Del poeta Mario Rafael Estanislao Villanueva del Sastre.
Chela Binetti, poeta…
Conocí a Chela a fines del verano de 1944, cuando ingresé al quinto grado en la Escuela Nº 1 “Domingo Faustino Sarmiento”, en Santa Fe de la Vera Cruz tras cinco años de educación en escuelas conducidas por Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús –grados iniciales- y Hermanas del Colegio de Nuestra Señora del Calvario -de la congregación francesa- a partir del segundo. La cordialidad de las nuevas compañeras serenó mi ánimo cuando evocaba al grupo que integrábamos tanto para orar frente a la escultura donde estaban simbolizados Jesús, María y Magdalena como para dejar que la imaginación generara originales tramas acerca de las vivencias cotidianas.
En aquel tiempo, en el amplio patio de la Escuela Sarmiento estaba la estatua del maestro sanjuanino y ahí también los recreos eran insuficientes para los diálogos.
Seis décadas después, con Chela recordamos con gratitud a nuestra maestra: Angela Trento de Cagnolatti; vicedirectora Sra. Luisa Reinares de Cámara y director: señor Ramón Gudiño; evocamos lo compartido con nuestras compañeras…
Chela rememora que su primera maestra -en primero inferior y superior, en la Escuela Normal “General José de San Martín”, en la capital santafesina-, fue la señora Anita Pascualini de Di Filippo, mujer cariñosa y responsable que dejó señales perdurables en su espíritu.
Terminado el ciclo primario, las tendencias vocacionales determinaron diferentes recorridos y con Chela nos alegramos al encontrarnos en distintas circunstancias.
En 1995, año del cincuentenario del egreso de la escuela donde también funcionaba el “Consejo General de Educación”, fuimos convocadas para compartir una cena en el edificio del Complejo Educativo “Domingo Faustino Sarmiento” construido en la década del ’60. Fue el momento de las evocaciones, de emocionarnos al saber algo más sobre nuestras vidas.
Diez años después, en uno de los tantos minutos dedicados a las compras en el supermercado, decidimos continuar esos diálogos en nuestro hogar porque pedí que me acercara sus sonetos…
Ahora, aquí, donde aún hay ecos de voces de escritores con quienes elaboramos proyectos de educación permanente por el arte de vivir y convivir concretándolos convencidos del valor de… el placer de servir, escuché sus anécdotas en torno a algunos profesores, personas que se dedicaron a la literatura y a la política.
Chela recordó las clases de Luis Di Filippo y su propósito de ayudar a una compañera que estaba repasando un vocabulario en inglés y preguntó acerca del color amarillo. Ella le dijo: yellow -pronunciándolo yelo– y el alerta periodista al escucharla cambió el rumbo de su discurso advirtiéndole que no podía decir “yelo” y enseguida le pidió que escribiera esa palabra en el pizarrón.
Chela era consciente de que estaban en la hora de castellano y literatura, con la blanca tiza escribió hielo sobre el negro pizarrón. El adusto Di Filippo insistió en que si escribía así debía pronunciar así, no decir “yelo” y desde entonces, la nombró “Yelo” en el aula, cuando se encontraban en la calle…
Don Luis y su esposa Anita, habían vivido cerca del boulevard Pellegrini y después, decidieron trasladarse a Mar del Plata. Viudo, el ensayista y periodista habitó en un departamento situado en una esquina del sur de la ciudad, allí estaba acompañado por sus libros y sus compañeros de ruta en la Asociación Santafesina de Escritores.
Chela se animó a entrevistarlo en ese lugar, porque quería leerle un soneto.
El periodista y político, el ensayista, sorprendido le dijo:
“-Yelo… ¡un soneto!”
Ella, sintiéndose una vez más frente al “profesor”, le contestó que necesitaba su opinión con sugerencias para corregirlo…
Ahí estaban, entre ventanas entreabiertas con el soneto a punto de ser juzgado mientras Chela debió responder a las preguntas de su ex profesor acerca de “qué es un soneto”. Sonó el timbre, salvador como el sonido de las campanas en las escuelas cuando terminaba una hora de clase a mediados del siglo veinte.
Entró otro periodista y político, historiador y poeta: el doctor Leoncio Gianello, abogado. En ese momento, aparentemente sería juzgado el soneto pero Chela sabía que ella había percibido las señales y había reflejado esa casi mágica confluencia de palabras y sentía cómo se aceleraban sus latidos.
Después de un breve diálogo, la lectura de los catorce versos. Miradas y silencio; sonrisas y la pregunta inquietante:
“-¿Qué debo corregir?”
Enseguida de la puntual sentencia de don Luis:
“-Nada para corregir… Esta chica escribió un soneto.”
Expresó algunas valoraciones positivas el poeta Leoncio Gianello, quien desde 1929 publicaba “sonetos” en su Gualeguay natal y en otras localidades entrerrianas. A fines de esa década ya habían difundido Los sonetos solares y publicaron Aquel amor callado (I y II), luego en el diario “El Litoral” de Santa Fe, en 1932 editaron Salomé y después, en distintos espacios La abuela vasca, Corazón navegante, Aquel amor callado… Su palabra como poeta era relevante porque había demostrado estar en el plano de percepción y de expresión donde convergen las coordenadas estéticas de ese arte.
Ahora, aquí, cerca de mi amiga del alma, a las once del primer día de noviembre de 2005, desde un lugar para el sosiego y el asombro, su generosidad ha permitido esta oportuna reiteración.
(Poemas publicados en “Gaceta Literaria”, revista periódica dirigida por Luis Di Filippo; iniciativa de la Asociación Santafesina de Escritores –ASDE-, fundada en octubre de 1955.)
Cuando cae la tarde
Cuando cae la tarde, los recuerdos
son una procesión
callada y constante.
Se duerme la tristeza,
apagando mi garganta con un llanto
de huraña soledad
y de hojas muertas.
Cuando cae la tarde, mi silencio
se estremece en un vuelo
y aletea un lágrima
enjaulada en mis ojos
sin darme cuenta.
La rosa de mi huerto
Cayó la tarde adormecida en sombra
cuando el ave se ocultó en su nido
(Sólo la rosa floreció un latido
mojado de penumbra; y en verde alfombra.
Que en la quietud estática se asombra,
una estrella fugaz que ha perdido
su estela sideral en el olvido,
se abriga con el halo que la nombra…
Y al frío despertar, tras el rocío,
un nostálgico sol ardió sus bríos
conquistado de aroma y de fragancia.
¡Oh!, rosa roja -gorrión herido-,
dejas mi corazón enmudecido
con la íntima intención de tu arrogancia.
Fugacidad
Andrajos de sueños
disperso en el camino
se va el destino
en la edad sin tiempo.
Vivencias imprecisas
trinos en el pecho
y jergón muy suave
anidando silencios.
En un instante ¡sola!
esclava de mi sombra
plasmadas por las noches
desdibuja el encuentro,
cinceladas de ausencias
que suman los recuerdos
quedando el aroma del alma
en las rosas de invierno.
Ese poema, inspiró al compositor Mario Renzulli y la señora Raquel M. de Bisso -copista de la Banda Sinfónica de la Policía de Santa Fe-, reprodujo notas y silencios sobre los pentagramas. Al pie, esta adaptación:
Andrajos de sueños y esperanza
perdido en la vida de dolor
vivencias imprecisas que no alcanzan
plasmadas por la noche de tu amor.
Jergón que anida todos los silencios
Esclava de mi sombra me encontré
quedando el aroma del recuerdo
en las rosas de invierno que corté.
El hachero
Gime el quebracho en el hacha
hachero del norte santafesino
tiene grietas en las manos
los ojos que miran fijos
fornido, de piel morena
es este gaucho argentino.
Trabaja, duro trabaja
para alimentar a sus hijos;
cuando el sol despunta, pasa
hacia el monte su destino.
Canta bajito su copla
Que-bra-cho pan y ta-ni-no
El vino que lo acompaña,
las alpargatas su sino
las bombachas batarazas
quebracho, pan y tanino.
“El hachero” – Guarania
El destacado maestro de vocación y artista Juan Carlos Dávila, compuso la música para cantar El hachero con ritmo de guarania.
Aquí, la adaptación de aquellos versos:
I
Gime el quebracho a tus golpes,
hachero santafesino;
tienes las manos callosas
y tus ojos miran fijos;
de piel morena y fornido,
eres un gaucho argentino.
(Se repite)
II
Trabajas duro, trabajas
para criar a tus hijos,
y vas temprano hacia el monte,
cumpliendo con tu destino.
(Se repite)
I bis
Cantas bajito la copla:
“Que-braco, pan y tanino”.
El vino es tu compañero,
las alpargatas, tu sino,
la bombacha bataraza:
“quebracho, pan y tanino”.
(Se repite)
II bis
Estribillo
Trabajas duro, trabajas
para criar a tus hijos,
y vas temprano hacia el monte,
cumpliendo con tu destino.
Esa vieja casa
Hoy he ido a la casa rosada
y en el fondo vi el duraznero
que en agosto se viste de enero
con follajes en flor nacarada…
“Cascarón de humedad su fachada”
aún florido el malvón del cantero,
y la puerta que aquel carpintero
construyó con sus manos ajadas…
Hoy he ido a la casa rosada
a escuchar en silencio sus voces
que me traen nostalgias pasadas;
que me dejan del tiempo sus roces
como cuentas de perlas gastadas,
gota a gota en días de goces…
(Publicado en “Gaceta Literaria” Nº 58 editada con la reproducción de un trabajo realizado por el talentoso artista santafesino Richard Pautasso para esa revista. Es insoslayable la obra escenográfica que a pedido del poeta y cineasta Fernando –Quique– Birri, realizó a fines de la década del ’50 para la filmación de Los inundados…
Sabido es que Nilda Binetti, más conocida como Chela Binetti o Chela Binetti de Biamino, por su obra poética obtuvo el Primer Premio en los Juegos Florales…
Durante un encuentro con Mario Villanueva del Sastre -hijo del doctor Ramiro Villanueva, nuestro profesor de “Historia de la Civilización” en 1949, en la Escuela Nacional de Comercio de Mujeres-, la sonetista Chela Biamino recitó Esa vieja casa y una vez más repitió: “cascarón de humedad su fachada”.
El talentoso Mario Villanueva le dijo:
“-Quiero contestar a esa casa vieja”…
Ahora, aquí, pasado el mediodía escucho a mi compañera de aprendizajes durante la pubertad y adolescencia que con emoción está recitando:
Del poeta Mario Rafael Estanislao Villanueva del Sastre…
Yo también rememoro esa casa
desde un alto balcón de la mía
yo la vuelvo a mirar este día
en distancia y en tiempo que pasa.
Es así como el fuego a la brasa
hay cenizas en él y en la guía
de los años perdidos la fría
dimensión de su ayer de entrecasa.
Es así esa casa rosada
“cascarón de humedad su fachada”
que he mirado de un alto balcón
es la tuya mi eterna vecina
esa Chela de ayer chiquilina y
hoy señora de todo un señor.
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Gracias Chela, por los silencios compartidos, por tus palabras y tu confianza.
Por los diálogos con Martita, cerca de… El tren de chocolate… ese Jardín donde ella en 1983 comenzó su siembra aproximando al arte de vivir y convivir.
Sigamos por el Único Camino, avanzando hacia otro fraternal Encuentro mientras tu Poesía se expande como perfume de madreselva y de jazmín…
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
Primavera 2005.