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Ni bajos, ni tuertos, ni cojos… ni mancos.

“…el fraude y los delitos los cometen no sólo los delincuentes comunes, sino también las autoridades… Se elige a dedo, no a los más capaces ni a los más morales, sino a quienes aseguren la impunidad como sistema.  Esto es gravísimo.”

MARTA  MERCADER.

Revista “FAMILIA CRISTIANA” – Nº 1-2/83.

 

Nada puede sorprendernos ya en esta “Argentina visible”, pero en medio de tanta tragedia -por lo grotesco del error- emerge la sonrisa como una mueca estabilizadora de las fibras más íntimas.

Según “El Litoral” (página 13 de la edición del 8 de enero último), existe una resolución Nº 957/81 del Ministerio de Educación, que inhabilita para ingresar a las carreras de profesorado a “mancos, tuertos, cojos” y a las mujeres que tengan menos de 1,50 m. de estatura física (la moral no es cuantificable).  Si tal es el texto de la resolución, no hay igualdad para ambos sexos, con lo cual se vulnera el Art. 14 de la Constitución Nacional, destinado a “todos los habitantes de la Nación…” que gozarán del derecho”de enseñar y aprender”, y así lo ha interpretado Lucrecia Almirón, cuya madre ha presentado un recurso de amparo para ingresar al nivel terciario después de ser destacada alumna en el secundario.

(Quiera Dios que su trámite no termine en el archivo, como ha sucedido alguna vez, por no aportar la prueba, cuando ‘la prueba’ eran los abultados tres cuerpos de ciertas actuaciones que tal vez cumplan su decenio en mayo de este año.  ¡Cuán difícil sería probar anticipadamente la eficiencia! …si aunque parezca absurdo, la “eficiencia” en ciertos casos, es ineficiente, y por eso mejor es premiar con una “cesantía” y no dudar de los que son autoridad en el sistema.  Marta Mercader, ¿estará también equivocada…?)

Es sabido que las tensiones provocan daños irreparables, y es de esperar que este recurso tenga un trámite rápido, antes de que Lucrecia Almirón empiece a somatizar su angustia y las lágrimas empañen su juvenil mirada.  Para vivir es imprescindible ver, no basta con mirar, y paradójicamente, a veces para ver hay que cerrar los ojos a todo lo de afuera, penetrando en el fondo de las cosas, en una actitud responsable y consciente.   Sin embargo, cuando lo urgente no deja descubrir qué es lo importante, el hombre simplemente mira, y si tiene poder, aprueba y firma confiando en sus subalternos, cree en la responsabilidad… cuando la Justicia dicte sentencia, no será él ni los otros los que reparen el daño.  El daño quizás no lo repare nada ni nadie, al ministerio o a la Nación le corresponderá hacerse cargo de la indemnización… la dignidad menoscabada y el tiempo perdido tampoco son cuantificables. No obstante, sobra con “un ojo” para percibir el amor y descubrir el talento, para convencerse de que la envidia genera odios y la mediocridad levanta montañas de adulación para eclipsar a los vanidosos.  ¡Lástima que en este país mío, y suyo…, haya tantos ciegos, o simplemente deslumbrados  que no pueden con sus propios ojos!  Quien haya sido correctamente educado podrá hacer mucho más con una mano que el holgazán con sus brazos cruzados, y utilizará el pizarrón y el proyector (si se los proveen…), antes que permanecer sentado en el escritorio, porque quien ha sufrido una pérdida o ha sido mutilado, tiene una escala de valores con una proyección más elevada; sabe lo que significa “no tener” y siente el impulso natural de compartir lo que posee.

(Quiera Dios que nada ni nadie empañe la clara visión de los que tienen en sus manos las decisiones.  Los arquetipos que necesitan los niños jóvenes de hoy son los que proyectan su estatura moral amando la libertad, despreciando la injusticia y la connivencia, reconociendo los errores y enmendándolos, haciendo cada día una llama a la propia conciencia, para estar siempre despiertos, dispuestos a servir a todos los semejantes, cumpliendo el precepto divino.)

Es tanto lo que se quiere mejorar, son tantas las reformas que se quieren concretar, que cientos y cientos de hojas pasan de firma en firma hasta los despachos de las máximas jerarquías ministeriales, y cada cambio de autoridades promueve en los días previos un cúmulo de expedientes y correspondes.  Hay que comprender que en esas circunstancias se deslice algún error, lo incomprensible es que no baste un año, ni muchos más, para que se repare la falta cometida en los altos niveles.  ¡Lástima que en este amado país mío, y suyo… por lo menos cuando se presenta un recurso -que es bastante difícil concretar-, algún “insomnio” no conmocione a quien dictó el acto administrativo, para asegurarse de la calidad de sus subalternos y colaboradores”.  Se descubriría así a más de un “cojo”, se cuestionaría si se es un “tuerto”, se sabría quién es más “bajo” y haciendo justicia, como en algunos pueblos, habría nuevos “mancos”, serían todos aquellos que con falsos informes o sin un profundo estudio hubieran provocado el compromiso de las máximas autoridades.

Nidia Orbea de Fontanini.

Para “El Litoral”.

Publicado en la página 6, col. 3-6.

Martes 11 de enero de 1983.

 

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