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12-04-1993 – Muerte de Isaac Rojas, nacido en 1906.

Vaivenes en su trayectoria.

Presencia del presidente Dr. Carlos Saúl Menem.

“Un testimonio personal”.

Desde “la Palabra”.

 

Desde la capital federal de la República Argentina, distintos medios informaron que el 12 de abril de 1993 a las 3:20 y a los 86 años, Isaac Rojas murió al producirse un “paro cardiorrespiratorio, no traumático”

Había nacido en 1906 y tenía cincuenta años cuando ejerció su máximo poder con evidente desprecio hacia los peronachos

Isaac Rojas fue uno de los personajes más empecinados del antiperonismo ya a mediados de la década del ’40 cuando se vislumbraba el protagonismo del Coronel Juan Domingo Perón en el seno del ejército argentino.  Algunos cronistas lo han calificado como “marino intransigente”, otros han preferido no pronunciar sus valoraciones.  Sabido es que fue el promotor del bombardeo del 16 de mayo de 1955, sobre la Casa de Gobierno y los espacios adyacentes y que por tal decisión murieron y fueron heridas personas que transitaban por las calles por razones laborales o en trámites personales.

Amenazó con incendiar todas las destilerías de la costa atlántica bonaerense,  si el General  Perón -el Presidente electo por una amplia mayoría de los ciudadanos, no entregaba el gobierno cuando comenzó el movimiento cívico-militar del 16 de septiembre de 1955 y siendo el inspirador de la autodenominada revolución libertadora al mismo tiempo era demostraba ser un subversivo porque teniendo que cumplir la misión de estar armado en defensa del orden interno, no sólo lo alteraban sino que subvertían lo expresado en la Constitución Nacional.

Absurda resultó la consigna «Ni vencedores, ni vencidos» anunciada por el Gral. Eduardo Lonardi -no se sabe todavía si rememorando lo expresado en el siglo anterior por Artigas-, porque Rojas y Lonardi ya el 5 de marzo de 1956 hicieron saber al pueblo argentino quiénes eran los vencidos, difundiendo el absurdo decreto Nº 4.161 que generó miedo y por ello se sucedieron las quemas de objetos y libros que tuvieran alguna palabra de las tantas prohibidas en aquel ocaso de un verano trágico por el odio que siguió alentándose entre los argentinos. Tres meses después, tras ser declarada la vigencia de la ley marcial, Isaac Rojas con sus aliados respaldaron los asesinatos del 9 y 12 de junio de 1956 cuando se intentaba frenar las arbitrariedades de los autodenominados libertadores, quienes con insólitos decretos, habían derogado la Constitución y organizaron el aniquilamiento del Movimiento Nacional Justicialista, incapaces de imaginar su trascendencia.

En 1956 hubo un genocidio cultural: se destruyeron símbolos, bibliotecas, todos los bienes pertenecientes al pueblo que provenían de la Fundación “Eva Perón”; se prohibió el uso de determinadas palabras: comunidad organizada, justicia social, peronismo, justicialismo… Se negó la historia y como se ha repetido tantas veces, quienes niegan la historia no piensan en el porvenir.

Vaivenes en su trayectoria…

En el transcurso de su vida, se han observado distintos vaivenes y algunas paradojas porque en su vejez defendió los límites territoriales durante los conflictos con Chile y se alarmó por la poda irracional de algunos árboles.

Durante la Gesta de las Malvinas Argentinas, los ingleses hundieron el crucero “General Belgrano”, nave que comandó el Almirante, donde se firmó el acta de septiembre de 1956 para legalizar la toma del gobierno detentada por los libertadores. 

En esas aguas australes desaparecieron los jóvenes héroes que defendían la soberanía territorial argentina…

 Mientras tanto, seguía pulsando en la mente del inflexible marino, la idea de ser cremado -ya que el fuego suele ser martirio o expiación- y el deseo de que sus cenizas fueran arrojadas en el lugar donde fuera hundida la nave de sus victorias personales.

Junto a su cadáver estuvo el expresidente de facto del Proceso Jorge Rafael Videla, a quien el marino había combatido no por las torturas y los desaparecidos, sino porque analizó la posibilidad del retorno del Justicialismo.  

Presencia del presidente Dr. Carlos Saúl Menem

Ese lunes estuvo en velatorio instalado en el Edificio «Libertad» -sede del Estado Mayor Conjunto-, como un gesto más tendiente al logro de la reconciliación nacional, el presidente Dr. Carlos Saúl Menem –Justicialista, ex gobernador de La Rioja, detenido después del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976; preso en un buque de la Armada y luego confinado en Las Lomitas (Formosa).

En distintas oportunidades Menem -en ejercicio desde el 9 de julio de 1989, al abandonar el gobierno el Dr. Raúl Alfonsín (UCR), reelecto en 1995-, había sido reconocido por Rojas por impulsar la unidad nacional e integrar en su gabinete a destacados dirigentes, entre ellos los de la UceDe -Unión del Centro Democrático…

Menem y Rojas habían mantenido una entrevista, criticada por algunos e interpretada en su verdadero significado por quienes comprenden que existe la Justicia desde lo Alto, para evaluar las conductas humanas.  Relataron luego que el marino había solicitado el indulto a los ex-comandantes del Proceso. También trascendió que por solicitud del presidente Menem, el veterano Rojas coordinó los estudios argentinos sobre geopolítica y estrategias económicas, imprescindibles para decidir sobre la represa de Corpus proyectada entre Argentina, Brasil y Paraguay.

“Un testimonio personal”.

En 1999, último año de su mandato, el presidente Menem publicó e libro Universo de mi tiempo y en el capítulo titulado Delicias de la proscripción, escribió:

“La revolución de octubre de 1955, todavía llamada  ‘libertadora’ por radicales, socialistas, desarrollistas, comunistas y liberales, causó en la sociedad argentina una quiebra violenta en toda su estructura.  El país se dividió visceralmente y nació un Estado ilegítimo sostenido por las Fuerzas Armadas.

Muchos partidos políticos, liderados por la Unión Cívica Radical cavilante, integraron un conglomerado amorfo  Sostenidos por las armas, participaron en la destitución del general Perón y formaron gobiernos sucesivos desde 1955 hasta 1972, alternando golpes militares con salidas electorales de las que sólo podían participar sus integrantes: se votaban entre ellos y a sí mismos y, está claro, ganaban. Era la única manera.

Hicieron todo lo que habían reprochado, con justicia o sin ella: prohibieron al Partido Justicialista, sus emblemas, sus símbolos, sus insignias, expulsaron a su líder, encarcelaron, persiguieron o fusilaron a sus dirigentes, y proscribieron, como dije, su participación electoral.  /…/  En toda esa extraña conducta política había un sentido abarcador y común, que dominó la escena institucional argentina desde 1955: la intolerancia y la falta de sentido de reconciliación.

Yo me propuse licuar para siempre esa enorme brecha histórica que enemistó a los argentinos.

Lo hice de un modo tal vez simbólico para mí, pero la Historia también se construye con símbolos.

Uno de los líderes más indiscutidos de la revolución contra Perón fue el ya fallecido almirante Isaac Francisco Rojas, también referente indiscutido del antiperonismo organizado.

Rojas fue el único de los más conspicuos antiperonistas que hizo pública su simpatía por mi gobierno y por mi persona, siendo yo Presidente de la República.  Me solicitó una entrevista y no dudé ni un minuto en concedérsela.  El almirante me saludó efusivamente y me felicitó por mi gobierno.

Ambos sabíamos que estábamos triturando la intolerancia y restañando una herida muy antigua.  Luego volvimos a encontrarnos para hablar del porvenir: le preocupaba la cuenca del río Bermejo y del Paraná, las obras de Yacyretá, el destino de Malvinas.

Nos vimos cuatro veces.  En la Fragata Sarmiento me contó historias de su vida de soldado que, a juicio de otros oyentes más conocedores que yo de su carácter, no había contado jamás por el sentido personal de su crónica.  Finalmente lo visité en el Hospital Naval cuando enfermó.

Rojas era un militar que quiso reparar los errores cometidos.

No puedo decir lo mismo de todo el mundo.”  [1]

 Desde “la Palabra”…

“El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho”.  Lucas, 16, 10.

“En las cosas menores es donde se manifiesta el amor; las cosas pequeñas son las que se ofrecen a diario y en las que debes vivir tu amor al Señor”.  [2]

Así termina una página alusiva a “Setiembre 28” y a partir del segundo párrafo, es posible leer:

“Es bueno fijarse una meta en lontananza, hasta donde nos dirijamos; pero no es bueno que nos despreocupemos de lo que sucede a nuestro alrededor.

Es bueno querer mejorar a todos; pero es mejor comenzar por mejorarse a sí mismo. /…/ Es bueno pronunciar discursos o arengas ante multitudes; pero quizá debamos comenzar a hablar fugaces minutos con el cartero, o el lechero, o con el lustrabotas que da brillo a nuestros zapatos”.

(A principios del tercer milenio, tales trabajos parecen ser “oficios legendarios”…

Siento un impulso interior y necesito expresar que:

Es bueno querer animarse a hablar aún con los enemigos…

                     Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.)

 

[1] Menem, Carlos Saúl. Universos de mi tiempo – Un testimonio Personal. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1999, p.72-73.

[2] Milagro, Alfonso. Los cinco minutos de Dios. Meditaciones para cada día del año. Buenos Aires, Editorial Claretiana, 13ª ed., 1981, p. 300.

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