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“La única realidad es el aula”.

Entre la vulgaridad y la urbanidad.

Entre la coyuntura y la estructura.

Riesgos del pragmatismo.

Alfabetos… ¡analfabetos!.

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La periodista Verónica Chiaravalli integrante de la redacción del diario La Nación de Buenos Aires, Argentina, entrevistó en febrero de 2004 al profesor Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras.

(Es oportuno reiterar que este entusiasta comunicador nació en 1939 en Gualeguaychú (provincia de Entre Ríos) y que en la Universidad de La Plata cursó y concluyó el Doctorado en Letras, siendo aún titular de la cátedra de “Literatura Argentina”. Dirige el curso de postgrado en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral y el primero de marzo será incorporado como Miembro de Número en la Academia Nacional de Educación.)

Distintos medios de información, en los últimos años con datos estadísticos confirman que resulta catastrófico el porcentaje de alumnos que no aprueban los exámenes de ingreso a las universidades nacionales debido a excesivas carencias, básicamente en las áreas de idioma castellano y matemáticas.

Sabido es que el profesor Barcia ha podido reunir suficientes experiencias como para opinar acerca de tales  procesos de aprendizaje y directamente ha podido comprobar algunas dificultades en la articulación entre los niveles de formación del secundario y el terciario o universitario.

Desde su punto de vista, “La libertad de expresión es una mentira… cuando las personas carecen del vocabulario apropiado para expresar con precisión lo que piensan.”

Tal conclusión es el resultado de escuchar o leer lo expresado por los adolescentes, quienes usan un vocabulario mínimo incluyendo abundantes expresiones del lunfardo o palabras de otros idiomas.  Destaca la periodista que “según el académico, ésa es la clase de jóvenes que la Argentina produce cada vez más desde hace algunos años, porque se ha ido desatendiendo en las escuelas el trabajo de enriquecer y ejercitar el habla de los alumnos.

El problema, a su juicio, sería consecuencia de otro mayor: el progresivo deterioro de la enseñanza en el país, para el que no ve una solución inmediata. Porque Barcia es optimista, pero también escéptico. Si bien aprueba, en líneas generales, la actuación del gobierno nacional, no deja de señalar lo que considera una ausencia de programas y objetivos de largo plazo, con los perjuicios que esto causa, particularmente en el campo de la educación.”

“Decadencia generalizada de la lengua”…

El profesor Pedro Luis Barcia expresó:

“-En nuestro país, como en cualquier parte, el nivel de expresión difiere según los ámbitos y el nivel cultural de las personas. Lo que se advierte es una decadencia generalizada de la lengua en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, su riqueza, un valor importantísimo no tanto por razones gramaticales como culturales, relacionadas con la identidad nacional, la libertad de expresión y, por lo tanto, con la formación del ciudadano. En segundo lugar, su calidad: la lengua se ha vulgarizado. Esta decadencia se aprecia especialmente en el ámbito de los medios de comunicación, sobre todo en los orales. Aunque no hay que demonizar a la televisión y a la radio, se da en ellas una despreocupación creciente y yo diría que hasta un placerse en esta forma vulgar o pobre de hablar. Entonces, nos encontramos con una situación bastante penosa, porque no sabemos si los animadores o locutores hablan así deliberadamente o porque no pueden hacerlo de otra manera y pretenden disimular esa limitación con el falso argumento de que quieren ser fieles al habla del pueblo. Pero lo curioso es que el pueblo, en general, no habla vulgarmente, sino popularmente. Aquellos animadores radiales y televisivos suelen confundir lo vulgar con lo popular. El problema, sin embargo, comienza antes de llegar a los medios de comunicación. La pobreza expresiva ha ido creciendo hasta tal punto que hoy el alumno promedio no puede expresar lo que piensa porque carece de la riqueza lingüística necesaria para hacerlo. Entonces se entra en un círculo vicioso en el que la libertad de expresión se convierte en una mentira, porque quien no tiene el vocabulario adecuado no puede expresar su pensamiento en forma precisa y con todos sus matices.” /…/ “…los responsables de esta situación no son los medios sino la educación argentina. Hoy, difícilmente se trabaje la lengua en clase como se hacía antes, porque no hay tiempo para hacerlo. Si uno tiene 45 alumnos en un aula es difícil que pueda tomar exámenes orales, de modo que se toman exámenes escritos, y esto empobrece la elocución del alumno. Lo que ocurre en este momento es que se ha perdido de vista el hecho de que el ochenta por ciento de la vida de una persona se hace con comunicación oral, no escrita. Y la expresión oral está siendo descuidada por la educación. En las universidades se toman cada vez más exámenes escritos y menos orales. Yo soy profesor de una facultad de comunicación y el primer ejercicio que hago consiste en que el alumno se presente y diga quién es. La mayoría no sabe hacerlo, porque le falta ejercicio y porque, además, nunca se ha puesto a pensar cómo vende su imagen en una reunión diciendo cuáles son sus cualidades y sus limitaciones.”  /…/  “…no ha tenido maestros ni profesores que cultiven la riqueza y la flexibilidad de la lengua, y cuando el chico entra en contacto con la radio y la televisión se encuentra con animadores que hablan con la misma pobreza que él. Entonces, se siente justificado. Así, los medios, aunque no lo quieran, se convierten en escuelas de ratificación de los errores y limitaciones del alumno.”

Entre la vulgaridad y la urbanidad…

Tras una oportuna referencia de la periodista, el profesor Barcia dijo:

“-Usted puede recorrer toda la obra de Fray Mocho y la de todos los costumbristas argentinos y no va a encontrar brutalidades ni vulgaridades. Encontrará dobles sentidos, alguna expresión brusca, natural y espontánea, que es propia de la lengua. El pueblo siempre es muy rico y muy gráfico para expresarse. Entonces ejemplifica con partes del cuerpo humano o con funciones del organismo humano, eso es natural, pero hacer todo el discurso en esta modalidad es un hecho desgraciado, porque entonces el habla se reduce a lo que se podría llamar la región subumbilical: lo que está por debajo del ombligo justifica el idioma. Los costumbristas enriquecen mucho el idioma al incorporarle modalidades expresivas, pero usted no va a encontrar que un buen escritor use una puteada o una grosería por día, que es lo que a veces se escucha por televisión.  Una puteada situada en su contexto es un elemento orgánico, expresivo y contundente. A nadie se le ocurre decir ‘recórcholis’ o ‘cáspita’ cuando lo pisan o lo empujan en un micro (aunque, por otra parte, la urbanidad lleva a que uno piense dos veces lo que va a decir en una situación así). Ahora, si yo soy novelista o creador de personajes de ficción y tengo que hacer hablar a mis criaturas, trato de que hablen en el lenguaje adecuado a la historia y a sus respectivos papeles dentro de ella. Pero interesa que ese novelista muestre que tiene otros registros, porque si no los tiene, estamos ante el caso que mencionábamos antes: el de alguien que pretende disimular sus limitaciones (la incapacidad de escribir en otro registro que no sea el vulgar) con la excusa del estilo. Todo el manejo del idioma consiste en un problema de adecuación.”

Entre la coyuntura y la estructura…

En torno a la realidad nacional, el profesor Barcia expresó:

“-Este gobierno está haciendo cosas muy importantes, sin duda, como la revisión de la Corte Suprema, más allá de las opiniones que uno pueda tener sobre los candidatos que propone. También es importante lo que está haciendo en materia de derechos humanos, con excepción de la política hacia Cuba: no veo por qué no se define la cuestión con claridad y se dice que en Cuba hay una dictadura que está en contra de la vida democrática y de los derechos humanos. Por otra parte, este gobierno se ha preocupado por combatir la corrupción. Pero veo, por ahora, pocas expresiones de planes y programas de mediano y largo plazo. Es decir, estamos viviendo pendientes de la coyuntura, del parche y de la situación que hay que negociar. Es comprensible que esto sea así por un tiempo, dada la situación que se heredó, pero la política no es ir de coyuntura en coyuntura y jugar una contradanza permanente. Lo que no se puede extender por mucho tiempo más es la ausencia de planes, porque uno tiene que programar lo que desea hacer y, en la medida en que los argentinos sepamos cuáles son los objetivos del Gobierno en cada área, podremos acompañarlo o criticarlo. Los países se levantan con un proyecto claro.”

La periodista le preguntó que opinaba acerca de lo educativo y el talentoso maestro contestó:

“-No se han planteado reformas estructurales, que son necesarias. El Ministerio de Educación ha llevado adelante una campaña regalando libros en las canchas de fútbol y en distintos puntos turísticos del país, tarea absolutamente positiva, porque el destino de los libros es siempre misterioso: nunca se sabe hasta dónde pueden llevar al lector.  Ahora bien, el hecho de regalar libros tiene un impacto mediático importante, pero no va a lo hondo del problema, que es la calidad de la lectoescritura y la formación del hábito de la lectura, que se crea antes de los 16 años.  El sesenta por ciento de los alumnos que salen de las escuelas no sabe leer comprensivamente.  Solucionar este problema es prioritario. Hace dos años, en Francia, las autoridades educativas detectaron un diez por ciento de incomprensión lectora en los alumnos y cambiaron todo el sistema de enseñanza. Aquí todavía no se ha hecho nada. La lectura libera, acompaña, revoluciona.  Es de una riqueza increíble. Por eso, que no se la atienda debidamente es un crimen.  Hay que tomar a la criatura desde que comienza a dar los primeros pasos y acompañarla en el proceso de aprendizaje de la lectura y la escritura. Y en esta tarea no se puede improvisar. Lo digo por experiencia: crearle el hábito de la lectura a una persona mayor de veinte años me ha costado un esfuerzo enorme.  En cambio, es mucho más fácil hacerlo cuando un chico tiene quince años.  Siempre que el docente sepa qué es lo que hay que darle para leer. Es como aquel que decía: ¿usted cómo le enseña a leer latín a Juan? Primero, es necesario saber latín, cosa que no siempre los docentes saben (no latín, sino la materia que tienen que enseñar); segundo, hay que saber cómo se lo enseña, y tercero, conocer a Juan. ¿Qué le gusta a Juan, la novela policial? Bueno, entonces uno empieza por Conan Doyle y termina en Borges. Pero esa progresión se da porque sé qué le interesa al alumno. Hay que retomar esos centros de interés de los que tanto ha hablado la pedagogía. El docente actual (lo veo sobre todo en los muchachos que estudian en la universidad) cree que todo lo que aprende él le puede interesar a un chico de 15 o 16 años.  No es así, y en la educación no se puede operar con presión, hay que hacerlo con seducción.  Si a usted la obligan a leer el ‘Quijote’ en un momento inadecuado, en su vida querrá volver a leerlo. En cambio, si le dan una selección de capítulos que pueda entender y asociar con su propia realidad, usted, en el futuro, seguramente será lectora del «Quijote». Yo, para que los chicos leyeran ‘La Celestina’, les dije que había pasajes que no quería comentar en clase porque prácticamente rayaban lo pornográfico. Al día siguiente todos habían leído el libro. Por eso, volviendo al tema, creo que hay que terminar con las disputas acerca de los métodos pedagógicos y empezar a dar clases. Lo que pasa en estos momentos es que no hay actos de enseñanza y de aprendizaje en el aula.”

(Párrafos para leer y releer, para analizar, comparar e imaginar cómo se puede avanzar hacia la educación permanente por el arte… de vivir y convivir.

A fines de la década del ’70 ya se percibía una declinación en los resultados del aprendizaje.  Experiencias directas en una escuela con más de seiscientos alumnos en un turno, donde ingresaban estudiantes distribuidos en seis divisiones con aproximadamente cuarenta alumnos, se iba produciendo un desgranamiento por insuficiente rendimiento durante sucesivas etapas de aprendizaje y por aplazos en los exámenes. Como no era posible aumentar el presupuesto, sólo funcionaban cuatro divisiones en cuarto y en quinto año, siendo en algunos casos un grupo de cincuenta y dos alumnos el que debía ser orientado y evaluado durante escasos cuarenta minutos diarios, en algunas materias con sólo dos horas semanales.  No es necesario explicar más… Tales datos son contundentes… Desde el comienzo de mi labor en las aulas, realicé un fichaje diario de los alumnos incluyendo la información más significativa y que generalmente es ignorada por la mayoría de los docentes: la que surge si se dialoga con los alumnos en algún recreo o durante alguna hora libre…)

Hay que tener en cuenta otras observaciones del profesor Barcia:

“…se han aflojado la exigencia de rendimiento y el concepto de autoridad. También porque falta una buena formación de maestros y de profesores. No hay responsabilidades por parte del alumno porque no hay exigencia. ¿Queremos ciudadanos con esta formación? Que la escuela contenga al alumno en situación de riesgo social es muy importante, pero la escuela no está hecha exclusivamente para la contención, y si sólo se dedica a eso pierde su papel específico. Hay que volver a enseñar.”  (Sería óptimo que se intentara predicar, con ejemplos más que con palabras…)

Riesgos del pragmatismo…

Es insoslayable el rol del educador y en consecuencia, hay que tener en cuenta en qué condiciones está trabajando y qué recursos tiene a su alcance para desarrollar su misión con eficiencia y eficacia.   El profesor Barcia ha manifestado:

“-Al docente se lo ha vapuleado, y hay que gratificarlo. El docente no gratificado es un elemento resentido, disminuido. Yo, para que no me roben cuando me voy de vacaciones, pongo en casa un cartel que dice: «Docente». Jamás se le ocurre a un ladrón entrar en casa porque sabe que no va a encontrar nada, tal es la situación paupérrima en la que estamos los docentes. Aquí, la gente que piensa tiene que ser prestigiada. Hay al respecto una falsa anécdota de Aristóteles. Estaba el filósofo sentado en el umbral de su casa, con la mano en el mentón, cuando pasó un vecino que le dijo: ‘¿Descansando?’

‘No, trabajando’, le respondió Aristóteles. Al día siguiente, estaba el filósofo cavando una zanja cuando pasa nuevamente su vecino. ‘Ah, trabajando’, le dice el hombre. ‘No, no, descansando’, responde Aristóteles. Ese vecino fue el primer pragmático de la Historia.   Pobre del pueblo si llega a ser gobernante.)

Alfabetos… ¡analfabetos!…

Las consecuencias de tantos errores en el impulso de aparentemente actualizadas políticas educativas y la promoción de alumnos sin aptitudes para continuar estudios superiores o comenzar a trabajar en las áreas pertinentes a su formación no se manifiestan inmediatamente.  Por eso es razonable lo expresado por el profesor Barcia:

“El chico que, dentro de seis años, salga de un polimodal, se presente en una oficina a buscar trabajo y escriba «senior gefe» tiene la vida anulada. ¿Quién se hace responsable de esto? Nadie.” /…/ “Aquí, conscientemente, se especula con que dentro de nueve años ¿quién se va a acordar de cómo se gestó esto? Y por eso se dan las cosas así.”

Luego, insistió en que “la educación es una tarea de siembra, y en la siembra que se deja de hacer se van sacrificando algunas generaciones. Por eso, no se puede perder más tiempo. ¿Sabe cuál es la frase que el general Perón no dijo, pero que, a lo mejor, pensó? La única realidad es el aula. Allí se juega todo. Tanto, que si el sistema es malo pero el docente es bueno el alumno igualmente avanza.”

(¿Quiénes son los responsables?… ¿Y los irresponsables?…

Mientras tanto, hay millones de niños y de jóvenes que “están solos”…

“y esperan”…

…que otros tantos adultos, despierten de “la siesta de la mediocridad”…)

 

 

Recopilación y síntesis: Nidia Orbea de Fontanini.

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