Estás aquí
Inicio > Historia > Aproximaciones Biográficas > Carlos A. Aldao, santafesino, americano y viajero…

Carlos A. Aldao, santafesino, americano y viajero…

Carlos A. Aldao, santafesino, americano y viajero.

Primera década del siglo XX en el Río de la Plata.

Algunas familias “Aldao”.

Pedro de Aldao.

José Félix Aldao.

Francisco Aldao.

Camilo Aldao.

1866 – Acerca de los cantones de Los Sunchales y Cayastacito.

1899: Carlos Aldao hacia Punta Arenas.

Acerca de Alberdi y la traducción de la Constitución estadounidense.

En torno al presidente Roca.

El General Roca y su simpatía por Gran Bretaña.

Otras miradas.

De Londres a Estados Unidos.

Carlos Aldao – Sarmiento y la educación.

Carlos Aldao, legislador nacional.

1902: tierras públicas y educación agrícola.

Concesión de tranvías a vapor o eléctrico.

Desamparo de los herederos de Dr. Urbano de Iriondo.

Opiniones sobre la Justicia.

Juicio político a juez de instrucción.

Construcción de edificio para Tribunales.

1907: testimonios de Carlos Aldao.

1924: acerca de la fundación de Rosario.

Carlos Aldao, traductor.

Carlos Aldao, escritor.

1840: Santa Fe de la Vera Cruz: ciudad tomada por Lavalle.

Personas y personajes.

Santa Fe de la Vera Cruz: ciudad tomada por Lavalle.

En torno a las “humoradas” de Domingo Faustino Sarmiento.

Carlos Aldao: impresiones desde Estados Unidos.

28-10-1925: estatua del Gral. San Martín en Washington.

Carlos A. Aldao, santafesino, americano y viajero…

“Lo regional y lo universal son pues en definitiva inseparables”.

Doctor Nicolás J. Dornheim

Universidad Nacional de Cuyo

República Argentina.

 

Descendiente de una tradicional familia santafesina, Carlos A. Aldao nació el 3 de abril de 1860; estudió en el Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe; se doctoró en Derecho en Buenos Aires en 1884, se desempeñó como juez y camarista.

En 1893 comenzó su labor como diplomático al ser nombrado secretario de la legación argentina en Washington.  Después de recorrer distintos continentes regresó al país y en 1902 fue electo diputado nacional, dedicándose a estudiar los antecedentes sobre límites argentino-brasileños.

En el acta de fundación del Club del Orden de la capital santafesina, junto a las firmas de Mariano Comas, José Ignacio Pujato, Mariano Puig, José Ignacio Galisteo… están las de Carlos A. Aldao, Ricardo Aldao y Tiburcio Aldao, entre otros.

El historiador Diego Abad de Santillán en su diccionario sobre la República Argentina ha destacado que “se autodefinió como un argentino de Santa Fe y un americano de la Argentina”.

Primera década del siglo XX en el Río de la Plata…

Es interesante una amplia mirada hacia el este -sureste y noreste-, para recordar algunas situaciones en las proximidades del virreinato del Río de la Plata.

“El 30 de junio de 1809 llegó a Montevideo el designado virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros que reemplazaría a Vértiz; una vez más con algunas intrigas los Carlotistas intentaron impedir que asumiera recomendándole al virrey que no entregara el gobierno y al comandante de las fuerzas militares Cnel. Cornelio Saavedra para que le negara apoyo”.  Se impuso la necesidad de “reflexionar sobre la necesidad de promover la unión de todos los gobiernos provinciales, para poder derrotar al enemigo exterior si se producía la tercera invasión y con ese propósito desde Santa Fe viajó a Buenos Aires el Alcalde Francisco Antonio Candioti… se entrevistó con su amigo el Licenciado Manuel Belgrano y es probable que hayan analizado las dificultades existentes en las relaciones con Montevideo y con España, que en ese tiempo estaba bajo el dominio de los franceses.

El Alcalde Candioti regresó y durante la primera reunión en el Cabildo, no informó sobre todo lo observado ni lo conversado con Belgrano, aunque los hechos posteriores indicaron que ya se había encendido la chispa de la revolución.”  [1]

En tales circunstancias, los hechos que culminaron en las revolucionarias jornadas de mayo de 1810, de las que tuvo noticias este inquietante personaje porque estaba vinculado con políticos, ya que dos años después salió de Buenos Aires con una carta de recomendación para los Aldao y siguió de cerca el camino de José de San Martín y sus granaderos.

De acuerdo a testimonios de distintos historiadores, el viajero y el general habían estado juntos en “Buenos Aires”.  Se ha dicho que en San Lorenzo durante “la noche anterior al combate”, el general “encontró un viajero que dormitaba en su coche junto al convento: era un joven comerciante inglés, Juan Parish Robertson, que llevaba unas petacas de mercaderías a Santa Fe, según le dijo”.  San Martín “le permitió presenciar el combate, y en la euforia del triunfo hizo revelaciones a este joven que por extranjero y comerciante le pareció alejado de la lucha y digno de confianza.   No sabía que era un agente del Foreign Office y anotaría cuidadosamente sus palabras.  Lo encontrará en otras ocasiones, sin sospechar jamás que su presencia se debiera a otra cosa que a negocios mercantiles; hasta en el Perú lo verá en negocios mineros.  Robertson no recogería solamente las informaciones de San Martín sino de todos quienes actuaban en el plano militar o político, porque era hábil para estar en el lugar y tiempo oportuno.  [2]

Como en los cuentos, este nudo es significativo: don Antonio Aldao nacido en Cádiz -España-, emigró hacia América y apareció “en el Perú, convertido en una mezcla de explorador, soldado y empresario…  Su carrera militar es corta.  A la rígida vida del miliciano, prefiere la existencia azarosa del hombre libre.  Personalista, rebelde, inquieto, deja las charreteras que le permiten mandar, pero que lo obligan a obedecer, convirtiéndose en jefe de sus propias empresas, por minas y pueblos.  Enriquece pronto”.

Cansado del paisaje cordillerano decidió cruzar los Andes; pueblo tras pueblo avanzó hacia el sureste, hasta descubrir la extensa llanura y algunos montes; llegó hasta las proximidades de los ríos Salado y Paraná.”

El andariego que llegó de paso, se quedó en el lugar, casado con María Andrea de Zeballos, el 24 de junio de 1743 nació su hijo Francisco Antonio, su heredero.

La madre de Francisco Antonio, sueña que su hijo estudiará en el convento y que será fraile; el padre también lo imagina en la escuela del convento y después de haber desarrollado las habilidades imprescindibles, quiere que su hijo sepa ser libre como los gauchos; buen jinete y prudente viajero, probablemente recorriendo los mismos caminos que él transitó desde el Perú hasta el Paraná.  Desatando el nudo de intereses comunes, se advierte que Francisco Antonio era también hombre de andar caminos y de obtener frecuentes beneficios.  Después de su primer viaje hacia el Perú, el 10 de noviembre de 1764 -en un tiempo en que nadie imaginaba la celebración del día de la tradición, mera coincidencia-, Candioti regresa con sus veinte arrieros y otras tantas bestias de carga, en cuyos lomos trae más de diez mil pesos en oro y plata.

Un nuevo horizonte se abre a las posibilidades de los santafesinos. ‘La ruta de Candioti’, tan sorpresiva e inesperadamente conquistada, permitirá la intensificación de un comercio hasta entonces raquítico, y enriquecerá a quien por ella se aventuró primeramente, para librarla al tránsito común…

Hay que tener en cuenta que los jesuitas fueron expulsados en 1767 y quedaron abandonadas las Reducciones.  [3]

Allí empieza la verdadera historia de este hombre extraordinario: Francisco Antonio Candioti, en cuya vida se resume una época.  Seis meses del año los pasa viajando: hacia el Perú, con arreos de mulas; de ese lugar, con cargamentos de plata y oro.  Los otros seis meses los dedica a organizar sus estancias -algunas en Entre Ríos-; a conquistar desiertos.”[4]

Así fue como se habían empezado a “poblar esos fuertes… y fortines, origen de pueblos, en cuyas cercanías residían tribus de indios que comerciaban fraternalmente unas veces con los habitadores; y otras, eran incómodos y dañinos vecinos… no se produjeron allí verdaderas reducciones de indios.”  [5]

En 1780 el príncipe de los gauchos, emprendió “su decimoséptimo viaje, es ya el Señor de la Pampa y todos reconocían “la ruta de Candioti” y se sabe que “las caravanas que organiza semejan verdaderos ejércitos; parecen pueblos en continua marcha.”

Candioti era amigo del general Manuel Belgrano -secretario del  Consulado- y era hombre predicador: el primero en levantarse y el último en acostarse para controlar que todo estuviera en orden, “tolera errores, hasta algún atrevimiento, si quien lo tiene sabe pedir disculpa como corresponde.  Alguna vez excusa al que juega cuando él prohíbe que lo hagan.  Lo único que no perdona jamás es que un hombre se duerma cuando está de guardia.”

Estos relatos tienen similitud con los textos del libro traducido por Aldao, cuyas transcripciones son frecuentes en textos literarios, de modo que hay coincidencia en la fuente.  [6]

En el rumbo del enigmático viajero John –temido como espía y escritor-, resulta que después de presenciar el combate de San Lorenzo -3 de febrero de 1813-, por las características de la zona, con no pocas dificultades por la topografía y por la temperatura, llegó hasta Santa Fe y se ubicó en la casa de los Aldao, una de las familias que durante el verano anterior se confabularon para desobedecer de las órdenes del teniente gobernador coronel Juan Antonio Pereira, quien las denunció antes de renunciar.  Santa Fe evidentemente cosechaba los frutos de décadas de convivencia y el poder estaba en quienes disponían de mayores bienes.

En el hogar de don Luis Manuel –hijo de “Juan Francisco Aldao y Rendón -tesorero de las Reales Cajas de Buenos Aires y alcalde y regidor de Santa Fe, y de doña Leonor María Candioti y Ceballos-, el viajero recibió múltiples atenciones y pusieron a su disposición un “toallero autómata”, una “negra alta con una fina tela -al parecer, de la India- colgando de su brazo”.  Otro día, don Luis le presentó al hijo del hombre de Cádiz, su tío Francisco Antonio Candioti reconocido como el príncipe de los gauchos, el primer gobernador santafesino. [7]

Con nuevas cartas de recomendación partió desde Santa Fe hasta las estancias entrerrianas del príncipe y de acuerdo al historiador Rosa, “también andaría don Juan en negocios de trueque cuando Artigas cruzaba el Paraná en 1815; después sus inquietudes comerciales lo llevaron al Perú por negocios mineros, donde volvió a encontrarse con San Martín en Guayaquil, mientras don Guillermo presenciaba la caída del Directorio en Buenos Aires…”

Destaca Rosa que “los hombres más representativos -San Martín, Artigas, Bolívar, Rivadavia, Pueyrredón-”, “se abrieron fácilmente ante estos jóvenes afables y simpáticos.  Sólo uno, Gaspar Rodríguez de Francia, les tomó desconfianza y expulsó del Paraguay”:  Juan “regresa a Inglaterra, residiendo en Liverpool hasta 1820, pero teniendo noticias de los triunfos de San Martín en Chile y de su campaña en el Perú, decide retornar a América con el propósito de instalar una casa de negocios en Chile.  Así lo hace y en pocos años enriquece, retornando a su patria en barco propio. Desde la comarca, un cronista destaca que en 1817 al ser expulsados del Paraguay, Juan regresó a Inglaterra -dice que vivió en Liverpool- y que enterado del triunfo de San Martín en Chile volvía para instalar allí una casa negocios que conforme esa opinión, le resultó ventajosa porque regresó con barco propio.  A pesar del enriquecimiento “con el tráfico comercial y con negociaciones no muy claras”, perdieron “su fortuna en 1826, en un negocio de colonias escocesas en Santa Catalina.  Juan se rehizo con un matrimonio ventajoso y ambos hermanos pudieron consagrarse a la literatura. Dicen que Juan ingresó en la Universidad de Cambridge en 1830 y se retiró a la isla de Wight donde comenzó a escribir cartas y memorias.  Se vengaron del paraguayo publicando el libro Francia’s reign of terror –Reino del terror de Francia- “que contribuyó mucho a la mala fama póstuma del Supremo paraguayo”, aunque ni una línea escribieron sobre sus servicios como agentes secretos, dato confirmado al difundirse los documentos secretos del Foreign Office, siendo el enlace su abuelo John Parish, residente en Bath.  Surge así que no ha sido “Juan Robertson – comerciante y aventurero inglés” sino Parish Robertson, John y William, como consigna José Luis Víttori en una bibliografía.

No ha sido por casualidad que el doctor Carlos A. Aldao, tras leer y releer aquel libro escrito por Parish Robertson, titulado Francia’s reign of terror y después de su viaje “a través del mundo”, en 1912 lograra editar esa oportuna traducción.

………………………………………………………………………………………………………………………

Algunas familias “Aldao”…

Los Aldao constituyeron distintas familias y han participado activamente en la política provincial y nacional.

Pedro de Aldao

Pedro de Aldao nació en Santa Fe, se graduó en la Universidad de Chuquisaca, fue un reconocido jurisconsulto y “uno de los que más influyeron en el reconocimiento de la Junta de Buenos Aires en 1810”.  Murió en 1823.  Era hermano de Rosa Aldao (n. en Buenos Aires en 1728), casada con el sevillano Félix Esquivel.  Uno de los hijos de este matrimonio, Francisco Esquivel y Aldao, viudo de Francisca Sierra, se casó en Mendoza en 1785 con Carmen Anzorena y “en el texto de la partida de matrimonio figura Francisco Esquibel y Aldao, pero al margen de la misma se lee solamente “Dn. Franco, Aldao”.  Siguiendo al mismo historiador, “en la partida de nacimiento de Félix Aldao, uno de sus hijos, figura solamente el apellido Aldao, desapareciendo el de Esquibel.  Por consiguiente los guerreros de la independencia de ese apellido debieran llamarse Esquibel y Anzorena” tal como lo anotó Carlos A. Aldao en su libro editado en 1928.  [8]

José Félix Aldao

El historiador Juan Pinto dejó algunas referencias al fraile José Félix Aldao: Nació en Niza el 2 de octubre de 1785, perteneciente a la Orden de Predicadores (1806, en Chile) fue capellán del ejército de los Andes y en el combate de Guardia Vieja fue observado como uno de los más grandes sableadores, de modo que hizo la campaña a Chile y era capitán cuando desembarcó en Pisco.

Terminada la segunda campaña del general Arenales, José Félix Aldao entró en Lima como teniente coronel y allí conoció a Manuela Zárate.  Lo sedujo y se estableció con ella en San Felipe de Aconcagua hasta que  acosado por el asma volvió a Mendoza.  Algunos historiadores han escrito sobre su carácter reconociéndolo “déspota y sanguinario” cuando derribaron al gobernador Salvador del Carril.

José Félix Aldao se incorporó a la expedición como comandante de la artillería e infantería a las órdenes de su hermano, siendo abatidos los sublevados en Las Leñas y el gobernador reasumió el 9 de septiembre de 1825.  Llegó a un acuerdo con Facundo Quiroga apoyando la invasión a Córdoba con su regimiento de “auxiliares de los Andes” que él había disciplinado.  Después de La Tablada, se retiró para curar una herida en el pecho.

Se produjo una sublevación contra Corvalán y sin sanarse, participó en el combate del Pilar, violando el armisticio y muere su hermano mientras él sigue sorprendiendo a sus enemigos hasta el exterminio.  En Oncativo fue segundo de Quiroga; cayó prisionero, cuando lo mismo le sucedió a José María Paz.  Llevado por Lamadrid, en la Ciudadela fue librado por el general Alvarado, pero debió pasar a Bolivia.  Vuelto a Mendoza, el gobernador Molina lo nombró comandante de campaña en esa provincia. Actuó contra el coronel Mariano Acha, lo derrotó en Angaco el 16 de agosto de 1841 y después luchó contra Brizuela con fuerzas desiguales porque seiscientos hombres que habían recorrido 80 leguas en cinco días, se enfrentaron a dos mil hombres también dispuestos a dejar su sangre sobre las piedras.  El 19 de marzo de 1842, José Félix Aldao asumió como gobernador.

En la expedición al desierto, había comandado la división de la derecha, cuyos epígonos eran Juan Manuel de Rosas y Juan Facundo Quiroga, con la colaboración del general Huidobro.  [9]

Tras continuas luchas con valientes caudillos opositores, tuvo que librar la más prolongada batalla con la cruel enfermedad que conmovió al Brigadier Juan Manuel Ortiz de Rozas -tal su apellido- y en consecuencia, ordenó en 1844 al Dr. Miguel Rivera que viajara hasta aquella ciudad para asistirlo en el tratamiento del cáncer que estaba aniquilando sus energías.  Varias veces fue operado de un tumor en la frente, para animarlo lo llevaban hacia un “lugar distante 3 leguas de Mendoza, al Norte, en el qual hay un lago de aguas minerales sulphurosas templadas”; mientras “los texidos vecinos del tumor se aumentaban, formando una eminencia circular en toda la circunferencia, por lo que se conoce claramente su reproducción”. Otro día de noviembre, lo llevaron hasta Luján “un pueblo pequeño que dista cinco leguas al Sud de Mendoza”, donde “el ayre es puro, mas fresco, mas libre, y tonico del sistema nervioso”.  Allí estuvo “regularmente alegre y distraído” aunque seguía soportando dos curaciones por día.  Falleció “tranquilamente en su cama y en su casa”, el 19 de enero de 1845 a las “6 y ¾ de la tarde”.  El general amortajado con el hábito de su Orden Dominica, fue colocada en el féretro y sobre él colocaron sus insignias militares.  Recién el 12 de abril se hicieron los funerales: “el nuevo gobernador electo, Don Pedro Pasqual Segura, sobrino político del finado General, hacía cabeza de duelo, en el que iban algunos de sus parientes” y estaban escoltados por “trescientos hombres de las tres armas… hicieron descargas de fusilería y artillería como corresponde a su clase.  La concurrencia de señoras ha sido muy poca, la de hombres apenas llenada las sillas destinadas a ellos”.

Expresó además Miguel Rivera en su diario que “concluido este acto pasé con Merceditas a casa del Sor Gobernador a hacerle nuestra visita de duelo y de despedida, terminando aquí la misión y los amistosos oficios encomendados por don Juan Manuel. [10]

Trágica historia la de José Félix Aldao, más conocido como el Fraile Aldao…

Francisco Aldao

Francisco Aldao, había nacido en Niza el 19 de marzo de 1787.

Participó en la campaña del Ejército de los Andes.

Murió el 22 de septiembre de 1829.

Camilo Aldao

Camilo Aldao, nacido en Santa Fe el 18 de julio de 1832, fue un hacendado que se dedicó a la política y se casó con una hija de Domingo Cullen, fusilado en Arroyo del Medio según se ha dicho, “por orden de Rosas”.

Asumió como gobernador provisional en 1868 mientras se realizaron las elecciones que significaron el triunfo de Mariano Cabal.  Era un caudillo y en consecuencias, soportó persecusiones y encarcelamiento por su oposición al gobernador Servando Bayo. Participó en la formación de colonias mediante el fraccionamiento de tierras, entre ellas Garibaldi, Jesús María, Bella Vista, Aldao, Bella Italia, Castellanos y Elisa.

1866 – Acerca de los cantones de Los Sunchales y Cayastacito

El 23 de agosto de 1866 la Sala de Representantes presidida por Carlos Aldao -siendo Sebastián Samper el secretario; sancionó la ley que el gobernador Oroño promulgó al día siguiente, autorizando al Poder Ejecutivo a “conceder terrenos en propiedad perpetua en los cantones de Los Sunchales y Cayastacito” –pertenecientes al departamento La Capital– a “los individuos, familias nacionales o extranjeras que pretendieran poblarlas”.

En el art. 2º se disponía el otorgamiento de “20 leguas cuadradas -cinco de frente por cuatro de fondo”.  El Poder Ejecutivo establecería “las condiciones de población y labranza” requeridas para obtener los respectivos “títulos de propiedad” de los nuevos colonos, de acuerdo al art. 4º de esa ley.

El gobernador Oroño estableció que los nuevos colonos -no los descendientes de las primeras familias pobladores de Los Sunchales- tendrían que construir una habitación -tipo rancho o de ladrillos-plantar frutales, labrar la tierra en el primer año de la posesión -con herramientas, arados, bueyes y semillas provistas por el gobierno provincial; instalar un pozo de balde y un corral de postes.  Los concesionarios que no cumplían perdían su derecho a posesión perpetua y tenían que volver a gestionar la concesión, pagando las mejoras existentes que eran lógicamente habían sido el resultado de su esfuerzo anterior.  Con un original criterio se argumentó que ese pago de mejoras sería destinado a la educación escolar, en una época en que pocos gobiernos se ocupaban de la instrucción pública.

Hay que tener en cuenta que antes de la mensura del agrónomo Livi que dejó el Fuerte en el medio de la traza, ya había mojones en Los Sunchales,-entre otros los pertenecientes al campo de Samuel y Mardoqueo Navarro cuyos límites se modificaron a pedido del gobernador Oroño, como lo reconoció luego el inspector de colonias don Guillermo Wilkens.  Otro dato interesante, es el referido a las mensuras: la primera encomendada por el ministro de Gobierno de Oroño -Juan del Campillo- referida a “los puntos de Los Sunchales, Quebracho Herrado y Cañada Romero (Cañada Aurelia)” indicándole una “área de cuatro leguas cuadradas, en cada uno de ellos”; la segunda dispuesta con intervención del ministro de Gobierno Emiliano García, indicándosele “20 leguas superficiales”.

El cambio de gobernador produjo modificaciones en ese proyecto como surge de la comunicación del ministro de Gobierno Emiliano García, el 8 de octubre de 1866, indicándole que el gobierno ha dispuesto que previas “instrucciones necesarias que reciba del Departamento Topográfico, y conforme a ellas”, proceda a “mensurar y amojonar en el campo de Los Sunchales.  Recién el 20 de noviembre de ese año, el Departamento le informa al agrimensor que deberá “mensurar y amojonar” en “una extensión correspondiente a 20 leguas de terreno”, tomando “por punto de arranque, en la suerte Nº 1 de las que mensuró para el Ferrocarril Central Argentino, mojón Nº 9 del cual como ángulo sudoeste de la área rumbo al este, medirá 24 mil varas pasando por los mojones del sur de las 4 leguas de Los Sunchales y rumbo al norte, treinta mil que deslindar y amojonar con sujeción a las instrucciones”.

1899: Carlos Aldao hacia Punta Arenas…

Una mirada en otra dirección detecta otros destellos.

En 1899, el inquieto Don Carlos Aldao cruzó la cordillera de los Andes, por “el soberbio valle de Aconcagua que fue otrora el camino de nuestra gloria, poblado de árboles y cultivos que contrastan con el aspecto árido y pedregoso de la vertiente argentina”.

Después se embarcó hacia “Punta Arenas”, en el extremo sur de América.

 

El doctor Carlos Aldao después de sucesivas miradas durante prolongados viajes a través del mundo, señaló:

“…en mi rápido pasaje por casi todas las naciones de Europa y Asia, por Egipto, y evocando las impresiones más viejas de hombres y cosas de esta América, he podido examinar, por decir así, las imperceptibles diferencias de raza que señalan la marcha del hombre en el mundo.

En las fronteras de las diferentes naciones debe suceder lo que en las junciones de ríos con aguas diferentemente coloreadas; es difícil, sino imposible encontrar el punto en que se confunden definitivamente”. /…/

“Todos los hombres somos productos de la misma vieja levadura; como las urracas de la llanura argentina y las del imperio del medio… /…/

La historia natural del hombre no se ha escrito todavía, y posiblemente siempre estará limitada por un arcano infranqueable.  La verdad preséntase como velada por una jerigonza incomprensible y apenas si los mitos y leyendas nos la dejan vagamente entrever sin que podamos jamás proferir el secreto de la esfinge”…   [11]

                        El silencio suele ser una contundente respuesta.

………………………………………………………………………………………………………………………

Acerca de Alberdi y la traducción de la Constitución estadounidense…

Sabido es que Carlos Aldao, “fue el primero en advertir que Alberdi había empleado la traducción de García de Sena. En realidad todas las traducciones que circulaban hasta 1852, al menos que conozca, eran copias del texto de García de Sena titulado La Independencia de Tierra Firme Justificada por Tomás Paine Treinta Años Ha (Filadelfia, 1811). Contiene el extracto de algunos escritos dc Payne, la Declaración de la Independencia, los Artículos de la Confederación, Constitución de los EE. UU. y algunas constituciones locales. Al año siguiente García de Sena publicó una Historia Concisa de los Estados Unidos (Filadelfia, 1812).

En Buenos Aires, en 1928, el doctor Carlos A. Aldao publicó su libro Errores de la Constitución Nacional, hasta la actualidad citado por historiadores e investigadores.

El historiador José María Rosa ha destacado que Carlos Aldao, en su notable libro sobre Errores en la Constitución… menciona “un folleto de treinta páginas, editado en Nueva York en 1848 con la Declaración de la Independencia y Constitución de los Estados Unidos, que es simplemente la reedición del apéndice de García de Sena, supliéndole el texto empleado por Alberdi para redactar su proyecto”.

Destaca que es suficiente cotejar la traducción de  Manuel García de Sena con el original americano y con el texto argentino, para caer en la cuenta que los defectos de traducción se incorporaron a nuestra carta fundamental como si se tratara de las ideas propias de los congresales de Filadelfia” y así fue como “se  establecieron instituciones y normas políticas supuestamente americanas, y cuyo real origen se encuentra en la carencia de conocimientos jurídicos e idiomáticos del traductor y adaptador.

El derecho político de Estados Unidos llegó a nosotros por la mala adaptación que hizo alguien que nos sabía inglés, de lo traducido por otro que apenas si lo sabía a medias.”

En torno al presidente Roca…

El diplomático Carlos A. Aldao dialogó con “un distinguido caballero chileno, el banquero Ross, quien en las agradables conversaciones de bordo emitió una idea atrevida y nueva para mí, y que la creía tanto más utópica cuanto que a la sazón estábamos en el período de tensión de relaciones y desconfianzas recíprocas.  Con frase viva y resuelta decía: ‘Si Ud. conoce al Presidente argentino, señor, dígale pues, que es insensato que estos países desiertos y que no tienen sobre qué caerse muertos, sueñen con rivalidades y guerras; que debían pensar en hacerse una sola nación, pues nada hay que las separe, ni lengua, ni religión, ni raza, ni costumbres.  No sé si alguna vez cambiarán el concepto que tiene de su nacionalidad todas las naciones de nuestra América, pero, acaso, dispertada la idea (sic) por esta conversación a bordo, he pensado a menudo que al movimiento de disgregación nacional que se produjo entre nosotros en 1820, se le puede atribuir proyecciones continentales, pues no tuvo más causa que el aislamiento por las distancias entre los pueblos.”

El mensaje estaba dirigido al presidente de los argentinos, general Julio Argentino Roca (1898-1904), ejerciendo la vicepresidencia Norberto Quirno Costa, periodista –hasta 1868- y luego secretario diplomático, convencional, diputado nacional, en 1892 ministro plenipotenciario en Chile, “en aquellos años de tirantez de relaciones”…

El General Roca y su simpatía por Gran Bretaña.

Es oportuno tener en cuenta que la primera presidencia del general Roca -tucumano, conductor del Partido Autonomista Nacional, PAN-, abarcó el período 1880-1886 y a partir del año siguiente comenzó su viaje hacia Europa.

En abril de 1887 fue agasajado en un banquete por la “casa Baring Brothers” que otorgaba empréstitos tras gestiones de gobiernos argentinos.

En aquella circunstancia el general Julio Argentino Roca dijo:

“He abrigado siempre gran simpatía hacia Inglaterra.

La República Argentina, que será algún día una gran nación, no olvidará jamás que el estado de progreso y de prosperidad en que se encuentra en estos momentos, se debe, en gran parte, al capital inglés que no tiene miedo a las distancias y ha influido allí en cantidades considerables, en forma de ferrocarriles, tranvías, colonias, explotaciones mineras y otras grandes empresas.”

Otras miradas…

En sentido contrario evaluó esos hechos el perseverante Scalabrini Ortiz al analizar la política británica en el Río de la Plata cuatro décadas después.

A principios del siglo XX, Carlos A. Aldao había destacado la importancia del ferrocarril, cuando estaba en construcción el internacional argentino chileno, y lamentó que no “se les haya ocurrido a la Argentina o al Uruguay tender un puente para unir los dos sistemas ferroviarios paralelos al mismo río que en partes no están separados por más de cinco kilómetros”.

Carlos A. Aldao soñaba con la extensión de rieles que permitieran “ir sin cambiar coche desde Magallanes a Caracas, acabando paulatinamente con los sentimientos mezquinos, basados en la ignorancia, que nos dividen”.

De Londres a Estados Unidos…

El doctor Carlos A. Aldao, navegaba en febrero desde Londres a Estados Unidos.

Estaba “en el salón biblioteca del magnífico trasatlántico y allí sacudido por el oleaje”, necesitó escribir:

“…vagaba mi pensamiento y corría la pluma para fijar los defectos de mi tierra que se destacaban con nuevo vigor ante civilizaciones superiores que me atraen y deslumbran.

Y así me decía que estamos muchos años atrás en cultura y civilización de donde nosotros creemos o debiéramos estar, que en casi cien años de vida nacional nada hemos producido que tienda a una civilización original.  Ni la guitarra gauchesca es nuestra sino importada, aparte de que si he visto muchos de estos instrumentos colgados en los ranchos, jamás he oído a ejecutantes que pasaran más allá de la tarea de templar.” /…/

“Es ciertamente lamentable que no vengan todos los argentinos o por lo menos todos aquellos que pueden tener influencia directa y eficaz sobre la nación, a recibir las lecciones objetivas que ofrece la civilización europea.  Así podrían formar a su regreso un núcleo de convencidos que mantuvieran atmósfera propicia a los altos ideales que ella sugiere y bogaran en la corriente con el fin de alcanzarlos.

Porque no hay ninguna duda de que todos aspiramos a que nuestro país sea una nación dirigente, poderosa, justa y creemos que nuestro clima y territorio son aptos para el desarrollo de una gran civilización.  Pensando por mi parte que los pueblos débiles no tienen derecho a existir y que por razones atávicas no hemos llegado a la altura de los Estados Unidos, valdría la pena examinar si no estamos perdiendo buena parte del trabajo útil y sufriendo un retardo en nuestra marcha.

¿Dónde está el desperdicio de fuerza?  Quizás nos pase lo que a las hormigas que no concluyen su nido por más que trabajen y se afanen, cuando una mano oculta les deshace hábilmente la base sin que se aperciban.  Quedaría pues por averiguar si nuestra base social es sólida y si ya se puede edificar sobre ella sin preocuparse de robustecer los cimientos de la democracia.

Tal como se ve el país desde lejanas latitudes, pecamos por querer trasplantar a nuestra tierra problemas sociales que nos son completamente extraños y redundan en perjuicio de su economía y progreso.  Así hemos establecido el servicio militar obligatorio… contrario a la democracia y factor no despreciable de emigración en las naciones que lo tienen y que los armamentos importan un drenaje continuo de dinero, puesto que no fabricamos ni un remache de nuestros barcos ni un gatillo de nuestros fusiles.  Para comprobar la facilidad con que nos enamoramos de palabras sonoras sin penetrar en su significado, citaré la prédica que asoma contra los latifundios… desconocidos entre nosotros pues fueron el acaparamiento de la propiedad pequeña por el gran propietario, fenómeno ajeno a países como el nuestro de parva gens, o sea, de poca gente.”  Reflexionó Aldao sobre la tendencia argentina a “dejar junto al camino cosas que creímos buenas y que lo son, como si fueran inservibles.  Esta aplicación de remedios exóticos, sin antes examinar la llaga en lo más hondo, me sugiere una comparación.  ¿Se cree acaso posible que leyendo un libro de cocina, echando las especies marcadas por la receta y sujetándose a todas las indicaciones… resulte un manjar exquisito?  Es necesario además, que el cocinero tenga aquel equilibrio, aquel tino, aquel don especial de vista o de no sé qué, para que el deseo de comer bien prospere.  No todos lo poseen y es distinto en cada uno, exactamente como el oído fino percibe que no hay dos personas que produzcan el mismo sonido tocando la misma tecla del mismo piano.”

………………………………………………………………………………………………………………………

Carlos Aldao – Sarmiento y la educación…

El doctor Carlos A. Aldao tras nombrar al sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento; reconoció su “profética visión del porvenir”.

Destacó que “la grande obra educacional no está en levantar grandes edificios, en dictar planes de estudios, en la propagación de la lectura y escritura. Estriba primordialmente, del punto de vista de las necesidades reales del país y de sus instituciones, en inculcar persistente y permanentemente a los niños las nociones de disciplina, de deber, de honor, de verdad, que forman el carácter de un ser útil para sí y para la comunidad en que vive”.

Carlos Aldao, legislador nacional.

Desde el 5 de mayo de 1902 hasta el 30 de abril de 1906, Carlos A. Aldao ocupó una banca en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional (período en que también fue diputado nacional Nicasio Oroño, entre otros).

1902: tierras públicas y educación agrícola

Sucesivos viajes por distintos países de diferentes continentes, hicieron posible que el diputado Carlos A. Aldao dispusiera de información y conocimientos suficientes como para proponer cambios en la política educativa argentina como consecuencia de “haber viajado a Estados Unidos y comprobar su pujanza”, trabajó “singularmente” en su “espíritu… la idea de que era necesario fundar entre nosotros escuelas agrícolas y mecánicas”, tales como las que existen en aquel país.

Expresó en el recinto de la Cámara de Diputados en la sesión del 28 de mayo de 1902: “Con el establecimiento de estos institutos de encontraría un factor eficiente, que, sin contrariar las tendencias de orden social, decididamente encaminadas en el sentido de la educación académica y de brillo, pudiera darnos más rápidamente lo que el país necesita: ciudadanos capaces de acercarse en la práctica al ideal de las instituciones democráticas”.

El diputado Aldao estaba convencido de que era imprescindible “establecer una lucha suave y benéfica que daría por resultado desviar la corriente existente hacia las profesiones liberales”.  Él interpretaba como una necesidad impostergable, “presentar a las nuevas generaciones la oportunidad de encaminar sus energías y actividades en el sentido de una educación verdaderamente práctica”.

Reconocía que su inquietud era producto de que observaba en su provincia, “la Santa Fe que había recibido una fuerte corriente de inmigración europea” para “radicarse en lo que antes eran vastas soledades; las experiencias de ocho años, con cosechas malas o deficientes”.

Carlos A. Aldao admitía que esa situación derivaba de “los fenómenos meteorológicos” que son “una causa, pero no única, y en todo el país, no sólo en Santa Fe, se resienten las cosechas de un error en que están basados los agricultores: que la tierra de América es inagotable”.  Recordó Aldao que en 1901 el gobierno de Santa Fe dictó un decreto “dividiendo su territorio en cincuenta distritos y estableciendo una prima de trescientos pesos en efectivo para el colono que, por haber preparado mejor la tierra, por haber seleccionado la semilla, por haber cuidado las sementeras, presentara mejor cosecha” y “quinientos pesos al que presentara mil kilogramos de fibras de lino, debidamente beneficiadas”.  Destacó que “no hubo uno solo que se presentara optando al premio”.

En aquella sesión del 28 de mayo de 1902 ingresó su proyecto de ley, propiciando la adjudicación de tierras a las provincias “en una proporción de 20.000 hectáreas por cada senador y diputado al Congreso -excluidas las que contengan minas-.

Con los dineros provenientes de las ventas de esas tierras, se constituiría “un fondo” cuyo “interés” se destinaría exclusivamente “por la provincia que se acoja a los beneficios”, a la “dotación, sostén y mantenimiento de una escuela por lo menos, cuyo principal fin sea, sin excluir otros estudios clásicos y científicos e incluyendo los ejercicios militares, enseñar aquellos ramos del saber que se relacionan con la agricultura y las artes mecánicas”.

Aclaró que su proyecto, “no es sino una traducción con pequeñas variantes de la ley de la materia que rige en los Estados Unidos de América”. Se apoyaba en “los cuarenta años de experiencia realizada en aquel país” y que Aldao corrobora con el aporte de datos estadísticos a partir de 1898, resultantes de la elaboración de un proyecto de ley que en 1857 presentó el diputado Morrill de Vermont, siendo rechazado, por lo que pasó al año siguiente y tuvo el veto del ‘presidente Buchanan”.

Insistió el diputado Carlos Aldao en el análisis de aquellas experiencias, señaló que en 1861 “y en medio de los horrores de la guerra civil, el presidente Lincoln puso su firma a esta donación de tierra, la más vasta que se ha hecho jamás en el mundo con objetos de educación, que revolucionó los métodos antiguos de instrucción americana y dio nacimiento a la instrucción industrial moderna.

El proyecto del doctor Carlos Aldao, “apoyado suficientemente pasó a la comisión de Agricultura” y los hechos han demostrado, que en aquel tiempo también “pasar a la comisión”, podía significar descansar en algún cajón o anaquel hasta que un nuevo impulso verbal en el recinto lograra que se estudiara la propuesta.  [12]

En la sesión del 18 de mayo de 1904 se reconsideró en la Cámara de Diputados un proyecto previendo la entrega de 30.000 hectáreas por cada senador -no veinte mil como en el proyecto original- por cada legislador en el Congreso, que había pasado a la comisión de agricultura en 1902 y que ante la demora en la elaboración del despacho de la comisión respectiva, había insistido el diputado Gouchón sin resultado positivo porque ya finalizaba el período de sesiones ordinarias.

En consecuencia, el diputado Aldao -autor del proyecto-, insistió sobre ese asunto durante la semana de Mayo de 1904 destacando que “el objeto principal de este proyecto “se refería no a la tierra pública sino a dar una base sólida y firme a la educación agrícola”, sobre cuya conveniencia “no creía necesario insistir”.  [13]

Insistió luego: “Lo he dicho y lo repito ahora: en este proyecto no hay nada absolutamente mío, es una copia exacta, una traducción fiel de la ley análoga, vigente en los Estados Unidos desde el año 1862 y que ha dado resultados tan sorprendentes, como son, por otra parte, todas las manifestaciones de la vida nacional en aquel país”.

De acuerdo con los datos que cita el doctor Aldao, “después de solucionadas felizmente nuestras cuestiones de límites, la superficie de tierra fiscal disponible de acuerdo con la ley de tierras públicas es de 86.300 hectáreas.  En esas condiciones, las escuelas agrícolas pasarían a las provincias, con fondos previstos por esa ley, con aportes del ministerio de Agricultura”.  El proyecto fue apoyado y pasó a la Comisión de Agricultura.

………………………………………………………………………………………………………………………

Concesión de tranvías a vapor o eléctrico

En la sesión del 20 de junio de 1902 -nótese que era día laborable en aquel tiempo-, se consideró el proyecto de ley otorgando a los señores E. F. Clérice y Cía, la concesión para construir y explotar un ferrocarril desde el puerto de la bahía San Blas hasta Carmen de Patagones (línea de tranvías a vapor o eléctrico).

Intervino el diputado Carlos A. Aldao, expresando que la exención de impuestos “para la instalación inicial” era de “demasiada estrictez cuando se ha concedido exenciones de derechos a otras líneas férreas hasta por el término de cuarenta años sin que tengamos que arrepentirnos de ello”, considerando que “los mismos concesionarios encontraban esta deficiencia en la ley”.  Inmediatamente el art. 8º fue aprobado “en la forma propuesta por la comisión” porque la observación de Carlos Aldao, no tuvo apoyo suficiente. [14]

Desamparo de los herederos de Dr. Urbano de Iriondo

En la sesión del 23 de junio de 1902, el diputado por Santa Fe Carlos F. Gómez fundamentó el proyecto de ley que acordaba a la señora Juana P. de Iriondo las dietas que le hubieran correspondido a su esposo Dr. Urbano de Iriondo -fallecido el 22 de junio de 1902-, por el mandato legal del 28 de abril de 1900 al 30 de abril de 1904. Se destacó en el recinto, que el exdiputado “cuando le sonreía la fortuna distribuyó con mano generosa, casi pródiga, los bienes que había heredado” y que “muere dejando en un relativo desamparo a su esposa y a sus pequeños hijos. [15]

El diputado Carlos Aldao en la sesión de la semana siguiente, el 30 de junio, solicitó que se informara “si la comisión ha despachado el proyecto de ley y hace moción para que se trate sobre tablas”, de modo que como era -y sigue siendo costumbre en las legislaturas-, los herederos del doctor Urbano de Iriondo percibieron las dietas que habrían correspondido al difunto[16]

Opiniones sobre la Justicia

En la sesión del 14 de julio de 1902, durante el tratamiento de un proyecto de ley sobre moratorias, el diputado Carlos A. Aldao exclamó:

“¡Lo malo no está en la moratoria, sino en los jueces!”   [17]

 

Durante la sesión del 12 de septiembre de 1902, estaba en tratamiento “la organización de la justicia ordinaria de la Capital” siendo miembro informante el diputado Manuel Argañaraz de Santiago del Estero.

Concluida la lectura del despacho de la comisión, el diputado santafesino Carlos Aldao expresó: “No estoy habilitado para dar mi voto consciente sobre este asunto, porque no he podido oír lo que ha expuesto el miembro informante.  Pero leyendo nada más que el primer artículo que se consigna en este proyecto, habría bastado para que dentro de las ideas que profeso me opusiera a su sanción, porque se trata de nombrar dos camaristas más; es decir, echar nuevo combustible a la hoguera de al burocracia que nos consume.  Hay jueces de lo civil y comercial que no tienen absolutamente nada que hacer y entonces si se quiere hacer cámaras de tres miembros, no habría porqué no suprimir los juzgados y poner los jueces en las cámaras.  No hay pleitos, nadie quiere pleitear porque le tienen miedo a la justicia.  Si un jornalero trabaja ocho horas al día, pregúntese a los jueces y a los camaristas cuántas horas trabajan al día.

La cámara en lo civil, con muy poco trabajo porque ha tenido hombres de buen voluntad, se está poniendo al día.  Éstas son las razones porque voy a votar en contra”.  Aclaró luego el diputado Aldao, que sus observaciones se refieren a la discusión “en general”, porque “es lo principal”, refutando así la intervención del diputado Juan Argerich de la Capital Federal. [18]

Juicio político a juez de instrucción.

Consta en el diario de sesiones de la Cámara de Diputados que el 14 de mayo de 1902, se constituyó la comisión de investigación judicial y el 17 de septiembre de 1902, fue considerado el despacho de esa comisión que había estudiado las denuncias registradas contra el juez de instrucción de la Capital Federal Dr. Servando Gallegos.

Después de la participación de varios legisladores, el diputado santafesino Carlos A. Aldao manifestó que “en el seno de la comisión” se ha tenido oportunidad de hablar con el “Dr. Spangemberg”, quien se manifestó “conforme en no seguir la acusación adelante con la reposición de la fianza.”  [19]

Construcción de edificio para Tribunales

En la sesión del 6 de junio de 1902 se trató el proyecto de ley autorizando la construcción del edificio para los Tribunales de la Capital -Talcahuano, Uruguay, Lavalle y Tucumán- y el diputado Carlos Aldao insistió en que el Gobierno, podría “aumentar la amortización cuando lo creyere conveniente”, evitándose así el pago de intereses.

1907: testimonios de Carlos Aldao…

En su libro A través del mundo, hay párrafos que merecen ser reiterados para que puedan ser leídos por quienes no tienen acceso a las bibliotecas.

Aquí, algunas advertencias que servirán para elaborar sucesivas claves:

 “Libertad no implica poder hacer lo que á uno le dé gana y sobre el lomo de un potro, sino que es el respeto propio y de los demás, para lo que se requiere cierto grado de educación y asiento incompatible con la vida nómade.

El arte es largo y la vida corta…  De ahí que entre nosotros la aplicación é interpretación de los preceptos constitucionales sean puramente casuísticas y adaptables á la circunstancias: donde hoy dice blanco, mañana dirá negro, según los vientos que soplen.

No es mi ánimo criticar a la sociedad política de mi país, lo que equivaldría á criticarme á mi mismo, sino estudiar y encontrar las causas que lo llevan en determinada senda.  Teóricamente creo que sería mejor la supresión de todo gobierno, ideal que se conseguiría tan solo con la existencia de un pueblo tan educado, de conocimiento tan equilibrado y exacto de sus necesidades, con hábitos y tendencias tan determinadas, que hicieran innecesaria toda intromisión extraña al individuo.  Cuanto más civilización, menos gobierno efectivo.”

Carlos A. Aldao

“A través del mundo”

Buenos Aires, M. Biedma e hijo, 1907, p. 115-116.

1924: acerca de la fundación de Rosario

Aún no han precisado en qué momento fue fundada la actual ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe.

Al conmemorarse el segundo centenario, el intendente Calixto Lassaga mediante un decreto del 11 de marzo de 1924, convocó a “eruditos” a los fines de que contribuyeran a la investigación acerca de ese origen y entre ellos, a Carlos A. Aldao, Antonio Cafferata, Francisco de Latzina… sin que se lograra el dato preciso sobre el momento fundacional.

Carlos Aldao, traductor.

Es evidente que durante sus viajes se interesó por consultar libros escritos en distintos idiomas que en algunos casos tradujo para que sirvieran a la educación permanente de quienes saben leer el idioma castellano.

Así se han destacado:

1879:   “La visión de Mirza” – Leyenda de Joseph Addison.

1896:   “Ensayos de Emerson”.  “Guía de vida” de Ralph Waldo Emerson.

1897:   “Del remo y training” de Ostwald.

1919:   “Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú”.

            “Buenos Aires y el interior” (… sobre las Invasiones Inglesas)

1920:   “Viaje de Bs. As. a Potosí y Arica (1825-26, Cap. Joseph Andrews).

            “Las pampas y los Andes” Notas de viaje Cap. Francisco Bond Head.

            “Narraciones del viaje por la Cordillera de los Andes” Robert Proctor

            “El Gral. San Martín en el Perú”. Del diario del Cap. Basil Hall.

            “La Argentina en la época de la Revolución” referido al gobierno.

            “Del dictador Francia” en el Paraguay; “Cartas sobre Paraguay”

            Incluye relato de los hermanos John y William Parish Robertson.

Carlos Aldao, escritor.

En distintas publicaciones se han mencionado algunos títulos de sus libros y es oportuno destacar su valioso legado:

 

1894:   “La cuestión de las Misiones ante el presidente de los EE.UU.”

                                                                           (editado en Nueva York)

1895:   “Las provincias ante la Corte Suprema.”

1907:   “A través del mundo” (Editorial Biedma e hijo; 4ª ed. 1912).

En una nota referida a Schiller, se destaca que: “…A comienzos del XX, Carlos A. Aldao titulaba en 1907 uno de sus libros de viaje “A través del mundo”, todo un programa de apertura al planeta y de darse a conocer en todos los continentes”.  [20]

1921:   “Temas constitucionales”.

1924:   “Vagando y divagando.  De Buenos Aires a Québec”.

1925:   “Los caudillos –Cuestiones históricas”.

1926:   “Blasones de Santa Fe en la Independencia nacional”  *

1928:   “Miranda y los orígenes de la Independencia Argentina”. **

            “Errores de la Constitución Nacional”.

1929:   “El poder legislativo”.

1930:   “Manual de Derecho Constitucional”.

1935:   “Rosas” -publicación póstuma-.

(* / ** El historiador José Rafael López Rosas ha anotado esos títulos con algunas variantes pero coinciden los años de edición.)

………………………………………………………………………………………………………………………

1840: Santa Fe de la Vera Cruz: ciudad tomada por Lavalle…

“La toma de Santa Fe fue dirigida por Iriarte por delegación de Lavalle. Resultó como era de suponerse, un saqueo sin medida.  La ciudad fue defendida por el general Eugenio Garzón con una pequeña tropa que debió rendirse.  Lavalle había dado la orden de fusilar a todos los jefes y oficiales enemigos, pero Garzón y los suyos se salvaron por ser orientales y temerse que su eliminación fuera mal vista por Rivera y perjudicase a las familias unitarias de Montevideo.

No había entre los orientales el mismo odio que entre los argentinos.  Rivera, con todos sus defectos, no era hombre de procedimientos fuertes.  Como su ambición era gobernar con el consentimiento de todos sus paisanos, el fusilamiento de uruguayos por Lavalle lo podría obligar a represalias.”

 

Aquí, la reiteración de lo expresado por Tomás de Iriarte, el jefe en la toma de Santa Fe de la Vera Cruz, en sus Memorias:  “Era tal la afluencia de soldados que robaban las casas, forzando las puertas, que las calles parecían inundadas; el número de ebrios era inmenso… teníamos que echarlos sable en mano para el campamento; salían por un lado, entraban por el otro; todo era confusión y algazara, las voces no se entendían. Tuve que dejar por imposible ordenar aquellos hombres enfurecidos por el reciente asalto y las bebidas espirituosas… ni matando podía contener a la soldadesca… algunos soldados borrachos habían entrado en el convento de la Merced donde se hallaban asiladas las familias y trataban de violar algunas jóvenes… A primer vista parecerá que estos desórdenes son fáciles de contener; pro es preciso considerar que casi son inevitables en un gran pueblo tomado a viva fuerza, y mucho menos cuando los agresores pertenecen a un ejército que había relajado los vínculos de la disciplina militar.  Esta licencia había sido diaria durante toda la marcha, pero en Santa Fe pudieron cebarse más a sus anchas, como que era un pueblo de más recursos que cuantos encontramos en nuestro tránsito… Es preciso hacer justicia a nuestros soldados: ellos eran susceptibles de organizarse, de subordinarse.  No se quiso”.

“En Santa Fe quedó el ejército libertador a la espera de las negociaciones que hacía el almirante francés Mackau, llegado en reemplazo de Baudín, con el ministro Arana en las balizas exteriores de la rada de Buenos Aires”…  [21]

A fines de ese siglo, el doctor Carlos A. Aldao aludió a aquella invasión de las tropas del general Juan Galo Lavalle:

“Tomó la ciudad en 1840, entrando por los fondos del convento de La Merced y saliendo a la plaza por la iglesia.  Luciano Leiva estaba al pie de un cañón a media cuadra de distancia, con la mecha encendida y listo para hacer volar la puerta del templo, pero se le impidió quizás por respeto religioso. Los invasores andaban sin peligro”… [22]

Personas y personajes…

En la narrativa de Carlos A. Aldao se percibe su continua mirada sobre el hombre, sobre los hombres -varones y mujeres-, que aportan signos característicos en distintas comunidades.

Entre sus amigos recordó a Crisóstomo Santa Cruz, a quien nombraban Quicho, conocido “pescador en el Tacho o el remanso del Tío Mola, cuando llegaba el repunte de los pejerreyes o el de los amarillos.  Era un lindo tipo de anciano, siempre de chiripá y poncho y descalzo, que se distinguía por su abundosa barba y cabellera blanca y sedosa, rematada la última por una trenza.  Es el único criollo que he conocido con el rezago colonial de la trenza española que trajeron a América los soldados de Cevallos, usada luego por los del Batallón de Patricios, de Belgrano”.

Contó Carlos Aldao que también anduvo por el sur, Pedro Paleta, “indio puro, falto de una pierna y ebrio consuetudinario, que daba los más lindos y cristalinos alaridos de guerra que yo haya nunca oído; y Dolores Calderón que se complací en aparecer como harpía, asustando a los chicos.”

Expresó luego: “Entre estos personajes callejeros, no puedo olvidar al Sargento Pedro Bustamante, alias ‘Bandurria’ a quien respetábamos… por haber sido tambor en el ejército de Belgrano.”

Santa Fe de la Vera Cruz: ciudad tomada por Lavalle…

“La toma de Santa Fe fue dirigida por Iriarte por delegación de Lavalle. Resultó como era de suponerse, un saqueo sin medida.  La ciudad fue defendida por el general Eugenio Garzón con una pequeña tropa que debió rendirse.  Lavalle había dado la orden de fusilar a todos los jefes y oficiales enemigos, pero Garzón y los suyos se salvaron por ser orientales y temerse que su eliminación fuera mal vista por Rivera y perjudicase a las familias unitarias de Montevideo.

No había entre los orientales el mismo odio que entre los argentinos.  Rivera, con todos sus defectos, no era hombre de procedimientos fuertes.  Como su ambición era gobernar con el consentimiento de todos sus paisanos, el fusilamiento de uruguayos por Lavalle lo podría obligar a represalias.”

Aquí, la reiteración de lo expresado por Tomás de Iriarte, el jefe en la toma de Santa Fe de la Vera Cruz, en sus Memorias:  “Era tal la afluencia de soldados que robaban las casas, forzando las puertas, que las calles parecían inundadas; el número de ebrios era inmenso… teníamos que echarlos sable en mano para el campamento; salían por un lado, entraban por el otro; todo era confusión y algazara, las voces no se entendían. Tuve que dejar por imposible ordenar aquellos hombres enfurecidos por el reciente asalto y las bebidas espirituosas… ni matando podía contener a la soldadesca… algunos soldados borrachos habían entrado en el convento de la Merced donde se hallaban asiladas las familias y trataban de violar algunas jóvenes… A primer vista parecerá que estos desórdenes son fáciles de contener; pro es preciso considerar que casi son inevitables en un gran pueblo tomado a viva fuerza, y mucho menos cuando los agresores pertenecen a un ejército que había relajado los vínculos de la disciplina militar.  Esta licencia había sido diaria durante toda la marcha, pero en Santa Fe pudieron cebarse más a sus anchas, como que era un pueblo de más recursos que cuantos encontramos en nuestro tránsito… Es preciso hacer justicia a nuestros soldados: ellos eran susceptibles de organizarse, de subordinarse.  No se quiso”.

“En Santa Fe quedó el ejército libertador a la espera de las negociaciones que hacía el almirante francés Mackau, llegado en reemplazo de Baudín, con el ministro Arana en las balizas exteriores de la rada de Buenos Aires”…  [23]

 

A fines de ese siglo, el doctor Carlos A. Aldao aludió a aquella invasión de las tropas del general Juan Galo Lavalle:

“Tomó la ciudad en 1840, entrando por los fondos del convento de La Merced y saliendo a la plaza por la iglesia.  Luciano Leiva estaba al pie de un cañón a media cuadra de distancia, con la mecha encendida y listo para hacer volar la puerta del templo, pero se le impidió quizás por respeto religioso. Los invasores andaban sin peligro”…

En torno a las “humoradas” de Domingo Faustino Sarmiento…

Han reiterado que “en la época en que Sarmiento presidía el Consejo Nacional de educación libraba verdaderas batallas con sus miembros, opositores a muchas de sus grandes ideas.” [24]

“Una tarde, Sarmiento concurrió a la exposición rural, donde ya lucía nuestra ganadería sus admirables productos.

Mientras visitaba la muestra se encontró con un amigo que le dijo:

-Me asombra verle por este sitio,  ¿no tiene lugar la reunión del Consejo que usted preside?

Es cierto, contestó Sarmiento, la tarde debía dedicarla a estar entre animales, y he preferido pasarla aquí, entre animales finos.”

………………………………………………………………………………………………………………………

Han destacado también que “al renunciar Sarmiento, al ministerio del interior, en la administración de Avellaneda, el doctor Héctor Álvarez, subsecretario, envió al doctor Carlos A. Aldao, que era escribiente a recabar de aquel la firma del despacho atrasado.

Sarmiento recibió en su escritorio al joven Aldao e inmediatamente se puso a la tarea, suscribiendo las resoluciones con la firma entera o con media firma, según se lo iba indicando el escribiente. En medio de la tarde, Sarmiento se detuvo para decir:

-Vea usted, joven: en esto consiste la ciencia de gobernar. Todo se reduce a saber cuando se ha de poner media firma y cuando firma entera.

 

Concluido el trabajo, cuando Aldao se disponía a retirarse, Sarmiento le preguntó por su nombre y al saberlo le dijo:

-Conozco a su padre, y a propósito: en  mi último viaje a Santa Fe le encargué que me mandara doscientos cardenales para soltarlos en el bosque de Palermo. Escríbale, pues, que le estoy esperando.

Ya en el patio volvió a detenerlo para otro encargo:

-Mire, joven: dígale a esos caballeritos del ministerio que me manden mis ocho días de salario (renunció el 8 de septiembre  del año 1879), que no son de despreciar porque no tengo con que comer.

………………………………………………………………………………………………………………………

Carlos Aldao: impresiones desde Estados Unidos…

El doctor Carlos A. Aldao participó en los actos organizados en “conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América” en la Chicago norteamericana; una exposición universal que constituyó “el gran atractivo de aquella época”.

El inquieto santafesino manifestó: “El entusiasmo, la admiración, que después tuve y conservo por los Estados Unidos, no nació de golpe sino paulatinamente, a medida que me fui connaturalizando con su modo de ser y se fue borrando la impresión que me produjo Londres de ser cabeza del pueblo más grande, más fuerte, más rico y más organizado de la tierra.”  Reconoció que llegó a esa exposición, “influenciado en algo por lo que a su respecto había oído en Europa, donde la describían grande en dimensiones pero desprovista de gusto y grosera como el pueblo que le daba vida.”

Relata su viaje en “trenes palacios, famosos ya en el mundo por su elegancia, lujo y comodidad, y durante las treinta y seis horas empleadas en recorrer las novecientas ochenta millas que median entre Nueva York y Chicago, no recuerdo haber mirado una sola vez por la ventanilla sin ver un paisaje encantador lleno de animación y actividad.”  En Chicago comprobó que se llegaba a la exposición “por un ferrocarril de alto nivel a lo largo de las calles.

Apenas abandoné el tren y traspuse los umbrales del edificio de administración rematado en elegante cúpula, ante aquel gran patio de honor que en tres lados presentaba colosales edificios de purísimas líneas arquitectónicas y se limitaba al fondo por soberbia columnata corintia que rayaba las aguas azules del lago Michigan, con la estatua de Colón a la entrada en actitud de tomar posesión del nuevo mundo, y allá en lo alto de la columnata el triunfo del descubridor sobre un carro romano tirado por fogosa cuadriga, ante los grupos esculturales que rodeaban el riente lago del centro y, en medio del recinto, presidiendo la estatua colosal de la República, sentí como un golpe de sangre en el corazón.” /…/ “Olvidé todos los prejuicios y todas las desconfianzas que me habían infiltrado los que hablan por espíritu de rivalidad o de envidia, sino de ignorancia, y me sentí cómodo en aquel país que si no puede ser representado con las líneas delicadas de Apolo puede serlo propiamente con los robustos y viriles contornos de Hércules que, en mi concepto, vale mucho más.”

Una vez más la metáfora en el largo camino hacia la libertad.

El inquieto santafesino reconoció la importancia de “lo que se veía primero al entrar en la exposición, el letrero en que se creía ver la expresión sintética del fundamento en que estriba el progreso y grandeza norteamericanos que, traducido, decía: ‘La tolerancia religiosa es la mejor conquista de los últimos cuatro siglos’.”  Esa tolerancia es la que re-liga, porque implica el rechazo a cualquier tipo de discriminación, tanto más absurda si se establece con relación al color, apenas una impresión que percibimos como reflejo de un cuerpo iluminado, captada por medio de la retina “en el sensorio común” –centro común- de todas las sensaciones.  Advirtió que “si la exposición era digna florescencia de la civilización norteamericana, la ciudad que la albergaba, original como ninguna, daba idea del pueblo que la había levantado.  Asentada en un frente de siete leguas sobre el lago Michigan, con fondo proporcionado y en las márgenes del río Chicago que le da nombre, está en el centro del país y dijérase que es el valle donde convergen las energías que se desprenden del culto Este y del wild west” -que por lo aprendido en la cultural inglesa- es reconocer la confluencia del culto Este y del salvaje, agreste, feroz, impetuoso, disparatado… Oeste. “…Las dimensiones de su perímetro la hacen la ciudad bigest in the world” -la ciudad más grande del mundo-, “como enfáticamente afirman sus habitantes, siguiendo en esto a todas las ciudades americanas que siempre contiene alguna cosa considerada como la más alta, la más pesada, la más ancha o la mejor del mundo.  Incendios colosales la han destruido varias veces, otras tantas ha resurgido de las cenizas con mayor empuje y parece estar dispuesta a repetir la experiencia, tal es el desparpajo y descuido con que se presenta. Alternando los edificios sólidos y suntuosos, hay modestas casas de madera, calles mal afirmadas, sucias, terrenos baldíos, aceras de tablones.  Aunque la edificación media es de cuatro pisos, parece chata porque de distancia en distancia se ierguen” –yerguen- “verdaderos monstruos de quince y veintidós pisos a los que se acostumbra la vista y en consecuencia disminúyese el tamaño aparente de las construcciones circundantes.  El centro o city… comprendido en un cuadrado de un kilómetro por lado, que ofrece, por su nutrida y original edificación, un aspecto único en el mundo.  Casi todas las casas son bloques enormes de ladrillo o piedra presididas por el Auditorium y el templo masónico, que se lanzan al cielo, el último con 101 metros de altura, veintidós pisos y elevadores…”

Tenían “capacidad para transportar diariamente 100.000 personas, con el aditamento de que se empleó tan solo un año para levantarlo.  Alrededor de estos centinelas se agrupan el movimiento y los negocios.  Bancos, bolsa, municipalidad, correo, tribunales, estaciones, grandes tiendas que en letras doradas especifican lo que venden y empiezan por joyería y sedas, siguen por restaurán y concluyen por útiles de cocina y carne, se encuentran en las calles centrales donde en aceras y calzadas se revuelve una multitud afanosa, tramways, carruajes y carros.  No se ve un solo sombrero de copa y no es raro encontrar gente bien vestida, paseándose en mangas de camisa, con el jaquet o saco colgado al brazo para soportar mejor el calor.  La escena que presenta el interior de la Bolsa es típica y como los norteamericanos lo comprenden han dotado al edificio de una galería alta con entrada independiente, desde la que cómodamente los extraños pueden gozar del espectáculo.  En un vasto salón cuadrangular ocupado en parte por no menos de doscientos aparatos Morse que trabajan a un tiempo cuyos manipuladores producen un ruido de colmena gigantesca, se encuentran en lo que queda libre del suelo, cuatro circuitos formados por gradas de madera en anfiteatro.  Trepados en ellas se ven gentes en mangas de camisa, sombrero en la nuca, con los puños doblados, conversando animadamente, otros pensativos, otros paseándose por la arena como gladiadores a la espera de sus émulos y todos poseídos… gritando, gesticulando producen tal barahúnda que, a su lado, es silencioso el aquelarre de la casa de loros en el jardín zoológico de Londres.  Para tener una vista de conjunto, debe subirse a la torre del Auditorium o mejor al techo del templo masónico.  Se descubre la ciudad en toda su extensión o más propiamente se entrevé, pues el horizonte está perpetuamente velado por el humo de usinas, que el sol ardiente del verano no logra disipar.  Del techo de cada casa se eleva una nube blanca de vapor despedido por miles de motores en marcha que hacen funcionar la luz eléctrica, los ascensores o las manufacturas e industrias. Fervet opus”.  Así parece ser: fervorosa obra, fabril actividad de hombres rudos y de perseverantes caballeros, que se dedicaban a “work, work, all business” es decir, vivían para ¡trabajar, trabajar, todo negocios! con un “tremendo poder de absorción” sobre “los extranjeros que con pisar su suelo parecen sentirse parte de la nacionalidad norteamericana, adoptan sus costumbres, sus instituciones y hasta el idioma. /…/

En un suelo donde se goza de libertad efectiva tan amplia y completa no se ven banderas extranjeras -si he de exceptuar algunas pocas italianas que vi en Nueva York- y, en cambio, en grandes edificios y en cabañas, en ciudades y campañas, se ve perpetuamente al tope del mástil la bandera estrellada que, lo mismo que los himnos y marchas nacionales, produce tempestades de aplausos donde quiera que aparece.  Esto es efecto, en mi opinión, de que los norteamericanos nativos o naturalizados, están contentos y orgullosos de formar una nación y una raza y cuando en los teatros o calles se excita la fibra patriótica, desborda el entusiasmo.

El 4 de julio, aniversario de la independencia, ardía la ciudad como en una fantasía morisca.  Los tiros, bombas y principalmente el estrépito de los cohetes de la India cuyos despojos materialmente tapizaban las calles, hacían difícil dormir en las dos noches y el día que duró la fiesta.

Involuntariamente comparaba este ruido y algazara, genuinamente populares, con el recuerdo de fiestas análogas puramente oficiales de mi tierra, donde a veces obtiene más aplausos la marcha de Garibaldi que nuestro himno y donde el extranjero no vive la vida nacional, no siente nuestras gloriosas tradiciones, ni tiene amor a la bandera del país que lo enriquece y lo redime.

Pero felizmente conforta el pensamiento de que, por ley histórica fatal e ineludible, toda la sangre nueva que afluye a nuestras playas, se ha de incorporar en sus descendientes a la vida nacional, de modo tan íntimo e indestructible que formen un solo cuerpo y una sola alma.  Y aparece claro a mi inteligencia, evocando el proceso de nuestro desenvolvimiento nacional, que la Argentina es lo mejor de América del Sud, si más no fuera por aquello de que en tierra de ciegos el tuerto es rey.  Admito que seamos menos de lo que nosotros creemos; pero, con todo, pasadas las dificultades del camino, si aprendemos a conocernos y a curar la ceguera parcial, llegaremos a donde debemos llegar.  Aspiramos a la luz y nos hemos de mantener en las posiciones conquistadas para conseguirla, pues en noventa casos sobre cien es mejor ser gato que ratón y fuéralo siempre si estas fueran las únicas especies de animales que poblaran el planeta.”

No podría imaginarme un diálogo de Aldao con Borges, porque quizás generaría una polémica debido a que Don Jorge Luis prefería lo europeo.  La imaginación sugiere algún debate entre don Carlos y el poderoso Bill, el poderoso hombre reconocido por puertas y ventanas debido a que Gates en inglés significa puertas y ha sido el creador de windows, el sistema de computación con ventanas que constituyó un umbral para acceder a internet, la red de redes de comunicaciones intercontinentales que funciona con claves y mediante pulsaciones sobre un mouse ¡un ratón!… aparatito liviano y de rápido desplazamiento, que se oculta en el hueco de una mano -aparentemente sumiso ante las pulsaciones humanas- y cuyo prolongado cable completa la alegoría insinuada.

En tal situación, en ese misterioso encuentro Don Carlos volvería a sus orígenes:  “Soy oriundo de una ciudad edificada en el campo y mi memoria alcanza los tiempos en que vista desde una altura presentaba el aspecto de un bosque formado por los árboles de las huertas donde, en las horas silenciosas de la siesta,  se oía el arrullo de las torcaces interrumpido a veces por el estampido de la escopeta de algún vecino que quería dar con ellas sustancia a su puchero.  Y cuando caía la tarde las brisas del Paraná pasaban cargadas con el perfume penetrante de los azahares de naranjos y limoneros mezclado con la suave fragancia de las diamelas.  Y ese fue el núcleo, la cuna de la provincia hace cuarenta años casi nómade, con los indios que llegaban hasta ocho leguas de su capital, que fue transformada con efusión de sangre nueva en el granero de la república.

La vieja ciudad colonial que dormía a la sombra de sus campanarios, perdió sus árboles, sus flores y todo su encanto de su vetusta sencillez, para convertirse en montón de casas áridas y alineadas, y seguir el movimiento civilizador que la rodeada, como carro mal cargado detenido a cada instante para recoger lo que con la rapidez de la marcha ha caído en el camino.[25]

Es interesante la descripción que concretó Aldao, a partir de su mirada sobre distintos lugares de esa exposición que costó “veinte y seis millones de dólares.  Allí estaban las reproducciones exactas y en tamaño natural del convento de Rábida, de las carabelas de Colón y de la galera de los vikins para representar a los pasados siglos y cuanto en la actualidad habían producido el arte, la ciencia o la industria humanos en las naciones de la tierra; pero sobre todo, la exposición daba idea exacta del desenvolvimiento, civilización y cultura alcanzados por el gigante de nuestro continente.”

Esto transcribo y recuerdo las inexplicables percepciones que me conmovieron, al recorrer en el puerto de Barcelona -en 1989-, el espacio de la carabela que el fuego destruyó tiempo después.  La distancia evidentemente pone en tensión los sentimientos y en tales circunstancias, la patria se reconoce en su dimensión profunda.

Comentó Aldao que en la Exposición Universal del Cuarto Centenario (1892), las manufacturas se exhibían en una construcción “que ocupaba una superficie de 32.000 metros cuadrados”. /…/ “Constituían el atractivo más original y los sitios por ellos ocupados eran los más concurridos, los esquimales de cara ancha acompañados de sus perros, en viviendas de cortezas de árboles y sus canoas de cuero…  Pero, en mi concepto -explica Don Carlos-, nada era más característico del genio norteamericano que los pabellones destinados respectivamente a la electricidad, a los medios de transporte y a las artes mecánicas.  Allí estaban los exponentes de esa gente atrevida y emprendedora para quienes no bastaban los sesenta y cuatro millones de población de aquel tiempo, sino que habían de multiplicar los brazos y centuplicar la producción por medio de las máquinas.”  Se renovaban los brotes del árbol transplantado desde África, el baobab que sorprende por su colosal tamaño, por sus blancas flores y por la acidez de sus frutos.  Recordó Aldao “la estatua de Franklyn en el atrio” del “palacio de la electricidad”, de “veinte mil metros cuadrados” y destacó “en lo relativo a motores y dínamos, la rapidez con que se iban perfeccionando como lo indicaban las patentes obtenidas, dos y tres en un año, por modificaciones útiles, precursoras de los adelantos que vinieron después y de los que nos falta ver en el porvenir.”  Esas observaciones del escritor viajero a principios del siglo XX, aportan datos significativos para interpretar la evolución en las décadas siguientes: “Se encontraban expuestos en orden retrospectivo desde la carreta tosca con ruedas macizas tirada por bueyes hasta el carruaje moderno más fino y elegante, desde la canoa trabajada con hacha en un tronco de árbol hasta los trasatlánticos con doscientos metros de eslora representados en primorosos modelos… ferrocarriles, en que los norteamericanos estaban a la cabeza del mundo…  “Las galerías de máquinas a vapor” -”edificio principal y anexos que cubrían 54.000 metros cuadrados”, con un “departamento contiguo en que estaban alineadas en un espacio de cien metros las gigantescas calderas que suministraban fuerza a toda la exposición”.  “La ciudad blanca, como se llamaba a la exposición, no tenía noche, tal era la profusión de luz con que la inundaban 8.000 lámparas de arco y 13.000 incandescentes así que bajaba el sol.”   Allí también, el agua:  “En la cabecera del patio de honor las fuentes luminosas proyectaban hacia arriba chorros irisados y por las aguas del lago se deslizaban vaporcitos atestados de pasajeros, lanchas eléctricas que sin ruido se deslizaban como cisnes…”  [26]

En otra dirección, Aldao evocó su recorrido hacia el sur con el propósito de detenerse en Miami y embarcar “allí para la Habana” y el nuevo rumbo debido a que “una bajante en las aguas impidió que entrara el vapor”.  Optó por continuar el viaje y observó “las grandes plantaciones de algodón y tabaco de los alrededores de Richmond en un suelo rojo como el de Asunción del Paraguay”, como el misionero suelo argentino.  “Acompañan al viajero en todo su trayecto… en Florida las tierras bajas y a veces pantanosas… me hacían recordar nuestro Chaco. /…/ Tomé mi billete para dar una vuelta por el río y conmigo miles de hombres, mujeres y niños, que, apiñados, reían, cantaban, bebían, comían, dominando ese alboroto la inspiración del artista, que durante todo el viaje no cesó un momento de regalarnos con sus valses y polcas ensordecedoras.

Y yo pensaba que si hubiera tomado fuego aquella yesca que nos transportaba, no se hubiese salvado ni un ratón! /…/ Entré en el estado de Texas, el país por excelencia de los grandes rodeos de vacas, de los cowboys que equivalen a nuestros gauchos jinetes. Prefieren el revólver al cuchillo y es fama que hacen bailar a los nuevos en el pago disparándoles balas a los pies.  Los ranchs, como llaman a las estancias, término derivado de la palabra rancho,” (sic) “se ofrecen a la vista constantemente y me ha parecido que la calidad de los campos no se aproxima siquiera a nuestras praderas naturales.  En las vastas llanuras va disminuyendo la vegetación a medida que se sube y avanza hacia el oeste y me detengo un día en El Paso en la frontera de México.  Es curiosa esta pequeña ciudad por poderse tomar en ella una lección objetiva sobre la relativa importancia de las civilizaciones que allí están en contacto…”  [27]

Este suspenso provoca otras evocaciones y la memoria retorna a un río que salía del Edén, donde estuvo un imaginativo vagabundo de colonias, navegante por los siete mares y los cuatro continentes, periodista en “El Paso” tejano, reconocido como el escritor James Vance Marshall.  Inmediatamente percibo que Aldao ha dejado otras señales a orillas del Río Grande del Norte: “pasando un puente que parecía inútil al menos en esa estación del año, pues el río no tendría diez metros de ancho, se entra en territorio mexicano y poco después en la ciudad, sucia, descuidada, con calles sin afirmados ni acercas, llenas de pozos y barrancos.  La edificación no es continua y es pobre de apariencia, techos de teja, rejas de hierro que dejan ver en el interior de las habitaciones lechos pobres y revueltos, la plaza llena de yuyos, en las calles perros, muchachos medio desnudos, gallinas, hombres descalzos recostados a las paredes y parados en un pie con el otro puesto sobre la rodilla opuesta.  Busqué alguna publicación y después de no pocas dificultades encontré un periodiquín fechado hacía ocho días que trataba el importante problema de la conservación de la pureza del idioma castellano!  /…/  En ninguna parte como en El Paso he podido convencerme de que la civilización requiere un larguísimo proceso celular de adaptación en generaciones sucesivas que no han podido tener las razas mestizas e indias que pueblan nuestra América y en ninguna parte he tenido más fe en mi patria argentina abierta a todas las razas civilizadas del mundo.  Tomando luego rumbo al norte por la línea del ferrocarril Atchison, Topeka y Santa Fe, fui a la ciudad de este último nombre, capital de Nuevo México, atraído por su nombre que es el de mi ciudad natal, de la que también es contemporánea pues fueron fundadas respectivamente en 1573 y 1605.  Veinte minutos me habrían bastado para ver la pequeña ciudad con su museo indio y sus casas de adobe…”

En este punto, imagino un encuentro con don Carlos -cerca de mis papeles-, mostrándole el sobrecito con una tarjeta de invitación remitida al empresario amigo Jacobo Chemes –Japo, gerente de la distinguida New Style, en la década del 80 y del 90-, cuando el empleado del correo estatal, impulsado por el nuevo estilo inglés, lo incluyó entre las cartas a norteamérica, y después del prolongado viaje, al mes siguiente volvió a su origen -a mi hogar-, asombrosamente sin mutilaciones, a pesar de ciertas denuncias que se difundían en ese tiempo, por violación de la correspondencia.

Retorna a aquel rumbo la imaginación y la mirada sigue la trayectoria de Carlos Aldao, quien siguió acumulando observaciones durante su viaje en tren hacia el “Gran Cañón del Colorado.  En el trayecto los campos áridos y tristes se asemejan a los de nuestra Patagonia norte, sin nada que quiebre la monotonía del paisaje fuera de las plantas de yuca o grandes cactus, que semejan candelabros gigantescos”… como en los argentinos paisajes riojanos y norteños.  Aldao continúa su relato desde “Pittsburg de Pensilvania, la ciudad ciclópea”, donde “en todas direcciones, llamas gigantescas de gas natural, chimeneas que vomitan fuego, hombres que pasan como sombras delante de las luces de los metales en fusión, diríase que es la reproducción viviente de esos grabados con que Doré ha ilustrado el Infierno de Dante”.  Comprobó la evolución de la industria norteamericana, porque mientras “en Essen se empleaban veinte hombres para mover un riel, en Pittsburg nadie lo tocaba.  Los crisoles enormes, con combustible de gas natural, en cinco minutos fundían el metal, lo vaciaban automáticamente en los moldes que una locomotora transportaba al sitio desde donde la pieza de acero calentada al rojo blanco empezaba a pasar por una serie de laminadores que la iban sucesivamente adelgazando, hasta que se alargaba y ondulaba como culebra de fuego, tomaba la forma definitiva del riel, un disco le cortaba las cabeceras, otra máquina lo agujereaba en las extremidades, y otra, todavía caliente, lo colocaba en el wagón que había de transportarlo.  Delante de cada laminador un hombre apoyado en una barra de hierro vigilaba la máquina para corregir solamente alguna inexactitud de movimiento.”  [28]

……………………………………………………………………………………………………………………..

28-10-1925: estatua del Gral. San Martín en Washington.

En el siglo veintiuno desde la red de redes, reiteran información de distintas épocas y así es posible saber que el 28 de octubre de 1925, desde el diario La Prensa de la capital federal argentina, informaron:

“Hoy será inaugurada en Washington la estatua del General San Martín. Con ese motivo, en Buenos Aires se efectuarán diversos actos con el propósito de honrar la memoria del Libertador y señalar el significado confraternal de la ceremonia que se llevará a cabo en la Capital de Estados Unidos”.

El mismo día, en el diario La Nación, destacaron:

“Desde hoy se alza en la Capital de Estados Unidos, la noble efigie de San Martín. Hablaron al pie de la estatua el presidente Coolidge y el embajador Pueyrredón”.

La agencia de noticias Associated Press había comunicado la noticia que reiteraban en distintas latitudes:

“Fue solemnemente inaugurado en Washington el monumento al General San Martín. En ese acto el embajador argentino doctor Pueyrredón pronunció un elocuente discurso. Coolidge en su discurso exalta la unidad de miras de los pueblos del continente”…

Al día siguiente, esa agencia informó:

“Pueyrredón habla del acto de Washington.

Ayer fue entregado al pueblo americano el monumento a San Martín. La ceremonia alcanzó imponentes proporciones. El presidente Coolidge pronunció un brillante discurso en el que elogió las virtudes del Libertador. El homenaje a Washington en esta Capital tuvo significativos contornos. La recepción del Club del Progreso”.

El mismo día, diarios de Buenos Aires aludían a ese acontecimiento:

“…Se gestiona que las escuelas argentinas rindan un homenaje que coincida con aquel acto”.  [29]

………………………………………………………………………………………………………………………

Esta aproximación biográfica revela cómo el doctor Carlos A. Aldao tras convivir con personas de distintos continentes y de interpretar el valor de sus culturas, trabajó con tesón por la confraternidad…

Casi como colofón, la reiteración de párrafos escritos en Viaje a través del mundo: [30]

“Excitada vivamente mi curiosidad por la similitud de tipos y construcciones que observé en China y el lejano oriente, comparándolos con los de mi propio país, había decidido emprender viaje á Europa por vía de Bolivia y Perú.  Creía encontrar en esos territorios que fueron asiento y núcleo de un imperio desaparecido, rasgos que revelaran su indudable origen asiática, con más intensidad aún que los trazados en las provincias argentinas á donde llegó la conquista y civilización incásicas.

Parecíame también que este era el digno remate de la serie mis viajes por el mundo que me había propuesto conocer. (sic)

Cumplido este programa, y para satisfacer mi manía ambulatoria, alimentaría después la esperanza que en un porvenir inmediato se descubran medios de traslación á los satélites ó planetas más vecinos, como la Luna ó Marte, y desde ahora me inscribo para el segundo viaje con muchísimo placer.

Antes de poner en ejecución mi proyecto me acerqué al camino de Bolivia, asomándome á la quebrada de Humahuaca, pero su aspecto de desolación y la perspectiva de ser caballero en una mula durante ocho días, atravesando los pedregales yermos que se extienden hasta encontrar el ferrocarril de Uyuni, me aconsejaron no tomar á pechos mis estudios comparativos, toda vez que no pudieran hacerse con relativa comodidad.  Intenté otro recurso, el de alcanzar por el lado de Chile, el ferrocarril de Antofagasta, pero no contaba con que la Cordillera aun no daba paso por Mendoza, á menos de caminar ocho ó diez horas entre nieve y cuesta arriba, que tampoco me seducía.

Me encontraba pues, en una situación parecida a la de Magallanes cuando se metió en nuestro río buscando el paso al Pacífico, y era obvio zanjar la cuestión como él, pasando por el estrecho.  Fui derechamente á la línea del Pacífico á tomar pasaje, y cuando pedí el plano del barco para elegir camarote contestaron que me lo señalarían abordo, de modo que corría el riesgo de ir á Montevideo, y encontrarme con que me dieran uno malo ó con compañía que no fuera de mi gusto, y tener que hacer el viaje como loro.  Desistí pues, y si hago mención a este incidente, es para dar un dato más de lo poco que se hace para fomentar las relaciones entre las repúblicas sudamericanas, que no reciben luz sino del sol europeo.  Baste agregar al respecto, que no se puede enviar libros por correo de la Argentina al Brasil!”

………………………………………………………………………………………………………………………

En el párrafo final de ese libro, el doctor Carlos A. Aldao escribió:  [31]

“Finalmente, creo que no es el sentimiento de amor patrio sino el análisis frío que he tratado de exponer en este libro, el que me hace afirmar la creencia en el brillante porvenir de mi país.  Clima tónico, suelo fértil, corriente inmigratoria francamente establecida y compuesta de razas fuertes, son factores eficientes para que se establezca y perdure la gran civilización austral. Exceptuando quizás los Estados Unidos de América, no existe actualmente en el mundo ninguna comunidad política que despliegue mayor energía, más espíritu de empresa y aspiración que la Nación Argentina.  El largo y lento proceso de gestación está concluido.  Nosotros asistimos á la aurora de un gran día y las leyes de la naturaleza y de la vida nos aseguran que nada ni nadie la detendrá en la consecución de su glorioso destino.”

………………………………………………………………………………………………………………………

Tales las conclusiones del doctor Carlos A. Aldao cuando se aproximaba la conmemoración del “Centenario” de los acontecimientos de Mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Aires; hechos luego informados a las distintas provinciaspidiendo que enviaran sus representantes para la integración de la Junta Grande

 

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Incluido en el CD Del vivir y vibrar.

Presentado el miércoles 10 de mayo de 2006 a las 19:30

en el Centro Comercial de Santa Fe, San Martín 2819

Santa Fe de la Vera Cruz (República Argentina).

 

[1] Orbea de Fontanini, Nidia A. G.  Entre dos fronteras. (Apuntes sobre historias de la Historia -al norte Sunchales, al sur Villa Constitución; inédito.)  Incluye información de: Vega, Julio César de la. Consultor de Historia Argentina. Buenos Aires, Delma, 1993, p. 320. / En las últimas tres décadas, España participó en guerras durante veinte años; en consecuencia dos tercios de ese período fueron soportados con enormes pérdidas materiales y espirituales.  “Desde 1779 a 1783 aliada con Francia en contra de Inglaterra; desde 1793 a 1796 aliada con Inglaterra en contra de Francia; desde 1796 a 1802 aliada con Francia en contra de Inglaterra; hubo dos años de sosiego; desde 1804 a 1808 nuevamente aliada a Francia contra Inglaterra y en 1808 comenzó su guerra de la independencia frente a la invasión napoleónica, en la que fue apoyada por Inglaterra hasta que, en 1813, quedó libre el territorio español”.

[2] Rosa, José María. Historia Argentina 1812-1826 Buenos Aires, Oriente, t. III, 1992, p. 46.

[3] Orbea de Fontanini, Nidia A. G.  Entre dos fronteras. (Apuntes sobre historias de la Historia -al norte Sunchales, al sur Villa Constitución; inédito.) Algunas referencias a descendientes de Candioti de Zeballos:  don Urbano de Yriondo -contrajo matrimonio con su hija Petrona-; uno de sus hijos, el Dr. Simón de Yriondo (nacido en Santa Fe el 28 de octubre de 1836, gobernador delegado desde el 8 de abril de 1868 al 7 de abril de 1871, fue  electo gobernador continuó en ese cargo hasta abril de 1874;  reelecto en el período 1874-1882) y su  nieto el Dr. Manuel María de Yriondo, nacido en el año 1873, también gobernadores en la Provincia Invencible desde el 10 de abril de 1837 al 10 de abril de 1841.

[4] Newton, Jorge El príncipe de los gauchos. Francisco Antonio Candioti, p. 21-22; 24.

[5] Los liberales que acompañaban a don Domingo Cullen (1854-1856), en su mayoría eran sus parientes: Aldao, Iturraspe, Leiva, Oroño… opositores a los federales cuyo líder fue el Dr. Simón de Iriondo desde 1867, grupo político integrado también por familiares: Cabal, Iriondo, Zavalla…

[6] Newton, Jorge El príncipe de los gauchos. Francisco Antonio Candioti, p. 24-30.

[7] Desde La comarca y el mundo en sucesivas publicaciones José Rafael López Rosas aporta diversa información que complementa la disponible en otras publicaciones sobre la  historia de los santafesinos.  Acerca de la sociedad política que logró gobernar durante décadas, en su estudio sobre grupos políticos de Santa Fe, Ana Cecchini de Dallo concretó un interesante aporte sobre este antecedente que con algunas limitaciones y a pesar de la democracia, perdura a fines del siglo XX en ámbitos donde se hace sentir el peso del poder más que el peso de la verdad.

[8] Aldao, Carlos.  Errores de la Constitución nacional. Buenos Aires, 1928, p. 140-141, nota. (Citado por Diego Abad de Santillán en su Diccionario de la Provincia de Santa Fe.

[9] Pinto, Juan. Diccionario de la República Argentina. Buenos Aires, Editorial Mundo Atlántico, 1949.

[10] Rivera, Miguel. Pasión y muerte del Fraile Aldao. Buenos Aires, Editorial Americana, colección Historia y tradición argentinas, 5 de agosto de 1958, Preámbulo, p. XII y XII.

[11] Aldao, Carlos A.  A través del mundo(1907) – Capítulo XVI – Las razas humanas, p. 228-229; 233.

[12] Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Diputados. Diario de sesiones 1902, 7ª sesión ordinaria, p. 103.

[13] Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Diputados, 1904, p.169.  En el proyecto original se indicaba: “20.000 hectáreas”, no treinta mil como en el de 1904.

[14] Ibídem, 1902, 15ª sesión ordinaria; p. 297.

[15] Ídem, 16ª sesión ordinaria, p. 307.

[16] Íd., 17ª sesión ordinaria, p. 324.

[17] íd., 18ª sesión ordinaria, p. 435p.

[18] Congreso Nacional. Cámara de Diputados. 1902, 24ª sesión ordinaria, p. 820.

[19] Ibídem, 1902, p.39; 25ª sesión ordinaria, p. 867.

[20] Dornheim, Nicolás J. doctor – “A propósito de una publicación reciente sobre Schiller”. Universidad Nacional de Cuyo, República Argentina.

[21] El historiador José María Rosa relata que “durante el ‘mes rojo’ Rosas no está en la ciudad. Ha delegado el mando y desde Santos Lugares o la Chacra de  Caseros, prepara el ejército y queda atento a las negociaciones con el nuevo jefe naval, almirante Mackau.  Dado el personalismo de su acción, no puede suponérselo ajeno a lo que ocurre en la ciudad.” / “A principios de junio el vicealmirante Baudin había recibido su nombramiento para la expedición a Buenos Aires. /…/ “…para imponerse a Buenos Aires.  Intimaría a que se diese a Francia el trato de la nación favorecida y se pagasen las indemnizaciones pedidas. En caso de negativa entraría en acción”… Tales algunos sucesos en el Río de la Plata… mientras barcos desde el Mediterráneo seguían llegando al Río de la Plata para continuar con “el comercio”…

[22] Estos párrafos son reiteración de Carlos Aldao, viajero santafesino y americano… Incluido en el CD Del vivir y vibrar presentado el miércoles 10 de mayo de 2006 a las 19:30 en el Centro Comercial de Santa Fe.

[23] El historiador Rosa relata que “durante el ‘mes rojo’ Rosas no está en la ciudad. Ha delegado el mando y desde Santos Lugares o la Chacra de  Caseros, prepara el ejército y queda atento a las negociaciones con el nuevo jefe naval, almirante Mackau.  Dado el personalismo de su acción, no puede suponérselo ajeno a lo que ocurre en la ciudad.” / “A principios de junio el vicealmirante Baudin había recibido su nombramiento para la expedición a Buenos Aires. /…/ “…para imponerse a Buenos Aires.  Intimaría a que se diese a Francia el trato de la nación favorecida y se pagasen las indemnizaciones pedidas. En caso de negativa entraría en acción”… Tales algunos sucesos en el Río de la Plata… mientras barcos desde el Mediterráneo seguían llegando al Río de la Plata para continuar con “el comercio”…

[24] Página web con información de la “Asociación de Amigos de la Casa natal de Sarmiento”.

[25] Ibídem,  p. 100-101.

[26] Ibídem, p. 53-66.

[27] Ídem, p. 151-153.

[28] íd., p. 155-163.

[29] Reiteración de parte de la bibliografía citada: CLUB DEL PROGRESO. El Club del Progreso a la Unión Panamericana, con motivo de la inauguración en Washington de la Estatua del Gral. San Martín, Buenos Aires, 28 de octubre de 1925. / CLUB DEL PROGRESO. Sesquicentenario, 1852-2002, Buenos Aires Ediciones Lumière, 2002. / GARCIA-GODOY, Christian. “San Martín: Estatuas, Bustos y Retratos en Estados Unidos”, Buenos Aires, Revista Militar, No. 771, julio-diciembre, 1963.

[30] Aldao, Carlos A. Viaje a través del mundo. Buenos Aires, M. Biedma e Hijo –Bolívar 535-, Capítulo XVIII – Italia – Austria – Rusia Meridional, p. 244-246.

[31] Ibídem. Capítulo XXII – “Argelia – Túnez – Venezuela –  Suecia – Noruega”, p. 405.

Top