Opiniones de algunos escritores.
Aproximación a su “Noticiero”.
Aproximación a Horacio Quiroga
Nació en la ciudad de La Plata (capital de la provincia de Buenos Aires, República Argentina), el 1º de septiembre de 1927.
Poeta, crítico y ensayista. Periodista destacado en diarios y en radiodifusión; varios trabajos fueron traducidos al francés, italiano, inglés y portugués. Invitado, recorrió varios países hispanoamericanos pronunciando conferencias y difundiendo obras de autores de diversas nacionalidades.
Obtuvo una beca del gobierno de Haití; fundó y dirigió varias revistas entre ellas Mundo Americano y Horizontes Haitianos. En 1955 fue designado Profesor Honorario del Instituto Humanista de París. En distintas oportunidades fue asesor de la Subsecretaría de Cultura dependiente del Ministerio de Educación de su provincia natal (1973-1975), y en la Dirección de Cultura de la Municipalidad de La Plata.
Desde 1976, dirigió el FEB -Fondo Editorial Bonaerense- en coordinación con la SADE -sociedad argentina de escritores- de la filial La Plata, provincia de Buenos Aires. Difundió doce libros entre 1977 y 1980.
Primeras obras difundidas…
A los veintidós años publicó sus primeros poemas y desde entonces, desarrolló una vasta labor de difusión y promoción literaria en Hispanoamérica y países de Europa. Hay que rememorar…
1949: Rastros en el mar. (Poemas)
1951: Canciones.
Vigencia del ángel (Traducido al inglés.)
Opiniones de algunos escritores…
Al aparecer sus primeros libros, expresaron sus opiniones favorables los escritores y poetas “Pedro Miguel Obligado, Arturo Capdevilla, Enrique Larreta, Leopoldo Marechal y Roberto Ledesma”.) [1]
Con respecto a Rastros en el mar, la poetisa chilena Gabriela Mistral -distinguida en 1945 con el Premio Nobel de Literatura-, escribió:
“Una voz joven, dos veces argentina, para una América joven”.
Recopilador y editor…
Sus notas y convocatorias para sucesivas ediciones, constituían la evidencia de su responsabilidad y acertado criterio de organización para vincular a escritores de distintas latitudes.
Hay que tener en cuenta las primeras recopilaciones que estructuró para las ediciones del FEB, Fondo Editorial Bonaerense:
- 1977: Antología Poética Bonaerense (90 autores)
- 1977: Panorama Poético Bonaerense I (35 autores); II (25 autores.)
- 1978: Antología Poética Hispanoamericana (200 autores castellanos.)
- Panorama Poético Hispanoamericano I y II (100 autores castellanos c/tomo)
- 1979: Antología de Cuentistas Argentinos (70 autores)
- Panorama de Cuentistas Argentinos I y II (30 y 25 autores respectivamente.)
- 1980: Un siglo de poesía argentina (180 autores)
- Panorama poético argentinos I y II ( 120 y 90 autores respectivamente.)
- 1981: Serie “1.800 poetas argentinos”
- Antología Poética Argentina (250 autores).
- Antología Poética I a VII (210; 230; 230; 210; 200; 210 autores).
- 1982: “Antología Poética Americana” (anunció Ligaluppi que esa “ambiciosa colección… abarcará el movimiento poético del nuevo mundo a través de una rigurosa selección de las más representativas figuras de la lírica continental, como así de los nuevos valores del género.
- 1983: La mujer en la poesía hispanoamericana.
Hay más…
- A partir de 1987, siendo El Editor Interamericano inició la serie “Autores Hispanoamericanos”:
- 1987: Invitación a la Poesía I y II (200 y 150 autores, respectivamente.)
- 1989: Son de sonetos I y II (190 y 120 autores).
- Poetas Hispanoamericanas contemporáneas I y II (150 y 120 autoras.)
- 1990: Patria Plural I y II (180 autores en cada tomo.)
- A fines de la década del ‘80, difundió las series Autores Argentinos y Autores americanos:
- 1988: La argentina del canto (160 autores).
- 1988: Americanto I, II y III. (230, 220 y 200 autores, respectivamente.)
Por distintos medios, trascendían otras ediciones de autores que optaban por la intervención de Ligaluppi cuando llegaba el momento de imprimir y distribuir. Entre ellos:
Macías, Marta Arenas del Ocaso (con ilustraciones del pintor Ludovico Pérez).
Echenique Posse, María Elisa Remanso (en un “Cuadernillo poético Hispanoamericano”, siendo anteriormente publicados trabajos de poetas argentinos, cubanos, chilenos, venezolanos y españoles.).
Algunas distinciones…
- Recibió varios premios nacionales.
- Accesit al premio Gobernador de la provincia de Buenos Aires.
- 1949: Juegos Florales (organizados por Yacimientos Petrolíferos Fiscales)
- 1952: Primer Premio Certamen promocional de la Subsecretaría de Cultura.
- 1954: Primer Premio Certamen del Jockey Club de la provincia de Buenos Aires.
- – Nominaciones honoríficas
- 1953: Círculo de Intelectuales y Artistas del Uruguay.
- 1955: Círculo de Periodistas de La Habana (Cuba)
- 1956: Sociedad de Escritores de Port-su-Prince.
- 1977: Círculo de Periodistas de Santiago de Chile.
Aproximación a su “Noticiero”…
Hay que destacar la intensa labor de Oscar Abel Ligaluppi como promotor cultural, acompañado por algunos colaboradores y con la adhesión de los escritores que alguna vez empezaron a dialogar personalmente, por teléfono o mediante cartas.
Memoria de Alfonsina Storni…
En 1983, en el “histórico Café Tortoni” fue presentada la antología La mujer en la poesía que incluía poemas de la maestra corondina Alfonsina Storni, luego residente en la capital federal de la Argentina.
Sus sonetos…
El 15 de abril de 1977 se terminó de imprimir en los talleres de Artes Gráficas “TIBA” de La Plata, la Antología Poética Bonaerense pertinente al “Fondo Editorial Bonaerense, organismo oficial de publicaciones de la Sociedad Argentina de Escritores (Filial La Plata), dedicada “A los que creyeron sin haber visto”. El Prefacio fue escrito por Atilio Milanta, presidente de aquella filial de la SADE, el 18 de febrero de 1977, “XXXIX aniversario de la muerte de Lugones”; comienza con una cita de San Juan, Evang.20,29: “¡Beati, qui non viderunt, et crediderunt!” y termina con la misma, traducida al castellano: “Dichosos los que creyeron sin haber visto”. En ese libro, hay una referencia biográfica y nueve sonetos de Ligaluppi.
Mi padre
Él supo amar con aire virgiliano
el corazón fragante de la encina,
la vertical azul de una colina
y el estallido verde del verano.
Él supo ser poeta y artesano
sin ambición y con pasión genuina;
y acuñó dulcemente la esterlina
de su ternura y la dejó en mi mano.
Le andaba por la voz cálida y grave,
un dorado violín. Tuvo la clave
para morir como vivió: sin ruido.
Huésped de una memoria que no cesa,
puro y callado, al fin, siempre regresa
desde la sola patria del olvido.
Soneto a mi madre
Si pudiera nombrar a lo absoluto
sin que tuviera que bajar la frente;
si pensara en la flor y en la simiente
cuando mi mano se aproxima al fruto;
Si no me fuera extraño el atributo
de perdonar definitivamente;
si a comprender llegara solamente
que al fin la fe no tiene sustituto;
Si descifrar la lágrima supiera;
si este vital impulso consiguiera
regir con singular sabiduría;
Si la humildad mi gesto no negara;
si mi antigua inocencia rescatara,
entonces, madre, yo te cantaría.
Soneto – A Dora
Nombro la intacta noche provinciana,
su insospechada flor y el estribillo
dorado y monocorde de este grillo
que en la paz de la casa nos hermana.
Nombro la gracia del amor cercana,
de un día más su transcurrir sencillo;
la rueca de tus manos y el ovillo
-redondo sueño- que tu afán devana.
Nombro el milagro que hizo a la simiente,
bajo el calor de familiar techumbre,
crecer en esperanza adolescente.
Y esta mínima luz del canto nombro.
Ella quizá mañana nos alumbre
cuando ya todo se haya vuelto escombro.
(Reiterado en 1990. Serie “El amor en la poesía argentina”;
Antología 1, p. 159.)
Soneto a Rafael
Gira a tu alrededor todo el paisaje:
la flor, el árbol, la llanura, el cielo;
en latitud celeste de arroyuelo
echa tu voz su venturoso anclaje.
Andas en ese simple aprendizaje
de la nube, del pájaro y del vuelo.
Nada más necesita tu desvelo
que vecindad de sol y de follaje.
Regresas con los últimos perfiles
de la tarde cabal que en sus rediles
aprisionó a la alondra de tu paso.
Y en la verde atalaya del aromo,
-centinela del aire- miras como
torna a partir el ángel del ocaso.
(Reiterado en 1981: Antología Poética 3, p. 156)
La vieja casa
A mis hermanos
Humilde y clara al bulevar se asoma
como una bella flor inadvertida,
con su balcón, su patio y la perdida
miel del estío que su vid desploma.
De ella conservo un legendario aroma,
de leve pena una celeste herida,
y una infantil historia compartida
junto al malvón, la estrella y la paloma.
Vuelve la imagen de la vieja casa
con la ternura de aquel rostro amado
y una entereza de mujer sin tasa.
Dejad, hermanos, que siquiera guarde
la visión que nos dio, desde el tejado,
de un paisaje de torres en la tarde. p. 208
Aproximación a Horacio Quiroga
Hay que buscar el sitio donde empieza
la memoria del tigre, los umbrales
de una selva de ardientes litorales,
el milagro del agua y su pureza.
Un cielo hay que buscar con la certeza
de que es el más azul y las letales
serpentinas de luz de las corales.
Hay que buscar a un hombre y su tristeza.
Un hombre, nada más; a un solitario
de lenta y sabia voz, a un temerario
del amor, de la muerte y la aventura.
Y te hallaré, por fin, altivo el gesto,
al borde, Horacio, de tu choza enhiesto
con tu fusil, tu barba y tu ternura.
(Reiterado en Patria Plural, p. 133 y 134. En la primera página de ese poemario, Ligaluppi necesitó reiterar:
Hay tantas alas en vuelo / que alzan a América al cielo”; versos del poeta ecuatoriano Jorge Carrera Andrade.)
Espera
A Atilio Milanta
No quise más en mi constante anhelo
que la ternura de un amor genuino,
que el pan ritual y el silencioso vino
y esa tristeza en la que hundirme suelo.
No quise más que mi porción de cielo,
que aquella soledad en que me obstino,
que este claro paisaje campesino
donde el milagro de la rosa velo.
Quise cumplir una misión suprema:
plantar el árbol y forjar el hijo
y resolver la clave del poema.
Alguien, quizá, disponga el inventario.
Me resta a mí a la luz de un crucifijo,
sólo esperar la muerte sin horario.
Muchacha antillana
A Jean F. Brierre
Fue de aquel río a su fragante orilla
donde encontré tu ingenuidad sonriente,
tu sexo en flor, tu piel adolescente,
tu total y desnuda maravilla.
La tarde ataba su última gavilla
de furtivas alondras y un naciente
crepúsculo caía lentamente
sobre el verde sin pausa de la Antilla.
Bandera del amor, cálida espuma,
hondo panal y solitaria barca,
viva memoria del ayer te exhuma.
Y sé que bajo heráldicas palmeras
-siempre se vuelve a tu ferial comarca-,
junto a aquel río, como ayer, me esperas.
Soneto
A Horacio Castillo.
Qué podría quedar si es que perdura
de mi vida en el tiempo una memoria;
tan leve fue su huella ejecutoria,
tan simple su ritual y su aventura.
Qué podría quedar de esta armadura
de cal y de esta carne transitoria;
de esta voz, de este nombre sin historia,
de esta sangre de exacta singladura.
Nada quede tal vez, nada subsista,
ni espíritu ni forma que resista
la rigurosa suerte que me ha ungido;
Mas cuando en lo infinito me disuelva,
con la sapiente rosa acaso vuelva
más allá de la muerte y del olvido.
Mutación.
Menester simplemente acaso fuera
penetrar hasta el centro del paisaje,
descubrir sus enigmas y el mensaje
de la espiga, del agua y la madera.
Fuera tal vez preciso que ocurriera:
cambiarle al alma su habitual ropaje
y armarse así, de pronto, de coraje,
y a la negada rosa se volviera.
Necesario quizá fuera tenderse
sobre la hierba joven; disponerse
a desandar los más antiguos rastros;
sentir crecer la noche densa y grave,
su milagro indagar y hallar la clave
en el silencio estricto de los astros.
Hay un lugar
Hay un lugar de familiar fragancia,
un hechizado bosque, una pradera
y un aire azul en donde su bandera
enarboló nuestra rural infancia.
Allí quedó su pura circunstancia,
su inagotable sed aventurera
y su tendido júbilo a la vera
de algún caudal de limpia resonancia.
Vuelvo al ámbito aquél, vuelvo a la historia
que compartir supimos y desato
de su imagen sin tiempo la memoria.
Y con el verde enigma de tus pechos,
bella y feliz, muchacha, te rescato
de la cárcel de luz de tus helechos.
(1981: Antología Poética 3, p.156-157.
1988: reiterado en Americanto
1990: reiterado en Antología 1…
Serie : El amor en la poesía argentina…)
Testimonio final
Si de mi vida fuera este poema
testimonio final, no sé qué cosa
nombrara si la espina o si la rosa
o ensaye simplemente un anatema.
Posible es que tornara hasta la extrema
latitud de mi infancia silenciosa,
que desande mi ancestro losa a losa
o del amor me ciña la diadema.
Quizá cantara al hijo fuerte y bello,
al árbol, a la tierra, a ese destello
de la remota estrella no violada.
Tal vez evoque a Dios -porque es el modo
de depurarse y de nombrarlo todo-,
o caso el corazón no diga nada.
Hombre con guitarra
A Amadeo Ángel
En tus hábiles manos pareciera
ser una dulce amante sometida.
Tú saber convocar a la dormida
magia que habita su ritual madera.
Ella está allí, bucólica y entera,
por la ternura de tu sangre asida,
con su voz vegetal que estremecida
toda heredad descifra y enumera.
Contigo ella recobra su linaje,
vuelve a su claro sur y su garganta
suelta una invicta alondra en el paisaje.
Y no sé, cuando vibra evocadora,
si es una fuente inmemorial que canta
o es un dorado corazón que llora.
(Dos sonetos incluidos en Americanto, p. 165 y 166.
Reitera el soneto “Hay un lugar” publicado en 1981 en Antología Poética 3, p.156-157.)
1999: “La ruta de un poeta”
En agosto de 1999, el profesor Brígido Redondo, Director de la Casa Maya de la Poesía de Campeche (México), envió una nota a Oscar Abel Ligaluppi, que es oportuno reiterar aquí:
“Recibí SEMILLAS Y FRUTOS con el sello grande y trascendental de EL EDITOR INTERAMERICANO, que no es otro sino tú mismo, tu tarea, tu esfuerzo.
Me he encontrado en sus páginas y entre los siete mexicanos incluidos con dos de Campeche: Sánchez Mayáns y Brígido Redondo. Es mucho lo que la poesía te debe y es más lo que los poetas te adeudamos. Carentes de riquezas, somos cantores muy limitados económicamente y sobrevivimos con nuestros ahorros, que le quitamos al pan diario para darlo al pan espiritual de la poesía.
Tu generosidad nos conmueve porque tu gesto solidario con nuestra canción conlleva la nobleza de tu espíritu y la solidaridad con el que vive en desventaja.
Del fruto a la semilla sólo hay un rapto de tiempo, y seguramente se han de multiplicar ante tus ojos ya que tu viña es fértil y esperanzadora.
El último hombre sobre la tierra tendrá que resguardarnos la noticia del canto y recordarle a Dios cómo fueron los hombres. Mientras, la poesía seguirá develando su verdad imperecedera e instando al poeta a saltar el foso donde, circuida de tinieblas yace la niña fábula secuestrada por el materialismo de un mundo en el que es un insulto nombrar a la belleza.
El poeta tiene que vencer al dragón, cruzar el puente levadizo y asaltar la muralla; buscar entre la construcción del laberinto y da con ella, volver a la superficie con la divisa azul de su existencia; después conducir pueblos y hacer el reparto justo de la música –aun entre los sordos- Y tú, querido amigo Ligalupppi, estás en esa ruta.” [2]
[1] Ligaluppi, Oscar Abel. Diccionario de Poetas argentinos. La Plata, Fondo Editorial Bonaerense, 1ª ed. marzo 1984, p. 107.
[2] Noticiero – Suplemento del boletín informativo de El editor Interamericano. La Plata, provincia de Buenos Aires, agosto de 1999.