y las enterraban lejos de las viviendas para evitar el castigo del Dios del Mal.

Si por casualidad algún pedazo de valva caía sobre el fuego, preferían quemarse un poco la mano al retirarlo, cumplir con ese mandato del espíritu maligno y no vivir temerosos esperando su venganza ya que según decían, varios se habían ahogado por dejar esos residuos en cualquier lugar.  [47]

Insectos

Los camoatíes y las miradas de los guaraníes…

Un anciano cacique cuyo nombre se ha olvidado, tenía el don de comunicarse con los dioses para que les devolviera la vida a los niños y jóvenes cuya muerte lamentaban.  Vivían así tratando de evitar angustias hasta que un grupo subió a un monte para buscar alimentos y observó que en la playa estaban desembarcando varios hombres de piel blanca.  Al enterarse el cacique, se arrodilló y pidió protección a los dioses, mientras alrededor de una fogata algunos danzaban y las mujeres cantaban.

Mientras tanto los recién llegados avanzaron con sus armas y los aborígenes huyeron para esconderse entre los árboles o en algunas cuevas.  A pesar de su escasa agilidad, también el cacique pensó en la necesidad de sobrevivir aunque se sentía humillado.  Cuentan que en ese momento, alcanzó a ocultarse entre unas ramas y que ante la mirada de sus protegidos, misteriosamente, se convirtió en un camoatí.

Cuando los blancos se alejaron del lugar, todos pidieron ser transformados, como el hasta entonces jefe de la tribu.

Así fue como en las ramas de los árboles, se empezaron a multiplicar los refugios de barro de esas avispas y año tras año hay más y más camoatíes…  [48]

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Chicharras, cigarras o coyuyos…

Distintos pueblos han adoptado diferentes nombres para nombrar a la cigarra o chicharra.  Estos insectos, entre los quechuas del noroeste son denominados coyuyos (voz derivada de cuyu -sacudir-) y así se comprueba la capacidad de observación de los aborígenes porque en realidad esos sonidos los producen sacudiendo el abdomen.

Para los mapuches es avülquelleñve que significa “sazonador de frutilla”, cualidad semejante a la que también se le reconoce en el noroeste, porque en esa zona, los machos empiezan a emitir sonidos de intensidad variable según las especies, se dice que empiezan a cantar… durante la primavera, que es el período de maduración de las vainas de los algarrobos que luego ellos recogen para preparar bebidas y el patay.

También para moverlas siguiendo el ritmo de sus danzas, convirtiéndolas así en un original elemento musical…    [49]

Versión 1: entre los mapuches…

Los mapuches han generado una interesante leyenda, tal como era costumbre entre la gente de esas naciones.  Contaban que antiguamente, los animales fueron gente y hermanos, queriendo expresar así que todos se respetaban porque sabían que se necesitaban para seguir viviendo.

Después empezaron a distinguir a los animales racionales –la humanidad– y a los animales irracionales, la fauna; pero es otra historia…

En aquel tiempo, una madre mapuche estaba muy enferma y pidió a sus tres hijos que la ayudaran: la mayor trabajando en el telar, el menor siguió bailando y la más alegre prefirió seguir cantando.

La mujer al día siguiente se murió y nunca se sabrá cómo fue que inmediatamente los huérfanos se transformaron en hermanos no humanos.  Desde entonces, la Araña en cualquier lugar prepara su trampa tejiendo la tela una y mil veces si es necesario, porque así se protege y junta sus alimentos. El Grillo va y viene, estridula desde el anochecer.  La Chicharra se queda prendida en la corteza de algún árbol y canta, canta…

Los tres siguen siendo unos inquietos insectos, que con su presencia suelen provocar continuas molestias entre distintas personas.  [50]

Otra versión…

En las peñas tucumanas se sigue recordando una interesante leyenda.

Había empezado el verano y el Coyuyo fue convocado para cantar.  Hasta los grillos estaban en silencio para escucharlo cuando apareció el crespín un poco mareado, no se sabe si por el esfuerzo del vuelo contra el viento o por haberse embriagado con algún líquido fermentado.  Estaba el cantor en el centro de la escena y el recién llegado empezó a burlarse.  Habían servido bastante aloja y hasta el coyuyo había querido probarla, de modo que eran varios los que estaban con cierta pérdida de conciencia.  Reaccionó con violencia el coyuyo y le produjo una punzante herida.  Murió el crespín y lo sepultaron al pie del algarrobo donde se había posado esa misma noche.

Dicen los hombres que saben esta historia, que todos los años regresa el coyuyo con su monótono canto, semejante a una prolongada queja… y que eso sucede porque está arrepentido de aquella arrebatada acción.

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Las hormigas: visión de los mapuches…

Entre pueblos mapuches se difundió una sugestiva historia.

Una hechicera había transformado a una mujer en un monstruo y para destruir ese maleficio tenía que juntar los huesos de un recordado guerrero.  Una hormiga acostumbrada a explorar en cualquier sitio, había quedado casi inmóvil al pasar sobre la resina de un árbol.  Con la ayuda del monstruo pudo liberarse y misteriosamente produjo un misterioso sonido.  La deforme creatura, sorprendida miró hacia el suelo y vio que entre la hojarasca había un conjunto de huesos.  Socorrida por otras hormigas esperó tener más señales de sus compañeras y así pudieron juntas todos los huesos y completar el esqueleto exigido.

Realmente fue un trabajo de hormigas pero finalmente, la joven recobró sus armoniosas formas y agradeció al Espíritu del Bien porque seguiría siendo una mujer.

Cuando la joven narró su experiencia pudo enterarse de que algunas poblaciones incluyen a las hormigas en su alimentación y también en algunas zonas de Chubut se ha comentado que las hormigas tienen voz porque anteriormente fueron gentes.

Desde aquel tiempo, entre algunos hombres del sur era frecuente hablar de un joven que había alimentado a hormigas hambrientas y que después, él pudo interpretar sus misteriosos menajes. Le recomendaban que cuando tuviera algún problema dijera: “¡Dios y mis amigas las hormigas!…”

Después de esas exclamaciones, desaparecían las dificultades y así fue como se difundió esa original creencia: eran más los ruegos, eran muchísimas más las hormigas.  [51]

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Las luciérnagas entre los guaraníes…

Entre hombres de la mesopotamia argentina comenzó a difundirse una interesante historia.  Cuando Añá -el Dios Malo- bajó a la tierra creyendo que los hombres estaban peleando o tiritando de frío, encontró a los entrerrianos alrededor de una fogata y tomando mate debajo de un frondoso ombú.  Pensó que no se merecían estar tan tranquilos y se alejó para juntar todo el aire posible, de modo que empezara a soplar un viento tan fuerte que los obligara al menos, a salir enseguida de ese lugar.  Sin embargo, los hombres se quedaron para controlar que el desparramo de chispas no provocara más daño.  Estaban silenciosos y atentos a la dirección del viento cuando se acercó Tupák- el Dios Bueno- y misteriosamente transformó las chispas en pequeños insectos que tienen originales anillos que emiten luces intermitentes.  Añá empezó a perseguirlos y a medida que todo se oscurecía y el fuego se iba apagando, los hombres empezaron a temer porque se quedaban sin luz y sin calor, dos elementos esenciales para la humanidad.  El dios bueno los comprendió y encendió nuevamente varias fogatas.  Añá huyó enfurecido y desde aquel día, entre las cuchillas entrerrianas suelen verse esas luminosas creaturas desafiando al viento ante el asombro humano, ya que suelen compararlas con diminutas linternas, utilizadas por las enamoradas para señalar el original espacio del encuentro. [52]

(Es oportuno recordar que en el noroeste argentino, los quechuas nombraron “tucu-tucu- o tucus, de tuki -brillante- a las luciérnagas o bichos de luz y entre ellos se difundió la costumbre de atraerlos, de modo que esa dirección les indicaría dónde encontrar más árboles del chañar para recoger sus frutos y al mismo tiempo, tales vuelos señalarían la dirección necesaria para seguir buscando fortuna.  [53]

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Cuasi leyenda… desde el litoral.

Es insoslayable el eco de la voz de nuestra amiga del alma María Dolores Morcillo de Menvielle, en las dos estrofas finales del “Romancero Gauchesco” titulado “Flor de Caraguatá”: [54]

“Quedaron flotando en la noche tibia

las últimas palabras del relato,

mientras la perrada roía huesos,

y los hombres tendían sus recados.

Los tucu-tucu, en la noche oscura,

encendían sus tenues farolitos

y los montes matizaban el silencio

y lloraba en las hierbas el rocío…”

(En otro de sus monólogos, la mujer tallada tantas veces talada y tarada, expresaba:

-Ahora que mi amado amante y Lolita están más allá  -o tal vez más acá-, parece ser casi una leyenda la evocación del sonido del teléfono cuando estaba terminándose el día y  ella lograba durante esos prolongados diálogos, calmar la sed -como decía Pedroni- no de apetencias fisiológicas, sino la sed de armonía en el Amor, en la Belleza y en la Caridad que son los pilares esenciales del abc de la solidaridad humana.

Después, la mujer tarada insistía:

-Parece ser la reiteración de la utopía  de “Yo, Colón”,  aquel regalo navideño en 1998:  [55]

“Oh… ¡Gran Cheruvichá!…

Si no hubiera sido por Colón…

Si nuestros abuelos hubieran sido temerosos,

¡Si no se hubieran animado a CRUZAR EL OCÉANO!…

¿En qué península nos habríamos encontrado?…

¿Acaso estaba en el Plan de Dios

que fuésemos un pilar

en el invisible puente

que vincula a los que

       SABEN AMAR…

                   PADRES…

                               HIJOS…

                                          NIETOS…?

Sé que no responderás.

Hallo en tu mirada todas las respuestas.”)

Contaba la mujer tallada y talada:

-En aquel tiempo, cuatro generaciones compartíamos realidades y enigmas que serían revelados en los sucesivos años nuevos.  Entre lo mutable y lo inmutable latían emociones y promesas: de lo efímero a lo eterno se estremecía la intimidad.

En aquellos días, la mujer talada y tarada… dialogaba con el silencioso jardinero y con metáforas reflejaba sus ineludibles conmociones en la memoria personal y en la de la computadora.

Así era posible neutralizar la potencia del olvido y transcribir:  [56]

“Al atardecer, la mujer que estaba en crecimiento percibía que la zanja se transformaba en un fabuloso anfiteatro y la naturaleza completaba la singular coreografía.  Comenzaba el concierto de las ranas como anticipo de la danza de las luciérnagas.  Ella había aprendido el abc fundamental que orientaba hacia el amor, la belleza, el cristianismo.  En la calle San José se instalaban a veces algunas personas con sus latas o jarros y esperaban en silencio poder compartir algún alimento servido a través del vencido alambrado.  En aquellas circunstancias aprendió que la Navidad es momento de nacimiento y puede ser la víspera de un vuelo al infinito, si la presencia de un hermanito se convierte al instante en el misterio de un ángel, como sucedió el 26 de diciembre de 1y36.  Después, otra mudanza dejó las señales imprescindibles para favorecer el nuevo trasplante y en la calle evocativa de la batalla de San Lorenzo, renovó sus lúdricos movimientos debajo del perfumado naranjo, que compartía su sombra con la rectilínea que proyectaba el abuelo José cuando caminaba lentamente y secaba sus pañuelos sosteniéndolos en un rítmico movimiento.  Cuando la familia se mudó al departamento de la calle evocativa del Pacto de 1831 -la empedrada 4 de Enero, en un tramo recorrida por el tranvía tres-, se volvieron a ver más uniformes.  Una marcha empezó a recordar otro cuarto día, el de junio de 1943 que fue celebrado como una “jornada redentora de la historia”.  Se advertían cambios en la mujer adolescente y los más profundos, estaban reservados a su autodescubrimiento.

Ella sabía que la calidad de la materia subordina al artista y que sólo la elevación del espíritu aproxima a la belleza.  En ese tiempo de dudas, más de una vez se quedó dormida y en ese momento, el libro parecía transformarse en una rígida almohada…

(Cuando los duendes veían que la mujer estaba perdiendo una batalla, no sabían qué hacer.  Ellos estaban convencidos de que sin utopías es imposible crecer, porque en ese espacio de discusión, en ese “ou topos” que mencionaban los griegos; en esa utopía”ninguna parte”, el no lugar…- que acuñó el sabio Tomás Moro, se podrían intensifican los esfuerzos que generan la imaginación y la voluntad, con el propósito de fundar un cambio para que definitivamente, la Justicia se corresponda con el Derecho, único camino hacia la paz y la Paz.

El Duende Azul había recogido una página voladora donde estaba escrito:  “Las quimeras de algunos duendes han sido interesantes legados a la humanidad.”

La apoyó en las espinas del cactus. Rápidamente se acercó el curioso Duende Amarillo, periodista frustrado durante ese lapso de frecuentes censuras en aparente defensa de la seguridad nacional.  Creyó entender ese mensaje y retornó a sus ficciones.  El Duende Verde se había acurrucado cerca del ligustro en flor para observar el continuo lagrimeo de la manguera como consecuencia de otro descuido del jardinero.  Sigiloso llegó el hornero para aprovechar la húmeda tierra imprescindible para construir la antesala de su nido.  El intuitivo duendecillo recordó la sentencia de don Ata:

“:… Para el que mira sin ver, / la tierra es tierra, no más…”

y siguiendo el vuelo del alado constructor, se posó cerca del roble.)

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Después de la rutinaria limpieza de lo necesario, la mujer retornó a sus escrituras:

“Anoche llegó el luciérnago.  Noté cansancio en sus alas.  Arriba el cielo plomizo anunciaba una tormenta.  Primero se posó en el último brote del naranjo, que estallaba en verde festejando otra primavera.  Acomodó sus patitas dos o tres veces.  Estaba incómodo, tal vez debilitado por el vuelo.  Eligió una nueva posada, acercándose a la rosa roja que al medio día había comenzado su deshojamiento.  Tembloroso, extendió sus frágiles alas y las plegó rápidamente.  La penumbra impedía reconocerlo en todo su perfil.  En el jardín, las hojas estaban esperando a la madrugada para lucir sus collares de rocío.  El atrevido viento, avanzaba veloz y las agitaba.  Las aromáticas hierbas la menta y el burro– resistían algunas pisadas.  Más ráfagas proyectaban otro vibrante concierto.  Inesperadamente el luciérnago levantó vuelo.  Crecía la luminosidad de la luciérnaga emitiendo sus señales desde la madreselva, hasta que él se acercó a un fino tallo y después, se juntaron.  Comprendí que buscaban protección bajo mi follaje.  Me propuse una vez más ser lo que soy ¡madreselva! y demostrarlo.  Ofrecí mi modesto territorio como refugio seguro ante la amenaza del vendaval.  Volví a preguntarme el por qué de mi nombre: ¡madreselva!… No fue fácil hallar respuesta.  Contemplé una vez más al jazminero trasplantado igual que yo, hace una década.  El caminante distraído no alcanza a descubrir que sus invisibles raíces están vigorosamente unidas a las mías.  Tampoco imagina los esfuerzos para mantener el equilibrio, que hace posible el mutuo crecimiento, ni lo que representa la propia identidad.  Inmediatamente repetí mi nombre: ¡madreselva!… ¿Madre en medio de la selva?  Dudé, no encontraba suficiente razón. ¿En medio de cuál selva?  El discreto vecino, el perfumado jazmín, avaro de palabras, intentó ayudarme. ¡De cemento! -murmuró.  Miré detenidamente todas las paredes que nos rodeaban, el piso con sus prisioneros cantos rodados, hurtados al lecho de algún río serrano, en agotadoras jornadas de obreros escasamente remunerados. Mi entrenamiento en sucesivos encuentros con el viento, con inquietos aguaciles -o alguaciles- y con abejas zumbonas, me facilitaba la interpretación de todas las claves, aún en los mensajes breves.  Encontré coherencia, debía ser algo así como una madre en la selva de cemento.

Mientras tanto la luciérnaga ya estaba quieta y él -cumplida su misión- había levantado vuelo. En esa circunstancia, sentí aún más curiosidad porque no estaba en armonía con la conclusión hallada.  El jazminero que por su naturaleza vegetal no podía hablar, entendía bastante sobre el trasplante, porque también estuvo creciendo en otro angosto cantero.  Desde entonces, siento que hemos vivido y vibrado por motivos semejantes y que hasta pareciera existir una misteriosa comunicación, algo así como una telepatía.

Una vez más sentí la proximidad de las ramas rugosas del arbusto vecino, que por estar tan oprimido poco a poco se estaba secando.

El jazmín me sorprendió con una nueva señal: -¡de recelos!… dijo.  Imaginé: madre, de la selva de recelos.  Entendía menos y crecía mi duda.  Estuve tentada por despertar a la sabia y humilde luciérnaga, a veces pobladora de mburucuyás y de vides, para que me ayudara a acertar en la comprensión de ese insólito mensaje.

Apareció una vaquita de San Antonio, una inquieta mariquita que lucía sus alas rojizoanaranjadas con siete pintas negras y simétricas.  Inmediatamente puso fin a la cuestión porque como si estuviera revelando un secreto, comentó:  – Los Duendes dicen que en la “Academia de las Palabras”, las sílabas van y vienen, las palabras se unen y se separan.  Me parece que el jazmín, ocupado en contar los pétalos de sus flores, hasta completar el inventario de su blanco tesoro en el plazo previsto, no quiso perder tiempo en mayores precisiones.  Quizás supuso que los juegos de palabras de la mujer jardinera, que le acariciaban casi todas las mañanas, le habrían transferido la habilidad necesaria para traducir misteriosos criptogramas.

La vaquita que todos los fines de semana se acercaba a la ventana para escuchar los conciertos de los nuevos compactos, arriesgó su opinión:  -Yo creo que la segunda vez, no se refirió a vos madreselva, sino a la selva-madre.  Por eso intentó llamar la atención sobre los recelos, que aparentemente pertenecen a una inexplorada constelación en un universo inconmensurable.”

La mujer siguió leyendo, cambió la puntuación, modificó la sintaxis.  Dudaba.  Se preguntó: ¿cuántos árboles hay que talar para disponer del papel necesario para imprimir cien mil hojas de papel?…

(Sus Duendes compañeros, se miraban de reojo.  El Duende Amarillo dijo: -Si sigue analizando tanto, va a terminar proponiendo otra vez la creación de una original alfombra de flores pintada sobre alguna peatonal que no haya sido remodelada y así, no necesitará papel para su extenso mensaje.

El Duende Verde acotó: -Lo lamentable será si cuando lo haga, nadie alcanzara a interpretar con exactitud el mensaje, igual que sucedió en aquel tiempo, septiembre de 1y79, cuando eran más los desaparecidos que los identificados y ninguno comprendió el verdadero simbolismo de ese tapiz estampado al estilo de las manifestaciones de los jóvenes jujeños.)

Al atardecer, regresó la mujer con otras visiones.  Se ubicó cerca de la ventana, empezó a ingresar las pertinentes modificaciones en su computadora y escribió:

“¡El que tenga oídos para oír , que oiga!” como está escrito en Lucas 8, 8.

A su lado resplandecía la escultura que hasta la última década, se había distinguido en el espacio donde estaba descansado su abuela materna.

Contempló una vez más la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y repitió su alabanza:

Honor a ti, nuestro Hacedor.)

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La mujer talada seguía disfrutando al contemplar los nuevos brotes.  Durante algunas pausas releía ajados papeles donde estaban las huellas del poder de una “familia”cuyo jefe había organizado otra triple A-; un poder que amenazó la continuidad de un movimiento que soportó más talas, por la afirmación de un “gobierno militar” que a pesar de autodenominarse “proceso de reorganización nacional”, generó más desórdenes en la guerra interna y hasta como por arte de macabra magia, tras sucesivos atentados terroristas comenzaron a desaparecer determinadas personas… y nunca se supo como consecuencia de las órdenes de ¿quién?

Ella en aquel tiempo, seguía trabajando y después de las clases se acercaba al gremio… que había empezado siendo “ADA”… sin h, en consecuencia sin hechizos, ni poderes mágicos, ni fantásticos, como cuentan algunas leyendas acerca de las “hadas”…

Al terminar el poco procesista “proceso” -en lo jurídico y constitucional-, hubo elecciones y se amplió el horizonte de la democrática ciudadanía argentina.

Después de varios “trasplantes”, la mujer había podido apreciar diferentes conductas resultantes de distintas filosofías.  En ese tiempo, otro Zen… dejó su victoriosa impronta; no era un místico, era un artista, un músico… Era evidente que él percibía -e intentaba irradiar- “la religiosidad del arte”…

En ese tiempo, la mujer hizo algo así como un curso acelerado en relaciones interdepartamentales y día a día, comprobaba cómo todo lo que se hace apresuradamente, acumula riesgos: por ligereza en los diagnósticos, por inadvertidas omisiones que provocan dispersión de esfuerzos, por ignorancia… acerca de “el todo” que se impone evaluar antes de programar y de señalar los diferentes cursos de acción…

Ella era consciente de que los intereses creados generan marañas de intrigas y que cerrar una puerta es una acción que se ejecuta como efecto de diferentes causas…  Soportó otra tala y como sucede con los armónicos ciclos estacionales, al final de la primavera pudo comprobar una vez más cómo nacen los brotes…

A fines de la década del noventa, la oportuna palabra de nuestro Padre Josemaría –el Santo-, dejaba señales significativas para recorrer sin desazón, cualquier camino en la dirección pertinente a la obra de Dios:

“¿Te riñen? -No te enfades, como te aconseja tu soberbia. – Piensa: ¡qué caridad tienen conmigo! ¡Lo que se habrán callado!” y si “estás intranquilo…  mira: pase lo que pase en tu vida interior o en el mundo que te rodea, nunca olvides que la importancia de los sucesos o de las personas es muy relativa.

-Calma: deja que corra el tiempo; y, después, viendo de lejos y sin pasión los acontecimientos y las gentes, adquirirás la perspectiva, podrás cada cosa en su lugar y con su verdadero tamaño.  Si obras de este modo serás más justo y te ahorrarás muchas preocupaciones.”

La mujer talada aunque no había leído ese mensaje en aquel tiempo, así había reaccionado…

En su diccionario personal coleccionaba palabras homógrafas y homófonas y así había notado que “tara”, palabra de origen árabe y sustantivo, según el diccionario de la Real Academia Española, es “el peso que se quita… el del embalaje”; el “peso sin calibrar que se coloca en un platillo de la balanza para calibrarla o para realizar determinadas pasadas”; el “defecto o mancha que disminuye el valor de algo o de alguien”; el “defecto físico o síquico, por lo común importante y de carácter hereditario”.  El adjetivo “tarada”, tarado en masculino, es el participio pasado del verbo “tarar” -sobre medidas, pesas y balanzas…- y se utiliza para calificar a las personas que padecen tara física o síquica.; figurativamente a cualquiera tonta, boba o alocada.  También después de la lectura del atlas de “Reader’s”, la mujer había podido ubicar otra “Tara” -con mayúscula- en territorio europeo, en Yugoeslavia en el límite con Sarajevo, pero en realidad… eso ya pertenece más a la Geografía y a la Historia que a la Literatura…

En consecuencia, con cierta coherencia, la mujer tallada, talada… ¡¿tarada?!… prefirió hacer otra pausa…

(Hoy… aquí, es domingo 1º de abril de 2001 recuerdo los diálogos con Eduardo, amante amado y su insistencia para que terminara con las correcciones y editara alguno de los doce libros inéditos.

Queda entre mitos y leyendas… la Historia.

Junto a la ventana, matiza el silencio una invisible lágrima.

Sigue llorando el rocío sobre las hierbas, allá en Los Amores” de Las Delicias, en Sauce Viejo, donde rumorea la brisa sobre renovadas ramas y tibios nidos; donde reposan imperceptibles cenizas.)

                                               ¡Todo es historia, de la Historia de la Humanidad!

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Los jejenes y las recreaciones de los guaraníes…

Los guaraníes creían que Paí Reté Kuaray -Nuestro Señor del Cuerpo como el Sol-, uno de sus admirados  dioses bajaba a la Tierra y caminaba entre los hombres.  También decían que un día apareció Charia, un personaje contradictorio que lo seguía y modificaba todo lo acababa de crear o lo imitaba creando especies similares, que en realidad no podían ser utilizadas por los animales y en consecuencia, tampoco podía aprovecharlas el hombre.

En la tribu estaban necesitando que madurara el maíz y apenas Paí Reté Kuaray lo logró, apareció Charia y empezó a hacer invocaciones hasta que apareció una manga de langostas que terminó con todos los cultivos.  Otra vez, hizo que una bandada de churrinches y otra de palomas invadieran los árboles y picotearan todos los frutos hasta que se desprendieran.  Cansado su adversario, usó sus poderes para hacerla escarmentar.  Preparó un original adorno y con su silencioso sistema de comunicación, le transmitió que podría colocárselo sobre la cabeza.  Entendido el mensaje Charia apenas él se alejó, buscó el tocado y al apoyarlo sintió que le quemaba.  Buscó agua fresca para bajar la temperatura, pero siguió ardiendo; quiso arrancarlo y no pudo.  Corrió desesperada y como sucede con cualquier quemado –más aún con llamas-, aumentó el dolor hasta que se convirtió en cenizas.  Cuando regresó Paí Reté Kuaray las sopló y misteriosamente se formó un enjambre de jejenes.  Lo rodearon al adversario y acosado por las picaduras, quedó muy confundido porque evidentemente todavía estaba el espíritu maligno de Chiara aún después del ardiente trabajo del calor.  Pensó que sería bueno que hubiera más animales con pelaje y plumaje para que los jejenes se entretuvieran en vez de picar a los hombres.  Se pobló el lugar pero los jejenes seguían pinchándolo de modo que tuvo que pedir ayuda al Gran Dios Creador, quien le entregó rocío para que calmar el ardor. [57]

Esta leyenda permite comprobar que resulta difícil sobre la Tierra, liberarse de las malas acciones y que las venganzas suelen provocar aún más dificultades, aunque se encuentre en el jardín una vaquita de San Antonio que según dicen los que saben… ¡trae suerte!

Lo inexplicable es la aparente similitud entre ese rocío que le entregó el Creador y los productos que se encuentran en el mercado de insecticidas en este principio de milenio para combatir algunas plagas.   Aunque con un análisis detenido, si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, cómo los hombres dotados de inteligencia -de talento-, no iban a hallar la fórmula para combatir a los jejenes o a las moscas, a los mosquitos, a los tábanos… a los riri ,  como nombraban los mapuches a los dípteros. [58]

Mamíferos

El aguará chaí entre los guaraníes…

Se ha reconocido con  frecuencia, que el aguará -chaí es el más pequeño de los zorros.  Contaban los guaraníes, que un muchacho muy pícaro tenía la costumbre de adueñarse de lo ajeno, era un temible ladronzuelo con apariencia de zorro tanto por lo que comía -huevos de aves y miel de panales silvestres- como por sus travesuras. Era tan egoísta que prefería tirar lo que le sobraba para no compartirlo con sus compañeros.

Tupá, el dios bueno estaba alerta controlando el comportamiento de todos los animales de la zona y cansado de comprobar las actitudes de este personaje decidió castigarlo y lo convirtió en un zorro pequeño, nombrado desde entonces aguará-chaí.

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La comadreja… entre los guaraníes.

Dicen los que saben, que la comadreja no pasa inadvertida por distintos motivos…

Es de hábitos solitarios, vive para sí misma -lame y lame su cuerpo…-, no depende para su alimentación ni para el nacimiento de sus crías, ni para trasladarlas amamantándolas porque las lleva en el marsupio que tiene en el vientre y es una doble piel o bolsa donde se terminan de desarrollar los embriones; donde el recién nacido se prende con fuerza al pezón y se amamanta; es un seguro lugar para vivir durante los dos meses de desarrollo completo y es… la admiración de quienes tienen oportunidad de observar cómo se produce lo que sería el segundo nacimiento, cuando salen de la bolsa para un primer contacto con el mundo exterior que es el momento también de montarse sobre ella, enroscando sus colas en la de la madre para mayor seguridad.

Si la comadreja está descansando en su refugio natural, apoyada la cabeza sobre un colchón de plumas y de pelos, son atractivos sus brillantes ojos, acentuada la forma por un borde de pelos oscuros que se prolonga hacia las orejas como si fuera un antifaz.

Si se la sorprende y teme, actúa como si fuera una excelente artista de teatro porque finge estar muerta, queda inmóvil; aunque otras veces encoge el cuerpo, levanta un poco la cabeza y con la boca abierta emite sucesivos chillidos y bufidos para ahuyentar a su enemigo.  El hedor característica, también contribuye al alejamiento de las personas aunque en el campo se las persigue porque producen daños en los gallineros y en los criaderos.

En distintas oportunidades se han relatado anécdotas relacionadas con la comadreja y entre los guaraníes, se ha dicho que Mbicuré -micuré en guaraní correntino-, una vez robó una gallina para llevársela a una madre que estaba muy débil después del alumbramiento.

Como suele suceder, cuando otros visitaron a la madre para conocer al hijito, empezó a repetirse el mismo rumor: un buen caldo de gallina es el mejor alimento para una parturienta…  Así fue como al aproximarse la novena luna, todas las abuelas buscaban una para preparar el puchero porque decían que así no le faltaría buena leche al recién nacido.

Dicen que desde aquel momento, el Creador dotó a la comadreja de singulares características físicas, de manera que la gestación durara apenas doce o trece días; que no sufriera en el parto ni tuviera inconvenientes para atender a sus crías, de noche y de día.

Tienen entre siete y diecisiete pezones y con tantas posibilidades, no sorprende que sea tan prolífera… ni tampoco que apenas esté preñada, se aleje del macho.   [59]

(Ah… si contara cómo nos sorprendía una comadreja cuando llegábamos a “Los Amores” de “Las Delicias”, cerquita del río Coronda.

Se había refugiado en una canaleta ubicada sobre el techo del asador.  No era necesario ser adivino para imaginársela bastante cerca aunque era imposible verla desde el lugar donde crecían los hermosos paraísos.

Con golpes de mangos de escoba sobre la chapa y con el chorro de agua que salía de la manguera, se movió rápidamente y saltó, corrió hacia el terreno baldío y cruzó el cerco de ligustrina.   No la vimos durante algunas semanas pero cuando recién llegábamos, comprendíamos que nos había estado visitando…

A principios del siglo siguiente, exploró en la nueva construcción y descubrió el camino que le permitía llegar hasta un lugar seguro.  En vano se intentaba saber por qué  cuando entrábamos al enorme espacio donde están el asador y la cocina hacia el oeste, molestaba un olor penetrante… Revisados todos los rincones, incluso debajo de las camas, armarios y biblioteca, nada indicaba que hubiera algún animal muerto.

La semana siguiente, llegó nuestra amada Solci y se encontró con una mancha maloliente cerca de la puerta, próxima a la heladera.  Limpió con lavandina, usó desodorante pero el olor seguía siendo casi insoportable.  Avisado Gustavo -solidario y diligente embajador-, escudriñó hasta en el entrepiso y ahí encontró el mullido refugio de la comadreja.  Trabajó más que como un discreto diplomático como un contundente ejecutor: retiró todo y lo quemó; una vez más se acercó al hogar de Centurión, nuestro compañero de ruta, como decía el titiritero poeta José Bartolomé Pedroni.

Fue necesario modificar la estructura de los desagües e impedir el posible acceso desde el techo de la chimenea…

Todavía son visibles las huellas que la comadreja dejó sobre el lustre de un mueble, pero el desagradable olor, desapareció… días después de aquel vehemente desalojo.

Han transcurrido dos años y no se ha producido otra invasión…

Por lo visto -que no ha sido una alucinación-, la función del detective se complementa con la acción del escolta y si hay aptitud suficiente, juntos pueden determinar cómo deben ser las imprescindibles y seguras barreras que establecen oportunos límites…

Dicho así, parece casi un cuento, ¿no?…

O tal vez otra leyenda… del “País de los Contrastes”

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El coyote: visión de los pieles rojas…

Desde el hemisferio sur, es interesante de vez en cuando mirar hacia el norte, porque se encuentran diferencias pero también similitudes.

El hombre y la mujer, son personas humanas que habitan sobre el planeta Tierra en distintas latitudes. Las creencias, las religiones… tienen la misma categoría simplemente por ser, espiritualidad que fluye…

El hombre es, Espíritu encarnado.

En Estados Unidos, entre altas montañas está el Cañón del Colorado, con un valle que sorprende por su belleza.  El caminante va descubriendo formas y entre ellas, aparece un perfil que parece ser un coyote.  Contaron alguna vez los habitantes de ese lugar, que un pastorcito observaba a sus cabras mientras allí se alimentaban y que estaba sosegado porque lo acompañaba su temible perro.  Al anochecer, dejaba todas los animales en el corral, cenaba y alimentaba a su fiel amigo, dormían muy cerca uno del otro.

Un audaz coyote, a la medianoche logró avanzar hasta ese lugar, abrió la puerta del corral e imitando el balido de las cabras consiguió que todas lo siguieran.  Veloz llegó el perro y atacó al coyote obligándolo a huir por el estrecho desfiladero donde caía una lluvia de piedras.

Sigue siendo un misterio, el simbolismo que representa la figura de un coyote que se perfila sobre una de las altas cumbres, aunque la tradición oral insiste en que representa a aquel temerario coyote, convertido en guardián permanente de ese hermoso valle…   [60]

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El jabalí y casi legendarias historias…

Se ha reiterado que los primeros jabalíes -y los ciervos colorados- fueron traídos a la República Argentina entre 1904 y 1906 por los dueños de la estancia San Huberto -ubicada al sur de Santa Rosa en la Pampa-, con el propósito de incorporar esas especies en lo que ya era un atractivo coto de caza.

Durante el día, los jabalíes descansan ocultos entre matorrales y después del crepúsculo recorren el territorio en busca de alimentos.  El hocico tiene gran movilidad; le sirve para olfatear si está en territorio propio o para encontrar sus alimentos.  En tal caso, empieza a hozar -con la ayuda de los caninos- y así reconoce entre la tierra removida a las frescas raíces y a las larvas, a los pequeños moluscos y reptiles que completan su nutrición.  Son cuidadosos con su pelaje y para mantenerse limpios, al amanecer se bañan con frecuencia en el lodo y después se frotan contra los árboles cercanos retirando así el barro y a la vez, dejando huellas de posesión territorial porque según la altura, quienes le sigan podrán imaginar su tamaño y su fuerza.

Es interesante la capacidad de comunicación que poseen, porque los adultos como señal de alarma producen un resoplido largo y si hay que huir o alguno está herido avisan con un gruñido sordo.  La hembra reúne a sus crías mediante gruñidos moderados y los rayones -o jabatos- contestan con un rechinar de dientes.

La adaptación del jabalí europeo a la región y la caída de algunos alambrados, permitió que algunos ejemplares se dispersaran y así se reprodujeron en distintos lugares, llegando hacia el oeste hasta Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz, hacia el noreste hasta San Luis, Córdoba, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, en el Parque Nacional “El Palmar”… [61]

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Hasta aquí, retazos de Historia; algunos conocimientos de Zoología…

– ¿Y la leyenda?…

Es posible advertir que la leyenda está implícita, porque es la que surge de la historia que se ha reiterado, acerca de la existencia de jabalíes en el territorio argentino antes del primer lustro del siglo XX.

Con admirable dedicación nuestro amigo a perpetuidad, el historiador Andrés Atilio –Coco– Roverano, mientras fue el director del Archivo Histórico de la Provincia -actual Archivo General…-, se dedicó a fichar y transcribir documentos y a investigar sobre la toponimia regional.  Luego escribió acerca del verdadero origen de la denominación del arroyo Monje en el territorio santafesino:

 “La leyenda que a la vera de ese arroyo habitó un monje no tiene ningún asidero.  Y es posible la haya creado alguien que, ignorante del verdadero origen, hizo lo que mal hacen muchos con la historia; suplió la verdad con la imaginación.”  [62]

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Parece que tenía razón la Tacuarita cuando decía que hay historias de puro cuento y cuentos que son Historia.

Un tal  “Perito Moreno”…

El perito Dr. Francisco Pascasio Moreno digno investigador en la región patagónica, en su libro Viaje a la Patagonia Austral (tomo I, único) auspiciado por el gobierno nacional (1876-1877), comenta el hallazgo de jabalíes a orillas del Lago Nahuel Huapí.

Es probable que haya visto cerdos cimarrones,  porque el cotejo de ambas informaciones destaca una evidente oposición.

Lo innegable es que el Perito Moreno constituye un “arquetipo de argentinidad”.  Hijo de Francisco Facundo Moreno -español emigrado a Montevideo (Uruguay) durante el gobierno del Brigadier General Juan Manuel de Rozas- y de Juana Thwaites -hija de Josué, un oficial inglés en la primera invasión inglesa (1806), tomado prisionero; desde entonces residente en el país destacándose por su inquietud de viajero.

El Perito Moreno sigue siendo un ejemplo de perseverancia en la acción.

Era vocal de la Junta Directiva y director del Museo de la Sociedad Científica Argentina cuando propuso realizar una expedición que inmediatamente fue apoyada y también alentada por el general Bartolomé Mitre, quien le proporcionó apoyo diplomático por  intermedio del entonces ministro de Relaciones Exteriores de Chile, el historiador Dr. Diego Barros Arana.   El Perito Moreno se había propuesto llegar hasta la región de las manzanas, cercana al lago Nahuel Huapí, nombrado por los aborígenes Tequel-Malal y conocido también como “Stretia-Lafken”.

Entre diciembre de 1875 y los primeros meses del año siguiente, tuvo que atravesar médanos y pésimos caminos con cantos rodados, siempre atento al posible ataque de algunas tribus.  Supo vencer todos los obstáculos y en una carta remitida el 4 de diciembre de 1875 a Estanislao S. Zevallos -abogado recién egresado-, expresó: “pasado mañana continúo la marcha; esa noche ya dormiré en pleno desierto.  Espero llegar a las tolderías de Sayhueque a principios de enero, y de allí pasaré a visitar el Nahuel Huapi.”

En ese tiempo, los aborígenes estaban belicosos porque el gobierno nacional no les había enviado los alimentos y prendas prometidos.  El cacique Valentín Sayhueque era el jefe principal de la Patagonia, mandaba las siete naciones que vivían en esa zona: araucanas, picunches, mapuches, hilliches, tehuelches, agongures y huilliches… y que estaban bajo las órdenes de ochenta y cuatro caciques y capitanejos de segunda jerarquía.

Sayhueque era considerado el Señor de las Manzanas  por su dominio en ese valle situado a orillas del río Caleufú caracterizado por sus fecundos manzanares.  Como había sucedido cuando Guillermo Cox intentó cruzar la cordillera para avanzar hacia el Atlántico, se reunió en el llano Quem-Quem-Treu el “Superior Gobierno de las Manzanas” integrado por mestizos chilenos y el platero del cacique, con la participación de “453 indios de lanza” pertenecientes a la Junta de Guerra.  Según sus posteriores relatos, analizaron la situación durante cinco horas y le negaron la autorización tanto para viajar a Mendoza como para cruzar los valles del Cerro Tronador y llegar a Chile.  Sólo pudo continuar la expedición hasta el Nahuel Huapí, con la condición de regresar por el mismo camino.   Cumplido su objetivo, volvió para despedirse del cacique Sayhueque; le entregó la bandera argentina que llevaba en su equipaje y logró que quedara flameando en lo alto de su toldo como símbolo de dominio hasta esas latitudes.

El cacique Monfilqueupú lo salvó cuando intentaron asesinarlo porque huyeron entre la polvareda que levantaba la caballada.  Luego Moreno hizo otras exploraciones y donó las tierras que le correspondían para que la Nación Argentina estableciera el primer parque nacional: el “Nahuel Huapí”, un patrimonio natural y cultural que en realidad debe ser reconocido como un legado a la humanidad.

Posteriormente, desde la vicepresidencia del Consejo Nacional de Educación, después de sus observaciones durante un viaje a Europa y principalmente en Inglaterra -la tierra de sus ascendientes-, impulsó interesantes programas en escuelas nocturnas para adultos considerándolas como centros de formación cultural técnica y profesional.  Insistía en que las escuelas rurales también debían ser un nexo entre el aula y el hogar.  Era un filántropo y fundó “La Obra de la Patria” sin alardes, en un barrio periférico de la entonces pujante ciudad de Buenos Aires (1904).  Allí incorporaron a los niños que sin el amparo de sus padres  vagaban por las calles y así pudieron ejercer el derecho a la educación y a la alimentación.  Si debido a la desocupación algunas familias estaban en el límite de la pobreza, mediante esa “Obra” recibían vestido, alimentación y abrigo si fuera necesario.  Instituyó en 1911 el plato de sopa que se servía en la escuela de Barracas.

Conmueve leer en sus memorias, parte de un diálogo con su hijo:

“Abrigaba el propósito de verlo al presidente Yrigoyen, para exponerle algunos problemas del país, pero no lo conseguí.  Presenté mi tarjeta.

El ordenanza fue y volvió con la tarjeta y me preguntó ¿A usted quién lo recomienda?…

Regreso entristecido.  Bueno, ahora podrás advertir, hijo, qué poco aprecian mis sacrificios.

Siempre pensé que Yrigoyen era un argentino bien intencionado, pero mal informado…”

Como suele suceder entre las personalidades ejemplares, el Perito Moreno pasó los últimos meses de su vida terrenal “rodeado de todos sus libros, que conservaba con celo ejemplar, y de algunos cuadros valiosos…”   Había contraído deudas bancarias para continuar su obra patriótica y vencidos los plazos estipulados remataron sus propiedades, sus libros y los objetos de arte que había reunido durante algunos viajes.

En sus Memorias es posible leer:

“Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria!

Pero, ¿cómo, cómo? Tengo sesenta y seis años y ni un centavo.

¡Cuánto valen los centavos en estos casos!…

Yo, que he dado mil ochocientas leguas a mi patria el Parque Nacional, donde los hombres de mañana reposando, adquieran nuevas fuerzas para servirla, no dejo a mi hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas…”

En la madrugada del 22 de noviembre de 1919 se produjo su fallecimiento como consecuencia de una angina de pecho con algunas complicaciones.  El Poder Ejecutivo nacional no dictó decreto de honores, no hubo actos oficiales y tampoco asistió algún representante al sepelio realizado el día siguiente, porque como se publicó en un diario porteño:

“Desde la altura de la presidencia con grave daño para la cultura del país, se mantienen odios y pequeñeces de criterio, que hasta en un comité de barrio sería vergüenza…”  [63]

(No son tantos los titulares de cátedras que son invitados por los alumnos para que los acompañen en sus viajes de estudio durante el último año del ciclo secundario. Quienes por esa generosidad hemos vivido tal experiencia en cinco oportunidades, hemos aprendido mucho más que en el aula porque la convivencia durante varios días y lejos de los hogares, se generan situaciones donde se revelan actitudes espontáneas que exigen mutua equidad y responsabilidad.  Fue entonces cuando conocimos el Museo de la Patagonia “Dr. Francisco P. Moreno” ubicado en el Centro Cívico de la pujante San Carlos de Bariloche.  En ese ámbito pudimos acceder a obras de artistas residentes en esa región.  Durante las excursiones lacustres llegamos hasta la Isla Victoria donde contrastan las especies vegetales autóctonas con la exótica fauna: ciervos fojos, axis…

Conmueve pisar “donde otros pisaron”…

Allí están las señales que confirman la obra de Dios y el paso de sucesivas generaciones; se destacan algunas claves sobre la vida y el tránsito a la inmortalidad del Perito Moreno.

En este umbral del siglo XXI, conmueve comprobar que sus concepciones todavía parecen utopías en el país que tanto amó. Integró el Congreso Nacional y siendo Diputado Nacional por breve tiempo, presentó once proyectos con una sólida fundamentación porque evidentemente, prefería limitar el reposo y dedicarse con responsabilidad a su misión social científica: educativa y legislativa.

– Si no fuera por la certeza de la autenticidad de estas vivencias, ante las noticias que se difunden por distintos medios de comunicación social, esta historia de la Historia de los argentinos también podría parecer otra fantástica leyenda…)

 

Hoy, lunes 2 de abril de 2001.

A diecinueve años de la Gesta de las Malvinas Argentinas.

La Nación todavía no logra superar su crisis de dependencia

Al borde del precipicio de la intolerancia… ¡el caos!

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Los guanacos en los valles calchaquíes…

El historiador Andrés A. Roverano en su interesante estudio sobre “El río Salado en la Historia”, describe las características de distintas tribus que habitaban en las tierras próximas.  Aclara que “el valle calchaquí chaqueño fue ocupado por distintas naciones y parcialidades.  No hubo establecida en él una raza a la que se pueda llamar calchaquí, como acostumbraban a hacerlo los españoles por los años de la conquista y de la colonia.  Los abipones, los guaycurúes y los mocobíes fueron sus principales moradores, pero sólo transitoriamente y en las oportunidades de las correrías que iniciaban desde el Chaco. De ahí que no consideremos como verdaderamente calchaquíes a los naturales que lo habitaron en distintas épocas.”

(Es oportuno destacar que es aceptable escribir  mocoví, mocovíes, o mocobí, mocobíes.)  [64]

La desobediencia de Huachi: “matar por matar”…

Los hombres que habitaban los valles calchaquíes, con frecuencia salían a cazar guanacos para poder alimentarse.  Los ancianos recordaban que la Pacha Mama había recomendado que no mataran si no había una necesidad, pero algunos cazadores jóvenes convirtieron esa habilidad en un cruel entretenimiento.

Durante las noches de plenilunio, las familias se reunían para contar antiguas historias y así se supo que Huachi con su hijo mayor desobedecieron a la Madre Tierra cuando fueron a las montañas a cazar por cazar.  Habían herido al segundo guanaco cuando los sorprendió una extraña visión y escucharon una misteriosa voz recomendándoles que desde ese momento sólo podrían matar un guanaco macho por día.  Estaban cansados y decidieron quedarse a dormir en un refugio.  Horas después Huachi oyó un ruido y entre las sombras reconoció a un enorme animal que parecía ser el “Rey de los Guanacos”.

Se levantó enseguida, pero los guanacos sintieron que debían retirarse, de manera que uno tras otro se alejaron más y más.  Huachi pensó en su hijo y decidió abandonar la persecución.  Dudó al ver que Rakuy no estaba en el refugio y en vano lo buscó en diferentes grutas porque esa ausencia tanto podría ser el resultado de una travesura juvenil como un castigo de la Pacha Mama, porque él había desobedecido su advertencia.

Tanto sufrió Huachi que no intentó cazar y tampoco regresó a la montaña.

Después de varios años, aceptó la invitación de un grupo de amigos y volvió a disfrutar de la belleza de esos lugares.   Era un día luminoso y en pocos minutos, aparecieron nubes y empezó a soplar un fuerte viento.  Huachi se estremeció al recordar su última experiencia en aquella montaña, les confió su sentimiento a sus amigos y todos callaron.  Se interrumpió el silencio cuando se oyeron algunos pasos desde el angosto sendero cercano.  Hubo más emociones porque sobre un hermoso guanaco blanco pasó Rakuy, convertido en “Rey de los Guanacos” por haber cumplido con la orden de la Pacha Mama.

Desde ese tiempo, se repiten las historias de cazadores que “cazan por necesidad” y de otros, que “matan por matar”.   [65]

Desde entonces, década tras década hay menos guanacos en los valles cordilleranos, aunque esta leyenda se sigue difundiendo hasta en las escuelas…

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El puma entre los tehuelches…

Entre los hombres del sur, el puma era considerado como un ser diabólico con poderes sobre las personas.

En reuniones cerca de las fogatas, comenzó esta historia:

Una bella joven mapuche -del grupo tehuelche- estaba meditando bajo los reflejos de la luna y fue sorprendida por los rápidos movimientos de un puma.  Apareció entre altas ramas de los ñires y saltó con agilidad hacia ella, paralizándola por el miedo.

Como sucede en esas circunstancias, no fue necesario comunicarse con palabras.

La jovencita interpretó la amenaza del experto cazador y optó por seguirlo dócilmente.  Juntos llegaron hasta la guarida, una enorme cueva en medio de la espesura del bosque.  Allí quedó la temerosa joven rogando a los dioses que la protegieran mientras el feroz animal continuaría con sus rutinas: marcar el territorio, olfatear la presencia de su futura víctima y matarla inmediatamente.  La joven mapuche veía con precisión el sinuoso sendero que le permitiría regresar a los toldos y confiando en el Espíritu del Bien abandonó el lugar.  Contó a sus hermanos la aventura vivida y desde entonces, se repite ese relato que señala una vez más, como la astucia de los felinos enemigos es vencida por la inteligencia de los humanos.  [66]

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El quirquincho entre los tobas…

Las mujeres de una tribu decidieron no tejer para los hombres haraganes.

Así fue como un toba se quedó sin abrigo y decidió imitar a la habilidosas tejedoras.

Ensayó con distintos hilados y al no saber preparar bien la urdimbre el tejido quedó muy irregular. Cuando empezaron a criticarlo se desanimó más y trató de terminarla cuanto antes porque no soportaba más las burlas de algunos compañeros.

Completó el tejido y comprendió que hasta entonces había sido demasiado haragán y que sería mejor estirar bien los hilos  para que la trama quedara más unida.

Ya era tarde para arrepentirse porque Dios lo estaba observando desde antes de su nacimiento y ya estaba convencido de que era un hombre perezoso y poco solidario.

Dicen que por eso decidió convertirlo en un quirquincho, es decir en un mamífero con hábitos solitarios y que lentamente se desplaza entre pequeños arbustos… cubierto el cuerpo con una caparazón irregular, semejante a las deformes hileras que se veían en sus rústicos tejidos.

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Leyendas acerca del tapir…

El tapir -tapi’í- es un mamífero no agresivo, bajo y corpulento; tiene la costumbre de arremeter si le cierran el paso y resulta peligroso si se lo cruza en algún sendero.

Versión 1: entre los guaraníes…

Entre los aborígenes del grupo guaraní residentes en Misiones y en la zona limítrofe con Brasil,  se creía que cuando se produjo la gran inundación que cubrió casi toda la tierra, algunos hombres y mujeres se subieron a un cerro y cuando bajaron las aguas fueron quienes usaron sus poderes para crear la fauna de la región.

Cuando se había secado toda la vegetación, prendieron fuego en los montes y con las cenizas hicieron los yaguaretés que quedaron con algunas manchas oscuras en su pelaje.

Enseguida les indicaron que se alimentaran con animales de modo que estaban incluidos los hombres y las mujeres.  En toda la región del litoral argentino es un animal conocido.  Los guaraníes se alimentan con el piracuí que es un plato típico preparado con carne de tapí y de otros mamíferos, incluyendo la de diferentes tipos de pescados.  Hacia el norte era frecuente charquear la carne para conservarla más tiempo.  El grueso cuero sirvió para hacer tientos y después de trenzarlo hacían látigos y lazos, para castigar y someter.

Si miraban hacia el cielo, los guaraníes nombraban Mboreví Rapé o Tapi’í Rapé –es decir “Camino del Tapir”, a la Vía Láctea.  Creían que existía una relación directa entre las constelaciones y la vida terrestre.

Descendientes del mismo tronco familiar , los chiriguanos nombraban Morevinayiki -Cerco del Tapir-, a un conjunto de estrellas que forman un óvalo en la constelación de Sagitario.

Desde entonces, quienes conocen esas historias cuando miran hacia Luna, suelen ver observar a las estrellas de la Vía Láctea o del Camino del Tapir.

Versión 2: entre los matacos…

De determinadas creencias  y de la imaginación, derivaron los mitos y las leyendas.

Entre los matacos chaqueños se comentaba que Tokjuaj fue un personaje poderoso, que organizó la vida de todos los animales.  Cuando observó al tapir y lo vio tan flaco, le dijo que tenía que comer más hierbas, pero el torpe mamífero se resistió.  Estaba hambriento y empezó a devorar las espinosas ramas de algunos arbustos y jugosos higos de tuna.  Poco a poco se fue internando entre la frondosa vegetación de la selva y se adaptó a la vida entre marañas y penumbras.

Parece una leyenda, el testimonio del naturalista español Félix de Azara en uno de sus libros y que todavía se reitera en este siglo XXI:

“Cogido joven, se domestica desde el primer día, anda por toda la casa sin salir, aun después de adulto; cualquiera le rasca y manosea, sin que por esto prefiera ni obedezca a nadie, y si se le quiere echar de un lugar contra su voluntad, casi es preciso arrastrarle.  No muerde; y si le incomodan, da un silbido delgado no correspondiente al cuerpo.  Bebe como un cerdo; come carne cruda y cocida, todo pasto, y lo que encuentra sin excluir los trapos de lana, lienzo o seda…”  [67]

También parece otra leyenda lo expresado acerca de la familia guaykurú (abipones, mocovíes, tobas…); quienes usaban el cuero para hacer corazas que forraban con piel de yaguareté y las usaban para guerrear.  Resistían los flechazos pero al ser perforadas por las lanzas, recibían profundas heridas.

Después de cuerear un guanaco, se reunieron los matacos alrededor del fuego y los ancianos empezaron a contar viejas historias.  Así fue como se supo que entre ellos vivió un tapir muy flaco porque no se alimentaba.  Le ofrecían hojas y ramas recién brotadas pero no las comía.  Decidieron probar con unas ramas espinudas y algunas tunas y se sorprendieron al ver cómo las devoraba.

Contaban los matacos que una vez, un armadillo quiso sembrar calabaza y cuando Tokjuaj -el poderoso que organizó la vida de los animales- le negó la semilla; enojado se cortó la cola y la enterró, originándose así la primera planta de maíz.

Sorprendido ante los frutos de esa planta, Tokjuaj le pidió al acorazado animal que le permitiera probar una mazorca, pero no lo logró debido a su anterior actitud egoísta.

El misterioso personaje se acercó a un palo borracho y con una de las gruesas espinas empezó a tallar la madera, formó un caballo y con sus extraordinarios poderes le transmitió vida.  Después lo cambió por abundante cereal y así tuvo alimentación suficiente.  Otros pobladores del lugar quisieron imitarlo; uno hizo algo parecido a un tapir, otro a un burro y el tercero, a una mula.

Los tres fracasaron porque no eran buenos artesanos y tampoco tenían poder suficiente como para animarlos.

(Recuerdan algunas abuelas que esa historia del tapir estuvo relacionada con extrañas experiencias… pero cuando les piden que sigan contando, se miran casi sin mirar, dejan de hablar y esperan que se acerque la encargada del geriátrico para pedirle agua… o algún caramelo… o para preguntarle, una vez más: “-Usted… ¿quién es?…”)

Versión 3: también entre matacos…

Entre los matacos se contaban historias acerca del Tokjuaj -el mítico héroe que organizó a los animales- y entre ellos, algunos grupos prefirieron nombrarlo Chila.

Digamos entonces que durante aquel tiempo de aprendizaje de hábitos entre distintas especies, Chila adiestró a los perros para que siguieran a las presas y cooperaran en las cacerías.  Les recomendó que no se acercaran demasiado al tapir porque tenía fuerza suficiente como para arremeter con violencia y podía hacer caer hasta a las personas.

Así fue como los tapires no fueron tan atacados por los perros como por las punzantes flechas de los humanos cazadores, quienes ya habían aprendido a usar su cuero para fabricar distintas prendas o para tensarlos y trenzarlos con el objeto de hacer fuertes lazos…

El tapir, entre los tobas…

También los tobas contaban míticas historias acerca del tapir y al destacar la fuerza con que arremetían, recordaban un antiguo comentario:  En los enmarañados bosques chaqueños vivió un temido puma que había robado la cría a un tapir.

Como sigue sucediendo con distintos mamíferos en diferentes lugares, al amanecer o al atardecer tenía la costumbre de acercarse a la laguna para beber.  El tapir ya había observado cómo luchaba su enemigo, temía a sus potentes zarpazos y a los afilados colmillos.  También sabía que él hasta ese momento, había vencido si avanzaba sigiloso y con una brutal arremetida hacía caer al adversario.  Así fue como estaba el puma a unos metros de distancia de la costa, entusiasmado con la frescura del agua cuando sintió un vigoroso empujón que lo hizo resbalar y caer.  No se pudo levantar y murió ahogado.

Algunas personas supusieron que la fuerza estaba en el cuero y desde entonces empezaron a usar correas hechas con ese material, en la creencia de que al transportar algunas cargas podrían hacer menos esfuerzo y tendrían mayor seguridad.

Varios curanderos usaron el polvo obtenido al triturar las pezuñas del tapir para preparar infusiones mezclándolos con hierbas, convencidos de que así evitaban las hemorragias en los partos y prevenían las enfermedades cardíacas…

Entre leyenda y leyenda, es interesante descubrir la trama que insinúa la original Historia sobre creencias y mitos, que también constituyen un preciso esquema para interpretar las evoluciones del pensamiento humano…

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La tonina: historias de onas – “selkman”…

Sucesivos estudios han permitido revelar que los mamíferos terrestres se tuvieron que adaptar para vivir en el agua y así todavía es posible observar ballenas, delfines y  orcas.  Al atrofiarse las extremidades y la cola, la formación de las aletas les sirvió para orientar los movimientos.

Las toninas son unos pausados delfines, que suelen ser vistos cerca de la costa atlántica argentina desde las proximidades de Mar del Plata hasta la isla Grande de Tierra del Fuego.  Ante la proximidad de los barcos, sorprenden sus calmos desplazamientos a la espera de que los grandes buques generen enormes ondas de popa y es en ese momento cuando toman impulso para seguirlos y sobre esas inquietas ondas parecen campeonas de surf  porque velozmente, logran avanzar centenares de metros.

Así la habrán observado los aborígenes que poblaron el este de la patagonia argentina hasta que algunos canoeros pudieron cazarlas, ya que la fuerza del animal y sus continuos movimientos en giros, cooperaban para que se desprendiera de la punta hecha generalmente con un hueso de ballena, sujeta a un largo mango de madera.

Es interesante tener en cuenta que los onas no comen pescado y como el clima frío exige dietas con grasas para obtener suficientes calorías, al consumo de carne de tonina se sumó el uso de abundante aceite, que obtenían calentando algunos trozos y recogiéndolos en valvas de grandes caracoles.  [68]

Los onas después de aprovechar su carne, con las mandíbulas hacían peines y utilizaban esos huesos para pintarse antes de las ceremonias religiosas, ya que hacían diferentes dibujos pasándolos sobre las manchas que dejaban sobre su piel, usando tierra y tinturas que ellos elaboraban aprovechando las hierbas de la región.

Entre los onas se originó una leyenda que alude a la tonina.

Decían ellos que en un principio fue Kemanta -Tonina-,  el primer dueño de un lugar de caza que ellos nombraban Atpel, junto al lago Kami que es el “Fagnano” que se sigue viendo en los mapas actuales.

Había dejado de nevar cuando la mujer de Kemanta salió a recoger moluscos de la playa y oyó un ruido a lo lejos que fue aumentando hasta que asustada, corrió a buscar a su familia.  Todos estuvieron mirando hacia el mar y los sorprendió el movimiento de algunos animales acuáticos que parecían recién llegados del más allá.

Con cierto temor, decidieron refugiarse en el mar pero Kemanta prefirió esconderse tras las rocas porque no sabía nadar.  Sus cuñados, los Ksamenk -Orca- intentaron convencerlo y ante su resistencia lo alzaron entre varios y lo tiraron sobre las olas.

Cuando vieron que se sumergía, lo levantaron enseguida para que pudiera respirar y así fue como rápidamente Kemanta aprendió a nadar.

Desde entonces, dicen que todas las toninas y las orcas que se ven en ese atractivo lugar, son descendientes de aquella legendaria familia.  [69]

Y así será… ¿no?

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El venado entre el grupo kaigang…

Desde las primeras lecturas de la Biblia se comenta que en la Tierra hubo padecieron los efectos de un Diluvio.  Millones de personas creen que Noé cargó en su arca dos de los mejores animales de distinto sexo de todas las especies, para que salvados de las aguas después pudieran reproducirse.  Otros tantos o quizás más millones de personas que tienen diferentes creencias, dudan de esos relatos y entre algunos aborígenes americanos se han repetido otras historias.

Es probable que haya sido una de las primeras abuelas -o abuelos- del grupo Kaigang que habitaban originariamente sobre ambas márgenes del Paraná, quien haya contado que después de la “Gran Inundación” volvieron a encontrarse los hombres y mujeres del lugar, tanto los de hábitos solidarios como los egoístas y violentos.

Así fue como llegó una joven madre que amamantaba a su hijo y que provocaba frecuentes disputas porque tenía la costumbre de apropiarse de lo ajeno.  Enseguida los honestos empezaron a murmurar, lamentando que no se hubiera quedado en otro lugar porque si seguía viviendo sin hacer mayores esfuerzos, era probable continuara con sus robos durante el resto de su vida.

El Dios de ellos comprendió que estaban muy temerosos y decidió ayudarlos una vez más.  Convirtió a la mujer en un Gwasú-tí -guazutí, es decir en un venado y como sabía que los hijos no deben ser separados de sus madres -salvo en circunstancias excepcionales cuando está en riesgo su vida y su educación-, transformó al niño en un Guachú Ja Eté, en el verdadero dueño los venados.

Desde entonces, esa población aborigen se dispersó y debido a la convivencia con otras tribus, adoptaron la cultura tupí-guaraní.

El venado sigue siendo un cérvido de pelaje corto y de diferentes colores según las especies: desde el pardo claro hasta el pardo rojizo.  Marca el territorio con el hedor que se genera por la persistente secreción de la glándula ubicada en el fondo de la hendidura que separa las dos pezuñas de sus patas traseras.

En los umbrales del tercer milenio,  es evidente que se ha invertido la historia porque actualmente, aunque ya no los matan para extraerles del intestino o del estomágo los cálculos -las piedras bezoares a las que atribuían propiedades mágicas y curativas-; sigue siendo la familia de los venados la que soporta frecuentes pérdidas, debido a las andanzas de los cazadores, tanto de los humanos como de algunos otros mamíferos que intentan nutrirse con su sabrosa carne…

Una vez más, entre mitos y leyendas… la Historia.

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El zorro en la leyenda popular…

En noches de luna llena suelen reunirse las familias alrededor de una fogata para contar cuentos y leyendas.  Así fue como se supo que cuando un zorro se sintió enfermo porque comía poco y ambulaba demasiado, pensó que había llegado el momento de pedirle a Mandinga que lo ayudara.   Si el diabólico personaje le conseguía la alimentación necesaria, él le entregaría su alma.  El endemoniado comprador de almas, hizo que tuviera todo lo que quería: cazó perdices y las comió enseguida; descubrió el nido del tero y terminó con todos los huevos, también devoró los de las tortugas y las víboras.  Empezó a ser un fanfarrón, comentando sus correrías y con vanidad insistía en que era el mejor cazador de la zona.  Así pasaron los días y los meses, hasta que al terminar la primavera volvió Mandinga para cobrar la deuda.  Cuando el zorro advirtió su presencia tuvo miedo y quiso burlarse de él, escapándose entre espinosos matorrales.  A medida que iba corriendo se le desprendía parte del pelaje y colgaban de las finas espinas unos brillantes pelos que después los pájaros usaron para hacer sus nidos.

El demonio empezó a buscarlo pero como hacía demasiado calor se cansó y decidió volver al Infierno porque ahí se quedaría quieto, estaría cómodo y en su ambiente.

Desde entonces Mandinga vive con dudas acerca de su gran poder, porque no siempre pudo adueñarse de las almas.  Casi todos los vecinos de ese lugar, suelen repetir que el zorro pierde el pelo pero no pierde las mañas y desde aquellos primeros rumores, los hombres insisten en que “más vale maña que fuerza”…

En realidad, todos saben que el zorro es un animal pequeño y que sin embargo, le gana casi todas las batallas a otros animales; no le teme a las víboras ni al hombre porque es veloz en la huida, ni al mismísimo Mandinga… que como cuenta la leyenda, tuvo que rendirse y regresar al fuego eterno.

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Quelonios

La tortuga entre los matacos…

Durante la primavera y el verano, los matacos acostumbraban a recoger tortugas y también sus huevos, porque con los primeros fríos del otoño se escondían en los montes y no las podían encontrar.  Generalmente colocaban las brasas en un pozo y las asaban con el carapacho sobre el fuego.  No sabían por qué, pero insistían en que la carne de las tortugas era un alimento muy  energético, tanto como los huevos.

Sabido es que algunas tribus, también usaban el cráneo como amuleto porque creían que así como las tortugas aparecían sigilosamente, también quien llevara ese colgante podría acercarse a las presas durante las cacerías, sin ser visto o produciendo leves sonidos.

Entre las leyendas de los matacos, es recordada la hazaña de Ka’o’o, la agresiva pava del monte que derrotó a tantos enemigos, entre ellos a una gran tortuga que se ubicaba en un cruce de senderos.  Su carapacho o caparazón, parecía sólo una mancha más oscura sobre la tierra porque estaba cubierta por algunas hojas, pero cuando los hombres pasaban por ese lugar, tropezaban y se caían.  Ka’o’o había visto caer también a algunos niños y decidió vengarse haciendo con el pico y las patas un desnivel en ese lugar donde la tortuga hacía sus diarias travesuras.  Como era su costumbre, la tortuga llegó sin apuro, sacando apenas la cabeza para que no la descubrieran.  Cayó en la trampa tendida por  Ka’o’o y  quedó con las patas hacia arriba.  En un primer momento hizo sus originales silbidos intimidatorios, pero reaccionó cuando tenía dificultades para respirar y escondió hasta la cabeza, esperando que algún caminante le ayudara a salir de tal aprieto porque por sí sola era incapaz de volver a la posición normal.

Fue la última vez que llegó hasta ese lugar porque la astuta pava, le hizo sufrir la misma dificultad que ella había creado repetidas veces, a otros seres vivientes… [70]

Es oportuno tener en cuenta que los tobas, creían en la existencia del Padre de las Tortugas -defensor de sus hijos-, igual que los abipones con respecto al yacaré, en este caso también con una Madre Protectora.

Moluscos

El calamar…

Versión 1: leyenda de los onas…

En el extremo sur del territorio argentino, sobre el océano Atlántico están las islas Tierra del Fuego y las Malvinas, entre otras.

Al oeste de Tierra del Fuego hay islas pequeñas, generalmente con suelo pantanoso  y son poco aptas para ser habitadas por las familias.  Las del este son de mayor extensión y tienen abundante fauna y vegetación.  Hasta la Isla Grande llegaron algunos aborígenes de la nación Yacana-cunnee procedentes de la zona del Estrecho.

A mediados del siglo XVIII, un médico y sacerdote jesuita, el Padre Tomás Falkner, dialogó con el cacique Tamú, quien le “informó que se valen de una como boya con que a veces cruzan el estrecho y así se comunican con otros de su misma nación…”

Los fuertes vientos y las bruscas tormentas tan frecuentes en esa zona, habría sido algunos de los motivos por los cuales preferían ese medio antes que una embarcación, quizás con mayor riesgo de hundimiento.   [71]

Entre los onas se contaban interesantes historias.  Algunos relatos se han repetido hasta la actualidad.

Cuentan que Soikaten era un hombre bajo y deforme, dueño de una pequeña isla.  Estaba cazando en territorio ajeno y después de discutir con un cacique; prefirió perder todo lo que tenía y poder salvar su vida.  Después se arrepintió y quiso vengarse.  Buscó algunos cómplices y organizó la matanza de todos los integrantes de aquella tribu.  El Ser Supremo lo castigó convirtiéndolo en un calamar gigante, un invertebrado que tiene una cabeza ancha y diez brazos, con ventosas que le sirven para apresar los mariscos más pequeños y devorarlos inmediatamente.

Según esa versión, Soikaten sigue nadando en la profundidad de los mares australes y cuando advierte que se acerca algún enemigo, empieza a expulsar la tinta que lleva en su bolsa para oscurecer el agua y evitar que lo descubran.  [72]

¡Casi como el pulpo y como la sepia!… ¿Así será?…

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Entre la pesca y el asombro…

Más acá de las leyendas está el resultado de diversas exploraciones e investigaciones científicas.

Se han encontrado calamares gigantes “en las costas de Sudáfrica, Canadá, Groenlandia, Estados Unidos, Japón, Chile y también en las Argentinas.  Diversos estudios determinan que son “ejemplares muy raros” que se hallan a “500 m. de profundidad” y que “algunos se han capturado vivos”.  En 1994 se encontró uno en Puerto Deseado (provincia de Santa Cruz) y el 24 de mayo de 1996 en la Bahía Bustamante (sur de la provincia de Chubut), fue hallado un calamar gigante de 180 Kg de peso y 4,20 m. de largo.

Al ser estudiado se detectaron restos de ovocitos, células sexuales femeninas sin fecundar y en consecuencia, sería una hembra.

Se observó que ese calamar presentaba el manto, o ‘tubo’ entero; los ocho brazos, apenas cortados en sus extremos; el pico se encontraba completo con ambas mandíbulas, y solamente faltaban los dos tentáculos largos, que estaban cortados casi en la base, habiéndose perdido poca cantidad de ventosas, mientras que la aleta y los ojos también estaban dañados.

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La lapa en la nación Yacana-Cunnee…

Los aborígenes integrantes de la nación Yacana-Cunnee fueron los primitivos pobladores de la isla de Tierra del Fuego y sus descendientes son los que nombramos onas.

Como sucedió en todos los tiempos, esas familias se alimentaban con los frutos de la tierra y del agua.  Se ha dicho que preferían los frutos del mar antes que los terrestres y es razonable que así haya sido porque tenían que soportar prolongadas nevadas.

Sabido es que cuando baja la marea es posible recoger de la arena algunas especies de moluscos pequeños como los mejillones y lapas y que no es necesario cocinarlos porque basta quitarles la arena, abrirlos y desprender con un dedo la carne, comerla sin condimentos…

Los onas aprovechaban todos los recursos y con las valvas hacían sonajeros para los niños; ataban un conjunto en sus redes de pescar y el sonido les indicaba que había caído una presa.  Al anochecer, después de cenar todos escuchaban los relatos de las personas mayores.  Contaban fabulosas historias que se han ido repitiendo en distintas latitudes.

Los personajes eran animales que misteriosamente, en la mayoría de los casos tenían también características humanas.

Nunca se supo en qué tiempo, Tamken fue un hombre tan odiado que debió huir porque querían matarlo.

Dicen que después que se escondió entre unas rocas, con sus poderes logró transformarse en una lapa.  [73]

Peces

El pacú entre los guaraníes…

Che retá -mi pueblo- decían los guaraníes cuando querían hacer conocer su lugar, su cultura. Sabido es que en lengua guaraní se han expresado interesantes historias y fabulosas leyendas, generalmente después de una jornada de pesca.  Hasta la tradicional Corrientes -a orillas del Paraná- han llegado con sus embarcaciones, sus redes y sus cañas de pescar, hombres del Paraguay y de diferentes zonas.  Como el río es muy generoso, todos pueden terminar la jornada con alguna presa y siguen siendo las más grandes, las que dan prestigio al pescador.  Después de asarlas, freírlas o de preparar algún chupín acompañado con abundante bebida, las reuniones se animan con diferentes relatos.  Han contado una vez y la historia se repite todavía, que en un yerbatal vivía un hombre bajo, evidentemente mal alimentado porque tenía un vientre muy abultado y era tan grotesco en sus movimientos, que apenas llegaba a una reunión alguno enseguida empezaba a hacer bromas y todos se reían de él.

Aunque ese mensú era una persona bastante tranquila, era lógico que reaccionara ante tantas burlas.

Al principio soportaba callado, miraba a veces de soslayo y disimulaba su deseo de reproche y de venganza.  Como en el yerbatal la paga era escasa -más o menos como sigue siendo en esta época de la globalización en el comienzo del tercer milenio-, varios obreros que estaban alcoholizados dijeron que iban a huir porque no toleraban tanta explotación.

El mensú estaba cerca y al conocer el plan decidió contárselo al capanga, el autoritario capataz que estaba acostumbrado a retribuir con jugosas naranjas y tibio pan recién horneado, a todas las personas que lo informaran sobre lo que hacían o querían hacer los hombres que él dominaba, aunque quizás, sólo era una ilusión más ese creer que los dominaba.  Hacían un enorme esfuerzo para tolerarse porque en realidad, todos se necesitaban.

Sin trabajadores rurales no habría capataces; y sin ellos, se terminarían las plantaciones y las recolecciones, pero suele suceder como en las guerras: encendida la chispa de la rebelión empiezan a caer los heridos y los muertos…

Era una noche de luna llena cuando los estafados decidieron buscar otros rumbos.

El capanga estaba alerta y no dudó porque él tenía que demostrar a los patrones que seguía siendo tan combativo como cuando lo contrataron.  Uno a uno fueron cayendo sobre las húmedas hojas de los arbustos y tras breve agonía, todos murieron.

En el silencio nocturno aquellos disparos fueron la señal para que se congregaran otros que estaban cerca y entre ellos también estuvo el astuto mensú porque pretendía disimular su deslealtad.

Como suele suceder, el remordimiento empezó a dejar sucesivas señales: empezó a sentir calor, a transpirar, después le parecía tener frío y temblaba, hasta que no soportó más y fue a beber agua a la orilla del río.  A medida que avanzaba le parecía que lo perseguían fantasmas y no podía olvidarse de los ojos de sus víctimas.  Se acercó con cuidado porque había demasiado barro, se agachó, juntó agua con las manos y al ver que estaba demasiado turbia prefirió sacarla de mayor profundidad.

Misteriosamente se empezó a hundir mientras se transformaba en un enorme pez.

En el yerbatal decían que ese castigo había sido obra del Espíritu Justo y no habría que dudar, si se tiene en cuenta que a partir de ese momento, sucesivas generaciones han podido disponer del sabroso pacú para su alimentación.

En esa circunstancia, también la historia cambia su dirección, porque aquellos obreros de los yerbatales que acosados por el hambre, prácticamente trabajaban por una ración de comida, fueron héroes míticos que con su resistencia, generaron una posibilidad de cambio en las condiciones de vida de sus hermanos…

Algo parecido dicen que está sucediendo el 2001 mientras hay paros, ollas populares, cortes de ruta… pero para algunos eso también es algo así como una leyenda… aunque no con un final de recompensa tal como dicen que fue, en el caso del herbívoro pacú… que por algo pertenece a la misma familia de las pirañas y de las palometas.

Si miramos hacia los mercados, resultará asombroso que el pacú sea uno de los pescados de agua dulce de mayor cotización.

Entonces, si el ocio lo permite será posible otra conjetura:  aquello que en la vida anterior les fue negado, tiempo después les ha sido recompensado con creces, ya que el río Paraná es muy extenso y se extiende en amplios bañados y lagunas donde el pacú puede refugiarse y alimentarse con algunas de sus hierbas preferidas o comer pequeños caracoles y camarones.

Si el ocio lo permite, será posible saber que el poeta Armando Díaz Colodrero nos legó su elogio al guaraní y al recordar otra vivencia cerca de Gastón Gori, el gigante de las Letras, siento e impulso de transcribirlo completo:

 

“Lengua de mi patria chica

en que inicié mis romances

te di amor a escondidas

para evitarte un desaire.

Tienes el dulce embeleso

de un suave caer de la tarde

cuando se siente en el pecho

el aquietar de la sangre.

Los avá y las güainas te hablan  1-2

con el doncel de mis lares,

y el chamamé te requiere

para expresar sus cantares.

Guaraní, lengua florida,

la de los giros süaves

que haces llorar acordeones

con tu expresión inefable.

Te persiguen en la escuela

y te desprecian los grandes,

pero has sabido vencerlos

dando nombre a los lugares.

Guaraní, cuando te oigo

siento inquietud de romances;

en el purajhei sos beso,  3

en el sapukai, coraje.   4

Guaraní, te llevo adentro,

sos mi aliento, sos mi sangre,

sos mis canciones de cuna

donde me arrulló la tarde,

sos el lenguaje aprendido

cuando empecé a enamorarme.

Compendias toda mi vida,

desde el primer balbucearte

hasta el llanto que se esconde

por no parecer cobarde.

Sos mi risa de muchacho,

sos mi ardor de hombre ya grande.

Guaraní, yo te venero

como venero a mis manos.

 

 

avá: paisano.  2 guaina: muchacha.  3 purujhei: canto.  4 sapukai: grito).

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(Río Paraná; Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Misiones, Santa Fe. Tuvieron su lugar en la histórica Corrientes, inolvidables compañeras de ruta en el rumbo de la educación, sinceras y fraternales, mujeres que evoco como si escuchara el murmullo de sus voces en la musical lengua guaraní.

Dejaron entre quienes las conocimos, las huellas de su arte de vivir y de convivir.

Las nombro, en la secuencia que señala el orden temporal del primer encuentro de nuestras miradas,  en distintos ámbitos de la Escuela Nacional Profesional de Mujeres de Santa Fe puesta en marcha el 5 de agosto de 1952 –dependiente de la Dirección General de Enseñanza Técnica del Ministerio de Educación de la Nación-; luego ENET Nº 5 “Esteban Echeverría -dependiente del Consejo Nacional de Educación Técnica, Conet-; actualmente Escuela Provincial de Educación Técnica Nº 0481.

(Comenzó a desarrollar las actividades educativas en Saavedra 1751, 1er. Piso -espacio compartido en la amplia sede de la Escuela Normal Nacional Gral. José de San Martín dirigida por el Prof. Francisco Rosciani, Secretario General de ADA –Agremiación de Docentes Argentinos, filial Santa Fe- y como no disponíamos de sillas suficientes, un año después las cedió el Club de Regatas de lunes a viernes: iba y venía Maximiliana Meriles con su carro trasladándolas hasta que recibida la partida, se compraron varias docenas en una fábrica de Córdoba, hechas con madera de pino y reforzadas…

Evoco a esas entusiastas maestras correntinas que conocí a partir del 9 de marzo de 1953: Benita Figueroa Oliva, maestra especializada en discapacitados, maestra de taller de Corte y Confección.  Leonarda Margarita Talavera, Dietóloga, en el casi legendario Hospital Italiano de Santa Fe y Colonias; en el Instituto Regional de Oncología, maestra especial en Cocina.  La inscripción aumentaba, era necesario disponer de un espacio para distintos talleres; era inminente el momento del traslado.

Durante una tarde de enero de 1957 -cálido día con sorpresiva tormenta-, recuerdo el recorrido que hicimos con la Directora María Victorina Audissio de Tacca y la Inspectora Técnica Ana Z. de Cabrera siguiendo las direcciones que entregara una inmobiliaria: calle San Jerónimo y Vera hacia el sur, luego Catamarca hasta San Martín, por esa calle hacia el sur hasta Corrientes y giro hacia el este hasta 25 de Mayo.  Vimos viejas casas con altas galerías y aljibe hasta que llegamos al 1855 donde residía la familia del Dr. Juan Bautista Depetris.  Fue la más adecuada para instalar la escuela, tenía dos amplios patios con iluminación y ventilación, amplia cocina y antecocina; tres baños, una cocina auxiliar, cuartos para otros usos y una rústica escalera de madera que comunicaba con la única pieza en alto, sobre la cocina principal.

A fines de la década siguiente, se incorporaron Rosalba Serrati Silva de Difiori, profesora de dibujo, ceramista, creadora de la imagen  de “Nuestra Señora de las Nieves que fue empotrada en el vestíbulo de la entrada; hermana de Stella Moñoa Silva de Sellarés, maestra especial y amiga… Llegó luego la creativa Miguela Vera, paraguaya nacida en Asunción, grabadora, profesora de dibujo, profesora de Grabado en la Escuela Provincial de Artes Visuales “Juan Mantovani” de Santa Fe.

Así se fueron consolidando los cimientos… )  [74]

Reptiles y anfibios

La ñacaniná entre los guaraníes…

Los guaraníes sabían que la ñacaniná -cabeza alerta- era una culebra que vivía en  bañados y entre los húmedos pastizales y que no era venenosa.  Sin embargo entre ellos comentaban que traía mala suerte porque algunos acontecimientos habían coincidido con la presencia de esos reptiles merodeando las chozas durante el invierno.  Algunos jóvenes insistían en que, con el poder de la mirada podían paralizar a las presas y hasta influían sobre las personas.  Otros recomendaban no pisarlas cuando se estaba esperando un hijo, para evitar que tuviera que arrastrarse sin poder caminar durante toda su vida.

Algunos ancianos habían probado el sabor de su carne y aprovechaban algunas partes para uso medicinal.  Con la grasa untaban las zonas del cuerpo inflamadas y hasta se hacían morder para utilizar el débil veneno como un antídoto.  A pesar de tantos beneficios para el hombre, la ñacaniná sigue arrastrándose porque así lo ha dispuesto el Espíritu Supremo[75]

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El yacaré entre los abipones…

Sabido es que en lo que actualmente es el norte de la provincia de Santa Fe, vivían los altos y sanos abipones, capaces de cruzar el río en pleno invierno porque eran ágiles, manteniendo el “pleno goce de sus actividades físicas y mentales” hasta la vejez.

No sorprende en consecuencia, que haya tantas historias, tantos mitos y leyendas acerca de esas animosas familias.

Aunque soplara el fuerte viento del sur, los más jóvenes se acercaban a la orilla del Paraná y arrojaban al yacaré distintos objetos hasta lograr que se acercara a la playa, justo en ese lugar. La costumbre de quedarse quietos al sol, era aprovechada por ellos para arrojar sus lanzas.  Era inútil que el animal herido intentara volver a hundirse en las aguas, porque tenían la punta removible y atada a un cordel para que la presa no se alejara.

Algunos relatos indican que también utilizaban venenos, pero es poco probable porque ellos sabían cuales serían las consecuencias.

Al ser tan frecuente la caza del yacaré, también entre los guaraníes y los tobas se fueron generando distintos mitos y leyendas.

Contaban las abuelas tobas que los yacarés -como todos los seres vivientes- estaban protegidos por un padre y una madre míticos, que vengaban el daño que le hacían a sus hijos.  En consecuencia, no era posible matar por matar sino sólo cuando fuera necesario para tener medicamentos,  cueros para sus diferentes usos y dientes para hacer los colgantes que según ellos, evitaban las picaduras de serpientes y aún si fueran atacados, serían como un antídoto porque disminuirían al máximo sus efectos.  Además, sabían que sin esos ejemplares, tendrían menos huevos y carne para alimentarse; tampoco podrían seguir utilizando nuevos dientes como amuletos.

Los ancianos tobas insistían en que el yacaré era el encargado de transportar a las almas sobre su lomo para que pudieran cruzar el río y  llegar hasta el espacio de los muertos.  Creían que el Lekapal -un ser fantasmal-, cuando moría una persona se acercaba hasta la orilla del río y convocaba al abuelo yacaré para que le ayudara a llegar al otro mundo.

Todas esas recomendaciones estaban orientadas hacia el bien: defender la vida –no matar por matar-; respetar a los ancianos –por lo que son, saben y ayudan a convivir– y aceptar el designio divino ante la ausencia definitiva.

Resulta evidente que eran muy observadores; insistían en que el yacaré podía partir del mundo terrestre y llevar a las almas hasta el mundo acuático, tal como ellos veían que lo hacía habitualmente por ser un anfibio.  Además, ellos necesitaban interpretar hasta donde podían, el significado de todo lo que los rodeaba ¡el universo!… el cosmos: como una unidad: el Todo abarcador que es la tierra, el agua, el aire, el Cielo…   [76]

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Roedores

El carpincho entre los guaraníes…

Entre los guaraníes, decir capiivá -de la que derivan capivara y capiguara– es nombrar “una cabeza y un lomo en el agua”, porque así recocían ellos al carpincho.

Contaban los abuelos frecuentes historias de amor y otras de amores prohibidos y así fue como se supo que Yerutí era una paloma enamorada de su compañero el Biguá.  Así fue como en ese lugar, algunos hermanos murmuraron bastante sobre sus vínculos.

Como suele suceder con cualquier mujer hermosa, la paloma que era tan blanca y sin una sola pluma gris, a pesar de estar siempre con el Biguá era pretendida por el osado Capivara -el puerco de agua- de grueso pelaje, de poderosos incisivos.

Como suele suceder, cuando una persona está enamorada de otra que ni siquiera la mira, el carpincho tuvo que tener mucha paciencia y esperar el momento oportuno para raptarla.  En una leyenda cuentan que la llevó en su canoa, pero es muy difícil imaginar que alguna vez haya podido remar.

Salvo en un cuento, o en una fábula, ya que ambos aproximan a embustes, a engaños..

Es probable que Capibara la haya raptado mientras la paloma estaba posada sobre su lomo, como lo hace con frecuencia el picabuey.  También pudo ser que al empezar a nadar, ella nada hubiera temido porque estaba acostumbrada a observarlo todo, como excelente mensajera que es…  Es probable que haya visto cómo el carpincho avanzaba nadando en el río,  mientras “la carpincha” seguía sosteniéndose con las patas delanteras sobre su parte trasera.  [77]

Como suele suceder entre los animales, la paloma sabía distinguir los tamaños, y ella era mucho más liviana…  Pero lo que Yerutí no sabía, era que su compañero fuera tan celoso, porque cuando los vio se acercó en diagonal y atacó al carpincho a picotazos.

La paloma voló y el enamorado Capivara tiño con su sangre las aguas cercanas al camalotal y murió.

Solo murió…  Solo… porque es la natural forma de morir, aunque estén acompañándolo otros seres.

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Casi leyenda… en la Provincia Invencible.

Ahora, otro relato que es una de las tantas historias de la Historia.

Para algunos niños podrá parecer una leyenda la narración de las aventuras de Tincho Carpincho, esa idea -que como tantas-, se concretó en obras por la perseverancia y el talento del periodista Jorge Álvarez, quien interesado por la tierra y su gente, programó -diseñó y ejecutó- diversos audiovisuales que aún en este principio de milenio, siguen aproximándonos a la vida de los aborígenes en su terruño y en distintos continentes.

Alguna vez también parecerá leyenda, que Orlando Vera Cruz  -poblador de ese lugar-, haya pasado por allí, en el momento de algún azote o después de dialogar con la pescadora Román, noble mujer sin pausas -a pie, en bicicleta, con la canoa o a caballo- desde hace décadas…

Contábamos las nueve lunas en tiempos muy cercanos.  Cuando ella pasaba a caballo o en bicicleta, yo la admiraba y medía los extremos opuestos, porque en el séptimo mes mi amado amante no quería que tocara la pala… menos aún el rastrillo… Sí era posible que siguiera trabajando de sol a sol, en dos escuelas o realizando tareas del hogar, o tejiendo con la Knittax… y ¡con lanitas!

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Los tucu-tucos…

Es innegable que los herbívoros tucu-tucos se han adueñado del territorio argentino porque con sus miembros anteriores provistos de fuertes uñas y con sus dientes,  logran cavar largas galerías de escasa profundidad, hacen varias salidas orientadas en sentido contrario a los vientos dominantes.  Disimulan esas bocas con montículos de ramas secas.

Tanto es posible observarlos en los albardones costeros como en las praderas cordilleranas y hasta desafían a los automovilistas y motociclistas cruzando velozmente distintos caminos y rutas.

Versión 1: entre los tobas…

En las comunidades tobas se creía que estos roedores habían sido creados por Nedámik, el mítico maestro de los cazadores.  Repetían una y otra vez, que cuando comprobó que fracasaban las cacerías tal vez porque los aprendices no seguían sus indicaciones, imaginó que ese pueblo podía empezar a tener hambre y decidió usar sus poderes maléficos.  Extendió los brazos y los movió como si fueran alas; invocó a su dios e inmediatamente sus alumnos se convirtieron en tucu-tucos.  Tiempo después les preguntó si querían volver a la naturaleza anterior pero como ya se habían acostumbrado a disponer de alimentos sin demasiado esfuerzo, prefirieron seguir caminando con la cola arrastrada por el suelo y con torpeza si necesitan realizar algún giro.

Desde entonces, las hembras tienen sus crías cada ciento siete días aproximadamente, en una de las galerías subterráneas y con sus dientes tanto ayudaban a desprender las uniones fetales como podía ser que empezaran a devorar a las crías muertas.

Apenas nacidos, los tucu-tucos con los ojos semiabiertos ensayan sus primeros desplazamientos; empiezan la lactancia durante breves intervalos.  Todavía es un misterio la comunicación que establecen con vocalizaciones de tono fuerte, en rápida sucesión, separadas por silencios que se asemejan al tuc-tuc-tuc con el cual se los ha identificado.

Versión 2: entre los mapuches…

Entre distintos grupos de aborígenes era frecuente comentar que en un principio, los animales eran como gente y que se transformaban con frecuencia.  Los mapuches, decían que un poderoso gigante que vivía en una isla, en el Océano Atlántico había raptado a una nube y convertida en su esposa, tiempo después ella le anunció el futuro nacimiento.

El  malvado gigante temió que su hijo lo superara; decidió matar a la madre y sacarlo prematuramente de su vientre.  Estaba esperando el tiempo de luna llena para aprovechar la oscuridad nocturna cuando apareció Terrwerr, la abuela del niño  y en ese momento, una misteriosa tucu-tuco mordió los dedos del pie derecho del gigante.

El intenso dolor hizo que sólo se apoyara en el pie izquierdo y que soltara a su hijo.

Terrwerr rápidamente escondió la cría en un rincón de la caverna y pidió ayuda a las aves para huir de la isla.  Algunos creen que los cauquenes los transportaron hasta la Patagonia y  otros dicen que fueron las gaviotas.

Es probable que hayan sido los cauquenes porque son aves acostumbradas a realizar migraciones anuales a la noche, con ordenados desplazamientos áereos en forma de “V”, turnándose para ocupar el primer puesto debido al esfuerzo que deben hacer para cortar el aire.

Lo importante es que pudieron salvar a Elal, quien según se ha comentado pudo crecer vigoroso y empezó a ser un personaje admirado porque con sus obras contribuyó al bienestar de esa comunidad.

Lo sorprendente es que un pequeño roedor haya sido tan útil en aquellas circunstancias.  Otro enigma ha sido la aparición de Maip, un envidioso ser maléfico que logró sumir en un profundo letargo a Terrwerr.  Angustiado Elal le pidió a Tekaurr que le hiciera recuperar la conciencia.  En ese momento, dicen que la abuela se despertó y se generó otro conflicto porque estimulada por sus poderes pretendió casarse con su nieto.  Elal reaccionó con violencia y al pisarle la cabeza le acható el hocico.  Pidió otra vez la ayuda de un cisne y regresó a la isla, mientras los tucu-tucos seguirían habitando las oscuras galerías subterráneas.  [78]

(Tantas fantásticas leyendas permiten intuir la capacidad narrativa de las personas humanas y hasta se puede suponer que esos relatos originales, tuvieron su origen después de prolongadas reuniones donde la chicha –y otros brevajes-, no sólo habrían calmado la sed…  porque desplegadas las alas de la imaginación, supieron describir distintos personajes ubicados en determinados paisajes.)

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Las vizcachas entre los matacos…

Entre los wichis -matacos chaqueños- empezó a ser difundida una fantástica historia.

Alrededor de las viviendas hacían sus cuevas las vizcachas.  El Vizcachón controlaba la obra.  Durante horas y horas, machos y hembras estaban cavando las galerías subterráneas y en la entrada colocaban un montículo de ramas secas para evitar que los hombres al pasar por esos lugares provocaran peligrosos desmoronamientos.

Algunos niños traviesos salieron a la hora de la siesta a recoger algunos frutos y decidieron jugar con una de las cuevas.  Parece ser que el Vizcachón había sido un hombre malvado que un hechicero había convertido en un roedor.  Cuando vio que estaban haciendo esa travesura, aprovechó los poderes que todavía tenía para mantener, aumentar y controlar a esa familia. Los cuatro niños quedaron sepultados en la cueva, transformados ellos también en grisáceas vizcachas.

A la noche, sus padres se lamentaban porque no habían regresado y hablaron con los vecinos. Un niño escondido atrás de un corpulento quebracho, había observado la tenebrosa desaparición, pero estaba temeroso y no se animaba a comentarlo.  Sólo señaló el lugar donde los había visto por última vez y aunque siguieron las huellas, sólo había rastros de distintos animales.   Con la ayuda de Piognac -médico-, lograron que una gran boa entrara en la cueva y así empezaron a salir las vizcachas por distintas aberturas.

Desesperado, el Vizcachón pidió disculpas a los hombres, porque temía que lo mataran y enseguida, para preservar su vida y seguir con su trabajo, volvió a usar los poderes que todavía tenía.  Era asombroso cómo empezó a desprenderse el pelaje y reaparecieron los niños.

Desde entonces, en los encuentros de matacos con tobas repiten esta historia y la recomendación es que no maten a las primeras cuatro vizcachas que salgan de una cueva, porque pueden ser niños traviesos transmutados y si los comieran, no podrían seguir respirando y morirían asfixiados…  [79]

Vegetales – Árboles

El legendario ombú…

Un inexplicable impulso provoca otros recuerdos.

Hay interesantes relatos acerca de la vida de los aborígenes americanos y aún perduran enigmas acerca de tan asombrosas cultura.  Para los timbúes -tal como sucede todavía entre los pampeanos, el ombú ha sido y sigue siendo la sombra generosa que paciente espera al caminante o es cobijo de tibios nidos con débiles piares y espacio propicio para los primeros aleteos. Es originario del nordeste -Brasil, Paraguay y selva cercana al alto Paraná.

Esa hierba gigante creció en otros lugares por la acción  del hombre y a fines del siglo XIX, Pedro Lozano al rememorar la historia de la Conquista destacó que los timbúes a “los sepulcros de sus padres los adornaban con plumas de avestruz (ñandú), y en cada uno plantaban un ombú, árbol bien frondoso pero muy triste, y acudía allí la parentela, de tiempo en tiempo, a plañir sentidamente al ‘difunto’.”  [80]

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Los helechos… y los mocovíes.

En la tribu acostumbraban a dejar que los niños se internaran en los montes cercanos para ir reconociendo las hierbas.  Un pequeño mocoví se sorprendió al ver unos frutos que apenas probó, comprobó que eran muy dulces.  Enseguida llevó uno para que su madre le dijera si lo podía comer.  Desde las altas ramas de un quebracho colorado lo observaba el Espíritu Maligno y mientras en el toldo estaban conversando, bajó rápidamente para cubrir el helecho con una sustancia salobre.  Madre e hijo fueron a buscar más frutos y se encontraron con que habían perdido la dulzura.  Consultaron con los ancianos y ninguno pudo explicar las causas que habían producido ese cambio de sabor aunque dijeron que así también podría servirles para condimentar sus alimentos:  Lo probaron con carnes y verduras y hasta lo usaron para algunas curaciones.  A esa planta la distinguieron como el árbol de la sal, aunque se comprobó después que era un helecho.

Sigue creciendo vigoroso en la selva chaqueña y al trepar por el tronco de los altos árboles, alcanza a medir hasta dos metros de altura.

Los hombres del lugar recuerdan esa historia que demuestra una vez más el triunfo de “el Bien” sobre las egoístas intenciones del Espíritu del Mal.

Terminada la travesura del diablo, el dios benigno impidió que se perjudicaran los aborígenes porque modificó algunas cualidades de ese vegetal.  Desde entonces, dicen que los hombres que saben, siguen recogiendo esa sal para diferentes usos.  [81]

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Misterios sobre el cardón…

Los hombres han inventado leyendas alrededor de jóvenes enamorados, de intolerancia de sus padres y de huidas fantasmales.  Llegó al caserío un joven de otra tribu con la intención de casarse con la hija del cacique.  El padre insistió en su negativa y la pareja decidió mantenerse unida bajo la protección de los dioses.  La Pachamama -Madre de la Tierra- los cobijó y misteriosamente brotaron en ese lugar los cardones, semejantes a un ejército de vigilantes pobladores ubicados en áridas quebradas.

El caminante dispone así de agua fresca si absorbe el jugo de sus ramas y siente placer al observar sus bellas flores blancas.

Cuando está seco, el generoso cardón se entrega para la construcción de vigas o muebles en seguras moradas.

Algún músico podrá ahuecarlo para convertirlo en tambor y así resonará durante el tradicional llamado del Carnaval.  [82]

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En torno al árbol del bálsamo en Centroamérica…

En territorio centroamericano vivía el rey Atlacati, padre de Nabá, una hermosa joven que estaba enamorada del príncipe Hoizti, perteneciente a otra tribu.

Como suele suceder entre enemigos, un grupo de guerreros atacó al príncipe que avanzaba con su ejército.  Hubo muertos y heridos.  Nabá se enteró de esa tragedia y con seis valientes servidoras aprovechó el momento en que los vencedores dormían embriagados y fueron a socorrer a los heridos.  Allí encontró a su amado Hoitzi y mientras lo estaba protegiendo apareció su padre, enfurecido porque se consideraba traicionado.  Enseguida disparó una flecha que atravesó el corazón de su hija y también mataron a las seis mujeres.  Tiempo después, cuentan que en ese lugar nacieron siete hermosos árboles que se distinguen por su aroma: es el árbol del bálsamo que produce un líquido oscuro utilizado para curar heridas.  Se lo reconoce como el símbolo de la misericordia en recuerdo de aquellas abnegadas mujeres que socorrieron a los soldados vencidos.  [83]

(El Padre Falkner destacó que “el bálsamo de caaci -cuyo nombre científico es schinus bonplandianus”-, mana de los tajos que se dan a cierto árbol, y se obtiene también haciendo hervir en agua, los gajos bien molidos.

Es una goma dura, parecida a la trementina, de color blanco si se obtiene por hervor y por otro procedimiento resulta amarilla y transparente.  Es un remedio excelente para hacer criar carne en las heridas y un medicamento muy eficaz por vía bucal.”

Contó el memorioso sacerdote, que “dos indios en distintas ocasiones fueron heridos por una lanza angosta en la región epigástrica”; que eran tratados con esas preparaciones y cuando las heridas habían sanado, se “solía aplicar este bálsamo exteriormente disuelto en grasa de ciervo o tuétano” que es la sustancia blanda interior del hueso caracú.)

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El palo borracho: percepciones de los guaraníes…

Versión 1:

Entre los argentinos se cuenta una historia probablemente inventada por imaginativos duendes.  Desde hace mucho tiempo se sabe que el palo borracho almacena agua en su grueso tronco y así soporta mejor la época de sequías.  Han dicho que una vez, ese espacio se convirtió en una misteriosa pecera y que así los dioses aseguraron la alimentación de las tribus cercanas.

Sin embargo, el nombre elegido por Ludwig Choris alude más a botella que a pecera…  La coincidencia reside en reconocer la belleza de la fronda y de las flores de este árbol, que suele sorprender al caminante tanto en algunas rutas como en avenidas y calles.  Después, abiertos los frutos se ven los suaves capullos de finísima fibra que protegen a las pequeñas semillas.  Caerán sobre la tierra fértil y se renovará el ciclo de germinar, brotar, crecer, florecer, dar frutos… como fue en el Principio.  [84]

Versión 2.

Protegido por los dioses del bien, cerca del río Paraguay vivía el cacique Caimaré con su mujer y los dos habían soñado que formarían una gran familia.

Después del nacimiento de Naipá, la mujer quedó dormida y a la huérfana la criaron varias compañeras.  Una perfumada madreselva crecía próxima a las chozas y la niña vivía contemplando las bellezas de la naturaleza y escuchando el trinar de los pájaros.

Durante la adolescencia, Naipá se enteró de la decisión de su padre y como no aceptaba que él eligiera a su futuro marido, decidió huir y esconderse en el húmedo bosque donde escuchaba el murmullo de las aguas de un arroyo.  Apareció un entusiasta joven y Naipá se enamoró inmediatamente.  Decidió volver a la tribu y el respetado cacique recibió al día siguiente a los dos jóvenes, quienes le dijeron que querían vivir en pareja.

Por costumbre, en aquel tiempo consideraban a cualquier extranjero como si fuera un enemigo de la tribu y así fue como el enamorado apareció muerto por un flechazo sobre el corazón.  Desde entonces, Naipá vivió con tristeza hasta que su padre eligió al futuro marido.  Ante tanta incomprensión, ella volvió a escapar y en vano intentaron encontrarla.

Cuentan que en el lugar donde acostumbraba a sentarse a llorar, fue protegida con un manto por los espíritus del agua y de la luna y que allí creció un hermoso y extraño árbol, de tronco ensanchado y cubierto de espinas: el palo borracho, símbolo del amor y del llanto de la fiel Naipá[85]

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El timbó en la memoria de los guaraníes…

No se supo -ni se sabe- en qué tiempo, vivía el cacique guaraní Saguaá feliz con su joven hija Tacuareé, hasta que ella decidió salir a buscar frutos del bosque y en el cruce de dos senderos se encontró con el joven cacique de una tribu cercana.

Como suele suceder, apenas se miraron se emocionaron. Hablaban la misma lengua, se saludaron y empezaron a contar sus historias.

Sabido es que cuando dos jóvenes dialogan sobre asuntos que les interesan, es posible sin que se den cuenta transcurra el tiempo -¿o no?…-, y mientras tanto sus familiares, empiezan a preocuparse por la excesiva demora.  Aquel día, estaban cantando las aves antes de regresar a sus nidos para descansar hasta el otro día y con tales señales, ella advirtió que había llegado el momento de volver junto a su padre, como le habían enseñado las ancianas de su tribu.

El joven prometió volver a ese lugar para encontrarla después de determinadas lunas.  Tacuareé trató de disimular su estado de ánimo y entre silencio y suspiro, intentó imaginarse cómo decirle a su padre que había conocido a ese joven y que creía que ya lo estaba amando.  Sabía que su padre, el protector Saguaá desconfiaba de algunas tribus cercanas y además, ya le había anticipado su deseo: quería que llegado el momento, se casara con un valiente guerrero.

Era costumbre en ese tiempo -y lo fue hasta  varios siglos después-, que las jóvenes aceptaran las decisiones de sus padres hasta para elegir el día y la hora de la ceremonia…

Aumentaba el reflejo de la Luna y se acercaba el día del siguiente encuentro. Tacuareé estaba decidida, amaba a su padre pero también sentía un íntimo impulso hacia el joven amante-amado.  La Luna llena iluminaba el sendero y nada la detuvo.

Todos dormían cuando salió silenciosa en dirección al espacio donde crecían las tunas.  Pasada la medianoche Saguaá vio que su hija no estaba durmiendo ahí, salió rápidamente para mirar en distintas direcciones y no encontró respuestas para su angustiante duda.  Como era costumbre entre ellos, apoyaba la oreja sobre la tierra para percibir el eco de algún golpeteo cercano.  Sólo escuchaba el monótono sonido de los grillos y los chillidos de algunos búhos inquietos. Siguió avanzando entre punzantes chañares y fatigado se acostó sobre la tierra húmeda por el rocío; con una débil esperanza apoyó por última vez la oreja y allí murió.

Al amanecer pasó uno de sus hombres que cazaban y lo encontró tendido cerca del aromito, rígido, casi frío.  Intentó levantarle la cabeza y no pudo.  Insistió con más fuerza y comprobó que la oreja parecía estar adherida al suelo.

Pensó que debía retirarlo de ese lugar para realizar las tradicionales ceremonias fúnebres.  Optó por cortarle la oreja y después, ya enterados otros guerreros, le ayudaron a trasladarlo. Nadie se atrevió  a hablar de Tacuareé porque al cacique y a su hija los respetaban todas las familias de esa tribu y aún quienes vivían sobre la otra orilla del ancho río que nombraban ¡Paraná!…

Al día siguiente, en el lugar donde lo encontraron muerto, misteriosamente había crecido un árbol que ya medía casi veinte metros de altura, con vigorosas ramas y follaje verde oscuro.  Tenía algunas flores blancas con matices verde pálido y estambres sobresalientes.

Después los habitantes de esa zona, vieron los originales frutos semejantes a una oscura oreja y enseguida empezaron a nombrarlo… ¡el timbó!

Decían quienes conocían aquella historia, que cuando lo nombraban recordaban al cariñoso padre que no pudo soportar la ausencia de su hija.

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Memoria entre los chaqueños…

María Nélida Ercilia reiteró la historia de un árbol chaqueño que había nacido solo, en el patio de una casa.  Había contado el árbol que “una tarde de mucho calor, en que el sol brillaba más y más, se apareció por allí el Pombero, que es el duende de la siesta y del sol, y viste un gran sombrero sobre su cuerpo velludo.”

Cuando observó los hermosos árboles que crecían en ese lugar, los maldijo porque los suyos eran “feos, achaparrados, grises, llenos de espinas…”

Utilizó sus poderes para hacer que las altas temperaturas y la sequía destruyeran ese hermoso árbol.  Así fue como las hojas se empezaron a marchitar y se fueron desprendiendo cuando las sacudía el viento.  Ante tanto padecimiento el árbol clamó ante la Madre Tierra y ella enseguida se dispuso a calmar su sed:

“-Te pondré una gran boca en la parte más alta de tu tronco, para que puedas nutrirte con todo lo que el viento acarrea de humedad y de alimento…”

Misteriosamente, siguió contando el árbol, que hasta se tragó un barrilete y como el niño lloró mucho porque no lo podía recuperar, empezaron a mirarlo con desconfianza y resentimiento.  La Madre Tierra optó por otro recurso y en vez de alimentarse por la fronda, hizo que empezaran a crecerle las raíces hasta llegar a otras napas de aguas subterráneas.

Crecía vigoroso el árbol y grande fue la sorpresa del Pombero cuando regresó para comprobar el resultado de su maldición y se encontró con que el árbol seguía floreciendo y dando frutos.  No sabía quién había robado el hechizo y enojado se alejó.  Iba gritando “algo robó”… “algo robó”… hasta que los dueños del admirado árbol escucharon el eco.

Pensaron el viento traía “el nombre de su amigo vegetal y desde entonces lo llamaron así: Algarrobo.  ¡Sí, algarrobo!

La familia hacía fiestas a su sombra.  Con sus frutos, con las semillas, inventaron bebidas y comidas.   Haciendo sonar las vainas, animaban las reuniones danzantes que realizaban debajo de su generoso follaje…”  [86]

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Misterios en torno a la araucaria…

Cuentan los mapuches que un día aparecieron hombres de piel blanca, algunos montados sobre caballos y otros con estruendosas armas que arrojaban fuego.  El toqui Mallaucán enfrentó con valentía esa primera derrota y toda la tribu le prometió seguir defendiendo su tierra.  Era invierno y a la noche aumentaba el frío hasta que la escarcha cubrió esa vasta zona.  Los aborígenes estaban cercados y el capitán Gómez Alvarado estaba convencido de que no podrían soportar el hambre durante más días.  El gran cacique Mallaucán rogó a los dioses por la vida de los niños y de las mujeres mientras en ese frío refugio danzaban al ritmo de palmas y tamboriles.

Cuando empezaron a caer los primero piñones, algunos corrieron para recogerlos y enseguida empezaron a alimentarse con las semillas, recuperando así la fuerza necesaria para continuar la lucha contra sus enemigos.

Un extraño murmullo confirmaba la alegría de la prodigiosa araucaria…  [87]

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Sombras del tala… entre los guaraníes.

La historia de América comenzó miles de años antes de la llegada de los españoles con el propósito de conquistarla.  Distintos historiadores han revelado hechos y nombres que se aproximan a aquellas experiencias.  Desde la literatura es posible encontrar narraciones fantásticas acerca de aquella convivencia.  Cuentan que los guaraníes no querían que ocuparan sus tierras y cuando vieron que se estaban instalando algunos desconocidos, empezaron a lanzar sus flechas provocando la reacción de los españoles recién llegados, que se defendían con arcabuces.  Como suele suceder, las mujeres abrazaron a sus hijos y huyeron juntos hacia la selva.  Los más pequeños lloraban sin comprender que así estaban señalándoles un rumbo y que podrían ser alcanzados por sus hábiles enemigos.  Así fue como algunos guerreros cruzaron un sendero y siguiendo por otro, corrían con el propósito de apresarlos.  Tres fornidos padres ya estaban en ese camino dispuestos a defender a sus familias y en ese momento, los invasores los hallaron con los brazos extendidos, fuertemente unidas sus manos para contenerlos.  Cerca estaban algunos jóvenes que estaban acostumbrados a moverse entre arbustos espinosos, dispuestos a atacar cuando fuera necesario.  Desde el oeste dispararon los españoles varios tiros que hirieron a los tres guaraníes, pero misteriosamente los tres hombres quedaron de pie y por el poder del Espíritu Supremo ahí creció un corpulento árbol al que nombraron tala.

Dicen que desde entonces, ninguno pudo volver a pisar en ese cruce de senderos.

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Flores y frutos

La flor del amancay y el asombro de los mapuches…

Desde la tierra de los mapuches se ha difundido una interesante historia.  Es probable que las primeras narraciones las hayan realizado los ancianos durante sus reuniones nocturnas.  Como era costumbre ya en aquel tiempo, para deliberar se reunían en diferentes lugares; los más jóvenes preparaban abundante curanto y terminaba el encuentro con voces más roncas y un inevitable vaho alcohólico.  Eran frecuentes los relatos sobre hechos reales o legendarios.  En esa tribu de guerreros nació Aimé y siendo huérfana desde su nacimiento fue protegida por una bondadosa anciana.  Aimé creció con una inevitable tristeza porque no pudo conocer a su madre y aprovechaba las noches de luna llena para contemplar la belleza del paisaje a la vez que buscaba íntimas respuestas y observaba las estrellas.  Durante una siesta de verano, cerca del manantial estaba la joven, de pie y con las manos apoyadas en la cintura, luciendo su larga y oscura melena apenas sujeta por una vincha.  Silencioso llegó el joven Crimán -perteneciente a una tribu de hombres pacíficos- y se emocionó al ver a Aimé.  Sabía que estaba sobre territorio ajeno y temió que lo atacaran.  Se ocultó entre las flexibles cañas de colihue -”chusquea culeou”- y allí permaneció hasta que la jovencita se sentó sobre las hierbas mirando hacia el este.  Parecía estar adorando al sol, pero sólo estaba meditando sobre las advertencias del hechicero acerca de ese lugar.  Como consecuencia de que algunos animales -venados y humanos- habían sido vistos prácticamente devorados por la fangosa tierra próxima al manantial, comenzaron los rumores sobre es misterioso espacio donde estaban concentrados profundos males. Ese pequeño territorio aparentemente inundado, era una peligrosa ciénaga.  Crimán se animó y fue al encuentro de Aimé.  Como si se conocieran desde la niñez, apenas se miraron advirtieron que podían dialogar con mutua confianza.  Él le contó su historia: su madre era muy anciana y soportaba las huellas de excesivo trabajo y de antiguos dolores, porque su familia se había ahogado al hundirse la canoa en las heladas aguas del lago Nahuel Huapi.  Con la protección de los buenos dioses, ella pudo rescatar al pequeño y llegar hasta la orilla.  Desde entonces hablaba poco y realizaba todas las tareas cotidianas, desde la recolección de leños y frutos para preparar los alimentos hasta la limpieza de la vivienda y desde el hilado o la curtiembre de las pieles hasta la limpieza de la vestimenta.  Después,  se sentaba a contemplar las montañas y los bosques de cipreses.  Estaba atenta al cambio de color de las hojas de los ñires y de las lengas porque sabía que así anunciaba el otoño que empezaría el próximo deshojamiento.  Así era también el comportamiento de su hijo porque ellos amaban ese lugar.  Crimán era muy tranquilo y responsable; de pocas palabras pero muy elocuente en sus miradas y en sus gestos.  Los jóvenes comprendieron que ese encuentro sería breve porque ella tenía que regresar a los toldos antes del anochecer.  Se despidieron y Crimán empezó a imaginar un diálogo con su amada madre.

Así sucedió y la mujer comprendiendo que su hijo estaba enamorado, buscó una fina túnica que había tejido durante el último invierno y se la entregó como regalo para Aimé.  Al mediodía volvieron a encontrarse a orillas de la ciénaga.  Él acarició su oscura cabellera y le retiró la vincha que era el símbolo de la tribu guerrera.  Vivieron unos instantes de intensa intimidad hasta que una flecha lo hirió y se desplomó ante la mirada curiosa de Aimé.  En vano ella intentó ver el rostro del atacante aunque se había dado cuenta de que habría sido su padre o alguno de sus hermanos.  Cayó de rodillas junto a su amado y al comprobar que estaba muerto, avanzó hacia el este hasta que se hundió en el peligroso fango.  Esa noche la madre de Crimán no pudo dormir porque era la primera vez que su hijo no regresaba y además, temió por su vida ya que conocía el espíritu belicoso de la familia de Aimé.  Los comentarios de la noche anterior, hicieron posible que durante la mañana siguiente la anciana llegara al lugar exacto donde se habían encontrado los jóvenes.  Había acertado con sus presentimientos porque encontró rastros de sangre y sólo silencio.  Hasta los pájaros habían hecho una pausa en sus originales conciertos.  Lloró la mujer y permaneció oculta en el refugio natural que le ofrecieron los árboles.  El cansancio provocó un breve sueño y al amanecer, volvió a acercarse a la ciénaga porque algunos rastros de un pie chico le indicaban que en esa dirección había caminado una persona.  Se sorprendió al ver que hacia el este había crecido una extraña planta con una bella flor.  Regresó la anciana a su vivienda, junto al Ñirihuáu, el transparente arroyo que desemboca en el Nahuel Huapí y emocionada contó su última experiencia a los hombres y mujeres de la tribu.

Desde entonces, esa flor amarilla semejante al amarilis fue nombrada amancay -científicamente “alstroemeria aurantiaca”-  y es considerada como un símbolo del amor.   [88]

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El fragante aromito en los relatos de los guaraníes…

Versión 1.

Entre los guaraníes se supo que Cuimba’é-varón- estuvo enamorado de Eireté-miel de abejas- y que estaban muy felices esperando el nacimiento de un hijo cuando empezaron a pelear entre los hombres de distintas tribus.  Durante una tregua, nació el niño y lamentablemente, otra vez el marido tuvo que alejarse para defenderse del grupo invasor.  La mujer a pesar de su juventud supo conseguir lo necesario para criar al niño y si era necesario, se alejaba de los toldos para recoger más frutos.  En una de esas excursiones, escuchó un rugido y se acordó de las recomendaciones de su amado Cuimba’e acerca de la necesidad de esconderse si aparecía la fiera que había sido herida una vez y que desde entonces, se vengaba matando a los hombres y mujeres que encontraba.  Alzó al niño que había dejado descansando sobre una piedra, justo en el momento en que el yaguareté estaba listo para el ataque.  Los dioses la protegieron y pudo esconderse entre una espinosa vegetación.  En ese lugar, aparecieron  suaves flores amarillas que iluminadas por el sol,  producían reflejos dorados y a la vez, parecía que el asombroso ambiente salvaje se iba entibiando para que la sensación de frío producida por el susto, fuera desapareciendo minuto a minuto hasta que pudieran llegar al lejano hogar. [89]

Versión 2.

En la costa del río Uruguay vivía un hombre muy hosco, desconfiado y dueño de una enorme fortuna.  Era tan egoísta que en el pueblo empezaron a reconocerlo como “el avaro”.  No lo conmovía ni el hambre ni la enfermedad de sus vecinos y tampoco sentía arrepentimiento por tales actitudes.  Era de pocas palabras y decía que él se sentía vigoroso y que no tenía temores.  Había comenzado la primavera y una noche de luna llena, un inquieto búho se posó en un árbol cercano a su vivienda y con su chistido sorprendió al avaro.  Tembloroso empezó a sentir que decaían sus fuerzas aunque siguió ocupado en controlar sus monedas de oro y de plata.  Al atardecer del día siguiente, volvió el búho y se repitió la experiencia.  Así sucedió una vez más y el hombre volvió a sentir miedo cuando miraba al ave.  Pasó volando una mariposa y en ese momento, se dio cuenta de que estaba ante un mensajero de su dios y sintiéndose muy débil, aceptó la decisión divina.

Así fue como se convirtió en un espinillo, también nombrado aromito o churqui, según el lenguaje de la región.

Desde entonces,  a orillas de los ríos es posible aspirar el delicado perfume de las amarillas flores que alguna vez fueron comparadas con originales monedas de oro.  [90]

(De las Frondas… de Horacio Rossi,

santafesino,

hemano-compañero-poeta;

la esencia:

“Aromito?… Espinillo?…

                   Todo según el modo con que cantes tu vida…”) [91]

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El ceibo en la tradición guaraní…

En una tribu guaraní vivía Anahí -la de dulce voz-, hija de un cacique.  Era muy alegre, entonaba canciones al atardecer hasta que fue sorprendida por una invasión de hombres blancos.  El Gran Cacique intentó defender su territorio y murió asesinado por un capitán español.  La angustiada joven decidió vengarse y así fue como una noche tormentosa, se acercó al campamento y mató al capitán, sin imaginarse que algunos soldados la estaban observando.  Enseguida la apresaron y después de deliberar, ordenaron a los más jóvenes que prepararan la hoguera.  Anahí permanecía silenciosa mientras rogaba a los dioses del bien que la protegieran.  Cuando terminaron de crepitar los leños ya estaban todos los soldados juntos, dispuestos a participar en la macabra ceremonia.  El mayor ordenó que arrojaran a la joven sobre las llamas y en minutos se iluminó más el lugar y después, se acumulaban las cenizas.  Terminada la horrenda ceremonia, los españoles se conmovieron cuando misteriosamente, a pocos metros empezó a crecer un vigoroso tronco.  Minutos después, las ramas se cubrieron de hojas y aparecieron unas aterciopeladas flores rojas.  Había crecido un ceibo (…seibo para algunos).

Esta historia de amor ha sido recordada por distintas generaciones y seguramente los primeros que la evocaron, no se habrán imaginado que los argentinos la elegirían como símbolo y  que el 22 de noviembre de cada año, se celebraría el día de la flor nacional.

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El huiñaj  entre los tobas…

La voz de los abuelos ha repetido una legendaria historia.  Al norte de la provincia de Santa Fe, cerca de los bosques chaqueños vivían diferentes tribus.  Las mujeres se encargaban de buscar leña, cocinar y mantener limpia la toldería.  Algunas entretenían a los niños. otras eran alfareras y Sisa -la hija del cacique cuyo nombre significa Flor- cuidaba los árboles y arbustos que rodeaban los toldos porque sabía que eran imprescindibles para la vida de todos.  Ella prefería usar ropa y collares amarillos y apenas florecían las retamas, también adornaba su cabeza.  Pocos entendían la razón por la cual ella hablaba a medida que retiraba las hojas secas en las ramas más bajas.  Uno de los ancianos de la tribu la observaba con atención y empezó a darse cuenta de algunas coincidencias.  Cada vez que Sisa se subía a los árboles para retirarlas de las ramas más altas, era seguro que al día siguiente empezaba a llover.  Nada comentó hasta que un día la hermosa joven se enfermó y todos empezaron a reunirse rogar a los dioses que volviera a estar sana.  Terminada esa ceremonia, a la medianoche sucedió que un fuerte viento despertó a la mayoría de los hombres y mujeres de la tribu.  Cuando los hermanos se acercaron a Sisa comprendieron que ella parecía estar dormida, pero había muerto.  Esta vez aparentemente la Pacha Mama no habían sido escuchado.  Resultó extraño que a pesar de la sequía, junto al toldo del cacique durante la madrugada había crecido misteriosamente un vigoroso árbol con campanillas amarillas.  Cerca del mediodía, oscuras nubles avanzaron desde el sureste y cuando empezó a llover todos agradecieron la ayuda que Sisa seguía haciéndoles desde el cielo.  Desde entonces, el huiñaj sigue floreciendo aunque no todos los hombres del norte hayan escuchado alguna vez este fantástico relato.  [92]

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Es interesante tener en cuenta que desde mediados del siglo XX, algunos científicos han investigado acerca de los sonidos que emiten las plantas.  Desarrollaron una tecnología que permite detectar los efectos de la escasez agua en las raíces.  Décadas después se hicieron experiencias mediante el uso de un aparato que emite luces y señales intermitentes.

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La blanca flor del irupé… entre los guaraníes.

Versión 1.

Hacia el noreste argentino es posible contemplar los enormes esteros del Iberá, nombre guaraní que significa “aguas brillantes”.  En ese lugar vivía Yasí Ratá, una niña enamorada de la Luna que sin temor se escapaba de noche para contemplarla.  Durante la semana del cuarto menguante empezaba a ponerse triste, porque sabía que en la próxima luna nueva sólo podría ver las constelaciones de estrellas.  También lloraba cuando estaba nublado y en ano intentaba subirse a las altas ramas de los árboles para poder mirarla.  En uno de esos momentos de desesperación, caminó descalza por sinuosos caminos, saltó entre helechos y áspera hojarasca.  A pesar de las heridas en sus pies, siguió avanzando hasta la medianoche y llegó a la laguna.  Había claridad y le pareció ver a su admirada Luna disfrutando de un baño nocturno.  Impulsada por su amor se internó en ese fantástico estero y lamentablemente, su cuerpo se hundió entre el verde camalotal.  Al día siguiente, por decisión del dios Tupá, a la sombra del palmar empezaron a crecer unas exóticas hojas redondas que parecían fuentes flotantes.  Horas después fueron vistas las primeras grandes flores blancas que lucían en el centro una tonalidad rojiza, símbolo de la vehemente admiración de la indiecita que se dejó llevar por las aguas mientras soñaba con alcanzar la Luna.  Así fue como los hombres de ese lugar empezaron a hablar del irupé, que en idioma guaraní significa “plato sobre el agua” y según otros es “plato que lleva agua”.  [93]

Versión 2.

En el noreste de la mesopotamia argentina, en la roja tierra misionera tenían sus viviendas algunas tribus guaraníes.  Como suele suceder, dos jóvenes se enamoraron: Morotí era  una adolescente de baja estatura, delgada sintió admiración por Pihtá  que era corpulento y alto.  Hablaron una y otra vez, decidieron caminar a orillas del río y Eira -como él la nombraba porque era dulce como la miel- quiso comprobar si él la amaba y era valiente.  Tenía un brazalete de pequeñas conchillas unidas con fibras de yuca y decidió arrojarlo al río.  Él no dudó y se arrojó sin pensar en la excesiva turbulencia.  Ella al observar sus primeros movimientos sólo pensaba que la quería mucho y que era miedoso, pero cuando dejó de verlo sintió temor y corrió para pedirle ayuda al hechicero.  Al verla tan desesperada le aconsejó que se arrojara al agua en el mismo lugar porque sólo así podría abrazarlo nuevamente.  En apenas unos segundos se hundió y aunque no aparecieron flotando sus cuerpos, los hombres del lugar contemplaron al día siguiente una bella planta acuática con hojas que parecían enormes bandejas redondas con bordes acanalados y una hermosa flor con grandes pétalos blancos y algunos rojos.  Desde entonces, cuando crecen los ríos es posible contemplar las flores del irupé que según han contado de generación en generación, representan a Pihtá -… que significa rojo- y a Morotí -… blanco-, la ingenua Eira…”miel”, como la nombraba el romántico guaraní.  [94]

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La pasionaria… entre los guaraníes.

Versión 1.

Desde la tierra de los Incas, partió hacia el este un sacerdote español para evangelizar a los guaraníes.  Cruzaba un monte mientras rezaba y se sorprendió al escuchar los gritos de una persona.  Avanzó rápido por el angosto sendero y vio a una adolescente aborigen atacada por un jaguar.  Con excesiva confianza se interpuso entre el animal y Anahí.  En segundos el feroz animal lo inmovilizó con sus zarpas y tanto lo hirió  con sus colmillos que en un minuto, terminó con su vida.  El lugar quedó teñido con la sangre del misionero y tiempo después, allí nació una hermosa enredadera que algunos hombres del lugar nombraron granadilla y otros mburucuyá, hasta que contemplando las diferentes partes y la semejanza con los símbolos de la pasión de Jesús, otros la distinguieron como la pasionaria.  Quienes recuerdan esta leyenda dicen que el Creador, quiso dejar una evidencia de la trascendencia de la solidaridad y para eso, optó por esta planta cuyas flores parecen representar los atributos de la pasión de Cristo: una corona de filamentos, pistilos y estambres semejantes a una pequeña cruz y a clavos…

Historias, creencias y leyendas siguen el mismo rumbo, el que señala la vida del hombre sobre el planeta Tierra.   [95]

Frutos

El algarrobo…  mapuches-tobas-)

Versión 1: entre los quechuas…

Los quechuas eran personas vigorosas, trabajaban la tierra y cuidaban los bosques.   Cuentan que alguna vez, la mayoría de los hombres de la tribu abandonaron esas tareas y se dedicaron al ocio, ocupando el tiempo en diferentes diversiones.  No escucharon los consejos del cacique y meses después, el dios Inti castigó a ese pueblo que había abandonado sus nobles tradiciones.  El calor solar provocó primero la caída de las hojas y después se fueron secando una a una, todas las ramas de los árboles de la zona.  El anciano cacique estaba muy enfermo y su hija Tuca rogaba a la Madre Tierra para que salvara de la muerte a esa débil población.  Estaba llorando debajo de un enorme árbol hasta que se durmió.  Soñó que la Pachamama le recomendaba que juntara los frutos de ese árbol para alimentar a su tribu porque entre las vainas hallarían un jugo dulzón y nutritivas semillas.  Así fue como con el tacko -nombre que distinguía al algarrobo-, después empezaron a elaborar el patai y la chicha que tanto lo consumían en sus fiestas como cuando estaban enfermos.  Parece ser que el destino de ese árbol era acompañar al hombre en las buenas y en las malas, porque siglos después con su madera se fabricaron macizas mesas, camas… urnas y ataúdes.

Versión 2: entre los mapuches…

Entre los mapuches vivía una joven -hija del cacique Alcantún -indómito- que acostumbraba a recoger hierbas para condimentar distintas carnes.  Era verano cuando la sorprendió un pañical -resplandor- y escuchó la voz del bienhechor chahuelli -espíritu.  Le recomendó que empezara a recoger las vainas de un arbusto que medía aproximadamente un metro de altura y que separara las blancas de las negras; que probara cómo si estaban verdes le dejarían áspera la lengua pero ya maduras serían muy dulces, a pesar del olor desagradable.

Obedeció la joven y después con algunas compañeras buscaron una roca ahuecada y eligieron el canto rodado que les permitiera moler los guisantes hasta obtener una harina pegajosa.  Algunos niños quisieron colaborar en la molienda y las jóvenes, luego formaron los primeros bollos que aplastaron con las palmas de las manos para comprimirlos más.  Así prepararon sus reservas de patai -o patay-, para consumirlo en la temporada de las nevadas.

Con una mezcla de esa harina con la del maíz, agregándole agua fría obtuvieron la añapa y mediante la fermentación de las vainas molidas sumergidas en agua fría durante uno o dos días, dispusieron de una bebida muy fuerte que nombraron chicha (aloja entre los hombres del norte).  Cuando la machi -curandera- probó la chicha, advirtió que después de beberla producía sudoraciones y así la empezó a usar para curar a los enfermos.  Después ensayó con el patai como combinación que prevenía contra la enfermedad pulmonar que tanto padecían. Desde aquel tiempo, el algarrobo es un árbol admirado por sus frutos, por su madera y por su sombra…  [96]

Mirada desde La Rioja…

Allá, en la provincia de La Rioja, en Nonogasta –Chilecito-, nació Joaquín Víctor el 6 de marzo de 1863 y un cuarto de siglo después, ya había desarrollado una luminosa trayectoria. Lo reconocían como periodista, poeta, político… Amaba a sus montañas y en aquel tiempo, se animo a escribir:

“El gaucho argentino es siempre el mismo bajo todas las latitudes de nuestro inmenso territorio; la tristeza es el fondo de su ser, porque se la infunden la soledad de la llanura y sus lúgubres crepúsculos, y se la vierten la sombría majestad de las montañas y los recónditos bramidos del viento aprisionado en las quebradas profundas.  Ama siempre con vehemencia, poniendo en el amor la vida, ya a la campesina de tez morena en cuyos ojos arde el fuego del clima, ya a la tierra de su nacimiento, regada en los combates y en los infortunios con la sangre de sus padres.  Él sabe la historia, porque allí está clavada a tronco del algarrobo del camino, la cruz negruzca en cuyos brazos se lee la fecha de la viudez de su anciana madre; allí, a la salida de la aldea, se ve aún manchada con sangre la piedra que sirvió de banquillo a los defensores de la patria, y allí, muy cerca, el camposanto donde se enterraron a montones de cadáveres de sus antepasados, de sus amigos, de sus compañeros.

Es siempre el mismo gaucho nacional, susceptible de lo bello y de lo grande”…  [97]

La Chaya…

“En aquel extenso valle”…

       “…del llano que limita al Este la sierra de Velazco.

De aquellos caseríos parten en diciembre numerosas caravanas de hombres, mujeres y niños, seguidos de sus perros, llevándose sus trastos y sus haberes, como si fuesen a fundar otros pueblos en parajes remotos.  Van a la recolección de la algarroba, negra y blanca, cada familia par sí en la cantidad que pueda, hasta dejar talados los árboles.

Allí a su sombra, tomando cada grupo una región del bosque, se improvisan aldeas de chozas, que son cobertizos de ramas sobre cuatro horcones, entre cuyos espacios se teje la quincha protectora contra los vientos. Las noches se animan entonces en aquellas soledades con la luz de los fuegos encendidos entre cuatro grandes piedras, con los ladridos de los perros de uno y otro campamento, respondiéndose a lo lejos con toreos y aullidos  incesantes; con los gritos de los muchachos cuidadores de las bestias en los lugares pastosos, con los cantos y los ecos de la chingana improvisada para amenizar las horas de reposo, bajo la techumbre del árbol, ya al aire libre –lo que es más frecuente- en cualquier abertura de la selva.  Allá es donde se ensayan las vidalitas para la chaya próxima, dejando volar las notas agudas de sus cantares por el espacio sombrío de la llanura antes dormida; y allí también, la presencia de la naturaleza, la lejanía de la población y la intimidad de la vivienda nómade, encienden los amores salvajes, reproduciendo las escenas que la estación cálida desarrolla en los ramajes entre las aves nativas.  Aquí los gajos se pueblan de nidos nuevos, fabricados por palomas, jilgueros y loros, con  trocitos de paja o con fragmentos de ramas; y allá en la choza del campesino, se verifican los misterios inexplicables cuya solución es la vida humana, renovada eternamente bajo todos los climas.”  [98]

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Ya están todos instalados y empieza la vida nueva; en todos los pueblos del valle -la villa aristocrática inclusive- se oyen los rumores del carnaval, que llega saltando de contento a derrocharlo todo y a enloquecer a las gentes; se invitan hombres y mujeres a formar comparsas, y se aprenden versos decidores para la vidalita chayera; los paisanos tusan el caballo querido y lo cuidan en el corral de la casa, unos días antes; las muchachas del pueblo almidonan sus ropas, orean sus mantos y trajes guardados y visitan el jardín donde las albahacas echan sus hojas aromáticas; los cantores conocidos están preparados con coplas inéditas y tambores reforzados; debajo de las higueras”… /…/   [99]

“El carnaval o la Chaya es para el indígena una institución, un orden con rituales y preceptos extraños, con prácticas tradicionales, con jerarquías, con relaciones curiosas a la historia y a la naturaleza de la región, emparentada por vinculaciones singularísimas con la sociología de todas las razas de su mismo nivel de cultura, y en las cuales una observación profunda descubriría tal vez tenues vislumbres de la civilización conquistadora, en medio de los nebulosos hábitos de la edad preshistórica.

Cuando empieza a prepararse la gran fiesta; cuando los algarrobos principian a madurar el fruto, allá, en el seno de los valles del norte, un personaje raro, que es como el pontífice de aquella comunión indefinible, se pone a componer la letra oficial de la vida del año, que ha de ser cantada por todas las comparsas, en todos los pueblos montañeses cuyo alimento esencial es la algarroba de los campos comunes, cosechada en pleno verano…  La canción se difunde por toda la montaña, con la música correspondiente; muchos días antes de la fiesta, se oye en el interior de los ranchos murmullos de voces que la ensayan, acompañadas por el tamboril campestre; pero bajo, muy bajo, y sin que nadie pueda percibir las palabras, ni el tono, ni el compás.  Un recogimiento casi religioso reina durante ese ensayo o aprendizaje, hasta que llega el día y atruena los aires la canción misteriosa, impregnada de alabanzas al carnaval, de frases burdas, amorosas o sentimentales, y alguna vez con alusiones a los gobiernos y a los sucesos que más impresionaron sus espíritus en la época.”    /…/  [100]

“Una de esas noches de carnaval, en que por todas partes se oye rumor de orgía y concierto de tamboriles, pude presenciar una escena que ha quedado en mi memoria como una incrustación, aunque velada por la niebla de veinte años.”  (Aproximadamente la celebración de 1873) “Era en el patio de un rancho de las orillas del pueblo.  Circundábalo una fila de bancos de madera, sobre los cuales, en alegre y cortesano bullicio, se sentaban hombres y mujeres entremezclados, guardando al principio cierta moderación y compostura respetuosa; todos ellos ostentaban gruesos ramos de albahaca, y mostraban todavía en el rostro las señales del almidón y del agua con que jugaron en el día.  A un lado, y siempre en grupo, están los músicos con los tambores colgados del brazo izquierdo, esperando que empiece la fiesta; se nota el cansancio y la fatiga en las voces roncas que apenas se oyen entre sí; es el último día de la Chaya, y ellos han cantado los tres sin reposo.  La reunión se advierte fría, desabrida, como trabada por algo que falta y que no viene, hasta que alguno reclama música y bebida, los dos auxiliares poderosos del hombre cuando quiere combatir el hastío, o provocar una animación que o existe.  Los tambores obedecen y también los dueños de casa; y pronto unos cuantos mocetones fornidos, entran cargados con una enorme tinaja llena del líquido tradicional de los festivales criollos; la depositan en el centro del círculo de concurrentes, y como si en su fondo se guardase la alegría, estalla de súbito, cuando empiezan a dar vuelta los jarros o los mates más preferidos por los familiares.

Se bebe con avidez, con sed desesperada, como que es la última noche y hay que hacer a la Chaya una digna despedida.  Los vapores del fermento se suben a las cabezas; va aumentando la algazara y desatándose el humor encogido; ya se ven abrazos sin retraimiento, y esfuerzos por evitarlos; empieza otra vez con furia y con saña la pelea a puñados de almidón, y de harina también, de contrabando, hasta convertirse la reunión en un entrevero informe, en medio del cual no se advierten caras ni se distinguen unos de otros. Alguien llama al orden con dificultad, porque la bulla ensordece y los tamboriles y las vidalitas enronquecidos, en los que ya no hay tono, ni compases, ni palabras, no dejar percibir el llamamiento.  Luego se apartan en medio del concurso todos los hombres; las mujeres se quedan en sus asientos.  Uno de los músicos, que ya no puede articular una sílaba inteligible, ocupa un banco en el centro de la rueda; los demás empiezan a dar vueltas con lentitud en torno suyo, (sic) cantando al compás del tamboril del desgraciado una especie de candombe o ronda báquica, de la que aquél fuese el Dios figurado llevando todos levantado en la derecha un jarro de aloja; llegan enfrente del ídolo ebrio, y cada uno bebe la mitad arrojándole el resto a la cara; la ronda sigue impasible, acelerando el compás y repitiendo en cada vuelta la extraña ablución, que es saludada cada vez por las risas destempladas de los borrachos y por los chillidos ásperos de las mujeres; que permanecen quietas en los bancos.  El dios improvisado de la ceremonia tiene que beber casi todo el líquido que le arrojan a la boca, pues la mantiene abierta para eso, para que se la llenen los que pasan danzando alrededor. Así se mantiene el tiempo que le permite la borrachera creciente, sin interrumpir el compás de su tambor, a pesar de los chorros que lo ahogan, que le dejan ciego y que le bañan de pies a cabeza.  Pero la bestia al fin se va rindiendo al alcohol, el tamboril ya ha perdido el compás y los golpes van siendo muy lentos, hasta que rueda por tierra, porque el brazo que lo sostenía ha caído rígido, junto con el puerto, que también se desploma como un tronco derribado por el hacha  Una salva de alaridos salvajes festeja el derrumbe de esa masa de carne vestida de andrajos, cubierta de coágulos formados por el agua y el almidón, la aloja y el polvo; los que pueden tenerse en pie lo rodean, lo arrastran al suelo, lo pisan y dan vuelta, pero en vano; nunca la bestia humana ha merecido como entonces que su sueño estúpido se confundiera con la muerte.  Los demás llevan también el veneno en las entrañas y en la cabeza, y unos más próximos, otros más distantes, todos van cayendo dormidos sobre el suelo, en medio de los arbustos o sobre las piedras de los caminos.

Ya pasó la Chaya. En el espacio inquieto de las montañas han quedado vibrando los cantares y los ecos del tamboril melancólico, de la flauta campestre de caña y cera, de las risas femeninas y los gritos desacordes de la turba frenética.  Todo ha tenido una repercusión en las rocas; todo ha dejado un rastro: en la tierra, las danzas y las correrías desenfrenadas; en el aire, las músicas y las palabras, retozando en una libertad de tres días.   Pasó la Chaya montañesa, y allá, como en las ciudades, todo se ha confundido: la más alta y etérea poesía de la naturaleza y de las almas inocentes, con la prosa descarnada, con al barbarie impúdica, con las desnudeces y las groserías de la bestia.  Yo lo recuerdo todo, lo escucho aún, como armonía nocturna que se aleja, y endulzan mi alma las cadencias moribundas, las vidalitas llorosas, las danzas campestres y el bullicio de las comparsas”…  /…/

“Pero en medio de este conjunto deslumbrante, que veo reproducido con resplandores de luz a través de veinte años, se me aparece sin tregua la escena brutal de la noche postrera: veo tendido en el polvo, con rigidez de cadáver, al indio ebrio, desfigurado por el lodo embrutecido por el vino; y a su lado, mudo y roto, el tamboril de las vidalitas de mis montañas.”  [101]

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[Percibo que hasta el Duende Azul está temblando, porque es tan distinto lo que actualmente difunden los canales de la televisión argentina…

Todos en la “Cofradía de los Duendes” se han conmovido en los últimos años al ver la Chaya riojana por la televisión: con delicados movimientos se manchaban el rostro con almidón y agua; sonreían y se miraban, acariciaban la piel con frescas hojas de albahaca…  “¡C y C!”

¡C_ _ _ _ _ _  y  C_ _ _ _ _  !

                   –¿Claudia y Cacho?[102]

-¡Nooooo!  -exclamó el ecologista Duende Verde.

                   -¡Adivina! adivinador… -susurró el burocrático duende Gris.]

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El calafate: alimento de los araucanos…

En las zonas donde el invierno se prolonga en jornadas de frío y fuertes vientos, la mayoría de los animales buscan el refugio más cálido.  Así sucedió hace cientos de años entre los hombres del sur cuando decidieron trasladar la toldería.  Koonek, una generosa anciana muy respetada por la tribu, prefirió no cambiar de lugar porque según dijo, estaba muy vieja; aunque probablemente las razones que le impidieron alejarse fueron sus recuerdos y el amor por su lugar.

Sus hijos insistían en que no podían dejarla sola en el aike, pero ella empezó a encender el fuego y después de acomodar su piel de guanaco, se quedó observando el vuelo de los pájaros y estuvo atenta a todos los sonidos del otoño.  Sin apuro, empezó a recoger algunos frutos comestibles, organizó así sus indispensables provisiones.  Una tarde, estaba sentada mirando el paisaje cuando se acercó un pajarito que estaba ensayando sus primeros vuelos.  Voló tan cerca que casi rozó su rústico bastón.  Satisfecho con esa hazaña enseguida se acercó a la rama donde estaban observándolo sus padres, quienes le dijeron que había sido muy imprudente.  El pajarito se había sentido tan bien cerca de la anciana que no sintió miedo y volvió a repetir esa experiencia.  Después de varias visitas, Koonek necesitó nombrarlo y con emoción le dijo: Sehuen.  Cerca estaban otras familias de pájaros y uno a uno empezaron a imitarlo.  Koonek los contemplaba con serenidad y hasta le parecía entender ese extraño lenguaje.  El pichón seguía creciendo y empezó a comprender los mensajes de la anciana, tanto que hasta se animó a posarse en su hombro y a picotearle suavemente la oreja.

Antes de que comenzara el invierno, los pájaros tenían que emigrar y quizás esas actitudes de Sehuen eran también una forma de despedida.  Una nevada impidió que la anciana permaneciera dos días en el kau y cuando salió comprobó que las bandadas ya habían empezado su largo viaje.  Mirando hacia el norte observó que un pájaro solitario se acercaba volando.  Era Shehuen que se había perdido cuando sobrevolaban un arroyo y buscaba protección.  La anciana estaba muy emocionada por el regreso de su amigo pero sabía que durante el invierno escaseaban los granos y los insectos, de manera que ella tendría que proporcionarle algún alimento.  Intentó evitar el llanto y no pudo.

Cuentan que sus lágrimas cayeron sobre una mata de espinillos y como por arte de magia aparecieron los frutos.  Koonek llamó al pajarito y le señaló la rama.  Shehuen empezó a picotear;  sabía que con esos frutos pequeños, redondos y morados, ya tenía asegurada su alimentación.   En  el silencio del valle se percibió la proximidad de una bandada y con sorpresa celebraron la llegada de la familia alada.  Después de descansar en las ramas de otro arbusto, uno a uno empezaron a comer el sabroso calafate y a comunicarse con incomprensible lenguaje para los humanos.

Los hombres de aquel lugar contaron después, que la mujer estaba tan feliz que hasta parecía más joven.

Cuando la visitaron sus hijos y nietos les contó lo sucedido y desde entonces se recomienda comer calafate si se desea seguir siendo… un alegre habitante del sur.  [103]

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La sabrosa tuna… entre los mapuches.

En la precordillera de los Andes, cuentan que una monstruosa serpiente encendía fuego en los cerros donde reinaba Huayna Capac, ante el temor y la desesperación de los pobladores.  Uno de ellos decidió atacar al enorme y misterioso reptil.  Habló con otros valientes compañeros y todos lo apoyaron en su propósito.  Marchó el capitán con un grupo de doscientos hombres, avanzó hacia las áridas laderas de las montañas y después de varios días de travesía, cuando se calmaron los vientos, dispuso que acamparan en un sombrío monte.  Cerca observaron una cueva y al acercarse comprobaron que asomaba la cabeza de una víbora con ojos brillantes y una larga lengua extendida entre los dos colmillos.  Juntaron ramas secas para hacer una fogata y un grupo improvisó algunas antorchas para iluminar la zona de la cueva.  Apenas llegaron al diabólico lugar, comprobaron que la serpiente estaba inquieta y de inmediato empezó a sacudir su potente cola, amenaza que obligó a los hombres a tomar otras precauciones.  Se escuchaban los truenos, se iluminaba la atmósfera con los relámpagos y un rayo aplacó los ánimos de lucha.  Desapareció la serpiente y en el hueco empezó a crecer una enorme planta, con gruesas espinas.  Como sucede con frecuencia, la planta floreció y cuando se marchitaron los amarillentos pétalos se formaron los jugosos frutos con fecundas semillas.

El viento cómplice dispersó algunas y así, entre arenilla y rocas se extendió esa destacada familia de cactáceas.

En el noroeste argentino dicen que tal fue el origen de la espinosa tuna, con sus ovales tallos carnosos y sus dulces higos…

…tan distintos de los de la áspera higuera.   [104]

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Casi legendaria historia de los animales…

En otra lectura ha sido posible saber que en la provincia de Santa Fe, en la República Argentina, fueron introducidas algunas “especies de vertebrados exóticos”:

Desde Asia trajeron la carpa -cyprinus carpio- y el caballo cimarrón -Equus (przewalskii) caballus-, el antílope negro -Antílope-, el ciervo Axis -ervus axis-; la paloma casera (Columbia livia-, de Eurasia;  la rata negra -Rattus rattus-, la rataparda o noruega -Rattus norvegicus-; el ratón casero o laucha -Mus musculus-, el jabalí europeo o chancho cimarrón -Sus scrofa-, el ciervo dama o gamo palero -Cervus dama-; de Europa, el gorrión -Passer domesticus-, la liebre y el conejo europeos; las vacas cimarronas  -Lepus capensis europaeus, Oryctolagus cuniculus y Bos Taurus-; de África, la garcita bueyera -Bubulcus ibis-.

La liebre europea fue introducida desde Alemania en 1888 por Woeltje Tietjen, cónsul de ese país con sede en la santafesina ciudad de  Rosario.  Los primeros ejemplares vivieron en su estancia La Hansa -Bustinza, departamento Iriondo- y por sus hábitos se extendieron a distintas regiones del país.

Cuando el placer de matar se alió a la añoranza, los inmigrantes que tenían sus estancias en enormes extensiones de la Patagonia, decidieron introducir para sus cotos de caza algunos cérvidos: ciervos axis  y dama, antílope negro de la India que siguieron viviendo a los saltos, cerca de los hermosos bosques del sur argentino.

El sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento era presidente de la Nación cuando E. Bieckert introdujo -entre 1865-1868- los primeros gorriones que hicieron sus nidos en distintos lugares hasta que en 1891 -según referencias de Elías Bértola- invadieron la zona de Cañada de Gómez en el sur santafesino.

Parece ser que la garcita bueyera  -vista por primera vez en estas latitudes por el ornitólogo Martín de la Peña en 1960-, no fue traída por el hombre y pudo haber llegado en vuelo desde África.

Con los vegetales sucedió como con los animales.  Los primeros inmigrantes italianos plantaron los primeros paraísos para limitar sus tierras y después, se introdujeron otras especies: sauce llorón, ligustro, ligustrina. [105]

Aunque estas páginas tienen el propósito de difundir leyendas, se ha intentado una aproximación a diversas áreas del conocimiento científico: antropológico, geográfico e histórico… tras sucesivas lecturas y síntesis.[106]

 

 

Entre mitos y leyendas… ¡la Historia!

De la casi legendaria Historia de los argentinos…

Los eclipses suelen estimular la curiosidad o generar determinadas evocaciones…

En algunos apuntes releo:

“El 1º de junio de 1914, el historiador Miguel Ángel Cárcano ha destacado que el censo advirtió sobre una insólita realidad: ‘Han desaparecido los negros y los indios. La población es de raza blanca y la más numerosa que existe en Sudamérica’.”

Aproximadamente un cuarto de la población era analfabeta.

(¿Habrían desaparecido los aborígenes o estarían ocultos en los impenetrables bosques norteños o en las heladas zonas cercanas a la Cordillera, adonde no llegaban los censistas?…)

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En torno a este asunto surge la necesidad de una aproximación a otras coordenadas, donde se encuentran algunas señales del poeta y político riojano Doctor Joaquín V. González.  [107]

El diario de sesiones del Congreso Nacional están reiteradas las manifestaciones de los legisladores durante el debate previo a la sanción de la ley que autorizó la realización del Tercer Censo Nacional de Población.

Perdura este testimonio:

“El hombre culto y civilizado, el hombre europeo, en el sentido histórico de la palabra, es más valor productivo que el hombre inferior, que el hombre de raza mezclada, mestiza.

Y diré de paso, para evitar cualquier suposición por ahí fuera, que cuando hablo de razas inferiores, lo hago a toda conciencia, porque no soy de los que sostienen que todos los hombres son iguales, sino en un sentido político

Son desiguales las razas, como los hombres de cada una de ellas entre sí, y en esa desigualdad consiste la riqueza, y la variedad de vida del género humano, y la ley de su progreso, porque la lucha nace de la desigualdad y el progreso nace de la lucha.

…Las razas inferiores, felizmente, han sido excluidas de nuestro conjunto orgánico; por una razón o por otra, nosotros no tenemos indios en una cantidad apreciable, ni están incorporados a la vida social argentina.

No tenemos negros; los que se introdujeron, en abundancia, en tiempos anteriores, en la época de Rosas, han desaparecido también; no se avienen a nuestro medio social, y si existen algunos adventicios, de otras razas, son en cantidad insignificante, de un valor simplemente individual; y no forman el fenómeno social de su incorporación a la sangre colectiva, de esta futura raza argentina que se está formando aquí.

Queda, pues, puramente el elemento blanco, venido de Europa con sus sedimentos de civilización secular para renovarse en nuestra tierra por la transformación propia que experimenta el cambiar de clima, de medio de trabajo…”

En aquella circunstancia, el doctor Joaquín Víctor González reiteró lo expresado por Bryce:

“…la ventaja inmensa que resulta para la República Argentina, no contar en su territorio con elementos inferiores, en el sentido étnico, y de que la casi totalidad de su población, se forme de elementos blancos europeos o civilizados, elementos superiores.”

 Ese censo reveló que “han desaparecido los negros y los indios” mientras aproximadamente un cuarto de la población era analfabeta.

(Estas líneas pueden servir para completar el esbozo del perfil cultural argentino -en la reconocida clase dirigente-, a dos años de la celebración del Centenario de la Declaración de la Independencia Nacional, en la pequeña y potencial San Miguel de Tucumán, en el noroeste argentino…

Conste: Transcribir, no significa compartir criterios.

“¡Todo es historia de la Historia de los argentinos!

¡Historia de la Humanidad!

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Cuasi… leyenda de desaparecidos y aparecidos…

Una aproximación a la historia de los argentinos permite comprobar que durante la década del ‘70, en el siglo veinte, hubo actos de terrorismo: secuestros, torturas, muertes, desaparecidos…

No sólo desaparecían las personas, también algunas empresas y entre ellas, la pujante “Biblioteca Vigil” de Rosario, en la provincia invencible de Santa Fe.

De aquella epopeya de los argentinos, se han salvado de la quema -incendio o inundación-, algunas ediciones adquiridas por lectores para integrar las bibliotecas familiares y entre ellas, el legado del poeta José Carlos Gallardo: su Oda del Paraná[108]

(IV)

“En un fondo de siglos escombrados

sobre el mismo paisaje,

nace la libertad.

Pueblo continuo, caño

de caminar, onda insoluble, agua

votiva, azul ala gigante de América:

Paraná,

oceánico río fecundador.”

La solidaria asociación civil que había organizado y puesto en marcha la desaparecida, legendaria Editorial Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil” de Rosario, había logrado estructurar un Complejo Educativo -en Alem y Gaboto-, incluyendo talleres de arte, salas para exposiciones y para actos culturales, moderno observatorio… hasta que la inflación hizo zozobrar sus programas y la intervención del Proceso ayudó a que terminara su insoslayable trayectoria.

Mediante el decreto 1740/80 -siendo ministro de Educación de la Provincia de Santa Fe el Capitán de Navío Eduardo A. Carreras-, se dispuso la compra del amplio edificio de la Vigil de Rosario -siete pisos; dotado de observatorio astronómico…- y en esa oportunidad integraron la comisión encargada de desarrollar las acciones para la reubicación de los distintos organismos, los subsecretarios de Educación Prof. Zulma Lagrange -antes Supervisora de la Zona V. de  Enseñanza Media, Santa Fe-; de Cultura Dr. Fernán Serralunga y el coordinador Dr. Hugo Buschiazzo (tres años después trasladado con la función de Coordinador Administrativo en la Subsecretaría de Cultura, al asumir el doctor Guillén.  Luego trasladado a la Fiscalía de Estado…)  [109]

Casi en el deslinde…

En el rumbo de la literatura se detectan frecuentes señales en diferentes caminos y desde la comarca, se advierten algunas referencias que significan un estímulo para los escritores santafesinos.

Cuentan que la mujer tallada intentando abarcar algunas proyecciones del Universo Vittoriano, escribió:

Pesante ha recordado que Antonio Pagés Larraya residía en Irvine, en Estados Unidos y estaba “adscripto a la Universidad de California, en un casi exilio” porque “había sido secretario de Comunicaciones del gobierno de Arturo Illia, hasta el golpe militar de 1966” conducido por el general Juan Carlos Onganía.  Hasta ese lugar llegó un ejemplar de “13-19” y Pagés Larraya expresó sus conclusiones: “En todos los cuentos de este libro se evidencia la búsqueda exigente, el deseo de experimentar formas nuevas”.  /…/ Hay algunos rasgos comunes al equilibrio entre la nota de ambiente o el trazo evocativo con un mensaje más profundo…”

Esas valoraciones trascendieron desde el diario “El Litoral” y el texto completo fue publicado en la revista Universidad.

Un mirada sobre la trayectoria de Víttori permite reconocerlo como un predicador del arte de vivir y de convivir.  Desde su literatura conmueve con evocaciones de alegrías compartidas con amigos del alma, esos seres prudentes que no rozan ni piden, que no necesitan estar al lado para sentirlos cerca; ni es preciso que den para ser valorados.  Al describir encuentros con escritores santafesinos, Víttori ha manifestado:

“… puedo decir que mi amistad con Carlos María Gómez…” data “de 1963, la vez en que, ya conocidos no se sabe por qué azares en la redacción del diario El Litoral, nos asociaciones en cooperativa con Jorge Vázquez Rossi, para despuntar una colección denominada ‘Presente’ que Néstor Lammertyn adoptó en Editorial Colmegna; para mayor precisión, en el último cuatrimestre de 1963. /…/

Creo que por ese entonces Carlos M. Gómez no pensaba todavía en el ‘género policial’, aunque no sé si frecuentaba a sus autores.”  [110]

Recordó Víttori, la presentación del segundo libro de su amigo Carlos, el 22 de diciembre de 1967, en la “Galería de Artes y Artesanías” de calle San Martín 2830:

“… El acto se hizo en el patio y de ese anochecer recuerdo el silencio de la casona y el olor exquisito de un jazminero de lluvia cubierto de flores; también el gesto de estupor de Carlos cuando, al final y en un aparte, viene y pregunta: ‘Pero el libro, ¿te gustó o no…?’  Al parecer, la ambigüedad no estaba sólo en el texto de la novela.”

En otro párrafo, Víttori alude a un espacio más lejano, a otra presentación suya:

“… el viernes 14 de junio de 1968 en la librería ‘Aries’ de Rosario, al amparo del poeta Rubén Sevlever, un atardecer violento de manifestaciones estudiantiles opuestas a la política universitaria del gobierno de Onganía.  En 1968, las calles estaban agitadas y la resaca del temporal urbano se había expandido y nos había llegado ya desde los claustros de Nanterre, un suburbio de París…”

Víttori alude a los hechos del mayo francés, cuando el presidente Charles De Gaulle -quien declaró una vez “Yo soy Francia”-, se conmovió con la potencia de los estudiantes, durante la huelga organizada como protesta contra el gobierno, por el estado de las instalaciones y los planes de estudios anticuados.

Al lograr el apoyo de los miembros de la Sorbona y avanzando sobre las calles de París, treinta mil integrantes de la Nueva Izquierda establecieron barricadas y atacaron con piedras y ladrillos a cincuenta mil policías.

Mientras tanto, los obreros tomaban las fábricas en distintas localidades del país.  Eran otros los protagonistas, pero había cierta similitud con otra revolución francesa, aunque esta vez no hubo sangre en la decapitación.  El general De Gaulle después de algunas concesiones, logró permanecer en el gobierno durante los once meses siguientes.  Desde el litoral santafesino, Víttori recordó:

“Los estudiantes universitarios y, en general, los intelectuales, entonaban lemas utópicos, tomados al anarquismo, como ‘prohibido prohibir’ o ‘la imaginación al poder’.  Los ‘graffitti’ se hicieron famosos y sus ediciones de barricada los propagaron en todos los idiomas.  1968 fue, si no me equivoco, el año en que sus discípulos lo subían a Sartre sobre un barril para que voceara ‘La cause du peuple’, un poco antes de que Simone de Beauvoir publicara sus miserias de senectud…”[111]

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El líder pacifista Martín Luther King (1929-1968), en territorio estadounidense manifestó:

“Yo tengo un sueño…”

…y esa misma noche, lo asesinaron.

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Nidia Orbea de Fontanini.

[1] Mataloni Hugo. El hombre y el folclore. Santa Fe, Ediciones Colmegna, 1991, p. 19.  De la “Audición Peña Radial” conducida por Jorge Alberto Hernández –Beto-  (Ciclo iniciado el 8 de mayo de 1966 desde L.T. 10 Radio de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe), desde “el 1º  de julio de 1979.  Hugo desarrolló el ciclo El hombre en el folclore desde el 1º de julio de 1979 durante varios meses.

[2] Cuentos Regionales Argentinos. Buenos Aires, Ediciones Colihue, noviembre 1992, p. 30.  Propuesta pedagógica de Herminia Petruzzi; estética y contenidos: Prof. María Cristina Chiama de Jones.  Las negritas corresponden a esta transcripción.

[3] Falkner, Tomás P. Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur (1a. ed. 1774 en Hereford (Inglaterra).  Traducción de Samuel A. Lafone Quevedo editada en 1910 por la Universidad Nacional de la Plata.  Falkner, médico y sacerdote jesuita, en América con frecuencia era nombrado “Falconer”.  Hay que tener en cuenta que “el Perú, en 1750 incluía a Bolivia hasta el desierto de Atacama.”

[4] Ibídem. Edición Hachette, Buenos Aires, 1974, 2ª ed., p. 143 y 149.

[5] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 409, domingo 24 de abril de 1988.

[6] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 418, domingo 26 de junio de 1988.

[7] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 421, domingo 17 de julio de 1988.

[8] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 411, sábado 7 de mayo de 1988

[9] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 417, domingo 19 de junio de 1988

[10] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 405, domingo 27 de marzo de 1988.  Rastreador: persona hábil para detectar y distinguir las huellas sobre distintas superficies.  Boleadoras: arma inventada con dos piedras atadas por una resistente cuerda que se arroja a las patas de los animales de manera que al enredarse los derribe.

[11] Roverano, Andrés A. El río Salado en la Historia.  Santa Fe, Colmegna, 1955, p. 33.

[12] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 410, sábado 30 de abril de 1988

[13] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 408, domingo 3 de abril de 1988.

[14] Roverano, Andrés A. El río Salado en la Historia.  Santa Fe, Colmegna, 28 de enero de 1956, p. 37-48

[15] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 428, domingo 4 de septiembre de 1988

[16] Diario “El Litoral”. Santa Fe, martes 21 de octubre de 1980, página 4.

[17] Ibídem, p. 5.  Nuestra amiga a perpetuidad Nelly Borroni Mac Donald, en ese tiempo había insistido para que fuera socia de esa institución cuya historia conocía por sucesivas lecturas, por anécdotas narradas entre amigos.  Fue la primera y única reunión social-gastronómica de la ASDE que compartí: cena en el Centro Español, donde el juego y el arte evidentemente estaban emparentados. No imaginé entonces los diálogos del ex senador Oscar Mesa en el Centromultimedios a partir de 1989 y sus interesantes relatos acerca de esa institución. # Esa noche, Beto Hernández leyó el acta fundacional que también se había publicado en una Gaceta y así “los nuevos” podrían enterarse de que está fechada el 19 de octubre de 1955, es decir al mes siguiente de estar instaladas en todas las jurisdicciones quienes detentaban el poder después del golpe cívico militar del 16 de septiembre y dos días después de la designación del Dr. Agustín Zapata Gollán como interventor en la Dirección General de Cultura re-creada por Decr. 4.384  del 6 de agosto de 1955 –ya que se había creado mediante la Ley 3474 promulgada el 28 de enero de 1949 –anulando la Ley 2906/40- y fue designado Director General de Cultura el señor Amílcar Medina Verna (Decr. 5554 del 08-08-1955), quien presidiría la Comisión Provincial de Cultura cuya misión era promover la difusión cultural, es decir incentivar las relaciones interdepartamentales… y los vínculos con otras provincias.# Zapata Gollán sólo estuvo 30 días con tales funciones porque optó por jubilarse y seguir trabajando ad honorem en el Departamento de Estudios Etnográficos creado por su iniciativa, cargo que desempeño hasta su fallecimiento el 11 de octubre de 1986. # Otro dato insoslayable: Promulgada la ley 3474/49, se creó una Junta Consultiva integrada con los directores de los organismos de cultura, incluyendo un representante de los gremios adheridos a la CGT. Cada integrante era remunerado con la sexta parte del haber básico de un empleado público ingresante.

[18] Ibídem, p-4-5. Luis Di Filippo, colaborador del diario “El Litoral” estaba refiriéndose a los “ochenta años” que el 8 de octubre de 1980 había cumplido Fermín Estrella Gutiérrez; a las dos recientes ediciones en prosa: “Sonetos de la vida interior” y “Viaje a Venezuela”, mientras “está escribiendo las últimas páginas de una biografía sobre González Arrilli. /…/ Fermín estrella Gutiérrez goza de buena salud tanto mental como física, de modo que permanece en el tronco no poca savia para seguir echando verdes ramas y sabrosos frutos. Mucho ha trabajado, es cierto: su extensa y variada nómina de títulos constituye un rico caudal literario cuya presencia no pasa, ni pasará, inadvertida en la historia de la literatura nativa en lo que de este siglo.  Pero cuando se habla de un escritor de raza, no se sabe si descansa cuando trabaja o si trabaja cuando se supone que descansa. En los dominios de la vida espiritual -o intelectual- como se quieran llamar, no hay jubilaciones que valgan.  Jubilación y muerte son sinónimos”.  ¡Si lo sabría él, que tantos años estuvo jubilado, trabajando!…  Recuerdo con una sonrisa, la irónica carta que me envió contestando la que le había enviado tras leer lo publicado en la revista que fundó –Gaceta Literaria-, un comentario del santotomesino y polémico Carlos Antognazzi referido a algo así como “Santa Fe en la Feria”… Ese año por primera vez en el día de la Provincia de Santa Fe varios escritores integraron un panel para difundir el programa Encuentros con Escritores en las Escuelas, grupo de co-fundadores de Círculo de Escritores del Litoral que empecé a organizar durante el invierno de 1983 con hermanos-compañeros de distintas provincias, desde Tierra del Fuego –Anahí Lazzaroni- hasta Jujuy –Hebe Tanco-; desde el Litoral hasta la precordillera –Esquel, Julián N. Ripa, el maestro y abogado patagónico, que estudiaba en la Colonia Aborigen Cushamen donde era maestro en la escuela rural y viajaba a Santa Fe, para rendir como estudiante libre de la carrera de Derecho en la Facultad dependiente de la Universidad Nacional del Litoral. ¡Todo es historia de la Historia!… ¡Todo ayuda a crecer!…

[19] Boletín Informativo 5 con prólogo de María hortensia Lacau, titulado “Motivos básicos para acercar a la palabra la familia y la poesía.”  Ministerio de Educación y Cultura, Subsecretaría Gral. de Cultura, Departamento de Literatura Infantil y Juvenil, 4 de enero 1510, Santa Fe / Argentina. Gobernador Sr. Roberto Enrique Casis; Ministro de Educ. y Cultura Dr. Eduardo Emilio Sutter Schneider; Subsecretario de Cultura Dr. José Rafael López Rosas; Director Provincial de Cultura Prof. José María Junges; Jefe División Literatura Infantil y Juvenil Prof. María del Carmen Villaverde de Nessier. (Nótese: Jefa de División y “Departamento”…)

[20] Orbea de Fontanini y escritores adherentes. Palabras para compartir 3.  Santa Fe de la Vera Cruz, SEPA (Servicio de Educación por el Arte); octubre de 1989 (Mes de la Familia).  En la página par “Pueblo en Llano” del libro “100 poesías”, 1982 – In memoriam.  (Clelio inició su último vuelo el 1º de julio de 1982; también un 1º de julio se produjo el último desprendimiento de Juan Domingo Perón (1974); de mi amado amante Eduardo Rodolfo Fontanini Doval (2000)… también es día de nacimientos: Graciela María Marta Fontanini Leonhardt nació el 1º de julio de 1979. # En las páginas finales de aquella edición hay referencias a autores participantes: Clelio Villaverde  Maestro con vocación demostrada en su significativa trayectoria.  Escribió poemas y participó en publicaciones didácticas.  En 1961, presentó “Poemas con ofertorio”, en 1982 (compartido)  “100 poesías”; y sus obras tienen vigencia en sucesivas ediciones en “Páginas Voladoras” y cartillas.  En 1989, como adhesión a la X Feria Exposición de Libros para niños, el SEPA (Servicio de Educación por el Arte) auspició una selección de poemas destinada a bibliotecas escolares.”

[21] Aún recuerdo la tarde del llamado y la urgencia de la convocatoria. Entre los primeros ejemplares que se repartían del diario El Litoral, estaba el destinado a la SSC donde Jorge ejercía su labor de periodista hasta diciembre de 1983.  En Cartas… habían publicado una crítica referida a un concurso de la DLIyJ que indicaba probable irregularidad en un concurso con un nombre y un apellido, una dirección de “Reconquista” donde no conocían al vecino porque allí funcionaba un estudio jurídico.  Como sucede siempre: la reacción y en ese momento, también la moderación.  Haber opinado significó aceptar la propuesta de supervisión del área, ad honorem.  Hacía tiempo que con mis hijos disfrutaba de las convocatorias de la DLIyJ; también con Chiquita compartimos la alegría de poner en marcha la Asociación Argentina de Lectura de Santa Fe en el casi legendario Club Kimberley.  Hay que dejar que se aquieten las aguas; la solución llega desde lo Alto. Hay que creer, confiar, no mentir…

[22] Poema publicado en la página Nuestra tía Teresa Álvarez Ramos de Soria; casada con Fernando en 1954…  (27-02-1919 # 04-09-1976) # En el Boletín Informativo 5 que Chiquita Nessier cordialmente me había entregado, hay información acerca del “Primer Certamen de Ilustración de Cuentos Argentinos para Niños (Alcance Nacional) – Primer Premio: Jorge Burguener; Tercer Premio Alcira Parnisari (reproducidas las ilustraciones). # No ha sido por casualidad que en la quinta parte del libro inédito Gastón Gori – Caminos del hombre y de la humanidad, después de compartir diálogos en el hogar de Gastón Gori y de su amada amante Charito –Elba Rosaura Campana de Marangoni-, un impulso interior haya generado esta escritura:  “Vuelvo al cuartito verde y en imágenes elaboradas con transparencias, rememoro algún croquis cuidadosamente elaborado por otro poeta, después de imaginar a los niños acercándose a los libros, en las tradicionales ferias del libro infantil que organizaba la pionera Chiquita.  Un diseño que fue otro sueño, sólo sueño… / Intuyo la estela de un artista nimbado de Infinito, se iluminan sus cuadros y sus dibujos alegóricos: gatos, hombres -varones y mujeres- con expresivas manos, un pincel o un cigarrillo como señales de sucesivas pausas.  Es el legado de Jorge Burguener, otro hombre del litoral -también de El Litoral-, desde donde se ha destacado:  “Poco puede decirse de su trayectoria curricular.  Sólo que odiaba los currículums y todo lo vivía con la intensidad propia de los grandes”.  /  La vida nos propone mirar lo cercano y lo lejano”… # A continuación, una nota: Diario El Litoral. “Cultura y Ciencia – La comarca y el mundo”. Santa Fe, sábado 9 de marzo de 1996. En la primera página: Recordando a “Jorge Burgener”, reproducción de Transparencias, una de sus pinturas, su poema Esperanza firmado con el seudónimo Daniel Dravot y el testimonio de su amigo Gustavo J. Víttori en “Y estamos, estamos, estábamos… Memorias de vida y muerte”, que se completa en las dos páginas centrales con más poemas, más dibujos entre ellos su Autorretrato y evocaciones de dos mujeres periodistas santafesinas:  “Ceremonia íntima” por María Alejandrina Argüelles y “Como un soplo de aire fresco…” por Susana Bachini.  ¡Todo es historia de la historia de los santafesinos, de los argentinos, de la Humanidad!…  ¡Lágrimas y sonrisas!… Y el saber que…  “Nunca muere del todo lo que ha sido bello alguna vez”, como lo ha reiterado Gastón en varios libros.

[23] Palermo, Miguel Ángel.  Los albatros.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 85, 1985

[24] Palermo, Miguel Ángel.  El carpintero real.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 64, 1984.

[25] Palermo, Miguel Ángel.  El cuervillo de cañada.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 53, 1984.  Aclara el autor la diferencia que existe entre el “ciervillo de cañada” y otras especies como la bandurria y el carau -o caraú-, todas con apariencia física y hábitos semejantes.

[26] Palermo, Miguel Ángel.  El cauquén común.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 46, 1984.

[27] Palermo, Miguel Ángel.  Los coleópteros. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 109, 1986.

[28] Palermo, Miguel Ángel.  El churrinche.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 32, 1984

[29] Chañar es el nombre de un árbol autóctono –geoffroea decorticans- que se encuentrra en pequeños bosques naturales, en distintas localidades de Santa Fe y Córdoba, entre otras.  Es abundante en la cuenca del Bajo de los Leones y en la cercana Cañada de los Leones (al NE de Murphy); en Laguna La Larga (cercana a Carmen, en Maggiolo), en la Laguna del Chañar en Teodelina y en Melincué, donde también hay abundantes juncos.

[30] Palermo, Miguel Ángel.  El cisne de cuello negro. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 17, 1983.

[31] Palermo, Miguel Ángel.  Chorlos y otros caradriformes.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 102, 1986.

[32] Palermo, Miguel Ángel.  Las chuñas.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 88, 1985

[33] Gastón Gori, publicó Canto a mi ciudad – Corazón legal de la República en Santa Fe, Distribuidora Litar S. A., 1982. Lo nombro el Patriarca de los Pájaros por sus escritos sobre pájaros: “El obsequio de los pájaros”, “El señor de los Picaflores” y párrafos en distintos textos literarios.  #  En el Club Náutico “El Quillá” –fundado el  28 de abril de 1938 –siendo el primer presidente el Dr. Julio Vera Candioti-, en la década del ‘70 era frecuente ver a un joven con esa dificultad desarrollando diversas actividades. Entre los fundadores del Club que está ubicado en el sector sureste de la ciudad -frente al Parque General Belgrano y lindando con la Avenida de Circunvalación- nombro a Pedro Antonio Francisco Candioti Ferreyra, más conocido como “Pedro Candioti, el Tiburón del Quillá” por la hazaña que concretó el 16 de marzo de 1936 al  nadar desde Rosario hasta la Capital Federal. Don Pedro era farmacéutico, profesor de Química y Merceología en la Escuela Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva”; Director de esa escuela desde 1949 hasta la autodenominada revolución libertadora del 16 de septiembre de 1955.

[34] Palermo, Miguel Ángel.  El flamenco común.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 24, 1983.  Datos básicos sobre esas leyendas incorporados por el autor en la Ficha antropológica titulada El color del amanecer.  (p. 25)

[35] Palermo, Miguel Ángel.  Los coleópteros. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 98, 1985

[36] Rossi, Horacio C. Del aire hallado… Santa Fe, s/ed., 1988, p. 45

[37] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 437, domingo 6 de noviembre de 1988

[38] Palermo, Miguel Ángel. El pingüino de Magallanes. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 1, 1983.

[39] Palermo, Miguel Ángel. El pingüino de Magallanes. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 1, 1983.  Fontanini, Nidia A. G. Poemas para Tioco. Dedicado a mi abuela materna Teodora Ramos López Mansilla de Álvarez.  (Recopilación de tarjetas y mensajes para mi amado-amante, mis hijos y familiares, amigos, alumnos… y para mi ciudad presentado por Gastón Gori en la Sala Marechal del Teatro Municipal “1º de Mayo” de Santa Fe, el 24 de octubre de 1980, con auspicios de la Municipalidad de Santa Fe.  Director de Cultura: Oscar Ghecco.

[40] Verso de un poema dedicado a mi madre: Francisca Álvarez Ramos (05-09-1913#01-08-1999)

[41] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 434, domingo 18 de octubre de 1988.  En esa versión, se atribuye a la Virgen María el protagonismo en la insólita transformación

[42] Palermo, Miguel Ángel.  Crustáceos II. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 44, 19

[43] El plano del palomar fue proyectado por los Arquitectos Van Lacke y Galli, del departamento de Obras Públicas de la Municipalidad de Santa Fe, durante la intendencia de D. Francisco Bobbio (iniciada en mayo de 1937).#  Francisco Bobbio se dedicó a negocios inmobiliarios. Por su iniciativa, en la década del ‘60 se instaló la primera retransmisora de televisión en la capital santafesina.  Puso en marcha el “Canal 13 ‘Santa Fe de la Vera Cruz’.” Casado con Noemí Orellano –Mimí-, Profesora de Matemáticas e Historia en la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva”, generalmente vestida con ropa oscura, nos emocionaba cuando llegaba con su maternidad insinuada.  Su hija Mímica –casada con Carlos Alberto Reutemann, necesitó establecer su residencia en Europa… Sabido es que el Lole fue gobernador de la provincia de Santa Fe en el período 1991-1995 y reelecto, cumplió el segundo mandato en el lapso 1999-2003.  # En los diarios de sesiones de la Legislatura de Santa Fe, hay referencias a la inauguración del monumento a Cristóbal Colón, obra del escultor José Sedlacek: se instaló y estuvo descubierto sin la pertinente autorización de esa Legislatura y en consecuencia, la oposición generó un debate que determinó la inmediata decisión de cubrirlo con arpillera hasta tanto se completara ese trámite. ¡Intrascendentes objeciones!… si se tienen en cuenta otros hechos que están relatados en los diarios de esa época, relacionados con la calidad de vida de los habitantes de la provincia, que aún no se han resuelto. Ejemplo: niños, adultos y ancianos mendigando por falta de un adecuado plan de desarrollo social, equinos sueltos cruzando caminos y rutas -provocando muertes y mayor orfandad-, vehículos a tracción animal sin que sea tenida en cuenta la ley de protección vigente desde la presidencia del ilustre sanjuanino Sarmiento; estacionamiento de esos carros en esquinas céntricas y peatonales, con todos los residuos que lógicamente suelen quedar… y que impiden no sólo el normal tránsito de otros medios de transporte, sino que influyen en la mayor contaminación ambiental…

[44] Estuve hoy con Gastón, con Charito, con Mónica… 12 de febrero de 2001.  El diálogo fue breve, lo comunicado ¡profundo!…

[45] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 415, domingo 5 de junio de 1988

[46] Palermo, Miguel Ángel.  Crustáceos II. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 90, 1985

[47] Palermo, Miguel Ángel.  Equidermos I.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 107, 1986

[48] La Nación.  Sec.5a. Año 9, Nº 424.  Buenos Aires,  domingo 7 de agosto de 1988.  Palermo, Miguel Ángel. Himenópteros II.  Avispas, abejas, hormigas.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 97, 1985.

[49] Palermo, Miguel Ángel.  Los hemípteros.  Chinches, pulgones, chicharras y otros. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 113, 1986

[50] Vidal de Battini, Beatriz E. Cuentos y leyendas tradicionales de la Arentina t. VIII. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1984

[51] Palermo, Miguel Ángel.  Himenópteros II.  Avispas, abejas, hormigas.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 97, 1985.

[52] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 416, domingo 12 de julio de 1988

[53] Palermo, Miguel Ángel.  Los coleópteros. Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 95, 1985

[54] Morcillo de Menvielle,  María Dolores. Flor de Caraguatá -”Romancero Gauchesco”. Santa Fe, Ediciones Colmegna, 8 de noviembre de 1983

[55] Mataloni, Hugo.  Yo, Colón.  Santa Fe, Ediciones de la cortada, noviembre de 1998. (Regalo navideño a mi amado amante Eduardo Rodolfo Fontanini Pantanali Doval Keller…

[56] Orbea de Fontanini, Nidia.  La mujer tallada (Talla y dibujos Juan Eletti). Santa Fe, Impresora Macagno, 1º de julio de 1986.  “La mujer talada” (1999) y La mujer tarada (2000) inéditos.  El lunes 2 nuestro sobrino-ahijado Carlos Gabriel Orbea Gervasoni cumplió años; el miércoles 4 de abril hubo otro momento de emoción con Carlitos, mi hermano-amigo y la emoción profunda al abrazar a Lucía Fernández Fontanini, recién llegada desde Lloret de Mar (Gerona, España), porque quisieron regalarme esa sorpresa y al mismo tiempo, estimularme para que con ella volviera a la tierra de mis abuelos, ahora de mis hijos María Marta y Rubén, de mi nieta quinceañera Josefina Fernández Fontanini

[57] Palermo, Miguel Ángel.  Los dípteros. Moscas, mosquitos, tábanos y otros.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 116, 1986.

[58] Palermo, Miguel Ángel.  Los dípteros. Moscas, mosquitos, tábanos y otros.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 116, 1986

[59] Palermo, Miguel Ángel y otros.  La comadreja overa.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 11, 1983

[60] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 429, domingo 11 de septiembre de 1988

[61] Palermo, Miguel Ángel y otros.  El jabalí.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 123, 1987.  La reproducción de ese primer grupo permitió que se los ubicara en distintas zonas (Neuquén,1917-1922) y desde allí avanzaron hasta llegar a Chile.  Entre 1924-1926 el propietario de la estancia “Huemul” los introdujo en Río Negro importando ejemplares de la estancia uruguaya “La Barra”.  Desde 1931 se observó la dispersión de distintas piaras hasta el territorio de Santa Cruz.

[62] Roverano, Andrés A.  Santa Fe de antaño.  Santa De, Ediciones Anaquel (Junín 2621), mayo de 1973, p. 34.  La dirección corresponde también al Estudio Contable de sus hermanos y de Eduardo Rodolfo Fontanini (hasta 1976).  Sea un homenaje, el recordar que en 1950 se instaló el Estudio Contable Económico Financiero “RAFORO”  -Bernardo Ramírez, Eduardo Rodolfo Fontanini y Miguel Ángel Roverano), alejándose Tacho al constituir su familia en San Javier y su último Vuelo fue en primavera… Momento del Último Desprendimiento de Cacho Roverano: 12 de noviembre de 1992.

[63] Ygobone, Aquiles D. Francisco Pascasio Moreno.  Buenos Aires, Plus Ultra, 1979, p.  352 y ss;  p. 361-363.

[64] Roverano Andrés A. El  río Salado en la Historia.

[65] La Nación. Sec.5a. Buenos Aires, domingo 28 de febrero de 1989

[66] Palermo, Miguel Ángel.  El puma.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 31, 1984

[67] Félix de Azara nació en Barbuñales (Aragón, España) en 1746, murió en 1811.   Fue un marino y naturalista destacado, intervino en asuntos de límites por las posesiones españolas y portuguesas en América del Sur y completada esa misión publicó algunas historias con el título Viaje a través de la América meridional desde 1781 a 1801 y varios ensayos.

[68] Lafone Quevedo, Samuel A. en la  nota 22 (p. 137) inserta en la traducción del libro de Faulkner ya citado, indica: “los Onas no son ictiófagos.”

[69] Palermo, Miguel Ángel.  La tonina.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 18, 1983

[70] Palermo, Miguel Ángel.  La tortuga terrestre.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 14, 1983

[71] Falkner, Tomás Padre S.J. Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur.  Buenos Aires, Hachette, 2ª ed., 1974, p. 118-119.

[72] Diario El Litoral. Santa Fe, sábado 9 de noviembre de 1996, Ciencia y Técnica, p. 4.  Observado por Jorge Coch,  responsable de una empresa alguera. Los trabajos de investigación sobre ese calamar los realizó la Dra. María Edith Ré, del Laboratorio de Peces y Mariscos de Interés Comercial (Lapemar). De la historia familiar: el 24 de mayo de 1996 celebraron mi 64ª cumpleaños.

[73] Palermo, Miguel Ángel.  Moluscos II.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 105, 1986

[74] Díaz Colodrero, Armando. Nació en Goya (Corrientes), médico higienista, escritor.  Publicó Mombirí, Goyanas y ‘Corrientes: fascinación y leyendas.   (El poema Elogio al guaraní pertenece a “Goyanas”, inserto en: Antología Regional Argentina -Cogorno, Conforme y Di Tella de Uriarte-, Buenos Aires, Ediciones Braga SA, 1983, p. 137-138

[75] Palermo, Miguel Ángel.  Las ñacaninaes.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 100, 1986

[76] Palermo, Miguel Ángel.  Los tucu-tucos.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 3, 1983

[77] Palermo, Miguel Ángel.  El carpincho.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 2, 1983

[78] Palermo, Miguel Ángel.  Los tucu-tucos.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 41, 1984.  El autor aporta varias referencias que aproximan al contenido de estas leyendas.  Es interesante tener en cuenta que en noroeste argentino, los quechuas nombraron “tucu-tucu o tucus, de tuki -brillante-  a las luciérnagas o bichos de luz.

[79] Palermo, Miguel Ángel.  La vizcacha.  Buenos Aires, CEAL, Fauna Argentina 30, 1983. De la ficha antropológica se han seleccionado varias referencias

[80] Lozano, Pedro. Historia de la Conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán. Buenos Aires, 1873. (Bibliografía indicada por el historiador Andrés A. Roverano en su libro El río Salado en la Historia.).  Cita de K. Ishikawa, en Especies que vienen… especies que van (Santa Fe, Diario El Litoral, Vida Agreste, sábado 8 de junio de 1996.

[81] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 440, domingo 27 de noviembre de 1988

[82] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 420, domingo 10 de julio de 1988

[83] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 422, domingo 24 de julio de 1988

[84] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 343, domingo 18 de enero de 1988.  Nació Ludwig Choris en 1795; fue botánico, dibujante y pintor; con el navegante ruso Otto Von Kotzlbue concretó en 1823 una expedición científica por el océano Pacífico que culminó en 1826, dos años antes de su fallecimiento.

[85] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 419, domingo 3 de julio de 1988

[86] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 425, domingo 14 de agosto de 1988

[87] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 425, domingo 14 de agosto de 1988.

[88] Curanto: Hay diferentes descripciones sobre la forma de cocción de este alimento.  Era costumbre entre los aborígenes patagónicos hacer un pozo profundo y con leña ardiente caldear al máximo grandes cantos rodados.  Al lado preparaban un hoyo donde ubicaban las piedras calientes y encima colocaban diferentes tipos de carne -liebre, ciervo o mariscos según la zona-, papas y guisantes (arvejas o habas).  Hay versiones que indican el uso de las dentadas hojas de una planta nombrada pangue  -”gunnera chilensis- para envolver previamente la carne que iban a asar con ese procedimiento.  Nahuel -tigre- Huapí -isla- es el lago de 557 km2  bautizado en 1702 por el jesuita van der Meeren y es el centro del parque nacional de idéntica denominación, entre 71 y 72º  de longitud oeste y entre los 40 y 41º de latitud sur.

[89] El LitoralEscolar Santa Fe, viernes 17 de junio de 1988.

[90] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 407, domingo 10 de abril de 1988.  El nombre científico es “acacia caven” y también se lo reconoce como “tusca blanca” o “churqui” en las zonas donde solían masticar el fruto, porque consideraban que el tanino servía para reforzarles las encías y la dentadura

[91] Rossi, Horacio C.  Del aire hallado, p.54..

[92] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 408, domingo 17 de abril de 1988.  Entre los moluches -araucanos-, “Flor” es “Saiguen” (Rhayghen)

[93] La Nación. Sec.5a. Año 8, Nº 401, domingo 28 de febrero de 1988

[94] Los guaraníes usaban calificativos que Félix Azara difundió: pihtá -rojo; morotí -blanco-; hú –negro-.

Aludió al yaguarundí, conocido vulgarmente como gato “eira” –gato nutria, gato moro, colorado…-, un felino de hábitos solitarios, de pelaje sin manchas en coloración rojiza y en otros ejemplares gris oscuro, casi negro.  Por esa diferencia de pelaje, Azara creyó que esa era una especie y otra el gato eirá, mejor nombrado mbaracayá-eirá.  (Ver Cabrera A. y Yepes J. Mamíferos sudamericanos en Enciclopedia Argos del Mundo Animal,  Buenos Aires, Adiar, 1972.

[95] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 412, domingo 15 de mayo de 1988.  En la Historia Natural publicada por el Instituto Gallach, ed. Océano, Madrid, 1989, t. 9, p. 1548-49,  se lee: “…las flores presentan una corona de ligulas radiales, tres estilos y cinco estambres con anteras grandes, muy características”.  “… el pueblo ha pretendido ver, en algunas partes florales, atributos de la pasión de Cristo,  la corona de espinas, los clavos, los azotes… Las flores, vistosas, nacen solitarias o apareadas en la axila de las hojas, por excepción agrupadas en cimas.”

[96] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 423, domingo 31 de julio de 1988

[97] González, Joaquín Víctor. Mis Montañas.  Buenos Aires, Editorial Anaconda, 18 de marzo de 1938, p. 90.

[98] Ibídem, p. 111-112.  Ese libro fue editado en 1893 y cuando se celebró el centenario de la edición, otro riojano se destacaba en la política nacional: gobernador de su provincia natal desde el 25 de mayo de 1973  por elección de la mayoría de los ciudadanos que ejercieron el derecho a votar; detenido días después del autodenominado proceso de reorganización nacional iniciado el 24 de marzo de 1976, fue trasladado al buque “33 Orientales” en el Puerto de Buenos Aires donde estaban alojados otros presos políticos. Soportó la prisión por disposición de la Junta Militar que detentaba el poder hasta que en 1981 fue liberado con la condición de no regresar a La Rioja y lo destinaron a “Las Lomitas”, localidad formoseña poblada en su mayoría por descendientes de aborígenes.  Electo gobernador en octubre de 1983 y en funciones desde el 10 de diciembre, reelecto. Presidente de la Nación (1989-1995, 1995-1999.

[99] Ídem, p. 114-115.

[100] Íd., p. 118-119.

[101] íd., p. 119-122.

[102] Claudia Gutiérrez y Cacho Salvador Macagno, se aman desde la adolescencia, están casados. Ellos también han hecho posible las publicaciones del SEPA (servicio de educación por el arte de vivir y compartir), porque juntos decidíamos las características gráficas y los diseños de tapa en cada edición.  Cerca solía estar ese admirable pilar de la familia que es Edit. Sedrán de Macagno, mujer serena, perseverante, casi incansable…  ¡Gracias!… por la amistad a perpetuidad.

[103] El LitoralEscolar Nº 79.  Santa Fe, lunes 12 de setiembre de 1983.  Significados: Koonek -calafate-; Shehuen -Sol-; Aike -campamento- y kau, toldo

[104] La Nación. Sec.5a. Año 9, Nº 435, domingo 23 de octubre de 1988

[105] Ishikawa, K. Especies que vienen… especies que se van, en Diario El Litoral – Vida Agreste, sábado 8 de junio de 1996.

[106] SUGERENCIA: Leer… releer… Frati de Álvarez, María Nélida Ercilia. Historia de un árbol chaqueño.  Buenos Aires, Editorial Plus Ultra, 1993. “Fauna Argentina” – Colección. Buenos Aires, Centro Editor de América Latina. 1983-1986.

Gori Gastón. El día de los pájaros.  Edición Diputado Carlos Iparraguirre, 1999.

[107] González, Joaquín V. El Censo Nacional y la Constitución.  Buenos Aires, Instituto Cultural Joaquín V. González, 1a. ed., 1960, p. 61-67.  Joaquín Víctor González nació en Nonogasta (Chilecito, provincia de La Rioja, República Argentina) el 6 de marzo de 1863 y falleció en Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1923. Doctor en Jurisprudencia (en 1886); poeta, periodista y escritor, Gobernador de La Rioja (1891); ministro durante distintas presidencias. En 1905 fundador de la Universidad Nacional de la Plata donde ejerció la docencia durante varios años. Senador Nacional desde 1916 hasta su fallecimiento… Publicó: Manual de la Constitución argentina, Patria y democracia, Hombres e ideas, El juicio del siglo, Escritos y opiniones en derecho, Mis montañas, Fábulas Nativas, Sinfonía de la Calandria…  libros que aún pueden ser hallados y leídos en bibliotecas públicas…

[108] Gallardo, Juan Carlos (y once pintores). Oda al Paraná.  Rosario, Editorial Biblioteca Popular “Constancio C. Vigil”, Colección “Artes Visuales”, 1965

[109] Buschiazzo y su familia, en ese tiempo residían en la casa lindante con el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, en 4 de Enero al 1500…  En diciembre de 1984 fue designado en el Instituto Provincial de Arte “José Pedroni” con funciones directivas y por breve tiempo. El IPA “José Pedroni” desapareció… como en la década anterior había desparecido la ENET Nº 6 “María Isabel Courault” en aquel tiempo de funcionamiento de la  INRELI –inspección regional litoral del CONET-, todos desaparecidos… Agrego el 18 de octubre de 2004 ¿San Perón?…¡ Oh, no!… desapareció el santoral…  Reapareció el gobernador Ingeniero Jorge Obeid (1995-1999) reelecto y en funciones desde el 10 de diciembre de 2003 y explicó que “devolverán” la Vigil a quienes legalmente deban ser sus propietarios… Es presidente de la Nación el doctor Néstor Carlos Kirchner, a quien por vivir en el sur –en Santa Cruz” y no se sabe bien por qué, suelen reconocerlo con el apodo Pingüino y parece ser que le resultan personajes tan atractivos, que él mismo en sus discursos aludiendo a su persona como presidente de la Nación dice: ¡Pingüino aguanta!…

[110] Víttori, José Luis. La Región y sus creadores. Rosario, Fundación Ross, 1986, p. 102, 103, 105.

[111] Ibídem, p. 105-106.

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