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Leopoldo Marechal (Buenos Aires, 1900-1970)

1913: transición entre la escuela primaria, diversos cultivos… y la secundaria.

Su labor docente.

Por los senderos del arte de vivir y convivir..

“…amar las tareas del campo, la vida sencilla…”.

Ver, creer, compartir.

Funciones en la administración pública.

Homenaje al General San Martín…

Por los caminos de la edición…

Correcciones en pruebas de galera…

Otras miradas…

Ecos del 17 de octubre de 1945…

Percepciones y conclusiones de Marechal…

1955: Tiempo de aislamiento…

Reconocimiento de un poeta amigo…

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal

Otras miradas y su Último Vuelo…

Algunas de sus obras editadas y más datos sobre su trayectoria:

 

Leopoldo Marechal nació en Buenos Aires el 11 de julio de 1900, en el ocaso del siglo diecinueve. Fue Profesor en la Facultad de Humanidades de La Plata, Inspector General de Escuelas, Director General de Cultura y Director de Enseñanza Superior y Estética. Integró los grupos literarios que generaron las revistas Prismas y Proa (1923), también colaboró con el grupo “Martín Fierro” (1925).

El perseverante y talentoso Felipe Pigna. aporta una interesante cronología acerca de la trayectoria de Leopoldo Marechal, indica que nació en la calle Humahuaca 464 de Buenos Aires y que era hijo de “Alberto Marechal, uruguayo, de ascendencia francesa, y Lorenza Beloqui, argentina, de ascendencia vasca. Hijo primogénito, tiene dos hermanos: Hortensia y Alberto. Su infancia es feliz. A partir de los diez años viaja a Maipú, localidad de la provincia de Buenos Aires, todos los veranos, invitado por sus tíos Francisco Mugica y Martina Beloqui.”  [1]

1913: transición entre la escuela primaria, diversos cultivos… y la secundaria.

Debido a disposiciones reglamentarias referidas a la edad mínima para la inscripción en ese ciclo, terminó la escuela primaria y debió esperar dos años para ingresar en el ciclo siguiente. Como suele suceder, decidió empezar a trabajar y logró hacerlo en una fábrica donde ya se insinuaron sus impulsos por defender los derechos personales ya que como comenta Pigna, “a los pocos días es despedido porque el dueño lo encuentra arengando al personal para que pida mejoras salariales. Se dedica entonces, junto a su hermana Hortensia, a cultivar lechugas en el huerto familiar. Desde 1910 los Marechal viven en Buenos Aires, en Monte Egmont 280, hoy Tres Arroyos.”

(¿Acaso no hay cierta similitud entre el oficio del poeta y el del jardinero u horticultor?…  Lo primero, preparar el terreno y después, sembrar, sembrar… sembrar.  La diferencia notable surge si se evalúan las cosechas…)

 En el año 1916, Leopoldo Marechal ingresó al Instituto “Mariano Acosta” de la capital federal y tres años después, falleció su padre como consecuencia de “una fiebre mal curada, por no poder faltar al trabajo y perder su jornal. La familia Marechal enfrenta un difícil trance. No existían entonces leyes sociales que ampararan a los trabajadores”.  A pesar de tales dificultades, pudo terminar sus estudios de magisterio mientras “su hermano menor Alberto va a trabajar a la fábrica, lugar del padre.”

Su labor docente…

Breve tiempo después de obtener el título de Maestro, Marechal logró ser designado bibliotecario en la Biblioteca Popular “Alberdi” y en abril de 1921, empezó su labor en el aula, en la escuela “Juan B. Peña”.  Su viaje a España en 1926 determinó su alejamiento de tales funciones pero las reasumió apenas regresó, momento en que también se inicia “como redactor fundador del diario El Mundo, donde trabaja hasta 1929, en que funda Libra, junto a Francisco Luis Bernárdez, revista de la que sale un sólo número.”

Por los senderos del arte de vivir y convivir…

En el rumbo de la Literatura, Leopoldo Marechal seguía transcribiendo sus emociones en el libro Adán Buenosayres que había empezado en París y que siguió elaborando durante veinte años.

“…amar las tareas del campo, la vida sencilla…”

El investigador Felipe Pigna ha destacado que hacia 1910, Leopoldo Marechal empezó a viajar todos los veranos hacia el hogar de sus tíos residentes en Maipú y que en ese tiempo, aprendió “a amar las tareas del campo, la vida sencilla y las gentes del lugar, muchas de las cuales están retratadas en sus poemas. Los chicos del lugar lo llaman ‘Buenos Aires’ por ser de la Capital. Ese recuerdo lo lleva a darle el apellido Buenosayres a su personaje Adán.”

Ver, creer, compartir…

Sabido es que al comenzar la tercera década del siglo veinte, Leopoldo conoció a la profesora de letras María Zoraida Barreiro; a partir de ese momento se integró al grupo que participaba en los “Cursos de Cultura Católica” y con ella asistía a la misa dominical en la Iglesia Nuestra Señora de los Buenos Aires, donde el 8 de enero de 1934 se realizó la ceremonia del matrimonio-  Después nacieron dos niñas y al fallecer su mujer en 1947 soportó una crisis que determinó una mayor dedicación a su obra literaria dedicándose a avanzar sobre su proyecto titulado Adán Buenosayres, que había iniciado en París antes de conocerla.  Un año después logra la edición y concreta su tercer viaje a Europa, una misión que reveló una vez más su formación y su talento.  El 8 de diciembre de ese año -día de la Inmaculada Concepción- en las cercanías de Torquemada fue protagonista de un grave accidente automovilístico, tal como lo ha destacado Felipe Pigna.

En 1949 estaba viviendo en su ciudad natal y su alumno y amigo José María Castiñeira de Dios, le presentó a la profesora de Letras Juana Elvia Rosbaco de Paoloni.  Enamorados, ella empezó a ser nombrada Elbiamor y así se percibe su presencia en varios de los trabajos publicados por su amado amante.

Como suele suceder, cuando iniciaron la convivencia autorizó a ella para que ubicara a las pequeñas hijas como internas en un colegio religioso y se generó una reacción de alejamiento de su madre y de sus hermanos.  En 1953, falleció su madre.

Funciones en la administración pública…

  • 1943: Marechal es convocado para ejercer la Presidencia del Consejo General de Educación de la Provincia de Santa fe.
  • 1944: Colaboró en la Secretaría Nacional de Cultura invitado por Ignacio Braulio Anzoátegui.
  • 1948: Dicta conferencias en Madrid (España) y en Roma (Italia) en misión oficial junto al entonces Secretario de Educación Prof. Jorge Arizaga.

(En España le otorgaron la Condecoración de Alfonso El Sabio.)

Homenaje al General San Martín…

Con motivo del centenario del fallecimiento del General José de San Martín, el presidente Juan Perón impulsó la conmemoración del “Año del Libertador General San Martín” y ese texto iniciaba toda la correspondencia oficial en todas las jurisdicciones.  Se organizaron actos en ciudades y pueblos; en los diarios de sesiones del Congreso Nacional y de las legislaturas provinciales constan las autorizaciones para colocar bustos en espacios públicos y los artistas colaboraron espontáneamente en diversos programas.

Leopoldo Marechal en esas circunstancias, escribió su Canto a San Martín –luego con música de Julio Perceval” y en el acto de clausura de los programas previstos para ese año, el 30 de diciembre de 1950, esa obra se estrenó en el majestuoso escenario del Cerro de la Gloria, en la ciudad de Mendoza.

Al ser reestructurados los ministerios, se creó el Ministerio de Educación de la Nación a cargo del Dr. Oscar Ivanissevich, transformándose la Dirección General de Cultura en Secretaría y Leopoldo Marechal fue nombrado para desempeñar un cargo de inferior jerarquía; luego quedó a cargo de la Dirección General de Enseñanza Artística.

Por los caminos de la edición…

En la red de redes -en la biblioteca virtual de Google- es posible leer  una carta de Marechal perteneciente a la colección privada de Horacio Achábal, que aquí se reproduce como agradecimiento a quien la cedió para su difusión y porque revela una vez más, que los autores necesariamente tienen que escuchar y en la mayoría de los casos aceptar, las sugerencias de los editores.

Leopoldo Marechal escribió a su amigo Antonio López Llausás. a quien Victoria Ocampo le había confiado la Editorial Sudamericana que significó el desarrollo del proyecto inicial impulsado desde la Revista “Sur”…  Ver “Literatura” / “Más información” de SEPA…)

“Mi estimado amigo López Llausás:

Respecto a nuestra interesante retratada, resolví eliminar: a) lo que alude a su fortuna, condición social y belleza; b) la enumeración de sus preferencias
masculinas.
Creo que así queda irreconocible, sin perder el carácter de retrato psicológico. Además, otros detalles que allí aparecen no corresponden al original retratado, como aquello de los peones de sus estancias.

Su a(?)stísimo

  1. Marechal .”
Correcciones en pruebas de galera…

Sabido es que los escritores corrigen, corrigen y corrigen antes de entregar sus trabajos a la imprenta, y que aún después, apenas reciben las primeras muestras vuelven a corregir.  Aquí, a partir de información disponible en internet, se puede comprobar esa recurrente actitud, porque Leopoldo Marechal necesitó modificar varios párrafos de Adán Buenosayres hasta lograr el texto final.

Aquí, se reproduce un párrafo del original y el texto en cursiva fue el observado cuando se estaba por concretar la primera edición, tal como sucedió en algunos siguientes que también fueron modificados o eliminados:  [2]

“¡Guarde compostura la acusada! Renuncie a sus pujos intelectuales (que sin duda no impresionarán al jurado), y diga si es verdad que, víctima de cierto furor bien conocido en la ciencia médica se entregó, se entregó a una cosecha bárbara del sexo fuerte (así llamado con menos propiedad que vanagloria).”

Otras miradas…

Como suele suceder, las acciones de Leopoldo Marechal han sido valoradas en sentido positivo o han sido censuradas.

Aquí, algunas señales halladas en el Camino de lo mutable a lo inmutable:

Ecos del 17 de octubre de 1945…

En la historia de los argentinos, hay fechas que constituyen hitos insoslayables.  Durante la primavera de 1945, grupos militares apoyados por civiles intentaban impedir que el coronel Juan Domingo Perón avanzara con su propósito de ser candidato a la presidencia de la Nación.  El 8 de octubre había celebrado cincuenta años de vida y de convivencia… y se cumplió el plan: fue detenido y trasladado a la isla situada cerca del delta del Río de la Plata.

Percepciones y conclusiones de Marechal…

Tras aquellos hechos, Leopoldo Marechal necesitó escribir:

“…El coronel Perón había sido traído desde Martín García. Mi domicilio era este mismo departamento en la calle Rivadavia. De pronto, me llegó desde el oeste un rumor como de multitudes que avanzaba gritando y cantando por la calle Rivadavia: el rumor fue creciendo y agitándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular, y enseguida su letra: ‘Yo te daré, te daré te daré, patria hermosa, te daré , una cosa que empieza con P, Perón’.

Y aquel Perón resonaba periódicamente como un cañonazo.

Me vestí apresuradamente, bajé a la calle y me uní a la multitud que avanzaba
rumbo a la Plaza de Mayo.

Vi, reconocí y amé los miles de rostros que la integraban; no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina, invisible que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda.

Desde aquellas horas me hice peronista.

Desde luego, no soy hombre de acción, sino de contemplación y meditación. Por consiguiente, no tenía condiciones de político-militante. Decidí entonces, con mis hechos y palabras, declarar públicamente mi adhesión al movimiento, y respaldarlo con mi prestigio intelectual, que era mucho en el país. Esto me valió el repudio de los intelectuales que no lo hicieron, y que decretaron al fin mi proscripción intelectual…”

Leopoldo Marechal.

(Ver el libro “Palabras con Leopoldo Marechal” de A. Andrés.)

1955: Tiempo de aislamiento…

Una mirada sobre la historia de los argentinos permite comprobar que la década del ’45 al ’55 se caracterizó por notables cambios sociales y persistentes enfrentamientos políticos.  La simple lectura del Decr. 4.l61 del 05 de marzo de 1956 dictado por los jefes de la autodenominada “revolución libertadora”, prohibiendo hasta el uso de la palabra peronista… y la exhibición de fotografías o documentos referidos a ese período histórico, además de la quema de libros y de objetos pertenecientes a la Fundación “Eva Perón”; a la destrucción de parte de los edificios donde había cualquier referencia en tal sentido… permiten suponer cómo fueron discriminados quienes se habían comprometido con el proyecto justicialista.

Sólo se podía aludir al ex presidente de la Nación diciendo “el tirano prófugo” o “el presidente depuesto” y Marechal, que en ese tiempo ya había soportado sucesivas discriminaciones también empezó a sentirse como “el poeta depuesto”  y comenzó una etapa de aislamiento.  Permanecía en su hogar y se negaba a recibir visitas, aunque fueran sus amigos (“José Fioravanti, Ignacio Anzoátegui, Ilka Krupkin, Horacio Schiavo, Osvaldo Dondo y otros”, que nombra el escritor Felipe Pigna en una interesante aproximación biográfica.)

En la década siguiente comenzó a recibir a jóvenes estudiantes y en 1967, viajó a Cuba invitado por la “Casa de las Américas” para integrar el jurado del Certamen Anual de Literatura.

Reconocimiento de un poeta amigo…

La Facultad de Filosofía, Historia y Letras de la Universidad del Salvador (Buenos Aires, Argentina), reprodujo en su edición Gramma Virtual –Año I, Nº 3, Febrero de 2001-, uno de los poemas que la editorial “Fraterna” había publicado en 1990.

Tras el fallecimiento de su amigo, el talentoso José María Castiñeira de Dios –hermano en Cristo– sintió pulsar en su interioridad casi todas las señales de la memoria y necesitó expresar:

Responso para mi maestro Leopoldo Marechal

No con llantos ni pena te despido, maestro.

Yo no sería digno

de tu pedagogía

si tan sólo una lágrima de amargura o de sal

derramara en tu muerte.

 

Allá entre las billardas de la infancia me diste

una lección alegre como el rostro de Dios

y rompiste en mi crisma

las albricias del júbilo.

Entonces me dijiste:

la muerte es un viaje

del nacer, una alegre

travesía hacia el día de la resurrección;

que lloren los que quieren

viajar sin pasaje,

sin pagarle al Señor sus peajes de amor;

esos son saltamontes o “colados” del Cielo.

 

No sé si estas palabras

fueron tuyas o mías;

brincan ante los ojos absortos de mi alma

como el gozo del fuego

o como el resplandor de los relámpagos

en la celebración de las tormentas.

 

Es que, caro maestro,

no me sentaste en vano sobre tus dos rodillas

-las del alma y del canto-

en esos patios escolares

donde te tuve a tiro

y solté de mis hondas los versos iniciales

que te hicieron mirarme con lástima y amor

porque nacía ante tus ojos

un destino de llanto.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

   II

Perdoname si ahora

me apeo del respeto protocolar que siempre

te rendí con el gesto de un aprendiz machucho

y entro familiarmente a tutearte y palmearte,

ya que somos dos muertos:

vos andás remontando tu ascenso hacia la vida;

yo llevo en las valijas del alma el contrabando

de una muerte ordinaria.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  III

Y ahora mano a mano, maestro,

hemos quedado.

 

Parlemos de las cosas que acamalamos juntos

con ese amor indescifrable

del ebanista y la madera;

la Patria, por ejemplo, que nos hurtó avarienta

sus lujos litográficos.

No fue para nosotros esa gorda gloriosa

de las viejas estampas;

de niño me mostraste sus pechos verdaderos

reventones de espigas y carnaza;

su leche, me dijiste, sabe a mieles y acíbar.

 

La Patria fue en tu sueño

de alfarero una tierra de moldear día a día,

fue «un dolor sin bautismo»

y una alondra en la espera de su primer gorjeo.

 

La Patria, me dijiste, “ha de ser una hija

y un miedo inevitable”.

Y yo te vi abrigarla como a una niña pobre,

desnuda en su pavor,

como si presagiaras

la muerte numerosa que cayó entre los nuestros

y el castigo impiadoso de las persecuciones.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

 IV

 También te vi reír

junto a los asadores

y saltaba tu pipa, como un clown, en tu boca,

mientras templabas la amistad

y su hierro candente

con la sabiduría

de tu abuelo el herrero de las aguas cantábricas.

 

Y te vi engayolar, febrilmente, a las Musas

en tu exilio porteño

de la avenida Rivadavia, solo con Elbiamor,

cuando ardían las hojas de tu otoño y caían

las últimas escamas de tu vida ordinaria

y empalomabas las palabras

en el edén que te inventaste

para rajar del mundo.

 

(Mi responso no quiere

 ser un paño de lágrimas.)

V

Y yo te vi, maestro

de guardapolvo blanco,

acariciar las ancas de la Patria en los mapas,

y te vi cabalgar su hermosura piafante,

firmes tus piernas sobre el lomo arisco,

calzados tus talones con espuelas de bronca

como si la incitaras a saltar,

tensa en su exaltación, hacia días mejores.

 

Cuarenta ojos infantiles

eran tus aparceros y argonautas

en esos días escolares,

y yo estaba entre ellos

y te rodeaba con mis brazos como a un árbol sonoro

para robar tus frutos

y el rumor de tu sombra.

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

VI

Recuerdo aquella tarde

cuando el sol dibujaba sus rayuelas brillantes

sobre los patios grises de la escuela de Trelles:

yo te vi levantar los dos brazos al cielo,

y eran como aleluyas,

y eran como dos naves con las velas al viento,

y eran, tal vez, dos aves que soltó el Paraíso.

 

Y entonces me dijiste:

Has de saber, muchacho,

que tendrá más espinas que flores tu viaje;

que el poeta es tan sólo

un voceador de Dios, y tu oficio es vocear

con un gesto de garza

que juega el equilibrio sobre una sola pata.

 

Has de saber, Joseph,

esta regla dorada de la Hermana Pobreza.

 

Ahora despepita

las uvas (¡y están verdes!)

de la risa y el canto;

tenga tu marcha el aire de un caballo pasuco,

bello como la estampa de un pájaro que hablara

y lánzate hacia el mundo: ¡toda la luz es tuya!

 

Yo escuché esas palabras como una epifanía;

aún las guardo, entre migas de pan, en mis bolsillos

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

  VII

Desde mis muchos años

puedo dar vuelta al tiempo, su clepsidra de arena,

y verte como acaso me viste y contemplarte

como un hijo que advierte que su padre es un niño

en los pañales de su corazón,

y quiere preservarlo

de penas y dolores

y limpiarle de piedras el camino y pedirle

que se cuide de todo

y especialmente de la vida

y de su herida absurda.

 

¡Ah, si acaso pudiera

desovillar el tiempo!

 

Tal vez te aconsejara

retornar al exilio

y montar nuevamente

aquel centauro inaugural

que un día jineteaste

bajo el signo imperioso de nuestra Cruz del Sur.

 

Tal vez te aconsejara

partir de nuevo, Adán,

a reventar la noche

y alborear esas calles que dan a los suburbios,

para alzar del olvido sus destinos frustrados.

 

¡Ah, si acaso pudiera

librarte de maldades,

para que sólo fueras

esa guitarra ardiente

que rasgueabas en medio

de un colmenar de sordos y transeúntes distraídos!

 

(Mi responso no quiere

ser un paño de lágrimas.)

VIII

Ha llegado la hora de decirte “hasta luego”.

 

Quiero, amado maestro,

dejar así las cosas como fueron y son

-“sólo es fatal en nuestra patria joven”-

y alzar mi vaso lleno de buen vino carlón

y decirte: Maestro,

¡hasta que llegue el día

de juntarnos allí donde nadie hace sombra!

(Buenos Aires querido,

guardalo en tu memoria.)

Otras miradas y su Último Vuelo…

Quienes durante la primera presidencia del general Perón (1946-1952) fueron opositores, con frecuencia censuraban a los artistas que adherían al Proyecto Nacional basado en la doctrina justicialista.  Delfina Bunge de Gálvez -escritora y esposa de Manuel Gálvez-, ha dejado su testimonio acerca de tales discriminaciones.  Sabido es que la angustia provocada por actitudes semejantes, fue también el agobio que soportó Discepolín hasta sus últimas horas de vida.  Lógicamente, Leopoldo Marechal no fue una excepción…

Vivía en el departamento de calle Rivadavia al 2300 -rememora Pigna-, “donde años antes falleciera su esposa María Zoraida” y como consecuencia de un síncope falleció el 26 de junio de 1970

Más allá de cualquiera discrepancia, perdura su legado en las bibliotecas argentinas…

Algunas de sus obras editadas y más datos sobre su trayectoria:

  • 1922: Los aguiluchos (primer poemario).

(En ese tiempo comenzó “su vida bohemia, junto con su amigo Horacio Schiavo”, expresó Pigna…

  • 1926: Días como flechas. (Poesía)

(En ese tiempo ya estaba proyectando su viaje a Europa, apoyado por su familia. Ha informado el escritor Felipe Pigna que “viaja a España. Toma contacto con escritores de la Gaceta Literaria. Se traslada a París donde se reúne con varios artistas plásticos y poetas argentinos amigos. Entre ellos están José Fioravanti, Francisco Luis Bernárdez, Antonio Vallejo y Jacobo Fijman.)

  • 1929: Odas para el hombre y la mujer. (Poesía)

(Marechal estaba disfrutando de su segundo viaje a Europa cuando recibió la noticia de tal reconocimiento y el escritor Felipe Pigna comenta que “que festeja alegremente con sus amigos en París. Visita Italia y busca las huellas de Dante.”  En esos momentos, decidió empezar a escribir su novela Adán Buenosayres…)

  • 1936: Laberinto de amor.
  • 1937: Niña de encabritado corazón.

Cinco poemas australes. (Tercer Premio Nacional de Poesía.)

Historia de la calle Corrientes.

  • 1939: Ascenso y descenso del alma por la belleza.
  • 1940: Sonetos a Sophia. (Primer Premio Nacional de Poesía.)
  • 1943: Santa Rosa de Lima.
  • 1944: La rosa en la balanza. (Antología.)
  • 1945: El viaje de la primavera. (Antología.)
  • 1951: Antígona (obra de teatro estrenada en el Teatro Nacional “Cervantes” de la capital argentina.  Luego le otorgaron el Primer Premio Nacional de Teatro (Bienio 1951-1952).  En 1962 fue puesta en escena en París con la dirección de Juan Oscar Ponferrada.
  • 1959: La Poética (Cuadernillo de edición independiente.)
  • 1960: La Patria (segundo cuadernillo.)
  • 1962: La Alegropeya (tercer cuadernillo.)
  • 1965: El banquete de Severo Arcángelo. (Segunda novela).
  • Por esa obra, en Italia le otorgaron el Premio “Forti Glori”.
  • 1966: Heptameron. – Las tres caras de Venus  – Cuaderno de navegación.
  • 1967: Autopsia de creso. – Poema de robot.

              La batalla de José Luna (obra estrenada en noviembre de ese año, dirigida por Jorge Petraglia.

 

(Como suele suceder, al momento de producirse su fallecimiento quedaban varios libros terminados e inéditos…)

 

 

[1] El historiador Felipe Pigna difunde algunos de sus trabajos en una página web <el historiador.com.ar.>.

[2] La primera edición de Adán Buenosayres fue en 1948, tirada de 1.500 ejemplares.

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