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Vuelos desde la terraza de Horacio Rossi…

Vuelos desde la terraza de Horacio Rossi.

POEMINES PAJARINES.

Otros vuelos.

El tordo mirlo de los Maciá.

Vuelos desde la terraza de Horacio Rossi…

 

“Y YO ME IRÉ, Y SE QUEDARÁN LOS PÁJAROS CANTANDO”.

Juan Ramón Jiménez.

 

Con un amor tierno -insuficiente- por parte de los hombres, nacía el día.

El tremendo espectáculo era una enorme ave, conformada por muchísimas naturalezas.

El vigor, el impulso desparejo de las generaciones que transcurren, se traducía en color. Simplemente color.

Aún, el frío de la noche, incierta en realidades, cubría, con sopor de somnolencias, a ese fuego feliz que seguía su curso tras un detenimiento pasajero:

La vida continuaba.

 

Empero, la noche había sido cálida en cierto rincón del mustio planeta habitado. Había tenido ese calor que dan los estertores, últimos o primeros, que sufre un cuerpo vivo que no quiere morir.

 

Yo no quería.

No quería morir hasta que el alba caldease sus colores primitivos, despertase sus aromas sencillos, y aturdiese al mustio planeta con la esencial sencillez de la aurora.

 

Vi hacerse realidad mi deseo.

Mío, nuestro, de todos. Porque  yo soy todos los que nacen, todos los que viven, todos los que mueren.

Ellos están en mí, como estuvieron toda mi vida.

Por completo, por entero, les pertenezco.

 

En derredor, había un paisaje enorme.

Sólo yo, lo único pequeño. Con las mil notas musicales de la vida que, desde mi interior, pugnaba, naturalmente, por salir.

Por abandonar esa estructura que ya no le servía, para ejercer esa total entrega a la que aspiraba.

Desde que me di cuenta de mi relatividad como “yo-y-nada-más”. Desde que me descubrí como ser con existencia.

 

Yo no quería morir, hasta tener la certeza de que ese gran suceso maravilloso, que es el vivir, más allá de cualquiera de sus formas, continuaría.

 

Por eso, quise esperar a la aurora. Para que ella me diera, con su sola presencia, la respuesta.

Saberlo, era, para mí, trascendental.

 

De pronto, todo se llenó de luces.

Sólo un tenue resplandor en el horizonte.

Pero, para mí, eran luces, luces, luces.

 

Porque siempre es total, para nosotros, desde su más primitivo esbozo, todo aquello a lo que atendemos, por lo que vivimos, desde que nos damos cuenta de la posibilidad de su existencia.

 

Luces, luces, luces.

La aurora y su respuesta.

Alegría llovió desde el lucero.

De pronto, dije que todo era verdad.

De pronto, me sentí pájaro, dispuesto a volar hacia el lucero.

Donde -supuse acertadamente- toda esa alegría tibia y tornasolada, tendría su hontanar.

Ya mismo, afiebrado, lo dispuse todo para el viaje. ¡A volar!:

Mis maletas: sólo mi cuerpo.

Mis enseres: sólo mis huesos.

Yo: sólo mi alma.

Entumecido todo por tanta espera.

Quizás, secretamente, habría empezado a dudar.

Vibró, entonces, un trémolo, un arpegio, una nota musical cualquiera, incomprensible, futura, nueva.

Vibró, en suma, la Música.

Asumí el volumen del espacio. Y liberé mi corazón en sus inimaginables dimensiones y ámbitos.

Eran los pájaros.

Eran los ciclos, que vivían su resurrección.

Ellos también habían permanecido despiertos durante la noche.

Ellos también habían esperado la respuesta de la aurora.

 

Eran los pájaros.

 

Quedan los pájaros cantando, mientras transcurrimos, los ciclos y yo, hacia el lucero.

Quedan los pájaros cantando, mientras comenzamos nuestro viaje hacia la justificación. Nuestro viaje hacia la revelación de todas las incógnitas.

Hacia la única, verdadera y total Respuesta.

 

El tremendo espectáculo era una enorme ave, conformada por muchísimas naturalezas.

 

¡Cantan los pájaros mientras nos vamos, los que esperamos la respuesta de la aurora!…

 

 

Chiflando, en esta luz, de la otra luz

Navío de premuras y de esperas

Aportando, al Verano, primaveras

De l’agua original, fiel arcaduz

Cantar que nace allá, que nace aquí

Hilván que une milagro con misterio

Armonio que bromea grave y serio

Logra al tiempo horadar tu berbiquí

Paz que se trama mar, piedra, estrellita

Indicador del cielo, con tu paso

Pareces sentimiento envuelto en raso

Solución del dolor, tu sonrisita

Convídame a pasar, cuando sea hora:

¡Pájaro que nos traes la única aurora!

¡Pájaro que nos traes la única aurora!

Convídame a pasar, cuando sea hora

Solución del dolor, tu sonrisita

Pareces sentimiento envuelto en raso

Indicador del cielo, con tu paso

Paz que se trama mar, piedra, estrellita

Logra al tiempo horadar tu berbiquí

Armonio que bromea grave y serio

Hilván que une milagro con  misterio

Cantar que nace allá, que nace aquí

De l’agua original, fiel arcaduz

Aportando, al Verano, primaveras

Navío de premuras y de esperas

Chiflando, en esta luz, de la otra luz…

POEMINES PAJARINES

pájaro navío amando luz

ángel de la diosa

puntitodo

* * *

Benteveo hembra se aconseja ni más ni menos que del hojaldre de l’aire:

Lo monta y vuela…

* * *

Pájaro que voló:

¿sigue a la luz

o es luz que sigue?…

* * *

Punta de flecha

la tacuarita:

gota deshecha

su musiquita…

* * *

Un mainumbyto

descansa del sauze

nel aromito…

* * *

Avecita: sin Vos:

¡qué sería de Dios!

* * *

Los vientitos reptantes desbrozan vías que prefieren los pájaros:

según parece marcan ciertas ubicaciones a indagar:

como cuando uno anota pro poema: bate las alas por ante las suscitaciones:

y el pico dice lo que hay en la tierra….

 * * *

dibujando pajaroso espinel rasante

la tarde adormeciéndose

felicidad premura y diligencia sinfín

nupcial categoría del asombro

y altivez necesaria nocturnal de capricho estrellero redanzante:

universalia mía enteramente

arborescencia

límite del nombre…

 * * *

en la dicha del vuelo

en ese ejercicio subitáneo

está entero el pájaro…

es como un ejercicio entre el vacío y la cosa

imaginable previsible creíble nominable palpable aprehensible

(muerte mediante) clausurable…

me gusta mirar pájaros en vuelo

sentirme yo con ellos…

perdonarme…

* * *

plumitas en el nido de la culebra hablan de un pájaro sin vuelo…

* * *

ellos

hacen para volar

lo que

hacemos para veerlos

* * *

 tacuarita

en la parda piragua bebedera

saluda luz

puliendo los hojaldres de l’aire conmovida

regalando en confianza

frescura de intemperie

consuelo a mi fatiga

y el mejor

besilencio

le envío, emocionado

. . .

* * *

mucho mainumbý colibrí unito solo en cima de las cosas jardinas

tacos de reyna ya santarrita y jazmín y mucho

mucho muy mainumbý colibrí que vuela

volea vuela volotea, ¡oh!

El cielo es quien provee los pájaros

que feliz citan mi estancia en la terraza.

Yo allego apenitas tan sólo oportunidad.

Me preguntan dónde tengo los pájaros:

debo ser poeta, porque señalo al cielo.

Y no digo mi cielo ni digo nuestro.

Señalo los patios del viento

llenos de polen y húmedas temperaturas.

Los pájaros chiflan, desayunan y siguen.

Alean para ayudarse a digerir. No poeman.

Así que en los cuadernos anoto solamente

asuntos de lenguaje. Temas humanos.

Los pájaros fincan comarcanos. Podríamos

charlar. Encuentran agradable, aquí.

Les extrañaría  saber que algunas visitas

buscan sus jaulas en lo salvaje y verde.

Les hago a los pájaros, entonces, lo mismo

que a la poesía y a la gente: dedicación habitual

y respetuosa proximidad. Que es de amor,

pero no vale nada andar diciéndolo.

Escribo esto para leer lo que siento.

No «lo que sé», porque no es ni eso ni así.

Anoto lo que me hacen sentir.

La torrencial confirmación.

Igual que los añares de gente que sigue estando ahí.

Igual que los poemas que ya, sí, he constelado.

De firme mansedumbre, como el río.

Entonces, voy sereno a las otras tareas de la vida.

Amén.

El cielo es quien provee los pájaros… esplendente como un cigarro de fondomar

entre canciones de aire solar

sobre esta arena verde que camina mojada

danzandejando el cielo todo todito todo azul…

* * *

 del destino del cosmos (detalle)

Para Gastón Gori, Charito y Mónica

 

noblemente estuvo cada elemento en sitio hora y aroma, allí,

allí donde el invierno ordena los matices de las aguas terrestres asimétricamente

para seguir confundiendo a las aguas humanas, para seguir impidiéndoles imperio…

las disposiciones de las áreas vitales y de las transiciones genéticas armónicas, nobles,

se desdibujaban hacia todos lados a igual amoroso ritmo rítmico amor

como en teoría de líquidos y gases pero natural, natural…

hubo pastos del suelo y plumones del buche que crecieron

cada uno a su lluvia y a su forma, a su fe y a su instinto, a su materia,

con destino como un  rocío fuera de toda espera…

en el tiempo bueno de la luna propicia,

de la nube en el cielo y del planeta zumbando en el vacío:

vino algo ave con andar de pájaro y misión de macho y hembra

a inventar la historia inarchivable del desinterés, salvo,

salvo la comunión de lo que vive porque ama y así habitar la vida,

sin olvidar ni recordar, porque sí o porque el sol…

tejiendo ondas se labra, a dos picos, la instancia del nido…

cada elemento responde conversa participa ejerce, se perfecciona la resolana

y se primavera un poco mejor cada centavo del aire, el pan de los pecíolos,

la pájara tutelar obrando, y las hormigas del espejo luna del ladrillo sol…

y la velocidad perdigonea su manifestación ave

mientras una fugacidad compareciente se muestra ávida de nutriciones…

con algo de rogación espectativa y de perdón otorgado…

Gastón Gori y Charito y Mónica me lo regalan y durante años, en la terraza,

sobre mi repisa el nido del mainumbý picaflor colibrí:

amén y gracias…

 

Otros vuelos…

Días después, el poeta sintió el impulso de enviar un fragmento de lo expresado en su Cuaderno de las Baldosas Calcáreas:

El tordo mirlo de los Maciá

Hablo ahora de los tordos, que en el mundo de las baldosas calcáreas son mirlos, che, como en Europa.

Orgullosos, los tordos, imaginate Vos. Se les revienta el pecho, de emoción.

Te cuento y yo también me quedo a oír otra vez la historia:

 

El papá del Manro Maciá tenía en la Concordia del Entre Ríos un tordo (mirlo) criado desde el huevo en casa:

 

“Padre”, decía el Manro, echaba azúcar en su taza de café que no revolvía. No más dulce el café que lo contagiado al caer por l’azúcar cucharada.

“Padre” bebía su taza de café, a cuyo fondo quedaba un poso de azúcar, un terrón apenas desmoronado, imaginate Vos.

 

Manro decía “padre”, “abuelo”, como nosotros decimos papá o el abuelo o el nono: padre contaba blabla, abuelo nos traía tal cosa.

 

Entonces venía el mirlo (tordo), seguía contando el Manro, a comer el terrón désdel fondo de la casa. Todos los días.

En privado o con visitas como la del Horacio Quiroga, su amigo.

 

Un día muere “Padre/Abuelo”

(no recuerdo bien, pero se refería al primero de los llegados)

El mirlo lo buscó por toda la casa. Sin hallarlo. Luego entró al dormitorio, trepó a un tirante bajo la cama donde había muerto su alimentador, y se quedó allí hasta que lo sacaron.

Muerto. Él también.

Emocionante historia. Sin duda.

 

El tordo murió mirlo en lo´Maciá.

El mismo Manro me la contó diciendo: “Abuelo” tenía un mirlo.

Otra vez o más tarde hizo la salvedad de que era enverdad un tordo.

En su casa era un mirlo.

El mirlo burlón de las canciones o merle mocqueur:

¿Será el cucú de los relojes?.

Cuervo, no es. Tampoco el ruyseñor. ¿O sí?

Hacemos mirlo al tordo. Para aguantar.

No respetamos ni a los tordos, por querer tener mirlos.

 

El fantasma de un tordo que se pasea mirlo por las habitaciones como buscando algo. A alguien…

 Horacio Rossi

Santa Fe de la Vera Cruz

Octubre 2006.

 

 

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