Sinopsis: Esteban Rams y Rubert: residencia en la provincia de Entre Ríos (República Argentina). Propiedades inmuebles. Sus empresas comerciales: servicios a la Iglesia y al Gobierno. Esteban Rams en la provincia de Santa Fe. Expedición para estudiar la navegabilidad del río Salado. Texto de Lucio V. Mansilla con referencias a Esteban Rams y Rubert y al informe sobre el río Salado.
1822: Esteban Rams y Rubert y sus bienes inmuebles.
21-05-1822 – Ventura Rams: compra de un terreno con casa.
1845: Esteban Rams y Rubert compra un inmueble en Paraná.
1851: Esteban Rams y Rubert y las campanas de Diamante.
1851: Esteban Rams y Rubert ocupándose de las tres campana
Hechos insoslayables para Esteban Rams y Rubert.
Efectos de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación
Más guerras, más déficit fiscal
El poder adquisitivo de la población.
Esteban Rams, compra de otro solar en Paraná.
Legislación sobre tasas e impuestos.
Mayor población: demanda de servicios y préstamos.
1857: el “Banco”, otro sueño de Urquiza y de sus aliados.
1857: hacia la creación del Banco Mauá y Cía
El “Barón” y “el valor de sus patacones”
Negocios de Esteban Rams y Rubert.
26-05-1857: Documento 23 Archivo Gral. de la Provincia de Santa Fe.
Del trabajo de Andrés Atilio Roverano.
26-01-1857: aviso de Esteban Rams acerca del río Salado..
02-09-1857: Esteban Rams informa a la Colonia Esperanza.
1857: Montevideo y carta de un capitán catalán.
1859: mirada desde el río Salado hacia el noroeste.
Hacia 1890: el Doctor Gálvez en el gobierno, más cambios
1889 – Pascual Rosas y la fundación de “Esteban Rams”.
“De cómo el hambre me hizo escritor”.
Aproximación a la trayectoria de Esteban Rams y Rubert…
1822: Esteban Rams y Rubert y sus bienes inmuebles…
Investigaciones sobre las propiedades inmueble en la capital entrerriana que son difundidas a principios del siglo veintiuno por la red de redes, permiten saber que en la calle “España” al oeste, la señora de Larramendi era propietaria de enormes extensiones que luego transfirió a hijos o compradores.
21-05-1822 – Ventura Rams: compra un terreno con casa…
María Josefa Larramendi decidió vender a Nicolás Mendizábal el terreno que le había donado su madre y que abarcaba desde la calle España hasta la esquina de Carlos Pellegrini. En ese inmueble de 22 varas de frente por 60 de fondo, estaba construida una “casa con techo de paja” y fue enajenado “a Don Ventura Rams”, comerciante de “dotes” casado con Teresa Rubert y que se había establecido con su familia en Paraná. Allí instaló una casa de comercio y después, edificó “de altos”. La propiedad después perteneció a su esposa y luego a su hijo Esteban Rams y Rubert. “comerciante, naturalista, explorador” casado con “doña Margarita Fernández de la Puente, hija de don Francisco de la Puente y de María Josefa de los Santos, distinguida dama santafesina.”
1845: Esteban Rams y Rubert compra un inmueble en Paraná…
En el informe sobre propiedades en la ciudad de Paraná, consta que en el año 1845, un terreno de 15 varas de frene por 45 de fondo Se registra también la compra de un inmueble de 15 varas de frente –en la calle Buenos Aires- por 45 de fondo-en calle 25 de Junio, fue vendido a Esteban Rams y Rubert.
1851: Esteban Rams y Rubert y las campanas de Diamante…
(El historiador Ricardo César Brumatti ha difundido por la red de redes, un interesante trabajo titulado “Las desventuras del Primer Cura de Diamante: Pbro. Esteban Solari”. Informa que el Pbro. Esteban Solari, el 1º de junio de 1850 fue nombrado “Presbítero Teniente de la Vice Parroquia de la Villa de Diamante” en la provincia de Entre Ríos, los pagos del general don Justo José de Urquiza…)
Sabido es que el historiador Brumatti desarrolló una interesante investigación acerca de la construcción del primer templo católico apostólico romano establecido en la Villa de Diamante, cerca de las altas barrancas del río Paraná, hacia el sur de la provincia d e Ente Ríos.
El proyecto se empezó a desarrollar en 1848 y dos años después, ya se pensó en la presencia de un sacerdote para que comenzara su labor evangélica. Explica el historiador Brumatti que el nuevo templo era una Viceparroquia y dependía de la Iglesia Matriz de Paraná. En consecuencia, el “Padre Miguel Vidal, Cura y Vice 1º de la Matriz de la Capital” debió comprar “ornamentos y diferentes utensilios para la nueva iglesia”… El primer cura párroco fue el Presbítero Esteban Solari; asumió el 9 de junio de 1851, cuando estaba en su apogeo el revuelo tras el pronunciamiento del general Justo José de Urquiza contra el gobierno de Buenos Aires. Una semana después, decidió escribirle al Delegado Eclesiástico con sede en Paraná, pidiéndole el envío de lo imprescindible para que el templo se terminara y pudieran asistir los fieles a las ceremonias litúrgicas.
1851: Esteban Rams y Rubert proveedor de las tres campanas…
Sabido es desde su nacimiento, Esteban Rams y Rubert ha estado residiendo en la zona litoral y datos referidos a transferencia de inmuebles o a acciones del gobierno político o eclesiástico confirman sus inquietudes y su cultura del trabajo demostrada con hechos concretos. Estuvo relacionado con los que mandaban y así fue como dada la orden de empezar la construcción del templo de diamante, tan importante como pensar en las puertas y ventanas era tener por lo menos una campana, que según la ubicación del templo puede ser insuficiente y entonces se incorporan dos o tres como para que los tañidos se escuchen desde lejos.
Ha expresado el historiador que “en enero de 1851, Esteban Rams y Rubert remitió las tres campanas encargadas por el ministro Galán, que fueron embarcadas en la goleta nacional ‘Estrella’ y que luego también fueron parte de la leyenda como fundidas con el bronce de los cañones de Caseros tres años después”.
Ya estaba terminada la construcción de la iglesia y el comandante Luis Hernández, le pidió al ministro Galán que resolvieran lo relativo a la construcción del cementerio, ya que en esa época dependían de la iglesia todos los trámites relativos a nacimientos, matrimonios y defunciones…
(El gobernador de Santa Fe Nicasio Oroño (1865-1867)fue un pionero en legislación sobre familias, porque logró la sanción de la ley de matrimonios y la de cementerios que estableció registros oficiales reemplazando a los que hasta entonces se asentaban en las casas parroquiales. Al grito de ¡Viva Dios! ¡Mueran los masones! se produjeron sucesivas sublevaciones y finalizó su gobierno en diciembre de 1867, la provincia fue intervenida pero finalmente se comprendió que era necesario solucionar las dificultades de los inmigrantes de distintas religiones que llegaban en contingentes hasta el río de la Plata y se instalaban en la provincia…)
Hechos insoslayables para Esteban Rams y Rubert…
Es interesante revisar algunas de las acciones impulsadas por el general Justo José de Urquiza mientras conducía la Confederación y evaluar las circunstancias que determinaban la escasa renta aduanera, comparada con las recaudaciones en el puerto de Buenos Aires.
Una vez más es una fuente insoslayable para este estudio, la Historia Argentina difundida por el historiador Dr. José María Rosa:
“La renta que daban las pequeñas aduanas del litoral, los Andes o la quebrada de Humahuaca era mínima. Fuera de los impuestos nacionalizados de Entre Ríos, bastante parcos, la Confederación no contaba más recursos que los préstamos usurarios. /…/ No había banco ni oficina de rentas en la Confederación; los sueldos se pagaban con libramientos contra las parvas aduaneras de Rosario y Corrientes a cobrarse cuando se pudiera. Debió recurrirse al crédito y, necesariamente, usurario /…/ [1]
Efectos de la guerra entre Buenos Aires y la Confederación
Sabido es que cualquier conflicto bélico genera mayores dificultades para avanzar en determinados proyectos.
En el vasto territorio del extremo sur de América, primero para afianzar el movimiento revolucionario iniciado el 25 de mayo de 1810; después porque resultó evidente la tendencia a prevalecer los intereses del puerto de Buenos Aires sobre otros del litoral y también la concentración del poder en esa provincia, se organizaron combates tras combates, algunos con derramamiento de sangre y otros con ejercicio de la diplomacia.
Fue en Buenos Aires donde don Bernardino Rivadavia con algunos colaboradores -locales e ingleses-, logró el otorgamiento del primer empréstito firmado por el gobierno de la Confederación con los banqueros de Baring Brothers. El resultado fue que recibida una mínima parte de los fondos mencionados en el documento pertinente, no se concretaron las obras enunciadas para justificar el endeudamiento.
La crisis se acentuó tras el pronunciamiento de Urquiza en el año 1851 y no fue por casualidad que el 1º de enero los convencionales sancionaran la Constitución Nacional sin que estuviera representada la provincia de Buenos Aires, que había decidido su separación hasta que se aceptaron las condiciones que imponían para la reunificación…
Es interesante tener en cuenta que durante aquellas batallas no todos los participantes eran argentinos y las influencias no tenían fronteras. El propósito de defender al gobierno de Buenos Aires estaba directamente relacionado con el deseo de consolidar un poder concentrado en el puerto de Buenos Aires porque interesaban más las recaudaciones aduaneras que la organización política del país. Se ha reiterado que aunque la década de 1851-1863 ha sido de una evidente expansión económica en distintos continentes mientras en este extremo sudamericano comenzó una notable declinación.
Más guerras, más déficit fiscal…
A fines del siglo veinte, la posibilidad de acceder a la información disponible en la biblioteca virtual de la red de redes, facilita la reiteración de algunos datos…
En el quinquenio 1855-1859, los enfrentamientos armados provocaron pérdidas irrecuperables –vidas, bienes…- y una mirada sobre este cuadro revela las diferencias entre los recursos presupuestarios y los gastos, el enorme déficit que generalmente se terminaba pagando con tierras…
Año | Presupuesto | Gastos-Inversiones | Déficit |
1855 | 1.758.463 | 2.880.445 | 1.037.982 |
1856 | 1.758.443 | 2.880.445 | 1.038.002 |
1857 | 2.222.069 | 2.877.559 | 655.490 |
1858 | s.d. | 2.877.057 | — |
1859 | 2.525.000 | 2.941.538 | 416.538 |
El poder adquisitivo de la población…
A partir de la sanción de la Constitución Nacional en 1853, tal como se anuncia en el Preámbulo, la Nación -que era hasta entonces más una concepción que una realidad-¸ recibiría “a todos los habitantes… que quieran habitar el suelo argentino”.
Llegaron el 27 de enero de 1856 a la colonia de la Esperanza -en la provincia de Santa Fe-, los inmigrantes pertenecientes al primer contingente organizado en Europa por el tucumano Aarón Castellanos de acuerdo al convenio firmado con el gobernador Domingo Crespo en 1854. Al convocarlos para emigrar y fundar esa colonia, les informaron que dispondrían de una vivienda –que debieron construir ellos con la ayuda de indígenas que como lo ha destacado el historiador Gastón Gori, cooperaron pacíficamente con los recién llegados aunque lógicamente, unos hablaban el francés y otros el alemán; ellos sus lenguas según “las naciones”a las cuales pertenecían; porque es insoslayable que este extremo de América no era un desierto, estaba poblado y las autoridades eran los caciques, tenían su organización política basada en la estructuración de las tribus….
El puerto de Buenos Aires fue el factor decisivo para que los sectores de mayores recursos pudieran empezar a construir sus viviendas utilizando materiales provenientes de otras latitudes, de países con mayor desarrollo técnico y artístico.
El contrabando ya era casi una tradición desde la época del Virreinato del Río de la Plata -evidentemente un germen con tal potencia que aún se renuevan los brotes a principios del tercer milenio-; casi todo lo que se importaba y exportaba pasaba por el puerto de Buenos Aires y así aquella provincia aumentaba las recaudaciones aduaneras.
Esteban Rams, compra un “solar” en Paraná…
El inmueble que había adquirido su padre Ventura Rams y que luego pasó a su esposa Teresa Rubert, fue transferido con “casa de altos” al hijo: Esteban…
La señora de Larramendi vendió otros inmuebles en la ciudad de Paraná (a media cuadra por Pellegrini hasta la actual Urquiza), entre ellos el solar que fue “casa de los gobernadores” durante la administración de “Hereñú, Ramírez” (Francisco, n.1786-1821), “Mansilla” (Lucio, en 1821), “Sola y el general Pascual Echagüe” (que asumió en 1832), luego fue gobernador santafesino en el decenio 1842-1852.
Ese inmueble luego fue adquirido por Esteban Rams y Rubert y allí funcionó el Banco Italia y Río de la Plata dependiente del Banco Nazionale de Laboro.
Legislación sobre tasas e impuestos…
A partir de los crecientes desequilibrios fiscales, los gobiernos provinciales empezaron a imaginar distintas formas de recaudación: crearon impuestos para otorgar patentes; exigieron contribuciones territoriales cuando ya algunos colonos, habían perdido sus tierras porque no pudieron cancelar las deudas que los acosaron desde el momento de la firma del contrato de embarque y colonización o porque debido a las sequías, inundaciones, granizo o invasiones de langostas y de gatas… perdían todas las cosechas y se endeudaban hasta para poder mantener sus viviendas y alimentarse. Durante el primer período, los colonos no pagaban impuestos, pero después fueron incluidos entre los sectores rurales -comerciantes individuales o integrantes de pequeñas empresas artesanales- y debieron separar parte de sus ganancias para depositar lo determinado por sucesivos gobiernos.
Mayor población: demanda de servicios y préstamos…
El fomento de la inmigración y el propósito de promover industrias también habían sido el argumento válido para la gestión de algunos préstamos a financistas del exterior.
Ante la necesidad de mejorar los servicios de provisión de agua y los desagües o el trazado de caminos… se imaginaron distintos medios para lograr más créditos y lógicamente, si no se cancelaban oportunamente exigían el pago de mayores intereses registrándose más pérdidas en el erario público.
El historiador Raúl Scalabrini Ortiz realizó una interesante investigación acerca de la Influencia de la política británica en el Río de la Plata y aporta información acerca de algunos préstamos que terminaron siendo prácticamente la apropiación de tierras fiscales como cancelación de deudas que durante décadas no fueron pagadas por los sucesivos gobiernos.
Acerca de estos hechos, algo habrá sabido don Esteban Rams y Rubert, porque fue un colaborador directo del General don Justo José de Urquiza, el presidente de la Confederación, el estanciero que vivía siete meses en su Palacio San José -a orillas del río Uruguay, lejos de las turbulencias naturales y políticas en el Paraná– y de mayo a octubre en la sede del gobierno en la capital entrerriana, en la Bajada del Paraná.
1857: el “Banco”, otro sueño de Urquiza y de sus aliados…
Se ha reiterado que Urquiza era hábil para tratar con emisarios nativos o extranjeros; con diplomáticos franceses o ingleses.
Así fue como en el otoño de 1855, autorizó a José de Buschenthal para la gestión de préstamos de financistas europeos y así fue como durante la primavera de ese año se vinculó con los banqueros Trouvé-Chauvel y Dubois interesándolos para que con grupos conocidos, lograran integrar el capital inicial.
Lógicamente, en ese tiempo apenas se conocía el texto constitucional aprobado dos años antes –semejante al de Estados Unidos en la mayoría de las disposiciones-, pero no existía un gobierno confiable porque en realidad la autoridad parecía bicéfala: el puerto de Buenos Aires era clave para avanzar hacia el Paraná; mientras que para poder navegar el río era imprescindible la autorización de Urquiza porque representaba el poder de la Confederación y defendía “sus intereses”…
1857: hacia la creación del Banco Mauá y Cía.
El general Urquiza sabía que su poder en Entre Ríos tenía que extenderse hacia el oeste, avanzar en lo posible sobre la provincia de Santa Fe utilizando medios financieros porque suelen ser los más eficaces en las operaciones políticas.
Mientras se acentuaba el conflicto con el Brasil por cuestiones de límites -y fundamentalmente porque el Imperio pretendía lograr la libre navegación de los ríos para llegar hasta el Río de la Plata, el general Urquiza logró dialogar con el ministro de negocios exteriores de Silva Paranhos quien no por casualidad viajó para entrevistarlo, en el mismo barco que acercaba al Barón de Mauá, considerado en aquel tiempo, el más poderoso banquero en Brasil.
El “Barón” y “el valor de sus patacones”..
Desde Brasil viajaba el Barón de Mauá y traía suficientes patacones como para que Urquiza entendiera qué era lo que más le convenía hacer.
Primero hablaron de los intereses del estanciero: el Barón le prestó cien mil patacones para que los devolviera en seis meses, diez mil a treinta días y los siguientes en cuotas iguales. Después, Urquiza le habló del proyecto de puesta en marcha de un Banco.
Ya estaba decidido que sería en la ciudad donde estuvieron en 1812 las baterías Libertad e Independencia el general Manuel Belgrano tras una significativa desobediencia, enarboló por primera vez la bandera celeste y blanca aunque el gobierno de Buenos Aires le había no enarbolar pabellón…
Con tantos conflictos por resolver, no resultó fácil lograr que el Congreso aprobara la iniciativa de Urquiza porque el Barón aportaría el capital pero era imprescindible disponer de edificio, organizarlos y administrarlo.
Negocios de Esteban Rams y Rubert…
Sabido es desde principios de mayo de 1856, el gobierno impulsó la venta de Bonos de Aduana y entre quienes los compraron estaba el empresario catalán Esteban Rams y Rubert que invirtió 300.000 pesos fuertes recibiendo el equivalente de 250.000 pesos bolivianos.
Se ha reiterado que al año siguiente, con la intervención del gobierno brasileño se logró otro aporte 300.000 pesos fuertes y fue entonces cuando se concretó la instalación de una filial del Banco Mauá y Cía. en la ciudad de Rosario donde el puerto por su estratégica posición tenía más movimiento que el de la capital santafesina.
A pesar de los intentos para fomentar las recaudaciones aduaneras y de la vigencia de la Ley de Derechos Diferenciales vigente desde principios de 1857, los conflictos interprovinciales y de la Confederación con Buenos Aires, también los frecuentes bloqueos en el Río de la Plata y sobre el río Paraná, con incidencia directa en las escuadras o flotillas que llegaban desde otros países, fueron provocando un efecto contrario y disminuyeron las importaciones.
26-05-1857: Documento 23 Archivo Gral. de la Provincia de Santa Fe
A principios del siglo veintiuno, es posible disponer de diversa información existente en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe, dirigido por la Lic. Ana María Cecchini de Dallo (desde la última década) y se ha avanzado con servicios a distancia, trascribiendo documentos y fotografías por la red de redes…
(En este acto de inclusión de tales referencias, es oportuno rememorar a anteriores directores: Atilio Andrés Roverano -hasta su fallecimiento en 1978; Josefa Catalina Pistone -en España en aquel momento en que hubo una suplencia transitoria y luego sucesora hasta su jubilación, período en que se destacó como personal de ese organismo, la señora de Dallo…)
Del trabajo de Andrés Atilio Roverano…
Sabido es que mientras Coco Roverano dirigió el Archivo Histórico –o General- de la Provincia, dedicó la mayor parte de su tiempo a la lectura de documentos y elaboración de fichaje como servicio eficaz a investigadores. Se editaron Papeles de López y han quedado sus trabajos inéditos…
26-01-1857: aviso de Esteban Rams acerca del río Salado…
Aquí, uno de sus significativos aportes para la Historia de la Historia de los argentinos que todavía se está escribiendo…
“23- Esteban Rams y Rubert al ministro de Gobierno de Santa Fe. Comunique el día de mañana iniciará la navegación del río salado con el vapor Santa Fe.
Santa Fe’, 26 de enero de 1857.
Exmo Sor. Ministro de Gobierno
Dr. Dn. Juan Francisco Seguí
Exmo Sor.:
Llegado a este Puerto en el Vapor denominado Santa Fé; tengo la honrosa satisfacción de poner en conocimiento de V.E. que prontos ya los elementos necesarios para el primer viage al Rio Salado, zarparé mañana de estas aguas, para surcar las de aquel Rio cuya navegacion debe producir resultados de tanta consideracion é importancia para estos pueblos.
La decidida cooperacion del Exmo Gobierno Nacional y la del Exmo. Gobierno a quien tengo el alto honor de dirigirme me inspiran gran confianza en el buen exito de la Empresa de tanto bien para la Republica Argentina.
Dios guarde á V.E.
Estevan Rams y Rubert
Enero 26 de 1857.
Santa” (sic)
02-09-1857: Esteban Rams informa a la Colonia Esperanza…
Gastón Gori ha publicado varias obras referidas a la inmigración y a la colonización en la Argentina; varias referidas a la primera colonia agrícola que se empezó a poner en marcha cuando llegaron las primeras familias, el 27 de enero de 1856. Ha destacado en El Indio y la colonia Esperanza, la colaboración de los aborígenes cuando los recién llegados tuvieron que empezar por construir los ranchos que serían sus viviendas.
Al leer la página 77 es posible saber que el 2 de setiembre de 1857, Adolfo Gabarret -uno de los inspectores de esa colonia-, comunicaba a las autoridades provinciales: “Informada esta administración de un parte del Sr. Esteban Rams y Rubert de que existen amagos de indios, se están tomando las medidas convenientes para poder rechazar inmediatamente cualquier invasión, pero para atender con eficacia este punto nos falta armamento, por cuyo motivo rogamos a V.E. se sirva enviarnos, en la posible brevedad, fusiles y cartuchos.”
En ese tiempo, Juan Pablo López -más conocido como Mascarilla López-, era gobernador de la Provincia de Santa Fe y reconocido también como el hermano del Brigadier Estanislao López…
1857: Montevideo y carta de un capitán catalán…
El historiador Agustí María Vilà i Galí en su libro Navegants i Mercaders – Una nissaga marinera de Lloret, relata algunos antecedentes familiares; describe sucesivos emprendimientos de navegación desde el pueblo marinero de Lloret de Mar -donde también había un astillero- y relata los viajes en el camino del tasajo, hasta el Río de la Plata, también otros relacionados con el traslado de esclavos, que evidentemente han conmovido al autor y así lo revela en algunos párrafos. [2]
Antes de avanzar con estas historias de la Historia de la Humanidad, es oportuno destacar que Lloret del Mar es una playa situada en la Costa Brava catalana, cerca de Blanes que es una de las poblaciones más antiguas de esa zona de La Selva.
En el siglo veinte, a mediados de la década del ’90 quedó cubierta la riera con la construcción de una avenida que no afecta el necesario desagüe en el mar y es precisamente en ese extremo de la playa, donde está la Dona Marinera representando a las mujeres de aquellos marinos que partían con sus embarcaciones sin saber cuándo ni cómo regresarían, porque aunque fueran previsores y excelentes navegantes, sabido es que la potencia de la Naturaleza provoca limitaciones y establece los límites en las actitudes humanas. Mujeres que con sus hijos se acercaban hasta esa parte más alta y rocosa, para ver si se acercaban las naves y si se calmaba la incertidumbre.
Lógicamente, era posible el envío de correspondencia, aunque demoraban las respuestas.
Cartas desde Montevideo…
El capitán Agustí Conill i Sala, nacido en Lloret de Mar el 24 de diciembre de 1786, era hijo de Agustí Conill i Gross y de Paula Sala considerada en aquel tiempo como una familia acomodada.
(Su abuelo Pau Conill había sido regidor del Ayuntamiento de aquella villa, era patrón marinero y también ejercía el comercio.) [3]
En una carta enviada el 8 de mayo de 1857 desde el puerto de Matanzas y dirigida a su esposa, le expresa que “los negocios se presentan muy malamente”
(Lógicamente escrito en catalán y aquí traduzco leyendo el diccionario, porque algo entiendo si leo pero no he aprendido la correcta pronunciación, excepto en palabras aisladas aunque dos nietas viven allí y lo hablan diariamente, también algunas veces cuando están en esta Santa Fe de la Vera Cruz…)
El 2 de agosto, le informa que llegó a Montevideo el 24 de julio, con un “cargamento de azúcar a un precio aceptable” pero “también con el inconveniente de haber tenido que descargar en Rosario de Santa Fe, por cuya cosa pagué 1.400 pesos complementarios sobre el precio convenido… pero que todo será bien con la ayuda de Dios y de la Virgen”.
El 12 de julio de 1859, desde La Habana escribió a Teresa Conill refiriéndose a “la educación de los hijos” y a algunas “dificultades para colocar una partida de tasajo”. Finaliza la carta expresando: “…no podré salir de este punto hasta el final de octubre”. [4]
1859: mirada desde el río Salado hacia el noroeste…
Sabido es que durante los primeros años de la organización, el propósito de defender las autonomías provinciales contra el centralismo porteño -bonaerense-, provocó la reacción de quienes hasta entonces habían luchado apasionadamente: los reconocidos caudillos que eran líderes en la región cuyana y también en la zona de Santiago del Estero, Tucumán y Salta…
No fue por casualidad que se impulsó el estudio del río Salado que nace en el nevado de Acay -en la provincia de Salta y cuyo cauce se extiende por Tucumán, Santiago del Estero y Santa Fe, cruzándola hacia el sureste hasta desembocar en el conocido Paso de Santo Tomé, límite oeste de la capital: Santa Fe de la Vera Cruz.
Para tal empresa, se acordó con el empresario español Esteban Rams y Rubert y el historiador Andrés Atilio Roverano en su libro El río Salado en la Historia. describe las características geográficas de esa región, los hechos relacionados con el período de la Independencia hasta la llegada de los inmigrantes que fundaron la Colonia San Carlos (1859) y cómo se desarrolló aquel proyecto que demandó los esfuerzos del entusiasta catalán y el apoyo del gobierno santafesino a pesar de los escasos recursos del presupuesto anual.
Hacia 1890: el Doctor Gálvez en el gobierno, más cambios…
Durante el período 1886-1890, fue gobernador de la provincia de Santa Fe el Doctor José Gálvez, persona que se había destacado por sus aportes a la “Educación”.
Al año de asumir ya había comenzado el adoquinado en la capital santafesina, calle del Comercio al sur, frente a la plaza principal y lugar donde funcionaba el Colegio de los Padres Jesuitas que ya había incluido el nivel terciario para la formación en Derecho; calle que conducía a la sede del gobierno. Inauguró usinas, el servicio de tranvías a caballo, el matadero municipal. Se realizó un Censo general de población y economía; reformada la Constitución provincial se crearon tres ministerios: de Gobierno y Culto; de Hacienda y Obras Públicas; de Agricultura, Justicia e Instrucción Pública. Desde el gobierno del Pbro. Manuel M. Zavalla -quien por enfermedad delegó la mayoría de sus funciones en el vicegobernador Cándido Pujato-, se había avanzado en el propósito de extensión de la frontera norte porque también estaba previsto extender las vías ferroviarias y poblar la zona noroeste de la provincia. El doctor Gálvez estructuró otra división política en esa región y el 31 de diciembre de 1890 en el mismo territorio se establecieron los límites de dieciocho departamentos, siendo Vera y San Cristóbal los de mayor extensión.
1889 – Pascual Rosas y la fundación de “Esteban Rams”
Durante el gobierno de Pascual Rosas (1860-1861, completando el período tras la renuncia del gobernador titular, el estanciero y militar Rosendo Fraga), se produjo la batalla de Pavón -más que un combate fue la retirada de Urquiza dejando a Mitre como vencedor- y seguía el proyecto de ir desalojando a los indígenas para poder repartir como premios o enajenar más tierras fiscales, ya que era el recurso inmediato y uno de los más seguros.
El ex gobernador en 1889 fundó el pueblo de Esteban Rams en un sitio que actualmente es límite entre los departamentos San Cristóbal y Nueve de Julio, creado en 1907 con parte del territorio del mencionado y parte de Vera.
Vigente desde 1872 la Constitución provincial que estableció el sistema legislativo Bicameral, la división política aprobada significó la duplicación de los representantes en la Cámara de Senadores, ya que se integra con uno por cada departamento; mientras la de diputados depende proporcionalmente de la población.
Pertenece al distrito Esteban Rams, el pueblo Nueva Italia que era un embarcadero del Ferrocarril General Belgrano en la línea de Santa Fe a la Quiaca, de importancia porque vinculaba la mesopotamia con la zona limítrofe boliviana.
El Censo de Población de 1991 registró 482 habitantes y el de 2001 sólo 373 habitantes, indicador del progresivo despoblamiento de las zonas rurales santafesinas ante las dificultades para seguir estudiando o para trabajar.
Casi colofón…
Es interesante una aproximación a lo escrito por Lucio V. Mansilla, hijo del general Lucio V. Mansilla y de Agustina Ortiz de Rozas, hermana del brigadier general Juan Manuel Ortiz de Rozas, más conocido como Juan Manuel de Rosas-. Lucio, escritor, nació en Buenos Aires el 23 de diciembre de 1831 y falleció en París, el 9 de octubre de 1913. Así ha relatado qué sucedió cuando retornó del exilio y entre la literatura y la política reflejó parte del paisaje y rasgos de algunos protagonistas de la historia de la Historia…
Está esbozada la imagen de don Esteban Rams y Rubert, algo cuenta sobre la expedición para comprobar la navegabilidad del río Salado…
“De cómo el hambre me hizo escritor”
[…Me pusieron en libertad, -si en libertad puede decirse ser desterrado, y todos aquellos castillos en el aire, hechos á la sombra y en las sombras, se desplomaron, zapados por lo inesperado de mi nueva situación.
Aquella transición fue como pasar de lo quimérico á lo real; tiene uno que volver a hacer relación consigo mismo, que preguntarse: ¿Quién soy? ¿Qué quiero?
¿Adónde voy? – Y no andarse con sofismas é imposturas.
Cuando me pregunté ¿quién soy? La voz interior me dijo: “un federal de familia”. Y no digo de raza, porque mi padre fue unitario, en cierto sentido.
Cuando me pregunté lo otro, el eco arguyó elocuentemente: “Vas donde debes, tendrás lo que quieres”.
Efectivamente, en el Paraná gobernaba el espíritu de la Federación.
Buenos Aires estaba, por eso, segregado.
Explico mi fenómeno, no discuto ni provoco discusión.
Llegué al Paraná: llevaba la bolsa repleta, é hice como la cigarra.
Tuve amigos en el acto.
Se acabó el dinero; los amigos desaparecieron, como las moscas cuando se acaba la miel.
El mundo es así; no hay que creerlo tan malo por eso; es mejor imputar esos chascos á la insigne pavada de la imprevisión, que es la más imperdonable de todas las pavadas.
Mi insolvencia de dinero era mayor que la insolvencia capilar de Roca ó la mía propia, que por ahí vamos ahora. Tout passe avec le temps, y el pelo, con las ilusiones.
Me quedaban cinco pesos bolivianos, y como dicen en Italia, la ben fatezza de mi persona, ó la estampa, como dicen en Andalucía. ¡Y qué capital suele ser!
En Santa Fe se aprestaban para una fiesta; querían, bajo los auspicios del pobre viejo don Esteban Rams y Rubert (él construyó la casa donde está el Club del Plata), hacer navegable el río Salado, -é inauguraban su navegación.
Todo el mundo estaba loco en Santa fe: todos eran argonautas: era el descubrimiento del vellocino de oro.
Cinco pesos bolivianos, lo repito, me quedaban ¡nada más!
Pues á Santa Fe, me dije, ya que aquí no me dan nada los federales; y me largué al puerto, haciendo cuenta así: dos reales de pasaje, con el Monito. Era éste un botero muy acreditado, el que llevaba la correspondencia, algo como un correo de gabinete, mulatillo de color, pero blanco como la nieve en sus acciones.
Doce reales de hotel, en tres días… (si no me quedo), me sobra, tengo hasta las allumettes chimiques del estudiante… adelante.
Llegué.
Al desembarcar, un federal me reconoció, -ya era tiempo – y me llevó a su casa: era un excelente sujeto, listo, perspicaz, bien colorado, con su platita, con familia interesante, y lindas hijas.
Los dioses se ponían de mi lado. – Llega usted, me dijeron, en el mejor momento, ¡qué gusto para nosotros!
-“Mañana estamos de fiesta, de gran fiesta”; y me explicaron y me demostraron la navegación del Salado, que no había quien no conociera al dedillo, lo mismo que en los placeres no hay quien no sepa lavar un poco de arena, para extraer un grano de oro.
La hospitalidad me había puesto en caja. Yo no era otro, pero me sentía otro. Vean ustedes lo que es no estar solo; ¡Y después predican tanto contra las sociedades de socorros mutuos, como la Bolsa! Dormí bien. ¡Oh! Sed siempre hospitalarios, hasta los que os llevan sus primeras elucubraciones. Pensad cuántos no serán los ingenios que se esterilizan por no tener dónde ubicar.
Al día siguiente, á las 10 de la mañana, estábamos á bordo de un vaporcito, empavesado, que era una tortuga, que no pudo con la corriente, contra la que podía las canoas criollas – y no se navegó el Salado; pero se navegaría…
¡Ay del que se hubiera atrevido á negarlo! Sería como negar ahora, por ejemplo… á ver algo en lo que todos estemos de acuerdo, para no chocar a nadie.
Ya lo tengo… que hace más frío en invierno que en verano.
La flor y la nata de ambos sexos santafesinos estaba allí. Yo me mantenía un tanto apartado, dándome aires: tenía toda la barba, larga la rizada melena, y usaba un gran chambergo con el ala levantada, á guisa de don Félix de Montemar.
Mi postura, mi continente, mi esplendor juvenil, llamaron la atención de don Juan Pablo López (á) Mascarilla (el pelafustán, según otros), gobernador constitucional, en ese momento, y dirigiéndose á mi huésped, le dijo:
– ¿Quién es aquel profeta?
Romántico o poeta, ó estrafalario, ó algo por el estilo -algo de eso, ó todo eso, quiso implicar y no otra cosa. Tenía quizá el término, no le venía a las mientes. Veía una figura discordante, en medio de aquel cuadro uniforme, de tipos de habituales -la incongruencia lo chocaba sin fastidiarlo-, y expresaba su impresión vaga, confusa, insaisissable, inagarrable, como caía, tomándola por los cabellos, y la sintetizaba, calificándome de profeta.
¡Oh! Esta afasia de la mente, que no suele tener con ella alguna relación, no es sólo una enfermedad de la ignorancia supina. Cuántos que tienen cierta instrucción no emplean términos que, para entenderlos ¡hay que interpretarlos al revés!
Era este caudillo un curiosos personaje; hablaba con mucha locuacidad, amontonaba á barrisco palabras y palabras, con sentido para él, pero que el interlocutor tenía que escarmenar para sacar de ellas algo en limpio.
Fuimos amigazos después.
Un día, queriendo significarme que él no era menos que Urquiza -su émulo-, menos que otro, me dijo:
“Porque, amigo, ni naides es menos nadas, ni nadas es menos naides”.
¡Qué tiempos aquéllos!
Los santafesinos no vieron lo que esperaban, ni los santiagueños tampoco: decididamente no era navegable el Salado, ó los ingenieros sublunares no daban en bolas. Había que recurrir a ésos de que nos hablan algunos astrónomos, los cuales pretenden que en planeta Marte, se habían abierto canales y operado transformaciones -que de seguro no sospecha aquí Pirovano, con todo su elenco selecto del Departamento de Ingenieros.
Pero, ¿qué importaban que las cosas no hubieran andado, como se deseaba?
¡Aquí sería de la humanidad sin esperanza!
Era necesario contar, difundir, divulgar lo hecho, lo intentado y lo tentado, sobre todo, describir la fiesta.
Resolví acostarme, después de haber pasado un día agradabilísimo, -para los dos que lleva todo hombre dentro de sí mismo, porque observé y comí.
Me despedí de mis huéspedes, me fui á mi cuarto, y cuando había comenzado a despojarme, llamaron á mi puerta, preguntándome si podía entrar.
-¿Cómo no? repuse.
Era el dueño de la casa.
-Amigo, vengo á ver si le falta algo.
-¡Nada, estoy perfectamente, gracias!
Me miró, como quién no se atreve á atreverse, y atreviéndose, por fin, me dijo:
-Tengo que pedirle a usted un servicio.
-Con mucho gusto, le contesté; pero estando á un millón de leguas de sospechar que yo pudiera hacer otra cosa, que no fuera casarme otra vez (lo que había hecho pocos meses antes), con alguna de sus hijas.
Yo era muy pánfilo a los veintitrés años, á pesar de mis largos viajes, de mis variadas lecturas, y de las picardías que había hecho y visto hacer.
Fue más lento mi desarrollo moral, que mi desarrollo intelectual.
-Pues bien, necesito que usted me escriba la descripción de la navegación del Salado, para mandarla a publicar en el diario Paraná.
-¿Yooo?
-Sí, pues; pero sin firmar: yo la mandaré como cosa mía.
-¡Si yo no sé escribir, señor!
-¡Cómo! ¡Usted no sabe escribir y ha estado en Calcuta! ¡Y habla una porción de lenguas! ¡No me diga, amigo!
-Le aseguro que no sé, que no he escrito en mi vida, sino cartas á mi mamita y á tatita, y hecho una que otra traducción del francés.
-Ah, ve usted. ¿Y eso no es escribir?
No hubo que hacer: yo tenía que saber escribir. Aquel hombre lo quería: me había dado hospitalidad.
-Bueno, le dije, haré lo que pueda.
Brilló un rayo de felicidad en sus ojos.
-Voy a traerle todo.
Se fue y volvió trayéndolo – nos despedimos.
Me puse a llorar en seco.
Me sentía desgraciado; ¿en castigo de qué pecado había ido yo á Santa Fe?
Era toda mi inspiración sobre la navegación del Salado.
Mis cinco bolivianos no habían mermado, sino de dos reales, importe del pasaje pagado al Monito. Pero, ¿qué era eso en presencia de la fatalidad, que me sorprendía “hiriéndome como el rayo al desprevenido labrador”?
¿Qué pararrayos oponerle a mi malhadada suerte?
Me senté, me puse á coordinar esas como ideas, que no son tales, sino nebulosas informes del pensamiento.
Poco á poco, algo fue trazando la torpe mano: borraba más de lo que quedaba legible. Tenía que describir lo que no había visto: la navegación de lo innavegable, de lo que era peor, lo que había visto, lo innavegable de la navegación -y solo me asaltaban en tropel- recuerdos de la China y de la India, de la Arabia Pétrea y del Egipto, de Delhi, del Cairo y de Constantinopla; no veía sino desierto en todo, pero desierto sin fantásticas Fata Morganas siquiera, y todo al revés, dado vuelta.
Era un pêle-mêle de impresiones en fermentación.
¡Qué noche aquella!
Como quien espanta moscas, que perturban, las fui desechando, desenmarañando, y pude, al fin, sentirme algo dueño de mí mismo, y haciendo pasar lo que quería del cerebro á la punta de los dedos, escribir una quisicosa, que tomó forma y extensión.
Fue un triunfo de la necesidad y del deber, sobre la ineptitud y la inconsciencia. Yo no sabía escribir, pero podía escribir. ¡Ah! Eso sí, no escribiría más. No había nacido para tales aprietos y conflictos.
Al día siguiente, mi huésped llevóme el mate á la cama, en persona, y con la voz más seductora me preguntó, “si ya estaba eso”, echando al mismo tiempo una mirada furtiva á la picota de mi sacrificio intelectual, donde yacía desparramada en carillas ilegibles, para otro que no fuera yo, mi hazaña cerebral de héroe por fuerza.
-A ver -dijo con impaciencia.
Me puse á leer, con no poca dificultad, pues yo mismo no me entendía.
-Bien, muy bien, perfectamente -decía á cada momento, exclamando una vez que hube concluído: ¡Ah! mi amigo, ¡qué servicio me ha hecho usted!
Yo estaba atónito.
Positivamente, como Mr. Jourdain, había escrito prosa sin quererlo
-Ahora, me dijo, me lo va usted á dictar.
Pusimos manos a la obra, y á las dos horas estaba todo concluido, con una atroz ortografía.
Pero yo me decía, como el cordobés del cuento, al que le observaron que el gallináceo que llevaba lo pringaba: “¡para lo que es mía la pava!”
Mi huésped se fue.
Almorzamos después y el día se pasó sin ninguno de esos incidentes, que se graban per in aeternum, en la memoria de un joven.
Pero mis cinco bolivianos disminuían…
Y vosotros, sólo comprenderéis mi situación, los que os hayáis hallado, habiendo nacido en la opulencia, reducidos á tan mínima expresión monetaria.
Pensé en regresar; en el hotel Paraná tenía crédito; escribiría además á Buenos Aires.
Estaba escrito que me había de quedar allí.
¿Qué había pasado?
Mi huésped había leído en pleno cenáculo oficial, como suya, mi descripción; no le habían creído, lo habían apurado, había tenido que declarar el autor.
Entonces, el ministro de Mascarilla, que le debía su educación á mi padre, que no se me había hecho presente, mirándome de arriba abajo, casi con desdén, exclamó: Discípulo mío en la escuela de Clarmont, latinista, gran talento, se llevaban todos los premios, entre él y Benjamín Victoria (falso, falsísimo por lo qué á mí respecta). Y al día siguiente se me presentó, para hacerme sus excusas, que yo acepté, encantado -pues solo más tarde caí en cuenta.
Mi magnífica descripción había marchado para el Paraná. Allí se publicaría en el Diario Oficial. En Santa Fe, no había diario; así habló él, continuando:
-¿Y, qué piensa usted hacer? (Ya lo sabía por mi huésped, con el que yo había tenido mis desahogos).
Le tracé mi plan, lo reprobó y me dijo:
-No, usted no se va de acá. Yo voy a darle imprenta, papel, operarios, y un sueldo, y usted nos hará un diario para sostener al gobierno.
-¿Yo? (Aquello era conjugación).
-Sí, usted.
-Yo no soy escritor.
-¡Descripciones espléndidas, sublimes, admirables!
-¡Señor!
-Nada, nada; usted se queda, reflexione. Es su porvenir.
Y se marchó, dejándome absorto.
Caí en una especie de abatimiento soporífero.
¡Yo, escribir para el público! Me decía. ¡Yo, periodista! ¡Yo!
Me paseaba agitado por el cuarto: iba, venía; en una de ésas, me detuve, me miré al espejo turbio, que era todo el ajuar de tocador, que allí había, y mi cara me pareció grotesca.
Había metido involuntariamente las manos en las faltriqueras, sentí que mis cinco bolivianos se habían reducido á casi cero, y aquella sensación dolorosa (¿ó no es dolorosa?) decidió mi destino futuro, porque me incitó á pensar, y del pensamiento á la acción no hay más que un paso.
Hice cuentas: me salían bien; ¡era la oferta tan clara!
Pero los que no me salían bien era los cálculos sobre el tiempo que tendría que invertir en escribir los artículos. Aquellas columnas macizas me horripilaban de antemano. ¿Sobre que escribiría? El público, sobre todo, me aterraba: tenía el más profundo respeto por él. Ignoraba entonces, que á veces, lo mismo lee al derecho que al revés.
Presa de esas emociones, que otro nombre no tienen, era yo, cuando se me presentó mi huésped, y abrazándome me felicitó: el ministro había dado por hecho, que yo me quedaba á redactar un periódico.
Al día siguiente, tuvimos una segunda conferencia con él, y me decidí, urgido por la necesidad ¿qué digo? Por el hambre.
Una vez solo, cara á cara, con mis compromisos, -me sentí desalentado y estuve por escribir una carta, diciendo: “Huyo, no puedo” -y por fugar. Me hacía á mí mismo el efecto de un delincuente. ¿O la audacia no es un delito algunas veces? ¿Por qué había entonces en el templo de Busiris, esta inscripción?
“Audacia”, “Audacia”, -y en el segundo pórtico interior: “No mucha audacia”.
“El Chaco” salió. ¡Qué extravagante título! Y sin embargo, fue una intuición.
“El Chaco santafecino” es hoy día, sin la navegación del Salado, lo que yo profetizaba.
Don Juan Pablo López, ¿no había preguntado al verme: ¿Quién es aquel profeta?
¡Y después dirán que no es uno profeta en su tierra!
Mi colega y mi hermano en la Cámara de Diputados, el doctor Basualdo, compartió conmigo las primeras tareas de la imprenta. Era un chiquilín; pero debe acordarse de Juan Burki, el editor responsable, pro forma, un pobre colono sin trabajo, que andaba casi con la pata en el suelo. La primera vez que le pagaron, lo primero que hizo fue comprarse unas botas en la zapatería de enfrente, -botas que fueron su martirio físico y moral. Primero, por lo que le hacían doler; después, porque nadie reparaba en ellas, ex profeso, tanto que, á las pocas horas de haberlas inaugurado, no pudo resistir, y reuniendo a los tipógrafos y señalándoselas les observó, en su media lengua: “Ese botas, lindo”.
Los tipógrafos soltaron una carcajada homérica, y le enseñaron colgadas en una aldaba, sus alpargatas sucias y rotosas de la víspera, como diciéndoles: “Te conocemos; la mona, aunque se vista de seda, mona se queda”.
¿A qué contar mis primeras angustias, mis partos para producir? Harían llorar y estoy harto de tristezas.
Pero no omitiré aquí, que era yo tan pobre entonces, que yo tenía más cama que las resmas de papel: es un buen lecho de algodón.
Querido Vedia:
Me decía usted ayer:
“¿Qué es lo que hace usted, general, para escribir como habla?”
“Mientras me da la respuesta á esa pregunta y mientras me refiere, cual me lo tiene prometido, cómo el hambre le hizo escritor, veamos qué otra dificultad se presenta para el éxito de la conversación escrita”.
Contesto: me ha parecido más natural, más propio, más concienzudo, pagar la deuda que voluntariamente contraje, contándole primero cómo fue que el hambre me hizo escritor.
Ya está pagada. La otra, que usted me imputa con su gentil curiosidad, también la acepto, la reconozco, -mas será para después. Necesito tomarme para ello algún tiempo moral, siendo el asunto ó tema algo más subjetivo que éste.
Hoy por hoy, concluyo, sosteniendo que sólo los que han sido pobres merecen ser ricos. De ahí mi poca admiración por los grandes herederos, que no tienen más títulos que sus millones, -mi estimación, mi aprecio, mi respeto, por todo hombre que se hace á sí mismo.] (Lucio V. Mansilla – Fragmento.)
Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.
[1] Rosa, José María. Historia Argentina Tomo VI. Buenos Aires, Editorial Oriente, 1992, p. 138.
[2] Agustí María Vilà i Galí Ingeniero. Navegants i Mercaders – Una nissaga marinera de Lloret. La Selva, Lloret de Mar, Publicación Nº 4 del Club Marina “Casinet”, 1989, p. 126. Dedicatoria tras la portada: “Para Dña. Nidia Orbea de Fontanini compañera de inquietudes del espíritu e inspiradora de nuestra Cataluña y de su Argentina. Bien Cordialmente. (Firma Agustí María) Lloret de Mar 2. Enero 1990.”
[3] Ibidem, p. 26.
[4] Ibidem, p. 126-127.