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2006 – Zunilda Ceresole de Espinaco

2006 – Zunilda Ceresole de Espinaco – Crónicas periodísticas.

Cuando el heroísmo huele a perfume de mujer.

Heroína brasileña.

Una patriota extraordinaria.

Las niñas de Ayohuma, sublime heroísmo.

La Libertadora del Libertador.

01-04-2006 – “Una Antología para recordar”.

Sensibilidad y respeto.

Patria de aquí y de allá.

2 de abril

Canto por Malvinas.

Malvinas Argentinas.

2006 – Zunilda Ceresole de Espinaco – Crónicas periodísticas…

 

Hoy, sábado 11 de marzo de 2006.

Celebro que en el suplemento “Nosotros” del diario “El Litoral” de nuestra Santa Fe de la Vera Cruz, hayan difundido este texto.  NOF.

Cuando el heroísmo huele a perfume de mujer

Innumerables mujeres han sido grandes protagonistas de la historia. Heroicas, sacrificadas y arriesgadas, dieron sus vidas en pos de sus ideales. Nombres para descubrir, conocer y admirar. (Textos de Zunilda Ceresole de Espinaco. Foto de El Litoral.)

 

El heroísmo es el esfuerzo elevado de la voluntad y de la abnegación que impulsa a realizar actos extraordinarios. Innumerables son las mujeres que han llevado a cabo hechos heroicos, sacrificándose y arriesgando sus vidas en pos de ideales de libertad y de solidaridad con sus semejantes.

Muchas triunfaron, otras perdieron la vida en plena lucha o condenadas a una muerte afrentosa, pero sus nombres se citan con admiración debido a su grandeza moral, su capacidad de sacrificio y valentía innata.

Estas heroínas han dejado señales en la historia, porque hubo en ellas un elevado ideal humano que, como un manantial inexhausto, las superioriza.

Heroína brasileña

Cuando Portugal fue invadido por Napoleón en 1807, el príncipe regente huyó a Brasil y estableció su corte en Río de Janeiro. Con el nombre de Juan VI, reinó hasta 1821, año en que regresó a su patria. Dejó como regente a su hijo Pedro, quien se propuso independizar esta tierra.

Numerosos patriotas recorrían el interior de Brasil propagando ideas independentistas y tratando de reunir adeptos a la causa.

Uno de ellos llegó a Bahía y se alojó en la residencia del portugués Gonçalves de Almeida. Habló con esta familia sobre la causa de la independencia de la patria con fervor y entusiasmo.

Una hija del dueño de casa, María Quiteria de Jesús Madeiros, quedó tan cautivada por la elocuencia del huésped, que pidió permiso a su padre para alistarse en las filas del ejército libertador como soldado.

El permiso le fue denegado pero ella consiguió ropas de varón y, así disfrazada, aprovechó que el padre salía en viaje de negocios para Cachoeira y se mezcló con los sirvientes que lo acompañaban. Una vez allí, se alistó en un batallón de artillería, pasándose poco después al cuerpo denominado “Voluntarios del Príncipe Pedro”.

Cuando se descubrió su verdadero sexo, ella permaneció como soldado, pero cambió el pantalón por una falda similar a la que llevan los soldados escoceses y continuó la lucha, destacándose continuamente por su valentía y temeridad.

Cuando los lusitanos intentaron apoderarse de Itaparica y otros puntos indefensos en la costa, reunió a las mujeres y formó un batallón con ellas, guiándolas a la victoria.

La heroína tuvo participación en numerosos hechos bélicos y demostró siempre su gran amor a la patria y al ideal independentista.

Don Pedro I, por estas virtudes, prendió con sus propias manos, en el pecho de la valiente joven, la insignia de Caballero de la Orden Imperial del Cruceiro.

Una patriota extraordinaria

Doña Juana Azurduy de Padilla prestó inmensos servicios a la causa de la emancipación. Con coraje insólito acompañó a su esposo -el coronel Padilla- en combates cruentos, alentando desde la primera línea a los soldados que comandaba su compañero.

Los jefes realistas estaban asombrados por el accionar de esta mujer y decidieron respetar su vida si lograban atraparla. Entre ellos figuraba el coronel Herrera, quien estaba obsesionado por lograr su cautiverio. Siempre decía: “Yo seré el primero en respetar a esa mujer, pero juro que castigaré su audacia y temeridad”.

Al enterarse de que Padilla, al frente de una expedición, había marchado al Chaco y dejado a su esposa encargada de la defensa de su cuartel general, se dirigió hacia allí, comandando una fuerza de infantería.

Avisada por sus avanzadas, Doña Juana lo esperó al frente de veinte tiradores y doscientos aborígenes, armados tan sólo con hondas y mazas.

Al divisarlos, en vez de esperar el ataque, se lanzó sobre ellos con tanto furor y eficacia que los desbarató y tuvieron que huir.

No conforme con la victoria, la heroína altoperuana embistió contra Herrera, que enarbolaba la enseña realista a la que se había propuesto izar en el cuartel patriota. De un pistoletazo lo mató y se apoderó de bandera y armas.

Este episodio es sólo uno de los tantos hechos que protagonizó esta valiente mujer, a la que se le otorgó el grado de coronel por sus numerosas hazañas.

Mucho sufrió y perdió por sus ideales, pero su recuerdo quedó inscripto con letras de oro en el libro de la historia americana.

Las niñas de Ayohuma, sublime heroísmo

Luego de la derrota de Vilcapugio, el Gral. Belgrano inició la retirada hacia Salta. La suerte le fue adversa y, al ser alcanzado por los realistas en las pampas de Ayohuma, se vio obligado a presentar batalla a las tropas del Gral. Pezuela. Esto ocurrió el 14 de noviembre de 1813.

Durante el combate, una mujer negra y dos de sus hijas daban de beber a los soldados heridos de ambos bandos.

Se las veía cruzar impertérritas el campo de batalla para ir a buscar el precioso líquido con que aliviar la sed de los caídos, a quienes curaban e infundían consuelo y esperanza. ¡Cuántos de aquellos sufrientes habrán recordado en esos momentos, cuando recibían el afecto maternal de esas mujeres, el de otras madres, esposas, hijas, novias… que en distantes ciudades y pueblos estaban imposibilitadas de hacer otra cosa que no fuera rezar por ellos!

La madre se llamaba María y era conocida en el campamento criollo como “Madre de la Patria”.

Tanto la madre como las hijas, nimbadas de altruismo, dieron un formidable ejemplo de valor y caridad cristiana. La historia las bautizó como “Las niñas de Ayohuma”.

La Libertadora del Libertador

Simón Bolívar, uno de los personajes cumbre de la historia americana, quedó viudo a los 19 años, a 10 meses de haberse casado. Transido de dolor, juró no volver a casarse, promesa que cumplió.

No obstante su juramento, tuvo una vida esmaltada de amores, pero ninguno fue consagrado ante el altar.

El 25 de setiembre de 1828, estando Bolívar en el palacio presidencial de Nueva Granada junto a Manuela Saenz, la amante preferida de los últimos seis años, quien compartía sus ideales americanistas, unos asesinos políticos entraron para darle muerte. Sus pasos resonaron el corredor y llegaron a la puerta de las habitaciones de Bolívar.

Éste, dándose cuenta de lo que pretendían, se dispuso a resistir, pero Manuela Saenz logró disuadirlo. Prestamente abrió una ventana y pidió al Libertador que se salvara. Desde ese momento se la llama popularmente la Libertadora del Libertador.

La templanza de carácter, las palabras oportunas y el amor de esta mujer salvaron de una muerte indigna a quien fue sin duda una gran figura de la humanidad.

01-04-2006 – “Una Antología para recordar”…

El primer sábado de abril de 2006, en la revista semanal “Nosotros” del diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz, la escritora Zunilda Ceresole de Espinaco logró que en la página veinticuatro publicaran su nota titulada “Una antología para recordar” que también fue uno de los tantos logros por sus esfuerzos como integrante del equipo de Cultura de la Confederación General del Trabajo – Seccional Santa Fe desde mediados de 1986. En la página veinticuatro pertinente a la sección “Actualidad – Efemérides”, tras el citado título, “este copete”:

“A propósito del 2 de abril.  Santa Fe fue cuna de la primera antología poética que se editó en el país sobre la guerra del Atlántico Sur. Se llamó ‘Gesta de Malvinas’ y participaron escritores de distintos puntos de la provincia’.”

Con negritas, este texto:

“Como un canto polífono, el universo lírico de esta antología brota con vigor en la voz de los poetas argentinos que honran a los protagonistas de la gesta heroica”.

 

Aquí, reiteración literal de lo publicado en esa crónica:

 

Santa Fe no sólo tiene el honor de ser la primera provincia del país que ha levantado en su capital un monumento a los “Héroes del Atlántico Sur”, que perpetúa el recuerdo de los argentinos caídos en las heladas tierras del archipiélago o perdidos en las impiadosas y gélidas aguas del Atlántico en el hecho histórico de referencia. Además, ha sido pionera en editar la “Primera antología poética Gesta de Malvinas”, que fuera presentada en un acto público que tuvo lugar en el Centro Cultural Provincial el 8 de junio de 1990.

La iniciativa de su realización surgió del Departamento de Educación y Cultura, de la sección local de la CGT, que presidía por entonces Agustín Sarla, secretario general del Sindicato de Artes Gráficas.

Para este certamen se convocó a participar a la población en general, sin límite de edad y sin ningún tipo de restricciones literarias, para que envíen trabajos poéticos que irían a una posterior selección por parte de un jurado integrado por escritores, miembros del Departamento de Educación y Cultura y un delegado gremial de Atilra.

No se establecieron premios, puesto que se consideraba el hecho de ser seleccionado para integrar la antología como un premio en sí mismo, ya que daba la oportunidad a estos creadores de mostrar su inspiración nacida, acunada y nutrida en aquel hecho histórico.

La antología consta de un prólogo que fue escrito por el coronel Jorge L. Rodríguez Zía y una breve consideración del jurado, integrado por Edith Caliani de Villordo, Hugo Mataloni, Alba Yobe de Abalo, Idilia Vouilloz, Danilo Doyarzábal, Osvaldo Falcone, Francisco Rincón Llinos y Zunilda Ceresole de Espinaco.

Sensibilidad y respeto

Dada la innumerable cantidad de poemas recibidos, que provenían de diversos lugares del país, la tarea del jurado fue minuciosa y ardua. Resultaron elegidos los trabajos: “No llores patria”, del Cnel. Ricardo Miró Valdez; “La sangre que no se borra” y “Las cruces”, de María Dolores Morcillo; “Argies”, de Faustino Cáceres; “Antártida Argentina, tierra de esperanza”, de María de Assenza; “Recordemos”, de Martín de la Peña; “Memoria de la tierra”, de Norma Segades Maniás; “Promesa”, de María de Benedetti; “Patria de aquí y de allá”, de Lidia Lobaiza; “A un héroe de Malvinas”, de Leonor de Valdivieso; “2 de abril”, de Irma Quartarone; “Muchacho de Malvinas”, de Emma Tourn; “Canto por Malvinas”, de Víctor Hugo Vargas; “Requiem para un sueño”, de María Marano; “Defendiendo lo argentino”, de Pedro A. Vázquez; “Malvinas argentinas”, de Hugo Quiroz; “Escucho sus gritos”, de Nanci Macinsky; y “A la memoria de un soldado”, de María Gabriela Bonino.

Como un canto polífono, el universo lírico de esta antología brota con vigor en la voz de los poetas argentinos que amalgamando sensibilidad y respeto, honran a los protagonistas de la gesta heroica. Aquí, algunos de esos trabajos.

Patria de aquí y de allá

Del collar de la Patria renacida

por la fe y esperanza de cada hombre,

hay una lejana perla desprendida

que Malvinas ostenta como nombre.

Dolor de madre por la ausencia,

amor del hijo que se fue por ella:

Dolor y amor, una sola presencia

en el confín del sur, tras una estrella.

Patria de aquí y de allá,

hendiendo el ojo añil del mar;

exhausta mano que tendiéndose va

hacia la otra, sin poderla alcanzar.

Laceración austral en la distancia,

tierra negada para el argentino,

primera quimera velada con el ansia

de todo pensamiento esclarecido.

Volverá, algún día no lejano,

por la única razón de la justicia,

anudarse otra vez mano con mano

entre redoble y laurel en la caricia.

Y en la gloriosa Patria unificada,

ostentando por fin las caras islas,

flameará la Bandera bienamada

en el límite inmortal de las Malvinas.

                                                          Lidia Lobaiza de Rivera

2 de abril

Se inscribirá esta fecha en nuestra historia,

con letras de justicia soberana,

por intentar recuperar la herencia

que nuestra Madre Patria nos legara.

Con ímpetu de heroicas epopeyas,

arremetió la fuerza de la Armada,

haciéndose a la mar con la esperanza

de rescatar a la cautiva hermana.

Toda Latinoamérica presente,

se estremeció por esta gesta gaucha,

y apoyó solidaria a los valientes

que protagonizaron la patriada.

Y volvió a reeditarse aquella muestra

de amor, ante la patria reclamada,

cuando en Mendoza, San Martín

sus huestes armó

para vencer a las montañas.

Más, llegó el invasor colonialista

que descargó su furia desatada,

haciendo blanco en la reserva joven,

de nuestra patria ya tan lastimada.

En las gélidas aguas del Atlántico,

quedó un cortejo de gaviotas albas,

que desde entonces junto a su bandera,

a nuestros hijos han montado guardia.

Como fueron y son nuestras Malvinas,

serán hasta el confín de nuestra patria,

por justicia, por ley y por derecho,

y no por la violencia de las armas.

                                                                      Irma Quartarone

Canto por Malvinas

Mi patria desgarrada

tiene dos hijas nobles

que yacen secuestradas

por un vil invasor.

Son dos jirones tiernos

de un amor tan sublime,

que a cada instante clama

llamando a viva voz.

Malvinas Argentinas,

tierra que tanto amamos,

quisiera algún día

tu suelo transitar.

Tenderme en tus hierbas

aspirar fuerte el aire

y de cara al cielo

a toda voz cantar.

No ha sido en vano hermanas

afanes y desvelos,

están de nuevo donde

debieron siempre estar,

aliada a un continente

que es nuestro territorio

y en pos de un destino

que llama a la unidad…

        1. H. Vargas
Malvinas Argentinas

¡Oh Malvinas Argentinas

has ganado mi corazón de niño santafesino.

Sin tocarte te siento tan mía.

Escuadrón de gaviotas

navegan en el mar de tu niebla.

Guardianes pingüinos

cuidan tus sinuosas costas.

Marineros peces

vigilan tus celestes aguas.

¡Oh Malvinas Argentinas!

Sé que un día el dorado sol

romperá las cadenas,

y en tu cuna marítima

se escuchará la melodía de la libertad.

                                                Hugo Javier Quiróz (11 años).

 

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Mayo de 2006.

 

 

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