Estás aquí
Inicio > Política >  José Carmelo Busaniche, el predicador.

 José Carmelo Busaniche, el predicador.

Aproximación biográfica.

Busaniche y sus  relatos sobre Sarmiento y Urquiza.

Contrastes en las historias de Rosas y de Urquiza.

1998: José Carmelo Busaniche en la memoria de Gastón.

2000: del arcón de los testimonios escolares y educativos.

Páginas voladoras para sus alumnos.

Oración Patriótica.

1949: desdoblamiento.

1981: Conmemoración del 25 de Mayo de 1981.

 

Escribí algunos datos referidos al doctor José Carmelo Busaniche mientras elaboraba síntesis de efemérides de 1990 que eran difundidas desde el Centromultimedios “Biblioteca de la Legislatura de Santa Fe”, año tras año desde 1987…

Aproximación biográfica…

“José Carmelo Busaniche, nació el 4 de mayo de 1910. Dedicado a la docencia, ejerció la cátedra de Historia Argentina en la Escuela Normal Nacional y se destacó como profesor en la Escuela Superior Nacional de Comercio «Domingo Guzmán Silva» de Santa Fe.  Autor de numerosas investigaciones consultando nuevas fuentes de información, entre ellas la documentación pertinente al gobierno de don Mariano Vera; los antecedentes del Congreso Constituyente de 1853 a través del periódico «La Voz de la Nación Argentina» editado en Santa Fe durante aquellas memorables jornadas.  Admirador de la personalidad del autodidacto Domingo Silva, elaboró su biografía consciente de la importancia de las vidas ejemplares para ser emuladas en sus valores trascendentes.  Recopiló y publicó las leyes provinciales, primera obra de esas características en la provincia.  En 1946, Editorial Colmegna editó «Hombres y Hechos de Santa Fe», primera publicación de la «Colección Nuevo Mundo» dirigida por  el destacado escritor y periodista Luis Gudiño Krämer.  Falleció el 6 de septiembre de 1978.”

Busaniche y sus  relatos sobre Sarmiento y Urquiza…

En 1992, durante el desarrollo de la trayectoria de Maradona: tres personalidades ejemplares, teniendo en cuenta la presencia del doctor Esteban Laureano Maradona en el acto de asunción del gobernador Carlos Alberto Reutemann;  necesité aludir a las señales que había dejado el estudioso y perseverante José Carmelo Busaniche y escribí:

A fines de enero de 1870, el gobernador Mariano Cabal recibió en Rosario al presidente Domingo Faustino Sarmiento, acompañado por una «selecta comitiva» -al decir del historiador José Carmelo Busaniche-, «la integraban el doctor José B. Gorostiaga, Ministro de Hacienda; el conde Amelot de Chaillon, encargado de negocios de Francia; el Conde De la Croce, Ministro de Italia; los Ministros de Prusia y Estados Unidos, señores Le Maistre y Kirk», entre otros.  [1]

En esa ciudad hubo un acto con motivo del «licenciamiento de los guardias nacionales santafesinos que habían combatido en la guerra del Paraguay y volvían a sus hogares» y luego el Presidente se trasladó a la ciudad de Santa Fe.  El gobernador había delegado «el mando en su joven ministro, el Dr. Simón de Iriondo, que fue quien presidió en la Capital la recepción oficial.  Dos mil personas se reunieron para esperar al Presidente.  En el café de la plaza se le sirvió un refresco.  Por la noche, Cabal dio un baile en su honor en la Chinesca», el palacete que construyó el político Ing. Larguía y que luego pasara a su poder. [2]

La visita del Presidente Sarmiento generó diversas expectativas y «en el deseo de que pudiera apreciar el adelanto de las colonias, que era para los santafesinos un motivo de orgullo, el Gobernador organizó una visita a Esperanza.  Acompañado por las autoridades provinciales y un gran número de vecinos, el Presidente Sarmiento partió para ella el 28 de enero».

El entusiasta y joven político Waldino Baldomero Maradona, participó en esos actos.  En Esperanza el presidente visitó las dos escuelas -católica y protestante-, comprobó que en cada una de ellas «se impartía la enseñanza, conjuntamente con la instrucción religiosa respectiva» y advirtió «la asistencia a la misma escuela de niños de ambos sexos; que Esperanza había logrado lo que en Buenos Aires no había podido conseguirse todavía.»  En su honor hubo un banquete y en su discurso el presidente Sarmiento después de agradecer «la recepción que se le había hecho», «los incitó a no rendir culto al fanatismo de las creencias, a mantener en alto la bandera de la tolerancia recíproca y a vivir como una sola familia, en el seno de la tierra que habían aceptado por segunda patria».  [3]

La semana siguiente, el presidente Sarmiento con la mencionada comitiva, viajó hacia Concepción del Uruguay en el buque de guerra Pavón, acompañado por el gobernador Mariano Cabal, amigo y socio de Urquiza en algunas empresas.

Contrastes en las historias de Rosas y de Urquiza…

Desde distintas perspectivas se han escrito incontables páginas sobre las circunstancias que motivaron ese sorprendente encuentro del estanciero Urquiza y del maestro Domingo Faustino Sarmiento, precisamente el 3 de febrero de 1870, fecha en que se conmemoraba el décimo octavo aniversario de la batalla de Caseros, cuando el Gral. Urquiza venció al Brigadier Gral. Juan Manuel de Rosas.  Los honores preparados por Urquiza estimularon la arrogancia de Sarmiento, quien expresó: «Ahora sí me creo el presidente de la República, fuerte por el prestigio de la ley y el poderoso concurso de los pueblos».  Después visitaron otras colonias donde la agricultura contribuía a la integración de los pueblos.

Distintos historiadores han comentado las cartas que en ese tiempo se escribían Urquiza y Rosas, datos que reflejan una vez más la compleja trama de la historia de la Historia de los argentinos.

Las intrigas y el odio tejieron la urdimbre de una cruel confabulación cuyo desenlace modificó la situación política en todo el país.  Ricardo López Jordán insistía en la defensa de la autonomía entrerriana y se manifestaba enemigo de Urquiza, razones que motivaron una creciente desconfianza y la sospecha de que intentaría matarlo.  En algunas crónicas se comenta que en aquel tiempo se programaron otros atentados para eliminar al General Urquiza y «en el proceso consiguiente ante el juez Miguel J. Malarin, se vio implicado en alguna forma Adolfo Alsina».  La Suprema Corte condenó a muerte a Lucas Bergara pero le fue conmutada la pena y fue desterrado mediante un decreto firmado por el vicepresidente Salvador del Carril, refrendado por el ministro Pedro Lucas Funes.

En el otoño del año 1870, la oscuridad era un escudo para el feroz ataque y por la parte posterior del palacio entraron aproximadamente cincuenta paisanos que hicieron alarde de sus habilidades como jinetes y en el uso de las armas de fuego y de las armas blancas, demostrando los límites de su criminalidad.  En vano Urquiza trató de defenderse con la escopeta que le acercó su esposa.  Empezó el tiroteo y uno de los asesinos dio en el blanco; lo socorrieron sus hijas y estaban abrazándolo cuando fue atacado con profundas puñaladas.  El entusiasta estanciero, el eficiente empresario de la industria del tasajo y de los cueros curtidos, el propietario de una línea de navegación y el inversor para la construcción de líneas de ferrocarril, cayó muerto en un rincón del dormitorio el 11 de abril de 1870 a las siete y media de la noche:  Desorientados estaban sus familiares, entre el Amor y el odio, entre el horror y la Esperanza.  La historia ha reiterado que «el general acababa de rehusar una propuesta hecha por ciertos industriales, quienes le ofrecían el pago de una suma anual de pesos 100.000 tan solo para tener derecho a cazar avestruces dentro de su inmenso predio».  Puede dar una idea de la grandiosidad de esta finca la cifra de sus ganados, que según una estadística fidedigna estaba representada por 350.000 vacunos, 80.000 carneros y 50.000 caballos.  [4]

Asesinaron a Urquiza y allí se destacaban algunos de sus sueños: el altar construido en cedro con aplicaciones de oro; el baptisterio donde se guardaban la casulla y otros ornamentos utilizados por el Nuncio Pontificio en la celebración de la primera misa el día de San José -19 de marzo- de 1859, adquiridos en Barcelona por intermedio de don Salvador Ruseñol.  Descansaba definitivamente el General Urquiza, y su lanza obsequio del herrero Pedro Guindón, usada también por Benjamín Virasoro en la batalla de Caseros.  Se truncaron las obras que convertían en realidad sus sueños terrenales: quiso ser un colonizador más e «intentó atraer a cien mil inmigrantes de la industriosa Cataluña para iniciar el proceso desarrollista en Entre Ríos».  Quedaron para servir a sucesivas generaciones, las líneas del ferrocarril Primer Entrerriano -Entre Riano- desde Puerto Ruiz a Gualeguay y estaba proyectando la línea Este de Concordia a Curuzú Cuatiá.  En el monumental lago artificial de ciento metros de largo por ciento veinte de ancho, con una profundidad de cinco metros; rodeado por una verja de hierro forjado quedó anclado el San Cipriano, con su máquina a vapor en descanso.  No hubo entusiasmo para organizar otras fiestas venecianas como las que tanto alegraron al General y a sus huéspedes.  

Sepultado el General Urquiza, en las salas de su lujosa residencia quedaron los testigos mudos de algunos de sus sueños: el arte del dibujante inglés Thomas J. Page.  Afuera, estaba la majestuosa capilla que había sido diseñada por el arquitecto italiano Pedro Fossatti -el artista que diseñó la residencia y la iglesia de Concepción del Uruguay que se construyó en el mismo tiempo-; allí seguían luciéndose los ornamentos arquitectónicos y religiosos construidos por Antonio González en Concepción del Uruguay; los frescos del pintor Juan M. Blanes; las tallas de madera de distintas procedencias; las tres pilas de agua bendita que llegaron en 1857 desde Génova junto con los azulejos traídos desde Pas de Calais en Francia y es oportuno decir que una de las pilas es exactamente igual a la existente en el Vaticano.  Silenciosas estaban las campanas hechas por don Antonio Massa en Buenos Aires; no había cantos en el palco; se veían en posición vertical las magníficas obras de los tallistas españoles José Clusellas – y Pedro García; nadie rezaba en ese momento ante la imagen de San José y el Niño Jesús -regalo de su primo Máximo de Elia diez años antes-, obra del grabador italiano Pablo Cataldi que «tenía un espléndido vestido de terciopelo bordado en oro y piedras; estaba desocupada la habitación del capellán”…  [5][6]

1998: José Carmelo Busaniche en la memoria de Gastón…

Durante una de las tantas armoniosas tertulias con Gastón y Charito, hablamos sobre otros de sus proyectos en marcha: el libro que había empezado a escribir rememorando el tiempo compartido con Carmelo, su amigo y el hombre que aspiraba a “alentar los sentimientos de libertad que en lo que respecta a las provincias finca en su autonomía formando parte de una Nación organizada según su código político “…   [7]

En ese tiempo, anoté:

El maestro Busaniche en sus clases reiteraba el nombre del rey Nabucodonosor, el gobernante piadoso y sensible que reorganizó y embelleció la ciudad, mientras distintos intereses generaban una compleja trama de fuerzas internas, donde el sector militar promovía el expansionismo y el clero poseía la mayoría de las tierras y controlaba parte de la actividad económica.  El maestro era admirado y respetado; había demostrado con frecuencia ser piadoso porque toleraba algún olvido sugiriendo otro repaso.  Al saludar a sus alumnos cuando se encontraban caminando lentamente por calle San Martín o por General López, irradiaba su cordialidad cada vez que pronunciaba sus nombres.  Se reflejaba su ternura en los espontáneos juegos de sus hijos…

El reloj indica que llegó el momento de continuar mi misión personal desempeñando otros roles y se plantea la inevitable conclusión de esta breve reseña. Siento que estas líneas son un símbolo del espíritu viejo que anima desde entonces a la ciudad nueva, porque perdura el valor de la lealtad y se consolida el sentimiento de gratitud, pilares de una fraternal convivencia.  Intuyo el eco de la voz de Busaniche desde la calle General López transponiendo las torres de la Iglesia del Carmen donde tañe todavía la campana del Cabildo santafesino”…  [8]

Percibo otros ecos…

“…La educación es una tarea de siembra, y en la siembra que se deja de hacer se van sacrificando algunas generaciones. Por eso, no se puede perder más tiempo. ¿Sabe cuál es la frase que el general Perón no dijo, pero que, a lo mejor, pensó? La única realidad es el aula. Allí se juega todo. Tanto, que si el sistema es malo pero el docente es bueno el alumno igualmente avanza.”

Pedro Barcia – Febrero de 2004.

Miembro de la Academia Argentina de Letras.

(Diálogo con la periodista Verónica Chiaravalli,

diario “La Nación” de Buenos Aires.)

2000: del arcón de los testimonios escolares y educativos…

Sabido es que hay posibilidades de asistir a clases en distintas escuelas y ser conducidos hacia el aprendizaje de determinados conocimientos.

Sabido es también que algunos alumnos en esas circunstancias, lograr avanzar en su educación, son estimulados hacia la autoestima, el autocontrol y el autoaprendizaje continuo.

En esa confluencia se desarrollaba la labor formativa del abogado que era  ¡un MAESTRO”… y que sus alumnos solían reconocer con un solo nombre: ¡Carmelo!…

Diez días después de iniciado el invierno del último año del siglo XX, siguieron deshojándose algunos árboles y cayeron marchitas flores.  El sábado 1º de julio a las 0:15 se generó el último desprendimiento de nuestro amado Eduardo…  [9]

Días después, con emoción intensa recorrí con la mirada aquellos papales amarillentos y “pecosos” que él había guardado bajo llave durante varias décadas.   Estaban también algunas páginas que dejó su hermano Carlos cuando en 1948 viajó a Buenos Aires para asumir como Inspector Administrativo en el Ministerio de Educación que recién se creaba… Cuando regresaba hacia fin de año, con Perla -su mujer, también contadora y egresada de la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo guzmán Silva”-, solíamos rememorar anécdotas y nombrar a profesores: una vez más seguía vigente la prédica de Carmelo Busaniche…

Páginas voladoras para sus alumnos…

Ha comenzado septiembre, otro mes con singulares connotaciones.

¡Septiembre: Mes de la Educación!…

Encuentro con los bordes desparejos por algunos dobleces y pequeñas roturas del papel, cuatro hojas voladoras que el maestro José Carmelo Busaniche hizo imprimir en 1939, con el propósito de difundir algunas referencias a hombres y hechos reiterando lo expresado en su último discurso de mayo de ese año. Después, evidentemente lo entregó a sus alumnos porque así está manuscrito en la primera página:

“A

mi alumno

Carlos Fontanini,

afectuosamente.

  1. Busaniche (firma con rasgos sensibles, abreviados.)

Junio de 1939.”  [10]

Oración Patriótica

Pronunciada en la Plaza San Martín.

25 de mayo de 1939.  [11]

 

“Excelentísimo Señor Gobernador,

Señor Comandante del Primer Ejército.

Señor Comandante de la Cañonera Independencia,

Señoras / Señores:

Cuentan viejas crónicas lugareñas, que el 4 de junio de 1810, en momentos que Santa Fe dormía, un cañonazo disparado en la Plaza Mayor, rasgó el plácido silencio de la siesta, despertó a sus habitantes, alarmó a sus mujeres, y estremeció las casas de la aldea, ese puñado de casas chatas y blancas, que parecían agruparse al amparo de las alas abiertas del Cabildo.  Y cuando los hombres avezados ya en sacrificio, llegaron a la Plaza, el arma en el brazo, creyendo que un nuevo ataque los indios amenazaría la vieja ciudad, mientras las campanas se echaban a vuelo en las iglesias, las mujeres espiaban temerosas tras las rejas y los esclavos alborotaban despavoridos en las huertas, su Teniente de Gobernador les anunció la buena nueva de la deposición del Virrey y la constitución de la Primera Junta: buena nueva de libertad que acababa de llegar de Buenos Aires; buena nueva de libertad, que corrió velozmente por la aldea, entró en las chacras, voló a las quintas vecinas, cruzó el Paraná, y hecha un viento fresco, se coló en las ciudades del litoral, para sacar de su marasmo a la Colonia.

Aquella tarde, en la Plaza Mayor, la reunión se haría grande.  Estarían allí todos los hombres de la aldea, Juan Apóstol Martínez, José María Aguirre, Estanislao López y tantos otros, manifestarían su propósito de incorporarse a los ejércitos de América: Francisco Antonio Candioti, el príncipe de los gauchos, oiría complacido a los corrillos vivar su nombre; José Elías Galisteo, recién egresado de Charcas, anunciaría su infernal propósito de sentarse en el cabildo abierto, en el rojo sillón de Tarragona, antipático y estirado cabildante; Mariano Vera, pensaría en su hermano Bernardo, que allá en los Andes predicaba ya la libertad de Chile, y se vería acaudillando a Santa Fe, venerado y aclamado por su pueblo.  Juan Francisco Seguí el viejo, improvisaría sendos versos cantando a la libertad y execrando al despotismo; Gregoria Pérez, anunciaría su firme propósito de dar todos sus bienes a la patria naciente y el cura Amenábar, al aprobar su determinación, le buscaría seguramente un parangón en las mujeres del Viejo Testamento. Y en esos momentos, el recuerdo de dos hombres nuestros estaría en la Plaza.  Lázaro de Venialbo, el cabecilla de los siete criollos, que en 1580 se rebelaron contra el Rey Felipe y los conquistadores vestidos de hierro, y Hernando Arias de Saavedra, el primer gobernante criollo, que quería a Santa Fe como a su patria, que casó con una hija de su fundador, que vivió en ella hasta su muerte y que está todavía en la Santa Fe vieja, como si deseara, desde Cayastá, vigilar por los siglos de los siglos el litoral que tanto quiso, y tutelar para siempre el Paraná desde el atalaya natural de su barranca.

Esa fue la jornada inicial.  Después, año tras año, los hombres de Santa Fe, en los días de júbilo de Mayo, olvidaban las pequeñas rencillas de la aldea, y unían sus corazones para cantar las glorias de la patria, recordar a quienes la levantaron con su esfuerzo, y presentir la eclosión magnífica de su grandeza.  Pero nuestros abuelos, ya no estaban solos en el recuerdo y en la esperanza.  Otros hombres venían desde las colonias para entonar con ellos el himno de la patria, cuyos acordes cobrarían nuevo vigor y nueva resonancias, en sus labios, habituados a cantar, allá en sus trigales, las dulces canciones de otras patrias lejanas, mientras la reja del arado roturaba la tierra y el milagro de la semilla fecundaba los campos. Ahora, es gran ciudad la aldea. Las casas poco a poco, cubrieron las chacras de antaño, entraron en las quintas, se asomaron al río, y algunas, audaces, se fueron hacia el Norte para espiar los campos millares y millares de habitantes, descendientes de hombres de todas las razas, trabajan en ella por la prosperidad de la nación; murieron los viejos abuelos, y henos aquí a nosotros, reunidos al pie de la estatua del capitán de América, olvidados de toda pasión subalterna y unidos por el sagrado amor a la República, para cantar, en la vieja ciudad de Garay, el himno de las glorias de la patria.

La empresa de Mayo asombraría en sus comienzos por su audacia temeraria, pero ahora admira por su magnífica grandeza.  Era infundir al continente un espíritu nuevo, desde esa ciudad de Buenos Aires, cenicienta de América, que veía pasar por el océano, sin detenerse en ella, a los barcos que viajaban hacia el Perú, lejano y opulento, era libertar a un mundo con paisanos improvisados en ejércitos, donde la estrategia era el coraje y la disciplina el común amor al suelo en que nacieran; era desmoronar la enorme armazón de la colonia, donde este litoral platense, cuyas ciudades vestían de pobreza y en las que los hombres pasaban de vida de zozobra y miseria; era en fin, obra d quijotes, que ahora, con ojos de cien años, parece empresa fabulosa de titanes.  Por eso la epopeya no se dice, se canta; por eso, los argentinos nos reunimos hoy para cantar el himno de la República, que es comunión de Alma con la patria, exaltación de su grandeza, invocación de sus héroes, oración por su destino, reafirmación en los hombres, esperanza en los niños; en estos niños que volverán a esta misma Plaza, bajo este mismo cielo, para cantar en la vieja ciudad de Garay, el himno de las glorias de la patria, cuando el sol no alumbre ya para nosotros y nuevas voces anden por los caminos.”

1949: desdoblamiento…

La destacada escuela superior nacional de comercio, a fines de la década del ’40 ya estaba preparándose para el traslado a la nueva sede.  La casona de San Martín 1823 donde habían crecido los hijos de José Gálvez, según dijeron los expertos, tenía algunas deficiencias que generaban inseguridad para los profesores y alumnos y entonces, siendo presidente Juan Domingo Perón y creado el primer ministerio de Educación a cargo del doctor Oscar Ivanissevich, se impulsó la construcción del edificio de planta baja y dos pisos, en la esquina de 4 de Enero 2006.  [12]

Nos imaginábamos estrenando ese moderno edificio, con gimnasio cubierto incluyendo aparatos, con piso de parquet, duchas con agua caliente, en las galerías roperos individuales para los alumnos pudieran guardar determinados elementos –luego retirados y esas bases cubiertas con cemento y convertidas en fríos asientos para los recreos…

Los expedientes que suelen ser viajeros incansables y en ese recorrido van dejando señales de sucesivas travesuras, se habían acumulado y adoptada la decisión, se generó la sorpresa: las mujeres quedarían en la casona sureña donde el hermoso aljibe del segundo patio seguiría siendo el casi mágico espacio de las confidencias, cerca de la oxidada escalera de caracol que todavía usábamos…

La directora de la escuela superior, la doctora Josefa Trento de Parera también tuvo durante aquel verano otra sorpresa: determinaron la terminación de su misión como directora de la Escuela Domingo Silva, nombraron al director pertinente y en la recién creada Escuela Nacional de Comercio de Mujeres, asumió la dirección el taquígrafo Julio E. Natella, también preceptor y profesor.

(No he investigado con documentos a la vista sobre las razones de ese desdoblamiento, deduzco que fue por los problemas que se crearon al funcionar la escuela en la nueva sede en un turno, mientras tantos profesores trabajaban en otras tareas por la mañana y a la tarde dictaban cátedras.   Así fue como quedamos las niñas en el viejo local: no nos resultó grato tampoco el nombre del nuevo establecimiento Escuela Nacional de Comercio de Mujeres pero comprendí luego que habían solucionado aquel problema fundamental, ya que nuestra recién nacida escuela, funcionó sólo en el turno tarde y en una época en que también los días sábado debíamos asistir a clases. Desde fines de la década del ’40, ya no fue posible seguir viendo a algunos destacados profesores, entre ellos a Leoncio Gianello, Miguel Cabanellas, Carmelo Busaniche…

Dos años después, ya se la reconocería como Escuela Nacional de Comercio “Eva Perón” hasta que el huracán del 16 de septiembre de 1955 arrasó con ese nombre y por la rápida acción de un portero, no alcanzaron a destruir el busto porque envuelto en arpillera fue retirado y entregado a la profesora Arcelia Ayala, donante y una de las gestoras de aquel homenaje…  Asumió el interventor Dr. Diego Ulibarrie.

Fue casi por casualidad que aún vigente el decreto 4.161 del 5 de marzo de 1956, tras el fallecimiento del profesor Escobar Cello fuera convocada para desempeñar algunas de esas cátedras por el cordial doctor Ulibarrie, una persona mayor y por lo expresado durante aquel primer diálogo, sensible a los límites que determinan las cotidianas acciones de los seres humanos.  Así fue como a partir del 9 de agosto de 1957, retorné a esa casona que tanto significaba por las vivencias acumuladas en el quinquenio 1945-1950. Durante la década siguiente, culminaron las gestiones para el traslado: empezó a ser compartido el edificio de Vera y 4 de Enero: en el turno mañana la Domingo Silva  y en el turno tarde la Juanita del Pino, cada organismo con funcionamiento autónomo, con sus correspondientes autoridades.  Comenzó una nueva etapa con encuentros y desencuentros, como suele suceder si es imprescindible compartir espacios, usos y responsabilidades.  En ese tiempo, ya dirigía la Escuela de Comercio “Juana del Pino de Rivadavia”… la profesora Lillián Norma Levatti, también docente en el nivel terciario y universitario.)

1981: Conmemoración del 25 de Mayo de 1981.

Casi en el ocaso del Proceso. Lillián Levatti se desempeñaba en el Ministerio de Educación y Cultura de la provincia -a cargo del Capitán de Navío Eduardo A. Carreras-, siendo Subsecretaria de Educación la Prof. Zulma Lagrange nuestra inspectora zonal en las escuelas de enseñanza media, nacionales.

En ese tiempo, presenté varios proyectos de renovación educativa, algunos aprobados. En la escuela Juana del Pino de Rivadavia, me encomendaron la organización del acto conmemorativo del 25 de mayo de 1810.

Acentuaba aún más mi pequeñez, la magnitud de los recuerdos de los discursos que había escuchado con los pies apoyados sobre los mosaicos blancos y negros del amplio primer patio de la escuela de San Martín 1823…

¡LA ESCUELA!

Elaboré el plan del acto y preparé los textos necesarios para que la Dirección aprobara previamente la propuesta.

Escribí esto: “POR LA PAZ” sobre una cinta celeste y blanca, que coloqué en el ángulo superior izquierdo de la página donde necesité expresar:

¡Argentinos:

Hoy como siempre, prendida en nuestros pechos, la escarapela celeste y blanca, que será repartida en la puerta de entrada de nuestro Establecimiento Educativo, con nuestro mejor ruego al Altísimo:

¡POR LA PAZ!

(Y así fue, profesores, vecinos que pasaban por el lugar, antes de comenzar el acto recibieron una escarapela de las ciento que preparé colocándoles la leyenda POR LA PAZ, mediante un sello con tinta azul.

Esas iniciativas eran sólo un tenue reflejo de lo que nos habían inculcado en la familia y aquellos ejemplares profesores que supieron ser ¡maestros!… y “compañeros en el continuo crecer aprendiendo unos de otros”…

No imaginé entonces, que al horror acumulado en las últimas décadas -durante una guerra civil no declarada-, seguiría la inmolación durante la Gesta de las Malvinas:

            del 2 de abril al 14 de junio de 1982.)

Vivencias, lecturas y síntesis: Nidia Orbea de Fontanini.

 

[1] Es oportuno un breve análisis: El historiador José María Rosa destacó que Sarmiento, «en las cosas financieras nunca tomó injerencia y quedaron a cargo, como es comprensible, de personas vinculadas al capital británico: José Benjamín Gorostiaga (que en octubre de 1870 prefirió ocupar una vocalía en la Corte Suprema) y Luis L. Domínguez.  Ver Historia Argentina, t. 7, p. 240.  Una descendiente de los Gorostiaga , Maximina Gorostiaga de Mema en su Homenaje al Dr. José Benjamín Gorostiaga – Constituyente santiagueño y familia  (Santiago del Estero, ed. El Liberal, 2ª e., 1982, p. 29), expresó: «Fiel a sus convicciones y en desacuerdo con la política de Sarmiento, renunció a su cargo de Ministro de Hacienda de la Nación (Octubre de 1868) y en 1887 se retiró de la Suprema Corte de Justicia, para poner su estudio propio de abogado, destacándose en asuntos legales».  «El cargo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue ocupado por el Dr. José Domínguez».

El Dr. Gorostiaga era nieto del Capitán de milicias don José Antonio de Gorostiaga, natural de San Sebastián (España), «que fuera muerto en el Alto Perú», hijo del Cnel. Pedro Pablo Gorostiaga y de Bernardita Frías y Araujo.   Su padre fue Ministro Tesorero de la provincia, decidió renunciar porque «se hacía insostenible el proceder de Ibarra»; «pero la astucia de sus enemigos, tramó una conspiración contra don Felipe Ibarra donde se lo complicaba al Ex-Tesorero», como consecuencia «fue detenido por orden de Rosas ejecutada por Ibarra», y «posteriormente fue asesinado en su celda, la fecha de su muerte se ignora».  Su madre, era hija de don Félix Frías y Araujo, hermana del homónimo que fuera secretario del Gral. Juan Lavalle y del «Pbro. Felipe Frías y Araujo, que Ibarra hizo traer de Tucumán y fue fusilado en Santos Lugares, el 25 de mayo de 1842».

El Dr.José Benjamín Gorostiaga Frías; ministro de Hacienda de Vicente López y del Interior de Urquiza; Auditor de Guerra y Marina y Asesor del Gobierno a partir del 3 de diciembre de 1852 y en ese tiempo, Convencional Constituyente, representando a su provincia natal junto al Presbítero Benjamín Lavaysse en la sanción de la Constitución Nacional, el 1º de mayo de 1853.  «El 16 de diciembre de 1871, contrajo enlace con Doña Luisa Molina, que era hija de don Ignacio de Frías y Araujo y de Luisa Molina López.  Electo para representar a su provincia en el Congreso reunido en Paraná en febrero de 1860, al ser prohibido el ingreso del Sr. Portal representante de Jujuy, escribió al gobernador  de la provincia D. Manuel Taboada expresando que «con ese violento proceder», «han privado del voto y la palabra a dos representantes contra la candidatura de Derqui» y en el último párrafo le advirtió: «Mañana sigo mi viaje a Buenos Aires, suplicándole que en lo sucesivo y bajo la presidencia de Derqui, tenga la bondad de no proponerme para puesto alguno en las Cámaras, porque sospecho que hay deshonra en sentarse en ellas.  Soy de Ud. afectísimo amigo y S.S. Q.B.S. M. José B. Gorostiaga».  En 1883 fue electo Senador por su provincia y renunció a la banca; en 1886 fue candidato a la Presidencia de la Nación en oposición a Juárez Celman y Dardo Rocha, pero renunció a la candidatura «por razones de salud y se alejó definitivamente de la vida pública, para vivir con austeridad en compañía de su familia, ya que poco después falleció»: el 3 de Octubre de 1891, en la ciudad de los buenos aires.

La autora ejerció la docencia, obtuvo el certificado de «profesora de la Lengua Quichua», se perfeccionó en la Alianza Francesa de París;  se ha dedicado a la difusión del Folklore –folclore- y de las danzas nativas y esa segunda edición fue «revisada y ampliada en base a Documentos cedidos gentilmente por el Sr. Marcelo Lynch Gorostiaga, nieto del Dr. José Benjamín Gorostiaga».

[2] Tulián Silva, Justo. Reminiscencias santafesinas, p. 90-92.  Algunos datos sobre el palacio La Chinesca:  El Dr. Jonás Larguía, nacido en Córdoba el 21 de agosto de 1832 fue un entusiasta político, durante varios períodos fue electo legislador por distintos departamentos de Santa Fe, se desempeñó como secretario del ministro del Interior de la Nación Dr. Manuel de Yriondo y fue integrante de su gabinete durante el segundo gobierno (1880-1881); presidió la Cámara de Diputados en el período que finalizó en 1898.

Ese palacete «pasó a poder» del político Mariano Cabal, nacido en Santa Fe el 12 de abril de 1830, miembro de la Convención Nacional para la reforma de la Constitución (1860), diputado por el Departamento Rosario (1867); presidente de la Corporación Municipal . intendente de la Municipalidad- de Santa Fe (1868-1869). En la Chinesca se realizaban las reuniones programadas por su propietario, el destacado estanciero y político don Mariano Cabal, se imaginaban las campañas electorales y se opinaba sobre distintos candidatos.  Situado en la calle 25 de mayo casi esquina Buenos Aires, a una cuadra de la calle San Martín –antes Comercio-, hacia el sur estaba protegido de los vientos por un frondoso ombú, «viejo guardador de secretos, cómplice de conspiraciones, apañador de amores y encendedor de amoríos», hierba gigante «de tradición»… como lo evocó el periodista Tulián, cuya familia vivió sobre la misma calle 25 de Mayo, a dos cuadras de ese solar.

[3] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Maradona, tres personalidades ejemplares.  (Inédito, 385 páginas).  Estos párrafos corresponden a la página. 96.

[4] Bucich Escobar, Ismael. Tragedias de nuestra historia. Segunda Serie.  Buenos Aires, Americana, 1936, p. 148.

[5] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Maradona, tres personalidades ejemplares.  (Ob. citada, p. 97-99).  Waldino Baldomero Maradona nació en San Juan, era hijo de un integrante de la Junta Grande, elegido para representar a esa provincia.. Casado con María Encarnación Villalba, tuvieron numerosa descendencia, entre ellos Esteban Laureano, el filántropo que después de la destitución de Hipólito Yrigoyen necesitó emigrar hacia el norte, colaboró apoyando al ejército paraguayo durante la guerra que casi diezmó a aquellas poblaciones, después realizó una notable obra de amor y medicina preventiva entre los integrantes de las tribus de Estanislao del Campo en Formosa, donde vivió junto a ellos con mínimos recursos hasta que tuvo más de ochenta años y fue buscado por su sobrino Ignacio para que viviera con su familia en Rosario, lugar donde siguió leyendo y estudiando, donde falleció rodeado por quienes lo amaban.  Su hijo Waldino Buenaventura fue el primer diputado socialista en la Legislatura santafesina (1932).

[6] Busaniche, José Carmelo. Hombres y Hechos de Santa Fe. Santa Fe, Colmegna, Colección Nuevo Mundo, 1946, p. 155-157.

[7] Gastón Gori –doctor Pedro Raúl Marangoni – y Charito, Rosaura Elda Campana; amigos a perpetuidad.  Entre comillas, lo escrito por Gastón en el prólogo, p. 7, de su libro titulado José Carmelo Busaniche.  Santa Fe de la Vera Cruz, Municipalidad de la ciudad de Santa Fe, abril de 1998; p. 24.. Intendente: Dr. Horacio Daniel Rosatti. Secretario de Gobierno, Cultura y Acción Social Ing. Ezequiel Martín Balbarrey (intendente a partir del 10 de diciembre de 2003) – Subsecretaria de Cultura Prof. María Celia Costa. #  En la primera página Gastón necesitó expresar: “Agradezco al Dr. Julio Busaniche y al Ing. Jorge Busaniche la colaboración prestada y el material gráfico que ilustra este libro.  Agradezco a las profesoras Sr. Catalina Pistone y Sra. Nidia O. de Fontanini, también al Prof. Miguel Ángel de Marco  y al Ing. Víctor Nícoli sus testimonios sobre Busaniche. Agradezco también la colaboración de María Alejandrina de los Milagros Sebastián ya Mónica Marangoni, por cuya intervención y corrección de los originales manuscritos el texto pudo ser publicado.”

[8] Gastón Gori – Caminos del Hombre y de la Humanidad. (Inédito, cuatro tomos, sucesivos períodos). (Inédito, 74 páginas.) Entre comillas, del cuarto volumen -74 páginas-, párrafos de la página 37.

[9] Eduardo Rodolfo Fontanini. Nació el 1º de septiembre de 1926 en Santa Fe de la Vera Cruz.  En su infancia vivió en el pueblo Bernardo de Irigoyen mientras su padre era maestro y director de una escuela de trabajo manual –Carlos Ferdinando era un hábil carpintero, luego director de los Talleres Centrales del Consejo y del Ministerio de Educación-.  Luego vivió en Barrancas (departamento San Jerónimo, siendo su padre el director fundador de la Escuela Técnica de esa Escuela y su madre, maestra de Economía Doméstica por breve tiempo. En esa época, durante la temporada escolar Eduardo y su hermano mayor –Carlos Baudilio, luego también Contador Público Nacional egresado de la prestigiosa  Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva” dirigida entonces por la perseverante y exigente Dra. Josefa Trento de Parera –esposa del doctor Gregorio-, nuestra respetada Pepa

[10] Carlos Baudilio ingresó en esa escuela en 1938 o 1939 –no dispongo de dato exacto- y egresó después de nueve años de estudio, con el título de Contador Público Nacional; igual que nuestro amado Eduardo egresó en 1950.  Yo preparé cuatro materias para rendir primer año del curso de Contadores –libre-, decidí no presentarme porque por los promedios estuve eximida durante los cinco años del ciclo de peritos –figurando en el cuadro de honor- y esa falta de entrenamiento generó un estado de ansiedad que derivó en esa decisión.  Estudiaba con mi querida amiga a perpetuidad María Josefa Barbagallo, ella se animó y aprobó todas las materias, habíamos terminado el ciclo de peritos en noviembre de 1950, ella ya en 1951 era alumna de segundo año.  Yo, trabajaba como secretaria-administrativa en Amézaga y Cía. S.R.L., 25 de Mayo esquina La Rioja, donde mi padre había sido socio hasta su fallecimiento el 20 de agosto de 1947, a los 36 años. Seguimos viviendo y vibrando: nuestra madre Francisca Álvarez Ramos de Orbea –que diseñaba y cosía-; mi hermano Carlos Orbea Álvarez, precoz artista alumno del maestro Francisco Marinaro en la Unione y Benevolenza…

[11] El doctor José Carmelo Busaniche leyó esa oración, al día siguiente de mi séptimo cumpleaños.  En ese tiempo era alumna del Colegio de las Hermanas Esclavas –calle San José al suroeste- y mientras me conmovía con los contrastes entre niñas con uniforme y otras sólo con delantal, orientada por la paciente y sonriente maestra Elia Anello Risso, aprendí a escribir y empecé a “calcular”… comprendí qué era “hacer un examen de conciencia” mientras preparaba mi espíritu para recibir la primera  Comunión, en el día de “Cristo Rey”…  Dos años después, vivíamos en 4 de Enero 2657 Dto. 2 y era frecuente que nos acercáramos a la Plaza San Martín no sólo para escuchar “la  retreta”, también cuando se realizaban los “actos de conmemoración”de hechos significativos en la historia de los argentinos.  ¡Era el tiempo de la “educación permanente” a partir de lo cotidiano, ejecutado con responsabilidad!… También tiempo de injusticias, para aprender “lo que no debía ser”.

[12] Con mi familia, vivía en un departamento ubicado sobre la calle 4 de Enero, ciento cincuenta metros al sur de ese lugar donde observé todo el proceso de construcción del nuevo edificio, a partir del derrumbe de viejos muros, la preparación de los cimientos, el espacio destinado al ascensor…  Recuerdo que cuando comenzaron a delinear las ventanas, pensé en el poema Setenta balcones y ninguna flor… del poeta Baldomero Fernández Moreno.  No imaginé entonces que detrás de esas ventanas -con o sin vidrios…-, estaría en la década del ’60 compartiendo clases con nuestras alumnas…

Deja una respuesta

Top