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Juan María Gutiérrez (Buenos Aires, 1809-1878)

Algunos datos biográficos.

Trabajos sobre Educación y Universidad.

Gutiérrez: redactor de biografías.

Gutiérrez: innovador y bailarín.

1845: Carta desde Valparaíso.

Opinión en torno a “Facundo” de Sarmiento..

Entre el insomnio y la evocación de algunos versos.

1852 – Retorno tras la batalla de Caseros.

1852 – Gutiérrez en la Convención Constituyente.

Coincidencias con Alberdi.

1863: carta de Gutiérrez a Hilario Ascasubi.

1863-1864: correspondencia con el presidente Mitre.

Día lunes: carta escrita a Mitre.

Acerca de los catálogos.

1875: rechazo al nombramiento en la Academia Española.

Juan María Gutiérrez, el hablador.

Instante final.

 

Juan María Gutiérrez nació en la ciudad de Buenos Aires, el 6 de mayo de 1809.

Algunos datos biográficos…

Realizó sus estudios primarios en una escuela particular, luego siguió estudiando, fue agrimensor y se desempeñó en el Departamento Topográfico, designado durante el gobierno del Brigadier General Juan Manuel de Rosas.

En 1836 terminó sus estudios de Abogacía, presentó la tesis sobre “Los tres poderes Públicos”  pero no ejerció esa profesión.  Se interesó por estudios de matemáticas y de Humanidades. Con otros jóvenes de su generación, en 1837 fundaron el  Salón Literario y generalmente predispuesto para los discurso, habló en el acto inaugural. Un año después, formaron la Asociación de Mayo también lugar de reunión más que para tratar asuntos literarios para expresar sus puntos de vista sobre la política en el Río de la Plata. Fue vicepresidente y participó en la redacción del Credo de la joven generación Argentina.  Ya había girado en contra de Rosas, la persona que lo había ubicado en el lugar correcto teniendo en cuenta su formación como agrimensor.  Sus armas fueron las palabras porque escribía y hablaba utilizando sustantivos y calificativos que en algunas oportunidades eran incoherentes y en otras, agraviantes y despiadadas. Participó en la conspiración de 1839, fue detenido y pidió a su madre que intercediera ante el gobernador de Buenos Aires para que le entregaran los pasajes y le permitieran cruzar a Montevideo. Así sucedió y aprovechó aquel tiempo libre para seguir escribiendo contra Rosas, tanto en prosa como en verso, en revistas y en páginas que circulaban entre los jóvenes conspiradores que se refugiaban cerca del río Uruguay.

En 1843 viajó a Europa y según relató luego, Alberdi había escrito Edén en prosa y él decidió transcribirlo en versos, su incorregible tendencia ya que hasta se ha comentado, que si no hubiera sido por el jurista santiagueño Dr. José Benjamín Gorostiaga, también hubiera escrito en versos tanto el preámbulo como el articulado de la Constitución Nacional, ya que fue integrante de la Comisión de Redacción de la Convención Constituyente de 1853.

Sabido es que cuando volvió de Europa, pasó por Brasil, Ecuador, Perú y Chile, donde fue el primer director de la Escuela de Náutica de Valparaíso.   En ese tiempo, siguió leyendo y escribiendo, incluso frecuentes cartas a sus amigos que habían quedado hacia el este de la cordillera de los Andes. Allí estaba cuando se enteró de la batalla de Caseros y considerando que estaba despejado el camino, volvió a su tierra natal y el gobernador Vicente López y Planes lo nombró ministro de gobierno.  En ese tiempo, logró ser incluido como diputado en el Congreso General Constituyente que se reunió en Santa Fe a partir de noviembre de 1852, excluyéndose a su amigo Juan Bautista Alberdi que había difundido las Bases y punto de partida para la Constitución Nacional, texto semejante a la constitución de los estados unidos de norte América.  Allí fue miembro en la Comisión de Redacción.  Nombrado ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación sólo se desempeñó en el bienio 1854-1856.  provincia de Entre Ríos en el congreso de Corrientes que dicta nuestra carta fundamental de 1853, llevando al seno de su comisión redactora la decisiva influencia de las Bases de Alberdi. En 1854 es designado ministro de relaciones exteriores de la Confederación, cargo que renuncia en 1856. En 1861 consiguió que Bartolomé Mitre lo nombrara Rector de la Universidad y fue su último trabajo en la función pública porque obtuvo la jubilación.

Trabajos sobre Educación y Universidad…

En 1865 creó en la Universidad el Departamento de Ciencias Exactas con el propósito de “formar en su seno ingenieros y profesores, fomentando la inclinación a estas carreras de tanto porvenir e importancia para el país”.   Ese año presidía la comisión encargada de redactar un proyecto de plan de educación general y universitaria.  En 1866 fue cofundador de la Sociedad Paleontológica y se ha destacado su influencia sobre el Perito Francisco Pascasio Moreno, explorador en los lagos neuquinos, cercanos a la cordillera de los Andes.  En 1868 difundió su libro titulado: Noticias Históricas sobre el origen y desarrollo de la Enseñanza Superior en Buenos Aires. En 1872, concluidos el proyecto de plan, propone que la enseñanza superior fuera libre y gratuita promoviendo la autonomía universitaria pero todavía no era el momento para tales cambios, producidos recién a principios de la década siguiente. Proyectó las escuelas de agricultura, comercio y náutica; también impulsó la puesta en marcha de la Facultad de Química y Farmacia.

Gutiérrez: redactor de biografías…

Juan María Gutiérrez publicó biografías sobre  Manuel José de Lavarden, Sor Juana Inés de la Cruz; sobre La revolución de Cuba y sus poetas; estudios referidos a Esteban  Echeverría, Juan Ramón Rojas; Martín del Barco Centenera, el autor del extenso poema titulado La Argentina .

En una aproximación a la historia hispanoamericana, escribió sobre el general José de San Martín; Bernardino Rivadavia; el virrey Vértiz…

Publicó algunos trabajos sobre estudios folklóricos y primeras culturas americanas, entre ellos Mitología de las naciones de raza guaraní; La capacidad industrial del indígena argentinoLa quichua de SantiagoObservaciones sobre las lenguas guaraní y araucana…

Gutiérrez: innovador y bailarín…

Juan María Gutiérrez era conocido por sus escritos literarios y se destacaba por sus aptitudes para el baile y la política.

Sabido es que con su amigo Juan Bautista Alberdi, compañero de sueños cuando editaban La Moda en 1837, describían algunos frívolos requisitos para ser considerado un hombre elegante  y proponían reemplazar las costumbres tradicionales en el río de la Plata, por aquellas que trascendían desde París cuando algunos porteños regresaban con determinadas innovaciones tras cumplir algunas misiones en Europa.

No fue por casualidad lo escrito por Juan Bautista Alberdi en la biografía sobre su amigo Juan María:

“Gutiérrez vivía en Europa en su propio país”…

1845: Carta desde Valparaíso…

Juan María Gutiérrez estaba en Valparaíso de Chile y el 6 de agosto de 1845 necesitó escribirle a su amigo Bautista, el reconocido “don Juan Bautista Alberdi” y en uno de esos párrafos expresa:

Me ha dado usted una buena idea con la literatura marítima para los muchachos: no faltan trozos en ellos en la literatura original española sobre la marina. La vida de Roger de Lauría (almirante castellano), está escrita por Quintana con toda la elevación de estilo y con toda la hidalguía de pensamiento de que, de cuando en cuando, es capaz un español. Pero yo no sé, por qué nada toca tanto al corazón como las palabras de fuego que saben pronunciar los que piensan en inglés. ¡Byron, Irving! ¿no le parece a usted que es imposible olvidar en la vida lo que se leyó alguna vez de alguno de ellos? Yo tuve igual entusiasmo cuando leí la Historia de la vida de Colón, y pensé, desde entonces que la Historia que no se escribe así, no es Historia ni puede popularizarse. Soy director y, por consiguiente, gozo el sueldo de tal, desde el 13 del corriente. Hay en perspectiva para el establecimiento un palacio encontrado en los extramuros: la casa está entre jardines, y la primera cuesta, pasado el estero de Palanco, en el camino de Santiago, se descubre bella, amenísima, desde la puerta de las habitaciones principales. Allí saldré a abrazarlo, amigo, cuando venga a Santiago. Es esta Arabia pétrea para el corazón: aquí donde nadie, nadie se interesa ni habla de lo que a nosotros nos deleita, nada mejor, mi querido Bautista, que encerrarse en un lindo presidio a trabajar en serio, rodeado de niños, es decir, de la inocencia; y de libros, es decir, de lo bello y de lo grande, único que se puede hallar en el mundo fuera de las maravillas naturales. Esta ilusión me da fuerza para permanecer en mi propósito: se lo digo a usted para contestar a una interrogación de su carta. ¡A Buenos Aires por la cordillera! Este es mi programa. Montevideo se me presenta triste, pavoroso, lleno de malas pasiones, exigente, orgulloso, y aun irónico para los que no hemos sufrido las espantosas miserias del inaudito sitio de tres años. Frías me ha dado una noticia dulce para mi corazón. Florencio Varela le ha escrito y le pide me dé un abrazo si estoy aquí. Usted sabe cómo he pensado de aquel amigo: siempre le he dicho a usted el bien y el mal que de él sentía; pero le guardo siempre una amistad que se funda en una estima y, por consiguiente, bien basada. Veo que no ha cambiado de los propósitos, y que las Letras le preocupan como antes, puesto que pide a Frías papeles del país. Creo, Bautista, que usted debe mandarle sus cosas y algunas más ajenas que le pueden interesar. Esto es muy conducente con pequeños actos se allanan esas malas borrascas que entre hombres de una misma bandera levantaron nuestras desgracias. Le aseguro, que a Echeverría, a Indarte, a Domínguez, a Mármol, a todos los otros paisanos de este lazo, los quiero ahora más que antes y que si estoy destinado a gozar mucho un día de mi pobrísimo porvenir, será el que me los presente a todos reunidos, todos respondiendo ¡presente! a mi voz sincera de amigo, de compatriota, de hermano”…

Opinión en torno a “Facundo” de Sarmiento…

Contó Gutiérrez a su amigo Bautista Alberdi:

“Sarmiento me mandó un Facundo, pidiéndome que dijese algo de él: lo hice en el editorial del Mercurio: por esta razón tal vez crea el Autor que no he cumplido con su encargo, lo que quisiese que usted rectificara, así como quien no quiere la cosa, en la primera oportunidad. López me mandó su poema: le contesté algunas palabras y no sé cómo las haya tomado: él habría estimado más que se lo dijese por la Prensa; pero usted sabe cuán tímido ando ahora para dar quehacer a los tipos. Y a más, le diré la verdad: no hallo original nada en el trabajo de López: todo lo que hay allí, lo he leído bostezando en todas las revistas francesas que ahora no puedo ver ni pintadas. Es la exposición de una doctrina ajena: él camina por entre sombras a la luz de una lámpara cuyo aceite no es suyo; fecunda su campo con el candor ajeno, robo que nadie perdona, y Dios mucho menos. Quiero decir, que es uno de esos plagios que deben acibarar la conciencia en esos momentos en que nos confesarnos con nuestro coleto.

Lo que dije sobre el Facundo en el Mercurio, no lo siento, escribí antes de leer el libro: estoy convencido de que hará mal efecto en la República Argentina, y que todo hombre sensato verá en él una caricatura: es este libro como las pinturas que de nuestra sociedad hacen a veces los viajeros por decir cosas raras: el matadero, la mulata en intimidad con la niña, el cigarro en boca de la señora mayor, etc., etc. La República Argentina no es una charca de sangre: la civilización nuestra no es el progreso de las Escuelas primarias de San Juan; Buenos Aires ha admirado al mundo. Sus mujeres han vendido sus adornos para la guerra de la independencia y han grabado sus nombres en los sables y fusiles, que entregaban a los soldados de la Patria. La Prensa ha enseñado a todas las Repúblicas el régimen representativo. En Buenos Aires hay creaciones como la del crédito, el arreglo de sus rentas, la distribución de sus tierras; la Sociedad de Beneficencia, etc., etc., única en el mundo. A cada momento veo que el Autor del Facundo no conoce sino uno de los patios interiores de ese magnífico palacio donde hemos nacido por fortuna. ¿Qué piensa usted de esto? Sólo a usted digo ésto, porque cuento con su discreción y su buena fe.”

Entre el insomnio y la evocación de algunos versos…

En el párrafo siguiente, Gutiérrez le comentó:

“Anoche no podía dormir y revolvía mil cosas en la cabeza, comí con Sarratea, en celebridad del día del señor Domingo Toro, a quien no conozco pero a quien estimo por las noticias que tengo de él. Me ocurrió una cosa. Tengo escritos, como usted sabe, algunos renglones desiguales, no hay en ellos poesía pero los versos son bien hechos y no tienen nada ni de bárbaro ni de absurdo. Sus asuntos son todos personales o descriptivos de usos y cosas de la tierra, la mayor parte escritos en mis viajes últimos. De aquí algunos años ya no sería conveniente publicarlos, porque sólo a la juventud se puede perdonar los pecados cometidos en rima vulgar. ¿Qué haría para mi reputación de hombre una publicación de ellas con el título Ocios en el mar? Dígame con el corazón su opinión. Mis papeles están en un baúl que se halla incomodándome en su cuarto. Escríbame sobre ésto. Nada de patria política irá en los Ocios. Con este motivo le diré que los versos del Edén son de usted y que puede hacerse de ellos lo que le parezca, tal fué mi intención desde que se los dí. Piense sí, cuando haga uso de ellos, si no habrá en las opiniones históricas algo que sea criticable, como aquello de dar a los árabes la palma de primeros en tocar la línea, etc., etc. algunas notas se puede salvar esto. / Ya ésto va largo; tengo mucho que decirle todavía en otra ocasión.

Pasamos con Piñero excelentes ratos, este cordobés es alhaja. Calavereamos juntos y creo que él tiene para mí la misma amistad que yo le profeso. Ha encontrado una cosa rara en estos tiempos, una rareza que debía engarzarla en oro… ¿qué será? … ¡Una primicia femenina! Hace un siglo que no veo a J… estas son palabras de usted. Yo la veo a todas horas, conservo todavía sus violetas y tengo su retrato en una lámina de modas: idéntica!… Si fuese libre ella… iría corriendo a ofrecerle lo único que puedo darle a una mujer: un constante cuidado, una vigilancia por su dicha a cada instante! Dígame, ¿no le gusta aquel modito que tiene esta coqueta e inocente? ¿Aquellos ribetes de discreta y de sentimental mezclados con tantas chilenadas? Perdón, mi querido, tanta muchachada como contiene esta carta; va así porque le escribo a un amigo. / Suyo. / GUTIERREZ.”

1852 – Retorno tras la batalla de Caseros…

La lectura de algunos escritos de Juan María Gutiérrez revelan su tendencia al europeísmo con exclusión del españolismo.  Después de su permanencia en Chile, se instaló en Buenos Aires y quizás por impulso de la nostalgia aunque ya era una persona de cuarenta años, puso en circulación otra revista de costumbres y modas que tituló La Brisa.  Al pulsar los ánimos en el Río de la Plata, se imaginó con otro protagonismo y enseguida adhirió a la política urquicista a pesar de las críticas de otros emigrados que regresaron con distintos propósitos. Así fue como el 25 de mayo de 1852 al inaugurarse el Club del Progreso, pronunció un poético brindis que se ha reiterado en diversos libros referidos a la historia de los argentinos:

“Alce su gratitud un himno al ‘Justo’,

y al pronunciar de Urquiza el apellido,

el egoísta. el cobarde y el bandido,

la frente escondan de vergüenza y susto.

 

(Enseguida se escuchó la réplica del poeta José Mármol, compañero en el rumbo literario en los tiempos de residencia en Montevideo: “Recojo de tus labios / la inspiración y brindo / por los lejanos días / de nuestra juventud…” // “Gutiérrez: aún tenemos / un voto hecho ante Dios: / Debemos de ser siempre / para la tiranía / proscriptos y poetas / ¡Tal es nuestra misión!”

Como suele suceder en el siglo veintiuno, esa réplica no fue olvidada por Gutiérrez y cuando elaboró su Antología de Poetas Sudamericanos -editada en 1866 en Buenos Aires-, excluyó a Mármol a pesar de que lo había mencionado en América Poética y casi olvidándose de que había escrito el prólogo de Cantos del Peregrino…  Una evidencia más acerca de que la ética pareciera ser el furgón de cola de la estética

 1852 – Gutiérrez en la Convención Constituyente.

Durante la organización del Congreso Constituyente, el general Justo José de Urquiza envió el 26 de julio de 1852 una carta al gobernador delegado en Santa Fe, don Domingo Crespo, expresándole:

“En la última indicaba a usted como candidatos míos a don Nicolás Anchorena y don Ruperto Pérez, y como hoy he variado de parecer respecto al primero, he dispuesto que esa provincia sea representada en el Congreso por don Juan María Gutiérrez y por el dicho Ruperto Pérez;  por consiguiente en este sentido impartirá usted sus instrucciones”…

Las sesiones comenzaron en noviembre de 1852 y estaba excluido en la nómina de convencionales Juan Bautista Alberdi mientras el hábil Gutiérrez, que tenía cuarenta y tres años, logró ser uno de los miembros encargados de la redacción porque sabía leer y expresarse en inglés, algo significativo en aquellas circunstancias porque en realidad,  de lo que se trataba era de casi reproducir el modelo de la constitución estadounidense, siguiendo también las Bases y puntos de partida para la organización nacional que había difundido Alberdi.

Establecida la Convención, Gutiérrez integró la Comisión de Redacción y como lo destacó tiempo después su amigo Juan Bautista Alberdi, “a su influencia se debió en parte, que el elemento europeísta predominase en la Constitución de Mayo de 1853”…

En aquel tiempo, desde el punto de vista de Gutiérrez, “los curas de almas fueron piedras de escándalo por la sordidez y liviandad de que hicieron gala” y en consecuencia, durante aquella Convención apoyó al pequeño grupo que se oponía a la inclusión de cláusulas referidas a la Iglesia Católica Apostólica Romana, aunque en realidad ha quedado demostrado por las actas pertinentes, que  el santiagueño Dr. José B. Gorostiaga era quien conducía y proponía los textos en la comisión de Asuntos Constitucionales, que finalmente eran aprobados con la redacción que había hecho Juan María Gutiérrez, mientras alternaba esas funciones con su placer por compartir reuniones sociales.

Hay que tener en cuenta que no había sido por casualidad que Gutiérrez, en la traducción de biografías de Franklin y de George Washington haya destacado que “los Estados Unidos han llegado a darse leyes dignas de ser imitadas”…  Había causas que sólo él conocía cuando expresaba que “las autoridades creadas por las leyes de Indias para administrar justicia a los americanos, eran prevaricadoras, ignorantes, arbitrarias por educación y carácter” porque la historia hispanoamericana ha reflejado otras valoraciones.  Sus manifestaciones y sus escritos demuestran su admiración por lo francés, lo sajón… una tendencia que perduró en otros escritores hasta las últimas décadas del siglo veinte.

Una mirada sobre diversas biografías sobre este polémico personaje, revela que Juan María Gutiérrez  fue escritor polémico y editor, biógrafo en determinadas circunstancias; comerciante y estanciero;  agrimensor cuando el gobernador de Buenos Aires lo nombró “Ingeniero 1º del Departamento Topográfico”, hasta que se alejó de Rosas y de las ciencias matemáticas y se encaminó hacia los estudios jurídicos; después necesitó avanzar en sucesivas indagaciones filosóficas; viajó a Chile y dirigió la Escuela Naval hasta que después de la batalla de Caseros, habiendo partido hacia el exilio el Brigadier General don Juan Manuel Ortiz de Rozas –más conocido como Juan Manuel de Rosas-, prefirió  seguir dedicándose a la política: fue   ministro de Gobierno en Buenos Aires; ministro de Relaciones Exteriores en la Confederación; diputado convencional en 1852 en el Congreso de Santa Fe y luego diputado por Santiago del Estero en el Congreso realizado en Paraná, sede del gobierno de la Confederación. También fue Inspector de Bancos en la ciudad de Rosario…

Se ha reiterado que al inaugurarse la Asociación de Mayo y durante el brindis del 9 de julio de 1837, Gutiérrez se manifestó a favor de Rosas; también en agosto de 1839 celebraba públicamente “la feliz terminación de los complots de Cullen y Berón de Astrada, y por haber sa1vado la vida en la conspiración de los Maza” tras las orientaciones de Rosas…

También se ha recordado que no soportó los trabajos que le encomendaban en el cuartel de Santos Lugares y que su madre intercedió para que Rosas lo autorizara a trasladarse a Montevideo y le entregara el pasaje.  Allí pudo seguir en lo que era su vocación: “la moda” ya que fundó El Talismán, los versos -porque no llegó a ser poeta- y sus envíos a los juegos florales; combatir a la Mazorca escribiendo sobre lo que escuchaba, después de haber sido protagonista con servicios pagos en años anteriores.  Surge en consecuencia, que su trayectoria de caracteriza por diversos vaivenes y no ha sido por casualidad que en la Gaceta Mercantil publicaran una carta donde se expresa: “¡Quién le diría a Gutiérrez que, andando el tiempo, casaría con una hija del salvaje Cullen!”  Tampoco fue casual lo escrito décadas después por el sanjuanino Faustino Valentín Quiroga y Sarmiento, más conocido como Domingo Faustino Sarmiento, acerca de Gutiérrez porque para él, era “…hablista, poco dado a la política”, aunque estuvo involucrado en diversos actos políticos.  Hay que tener en cuenta que su compañero en la comisión de redacción del ’53, el doctor José Benjamín Gorostiaga, el 22 de marzo de 1861 en una carta dirigida al doctor Félix Frías, le expresó con respecto a Gutiérrez: “Este amigo aún no está empleado, pero parece seguro que pronto será nombrado Rector de la Universidad”.

Y así fue, aunque debió cumplir con halagos casi inaceptables anteriormente, cantó loas al general Bartolomé Mitre -seguramente mirando de soslayo la trayectoria de los coroneles de Mitre- y en ese cargo logró permanecer hasta que obtuvo la jubilación.  Poco importaban al Rector, más cansino aún en aquel tiempo, las evoluciones científicas, técnicas, políticas… que era imprescindible evaluar y generar cerca del río de la Plata. Lo importante eran las reuniones, las adulaciones… ¡frivolidad, como en aquellas primeras manifestaciones de La Moda!…

Coincidencias con Alberdi…

Juan Bautista Alberdi también se expresaba en contra de España, de sus tradiciones y costumbres prácticamente trasplantadas a Hispanoamérica.  Se había manifestado públicamente a favor de Francia; lo francés y en particular, sobre diversos intereses franceses aunque luego extendió esas preferencias y participó en asuntos referidos a la política británica.  En sus obras completas, es posible leer lo escrito en el Fragmento preliminar al estudio del derecho:

‘‘…ya no somos hijos de España: desde la Revolución somos hijos de Francia”.  Consideraba entonces que el idioma castellano significaba una “importación absurda de una legitimidad exótica” y según sus percepciones, no encontraba “armonía íntima con nuestro pensamiento más simpático mil veces con el movimiento rápido y directo del pensamiento francés, que no con los eternos contorneos del pensamiento español”…

Durante el sitio de Montevideo, el general Manuel Oribe fue cerrando el cerco y los autoproscriptos ante la posibilidad de un enfrentamiento armado, optaron por el camino que ya estaban acostumbrados a transitar: el de la huída.

Alberdi relató luego que “no queriendo exponerse”… prefirieron desertar y se alejaron de Montevideo después de una noche de fiesta, vestidos con uniformes de marineros franceses… hasta que necesitaron cruzar la cordillera de los Andes y allí fue donde Gutiérrez logró que lo nombraran Directora de la Escuela Naval de Valparaíso, mientras el doctor Alberdi empezaba a vincularse como abogado

Distintos autores han reproducido una carta que Gutiérrez envió al general Bartolomé Mitre, expresándole:

“Estoy dedicado a la más profunda haraganearía de espíritu y de cuerpo… ¡Qué fortuna el que no me importe un pito la lucha que sostienen ustedes!” 

Sabido es que Gutiérrez no soportaba la vida cuartelera y padecía enfermedades digestivas como consecuencia de los alimentos provistos, también que alguna vez lo acercaron al cepo… También su amigo Alberdi estuvo detenido durante breve lapso pero fue más una medida de seguridad que de castigo, porque lo alojaron en las habitaciones del Jefe de Policía…

1863: carta de Gutiérrez a Hilario Ascasubi…

Tras una consulta de Hilario Ascasubi, desde Buenos Aires probablemente para completar algunos de sus trabajos literarios, Juan María Gutiérrez sin indicar día ni mes, en 1863, le envió una carta con determinada información:

“Mi amigo: Contestando al interrogatorio que me dejó usted por escrito, en la parte que he podido averiguar, le diré que: 1º. El señor Don Bernardino Rivadavia falleció en Cadiz el día 2 de setiembre de 1845. 2º. El General Facundo Quiroga fue asesinado en un lugar llamado Barranca-Yaco el día 5 de febrero de 1835. 3º. Los Reynafé fueron fusilados en la plaza de la Victoria el día 25 de octubre de 1837. 4º. La batalla del Quebracho tuvo lugar el día 28 de noviembre de 1840. 5º. Los sacerdotes ancianos don Felipe y don Manuel Frías, hermanos, fueron fusilados con detalles horribles en Santos Lugares, el 10 de mayo de 1842.

Creo que el general La Madrid falleció antes de octubre de 1857. Al menos en esa época le fue acordada una pensión a su viuda. No sé nada sobre los últimos días de Ibarra.

En cuanto a la batalla del Tala, aunque fue mal herido La Madrid, deben hallarse indicaciones precisas en las Memorias del General Paz, que yo no poseo, o en las del mismo general La Madrid que posee autógrafas el señor doctor Andrés Lamas, actualmente vecino de Buenos Aires.

Sin embargo, guardo un apunte para el caso de que me venga a la memoria alguna de las fechas que ahora desconozco y que usted desea saber. /…/ Ahora como siempre de usted, atentamente, S. S. y amigo / Gutiérrez”

1863-1864: correspondencia con el presidente Mitre…

En una carta escrita un viernes 14 de 1863, al “Excelentísimo señor Presidente, brigadier general don Bartolomé Mitre”, Juan María Gutiérrez comenzó expresando: “Mi muy querido amigo” y enseguida se refiere a un Catálogo que le devolvía, aclarando: …“el título mismo del Catálogo me hace presumir que en él no se contienen todas las obras de que Humboldt se valía para sus estudios: no es más que la primera parte o primer gran lote de su librería. Parece más bien el almacén de depósito de las dádivas que le tributaron diferentes autores ligados con el sabio alemán por el vínculo de la amistad o de la admiración”…  Después de varios párrafos con diversos juicios de valor, termina escribiendo: “Vuelvo a leer su interesante carta de usted y veo que usted me advertía que ‘el adjunto Catálogo era de sólo la primera parte de la biblioteca de aquel sabio’ y por consiguiente mi primera observación es inoportuna, porque ya la había hecho usted. Probablemente las demás tendrán el mismo defecto, pero usted las disculpará ejerciendo su acostumbrada tolerancia para con sus amigos que le estiman y distinguen. Queda en el primer lugar entre éstos, su invariable seguro servidor. /  Gutiérrez. Viernes 14. / P.D. Tengo para usted un retrato litográfico de Mr. Wheelwright, que le destina don N. Oroño. Se lo remitiré en primera oportunidad.”

Si se compara la parte final de esta carta con la que escribió a Alberdi refiriéndose al Facundo de Sarmiento, resulta que parecía ser una costumbre en Gutiérrez expresarse sin haber leído detenidamente lo escrito, ya que aquí advirtió tarde lo señalado por Mitre; pretendió que el sanjuanino no se enterara de cómo había procedido con su libro…

Debilidades del ser humano… que impiden llegar a ser ¡grandes y admirados!…

Día lunes: carta escrita a Mitre…

Con otro encabezamiento, Juan María Gutiérrez necesitó dirigirse al “Excelentísimo señor Presidente, brigadier general don Bartolomé Mitre. / Mi distinguido y muy estimado amigo” y enseguida le confiesa:

“He cometido aturdidamente un descomedimiento con una dama. La he dejado plantada sobre la mesa de usted, y dando el brazo a un manojo de catálogos, cuando era a ella que le correspondía, por mujer, por paisana de las mejores Venus de mármol, y hasta por sus amables debilidades con nuestro simpático compatriota don J. C. Varela”…

Acerca de los catálogos…

Escribía Juan María Gutiérrez en su carta al presidente general Bartolomé Mitre:

“Los catálogos, cada día más a la moda y más abundantes, son humildes e indiscretos servidores de ese espionaje honesto que ejerce la Prensa sobre todas las acciones humanas. De hoy en adelante es preciso andarse con mucho cuidado sobre lo que se escriba en los libros de importancia por los hombres conocidos. Hasta una firma colocada fuera de lugar puede ser un rasgo biográfico, una pista para llegar a ese nido de todos los sentimientos que se llama el alma. Es preciso que los polluelos de ese nido no afecten nunca la forma de caranchos. Este engarabatamiento sobre la fisiología ‘del catálogo’ es para tener motivo de decirle a usted que toda cuanta manifestación por palabra o por escrito que me ha hecho usted relativa a su noble e inteligente pasión por los libros impresos o manuscritos, está sellada con la marca de la más exquisita delicadeza y desprendimiento. Allí donde usted deja ese sello debe intervenir la encuadernación en piel de Rusia: entonces el placer será para el espíritu y para todos los sentidos de los que tengan la fortuna de iniciarse en los secretos de sus estudios de erudición. La fama de algunos hombres puede tener hasta perfume, para los que saben leer en los catálogos descriptivos. Nést-ce pas vrai? ¡Cuánto dislate le he escrito a usted! Si tal le parecen, discúlpelos por la confianza que suponen en su discreción y en su tolerancia. Pero se me ocurre que si las cartas de usted con motivo del catálogo inglés de la biblioteca de Humboldt y estos renglones que escribo llegasen a conocimiento de C. Nodier, sentiría hallarse en el otro y no en este mundo, porque encontraría él mismo, a pesar de su agudísimo ingenio, aspectos nuevos en la materia que él trató tantas veces. ¿Qué le parece a usted de este rasgo de vanidad argentina?  /  Perdón y reciba usted el afecto de su invariable amigo seguro servidor.  /  Gutiérrez. Lunes /  P.D. Tengo que concluir por donde debí comenzar. Lo que más me ha dolido de mi distracción con Madame Antígona, es tener que dar a usted el petardo de leer esta carta y de obligarle a ordenar que envuelvan a esta Señora en tendales de papel, como diría Góngora, para que llegue a mis manos olvidadizas sin que la dañe el polvo ni el contacto de manos profanas o divorciadas con el jabón de lechuga. Vale.”

1875: rechazo al nombramiento en la Academia Española…

Cuando ya se había jubilado tras permanecer en el sitio del Rectorado desde 1861 hasta 1873, sin generar avances con lo cual provocaba un continuo retroceso: por si algo faltara en la sinuosa trayectoria de Juan María Gutiérrez, aparecieron más señales y otras tantas claves cuando fue nombrado Miembro Correspondiente de la Academia Española; justamente él que tanto se había expresado en contra de lo español hasta insinuar que otra lengua hubiera sido más adecuada para ser hablada por los pobladores de estas latitudes sudamericanas.

Al rechazar ese nombramiento, expresó:

 “…no podemos escalar los siglos en busca de modelos y de giros castizos en los escritores ascéticos y publicistas teólogos de una monarquía sin contrapeso”…

“¿Estará en nuestro interés crear obstáculos a una avenida (la adopción de modismos extranjeros) que pone en peligro tal vez la gramática, pero que puede ser fecunda para el pensamiento libre?”

La reacción fue contundente porque Juan Martínez Villergas, un destacado polemista español le contestó desde las páginas “Antón Perulero” y también le respondieron con seudónimos en diarios porteños.

Suele suceder que los años vayan acentuando las características de la personalidad y se suelen rozar los límites de lo razonable.  Tal parece haber sido una de las causas que impulsaron a Gutiérrez a responderle al talentoso español, utilizando nombres y calificativos que hasta entonces no le habían reconocido públicamente: arlequín, payaso, incompetente, hombre de estrecho saber

Juan María Gutiérrez, el hablador…

En Escritos Póstumos de Juan Bautista Alberdi -su amigo y confidente-, aparecen algunas frases de compleja interpretación y entre ellas, la referida a Juan María Gutiérrez:

“Es un gran hombre de Estado… que no ha nacido para hombre político”.

El estudioso Paul Groussac tampoco halló coherencia en tales manifestaciones; se preguntó y desde su libro aún nos pregunta:

“¿Qué puede ser un gran hombre de Estado que no ha nacido para  político?”

Instante final…

El 26 de febrero de 1878 falleció Juan María Gutiérrez…

 

(Se ha expresado que su repentina muerte se produjo como consecuencia de la intensa emoción sentida mientras se celebraba el centenario del General San Martín y se dispuso la repatriación de sus restos.

Sabido es que Gutiérrez publicó una biografía sobre el ilustre general que prefirió el autoexilio antes que contribuir a la guerra civil que se estaba poniendo en marcha. San Martín, en su testamento escrito en Boulogne Sur Mer, legó su sable corvo al Brigadier General Rosas por su constante lucha en defensa de la soberanía nacional.)

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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