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01-02-2003  Desintegración del transbordador “Columbia”

El sábado 1º de febrero de 2003, desde distintos medios de comunicación informaron que el transbordador Columbia con siete tripulantes a bordo:  las mujeres Kalpana Chawla y Laurel Blair, los estadounidenses Rick Husband -el comandante-, William Mc Cool -copiloto-, Michael Anderson -comandante de carga-, David Brown y el piloto de la fuerza aérea israelí Ilan Ramon -especialista de carga-, el primero de esa nacional, estaban sobrevolando aproximadamente sobre la ciudad de Dallas en Texas, cuando la aeronave se desintegró en el aire y tres estelas indicaban el recorrido de tales partes de la aeronave.  Se destacó que en cuarenta y dos expediciones concretadas, ninguno había tenido inconvenientes al aterrizar.

Parecía que había sido ayer, el accidente que generó la explosión de la nave espacial Challenger -el 28 de febrero de 1986-, sólo 73 segundos después de su lanzamiento y también llevando siete tripulantes a bordo: Ellison S. Onizuka (especialista de la misión); S. Christa Corrigan McAuliffe (primera maestra en el espacio); Gregory B. Jarvis (especialista de carga); Judith A. Resnick (especialista de la misión); Michael J. Smith (piloto); Francis R. Scobee (comandante del vuelo) y Ronald E. McNair (especialista de la misión).  [1]

 

Desde el atentado en las Torres Gemelas -11 de septiembre de 2001-, es frecuente que cualquier accidente en aparatos estadounidenses impulsen a imaginar que podría ser otro acto de terrorismo, pero en esta circunstancia, desde la Casa Blanca informaron que se descartaba esa posibilidad.  Recomendaron enseguida que la población no recogiera los restos que estaban cayendo sobre áreas texanas por los riesgos que eso implica y además, por el valor que esas piezas tienen a los fines de las investigaciones que se pondrán en marcha para establecer las causas.

La misión había partido el 16 de enero y sonrientes se despidieron sus tripulantes, aunque sabido es que son empresas de alto riesgo.  La nave ya estaba en la etapa final de aterrizaje sobre Cabo Cañaveral, se desplazaba a aproximadamente a sesenta kilómetros de altura y a veinte mil kilómetros por hora, cuando a las nueve de la mañana –hora de Estados Unidos, diez en la Argentina-, por distintos canales se vieron las imágenes de esa tragedia que probablemente se anunció el mismo día del lanzamiento, cuando la nave perdió “una pieza de aislante del motor principal externo” y que según dijeron en aquellas circunstancias, podría “haber golpeado el ala izquierda del trasbordador”.   El director de vuelo en el control de la misión, Leroy Cain, desde el centro espacial Jhonson de Houston (Texas) dijo que  según los informes técnicos, aquellos daños serían mínimos y no causarían dificultades para concluir la experiencia espacial como estaba previsto.

Tiempo después, tras sucesivos estudios determinaron que aquella pudo ser la causa de la desintegración que como suele suceder, es otra anécdota más en la carrera espacial y una herida que demorará en cicatrizar entre quienes amaban a los astronautas fallecidos…

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

[1] Diario “El Litoral”. Santa Fe de la Vera Cruz (República Argentina), 24 de enero de 1987.

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