Estás aquí
Inicio > Literatura > 02 de abril: Día Internacional del Libro Infantil.

02 de abril: Día Internacional del Libro Infantil.

2001: Mensaje a los niños del mundo.

En el año 2003.

 

Desde 1967 se celebra el Día del Libro Infantil de acuerdo a lo establecido por el IBBY (International Board on Books fou Young People) al conmemorarse el nacimiento del escritor danés Hans Chistian Andersen –Juan Cristian, Odense, 1805-; hijo de un zapatero que le enseñó ese oficio para que trabajara durante su adolescencia.  Luego, protegido por el poeta Chlenschlanger, se trasladó a Copenhague y allí empezó a escribir los Cuentos –Veventy– que se publicaron a partir de 1835.  Algunos se siguen publicando y entre ellos se destacan El patito feo, La pequeña vendedora de fósforos, Pulgarcito y el patito feo, La sirenita…  Andersen falleció en 1875 y desde 1967, aquella organización propone anualmente a un país miembro que diseñen el cartel para difusión en distintos continentes y que elaboren un mensaje destinado a todos los niños del mundo.

2001 – Mensaje a los niños del mundo: “Todo está en los libros”.

Al comenzar el siglo XXI, le correspondió a la “sección hungaresa” y presentaron el cartel ilustrado por Krisztina Rényi, Gyózo Sárkány y el mensaje de la escritora Éva Janikovszky:

«Todo está en los libros.

«En mi casa todo el mundo leía. Mi madre, mi padre, mis abuelos. Al observar sus rostros inclinados sobre algún libro, al ver que a veces sonreían, que otras se ponían serios, y que a veces daban la vuelta a la página con una tensa atención, me preguntaba ¿por dónde andarán?. No me oyen, si les hablo, y cuando por fin me prestan atención, parece recién salidos de algún lugar lejano. ¿Por qué no me llevan con ellos? ¿Qué hay en los libros? ¿Cuál es el secreto que no me quieren contar?.»

Año 2003: evocación de “el Quijote y Sancho Panza”…

Con motivo del Día del Libro Infantil, el 2 de abril de 2003 correspondió elaborar el cartel y el mensaje a artistas de Brasil.

La escritora Ana María Machado, nacida en Río de Janeiro en 1941, hizo posible la aproximación a… “Una red de casas encantadas”.

“Yo era chica, pero no recuerdo exactamente qué edad tenía…

Sólo sé que era lo suficientemente alta como para estar de pie frente al escritorio de mi padre, apoyar los brazos encima y colocar el mentón sobre las manos. Frente a mis ojos, bien grande, había una estatuilla de bronce: un caballero muy delgado con una lanza en la mano y montado en un caballo esquelético, seguido por un burrito que cargaba a un hombrecito gordinflón con el brazo extendido y dando vivas con el sombrero.

En respuesta a mi pregunta, mi padre me los presentó:

– Don Quijote y Sancho Panza.

Quise saber quiénes eran y dónde vivían. Me enteré que eran españoles y que durante siglos habían vivido en una casa encantada: un libro. Luego mi padre interrumpió su trabajo, tomó un libro enorme de la biblioteca y comenzó a mostrarme las ilustraciones mientras me contaba las aventuras de esas dos personas. En una de las ilustraciones aparecía Don Quijote rodeado de libros.

– ¿Y quién vive dentro de esos libros?  -pregunté.

De la respuesta de mi padre, comprendí que existían toda clase de libros y dentro de ellos, existían infinitas vidas. A partir de ese momento, de la mano de mis padres, empecé a conocer algunas, como las de Robinson Crusoe en su isla, Gulliver en Liliput y Robin Hood en su bosque. Luego descubrí que las princesas y las hadas, los gigantes y los genios, los reyes y las brujas, los tres chanchitos y los siete cabritos, el patito feo y el lobo feroz, todos mis viejos conocidos de los cuentos de hadas que solía escuchar, también habitaban en libros.

Cuando aprendí a leer, fui yo quien pasó a vivir en los libros. Conocí a personajes de cuentos populares de todo el mundo en colecciones que me llevaron de viaje desde China a Irlanda, desde Rusia a Grecia. Me sumergí tanto en los libros de Monteiro Lobato que podría decir que me había mudado a la Quinta del Benteveo Amarillo y que me había quedado allí. Era un territorio libre, sin fronteras.

Con la misma facilidad pude vivir en el Mississipi con Tom y Huck, cabalgué por Francia junto a D’Artagnan, me perdí en el mercado de Bagdad con Aladino, volé a la Tierra de Nunca Jamás con Peter Pan, sobrevolé Suecia montada en un ganso con Nils, me metí por una conejera con Alicia, fui devorada por una ballena como Pinocho, perseguí a Moby Dick con el capitán Ahab, navegué por los mares con el Capitán Blood, busqué tesoros con Long John Silver, di la vuelta al mundo con Phileas Fogg, me quedé muchos años en China con Marco Polo, viví en África con Tarzán, en la cima de una montaña con Heidi y en una casita de la pradera con la familia Ingalls, fui una chica de la calle con Oliver Twist en Londres y con Cosette y los miserables en París, escapé de un incendio con Jane Eyre, fui a la escuela de Corazón con Enrico y Garrone, seguí a un santo varón en la India con Kim, soñé con ser escritora igual que mi querida Jo March, formé parte de los Capitanes de la Arena con Pedro Bala en las laderas de Bahía y a partir de entonces cada vez fui leyendo más libros para personas grandes.

Así de simple. Sin fronteras geográficas ni franja etaria. Sólo yendo de un lado a otro, todo vinculado en una red de casas encantadas.

Hasta que, con tantos mundos, fui construyendo los míos. Y comencé a compartir con otras personas, en los libros que escribo, todo aquello que vive dentro de mí…”

 

(Lecturas y anotaciones de Nidia Orbea de Fontanini.)

Top