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Florentino Sanchez (1946) – Poemas, Anecdotas, Teatro

Casi prólogo.

Florentino Sánchez.

Memoria de seis décadas.

Padre nuestro.

Soledad, la que vive en Paiva.

Paiva.

Diálogos y poemas.

Más allá de las quimeras.

Dolor.

Reviro.

“Para tallar un ángel”.

Los Reyes.

El árbol.

Genocidio.

Cultura popular.

De “Flores perdidas”.

El Teatro: piruetas y equilibrios.

Llegada a Mendoza.

“Teatro de Arte”.

Crónica.

“Aeroplanos”.

Abel, mi amigo.

“Flores de papel”.

“El mundo de los títeres”.

“El niño lleva en la mano un títere”.

Amistades perdurables.

Trayectoria insoslayable.

2006: más viajes, más vivencias.

Esther.

Santa Fe.

Nuevo teatro Municipal.

Otoño 2007.

Sentimientos encontrados.

Herida que no cicatriza.

Que lo cumplas.

El verano, este.

“Mi abuelo, el zapatero”.

“El abuelo Miguel”.

Casi prólogo…

Acá, donde la llanura es promesa de trigo mientras el río salobre sigue buscando su cauce y los niños ensucian sus manos en el basural…

Allá, donde los mitos, el lenguaje y los dioses son la esencia, sin importar la opulencia o la frivolidad…

Acullá, donde milenarias gemas están ocultas en las barrancas y semilla, corteza y rama, esperan la caricia del hábil artesano al atardecer…

 

En lo alto la bandada y en el espacio vital inconmensurable, se perciben ecos de diálogos obsecuentes y potentes gritos de protestas ante la impunidad y la indiferencia.

 

En la alforja azul de Florentino, el admirable titiritero:

                          máscaras de la tragedia y de la comedia,

                                      lágrimas evaporadas,

                                                  palabras, silencios, símbolos.

                                                             Su Arte de vivir…

                                                                         ¡Su POESÍA! 

…………………………………………………………………………………………………………

Entre la madreselva y la selva madre,

celebremos esta trascendental confluencia de emociones.

…………………………………………………………………………………………………………

Nidia Orbea Álvarez de Fontanini,

amiga a perpetuidad.

Lunes 10 de julio de 2006.

Hora 20:30

Florentino Sánchez…

Nació en Santa Fe de la Vera Cruz, el 29 de diciembre de 1946.  Estudió Artes Plásticas en la Escuela Provincial de Santa Fe “Prof. Juan Mantovani” -dibujo, grabado y pintura, 1961-1968-; discípulo del pintor Ricardo Supisiche, del dibujante Raúl Castagnino y se especializó en xilografías con el grabador Sergio Sergi (1972). Sigue dibujando con distintas técnicas: tintas, bolígrafos, fibras, aguadas… y desde 1969 expone en grupos o individualmente. Es actor desde 1964, integrando el elenco de “Teatro de Arte” en la capital santafesina; es escenógrafo desde 1967; egresó como actor y director teatral de la “Escuela de Teatro” en 1970 y al año siguiente, participó en talleres de perfeccionamiento con Antonio Nocera.  En 1967 participó en un taller de dramaturgia con Griselda Gambaro   y en 1998, con Ricardo Monti (1998); es autor de obras de títeres, de versiones teatrales y de obras breves.

En 1969 participó en el taller de Teatro de Títeres a cargo de Alexis Antiguez, en Córdoba; en 1982 en uno de música relacionado con títeres y dirigido por Osvaldo Maggi.  Desde 1973 es docente y promotor de Teatro de Títeres; desde mediados de la década del ’80 junto al joven y perseverante Guillermo Thiel, investiga en las técnicas de bunraku, mamulengo, máscara y varilla…

Hasta el año 2006 había estrenado sesenta y cinco obras, fue titiritero con miles de kilómetros recorridos, poeta y dramaturgo.  En Misiones es artesano y del barro y la madera.  Ha sido distinguido con diversos premios, destacándose el otorgado por su trayectoria por la “Asociación Argentina de Actores, la Unión Argentina de Marionetistas y la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe.  Por voluntad propia nunca se presentó a un salón y/o concurso de ningún tipo”.

En enero de 2007, en el Museo de la Cooperativa de Electricidad de Eldorado Ltda. (Misiones), localidad donde reside desde hace cinco años, presentó una exposición de acrílicos y poemas.  En la página voladora que entregaron a los asistentes, Florentino escribió:

“Ustedes que entran a ver esta exposición sean bienvenidos.

Es la primera del año y quise que fuera con trabajos del año pasado ya expuestos.

Quiero demostrar que nada ha cambiado.

Los colores, aromas, la gente, es lo mismo.

Pero también lo es el desmonte, la pobreza, la corrupción, la ineptitud, los basurales a cielo abierto, es decir más de lo mismo.

Es obligación del artista crear belleza pero también lo es reflejar la realidad y eso es lo que trato.

Quisiera poder mostrar algo más bello.

Pintar por ejemplo, hermosos paisajes, selvas prodigiosas, rostros sonrientes, hermanos m’bya respetados y plenos con sus bellas tradiciones.

Pero.. no está, ya no existe, esto es lo que hay o lo que queda…

De todos modos, gracias por venir”…

Memoria de seis décadas…

El 1º de febrero de 2007, Florentino Sánchez terminó de armar su libro artesanal y en las últimas páginas había escrito:

“…Me doy cuenta que es como un cuaderno de notas pero, créanme es una pequeña muestra de las cosas que vi y pasé.

Traté de poner los temas que a mí más me tocan. Quedan muchos todavía.  Digo cuarenta y cinco años y son más, cuando allá por los ’50 iba de la mano de mi abuelo al puente y el terraplén del ferrocarril a dibujar el paso del tren, el mismo puente y terraplén donde Fernando Birri filmó el documental “Tire Dié”. [1] O cuando, años después, me compré un curso de dibujo humorístico por correspondencia de la Continental School mientras era un empleado de Correos en Humboldt, un pequeño pueblito de mi provincia.  Al año siguiente renuncié, volví a Santa Fe y me inscribí en la escuela Provincial de Bellas Artes (después Esc. Prov. de Artes Visuales).

Me veo allí el primer día de clase, un día de marzo con mis trece años, mejor dicho “una noche” porque los nueve años que estuve en la escuela los hice por la noche.  De día trabajaba para vivir ya que desde ese día viví solo y trabajé en varias cosas.  En una carpintería, decorador, de vidrieras, en una imprenta y finalmente como dibujante publicitario.

Decir que mis años en la Escuela de Arte fueron los mejores no es exagerado.  Me dediqué con alma y vida a aprender lo que no tenía de talentoso lo tenía de trabajador.  Trabajaba lo mínimo para mantenerme y el resto del tiempo lo dedicaba al oficio del dibujo.  Me obsesionaba el movimiento, mi idea era (y es) que el movimiento se puede dibujar y eso era lo que intentaba.  Cuando pude dibujar modelos las consumía, las cansaba y cuando tenía plata buscaba prostitutas que llevaba a mi cuarto sólo para dibujarlas, pero eso costaba dinero así es que busqué una solución y era encontrar una novia que se dejara dibujar desnuda.  El trabajo de obrero no lo aplicabas sólo para el arte.  Nunca fui buen mozo, así que en materia de mujeres también “trabajé” bastante. Finalmente me hice de una novia, estudiante de danza ella con un cuerpo increíble y lo bastante desinhibida como para desnudarse cuando se lo pedía.  Solucionado el problema de modelo me dediqué durante años a dibujar, hasta que se cansó… y se fue.   Fueron años felices, de arte, café y militancia.  Por primera vez la Escuela de Arte tuvo un Centro de Estudiantes del cual fui presidente, vice, tesorero y presidente de nuevo y por primera vez también, los estudiantes de arte participamos en la calle en las luchas estudiantiles.  En la misa a Evita y en cuanta lucha andaba suelta, por primera vez también, la Policía tuvo oportunidad de apalear un estudiante de arte.  Así que mi vida pasó a ser el dibujo, algo de trabajo para comer, café y muchas veces calabozo.  Hasta que un buen día quedé afuera de la escuela por revoltoso después de nueve años.  Claro que para ese entonces ya tenía el Teatro y me ganaba la vida haciendo peñas artesanías.  Reconozco que el Teatro no ocupó un lugar en mi vida durante mucho tiempo.  La novia modelo que tenía, sí gustaba de él, era la época en que estaba apasionado por el movimiento.  Un buen día la acompañé a ver “Lady Godiva” a Teatro de Arte y quedé loco.  Todo lo que buscaba estaba ahí.  El movimiento, la línea, el color, la palabra y para colmo con la inmediatez del público en la Sala.  Nada de trabajar en silencio y escondido. Nada de esperar a tener los marcos y los vidrios, nada de esperar días y días para encontrar a la gente. En el Teatro se producía en el momento.  Así un buen día del ’64 me encontré en el mismo Teatro de Arte  intentando ver qué pasaba con el Teatro.  Claro, creí que iba a ingresar ya listo para la experiencia artística, me equivoqué, pasé dos años enderezando clavos, limpiando, arreglando los techos hasta que un buen día subí a un escenario como actor.

Quiero decir lo que suponía un actor y estuve en varios montajes, pero lo que había ido a buscar no lo encontraba.  En el ’69, junto con mi expulsión de la Escuela de Arte llegó mi primera exposición y mi ingreso en la Escuela de Teatro de “Teatro de Arte”.

Ahí encontré lo que buscaba.  Poco a poco y con la misma paciencia de artesano con que dibujaba el movimiento de un cuerpo desnudo, fui desentrañando los secretos del arte del actor.  Con la misma paciencia con que años después construía un personaje o dirigía un montaje teatral.

Stanislavky fue el culpable.  Aquel viejo ruso que en la nevada Moscú inventó un método nuevo, casi paralelo al sicoanálisis de Freud y en la misma cosa y en el mismo tiempo, y los dos tienen mucho que ver, porque el método del ruso consiste en traer imágenes del subconsciente a la conciencia y a partir de allí crear.

Con tesón, además, preparé mi cuerpo para digerir tamaño empacho sin indigestarme y me maté haciendo ejercicios de expresión corporal, a contraer y relajar cada músculo de mi cuerpo, en definitiva a ser un actor.

Entonces sí, vinieron montajes para adultos y para niños y en el ’70 el curso de Dirección Teatral y allí sí, aplicar toda mi energía en un montaje.  Dirigir una obra teatral es apasionante.  Desde el texto, el espacio, hasta ver a los actores armar el personaje.  En el Teatro estaba todo lo que buscaba, por eso el dibujo pasó a segundo plano y sólo de tanto en tanto realizaba una exposición y las artesanías me servían para vivir.  Lo curioso es que a pesar de ello no dejaba de estudiar y aplicar lo aprendido, esto pasó también con las artesanías.

En el Teatro trabajé desde aquel lejano 1964 hasta los finales del 2001, treinta y siete años.  Puedo decir que en las 65 obras en las que participé y en las miles de funciones que realicé la idea del movimiento y el espacio siempre estuvo presente.

En 1969 mientras descubría la técnica del actor, llegó a Teatro de Arte, en Santa Fe, un titiritero cordobés llamado Alexis Antiguez.  Pidió permiso para dictar un taller de títeres y como dueños de casa asistimos siete, fui el único que lo terminó.

Con los títeres se me amplió el panorama, el movimiento que buscaba era más veloz, el espacio distinto y cambiante y la palabra más improvisada.  La palabra comenzó a interesarse a partir del teatro y con ese interés apliqué el método de siempre.  Leí poesía, cuento y novelas como loco y los títeres me dieron la posibilidad de integrar la poesía a través de la palabra, el teatro a través de la técnica actoral, las artes plásticas con la escenografía y diseño de muñecos y la artesanía con la construcción de los mismos.

Viajé por años y miles de kilómetros y, realmente, me dieron la posibilidad de vivir dignamente. Desde aquel 1969 trabajé  como titiritero hasta el 2002.  Treinta y tres años sin parar, y la determinación la tomé aquí en Eldorado.  Un niño me regaló un cuento que adapté para títeres y estrené en el teatro del pueblo… No fue nadie.  NI el niño ni la madre ni nadie, apenas un puñado de niños.  Eso determinó que nunca más pensara en un montaje. ¿Para qué?  No niego que me costó, que sufrí, pero poco a poco me recuperé y gracias a la palabra y la artesanía.

Poco apoco apareció un nuevo dibujo, la pintura, es decir, las Artes Plásticas.

En resumen ésa es mi vida y a ella está dedicado este cuaderno de notas, por tantos años de trabajo porque el pasado no me pesa, porque creo que estoy en mi mejor etapa creativa y, finalmente, porque estoy vivo.

Eldorado, 31 de enero

Del dos mil siete.

Dedicado a todos

los que creen

en la utopía del

Arte. A todos los

que murieron

creyendo en ella.

Nota:

Es de madrugada y acabo de

terminar de escribir.  Mañana

lo mostraré e intentaré

vender para ver si puedo

lograr mi sueño: construirme

un taller en mi casa.

Padre nuestro…

Padre nuestro

Hijo de Dios,

protege a todos

los artistas.

A aquellos

que hacen esta

dura realidad

un poco

un poquito

más llevadera.

Padre nuestro,

Hijo de Dios,

que así sea…

             31-01-2007.

 

Soledad, la que vive en Paiva.

Laguna Paiva es una pequeña ciudad a escasos 50 Km. de la ciudad de Santa Fe.  Nacida a principio del siglo XX a orillas del Ferrocarril, desde siempre fue una ciudad ferroviaria y allá por los años 50, se fundaron los grandes talleres ferroviarios.  El trabajo caracterizó a Paiva y tuvo un momento de esplendor cundo el tráfico de trenes era incesante y los talleres reparaban y fabricaban vagones y re reparaban locomotoras del ferrocarril comprado por Perón.  Era la época en que ser ferroviario era un orgullo y como tal se llevaba el uniforme de obrero ferroviario.  Es en esa época donde nace ‘La fiesta del ferroviario” que en la plaza central convocó a miles de personas y los más reconocidos artistas nacionales.  El comercio, las pequeñas empresas, los artesanos (los había a montones s especialistas en cuero crudo, alfarería y plateros exquisitos).

La década del 90, infame gracias a Menem, trajo la miseria y el éxodo y apenas quedaron la mitad de una población de 20.000 habitantes.  Todo era desolación. Llegué a Paiva en esa época, a instancias de Néstor Ariño, un amigo inquieto que me propuso armar y dirigir un taller de teatro que funcionaría en la Biblioteca Alberdi, frente a la plaza.

Laguna Paiva era un panal de avispas.  Reuniones y agitadas asambleas en la plaza, donde se definía el destino de la ciudad.

El elenco del taller de teatro quedó formado con estudiantes, docentes y desocupados, todos ferroviarios o hijos de ferroviarios.  Yo sabía que  los ejercicios teatrales debían ser optimistas, tratando de levantar el ánimo a eso e aboqué, pero también sabía que  no podía soslayar la realidad.

Así fue que en las noches de taller brotaba el optimismo y en las asambleas esquivábamos los bastonazos de la Policía de Santa Fe traída por el intendente de turno vendido al oro y el canto menemista.  Se logró armar una cooperativa de trabajo metalúrgico usando la tecnología de punta de los talleres ferroviarios (hoy reparan y fabrican vagones para las empresas  porteños), otros armaron cooperativas apícolas y pequeñas fábricas de golosinas con miel.

Pero Paiva ya no fue la misma, los que se fueron no volvieron más, la fiesta del ferroviario se terminó hace  años y el taller de Teatro terminó al cabo de dos años.  En esos años 90 armamos un espectáculo que se llamó “Soledad, la que vive en Paiva” e hicimos muchas funciones en innumerables localidades del territorio santafesino.

En el 2003, Néstor Ariño me volvió a invitar, esta vez para rememorar la fiesta del ferroviario, en un intento más por darle ánimo a su querida Paiva… y allí fui y encontré viejos amigos, queridos seres humanos y juntos recreamos nuevamente la magia del teatro.

Paiva

Me viste

pasar buscando un mañana

que no pudo ser

dejé en cada rincón

retazos de ilusiones

testigo fui

del pan que volátil

escapaba del aroma

a  muerte

que el aire traía del hambre

que amenazaba tus rieles

Paiva mía

te fuiste diluyendo

en el tiempo

con el tren que

jamás llegó

con el expreso

que aún esperas.

En la plaza nació

la Soledad

esa

la que vive en Paiva,

Ahora

esperas al costado

de las vías

una nueva oportunidad.

Hoy vuelvo

con pies cansados

desde la tierra colorada

a darte

mi abrazo mas hermano

mi beso

más hombre

como siempre

Escrito en “Máximo Nivel”

Único Bar del Pueblo de

Laguna Paiva

Año 2003.

Diálogos y poemas…

Los encuentros con Florentino en la Cofradía de los Duendes son esencialmente momentos de sosiego y de asombro, de diálogos y lecturas de sus poemas inéditos.

Cercana la primavera de 2005, estuvimos de acuerdo en seleccionar algunos con el propósito de luego imprimirlos para la oportuna difusión.

Aquí, parte de aquella selección durante una tarde de septiembre, para que la difundieran en Eldorado (Misiones), desde el 20 de septiembre…

Más allá de las quimeras…

Una vez más, Florentino propuso que comenzara así “Cuando escribo / me acerco  / a la condición humana.”, luego el poema dedicado a Esther: “Qué puedo decirte que ya no haya dicho…”

Luego, más poemas.

¿Adónde van los m’byá

cuando se pierden

en el monte?

Dejan rastros de semillas

y cruces de camposanto?

¿Buscan la tierra sin mal?

¿A Ñamandú allá en lo alto?

O simplemente se pierden

en picadas, ignorados…

Paisano m’byá esperame

voy con vos a cualquier lado,

venderemos los collares,

los bolsos y los rosarios

¿Adónde van los m’byá?

Si el monte ya está arrasado…

o o o o o o o

El isipo retuerce

su rama y dibuja

estrías primorosas.

La corto en rodajas

finísimas

y fabrico estrellitas

de madera…

o o o o o o o

¿Adónde va el artesano

con su mochila a cuesta?

A buscar el horizonte

que le permita vivir…

o o o o o o o

El poeta busca

palabras

para tejer sueños…

o o o o o o o

Sentado en el puesto

de la feria

veo pasar los normales

que van a ver

los artesanos.

Rostros adustos,

risueños,

interesados

(los menos)

desinteresados

(los más)

Vendo dos

chucherías…

Apenas alcanza

para los cigarrillos.

Esta noche,

otra vez,

dormiré en la calle…

o o o o o o o

I

Milagrosamente

la panambí

sobrevoló la topadora

y el árbol que caía

acarició con sus ramas

las coloridas alas

como una triste

despedida.

Abajo, entre los troncos

descuajados,

quedaba destruida

la ciudad duende…

II

¿Adónde vas río, tan

torrentoso?

A buscar a los hombres

que queman mi lomo

con sus ácidos…

III

Entreví entre el humo

de las quemazones

a la Misiones desierta

cuando termine el desmonte…

IV

¿Cuánto cuesta un árbol

cortado?

La muerte de muchos niños…

¿Cuánto cuesta un monte

arrasado?

La muerte de una provincia…

¿Cuánto cuesta una provincia?

La riqueza de unos pocos.

V

Desde el frente de mi casa

mido el monte despoblado.

El humo de las quemazones

semejan buques varados

con la congoja en el rostro

se va el duende derrotado.

Con la tristeza en el alma

pasa el paisano cansado.

Con la miseria en la mano

se va el niño desolado

con el hambre en las entrañas

llora la madre Eldorado…

No alcanza la rima madre,

no alcanza todo lo hablado.

Cuando se alcen con sus filos

los machetes colorados

será el río testigo

de muerte y muerte cantado.

VI

Niña mujer misionera

atadito de ternura

llevas sobre la cabeza.

Hombros fuertes,

cintura estrecha

y un andar

casi ondulando

como las del sol blanco

cuando el calor

pone gotas

sobre tu marrón piel

de pétalos.

A veces son gringa fuerte

de blanquísima fragancia

es que el monte

da los frutos

con los colores

variados y la

fortaleza altiva

de razas

entremezclados.

Mujer niña

misionera con

bellos pies ya

cansados.

VII

De tanto tocar tus vetas

mis manos se acostumbraron

y sos madera refugio

de pensamientos gastados.

Con cada golpe de gubia

ideas e imágenes cerradas

se abren como siemprevivas

de un balcón abandonado.

Y sueño mientras golpeo,

y tu destino modelo,

que los hombres se acordaran

de no cortar más el monte

de abrir las manos cerradas

mientras mi gubia canta

sobre tu lomo rayado,

y vos te entregás,

solemne

dulce como amante nueva.

Juntos recordemos rostros,

ciudades, los lugares

visitados…

madera vos sos refugio

para un niño abandonado.

VIII

La mariposa herida

miró el sol por

última vez y murió

debajo de las hojas

de aquel árbol…

IX

Te ves paisano sentado

a la orilla del camino

tu rostro bello y gastado

apenas deja adivinar

un grito desesperado.

Durante otra tarde, tras otra selección, reiteramos estos poemas inéditos:

¿En qué galaxia estará?

¿Qué mundo corresponderá

a la felicidad?

¿O será que este es el que

los dioses señalaron?

Quizás, a lo mejor la búsqueda

de la tierra sin mal,

como dicen los m’byá es

el camino que los humanos

debemos recorrer.

Pobres aquellos que lo buscan

en el dinero.

Pobres aquellos que no saben,

debo callar,

el solo pensarlo me cerca

a ellos…

 o o o o o o o

El monte se perfuma

de orquídeas cristalinas,

la primavera le presta

su olor.

El sufrimiento de los m’byá

se mezcla con ellos

y Ñamandú fuma en paz

mirando la imperfecta tierra

torturada… El fin se acerca.

o o o o o o o

El duende encontró

en la flor,

la belleza que el

ángel había escondido.

o o o o o o o

Dame tu mano,

toma la mía,

y juntos vayamos

hacia aquel arco iris

que porfiadamente

aparece detrás

de la represa.

o o o o o o o

El duende encontró

en la flor,

la belleza que el

ángel había escondido.

o o o o o o o

Dame tu mano,

toma la mía,

y juntos vayamos

hacia aquel arco iris

que porfiadamente

aparece detrás de la represa.

o o o o o o o

Dolor

¿Qué se puede hacer

con tanto dolor?

Sesenta flores, sesenta,

todos los meses.

Cargo la mochila

sobre mis espaldas

y con el sol de frente

grito a los cuatro vientos.

Mas, parece que el mecanismo,

más perfecto de la creación

sufre de una sordera congénita

y es ahí cuando

quisiera, también, cantar

al amor,

a las cosas bellas,

al arte y la creación;

pero no me sale, no puedo.

¿Qué se puede hacer

con tanto dolor?

Me duelen los sesenta niños

muertos por el hecho de ser niños,

por portación de ternura

por aquella malahijaputez

de los poderosos.

Es entonces cuando la Poesía

y la Belleza es mala palabra

(como diría Armando)

…Tejada Gómez…

porque no me creo con derecho

porque no encuentro las palabras

porque se transforman

en palabras huecas

y mi canto ruge,

desde mis entrañas,

un grito desgarrador

¿qué se puede hacer

con tanto dolor?

¿cómo?

¿de qué forma?

Son sesenta muertes

Inocentes,

todos los meses,

la niña-muerte

se lleva sesenta niños

¿cómo no rugir de dolor?

si los vi

con sus ojos,

sonrisa,

mocos de niños-tristes

y eso duele

¿cuántos de los que vi

ya no están más?

Cuántos de los que acariciaron

mis títeres, en la misterio-magia

de una función, ya se fueron.

Es estúpido preguntar

¿adónde?

o o o o o o o o o

Reviro

Ponga usted

la harina en el agua,

agregue la sal,

revuelva,

mientras canta

un chamamé.

Vuelque el pejote

en la morocha

con grasita bien

caliente

y deje que se dore.

Con la espátula

de madera dura

rompa en pedacitos

la masa crocante

hasta que se convierta

en rubio alimento

que acompañe el cocido.

Tendrá así el reviro

compadre,

masita misionera

alimento pa’pobre.

* * * * * * * * *

“Para tallar un ángel”

El talentoso Florentino Sánchez, suele presentar relatos breves o poemas escritos en un espacio cuyos límites coinciden con el contorno de una imagen. En esta circunstancia, Florentino logra “llamar la atención” con un ángel dibujado el 6 de enero de 2007, como indica al pie de página y agrega: “a la madrugada de un día de Reyes”.

Aquí, su mensaje escrito en ese contorno tan original y que necesariamente reitero así:

“Debes elegir buena madera, si es posible nativa pero sin cortar árbol ninguno sino lo que la naturaleza da.  Lija bien hasta que la superficie sea como la de un pibe.  Afila bien tus herramientas.  Deben cortar pero no dañar la madera… No marques tu ángel, deja que la madera te dicte tu figura. Sólo entonces, cuando estés seguro golpea tu formón.  Comienza por la cabeza: debe ser joven y bello. Modela luego los pliegues de la túnica a cortos golpes.  Sigue luego por las manos, deben ser ellas, y por último modela las alas con plumas sedosas.  Sólo entonces lija todo amorosamente.  Sólo cuando estés seguro, saca una pluma del ala izquierda y firma tu talla. Sin vergüenza.”

 

Aquella noche, Florentino necesitó escribir estos versos:

Los Reyes.

Los Reyes Magos

no pasaron

por Misiones.

Se extraviaron

entre el basural

y el yermo

de la tierra.

En sus memorias

buscaron

una Misiones verde,

con una selva

lujuriosa,

jóvenes animales

y el agua

corriendo limpia

y pura

sin la contaminación

de las papeleras…”

El árbol

El árbol se bañó

con lluvias refrescantes,

calentó sus ramas

con soles de verano,

regaló sus hojas al invierno

y se desnudó

por el gusto de desnudarse.

Una mañana de otoño

mientras oía el concierto

de cantos de pájaros,

un dolor agudo

le subió desde sus raíces:

era una motosierra.

En poco tiempo murió.

Fue desguasado

y cu cuerpo quedó desnudo,

esta vez de desnudez

sórdida, mórbida, inconfesable…

Pasaron soles y lluvias

hasta que nuevamente

su cuerpo fue aserrado

en largas tablas.

Los costados de este cuerpo

fueron tirados

a un lado.

Los recogí,

los lijé,

acaricié

y tallé en ellos

las imágenes que las

vetas me dictaban.

Cuando las lijaba,

todavía el árbol muerto

me regalaba nuevos colores

y un olor esperanzado…

20-01-2007 Eldorado (Misiones).

Genocidio.

El árbol levantó

los brazos al cielo

y agradeció a Dios

el día que anunciaba.

Miró a lo lejos

la enmarañada selva

y gustoso saludó

a los otros árboles;

con un alegre

buen día…

A los lejos se escucha

el sonido de las

topadoras

que anuncian el desmonte.

El árbol quiso levantar

sus raíces para huir

pero no pudo.

Resignado esperó

la muerte

y con una de sus ramas

enterró una semilla en la tierra.

El hombre avanzaba

con su codicia

demencial.

21-01-.2007.

En Eldorado (Misiones).

Cultura popular.

El mimo buscó

hacer reír

puso en práctica

lo aprendido

en Escobar

y Lerchundi…

pero nadie se rio.

Mostró lo que

Aprendió en París

con Marcel Marceau

y que tanto hacía

reír al maestro…

pero nadie se rio.

Buscó los viejos

Trucos de circo…

y nada.

Desesperado,

y como buen mimo,

llorando,

se puso una flor

en el culo

y saludó para irse…

la gente se desternilló de risa.

23-01-2007 En Eldorado (Misiones).

De “Flores perdidas”.

Dedicatoria:  “A mis hijos, siempre.”

”¡Qué joda, el viejo

se fue sin poder decirle que lo quiero”

Chau Papá.

 

Anoche perdí las flores,

es decir, no las perdí,

nunca las tuve en mis

manos.

Cabeza calenturienta,

imaginación de actor,

creí tener siete flores

y sólo tenía el vacío.

No importa, muy

dentro mío,

atrás de mi corazón

existen solo para mí

y hasta puedo describir

uno a uno sus colores.

Adiós, flores del amor

que nunca tuve en mi mano.

Creí cultivar la planta,

regar con sangre la tierra,

fue pura imaginación,

nunca las posé en mis manos.

Tierra fértil se secó

y las flores se murieron,

me quedan las de

adentro mío, esas, esas,

siguen floreciendo.

                              25-09-2005

o o o o o o o

¿Sabés? Siempre pienso en vos.

Todos los días por algún motivo

aparece tu figura serena.

La tengo grabada tan a fuego,

que jamás pensé que te fuiste.

Todavía te sigo buscando

en los bares, los nuevos y los

que ya no están…

La noche sigue teniendo misterio

y a veces, casi siempre, te

siento caminar al lado mío.

Quise ser igual que vos,

minga, no me salió.

No supe encontrar la forma,

encaré mal,

que sé yo.

Sólo sé que tu recuerdo es

grande como una casa.

Y más que nunca este día

necesito tu presencia.

Es tonto, casi a los sesenta,

pienso en vos papá.,

viejo lindo te reclamo

porque se me perdió el libreto,

porque no apreté las hojas

y el viento se lo llevó:

La vieja está bien ¿sabés?,

está un poco rezongona,

yo sé que cuenta los días

para encontrarte después,

y esto que parece un tango,

pero del tiempo de ñaupa,

es todo lo que te ofrezco

si cada vez tengo menos.

Me estoy yendo pa’ las casas,

allá lejos, allá en Misiones,

donde está mi compañera,

la que aguanta el escolazo

de jugarle así a la vida

y con los naipes marcados.

Esther se llama viejito,

y es lo mejor que tengo.

Cómo me gustaría que una noche

de verano,

esas como a vos te gustan,

con ese traje cruzado,

ese que tan bien empilchabas

nos volviéramos a ver,

para juntos los tres,

caminar, largo muy largo

y encontrar la madrugada.

* * * * * * * * *

El Teatro: piruetas y equilibrios…

El entremés va a comenzar

entretiempo de la vida.

Nos divertiremos

un instante

mientras masticamos el drama

el que no queremos ver.

El sainete nos hará reír

las carcajadas saldrán a borbotones

mientras esperamos

como triste payasos

la cachetada final

el definitivo telón

para hacer mutis por el foro.

                                                           Diciembre 2004.

………………………………………………………………………………………………………………

Son sorprendentes las anécdotas de Florentino relacionadas con caminos recorridos, con puertas cerradas, con espacios abiertos, con ensayos y puestas en escena…

Aquí, algunas que narró en páginas que luego integró en su libro artesanal, leídas durante esta “cálida siesta del jueves 19 de abril de 2007.

Día del aborigen, recuerdan en las efemérides y evoco aquel día de 1942 cuando por segunda vez sentí el impacto del misterio y la tristeza de otra ausencia, porque nuestro abuelo José Orbea -“vasco de ley”- nacido a fines de la década del ’60 del siglo diecinueve en Irún, nos había conmovido con su Último Desprendimiento.

………………………………………………………………………………………………………

 

Continuemos en “la gira”…

Llegada a Mendoza

Cuando el micro entró en la terminal llovía.

Eran las 21:30 de un día de octubre del ’71. Bajé y conté mentalmente los pocos pesos que tenía.  Consulté precios de hotel con un taxista. Me alcanzaba para dos días si hacía una sola comida diaria.  Me hice llevar a un modesto hotelito, llegué y me acosté sin comer.  Eran las primeras horas en la ciudad de Mendoza y no conocía a nadie…

Me levanté temprano, compré el diario “Los Andes, unos bizcochitos y me fui a leer a una plaza.  Abrí los clasificados para buscar un laburo y con sorpresa leo un aviso:

“SE NECESITAN ACTORES”

Preguntando llegué a la dirección indicada.  Era un pequeño teatro independiente que no disimulaba la fachada haber sido un taller mecánico.  Estaba abierto, entré, adentro había penumbra, golpee las manos y ante la pregunta “¿Quién es?”, contesté “-Vine por el aviso”.

Una voz amable contestó:

-“Pasá Florentino.”   Con sorpresa avancé y me encontré con cuatro hombres.

El que me había nombrado y me dijo sonriente:

-¿Te acordás de mí?, nos conocimos hace dos años en el Festival de Córdoba…”

Ahí me acordé, en el ’69 se realizó el Primer Festival Nacional de Teatro en Córdoba y habíamos asistido con el flaco Thiel y el montaje “¿Conoce Ud. la Vía Láctea?” representando a Santa Fe.  Allí conocí a este amigo, se llama Jorge Fornés y es un actor de la puta madre.

Me presentó a los otros, Carlos Owens, Maximino Moyano y Guillermo Carrasco.  Los primeros eran los directores del “Taller Nuestro Teatro” (TNT), así se llamaba el teatro que por primera vez tenía sala propia.

Owens fue el mejor director de Teatro que conocí,  Falleció en Mar del Plata no hace mucho.

Maximino vive todavía y en ese momento, además, era actor de la Comedia Universitaria.  Carrasco, el negrito Carrasco, era actor del elenco al cual con el tiempo le enseñé a hacer títeres y hoy es uno de los viejos titiriteros mendocinos.

Tomamos mate esa mañana y me incorporé al elenco, el cual conocí esa misma tarde.

Al otro día arreglamos una paga mínima ya que el teatro era pobre, apenas alcanzaba para fumar y comer.  Ese mismo día me propusieron un plan que consistía en remontar una obra de Abel Mateo: “Un viejo olor a almendras amargas”, una comedia policial con la que había que hacer una función en San Juan y una pequeña temporada en la sala para inaugurarla.  Acepté y también hice una proposición: con la paga no podía costearme el hotel y ése era el último día que podía pagarlo, así que pedí autorización para dormir en el teatro.  Y me la dieron.  No es agradable dormir solo en un teatro, hay ruido por todos lados, crujen las maderas, las sillas, pero… no había más remedio.  Por las noches, después de los ensayos, me iba hasta un carrito de hamburguesas que estaba en la puerta del teatro y a cambio de recitar poemas cenada dos hamburguesas gratis con una gaseosa, luego apagaba todas las luces y me iba a dormir sobre unas telas negras en el escenario, es decir, sobre él.

Los ensayos iban bien y así llegamos al ensayo general, o sea, la noche anterior al estreno.  La pareja protagónica (a la que llamaré Rafael y Juanita) eran conocidos como buenos en Mendoza.

Esa noche se pelearon a muerte, con cachetazos, puteadas y todo y cada uno se fue a su casa y nos dejaron varados.

Reunión previa ganó la postura de seguir adelante y estrenar igual. Reacomodamos los personajes y a mí me tocó el protagónico de Rafael junto a Elina (una joven actriz) que asumió el personaje de Juanita.  La noche siguiente estrenamos sin dormir, nos habíamos pasado la noche estudiando, y con un apuntador en cada punta del escenario.  Nadie se dio cuenta y había yo sacado patente de actor.  Mendoza durante tres años me dio lo que buscaba… El movimiento, el color, el inmediato contacto con el público.  Allí y durante muchos años, encontré lo que buscaba para la creación. p. 138-144

Florentino en las páginas 141-142 de su libro artesanal,

Incluyó dibujos en blanco y negro alusivos a una escena

y en los espacios en blanco, dejo más señales:

“La representamos en San Juan para la Escuela de Policía de la Provincia.”

 

“Un viejo olor a almendras amargas” del dramaturgo argentino Abel Mateo.”

 

 “Es una comedia que trascurre en la Inglaterra de la década del ’30,

en una residencia de un duque en la que ocurren varios asesinatos”.

 

“Lo reidero de esta obra es la desorientación del inspector de policía.”

“Teatro de Arte”.

 

La terraza fue el taller, laboratorio laborioso rodeado de lata y cartón, como una vieja villa culturosa, más culturosa que villa.  Alejada de la gente común pero que en definitiva nos dio el barniz necesario para intuir un futuro mejor en donde el teatro marcase una fundamental importancia en la educación de la gente. Página 4

Fue una utopía, burda mentira que nos vendieron y compramos como idiotas.

Así y todo después de muchos años te recuerdo vieja terraza de San Martín 2222 en donde el viejo Costantín existió gracias a nosotros y porque quisimos traerlo a un mundo mentiroso que nos inventamos para sobrevivir al naufragio que intuimos se aproximaba.

¡Tanto trabajo!  ¡Tantos sueños! ¡Tantas ilusiones.

Te construimos de a poco, vieja terraza, y en cada golpe de martillo latía nuestro corazón engañado.

Nadie es ombligo del mundo y saber o no saber el método del viejo Stanivlasky .no modifica para nada, la realidad de comer o no comer, fumar o no fumar y jugar pelotudamente con una calavera.

07-11-2006

Crónica…

El lugar era paupérrimo, un galpón abandonado con pretensiones de atellier que nos había prestado Dino D’Emilio, un pintor con esporádicas incursiones en el teatro.  Allí ensayábamos el Negro Flores, Guillermito Acevedo y yo, “crónica de un secuestro”, de Mario Diament.

Hacía calor, ya estábamos en la etapa de haber soltado el libreto y trabajar sobre las acciones físicas e ir probando imágenes, en fin, todo lo que signifique la vida interior del personaje.

El lugar estaba lleno de tarros de pinturas y maderas semipodridas debido a las grandes goteras en el cinc del techo.  En el medio del salón habíamos puesto una mesa de lata y dos sillas, de lata también y más atrás un cartel acostado sobre ladrillos oficiaba de cama.

En la mesa el Negro y yo debíamos jugar una escena en donde el personaje de Miguel le iba sonsacando al mío toda la podredumbre de su vida previo emborracharlo hasta descomponerlo del estómago.  Mientras tanto Guillermo que hacía de Martín (el otro secuestrador de Morel, mi personaje) miraba la escena con asco.  El asco que le producía este burgués borracho que entre vómito y vómito decía la verdad a medias y el juego era quebrarlo totalmente.  Inmediata a esta escena, Martín que no se podía contener le daba la madre de las palizas al burgués.

Después de toda una puesta de acuerdo comenzamos el ensayo. Habíamos quedado que era con todo, más bien exagerado (para achicar había tiempo) pero no sobre actuado sino desde adentro.

Comenzamos la escena y al poco tiempo nos dimos cuenta que la podíamos dominar.  Despacio, haciendo todas las pausas necesarias, mirándonos a los ojos y tratando de adivinar adónde quería llegar el otro. Cuando jugás así la letra que ya la sabés tiene un gusto nuevo y es como si la escucharas por primera vez.

Guillermito que en un segundo plano debía estar observando y cargando bronca para lo que le venía no estaba…

Miro de reojo y veo un Cristo doliente cruzando el salón con el madero al hombro.  El Negro que también lo vio se tentó:

-¿Qué hacés Guillermo? –preguntó.  Éste desde su dolor más sobreactuado dijo:

-“Estoy creando”.  El Negro me miró y me dijo:

-“Tiene un empacho de Stanilavky”

“Aeroplanos”.

(Dedicado al cabrón de Gorostiza.)

 

Nunca creí demasiado en las instituciones que recaudan derechos artísticos.  Creo que la creación no tiene fronteras ni dueños, aún los derechos de los que crean.  Así y todo cumplí con todos los requisitos que demandó Argentores y con la conciencia tranquila comenzamos los ensayos de “Aeroplanos” con el negro Flores.  Después de tantos años de trabajar juntos teníamos una técnica especial de trabajo.  A ninguno de los dos nos interesaba demasiado el texto, sabíamos que éste llega sólo con la repetición.  Nos interesaba más los personajes y su construcción interior.  Así que los ensayos eran largas discusiones y charlas (muchas) y cada uno en su casa iba probando lo hablado y un buen día comenzábamos a movernos y mover este personaje que poco a poco había comenzado a apoderarse de nosotros y así, casi sin querer, comenzábamos a hacer largas tiradas del libreto hasta llegar a las miradas de la obra completa.  De esta manera uno no dice exactamente lo que el autor escribió pero sí teníamos claro de dónde el autor partió cuando comenzó a escribir y muy claro qué “sentían” estos seres, ahora de carne y hueso sobre nuestras espaldas.  Con el Negro nos veíamos todos los días, no sólo en los ensayos sino al mediodía en el café y jugábamos a que quienes estaban ahí no éramos nosotros sino nuestros personajes y como reaccionaban ante estímulos sorpresivos de la vida real.

Esto nos daba una agilidad mental que repercutía en el escenario ante cualquier contingencia.

“Aeroplanos” estuvo listo y nos entrevistamos con el Quique Llopis, en ese momento era Subsecretario de Cultura de la Provincia quien nos compró 10 funciones: ocho en el interior y dos en Santa Fe, a razón de ¡quinientos pesos por función!, más cien para el técnico de luces y sonido, el pago del alquiler de los equipos y una trafic que nos llevaría por todos lados.  ¡Casi de no creer!  ¡Un sueño!  Sin embargo para poder cobrar las funciones tuvimos que andar mucho, pero eso no lo sabíamos entonces.

El que armaba la gira era yo, el Negro no servía para eso.  Así es que estrenamos en una ciudad del norte de la provincia: Villa Ocampo.  El hijo más chico del Negro nos hacía la técnica.  Todo lo ensayado, todo lo aprendido funcionó de maravillas y la vieja técnica de armar un personaje volvió a demostrar que el teatro es mitad técnica y oficio y mitad corazón.  Al otro día pasamos a otra ciudad: Villa Ocampo y de allí a Reconquista, una plaza difícil que conquistamos en dos funciones. De allí fuimos a Calchaquí y el próximo fin de semanas Santa Fe, en el Centro Cultural.

Lanzamos toda la publicidad en la ciudad y un buen día viene Raúl Caminos ¡el representante de Argentores a decirme que la entidad no daba el permiso de presentación por orden del autor.  El cabrón de Gorostiza no quería que se represente su obra y menos por dos ignotos actores del interior.  De nada valieron las llamadas telefónicas ni mandarles faxs con la boleta del Banco donde yo había depositado el dinero para pagar el trámite. ¡Nada!   Si hacíamos la función, este señor Caminos tenía derecho a llamar la policía y suspenderla.

La publicidad estaba en marcha, era con entrada libre; auspiciaba y organizaba el gobierno de la provincia de Santa Fe (que creo que es lo que le molestó al viejo estúpido de Gorostiza).  Así que decidimos hacer por lo menos una función.   Esa noche de sábado el teatro estaba repleto, se venía debajo de gente y unos minutos antes de empezar, me llaman a la oficina del director de la sala.  Cuando llego me encuentro con el tal Caminos y un policía y me dice que si hacemos la función me tenía que hacer detener por plagio y si no había suspenderla. Lo miré al policía y dije:

-Mire, ahora no me puede detener. Porque no cometí ningún delito, me voy al escenario y hasta que no comience la obra no habré cometido ninguna falta, después si se anima entre al escenario y delante de 800 personas me detiene.

-Ni loco, me contestó el vigilante.

Así que me volví al escenario y comenzó una función que fue memorable, la hicimos con toda la bronca de las injusticias y, por supuesto, antes hice correr el rumor entre el público conocido.

Cuando terminó la función me encontré con que el policía no estaba más, había dejado una citación para que me presentase el lunes en la comisaría.

Así que hicimos las dos funciones y ese lunes fui a declarar pero ya el viejo Gorostiza había cambiado sus principios por 2.000 pesos y la promesa de no hacerla más.  La guita la puso Llopis, la promesa nosotros pero fue duro cobrar las funciones realizadas, perdimos las prometidas y nunca más pudimos hacer “Aeroplanos”.

Abel, mi amigo.

El bar de Testa estaba vacío.  Sólo los cuatro o cinco sempiternos que discuten de política en aquel caluroso octubre en “El Trébol”, provincia de Santa Fe.  Cuando entro se hace silencio, todas las cabezas giran hacia mí.  El mozo viejo y canchero me saluda con voz alta y el murmullo vuelve con más vigor.  El gastronómico me había dado patente de “conocido”.  Pido un cortado y me siento contra la ventana y en el momento de revolver la lágrima entra Abel. Amigo ¡qué flaco estás!   Me vine a matacaballo desde donde estaba cuando me enteré que estaba enfermo.  Cáncer de colon…

Se sienta, hablamos de pavadas.  Me miente, le miento y casi como un rezo, en un susurro me dice “-Tengo la papa, hermano, de esta no salgo”… Le digo que no que hay la ciencia… los dos sabíamos que mentíamos…

Abel Bordigoni, actor, su padre tenía un circo, de esos del viejo circo criollo y se fundió en “El Trébol” y allí se quedó con su viejo socio, Aguilera y desde entonces el rubro “Aguilera-Bordigoni” fue el teatro del pueblo.  Así, Abel se crió entre piruetas de acrobacia y viejas obras gauchescas.  Se casó con una gringa y tuvo dos hijos. A la muerte de su padre asumió la dirección del elenco que ya, entonces, dependía del Club El Trebolense  Formó una escuela de actores y de circo y por muchos años la juventud de aquella pequeña ciudad pasó por el elenco.  Lo curioso es que nunca nadie le pagó nada, el siempre puso plata.  p. 128

La década del ’70 trajo el golpe de estado en Chile y Uruguay y aires de violencia en nuestro país.  La vuelta de Perón, el triunfo de Campera, la fórmula Perón-Perón, la guerrilla armada, el lopezrreguismo y la creación de las Tres “A”.  Todo presagiaba el genocidio del ’76.

Los uruguayos con el régimen miliar sangriento comenzaron a despertar y poco a poco comenzaron a aparecer grupos de actores que en la calle y con pequeños skechts denunciaban lo que pasaba apoyados con los instrumentos de las murgas.  Ellos abrían y cerraban las funciones callejeras en donde se dramatizaban las desapariciones y torturas, pero además, los tambores servían de alerta cuando se acercaba la represión y todos desaparecían arriba de camiones que ponían los “tupas”.  “La marcha camión” todavía hoy sigue siendo parte del teatro callejero y muchos jóvenes la tocan sin saber de los actos heroicos que aquellos otros jóvenes hicieron en Montevideo.

Pronto el teatro callejero se extendió como reguero de pólvora y en nuestro país los teatreros militantes lo aportaron como una forma popular de combate cultura.

Abel Bordigoni también adhirió y allá por el ’73, la pequeña ciudad de “El Trébol” vio sorprendida a esa nueva forma de hacer teatro en sus plazas, sin denuncias pero con aditamento, la acrobacia circense.

Por aquella época nace el Encuentro Nacional de Teatro Callejero de “El Trébol”.  Fuimos convocados muchos y fuimos a apoyar al compañero.  El Encuentro tenía como característica que el trabajo no debía exceder los 7 minutos y todo el festival durara un día, sí, un día.   Se llegaba a la mañana temprano y en la sede del Teatro Español te recibían con muchas clases de tortas, café o mate.  A media mañana, cuando estábamos todos, nos trasladábamos al otro lado del pueblo, al Club Trebolense y de paso se largaba.  Autos, camionetas y una larga caminata, batucada delante por el pueblo con paradas para mostrar algunos trabajos, convocar para la tarde y noche en la Plaza central.

Al mediodía gran almuerzo y luego cada uno a su lugar de trabajo.   A la noche los que estaban más cerca en kilómetros se volvían y los demás volvíamos al Club a cenar y esperar el otro día para volvernos.  El Encuentro en sí mismo no tenía mucho valor, pues, los habitantes no le daban mucha bola.  Lo que sí tenía valor era la grandeza de Abel, el poder charlar con él, el encontrarse con compañeros venidos de muchos lugares por un día, nada más que porque convocaba Abel.  Fueron años, paró dos años creo ’76 y ’77 y después siguió.  Los que no pudimos ir porque no podíamos, seguíamos con nostalgias los pormenores del encuentro.

Por eso tenía importancia ese encuentro en el Bar de Testa, en el 2000, fue la última vez que lo vi vivo.  Falleció poco después. Los que participamos del “que se vayan todos” al año siguiente, entre el humo de las cubiertas quemadas, el gas lacrimógeno y los sablazos de la policía, tuvimos un saludo para Abel, un compañero que sin salir de su pueblo combatió hombro con hombro con nosotros y nos regaló un día distinto una vez al año. p. 131-133

Diciembre del 2006.

Otro dibujo y esta señal:

“El Encuentro Nacional de Teatro Callejero

 fue un día de libertad para todos nosotros.”

En la página siguiente, Florentino destacó:

“CAMINO

COMO PUEDO

Y EL VIEJO

COSTANTÍN

ME AYUDA

A CUMPLIR

EL OBJETIVO:

SEGUIR

VIVIENDO…” P. 125

“Nunca digas en mi pueblo no pasa nada.

Si así fuera acordate que sos el culpable.”

             Osvaldo Dressino.

 

En su libro artesanal, Florentino incluyó ilustraciones en blanco y negro, muy pocas con otros colores. En los espacios en blanco del simbolismo que impacta en las páginas 129-130, dejó más señales manuscritas:

“Abel pagó siempre de su bolsillo los gastos de los encuentros y por supuesto siempre perdió plata.”

“Abel fue un trabajador del teatro.”

“El Trébol tuvo historia a través de Abel.”

“Abel trabajaba todo el año para organizar un encuentro que duraba un día.”

“Abel Bordigoni fue el creador del Encuentro Nacional de Teatro Callejero en El Trébol.”

“Flores de papel”.

A Nora y Barotto con mi respeto.

 

La mañana era fresca, el teatro vacío.  El cabezón Barotto iba y venía haciendo cosas mientras esperábamos la hora del ensayo.  Nora calentaba el agua para el mate y mientras tomábamos repasábamos la letra, hoy el ensayo iba a ser duro.

Todo comenzó cuando lo comencé a hinchar a Barotto para montar”Flores de papel” de Egon Wolf, un autor chileno de la década del ’60.  Yo había visto la obra dirigida por Carlos Owens, en Mendoza, allá por el’73 y veintiséis años después aún la recordaba y memoría por hacerla.  Todo fue casualidad, se dio que Tito Vicentín, actor de esa ciudad, Venado Tuerto, la había hecho en Rosario dirigida por el Tano Filipelli y le había quedado un libreto mal fotocopiado y con tachaduras.  Con paciencia de preso lo reconstruí y hasta actualicé en algunas escenas y un buen día se lo di a leer al Cabezón.

La obra era sencilla y compleja a la vez.  Dos personajes:  Lucía y el Merluza.  Ella una señora sola de la oligarquía y él un lumpen que logra filtrarse en la casa de la señora y poco a poco la va destruyendo, no físicamente sino desde adentro hasta destruirla para después llevarla a la villa con él.  Era una historia de amor violento, con ideología marxista y destellos revolucionarios propios de la década sesentista.  Al Cabezón le gustó y comenzamos a bocetar un montaje. La idea de hacerla era porque ese 1999 tenía aires presagiosos de cambio y considerábamos que traer recuerdos de aquélla otra época era saludable.  Era todo un desafío para ese Venado Tuerto, ciudad pacata y burguesa y no sabíamos cómo respondería el público.  Cuando estuvimos de acuerdo en algunos lineamientos comenzó la búsqueda de la actriz, hasta que nos damos con Nora y comenzaron los ensayos, sin apuros, pensamos.

Paralelamente yo había conseguido el teléfono de Wolf en Chile y un buen día lo hablé.  No lo conocía pero improvisé toda una charla en la que me manifestó las ganas de venir al estreno pero él podía en una determinada fecha ¡justo dentro de un mes! Y le dije que sí.

Así es que lo iba a ser un montaje sin tiempo se convirtió en uno en el que había que estrenar en 30 días.  Así los ensayos fueron de 10 a 13; de 18 hasta cualquier hora todos lo días.

Y ese día con la letra a medias sabida probamos la escena más dura.  Solos los tres, Nora y yo trabajando desde adentro, al límite de las emociones y el Cabezón al lado nuestro, en el escenario con el libreto en la mano y cantando hasta que lo sentíamos.  Traspirados los tres.  Cuando terminamos el ensayo habían pasado dos horas sin darnos cuenta.  El frío era el mismo, nosotros sudábamos y temblábamos.  La magia había desaparecido.  p. 125-127

Santa Fe,  14 de diciembre de 2006.

“El mundo de los títeres”…

Así sentí el impulso de titular uno de los subprogramas de Educación por el Arte que presenté al subsecretario de Cultura de la provincia de Santa Fe, doctor Jorge Alberto Guillén, cuando elaboré el anteproyecto de “coordinación de las áreas de Educación y Cultura” a comienzos del otoño de 1984.

En aquel tiempo, empecé a conocer a Florentino Sánchez generalmente acompañado por Miguel Flores, “hombres de Teatro”. Florentino desarrolló diversas actividades en el contexto de aquellos proyectos impulsados por Jorge con el propósito de estimular la creatividad de los alumnos y lograr un acercamiento de las familias a las escuelas, tras la pertinente proyección de lo realizado en las escuelas con apoyo de cooperadores, bibliotecas, asociaciones vecinales, medios de difusión, autoridades locales…  No imaginé entonces que casi un cuarto de siglo después, seguiríamos compartiendo iniciativas con idénticos propósitos.

Aquí, incluyo poemas inéditos que Florentino generosamente va acercando y algunos, ya difundidos mediante “páginas voladoras” de SEPA, servicio de educación por el arte de vivir y de convivir que entrego en sucesivos encuentros con educadores y potenciales lectores.

“El niño lleva en la mano un títere”…

Tomo la mano del niño

y lo llevo de paseo.

El niño lleva en la mano

un títere y un camafeo.

El muñeco es para jugar

con otros niños el juego

de encontrar el prendedor

con estrellitas engarzadas

dignas de señor de un reino.

¡Ay niño! Dejame jugar,

quiero ganarme el premio,

quiero ganar este juego…

Presto en mi mano el fantoche

siguió repitiendo el texto.

La otra mano que no sabe

lo que ésta está haciendo,

voló hacia arriba el fantasma

que robó el camafeo.

¡Ay Diosito! ¡Diosito de los

muñecos!!

Cuando la función termine

acabará este juego.

Cuando la función termine

quedaré solo de nuevo,

el títere, señor de reino,

el fantasma ladronzuelo,

los tres con el camafeo…

 

Aquí, más señales que servirán para elaborar sucesivas claves acerca de su pasión: ¡EL ARTE!… y de su persistente prepotencia de trabajo en el TEATRO.

 

Subo,

bien arriba,

empujo el texto,

respiro,

marco las palabras

que quiero que

se fijen.

Me desplazo,

la luz me pega

de costado,

estoy en la cima…

No debo olvidar

de contar

los espectadores

así sabré

si puedo comer…

o o o o o o o

Salgo del teatro,

la función terminó,

diez espectadores,

cobré monedas…

Alcanzan para un café

y diez cigarrillos.

Mañana habrá otra

esperanza…

Desde mi casa veo

duendes juguetones

que le cantan

a la luna…

o o o o o o o

 

 

Amistades perdurables…

Florentino Sánchez vive alerta ante la realidad, conmovido ante el sufrimiento que acosa a las comunidades cercanas, allá en el noreste argentino donde la tierra no ha sido por casualidad que es colorada, colorada…

Cuando llega a su Santa Fe natal, necesita acercarse a la casa de amigos para dialogar acerca de sueños, incertidumbre y  esperanzas.

Aquí, lo escrito por Florentino en diversas circunstancias.

 

A MIGUEL FLORES, ACTOR

 

“Todo lo que debo

lo gané en el teatro…”

 

GIRA

 

A mi hermano Miguel Flores, hoy más que nunca, ante el dolor de esperar su muerte y a todos los compañeros que salieron de gira…

 

I

Quisiera transformar el dolor en poesía

y no quiero que suene

a soberbia.

Quiero con palabras celebrar

la vida, y la muerte me copa

la parada, cantando su propia

sinfonía.

Tirar a dos bandas la última

carolina con un taco que no

tiene tiza.

¿Qué es de la última creación

sino una agónica sucesión

de uno mismo?

No caben entonces la poesía,

ni la prosa, sino despojarse

del muñeco,

acabar definitivamente con la farsa

y enfrentar con dignidad el último acto.

Cuando el telón baje habrá

que estar preparado para el

aplauso final.

¿Le dijiste, Miguel, al telonero

que vamos a forzar el bis?

Como siempre, amago para irme

y vos te vas…

Esta vez para siempre…

II

¡Qué bien la hiciste compañero!

Preparaste la gira y yo me quedo!

Esta vez la joda me la hicieron

a mí…

¡Te pusiste de acuerdo con Luisito!

Mirá que el gordo Verón ya se fue.

Y allá están el pelao Torresi,

Reinaldo, el gringo Wisniak y yo acá solo…

¡Ojalá no encuentren una

sola mina!

Y si la encuentran que no les

de bola!

Ojalá que la suerte los acompañe,

que el público sea mucho,

que los dioses del teatro

los bendigan…

No te olvides de invitarlo a Coco,

a Berta, al ruso Lensky, al Chacra…

III

Ayer te vi,

en el pequeñísimo escenario,

con el vestuario de tubos y,

no sé me pareció…

que montones de fantasmas-personajes

aleteaban tu cuerpo dormido,

de actor en casi gira.

Ya sé que el teatro no es la Misa,

pero se le parece, Negrito,

se le parece…

Sé que te vas,

con tu estilo,

con la pausa larga a tiempo,

lento… lento…

para que el espectador se

de cuenta que el actor

desaparece…

IV

Me dejás solo hermano,

te voy a extrañar en esta gira.

¿Con quién otro voy a tomar mate

para hablar del viejo Costantín…?

¿Con quién comparto mis sueños?

¿Con quién comparto mis broncas?

Pero como siempre ¿sabés?

dejemos que los demás piensen que todo está bien…

V

Mientras tanto prepará la temporada

buscá la sala… que sea blanca

con buenos camarines.

Armá la publicidad,

juntá los muchachos…

si hay algún organismo de cultura

gestionate un subsidio.

¡A ver si son como los de acá!

Armá todo Negrito y esperame…

Por eso no te digo adiós,

sino chau… ¡Hasta pronto!…

¡Buena gira!…

mientras yo llego.

Para mi hermano

sin poder ayudarlo más

y con un fuerte abrazo.

                   FLORENTINO SANCHEZ

23-09-2005

* * * * * * * * * * *

Trayectoria insoslayable…

Esa selección de poemas ha de orientar al lector hacia una parte de la insoslayable trayectoria de Florentino Sánchez.

Casi a fines del primer lustro del siglo veintiuno, cercano su cumpleaños, necesitó escribir:

Ratifico lo vivido, así

por prepotencia de vida.

Cincuenta y ocho años

uno al lado del otro,

seiscientos noventa y seis

meses,

veintiún mil ciento setenta

días sin descontar

ninguno.

Quinientas ocho mil ochenta

horas y no me arrepiento.

Siete hijos y dos nietos,

perdón dos soles

o el sol y la luna para

este firmamento…

Ya el tiempo no es el mismo,

corre con lentitud

casi sin darme cuenta

del medio millón de horas

muchas las pasé viajando.

 

2006: más viajes, más vivencias…

Florentino sigue soportando las consecuencias de su enfermedad porque la diabetes es silenciosa pero llega un momento en que “se hace notar”…

Ahora con más lentitud, transita el sendero del último año de su quinta década y con voluntad para seguir enfrentando algunas limitaciones.

Aquí, algunos poemas escritos durante el sexto año del siglo veintiuno:

Esther

El colibrí revoloteó la galería de mi casa en un vuelo suspendido en el aire.

La alegría de Esther le dio un brillo especial a sus ojos, hermosísimos ojos.  La miré con ternura, vi su tristeza y me dije ‘Es por mí’.  Soy el culpable de esa tristeza gris.  Pero no lo puedo evitar, amor.

Trato pero no puedo.  El colibrí trajo un aire fresco que alcanzó apenas para un momento.

El mínimo momento para darme vergüenza por no ser más fuerte, por no poder disimular este estado de resignación.

Hoy estoy lejos, intentando vencer lo ya vencido.  Sanar! Lo incurable y me cuesta, amor, me cuesta.

 

Allá estás vos, tu calor, sinceridad y el compartir tu destino conmigo.  Gracias, amor.  Allá quedo David, que me eligió y lo elegí.  Allá nos visita ese duendecito llamado Jazmín… Allá están los amigos, es decir, allá está mi vida, la que quiero.

Aquí todo es gris, solamente mis hijas a las que amo, me devuelven algo de calor.  Por lo demás es una ciudad muerta con brotecitos de vida, algunos…  Rabito, Norma, Nidia con su esperanza de vida y mis queridos Demián, Nocolás, María Paz, María Luz, María José, María Belén y Victoria, a ellos los amo tanto como a vos.

07-11-06

Santa Fe

Me parece imposible

haber nacido aquí.

Recorro tus calles

y no te reconozco.

Estas mismas calles

ahogadas por las veredas,

angosto pasadizo

de favela brasilera.

Camino como puedo.

La cara de la gente,

los ojos de la gente,

las manos apretadas de la gente.

Cada esquina tiene

un recuerdo,

tan lejano,

tan sin tiempo,

tan

tan

el reloj del Carmen

no funciona,

no como otras veces,

como si el viejo

reloj del Cabildo

tampoco conociera

tu cara

cara

cara emborrachada

con bronca

bronca de los autos

bronca de la cara

cara con gente

gente con bronca.

Sin embargo te debo,

a vos,

a tus baldosas

y lo que debo lo pagué

y lo demás lo estoy debiendo…

Hablo de vos

sin embargo,

de vos en otro tiempo

cuando te conocía.

Cuando hablamos

el mismo lenguaje.

Por eso me parece

imposible haber nacido aquí,

o a lo mejor

no nací,

apenas estoy despertando…

10-11-2006

Es de noche tarde en la casa

de Rabito y no puedo dormir,

el  pie no me duele y por

primera vez no está frío.

Nuevo teatro Municipal

                   A los actores santafesinos que dejaron

sus vidas en los escenarios.

En la puerta del

Teatro Municipal,

renovado,

aggiornado,

maltratado,

negado,

se agolpan los fantasmas

de viejos actores:

está Arata

intentando entrar

el mateo para representar

a Discépolo,

Eva Duarte

preocupada por llegar

hasta el altillo

del teatro para que

Lechuga le planche el vestuario.

Muiño y Alippi

que hoy tienen función.

Don Antonio Guerrero

y su historial

de circo criollo

una muchedumbre de actrices

y actores de radioteatro

que están ensayando.

Luisito Moro,

el Cabezón Verón,

Huguito Maggi,

el Negro Flores,

el Pelao Torressi,

el ruso Lenski que se

vino de Rosario.

El chacra Koslovky,

el Coco Jiménez con

Berta Pallares.

Escondido detrás del

elenco de la CGT

está Guillermo Acevedo.

Don Ortolochippi que

busca actores.

A todos ellos les está

negado el Teatro.

Esta oligarquía feudal

de peronistas neoliberales

lo refaccionaron,

refundaron

para cuatro maricas locales

y la neofarándula porteña.

No importa,

ellos están,

esperando,

reclamando lo que se ganaron

a fuerza de aplausos.

Algún día…

 

Otoño 2007…

Llegó una vez más Florentino, con el cansancio guardado en un bolsillo y la sonrisa como estandarte de la esperanza.

Traía un mensaje grabado con su voz y con la música que suelen escuchar con Esther, su mujer, allá en Eldorado…

Traía un casi diario íntimo, con algunas señales acumuladas durante el prolongado peregrinaje por distintos caminos del País de los Contrastes.

Leo “Parte de Guerra” .

“Cuando escribo

me acerca

a la condición humana”.

 

“Con el debido respeto paso a relatar este parte, que será lo más detallado posible, de esta guerra que lleva ya varios años.

Hago la salvedad de decirle que si estoy escribiéndole es porque sigo combatiendo pero le adelanto que irremediablemente hemos perdido en todas las líneas de combate. Advierto, además, que el enemigo se ha infiltrado en las líneas de reserva y muchos de nuestros combatientes se encuentran contaminados por virus poderosos usados sobre los cuerpos y mente de nuestros soldados.

A través de aparatos telefónicos que pueden escribir mensajes cifrados y cortos, es decir abreviados, lo que está agotando nuestro idioma hasta convertirlo en una mínima expresión.  Hago notar, además, que nuestros jóvenes combatientes ya casi no leen y esto nos está quitando potencia de fuego.  En cuanto a nuestras armas, las más poderosas las perdimos. El enemigo con astucia alejó a nuestros soldados del pueblo y así las artes se alejaron con ellos. Para colmo de males, este enemigo cruel, inventó programas de televisión en el cual se demuestra que no cualquiera puede hacer arte y que no hace falta el estudio y el trabajo.  Las huestes contrarias están usando el sistema de ‘tierra arrasada’ y desmontan montes, contaminan aguas y tierras a destajo a lo que hay que agregar la venta de tierras e enemigos más poderosos.

Debo decirle que con otra arma poderosa llamada internet le quitaron la posibilidad de la palabra a muchos.

Como ve no es muy alentador el panorama.  Cada día somos menos los combatientes y aunque tenemos la moral de combate bien alta sabemos que nuestra suerte es incierta.

No creo que pueda enviar otro parte…

S.S. Servidor…   p.1-2

 

Sentimientos encontrados

En el viejo hotel miro

tu pie descansando.

El frío de mi pie izquierdo

me recuerda que, quizás,

éste sea uno de los últimos viajes.

No más adrenalina sintiendo

vientos lejanos

golpeando la cara.

No más mugrosas terminales

despidiéndome con un

‘hasta siempre’.

Mañana…

es una palabra que cada vez

me cuesta más pronunciar… p. 3

                                                            07-11-2006

Herida que no cicatriza…

El titiritero-poeta Florentino Sánchez, ya lo escribió en un poema: “-Yo tuve dos amigos…” y uno, es Miguel Flores, habitante en el Fonavi del Barrio Las Flores, de la “Ciudad de los Distraídos” casi invencible, en el “País de los Contrastes”.

“Es” aunque haya iniciado su Último Vuelo… porque siguen pulsando señales en la memoria y es lumbre perdurable la de su trayectoria.

Aquí, algo más que otra anécdota.

Que lo cumplas

-Hoy es mi cumpleaños y el aniversario de mi casamiento y mirá como estoy!

El grito de Miguel me despertó.  Estaba al pie de mi jergón en el suelo, iluminado por la luz pobre de una vela barata en aquel miserable departamento del Fonavi Las Flores.

Parado, en calzoncillos, demacrado y enflaquecido, el Negro no lloraba.  Nunca lo vi llorar… simplemente me miraba con esa mirada que sólo yo conocía y que mi amigo muy poco mostraba.

Prendí un cigarrillo y me senté, hacía calor, las chicharras anunciaban más calor y llovía.  Adentro del departamento el calor era pesado, no teníamos ni luz ni gas, por lo tanto nada de ventilador.

Me levanté, me vestí y me puse un poco de alcohol en la latita de picadillo con la que había improvisado un calentador. Puse agua en la pava y le dije al negrito que preparara el mate.  Después del grito no había hablado más, simplemente se movía como un autómata.

Con un “-ya vuelvo-”, salí a la calle, eran las 2 de la mañana.  Crucé el parque hacia la Avenida Malvinas Argentinas, buscando un kiosco, algo.

Como a las cinco cuadras encontré un club de borrachos y entré… un lugar sórdido, dos o tres personas conversando y detrás del mostrador un hombre entrado en años con un pucho en la boca.

-Buenas noches, me vende dos botellas de vino tinto.  Botellas, no cajitas, le dije.

De la heladera sacó dos botellas frescas de marca cualquiera y me las dio.  Mis ojos buscaban en los estantes y no encontraban.  Mientras pagaba pregunté: –“disculpe, ¿no tiene algo parecido a una torta?  Tengo un amigo que cumple años y está solo…”   Se sonrió –“no tengo nada, amigo, sólo… Mire mi nieta también cumplió años y me mandó…”  De adentro de la heladera sacó un gran pedazo de torta decorado en rosa.  –“Llévelo”, me dijo, a mí no me gusta”, sonrió de nuevo y del cajón de la caja sacó una velita gastada y se la puso al pedazo de torta.

No me quiso cobrar la torta.  Lo más rápido que pude volví al departamento. Entré en la cocina.  Migue, tomaba mate pensativo, prendí la velita de la torta. “-Feliz cumpleaños compañero”- y en la sonrisa de mi amigo, te juro, se reflejó la cara de un ángel…  p. 9-10                                                                                                                                                                 08-11-2006.

* * * * * * * *

 

El verano, este…

Ya los días se hacen más largos.  Duermo poco o, a veces duermo todo el día.  Los días de verano me hacen mal.  Me duele mucho la pierna.  A mí me gustaba el sol del verano y ahora me hace mal.  Lo curioso es la lucha con mi cerebro.  Me levanto mal, muchas veces quedo como tildado y mi mente “se va para atrás” hacia recuerdos, momentos vividos que vuelven al presente con una claridad meridiana.  Una palabra, olor o pensamiento me vuelven hacia un recuerdo como si mi cerebro quisiera refugiarse en el pasado.  Allí comienza mi batalla cotidiana, lucho con él y le antepongo imágenes de cosas, presentes o futuras. Pero en cuanto me descuido ¡otra vez para atrás!  No puedo decir que me disgusta.  Al contrario, es muy cálido y me siento protegido pero sé que si lo permito pronto será un viaje sin retorno.

No puedo decir que no tenga planes. Soy un joven en un cuerpo viejo, tengo miles de proyectos y con mi vieja costumbre de dramatizarlos para mí solo antes de que ocurran, empujo a mi mente “hacia adelante”, solo yo sé que esos proyectos no se cumplirán como quiero, o no se cumplirán porque son demasiado pretenciosos y no contemplan el capital económico que hay que tener..

Por otro lado no me siento mal y pronto casi al término del verano, comienza otra batalla con o por mi pierna y esta puede ser la última… p. 164

Por lo demás actúo, busco un personaje y lo interpreto pero por dentro es otra cosa…

“NADIE DEBE SABER LO QUE SIENTO”.

“Mi abuelo, el zapatero”.

Saliste de Pozuelos, tu pueblo natal, en la provincia de Cáceres. Atrás quedaron los olivares y por la bajada vieja llegaron al puerto en el viejo carro.  Tus ocho hermanos y vos de la mano de tu madre.  ¿Qué raro, nunca hablaste de tu padre?  Allí estaba el viejo barco de la carrera, esperando.  Te despediste de tus hermanos, tu madre te dio un abrazo, grande, grande, como solo una madre puede darlo y subiste la planchada  con tu vieja valija de cartón a cuestas.

El barco gimió tres veces y se despegó del muelle.  Tu madre se tapó la cara, lloraba, y poco a poco quedaron atrás las figuras queridas. ¿Qué es lo que se siente a los trece años al apoyarse en la barandilla de un vapor y ver cómo se achica la figura de la madre, los hermanos, la Patria?  ¿Estaba tu padre?  Imagino que no.  Se quedó en el pueblo ahogando su tristeza con licor de semillas.  Los hombres no lloran, se emborrachan y atrás quedó tu infancia.  Se fue en esos cuarenta días navegando en esa bodega de inmigrante, solo.

La llega al Puerto de Buenos Aires fue el desencuentro.  ¿Con quién?  ¿Quién tenía que esperarte.  Niño, abuelo español?, nunca lo dijiste, como muy pocas veces contabas cosas de tu aldea o de tu madre.  Solamente en días de mucha melancolía hablabas de “allá”  y así fui armando un mosaico incompleto de tu España natal, y de tu familia, al fin y al cabo la mía.  Abuelo español.  El desencuentro en el puerto te dejó solo Más solo que antes y quizás por eso o por probar suerte o por engaño firmaste un contrato para trabajar en un obraje en un lejano paisaje llamado Misiones.  Historia que también escondiste y sólo hablabas de miseria y ¡ser esclavo” y una fuga en la selva hasta Paso de los Libres y el conchabo en una lancha naranjera que te llevó a Santa Fe… y allí te quedaste.. no sé que hiciste no e encuentro en la historia sino ya en el “Hospital de pobres”, con que la oligarquía lavaba su vergüenza, trabajando en las calderas, en el sótano, ya eras un hombre de 16 años, y en uno de los pasillos o entre los canastos de ropa sucia encontrarte los ojos renegridos y límpidos de aquella indiecita que paseaba su tristeza de 15 años trabajando como una sierva, que para eso sirven los negros… Quince años, el horror en la cara y las imágenes todavía frescas de caballos y muertos cuando el ejército entró a sangre y fuego en las tolderías, allá en San Javier a orillas del Quiloazas.  Julia se llamaba y pronto el amor los unió, las monjas del hospital que de tanto curar las llagas de los pobres estaban más cerca de Dios lo vieron con buenos ojos y pronto los casaron, las oligarconas de la sociedad de beneficencia les regaló un terreno en los andurriales de la ciudad y allí fueron Julia, la indiecita y Anastasio, el galleguito.  Levantaron un ranchito de paja y por unas monedas compraron un caballo viejo que atado a un tronco pisaba barro llevado por la indiecita mientras el gallego fabricaba ladrillos  así de a poco con tesón de inmigrante e indio mocoví, levantaron la “casa grande” para que lleguen los hijos.  Vinieron siete, cuatro sobrevivieron los primeros días de vida, la última una mujer…

Buscando unas monedas más dejaste el hospital para trabajar en una fábrica de fideos y de allí al sindicato hubo un paso.  Ese “sindicato” armado y formado por viejos anarquistas de España o Italia.  Europa se sacudía la escoria y depositaba con malsana alegría la basura en América, sin querer nos regalaba la gloria libertaria…

Custodiar los libros y el libro de actas de la organización fue tu misión, la de la indiecita poner el lomo para recibir los sablazos de los escuadrones en las huelgas del ’3º cuando te venían a buscar y ella daba tiempo a escapar campo traviesa hasta el camino polvoriento que tiempo después se llamó Gobernador Freyre y mucho tiempo más, avenida Freyre.

Por eso el sindicato terminó de modelarte y pro eso también recibiste con alegría al Coronel y gritaste en el ’45 y si no te “lavaste las patas en la fuente” fue porque estabas haciendo frente a los caballos de la Policía Montada en Santa Fe.  Y vino el día glorioso de la formación de la CGT y estuviste escuchando al general y levantaste la mano en disconformidad y cuando los sempiternos alcahuetes levantaron el puño para pegarte el líder los paró: “Dejen tranquilo al compañero, prefiero diez como él que no estén de acuerdo que cine como ustedes que digan que sí a todo”.   En los ratos libres entre la fábrica y el sindicato aprendiste el oficio de zapatero y cuando la enfermedad te abrazó como lampalagua hambrienta dejaste la fábrica y el sindicato para dedicarte a ser “Don Anastasio, el zapatero”; el barrio Roma crecía. Ya no más quintas y andurriales ahora era un barrio.

La guerra civil en España acortó las cartas y ya casi no venían. ¿Te enteraste a tiempo de la muerte de tu madre?, sí la de tu hermano Miguel que murió en el frente “de cara al sol” y tu otro hermano, el más chico “que murió mirando de frente al pelotón de fusilamiento y gritando ¡viva la República!  Por eso diez años después, cuando vine al mundo quisiste que me pusieran su nombre, Florentino y lo llevo con orgullo.

¡Cómo no pude aprovecharte mejor viejo gallego!  ¡Cómo no te tengo ahora con mis 60 años, para sentarme mate a mate y beberme tus palabras.  Sé que es tarde, porque te fuiste pronto.  Dicen que el día de tu muerte un viejo barco arribó a tu aldea y allí bajaste con tu vieja valija de cartón.  Tu madre te esperaba.  En el muelle y en un carro olivarero enfilaron para la bajada vieja a buscar tu pueblo arrasado por las bombas franquistas, tu madre cantaba una vieja romanza y tus hermanos salieron a saludarte, Florentino lucía con orgullo sus ocho tiros en el pecho. p. 170-175

“A mi abuelo, el zapatero”.

Miércoles 17 de enero,

en una hermosa mañana

de verano en Eldorado,

Misiones.

(En su libro artesanal,  debajo de esa dedicatoria,

 el dibujo de un barco -“Príncipe Felipe”-

 con tres chimeneas y una escalerilla…)

 

“El abuelo Miguel”

La sala del hospital estaba silenciosa.  Esa madrugada, quizás todos los que allí sufrían presentían la presencia de la muerte.  Con mis dieciocho años, sin experiencia, estaba cuidando a mi abuelo Miguel que se moría irremediablemente.  Ya no hablaba, tenía los ojos cerrados casi todo el tiempo.  Esa madrugada de pronto los abrió y me miró fijamente con sus ojos grises, era una mirada vacía, no sé si me miraba a mí.  De pronto tuve la sensación de que estaba muerto… ¿Qué se hace en estos casos?, me pregunté.  “Cerrarle los ojos”, me contesté e inmediatamente apoyé mis dedos de una mano en aquellos ojos que seguían mirándome fijamente.  No podía cerrarlos.  Comencé a transpirar.  Era mi primer contacto con un moribundo.  De la nada, como en un acto de magia, apareció una enfermera, retiró mi mano y con una sonrisa indulgente me dijo: “Todavía no, pero falta poco”.

El viejo entrerriano, de La Paz, duró unos minutos más y luego exhaló, un largo suspiro y allí sí, supe que había muerto…

Miguel Ángel Nicolás Allende, nacido en La Paz, provincia de Entre Ríos. Hijo e una familia de campesinos, el padre inmigrante de la Vasconia francesa.  Era alto, rubio y con increíbles ojos grises.  Allá por principios del siglo 20 conoció una hermosa joven de Victoria, en su provincia.  A lo mejor andando con la trilladora a vapor cosechando campos.

Juanita Piaggio Gonçalvez se llamaba la joven, hija de una familia de inmigrantes italianos radicados en esa ciudad, fabricantes de cal en las caleras victoriense que hicieron fortunas vendiendo la cal con que se construyó la ciudad de La Plata, en Buenos Aires.  Las fortunas adquiridas formó una sociedad pacata y tradicionalista que conformó las huestes de los partidos políticos oligárquicos de la época.  El senador nacional Piaggio, padre de Juanita era la bandera de este conservadorismo que, obviamente, no admitió esta relación sentimental y la abortó de cuajo.

No contó con la obstinación del vasquito enamorado que decidió llevarse a Juanita a lomo de caballo.

Enterado el senador de tamaña osadía puso sus mejores hombres en la plaza del pueblo armado con los mejores Mauser y atrincherados detrás de fardos de pastos defendiendo la esquina de su casa y su hija.

Tranquilo se fue al Club Social a jugar a las cartas, seguro que la virtud familiar estaba segura.

Pero el vasquito aparte de obstinado era valiente.  Se armó con una pistola Parabellun y a tiro limpio atravesó la barricada y en el anca del caballo se llevó a Juanita.  Esa misma noche pasaron a Santa Fe.  Allí trabajó en todo lo que podía.  Vinieron los hijos: Nacho, María, Marta, Julia, Mi madre y Pitoco.  Al poco tiempo de nacer el último, Juanita comenzó con una infección en una muela y la poco tiempo falleció de tétanos.  El vasquito quedó solo.  Las dos familias los habían desheredado hacía rato. Miguel tuvo que afrontar la realidad.  Solo, sin la mujer que amó, los dos hijos más grandes se habían ido a buscar una vida mejor, le quedaban los tres más chicos.  Marta, enfermiza, Julia de apenas siete años y Pitoco, un querubín.  La pobreza se transformó en miseria y fue Julia, con sus siete años que se hizo cargo de la casa para que vasco Miguel trabajara en cualquier cosa: mecánico, limpia casas, guardaespalda, con la miseria siempre al hombro sin que ya jamás lo abandonara.  Quizás en esa depresión del año treinta se metió para adentro y nunca más alió.  Hablaba muy poco, solamente silbaba una y otra vez hasta el hartazgo la “Marcha Peronista”, como si con esa canción quisiera ratificar su condición de laburante.  Las familias con el tiempo olvidaron aquel agravio (¿agravio?) y muertos los patriarcas las tierras se repartieron y lo invitaron al banquete.  Pero el vasquito no olvidó, dignamente, con ese silbido en sus labios y la mirada perdida en vaya a saber qué mundo, firmó su conformidad al reparto de bienes, a condición de que no quería nada de nada.  Imagino el asombro de los Allendes, Piaggios y Gonçalvez que practicaron el canibalismo de tierras.

Y Miguel siguió pobre y pobre se convirtió en abuelo, mi abuelo, con el que compartí la pieza de conventillo junto a mis padres.

Lo poco que sé me lo contó en los pocos momentos que hablaba y dejó para siempre el recuerdo de su gran fuerza mora.

¿Qué mirabas esa noche cuando traté de cerrarte los ojos?  Acaso otros ojos, los de Juanita cuanto te dijo “Te amo” por primera vez…

Miraras lo que miraras lo merecías.  Fuiste hombre de una sola mujer a la que sin duda, amaste y mucho.  Quisiera que tu historia, mi pobre abuelo, hubiese sido una historia  de amor con final feliz pero sé que ya sabías esa noche en la plaza con la pistola en la mano que los finales felices sólo ocurren en las novelas… La realidad es otra cosa.  p.177-180

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[1] “Fernando Birri, cineasta santafesino.  Estudió en Cineccitta, en Roma, en la Escuela de Neorrealismo Italiano de Vittorio de Sica.  Creador de la Escuela de Cortometrajistas de Santa Fe; de la Escuela de Cine de La Habana Libre y amigo de el Che Guevara, Fidel, Gabriel García Márquez y desde hace unos años de regreso en Santa Fe.”  Termina ese libro artesanal con este texto: “Los personajes y personas que aquí se nombran son reales  Algunos viven, la mayoría no.  / A todos ellos vaya mi recuerdo eterno.  Queda explícito que quien se quede con estos escritos es también dueño de todos los derechos, los dicte o no los dicte la ley. / Eldorado, Misiones, a los un día del mes de febrero del dos mil siete. / Florentino Sánchez / DNI 8.500.376”

 

 

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