Oscar Grandov desde San Genaro.
1964: “San Jenaro en la vida de Juan Lazarte”.
1975: Disertación en la Feria internacional del Libro.
Danza para mi muerte labradora.
Oscar Grandov desde San Genaro…
1969 – Testimonio…
Durante una entrevista, en enero de 1969, meses antes de que el hombre se posara por primera vez sobre la Luna, Oscar Grandov expresó:
“En poesía, en mis trabajos, me encuentro ante dos maneras fundamentales; una de ellas tiende a ser accesible, simple, fácil, incluso apela a formas tradicionales: el soneto, las coplas, el romance; y otra que surge a veces, en determinadas circunstancias, en forma de versos libres, sin rimas y con imágenes más difíciles que pienso, exige cierto esfuerzo constante en el lector, cierto adiestramiento en la lectura de las nuevas técnicas. En las dos formas me siento muy cómodo y pienso que cada una de ellas responde a distintos estados anímicos… Como todo ser humano, me ha tocado vivir experiencias dolorosas y experiencias felices; de modo que, según ellas así son mis poesías. Pero en términos generales creo que todos mis trabajos dan una visión sonriente de la existencia, porque esa es, justamente, la visión profunda que yo tengo de la existencia en base a mis convicciones filosóficas y, tengo que decirlo, también religiosas. Así es que aunque uno viva y exprese experiencias que pueden lindar con la angustia, encuentro que siempre todo eso tiene un sentido, una razón de ser, que, en última instancia, nunca es desesperante.”
Obras editadas:
- 1964: “San Jenaro en la vida de Juan Lazarte”. Buenos Aires, Ed. Confederación Médica de la República Argentina.
- 1966: Pueblo y Escuela”. (Presentado el 27 de agosto, en la Biblioteca del Colegio Nacional “Mariano Moreno”. Firmó ejemplares junto a María Eugenia Vimo y Laudelino, Ruiz, editor del libro.)
- 1966: Alberto Maritano. Realidad y símbolo. Rosario, Editorial Ruiz. (El editor Laudelino Ruiz, acompañó al autor y a Alberto Maritano en actos realizados en la citada Biblioteca.)
- 1969: Leonardo – Variaciones sobre una leyenda. Buenos Aires, Ediciones Paulinas.
“El alfalfar está en flor, las espiguillas liláceas vierten en el rostro de Leonardo un vaho dulce, una fragancia fresca. No sabe si está alegre ahora. Pero hay una felicidad tan grande allí… Casi cree estar triste de tan feliz.
El petirrojo se alza hacia donde está el vértice del crepúsculo; rompe una misteriosa campanilla de cristal y hace luego un planeo hasta el poste cercano”. (Fragmento)
- 1969: Antología Poética de Leopoldo Marechal. (Selección, estudio preliminar y notas). Buenos Aires, Editorial Kapelusz.
- 1974: El agua de la fuente. Buenos Aires, Nuevas Ediciones Argentinas.
- 2005: Homenaje… en memoria de Oscar, a diez años de su fallecimiento.
1964: “San Jenaro en la vida de Juan Lazarte”…
En la edición Homenaje… incluyeron una parte del capítulo pertinente al Colegio Nacional “Mariano Moreno”.
Aquí, esta reiteración:
Vino el campesino y dijo:
En este lugar de la tierra
se hará el aula. Los árboles
se arrodillarán en pupitres mansos.
El cielo enmarcará en este ventanal
su promesa de luz.
Vendrán el muchacho y la muchacha
germinales
y espigarán aquí sus sueños.
Desencuadernaremos la gleba bajo el cálido sol
y ellos tendrán su cartilla perfumada.
Ahora, el pájaro escribirá la primera lección
con su vuelo de símbolos.
Y el ondear del viento dirá la nueva campanada.
Sea el correr de la pluma y el pensamiento.
Y se abran los surcos de nuestro amor
hacia una más límpida mañana.
…El joven del surco y la joven
de la paloma, tomaron el aula de la mano
y la llevaron por las calles del pueblo.
La repartieron, rica de semillas,
en las casas rumorosas y atareadas.
El joven y la joven del sol y los caminos
abrieron las puertas del aula
de par en par
porque vieron la vida en cánticos:
y la dejaron que llegue.
El joven de la camisa de trigo
y la joven de la blusa de nardos
ordenaron los útiles, alzaron el álgebra,
juntaron la botánica floral y frutal
y la geografía iluminada
y se salieron en un corro de ángeles artesanos
a esparcir el aula, a aventar el aula
a los cuatro vientos del Amor,
resueltos, como quien abre los brazos
en la Vida,
para siempre.
(Páginas 11-12.)
1974: “El agua de la fuente”
En el Prólogo, el autor necesitó expresar:
“Este volumen pretende ser una suma poética que abarca, sobre poco más o menos, las dos décadas iniciales de mi labor.
Quisiera precisar el alcance de la palabra suma. Mucho más de lo que aquí aparece ha sido destruido -en no pocos momentos de análisis y autocrítica- a lo largo de ese período. Otros trabajos se han visto intercalados en algunas obritas en prosa; con la sola excepción de dos poemas todo ello permanece en su lugar. Quedan, por último, fuera de esta colección, varios manuscritos que todavía esperan un contexto.
Resulta sobremanera difícil establecer los criterios de la selección y disposición que me han guiado. Alguna vez anoté, a propósito de esta interminable tarea: ‘Di vuelta varios cajones de un viejo archivo (donde tenía hecho un espigamiento previo) sobre la mesa en que habitualmente trabajo. Y fui entresacando, sin otras pautas que las dictadas por la simpatía que cada página despertaba a esa edad, o a las diversas edades que uno vive casi simultáneamente. Algunas cosas me parecieron de calidad aceptable. Muchas se me mostraban resueltamente prescindibles, y daba con ellas en el fuego. Encontraba también las que suscitaban reparos en uno u otro sentido… ¿O eran todas? Pero llegaba a sentir que podían incluirse; de acuerdo -al menos- con el intento de respetar la unidad vital de este largo y costoso experimento.
Lo que venía después consistía en idear la compostura de algunos rasgos; discriminar, numerar, articular secuencias. Pero esto era ya una atención aparencial; como si dijéramos, las facetas que en primero o segundo término se nos muestran de una persona con la que vamos a intimar. De modo que aquí he obrado un poco caprichosamente. El lector, si lo prefiere, puede alterar ese orden.
La agrupación en torno de ciertos ejes estructurales se me ha ocurrido adecuada para conseguir una antología más o menos coherente. Con esto quedará entendido que el ordenamiento de estos poemas no siempre refleja el itinerario cronológico de su composición.
Octubre, 1972.”
Oscar Grandov, ordenó el poemario en una sucesión que tituló Vitral -once poemas- Ejercicio de Proteo –diez-, Cielo de hierba -dieciséis- y “El agua de la fuente, diez sonetos.
Aquí, estas sugerencias…
Parcela
Cómo trabaja la muerte
bien entre pausas y dúctiles esperas…
Tú, por ejemplo cómo te has vuelto
puro desconcierto, hechura de fábula.
Y cómo sobre el pliego de tu rostro
otros ángeles anuncian su asombro.
Parece como si todo me necesitara
para crecer, para hacerse:
la piel de mi tiempo, si la vieras, te daría
la impresión de una tierra incesantemente
roturada.
Me he parado en la equina de estas cosas
un momento para ver
por qué me ha elegido así la muerte infatigable
y por qué tú, los ángeles
(acaso un solo ángel
esencial: tú siempre),
necesitan mi corazón
para brotar su sonrisa
de milagro y su confusión y su clara
eternidad.
…Puede que todo esto sea borrador y ensayo
de la Belleza.
(Páginas 33-34.)
Gloria
Viene la hierba y escribe la palabra estrella
y se hace el capitel altísimo.
Sobre el basamento de nuestra sangre
el capitel altísimo.
Por andamiajes de nuestros días
y por estructuras de polen:
el capitel altísimo.
Queda emplazado el órgano en el viento
y sube rápido el trino de la luz.
Quemadamente las manos levantan un gótico sueño.
Y nuestras hondas tinieblas
se petrifican en racimos que también refulgen
porque ya se derrama el amor en sangre.
Y nuestro costado es una barroca herida
que canta.
Y en sangre.
En la tierra sujetamos el beso de la primavera
con nuestras rodillas.
En la tierra ahincamos nuestra fe. Sembramos
en la tierra la arquitectura de todo el deseo.
Y he aquí que el surco se alza en ritmo de columnas
y el mármol es una divina savia que rige techumbres de alegría.
He aquí encendidas por doquier todas las pieles.
He aquí los naufragios sustentando un orden nuevo. El rumbo de la agonía
se presiente en un dolor de rosas espléndidas.
Ya no queda sino amar la espina más terrible.
Pero con una aguda exaltación.
Hasta que se desgarren interminablemente las campanas.
(Páginas 35-36.)
La oración del intérprete
Muchas gracias te damos por la alondra
que ha nacido del plano esta mañana,
y por la luz que canta y la temprana
locura del gorjeo de la alondra.
Hay un ángel, sin duda, que tus manos
ha tallado en el árbol de la aurora
y que en copiar se esmera y se demora
la música del mundo por tus manos.
Y la clase se trueca. Y el docente
recibe de otro Verbo que conjugas,
imprevisibles Tiempos y Personas.
Y ya como discípulo en su frente
no quedan del pavor sombras ni arrugas.
Y sólo existe el Cántico que entonas.
(Páginas 53-54.)
Quebrado romance de amor
¿Qué eres, mi pueblo?
Explícanos tu signo.
De este aire dime y de esta tierra
el secreto escondido.
Casi todas tus calles
llevan a un camino
que alcanza el horizonte.
El alfalfar, pueblito,
que te enmarca, los trigales
y el cielo de lino
nos rozan la tarea
y el sueño que vivimos.
¿Dónde está tu norte?
¿Tu destino qué crónicas lo narran?
¿Y tu resplandor herido
de mariposas, tu silencio
asediado de grillos?
¿Por qué
pueblito,
mi corazón arraigas
y nutres mi delirio?
Quise ser el viajero,
viajero transido
de mapas
insignes, de monumentales sitios…
Quise escalar las ruinas
de leyenda y prestigio,
mas no encontré las puertas
de tu castillo.
Encerrado estoy por siempre
en tus muros de lirio.
Me aguardan las verbenas,
los gorriones, el río
de polvo que a veces te circunda
y el viento campesino.
Mi perpetua cadena
dime cómo has tejido.
Explícame, pueblito,
estas alas abiertas
de dicha en tu presidio.
(Páginas 69-70.)
Miedo
Miedo
del invierno
con su tenacidad gris
y su profunda
escarcha.
Y, sobre todo, miedo
de la primavera
con su felicidad esquiva
y con la flor
-esa flor-
que nunca
llega.
(Página 85)
Poeta sin voz.
Y bien, padre, hora es de cantar ante el pueblo
la alabanza de tu nombre sencillo.
Voy a mostrarte en tu honda actitud de chacarero
enamorado del árbol y la aurora.
¿En qué historia cabrían tus trabajos desde niño
sobre el rico surco, sembrador y soñador,
patriarca humilde y desconocido?
¿Cómo narrar tus combates con la tierra
y tus bíblicas andanzas por los campos de la patria,
curador de plantas y animales, multiplicado
amigo del labriego y consejero afable?
Porque tu voz, padre, fue siempre la voz del Silencio,
casi nadie te sabe la poesía que traes.
Pero yo, que tan sólo de palabras forjé mi camino,
he leído en tu callada presencia no sé que milenarias fábulas
donde el destino del hombre en plenitud se exalta.
En tus manos de horticultor y poeta silvestre
manojos de versos he visto florecer.
Y de tu corazón calloso y dulce escuché en tardes muy puras
un sensible cántico de espigas y de estrellas.
Este pueblito que tuvo por largos calendarios
entre sus calles claras, diligente artesano
que de cada día compuso una esmerada corola.
He aquí, alto, muy alto, padre,
el libro de tu vida, abierto y límpido.
Quisiera celebrarlo con frases musicales
y sólo atino, yo, hombre de cantos,
a derramar torpemente mi cariño.
Y a darte gracias en nombre de cada flor
que tus dedos acariciaron. En nombre
de las simples existencias
cuyo dolor cicatrizaste.
En nombre de la tierra que fecundó tu labranza.
En nombre de los seres a quienes diste
tu delicada rusticidad.
En nombre de mi corazón, hijo de tu sangre ferviente
y de aquélla que un día eligieron tus años de primavera.
Gracias si me nace un poema como Dios lo manda:
porque su música vendrá de tu silencio,
de tu silencio labrador.
(Páginas 91-92.)
De “El agua de la fuente”…
IV
El padre trabaja la huerta de sus padres
y de los padres de sus padres. La antigua huerta.
Cariñosamente rudas sus manos enternecidamente fuertes
socavan la tierra. Rompen raicillas. Quiebran
íntimos gusanos. Deshacen
cifras profundas para que la matemática del sol
afirme sus nuevas teorías. Y preparan
el sabio advenimiento de la lluvia, razones de terrón y surco.
Y a la voz mínima se suaviza el duro
esfuerzo. Y entre músculos
tensos. Y por el filo
de la azada firme, una súbita albura
convoca lluvia, sol, terrón y grano,
en quieto aletear: una súbita albura.
(Páginas 111-112.)
VIII
El padre limpia sus herramientas.
Las protege del óxido que camina
su insomne paso por dóciles metales.
Toda la mañana ha trabajado contra el óxido.
Un cáncer sutil, un ocre letargo
amenaza sus herramientas buenas
mientras el labriego duerme.
El padre trabaja: limpia y pulimenta.
De la voz del niño se hace
la sombra que protege. De la voz
del niño canta un subido follaje.
El padre aceita sus útiles agrarios.
El óxido no duerme. De la voz del niño
susurran inasibles bandadas.
(Páginas 119-120.)
1995: Disertación en la Feria internacional del Libro…
El 23 de abril de 1995 –Día del Idioma-, en la Exposición Feria Internacional del Libro “Del autor al lector” realizada en Buenos Aires, Oscar Grandov habló sobre “Leopoldo Marechal, su obra”.
En esas circunstancias, lo acompañaron en el estrado: Graciela Maturo, María de los Ángeles Marechal y Pedro Luis Barcia.
Breve tiempo después, el poeta Oscar Grandov inició su Último Vuelo…
1996: “Homenaje en Poesía”
En San Genaro, el 18 de mayo de 1996, al conmemorarse el primer año de su Último Desprendimiento, la escritora Virginia Rossi expresó:
“Nos reunimos para el homenaje. He aquí que las palabras son débiles porque los sentimientos aprietan el corazón y las palabras caen heridas de dolor como la tierra roturada voltea las hojas y las flores y el frío nos devuelve en una noche interminable y sólo el recuerdo golpea a través de la magia de las palabras. ¡Pobres palabras!
Cuando nombramos al amigo ausente, hay una inmensa ciénaga de llanto donde las húmedas palabras no saben decir si el que pasó y ya no está fue un pantallazo lleno de gracia y poesía, un vaso comunicante de maestría y sensatez; un cáliz transparente como una inmensa espiga que a través de los años fue madurando en saber, en enseñanza, y repito, en amistad, donde uno presentía en el paisaje de su mirada, esa vida que regalaba dones. ¿Quién no recuerda? Especialmente los adultos amigos de Oscar, aquellos ademanes, aquel entonar de sus poesías, ese interés por reconocer los valores de sus amigos poetas, el no-egoísmo, el ego dominado que tanto cuesta al hombre dominar. ¿Quién no recuerda de sus íntimos, aquellos largos dedos que cuando aún tenía 20 años, escuchábamos por largos veranos, en casa de Don Alberto Maritano, tocar ‘La Chacona’, de Durand o el estudio de Beethoven ‘Para Elisa’, ante la presencia de una precoz Alma Maritano? El que hizo la delicia de nuestra adolescencia pueblerina en los ardientes veranos del ’48 con sus apasionadas pláticas sobre Wherter, conversaciones con Goethe, Walt Whitman, Borges o Marechal, entre otros. Yo he visto a Oscar, como un bailarín encantado debajo de los árboles en la plaza que está del lado sur de la estación teniendo como espectadoras a Luisa, Alma y a mí, que llorábamos de risa. Es que éramos felices con esas ocurrencias culturales de nuestro amigo, que era un enamorado de la danza y que fue quien hizo descubrir la magia de Isadora Duncan. [1]
Yo perdí la magia pueblerina porque la vida traza sendas inesperadas. Conservo de Oscar una valiosa carpeta con un centenar de cartas, verdaderas postales de poesías del color del tiempo, donde por semanas, meses y años, él es siempre ese amigo jovial, lleno de asombro, donde la vida lo colmaba de todo: familia, padres, alumnos, compañeros, vecinos, poetas, pájaros, flores, y el asombro campesino de siempre.
Cuando apenas un año antes de su partida, me encontré con Oscar en Buenos Aires, invitado para disertar en la Universidad Kennedy, Oscar dio a conocer un “Estudio en Muerte Menor”, título que da por sentado su inclinación a la música clásica; en este poema adelanta ese presagio: el de su propia muerte.
No se pueden escribir esas imágenes poéticas, si no se tiene la vivencia de ese sentimiento, de ese dolor diría.
Él hace suyo en el poema ese enfrentamiento, cuando dice: ‘Espía con avidez mis pasos, está siempre detrás del cortinado de mis meditaciones y confronta mis miedos y mis realidades hora por hora. Hurga, es claro, también entre mis papeles. Por supuesto: es aquí donde su trabajo parece más obstinado y siniestro. Ya la veo llegar con no sé todavía que excusa,’… y volvemos al principio del poema cuando dice: ‘Trajina a mi lado, hacendosa la muerte: activa y contemplativa como un ama de casa a todo atenta, consagrada a todos en la amorosa liturgia de cada minuto. La he visto abrir hoy con premura la puerta al inesperado visitante y ofrecer, hospitalaria y múltiple, espectrales pero afables dioses en sus vasos señorialmente lúcidos.’ Y vuelve a insistir en esa presencia luctuosa para repetir: ‘La he visto cancelar tiempos y senderos en el ámbito del amor o de la amistad: impecable siempre, puntual, como quien reparte lugares y flores en una fiesta. … En su fiesta, claro, la muerte.’ ‘Cuidadosa sin saltear un solo instante.’ Nuestro querido amigo, después de leer este poema y cuando dos meses después lo encontré en la feria del libro, en una noche fría, ventosa, acompañado por su sobrino sacerdote, noté que su salud ya estaba quebrada. ‘Nos veremos pronto, me dijo, tengo necesidad de volver con urgencia, me recalcó, ante una invitación de que me visitara en mi casa.
‘Te espero en la comarca, con unos mates que te debo’. Y ella, puntual, la artesana, que no falla, lo estaba esperando. Y al final del poema dice: ‘ella va llamar por teléfono. Y aunque me da miedo atenderla a esas horas (porque no sé bien de dónde llama ni cual es su juego lejos de mí), sería un espanto no levantar el tubo, sería el caos. Realmente.’
Y así fue: una llamada por teléfono… Lo demás todos sabemos.” [2]
2005: Homenaje…
(Sobre la primera página en blanco de Homenaje… edición mayo de 2005, este manuscrito:
“Querida Nidia, te envío estos trabajos póstumos (algunos) de Oscar Grandov por gentileza de su hermana Bety.
Un abrazo / Jorge / San Genaro, nov. 10-2005”
En el Prólogo, el talentoso poeta Jorge Raúl Muñoz expresó:
“Se dice que las personas de bien nunca mueren, nos dejan su ausencia física pero nos legan su obra, su espiritualidad, todo aquello que los engrandeció en vida y los inmortalizan en el recuerdo. Así nuestro escritor y docente Oscar Grandov poeta de fina lírica y elevada prosa, perdura en la presencia de sus libros y sus escritos.
En ‘El agua de la fuente’ uno de sus primeros trabajos poéticos, Oscar define ya una impronta lírica que marcará su estilo literario tomando las simples cosas que nos rodean transformándolas en elevadas definiciones emocionales ricas en metáforas de bello contenido, tal su poema ‘Conversación’: ‘uno quisiera armonizar en cotidiano / y laborioso empeño / los compases del diálogo. / Pero la rica muerte que abona la tierra / erige imprevistas discordancias’. A propósito de este libro ha dicho Graciela Maturo: ‘Abrir este libro es inaugurar una fiesta, con el sentido litúrgico de toda fiesta’. Syria Poletti expresó: ‘Su riqueza de canto es amplia y se despliega en abanico como la vida’.
El emocionado cariño que Oscar cultivaba para su terruño le inspiraron sentidas coplas de alabanzas a su pueblo natal, San Genaro: ‘Hay tanta belleza en torno, / tal novedad y poesía / que solo en mapas de versos / recorro tu geografía’.”
Como respuesta a un poema que le dedicara, Jorge L. Borges le agradece de esta manera: “Su ‘Borges y… Borges’ es perfecto y obliga mi gratitud y amistad’. En una carta que le envía Juana de Ibarbourou, elogia su trabajo de esta manera: ‘Recuerdo a Juvenilia, pero con otro tono propio; Suyo, el de Ud. mismo, se refería a su libro ¿Pueblo y Escuela’. En el año 1970, Leopoldo Marechal le escribe en oportunidad de recibir su ‘Antología Poética’ confeccionada por Oscar: ‘Es lo más completo y sabiamente metodizado que se haya escrito hasta hoy sobre mi obra’.
La presencia de dos coterráneos ilustres que vivieron su época, el maestro Alberto Maritano, autor de novelas y cuentos, y el médico y sociólogo Juan Lazarte, pasaron por su pluma conformando dos valiosos ensayos, ‘San Jenaro en la vida de Juan Lazarte’ y ‘Alberto Maritano. Realidad y Símbolo.
Amante de las flores, de los árboles y los pájaros, creía en la bondad humana y su mano beatífica siempre estuvo extendida para quien la necesitara. Con su ausencia temprana se perdió un valioso patrimonio cultural literario que trascendió los límites de su aldea, para adquirir proyección nacional.
Jorge Raúl Muñoz.”
De su legado poético…
En el poemario editado en mayo de 2005, incluyeron obras éditas y poemas inéditos. Aquí, la reiteración de algunos…
Voy a nacer
Desde un desencuentro de camelias alucinadas
golondrinas. Por una vía de soles
náufragos y ensimismadas lunas.
Cabalgado por los huesos del tiempo
y por helechos. Por claras pupilas subterráneas.
Traspasado de muchachitas y de adolescentes
muertos esta mañana. Y sobre todo
por la mano del amor, la mano desgajada
que me socava en busca de su propia lucidez,
de su estrella
repentina.
Calzo el barro nuevo y me yergo
sobre un cataclismo de palabras, de pieles,
de lágrimas. Inauguro el rocío
y grito a través de mis propias sangres
desesperadas, me abro camino
por el río de mi ayer
roto
entre carbones que me buscan para encender
la exacta alegría de su canto.
(En Homenaje… 2005 – Página 1.)
Danza para mi muerte labradora
Ha de venir como el trigo
a la hora de quebrar con espigas el azul intacto.
Nada más que por mí
ha de calzar de tierra triunfal su paso volandero.
Y su cintura de azahares vírgenes
inaugurará un resuelto setiembre en mi costado trémulo.
Toda la casa ha de estar preparada:
sobre todo el polvo que en los rayos de luz
estructura sus sueños de oro adolescente,
y el musgo que en inciertos rincones de este patio
acumula universos de esmeralda y silencio,
y el silencio también que en las habitaciones sin nada
recita su grave monólogo de último acto.
Ha de venir en relámpago puro
sobre la noche de mi piel,
en estallido de corola o de estrella
sobre mis ojos de pronto desmemoriados de la luz.
Yo la veo andar por no sé qué ritmos
de las hojas y de las alas que regresan
diciéndome signos de amor hasta ahora inéditos
en un código que evidentemente tiene como iniciados
a los niños y a las gotas de rocío que al amanecer irisa.
Poco a poco mi sangre se habilita
en dócil traductora de esos signos:
la sentiréis cantar, seguramente,
el día en que el cortejo por las calles,
las viejas calles,
se embandere con el viento
y proclame la verdad de la lluvia, los surcos y las bandadas.
(Página 2.)
Una flor porque sí
Vengo a traerte, Señor,
esta humilde flor cortada a la vera del camino.
Una flor que ya el viento y el polvo querían agostar
y en la que nadie ha reparado durante esta jornada.
Una flor débil y sin bastante colorido,
de fragancia apenas perceptible. Una flor
que seguramente no ha de sobrevivir demasiado.
No quiero que la acompañe ningún pedido.
Tampoco una acción de gracias.
Ella y yo, en un descalificado espacio del tiempo,
hemos venido hasta Ti -infinitamente pasajero e infinitamente perenne-, porque ¿”a quién iremos”, si no,
a punto de desasirnos del mundo,
tan innecesarios y tan descartables?
Ni ella ni yo entendemos muy bien
este movimiento de increíble primavera
que nos tiene aquí, desgarrados y ofrecidos.
En vendaval de dulzura se nos viene tu Palabra
y nuestra sed descifra rocíos imprevistos.
…Pero esta doble corola al margen de la vida
ya no tiene más tiempo. Solamente “tu hora”,
ese vaso terrible donde nacen las aguas.
(Página 7.)
Poema, ten cuidado.
Poema, ten cuidado
porque hay un niño junto a ti
que desviste su dulzura
y balbuce una ternura inédita.
Cállate, poema, y escucha
el decálogo de la inocencia
sobre las tablas perennes del rocío.
Despierta, poema, porque hay un niño
que duerme. Y junto a él un ángel
te busca
para que deletrees las cartillas de los sueños.
Levántate, poema, porque hay un niño herido
de frío, de soledad y de guerra
y te pide un pan pequeño como esta estrofa
y una caricia como toda la poesía del mundo.
Arrodíllate, poema, porque hay un niño que reza
para que en su patria se recupere la palabra hermano
viva, cálida y actuante.
Poema, canta sin miedo. Canta
porque hay un niño que ríe
de cara al sol junto a sus padres
sin balas, sin odios, sin miseria.
(Página 15.)
La familia del tambo
No interrumpas ahora, varón, tu travesía.
De tu timón dependen los rumbos de la espiga.
No ceses en tu empeño, mujer madrugadora.
Te dan los buenos días el hornero y la rosa.
Mi correo no trae formularios ni sellos:
como vuestro molino, sólo vive del viento.
No detengas, muchacho, tu galopar altivo.
El horizonte danza cuando escucha tu ritmo.
Pequeña de ojos suaves, aviva bien el fuego
y prosigue ese canto que dice de tus sueños.
He venido nomás a llenar mis pupilas
del alfalfar florido, de la paz sin orillas.
Mi sangre tiene ganas de aprender el secreto
de destilar la vida con el trabajo honesto.
Las cosas de este mundo van cambiando de prisa,
pero las hay eternas, con resonancia bíblica:
así, sobre la tierra, la gravedad vacuna,
y así, desde los cielos, los ciclos de la lluvia.
Tamberos de mi patria: bien está que prosperen
los modos de labranza, las técnicas del trueque.
Bien está que los hijos tengan tiempo de escuela
y jornadas más justas las máquinas ofrezcan.
Pero que nada logre turbar la mansedumbre
que sustentan las leyes del surco y de la ubre.
Porque a pesar de todo lo que el hombre ya alcanza,
de lo que el hombre crea y lo que el hombre mata,
su equilibrio se rompe si no vuelve a la ciencia
de aquel brazo que ara, de ese brazo que ordeña.
Y la boca que asombra con razones perennes
sabe escuchar la magia del trigo y de la leche.
El hombre que ha escrutado el mundo de los átomos
y el hombre que ya escala misteriosos espacios
saludan vuestro oficio, industria de la aurora,
que es batalla sin duelos y siempre victoriosa.
No interrumpas, familia, esta diaria blancura
que tiene un ritmo santo: el ritmo de la cuna.
Es vuestra la alegría de esa luz de aquí abajo:
la de los niños todos que cantan con mi canto.
Y también la alegría de esa luz levantada
que es un símbolo claro porque es Vía y es Láctea.
(Páginas 16-17.)
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Lecturas y síntesis: Nidia A. G. Orbea de Fontanini.
Incluido en el CD Del vivir y vibrar…
Nidia A.G. Orbea Álvarez de Fontanini
Presentado el 10 de mayo de 2006 a las 19:30
en el Centro Comercial de Santa Fe – San Martín 2819
Santa Fe de la Vera Cruz (República Argentina)
[1] Alma Maritano, nació en San Genaro, el 9 de octubre de 1937, puedo impulsado por Carlos Casado de Alisal, empresario y colonizador. Desde la adolescencia vivió en Rosario; estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de esa ciudad y egresó como Profesora en Letras. Desde 1960 se desempeñó como Profesora de Castellano, Literatura y Latín. Escritora, difundió parte de su obra como colaboradora en diarios argentinos y de distintos países. 1966: primera obra teatral: Los platos sucios puesta en escena en su pueblo natal al celebrarse el centenario de la fundación de San Genaro; 1982 Walt Whitman (una hoja de hierba) y La bella durmiente se despierta, puesta en escena en el Teatro Abierto de Rosario… Elaboró varios libros para niños y recibió la Faja de Honor de la SADE, en Literatura Infantil, en 1978. En 1983, la editorial Colihue le otorgó el Primer Premio de Novela Juvenil por El visitante. Dirigió talleres literarios con auspicios de la Municipalidad de Rosario y en 1981 inauguró “su propio taller, al que bautiza ‘Julio Cortázar’, el primero en su tipo en la ciudad de Rosario”… (Leer: Gloria de Bertero, Quién es ella en Santa Fe Tomo I, noviembre de 1995, p. 358-359. Nuestra generosa Gloria, terminó esa aproximación a la trayectoria de esta talentosa santafesina, destacando que “la imaginación es la compañera inseparable de Alma Maritano. Creo que hasta podría hacerse otro cuento, ordenando debidamente los títulos de sus libros. La idea está en sus manos, Alma. G. de B.”
[2] Grandov, Oscar. Homenaje… En memoria de Oscar, a diez años de su fallecimiento. Edición Homenaje, impresa en mayo de 2005, Taller Gráfico “Ideal Continuos” de San Jenaro Norte, provincia de Santa Fe, páginas 33-34.