Alfonsina, lejos de la vanidad…
En torno a ideologías y otros temas…
Durante un encuentro en el “Café Tortoni” de Buenos Aires, República Argentina, el domingo 16 de junio de 2002 –semana del Libro y del Escritor-, Alejandro Storni -hijo de Alfonsina-, dialogó con docentes de la Escuela Nº 62 “Alfonsina Storni” de Lanús, provincia de Buenos Aires: Perla Taá -Directora-; Ana María Ruscchioni, Prosecretaria y Cecilia C. Santoro, Bibliotecaria y quien telefónicamente acordó esa entrevista. [1]
A esa escuela creada en 1959 y en funcionamiento desde marzo del año siguiente -actualmente con asistencia de aproximadamente 350 alumnos-, le impusieron el nombre de la talentosa poetisa mediante R. M. Nº 46 del 14 de mayo de 1984.
En el otoño de 2002, Alejandro Storni tenía noventa años, dos hijos, cuatro nietos y dos bisnietos. [2]
Dijo entonces: “Con uno de mis bisnietos tengo la manutención asegurada. Él, en Miramar, recorría todas las carpas pidiendo qué comer. Le daban galletitas… Es un atorrante”.
Tras una pregunta de Perla Taá: -“¿Cuál era el ideal de hombre que Alfonsina tenía?”, Alejandro Storni respondió:
-“Nunca lo supe. Creo que habrá sido mi padre. Mi madre tuvo una cosa muy buena: nunca hablaba mal de nadie, de mi padre nunca habló mal. Yo lo vi hasta los seis años y era encantador.”
Al referirse a los valores inculcados por su madre, destacó que le había enseñado “a no ser racista, yo no estoy en contra de los judíos, por ejemplo. Estoy en contra de las personas que no me satisfacen. Así era Alfonsina, ella no era débil, no era nada vanidosa.” Momentos después, rememoró:
-“Yo le debo no ser racista. Una vez un conocido me dijo ‘¿sabés que tengo un amigo judío?’.
Y yo le respondí ‘tendrás que aguantarlo como yo a vos, que sos un amigo racista’.”
Miradas desde Miramar…
Alejandro Storni comentó que iba a Miramar “todos los años” y que allí “pusieron un cartel: ¡Bienvenido a Miramar!”
-“Siempre doy charlas, la cuestión es que a veces, lamentablemente da lástima lo que he tenido que decir, uno está tenso.
Alfonsina no entró al mar caminando, se tiró por la escollera.”
-“Muchas veces yo hago algún chiste en la charla.
En esa oportunidad les conté este cuento arreglado un poco por mí:
Yo iba por la calle y me encontré con un cura amigo y le dije ‘padre, tengo miedo de ir al infierno’.
Él me contestó ‘Qué vas a ir al infierno, si no existe. ¿no te gustaría ir al cielo?’
‘Me gustaría ¿pero no sé si podré entrar?’ contesté.
‘Mira hay dos filas: la más grande y la más chica.
Por la chica no, ponete en la más grande que es la de los recomendados. Hasta en el cielo argentino hay recomendados’.”
Emociones con César Tiempo…
Alejandro Storni también recordó a Israel Zeitlin, nacido en 1906 en Ekaterinoslaw -actual Dniepropetrowsk- (Ucrania) y residente en Buenos Aires hasta su fallecimiento en 1980, destacándose como escritor con el seudónimo César Tiempo.
(César Tiempo soportó discriminaciones y hasta fue declarado cesante… Falleció en Buenos Aires el 24 de octubre de 1980.
Al día siguiente se conmemoraba el 42º aniversario del Último Desprendimiento de Alfonsina…)
Entre libros y actos…
Alejandro Storni fue con entusiasmo a la entrevista con docentes de la escuela de educación general básica de Lanús y llevó los escritos necesarios:
“Les quiero mostrar este hermoso libro. Se hizo en 1973 en Suiza, en Lugano. Son poesías y tiene el prólogo firmado por todos los que intervinieron.
César Tiempo presentó su libro. Fue un día encantador, fuimos a ver la casa de Alfonsina.
Yo le tenía mucho cariño a César Tiempo. Una vez hizo poesías con el nombre de una mujer.
Yo estaba en una reunión donde se le hacía un homenaje a la señora de Justo, Alicia. Ella y Alfonsina fueron las primeras que hicieron el famoso simulacro de cine.
Estaban anunciando la presencia de César Tiempo pero él estaba enfermo. Al ratito el conductor sale al escenario y dice que tiene que dar una noticia grata y era que César Tiempo había mandado una carta. Ésta decía así ‘Estimado Público: es un honor para mí adherirme a tan merecida reunión, pero mi médico en su infinita piedad quiere que me muera sano’.”
Luego, Alejandro Storni volvió a nombrar a Alicia Moreau de Justo, una de las primeras defensoras de los derechos cívicos de las mujeres y que falleció a los cien años…
Dijo que las relaciones de su madre con mujeres “eran de tipo político.
Con la señora de Justo, la señora del Director de Crítica.
Así, yo conocí a los catorce, anarquistas del país.”
Alfonsina, lejos de la vanidad…
-“Ella no era nada vanidosa. Una sola vez la vi a mi madre emocionada por un halago.
-“No le gustaban nada de verdad. Un día cosa rara, ella me contó que en el año ’37, sí, porque murió en el ’38, estaba en la Costanera y allí había mucha gente que lavaba la ropa, sobre todo negras.
Pasó una lavandera, y cuando ella salía le dijo ‘usted es Alfonsina permítame que le agarre la mano’…
Cuando Alfonsina sintió esa mano tan trabajada, se le cayeron las lágrimas. Aceptó el elogio de esa mujer, pero no lo hubiera aceptado, por ejemplo en la calle Florida.
-“Un día cuando yo tenía doce años, le dije que ella era ‘la mejor poetisa de América’.
Ella se puso furiosa y me dijo ‘eso lo puede decir sólo un ignorante y yo no quiero que seas un ignorante. ¿Te has olvidado de Gabriela Mistral?’.
Mire si me voy a olvidar… Yo le abrí la puerta de mi casa.
Ni sabía quién era. Le dije a Alfonsina ‘mamá una Señora que se llama Gabriela Mistral’.”
-“Cuando iba a empezar el Nacional, hasta los catorce años no se entraba. Yo ya había aprobado sexto grado y tenía doce años.
Mi madre se iba a Córdoba porque Ingenieros (su médico), la había enviado a Los Cocos por su salud. Él le había dicho ‘si usted tiene la enfermedad que cree, se va a curar; y si tiene la que yo creo, también’. Ella tenía neuralgias, tenía stress.
-“Mi madre me llevaba a mí a pasear y me compraba un libro de Salgari, para mí el más grande, y que me disculpen los que llegaron después.
Mi madre era muy firme. Si me portaba mal, me decía: ‘el domingo no salís’ y, ¿por qué me importaba tanto?-… Porque jugaba Independiente. Yo sufría pero lo aceptaba. En casa, las muchachas que trabajaban me querían dar la plata, (para ir al partido) pero yo no la agarraba. Mamá era firme y dulce. Pero cuando decía ‘no’, era no.”
-“Las cosa me fueron infiltrando como a ella. Yo escribía poesías y tenía la letra como la de mi madre.
Un día ella pasó frente a un escrito mío y pensó que era de ella. Cuando vio que no, me preguntó ‘¿ vos escribís?’
Yo tenía 23 años y le respondí que sí, pero que lo hacía para mí.
Yo no quería ser como un señor que terminó matándose por no ser bueno como otros.”
Con entusiasmo, el hijo rememoraba su infancia y como si lo dicho hasta entonces no fuera un reflejo de la vida de su madre, necesitó decir: “Vamos a hablar un poco más de Alfonsina”.
-“A mi madre la habían nombrado jurado. Era la primer jurado mujer que se nombraba en el país. Había leído cómo quinientos libros… Era terrible para leer. El intendente Municipal ‘hace’ ganar el premio a un amigo. Ella le dice al presidente del Jurado: ‘Usted es un vendido. Se ha vendido a la amistad, que es una forma de venderse. Yo tengo acá el libro que el tiempo va a decir que era el ganador. Usted lo conocería si lo hubiera leído, pero, como no leyó, no lo tuvo en cuenta. Hubiera sido simpático que usted lo hubiera leído’.”
Crecer entre escritores…
Después, Alejandro Storni dijo: “Les voy a contar una anécdota.
Yo estaba con Capdevila, Quinquela Martín, Quiroga, yo los conocía porque estuvieron en mi casa. Eran personas comunes. Sabía que eran grandes escritores pero nunca se hablaba de ellos. Hacían comidas, a veces cocinaba Alfonsina en la casa de la calle Córdoba y Esmeralda.
Eran personas comunes. Alfonsina ganó dos premios con el mismo libro, uno nacional y uno municipal, y nunca dijo ‘soy artista’…
Al único que no quería nadie era a Borges.”
Tras otra pregunta referida al pintor Quinquela Martín, contestó:
“-Él era buenísimo.”
También ratificó que había conocido al músico Aníbal Filiberto y agregó:
“…también a Cravioto, de fútbol conozco… bastante.”
Más sobre Horacio Quiroga…
Le pidieron a Alejandro Storni que hablara sobre las reuniones de Alfonsina con Quiroga y dijo que “entró después. Antes estaba Ingenieros, Gálvez…
A Quiroga yo lo conocí cuando tenía cinco años, vivía en la calle Agüero, tenía un departamento de esos viejos que alquilaba, había departamentos en los costados de una galería y al fondo vivía el encargado. Alfonsina me disfrazó de doctor. Ahí conocí a Darío y Eglé (sus hijos).
Tras otra pregunta acerca del suicidio, contestó:
-“Los cuatro se suicidan y la segunda esposa de Quiroga también. Cuando Eglé se mató yo lo sentí mucho.
Me había hablado por teléfono y me había dicho que quería verme, que era importante.
Cuando llegué hacía cinco minutos que había muerto. Tomó cianuro.
Darío… no sé. Él no escribía como su padre. Cosas que se piensan.
Con Horacio, mi madre nunca se hubiera casado. Él no me gustaba a mí y ella nunca me hubiera contradecido” … (sic)
-“Cuando él estaba en el hospital yo fui la última persona que lo vi. Él tenía miedo y era una persona muy orgullosa.
Irónicamente me dijo: ‘Vine aquí porque quería ver una exposición de flores’. Él tenía salida en el hospital. Al día siguiente salió, compró cianuro, y era tan corajudo que nadie se dio cuenta hasta el día siguiente que había tomado cianuro.
Lo había escondido bajo la almohada y se había dormido.”
-“Con respecto a Quiroga no sé si hubo un idilio, había un grupo.
Se reunían y Quiroga hacía tallarines con tuco, Alfonsina arroz a la suiza y Centurión, (que hizo bellos cuadros), lo que tuviera a mano. Eran modestos.”
Anécdota sobre Borges…
Alejandro Storni dialogaba el 16 de junio de 2002 y sabido es que dos días antes, se conmemoró otro aniversario del fallecimiento de Jorge Luis Borges, el 14 de junio de 1986 en el continente donde había desarrollado una vasta labor de difusión de su propia obra. Su última mujer, María Kodama, impulsó y conduce la Fundación Borges y no fue por casualidad que el hijo de Alfonsina, recordando un encuentro –¿o desencuentro?– necesitara expresar:
-“Si él tiene pico… yo también y más si hieren a mi madre.
Un día se me dio. Llamó un médico de una fundación y me dijo que quería que yo hablase. Acepté. Cuando subía la escalera del lugar, venía Borges con su mujer. Yo lo dejé cruzar y mi acompañante le dice ‘¿Conoce al hijo de Alfonsina Storni?’
-‘¿Cómo no lo voy a conocer?’ contestó Borges.
Yo le respondí: ‘Conoce al hijo y no conoce a la madre. Usted dijo que no la conocía respecto a sus obras.
Mire con mi madre no haga chistes, no se meta con mi madre.’
Pero ahí no terminó. Cuando llegué a mi casa, mi mujer me preguntó cómo me había ido y yo le di a pensar quién había sido la persona que más me había aplaudido. Fue Borges. Es mentiroso. Él estuvo en mi casa el año que nevó en Buenos Aires, pero no el día que nevó. Yo nací en el ’12 y en ese momento tenía seis años y con mucha memoria, ahora tengo noventa y también.”
Más evocaciones:
-“Yo conocí al hijo de un escritor que a la casa no entraban más que mujeres. Cuando yo cito a un lugar, debe ser bien visible, yo no pierdo nada, la que pierde es la mujer. Ese tipo… no sería muy bueno lo que quería.”
-“He conocido también a otros envanecidos, y a algunos, que hasta se han suicidado, por no haber podido llegar a ser lo que querían ser, o lo que habían sido sus padres.”
“Un embajador”…
Alejandro Storni recordó otras vivencias:
-“Una vez me presentó a Alvear. Y éste se empezó a reír porque me había presentado como a un embajador, ‘mi hijo’ dijo.
Tenía 14 años. Así era mi madre.
El adolescente Alejandro conoció así al doctor Marcelo Torcuato de Alvear, integrante de la Unión Cívica Radical, presidente de la Nación Argentina durante el período 1922-1928.
Después, el hijo de Alfonsina siguió relatando…
-“Yo nunca le di motivos aunque era bastante bandido.
No fui un ‘boy scout’, lo que decía mi madre lo cumplía.”
-“Mi madre nunca me hizo hacer ni una cuarteta, nunca me corrigió un cuaderno. Me decía ‘hay una cosa mal acá, buscala’, todo lo que yo hacía era mi trabajo. Yo me eduqué así por ser el hijo de Alfonsina Storni.”
-“Yo estaba en sexto grado y un compañero me estaba molestando con una regla en la parte de atrás, yo le dije que no me molestara más y él seguía… terminó cuando le dieron siete puntadas.
Llamaron a Alfonsina, yo le dije ‘vos me dijiste y yo te hice caso’.
Mi madre no me dijo nada. Fue a hablar con el director.
El maestro, Hércules se llamaba, (murió de tuberculosis), me dio la orden de cambiarme de lugar pero yo no lo hice.
No me sacaron del asiento. Alfonsina me dijo: ‘Se te fue la mano’.”
Conocer la vida…
-“Me ayudó que yo jugaba muy bien al fútbol, me buscaban de todos lados. Y me ayudó mucho mi madre, porque me decía: ‘No te juntes sólo con hijos de médicos, de ingenieros, porque gente buena hay en todos lados’.
De tal forma que había un conventillo cerca de mi casa y me preguntaban ‘¿ cómo usted sabe tanto?’
Y yo contestaba ‘porque conozco a la Doña, a los gallegos, a los chinos…, yo los conocía a todos. Conocí la vida una por una.”
-“Una persona para vivir en Buenos Aires debe ser muy avispada. Fíjese hace tres años me paró en la calle un señor y me dijo ‘¿ no me compraría una camisa, es robada?’ Yo le contesté: ‘generalmente no compro cosas robadas, y mucho menos ‘pecheras’ robadas.” No era una camisa, era una pechera y cuando uno las abre se da cuenta.
Bastó que le dijera eso que salió a mil.”
-“En la vida hay que conocer todo, sino uno no sabe nada. Es engreído o se hace.
Como Borges, un compadrito que no conoce nada. Yo andaba por todos lados del centro y nunca lo vi.
Él vivía a cinco cuadras de mi casa. Yo lo tengo como un escritor, sólo como un escritor.”
-“Uno debe vivir con un colador en su mano. A mí lo malo se me fue y lo bueno que pude lo recogí.”
-“Cuando me casé, yo era muy amigo de Troilo, de Fiorentino, y los invité a mi casa, mejor dicho yo me casaba en la casa de mi mujer. Mi mujer era muy inteligente así que los trató bien, ‘si son amigos tuyos…’ Lo más gracioso, que en el salón veo a una mujer, que era bailarina, sentada al lado de la directora de mi mujer….. que si le dicen que trabajaba en un cabaret, que tomaba una vela en el desayuno, a la tarde y a la noche… Era una buena persona, y a cada uno hay que respetarlo.
Fiorentino era muy mujeriego y para no equivocarse a todas las novias les decía ‘Pirucha’
En torno a ideologías y otros temas…
Cuando la directora Perla Taá le preguntó qué ideología tenía Alfonsina, su hijo contestó:
-“Tenía ideología de izquierda. Una vez me dijo que el mundo iba a ser de izquierda. Es raro, yo tenía que ser socialista.
De pronto me vine Radical, pero no es lo que deseo en este momento.”
(En ese tiempo, era presidente de la Nación el doctor Fernando De la Rúa –de la Unión Cívica Radical- tras obtener la mayoría de votos la Alianza. Había asumido el 10 de diciembre de 1999 y el 20 de diciembre de 2001 debió renunciar mientras diversas manifestaciones populares expresaban sus protestas: saqueos, cortes de ruta y una represión con muertos y heridos…)
Luego, Alejandro Storni dijo:
-“Le voy a contar algo: una vez me encontré con un compañero de la Normal. Era comunista.
Daba la mitad de su sueldo para la copa de leche. Él me contó que sabía que lo iban a echar.
A él le habían revisado los cajones. Fue un momento muy malo, él había refugiado a un comunista en su casa.
Yo me ofrecí a repartir talonarios (donación) que valían dos pesos. Fui a ver a una maestra y me dijo:
Yo no doy plata para ‘Maximalistas’, yo le contesté:
‘Con los libros de ese maximalista se ha recibido su hija’.
Me vine loco y con el guardapolvo así sacado fui a ver al vicedirector y le dije:
‘Me voy al Consejo de Educación y aquí no vengo más’.
Finalmente pedí el pase y fui a la escuela que unos amigos me habían ofrecido’.”
“- No hay que desanimarse.
Les cuento algo más. Cuando estaba de vuelta en la Argentina, al libro ‘Ultrateléfono’ le dieron el primer premio de Roma. [3]
Me gustó mucho que algunos me felicitaran, uno de ellos fue un Remendón (hacía agujeros en un cinturón de mi mujer).
En el lugar había un retrato de Alfonsina. El remendón me preguntó ‘¿La conoce?’
Sí, es mi madre -le respondí. Él entusiasmado, me dijo que fuéramos a la casa para que me presentara a su mujer; fuimos, parecía un tipo culto, y cantaba muy bien, era tenor. Es lindo saber que uno hace algo con ganas.”
Lumbre perdurable…
Alejandro Storni a los noventa años manifestó: “Yo estoy haciendo un libro sobre su vida”. Luego, se refirió a los tres registros cinematográficos destacando que desde su punto de vista, “la última es la mejor. A Soledad Silveira yo la puse de prepo. Ahora van a hacer otra”. Dijo que respondían a la verdad e interrogado acerca de si tuvo participación, contestó:
-“Sí, tuve participación pero no fui correspondido. Por lo menos hubieran puesto un cartelito.
A Quiroga lo iban a hacer alto, pero él no era alto.
Al director yo lo llevé a la casa donde él vivió, la que decían que era un zoológico, pero en verdad sólo tenía cuatro animales, nada más.
Él no sabía dónde había vivido. Después, el papel mío (de hijo) era el hijo de Federico Luppi.
Yo le dije ‘Yo soy más futbolista que literato. No me haga un mono’.
A mí como soy, yo no tengo el don del verso. Cada uno es diferente… Alfonsina no pateaba como yo’.”
El placer de recordar…
Alejandro Storni cuando le preguntaron si le resultaba grato hablar de su madre, contentó:
-“Me encanta. Fue tan luchadora. Les voy a contar que un día Alfonsina me dijo ‘Yo tengo la desgracia de ser mujer. Tú debes conservar la masculinidad toda la vida’.”
Dirigiéndose a la bibliotecaria Cecilia C. Santoro, Alejandro Storni dijo:
-“Siempre acepté hablar de Alfonsina sobre todo cuando se observa el interés que usted demostró.
Le voy a contar. En una escuela en Necochea me pidieron que diera una conferencia, yo sólo doy charlas.
Le dije al jefe de estudios que me diera un cuestionario que yo lo respondía con lo que quería saber. A los cuatro días me llama y descubro que había sido alumno mío de sexto grado. Al final me envió dos pasajes, el hotel pago y todo.
Fuimos y me pidió que hablara con los alumnos y padres. Al público hay que ganárselo.
La escuela estaba recién inaugurada y sólo tenía primer y segundo grado. Entonces comencé diciéndoles ‘Chicos voy a contarles cuál fue el día más feliz de mi vida’.
Les conté que estaba en casa con Capdevila y Gálvez (sus padres les dirán quiénes son), y le pedí a mi madre permiso para ir a ver a Independiente. Yo pagaba la entrada pero nadie lo hacía.
Al final me hice amigo de un jugador y nunca supo quién era yo.
Comencé a llevarle su valija y todos pensaban que era mi padrino.
Terminé no pagando más entrada. Cuando volví a casa le devolví a mi madre el dinero de la entrada, ella me preguntó porqué, yo le contesté que no pagaba.”
Cuando le preguntaron qué poesía escrita por Alfonsina le gustaba más, contestó: “Dolor”.
Enseguida rememoró que el monumento en Mar del Plata se inauguró diez años después del fallecimiento de Alfonsina., en 1948.
-“Una vez una chica me pidió un verso de Alfonsina porque quería hacerle la música. Era muy joven. Pero pensé: ‘Si Alfonsina a los 19 años se codeaba con todos, ¿cómo no iba yo a ayudarla?
Al final resultó preciosa.”
-“Otra vez una señora italiana me llamó porque quería traducir los versos al italiano. Estaba en italiano y español.
Al final ella y su marido nos invitaron a Italia. Hacía mucho frío, sobre todo en la casa. Al día siguiente la señora se ofreció para dejar su propia habitación para mi esposa y para mí.
¡Cómo lloraba cuando yo le hablé y le dije que mi esposa había muerto!”
Perla Taá, le preguntó si hacía mucho que había fallecido y contestó:
“-Hace dos años este sábado. Ojalá no llueva porque está enterrada en el Parque Memorial. [4]
Ella no quería, una semana antes habíamos estado hablando de ese tema. Pero mi hijo menor había comprado una parcela y hubo que llevarla allí. Es lejos y hay que caminar mucho. Hay carritos para llevar a los ancianos como yo.”
Le preguntaron si Alfonsina le entregaba los poemas que escribía para que los leyera y dijo:
-“No. Ella era libre. No hablaba de cosas íntimas. No creía que fuera necesario porque ella escribía lo que sentía.
Fíjese los años que han pasado y la gente sigue acordándose de ella.”
Más allá de las brumas…
Sabido es que Alfonsina Store era hija de Paolina Martignani de Origlio y de Alfonso Storni. Nació en Sala Capriasca (Suiza) el 29 de mayo de 1892. Fue una mujer que supo vivir en libertad, siendo responsable de sus actos y asumiendo con responsabilidad distintos roles.
En distintas biografías y en sucesivas conferencias han aludido a su trayectoria.
Su hijo Alejandro recordó que “una persona fue a dar una conferencia.
Estaba pagada por los suizos.
Ella dijo: ‘Alfonsina llegó en 1912, a los 20 años embarazada de un hijo y sola’ y me pregunto ¿es esto un homenaje?
En otra oportunidad en Zurich una señora debía dar una conferencia.
Ella manifestó que se había olvidado el papel con los datos en el hotel. Yo le dije: ‘Yo me ofrezco a enmendar la mala memoria, pero no creo que para hablar de Alfonsina sea necesario tener muchas copias, u olvidarlas en hoteles’.
Ahora hete aquí que esta señora sacó acá, en Buenos Aires, elogios de Alfonsina, o bien es una falsa o está confundida.”
Lo publicado por distintos medios indica que Alfonsina Storni, tras la decisión de enfrentar el momento del último desprendimiento, en Mar del Plata, el 25 de octubre de 1938 generó comentarios de diversa índole mientras lo significativo permanece inmutable en su admirable obra.
Su hijo Alejandro, en torno a esas circunstancias necesitó expresar:
-“Traje algunas cositas relacionadas con lo que quieren saber. Son importantes. Este libro…, la autora explica que el cadáver fue encontrado un mes después. Fíjese en la foto, mire la cara que tiene, eso no puede ser.
La encontraron al día siguiente. A veces se falta a la verdad.”
-“Sigo con este libro. ¿Cómo se puede deslizar en un libro, escrito por alguien que tiene la Biblioteca Nacional a su alcance…, porque si vive en el Chaco…, vea esta cara de Alfonsina…, meses después el cuerpo no estaría así.
Ella el día 24 llegó a la playa. Llovía torrencialmente. Alfonsina se tiró por la escollera y se sabe porque quedó un zapato. No hay derecho. Una persona que escribe una biografía no puede mentir”.
Tras una pregunta acerca de ‘¿dónde está su cuerpo?’, Alejandro Storni contestó:
-“En Chacarita. El mausoleo se hizo con el dinero de la venta del piano de acá”..
“Acá estaba La Peña fundada por Quinquela Martín. Muchos dijeron que era una estatua al suicidio.”
-“Es él que hace el primer movimiento para que le hicieran la primer estatua (a mi madre). Ésta se hizo con la venta del piano de acá que fue de 3.000 pesos”.
(Así fue como desapareció ese piano del Tortoni aunque allí siguen percibiéndose los ecos de notables sinfonías…)
Cuando la bibliotecaria Cecilia Santoro le preguntó si habían hablado del suicidio, el hijo de Alfonsin contestó:
-“Últimamente estaba inquieta. Me entregó los recibos de sueldo para que yo, si pasaba algo los cobrara.
Yo no los cobré nunca. no quise porque eran suyos.”
Después de hablar sobre diversas experiencias, Alejandro Storni debió retornar con la memoria hasta los últimos meses de Alfonsina y contestó:
-“Sí. No sabía como, pero sabía que se iba para eso. Ella me dejó los recibos de sueldo para cobrar.
Cada uno debe hacer lo que quiere. Si debemos alguna vez que rendir cuenta, lo haremos y si no, no.
Se dice que es una cobardía matarse… Sólo es un momento difícil, que pasa, que la gente tiene…
Ella era muy justa, defendió lo justo.
Había un inspector de escuela que tenía delirio por Alfonsina ¡Que no fueran a hablar mal de ella!
Ocurrió que en una escuela que alguien leyó algo sobre Alfonsina sobre su suicidio, diciendo que ella tomaba drogas para escribir. Él le preguntó ‘¿Está usted segura?’ La llevó a la dirección y le hizo información sumarial.
Cuando Alfonsina se enteró hizo suspender ese sumario porque era también una mujer.
Otra vez estaba esperándola en un palco, en el de al lado estaba el director del Conservatorio Nacional, con una mujer amiga de Alfonsina, hablándole mal de ella. Al llegar Alfonsina, yo que había escuchado todo, le pregunté: ‘¿Esta señora es amiga tuya? Yo te digo que es una Hija de tal por cual y tu director es muy parecido a ella’.
En la vida siempre me comporté igual.”
Cuando le preguntaron cómo eran las últimas cartas de Alfonsina, su hijo contestó:
-“Muy cariñosas y nunca se habló de eso. Yo respeto lo que cada uno hace.
Si alguien me pregunta si el suicidio es o no valentía, yo le podría contestar que yo no sé si es o no es, pero que sólo eso se puede hablar con alguien cuya madre se mató.”
Casi al final de la conversación, Alejandro Storni dijo:
-“ Hoy no me sentía bien, en condiciones de venir pero no podía fallar. Soy muy rígido conmigo mismo.
Me siento defraudado si no puedo cumplir. Pero, no vengo por obligación sino por gusto”…
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Necesité acercarme a la biblioteca ubicada en la pared este del cuartito verde para emocionarme con las Obras escogidas de Alfonsina…
En esa edición, incluyeron los poemas inéditos hasta 1968 en las últimas páginas. Releo:
“Todo acabado está.
La buena ilusión mía
Su jugo ya no da.
Mi empeño no porfía
Mi ensueño ya no labra,
Mi anhelo ya no insiste;
Me queda la palabra,
Y hasta ella se resiste.”
En páginas siguientes, lo expresado por Alfonsina acerca del cuentista Horacio Quiroga, nacido en Salto el 31 de diciembre de 1878, conmovida por su última y contundente decisión, el 19 de febrero de 1937:
“Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria…
Allá dirán.
No se vive en la selva impunemente,
Ni cara al Paraná.
Bien por tu mano firme, gran Horacio…
Allá dirán.
“Nos hiere cada hora -queda escrito-
Nos mata la final”.
Unos minutos menos… ¿quién te acusa?
Allá dirán.
Mas pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías…
Allá dirán.
Sé que la mano obrera te estrecharon,
Mas no, sí, Alguno, o simplemente Pan,
Que no es de fuertes renegar de su obra…
(Más que tú mismo es fuerte quien dirá).
En el final, un soneto con sones de despedida…
Voy a dormir.
Dientes de flores, cofia de rocío.
Manos de hierbas, tú, nodriza fina.
Tenme prestas las sábanas terrosas
Y el edredón de musgos encardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
Una constelación, la que te guste,
Todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
Te acuna un pie celeste desde arriba
Y un pájaro te traza unos compases.
Para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
Si él llama nuevamente por teléfono
Le dices que no insista, que he salido.
Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
[1] La Escuela Nº 62 EGB de Lanús (provincia de Buenos Aires) se creó con carácter experimental en Villa Higueritas (Monte Chingolo), mediante R. M. Nº 2803 del 14 de julio de 1959 y empezó a funcionar en marzo del año siguiente, en casillas de madera que trasladaron desde La Plata algunos integrantes de la Comisión de Fomento que sesionaba en el Club Alumni. La primera directora fue María Luisa Pardal de Arroyo, asistían 393 alumnos. En 1961, el Club de Leones donó la construcción de un comedor. En diez aulas de madera y una de material desarrollaron las actividades mientras continuaba el trámite de construcción iniciado en 1962, con insistencia en 1971. (Datos publicados en una página web con iniciales que indican como autora a la bibliotecaria CCS… Cecilia C. Santoro.)
[2] Alfonsina Storni no nombraba al padre de su hijo Alejandro, nacido en 1912. He leído en estos últimos años de la primera década del siglo veintiuno, que fue el doctor Carlos T. Arguimbau, diputado provincial santafesino (departamentos Castellanos) en 1909, cuando presentó un proyecto de reforma al Reglamento de esa Cámara, también apoyó la organización del archivo histórico de la provincia de Santa Fe. Reitero parte de lo escrito en otra nota: // En la edición del 21 de octubre de 1930 en el diario “El Orden” comentaron el fallecimiento de Carlos T. Arguimbau. // En otra dirección –por los senderos del ARTE-, esbocé algunos rasgos del perfil de Carlos T. Arguimbau (n. 1868), político muy reconocido en la ciudad de Rosario. No ha sido por casualidad que a la Escuela Nº 310 de Coronda le impusieran su nombre. En 1911, estaba casado, tenía cuarenta y tres años cuando se generó una relación con la joven Alfonsina Storni de dieciocho años; nacida el 29 de mayo de 1892 en un cantón italiano de Suiza y desde los cuatro años residente en la Argentina. Con su familia vivió en San Juan y después en Rosario, donde trabajó desde los diez años porque lavaba los platos en el Café Suizo que había instalado su madre; después fue obrera en una fábrica de gorros, a los quince años comediante y egresó como maestra rural de la Escuela Normal de Coronda. Ejercía en esa localidad y los fines de semana cantaba en un cabaret de Rosario. Ejercía la docencia cuando “fue humillada durante un acto” y decidió alejarse de la provincia de Santa Fe cuando ya había empezado a publicar sus poemas en distintas revistas. La joven poeta Alfonsina cuando avanzaban los preparativos para la celebración del Centenario de Mayo de 1810, vivió circunstancias embarazosas. Alfonsina amaba a Carlos Arguimbau, hombre mayor y con compromisos matrimoniales, en ese tiempo diputado provincial. Ante lo evidente prefirió ir a vivir a la ciudad de Buenos Aires donde nació su único hijo: Alejandro Alfonso, fruto de ese potente vínculo. Ella prefería no nombrarlo… Después, Alfonsina amplió la difusión de sus poemas mediante sucesivas ediciones de libros. En 1930 obtuvo la ciudadanía argentina y cinco años después, fue operada de cáncer de mama. Ese año, la Universidad de Montevideo realizó un Homenaje a las tres distinguidas poetas: la chilena Gabriela Mistral, la uruguaya Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni, argentina. 1938 fue un año de suicidios que conmovieron por la trayectoria de tales personalidades y la muerte de Horacio Quiroga provocó una declinación en el entusiasmo de Alfonsina, porque era su amigo… Hacía tiempo que Alfonsina vivía en Mar del Plata y el 24 de octubre de ese año, escribió una carta para su hijo Alejandro y envió suprema Voy a dormir al diario “La Nación”. A la una del día siguiente se alejó de su hogar y llegó hasta la Playa “La Perla”. Desde una alta roca se arrojó al mar… horas después encontraron su cuerpo dos obreros que pasaron por ese lugar. (Sugiero la lectura de: Balmaceda, Daniel. Historias insólitas de la Historia Argentina (Editorial Norma, 2008).
[3] Los poemas incluidos en Ultrateléfono revelan un avance de Alfonsina hacia formas vanguardistas…
[4] Ese dato indica que la esposa de Alejandro Storni falleció el 22 de junio de 2000. Una semana después, el 1º de julio de ese año, inició su Último Vuelo mi amado amante: Eduardo Rodolfo Fontanini Doval y seguimos en el Camino con nuestros cuatro hijos, nueve nietos…