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01-05-1903: …A propósito del Aniversario de hoy.

En el cincuentenario de la sanción de la Constitución Nacional, con el título Recuerdo é impresiones – A proposito del Aniversario de hoy, el periodista Ramón Lassaga en un manuscrito que abarcó catorce páginas, expresó: [1]

“Fuera necesario tener tiempo suficiente, calma en espíritu y tranquilidad sin interválos para poder escribir apreciando en lo que vale y significa el aniversario que Santa Fe hoy festeja consecuente como siempre desde los primeros días de su existencia con sus doctrinas, y entusiasta en todo lo que una conquista la grandeza nacional signifique.

Si la sancion de la carta fundamente de la República fue un triunfo para el pueblo Argentino; con esa constitución que los padres de Mayo sancionaron señala la segunda época de la vida nacional, a Santa Fe corresponde la alta gloria de haber sido fundidora de las doctrinas de 1º de Mayo sancionadas, por ellas sufrió, peleó y venció, cabiéndole la honra de haber sido elegida con razón y justicia para albergar en su seno á los representantes de la Nación Argentina que al aclamar el código político que sancionaron, dieron el veredicto inapelable de que Santa Fé con sus caudillos, con sus masas de montoneros, con sus mujeres abnegadas y sus niños heroicos había defendido la causa Nacional.

La historia no se escribe á capricho; la filosofía de los hechos consumados tardará todavía quizá en hacerse clara y convincente, pero al fin viene ella á dilucidar cuestiones que en vano se trata de oscurecer, á resolver problemas que el tiempo se encarga de resolver con sistemática precisión.

Y no se nos diga que hay exagerado fanatismo al decir que fue la sanción de la constitucion nacional triunfo de Santa Fe, que lo es cierto del pueblo argentino, pero á esa Provincia corresponde la gran parte de la victoria cuando para alcanzarla derramó á torrentes la sangre de sus hijos, fue ultrajada, incendiada y escarnecida, sin que en sus protestas por el dolor arrancadas denotara una hora sola de fallecimiento o de cansancio.

En su Cabildo histórico reuniéronse en 1818 los representantes del pueblo argentino y en sus luminosas disensiones, en sus acalorados debates, porque se llegaba hasta el rojo blando de la pasión, la doctrina de Santa Fe prevalecia pura y luminosa como el astro que rompiendo las nubes tempestuosas nos muestra el brillo de su luz apesar de las sombras de la tormenta.

Y en la sanción de la constitución de 1853, alborozada Santa Fé festejara no ya tan sólo el triunfo de las ideas nacionales; festejó la realización de sus ideales, la victoria de sus creencias, la materialización, si es posible decirlo, de sus nobles esperanzas.

El tratado del litoral base de la constitución del 53 fue su obra; á ella dedicó sus anhelos aquel Estanislao Lopez á quien olvidamos fatalmente quizá ensoberbecidos con la grandeza misma que para Santa él soñara.   Asi lo reconoció la asamblea memorable cuando el Doctor Seguí, cuya palabra vibraba en los labios como la hoja de una espada de Toledo, según la expresión de uno de sus coetáneos, no votó por la constitución, porque hijo y representante de una provincia que sancionó el tratado de 4 de Enero, tenia que aclamarla y victorearla.

Y recordando cuál fuera la actuación de Santa Fé antes y después de la sanción de la constitución, la más, sabia, la mas previsora, la mas liberal de todas las constituciones hasta el dia sancionadas, tenemos que inclinarnos reverentes ante la inmortal de Don Manuel Leiva y de Juan Francisco Seguí, representantes ambos de la Provincia en su congreso constituyente que pudo enfrenar la anarquía y unir con vinculos eternos á los pueblos argentinos.  [2]

Dn Manuel Leiva

Sino murió oscurecido y olvidado este noble hijo de Santa Fé, poco, muy poco ha hecho la posteridad para pagar ¡justo tributo a su memoria!  Los servicios importantes de tan esclarecido ciudadano.

Leiva, casi niño, figura en la conspiración tramada contra el General Estanislao López y en a que tomaron parte los Cabal, los Roteta, los Seguí, y los Pujato, jóvenes todos, anhelosos de que se dictara una constitución de acuerdo con el estatuto de 1819, conspiración descubierta por el general López que dióle base para uno de esos actos de nobleza que caracterizaban al glorioso caudillo de Santa Fé.

Leiva desde entonces fue partidario convencido del gobernante santafesino y uno de los propagandistas incansables del dogma republicano federal.

De ilustracion poco común para su época desempeño en Santa Fe diversos puestos públicos, llegando á ser en 1829 representante en Santa Fe junto con el patricio don Pedro Tomás de Larrechea, el amigo querido del general Martín Rodríguez, para ajustar el tratado de amistad con Córdoba firmado el 7 de agosto de dicho año.

Siempre militando en las filas federales, es decir, en las filas nacionalistas, el señor Leiva sin abandonar sus obligaciones dedicose á las rudas tareas del periodismo político, sobresaliendo por su argumentación sólida y por la variedad de sus conocimientos.

Fue uno de los mas ardientes sostenedores del pacto cuadilátero” (sic) –cuadrilátero– “que sirvió de base á la constitucional nacional sancionada en cumplimiento de pactos preexistentes, como reza en su preámbulo.

Alejado de la provincia de su nacimiento, tomó parte activa en la vida política de Entre Ríos y Corrientes fundando en esta última publicaciones que consagraron su nombre como periodista iximio” (sic) “y como luchador infatigable.

El pronunciamiento del general Urquiza contra el tirano Rozas hallóle en las filas de los buenos y después del dia aureo de Caseros se diseño su personalidad en el escenario político como hombre de esperiencia

Representante del gobierno de Santa Fé en la conferencia de Palermo celebrada el 6 de abril de 1852, contribuyó con sus luces y su experiencia á solucionar problemas de alta trascendencia nacional, en unión del general Urquiza, del gobernador de Buenos Ayres, doctor Vicente López, glorioso autor del himno nacional y del gobernador y capitán general de Corrientes doctor Benjamin Virasoro.

Convocado el congreso constituyente fue designado el señor Leiva con el doctor Juan Francisco Segui para representar á Santa Fé en tan memorable asamblea, y á fé que fue la suya una designación bien acertada.

‘Era –dice el historiador de los constituyentes de 1853, la historia viva y palpitante de Santa Fé, habiendo almacenado en su cerebro más que las luces, experiencia; en vez de una instrucción basta y general que le diese el conocimiento de los anales del mundo, era la crónica fiel de su época aprendida con prolija observación y exactitud severa á partir de muy remota época.’

Y agrega el doctor Zuviria:

‘Esa rica y especial erudición fue útil al congreso pues representaba un protocolo vivo que podía aquél consultar con provecho en todo lo referente á la historia no escrita del litoral argentino, de sus pueblos y de sus gobiernos.’

La palabra calmosa en el congreso contrastaba con la de su coléga y paisano el doctor Seguí que llegó en mas de una ocasion a la sublimidad de la elocuencia en varios de sus discursos ciceronianos que es lástima no se hayan conservado.

Abrumado por los años y quizá por los desencantos el noble anciano don Manuel Leiva, periodista, diputado, convencional y ministro bajó á la tumba rodeado del cariño de los suyos y del respeto de todos.

Que al evocar su nombre y rememorar sus acciones haga Santa Fé justicia á la memoria de uno de sus hijos mas útiles y de uno de sus más abnegados servidores!

Doctor Juan F. Segui

Nacido en Santa Fé en la casa solariega de los Amenábar á cuya estirpe pertenecia” (sic) “pudo desde niño aprender lecciones de patriotismo y educarse en una escuela en que se daban lecciones cívicas y se presentaban ejemplos de patrióticas virtudes.

Hijo del doctor Juan Francisco Seguí, revolucionario en Chuquisaca en 1809 y asistente en Buenos Ayres á los cabildos memorables de mayo de 1810 y de Doña Bonifacia Lassaga y Amenábar, sobrina del representante de Santa Fé y presidente de la asamblea de 1819, tenia á su alrededor sabios maestros á quienes escuchar y buenos consejeros para seguir el camino recto de la virtud.

Espiritu fogoso, imaginación exaltada, fantasia desbordante y corazón de fuego, el doctor Segui quemó incienso en los altares de las musas en los días de su juventud; aspirante como el que más, quería para su frente una corona, y aspiró á los laureles del poeta.  Hizo versos, lindos verso que no se han publicado por una incuria condenable.

Pero un día llegaron á sus oídos los apóstrofes bíblicos de Mármol, leyó sus poesías sentimentales y creyendo quizás erróneamente que no lo igualaría, rompió con nerviosa mano las cuerdas de su lira y dando un ádios á las musas que él consideraba ingratas dedicóse de lleno á instruir de sólidos conocimientos su inteligencia luminosa.

‘Pérez y Segui -dice el secretario del congreso constituyente- eran dos jóvenes inspirados que la muerte tantas veces injusta y siempre implacable quizo arrebatar en edad temprana sin permitirles llegar al cenit de su camino.’

Y esbozando la silueta del segundo dice: ‘Segui, con su talento meridional chispeante, impaciente; con las variadas tintes, inflexiones y accidentes del genio santafesino hacía desbordar su inspiración en manantial abundante de espirituales vuelos, disponiendo para expresar esos infinitos cambiantes de luz, de un instrumento feliz en su inagotable palabra, siempre amena y siempre original; palabra que nunca cauzaba á sus oyentes por lo poético y fulminante de sus giros; raro talento, movible caracter de actividad incansable en esa su viva inteligencia.

Tal nos lo describe el doctor Subiría y tal lo conocemos nosotros por las tradiciones de familia.   Elegante en su porte, arrogante en sus maneras rayanas hasta el atildamiento en el vestir, era el Doctor Segui un patriota de aquellos que hubieran llegado hasta el sacrificio de su vida en sus ideales.

Rodeó al general Urquiza desde el momento en que el libertador inició su misión redentora; redactó su célebre manifiesto del 1º de Mayo que abrió al general Urquiza de par en par las puertas de la gloria, iniciando para la república la era nueva de su regeneración por las instituciones que hoy nos rigen.

Periodista de fibra fue la prensa su tribuna ante el pueblo; como su banca de congresal la cátedra desde la que derramaba á torrentes su elocuencia arrebatadora y persuasiva.

Santafesino hasta la exageración, si es que cabe exageración en el amor á la tierra en que se nace, fue un creyente y un apóstol del sistema federal.   Hijo de aquel Segui que vendía valor en los momentos de angustia porque Santa Fé atravesaba, había heredado la altivez de carácter de sus progenitores, y ni se dobló jamás ante el poderoso, ni abdicó de su personalidad ante los grandes.

Era nieto de aquel repúblico severo que enrostró en plena sala de representante una intromisión debida del gobernante en las deliberaciones legislativas, y sobrino del varón justo que impuso su presencia á la soldadezca de Lavalle.  La naturaleza había formado con la altivez patricia de los unos y el carácter severo de los otros, esa figura imponente hasta en sus modales, que la muerte arrebató prematuramente á la vida y á la fama.

En el congreso constituyente es Segui uno de los oráculos inspirados y en el momento en que algunos dudaban todavia sobre la oportunidad de la sanción de la constitución, él se alza sobre su asiento, sacude su cabeza de león ornada de abundante cabellera, y como el autor de sus días en aquella hora de angustia suprema en que Santa Fé temblaba amenazada por enemigos formidables.  ‘Yo -dice con esa arrogante petulancia de los corazones bien puestos -yo, representante de una provincia en cuyo seno se formuló el tratado de 4 de Enero de 181, base fundamental del acuerdo de San Nicolás de los Arroyos, y ambos pactos principio y causa del actual congreso general reunido para construir la república, yo, representante de una provincia en cuyo territorio han tenido lugar varios aunque infecundos ensayos constitucionales, y cooperó la primera en la margen derecha del Paraná á la realización del pensamiento grande, vencedor de la tiranía y á quien debemos hoy la dicha de ver funcionando esa asamblea constituyente, faltaria al mas sagrado de mis deberes, si no aclamara como lo hago con entusiasmo el proyecto de constitución que se está discutiendo; si no se registrara mi voto vivo en el acta de la mas interesante y gloriosa sesión del congreso constituyente. La aclamo lleno del fervor santo que la justicia, la libertad, la paz y el engrandecimiento nacional encienden en el corazon de los patriotas.’

Tal era Segui como orador.

Ministro más tarde en su provincia, presidente de la convensión de 1856, vió su materia destruida por el fuego de su espiritu y rindió en época temprana su tributo á la muerte dejando para Santa Fé un nombre que la honra.

Tales fueron los que á Santa Fe representaron en el congreso constituyente: un anciano cargado de servicios á la patria y un joven lleno de inteligencia y de saber…

Dios quiera que al celebrar las bodas de oro de la constitución nacional se acuerden los santafesinos de estos ciudadanos cuyos nombres no han sido perpetuados siquiera en una de las calles de Santa Fé.

Esta Provincia debe recordar en este día á esos dignos ciudadanos que la representaron en el Congreso memorable, en que ellos, los padres de Mayo infundieron alma nacional á la República Argentina, durante medio siglo anarquizada y dividida, formando mas que una agrupación política una montonera ensangrentada, valiéndonos de la gráfica frase del Doctor Estanislao Cevallos en su magistral discurso sobre el matrimonio civil.

La carta de Mayo fue en general el triunfo de las aspiraciones Argentinas, pero fue particularmente la victoria de Santa Fé.  Desde el año catorse bregó en abierta lid por la República Federal, y Candioti, Vera y López al sostener ese dogma, esa fórmula de Gobierno en las convenciones y los campos de batalla dieronse de seguro cuenta que él encerraba el porvenir grandioso de la República Argentina.

A los cincuenta años del dia memorable, libre, feliz y constituida la Nación llama por sus progresos la atención de propios y de estraños, la tierra de leche y miel que presentía Wodvine Parisch en aquel entonces derrama sus productos en todos los mercados del mundo, atrae á su seno hospitalario y productivos hombres de todas las razas y capitales de los grandes centros Europeos y ¡sabe Dios! cuanta será su grandeza en el futuro!”  [3]

 

Lecturas y reiteraciones: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

[1] Provincia de Santa Fe.  Archivo General de la Provincia. Lassaga, Ramón, Carpeta 9, Legajo 7. Catorce páginas numeradas; en la página final fecha: “-1º de Mayo 1903”.

[2] Es oportuno tener en cuenta que desde la sanción de la Constitución Nacional “el gobierno cesante eligió al gobierno entrante.  Los sucesores fueron los amigos del gobierno y no sus opositores”.  Sancionada en 1912 la ley que estableció el voto secreto y obligatorio, recién en 1916 se realizaron las primeras elecciones con participación de los ciudadanos argentinos, fue electo el doctor Hipólito Irigoyen, tiempo después reelecto y destituido por el movimiento cívico militar del 6 de septiembre de 1930. (Leer: Scalabrini Ortiz, Raúl. Política Británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Plur Ultra, 8ª ed. 1981, p. 21.)

[3] Lassaga al escribir Wodvine Parisch aludió al cónsul británico Woodbine Parish  (autor del “libro ‘Los Estados del Río de la Plata’, traducción de Maeso, edición 1852”) que incluye comentarios acerca del empréstito firmado con la Baring Brothers en tiempos de don Bernardino González Rivadavia -más conocido como Bernardino Rivadavia-, siendo intermediarios en sucesivas operaciones los hermanos John y William Parish Robertson (Juan y Guillermo Robertson en algunos escritos históricos y literarios) y siendo ministro de Hacienda el doctor Manuel J. García.  Hay documentos que demuestran que John Parish Robertson fue administrador del “empréstito que por un millón de libras había contraído el Perú, y que se disipó totalmente en pago por supuestas indemnizaciones”, reconocido como “un agente británico de orden internacional.  En él, el gobierno de Buenos Aires había depositado la plena confianza de los plenos poderes. El asunto va tomando una fisonomía peligrosa.  Darle carta blanca a un inglés en asuntos de negocios, es como darle carta blanca al demonio en asuntos espirituales” (Raúl Scalabrini Ortiz, ob. cit, p. 98). Sabido es que Estados Unidos había reconocido la independencia de la Argentina en 1822, que al año siguiente fue reconocida por España y que Inglaterra lo hizo en el tiempo de tramitación del empréstito de la Baring Brothers. Sabido es que “en 1824 se libra la sangrienta batalla de Ayacucho que ultima los restos del imperio colonial español en América. Ese mismo año los representantes de Buenos Aires contraen en Londres el empréstito por un millón de libras esterlinas”. (Scalabrini Ortiz, ob. cit. p. 145)    Fue entonces cuando como garantía del empréstito de 1824, “la provincia de Buenos Aires ha quedado hipotecada en su totalidad… La condición intrínseca de soberanía de un pueblo de disponer de su patrimonio, ha sido anulada de un plumazo.  Desde ese momento Inglaterra tiene un derecho real para intervenir en la fijación de los aranceles aduaneros y en la administración de las tierras públicas”… Tales las actitudes y responsabilidades de los nombrados “padres de Mayo de 1810”. Hay más información acerca de aquel empréstito que comprometió a los argentinos durante un siglo: “Los servicios de este empréstito se cumplieron hasta el 1º de julio de 1827 y permanecieron suspendidos hasta 1857, con excepciones de varias mensualidades pagadas por Rosas en los años 1946, 1850 y 1851 y que en total sumaron según las cuentas de Woodbine Parish £ 43.965.” (Scalabrini Ortiz, ob. cit., p. 116).  / No ha sido por casualidad que “los antiguos virreinatos, que debieron ser la base espontánea de los nuevos estados, fueron inteligentemente seccionados. Formáronse naciones mineras y naciones agropecuarias pero no unidades orgánicas que pudieran enfrentar al corto plazo al poseedor de la llave capitalista. En esta política disgregadora, Inglaterra aparecía fiel a sus principios de autodeterminación de los pueblos.  Simuladamente generosa, apoyó a los débiles contra los fuertes y fomentó así las escisiones y desmembramientos que dieron por resultado extraer del dominio de una sola potencia los puntos económica y militarmente estratégicos del continente.  Esa política inglesa costó a la República Argentina la separación de tres hermanos: el Uruguay, el Paraguay y Bolivia. En sus años iniciales, la América del Sur corrió peligro de parcelarse hasta lo inacabable en pequeñas repúblicas rivales.” (Scalabrini, ob. cit., p. 146)

 

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