Sinopsis: Convicciones acerca de la libertad y de la soberanía expresadas durante la “Gesta de las Malvinas” (2 de abril al 14 de junio de 1982, conflicto armado con el Reino Unido de Gran Bretaña que terminó con el cese del fuego y la continuidad de autoridades británicas en ese territorio argentino usurpado el 3 de enero de 1833). Reiteración de párrafos de discursos del presidente de la Nación Argentina Juan Domingo Perón (1946-1955).
1982: Gesta de las Malvinas – “Si no basta enseñar…”
Publicado en “Última Edición” de Vera.
Jueves 8 de julio de 1982. Página 12.
Texto enviado al Presidente provisional
Tte. Gal. Leopoldo Fortunato Galtieri
y a todos los integrantes del gabinete,
con el poema “¡Soldado de mi Patria!”
en páginas voladoras con franjas celestes y blanca.
Para muchos, estos conceptos son la base sobre la que apoyan sus convicciones, entre las cuales se sostiene:
“Si no basta con enseñar hay que predicar. Hacer conocer, comprender y sentir. Eso es predicar. Predicar no es decir. Decir es muy fácil; predicar es muy difícil. ¡Seamos predicadores!”
Y aunque luchar con la palabra puede parecer fácil, si lo que existe es la intención de una “prédica”, esa lucha es larga y exige mucho tiempo, porque debe despertar las conciencias y alentarlas para fructificar en nuevas transmisiones de cultura y de doctrina. Exige renunciamiento personal y fortaleza.
“Hemos expuesto claramente nuestros derechos y nuestras opiniones sobre nuestras Malvinas y la Zona Antártica, y por encima de todo, hemos mantenido una estrecha y real amistad en todos los países del orbe. Queremos mantener esta amistad; queremos conservarla; queremos incrementarla. Pero por reciprocidad de sentimientos, no por cesión de nuestros derechos, no por dejación de nuestra dignidad. La Argentina mantiene amistad con todos los pueblos del mundo y no se inclina hacia las hegemonías de izquierda o de derecha, porque tiene una conducta internacional definida. Es histórica por su raíz, pero nueva por su rumbo. Al enfoque de los problemas actuales del mundo se suma la energía que tiene su origen en los principios. Nuestras normas internacionales están dictadas por principios, no por conveniencias transitorias. La Argentina no acepta sino el derecho que emana de la justicia. Rechaza la fuerza como agente de la injusticia, que da sino derechos espurios y títulos manchados de sangre. Sabe prudentemente esperar, porque ha aprendido en los tiempos que la justicia sobrevive a los hombres, a los pueblos y a las naciones.
Eminentemente pacifistas, repudiamos la conquista y rechazamos el dominio en cualquiera de sus formas, prestando siempre fiel acatamiento y observancia de los pactos o tratados, ya que no admitimos fundar nada en la arbitrariedad y la prepotencia. Respetamos al más débil y al más fuerte, y exigimos con todo derecho la justa reciprocidad.
Somos conscientes de que “la paz internacional es el problema central de nuestro llamamiento, más que por el noble esfuerza de las asambleas de naciones y por la determinación de los gobiernos, debe ésta consolidarse a través de las voluntades nacionales y sostenerse por la firme decisión de los cientos de millones de hombres, convertidos en seres que tutelan la diafanidad de los principios pacifistas universales, prontos para ser protocolizados por la voluntad nueva de quienes tienen la obligación de entregar a las generaciones del porvenir un mundo estabilizado en el trabajo y la tranquilidad. Cuando la humanidad comprenda que la mayor fuerza que puede regir el mundo es la razón, el derecho y la justicia, todos los diplomáticos habrán visto enormemente facilitadas sus funciones. Nunca existirá un franco estado de paz, mientras el respeto a la integridad de las soberanías nacionales no predomine sobre cualquier otra consideración.
Nuestro pueblo tiene ahora sentido del respeto por la dignidad de las personas, concepto patriótico de la vida, conciencia de su responsabilidad social, sensibilidad humana frente al dolor de sus semejantes, y es posible esperar de un pueblo así, todo cuanto es necesario para que una Nación en el concierto mundial el privilegio de un destino como el que queremos para nuestra Patria. Los argentinos, como ciudadanos de un país libre y gallardo, tenemos la obligación de oponernos a cualquier suerte de avasallamiento, sea quien fuere que lo intente. Para ello, no hemos de reparar en medios ni sacrificios. Las Fuerzas Armadas son la síntesis del pueblo. No pertenecen por lo tanto a determinados partidos o sectores, ni pueden servir de instrumento de la ambición de nadie. Pertenecen a la Patria, que es el hogar común y a ella se deben por entero”.
CONT. PROX. NUMERO
Emerge entonces con claridad que todo soldado de la Patria, es un Soldado del Pueblo, y “está, pues, presente en una reunión de soldados, el auténtico espíritu argentino, y sabe la historia que este espíritu es el de América; que ha sido, es y será enemigo profundo de la guerra, y que no ostenta otra tradición que su ferviente anhelo de fraternidad y concordia con todos los pueblos”, siendo necesario tener en cuenta que “América no es un continente diagramado por la geografía, ni un conjunto de hechos materiales elaborados por el hombre. Además de ello, América es un solo cuerpo de ideas y doctrinas, de derechos y altiveces, convertidos en anhelos y esperanzas de los ciudadanos de todas las repúblicas, dispuestos siempre a prestar cohesión solidaria de su entusiasmo, para reafirmar el pensamiento de la libertad, la unidad, el entendimiento y la concordia.
Creo que los latinoamericanos tenemos que reaccionar, y en día en que Latinoamérica forme una unidad económica, todo el mundo se verá beneficiado por ella y el continente especialmente. Las naciones que se entrelazan en sus intereses siguen siendo amigas a pesar de muchas cosas que puedan ocurrir. En esto los pueblos anglosajones han dado un ejemplo. Tienen una misma raza y una misma cultura, y han puesto sus intereses entrelazados en forma tal, que no se podrían pelear, aunque quisieran.
Cada uno debe unir su esfuerzo y su buena voluntad para la solución de todos, o bien los males nos sobrevivirán a nosotros. Sólo la comprensión y la tolerancia pueden aconsejar el camino de la sabiduría y la prudencia necesarias para la consolidación de nuestra Patria.
Un pueblo no se hace en una hora. Un pueblo se hace sobre sus esencias, sobre su historia. Un pueblo avanza por el camino de su historia cuando en una coyuntura excepcional, una generación consigue poner en ebullición creadora las posibilidades nacionales. Por esta causa, las actitudes tibias y las medias tintas se parecen extraordinariamente a una deserción.
La actitud de la Argentina en estos graves momentos, responde a su gloriosa trayectoria histórica y al pensamiento inspirador de sus grandes estadistas, quedando bien definida en dos conceptos fundamentales: 1) el requerimiento de la comprensión y tolerancia mediante la exaltación del valor humano, y 2) el respeto absoluto a la soberanía de todas y cada una de las naciones.
Nuestra tradición cristiana, nuestra límpida trayectoria pacifista, nuestro deseo de sacrificarlo todo por la paz, autoriza a la Argentina a obtener una solidaridad que sea el luminoso preludio de la paz perdurable que anhelamos.
Argentina quiere vivir en paz con todos y sobre todo en paz con su conciencia, y para ello sabe que hay un solo camino: respetar y exigir a todos el mismo respeto.”
“Argentina necesita hombres que amen más que el poder, la verdad; más que la fuerza, la razón, y que, por sobre todas las demás consideraciones, tengan amor a Dios, fe en las acciones que Él inspira y esperanza en el porvenir, esperanzas que en Él ponemos los hombres, con nuestra infinita pequeñez, frente a su infinita grandeza.”
Argentina debe asumir definitivamente su rol como nación libre y soberana. Su pueblo, no sólo recibió hace más de tres décadas esta magnífica prédica por la defensa de sus legítimos intereses y la concientización sobre su misión universal; sino que acaba de transitar por el camino del Calvario, sembrado de dolor, castigado por la traición a sus puros ideales defendidos con valentía y honor por tantos soldados de la patria, soldados del pueblo, y todos los que silenciosamente en el estricto cumplimiento del deber, contribuyen a consolidar el país al cual todos aspiramos. Hace más de tres décadas, se hablaba de una Argentina Nueva, ahora sólo cabe redescubrirla con fe y esperanza, para consolidarla.
Ha llegado el momento de la Reconciliación y de la Responsabilidad. Debe quedar prendido en el espíritu de los argentinos el magnífico geto de unidad que quedó definitivamente sellado con una frase que para algunos tiene particular relevancia: “Este viejo adversario, hoy despide al amigo”. Busquemos la coincidencia, librémonos de enemigos solapados. Que sea una el asta y la Bandera, dejemos atrás el tiempo de enseñanzas, éstas tienen que tener ahora el vigor de la prédica, si queremos dejar que florezca para la juventud del año 2000, el Milagro de esa Argentina con la que todos soñamos, pero que pocos nos animamos a construir. La unidad nacional, vencerá los temores y “por las obras os reconoceréis”.
Hoy, la historia es presente.
Nidia A. G. Orbea de Fontanini.
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Mayo de 2006 – Incluido en el CD “Del Vivir y vibrar”.
SEPA (Servicio de Educación por el Arte)
Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini
Presentación: Miércoles 10 de mayo de 2006 a las 19:30
en el Centro Comercial de Santa Fe.
Santa Fe de la Vera Cruz – República Argentina.