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En torno al TEATRO y al ACTOR.

Raúl H. Castagnino ha reiterado que “el juego dramático nace, ante todo, de un hecho espiritual y se relaciona con la representación. Por eso conviene distinguir el matiz que lo diferencia de su cuasi sinónimo: ¡juego escénico’.  /…/  En el juego escénico se da el acuerdo de lo representado y los representantes con el resto de los elementos constituyentes del teatro.  El juego escénico es, a la vez, hecho espiritual y físico y se relaciona con la presentación.

No han de confundirse… juego dramático y juego escénico.  El primero tiene por centro al actor y es un acto de creación al que se llega tras severas disciplinas físicas y espirituales.  El segundo está centrado en el director escénico.  Es un acto de ajuste mecánico y de interpretación de los materiales proporcionados por el autor, actor y demás colaboradores.”  [1]

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Castagnino destaca que “un espectador va al teatro y sabe que el espectáculo no se brinda únicamente para él, sino que ha de compartirlo con otras personas, todas las cuales concurren con análoga disposición de espíritu.”  [2]

“El teatro es un arte de comunicación.  La obra se representa delante de un público, es decir, delante de hombres y mujeres congregados para oír juntos, para ver juntos, para constituir provisoriamente una comunidad… Esta comunidad es algo más de lo que dice su nombre; es una comunión, pues los hombres y mujeres congregados, están unidos, o deberían estarlo, en una misma visión, en el hecho de oír las mismas cosas, en el hecho de estar juntos, en el hecho de ser, juntos, testigos de lo que pasa en la escena.”  [3]

“Efectivamente, el espectador acuerda en que cuanto ocurre sobre las tablas es ficción, convencionalismo; pero se deja arrebatar por el espectáculo hasta sentirse partícipe de él.  La participación se opera tanto en un sentido físico como intelectual, pues la obra representada, a más de levantar el mundo flotante de la ficción, aceptado y gozado por el espectador, puede transmitir mensajes a las inteligencias.   En tal sentido, desde la escena, el actor es una especie de torre que irradia el mensaje del texto y su sugestión, en busca de los receptores, en busca del público.  Es obvio, pues, añadir que el público participa del acto teatral y que se opera en ello lo que algunos autores consideran verdadera comunión, física y espiritual.”  [4]

“Es curiosa la circunstancia de que cuanto más nutrida sea la concurrencia al espectáculo teatral, tanto más evidente se haga esa comunión; como que también resulte más notable cuando texto e interpretación lleguen a los extremos de lo trágico a lo cómico, a los puntos más distintas del naturalismo.  Por otra parte, cuando un espectáculo no logra dicha atmósfera de comunión entre sus elementos, cuando entre la sala y escena se levanta una invisible barrera de indiferencia, se siente una incomunidad manifiesta, un malestar.” /…/

“La necesidad de público hace al teatro un arte eminentemente social.  El fenómeno de contagio, de arrastre, de sugestión, que implica una sala repleta, no se prospera en individuos aislados sino en el conjunto que es el público.  El clima de una sala caldeada permite al espectáculo alcances que no se logran con as butacas vacías.  La sala desierta siempre es una traición a la magia teatral.  Deja entrever los andamiajes y soportes de la ficción; el esqueleto de lo representado, que no descubre una sala desbordante”.

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“El elemento activo del texto dramático es el personaje”.

“El personaje de teatro no será sólo máscara; sobre todo ha de ser carácter, comportamiento frente a una situación.  Carácter y situación están ligados por la voluntad, cuyo decir se traduce en conducta.  Un personaje teatral, pues, resulta de la integración de varios factores: carácter determinado, conducta, voluntad y situación, es decir, enfrentamiento con la conducta y la voluntad.” [5]

Raúl Castagnino tras la lectura de Reflexiones sobre el teatro -obra de J. L. Barrault- “considera al intérprete como un ser humano convertido en instrumento esencial del arte dramático, aun con exclusión de la palabra, si el caso cuadra.”  [6]

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea de Fontanini. 30-12-2004 Hora. 18:30

[Revisado: Viernes, 06 de Enero de 2012, 10:14:25 a.m. ]

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[1] Castagnino, Raúl H. Teoría del Teatro. Buenos Aires, Editorial Nova, 18 de noviembre de 1959, p. 49-50. # El ejemplar a la vista,  pertenece a la Biblioteca Popular “Mariano Moreno” de Santa Fe de la Vera Cruz. En la anteportada con fibra roja, manuscrito: “Elvira A. Bello Leiva de Dohunoff.,  Necochea 3781. Sta. Fe.  Junio de 1969”.  En la portada, su firma.  Cachito Bello, amiga del alma a perpetuidad, vivía en ese tiempo enfrente de mis tíos padrinos: José Álvarez Ramos y Aurora Hug Walmatter, la amplia casa ubicada en Necochea 3764 donde el Clero lucía sus flores desde principios de diciembre hasta después de Reyes… # Al editar “Crecer – Canciones infantiles” (fotografías, letra y música de 23 cantos generados y ensayados mientras jugaba con nuestra primera nieta Graciela María Marta Fontanini Leohnardt), editado el 15 de septiembre de 1984. En la primera página escribí: “¡Gracias!… a ELVIRA A. BELLO DE DOUNOFF porque en la magnitud de lo espontáneo recito tu afecto y estímulo. / a SUSANA SCHIVAZAPPA porque siempre te encuentro, sin necesitar ir a la búsqueda. / a TERESA ALVADO DE LARDIZABAN porque buscándote, te pude hallar para enriquecerme con tu generosa crítica. A TODOS… quienes me ayudan día a día, para que pueda CRECER….”

[2] Ibídem, p. 76-79.

[3] Ídem. Castagnino reitera lo expresado por “Henri Gouhier, en la reunión del Centro de Estudios filosóficos y técnicos de teatro llevada a cabo en la Sorbona, en marzo de 1950… comunicación titulada De la comunión en el teatro (XLIV, pág. 15).  

[4] Íd., p. 78-80.

[5] Íd., p. 108.

[6] Íd. P. 128.

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