Durante la primera presidencia del general Juan Domingo Perón, el 31 de mayo de 1950 -“Año del Libertador General San Martín”-, se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica.  En 1974 fue declarado Día Mundial de la Energía Atómica.

Ante la limitación de determinados recursos energéticos, se han desarrollado centrales nucleares que pueden satisfacer tales necesidades.

Las investigaciones realizadas con energía nuclear han servido para el diseño de eficaces aparatos para el diagnóstico y tratamiento de diversas enfermedades.

En Latinoamérica, el primer reactor nuclear se construyó en la Central Nuclear de Atucha, localidad situada a aproximadamente cien kilómetros de la capital federal, en el partido de Zárate.

En 1967, por iniciativa de la Empresa Provincial de la Energía de Córdoba se desarrolló el  proyecto de instalación de una Central en la Península Almafuerte, al sur del Embalse del Río Tercero: “…un reactor con elementos combustibles de uranio natural, refrigerado y moderado con agua pesada.”  Comenzó a producir electricidad el 26 de abril de 1983, en el ocaso del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional iniciado el 24 de marzo de 1976.  [1]

(Sabido es que átomo es palabra de origen griego que significa indivisible y que sucesivas investigaciones han demostrado que “el átomo” se puede dividir: consta de un núcleo o corazón interior, rodeado de electrones que giran a su alrededor.

El uranio es un metal pesado, abundante en la naturaleza.

Una molécula del agua común contiene dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno.  La de agua pesada, se compone de dos átomos de deuterio y uno de oxígeno. Un litro de agua común pesa equivale a mil gramos -un kilo- y la pesada a 1.105 gramos.

Es oportuno reiterar que un deuterio es un isótopo de hidrógeno.

Isótopo: dos núcleos del mismo elemento que tienen la misma carga pero distintas masas. El Cobalto 60 es un isótopo radiactivo que se utiliza como medicina nuclear para el tratamiento de tumores, disponible en clínicas y hospitales como bombas de cobalto.)

    Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

[1] En 1983, el vicealmirante Carlos Castro Madero presidía la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y habían comenzado a elaborar un proyecto de producción de un submarino atómico, que según sus declaraciones debía ser evaluado por el gobierno que asumiría a fines de ese año. Durante el otoño, diversos medios informaron que había participado en reuniones en Perú a los fines de supervisar “la marcha de los trabajos del centro atómico que la Argentina, junto con el Instituto Peruano de Energía Nuclear, está levantando en Guanacal”.