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 17-10-1945 – El líder y el movimiento justicialista en marcha…

Otra Política en las calles.

Hora 23 – Mensaje de Perón a los trabajadores.

 

El 16 de octubre se había reunido el Comité Central Confederal de la CGT para deliberar sobre los últimos acontecimientos: lo que se evaluaba como la prisión del coronel Perón, las detenciones del Teniente Coronel Domingo Mercante y del capitán Russo…

Otra Política en las calles…

Una vez más con su trabajo, los fotógrafos dejaron imágenes del 17 de octubre de 1945 para develar algo más de la historia de la Historia de los argentinos.  Es escenario central fue la Plaza de Mayo de la capital federal y los protagonistas, una multitud que gritaba consignas mientras estaba alerta observando hacia la sede del gobierno nacional. A las diez ya estaban en marcha las tres mil personas que cruzaron el puente Pueyrredón y tal vez fueran mil más, las que “fueron dispersadas a las once en la esquina de Belgrano y Bernardo de Irigoyen”, según lo informado por el diario Clarín de Buenos Aires.  Mientras tanto, por otras calles avanzaban “tres columnas de diez cuadras de extensión”.

Crecía el entusiasmo: “¡Perón sí, otro no!”… “¡Queremos a Perón!”… “¡Soberanía o muerte!”…  A las 11:30, quienes estaban frente a la Casa Rosada intentaron acercarse más mientras resonaba la consigna: “¡Qué venga el coronel!”… Dos horas y media estuvieron exigiendo la presencia de Juan Domingo Perón y ese clamor determinó la decisión de cerrar las puertas de ingreso en el enorme edificio de Belgrano 50.  Quienes estaban manifestándose en las calles porteñas, creían que Perón todavía estaba en la Isla Martín García. Algunos, hinchados sus pies se aliviaron con la fresca agua de la fuente; otros seguían insistiendo: “¡Queremos que venga él! ¡Sólo él!…”

Juan Domingo Perón llegó a las 22:25 y después de dialogar con quienes ya no sabían qué hacer para que el pueblo se retirara de la plaza y de las calles circundantes, a las 23 se acercó a uno de los balcones y fue entonces cuando aún los distraídos advirtieron que había estallado la chispa de la revolución en paz.

Raúl Scalabrini Ortiz advirtió que la sublevación del subsuelo de la patria

Ya estaba en marcha, el movimiento nacional justicialista

La primera palabra expresada por Perón al encontrarse con esa multitud que lo aclamaba, constituyó un símbolo: “¡Trabajadores!”.

Sabía él que la mayoría de los manifestantes eran obreros y empleados, también algunos grupos de jóvenes estudiantes, profesionales o políticos que eran conscientes de la potencia de la cultura del trabajo

Dijo el Coronel Perón en aquella jornada que representa

otro hito en la Historia de la Nación Argentina:

Hora 23 – Mensaje de Perón a los trabajadores…

“Trabajadores:

Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino.

Hoy, a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo del Ejército. Con ello he renunciado voluntariamente al más insigne honor a que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y los laureles de general de la Nación. Lo he hecho porque quiero seguir siendo el coronel Perón y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino.

Dejo, pues, el honroso y sagrado uniforme que me entregó la Patria, para vestir la casaca del civil y mezclarme con esa masa sufriente y sudorosa que elabora en el trabajo la grandeza del país.

Con esto doy mi abrazo final a esa institución que es el puntal de la Patria: el Ejército. Y doy también el primer abrazo a esta masa inmensa que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino.

Esto es pueblo; esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la madre tierra, al que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la Patria, el mismo que en esta histórica plaza pidió frente al Cabildo que se respetara su voluntad y su derecho.

Es el mismo pueblo que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda someter a esta masa grandiosa en sentimiento y en número.

Ésta es la verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha a pie durante horas, para llegar a pedir a sus funcionarios que cumplan con el deber de respetar sus auténticos derechos.

Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Nación.

Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo, por el que yo sacrificaba mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, mezclado con esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre.

Desde esta hora, que será histórica para la República, que sea el coronel Perón el vínculo de unión que haga indestructible la hermandad entre el pueblo, el ejército y la policía; que sea esta unión eterna e infinita para que este pueblo crezca en esa unidad espiritual de las verdaderas y auténticas fuerzas de la nacionalidad y del orden; que esa unidad sea indestructible e infinita para que nuestro pueblo no solamente posea la felicidad sino también sepa defenderla dignamente. Esa unidad la sentimos los verdaderos patriotas, porque amar a la Patria no es amar sus campos y sus casas, sino amar a nuestros hermanos. Esa unidad, base de toda felicidad futura, ha de fundarse en un estrato formidable de este pueblo, que al mostrarse hoy en esta plaza, en número que pasa de medio millón, está indicando al mundo su grandeza espiritual y material.

(El pueblo insistía: ¿Dónde estuvo? ¿Dónde estuvo?)

Preguntan ustedes dónde estuve. Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes.

No quiero terminar sin enviar un recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones, en todas las extensiones de la Patria. A ellos, que representan el dolor de la tierra, vaya nuestro cariño, nuestro recuerdo y nuestra promesa de que en el futuro hemos de trabajar a sol y a sombra para que sean menos desgraciados y puedan disfrutar más de la vida.

Y ahora, como siempre, de vuestro Secretario de Trabajo y Previsión, que fue y que seguirá luchando a vuestro lado por ver coronada la obra que es la ambición de mi vida, la expresión de mi anhelo de que todos los trabajadores sean un poquito más felices.

(¿Dónde estuvo? ¿Dónde estuvo?)

Señores: ante tanta insistencia les pido que no me pregunten ni me recuerden cuestiones que yo ya he olvidado, porque los hombres que no son capaces de olvidar, no merecen ser queridos ni respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo.

Ha llegado ahora el momento del consejo. Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra, la unidad de todos los argentinos. Diariamente iremos incorporando a esta enorme masa en movimiento a todos los díscolos y descontentos, para que, junto con nosotros, se confundan en esta masa hermosa y patriota que constituyen ustedes.

Pido también a todos los trabajadores que reciban con cariño mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que han tenido por este humilde hombre que les habla. Por eso les dije hace un momento que los abrazaba como abrazaría a mi madre, porque ustedes han tenido por mí los mismos pensamientos y los mismos dolores que mi pobre vieja habrá sufrido en estos días.

Confiemos en que los días que vengan sean de paz y de construcción para el país. Mantengan la tranquilidad con que siempre han esperado aun las mejoras que nunca llegaban. Tengamos fe en el porvenir y en que las nuevas autoridades han de encaminar la nave del Estado hacia los destinos que aspiramos todos nosotros, simples ciudadanos a su servicio.

Sé que se han anunciado movimientos obreros. En este momento ya no existe ninguna causa para ello. Por eso les pido, como un hermano mayor, que retornen tranquilos a su trabajo.

Y por esta única vez, ya que nunca lo pude decir como Secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres de bien y de trabajo, que son las esperanzas más puras y más caras de la Patria.

He dejado deliberadamente para lo último recomendarles que al abandonar esta magnífica asamblea, lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que ustedes, obreros, tienen el deber de proteger aquí y en la vida a las numerosas mujeres obreras que aquí están.

Finalmente, les pido que tengan presente que necesito un descanso, que me tomaré en Chubut para reponer fuerzas y volver a luchar codo con codo con ustedes, hasta quedar exhausto, si es preciso.

Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos aquí, porque quiero estar desde este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días.”

 

  • * * * * * * * * * * *

Evocación insoslayable…

Fray Mamerto Esquiú el 25 de mayo de 1854, primer aniversario de la promulgación de la Constitución Nacional firmada por el General Justo José de Urquiza en ejercicio del gobierno de la Confederación, momento de la instalación del primer gobierno constitucional en Catamarca -su provincia natal-, “pronunció un Sermón Patrio y destacó los valores que jerarquizan a la persona humana.  Con pesar por los estragos de las luchas fratricidas, el ilustre fraile franciscano expresó:  [1]

“En un análisis acerca del principio constitucional que reconoce que “la soberanía reside en el Pueblo”. Fray Esquiú advirtió que “el pueblo no es chusma, no vive de caprichos, ni es agitado de las inconstancias del demagogo: el pueblo ha dicho una vez, y su palabra es tan soberana como su vida. En nuestro pasado una de las cosas sagradas que más de han profanado ha sido el nombre y la voz del pueblo; no ha habido revolución, partido, ni acto inicuo sobre quien no se invoque ese nombre venerando; lo han tirado al suelo, lo han hollado, se han cometido tantas iniquidades y tropelías bajo esa égida, hasta dejar en las masas una honda prevención a las invocaciones de Patria o Pueblo”.

Luego, Fray Mamerto Esquiú expresó:

“Esta verdad que veis en el hombre-individuo, porque es un objeto más proporcionado a nuestra vista miope, aplicadla por igual razón a la vida de un pueblo: éste no es más que un hombre en grandes proporciones, con inteligencia más vasta, voluntad más fuerte y acción más poderosa de vida en un período de vida más dilatado que los breves días del individuo; pero como éste, así también en aquél perfecciona sus facultades y posee la felicidad en el círculo de leyes invariables y eternas.  Los pueblos, como los individuos, nacen, crecen, decaen y mueren, y para unos y otros la fuente de una vida venturosa, de verdadero vivir, es únicamente la virtud, la justicia que tiene en sí, por todos los bienes, y además los engendra de su seno, perfectos y acabados como los productos de la naturaleza.

A todos los hombres, individuos y pueblos ha enviado Dios esta embajada:

“Decid al justo que bien, porque comerá el fruto de sus designios”.

(Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.)

[1] Orbea de Fontanini, Nidia. Vigencia de Fray Mamerto Asunción Esquiú – A ciento diez años de su tránsito a la inmortalidad 1883-1893. (Edición limitada fuera de comercio, en 1994 – Año de la Reforma de la Constitución Nacional en la capital santafesina. Presidente: Dr. Carlos Saúl Menem (PJ). Presidente de la Convención: Dr. Eduardo Menem (Senador Nacional – La Rioja).

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