SÍMBOLOS Y MISTERIOS…
…Primero: ¡el VERBO!
Síntesis para un prólogo ineludible.
Síntesis para un prólogo ineludible…
esbozado e inconcluso.
“EL FLUIR DEL RÍO ES INCESANTE, PERO SU AGUA NUNCA ES LA MISMA”
Kamo no Chomei
“Höjöki”
(Notas desde mi cabaña)
“El fluir de las vivencias es incesante, pero los protagonistas nunca son los mismos”.
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
(Notas en mis agendas, acortando la espera…)
Palabras necesarias…
No puedo recordar en qué momento vi el primer rostro con rasgos orientales –calificativo impreciso si se tiene en cuenta que es una palabra inventada por el hombre, quien con su características audacia hasta se ha permitido oponerla a occidentales-; calificativo que en este instante nos aproxima a japoneses… o taiwaneses… o chinos… y a argentinos, descendientes de inmigrantes…
(Lo importante es que estas palabras sirvan para entendernos, como etapa ineludible para comprendernos, en un breve diálogo necesario.)
Lo que puedo afirmar, es que me conmoví en la década de 1940, cuando mis primeros diez años acumularon miradas y reverencias -respetuosas, no obsecuentes-, en el diario saludo de una querida familia japonesa.
(Vecinos, en la calle 4 de Enero entre Catamarca y La Rioja, con vereda angosta y cordón de piedra granítica, testigos del pasar del tranvía de la “línea 3”, monótono reloj para los insomnes en las madrugadas.)
Lo que necesito expresar, es que aún percibo -en el recuerdo de los caminos transitados juntas-, la ternura de Olga y de Teresita, la armonía de sus sonrisas. Sólo falta un dato, para seguir la costumbre de la identificación humana: imprimir por lo menos, un apellido.
Sólo son necesarias tres sílabas: KAKISU; pero queda incompleta la información, porque mi sentimiento exige recordar -en toda su dimensión femenina- a la madre de paso leve que dejó sensibles tallas en mi espíritu, semejantes a las que día a día aprehendía de mi madre, enriquecía con mi familia y mis amigos.
Para ello, es ineludible disponer de una página blanca, blanca… porque se posarán las letras como símbolos puros sobre un monumento.
(¡Suave la caricia de los dedos sobre esta hoja!… suave… y en silencio, juntos, llegaremos a la página blanca… ¡blanca!.
Yo… -ausente y presente-, tú -amigo lector o amiga lectora- descubriendo o evocando.
¡Juntos!… haremos el milagro de abolir las fronteras, sin violencia… como corresponde sea… en los umbrales del tercer milenio.
Dedico estas páginas a…
EIKO KAKISU
YODO KUMAMI
UN SÍMBOLO…
UN CUENTO
QUE
ES
HISTORIA…
HABÍA UNA VEZ… en Kioto
EN LA LEJANA ISLA HONDO,
EN EL IMPERIO DEL JAPÓN,
UN CUENTACUENTOS.
CAMINANDO SOBRE UN PUENTE,
INVISIBLE,
INDESTRUCTIBLE…,
SOBRE
UN
PUENTE
DE
AMOR…,
LA HISTORIA LLEGÓ HASTA
SANTA FE DE LA VERA CRUZ,
EN LA REPÚBLICA ARGENTINA…
Y ASÍ NACIÓ
ESTA CASI “LEYENDA”
DE ¡YODO!… ¡SEIZABURO KUMAMI!…
En 1882, en un hogar sin riquezas materiales, los hermanos Kumami escucharon por primera vez el llanto de Seizaburo, tal como sucede, cuando nace un niño o una niña, o dos, o tres, o cuatro, o cinco… [1]
(¡Oh!…¿cuántos?…Hummm…)
Seizaburo, tuvo -seguro, seguro…- un hermano, porque se sabe que “su hermano mayor lo llevó a la antigua ciudad de Ako”, cuando quedó huérfano, “desde tierna edad”.
Lógicamente, la familia Kumami, hablaba del idioma japonés, que tiene la influencia de antiguos lenguajes: Aino, Coreano y Chino.
Cuando florecían los cerezos, Seizaburo se alegraba. Se sentía feliz contemplando el paisaje… Los agujeros de los bolsillos, no eran producidos por el peso de las monedas, porque no las poseía ni le interesaban… salvo para el uso diario.
En 1895, cuando se volcó sobre su ropa la lámpara de aceite, se incendiaron sus pantalones y las profundas quemaduras lo convirtieron en un discapacitado; no volvió a caminar, pero su capacidad de admiración, asombro y creatividad creció, a la par que “su habilidad pictórica”.
“Se hizo llevar a Kioto… y ganó su diario sustento diseñando motivos para kimonos”.
Seizaburo vivió allí hasta 1959, cuando entró en la inmortalidad.
“Un día, el hijo de un vecino repitió al artista la eterna solicitud infantil: ‘Cuéntame un cuento, Kumami…’.
Y Kumami, paciente, comenzaba a inventar una historia”.
Esto se repitió todos los días, y como el grupo fue creciendo, creciendo, creciendo… “se hizo necesario alquilar un lugar especial adonde iban centenares de niños a escuchar de viva voz los cuentos y leyendas de Seizaburo Kumami. Una especie de club se organizó”… en 1910, mientras en la Argentina se celebraba el Centenario de la Revolución de Mayo.
(Qué hermoso… ¡un club para contar cuentos!…
Y… ¿Por qué no hay cuentacuentos infantiles en todos los clubes?…
Así, tal vez… yo, el Duende Azul, podría entretenerme jugando a cambiar ideas o palabras en los cuentos… siempre que los cuentistas me dejaran… Hummmm…)
“Todos los niños de Kioto lo conocían y lo veían pasar, en un cochecillo tirado por dos enormes perros…
Para ellos era el ‘Sensei’, el maestro… el creador de dragones y de misterios”.
“En 1920, para conmemorar debidamente el décimo aniversario de la fundación del club, Kumami organizó el primer concurso literario infantil”.
“De acuerdo con la costumbre, adoptó un nombre literario: Yodo”
¡Yodo! Sí, sí, ¡Yodo!
(¿Y O D O?… Hummm… como se nombra en español, al elemento que se encuentra en las algas marinas -y en algunos minerales-, y que tanto sirve a los fotógrafos, como a los enfermeros y médicos, como a los industriales…, siempre con su característico color ni amarillo, ni marrón… ni ocre.
¡Quédese quieto el duende Verde que interrumpió esta historia!, porque ni un ingeniero químico con todo lo que sabe sobre el Yodo, demoraría su trabajo por un asunto tan intrascendente. El químico sabe que el color del Yodo, depende de su estado, y lo que le importa en consecuencia, es la composición de la sustancia donde el Yodo está contenido, y su posible estado de pureza.
¡Shshshshshshs!…)
Poco a poco, como sucedió con sus cuentos, que se difundieron a través de las voces de los niños… ¡porque Kumami no los escribía sino que simplemente los contaba!… así, uno tras otro, todos empezaron a nombrar a Seizaburo con mayor brevedad:
¡Yodo! ¡Yodo!…
y con un amor creciente, como es el verdadero amor.
Como sucede a veces, algunos adultos criticaron a Yodo, restándole valor a sus cuentos. Suelen ocurrir esos hechos entre personas incapaces de mirar o de escuchar… de sentir, con la sensibilidad del niño que siempre en él vivirá -aunque sea como necesaria inocencia-, hasta el último día del tránsito terrenal.
Lo cierto es que la vida de Yodo fue durante varias décadas, una continua entrega de amor y de ejemplos para sus mejores amigos: sus niños, encargados de difundir sus creaciones, con palabras repetidas al aire de la mañana o del atardecer, o con escritos veloces para no perder la sabiduría del incansable Kumami… y también para transmitirla a los niños que seguirán poblando al cansado planeta tierra…¡quién sabe hasta cuándo!
Pasaron meses, años, décadas, y el cuentacuentos, como sucede con los vegetales, como sucede con todos los animales, envejeció.
Es posible comparar a la vida de Yodo, con la de un crisantemo, la flor nacional del Japón. En la mitad del siglo XX, Yodo -igual que los crisantemos-, se debilitó durante su último otoño y no resistió más.
Cayeron los últimos pétalos del magnífico símbolo de fraternidad que fue Yodo Kumami.
Su figura pequeña, temblaba por su vejez, día a día veía menos y sabía más.
La soledad -su compañera fiel-, le ayudaba a crecer espiritualmente.
Eso era lo importante para Yodo, no tener grandes alforjas, ni chicas, ni cargadas en exceso. Sentirse liviano, liviano…, casi como si fuera sólo alas… para elevarse… elevarse… elevarse hasta el infinito, donde sólo se escuche -tal vez…- el sonido de los planetas… las vibraciones de la tierra y de su humanidad.
Cuando la noche definitiva se anunciaba con sombras alargadas, un amigo de Kumami decidió hacerle un regalo que ni en la actual era de la robótica y de la computación ha sido igualado. Pidió “al Director de una escuela vecina”, que organizará una visita a Yodo, para que llevaran “al anciano, un poco de alegría y la ilusión de que aún contaba con admiradores infantiles”.
Así fue, llevaron “sus instrumentos musicales y durante una larga media hora cantaron y danzaron en honor de Kumami”.
Para entregar ese regalo, no fueron necesarias cajas acartonadas, ni brillantes etiquetas, ni ninguno de los materiales con que actualmente se fabrican y venden algunos objetos para ser exportados y obsequiados.
Lo importante, es que todavía en Osaka -y en Taiwán…, y en muchísimos lugares que ni siquiera figuran en el planisferio o en el globo terráqueo, existían personas capaces de imaginar regalos intocables e inolvidables, como lo son los cuentos, los conciertos, las caricias… las palabras necesarias para estímulo o consuelo… y todo lo que nace en el equilibrio espiritual del ser humano, y se transmite con amor.
Allí, así fue. Ese día, seguramente Yodo sonrió.
(¡Seguro!… si la sonrisa, es la moneda diaria, de valor infinito, indispensable para expresar la alegría de vivir y de convivir, con esfuerzos y con esperanzas compartidos…
Ese día, Yodo sonrió… ¿Y hoy…?
– ¡Silencio, duende Amarillo! Yodo duerme.
– ¡Silencio, duende Gris!…)
Transcurrió el tiempo, en 1962, en EL CORREO, llegaron noticias desde Kioto.
El eco de Yodo siguió vibrando en las orillas del río Coronda, cerca de Sauce Viejo, allí, en Los Amores -paraje Las Delicias-, donde los pájaros regalan su concierto singular, y las tacuaritas entibian sus nidos.
El eco de Yodo tuvo resonancia en el espíritu de una cuidadora de azaleas, amiga de las palabras, soñadora en las madrugadas…
Allí, cerca del Río Paraná, las memorias sobre Yodo descansaron entre los libros que describían especies animales del mar -la perdurable inquietud de los hijos de esa mujer- extraña viajera aunque estuviera quieta.
(La biblioteca de ese hogar, no tiene censura, sí tiene Selecciones… y está comprobado que por blancas que sean las hojas de los nuevos libros, todos se tornan amarillentos y pecosos.
– ¡Permiso!… soy el Duende Azul…
¿No será una posible situación planetaria, futura?…
¿Dije un disparate?… Perdón, me voy…)
En 1982, se cumplieron cien años desde el nacimiento de Seizaburo Kumami: ¡YODO!…
El día 2 de abril de ese año, la República Argentina inició la Gesta de las Islas Malvinas, con el propósito de recuperar el territorio nacional usurpado el 3 de enero de 1833, por el Reino Unido de Gran Bretaña.
(La mujer jardinera y todos sus hermanos compañeros vibraron.
Todos sufrieron por esos hechos.)
El 2 de abril, ha sido declarado Día Universal del Libro Infantil.
………………………………………………………………………………………………………………….
La historia de Yodo, infinitos recuerdos, inolvidables vivencias quedaron guardadas en la original computadora que es la mente humana.
En 1989, cuando se aproxima la conmemoración del trigésimo aniversario del tránsito a la inmortalidad de YODO, justamente en el último día de marzo de este año de la ESPERANZA; la jardinera ha decidido mirar las hierbas desde la ventana de su refugio editorial, y recrear algunas imágenes, como un símbolo -impostergable- de fraternidad universal…
…Porque “además, mientras exista un niño que se acerque a sus padres en busca de protección, de consuelo o de ternura, la vieja y siempre renovada fórmula que comienza con las clásicas palabras “Había una vez…”, no habrá perdido su poder de belleza y de encanto”.
(Cuando la lectura llegue al punto final de la publicación, recién este trabajo estará completado, aunque tal vez no esté concluido definitivamente.
Lo escrito tiene valor si existe un LECTOR, que en última instancia, cierra el círculo primero de la creación original.
Hummm… ¡Silencio debo hacer…, aunque sea un duende, aunque sea el Duende AZUL…, debo ser prudente, porque ¡YODO duerme!…
A
D
I
Ó
S
SANTA FE DE LA VERA CRUZ
República Argentina,
31 de marzo de 1989 a las 20.25
Reconocimiento y homenaje.
En la revista “Correo” editada por la UNESCO en septiembre de 1962, leí:
YODO KUMAMI
Cuentista
Japonés
Por Muneharu Kitagaki
Hallé algunas señales: Muneharu Kitagaki, Miembro de la Facultad de la Universidad de Dosis en Kioto.
En sucesivos párrafos, detecté más datos sobre Yodo Kumami:
- Yodo era poeta, no administrador ni contador.
Más de una vez tuvieron que cerrar el club…
- Las dificultades económicas le impidieron editar en forma de libro, sus historias con fondo moral, generalmente con animalitos como personajes.
- Enamorado una vez, la familia de ella se opuso al matrimonio.
- En 1953, las autoridades le obsequiaron un cochecito mecánico, tuvo un accidente gravísimo y volvió a su viejo transporte y a sus perros, a los que no abandonaba.
- Aproximadamente en 1930/32, nació su único hijo.
UNA HISTORIA QUE ES LEYENDA…
HABÍA UNA VEZ… una ciudad casi mágica, situada en una isla sobre el Océano Pacífico, con un nombre original: Osaka.
Allí, los pajaritos no conocían las jaulas, ni las plantas las macetas. Todo crecía en absoluto orden, y los habitantes de esas islas después de haber soportado varias guerras y la mutilación de sus territorios, optaron por dar más importancia a la justicia que a las armas.
Ese pueblo, parecía una generación de duendes y hadas.
Los hombres y las mujeres, trabajaban juntos en grandes empresas, con minúsculos filamentos y con resistentes materiales, y fabricaban, fabricaban, fabricaban, casi todo lo que otros hombres consumían, consumían, consumían…
Los que sabían mucho, decían que esa ciudad, y algunas de esas islas, pertenecían a un Imperio muy antiguo, que en las enciclopedias españolas figuró como JAPÓN y en las inglesas como JAPAN…
(Esas siguen siendo diferencias que la humanidad todavía no ha resuelto…
A veces, esas palabras diferentes tenían además otras relaciones.)
Aunque algunos creían que las islas no eran tan importantes como la parte mediterránea de un continente, eso no era lo verdadero.
Después de una guerra, en 1y45, Japón perdió la isla Formosa; y sólo con una usurpación, en 1×33, la República Argentina debió iniciar una constante defensa para recuperar a las Islas Malvinas, que en 1y89, los ingleses tenían bajo su bandera, y a la que nombraban con su particular estilo.
Todo eso era interesante aprenderlo mientras contaban cuentos, para así conocer algunos temas cuando llegara el momento de leer los serios, serios, serios, libros de la Historia Universal.
Pero lo interesante, interesante, interesante, empezaba así:
En Osaka, en el año 1×82, nació un niño: Seizaburo Kumami, que tenía por lo menos un hermano. Los padres de Kumami, murieron cuando él era pequeñito.
El hermano mayor lo llevó a vivir a Kioto, y allí él empezó a pintar, a pintar… cerezos en flor, caminitos en el atardecer… y todo lo que a un pintor le podía gustar pintar.
Él, pintaba siempre sentado… Kumami, desde los trece años no pudo caminar más, porque se le incendiaron sus pantalones, y el fuego, a la vez que es hermoso para ser contemplado o al dar calor… es terrible para destruir, hasta dejar sólo las cenizas.
El pueblo al que pertenecía Kumami, a eso lo sabía bien, porque ellos tenían muchísimas experiencias, hasta con energía atómica, que era una de las más modernas y temibles.
Como sucede felizmente hoy, cuando una persona no podía andar ligerito, ligerito, ligerito, observaba con mayor atención; vivía -a veces- con más soledad, y si sabía amar, trataba de ser generosa y de convivir alegremente.
Algunos cuentos antiguos, contaban al revés: que el jorobado era un brujo, que la renguita era una malvada, que un bizco nunca miraba a su mujer, porque era envidioso, y ella, tenía dos ojos hermosísimos, que aprovechaba cuando cosía la ropa, cuando cocinaba, o para mirarlo cuando estaba enfermo.
Pero… son todos cuentos que no tenían valor. Eran cuentos casi prehistóricos. Ahora, los cuentos son los cuentos de una nueva civilización: la civilización del amor…
Yodo Kumami, en 1y10, solito, solito, sin que nadie lo obligara, trabajaba todos los días para esa civilización. Lo hacía desde su cochecito, quietito, quietito, pero sembrando, sembrando, sin cansarse.
– ¿Qué no lo creen?…
Es verdad, en Santa Fe, una mujer -Petra-, sembraba desde su sillón de ruedas, y sembraba semillas para seguir cultivando plantas; pero… Kumami, sembraba palabras, imágenes, ejemplos…
Todos los niños de Kioto lo seguían, lo querían como se quiere a los maestros, que enseñan lo necesario para CRECER, con buenos sentimientos y con algunos conocimientos…
No todos… ¡sería imposible!, porque se ha avanzado tanto, tanto, tanto, que ahora es necesario ser especialista en algún tema, para entonces sí, investigar y saber todo lo dicho, escrito y hecho sobre ese tema, o casi todo…
Kumami, en 1y20, vivía muy adelantado en algunos asuntos; hasta organizaba campañas para recaudar fondos para ir al polo norte, y hasta se animó a hablar de Literatura Infantil, cuando por tradición, de esa literatura hablaba sólo la mujer, y no cualquiera, sino las expertas, porque es la literatura más difícil…
Las computadoras -que hacían las cuentas rapidísimo-, cuando las querían hacer trabajar en poesía o cuentos para niños, se trababan.
Eso es cierto; tenían mucho miedo, porque los niños suelen ser más exigentes que los adultos. Si a ellos no les gusta lo que han escrito, buscan un barrilete, una pelota o unos lápices de colores… y terminado el problema, enseguida cambian el juego. Es porque para ellos, leer o que les cuenten historias o leyendas, que les lean poesías, tiene que ser igual que jugar. ¡Si jugar es lo más hermoso!… Por eso, suelen interrumpir y las personas muy grandes, no los comprenden, y les exigen que se queden quietos, que no hablen, cuando lo mejor sería hacer un paréntesis -como a veces hacen algunos duendes- y después, sin apuro… recordar lo leído, y continuar, con lo todavía desconocido.
Kumami, seguramente usaba ese método. Él no escribía cuentos, los contaba y con su voz y con sus gestos, no podía haber cuento repetido. Ese debió haber sido el otro motivo por el cual todos sus amiguitos le pedían más y más cuentos.
Kumami, no editó ni un libro, pero contó muchísimos… de ratas, de hormigas, de conejos, de peces…, de todo lo que él conocía y de todo lo que él imaginaba: ¡HASTA DE DRAGONES!…
Tal vez Kumami no haya contado cuentos de tatúcarretas, ni de cuises… porque él vivía en otra región; aunque eso no tiene mayor importancia porque en la Argentina -por ejemplo-, contaban cuentos de dragones y de platos voladores, y de muchísimas cosas ajenas al territorio austral.
No era un asunto para criticar y juzgar como negativo, porque desde que los hombres hacen como las golondrinas, y emigran, emigran, emigran… es conveniente que los niños conozcan todo lo posible sobre el planeta. Y si nunca salen del barrio, lo mejor es que se junten en alguna plaza, para contar mitos o leyendas…, o para contar sólo lo que les interese… que es también una forma de comunicarse.
Después, quizás alguno del grupo sienta vocación de escritor, y entonces, aparecerá en alguna página voladora, ese personaje de lejana existencia… desdibujado, un poco por olvido, y otro poco por omisión voluntaria, como un firme propósito de no revelar los secretos… y de obligar pensar e imaginar.
Así, alguna vez, habrán nacido los cuentos de Kumami… los cuentos de YODO, como realmente fue su seudónimo y como lo nombraban.
Cuando transcurría el año 1z89, en una espina de palo borracho, en el paraje “Las Delicias” de Sauce Viejo -cerca de la calle Estados Unidos-, quedó prendido un papel finito, finito, blanco, blanco, escrito con unas letras grandes, grandes, grandes… tan grandes, que hasta las abuelas las leían sin usan lentes.
¡Tan grandes, que parecían las letras de los libros de lectura inicial!
Ahí… era posible leer…
LA LEYENDA DE YODO
Después de la ceremonia del té, una abuela japonesa contó esta leyenda, que hace muchísimo tiempo recorre el mundo, volando, volando, volando, hasta que la recoge algún adulto. Y la lee, en silencio o en voz alta, para el solo o para que escuchen sus amigos. Algunos, la han grabado…
En un imperio pacífico, vivió un señor también muy pacífico y su herencia, fue un cochecito con tres ruedas, viejo, viejo, viejo, infinitos cuentos sin encuadernar y sin forma de libro, y un hijo.
Ese señor, como todos los señores, tenía nombre y apellido, y quienes lo admiraban lo llamaban “sensei” que en japonés quiere decir “maestro”.
Ese señor, era un poeta, un cuentacuentos. Era misterioso… firmaba con seudónimo: YODO.
Escribía… y aunque tuviera dolores, él sonreía, porque lo rodeaban muchos niños…
Él no quería que estuvieran tristes por asuntos sin importancia.
Yodo era sabio. ¿Por qué llorar por un dolor?…
Era mejor pensar en la vida y en todo lo que se ha creado, y así, el dolor estaría olvidado.
No se sabe cómo, un día el coche que había dejado Yodo, estuvo depositado varias horas en una fábrica de juguetes. Algunas personas que lo reconocieron, se acercaron para tocarlo por última vez, porque indudablemente, todo el metal sería recuperado para hacer piezas nuevas, cerca de esa fantasmal montaña de metales oxidados.
Sobre un camino de cemento, estaba sostenido un crisol grande, grande, grande.
La energía que utilizaban para la fundición… era el último invento japonés, y no contaminaba al aire, disminuyendo el peligro para los obreros, por sus controles remotos conectados.
En un jardín próximo, la abuela se había sentado debajo de un cerezo en flor.
Ella fue amiga de Yodo desde que él llegó a Kioto, procedente de Osaka y eso explica por qué estaba atenta a lo que no sería una fundición más, sino un verdadero ritual.
Cuando vio que llevaban el objeto amado, se acercó, se acercó, hasta que el obrero de guantes blancos le recomendó que se detuviera.
Allí, las fábricas no tenían altos muros, ni rejas, ni alambrados. Los límites estaban indicados con plantas bajas, casi siempre con hermosísimas flores. Cuando el cochecito desapareció, la anciana suspiró, y pasó su mano por el rodete canoso que adornaba su cabeza.
El control de la fundición se hacía a pocos metros, en una cabina con cientos de luces y botones.
Del crisol, nunca salían chispitas, pero ese día, nadie sabe por qué causa, saltaron cuatro partículas que parecían cuatro luciérnagas… Enseguida se enfriaron y dejaron de brillar. Cayeron soldadas y al posarse sobre la hierba… ¡parecía ser una mariposa!…
La anciana se acercó con pasos tan rápidos como pudo, para ver qué había caído.
Sorprendida, dicen que había exclamado:
…CHOOCHO NO YOODA…
…parece una mariposa…
Las alas eran plateadas, con manchas blancas, grises y negras.
Lentamente, lentamente, comenzaron a moverse.
La anciana, aunque era sabia, no encontraba explicación para lo que estaba viendo. Era una hermosa mariposa, con los colores que distinguían a la ropa de Yodo…, a su cochecito y a sus perros… ¡sus fieles perros!
Cuando la anciana se acercó un poco más, la mariposa voló, voló, voló…
Como no era un insecto común, pudo viajar por lugares nunca visitados por mariposas de distintas latitudes… porque como es sabido, la vida de las mariposas es muy breve, son frágiles… Pero esta mariposa era diferente, única, y volaba como si tuviera un control remoto poderosísimo.
Ya en el año 1×89, las comunicaciones eran instantáneas y relacionaban a todas las personas que lo desearen, aunque vivieran en distintos países, aunque fueran distintos continentes. Lo que la abuela japonesa vio, fue difundido de inmediato, por las dudas que un desperfecto en la fábrica de juguetes, pudiera producir algún desequilibrio ecológico… por exceso de mariposas o por alteración en la especie, en un futuro cercano o lejano.
A la noche, desde Taiwán, otra abuela, se comunicó con la que descubrió a la mariposa metálica, para comentarle lo sucedido en su jardín: su nieto, contemplador de flores y de colibríes, había observado a la hermosa mariposa, y había exclamado, en inglés:
IT SEEMS A BUTTERFLY
y sus ojitos irradiaron alegría.
La abuela, siguiendo la tradición, le dijo:
…CHOOCHO NO YOODA…
– ¡Parece una mariposa!…
La mariposa, sorprendida, siguió viaje voló, voló, voló, hasta que llegó a Lloret de Mar, cerca del Mediterráneo. Allí, se posó sobre flores de geranios, y la niña que revisaba las macetas del balcón, para asegurarse que no fueran visitadas por las temibles hormigas, la vio y exclamó:
¡UNA MARIPOSA!… ¡UNA MARIPOSA!
Y no lo dijo en catalán, porque en el jardín todavía no lo había aprendido, y en su casa, por tradición hablaban en castellano.
La madre, apurada, con una beba en brazos, la tomo de la mano y le recordó que no había casi tiempo, que tenían que viajar a la Argentina…
La casa quedó en silencio, la mariposa descansó durante dos días, después, voló, voló, voló. Hizo varias escalas… nadie se detuvo a contemplarla.
Los japoneses perdieron la pista, y publicaron en las revistas de mayor difusión las características de la mariposa metálica, para poder rescatarla y empezar cuanto antes la investigación.
En el hemisferio sur, terminaba la primavera.
Los campos de la provincia de Santa Fe, se cubrían de espigas y de mariposas viajeras. Llegó hasta las orillas del río Paraná, y se posó sobre las madreselvas exuberantes, que crecían en un angosto cantero. Cinco nietos jugaban cerca de la enredadera…
Junto con la mariposa plateada había llegado una mariposa amarilla; todos quisieron atraparlas pero estaban posadas sobre las flores más alta y ellos no las alcanzaban. Cuando empezaron a subirse a los sillones, la mamá más joven se acercó para ver qué pasaba.
Sorprendida, exclamó:
- ¡Vengan, miren! ¡Una mariposa parecida a la que estaba en el balcón cuando nos veníamos!…
Volvió a mirarla, y dijo:
- Es muy parecida a la que misteriosamente descubrió una abuela en Japón, y que ahora describen en varios diarios y revistas para que si la encuentran, avisen de inmediato a Kioto…
El comentario terminó ahí, y las mariposas volaron tranquilas hasta el jazmín blanco de la vecina.
Aunque en ese momento se hubieran dado cuenta de que era la mariposa prófuga, indispensable para al investigación, poco se hubiera podido hacer… porque todavía en ese país, las comunicaciones no eran inmediatas, menos aún instantáneas, y probablemente para retornarla a Oriente habrían debido llenar tantos formularios y certificar tantas firmas, que la mariposa, sin libertad, ya habría muerto.
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Lo cierto es que el último día del año, al mediodía, el extraordinario ejemplar llegó de nuevo a Kioto y fue descubierta por el cuidador de un monumento nacional.
El paciente japonés la retuvo con una finísima red, y la trasladó con cuidado hasta la fábrica de juguetes. De allí, la llevaron a un centro de investigación genética, y nadie supo explicar cómo, una mariposa metálica podía volar tanto como las golondrinas, y las mariposas comunes.
En lugar de guardarla en un museo, la dejaron en libertad.
Ahora, todo el planeta tierra tiene, en la primavera y en el verano, hermosas mariposas metalizadas, que atraen las miradas por su belleza… y para quienes conocen la historia -que cada día se difunde más-, las mariposas plateadas, con manchas blancas, negras y grises, representan las alas de la imaginación de YODO, que vuelan, vuelan, vuelan, para que cuando las abuelas las reconozcan, vuelvan al milagro de contar cuentos… o mitos… o leyendas… y así, por milenios… la palabra servirá como semilla de fraternidad, en la nueva civilización, en la civilización del amor…
Así, como soñaba YODO… la vieja y siempre renovada fórmula que comienza con las clásicas palabras “HABÍA UNA VEZ…”
…no perderá su poder de belleza y de encanto…
………………………………………………………………………………………………………………………
…”cuando seas más grande”…
volverás a leer estas páginas…
y tal vez no te parezcan las mismas…
porque estarán amarillas…
y porque tú habrás crecido…
y entenderás lo escrito en el colofón
y lo insinuado en el blanco de las hojas,
en una dimensión diferente.
Un COLOFÓN insoslayable…
Esa historia comenzó en Osaka, isla “Hondo”, del grande Imperio del Japón, en el siglo XIX, cuando transcurría en el año 1882.
(Es oportuno reiterar lo escrito en el anuario de Selecciones (1975:
“En el año 666 aJC Jimmu Tenno, personaje más o menos mítico, y sus huestes de origen mongoloide conquistaron el país, fundándose la dinastía de los 126 soberanos que han gobernado hasta la fecha. A través de Corea penetró en el Japón la cultura china. En 555 fue reconocido oficialmente el budismo”…)
La segunda guerra mundial, mutiló al singular Imperio, esencialmente insular.
Hiroshima y Nagasaki, recuerdan al holocausto del pueblo, que no sólo soportó la pérdida de vidas humanas, sino la del propio territorio. Los ecos de las bombas atómicas arrojadas sobre la isla, en los trágicos 6 y 9 de agosto de 1945, habrán conmovido profundamente a las personas a quienes se alude en estas páginas.
(“El Imperio del Sol Naciente se rindió incondicionalmente al comandante norteamericano, general Douglas Mac Arthur el 15 de agosto de 1945.)
Desde 1946, Japón se rige por una nueva Constitución. “Recobró la independencia en 1952 al firmar el tratado de paz, e ingresó en la ONU en 1947”.
“La forma de gobierno es monárquica, hereditaria y constitucional. Ejerce el Ejecutivo el Emperador: hasta 1926 Yoshi-hito, sucedido por Hirohito que adoptó para su reinado el nombre Showa (Paz y Armonía). En 1989 fue coronado AKIHITO –Tsugn-No-Miya, nacido el 23 de diciembre de 1933, casado con Michico, la bella emperatriz.
Sabido es que el “pueblo japonés aspira sinceramente a la paz internacional fundada en la justicia y el orden”.
Japón crece día a día, es una nación soberana, proveedora de veloces automóviles y de sofisticada tecnología computarizada y robótica. Innumerables cambios en la fisonomía de las ciudades, no han alterado la intimidad de sus tradiciones.
Esta historia no termina aquí…
El círculo rojo sobre la blanca tela de la bandera de Japón, es un símbolo.
Infinitos círculos componen el Universo.
La vida del hombre, se inicia en un punto que se extiende en una curva ascendente, para acabar en el punto primero: en un nuevo nacimiento, en un espacio ignorado.
En el círculo creciente de la confraternidad, esta historia podrá ser repetida o ampliada.
Como en el prólogo, en el colofón estarán las palabras necesarias, invitando a la meditación, porque “el fluir de las vivencias es incesante,
pero los protagonistas nunca son los mismos”…
* * * * * * * * * * * *
¡Lector! ¡Lectora!
¡Hermano-compañero!…
Si ha llegado hasta esta página, merece que deje aquí para usted, algunos recuerdos que servirán para completar estos símbolos y misterios, y quizás para explicar el por qué de las distintas formas, alrededor de un mismo tema.
En 1960, pasé por la prueba de ser tea, y de soportar lo necesario para recuperar mis piernas. Día a día aprendí cuánto es posible compartir con los niños-jóvenes, y con los adultos, ampliando la familia, fraternalmente.
En 1962, nació nuestra única hija -Nidia Marta Susana-, la tercera después de Eduardo Carlos Manuel y de Ricardo Marcelo Gabriel.
Fue en ese tiempo cuando podía adquirir mensualmente algunas publicaciones, en la librería “Domingo Guzmán Silva” ubicada frente a nuestra escuela superior y sólo media cuadra al este de nuestro hogar -calle Vera, ahora Abelardo Irigoyen Freyre cerca de 4 de Enero-; donde la paciente María Agnellini de Acuña revelaba su prudencia y su sabiduría…
Vivía en diciembre de aquel año, la alegría de sentir el crecimiento de nuestro cuarto y último hijo: Gustavo José María, nacido el 21 de junio de 1963, día de la elección del Papa Pablo VI, sucesor de Juan XXIII.
En ese tiempo, tuve el dolor más profundo de mi vida -al menos hasta entonces-, y no lloré. Creo que fue ese sentimiento el que me transformó interiormente, y el que me impulsó a regalar más palabras, más AMOR.
Mi amante compañero-marido… padre, fue un pilar fundamental.
Hacia 1963, era frecuente recibir tarjetas y obsequios de sus amigos, entre ellos de Edmundo Blanco Boeri, un AMIGO DEL JAPÓN, que organizó diversas actividades para difundir la cultura japonesa, para hermanar a los pueblos a través del ARTE.
Era un tiempo en el que me interesaba seguir avanzando hacia el ARTE DE VIVIR Y DE CONVIVIR. En la República Argentina, una amplia mayoría estaba proscripta en lo político, y allí estaba mi situación. Volqué mi entusiasmo y mis deseos de SERVIR, en nuestra familia y en las escuelas.
No sé si habré logrado lo que soñé, porque siempre creo que continúa una deuda de confraternidad, observando la realidad actual, con tantos litigios e injusticias.
Lo auténtico, es que percibo ese inicio de la década del sesenta, como el despertar de una vocación, que armoniza con mi convicción acerca de la verdadera MISIÓN de la persona humana, sobre este minúsculo planeta.
Quien lea mis libros anteriores, encontrará círculos concéntricos y tangentes, y visiones diferentes sobre idénticas circunstancias.
Cuando escribí LA MUJER TALLADA, la presencia de JAPÓN se reitera con su HOLOCAUSTO inmerecido, que es un ejemplo para la humanidad.
Todo esto es comprensible, porque vivimos sintiendo, y esas vivencias nos habitan hasta que exhalamos el último suspiro, salvo que la tragedia nos prive de la memoria y de la sensibilidad.
Cuando un autor lee sus escritos, suele descubrir huellas íntimas que le revelan hechos relevantes de su vida, valorados profundamente en su momento, y luego, por exigencias de las rutinas o de las urgencias, aparecen diluidos en las expresiones cotidianas.
Eso es lo que he vuelto a experimentar con este trabajo espiritual que he plasmado con palabras. He redescubierto admiraciones y vibraciones que me han fortalecido nuevamente.
Ello exige a mi conciencia, terminar con estas líneas que son como un secreto no secreto, porque se insinúan algunos datos en las sucesivas descripciones, y es fácil captar mi admiración por ese PUEBLO, y mi AMOR por la sufriente HUMANIDAD.
La exigencia radica, esencialmente, en que todos los que he nombrado, y a quienes compartan su tiempo leyendo mis escritos, necesito decirles
¡GRACIAS!…
Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
Primavera de 1989.
[1] Lo escrito entre comillas, corresponde al texto de la fuente documental de este trabajo: Revista “CORREO”, ejemplar Nº 9, Año XV, septiembre de 1962, publicación de la UNESCO en ocho idiomas, que incluye el español y el japonés.