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El templo de San Francisco en Santa Fe de la Vera Cruz…

Iglesia Oficial – Imágenes.

Sepulturas.

Refugio durante las revoluciones.

 

Trasladada la ciudad de Santa Fe hacia el sur, entre 1651 y 1660, se repartieron las tierras de los pagos de Lencina con idéntica distribución: alrededor de la plaza Mayor y hacia el sur el Cabildo, enfrente la Iglesia Matriz, hacia el este los jesuitas, y aproximadamente cien metros al sur, marcaron el lugar de la pequeña capilla de los franciscanos, luego construida como la mayoría de las viviendas, con gruesas paredes de barro y techo de paja.  A fines de esa década comenzaron la construcción del templo definitivo y durante diez años, realizaron más obras con los recursos aportados por los vecinos vinculados a esa congregación.

Habilitaron el templo en 1680 y con el apoyo de Carlos II, el Hechizado mediante una Real Cédula se concretó la terminación, “mandando costear los gastos con el producido de los ‘derechos de romana y mojón’ y contribuciones de las pulperías y de las ventas de vino durante ocho años”. Las paredes eran de tapia de 1.80 m. de espesor, las puertas y el artesonado del techo fabricados con distintos tipos de madera -cedro, quebracho colorado, algarrobo, lapacho- que fueron traídas en jangadas desde el alto Paraná.  De la habilidad de aquellos artesanos hay pruebas insoslayables porque no utilizaron clavos de metal, todas las estructuras se ajustaron con cuñas y trabas de madera. La edificación del convento, al este del templo, se realizó alrededor de un patio central con un bello naranjal, según han reiterado, árboles traídos del Paraguay.

Iglesia Oficial – Imágenes.

A principios del siglo XVIII el virrey la declaró Iglesia Oficial y colocaron el escudo de armas de Fernando VII en la parte superior de la puerta principal.   El historiador José Rafael López Rosas ha destacado que en ese acto se reconoció al rey de España “como Soberano del Río de la Plata, ‘con dobles de rodilla y ósculos ardientes’, como rezan los documentos.  [1]

Es admirable el trabajo artesanal del techo, en forma circular y con originales tallas.

Han reiterado que a fines del siglo dieciséis encontraron flotando sobre el río Quiloazas una imagen de San Antonio de Padua -…El Naufragado-, aún existente en el templo franciscano.  Donada al siglo siguiente, por la reina doña María de Austria, es la imagen del Cristo Nazareno considerada como obra de Alonso el Cabo (1652).  Se destaca la Virgen de Garay, donada el 5 de octubre de 1642 por testamento de doña Jerónima de Contreras y Garay, hija del vizcaíno don Juan de Garay fundador de Santa Fe y segundo fundador de Buenos Aires; esposa de Hernando Arias de Saavedra, el honesto gobernador durante sucesivos períodos.  Esa imagen de la “Limpia Concepción” era venerada en la capilla familiar, tenía corona de plata y doña Jerónima también donó “un cáliz con su patena y demás recaudos de decir misa.”

Otras imágenes son las de San Benito de Palermo, ubicada hacia el oeste; la de San Francisco –el Estigmatizado-, traída del Perú por el capitán don Agustín de Iriondo, en aquel tiempo Hermano Ministro de la Tercera Orden Franciscana, de cuya familia en sucesivas generaciones, nacieron los varones que luego ejercieron el gobierno en la provincia de Santa Fe.

Sepulturas…

Cerca del altar mayor, hacia el oeste, está sepultado el Brigadier General don Estanislao López y la placa de mármol blanca fue donación del Brigadier General don Juan Manuel de Rosas. Yace también ahí, su esposa Josefa del Pilar Rodríguez del Fresno.

Es oportuno reiterar lo grabado en esa placa de mármol blanco:

“Descansa del empíreo en las mansiones

en el seno de Dios, hombre querido;

la libertad te debe sus blasones;

y los tiranos su postrer gemido.

Rosas, el compañero de tus glorias

consagra esta inscripción a tu memoria.”

Entre las baldosas de barro cocido están señalados los lugares de varios enterramientos y sabido es que allí sepultaron a doña Andrea Iturre de Garay, al Canónigo Capitán Agustín de Iriondo, a Severo Echagüe, al protomédico Manuel Rodríguez, al Coronel José Ramón Méndez, a Manuel de Larrechea, Santiago Sañudo, Sebastián Puig, José Cabal, Ramón Demetrio Candioti, Mariano Maciel, Luis Iturraspe, Luis Lassaga… y también algunos descendientes.

La creciente de 1825 acercó a las costas del convento enormes camalotales y sobre uno llegó el tigre que entró a la sacristía, dejó las marcas de sus garras en uno de los muebles -que aún se conserva- y en esa circunstancia, mató a los frailes Miguel Magallanes y Vicente Ortiz y al sacristán José Curami, sepultados en el templo y reposa cerca de ese lugar, el fraile León Martinengo, impulsor de las obras de reconstrucción del antiguo edificio y de la creación de la Sala de los Constituyentes donde está representada la escena del 1º de mayo de 1853, en el momento en que los diputados constituyentes sancionaban la Constitución Nacional en la sede del Cabildo santafesino.

Refugio durante las revoluciones…

Como tantas veces sucedió en la historia de los argentinos, el templo y convento de los franciscanos sirvieron durante sucesivos conflictos políticos como refugio o cantón: los vecinos del sur buscaron protección en ese ámbito cuando se produjo la invasión de Juan Lavalle en 1840 con saqueos y agresiones en las casas de familias.

En “San Francisco” se reunieron el sábado 21 de diciembre de 1867 los conspiradores que derrocaron al gobernador Nicasio Oroño oponiéndose a las leyes de cementerios y de matrimonio civil, funciones hasta entonces a cargo de las iglesias católicas; también a la creación de una Escuela de Agronomía en el Convento de San Carlos y diversas medidas relacionadas con esas instituciones religiosas, entre ellas la separación del cura de Villa Constitución al ser considerado “subversivo”.

Ese movimiento comenzó aproximadamente a las cinco, cuando el comandante Manuel Denis con aproximadamente cuatrocientos hombres avanzó hacia el edificio de la Aduana donde alojaban a presos políticos y con el propósito de liberarlos y apoderarse de las armas. En esas circunstancias, Simón de Iriondo intentó ocupar la plaza mientras Domingo Crespo le exigía al gobernador Oroño la delegación del mando, resultando que Simón debió refugiarse en la casa de su padre, al lado de la Catedral y luego huyó a pesar de que ese lugar estaba cercado por policías y tropas.  Como regalo de Nochebuena, Oroño delegó el gobierno en José María Cullen, lográndose así el triunfo de la revolución y el retiro del comandante Manuel Denis con sus tropas.

En la década siguiente, en julio de 1878, también en ese convento se refugiaron algunos vecinos cuando el grupo liderado por Nicasio Oroño se enfrentó con el gobernador doctor Simón de Iriondo y eran continuos los tiroteos en casi todas las calles de la ciudad.

Desde el campanario de la Catedral atacaban el gobernador, Servando Bayo, Jonás Larguía, Fernando Stagnaro, entre otros y durante dos horas se sucedieron los ataques hasta que el presidente Nicolás Avellaneda -amigo de Iriondo- informó que enviaría tropas y luego cesó la rebelión.   Habían muerto aproximadamente cuarenta personas, perdió una pierna Ignacio Iturraspe; la oportuna intervención del músico y soldado Juan Rivero, más conocido como Guanaco, evitó la muerte de Luciano Leiva mientras intentaba atacar en la Jefatura.  Algunos conspiradores huyeron hacia el norte, comandados por Reimundo Oroño, otros hacia el sur dirigidos por el comandante Basilio Gaitán, secundado por Eugenio Oroño, Francisco Romero y Amancio Reyes con varios capitanes, logrando vencer a los gubernistas… historias que se repitieron durante varios años porque era sólo uno el sillón del gobernador y muchos quienes aspiraban a ocuparlo…

A fines de ese siglo, también el templo de los franciscanos sirvió como refugio durante la revolución de 1893…

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea de Fontanini.

[1] Diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz. Suplemento La comarca y el mundo. Lunes 31 de enero de 1983.

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