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Luis Chamizo Trigueros (España, 1888-1945)

Sinopsis: “La nacencia”: interpretación de Myriam Ruth Morcillo en el Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” de Santa Fe de la Vera Cruz, República Argentina.  Datos biográficos del autor: Luis Chamizo Trigueros.

 

 “La nacencia”…

Bruñó los recios nubarrones pardos

la luz del sol que s’agachó en un cerro,

y los artos cogollos de los árboles

d’un coló de naranja se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía

los ruios d’allá lejos

y el toque d’oración de las campanas

de l’iglesia del pueblo.

Íbamos juntos dambos en la burra

por el camino nuevo;

mi mujé, mu malita,

suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos

volaban chirriando, por el cielo,

y volaban pal sol, qu’en los canchales

daba relumbre d’espejuelos.

Los grillos y las ranas

cantaban a lo lejos

y cantaban también los colorines

sobre las jaras y los brezos;

y roändo, roändo, de las sierras

llegaba el dolondón de los cencerros .

¡Qué tarde más bonita!

¡Qu’anochecer más güeno!

¡Qué tarde más alegre si juéramos contentos!…

-No pué ser más -me ijo-; vaite, vaite,

con la burra pal pueblo,

y güérvete de prisa con l’agüela,

la comadre o el méico.

Y bajó de la burra poco a poco,

s’arrellanó en el suelo,

juntó las manos y miró p’arriba,

pa’ los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,

dejagla yo a ella sola com’un perro

en metá de la jesa,

una legua del pueblo…!

¡Eso no!   De la rama

d’arriba d’un guapero,

con sus ojos redondos me miraba un mochuelo,

un mochuelo con ojos vedriaos

como los ojos de los muertos…

¡No tengo juerzas pa’ dejagla sola,

pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que roía los tomillos

floridos del lindero,

careaba las moscas con el rabo

y dejaba el careo;

levantaba el jocico, me miraba

y seguía royendo.

¡Qué pensarán las burras,

si es que tienen las burras pensamientos!

Me jui junt’a mi Juana,

me jinqué de roillas en el suelo,

jice por recordá las oraciones

que me enseñaron cuando nuevo.

No tenía pacencia

p’hacé memoria de los rezos…

¡Quién podrá socorregla si me voy!

¡Quién va por la comadre si me quedo!

Aturdío del tó, gorví los ojos

pa’ los ojos reondos del mochuelo,

y aquellos ojos verdes,

tan grandes, tan abiertos,

qu’otras veces a mí me dieron risa,

hora me daban mieo.

¡Qué mirarán fijos

los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,

los grillos no cantaban a lo lejos,

las bocanás del aire s’aplacaron,

s’asomaron la luna y el lucero,

no llegaba roando de las sierras

el dolondón de los cencerros…

¡Daba tanta quitú mucha congoja!

¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M’arrimé más pa ella;

l’abrasaba el aliento,

le temblaban las manos,

tiritaba su cuerpo…

Y a la luz de la luna eran sus ojos

más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban

lagrimones de fuego.

Uno cayó roändo

y prendió d’un pelo

en metá de su frente

se queó reluciendo…

¡Qué bonita y qué güena,

quién pudiera sé méico!

Señó: tú que lo sabes

lo mucho que la quiero;

tú que sabes que estamos bien casaos;

Señó, tú que eres güeno;

tú que jaces que granen las espigas

cuando llega su tiempo;

tú que jaces que paran las ovejas

sin comadres ni méidos…

¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,

con lo que yo la quiero;

siendo yo tan honrao

y siendo tú tan güeno?

¡Ay, qué noche más larga

de tanto sufrimiento!

¡Qué cosas pasarían

que decilas no pueo!

……………………………………………………………

Jizo Dios un milagro;

¡no podía ser menos!

II

Toito lleno’e tierra

le levanté del suelo;

le miré mu despacio, mu despacio,

con una miaja de respeto.

Era un hijo, ¡mi hijo!

Hijo d’ambos, hijo nuestro…

Ella me le pedía

con los brazos abiertos.

¡Qué bonita qu’estaba

llorando y sonriendo!

Venía clareando;

S’oían a lo lejos

las risotás de los pastores

y el dolondón de los cencerros.

Besé a la madre y le quité mi hijo;

salí con él corriendo;

en ragacho d’agua clara

le lavé to su cuerpo.

Me sentí más honrao,

más cristiano, más güeno,

bautizando a mi hijo como el cura

bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campesino,

tié que ser de los nuestros,

que por algo nació baj’una encina

del caminito nuevo.

Ansina que nació besó la tierra,

que agraecía, se pegó a su cuerpo:

y jué la mesma luna

quien le pagó aquel beso…

……………………………………………………………

Dos salimos del chozo;

tres golvimos al pueblo.

Jizo Dios un milagro en el camino:

¡no podía ser menos!

 

“La nacencia” integra el repertorio de la destacada recitadora argentina

Myriam Morcillo, residente en Santa Fe de la Vera Cruz.

Distinguida por el Gobierno de Santa Fe en el “Día Internacional de la Mujer”,

el 8 de marzo de 2006, junto a la fotógrafa Mercedes Pardo; la escritora

y educadora por el Arte Nidia Orbea de Fontanini; artista plástica

Ana María Paris y María Victoria Urdiales, trabajadora social.

Acto realizado en el Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”,

4 de Enero 1510, organizado por Soc. Arg. de Escritores de Santa Fe

y Asociación de Artistas Plásticos. Palabras de la Subsecretaria de Cultura

Lic. Ana Ma. Cecchini de Dallo.  Presencia del Arq. Marcelo Olmos, Director del Museo,

 

 

Luis Chamizo Trigueros (España, 1888-1945)

Luis Chamizo nació el 7 de noviembre de 1888 en Guadeña (Badajoz, Extremadura, España.  En algunos textos: nacido en 1894). Hijo de Joaquín Chamizo y de Asunción Trigueros Bravo. Cursó el Bachillerato en Madrid y lo terminó en Sevilla, donde también obtuvo el título de Perito Mercantil Nacional. Licenciado en Derecho cuando tenía veinticuatro años.

Publicó en 1921 sus Poemas Extremeños, El Miajón de los Castúos (Rapsodias extremeñas).   Fue entonces cuando acuñó la palabra “castúo” para referirse a su lengua.

En 1930 estrenó el drama Las Brujas -una de sus obras más difundidas- y fue homenajeado en un acto presidido por Don Jacinto Benavente (Premio Nobel de Literatura).

Terminada a fines de esa década la guerra civil española, ingresó en el Sindicato de Espectáculos y obtuvo un empleo del Estado.

Obras insoslayables: La fuerza de un queré, La nacencia y Extremadura (1942)…

Falleció el 24 de diciembre de 1945.

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