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Las Madres de la Plaza del Silencio

Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini

Santa Fe de la Vera Cruz

República Argentina

Noviembre / 2004

 


Casi prólogo..

“Revelación.

Vamos ya.

Canto a las Madres.

El placer de servir

Mi niño en la guerra.

Dignidad en la Plaza del Silencio.

I  –  María Esther llegó.

II – Algunas señales.

III – En la memoria.

IV – Navidad del ’84.

V – Hoy es.

VI – Cada emoción es diferente.

VII – Como si fuera una leyenda.

VIII – Insiste la memoria.

IX – Anoche soñé.

X – Señales insoslayables.

XI –  Casi en el ocaso.

Casi epílogo.

El día que el sol perdió su brillo.

Flora.

Testimonios.

Casi prólogo…

 

Estas palabras se asemejan a vertientes de  ríos, generadas en la imaginación.

Develan sumergidas vibraciones y otras, emergentes.

Están palpitando en mi intimidad desde febrero de mil novecientos cincuenta y cuatro y creí que se agotaban en septiembre de mil novecientos ochenta y seis.

La vida me sigue demostrando que están casi  como en aquel inolvidable verano de nuestras primeras promesas matrimoniales, renovadas casi un cuarto de siglo después, con la bendición de  Monseñor Vicente Faustino Zazpe…

¡Pastor de almas!

Están casi… como cuando celebramos los nacimientos de nuestros hijos Eduardo Carlos Manuel, Ricardo Marcelo Gabriel, Nidia Marta Susana y Gustavo José María; cuando abrazamos por primera vez a nuestros nietos: Graciela María Marta, Luciano Héctor Martín, Patricia María Eugenia, Ricardo Carlos Eduardo, Josefina, Lucía, Federico, Francisco, Lucio.

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¡En las manos de Dios!…

 

Imaginé primero para la tapa de esta edición, una reproducción de la fotografía que titulé “El misterio del ágave”, porque con mi amado amante vimos crecer esa espinosa planta frente a nuestro refugio en Los Amores, en “Las Delicias” de Sauce Viejo, en la calle Estados Unidos, ya cerca del bañado.

Después, otro armonioso recorrido con nuestra amada Martita por los senderos del Jardín Pinya de Rosa de Lloret de Mar, Gerona, Cataluña, España… conmovió mi espíritu al descubrir otro puente invisible entre el ayer y el hoy, de continente a continente.

Allí, entre las rocas, crecían ágaves

“Han de pasar en ocasiones hasta sesenta años antes de que un Ágave florezca”… y cuando la planta genera una flor, “su fin se aproxima”…

En el ocaso de otro ciclo vital, la enorme flor  del “ ágave ferox” se marchitaba…

Silenciosa, rememoraba las “ágaves” del extremo sur de América, y lo compartido con el Jardinero, mientras mirábamos las imágenes de diversas especies reproducidas en el libro que me había regalado en 1982, impreso en Blume de Barcelona, el año anterior.

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Con trinos se comunicaban los pájaros y volaban las mariposas. Recordé a Charito, a Mónica, a…  ¡el Patriarca de los Pájaros!

Era casi medio día y desde lo alto, sobre la periferia del planeta Tierra, la Luz generaba algunas sombras…

 

 

“Revelación.

 

Para mí,

no es madre quien da a luz,

sino quien pone LUZ

en la Vida.”

        

 

 

 

 

 

 

 

 

…integra  “Poemas para Tioco” – Nº 43, p. 65.

            Recopilación de poesías dedicadas

y entregadas en distintas circunstancias.

Libro presentado por Gastón Gori,

el 24 de octubre de 1980 a las 18:30.

Sala “Leopoldo Marechal”

Teatro Municipal “1º de Mayo”

Santa Fe de la Vera Cruz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Domingo 1º de agosto de 1999…

…Último Vuelo de Francisca Álvarez de Orbea.

(n. 05-09-1913)

 

 

Un día después: Último Vuelo de Gladys E.  Senn de Cello.

(n. 05-04-1921)

 

Martes 26 de agosto de 2003…

…Último Vuelo de Mónica,

Ramona Hipólita Palacios, sin hijos,

con sobrinos.

(n. 09-12-1954.)

 

 

 

 

 

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“Los cántaros vacíos suenan mucho.”

 

San Agustín.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aurelio Agustín…

Hijo de Patricio y de Mónica, nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste (África, hoy Souk Ahras, Numidia).

Hasta los once años estudió allí y luego en Maduara (a 28 Km); a los quince años volvió a  su pueblo y luego viajó a Cartago, para completar su formación.

Se dedicó al teatro, disfrutó de su tiempo libre, se enamoró de una joven de diecisiete años y tras esa unión nació su hijo Adeodato.

Luego entró en la secta de los Maniqueos; volvió a su pueblo natal y completó más estudios.

Estuvo en Roma y se dedicó a la meditación, reflexionó sobre la Biblia y durante la Pascua de 387 fue bautizado por el Obispo Ambrosio, el santo.

Vivió al servicio de Dios y de sus hermanos en la Fe. Hacia el año 398 se publicaron sus Confesiones.

Desde los 42 años de edad, fue Obispo de Hipona.

En ese lugar, su Último Desprendimiento, el  28 de agosto de 430.

 

 

Vamos ya

 

Ya va siendo el alba,

la hora de alumbrarte.

De abrir el cáliz

de mis nueve lunas largas.

 

Despierta, hijo,

ha llegado el tiempo

de las mieses.

 

Abandona este albergue,

Emprende el viaje.

 

¿Distingues ya la aurora?

 

Ven,

vamos a descubrirnos

y a regocijarnos.

 

 

Marta Mancinelli de Rodil

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Marta Mancinelli de Rodil

 

Nació en Córdoba, reside desde los siete años en Santa Fe. Profesoras en Letras. Obtuvo los Primeros Premios en Segundos Juegos Florales Comunidad Letras de la    Universidad Católica de Santa Fe.

  • 1983: Premio Municipalidad de Santa Fe.
  • 1983: 1er. Premio Cuento Regional – Certamen “Velmiro Ayala Gauna”, Rosario.
  • 1986: “Los horizontes del agua”.
  • 1986: “La canción incesante”. Dedicatoria manuscrita: “Para Nidia, / con los buenos augurios

Marta. / 12/86”-

(Su fraternal acercamiento antes de la primera Nochebuena que Martita, Rubén y Josefina celebraron en Barcelona, España; tierra de la pujante Cataluña donde siguieron creciendo y juntos, empezamos a admirar a Lucía, el 20 de noviembre de 1989…

¡cuarta nieta-mujer!…

en la casi legendaria ronda de los seis nietos…

  • Integra “Palabras para compartir 1-2-3 y 4”

(Edición SEPA -servicio de educación por el Arte-, Santa Fe dela Vera Cruz)

  • 1991: “La luna en la maraña”.
  • 1994: “Puerto Perdido”.
  • 1996: “En el tren”.
  1. “Nombrarte Amor”.
  • Plaquetas:
  • 1986: “Nacimiento en la isla”.
  • 1987: “Vamos ya” – “Río y vigilia”
  • 1987: “Tu casa vieja
  • 1988: “Tiempo de calandria y guardapolvos” –  “Canción de una garza para María”.
  • 1989: “A mi sombra”.

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Canto a las Madres

 

La Patria

La Argentina

Vientre donde se gestan

miles de esperanzas

para que los hijos

la hagan realidad.

 

Te rogamos en este día

todos los hijos del mundo

todos los soldados de la patria

todos los niños de Dios

que renueves con tus lágrimas

la flor de nuestras almas

y que se haga, la paz…!

 

Madre… Patria… Vientre

Mujer, paloma, libertad!

Ampáranos. Somos pocos

apenas un mundo huérfano.

Nada más.

Un mundo… donde el verbo

y las banderas

se hermanan, cada día más.

 

Un mundo con un solo color.

 

Silvia Aprile de Pegassano.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Silvia Aprile de Pegassano

 

Nació en Santa Fe dela Vera Cruz. Poetisa.

Profesora de Música y Oratoria.

Socia fundadora de la Sociedad Argentina de Escritores,  Filial Santa Fe.

Colaboró con algunas señales para que lograra comunicarme con autores de distintas localidades.

Integró la Comisión Directiva en varios períodos.

Vivió en la mitad del camino entre nuestro hogar y el de nuestra madre, en la misma manzana…

Dialogaban ellas y también nosotras, para seguir creciendo con la fraternal actitud de sentir “el placer de servir”.

Su obra fue difundida por diversos medios, entre ellos,

la revista “Ronda Literaria” de Augusto Zorreguieta, Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires.

El poema “Canto a las madres” (1982), está reiterado en la página 47 de la “Antología Poética de Ronda Literaria – Selección 1985”.

 

 

“Amigo es el que nos ayuda a realizar,

con alegría, lo que somos capaces de hacer”.

Roque Schneider.

 

El placer de servir

Toda naturaleza es un anhelo de servicio.

Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú.

Donde haya un error que enmendar,

enmiéndalo tú.

Donde haya un enfermo que todos esquiven,

acéptalo tú.

Sé el que se apartó de la piedra del camino,

el odio entre los corazones

y las dificultades del problema.

Hay alegría de ser sano y de ser justo, pero hay, sobre todo, la hermosa,

la inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo

si todo en él estuviera hecho,

si no hubiera un rosal que plantar,

una empresa que emprender!

Pero no caigas en el error de que

sólo se hacen méritos con los grandes trabajos.

Hay pequeños sacrificios que son buenos servicios:

Adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica, éste es el que destruye.

Tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores.

Dios, que da el fruto y la luz, sirve.

Pudiera llamarse así: El que sirve.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos.

Y nos pregunta cada día ¿Serviste hoy?

¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?

 

…Versos que reproduje en una tarjeta donde la blanca rosa es un símbolo.  Poema escrito por:

Gabriela Mistral. Poetisa chilena (1889-1957).

En 1945: Premio Nobel de Literatura.

 

 

Impresa como adhesión del

servicio de educación por el arte,

teniendo en cuenta el centenario del natalicio de Gabriela Mistral,

amiga de la talentosa doctora

Marta Elena Samatán, también chilena 1901-1981, santafesina por adopción…

y jornada de celebración del

Día Internacional de la Mujer”.

Debajo, escribí:

Serví hoy…, quizás para nadie,

o tal vez para todos…, la ecuación la resuelve

 el MAESTRO…, sin computadoras digitales.

                        Te abraza / Nidia

                                    08/03/89

 

Abracé a mi madre y compartimos ese mensaje.

Diez años después, la insoslayable declinación.

Retornó la tarjeta al espacio original.

 

                                    Perdura la lumbre

 

Mi niño en la guerra

 

(Abril-junio de 1982.)

 

 

I.

 

 

Sus ojos no vieron el cardo

 

que le desangraba el pecho.

 

El alba y la vida

 

lo abandonaron sobre el rocío.

 

 

Marta Rodil

“La canción incesante”, 1986.

 

 

Dignidad en la Plaza del Silencio…

 

A las madres de soldados,

combatientes durante

la Gesta de las  Islas Malvinas.

02-04 al 14-06-1982.

 

Entre diana y el Ángelus

se expandieron las voces

y rota la rutina,

cargó cada uno su mochila.

 

Nadie supo en qué puerto

terminaría esa cita,

entre oleaje de sueños

y voluntad de héroes.

 

En luminosa llanura…

en silenciosos pueblos,

quedaron las familias

esperando el regreso.

Ocre deshojamiento

conmovía en ese otoño

mientras en la trinchera

ardían más hogueras.

 

Voces entre las sombras

aceleraban latidos.

Bengalas iluminaban

refugios de combatientes.

 

Viento y nevada en la espera

del enemigo en acecho.

Quejidos debilitados

y congoja en los amigos.

 

El mar aquietó pasiones

mientras crecía la esperanza.

Puntual en junio llegó

el instante de la partida.

 

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Madres del norte y del sur,

madres del este y oeste

confluyen con emoción

en la Plaza del Silencio.

 

Sin banderas, sin pañuelos…

sólo con el peso de la Fe,

son una sola voz

bajo la Cruz del Sur.

 

No tiene fronteras

el eco de sus ruegos:

¡Por la paz!… hermanos-compañeros…

¡Así sea!

 

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Invierno de 2004.

 

Viernes 3 de septiembre de 2004.

A la siesta, leí los mensajes recibidos mediante el correo electrónico. Fito -Rodolfo Schweighofer-, puntual y responsable, ya me envió los nombres de seis soldados santafesinos, combatientes durante la Gesta de las Islas Malvinas (02 de abril al 14 de junio de 1982).

También algunas referencias para poder ubicar a sus familiares y así, honrar una vez más a… ¡Las Madres de la Plaza del Silencio!

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Allá, en el Atlántico Sur, las blancas cruces son elocuentes testimonios…

del tránsito a la inmortalidad de

  seiscientos cuarenta y nueve

Soldados de la Patria.

Sigo convencida de que están representados, en cada cruz el pueblo y el soldado.

¡Todos nacidos para la libertad!

Aquí, seguimos viviendo y conviviendo algunos hispanoamericanos, en el territorio limitado por las aguas de los ríos Paraná y Salado.

Aquí, seis nombres:

Gómez, Miguel Ángel.

Mecca, Adolfo Eduardo.

Piedrabuena, Eduardo José.

Reartes, Ricardo Alfredo.

Tibaldo, René.

Vera Omar, Elvio.

…y en la interioridad, vibraciones intensas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La vida es sueño

y vivimos con ensueños.

La vigilia nos regala sentires…

rostros que nos miran

y otros, ausentes.

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El punto exacto de la alegría

está en cada despertar,

renaciendo.

 

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

 

 

 

 

Jardines de “Santa Clotilde” en Lloret de Mar…

Gerona, Cataluña, España.

 

 

 

Peldaño a peldaño…

es  posible ascender

hasta llegar a lo alto…

 

Desde ese lugar,

mirando hacia lo Alto,

comprenderemos que las fronteras

han sido establecidas

por la imaginación

de algunos hombres…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Necesitamos una medida para las distancias materiales; mientras las resonancias de la vivencias persisten en un espacio, y todos los días, inconmensurables… en los recuerdos.

 

 

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

31 de julio de 1987.

 

I  –  María Esther llegó…

 

María Esther, llegó a la escuela a fines del verano de mil novecientos cincuenta y cuatro.

Me conmovieron su voz, sus ojos celestes, su mirada…

Después, percibí su alegría desbordante mientras describía las travesuras de sus hijos: Julito y Jorge.  Como suele suceder, quedaron huellas tras la mayoría de aquellos diálogos, aunque era evidente nuestra formación diferente.

Distintas reacciones en diversas circunstancias, denotaron nuestra capacidad de tolerancia. Nos sorprendía mientras creaba simples y bellas decoraciones mediante leves y armónicos movimientos de sus manos.

Nuestra relación creció durante la primavera -cuando nacen los brotes-, también el tiempo en que la cuarta luna dilataba mi cintura.

Nos encontrábamos en las primeras horas de la tarde -de lunes a viernes- y recuerdo el día en que llegó con algunas prendas del ajuar que había preparado mientras esperaba el nacimiento de sus indios, como ella los nombraba.  Estaban bordadas con delicados festones y ojalillos azules.  Allí encontré el punto de convergencia de nuestra afinidad: en la maternidad deseada y responsable, en la vocación de servir.

Apenas dos años compartimos actividades escolares porque el cáncer silencioso agotó sus energías.

Durante varios años, alguna flor quedó sobre la placa de bronce que el artista forjó delatando su perfil armonioso.

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En la década del ’70, nuestro país parecía un volcán en erupción.

El veintidós de agosto del ’72, en Trelew tras un abrumador detonante, otra ráfaga de contradicciones se incorporó a la historia de los argentinos.  Ante tal desenlace, pensé que el caos del odio es más cruel que la furia del cáncer.  Dios establecía más evidencias para quienes intentaban hallar más respuestas.

Días después, eran aproximadamente las dieciséis cuando salía por el pasillo de nuestro hogar y  me conmovió una marcha silenciosa que avanzaba de este a oeste.  Desde el sur había llegado el cuerpo mutilado de Jorge, otro de los jóvenes que se habían incorporado al ejército revolucionario del pueblo.

Sentí un estremecimiento interior, bajé los párpados, no tuve valor para percibir el elocuente mensaje de aquellas miradas.

Vislumbré un lejano resplandor hacia el norte, donde ya no quedaba más que el recuerdo de aquella maternal mirada azul.

María Esther era todo espíritu rondando por la Plaza del Silencio.

Con el dolor suelen crecer los ruegos y en aquel instante, una oración fue el acorde final despidiendo a esa inolvidable marcha fúnebre.

En aquel tiempo los pañuelos blancos se humedecían con lágrimas cuando una alegría o una tristeza desbordaba los diques naturales.

Hacia el final de aquella década agobiante por la abominable violencia, otras madres en distintas plazas del planeta cubrían sus cabezas con pañuelos blancos.

Algunas habían bordado azules leyendas: eran sus clamores por sus hijos desaparecidos.

Mientras tanto, caricaturas incomprensibles reflejaban otros dolores, en distintas latitudes.  Esclavizados por el resentimiento, algunos hombres parecían haber anticipado su fatal agonía.

En este atardecer, el vuelo de los pájaros me obliga a pensar en el valor inmenso de las alas… y en su fragilidad.

 

Tañen las campanas de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús y proponen una vez más compartir el Ángelus…

 

II – Algunas señales…

 

Algunas señales sobre el sillón azul, denotan ser los efectos de prolongadas pausas.  En esta Nochebuena de 1981, percibo la ausencia de aquella original sonrisa floral que la abuela Teresa ubicaba en un rincón del escritorio.

El transparente y artístico continente está vacío, porque ahora debido a la falta de coordinación mental, sus hábiles manos ya tienen movimientos torpes.  Ellos optaron por vivir solos porque creían que así podrían estar más tranquilos. Intuyo que es oportuno tener en cuenta que agazapada va llegando la vejez, con todas sus limitaciones y en ese tiempo, poco a poco, la convivencia se torna hermética.  Con la ilusión de seguir juntos, suele suceder que el matrimonio -marido y mujer-, viven o sobreviven: suelen estar apenas próximos, cerca, o al lado…

En el jardín seguían acompañándose la rosa y el clavel del aire.  El rosal nutriéndose con la savia que ascendía desde su raíz -que no se ve-, compartía ese despejado espacio con el clavel que estaba sostenido apenas por delgadas e invisibles raicillas prendidas entre dos espinosas ramas.

Al agotarse el tiempo de la visita, rememoré lejanos ritos, cuando mi espíritu vibraba ante los efectos de insólitas turbulencias.

Mi amado amante, una vez más había recorrido todos los ambientes, sin hablar.

Las cortinas eran cómplices de la penumbra y un somnífero claroscuro aturdía los sentidos.  Poco a poco, fui comprendiendo que yo también había empezado a evitar determinados comentarios, porque esa declinación resultaba demasiado dolorosa.

El silencio suele ser un eficaz aliado cuando es imprescindible sobrevivir.

Entre nosotros, estoy convencida de que no existe un juego de intereses materiales y felizmente, me atrevo a decir que nada nos ata.

Siento que amamos y que sin privarnos de la libertad, Alguien nos conduce.

Aunque no somos dóciles, sabemos que hay que perseverar en el propósito placentero de servir: amar y amarnos, respetar y respetarnos,  mientras seguimos gastando juntos las suelas de los zapatos, como dijo Martita, nuestra hija de mirada clara.

Sabemos que somos nada más que dos personas en la interminable caravana de hombres que trabajan de sol a sol y que es preciso avanzar sin temer, entre la maraña de actitudes egoístas que generan cotidianas injusticias.

Se impone transitar estando tan atentos a los cambios de las luces de los semáforos, como a la lumbre interior que modera nuestros impulsos.  Suele ser tardía la comprensión del valor de una oportuna comunicación amistosa.

El amor de dos… ha de ser un amor de nosotros: un amar todo lo que nos rodea para que haya un equilibrio en la convivencia.

Si se detecta cierta dificultad al querer expresarlo con palabras, más aún se acentuará el conflicto cuando se persevere en el propósito de concretar esa unión perdurable.

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Sobre el planeta que gira y gira, todos los domingos hay millones de hombres que se reúnen para rezar y darse fraternalmente la mano, mientras anhelan que desde el Gran Semáforo, la luz verde -de esperanzas nuevas- sustituya a la intermitente luz amarilla -de incertidumbres repetidas- porque anhelan que sea más apacible este finito peregrinaje.

Hay intentar segundo tras segundo, ser sensatos hacedores de esa paz imaginada a pesar de imprevisibles desacuerdos.

En la Plaza de las Madres del Silencio, no hay alforjas ni pañuelos…

Algunas personas con excesiva imaginación elaboramos bosquejos mentales acerca de Aquel Lugar y necesitamos ubicar rostros semejantes a los que alguna vez vimos y amamos… y hasta nos atrevemos a imitar algún gesto, sólo porque todavía recordamos los sutiles e imborrables rastros que instantáneamente se han grabado en nuestra vulnerable memoria.

 

Es hora de despertar…

 

 

III – En la memoria…

En la memoria se acumulan incontables signos y símbolos.

Las fechas suelen contribuir a la formación de una cadena de asociaciones mentales y después, si nos proponemos la reconstrucción de determinados hechos, determinados espacios y distintas personas reaparecen virtualmente en las íntimas percepciones.

Nochebuena es tiempo de sosegada convivencia y con frecuencia, un torbellino de risas y de juguetes o de algunas lágrimas por las ausencias, imprime cierta melancolía en nuestra computadora personal.

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Hacia fines del siglo XX, la avasallante tecnología facilita el envío de mensajes navideños de continente a continente, aún entre personas que tal vez nunca se han visto pero que ya se comunican por correos electrónicos.

Estas dos referencias son suficientes para comprender, cómo se van ensanchando las diferencias y al mismo tiempo cómo se imponen continuos y casi imperceptibles retrocesos, en la tantas veces discutida relación entre la técnica y la civilización.

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Aquellos desarrollos se estaban transcribiendo el 25 de diciembre de 1984 a las 3.

Una hora antes, mi amado amante había hecho otra travesura: recorrió una vez más el angosto pasillo;  llevó en una bolsa de polietileno algunos recortes de carne para los gatos que estaban maullando en la casa vacía, donde a principios de este siglo, las mujeres de la familia Verme ejercían el rutinario y necesario oficio de lavar y planchar.

En la calle, todavía se escuchaba el movimiento de algunas inquietas marionetas: sonaban las bocinas de los automóviles, algunos petardos eran arrojados al aire en dirección al asfalto o a los muros y explotaban…

Mientras tanto, también detonaban las bombas de estruendo, compradas por quienes quizás nunca tuvieron que soportar mutilaciones ni tampoco compartieron el drama de las guerras.

En vano esperé que mi amante amado hiciera algún comentario.

Ante lo inevitable, preferí no hablar.

Después, sobre la página en blanco necesité empezar a organizar una secuencia de palabras sin necesitad de preguntarme previamente ¿para qué?… ni… ¿para quién?… como suelen indagar tantas personas.

Mientras espontáneamente se desarrollaba tal escritura, podía seguir comprobando que hay misteriosas conexiones que provocan determinadas coordinaciones hasta originar sucesivas rememoraciones y así van enlazándose los recuerdos.

No tengo la impaciencia de algunos escritores que consideran tan necesario editar como escribir.

Es probable que sea así, como consecuencia directa de reconocerme sólo una mujer que necesita escribir, sin posibilidad de llegar a ser… casi diría una escritora profesional; si cabe tal calificativo para quien desarrolla con habilidad ese oficio tan antiguo y en la mayoría de los casos, tan vinculado a la improvisación, al vuelo imaginativo, a las ficciones…

Mientras escribo, sólo respondo a un impulso interior generado espontáneamente en el momento en que la angustiante realidad exige que se desplieguen las alas del espíritu para poder alcanzar la imprescindible libertad que demanda la condición humana.

En algunas circunstancias, sueño que en la Plaza de las Madres del Silencio se descansa apaciblemente, mientras sobre el planeta tierra, todavía millones de hombres no han aprendido a abrazarse fraternalmente.

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Estoy en la cama, a su lado y con la persistente obsesión de estar alerta a sus gestos.

Lo amo y tolero sin fastidio sus ronquidos.

Escucho los maullidos de los gatos que vagan en el jardín de la antigua casona.

Pienso que la ración tal vez haya sido insuficiente, aunque también la causa podría ser la original comunicación que ellos renuevan cuando la noche les regala oscuridad y original magnetismo.

Sonrío recordando algunas suspicacias de mi amado amante.

No quiero imaginarme la desesperada huida de las ratas cuando sienten los primeros acordes del concierto gatuno, porque en estas páginas deseo que queden sólo algunas señales de mis sentires y otras tantas claves de nuestros padecimientos.

 

No pretendo escribir un cuento-historia, tampoco una novela.

Es el momento del punto final y del suspenso…

 

 IV – Navidad del ’84…

Navidad del ’84.  Hora 20.  No veo los hilos, pero estoy persuadida de ser una marioneta más en el mundanal circo.

La radio colabora para encubrir la falta de  diálogo aunque me atrevería a asegurar que nuestros pensamientos giran alrededor del mismo eje.  Además, es constante la complejidad de las situaciones de vida en todos los continentes.  Los hombres suelen necesitar refugiarse en el silencio, que produce casi los mismos efectos de una leve anestesia durante el proceso preoperatorio.

Inexorablemente, cada día nos acerca al fin y al Fin.

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Con mi amado amante recorríamos bulevar Pellegrini hacia el este y él recordó la última cena de los gatos.

No era la primera vez que demoraba mediodía para estructurar verbalmente las frases de algún comentario interesante.  Sonreía cuando yo le decía que era generoso, pero avaro de palabras…

Él insistía en que los animales son muy agradecidos, que seguramente lo estarían esperando cuando regresáramos.

Nada dije, pero acostumbrada a vincular las causas con los efectos, deduje que si se acercaban a la desvencijada puerta, lo harían porque esperaban algo más para saciar el apetito.

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Llegamos al cruce con las vías del ferrocarril -por donde ya no pasan las locomotoras- y nos sorprendió nuestro benjamín, que iba caminando con uno de sus amigos.  Sonrió y con la mano en alto, nos envió el mensaje de su sentimiento.  Él también -como dijo Hugo Mandón-, sabe que “la vida es una larga pausa preparatoria para morir” y valoriza todos los gestos, está alerta ante cualquier incertidumbre.

Suele colocar flores sobre la mesa y me fortalece cuando besa mi frente. Son expresiones simples y vivificantes para la existencia humana; signos de comprensión y al mismo tiempo actitudes que generan más interrogantes.

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Mientras se prolonga la ceremonia de recorrer algunas calles de la ciudad, él tratando de esquivar los baches y yo evitando seguir viviendo a los saltos, en mi computadora personal se activan determinados archivos.

Creo en la fidelidad, sé lo que implica la lealtad.  Mis hijos son lazos análogos, nunca ataduras.  Son vínculos e intento huir del miedo que me acosa imaginándolos lejos, demasiado lejos.  Me reanimo sintiendo que no hay fronteras para el amor. En tales circunstancias, me parece que estoy caminando sobre cenizas grises, mientras el sol delata el lúbrico movimiento de las hojas que naturalmente, provoca sombras movedizas.

Debo decir que hace un tiempo que yo también me identifico como Sombra

Desde lo Alto llega la Luz que ilumina mi Camino.

Sueño con pañuelos blancos que agitan las madres de la Plaza del Silencio.

Un rumor de letanías me conmueve mientras él, silencioso, gira con el auto hacia la izquierda, en la penúltima curva de ese agradable recorrido.

 

No maúllan los gatos, tampoco se los ve desde la puerta…

 

 

  V – Hoy es…

Hoy es 31 de diciembre.  Hay bullicio en algunas esquinas y desde el anochecer estalla la pirotecnia preparada para celebrar el fin de otro año, el comienzo de un año nuevo.  En realidad, los cambios serán imperceptibles de un día para otro, salvo para los lactantes -y para los ancianos- si comienzan a alimentarse con nutritivas papillas y sabrosas gelatinas.  Con la experiencia de la última Nochebuena, aprendí que cuando la vejez acentúa las declinaciones, hay que preparar alimentos que no requieran demasiada masticación.  Hice un flan y espero que ella todavía pueda usar la cuchara.  Pienso en mi abuela, conviviendo hasta el último instante con sus hijas.

Como tal vez suceda entre la mayoría de las personas, no deseo para mí, un ocaso solitario, pero renuevo día a día un “hágase Tu Voluntad”.

Sé reconocer los límites de la potestad humana.  En vano intento ahuyentar los fantasmas que acosan mi mente.

Miro una vez más las rosas que les llevo y presiento que nada dirán cuando se las entregue, porque día a día es evidente que dialogan menos…

En el jardín de la casa de los abuelos, otra vez es visible el crecimiento de las ramas y de algunas malezas.  Ese contraste con el jardín que veíamos antes, esa diferencia con las imágenes aun vigorosas que están latentes en la memoria, provocan cierta desazón y desesperanza.

Aquí, en avenida Freyre mil cuatrocientos treinta y ocho, hace tiempo que no se escucha la voz de la vecina –Madame Trapiella-; tampoco se ven sus gatos trepando por las enredaderas.

Siento una brisa que parece… una enigmática caricia desde el Infinito.

Nada temo, sólo son íntimas sensaciones.

Intuyo que las madres de la Plaza del Silencio siguen avanzando en una procesión interminable hacia lo Alto…

 

Apenas una lumbre orienta hacia la imponente cima…

 

 

 VI – Cada emoción es diferente…

Cada emoción es diferente porque en la existencia humana nada se repite con exactitud, aunque nos parezca lo contrario.  Solemos evocar el día y la hora de algunas vivencias que produjeron sensibles excitaciones.  Poco importa si fueron regocijo o congoja; todas sirvieron en su momento para alentar un mayor crecimiento interior.  A veces considero que la memoria se convierte en un llamador impertinente, porque nos convoca a encuentros imaginarios en las coordenadas del tiempo y la distancia, sintiéndonos impotentes para aniquilar la angustia que provocan las ausencias de las personas que amamos.

Si la despedida es definitiva, ha de perdurar el recuerdo de los últimos gestos y misteriosamente, una mirada serena puede ser el mejor testimonio de una vida gratificante.  Esas sensaciones son indescriptibles.

Hay un tiempo de habitaciones vacías, cuando los adolescentes prolongan las distancias y  resulta insuficiente cualquier razonamiento lógico mientras se perciben estremecimientos profundos.

Cada persona reacciona según sus impulsos interiores.  Recuerdo aquellos meses de angustia, de silencio, caminando lentamente cerca de la orilla del río, en Las Delicias de Sauce Viejo, leyendo algunas conclusiones de monseñor Eduardo Pironio, en torno a la familia y a la convivencia en tiempos difíciles.

Eran un llamado de atención hacia distintas direcciones.

Entre los argentinos, el diecisiete de noviembre del ’72 se decía que había concluido una prolongada etapa de proscripción política.  Resultaban vanos los intentos de reconciliación entre grupos antagónicos que secuestraban y asesinaban.  Siendo Obispo de la Diócesis de Mar del Plata, en su primer mensaje de Navidad, monseñor Pironio había necesitado expresar:

“…que la Navidad suceda para todos.

Porque hay muchos todavía que no pueden celebrarla.  Falta el pan material en muchas mesas.  Falta el pan del amor y la verdad en muchas almas.  Falta el pan de la justicia y la amistad en muchos pueblos…”

Recomendaba tener en cuenta que la paz será posible “si se la funda en la verdad y la justicia, en la libertad y el amor.  La verdad exige lealtad y transparencia, reconocimiento de los derechos humanos, conciencia de que todo hombre es imagen de Dios y tiene una vocación suprema ineludible; sinceridad en el diálogo, fidelidad en la tarea. La justicia implica hacer posible la real participación de todos en la vida de los pueblos.  Que no existan diferencias irritantes.  Que no haya marginados en el orden de las relaciones sociales, en los bienes de la naturaleza y de la cultura, en la construcción positiva de la historia.  La libertad exige quitar todo tipo de servidumbre derivada del pecado.  Hoy hablamos mucho de liberación, pero ¿qué es la liberación?

Es la creación de condiciones tales que permitan al hombre -y a todo hombre- ser verdaderamente artífice de su propio destino, realizador activo de su vocación única y divina.  El amor implica descubrir que todo hombre es nuestro hermano.  Y que eso exige una gran capacidad para morir y entregarnos, para asumir el dolor y la alegría de los otros, para solidarizarnos fraternalmente con los que sufren y esperan.”

Transcurrió un cuarto de siglo desde la difusión del lema “La paz es posible” durante la Jornada Mundial de la Paz del primero de enero de mil novecientos setenta y tres.

En la segunda mitad de esa década, aunque la desconfianza anulaba determinados intentos de comunicación, el vínculo diario con las adolescentes alumnas del nivel secundario, me proporcionaba la información imprescindible para comprender la zozobra que revelaban los rostros de algunas…

Terminado el ciclo lectivo, con algunas no nos volvimos a encontrar y con pesar, supe que una ráfaga mortífera sorprendió a Gladys -y a su novio-, cuando se acercaban a las escalinatas de la facultad rosarina.

He necesitado orar por todas las madres de la Plaza del Silencio: las de más allá y las de cualquier lugar, que peregrinan todavía sin resentimientos ni protestas.

En esta tarde luminosa, algunos peces buscan su alimento y los delatan unos círculos concéntricos que se expanden en el suave oleaje.

Miro hacia el largo camino que nos sirvió para emocionarnos, mientras avanzábamos hacia el este y veíamos los reflejos de la luna llena sobre el río.

Año tras año también ese largo camino, va perdiendo algunos corpulentos eucaliptos porque la fuerza de la creciente avanza sobre nuevos espacios: crece el bañado y la excesiva humedad en la tierra acelera la silenciosa agonía de esos árboles, hasta que un violento huracán los arranque sin piedad.

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Releo lo que acabo de escribir y me parece un exceso verbal -que no se justifica ni en la literatura-, porque es casi un absurdo el pretender que un huracán no sea violento mientras los hombres -…los únicos seres racionales-, frecuentemente siguen comportándose como ciclones que provocan destrucción tras destrucción, generan injusticia tras injusticia en la mayoría de los continentes.

Parece ser, que la humanidad avanza como si lo hiciera a tientas.  No hay edad para la madurez; todo depende de la toma de conciencia sobre lo que somos, para qué vivimos y cómo podemos servir a la construcción de la civilización del amor.

Intentar elaborar las respuestas es avanzar hacia el autodescubrimiento: ese conocernos a nosotros mismos que es un afán interminable, porque en el Universo todo es mutación continua y ninguna persona ha de ser la excepción en vitales transformaciones.

Algunos creen que tampoco hay edades para la vejez, pero no me atrevo a compartir ese criterio porque aunque las estadísticas están revelando datos alentadores, seis, siete, ocho décadas de vida activa, terminan dejando sus excesivas e inequívocas señales.

 

Vuelve el hornero a su nido.

Primero se poso en la alta rama, luego bajó hasta el alambrado.

Antes de entrar a su refugio, ha regalado su original silbo al aire del crepúsculo…

 

VII – Como si fuera una leyenda…

Como si sólo fuera una leyenda, recuerdo que a mediados de agosto del ’71… el mayor de nuestros hijos decidió comprar un machete, porque quería disponer de lo imprescindible para hacer con cierta seguridad, algunas excursiones en lugares poco transitados, donde hay arbustos espinosos y suelen merodear algunos animales…

Todo es posible, volví a repetirme para no dudar en el momento de apoyar su iniciativa.  Los límites están establecidos por la responsabilidad y la prudencia, por la conducta que se haya orientado con ejemplos, más que con recomendaciones.

Aunque carezco de fundamentos científicos, intuitivamente he insistido en que desde el seno materno, el nuevo ser percibe sensaciones de orden o de caos.  Tanta audacia, enseguida me incitaba a expresar el íntimo ruego de ser juzgada con misericordia.

Mi amado amante sonreía cuando le expresaba semejantes disparates porque él sabía que con frecuencia he reflexionado acerca de la diferencia entre el valor de la información, del conocimiento y de la sabiduría.  Al mirar y ver, no me he dejado seducir por las apariencias y con tesón e intentado apreciar lo esencial, lo verdadero.

Algún diálogo con mi madre sirvió para despejar vanos temores.

Ella -como tantas…- concluía cualquier argumento con la advertencia de que lo que tiene que pasar, pasará.

Al escucharla crecía mi curiosidad tanto como mi oculto pesar:

-¿Por qué no habría opinado así durante mi adolescencia?

Otras voces, en otros lugares, habían sido señales oportunas para una correcta interpretación.

He recordado con frecuencia a Adela, la solidaria compañera en la asociación de madres de la escuela “Beleno”, la mujer cordial cuando nos acercábamos a la florería para retirar algún ramo de blancas rosas, símbolo de amistad y de discreción.

Aprendí de su tolerancia, de su silencio, de su resignación.  Ha de encontrarse con las madres de la Plaza del Silencio por su trascendencia.

Nada imagino, nada agrego; sería una insolencia.

Me estremezco al rememorar una incomprensible coincidencia.

El mismo día del sepelio de su hijo, ingresó en la escuela universitaria una comunicación del rectorado, disponiendo que determinados estudiantes no podrían actualizar la inscripción.

El secretario leyó para que escucháramos todos, los datos de identidad e hizo una pausa antes de nombrar a Héctor…

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En la década siguiente, parecía un absurdo que algunas personas no hubieran comprobado que en casi todo el territorio nacional comenzó una guerra no declarada mientras se expandía el terrorismo de la guerrilla y el de la represión.

Con el propósito de vencer al adversario, hubo violación de los derechos humanos desde distintos sectores.  Tal como sucede en esas circunstancias, murieron niños inocentes y adolescentes que nunca habían participado en actividades políticas y que fueron heridos mientras dormían en sus hogares, donde sólo quedaron polvorientos escombros.

Ante la magnitud de esa tragedia, las palabras son insuficientes para expresar la angustia que perdura en la intimidad de quienes se enteraron oportunamente de aquellas atroces asesinatos.

 

Ha empezado a lloviznar…

Y estoy llorando. Sin lágrimas.

 

VIII – Insiste la memoria…

Insiste la memoria en la reiteración de nombres y apellidos, de amigos y de hijos, también de desconocidos, ¡todos hermanos!… que en algunas circunstancias fueron sorprendidos durante determinadas mañanas y noches borrascosas, aunque no hubiera nubes en la atmósfera.

En nuestra amada Argentina, durante varios lustros se han soportado tormentas latentes; amenazas de tornados y desbordes excesivos.

En el extenso y dramático escenario de la tragicomedia humana, invisibles hilos movían miles de marionetas en aparente competencia con millones de títeres a dedo, o con guantes blancos…

Pulsa la memoria: hubo profanación y cambios de identidad.  Como si el cruce del océano hubiera podido borrar definitivamente su huella perdurable, tenebrosos titiriteros ocultaron en suelo europeo el cuerpo yacente de Eva, la primera, aclamada promotora de la justicia social a mediados del siglo veinte.

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En mitad de agosto de mil novecientos setenta y cuatro, una ausencia definitiva plasmaba indicios precisos sobre la hecatombe que devendría.  Hermanos compañeros entonaban la misma marcha aunque giraban con ejes diferentes.  El movimiento seguía declinando en su armonía, era otro su ritmo.

Las Madres de la Plaza del Silencio, conmovidas, guardaron las banderas que habían flameado en el acto del último primero de mayo.  En aquella jornada insoslayable, resultó insuficiente el blanco y el celeste para atenuar los oscuros matices de la violenta asechanza.  Otro ciclo se anunciaba en junio.  La voz emocionada del veterano líder transpuso las palmeras, resonó en la Pirámide y se percibió en el balcón de la Rosada como un impresionante eco de ultratumba.

Vibraba en el aire un son de despedida y no sólo del otoño.

Hubo más confusiones, se vislumbraban las señales del caos.

Un prolongado y enigmático invierno aniquiló las esperanzas.

Inevitable fue el derrumbe de la democracia.

Poco a poco, millones de argentinos nos sentíamos embotados.

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Agotada la primera semana de agosto del ochenta y tres, n.N.N.=x era una aparente ecuación y eventualmente resultaba ser la incógnita que planteaban los datos recogidos en Ezpeleta.

Distintas personas se conmovieron con diferentes sensaciones: era inevitable vibrar ante la revelación de espeluznantes torturas, ante el horror de la muerte y el avasallante y vandálico agravio de las sepulturas anónimas.

El odio engendrado en la sinrazón, acentuaba los abusos y multiplicaba el terror.

Como sucedió en los basurales de León Suárez en junio del ’56, la violenta intolerancia descargó su furia en sucesivos asesinatos y hubo víctimas inocentes que cayeron con heridas en la nuca o en la espalda.

Hay nombres que no se han registrado.

Hay letanías que intentan invocar a las madres de la Plaza del Silencio… Casi anónimas hacedoras de la historia de la Historia que todavía se está escribiendo…

 

Si callar en el dolor es heroísmo, en este punto final se funden la Templanza y la Fortaleza que vienen de lo Alto…

 

IX – Anoche soñé…

Anoche soñé que misteriosamente, había llegado hasta una desolada plaza.  Caminaba lentamente sobre cenizas grises; no vi pájaros, ni otros animales, en aquel espacio que parecía un abandonado campo de batalla.  Hacia el este, observé una pequeña superficie cubierta por débiles hierbas.  El trebolar regalaba sus primeras, sutiles flores lilas.  Entendí que el Gran Artista estaba generando otro original tapiz vegetal y que el proceso sería lento.  Miré en distintas direcciones y comprobé que en la vasta llanura no había edificios, tampoco antenas.  Pensé en la posibilidad de que un poderoso señor -algún científico-, hubiera logrado interrumpir el desarrollo de nuevas generaciones durante nueve lunas y de inmediato, una fantasmal aparición reveló algunas claves

Una comunicación telepática me informaba que otro buscador de coincidencias, otro investigador… había logrado resolver una compleja ecuación relacionada con la condición humana, asignando un enigmático valor a la “d” de deber, distancia, dolor y Destino.  Explicaba que la sigilosa muerte estaba inmortalizando a los últimos hombres y en ese instante, vislumbré en la lejanía unas luces que según dijo, eran las que iluminaban la Plaza del Silencio.

En ese momento, el resplandor matinal me hizo despertar y enseguida las rutinas impusieron sus ritmos.

Primero concreté algunos quehaceres en nuestro refugio que por algo es el lugar de Los Amores, en Las Delicias de Sauce Viejo.  Después, busqué la silla baja que usaba mi abuela Teodora para reposar en su apacible vejez.  La ubiqué entre los cipreses que día a día están más altos y que obligan al pujante jacarandá a crecer torcido, buscando más luz.  Comprobé una vez más la nefasta acción de los acaparadores y sin proponérmelo, me emocioné al recordar las vivencias compartidas en el jardín de la casi legendaria casa de Bulevar Zavalla tres mil seis, en Santa Fe de la Vera Cruz, la ciudad de las Convenciones y “capital legal de la República”.

Enseguida pensé en el trasplante que debió soportar nuestra abuela, cuando mis tías decidieron trabajar en la inquietante Buenos Aires.

Vivían las tres en departamento pequeño situado en un segundo piso, en Aráoz quinientos cuarenta y ocho.

Allí, las añoranzas en torno a su último jardín la impulsaron a cultivar malvones y aromáticas plantas en macetas.

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Miré la rugosa corteza del ceibo y en lo alto, sus bellas flores rojas, nuestra flor nacional.  Sin moverme de ese lugar, con la imaginación recorrí angostos senderos y llegué hasta una cumbre rocosa.  En tales circunstancias, aunque no haya cansancio muscular suele ser insoportable el agotamiento anímico debido a la potencia de los recuerdos.

La tarde anterior a su Último Vuelo iniciado el veintinueve de abril del ’53, ella ya no veía y tampoco podía hablar.

Nuestras manos sirvieron para compartir tanta emoción y fortalecieron ese amor perdurable.

El veintiséis de marzo del ‘84, en el centenario del nacimiento de mi querida abuela Teodora, renové aquellos lazos con una íntima invocación.

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Tras volar sobre Estados Unidos, están llegando las cotorras hasta sus nidos ubicados en lo alto de los eucaliptos, que siguen creciendo en la esquina noroeste de la calle Panamá; allí donde nuestros hijos jugaban, en aquel bosquecito oloroso que perdura sólo en nuestras evocaciones.

Es imposible descifrar los mensajes de las aves.  Más allá, hacia el sur, dos mujeres tienen a sus hijos sobre el regazo.

Murmuran… susurran… repiten  nanas…

 

Desde lo alto, se anuncia la inquieta e inquietante bandada de patos.

 

X – Señales insoslayables…

Verano 1983.  “Los Amores” en el paraje “Las Delicias”, Sauce Viejo.

He buscado el sillón en el que se sentara tantas veces mi amada abuela.

Lo he ubicado entre los pinos, debajo del jacarandá que se eleva cada día un poco más, curvando su tronco en busca de la luz que le permita aumentar su vitalidad.

La silenciosa competencia con las altas tuyas, impone una prudente reflexión.

Aumentan las sombras de los sauces y el ceibo en flor no oculta su timidez.

De soslayo miro mis manos.  En ellas están apareciendo algunas pecas, señales puntuales para confirmar el medio siglo de mi vida.  Son sutiles signos de mi tiempo; manchas que presentí y esperé.

Gozo al comprobar que con tal pigmentación, mis manos tendrán una apariencia semejante a las de mi abuela ayer… y a las de mi madre y de mi tía Negrita en este momento en el que felizmente, las tres seguimos siendo pasajeras en este mundo, evocándola aun sin nombrarla.

Cuando el otoño empiece a mudar el verdor del follaje, una misteriosa lumbre sobre los saturados ocres, será el símbolo perdurable del centenario de su nacimiento.

Un añejo temor se instala en mis pensamientos generado por mi ignorancia.

Siento que me habitan insondables enigmas.  Temo a las ausencias definitivas, aunque debiera haber aprendido aquella primera lección, cuando mi madre de veintitrés años se conmovió con el tránsito de la inocencia hacia la eternidad.

En aquel tiempo, ella aceptó el designio divino.

Siguió prodigándose en abnegada y renovada maternidad.  En la década siguiente, un ejército invasor imperceptible hizo estragos, cuando algunas bacterias y virus impulsaron la batalla final de su amado.

En esta cálida tarde de enero, intuyo que en distintos continentes continúa la tragedia.  Millones de hombres han generado un tumor social: la violencia, que como un cáncer crece y crece, primero agazapado hasta que acelera los dolores hacia el final de la agonía.

Es casi una utopía imaginar que el poder de una Itaka o de una bomba se podrá neutralizar con el amor y la justicia.  Estériles resultan las protestas porque el terrorismo aniquila las fronteras. La audaz televisión sorprende en cualquier momento con imágenes de terror: el hambre no cesa; hay miradas acongojadas, vientres abultados, piernas arqueadas y desnudez con huesos impresionantes.

No es posible callar ante tales revelaciones emergentes del progresivo egoísmo.

Inútiles son las palabras, los afiches, las pancartas, los pañuelos blancos; tampoco sirve el paredón porque se impone el deber de defender la vida.

El planeta celeste, nuestra tierra, nos conmueve con diferentes paisajes.  En su vasto territorio hallamos rascacielos y taperas; crece la hierba de corta melena mecida por la persistente brisa y punzantes cardones desafían al temible vendaval.

En distintas latitudes, todo agoniza mientras se gestan nuevos nacimientos.

Legiones de mujeres transitan por la Plaza del Silencio.  No necesitan rosarios para elevar su plegaria.

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Se impone decir que en el cuarto día de marzo de mil novecientos ochenta y cuatro, nuestra tía Negrita que vivía sola en el séptimo piso de Otamendi veintiuno, en el barrio Caballito de la Capital Federal, transpuso el plano de lo mutable, sin despedirse.

Sigue en la distancia, lindante con nuestra ansiedad constante.

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Han pasado ocho días desde que empezó diciembre.

En esta ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, día a día el calor cumple su rito de ablandar el asfalto.

Y persisto en la tarea de revisar, corregir, agregar…

 

Diciembre de 1984.

 

XI –  Casi en el ocaso…

 

Es probable reconocer cuándo se empieza a generar una historia; también cuando se inicia el desarrollo de un libro.   Lo imprevisible es cuándo se lo terminará.  Esa brecha invisible pero contundente, es proporcional a las dificultades que se vayan presentando para lograr ese misterioso llamado interior que moviliza a la escritura continua.

El tercer domingo de octubre, entre los argentinos se celebra el día de la madre. El martes veintidós de octubre del ochenta y cinco, la talentosa Raquel hizo otro llamado de atención desde el litoral, ya no sobre errores ortográficos o sintácticos, sino acerca de la temida vejez.

En  aquella primavera, mientras seguían naciendo los brotes, dos mujeres se habían expresado de diferente manera ante las íntimas tensiones debido a algunas inevitables declinaciones.  Silvina Bullrich tal como lo advirtió Raquel, había confesado desde el suplemento literario de La Nación, su “rechazo a la realidad inexorable que nos va quitando la plenitud física y nos vuelve reverentes hacia la tierra.  La segunda, exaltada, exuberante, mediante el gesto trágico de quitarse la vida: Marta Lynch.”

Intuyo que ninguna alcanzó a darse cuenta de que la vida transcurre como un continuo desarrollo circular ascendente ni tampoco comprendió que la valoración de esa trayectoria, dependerá de diferentes factores externos y de otros subjetivos, vinculados con la fe, con las creencias, con el sentido misional y  la coherencia vocacional.

Raquel, en aquel tiempo expresó:

“La vejez, no es tan amarga ni tan repulsiva.  Puede ser un dulce y tierno marchar hacia el reposo, una larga despedida que empieza a desarrollarse desde la  época en la categoría del ‘joven aún…’.”

Destacó luego: “La ternura, la abnegación, la dulce sensación de pertenecerse el uno al otro reemplazan los arranques de la pasión.

Cuando se ama la vida se envejece con serenidad.  Serenidad y dignidad.

Aquellos que han vivido en plenitud, sin egoísmos, crecen en dimensión humana, y hay quienes embellecen con los años.  Son aquellos cuyas facciones han sido modeladas por las cualidades de su espíritu.”

Coherente con sus vivencias y sus actitudes, Raquel manifestó: “La vejez es tiempo de cosecha.  Según como se haya vivido serán en general los últimos años de la vida.

Si se ha volcado generosamente el amor en la familia,  en el trabajo, en los amigos, se recogerán satisfacciones.

Una paz inefable descenderá como un bálsamo sobre el espíritu y de dibujará en el rostro: la placidez de la conformidad con el proyecto de la naturaleza dará serenidad al corazón.”

Luego, la generosa Raquel necesitó expresar:

“La vejez puede ser también tiempo de realizaciones…  Nadie que se siente a la puerta de su casa para ver pasar el cadáver de su enemigo puede aspirar a morir con placidez”…

Afirmó que “saber envejecer es un arte: el de perfeccionarse y progresar espiritualmente” y explicó que “el sentido de la vida, que en la juventud se oculta detrás de tantos intereses y objetivos materiales, aparece claramente a los ojos de los limpios de corazón.  Haber vivido vale la pena cuando se depuran las mezquindades”… y se siente la vida como una entrega: nuestra propia y cotidiana entrega”…

Con solo dar vuelta el amarillento recorte, es posible ver el rostro y la mano izquierda de don Luis, el anciano que celebraba el trigésimo aniversario de la fundación de la tercera asociación de escritores santafesinos.

Rememoraba “la tertulia de un café de calle San Martín”, a la que acudía con sus amigos…

Entre tanto quehacer, algunas personas percibían el eco de un repentino relato acongojado  advirtiendo que “no era con problemas de historia revolucionaria que se podían solucionar los problemas de la Argentina”…

El presidente insistía en que “la revolución había terminado por dar la excusa a la reacción para que llegar tan lejos como nunca había llegado en la Argentina”…

Una vez más, sintió la necesidad de “levantar la bandera de la unidad nacional”…

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Se percibe aún, otro eco más lejano:   [1]

“Mi querida Mami:

…Cada uno de nosotros somos un poco producto de las experiencias que van tejiendo nuestra historia individual.  /…/

Ahora he alcanzado mi madurez, mi independencia y mi libertad.  Creo que sabré hacer buen uso de ella, aunque el camino para llegar haya sido duro y duele lo que deja uno atrás… Lily”

 

Se percibe otro eco, es la emocionada voz de don Ernesto Roque Sábato:

“Será difícil saber algún día cuántos padres murieron o se dejaron morir de angustia y de tristeza, cuántos enloquecieron.  Conocemos, sí, un símbolo: el de Alfredo Galletti, una muestra del más alto humanismo enemigo de toda forma de violencia y tiranía, un hombre regido por un sentido idealista de la existencia, en cuyo espíritu educó a su hija: sus años finales tuvieron el solo objetivo de recuperarla, de lograr alguna vez la verdad y la justicia, pero el enfrentamiento con aquel horror hecho de crueldad de unos e indiferencia de otros, acabó quebrando su admirable temple y terminó arrojándose al vacío en un acto que quiso ser de denuncia, de impotente protesta.

La inmensa tragedia que vivió la Argentina en estos años del desprecio no será olvidada jamás por los que tienen algo en su corazón.

Y los culpables -cualesquiera sean las argucias con que puedan escapar al castigo de los tribunales- tendrán que soportar la condena moral no sólo de los que en esta tierra pudieron presenciar el horror sino la condena de la conciencia del mundo entero.”

…………………………………………………………..

 

Casi epílogo…

“A veces,  un gran silencio se levanta

a nuestro alrededor

cuando más necesitamos gritar

y que nos oigan;

y la oscuridad de muerte se cierne

sobre nosotros quitándonos toda luz;

es la soledad que todo cubre

como el denso polvo en los viejos muebles.

A veces, en cambio, ante tanta naturaleza

que se enciende fresca delante de los ojos,

perdemos el sentido de lo claro y sencillo

y nos faltan las palabras simples que

lo expresan todo.

Pero frente a los campos de la duda,

ante la incertidumbre de lo desconocido

nos aferramos a la flor ya seca y olvidada,

al pasatiempo viejo y descolorido,

a lo pasado triste de quietudes y dolor.

Es el temor a lo que vendrá

y a lo que somos y seremos,

a esa verdad que presumimos puede llegar,

pero asusta desnudarnos frente a ella.

Y volvemos a ser estoicos habitantes del lamento

infatigables cómplices del despojo y la tristeza,

cobardes y egoístas,

mintiendo felicidad”

Julio Ricardo Rawa Jasinski, nacido el  05-01-1953, estudiante de Derecho.

Secuestrado el 12-08-1977, desaparecido…

 

 

El día que el sol perdió su brillo

 

“Querida amiga Nidia:

te dejo este poema

para que compartas junto a mí,

la extraordinaria felicidad

de haber tenido como esposa

a una de las mujeres

más extraordinarias de este mundo…

TERESITA.”

Ha perdido el sol

su hermoso brillo.

 

Ya no cuenta con

el as de tu mirada,

brillo aquel en el cual

se reflejaba la bendita

bondad de lo que fue tu alma.

 

Fuiste esposa, madre, hermana…

encumbraste tu ser entre los que más de aman construiste las bases de una hermosa familia

mientras la sociedad entera te observaba.

Mujer inteligente de alma noble

que supiste sembrar en los que amabas

el amor con el que a diario alimentabas

a los que hoy te lloran con dolor de cuerpo y alma.

 

Yo te agradezco mi amor…

bendita seas…

Tere querida, Tere de mi alma

gracias por los preciosos hijos que me diste

con todo el corazón de tus entrañas.

 

La sociedad eterna y generosa

que por años llevamos muy bien

alta será la garantía que sin duda

avalará este amor cuando yo parta.

 

Uniremos otra vez los corazones

con la música hermosa de algún tango

y embriagados de amor lo bailaremos

hasta quedar dormidos en esa…

nuestra última morada.

Alberto.

 

 

 

 

Teresita Olivera…

Hace veinte años, co-operó

con vecinos de la Seccional 10ª

-entre ellos la entusiasta Tota-,

a los fines de que aunando voluntades

y con mínimo apoyo oficial,

fabricaran los ladrillos de cemento

y construyeran lo imprescindible…

ya que es insoslayable el derecho a la vivienda…

 

Mujer solidaria, más allá de los “ismos”…

fundó con hermanos-compañeros de su barrio,

el Centro de Jubilados “María de Santa Fe”.

Fue perseverante sembradora…

Su Último Desprendimiento, en Brasil,

Compartiendo vivencias con amigos jubilados.

 

Flora…

 

Sabios fueron al nombrarte Flora

como la diosa de las flores y jardines

nombrada por los griegos Cloris…

 

Débiles ecos aluden a Flora…

en las remotas voces de los sabinos

aún antes de la fundación de Roma.

 

Hablan de la diosa de las Islas Afortunadas.

Cuentan que prados y bosques eran sus palacios

y bellas, perfumadas flores, sus cortesanas.

………………………………………………………………….

Algunos hombres señalaron el norte

y los cartógrafos dibujaron territorios,

montañas, ríos, lagos y océanos…

 

Algunos hombres nombraron los meses.

Abril era y es  tiempo de primavera

entre griegos y romanos… allá, en el norte.

 

Juglares y trovadores cantaban y bailaban.

Por dádivas, divertían al pueblo con sus historias,

a los magnates y monarcas, en los banquetes…

 

Cerca estaban los románticos poetas.

En el siglo catorce, allá, en Provenza,

inauguraron certámenes y premios.

 

Más allá de los juegos de palabras

Don Juan Primero en Cataluña

impulsó los primeros Juegos Florales.

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Acá en el sur, diferentes algunos nombres…

Veintiuno de septiembre: inicio de Primavera:

amaneceres luminosos y renovados vuelos.

 

Acá en el sur, hay también blancas gaviotas

anunciando sus presencias con graznidos

revoloteando ávidas tras las presas.

 

Siguen cerca identidades y descendencias.

Vínculos en el Plan de Dios, desde el principio

y después, tras las actas de los nacimientos.

……………………………………………………………………..

En Santa Fe de la Vera Cruz, el primer vagido.

En Santa Fe de la Vera Cruz, el primer encuentro,

en la casona de los Gálvez, diciembre del ’45.

……………………………………………………………………..

En la casona de los Gálvez, en el ’46,

renovación de primavera con nuevos brotes

generándose el prodigio de mayor crecimiento.

 

Acá en el sur, persiste el eco:

“Abraham siempre la primera”, dijo Clara Beatriz

joven trovadora en recreos, poetisa en soledad…

 

Siguió el abecedario y llegó a la O de Orbea

y no se equivocó: “Orbea, con su amor”…

Más palabras, más confidencias… ¡amistad!

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Allá, en Blanes, vibraciones intensas al evocar…

En el Jardín Mari-murtra pulsaba en la memoria:

el ayer, en argentinas tierras… igual Misterio.

 

Vigorosos árboles y plantas de distintas latitudes;

Revelaban afanes humanos, potentes trasplantes

entre arenisca y piedras, entre gleba e Infinito.

 

Por distintos senderos hacia el único Camino.

Fidelidad y lealtad, valores insoslayables.

Solidaridad, justicia y Fe, desde el edén al Edén.

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Floraluminosa.  Festividad:  24 de noviembre.

Sabia al combinar lo sentido y lo pensado.

Prudente al conservar, imaginativa

 

Nidia“del latino, radiante, luminosa”

Dicen: de “nidus”, nido; en griego “la dulce”.

Dicen: ecuánime, respeta a los demás.

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Flora, amiga a perpetuidad…

Último Desprendimiento: Jueves 24-02-1989.

 

Testimonios…

 

De Jorge, Carlos, Inés, Ana María, Cecilia, María Cristina, hijos de Flora y de Amílcar Damián.  El veinticuatro de febrero de 2003, desde el litoral expresaron…

 

“Tu ausencia de madre: modelo, esposa; excepcional, hermana: comprensiva, hija: querida y amiga: inigualable, se siente en cada momento que nos toca vivir”.

De su hermano, durante una mañana de incertidumbre, entre enfermos y sanos…

“No escuché a mi hermana hablar mal de nadie”.

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Flora sonreía y en la elocuencia de sus pausas estaban las respuestas.

Uno de los últimos encuentros fue a fines de la década del ’70, en la puerta de la escuela donde yo salía y ella llegaba convocada…

Me abrazó y dijo, no entro.

Vamos, vamos juntas a charlar un rato, acá cerca podemos…

Nos acercamos a “Los Dos Chinos”, allí en el espacio donde un sábado seis de febrero del cincuenta y cuatro celebramos el comienzo de otra etapa de crecimiento.

Flora, generosa, en aquel tiempo había organizado “la despedida de soltera” y el teléfono del negocio de sus padres servía para las comunicaciones.

Noche serena también la de su boda y de alegría porque compartíamos más encuentros.

Después una placentera pausa cerca de su hogar, en la calle conmemorativa del veinticinco de mayo y evocativa de la provincia de Catamarca, en la capital santafesina que es el “corazón legal de la República”, como dice Gastón, junto a Charito.

Rememoro ese diálogo y al mismo tiempo imagino el follaje y el perfume de los eucaliptos…

Después, fue el tiempo de otros aprendizajes en la legendaria “enet número seis Isabel Courault”  y también momento de desarrollos de algunos programas de materias afines…

Flora seguía viviendo y vibrando cerca de la costanera santafesina…

Supe entonces que si algún toque de timbre interrumpía el almuerzo, quizás fuera necesario servir una porción más… y así se hacía.

…………………………………………………………………

Desde aquellas circunstancias ya sabíamos que es preferible cargar una liviana alforja porque lo trascendente es invisible.

Aquí, mientras siguen floreciendo la madreselva y el jazmín; en “Los Amores” de Sauce Viejo sigue a los saltitos la Tacuarita y se percibe el lejano canto de un Zorzal; crece la gramilla y llora, el sauce llorón…

Por algo, el poeta indio Rabindranath Tagoré, escribió:

“Al atardecer de nuestra vida, Dios irá a nuestro encuentro, trayéndonos, en un cestito, los frutos y las flores de nuestro pasado”…

 

 

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Edición:

SEPA – Servicio de Educación por el Arte.

www.sepaargentina.com.ar

Donación al

“Centro de Ex-soldados Combatientes de Malvinas”.

 

Santa Fe de la Vera Cruz.

República Argentina.

Martes, 2 de noviembre de 2004.

Día   de   los   Muertos   por   la    Patria.      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Trescientos ejemplares firmados por la autora.

Impreso en Macagno S.A. – La Rioja 2753.

(Vínculo fraternal desde noviembre de 1972.)

 

Autorizada la reproducción

por cualquier medio, citando esta fuente.

 

 

[1] Desde el Silencio. Escritos de jóvenes secuestrados-desaparecidos durante la dictadura. Prólogo de Ernesto Sábato.  Buenos Aires, Sudamericana Planeta.  La transcripción de escritos de jóvenes desaparecidos corresponde a p. 49, 51 y 54; p. 93 y 98. # Liliana Galletti nació  el 5 de septiembre de 1945 -el día del trigésimo segundo aniversario del nacimiento de mi madre, Francisca Álvarez Ramos de Orbea, fallecida el 1º de agosto de 1999. El 20 de agosto de 1947, falleció José Manuel Orbea -nuestro padre-, nacido el 28 de junio de 1911 –igual que Don Ernesto Sábato, y que tantos…  # Lily  Galletti -como la nombraban-,  era Licenciada en Humanidades y Ciencias de la Educación. Vivió en Chile desde diciembre de 1971 a agosto de 1973. La secuestraron el 13 de junio de 1977 -día del escritor- y desde entonces es una desaparecida más…  –  Liliana era hija del abogado y escritor Alfredo N. Galletti, autor de Historia Constitucional -tomos que integran la bibliografía consultada por estudiantes universitarios de las Facultades de Ciencias Jurídicas de todo el país. # En el citado libro, se incluye la carta que Lily escribió a su “querido abuelo” el 12 de enero de 1972 desde Santiago: “…de lo bueno, heredé el interés por la política, el sentido de la justicia social,, el espíritu aventurero y la buena memoria”… # Las palabras finales en este conmovedor recorrido por la plaza del Silencio, corresponden a los dos últimos párrafos que el escritor y pintor Ernesto Roque Sábato escribió en Santos Lugares, en julio de 1983, final del prólogo de Desde el silencio.

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