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22 de noviembre: Día de la Flor Nacional (Ceibo)

22 de noviembre: Día de la Flor Nacional (Ceibo)

El ceibo en la tradición guaraní.

El ceibo.

Paisaje: “rostro querido de la Patria”.

Sabido es que al conmemorarse el centenario del movimiento de mayo de 1810 se generaron diversas iniciativas y entre ellas, una tendiente a establecer “la flor nacional” siendo convocados entonces los científicos Ángel Gallardo, Eduardo Holmberg, Juan Domínguez y Cristóbal Hucker a los fines del oportuno asesoramiento.

Fue entonces cuando propusieron que fuera la flor del mburucuyá, conocida generalmente como pasionaria porque en ella se han reconocido algunos simbolismos por semejanza con los clavos y la corona de espinas que soportó Jesús en el Calvario.

Como suele suceder entre los argentinos, ese proyecto no se concretó y en 1928 desde una revista de promoción tambera y ganadera impulsaron una encuesta. La blanca magnolia resultó ser la flor elegida por la mayoría, en un porcentaje notablemente menor la roja del ceibo… El Dr. Martín Jurado director del Museo de Historia Natural, destacó que el magnolio no era un árbol autóctono sino proveniente de Estados Unidos y desaprobó tal nominación. Dos años después, tras la votación de aproximadamente veinte mil personas informaron por distintos medios que habían elegido a la flor del ceibo.

Sabido es que hay ceibos en la región meridional de Brasil, en Paraguay y Bolivia, hacia el sur en Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, norte de Santiago del Estero llegando hasta la parte oriental de Tucumán, Salta y Jujuy.  Requiere humedad y no soporta heladas ni temperaturas frías.

Por su belleza, fue trasplantada a distintas latitudes, entre ellos Estados Unidos en Norteamérica; España, Italia y Francia.

 

Terminó aquella década de la Europa ensangrentada, sin decisión del gobierno argentino acerca de la flor nacional y en 1941, se integró una comisión con científicos de reconocida trayectoria a los fines de que propusieran cuál debía ser “la flor nacional”. En ese tiempo aludieron a las flores del jacarandá, del lapacho, del ceibo y una vez más a las de la enredadera conocida como “la pasionaria”.

Considerando que la mayoría propuso que fuera “la flor del ceibo”, el vicepresidente Ramón S. Castillo -siendo titular del Poder Ejecutivo tras la enfermedad del presidente Dr. Roberto M. Ortiz-, mediante un decreto finalmente la declaró como tal y se estableció la celebración anual, el día 22 de noviembre ya que desde octubre y hasta principios del otoño, están generalmente los ceibales luciendo sus rojas y aterciopeladas flores.   Informes de los botánicos indican que tienen inflorescencias en racimos multifloros; las flores son hermafroditas, carnosas, amariposadas; tienen cinco pétalos y el que más luce es “el estandarte”; curiosamente están invertidas en su posición y por ello dicen que son “resupinadas”. Miden aproximadamente cuatro o cinco centímetros de largo.

El nombre científico es Erytrina crista galli L.

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El ceibo en la tradición guaraní…

En una tribu guaraní vivía Anahí -la de dulce voz-, hija de un cacique.  Era muy alegre, entonaba canciones al atardecer hasta que fue sorprendida por una invasión de hombres blancos.  El Gran Cacique intentó defender su territorio y murió asesinado por un capitán español.  La angustiada joven decidió vengarse y así fue como una noche tormentosa, se acercó al campamento y mató al capitán, sin imaginarse que algunos soldados la estaban observando.  Enseguida la apresaron y después de deliberar, ordenaron a los más jóvenes que prepararan la hoguera.  Anahí permanecía silenciosa mientras rogaba a los dioses del bien que la protegieran.  Cuando terminaron de crepitar los leños ya estaban todos los soldados juntos, dispuestos a participar en la macabra ceremonia.  El mayor ordenó que arrojaran a la joven sobre las llamas y en minutos se iluminó más el lugar y después, se acumulaban las cenizas.  Terminada la horrenda ceremonia, los españoles se conmovieron cuando misteriosamente, a pocos metros empezó a crecer un vigoroso tronco.  Minutos después, las ramas se cubrieron de hojas y aparecieron unas aterciopeladas flores rojas.  Había crecido un ceibo (…seibo para algunos).

Esta historia de amor ha sido recordada por distintas generaciones y seguramente los primeros que la evocaron, no se habrán imaginado que los argentinos la elegirían como símbolo y  que el 22 de noviembre de cada año, se celebraría el día de la flor nacional.

 

De “Leyendas en el crepúsculo…” (Libro inédito)

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini

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El ceibo

Yo tengo mis recuerdos unidos a tus hojas,

yo te amo como se ama a la sombra del hogar,

risueño compañero del aura de mi vida,

ceibo esplendoroso del regio Paraná.

Las horas del estío pasadas a tu sombra,

pendiente de tus brazos mi hamaca guaraní,

eternas vibraciones dejaron en mi pecho,

tesoros de armonías que llevó el porvenir.

Y muchas veces, muchas, mi frente enardecida,

tostada por el rayo del sol meridional,

brumosa con la niebla de luz y pensamiento,

buscó bajo tu copa frescura y soledad.

Allí bajo las ramas nerviosas y apartadas,

teniendo por doseles tus flores de carmín,

también su hogar aéreo suspenden los boyeros,

columpio predilecto del céfiro feliz.

Se arrojan en tus brazos pidiéndoles apoyo,

mil suertes de lianas de múltiple color;

y abriendo venturoso tus flores carmesíes,

guirnaldas de las islas, coronan tu mansión.

Recuerdo aquellas ondas azules y risueñas,

que en torno repelían las glorias de tu sien,

y aquellas que el pampero, sonoras y tendidas,

lanzaba cual un manto de espumas a tus pies.

Evoco aquellas tardes doradas y tranquilas,

cargadas de perfumes, de cantos y de amor,

en que los vagos sueños que duermen en el alma,

despiertan en las notas de blanda vibración.

Entonces los rumores que duermen en tus hojas,

confunden con las olas su música fugaz,

y se oyen de las aves los vuelos y las voces

vagando entre las cintas del verde totoral.

¡Que nunca Dios me niegue tu sombra bienhechora,

ceibo de mis islas, señor del Pana!

¡Que pueda con mis versos dejar contigo el alma,

viviendo de tu vida, gozando de tu paz!

 

Rafael Obligado.

Poeta argentino 1851-1920.

En Las Fiestas de mi Colegio.

  1. Pablo Schneider, S.V.D.

Buenos Aires, Editorial Guadalupe,

1950, p.465-466.

 

Paisaje: “rostro querido de la Patria”…

Considero oportuno reiterar lo que expresé en un trabajo de investigación histórica aludiendo a Santa Fe, la vieja y a la sesión del 29 de agosto de 1947 en la Cámara de Sanadores del Congreso Nacional, cuando “se aprobó el proyecto presentado por los Sen. Armando G. Antille y Demetrio Figueiras -santafesinos-, autorizando la inversión de hasta trescientos mil pesos “en la construcción de un parque nacional en el pueblo de Cayastá, provincia de Santa Fe.  El Dr. Agustín Zapata Gollán había dirigido los trabajos de exploración del yacimiento arqueológico de la primitiva ciudad de Santa Fe fundada el domingo 15 de noviembre de 1573 por don Juan de Garay y los ‘ochenta mancebos’ que desde Asunción llegaron hasta el arroyo de Quiloaza.

El Sen. Alejandro Mathus Hoyos -mendocino y presidente de la Comisión de Agricultura, y de Presupuesto, Hacienda y Finanzas- destacó la importancia del proyecto y recordó que Ruskin en Inglaterra, había manifestado que ‘el paisaje es el rostro querido de la patria’ y propuso imaginar que en ese parque ‘habría algo más que la belleza de los ceibos empurpurados, en la Barranca de Cayastá; de los timbós, blancos; algo más que el laurel nectandra y que el sauce colorado del Paraná’ y al mismo tiempo, recomendó ‘resguardar el curupí, el canelón y el espinillo’; ‘arbustos característicos como la carpinchera, la acacia mansa, la rama negra, la sensitiva, el duraznillo y la rama amarilla’; ‘las enredaderas desconocidas y olvidadas en nuestro país’, ‘la zarza parrilla colorada; la pasionaria o mburucuyá -que Hicken auspició como flor nacional en oposición a la flor de ceibo-, y especialmente otra, de encendido rojo,  la picardía…’ Subrayado aquí

Insistió en la necesidad de que el parque fuera “una reserva fitogeográfica” y aludió a ‘la paja de las islas, de techar, que utilizó indiscutiblemente Garay, para cubrir su primera ranchería.  Vamos igualmente a defender las gramillas y los tréboles criollos de flores rojas porque los otros, son importados’.  Advirtió que “especies humildes como el trébol de cuatro hojas o como la ‘ciérrate comadre que viene gente” (mimosa strigillosa); la alberjilla azul -arvejilla- de las barrancas del Paraná, no pueden ni deben desaparecer. Pero hay algo más: los helechos, esos helechos afiligranados, el magnífico helecho del gran río el Adiantopsis chlophylla que haría el encanto de las más exigentes de las coleccionistas belgas o londinenses’. Reconoció que ‘el río sagrado  enmarcará con sus islas tranquilas, arenosas, la reserva del Parque Nacional’ y acercándose a esas ‘aguas densas’ con tradición guaraní, sugirió contemplar la Nymphaea Giberti, el único nenúfar indígena, de la Victoria Cruziana, el irupé, o si no, cerca de los camalotes y del repollito de agua que también encontramos en el Delta, detenido a veces por el Paspalum repens pasto flotante que gustan las haciendas, que son sorprendidas y atacadas por las sanguinarias pirañas”

Mencionó a ‘eruditos investigadores como el Dr. Cervera y de los sucesores de José Luis Cantilo, que fue también biógrafo de Garay’.”   [1]

 

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

 

[1] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. El tiempo de Perón 1946-1952 (Inédito, 6 tomos.) Cita: Argentina. Congreso Nacional. Cámara de Diputados, 1946, t. IX, p. 635-642; 754-762.

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