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HOMENAJE a JUAN FRANCISCO SEGUÍ

el poeta de la Constitución…

Discurso del periodista Juan José de Soiza Reilly.

Juan Francisco Seguí: su retrato.

Sus rivales.

Respuesta de Seguí

Triunfo de Seguí

Mensaje a la juventud.

Monumento a los Constituyentes…

JUAN JOSÉ DE SOIZA REILLY..

Aproximación a su trayectoria profesional.

1922: Soiza Reilly en Santa Fe de la Vera Cruz…

Sigamos… por senderos del arte de vivir y convivir.

Poemas de Rubén Darío (Nicaragüense) y de Oscar Hahn (Chileno)

Discurso del periodista Juan José de Soiza Reilly.

Director de la Biblioteca de la

Facultad de Derecho  de la Univ. Nac. del Litoral

22-11-1922: “Acto organizado por el

Centro de Estudiantes de Derecho”

 

«Hace pocos días esta noble y recta casa de leyes probó, una vez más, que el Arte está en su casa cuando está entre las leyes…

Un poeta pindárico de los tiempos nuevos, -Raniero Nicolai,- amplió en el alma de los que estudian leyes, la visión de la vida. Y un maestro, -el Maestro- doctor Pedro E. Martínez, al presentar al poeta de Italia, acarició los espíritus con exquisita sabiduría de filósofo rítmico y eurítmico, y nos hizo pensar, -como siempre que él habla- en las hojas lejanas en que Grecia era… Grecia; vale decir, cuando la elocuencia de Demóstenes doblegaba la altivez de un Filipo o cuando, bajo el ‘Pecilo’, pórtico de Atenas, la sabiduría de Zenón de Citio hacía que los dioses bajaran a la tierra para fortalecerse en la belleza humilde de los hombres…  [1]

Si alguien hubiera dicho a Rubén Darío, hace quince años, que un gran maestro, docto del derecho, citaría en una Facultad sus palabras aquellas:  [2]

‘La torre de marfil tentó mi anhelo;

quise encerrarme dentro de mí mismo,

y tuve hambre de espacio y sed de cielo…’,

el pobre chorotega de Nicaragua, no se hubiera asombrado, -porque Rubén Darío vivió siempre en su gloria futura,- pero habría entredormido los párpados, -tal era su costumbre- para esconder la emoción de su ‘anímula, blandula, Nágula’ como él decía hablando de Verlaine…

Y bien está el cultivo de los maestros de las palabras líricas en estas aulas severas del estudio. El idealismo hace bien a los hombres y a las leyes. A los hombres porque los purifica del limo común y a las leyes porque las hace más humanas, poniéndolas más altas…

‘Los mejores abogados, -decía Osvaldo Magnasco,- son aquellos que supieron cultivar las letras o que vivieron en contacto con las nueve deidades mitológicas, compañeras de Apolo…’

Así es. La maleabilidad del idioma y de los conceptos, aprendida en la gimnasia de la imaginación con la literatura, es una maestría que permite a los abogados decir, sin decir, lo que quieren dar a comprender y hacer oír sin expresarlo, todo aquello que desean decir… No va más lejos la ética sutil de Maquiavelo…

Y Boccacio, -el célebre cuentista florentino del Decamerón,- que fue un ilustre sacerdote sabio, autor de enciclopedias clásicas y tratados de leyes y de historia, -nos dice Paul de Saint-Victor,- confesaba esta vieja verdad de Quevedo:

‘Es innegable que las leyes, en manos de un abogado sin imaginación y sin literatura, son como las ruedecillas de un reloj en las manos de un niño.’

No estaremos, de consiguiente, fuera de la cátedra, ni de la verdad histórica, si al disertar sobre el gran legislador santafesino de la Constituyente del 53, afirmamos que Juan Francisco Seguí puso en su pensamiento y en su acción, una intensa sinceridad de poeta.  Fue en realidad, el ‘Poeta de la Constitución’…»

La poesía de Seguí

Expresó Soiza Reilly que no iba «a recitar ninguna poesía de Seguí», porque no se hallaría «más que la canción ingenua, rotunda, boulangesca, chassainesca, infantil de un muchacho contagiado de dramaticidad por los poetas de hace noventa años».

«…Son como la juventud del anciano que olvida haberla disfrutado: ya han muerto todos los que la ayudaron a vivirla: nadie puede sentir la emoción que los muertos sintieron en su primavera…

Los versos de Seguí pasaron al olvido… Pero, he aquí el prodigio de las almas poéticas: el aliento lírico, la fe romántica de aquel hombre; la poesía inmarcesible de su ánima, sobreviven en su obra de político. Se olvidaron sus versos, pero la fuerza de su numen supervive en la historia, -como el roce lejano de un recuerdo,- por el afán constante con que luchó para dar leyes al país y sobre todo, por el entusiasmo que puso en unir a todos los pueblos argentinos de la Confederación, en un amor fraterno. Único.»

Su retrato

«Por encima y por en medio de su vida pública y privada, Seguí fue un poeta de aquellos que sembraron belleza en las horas ásperas de la organización nacional. Su silueta romántica contribuía a su misión de lírico.»

El general Mansilla en sus ‘Retratos y Recuerdos’ nos ha dejado un aguafuerte del gran santafesino.

‘Era Seguí, un hombre alto, delgado, flexible, ágil. Tenía el rostro pálido, de palidez letal. Los ojos negros, vivos; largas las pestañas; pobladas las cejas; la boca mundana; saltados los pómulos, como que era osado; sólidos, gruesos y blancos los dientes; poco bigote, poca patilla; negro y lacio el cabello que sacudía al conversar como queriendo que sus crenchas indisciplinadas como él, no oprimieran su frente, despejada, lisa, recta. El óvalo de su cara se caracterizaba por una nariz de caballete definido, torcida visiblemente en la punta hacia el lado del corazón. Hablaba como se movía: con prosopopeya y hablaba mucho, siempre en voz alta, con animación, con brillo…’

‘…En cada discurso se le iba un poco la vida. La elocuencia le costaba su sangre. A menudo después de una de esas arengas tempestuosas y viriles, caía en brazos de sus amigos, arrojando sangre por la boca. Tenía que fortalecerse con alcohol. Murió tuberculoso, como había muerto su padre, otro hombre de talento y de neurosis, que fue ministro de Estanislao López y admirador de Artigas.’

Seguí estudió con los jesuitas en el Colegio de San Ignacio, de Buenos Aires. Por complacer a sus padres, se ordenó sacerdote. Fue cura. Cantó misa… Incapaz de disciplina -cuenta Mansilla.- y por mandato de su conciencia, una tarde Seguí ‘fusiló la sotana’. Colgó los hábitos. Y lógicamente, se pasó a la otra alforja…

Como autor de versos, pertenecía a la escuela declamatoria de la época. Sus primeras odas de entonación clásica las hizo en homenaje a Rosas y las recitó públicamente en el Teatro de la Victoria en Buenos Aires.

A este respecto sus biografistas observan la coincidencia que Seguí, como Rivera Indarte y como todos los poetas que comenzaron su carrera cantando loas al Restaurador, -quise decir tirano,- concluyó por ser su enemigo más encarnizado.

Seguí fue el autor de los documentos que desmontaron la ‘tiranía’ de Rosas. La proclama de Urquiza posterior a Caseros fue escrita por Seguí. A él se debe la frase: ‘no haya vencedores ni vencidos’. Hasta en esta especie de contradicción, que no fue más que la franqueza con que reconoció sus errores, vese que Seguí era un poeta.»

En sus campañas periodísticas defendiendo a Urquiza, su espíritu lírico le llevo al ditirambo. Un día le dijeron al ínclito entrerriano: ‘General: los elogios de Seguí pueden hacerle daño. La gente cree que son elogios interesados. Comprados. Pagados…’

Urquiza, golpeando con su rebenque la mesa, exclamó: – ‘¡Cállense! Sepan Uds. que Seguí es el único que tiene derecho a elogiarme porque su nombre nunca ha figurado en mi  libro de gastos…’

Es escasa la iconografía literaria de Seguí. El ruido de sus méritos y de sus pecados, hizo callar por envidia, o pudor, a muchos de sus contemporáneos. Además, los hombres de provincias, -ayer como hoy,- no encuentran eco fácil si no gritan en la calle Florida…

José María Zuviría, -que fue secretario del Congreso del 53,- es, después de Mansilla, el único que se atreve a trazar una silueta de Seguí, al carbón, con los altos y bajorrelieves de sus virtudes y defectos. Es un retrato de poeta, con luz. Con sombra…

‘Seguí, con su talento meridional, chispeante, impaciente; con los variados tintes, inflexiones y accidentes del genio santafesino, hacía desbordar su imaginación en manantial abundante de espirituales vuelos, disponiendo para expresar esos infinitos cambiantes de luz, de un instrumento feliz en su inagotable palabra, siempre amena y siempre original; palabra que nunca cansaba a sus oyentes por lo poético y fulgurante de sus giros. Raro talento, movible carácter, de actividad incansable en esa su vida de inteligencia, que por desgracia…’ …Aquí viene la sombra: ‘… que por desgracia, no estaba nutrida de sólida y conveniente instrucción. Como poeta, su inspiración, a desenvolverse más tiempo, habría, sin duda, llegado a la de nuestros más altos poetas líricos: habríasele llamado ‘el Mármol santafesino’. Carecía sin embargo…’  Basta. Basta.

Sus rivales

La vida tempestuosa de este gran santafesino honra a nuestra estirpe. A no haber intervenido con su elocuencia de tribunicio en la Convención del 53, la Constitución hubiera fracasado. El Presidente de la Asamblea Dr. Facundo de Zuviría, basándose en la anarquía que reinaba en la República, pidió que la Constitución no se aprobara. Llegó a convencer a sus colegas, diciéndoles así:

‘Yo quiero, yo quiero y creo servir a mi patria ofreciéndole el verdadero cuadro de su actualidad, de los obstáculos que tiene que vencer, de los peligros que la amenazan y le presagian un funesto porvenir. Creo servirla con la expresión de la verdad de que tanto necesitan los pueblos como los gobiernos y que a los pueblos como los gobiernos se les niega y oculta, como si la verdad, con ocultarla y negarla pudiera ser destruida.

El pueblo, exige de sus representantes una Constitución, porque en ella cree ver el remedio de los males que la aquejan, el sepulcro de la tiranía y la fuente de un inmenso y feliz porvenir.

Pero, entre tanto que en la Constitución que se dictare en las actuales circunstancias de la República, no vea yo una suma de bienes, sino la continuación de los males que con ella se pretenden curar, mi conciencia me ordena en alta voz, que, ante mi Patria y sus representantes levante yo la mía para exponer las razones que tengo para oponerme a la sanción de la Carta Fundamental y pedir en consecuencia, su aplazamiento a una época más oportuna que la presente; a una época de paz, no de guerra civil; de calma y no de revoluciones; de orden y no de trastornos, como la que hoy padece la República.’

Este fue el preámbulo de aquella vigorosa pieza de polemista, doblemente peligrosa. Peligrosa por la ancianidad de su autor y por su ciencia de maestro de leyes. No ignoraba don Facundo de Zuviría, -y él mismo lo enseñaba,- que la ciencia del legislador no está en conocer los principios de derecho constitucional y aplicarlos sin más examen que el de su verdad teórica. La ciencia del legislador, -pensaba él, como pensamos nosotros-, no sólo debe ser ciencia platónica, sino también ciencia profunda de habilidad práctica. Debe combinar los principios de derecho con la naturaleza y peculiaridades del país en que esos principios se han de aplicar; con las circunstancias en que éste se halle, con los antecedentes y acontecimientos sobre que se deba y pueda calcular.

‘Creo, señor, –continuó diciendo Zuviría en aquella famosa oración parlamentaria,- que antes de dictar la Constitución, debemos ocuparnos por otros medios, de sofocar la anarquía, cortar la guerra civil y restablecer la paz en toda la Nación, si no queremos que una nueva anarquía y más sangrienta guerra civil sea el Tedeum que los pueblos canten a nuestra obra…

Para abreviar, señores: ¿Cuál es, en fin, nuestro estado actual? Por amargo que sea confesarlo, no es otro, señor, que el de la anarquía y desorden ‘constituidos’;  el de la expoliación y miseria ‘constituidos’; el del terror y la muerte ‘constituidos’. Parece que nuestra Patria encerrara en sus entrañas aquel ‘Tonel’ del mal que pinta Homero, lleno de lágrimas, de gemidos y de sangre.

Y en tal estado, ¿será oportuno dictar una Constitución sin más apego que la débil esperanza de que ella cambie la faz de nuestros pueblos, que los regenere por el bautismo de la ley y de teatro de horrores los convierta en una mansión de paz, de orden y de leyes y de instituciones liberales? ¿Hemos de ofrecer a Buenos Aires una constitución en la punta de nuestras bayonetas?»

Respuesta de Seguí

El discurso de Don Facundo de Zuviría convenció a la Asamblea. La nueva Constitución iba a la muerte.

Fue entonces que se alzó la gallarda figura del apóstol…

Juan Francisco Seguí vio la causa de su pueblo perdida, y lírico hasta el fin, quiso salvarla.  Su sola actitud de rebeldía era una audacia frente a la opinión general de los ancianos. ‘¡Un poeta!’  dijeron algunos con sorna.

Y el poeta habló de esta manera:

‘Representante de una provincia en cuyo seno se formuló el Tratado de 4 de enero de 1831, base fundamental del Acuerdo de San Nicolás, y ambos pactos, principio y causa del actual congreso, representante repito, de una provincia en cuyo territorio han tenido lugar varios aunque infecundos ensayos constitucionales, y que cooperó la primera en la margen derecha del Paraná a la realización del pensamiento grande, vencedor de la tiranía, y a quien debemos hoy la dicha de ver funcionando esta Asamblea constituyente, faltaría, señor, al más sagrado de mis deberes; como santafesino, si no aclamara como lo hago con entusiasmo, el proyecto de Constitución y si no registrara mi voto vivo en el acta de la más gloriosa sesión de este Congreso.  Lo aclamo lleno de fervor santo que la justicia, la libertad, la paz y el engrandecimiento nacional encienden en el corazón de los verdaderos patriotas.’

Seguí se incorporó. Febril.

Tembloroso de sinceridad. Improvisaba:

‘Aclamo esta Constitución y la aclamaría también aunque en su fondo y forma no estuvieran como lo están perfectamente conciliadas todas las exigencias, y satisfechas hasta las más exageradas esperanzas. Porque, señor, estoy dispuesto a suscribir una Constitución cualquiera, antes que conformarme con la situación actual de la República; situación que el diputado por Salta, Dr. Zuviría ha pintado con la más lúgubre exactitud aunque para sacar consecuencias opuestas a las mías.

El señor Zuviría ha delineado a grandes rasgos el cuadro que ofrece la República Argentina y después de pintar a sus hijos sin costumbres constitucionales, sin virtudes públicas, sin moralidad práctica, sin educación política y doblados bajo el odioso yugo de pasiones funestas, concluye por decir que darles hoy un Código Constitucional, es inoportuno. De suerte que, a valer las opiniones y alcance de vistas políticas del señor diputado sería necesario declarar a la faz de la América que los pueblos argentinos son inconstituibles, que los pueblos argentinos son incapaces de gobiernos fundados en leyes y acreedores únicamente a ser dominados por la mano de hierro del despotismo. Porque los inconvenientes que enuncia no pertenecen exclusivamente a la actual situación, sino a enfermedades crónicas, encarnadas en la comunidad argentina desde la época colonial…

Y Juan Francisco Seguí, poniéndose de pie en su sillón adamascado y rojo, como la gota de sangre que le teñía la boca en el esfuerzo de su inspiración, agitó al aire su melena romántica, abrió los dos brazos como si fueran alas y exclamó con su vibrante entonación de apóstol, de profeta:

‘…El desorden, la anarquía, la relajación de las costumbres y la ignorancia están en la República Argentina en razón directa del tiempo que hemos vivido sin leyes… Las convulsiones locales, los movimientos de círculo, las revoluciones de intereses personales en que se disputa el bastón del mando -pues todos se creen con derecho a empuñarlo,- no son más que el fruto del aislamiento provincial y de la falta de una ley general que declare y haga efectivos los derechos y deberes de todos; que determine y marque las atribuciones que ella impone… Así, señores, esta Constitución debe ser aclamada con enajenamiento patriótico por todos los que quieren mandar con dignidad a los pueblos y ser garantidos en sus altas funciones administrativas, así como por los que quieran ser mandados con arreglo a su calidad de hombres libres.

Estas son mis convicciones, señores, y de ellas deduzco que la actual situación de la República es la más oportuna de todas para que la Constitución se promulgue y veo también grabada sobre ella la mano de la Providencia, que, por caminos misteriosos y ocultos, nos conduce al término feliz de nuestras teorías, colocándonos en la más brillante de las situaciones para que se constituya nuestra Patria.’

Triunfo de Seguí

El poeta de la Constitución enmudeció… Había dicho las palabras necesarias para el porvenir.

Puesto a votación si se aprobaba o no en general el proyecto de Constitución, fue aprobado.  Y el mismo don Facundo de Zuviría, convencido por las razones del poeta, exclamó:

‘¡Yo he sido el primero en oponerme, pero quiero ser el primero en jurar esta Constitución ante Dios y los Hombres… Quiero ser el primero en dar a los pueblos el ejemplo de acatamiento a su soberana voluntad, expresada por el órgano de su mayoría, porque en la mayoría está la verdad legal.’

El ilustre maestro de maestros, doctor Joaquín V. González, en una carta dirigida al gran pintor argentino Antonio Alice y que conservo inédita, comenta así la actitud del poeta:

‘La magnífica arenga de Seguí en que éste refuta los argumentos por la postergación, contiene sólidos argumentos, arrancados de nuestra historia colonial y nacional, de nuestra sicología social y política y de la experiencia y saber acumulados hasta esa hora para fundar la necesidad de sancionar sin más demora la Constitución. Ni la ausencia de la provincia de Buenos Aires del seno del Congreso esa un motivo justificado para aplazar aquella decisión, pues es evidente que era más posible atraerla por el prestigio de una ley de conciliación y de progreso que no por la incierta suerte de las armas’.

En resumen, la Constitución del 53, fue, -puede decirse- un triunfo de Seguí.

El diario de sesiones o de actas de ese día, 20 de abril de 1853, tiene una línea conmovedora  que equivale a la mejor biografía del glorioso tribuno. Refiriéndose a la votación aprobatoria del proyecto de Constitución, esa línea dice nada más:

-‘Resultó  unánimemente aprobado’.

Esa simple línea de tres palabras parece repercutir a través de los tiempos. Es el pedestal más sólido para la estatua de este prócer civil que enorgullece con razón a los santafesinos.

Es bueno, señores, reafirmarlo: Juan Francisco Seguí fue el más santafesino de los santafesinos. Con orgullo se jactaba de serlo.  Sus primeras palabras al apoyar la Carta Magna, fueron una profesión de fe santafesina.

Cuenta el general Mansilla que Seguí, entonces diputado, frente a su colega constituyente de Corrientes, el correntino por querer mostrarse galante con la provincia de Santa Fe y con el valiente tribuno, le dijo:

– ‘Puedo asegurar a Ud., doctor Seguí, que su provincia de Santa Fe, me encanta. Si yo no fuera correntino me gustaría mucho ser santafesino…’

Seguí, echándose para atrás, con aquel su aire de mosquetero lírico, le contestó parodiando a un guerrero español:

-‘Y yo, señor correntino, si no fuera santafesino, me gustaría ser… santafesino.’

Mensaje a la juventud

Me detengo con deleite a ensalzar estos detalles de provincialismo. Lo hago contra mi costumbre. Pero, no vayáis a creer, amables señores, que es por halagaros.  Al contrario: la juventud no necesita halagos, pues ella posee la ciencia de inventar los pocos que existen en la vida.  Quizá mi palabra al evocar con gusto ese provincianismo no hace más que repetir una adusta verdad. El Centro de Estudiantes de Derecho, -prestigioso organizador de este homenaje, -acaba de emitirla en su proclama: ‘es lamentable que los restos del gran tribuno santafesino, sepultados en el humilde cementerio de Gualeguaychú, no descansen en la propia provincia que él amara tanto…’

Monumento a los Constituyentes…

Hace diez y ocho años, un vigoroso espíritu, -el Dr. Julio A. Busaniche – lanzó la idea de levantar en la Plaza 25 de Mayo, frente al sitio donde estaba el histórico Cabildo, un monumento a los Constituyentes del 53.

En la revista ‘Vida Santafesina’ de 1904, Busaniche  exclamaba:

‘Iérgase un monumento que sea de ‘justicia para los grandes y de ‘ejemplo’ para nosotros. Que sea Santa Fe la primera en decir a los constituyentes:

‘¡Habéis sellado el porvenir de nuestra patria! Que el bronce, -hermano de la gloria,- os recuerde aquí, en el mismo suelo de vuestra acción fecunda.’

La noble idea del Dr. Busaniche propiciada por la vieja Universidad, no pudo realizarse.  [3]

Esperemos, pues, que se realice ahora por la acción de los jóvenes estudiantes y que en el seno del bronce de la gloria, descanse el polvo ilustre del gran santafesino bajo una lápida que diga:

‘Aquí sueña el poeta de la Constitución’.

Santa Fe, Noviembre 24 de 1922.

 

JUAN JOSÉ DE SOIZA REILLY

 

 

En Concordia (provincia de Entre Ríos, en 1880 nació Juan José, hijo de Juan José de Soiza Reilly y de Catalina Reilly.  Casado con Emma Martínez Lobato, tuvieron dos descendientes: Rubén y Emma.

Aproximación a su trayectoria profesional.

Escritor, periodista, cursó estudios de maestro pero desde muy joven se consagró con vocación al periodismo. Representó a la revista Caras y Caretas” en Europa en 1907 y se distinguió por sus reportajes y la redacción de diversas crónicas.

Fue profesor de Historia en la Escuela Superior Comercial de Mujeres «Dr. Antonio Bermejo», secretario de la Convención Constituyente de la provincia de Santa Fe (1921) y a partir de ese año, Director de la Biblioteca de la Facultad de Derecho de Santa Fe.

Colaboró en numerosos diarios y revistas. Escribió cuentos y novelas.

Publicó: En el reino de las cosas;  Cien hombres célebres; La ciudad de los locos; La muerte blanca.

Obtuvo “Medalla de Oro” en la Exposición de San Francisco de California, por su libro El alma de los perros. Se destacó a través de sus intervenciones y comentarios radiofónicos.

Perteneció al Círculo de la Prensa y al Hogar para Ciegos “Vicenta Castro Cambón”.  Fue distinguido como “Caballero de la Corona de Italia”.

1922: Soiza Reilly en Santa Fe de la Vera Cruz…

El periodista Juan José de Soiza Reilly ejercía en 1922 la Dirección de la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Se editaron los primeros números de la Revista de esa Facultad en tiempos en que era Decano (ad honorem) el Dr. Pedro E. Martínez y Secretario el Dr. Domingo Sabaté; Delegados al Consejo Superior de la Universidad los Dres. Isaac Francioni y Alcides Greca (titulares) y Dr. Amadeo Ramírez y Agustín Araya (suplentes). [4]

Escritor, periodista, cursó estudios de maestro pero desde muy joven se consagró con vocación al periodismo. Representó a la revista «Caras y Caretas» en Europa en 1907 y se distinguió en el reportaje y en la crónica.

Fue profesor de Historia en la Escuela Superior Comercial de Mujeres “Dr. Antonio Bermejo”, secretario de la Convención Constituyente de la provincia de Santa Fe (1921) y a partir de ese año, Director de la Biblioteca de la Facultad de Derecho de Santa Fe.  [5]

En 1950, en la calle principal de la capital santafesina –San Martín 1858 (alto), comenzaron las actividades del “Ateneo de Artes y Ciencia”; “presidido por Camila Hiver de Sánchez, fundado por Juan José de Soiza Reilly; poetas Raúl Beney, monseñor Alfonso Durán, Teófilo Madrejón -Antonio Leonhardt-, los periodistas Juan Carreño y José Torralvo;  los artistas plásticos Baldomero Banús, Juan Cingolani, Antonio Colón, José María D’Annunzio, Francisco Marinaro y Serafín Marsal; los profesores Luis Borruat y José Oliva.”  [6]

Falleció en Buenos Aires el 19 de marzo de 1959. Siguen latente su siembra…

Sigamos… por senderos del arte de vivir y convivir.

Tras el eco de aquellas voces de las primeras décadas del siglo veinte y las señales del nicaragüense Rubén Darío a fines del anterior, es posible vivir y seguir vibrando como fugaces peregrinos en este planeta Tierra violento por sus volcanes y atroz por las guerras, el hambre…

Sabido es que:

“El arte es el creador

del cosmos espiritual:

forma su hálito inmortal

fe, consuelo, luz y amor”.

Así, tan sólo en cuatro versos, sintetizó el casi vagabundo Félix Rubén García Sarmiento, sus claves en el arte de vivir y convivir

Después de aquellas “epístolas y poemas”, en su “canto de vida y esperanza”, expresó:  [7]

…………………………………………………….

“La torre de marfil tentó mi anhelo

quise encerrarme dentro de mí mismo,

 y tuve hambre de espacio y sed de cielo

desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura

en jugo del mar fue el dulce y tierno,

corazón mío, henchido de amargura

por el mundo, la carne y el infierno.

Mas, por gracia de Dios, en mi conciencia

el Bien supo elegir la mejor parte

y si hubo espesa hiel de mis existencia,

melificó toda acritud el Arte.”

………………………………………………………..

Rememoro los primeros versos de ese extenso y conmovedor poema:

“Yo soy aquel que ayer no más decía

el verso azul y la canción profana

en cuya noche un ruiseñor había

que era alondra de luz por la mañana.

El dueño fue de mi jardín de sueño”…

………………………………………………………….

Siento que las lágrimas están por desbordar los diques, en el deslinde de las añoranzas y las ausencias… [8]

                                          Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

Santa Fe de la Vera Cruz

(República Argentina)

[1] Es oportuno destacar que el 24 de mayo de 1922, se inauguró el Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”, siendo el primer director el talentoso poeta y periodista Horacio Caillet-Bois. #  Mencionó Juan José de Soiza Reilly en aquella oportunidad al joven poeta italiano Raniero Nicolai –nacido en 1907-, quien en la competición internacional “1920 – Del Arte” obtuvo el primer lugar (9600) en Literatura, junto a Albériz Collin (Escultura) y  George Monier (Música), ambos nacidos en Bélgica.  En el mercado de libros usados y “colecciones” del Parque Rivadavia -en el Barrio de Caballito, en la capital federal argentina-, se ofrecieron ejemplares de la Revista Áurea – Mensual de todas las Artes (Nº 6 y 7), codirigida por Nicolai en Buenos Aires, en 1927.  Rainero Nicolai difundió su libro “Ellogio della vita” -Elogio de la vida-,  editado en 1920 en Milano por la Editorial “Primato” en 1920, ejemplares autografiados. A esa obra alude también Soiza Reilly, al decir que “amplió en el alma de los que estudian leyes, la visión de la vida”. (Esta información está disponible en el “Banco de Datos” de la Universidad de Tennessee (Estados Unidos).  El talentoso italiano Raniero Nicolai, falleció el 2 de abril de 1958, a los sesenta y cinco años (tal como fue anunciado en una revista italiana donde también incluyeron referencias biográficas y una fotografía.  Ese aprendizaje es posible por el desarrollo tecnológico que permite acceder a bibliotecas virtuales, que son bibliotecas “reales”… (Escribo Tennessee y pienso en Gustavo B. P. y en talentoso pintor Eugenio Wade, que allí suele pintar y exponer sus obras de arte… ¡Todo es historia de la Historia!  ¡La globalización es algo que hace siglos se logró por los caminos del arte de vivir y de convivir!… Migraciones familiares, integraciones culturales se han adelantado a los actuales proyectos geopolíticos y económicos… Así lo percibo, desde mediados de la década del ’50, cuando el presidente de los argentinos –el general Juan Domingo Perón-, intentaba avanzar hacia la unidad continental y anunciaba el futuro desarrollo del “universalismo”.

[2] Ese poema del nicaragüense Rubén Darío (seudónimo de Félix Rubén García Sarmiento, nacido en Metapa en 1867, descendiente de mestizos y criollos), pertenece a Cantos de Vida y Esperanza (1905).  Su primer libro Epístolas y Poemas editado en 1885.  Tres años después, publicó Azul, uno de los más difundidos en Hispanoamérica y países europeos. Militante político, vivió como poeta errante y como escritor perseverante.  Dejó una vasta obra: Azul fue editado en Valparaíso (Chile) en 1888 y dos años después, incorporó en la edición varios sonetos y otros poemas. Prosas Profanas es considerada su “obra cumbre”.  En Madrid, en 1905 editó Cantos de Vida y Esperanza.  España y América, celebraron el centenario de su nacimiento en 1967 con las voces de los más destacados poetas y la emoción de sus lectores en distintas latitudes.  (Fueron lecturas durante mi adolescencia; son relecturas en la madurez.)  Rubén Darío, como lo seguimos nombrando, falleció en 1916, sólo seis años antes de esa rememoración del joven poeta italiano.

[3] Busaniche, Julio A. Falleció el 22 de diciembre de 1942.

[4] Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Año I – Nº 2 – 3. Agradezco al personal de ese servicio por la atención y colaboración en fotocopiado de páginas, a los fines de completar información en diversos trabajos de investigación histórica. (1992-1993). # En el archivo de biografías, registré este dato: 27 de noviembre de 1947: fallecimiento de Isaac Francioni . / Isaac Francioni desde su juventud participó en los centros universitarios y en las filas de la Unión Cívica Radical.  Fue profesor en la Universidad Nacional del Litoral y dos veces Decano de la Facultad de Derecho dependiente de esa universidad.  Diputado Nacional durante dos períodos. Vocal del Superior Tribunal de Justicia de Santa Fe y presidente del Consejo General de Educación.

[5] Datos en Historia Argentina de Diego Abad de Santillán.

[6] Ese párrafo entrecomillas, corresponde al libro que aún no he logrado editar: “Luis Gudiño Krämer, desde los pagos de San Javier…”  (90 páginas.)

[7] El poeta Oscar Hahn (nacido en Iquique, Chile, en 1938), escribió “Soy una piedra lanzada de canto”  y al leer el duodécimo verso, la memoria indicó una confluencia -allí con letra cursiva-, como señal insoslayable- porque Oscar como Darío cien años antes, necesitó escribir: “siento hambre de espacio y sed de cielo” y siguió con estos versos: “Se romperá el espejo de mi vigilia / y no reflejará mis canas en la florida tierra. / Pero hay que morirse con las uñas largas / para poder cogerse del recuerdo.”  #  Algunas de sus obras editadas: 1961: Esta rosa negra; 1967 –centenario de Rubén Darío- “Agua final”; 1977: Arte de morir; 1981: Mal de amor; 1995: Versos robados.  La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile difundió su obra como “autor de la semana del 22 al 28 de julio de 1997”. (Es posible leer sus poemas en páginas de la red de redes…) // Aquí, los conmovedores primeros versos en Visión de Hiroshima y los finales: “Ojo con el ojo inmenso de la bola / que desata bajo el hongo vivo / con el fuego del hombre no vidente, ojo y ojo.”  // “Por los peldaños radiactivos / suben los peces quebrados por el aire fúnebre. / ¿Y qué haremos con tanta ceniza?”

// #  Oscar Hahn, antepuso a ese poema esta milenaria escritura de Mansala Purva, (sánscrito): “Arrojó sobre la triple ciudad / un proyectil / único, cargado con la potencia del Universo”.  ¡Celebremos la confraternidad universal por los caminos del arte de vivir y convivir!…

[8] Mi amado amante, Eduardo Rodolfo Fontanini Doval inició su último vuelo a las 0:15 del sábado 1º de julio de 2000… ¿”Decíamos ayer”?……

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