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SANTA FE, ayer… (I)

Nidia A. G. Orbea Álvarez de Fontanini

(Servicio de Educación por el Arte)

3000 – Santa Fe de la Vera Cruz

Sinopsis: 1573: desde Asunción hacia el Sur. Fundación de la ciudad de Santa Fe. Fundación de Buenos Aires.  Aproximación a conclusiones de algunos historiadores. Hombres y hechos: siglos XVI a XX.

Índice:

Desde Asunción hacia el sur…

Tras el alarde…

1573: fundación de la ciudad de Santa Fe.

Fundación de Buenos Aires y aviso a Su Majestad…

Sublevación de los Siete Jefes.

Carta de la viuda de Garay al Rey.

Traslado de Santa Fe…

Acta del 20-02-1653: nuevo reparto de tierras, iglesias…

Santa Fe de la Vera Cruz…

Observaciones del historiador Federico Cervera.

Opiniones de Ramón Lassaga y José Carmelo Busaniche.

Hipótesis del historiador Manuel M. Cervera.

Presencia de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Diciembre de 1659: primer Bautismo,

Investigación de Andrés Roverano: traslado de autoridades civiles.

Convento de los Mercedarios.

Imagen de la Virgen Inmaculada en el convento franciscano.

1636: la Virgen de los Milagros.

1700: terminación de la Iglesia.

1767: expulsión ordenada por el Rey Carlos III de España

Traslado de la Imagen de Ntra. Sra. de los Milagros.

Más distribuciones, valuaciones.

1793: cesión del templo a los Padres Mercedarios.

1786: Domingo de Ramos y sonidos de campanas.

Costumbres, plagas y vicios.

En torno a la Justicia.

La campana de los Jesuitas en el Cabildo santafesino.

Invasión y hurto de Díaz Vélez.

Aproximación a los Fortines.

Los hermanos Aria Caicá y Aria Caiquín.

Tras la sanción de la Constitución Nacional.

Aproximaciones a colonias y fortines.

Fortines.

Avances del Coronel Manuel Obligado.

1886: datos del Departamento Topográfico

Vaivenes desde el siglo XIX

Retorno de los Padres Jesuitas

Devoción y obras perdurables en el siglo veinte.

Coronación de la Virgen de los Milagros (1936)

Presencia del Hno. Figueroa,  portero

Causa de Beatificación… (1951)

Impulsos en la “Academia Literaria Santa Teresa de Jesús”..

Presencia del Padre Marzal

Testimonios del Leonardo Castellani-Conte Pomi.

La presidencia: actas, archivo de poemas y documentos

Señales de Horacio Caillet-Bois y noviciado de Leonardo

Regreso del Padre Leonardo Castellani (1936)

Ausencia del Padre Marzal (1941)

“Retrato” esbozado por Horacio Caillet-Bois.

“Retrato”.

Estela luminosa.

El polémico Padre Leonardo Castellani.

Invasión de Viamonte y algunas consecuencias

La provincia perdió su autonomía.

Decisiones y elección del diputado al Congreso de Tucumán.

Tierras hacia el oeste y construcción de la Aduana.

Edificación de la Aduana.

Oficina de recaudación, campamento.

Hostigamiento del Gral. José María Paz.

Ofensiva contra el general Paz

1835: correspondencia entre Estanislao López y Rosas.

1840: más ataques sobre Santa Fe.

Relatos sobre aquella invasión.

Invasión del ejército de Pascual Echagüe.

1852: botes, chalanas… y nacimiento de Pepita Díaz.

El hogar de Diego Díaz  y Mercedes Clucellas.

13-04-1852: nació Josefa Raymunda Hermenegilda.

Medalla a Josefa Díaz y Clucellas..

Sarmiento en el taller de “Pepita Díaz”.

Homenaje en el Museo “Rosa Galisteo”… (1952)

1853: Topografía de la ciudad.

Primera ordenación numérica, trazado de seis calles (1875-1885)

1855: vínculos en Santa Fe y en los cantones.

1884: Intendente Mariano Comas y sus iniciativas.

Escuelas, educadores, bibliotecas

Biblioteca de la asociación “Cosmopolita” – Más escuelas.

1882-1885: más departamentos, más expectativas

26-10-1883: nueve Departamentos

Santa Fe de la Vera Cruz: pistas, caballos, políticos.

Caballos de los políticos: el colorado del Canónigo Zavalla.

1887: Primer Censo General y más avances.

1890: Servicios en el barrio Norte.

1889: tierras de “la Chacarita” de los Jesuitas.

Datos del siglo XVII:  cultivos, otras producciones.

Poseedores de esas tierras desde 1653.

1895: límites definitivos con Santiago del Estero.

Ecos desde el Colegio de la Inmaculada Concepción.

El Padre Buenaventura Suárez.

1862: retorno de los Padres Jesuitas.

1870: el Colegio de la Inmaculada Concepción.

Ramón J. Lassaga: estudiante y estudioso.

1862: Ramoncito sobre el escenario del Colegio de la Inmaculada.

Ramón J. Lassaga, estudiante.

En el rumbo de la política.

1883: muerte de Simón de Iriondo . Labor periodística.

Actividades en distintas áreas.

Revista “Vida Intelectual”

Octubre de 1904: Juegos Florales.

Primavera de 1905: “Emelina” de Rubén Darío.

Lassaga: historiador, legislador.

La tradición de “Merengo”.

20-04-1890 – Creación de la Universidad de Santa Fe.

1890: crecimiento hacia el norte, periodismo.

Llegada del entusiasta Virginio Colmegna.

1893: revolución y primer gobierno de facto radical.

Cambios y más logros.

1900: Cursos de Notariado y Procuración.

Entre sones de campanas y ruidos de derrumbes.

Homenaje al Doctor Gálvez  y más cambios.

Designaciones por Asamblea.

Aproximación al “Club del Orden”

Decisiones tras el Congreso Constituyente de 1853.

Celebración  apoyada por el gobernador Crespo.

Don Carlos Beck: presidente del Club del Orden.

Festejos con los convencionales de 1860.

Comentarios acerca de aquel “baile”.

1861: Bartolomé Mitre en Santa Fe.

Insólito hurto en el Club del Orden.

Sesquicentenario de la fundación (1853-2003)

En el rumbo del Arte.

Teatro Politeama.

Arturo Capdevilla, entre poesías y rutinas.

1880-1900: festejos de Carnaval.

25-12-1900: “Los Negros Santafesinos”.

Siglo XX: más comparsas.

1886: cambios en el “corazón legal de la República”.

La aduana-cárcel y el Jardín Municipal.

Doctor Leoni: persona y personaje.

Mirada de “otro artista”.

Inmigración y desarrollo.

Colonia “Corondina”.

1889: emigrantes italianos llegados en su propio barco.

31-12-1890: cambios en los departamentos.

Educación y conmemoraciones.

24-05-1893: homenaje al Sargento Bustamante.

17-10-1919: creación de la Universidad Nacional del Litoral.

Cincuentenario de la Universidad Nacional del Litoral

Itinerarios insoslayables.

1941-1943: gobierno de Argonz-Leiva.

Desde Asunción hacia el sur…

Tras el alarde…

Una aproximación a la documentación difundida por el Archivo General de la Provincia de Santa Fe permite saber que la fundación de Santa Fe se anunció con el alarde del 23 de noviembre de 1572 difundido en Asunción del Paraguay: “bando del teniente de gobernador del Río de la Plata, Martín Suárez de Toledo, mandando asentarse o registrarse a las personas que concurrirán a la fundación de la ciudad encomendada al capitán Juan de Garay.”  [1]

Suárez de Toledo siendo teniente de gobernador, era también capitán y justicia mayor de las provincias Unidas del Río de la Plata y temiendo dificultades en la comunicación con los “oficiales reales” que estaban en viaje hacia esta región, dispuso que “en uno de los dichos puertos de San Gabriel, San Juan o San Salvador, se asiente y funde un pueblo con número hasta ochenta personas, con las armas, defensas y pertrechos necesarios para la sustentación y conservación”.  En el alarde leído esa mañana en la plaza pública por “Juan López, moreno pregonero público”, con la presencia de los testigos “Juan Delgado y Melchor Núñez, alcaldes ordinarios, y el capitán Ruiz Díaz Melgarejo, vecinos y estante de esta ciudad”, el teniente de gobernador dispuso que todas las “personas que quisieran ir a la dicha población en el dicho navío”, tenían que “asentar y declarar ante Luis Márquez, escribano de la gobernación”, desde el día de esa “en cuarenta días primeros siguientes…”

Encabezaron la lista Juan de Garay, Francisco de Sierra, Antonio Tomás, Hernán Sánchez, Juan de Espinosa… (siguen los nombres y algunos estás testados).  El 29 de marzo de 1573 el escribano Márquez certifica que por orden del teniente de gobernador, entregaron a Juan de Garay “un verso de bronce –un cañón-  y “unos fuelles de fragua con las cámaras y aparejos, que conviene para su defensa y amparo”. [2]

El 3 de abril el teniente de gobernador Suárez de Toledo, “en nombre de su majestad y del ilustre señor Juan Ortíz de Zárate, gobernador y capitán en dichas provincias”, otorgó poder “a Juan de Garay para fundar un pueblo y puerto en San Salvador, en el río de San Juan o San Salvador”, disponiéndose que partirían “en un bergantín grande y cinco barcas y canoas sencillas hechas balsas y para servicio, con muchas armas y municiones y mucho número de caballos, batimentos, ganados, plantas, semillas, gente de servicio, fragua y todos demás pertrechos necesarios para dicha población y fundación del dicho puerto y pueblo”.  Le otorgó el poder de “capitán y justicia de toda la gente que va… por el mejor orden y forma que le pareciere”.. autorizándolo para “distribuir solares para casas de sus moradas, y tierras, aguas y pastos para sus labranzas y crianzas”, autorizando “repartir y encomendar” a los aborígenes que habitaran esa comarca.  Tras sucesivas recomendaciones, se agregó un texto autorizando a “Juan Garay para que cada y cuando que viere que convenga al servicio de su majestad y a la quietud y buen gobierno de su campo, pueda enviar a una persona o dos a la parte o partes que viere que conviene, o deje o pueda dejar en el pueblo la persona que viere que conviene, yendo su persona a otra parte alguna, conforme al más poder que le tengo dado o estando presente.”

1573: fundación de la ciudad de Santa Fe

El domingo 15 de noviembre de 1573 se firmó el acta de fundación de la ciudad de Santa Fe, “en el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de la universidad de todos los santos, y en nombre de la real majestad del rey don Felipe, nuestro señor Juan Ortíz de Zárate, gobernador, capitán general y alguacil mayor de todas las provincias del dicho Río de la Plata”…

Juan de Garay suscribió ese documento donde consta: “…fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta provincia de calchines y mocoretaes, por parecerme que en ellas hay las partes y cosas que conviene para la perpetuación de la dicha ciudad, de aguas y leña y pastos, pesquería y cazas y tierras y estancias para los vecinos y moradores de ella, y repartirles, como su majestad lo manda, y asiéntola y púeblola con aditamento que todas las veces que pareciere o que hallare otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad, lo pueda hacer, con acuerdo y parecer del cabildo y justicia que en dicha ciudad hubiere,  como pareciere que al servicio de Dios y de su majestad más convenga”.  Nombró “alcaldes a Juan de Espinosa y a Ortuño de Arbildo, regidores a Benito de Morales y Hernando de Salas y a Mateo Gil y a Diego Ramírez y a Lázaro Benialbo y a Juan de Santa Cruz”… Juan de Garay dejó constancia en el acta de que: “los alcaldes y regidores vayan conmigo y en el conmedio de la plaza de esta ciudad me ayuden a alzar y enarbolar un palo para rollo, para allí, en nombre de su majestad y del señor gobernador Juan Ortiz de Zárate, se pueda ejecutar la justicia en los delincuentes, conforme a las leyes y ordenanzas reales”.  Dispuso ese tercer domingo de noviembre de 1573: “por jurisdicción de esta ciudad: por la parte del camino del Paraguay hasta el cabo de los anegadizos chicos, y por el río abajo, camino de Buenos Aires, veinte y cinco leguas más debajo de Sancti Spíritu, y hacia las partes de Tucumán cincuenta leguas a la tierra adentro desde las barrancas de este rio y de la otra parte del Paraná otras cincuenta” y en un “pergamino” quedó “la traza” de la ciudad recién fundada, señalándose “el asiento y repartimento de los solares casas de los vecinos de esta ciudad”, incluyendo “dos solares para iglesia mayor, la cual nombro la vocación de Todos los Santos”.  Después juraron las autoridades designadas y del acto dio fe el escribano nombrado, don Pedro de Espinosa.  [3]

Todo estaba por hacer: el trazado de las calles, las viviendas, el mangrullo, los ineludibles entendimientos con los aborígenes que vivían cerca de ese lugar.  Nada quedó escrito acerca del nombre elegido para la nueva ciudad, que por las invocaciones expresadas indudablemente sería la ciudad de la Santa Fe.  Sin embargo, algunos historiadores siguiendo sus impulsos cerebrales en función de otras lecturas, han escrito que Garay pudo haber rememorado lo escuchado alguna vez: que “en la vega de Granada”, en octubre de 1491 se había fundado “la ciudad de Santa Fe” como expresión de la voluntad de alejar definitivamente de ese lugar a los musulmanes.

Fundación de Buenos Aires y aviso a Su Majestad…

El 11 de junio de 1580 don Juan de Garay dejó fundada por segunda vez la ciudad de Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres.  La semana siguiente, ordenó que en la carabela de cuatro palos “San Cristóbal de la Buenaventura” que se construyó en Asunción del Paraguay en 1577 y que lo había acompañado en esa expedición, llevaran prisionero al teniente de gobernador que había desobedecido las órdenes vigentes.  El largo viaje por el río Paraná y su permanencia en este puerto provocaron daños que fue necesario reparar utilizando maderas de la zona.  Encomendó custodiar a la tripulación al padre Juan de Rivadeneyra que desde 1574 era guardián del convento franciscano de Santa Fe; Baltasar Moreno era el maestre de la nave, viajaban -entre otros- Fray Antonio Díaz Picón, Alonso de Vera y Aragón, el piloto portugués Juan Pinto… Cargaron algunos productos de estas tierras sudamericanas y esperaban volver con más misioneros y con algunos enseres que resultaban imprescindibles, porque salvo algunos objetos de cerámica o de hueso o caracolas, algunas artesanías en fibras o botijas de cuero, poco era lo que se podía elaborar con los recursos disponibles hasta entonces.  Tras tres meses de navegación por el océano Atlántico, comenta el historiador José Pérez Martín que “cuando llegaron al puerto de San Lúcar de Barrameda estaban echadas a vuelo las campanas de la ciudad” y que “aquel júbilo en la mañana de setiembre de 1580 era por el triunfo del duque de Alba, en la batalla de Alcántara, que había dado a Felipe II el dominio de Portugal”.  La Corte se había instalado en Badajoz y en consecuencia, tuvieron que seguir avanzar por el camino de Extremadura.  Llegaron a esa comarca y otra vez, el sonido de las campanas anunciaba otro acontecimiento: el lúgubre tañido era un homenaje a la reina doña Ana de Austria –a cuarta esposa del rey Felipe II-, que había terminado su tránsito terrenal en ese desapacible día otoñal.  Allí se encontraron con el cerero y guardadamas Juan Ortiz de Zárate –hermano del adelantado-, encargado de las velas y hachas destinadas a la iluminación; custodio “a caballo en el estribo del coche de las damas de la Corte”, cuyo hijo Rodrigo estaba en Santa Fe.  Fue el intermediario para entregar al rey lo enviado por don Juan de Garay y aunque el monarca no recibió a los viajeros recién llegados del hemisferio sur, les entregó los enseres pedidos, campanas y objetos de uso religioso autorizando el viaje de algunos misioneros.  Para el regreso ya eran conocidas algunas dificultades y los navegantes sabían que podían encontrarse con piratas embarcados con el propósito de robar en alta mar o en algún puerto.

La carabela cuando llegó a la costa brasileña tuvo que ser reemplazada por una fragata y “cuando están a la vista de la isla Santa Catalina, un abordaje del corsario Fenton los despoja de todo lo que llevaban, hasta los ornamentos religiosos y las campanas.  También el pirata se llevó al piloto.  El viaje prosiguió y frente a Buenos Aires, una fuerte borrasca acaba con la destartalada fragata.  Rivadaneyra y los suyos se salvaron, mojados y tristes.  Los misioneros con sus breviarios.  Era el año 1582.  Garay esperó en vano una carta del rey.  Y le volvió a escribir el 20 de abril: ‘No tengo certidumbre de haber recibido V. M. mi carta’…  Ansí mesmo pido se me haga merced para ayuda de casar tres hijas que tengo’…”  [4]

Sublevación de los Siete Jefes

Como suele suceder aún, en la primitiva Santa Fe hubo rechazo a varias iniciativas del teniente de gobernador don Juan de Garay y de sus colaboradores más cercanos.  El “miércoles primero de junio de mil quinientos y ochenta años”, “el ilustre señor capitán Simón Jaques, teniente de gobernador en esta ciudad y su distrito” por intermedio de Alonso Fernández Montiel, escribano público y de cabildo y gobernación, otorgó poder “al señor alcalde Pedro de Oliver para que conozca de estas causas de estos tiranos” que habían participado en “el ‘motín y alzamiento’ acaecido en la víspera de Corpus Christi en Santa Fe”.  El documento original con testimonio del testigo Alonso de Vera y Aragón está roto en el párrafo donde estaban escritos algunos nombres y es posible saber que los sublevados estaban alertas a la llegada de los bergantines que procedían de Buenos Aires, “para poderlos tomar y matar al general Juan de Garay… y que hecho esto, subirían a la ciudad de la Asunción donde la tomarían con muy poca dificultad… y se apoderarían de ella, que era un deservicio de Dios, nuestro señor…”

Una testigo expresó que Catalina de Enciso, la mujer de Diego de Leiva, uno de los rebeldes, había comentado que “el gobernador Gonzalo de Abreu había escrito al dicho su marido y demás cabezas, como eran Lázaro de Venablo y a Pedro Gallego y a Rodrigo Mosquera, que si ellos le daban este rinconcillo, que él los haría señores de todos los indios, que era matar a este testigo y al general Juan de Garay…”  En su declaración, la mujer de Leiva dijo “que de este rincón se temía que prendiesen al que aquí mandaba y a Alonso Vera y al general Juan de Garay, y que después de hecho esto y alzados con la tierra, sería aquí el dicho gobernador Gonzalo de Abreu con recado de gente en su ayuda, y que después de haber hecho ésto les entregaría los reinos del Perú y tomado lo de aquí, no entrarían de España gente alguna”…

Catalina de Torres, mujer de Pedro Gallego -el mozo-, declaró que “el martes por la mañana trajeron al señor teniente -de gobernador- a su posada, preso, de lo cual tomó grandes alteraciones” y al preguntarle a su marido “¿qué es esto?” le había respondido que “Diego Ruiz había traído cartas del gobernador Gonzalo de Abreu par que prendiesen al que aquí mandaban y al general Juan de Garay y Alonso de Vera, por cuanto el virrey había escrito al dicho Gonzalo de Abreu que tratase con los mancebos del Paraguay que prendiesen a los tiranos del general Juan de Garay y Alonso Vera”…  [5]

El testigo Cristóbal de Arévalo dijo “que oyó decir a Diego Ruiz, cuando lo llevaban a ajusticiar al pié del rollo, que debía la muerte, bien debida, por haber venido a estos negocios y que era su muerte justa”, sintiéndose tan culpable que había pedido “que dijesen al gobernador Gonzalo de Abreu que hiciese bien por su alma, pues moría por su servicio”.  También había oído decir “a Pedro de Villalta y a Lázaro de Venablo que tenían ayuda y favor de Gonzalo de Abreu y que no quería más que al general Juan de Garay y a Alonso de Vera en sus manos”… [6]

Otros testigos plantearon situaciones semejantes y  Salvador de Orona, dijo que en “marzo próximo pasado de este año fue a la ciudad de Santiago” y “vendió un caballo al gobernador Gonzalo de Abreu”; que fue a cobrar “la paga de dicho caballo y halló a Diego Ruiz en el aposento de dicho gobernador” y fue entonces cuando se habló sobre la carta “que había traído Hernando de Gaona”…  Declaró Diego Ruiz que “este motín” fue ordenado por “Gonzalo de Abreu y Diego de Rubira” porque le habían pedido a “Pedro de Villalta par que hablase a los mancebos más principales” para prender a Garay y a Vera “y que después de preso se lo entregasen a Diego de Rubira”…

Durante ese “Primer Movimiento Separatista en el río de la Plata” -al decir del historiador Ángel S. Caballero Martín-, de acuerdo al testimonio del testigo Bartolomé Figueredo, “los alterados” como tardaba en regresar Pedro Ruiz enviaron Pedro de Villalta a Santiago para”avisar la determinación de Gonzalo de Abreu” con el propósito de que retornara “con mucha brevedad”.  “Para provocar e inducir a la gente de este pueblo a su opinión” “escribieron una carta”, “en casa de Pedro Gallego”, “falseada de la firma del general Juan de Garay” y “se hallaron a escribirla Rodríguez Mosquera y Pedro Gallego y Diego de Leiva, Domingo Romero, y después de escrita se la llevaron a Lázaro de Venablo, el cual dijo que estaba buena…”  [7]

Mentiras, intrigas, traiciones eran algunos de los conflictos generados por los hombres.  Fracasados los intentos de control, en algunas se aplicaba  la pena de muerte.  Además, aquellos pobladores tenían que soportar los frecuentes cambios de la Naturaleza, los desastres generados por las inundaciones y los cálidos vientos que acentuaban la sequía.  Agobiados por tales amenazas, optaron por trasladar la ciudad hacia el sur donde encontraran mejores condiciones climáticas.

Carta de la viuda de Garay al Rey.

Doña Isabel Becerra y Mendoza, también conocida como Isabel Becerra Contreras el 3 de abril de 1606 en una carta enviada al rey de España, expresó:: “Señor:  La extrema y grande necesidad en que he quedado y estamos de veinte y seis años a esta parte, yo y mis hijos y nietos, por muerte del general Juan de Garay, mi marido, que a otros tantos años le mataron los indios de esta provincia andando en servicio de vuestra majestad…”  Destacó que Garay había fundado “esta ciudad y la del puerto de Buenos Aires”.  Reconoció luego: “…si no fuera por el amparo que habemos tenido de Hernandarias de Saavedra, mi yerno, que casó con una hija mía y del dicho general, mi marido, hubiéramos padecido mucho más…” y anotó que “el dicho Hernandarias tiene a su madre y muchas hermanas y deudos que sustentar, y no tiene hacienda para ello, y faltándole el salario y ayuda de costa que vuestra majestad le ha hecho merced con el gobierno, padeceremos todos, más porque la tierra es tan pobre que no ha tenido en qué poder hacer el bien a ninguno de sus deudos… Y los pocos indios que teníamos se han acabado con estas pestes, con que quedamos más pobres…  Y por lo que debo a cristiana, suplico a vuestra majestad se sirva estar advertido de que el general Juan de Garay, mi marido, pobló esta ciudad de Santa Fe antes que viniese a esta provincia el adelantado Juan Ortiz de Zárate y de ella le favoreciese.  Envió y llevó socorros hasta el mar y puerto de San Salvador, donde asimismo fue favorecido y socorrido del general Ruy Díaz de Melgarejo, mi cuñado, en tiempo que si no le socorrieran padeciera el dicho adelantado y toda su armada, porque le habían muerto la más de la gente indios charrúas y le acabaran si no fuera por estos socorros.  La ciudad y puerto de Buenos Aires también la pobló y fundó el dicho mi marido y no el dicho adelantado”, insistió en aclarar la viuda de Juan de Garay.

En el párrafo siguiente destacaba doña Isabel Becerra y Mendoza, que el general Ruy Díaz Melgarejo había poblado y fundado “la Ciudad Real y Villa Rica del Espíritu Santo, que son en la provincia de Guayra”, teniendo en cuenta que “el licenciado Torres de Vera con sus amigos y paniaguados, examinando el propio los testigos y escribiendo sus dichos en su casa y haciéndoseles firmar después en los pueblos donde no estaba vuestro gobernador Hernandarias, de que se guardó y receló, porque no había de permitir semejantes falsedades, y quieren con ellas engañar a vuestra majestad y decir que el dicho adelantado cumplió con las capitulaciones que hizo, poblando estos pueblos, siendo contra la verdad”…  [8]

Es oportuno tener en cuenta que Hernandarias murió en 1631 y el testamento de su esposa Jerónima Contreras –en 1649- revela que en ese momento poseía miles de vacas en la estancia del Salado y en la otra banda, diversas herramientas, muebles, vestimentas y disponían de aborígenes y negros para distintos servicios.

Traslado de Santa Fe…

El historiador Manuel Cervera, interpretó que los pobladores de Santa Fe la Vieja, tres cuartos de siglo después de esa fundación, soportaron “la continua inquietud y casi segura creencia de que sería destruida por las repetidas invasiones de los indios del Chaco” y además, año tras año observaban “las crecientes del río que carcomían la ribera y habían provocado derrumbes varios de casas y templos, y finalmente las dificultades que su situación llevaba al comercio y tránsito de carretas.”  [9]

En sus frecuentes viajes hacia el sur, los cabildantes santafesinos habían observado que cerca de la laguna Grande de los  Saladillos –actualmente conocida como Setúbal o de Guadalupe-, los terrenos eran más altos y “en sesión capitular del 21 de abril de 1649 el Procurador de la Ciudad Capitán Juan Gómez Recio peticionó que ‘mude sitio la población en conformidad de lo asentado en su fundación, que vista en los libros del archivo, y por las causas que en su escrito alega’.”  En la sesión del 24 de setiembre, ausente el procurador titular, “el Regidor y Fiel Ejecutor don Juan Gómez de Salinas ‘presenta una información… sobre el ser conveniente mudar y trasladar a ‘esta ciudad al río Grande Salado y parte allí determinada y señalada’.”  Al año siguiente, el 14 de agosto de 1650 el Cabildo aprobó el traslado, apoyada la iniciativa por don Andrés de León y Garabito, Oidor y Visitador General de la real Audiencia de la Plata, “miembro de una familia de sacerdotes y literatos”, “personaje de fuste en Lima y Charcas, catedrático de Vísperas en la Universidad de San Marcos”, oidor de la Audiencia de Charcas que viajaba hacia Asunción y se comprometió a “dar conocimiento al Virrey del Perú y Audiencia y a don Jacinto de Lariz, Gobernador y Capitán General de ‘estas provincias del Río de la Plata”.  La pertinente autorización del señor gobernador fechada el 27 de setiembre de 1650, fue recibida dos meses después: el 24 de noviembre.

Se integró la comisión encargada de elegir el nuevo sitio y el alcalde ordinario Capitán Mateo de Lencinas, un año después señaló un rincón ubicado entre el Salado y el Saldillo, parte de las estancias de Juan de Lencinas, Diego Lugo y Frías y de los herederos de Manuel Martín, tierras que habían pertenecido a don Juan de Garay y que fueron heredadas por su hija Jerónima de Contreras, casada “a los 18 años en 1582” con Hernando Arias de Saavedra, el conocido Hernandarias, hijo del teniente gobernador Martín Suárez de Toledo.  [10]

El Sargento Mayor Antonio de Vera y Mujica, hijo de don Sebastián de Vera y Mujica, “procedente de las islas Canarias, fue el encargado de disponer todo lo concerniente al traslado; “de carácter decidido y generoso, compró tierras y las donó al Cabildo para que las otorgara a los vecinos del Arroyo el Potrero, en Rincón, y lo mismo hizo con otras que tenía en los pagos de Coronda y sobre la laguna Guadalupe.  Trajo, asimismo, reses de las vaquerías del otro lado del Paraná.  Vera Mujica no tenía ninguna vinculación con los descendientes de Juan Torres de Vera y Aragón.”  [11]

Colaboraron con el mariscal de campo Juan Arias Montiel, el capitán Alonso Arias Montiel, quien dirigió los trabajos de delimitación de solares y edificación; el capitán Jerónimo Rivarola, el general Roque de Mendieta y Zárate y el Padre Nicolás Carvajal, procurador del Colegio de los Jesuitas. Cooperaron también algunos vecinos, contratándose cincuenta aborígenes “a un real de sueldo más el sustento por día”.  Algunas constancias indican que la nueva ciudad quedó fundada el 2 de mayo de 1651, en vísperas de la celebración católica de la Invención de la Santa Cruz, aunque el mencionado jesuita dejó escrito que fue dos semanas después: el día 16 de mayo, fecha que coincide con la del Padrón de las Chacras firmado por un escribano y existente en un expediente del archivo de los jesuitas.

En los primeros meses del año siguiente, comenzó el traslado de los pobladores con sus bienes, siguiendo el camino de la costa y en agosto de 1652 continuaba “el trabajo de los indios pese a la falta recursos, hasta la traslación definitiva”.  Al año siguiente, se encomendó al Alcalde Alonso Arias Montiel -secundado por algunos vecinos-, el reparto de las chacras en los terrenos del “Pago de Abajo” -hacia el noroeste, sobre el Salado- y del “Pago de Arriba” -al noreste, sobre la Laguna Grande del Saladillo.  Se menciona “su extensión en cuerdas de una vara castellana ‘desde el primer mojón hasta la cruz que divide las tierras del capitán Miguel Santuchos, difunto, hasta las de Juan Arce”.   [12]

Acta del 20-02-1653: nuevo reparto de tierras, iglesias…

El 20 de febrero de 1653 el capitán Arias Montiel dejó constancia de las tierras repartidas mediante un acta y la ubicación de las iglesias y casas consistoriales fue idéntica a la de Santa Fe, la vieja: trazada la plaza principal se prolongaron hacia los cuatro puntos cardinales las cuatro calles que en sucesivas paralelas fueron generando el damero original, siguiendo el diseño del estilo español.

Ha reiterado el historiador Federico Cervera que “en Diciembre de 1659 se registra el traslado de las autoridades eclesiásticas al nuevo asiento, anotándose el primer bautismo el 6 de Enero de 1660 en la persona de Lorenzo, hijo legítimo de Matías Gómez y Francisca Rosquín, oficiando de padrinos el Sargento Mayor Antonio Vera y Mujica y su esposa Melchora Arias Maldonado”.  El 14 de agosto se registró el primer matrimonio: “los contrayentes Manuel de Sanabria y María Leonor de Ávila y Sotomayor, padrinos Francisco Rodríguez y Antonio Rossada”.  Ese año -siguiendo al historiador Andrés Atilio Roverano-, también se trasladaron las autoridades civiles, “a juzgar por la entrega del libro de Cabildo fechada en Santa Fe de la Vera Cruz el 3 de Abril de ese año”.  Federico Cervera señaló que “la primer Acta capitular” es de fecha “1º de Noviembre de 1661”.  Como aún suele suceder aún, en aquella época algunas familias no estaban dispuestas al traslado porque temían perder sus escasas pertenencias y prefirieron quedarse en lugares más cercanos al primer emplazamiento.  “Según un documento de la Curia de Buenos Aires, permanecían el sitio antiguo al 3 de junio de 1660, 1500 habitantes de ‘españoles, indios y morenos’ agregándose ‘no haber persona de Cabildo ni juez ordinarios en este sitio viejo”.  En otro documento consta que desde fines de abril de ese año y “hasta el mes de Marzo de sesenta y dos no hubo cura en el dicho sitio Viejo y estaba en él la mayor parte del pueblo”.  La presencia de esa población en el norte servía para frenar el avance de los malones.

Santa Fe de la Vera Cruz…

Algunos historiadores han expresado que ya Juan de Garay la nombró Santa Fe de la Vera Cruz, aunque recién el 20 de febrero de 1653 se la identificó así en el acta de repartición de las chacras y en sucesivos títulos de tierras. La Reina Gobernadora Doña Mariana de Austria, expidió el 6 de mayo de 1670 la Real Cédula que aprobaba ese traslado, y según documentos de aquel tiempo, tres años después al conmemorarse el primer centenario de la fundación de Santa Fe, no se había terminado la segunda.

Observaciones del historiador Federico Cervera.

El historiador Federico Guillermo Cervera reiteró que en el acta de la fundación, está escrito Santa Fe sin aditamento y destacó que tras el fallecimiento del Adelantado don Juan Ortiz de Zárate, asumió interinamente el Adelantado don Diego Ortiz de Zárate y Mendieta e “impuso a la ciudad el nombre de Santa Fe de Luyando”, aditivo “con que quiso honrar al lugar español que fuera cuna de sus mayores” pero que ”duró tanto como la efímera actuación de este personaje, depuesto violentamente antes de un año en la misma ciudad de Santa Fe”.  [13]

Opiniones de Ramón Lassaga y José Carmelo Busaniche.

Por tradición oral el historiador Ramón Lassaga, sostuvo que los conquistadores mientras estaban hachando un árbol, encontraron una pequeña cruz en un hueco y a partir de ese momento, decidieron nombrarla Santa Fe de la Vera Cruz.  El estudioso José Carmelo Busaniche, advirtió que esa cruz pudo ser “la dejada por Juan Gregorio Bazán en 1568, cuando su incursión al Paraná proveniente de Santiago del Estero, y que fuera hallada por Garay con un frasquillo en el Palmar de Malabrigo, según constancia documentada” y aclaró Cervera, que “era antigua costumbre de los conquistadores, dejar mensajes en cartas escondidas en huecos de árboles, con una gran cruz a su lado para su identificación, con lo que no resulta nada extraordinario el hallazgo en Malabrigo.  [14]

Coincide con lo expresado otro antecedente, ya que el 29 de marzo de 1576, desde San Salvador, el tesorero del rey don Hernando de Montalvo, remitió un informe a su “Cesárea Católica Majestad” refiriéndose a las poblaciones existentes en el Río de la Plata y Paraguay.  Menciona al “adelantado [Juan Ortiz de Zárate] con su gente”, quienes se habían encontrado con algunos charrúas y por intermedio del tesorero y capitán Francisco Ortiz de Vergara, le hizo decir “al cacique mayor”, “que si habría algún indio que quisiese llevar unas cartas a donde estaba poblado un capitán llamado Juan de Garay con ciertos cristianos que habían bajado de la ciudad de Asunción, cerca de lo de Tucumán”… aclarando que fueron “ciertas cartas que el adelantado había hallado en la  cruz que estaba en la dicha punta de la tierra firme de San Gabriel”…

Expresó luego que “las cuales cartas habían dejado allí el obispo y el capitán Ruy Díaz Melgarejo, hermano del dicho tesorero Francisco Ortiz de Vergara, sus fechas de 20 de junio de 73, avisando por ellas que como iban a España y llevaba el obispo preso a un Felipe de Cáceres, teniente del dicho adelantado, por el santo oficio de la Inquisición, y daban aviso de cómo quedaba allí el dicho capitán Juan de Garay [en un lugar] llamado Santa Fe, cien leguas de allí, y daban también aviso de cómo viviesen con todo recato con estos indios y más de los charrúas que son gente cautelosa”.  [15]

Hipótesis del historiador Manuel M. Cervera

Entre otras hipótesis acerca del origen del nombre Santa Fe de la Vera Cruz, el historiador Manuel M. Cervera atribuyó “el nuevo nombre de la ciudad al sentimiento religioso de sus vecinos o a la existencia de alguna cruz en el lugar, quizá la cruz de santuchos que delimitaba la región de las chacras sobre el río saldo”.

En torno a tal influencia del cristianismo, Federico Cervera reiteró que “la veneración de la Vera Cruz corresponde en forma más concreta y definida, a la reliquia de la verdadera cruz en que padeció y murió el Salvador, hallada en el año 326 en circunstancias singulares por la reina Santa Helena, madre del Emperador Constantino.  De ese madero hizo hacer la Santa tres reliquias: una quedó en Jerusalén, y las otras dos se remitieron a Roma y a Constantinopla”; comenzó la veneración en Jerusalén el día Viernes Santo y “pasó esta fiesta religiosa a la Iglesia romana y a la oriental”.  [16] 

Tras más señales acerca del origen de ese nombre, también se ha aludido a “la cruz famosa” que “estuvo en la Catedral, colocada en otra de mayores dimensiones y que era reverenciada en la celebración religiosa del 3 de mayo, día de la “Invención de la Santa Cruz”.  [17]

Una mirada hacia lo alto durante una noche sin nubes, suele conmover por el misterio del Universo y en estos lares santafesinos se destaca la luminosidad de la Cruz del Sur, que pudo haber sido otra de las causas de ese original nombre, como lo sugiere también el historiador Pérez Martín aclarando que ”para la lengua quichua era la Cata-Chi-Illai; para los españoles como una brújula en el firmamento” y que “ninguna ciudad argentina tiene un nombre como la nuestra, con tan pura resonancia católica: Santa Fe del la Vera Cruz.”

Presencia de la Iglesia Católica Apostólica Romana

 

Sabido es que el 20 de febrero de 1653 fueron repartidas las tierras en Santa Fe de la Vera Cruz y en el acta pertinente consta la ubicación de las iglesias y casas consistoriales.  La distribución fue idéntica a la de Santa Fe, la vieja: trazada la plaza principal se prolongaron hacia los cuatro puntos cardinales las cuatro calles que en sucesivas paralelas fueron generando el damero original del tradicional diseño español.

Diciembre de 1659: primer Bautismo,

Ha reiterado el historiador Federico Cervera que “en Diciembre de 1659 se registra el traslado de las autoridades eclesiásticas al nuevo asiento, anotándose el primer bautismo el 6 de Enero de 1660 en la persona de Lorenzo, hijo legítimo de Matías Gómez y Francisca Rosquín, oficiando de padrinos el Sargento Mayor Antonio Vera y Mujica y su esposa Melchora Arias Maldonado”.  El 14 de agosto se registró el primer matrimonio: “los contrayentes Manuel de Sanabria y María Leonor de Ávila y Sotomayor, padrinos Francisco Rodríguez y Antonio Rossada”.

Investigación de Andrés Roverano: traslado de autoridades civiles.

Ese año -siguiendo al historiador Andrés Atilio Roverano-, también se trasladaron las autoridades civiles, “a juzgar por la entrega del libro de Cabildo fechada en Santa Fe de la Vera Cruz el 3 de Abril de ese año”.  Federico Cervera señaló que “la primer Acta capitular” es de fecha “1º de Noviembre de 1661”.  Como aún suele suceder aún, en aquella época algunas familias no estaban dispuestas al traslado porque temían perder sus escasas pertenencias y prefirieron quedarse en lugares más cercanos al primer emplazamiento.

“Según un documento de la Curia de Buenos Aires, permanecían el sitio antiguo al 3 de junio de 1660, 1500 habitantes de ‘españoles, indios y morenos’ agregándose ‘no haber persona de Cabildo ni juez ordinarios en este sitio viejo”.  En otro documento consta que desde fines de abril de ese año y “hasta el mes de Marzo de sesenta y dos no hubo cura en el dicho sitio Viejo y estaba en él la mayor parte del pueblo”.  La presencia de esa población en el norte servía para frenar el avance de los malones.

Convento de los Mercedarios…

El  primer convento de los Mercedarios  denominado San Agustín, ocupaba la esquina de General López y 9 de Julio.  Un documento de 1776 lo describe: “Contenía  un corral con su parra y sus naranjos, nueve celdas con puertas y ventanas, coro para la comunidad y un espacio para ranchería”; “contaba con dos esclavos, un barbero sangrador, un organista, un violinista y once esclavas con hijas, todas llamadas Mercedes, y mezcladas con hombres libres”.  Lindaba hacia el norte con el cementerio.  En 1792 de dispuso que los mercedarios ocuparan el antiguo edificio de los jesuitas, “con la obligación de fundar escuelas de latinidad y de primeras letras”.

Allí se alojó el general Manuel Belgrano cuando pasó en 1811 con su ejército nacional.  En esa circunstancia, dejó la orden de rematar aquellos terrenos cuyas construcciones estaban deterioradas y fueron adquiridos por el médico Manuel Rodríguez para construir la vivienda que luego heredó su hija, esposa del Brigadier Estanislao López (sede actual del Archivo General de la Provincia de Santa Fe).

El último mercedario fue Fray Plácido Camacho, fallecido en 1848, conocido como El Comendador, sepultado en la Iglesia de los Milagros donde la familia Pujol y Andino dispuso la colocación de una placa ya prácticamente borrada.

Imagen de la Virgen Inmaculada en el convento franciscano

En el testamento de Jerónima Contreras -hija de Juan de Garay y de Isabel Becerra y Mendoza, también conocida como Becerra Contreras-, en 1649 quedó en donación para el Convento franciscano, una imagen de la Virgen Inmaculada, un cáliz, su patena y diversos objetos destinados a oficios religiosos. El historiador Pérez Martín aportó información acerca de esa venerable imagen: “el cuadro de Cotanga muestra la procesión en 1801, saliendo por la puerta claveteada de hierro.  La vestidura de la Virgen fue luego renovada y fabricada en Barcelona, en casa de Ricardo Valero”. Cinco décadas después, “con esta imagen se celebró la Declaración Dogmática de la Inmaculada Concepción en 1854 y también en el quincuagésimo aniversario, en 1904”.

Los fieles católicos que en ese templo la veneran, la reconocen como la Virgen de Garay y “parece ser que en los últimos decenios del siglo XIX, el culto hacia ella había disminuido.  Así lo dio a entender Mons. Alfonso Durán en un escrito, el 2 de diciembre de 1920, aludiendo a los esfuerzos del guardián Fray José Pujol para restablecer su devoción.  Tres días después de ese comentario, monseñor Agustín Boneo “bendijo la efigie en la Catedral y colocó en su frente una hermosa corona, como la había tenido cuando estaba en la capilla de doña Jerónima”.  [18]

1636: la Virgen de los Milagros

En Santa Fe, la Vieja frente a la plaza mayor estaban la iglesia y el colegio de la Compañía de Jesús lindando con la viña que habían adquirido a doña Luisa Lencinas y con la casa de doña Jerónima de Contreras y Garay, hija del fundador Juan de Garay y esposa de Hernando Arias de Saavedra.  Hasta ese lugar llegó en 1633 el Hermano Juan Berger, francés, pintor, escultor y músico, quien por sus conocimientos de medicina también curaba a algunos enfermos. Al año siguiente pintó un cuadro de la Limpia Concepción que fue colocado en el templo sirviendo así para congregar a los fieles mientras oraban.  Dos años después, el viernes 6 de mayo de 1636 quienes estaban frente al lienzo se emocionaron y empezaron a murmurar sobre lo que estaban viendo porque un abundante sudor brotaba del centro de la imagen y vieron como se deslizaban las livianas gotas.  [19]

Se ha reiterado que fue el rector del colegio, el Padre Pedro de Helgueta -oriundo de Pamplona- el primero en acercarse al cuadro para intentar absorber ese líquido que siguió manando durante una hora.  Mientras tanto, empezaron a tañer las campanas y al trascender esa noticia llegaron hasta ese lugar Juan de Garay -nieto del fundador-; el teniente de Gobernador y Justicia mayor Alonso Fernández Montiel que había ordenado la presencia del escribano del rey Juan López de Mendoza.

Emocionados se acercaron al cuadro y el escribano comprobó que “…aunque mucho limpiaba, más agua salía, de forma que dio muchos algodones mojados…”  El licenciado Hernando Arias de Mansilla, Cura, Vicario y Juez también estaba frente a la imagen; después dejó constancia en acta de haber recogido reliquias –algodones mojados en el sudor milagroso- y de haberlos repartido entre la gente.

Estuvieron también frente al altar:  Cristóbal de Sanabria -maestre de campo- y los capitanes Lorenzo Ávalos de Mendoza, Gonzalo de Luna, Bernabé Garay, Juan Osuna, Juan de Quevedo Vasconcellos; distintos integrantes de la comunidad jesuítica, el canónigo Francisco Jarque que había llegado desde Potosí; y como se lee en el acta transcripta por el padre Guillermo Furlong en su libro titulado Nuestra Señora de los Milagros, se habían congregado “así hombres como mujeres indios, negros…” donde también es posible leer que el entonces Obispo del Paraguay y Gobernador en el obispado del Río de la Plata, Fray Cristóbal de Aresti, aprobó las mencionadas actas y en el Auto del 22 de noviembre de ese mismo año, declaró su aprobación para que “… puedan poner los dichos milagros en la Iglesia”, constancia que tiempo después se reprodujo en algunos devocionarios.  [20]

Desde entonces, fue creciendo la devoción por la Virgen de los Milagros cuya imagen también fue traslada al nuevo asentamiento -1651 a 1660- y durante siglos fue reconocida como la Patrona de Santa Fe

(Sabido es que como tal figura en algunos devocionarios impresos en 1749.)

Ha reiterado el arquitecto Luis María Calvo que “ya el 15 de noviembre de 1658 el padre Antonio Manquiano escribía: ‘Al presente estamos poblados en la nueva ciudad’.  En 1670 se dio por terminada la obra de la Iglesia y el 29 de setiembre de ese año se hizo la dedicación de la misma.”

1700: terminación de la Iglesia…

Distintas crónicas coinciden en que la nueva Iglesia de los jesuitas era de una sola nave, se terminó de construir en 1700.  De acuerdo al testimonio del ingeniero Luis María Calvo, el Padre provincial en 1708 “se refiere a la planta aprobada, aunque no debió ser necesariamente la del edificio definitivo” y “ocho años más tarde se hace mención a que estaban terminándose las obras de una torre que existió poco tiempo del lado de la esquina, y que alrededor de 1714 sufrió un colapso y se derrumbó”.

Tras veinte años era evidente el deterioro en los techos de la iglesia y mientras tanto, el crecimiento en las actividades de las misiones exigió que en 1743 se habilitara un tercer patio destinado al Oficio de las Misiones ya que además de la recién fundada Reducción de San Javier, estaba previsto establecer otra con los abipones en San Jerónimo del Rey, proyecto que se concretó cinco años después.

Hasta mediados de ese siglo, resultaron vanas algunas gestiones para reconstruirlos.  Como destaca el ingeniero Calvo, “en 1753 el hermano Antonio Harls formaba parte de la comunidad jesuita santafesina”, era “un acreditado ebanista y arquitecto” e intervino “no sólo en la construcción de la cubierta sino también en la finalización de la torre del sur, que se dio por terminada en 1755”.  En la década siguiente, los entusiastas jesuitas fundaron la Misión de San Pedro (1765) y dos años después, precisamente en el día de Nuestra Señora del Carmen, una Real Pragmática firmada por Carlos III ordenó la expulsión de los miembros de la Compañía de Jesús de la península hispánica y de todas sus colonias.  Resulta prácticamente inabarcable todo lo que se ha escrito acerca de ese destierro y como lo ha destacado el escritor Gustavo Víttori -también santafesino-, soportó ese desarraigo el talentoso Padre Francisco Javier Iturri, “nacido en Santa Fe el 10 de octubre de 1738, hijo de don Martín de Iturri y doña Francisca Gaete, educado en el colegio jesuítico hasta los catorce años, cuando ingresó en el colegio de la universidad cordobesa.  Al año siguiente –1753 pudo ingresar como novicio y cinco años después recibió el Orden Sagrado.  Dejó una interesante obra historiográfica y como se ha reiterado, durante su permanencia en Buenos Aires antes de la partida hacia Europa fue despojado de sus libros y manuscritos, entre ellos un ensayo titulado “Acerca de los males que España ha sufrido por el exceso de oro proveniente de América.”  De un día para otro, se apagaron las luces de la antorcha del saber que había señalado rumbos en distintas localidades hispanoamericanas…

1767: expulsión ordenada por el Rey Carlos III de España.

Así las cosas, durante el reinado de Carlos III de España, se realizaron varias reformas, destacándose “en su política los ministros Campomanes, Floridablanca y Aranda”, promotor del decreto real que firmado el 2 de enero de 1767 provocó “la expulsión de los jesuitas de las provincias del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, así como la fiscalización de sus propiedades.”  Quienes tuvieron que cumplir la misión de trasladar el mencionado decreto, lo hicieron con máxima reserva: “en tres sobres sellados y lacrados fue enviada la orden, y el último sobre debía ser abierto el mismo día en cada una de las provincias en donde los jesuitas tenían sus misiones y conventos.  De esta manera la medida pudo cumplimentarse al mismo tiempo y en distintos lugares.  No tuvieron posibilidad, sorprendidos como fueron, de ofrecer resistencia ni defensa alguna”

Francisco de Paula Bucarelli, gobernador del Río de la Plata (1765-1770) también intervino en la expulsión de los sacerdotes y desde Santa Fe fueron llevados por el río hasta la Bajada Grande (en Entre Ríos), instalados en Buenos Aires recién en abril de 1768 partieron hacia Italia.  Hasta el momento de la expulsión, los jesuitas cobraban peaje en el Paso de Santo Tomé a quienes necesitaban cruzar la estancia perteneciente a la Compañía y Bucarelli al ordenar el remate también dispuso que ese paso quedara libre.

Acerca de la obra de los jesuitas han quedado distintos testimonios, tanto en Cartas como en registros de expedientes, escrituras y libros de contabilidad.

Es necesario tener en cuenta que los jesuitas se habían formado siguiendo los principios cristianos enunciados por el guipuzcoano Ignacio de Loyola al fundar esa compañía. Cuando llegaron al Río de la Plata empezaron a organizarse administrativamente y propusieron establecer un sistema de educación destinado a los aborígenes que fue aceptado por las autoridades coloniales.

Así se fueron instalando las Misiones -donde lógicamente se generaba cierta sumisión ya que diariamente trabajaban en el cultivo de la tierra y en distintas actividades: aprendían a orar en otras lenguas y recibían los Sacramentos, eran alentados en sus vocaciones artísticas, entre ellas la escultura y el tallado en madera, la música…

Desde otro punto de vista, los jesuitas eran condenados por quienes opinaban que atentaban contra la doctrina católica y que actuaban con tanta autonomía que hasta podían soslayar el poder Real, mientras con notable habilidad empresarial seguían ejecutando actos de comercio casi al borde de la ilegalidad.

Traslado de la Imagen de Ntra. Sra. de los Milagros…

Tras el alejamiento de los Padres Jesuitas, la imagen fue trasladada a la Iglesia Matriz o Catedral y cuando los mercedarios recibieron para su administración los bienes que habían pertenecido a la Compañía de Jesús, aunque parezca curioso hubo pleitos hasta que en 1796 el cuadro volvió al templo donde se había observado el milagro que provocó tantas emociones.

Más distribuciones, valuaciones…

La licenciada Liliana Montenegro de Arévalo ha escrito: “En el momento de la tasación de 1768 se registran 75 esclavos en el colegio, 83 en la estancia San Miguel, 9 en la Estancia Santo Tomé, 4 en la Chacarita y 2 en la Chacarita de Doña Blanca.”  [21]

El historiador Guillermo Cabanellas refiriéndose a los misioneros que trabajaron en el Paraguay, expresó: “Los jesuitas, pese a todos los ataques sufridos, pese a la lucha que debieron sostener, dejaron poblaciones florecientes constituidas por indios que habían encontrado, siglo y medio antes, en estado salvaje.  Fue un ensayo que tuvo sus resultados y destaca de él un arte, un progreso en la agricultura, poblaciones prósperas y un sentimiento colectivo.  De ello sobrevivió poco o nada.  Ruinas, naranjos es lo que aún resta… El pillaje constituyó ya norma y en vano se adoptaron medidas.  La ruina de las Misiones estaba decretada”… [22]

Durante los años siguientes, en Europa los jesuitas seguían siendo controlados y en algunos casos, combatidos.  En 1773, Clemente XIV suprimió la Compañía.

Entre los santafesinos, la nostalgia de algunos exalumnos al evocar las vivencias compartidas en el legendario colegio, tenía una intensidad semejante a la de los fieles católicos que añoraban las misas celebradas en el templo.

1793: cesión del templo a los Padres Mercedarios.

La Iglesia estuvo clausurada hasta 1793, cuando los padres mercedarios lograron la cesión del amplio edificio del colegio para continuar allí con sus actividades.  Desde entonces quedó desocupado el convento donde se albergaban -en las actuales calles 9 de Julio entre Buenos Aires y General López, al lado de la casa que luego habitó el brigadier López, actual sede del Archivo General de la Provincia- y a la iglesia se la reconoció como de la Merced.  El gobierno necesitaba más espacio para algunas dependencias y un sector fue habilitado para ese fin.  En 1793 y sólo durante unos meses, funcionó en el sector este un Hospital.  Cerca de ese lugar, estaban las ruinosas construcciones que habían servido como almacenes de las Misiones que fueron derrumbadas para trazar la Calle Nueva como prolongación de la actual calle 25 de Mayo.

Informaciones posteriores han demostrado que las buenas intenciones -al menos en Santa Fe de la Vera Cruz- generaron sucesivos esfuerzos que no alcanzaron para igualar la obra que dejaron los discípulos de San Ignacio de Loyola.

1786: Domingo de Ramos y sonidos de campanas…

Al sur de Santa Fe de la Vera Cruz, revoloteaban las palomas apenas empezaba a sonar la Carachosa, metálica campana fundida el 16 de marzo de 1786 por el legendario ermitaño Francisco Javier de la Rosa, vecino de la laguna Setúbal -o Zetúbal-; el constructor del reloj de sol que fue ubicado en el jardín del convento franciscano, entre naranjales y floridos malvones.

Hay distintas versiones acerca de esa campana, unos dicen que “el guardián del convento Dionisio José de Irigoyen adquirió por 64 pesos fuertes 41 arrobas de otra campana que era de los mercedarios y quienes la recibieron por testamento de la hija de Garay, Jerónima de Contreras, en 1649” y que “fue fundida en el mismo convento donde se instalaron el horno y los moldes.  Pero en los libros de la comunidad consta que se pagaron 4 reales a un carretillero para conducirla a la iglesia, el domingo de Ramos de 1786.”

Señala Pérez Martín: “… es lo más probable que el horno de fundición estuviera instalado en el lugar llamado La Cuadra, en el brazo de río que iba desde la laguna Setúbal al puerto y donde vivía el ermitaño, antes de irse al oratorio de Guadalupe.  En ese sitio igualmente tuvo horno y galpón doña Clara Chavarreta.  La campana fue pintada de verde al óleo y se grabaron en un lado símbolos religiosos y en el otro la imagen de San Antonio.  Al hacerle el badajo, hubo que abrirle agujeros y por eso decía el propio de la Rosa que estaba remendada como el hábito del Poverello”, San Francisco de Asís.  [23]

Las cálidas brisas del norte se extendían por esos lugares mientras algunas familias seguían con la costumbre de usar los braseros como sahumerios, quemando romero y tomillo para perfumar las habitaciones.

Mientras tanto, en el sur algunos vecinos se acercaban a la Plaza Mayor para escuchar la retreta o para conversar mientras descansaban en los bancos ubicados debajo los árboles.  Los más jóvenes aprovechaban para dar vuelta tras vuelta por los senderos laterales y entre pasos, pausas y breves diálogos, se iba generando la trama de sorprendentes romances.

Costumbres, plagas y vicios…

Distintos historiadores han destacado que los aborígenes eran devoradores de carne, porque no eran agricultores y se alimentaban con abundante carne de distintas especies, preferentemente con pescado si habitaban cerca de lagunas o ríos.  José Pérez Martín ha escrito: “Si el Río de la Plata era el reino de las frutas y de las hormigas, como dicen los cronistas, también lo era del pescado.  El P. Joly en 1789 contaba, sobre los sábalos, que se conservaban en calabazas partidas, con pimienta en polvo, para librarles de los insectos.”  [24]

Con la llegada de los conquistadores cambiaron algunos hábitos alimenticios: se comía el hervido, como nombraban entonces al puchero y para conservar la carne vacuna se empezó a preparar el charqui: carne expuesta al aire para que se fuera secando, protegida de los insectos y del rocío porque podían provocar su descomposición.  “Wilfredo Latham en 1867 ya nos habla de los saladeros que se difunden en nuestra provincia y Hutchinson, se refiere a la industria del carbón de leña, de las maderas de algarrobo para rayos de ruedas y para carretas.  La agricultura va ganando paso a paso terreno a los campos de pastoreo, con los agricultores anteriores a la fundación de Esperanza: genoveses, irlandeses, españoles e isleños de las Canarias”.  [25]

Se extendió el uso de las harinas -de trigo, de mandioca…- utilizadas en la preparación de panes y con frecuencia, la población soportó los ataques de las langostas que arrasaban con los vegetales en vastas zonas.  Era posible recoger naranjas, duraznos, tunas, sandías… y distintas hierbas que utilizaban también para algunas curaciones, generalmente después de haber tenido que luchar para liberarse de las voraces hormigas y de las orugas.

Con los extranjeros llegaron algunas mujeres hábiles en la preparación de galletas y alfajores; que con las tortas fritas y distintas golosinas preparadas con miel, almíbar o azúcar.  Se empezaron a organizar huertas y jardines familiares y allí se construyeron los hornos de barro.  Las mujeres elaboraban mermeladas de distintas frutas, pero cuando llegaban las carretas del norte, los vecinos se acercaban para comprar el sabroso arrope.  Se ha recordado que “aquí, afirmó Paúl Mantegazza, que visitó estas tierras, ‘son capaces de anegar en almíbar cualquier comestible’.”

“Fueron célebres las mujeres santafesinas por sus masas, dulces y alfajores.  Esta industria casera estaba tan desarrollada que cuando en 1712 dos individuos pidieron permiso para instalar una panadería, las amasadoras presentan una nota oponiéndose puesto que se les privaba de sus medios de vida.”   [26]

El mate servía para contener la yerba volcándose agua caliente -nunca hirviendo-, a veces con azúcar o miel, o simplemente amargo.  Algunos grupos preferían el tereré, utilizando agua fría e incluso con algunos jugos cítricos.  Estaba arraigada la costumbre de fumar y de beber –bebidas alcohólicas-, aprovechándose las plantaciones de tabaco o de vides, o bien concretando rudimentarios trueques u oportuna comercialización de tales productos.  Desde el Paraguay llegaban las carretas con sus cargas de aguardiente o caña, con perfumado tabaco.  “En líneas generales, ha dicho Lucio V. López, los pueblos del Interior, especialmente los del Norte vivían del comercio mediterráneo, las provincias andinas comerciaban con Chile; y los pueblos del Litoral que ‘se habían desarrollado y crecido bajo la influencia benéfica del contrabando’ dependían d el exterior.”   [27]

“Santa Fe se iba a transformar en el puerto Preciso, en el arranque de las rutas hasta el Alto Perú y en el punto de entrada hacia el interior del Continente.”

Fue Francisco Antonio Candioti -el primer gobernador santafesino- conocido como el príncipe de los gauchos, quien inauguró una ruta que unía los actuales puertos de Paraná y Santa Fe con el Alto Perú, porque tenía en tierra entrerriana sus estancias destinadas a la crianza de ganado vacuno, caballar y especialmente mular, cruzándolo a esta orilla para avanzar con el arreo hacia el noroeste, llevando cargas con productos que aquí se elaboraban, vendiendo luego allá a excelente precio las mulas y trayendo el oro y la plata para incrementar su patrimonio.

(Desde aquellos tiempos, lamentablemente, la tradición contrabandista sigue latente y con evidente potencia aún en el siglo XXI ya que así lo demuestran las crónicas policiales actuales.)

Desde los siglos XVII y XVIII, las pulperías eran el lugar de reunión para disfrutar de esos gustos o para jugar, a la taba, a la riña de gallos… y no era casual que algún desborde terminara en cuchilladas y muertes.  Ahora se han modernizado, suelen ser nombradas confiterías bailables; nadie habla de la taba y algunos consumen alcohol y drogas creyendo que al evadirse de la realidad mejoran su calidad de vida, siendo precisamente lo contrario, porque inexorablemente día a día aceleran su autodestrucción.

Señaló el historiador Pérez Martín: “La vida colonial era un fermento en constante transformación de gentes honradas y con trujimanes, que hacían reflexionar al P. Parras: ‘Aquí es necesario oír y callar para vivir en paz”.

La historia de la Historia revela que la permanencia -y la renovación- de truchimanes:  bribones, pícaros, aprovechados, indeseables personajes, hizo posible que en sucesivas épocas perdure la diferenciación de los virtuosos: hombres -mujeres y varones- probos, honestos, íntegros a quienes es imprescindible escuchar, con quienes se puede dialogar y también vivir en paz.

Se ha destacado que en la Santa Fe colonial, “el numerario era escaso: algunos lo tenían y se cita el caso de Miguel Diez de Andino que guardaba patacones y maravedíes.  Diez mil de ellos escondidos en una viga grande de la sala”.  [28]

(No habrán podido imaginar en aquel tiempo, que en vez de las pesadas monedas, a principios del 2002 entre los porteños estarían circulando otros patacones, unos bonos emitidos por el gobierno de la provincia de Buenos Aires para solucionar sus dificultades financieras, en una época en que ya están circulando seis tipos de monedas -bonos provinciales y los Lecop emitidos en diciembre último por el provisorio gobierno nacional ejercido por el bonaerense Eduardo Duhalde, tras la sucesión de cinco presidentes en una semana, a partir del 20 de diciembre de 2001.)

En torno a la Justicia…

Sabido es que tras los procesos civiles, “en el Rollo también se azotaba a las mujeres acusadas de liviandad y ningún vecino, según órdenes, podía alojar en su morada a ‘alcagüetes y hombres de mala vida’.  La vara de los alcaldes funcionaba desde el ‘cabo del año’ al día de San Silvestre.  Los presos por delitos leves salían custodiados a barrer las calles y mientras tanto pedían limosna.  Vigilaban igualmente los andares de muchos, así que en 1796 prohibieron la concurrencia al Quillá, porque con el pretexto de buscar agua, se internaban allí personas de ambos sexos, cometiendo ‘actos reprobables en ofensa de la vecindad.”  [29]

Dos siglos después, José Pérez Martín imaginó que en aquella ciudad colonial, “…caminaría por las calles el P. Viñas, con su grueso bastón y su diario bajo el brazo, tronando ‘sin pelos en la lengua’ contra los jóvenes que salían en las Nochebuenas con sus sonidos y sus algarabías y contra las mujeres que en el Quillá se ponían entre varillales y garabatos, los mamelucos para bañarse.”  [30]

La campana de los Jesuitas en el Cabildo santafesino…

Santa Fe de la Vera Cruz no sólo soportó el hostigamiento de algunas tribus aborígenes.  Las primeras luchas para ampliar el poder político y económico generaron frecuentes campañas de provincia a provincia, desde el puerto de Buenos Aires a las localidades del oeste, del norte y del sur.  Desalojados los jesuitas en 1767, sus bienes fueron vendidos “por las Temporalidades” y así fue como en el segundo centenario de la fundación de la ciudad, llegó una de las campanas que había pertenecido a una misión jesuítica, según descripción posterior de la Casa de la Moneda, “es de bronce, al que se le mezcló estaño, hierro, cobre, plata y oro para darle mayor sonoridad.  Es de color rosado.”  Fue instalada en la alta torre del Cabildo santafesino, ubicado frente a la plaza principal.  “Tenía un nombre grabado, como el de Pedro Urraco, cabildante de aquel tiempo”, han reiterado distintas crónicas.

Invasión y hurto de Díaz Vélez…

Cuando Díaz Vélez invadió con su ejército la ciudad, logró que la retiraran de ese lugar y la llevaran como trofeo hasta la provincia de los Buenos Aires.  Como suele suceder con las personas, resultó que esa campana estaba destinada a un continuo peregrinaje porque primero la colocaron en la Iglesia de La Ensenada y con motivo de la fundación de La Plata -diseñada por el distinguido Dardo Rocha-, el “vicario foráneo, Monseñor Carranza, ordenó renovar las campanas de su diócesis.  La tuvo en su poder y luego la heredó su sobrino Roque Carranza, cura de La Piedad, en Buenos Aires, quien en 1930 la donó al Museo de Luján”, donde estuvo en silencioso exilio hasta que fue devuelta a Santa Fe.

[Como suele suceder con las personas, las circunstancias han determinado que sin sones, siga siendo campana sin resonancia ni ecos

Durante el gobierno del CPN. José María Vernet (1983-1987) se logró recuperarla; se organizaron varios actos y está depositada en la Casa de Gobierno de la capital santafesina.]

Aproximación a los Fortines…

Se ha destacado que “Francisco Javier de Echagüe y Andía fue un teniente de gobernador infatigable en el celo por la seguridad y defensa de la ciudad y en el avenimiento con el indio.  Éste confiaba en él… Muchas veces marchó solo a las tolderías con un lenguaraz.  Allí parlamentaba con los caciques, concertaba las paces y los hacía venir a Santa Fe, donde los obsequiaba con abalorios, espejitos y otros bujes que gustaban a los indígenas.  Pero también les daba las provisiones, ya que aquellos no eran lerdos en su astucia. Pedían y Pedía.  Lucio Mansilla relata el desarrollo de sus parlamentos con ellos y el sonsonete de la turba: Indio pidiendo, cristiano dando.”  [31]

Año tras año, las postas habían establecido los caminos y así como servían para los correos eran el lugar imprescindible para el oportuno reposo y el cambio de cabalgaduras..

Los hermanos Aria Caicá y Aria Caiquín.

Vivían en el norte santafesino, los hermanos Aria Caicá -“rebelde, nada quiso de vivir a ‘cruz y campana’…”- y Aria Caiquín, cacique que en 1741 después de parlamentar con Lucio Mansilla, “se redujera y bautizara, junto con su chusma”.

Los aborígenes habían aprendido de los extranjeros cuánto podían hacer montados en un caballo y con sus precarias armas, asolaban a las poblaciones con sus frecuentes malones.  Para contenerlos se fueron instalando los fortines que también sirvieron como base para el posterior asentamiento de algunas familias de mestizos.  Destaca José Pérez Martín que “al comienzo de las líneas estaban las comandancias, como estuvieron las de Cayastacito, San Martín, Belgrano o Reconquista en el norte y la de Nuestra Señora del Rosario de Melincué, en el sur.  Al fortín rodeábalo una empalizada de palo a pique o un cerco de tunas, aptos para la defensa por sus espinas y sus hojas carnosas.

En su interior, en ranchos de tacuara y terrón o construidos con adobes, se instalaban el cuartel de guardia al frente de la entrada; en el centro, el mangrullo, plataforma avizora con sus escaleras y troncos; los cuartos para oficiales y tropa y también para familias; el pozo con horcones que sostenían los tientos para el balde; el horno criollo y el depósito para armas.  Un puente sobre el foso con la puerta, movida también por tientos y zanjas o tapiales.   Generalmente se lo erguía cerca de las aguadas de los arroyos o ríos, con sus corrales que encerraban los caballos, amenazados por los indios o por los perros cimarrones, que asimismo atacaban vacas y terneros.  En ese reducto el trabajo y la  vigilancia no tenían asueto.”

Además, los fortineros tenían que soportar las molestias provocadas por los insectos -moscas, mosquitos, jejenes-, cuyas picaduras los mortificaban tanto como al ganado o a los inquietos e inquietantes canes.  Armados con sables, lanzas, lazos y boleadoras, tenían integrarse en una caballería que exigía continuos esfuerzos, con desplazamientos entre sombríos montes y bosques.

No fue fácil convencer al “indómito mocoví, Icholai” para que aceptara su bautismo en la iglesia de los Padres Jesuitas y ser nombrado José Benavides, desde entonces.  Un dato permite intuir aquellas circunstancias porque el gobernador fue su padrino y a la ceremonia asistieron los vecinos.

Tras la sanción de la Constitución Nacional.

Sabido es que promulgada la Constitución Nacional en 1853, se puso en marcha un proyecto de organización que promovía la inmigración para poblar el vasto territorio que se consideraba un desierto y que estaba poblado por nativos.

Lógicamente, tal proceso impuso el desplazamiento de esos grupos en el litoral argentino y en la provincia de Santa Fe se establecieron determinadas líneas de fortines.

“Un decreto del Ministerio de Guerra en 1855” -dos años después de sancionada la Constitución Nacional-,  había dispuesto “las fuerzas que debían resguardar la plaza de Santa Fe y los cantones de entonces: Narvaja, Iriondo, San Pedro, El Sauce, Melincué, La Candelaria, San José de la Esquina y otros.”  [32]

La llegada de los denominados colonos, generalmente agricultores que empezaron a poblar el actual departamento Las Colonias-, provocó otro cambio en las relaciones con los aborígenes.  Gastón Gori ha señalado que ellos colaboraron en las primeras construcciones de las viviendas que se instalaron en Esperanza y que esa localidad no soportó depredaciones.

Recuerda el historiador Pérez Martín que “el colono Fabre”, “se fue a las tolderías y se convirtió en cacique.

Allí se forjaron jefes miliares, perduraron fortines como el de Tostado en el monte de los Palos Negros y se firmaron tratados como los de Añapiré o el de 1870 con el cacique Guampa, solapado y pedigüeño.”

Aproximaciones a colonias y fortines

En aquel tiempo también se impulsó la instalación de la red ferroviaria que partió desde el puerto de Buenos Aires hacia los lugares de producción a los fines de facilitar el traslado de esos bienes para el comercio exterior.  Hasta entonces, los ríos navegables constituían la única vía de comunicación y desde el río de la Plata crecía el movimiento de embarcaciones sobre el río Paraná.  Rosario y Santa Fe eran los puertos con mayor movimiento hacia el oeste.

En enero de 1856 llegaron los primeros colonizadores que partieron de Dunkerque tras el contrato firmado con el tucumano Aarón Castellanos y fundaron la colonia de la Esperanza.  Colaboraron gauchos y aborígenes en la construcción de los ranchos y otras instalaciones indispensables para la convivencia de esas familias a la vez que comenzaron las hostilidades de determinados grupos.  Dos años después, empezaron a trabajar en la organización de la colonia San Carlos -Granja Modelo de la empresa Beck-Herzog y Cía.- y luego en la colonia San Jerónimo donde empezaron a  instalarse familias apoyadas por Ricardo Foster y procedentes de Esperanza. Dos años después, el gobierno autorizó la instalación de treinta familias.  Al principio, el proceso de desarrollo de esas colonias fue lento y un relevamiento de 1865 indicó que en aquella primera colonia habitaban aproximadamente dos mil personas.  Ese año, Teófilo Romang –médico…- logró que el gobierno lo autorizara para fundar la Colonia Helvecia en los terrenos cedidos y en 1867, el conde Tessières le Bois de Bertrand en las mismas condiciones estableció la colonia Cayastá.  El esfuerzo de esos inmigrantes facilitó el enriquecimiento de los dueños de enormes extensiones porque aumentaba el valor inmobiliario. En el bienio 1868-69  se establecieron en Emilia; Cavour, Santa María, Humboldt, Grutly; en 1870 en San Agustín y San Justo, en los campos del estanciero Mariano Cabal gobernador de la provincia en el período 1868-1871.  También en 1870 se establecieron las colonias Bernstad, Cañada de Gómez, Franck, Alejandra, Jesús María, Candelaria.  Un año después la colonia Nueva Italia -en el norte- y en 1872, Colonia Pujato en el sur.  

Fortines…

Ya se había puesto en marcha otra maquinaria especulativa: la de los negocios que se generaron cuando los británicos advirtieron que en este extremo sur de América podían obtener rápidos beneficios y tras acuerdo con los que mandaban en aquel tiempo, comenzaron a colocar durmientes y rieles y a traer locomotoras para ir ampliando la línea de estaciones ferroviarias.  Los bosques del norte santafesino proveían las maderas y lo que no estaba disponible en el país, era importado a cualquier precio porque luego con las tarifas se compensarían ampliamente tales inversiones.

Tales proyectos coincidieron con la instalación de más cantones y a la vez con la exigencia de mayor presencia de fuerzas policiales. Al principio estaban los cantones de San Pedro, Narvaja e Iriondo que protegían la ciudad capital de la provincia; a orillas del río Salado el Cantón Páez y el de Cabrera, cercano a Cululú.   Avanzando hacia el norte: Cabrera, de la Ramada, Corrales y hacia el oeste Sauce y Romero; luego entre ellos el Cantón de Zárate.

En otra línea, en 1864 se establecieron los fortines de Saladillo Dulce, Almagro, Ñaré, Cayastacito; hacia el oeste el Fuerte Los Leones y cruzando el río Salado: Indio Muerto, Laguna Larga, Ramada y Los Corrales, línea que se amplió hasta Esquina Grande, Soledad y los Sunchales.

En el bienio 1867-69,  instalaron los fortines San Javier, Palo Labrado, Cayastá, Morteros, Belgrano y en otra línea: Lincoln, Vizcacheras, Ñanducita, Capivara, Monigotes y Algarrobo Grande también nombrado General Paz.

Avances del Coronel Manuel Obligado.

El río Salado seguía siendo la línea central donde se iban instalando más fortines a los fines de controlar las fronteras con Córdoba y Santiago del Estero.  En esa dirección se instaló el Fuerte General Belgrano y los fortines Juárez, Indio Muerto, Bolívar, Aguará, Colón, Fuerte Unión; Hernán Cortés, Pizarro, Centinela, Alerta, Independencia y Tostado que fue la sede de la comandancia. El coronel Manuel Obligado era el único comandante que dirigía esas defensas y orientándose hacia el río Paraná, estaban ubicados los de Higuerita, San Pedro Grande, Aguara y luego se amplió hasta Alejandra.

Había llegado el momento de seguir avanzando hacia los bosques chaqueños y en 1872, el coronel Obligado con sus tropas se encaminaron hacia el arroyo del Rey. Se ubicaron los fortines Las Playas, Olmos, Aguilar, Chilcas, Los Pozos, Cacique y Atahualpa.  Recién doce años después, se completó el resguardo del norte al establecerse Cabeza de Chancho, Seis de Caballería, Tacurú, 9 de Julio, Encrucijada, Ombú, Tapenaga y Las Toscas.)

1886: datos del Departamento Topográfico.

En 1886 el Departamento Topográfico de la provincia publicó un mapa donde es posible observar la línea de fortines establecidos con el propósito de evitar que “los indígenas” y “ matreros”  avanzaran hacia los centros más poblados.

En las proximidades de la actual localidad de Calchaquí, estaban ubicados los fortines El Tostado, Inca, Atahualpa, Cacique, Los Pozos, Charrúa, Chilcas y Águilas sobre el río Salado.  A partir del fortín El Tostado estaban los de Independencia, Alerta, Centinela, Pizarro, Hernán Cortés, Unión y Aguará.

 

Vaivenes desde el siglo XIX…

El arquitecto Luis María Calvo ha destacado que “por 1826 los mercedarios vendieron parte de la viña, sobre la Plaza de Mayo.

En 1848, extinguida la orden en Santa Fe, el convento quedó en poder del gobierno de la provincia que lo cedió al delegado eclesiástico.

Retorno de los Padres Jesuitas…

Como suele suceder, quienes fueron expulsados en el siglo XVIII por la autoridad eclesiástica, fueron convocados en el siglo siguiente por las autoridades argentinas.  Aquí se había sancionado la Constitución Nacional el 1º de Mayo de 1853; tres años después se instalaron las primeras colonias agrícolas en la provincia y en 1860 se había reformado el texto constitucional para incorporar la provincia de Buenos Aires al seno de la Confederación Argentina.

En 1862 volvieron los jesuitas,

…no sólo para escuchar el sonido de las campanas del sur.

Devoción y obras perdurables en el siglo veinte…

El historiador José Pérez Martín, ha recordado que en las primeras décadas del siglo XX, integró la comunidad jesuítica el Padre Faustino Salaberry -distinguido historiador, filósofo y poeta uruguayo-, quien dejó escrito un poema dedicado a la Virgen de los Milagros:

“Sonaron las campanas,

acudió el pueblo,

los capitanes, los soldados,

los mozos y los viejos,

el indio y el mestizo,

y al ver llorar a la Señora,

lloraron con Ella.”

Coronación de la Virgen de los Milagros (1936)

En 1936, con motivo del tercer centenario de aquella misteriosa exudación, se celebró la coronación de la Virgen, siendo rector del colegio el Padre Juan Castillejo y en ese momento se trasladó la imagen desde el altar lateral al retablo mayor.  En ese tiempo, es insoslayable el nombre del Hermano José Figueroa, que había llegado a Santa Fe en 1888 durante el rectorado del Padre Bustamante desempeñándose como ayudante hasta 1892, cuando fue el responsable de la Portería del Colegio, cargo que desempeñó con responsabilidad no solo controlando la entrada y salida de personas, porque era el encargado de hacer sonar las campanas y de controlar hasta las luces de la torre de la Inmaculada.

Presencia del Hno. Figueroa,  portero…

En agosto de 1936, la comunidad jesuítica celebró las bodas de oro religiosas del Hermano Figueroa y le entregaron un pergamino que aún se conserva en el Museo, con algunas tachaduras que fueron hechas por él mismo y tiempo después borradas parcialmente, pudiéndose leer:

 “Al… Hermano José Figueroa S.J.  Afable, modesto y celoso portero del Colegio de la Inmaculada Concepción, en sus Bodas de Oro… Santa Fe, agosto 15 de 1936.”

Seis años después declinó su salud y a pesar de sus dificultades cardiovasculares, siguió trabajando hasta que se agravó su enfermedad, recibió la Extrema Unción y con serenidad falleció el viernes 20 de septiembre de 1942.  El día siguiente fue sepultado en el cementerio de Piquete, perteneciente a la Compañía de Jesús y el 8 de noviembre de 1952 se concretó el traslado hasta la iglesia de los Milagros.

Causa de Beatificación… (1951)

El entonces arzobispo de Santa Fe Monseñor Dr. Nicolás Fasolino, el 27 de septiembre de 1951 había designado al tribunal delegado para entender en la causa de beatificación y en oportunidad del citado traslado, al descubrirse el ataúd se comprobó que el cadáver estaba incorrupto.  Con motivo del cincuentenario de su fallecimiento se insistió en el proceso de beatificación, el 19 de noviembre de 1994 los fieles participaron en una misa de acción de gracias por el cierre del proceso diocesano y el 9 de mayo de 1995, en una sesión pública se clausuró el proceso y las actas correspondientes fueron enviadas Congregación de los Santos, en Roma, por intermedio del Padre Alejandro Gauffin S.J. que había sido nombrado por el actual Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Edgardo Gabriel Storni para continuar esos trámites.

No ha sido por casualidad lo escrito en la Sagrada Biblia:

 “…por los frutos, os conoceréis.”

Impulsos en la “Academia Literaria Santa Teresa de Jesús”

Sabido es que el 1º de septiembre de 1867 por iniciativa del Superior de la Provincia que visitó el colegio santafesino, se creó la Academia de Literatura que debía reunir a los alumnos más destacados para orientarlos hacia la educación por el arte, básicamente hacia lo literario.  Se realizaban sesiones Privadas -de académicos exclusivamente, o Solemnes -de carácter público- y esas actividades concluían con un acto anual donde distribuían los correspondientes premios.

Presencia del Padre Marzal

A principios del siglo XX, la Academia Literaria “Santa Teresa de Jesús” seguía congregando a los alumnos más destacados del tradicional Colegio de la Inmaculada Concepción.  En 1913 llegó desde Chile el Padre Marzal para enseñar Literatura, en cuarto año; Historia de la Literatura e Historia de la Civilización.  Los alumnos del bachillerato, pronto advirtieron sus sensibles actitudes: cordialidad, entusiasmo, talento…

Ese año también ingresó en primer año el adolescente Leonardo Castellani Conte-Pomi y siendo adulto dijo:

“… el año 1913 fue mi período negro; o si se quiere pardo.  Los otros cuatro fueron plácidos, poblados de pueriles triunfos escolares (premios, ‘dignidades’ de clase y de convictorio) y absorbido yo con frenesí en el estudio; en lo cual ayudaba la ‘emulación’ a mi natura nativa de ‘intelectual.  Allí nació también la más profunda amistad con tres compañeros, de los cuales el prominente fue Alberto Graffigna, hoy doctor y dueño de la bodega Colón, de San Juan; del cual he pensado siempre y creo que con razón, podría ser un buen Presidente de la República; sólo que…”

(Deja en ese suspenso, otra incógnita porque cualquier lector que viva en la Argentina a principios del tercer milenio -o quien conozca la historia de los argentinos- tendrá el desafío de imaginar -o intuir- a qué aludía ese “solo que…”   Al mismo tiempo, serán insuficientes tales conjeturas, si se intentara esbozar el perfil del país que hubiera sido, si ese hombre tan admirado por Castellani hubiese llegado a ser lo que evidentemente, no pudo, o no quiso…

Tras este aparente ensayo entre bambalinas, se impone volver al relato de Castellani.)

Testimonios del Leonardo Castellani-Conte Pomi…

El Padre Leonardo Castellani refiriéndose al año 1916, cuando era alumno de cuarto año, escribió:

“Cuando los sábados tarde (u otro día que se le antojara al Padre Marzal) sonaba a la puerta del estudio el grito del Hermano Molina: ‘¡Salgan los académicos de la Academia”, media docena de changos nos levantábamos ufanos, mientras el resto de la muchachada nos miraba salir envidiosos.  A la Academia de Literatura se ingresaba en Cuarto Año, previa aprobación por los otros académicos (la mitad ya había salido bachiller) de un ‘trabajo’ en verso.

En realidad el que nos elegía era el Padre Marzal, y el ‘sufragio universal’ era una filfa” –mentira, engaño- “como ha sido siempre en todas partes.”

“En sus primeras clases (Cuarto año, Literatura), el Padre Marzal nos enseñaba con eficacia a hacer versos, y salíamos todos o casi todos con ‘oído’…”  El método milagroso de Marzal que nos formaba ‘el oído’ en 15 días y 4 clases era ‘empedrar’, como lo llamábamos.

El maestro nos daba un poema cualquiera (soneto, romance, etc.) descoyuntado en prosa, y nosotros debía restaurar los versos… Algunos acertábamos a la primera vuelta: eran los candidatos seguros a la Academia; otros no acertaban ni en las otras dos opciones más fáciles, y ésos sabían ya con desesperación que no serían académicos y no se ‘eximirían’ con 8 en el examen.”

La presidencia: actas, archivo de poemas y documentos…

En 1916, ejercía la presidencia el joven poeta Horacio Caillet-Bois, alumno de quinto año bachiller y como estaba proyectado, se editó la Antología de la Academia con un prólogo escrito por el distinguido exalumno José Zorrilla de San Martín.

“A principios del curso 1917, el perseverante Castellani asumió la presidencia de la Academia recibiendo “las pertenencias de la institución: un libro de actas y un bibliorato con poesías.  Moneda, cero. El libro de actas estaba casi inmaculado, pues los secretarios no habían hecho o no habían copiado las ‘actas’ de las sesiones durante años; mas el bibliorato estaba repleto, hasta reventar, de poesías adolescéntulas.

El padre Marzal miraba con olímpica indiferencia la falta de las actas; pero no el bibliorato.  De él saco la Antología, impresa en 1917, desde el año 13, el de Restauración de la Academia.”

Castellani seguía escribiendo algunas obras de teatro, cometiendo “la imprudencia de no guardar copia, y el Padre Marzal mandó todo el material del acto académico al Colegio de Esperanza (Padres Verbo Divino, pedigüeños que no devolvían nada)”, lamentándose porque pensaba: “Ahora me sería agradable y quizá útil lo que escribí entonces.  En ese tiempo, los frecuentes diálogos con los sacerdotes contribuían a conmoverlo hasta intuir algunas señales acerca de su vocación religiosa.

Varias décadas después, el memorioso Leonardo Castellani refiriéndose a aquellas circunstancias, escribió: “Ese año produje yo varias poesías malas, una de las cuales, Héroes sin nombre, fue incluida para vergüenza actual mía, en la Antología de la Academia, que ese mismo año publicó el Padre Marzal con un prólogo de Zorrilla de San Martín; y con siete poesías del único poeta que había despuntado, el Presidente Horacio.

Señales de Horacio Caillet-Bois y noviciado de Leonardo…

Al año siguiente, ya bachiller el poeta, produjo casi todos los otros poemas de su primer libro y fue a Santiago del Estero como pinche de la Intervención Federal” donde siguió escribiendo. Al año siguiente fue secretario de la Intervención a Mendoza, de donde procede su esposa doña María Isabel Vera” mientras el joven Leonardo “estaba en camino hacia el Noviciado de los Jesuitas”.  Horacio Caillet Bois, “escribió Las urnas de ébano y su extensa novela” y a partir del “año 1920 fue despedida la Musa” y como dijo su amigo Leonardo, “no publicó nada más durante 50 años” aunque siguió regalando sus sonetos generalmente escritos tras alguna sugerencia o como respuesta a un amistoso pedido.  [33]

Mientras “Caillet estaba ‘fungiendo’ de secretario de Intervención Yrigoyenesca”, Castellani padecía “una gran tribulación” porque cuando su madre se enteró de que pretendía ingresar en el Noviciado Jesuita de Córdoba, sintió desagrado y también se enfermó, padeciendo “un ataque de nervios, o ‘arrechucho’.”  [34]

Sólo el apoyo de su “nonna” doña Magdalena y el Padre Antonio Biagioni, entonces cura por breve tiempo de Reconquista, lograron convencer a la angustiada madre para que autorizara a su hijo.  Después de nueve meses de andar “desconcertado y aturdido, sin saber qué hacer”, el joven Leonardo ingresó en el noviciado el 27 de julio de 1918.

Cuatro años después, concluidos los dos del noviciado y dos más de estudios eclesiásticos, Castellani en 1922 volvió a “hacer la ‘Filosofía’ a Santa Fe” con “la severa disciplina restrictiva” del “Prefecto, el Padre Doménech” y a la vez, dialogando con “el padre Marzal, que vivía en el tercer piso.” Ese año, el acto anual de la Academia Literaria fue presidido por el dramaturgo español Jacinto Benavente, quien “escuchó el soneto que le había dedicado Horacio Caillet Bois” y luego, “el noble español improvisó una glosa del Padrenuestro”. [35]

Así quedó escrito en la novela referida a la ciudad de las losas y de los sueños:

“…Yo había hecho una galería de todos estos sujetos cosmopolitas para un libro abigarrado y doliente… perdí los originales y sólo recuerdo este retrato de don Jacinto Benavente: Una cabeza calva de antiguo iluminado / Dos ojos penetrantes de víbora en acecho, / Y una sonrisa triste, cargada de despecho, / Sobre una barba en punta, de monje o de soldado. // Éste es el caballero del estoque labrado / Que en la tela del Greco lleva la mano al pecho / Y por obra del arte se ha arrogado el derecho / De mirar a la vida como desde un tablado. // Nacen de las pasiones sus farsas prodigiosas / Como de los sepulcros un milagro de rosas; / y por tras la burla de ese mostacho enhiesto / el abismo profundo de Pascal le acompaña, / Es, en todos los tiempos, el único en España / Que puede hablar de Shakespeare con el sombrero puesto…”

Regreso del Padre Leonardo Castellani (1936)

Leonardo Castellani terminó sus estudios eclesiásticos en Europa y según sus palabras: “cuando en 1936 volví a mi país (que ya iba dejando de ser mío), sacerdote profeso de la Compañía de Jesús, muy aprobado y doctorado, me faltó tiempo para ir a Reconquista a ver a mi madre (con permiso), pero me detuve en Santa Fe para ver a Caillet-Bois (sin permiso)…”  En su ánimo seguían latentes los recuerdos de la vida de estudiantes que después fueron expresados en un libro dedicado a su amigo Horacio, “una gloria santafesina”:  “Lo que imprimía en nosotros una impronta imborrable no era tanto las personalidades (Marzal, Barone, Sallaberry), cuando el Colegio en conjunto, máquina de educar.  […]  El Colegio Inmaculada constituía un pequeño mundo cerrado donde presidía la justicia; y por ende, el orden; y quien pasara en él varios años adquiriría allí una experiencia imborrable, en lo más hondo de sus huesos, de ese mundillo justo para contrastar después con el otro mundo injusto adonde iba a ser lanzado.  El orden y la subordinación se le habían tornado instinto. Esta fue la antigua pedagogía de los jesuitas”…

En esa misma dirección, Castellani ha dejado testimonios sobre otras impresiones perdurables; ha recordado “con apego admirativo a algunas personas… los Padres Luis Parola y Juan Marzal. En un segundo plano venían Salaberry, Barone, Ortells. Aunque no eran ellos solos ‘el Colegio’, ciertamente lo representaban y como corporizaban”.  Al ser nombrado Salaberry, es oportuno señalar que el Padre Faustino Salaberry fue un distinguido historiador, filósofo y poeta uruguayo, destinado durante largo tiempo para cumplir su misión en ese colegio santafesino; circunstancia que lo impulsó a escribir un romance dedicado a la Virgen de los Milagros:  “Sonaron las campanas, acudió el pueblo, los capitanes, los soldados, los mozos y los viejos, el indio y el mestizo, y al ver llorar a la Señor, lloraron con Ella”, ha recordado el historiador santafesino José Pérez Martín.

Ausencia del Padre Marzal (1941)

En otro momento, Castellani escribió:  “Estuvo Marzal ausente de la Inmaculada desde el 41, cuando lo enviaron de Superior a la Residencia Regina, de Buenos Aires, de donde volvió en 1949, ya para morir, víctima de crudelísima enfermedad, amputación de una pierna en dos veces, que no pudo salvarlo… Fue un error sacarlo de la Academia y su Teatro, donde estaba su lugar insubstituible; fuera de allí no podía hacer mucho o casi nada, gobernando a cuatro viejos y dando ejercicios a monjitas.  Pero esa es la condición del Jesuita y Dios lo libre de caer bajo un Superior vengativo, envidioso o borrico.”  [36]

“Retrato” esbozado por Horacio Caillet-Bois.

En 1941 como es tradicional, los egresados de la inmaculada celebraron las bodas de plata y entre ellos el talentoso Horacio Caillet Bois, director del santafesino Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” desde la creación hasta su fallecimiento.

Al año siguiente, conmovido por la ausencia del Padre Marzal, el poeta escribió un  soneto…    [37]

“Retrato”

“Tiene el Padre Marzal el rostro fino,

Blanco el cabello, grave la mirada,

Y en los acentos de su musa alada

Tiene el sol y la sal del mar latino.

Floreció su bordón de peregrino

Sobre una tierra dura y mal arada,

Y en la alba edad renueva la jornada;

Jesuita y español es su destino.

Su palabra, agua fresca de cisterna,

Sobre la sed del surco se dio toda

Por la belleza y la verdad eterna;

Yo soy el hijo pródigo en la boda,

Vengo a buscar su bendición paterna

Y traigo este retrato del Rapsoda.”

Estela luminosa…

El Padre Marzal dejó una interesante producción literaria en los géneros poesía y teatro. Escribió hasta sus últimos días y falleció el día de la Asunción de la Virgen María, el 15 de agosto de 1951.

Décadas después, Leonardo Castellani escribió:

“Creo fue el jesuita más insigne que pasó por el Colegio, sin despreciar a otros, como el Padre Feliú y el Padre Canudas. Así lo dijo, con razón Horacio Caillet-Bois en su ferviente y larga elocución de loanza que pronunció ante su féretro en el portal de la Iglesia el 16 de agosto de 1951… ‘Se ha cumplido la voluntad del Señor en el R. P. Juan Marzal…’ –

decía.  ‘A Nuestro Señor Jesucristo le dio todos los dolores de su cuerpo… A la Virgen Santísima le dio el tesoro de sus versos… Y a su Capitán insigne… le entregó su voluntad y todas sus facultades.  Nada guardó para sí…’, comenzó el panegirista”.

El polémico Padre Leonardo Castellani…

Hasta este punto, no es necesario destacar que el temperamento del padre Castellani y sus polémicas declaraciones provocaron frecuentes conflictos.  Servirá para interpretarlo, lo que expresó tiempo después: “Es conocido lo que escribió San Juan de la Cruz: ‘Los Calzados están tocados del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen lo justifican coloreándolo de religión y servicio de Dios; de modo que son incorregibles…

Lo que pasó desde 1946 (en que fui llamado a Roma) hasta 1949 (en que fui expulsado de la S. J.), y aún diez años después, en que me mantuvieron ‘suspendido’ sin razón (o al menos sin darme la razón)… no lo escribiré… en todo caso… no vale la pena conocer…  En 1966 llegó a Buenos Aires un gran eclesiástico con tanto poder o más que los otros dos maquinarios o maquinadores; me fue a ver al hospital Fernández, donde yo estaba en peligro de muerte; y después, con un solo golpe de espada gordiana, me liberó de todas las suspensiones, sanciones, prohibiciones y deshonoraciones que me ligaban.

Fue el Nuncio Apostólico de Su Santidad, Monseñor Lino Zanini…”

Invasión de Viamonte y algunas consecuencias…

Sabido es que el primer gobernador fue Francisco Antonio Candioti, también conocido como el Príncipe de los Gauchos.  Fue electo por el Cabildo el 2 de abril de 1815, después de una sucesión de seis tenientes de gobernador tras los sucesos de mayo de 1810. Anciano y enfermo, el 25 de junio de 1815 pidió a la Junta Representativa que nombrara un delegado.  Enseguida designaron a Francisco Tarragona, pero Candioti nombró a su amigo Pedro Tomás de Larrechea, otro estanciero que era Alcalde de Primer Voto.

El gobernador Francisco Candioti había impuesto a su candidato para sucederle en el gobierno y estaba en tales funciones el estanciero Pedro Tomás de Larrechea cuando llegó el general Juan José Viamonte con el Ejército de Observación con el pretexto de apoyar en caso de invasiones de indígenas, pero lo que pretendían era controlar al oriental José Artigas y dominar a determinados grupos locales.

Dos meses después, el 27 de agosto de 1815 falleció Francisco Candioti y hasta las tropas invasoras adhirieron a “las honras fúnebres” mientras Larrechea seguía como gobernador interino.

La provincia perdió su autonomía…

Es interesante lo expresado por el historiador José Carmelo Busaniche:

“Bajo la presión del ejército de Viamonte, un grupo reducido de vecinos, reunido en la sacristía del Convento de La Merced el 2 de setiembre de 1815, votó la desaparición de Santa Fe como provincia autónoma y restableció su dependencia de Buenos Aires, de cuya Intendencia formaba parte desde la organización interna del extinguido virreinato.

Los asistentes a la reunión fueron seleccionados convenientemente, ‘Convocaron a los que eran de su parcialidad -dice el cronista Diez de Andino- desatendiendo a los vecinos beneméritos llamando hasta tenderos y pulperos’. Juan Francisco Tarragona, dócil y ambicioso, fue designado Teniente de Gobernador”.  /…/  “Santa Fe asistió en silencio a los nuevos acontecimientos.  Nada turbaba su aparente sosiego. Viamonte informó satisfecho a Buenos Aires.  Sus tropas, la pobreza  y el hambre parecían haber doblegado al vecindario de Santa Fe”.  [38]

Decisiones y elección del diputado al Congreso de Tucumán…

Tarragona decidió disolver el Cabildo y ordenó el arresto de Larrechea. Ya había llegado el momento de elegir representante al Congreso de Tucumán.

Aporta datos insoslayables, el estudioso Carmelo Busaniche:  [39]

“Los oficiales de Viamonte trataban a los vecinos con desdén.  Un día, uno de ellos tuvo un cambio de palabras con Mariano Vera, y lo castigó con su espada. Vera, que o tenía más arma que su látigo, lo bajó del caballo a latigazos y lo tendió en el suelo.  En ese clima debió elegir Santa Fe su representante al Congreso de Tucumán.

Dependiente de Buenos Aires, le correspondía solamente un diputado como ciudad menor. No se designó a ninguno de sus vecinos. Pedro Aldao, José Elías Galisteo, Diez de Andino o el cura Amenábar, que habían hecho estudios superiores, la habrían representado con éxito, pero no se hubieran prestado a los manejos del Directorio.  Se eligió a Pedro José Crespo, que estaba de cura en Baradero”…

Sabido es que el sacerdote Dr. Pedro José Crespo participó en ese Congreso de Tucumán hasta el 24 de noviembre de 1815, que renunció y fue reemplazado por “Juan Francisco Seguí, santafesino distinguido que residía en Buenos Aires y al que impidieron incorporarse al Congreso los sucesos posteriores.

Se sublevaron fuerzas que apoyaban a Mariano Vera, Cosme Maciel Mariano Ezpeleta; luego se levantó “la primera Compañía de Blandengues con su teniente Don Estanislao López y su alférez Pedro José Basaga… y unida con las milicias del Rincón, declarándose contra las tropas del ejército de Observación que permanece en esta ciudad.”

“Un grupo de santafesinos es desterrado a Buenos Aires para limpiar la ciudad de sospechosos”… Mientras tanto, las maniobras de los montoneros desconcertaban a los oficiales de Viamonte”…  [40]

(El electo diputado Seguí, era padre de quien luego fue convencional constituyente en 1852 e integrante de la Comisión de Redacción de la Constitución Nacional sancionada el 1º de mayo de 1853.)

Tierras hacia el oeste y construcción de la Aduana…

En 1759 el Cabildo de Santa Fe donó varias manzanas a don José Tarragona en el límite oeste de la ciudad, que llegaba hasta la actual calle Urquiza que era reconocida como calle de ronda, donde había frecuente vigilancia.

(El 9 de junio de 1810 se convocó al vecindario al Cabildo Abierto para elegir al diputado que representaría a la provincia en la Junta Grande porque aunque no había partidos políticos sí estaban organizados los grupos de familiares y amigos interesados en los asuntos de gobierno y administración.  la administración pública.  El secretario de la Primera Junta, el doctor Mariano Moreno había recomendado que no demoraran la elección y que evitaran discutir sobre intereses sectoriales pero el grupo de Tarragona, insistía en que debían concurrir al Cabildo sólo los Padres de la República, aludiendo a quienes hasta entonces habían sido prácticamente los que mandabanen la colonia dependiente de España hasta la declaración del 25 de Mayo, que lógicamente hasta entonces sólo era una puesta en marcha de un nuevo proyecto político-institucional. En ese tiempo, el grupo de los liberales propuso al poderoso estanciero y comerciante con el Alto Perú don Francisco Antonio Candioti y los conservadores a Juan Francisco Tarragona, quien recién se integró a la Junta Grande el 18 de diciembre de 1810.)

Una de las manzanas donadas a Juan Tarragona, abarcaba las actuales calles 4 de Enero y General López.  Luego, en ese lugar, el teniente de gobernador Juan Francisco Tarragona hizo construir la Aduana que en realidad era una “oficina colectora de los impuestos a las cargas que transportaban los barcos procedentes del Paraguay, Montevideo, Buenos Aires y Corrientes.

Edificación de la Aduana…

Sus muros de adobe endurecido, remataban en una azotea cuadrada. Una gran entrada en el lado nor-este con un llamativo balcón esquinero, daba acceso a un gran patio, a cuyo alrededor estaban las habitaciones.  Se subía al segundo piso por una escalera de peldaños de ñandubay, que llevaba a galerías sostenidas por columnas de quebracho.  Sus ventanas exteriores estaban protegidas por rejas de hierro y las interiores, como así las puertas, eran de algarrobo… Rodeaban al edificio paraísos frondosos y había en sus fondos una arboleda, célebre en la ciudad, cuya tala hicieron las fuerzas invasoras de Díaz Vélez.  En el centro del patio un aljibe en el cual arrojaron sus fusiles los soldados de Viamonte, antes de capitular.  Enfrente estaba la quinta del tío Cristóbal, según cuenta Urbano de Iriondo, con gigantes encinas.  Crecieron las hierbas en sus cornisas y unos brazos de hierro forjado sostuvieron favores de keronese, en otro tiempo.”  [41]

Oficina de recaudación, campamento…

Fue el espacio donde acampaban las tropas, culminaban las conspiraciones y tras los tiroteos, se sucedían las corridas, quedaban rezagados algunos heridos mientras otros morían.  El 4 de enero de 1831, se celebró el Pacto Federal firmado el 4 de enero por José María Roxas y Patrón -Buenos Aires-; Domingo Cullen -Santa Fe-; Antonio Crespo por Entre Ríos -hermano de Domingo, en reemplazo del entrerriano Diego Miranda-, por el cual acordaron “resistir cualquiera invasión extranjera que se haga, bien en el territorio de cada una de las tres provincias contratantes o de cualquiera de las otras que componen el estado” y lógicamente, se acentuaron las divergencias políticas internas.

En ese tiempo Domingo Cullen tenía influencia sobre el gobernador Estanislao López y el 15 de febrero logró que se declarara la guerra a la “Liga Militar”, que al decir del historiador José María Rosa, “era una tira de papel entre gobiernos nominales, pues el impresionante bloque de nueve provincias que le confirió el Supremo Poder Militar era sólo un conjunto artificioso sostenido por el ejército de Paz”, general que seguía intentando “introducir una cuña entre López y Rosas.”

Hostigamiento del Gral. José María Paz…

Con sus actitudes día a día el general José María Paz fue comprometiéndose más mientras fracasaba en sus acciones el ejército de Lavalle en la provincia de Entre Ríos y los unitarios perdían poder en distintas localidades.

Anotó el historiador José María Rosa que “Paz había revelado en Santa Fe el plan de incorporar Salta y Tucumán a Bolivia.  Cullen escribió a Rosas el 11 de junio los pormenores de la denuncia que comprometían a Lamadrid, Deheza y Acha”…

(11 de junio de 1831, revisemos: Domingo Cullen, nacido en 1791 en Tenerife, Islas Canarias; en 1820 vivía en Montevideo, luego estuvo en Entre Ríos y llegó a Santa Fe, donde residió y se casó con María Joaquina Rodríguez del Fresno -hermana de Josefa, la esposa del gobernador Estanislao López.  Cullen fue ministro y persona de confianza del Brigadier.

En 1836, López padeció una congestión pulmonar durante la campaña contra los mocovíes desarrollada en el invierno y esa afección degeneró en una tuberculosis.  Cuando sintió que no podía atender directamente sus funciones, las delegó en su ministro Domingo Cullen.

López falleció el 15 de junio de 1838; la legislatura santafesina lo designó titular pero no fue reconocido por el gobernador de Buenos -el Brigadier Rosas- ni por el de Entre Ríos, el santafesino General Pascual Echagüe. Un hijo de López, Juan Pablo -más conocido por Mascarilla López- con el apoyo de Rosas avanzó sobre Santa Fe y en el combate de “Tala” envió a las tropas leales y se hizo cargo del Gobierno.

Domingo Cullen se acercó a su amigo Felipe Ibarra -gobernador de Santiago del Estero” y conspiró contra Rosas organizando una coalición con los gobiernos de La Rioja y Catamarca, pero fueron vencidos en el combate de “Las Cañas”.  Era el final de Domingo Cullen, porque obligado Ibarra a entregarlo a Rosas para poder mantenerse en el poder, partió el canario hacia Buenos Aires y el 22 de junio de 1839 fue fusilado en el Arroyo del Medio. Además, estaba acusado de haber instigado la muerte de Quiroga, los hechos revelaron que generaba intrigas y estaba vinculado a los unitarios emigrados en Montevideo.

(Todo es historia de la Historia de los santafesinos, de los argentinos…)

Ofensiva contra el general Paz…

Tras la firma del Pacto Federal, el general Paz siguió conspirando contra los federales y como lo ha destacado el historiador José María Rosa, intentaba “destruir a López antes de la llegada del ejército de reserva.  A marchas forzadas fue sobre Calchines, pero López eludió el encuentro replegándose en El Tíoprovincia de Córdoba-, “a la espera de juntarse con el ejército de Buenos Aires.  Paz lo siguió y se disponía a batirlo cuando inesperadamente caerá prisionero”.

Por error se acercó a tropas enemigas, “cuando lo advirtió era tarde, y aunque quiso escapar a todo correr de su caballo, un tiro de bolas del soldado Francisco Cevallos perteneciente a la división del coronel Francisco Reinafé lo puso en tierra”…

1835: correspondencia entre Estanislao López y Rosas…

Detenido el general José María Paz, fue trasladado al campamento de López y encerrado en la Aduana de Santa Fe.

Continuó la correspondencia entre Rosas y López: el gobernador de Buenos Aires -con poderes extraordinarios- consideraba que no era conveniente que el general Paz estuviera detenido con la indulgencia que se percibía en las órdenes del brigadier López.  Por estar preso en territorio santafesino, la mayoría de los políticos coincidía en que sólo López tenía que resolver esa situación y así fue como en 1835 decidió enviarlo a Buenos Aires. “Rosas lo retuvo en el Cabildo de Luján.  Paz que se había casado en la prisión, habitó en el piso alto como confinado: podía salir y su sola obligación era pernoctar allí.  Lo vigilaba la milicia del partido de Luján.  Después, a su pedido, Rosas lo trasladó a Buenos Aires dándole la ciudad por cárcel.  Le había pagado sus sueldos y devuelto al escalafón.”  [42]

No todo era violín y degüello en tiempos de don Juan Manuel de Rosas, como parcialmente se escribió y publicó en tantos libros de la historia de la Historia de los argentinos. 

1840: más ataques sobre Santa Fe…

Al ex-gobernador Domingo Cullen, lo habían fusilado en Arroyo del Medio, el 22 de junio de 1839, acusado por instigación al asesinado del riojano Facundo Quiroga y por sus relaciones con los unitarios emigrados que seguían conspirando desde Montevideo.

En aquel tiempo, el general Juan Lavalle seguía proyectando sus planes y con su ejército avanzó desde la Banda Oriental, cruzó el río Uruguay y mientras se desplazaban por el territorio entrerriano, combatieron en dos lugares con las tropas del general Pascual Echagüe, santafesino y gobernador de esa provincia.  Lavalle y sus soldados embarcaron en la flota francesa que estaba anclada sobre el río Paraná; desembarcaron en San Pedro para el sitio al Puerto de Buenos Aire pero optó por dirigirse a Santa Fe porque se había producido otra invasión de los unitarios.

Entraron en la capital provincial con tal violencia que durante años quedó la población impresionada por los saqueos y destrucciones.  En septiembre de 1840, el gobernado Juan Pablo López ante la imposibilidad de resistir decidió alejarse de la ciudad.

En apoyo de López estaban los ejércitos de Oribe y de Pacheco.  El general Lavalle enterado del levantamiento contra Rosas más al noroeste, eludió a esos ejércitos y se dirigió hacia donde estaba operando la Coalición del Norte.

Ya estaba en calma la ciudad y el gobernador Juan Pablo López volvió para continuar con sus funciones, aunque como lo demostraron hechos posteriores, ya estaba dispuesto a alejarse del Brigadier General Rosas.

Relatos sobre aquella invasión…

Algunas memorias indican que el general Eustaquio Díaz Vélez cruzó el río y huyó por las islas, habiendo dejado una compañía de doscientos negros en el Cuerpo de Guardia, quienes saquearon la ciudad y en consecuencia, todos fueron fusilados.

En ese lugar, en 1840 “se había atrincherado el general Garzón, quien con sus compañeros capituló, rindiéndose al coronel Pedro José Díaz” cuando comprendió que estaba sitiado por el Escuadrón “Dragones de Santa Fe”, tropas dirigidas por el capitán Pedro Rodríguez del Fresno siguiendo las órdenes del general Juan Lavalle.

(Como sucede aún, ese edificio sirvió en distintas circunstancias, como sede del gobierno, cuartel, prisión -donde alojaban “a vagos, viciosos, desertores y ladrones. Pero también fue cárcel para presos políticos.

Tras sus rejas estuvieron José Elías Galisteo, el brigadier Marcos Balcarce, Cosme Maciel, Juan José Ovando que fue fusilado en el patio, Juan Francisco Tarragona” -el mismo que la había hecho construir-, “Jorge Semborain, comerciante porteño radicado en Santa Fe y ambos cargados con cadenas.”)

Invasión del ejército de Pascual Echagüe…

Un año después, el 5 de noviembre de 1841 Juan Pablo López firmó una alianza con Pedro Ferré, gobernador de Corrientes: Sancionada la constitución de 1841 que reemplazó al Estatuto de 1819 vigente desde el gobierno de Estanislao López, resultó evidente un cambio de rumbo hacia el liberalismo.  En la otra orilla del Paraná, el general José María Paz había vencido en el combate de Caaguazú al Ejército de Operaciones comandado por Pascual Echagüe, quien luego fue destituido y viajó a Buenos Aires con el propósito de organizar la contraofensiva.

Tras el triunfo del general Paz y obligado a dejar el gobierno, el general Pascual Echagüe consideró que el primero objetivo debía ser derrotar a Mascarilla López y apoyado por varios batallones de Buenos Aires, ingresó por el sur al territorio santafesino. Encontraron resistencia en Rosario pero pudieron seguir avanzando, combatieron en Coronda y en Ascochinga donde Juan Pablo López comprendió que serían vencidos y optó por huir hacia Corrientes.

(Otro cambio de gobernador en la provincia invencible: asumió el general Dr. Pascual Echagüe, primero con carácter interino y desde el 8 de septiembre como titular tras la asamblea legislativa.  Se ha destacado que el doctor Echagüe era una persona serena y conciliadora, y que el Brigadier Rosas solía identificarlo con el apodo Badana, original mote también relacionado con la ganadería que tanto interesaba al gobernador bonaerense, porque sabido es que la badana es una piel de carnero o de oveja, cuidadosamente curtida, flexible y suave… tanto que era utilizada preferentemente para fabricar zapatos para niños de meses y con ellos aprendían a dar los primeros pasos.

Todo es historia de la Historia…)

1852: botes, chalanas… y nacimiento de Pepita Díaz.

A mediados del siglo XIX, en Santa Fe de la Vera Cruz el puerto abarcaba el espacio actual de calles San Luis y Rivadavia desde La Rioja hasta Lisandro de la Torre.

El 3 de febrero de 1852 fue derrotado el brigadier general don Juan Manuel de Rozas –Rosas– en la batalla de Caseros y el 29 de febrero, en la legislatura provincial fue nombrado gobernador de la provincia don Domingo Crespo.

En la ciudad-puerto habitada en ese tiempo por aproximadamente “cinco mil almas” y como se ha expresado en diversa literatura, personas de piel oscura todavía seguían sirviendo en algunas familias tradicionales.  En la zona portuaria se observaba el movimiento diario de barcos y de chalanas que servían para el transporte de personas y el comercio.  Comenta el historiador Pérez Martín que “en tiempos viejos iban y venían el bote de Zavalla, el falucho de Zemborain” -otras veces escrito Semborain-, “la zumaca de Domingo Cullen”…

(De aquel tiempo, aún es posible ver “la casa que perteneció al comerciante Diego Díaz y su esposa Mercedes Clucellas” en la esquina suroeste de la calle San Luis esquina La Rioja, en precarias condiciones.)

El hogar de Diego Díaz  y Mercedes Clucellas.

Con sucesivas refacciones todavía es posible observar la casa que perteneció al comerciante Diego Díaz y su esposa Mercedes Clucellas, matrimonio celebrado el 1º de enero de 1851 por el Padre José Gelabert y Crespo, luego Obispo de la diócesis de Paraná y Santa Fe.

José Clucellas -español, hermano de Mercedes- se destacó como tallista y con su compatriota Pedro García fueron los artesanos que tallaron el altar, coros y púlpitos de la capilla del Palacio San José de don Justo José de Urquiza.

13-04-1852: nació Josefa Raymunda Hermenegilda…

El 13 de abril de 1852 nació Josefa Raymunda Hermenegilda Díaz y Clucellas y al tercer día fue bautizada en la Matriz, siendo padrinos su abuela materna Ana Ruiz y su tío Manuel Clucellas mientras su abuelo paterno Juan Clucellas estaba junto a la pila bautismal.  Desde la niñez reveló su vocación por el arte. Fue discípula del pintor italiano Héctor Facino, nacido en Parma en 1829, estudiante de abogacía hasta que en 1848 se enroló en el ejército de Garibaldi, luego casado con Enriqueta Bellini, quienes en 1868 se instalaron en esta ciudad cercada por ríos y lagunas; comenzaron a relacionarse y así fue como Facino fue nombrado prosecretario de la Cámara de Representantes de la provincia. [43]

(Es interesante tener en cuenta a mediados del siglo XVIII había vivido cerca de la laguna Setúbal, el ermitaño Francisco Javier de la Rosa, dibujante, pintor y artesano de cuya obra se ha recordado un autorretrato fechado en 1780, original que se ha perdido y cuya reproducción realizó la pintora santafesina Ana Galán de Coll, contemporánea de Rosario Pujato Crespo, también alumna de Héctor Facino.  A comienzos del siglo siguiente, los retratistas solían ser convocados por distintas autoridades o por particulares.  En 1823 el entusiasta Fray Francisco de Paula Castañeda, huyendo de la ira de don Bernardino Rivadavia, porque había sido condenado al destierro en Patagones, logró huir a Montevideo, cruzó el río Uruguay y el territorio entrerriano hasta ubicarse serenamente en el rincón de Antón Martín.

(Es interesante tener en cuenta que el 28 de abril de 1834, Rivadavia desembarcó en el puerto de Buenos Aires pero “el gobierno le dirigió una nota a su quinta de la Concepción conminándolo a abandonar el país ‘forzado por las circunstancias imperiosas que afectaban la paz pública.  Rivadavia lo hizo inmediatamente, reembarcándose esa misma tarde en el bergantín Herminie que acababa de traerlo.  Se ha dicho que Facundo Quiroga que estaba en Buenos Aires y paraba en casa de Rosas (que no había regresado a la ciudad después de la expedición al desierto),fue ‘el único’ que intentó visitar a Rosas en el Herminie no obstante ser su enemigo político y, y según Saldías, ofreció su fianza personal para permitirle el desembarco. Es una leyenda, hace notar de Paoli, porque nadie hubiera impedido a Facundo tomar un bote y acercarse al Herminie en los treinta días (del 28 de abril al 27 de mayo) que el buque quedó en la rada, como lo hicieron los familiares y amigos del ex presidente.”  [44]

El 15 de abril de 1835, Facundo Quiroga fue asesinado en Barranca Yaco

Apoyado por el  gobernador brigadier Estanislao López fundó una iglesia y escuela en ese poco poblado lugar, próximo a varias islas donde vivían algunas familias con niños que necesitaban aprender a aprender. Insistía en que “una nación que aprendiera a dibujar como aprende a escribir, bien pronto superaría todas las otras en materia de gusto” y así fue como puso en marcha la primera escuela santafesina de dibujo, cuyo plan de estudios incluía pintura, música y distintos oficios[45]

A fines de esa década, llegó a Santa Fe de la Vera Cruz, el italiano Carlos Enrique Pellegrini para realizar varios retratos a pedido del brigadier general don Juan Manuel de Rozas: del mencionado gobernador santafesino y de su esposa Josefa Rodríguez del Fresno; del general Pascual Echagüe y de su esposa Manuela Puig; del protomédico doctor Manuel Rodríguez, esposo de Francisca Rodríguez del Fresno.  En las décadas siguientes, pintores de distintas nacionalidades pasaron por Santa Fe y en retratos, naturalezas muertas y paisajes dejaron reflejada una parte de la historia nacional que en algunos casos, perdura en silenciosos museos o en oscuros depósitos.)

Medalla a Josefa Díaz y Clucellas…

Josefa Díaz y Clucellas, tenía diecinueve años cuando la Cámara de Representantes de la Provincia presidida por don Mariano Comas, le otorgó una medalla de oro por considerarla distinguida “retratista a pincel y en honor a su talento”.

El gobernador Iriondo el 22 de agosto de 1871 promulgó la ley disponiendo que en esa medalla de oro se reprodujera una alegoría a las artes plásticas –caballete, paletas, pinceles…- con la leyenda “Al talento, gloria y estímulo” y en el anverso una corona de laurel y la inscripción: “La Provincia de Santa Fe a las bellas artes – 1871”.

El año anterior había sido asesinado el general Justo José de Urquiza en su Palacio de San José y es posible imaginar la conmoción que produjo este hecho, así como la influencia que esa personalidad tuvo en la joven pintora santafesina ya que en la Exposición Continental de Buenos Aires realizada en 1881, el coronel José Rodríguez presentó “un óleo de gran dimensión”, retrato del general Urquiza -de pie y de frente, apoyada su mano sobre una mesa- y en los cuatro ángulos hay referencias históricas: “3 de Febrero de 1852. Derrocamiento de Rosas”, fecha de la batalla de Caseros; “4 de Setiembre de 1854. Instalación del Congreso”; “1854. Primer Presidente Constitucional de la República Argentina” y “Tratados con las potencias extranjeras. Libre navegación de los ríos”.

Sarmiento en el taller de “Pepita Díaz”…

En 1874, de paso por la ciudad, el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento visitó su taller donde abundaban óleos representando los frutos de la tierra: naranjas, limones, sandías, melones, higos maduros… colocados cerca de armoniosos objetos.

Mientras tanto, en la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen colaboraba lavando los manteles del altar, barriendo la sacristía hasta que en 1884 -a los treinta y dos años-, Pepa Díaz decidió ingresar en la comunidad de las Hermanas Adoratrices.

Había fallecido su padre, vivía con su anciana madre y convivían con una huérfana que habían protegido desde niña y con un perro “muy bien criado”.

Josefa Díaz y Clucellas, pidió autorización a la Madre Superiora para  entrar al convento con todos ellos y concedido el permiso, pudo seguir viviendo en armonía con sus seres amados y en comunión con el Señor.

El doctor José Pérez Martín en su itinerario santafesino dejó escrito:

“Y como para señalar una vez más, cómo la religión y el arte han marchado unidos, Josefa Díaz ha dejado sus Dolorosas; su Cristo en la Cruz, pintado dos años antes de su entrada en la renunciación del siglo; San Antonio de Padua con un Niño ingenuo y regordete; un San Jerónimo del Greco, con su hopalanda morada y su pergeño de filósofo; San José y el Niño; la Purísima; y otros más, también religiosos, a los que se dedicó exclusivamente desde que profesó como monja.”

Hacía poco tiempo que esa congregación había llegado a Santa Fe y el nuevo instituto “San José” fue fundado por el Padre José M. Bustamante “que había actuado con Fray Mamerto Esquiú en campañas sociales”; rector del Colegio de la Inmaculada Concepción.  Al principio se alojaron en el edificio existente en la esquina suroeste de San Jerónimo y General López, luego demolido y donde se construyó el Palacio de los Tribunales de Justicia.  Luego se trasladaron al actual edificio en el Boulevard Gálvez.  [46]

Homenaje en el Museo “Rosa Galisteo”… (1952)

En 1952, con motivo del centenario del nacimiento de Josefa Díaz y Clucellas, el director del Museo de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez” de Santa Fe, don Horacio Caillet Bois, organizó una muestra de sus cuadros y publicó un ensayo breve.  El doctor José Pérez Martín elaboró una reseña difundida en “El Diario” de Paraná (Entre Ríos), señalando: “… Acaso hay que publicar su ascendencia en el arte con Morel, uno de los primeros que capta el color y el paisaje nacional.  Sin saberlo o sabiéndolo, Josefa Díaz y Clucellas hizo pintura propia, aunque en sus óleos religiosos campee el tradicional simbolismo de la estampa.”  Varias de sus obras integran el patrimonio del mencionado museo, entre ellas un retrato de Francisco Clucellas; un autorretrato de once centímetros de lado; una naturaleza muerta que suele ser reproducida en catálogos -entre ellos- el impreso como homenaje a artistas fallecidos, concretado en la década del ’80, durante la dirección de la pintora Nydia Pereyra Salva de Impini.

Sor Josefa Díaz y Clucellas falleció el 24 de septiembre de 1917 en Villa del Rosario, provincia de Córdoba.

1853: Topografía de la ciudad…

Sabido es que mientras la provincia de Buenos Aires estaba separada de la Confederación de Provincias Unidas del Río de la Plata, en Santa Fe se reunieron los representantes  de las distintas provincias y tras entusiastas deliberaciones, el 1º de Mayo de 1853 se aprobó el texto constitucional.

El entonces gobernador santafesino don Domingo Crespo, impulsó el cambio de denominación en algunas calles con el propósito de que fuera tenida en cuenta esa fecha,  así como se recordaba al preexistente Pacto Federal.

Una mirada sobre el “Plano topográfico de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz Dedicado Al Exmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia Don Domingo Crespo” realizado en 1853, permite observar la trayectoria del río, la ubicación de calles, paseos, plazas y edificios.  [47]

Hacia el sureste, la calle 25 de Mayo de 1810 era la primera que no tenía interrupción; hacia el noreste, las calles San Luis  y Jujuy –actual Rivadavia- abarcaban tres manzanas entre La Rioja y la actual calle Abelardo Irigoyen Freyre (Ex Vera), datos que permiten comprobar cómo se ha avanzado sobre el río y se han recuperado tierras en la vasta zona portuaria. En paralelas, se encontraban las calles Del Comercio; San Jerónimo; 9 de Julio de 1816; 1º de Mayo de 1853; 4 de Enero de 1831; siendo la última línea de edificación la correspondiente a la actual calle Urquiza.

En ese tiempo, los vecinos podían reunirse en distintas plazas: la Plaza del Congreso –actual Plaza Veinticinco de Mayo-; Plaza de la Libertad –actual Plaza San Martín-; la plaza del Interior que abarcaba la manzana limitada por las actuales calles Entre Ríos, 3 de Febrero, Francia y Saavedra, donde funcionaba un mercado y feria.  En el límite este había dos paseos: el paseo del Puerto -o Alameda- y el Paseo de las Ondinas y aún más al este, se veía la isla Tacurú.

De este a oeste estaban trazadas las calles Uruguay; Paraná -actual Entre Ríos-, 21 de marzo de 1852 -actual Amenábar-; 3 de Febrero; 23 de Diciembre –luego General López-; Buenos Aires; Entre Ríos –actual Moreno-; Corrientes, Córdoba –actual Juan de Garay-; Santiago del Estero -actual Lisandro de la Torre, antes Rosario-; Salta; Mendoza, San Juan -actual Primera Junta-; La Rioja; Catamarca y a la siguiente la nombraban General López, es la actual Hipólito Irigoyen, antes Humberto 1º.

Primera ordenación numérica, trazado de seis calles (1875-1885).

En 1875 se concretó la primera ordenación.  Un plano dibujado por el ingeniero Baldomero N. de Llano en 1884, demuestra que en tres décadas se habían trazado cuatro calles más de norte a sur -llegando hasta Avenida Freyre- y dos más hacia el norte: Crespo y Suipacha.  En 1886, la población que seguía utilizando el agua de los ríos y lagunas para el uso cotidiano, soportó una epidemia de cólera disponiéndose entonces del Hospital que funcionaba en el sureste, en terrenos que habían pertenecido a los jesuitas.

1855: vínculos en Santa Fe y en los cantones…

La resistencia de los aborígenes exigió distintas decisiones políticas: “Un decreto del Ministerio de Guerra en 1855 -dos años después de sancionada la Constitución Nacional-, dispuso “las fuerzas que debían resguardar la plaza de Santa Fe y los cantones de entonces: Narvaja, Iriondo, San Pedro, El Sauce, Melincué, La Candelaria, San José de la Esquina y otros.”  [48]

La llegada de los denominados colonos, generalmente agricultores que empezaron a poblar el actual departamento Las Colonias-, provocó otro cambio en las relaciones con los aborígenes.  Sabido es que Gastón Gori ha señalado que ellos colaboraron en las primeras construcciones de las viviendas que se instalaron en Esperanza y que esa localidad no soportó depredaciones. También ha destacado el historiador Pérez Martín que “el colono Fabre”, “se fue a las tolderías y se convirtió en cacique.

Allí se forjaron jefes miliares, perduraron fortines como el de Tostado en el monte de los Palos Negros y se firmaron tratados como los de Añapiré o el de 1870 con el cacique Guampa, solapado y pedigüeño.”

1884: Intendente Mariano Comas y sus iniciativas…

El historiador José Pérez Martín en una aproximación al plano de la ciudad dibujado por el ingeniero Baldomero N. de Llano en 1884, advierte que había iniciado sus actividades la Academia Pública de Escritura, dirigida por el calígrafo Carlos F. De Curia y lo reitera en su interesante itinerario santafesino.  [49]

“La vida municipal, estaba representada por el Intendente Dr. Mariano Comas y un Concejo Deliberante de doce miembros elegidos en votación directa por ciudadanos y extranjeros contribuyentes.  Ese año se creó por ordenanza una lotería de beneficencia; se pensaba en la pavimentación de las calles que se comenzó a hacer en 1886; se construía un Hipódromo al sur de la ciudad, inaugurado al año siguiente; se buscaba establecer un servicio de agua purificada proponiéndose prohibir la venta pública de agua del río por los aguadores; se proyectaba una reglamentación de tranvías a caballo y se reglamentaba la introducción de pan que se hacía desde Santo Tomé, Las Colonias y Paraná.  El aspecto edilicio dejaba mucho que desear, tan es así que la ciudad presentaba todavía el estado en que la encontró Estanislao Cevallos en 1881 y como la describió dos años después: la “Santa Fe colonial” y la “Santa Fe moderna. La ciudad de los descendientes de los tenientes gobernadores, alcaldes y regidores y la ciudad de los tenderos, carboneros, marineros y calafates… La ciudad de los templos, del Cabildo, de las autoridades, jueces, fiscales, ‘enredos y enredistas’ y la ciudad de la aristocracia de raíz de conquistadores y colonizadores españoles, del buen tono de la cultura, que habla el castellano con sabor antiguo, patriota como Estanislao López, religiosa como Juan de Garay y la ciudad con aspecto de factoría norteamericana, fusión de todas las razas que habla mal todas las lenguas, sin hábitos definidos, indiferente en religión, liberal en sus costumbres, ajena al buen tono, patriota a la moderna, comerciante como medio, progresista como resultado… dos ciudades soldadas en la línea del medio por una calle transversal.”  [50]

En 1884 todavía “la higiene escaseaba, hasta tal punto que las aguas estancadas, pantanos y basuras daban lugar a pestes.  Los impuestos se reducían a los derechos de piso para las carretas, de rodados, de abasto, de matadero, de alumbrado, derecho de peaje en la laguna Setúbal y a la leña, arena, etc.”  Diversos datos revelan que “desde el Puerto a la boca del Riacho y desde Santo Tomé al Puerto” había un “movimiento portuario apreciable.”  [51]

Escuelas, educadores, bibliotecas…

Es oportuno recordar que en 1877, el gobierno municipal distinguió al educador Don Antonio Pizzorno con el otorgamiento de una medalla de oro como reconocimiento a su eficaz labor.

Insiste el historiador Pérez Martín: “…las escuelas primarias eran municipales y estaban bajo la superintendencia de un Inspector, que en ese año era el canónigo Severo Echagüe” y destaca que “en la instrucción pública corrían vientos laicos.  Al final del año, el 10 de noviembre, el Colegio de los Jesuitas se ve obligado a clausurar sus puertas” porque un decreto del presidente Julio Argentino Roca “le retira los privilegios que se le habían concedido años antes.  Aparecen en la ciudad numerosos maestros normales de la Escuela de Paraná, cuyas tendencias contribuyen a aumentar el fuego de la división entre clericales y anticlericales.

Continuaba ejerciendo el magisterio don Antonio Pizzorno, la señora Celia G. de Richard dirigía la escuela ubicada frente a la plaza San Martín; en la escuela del Puerto enseñaba don Alfonso Grilli; en la “colonia Guadalupe era maestro D. Augusto Kieffer, a quien se le había acordado el año anterior una subvención de diez pesos bolivianos”.  También enseñaban en esas escuelas primarias: “D. Clemente San Martín, Pascual Piedra, Manuel Real y Alonso y las señoritas Ana Domínguez y Mercedes Zabrozo.”

Biblioteca de la asociación “Cosmopolita” – Más escuelas…

“Había una Biblioteca, que era refugio donde se discutía y reformaba el mundo”, era en realidad la Biblioteca Cosmopolita que había sido instalada por un grupo de vecinos solidarios, situada en la calle 9 de julio entre las actuales Salta y Lisandro de la Torre.  Funcionada una escuela normal provincial en la calle 3 de Febrero entre 9 de Julio y 1º de Mayo y se inició un movimiento tendiente a lograr la creación del Colegio Nacional y de la Escuela Normal.  *

Al año siguiente, el gobierno nacional por iniciativa del ministro Eduardo Wilde inauguró la Escuela Normal Nacional en un edificio contiguo al Colegio de la Inmaculada.

En el nivel superior, hay que tener en cuenta que hasta 1886 funcionó la Escuela de Jurisprudencia en el Colegio de la Inmaculada Concepción.

El intendente Mariano Comas, el 18 de enero de 1887 firmó el convenio con el presidente del Consejo de Educación Dr. Pedro C. Reyna, transfiriendo las escuelas municipales a la jurisdicción provincial, que continuaría con esos servicios financiados con un subsidio de seis mil pesos anuales a cargo del municipio y con aportes del gobierno nacional.

1882-1885: más departamentos, más expectativas…

Sabido es que el gobernador santafesino Pbro. Manuel María Zavalla, incapacitado por su enfermedad había delegado sus funciones en el vicegobernador Dr. Cándido Pujato.

En aquel tiempo, en la provincia de Santa Fe se establecieron nuevos centros urbanos y ese crecimiento poblacional y económico impuso la necesidad de establecer con precisión algunos límites interprovinciales.

En 1882, la Suprema Corte de Justicia mediante un fallo arbitral fijó la frontera sur de Santa Fe, con Buenos Aires y Córdoba; dos años después indicó el límite del Chaco pasando por el Arroyo del Rey hasta el paralelo 28

La provincia hasta entonces estaba dividida en cuatro departamentos, simbolizados en las cuatro estrellas del escudo provincial.

26-10-1883: nueve Departamentos…

El 26 de octubre de 1883 se subdividió el territorio y se trazaron nueve departamentos, aumentaron las simbólicas estrellas:  Días después, la ley sancionada el 5 de noviembre de 1883, estableció el régimen municipal que fue modificado por ley del 27 de noviembre de 1884.  [52]

El 1º de enero de 1885 se inauguró el ferrocarril a Las Colonias.  Era necesario disponer de un medio de transporte más seguro para el traslado de los frutos de la tierra que se cosechaban con excelentes resultados.

Santa Fe de la Vera Cruz: pistas, caballos, políticos…

En 1887, en el sur de la ciudad se inauguró el primer Hipódromo en terrenos que actualmente se reconocen como Baradero Sarsotti.  Durante casi medio siglo en distintas pistas se habían congregado los aficionados a las carreras cuadreras provenientes de distintos barrios.  El historiador José Pérez Martín, en su itinerario santafesino alude a esos andariveles y destaca que desde 1840 se disponía de una pista que comenzaba en “ombúes de Piquete y terminaba cerca de la Casa de la Pólvora, en las inmediaciones del actual Hospital Italiano y más o menos seguía el camino Nogueras”.

La casa de la Pólvora estaba construida en la actual Boulevard Zavalla entre Hipólito Irigoyen y Crespo, manzana este donde había frondosas arboledas.

En aquel itinerario se encontraban otras dos pistas: “La segunda venía desde la Plaza de Guadalupe, hasta la actual esquina de Rivadavia y Junín, donde había empotrado un mojón de hierro, llamado mojón del pueblo; y la tercera se abría en los ombúes de la Chipacera” -actual Parque del Sur-, “extendiéndose en tres cuadras hacia el oeste, por lo que hoy es la calle Jujuy.  Luego aparecieron la pista de Ibarra que se iniciaba al extremo occidental de la calle Primera Junta, llegando hasta la plazoleta del Interior, o sea hasta Avenida Freyre y la pista de las Penquitas al norte del Boulevard Gálvez, paralela a las vías del Ferrocarril.”  Como suele suceder -y lo expresa Pérez Martín-, “hubo corredores de fama y caballos renombrados, que tuvieron su cortejo de acalorados admiradores”.

Caballos de los políticos: el colorado del Canónigo Zavalla…

Se ha recordado que “en Santa Fe perdió una vez el caballo del comisario”; fue en 1845 cuando compitieron un zaino del general Pascual Echagüe montado por el hábil Toribio Gálvez quienes atrajeron las mayores apuestas y el malacara de Esteban Gamboa conducido por Dionisio Almará, otro destacado jinete. La disputa se concertó en quinientos pesos bolivianos y corrieron en la pista del camino Nogueras.

“Otras carreras quedaron en el recuerdo, como la del moro de Olmedo contra el malacara de Bayo, la del lobuno de Cisterna contra el malacara de Escalante, la del tostado de Gómez contra el picazo de Crespo y la llamada carrera de la legua entre el malacara de Rosales y el alazán de Rudecindo Freyre y que se corrió en la pista que partía de Guadalupe, a quince cuadras”.

En aquellos tiempos, “entre los parejeros las crónicas recuerdan al alazán de Juan Pablo López, el zaino de Fernando Pajón, el moro del coronel Matías Olmedo, el malacara de Servando Bayo, el moro del coronel Matías Olmedo, el malacara de Servando Bayo, el colorado del canónigo Manuel María Zavalla, el tostado de Bernardo Gallo, el moro de Telmo López, el picazo de Albino Crespo, el tordillo del coronel José F. Rodríguez y el blanco palomo de Tristán Sánchez (a) el rubio bailarín.”  [53]

1887: Primer Censo General y más avances…

En 1887 se realizó el Primer Censo General de Santa Fe.  Se avanzó en el propósito de iniciar las obras de cloacas, desagües y agua corriente teniéndose en cuenta el informe técnico del ingeniero Juan Stanishforth presentado el 16 de septiembre de 1889.

1890: Servicios en el barrio Norte…

En 1890, vecinos del Barrio Norte protestaban porque pagaban por el servicio de iluminación pública pero seguían viviendo a oscuras.  En los conocidos “terrenos de Crespo” estaba proyectado delinear el Boulevard Gálvez.

El historiador José Pérez Martín ha destacado que “en 1892 el agrimensor Cattáneo se dirige al Concejo aclarando que las manzanas comprendidas entre San Martín y San Jerónimo van disminuyendo de Norte a Sur, de modo que los fondos de los títulos que tienen frente a calle San Martín se superponen a los fondos de los títulos con frente a San Jerónimo”, “excepción hecha de los títulos de reciente mensura y como las calles son inamovibles, es necesario arreglar todo esto”.

Quedó sólo en proyecto la iniciativa de trazar una ancha calle abarcando desde la calle Comercio hasta San Jerónimo -desde la Plaza de Mayo- y con propósito de conectar el sur con el norte, llegando hasta el boulevard Gálvez.

Con motivo del Cuarto Centenario del descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1892 a las diez se realizó una procesión cívica a las 10 y se impuso el nombre de Cristóbal Colón, a la plaza ubicada entre San Luis, Rivadavia, Humberto 1º y Crespo, actual plaza España.

En glorieta ubicada en el centro de la Plaza de Mayo, ejecutaba su repertorio la Banda de Música de la Policía de Santa Fe dirigida por Enrique Spreáfico –fallecido en 1905-, sucediéndole su hijo Federico.

1889: tierras de “la Chacarita” de los Jesuitas…

En 1889, entre las actuales calles Hipólito Irigoyen, Balcarce y Avenida Alem, desde Rivadavia hasta la Laguna Setúbal o de Guadalupe, seguían despobladas las tierras donde los padres jesuitas habían establecido la Chacarita -o Chacarilla– a fines el siglo XVII, en el entonces conocido Pago de Arriba y donde impulsaron varias explotaciones hasta que fueron expulsados en 1767 por orden de Carlos III, rey de España, quedando entonces bajo el control de la Junta Municipal de Temporalidades.

Datos del siglo XVII:  cultivos, otras producciones…

Es interesante tener en cuenta lo expresado por el historiador Federico Guillermo Cervera, acerca de “un Expediente de los PP. Jesuitas sobre posesión de las tierras de la Chacarita, junto al ejido de la ciudad nueva, donde se inserta una copia del Padrón de Chacras de 1653 controlado por escribano, donde consta que “esta ciudad nueva de Santa Fe de la Vera Cruz… se mudó a esta nueva población el 16 de mayo de 1651.  En ese vasto sector de la ciudad, los jesuitas generaron el cultivo de verduras y legumbres; tenían organizado el suministro de carne a la población, habían construido un gran galpón y dos ranchos –uno de ladrillos-, con techos de paja, donde guardaban herramientas y materiales necesarios para esos trabajos, básicamente para la fabricación de ladrillos que constituía otra creciente industria, ya que en una de las estancias también funcionaba un molino. [54]

Poseedores de esas tierras desde 1653…

En la reseña elaborada por el doctor Gustavo José Víttori, hay más datos acerca  del reparto de chacras al norte de la ciudad en 1653: “…las primeras cuatro cuerdas se entregan a los herederos del adelantado Juan Alonso de Vera y Aragón, quien las dona a los jesuitas.  En 1658 “suman dos cuerdas habidas de Ángela de Murguía, viuda del capitán Juan Torres de Pineda y en 1693 adquieren “dos cuerdas más a Juana Martínez de Santa Cruz. Configuración final de la Chacarita”.

Expulsados en 1767, cuatro años después es arrendada a Juan Bautista Martirenia, previo inventario de la Junta Municipal de Temporalidades. En 1810 “la sociedad integrada por Francisco Casteñé y Martí, José Comas y Vilardebó y Domingo Clariá la compra en subasta pública.  En 1835 siendo ya sólo posesión de Claría, la compró don Antonio Cabal, casado con Micaela Bravo.  En 1851, 1a viuda de Cabal “la enajena al brigadier general Pascual Echagüe y en 1867, su esposa Manuela Puig “otorga escritura en venta a don Pablo Marcial Candioti”.

Recién en 1889 don Marcial Candioti logró que se sancionaran las ordenanzas que hicieron posible la concreción de otro de sus sueños proyectos: el trazado de las calles que permitirían promover sucesivos loteos y así comenzar a generar un nuevo barrio, que en las primeras décadas del siglo siguiente empezó a ser el progresista Barrio Candioti.

1895: límites definitivos con Santiago del Estero

En 1895 se fijaron definitivamente los límites con Santiago del Estero, mediante una línea que partía de Morteros llegaba hasta el Borde los Altos, y otra línea que terminaba en el paralelo 28. Sobre ese paralelo estaban los fortines 9 de Julio, Ombú y Tapenagá, lindante con el arroyo del mismo nombre, en campos de Colonia Florencia.

Lentamente se iba poblando la región costera cercana a Santa Rosa y a Cayastá, a la vez que pequeños grupos se instalaban cerca del río, aprovechando las tierras disponibles desde San Javier hasta Reconquista.  En la zona central y sur los cambios fueron más frecuentes: “el Arroyo San Antonio limitaba las colonias Elisa y Clara en la región que se conocía con el nombre de Soledad.  Hacia el Este, pasando el Salado, venían las colonias nuevas de San Justo, Videla, Emilia, Cayastacito, Colonia Lassaga” -luego Llambi Campbell-; Iriondo, Candioti, Crespo, hasta San Pedro, el antiguo Don Melchor”. Hacia el sur crecía la zona próxima a Cañada de Gómez, hasta el distrito La Picaza incluyendo los terrenos cercanos a Teodolina que habían pertenecido a Diego de Alvear.  Se registraba movimiento en las localidades de India Muerta, Las Encadenadas, Melincué y Venado Tuerto, distrito cuyo nombre se intentó cambiar por el de Villa Palmira pero una vez más se impuso el mito porque los pobladores seguían creyendo en la leyenda que aludió al venado tuerto cuya presencia anunciaba la proximidad de los malones.

Ecos desde el Colegio de la Inmaculada Concepción…

En torno a la herencia jesuítica en Santa Fe, el escritor Gustavo José Víttori ha destacado: “La de los jesuitas no fue una orden más.  Fundada por Ignacio de Loyola y aprobada por el Papa Paulo III en 1540, la Compañía adquirió pleno sentido en el escenario de una iglesia de renovación a causa del impacto provocado por la Reforma Protestante que había escindido del tronco católico, apostólico y romano a una importante porción de cristiandad.  En lo que a América respecta, el sistema educativo aprobado por el padre general Claudio Acquaviva en 1599 se aplicó a los nacientes colegios” tanto en Paraguay como en Santa Fe, a partir de 1610.  [55]

El ingeniero Jorge Terpin ha señalado que “a poco de la llegada a Santa Fe la Vieja, el padre Francisco del Valle y el hermano Juan de Sigordía”…se aplicaron a la fábrica de una buena iglesia…”, y luego abren la primera escuela jesuítica conocida como Colegio del Nombre de Jesús, a la que alude el Padre del Valle en una carta de abril de 1611: “…el viernes pasado, estando al pie de la obra, leyendo a unos seglares algunas cosas de la vida del beato Padre Javier; esperando los niños de la escuela…”  En 1615, comienza la enseñanza secundaria.

El Padre Buenaventura Suárez.

En el hogar del teniente Antonio Altamirano y doña María de Garay, situado en la actual calle general López casi San Martín, “calle de por medio con lo que era entonces el cementerio de la Compañía, adosado a la iglesia”, el 14 de julio de 1674 celebraron el nacimiento de un hijo que bautizaron con el nombre Buenaventura.  Sus padres lo inscribieron como alumno en el colegio de los jesuitas y lo impulsaron a que comenzara estudios eclesiásticos.  Así lo hizo en 1695, siguió el noviciado en Córdoba, cursó Filosofía y Teología.  A principios del siglo siguiente fue destinado a las misiones jesuítico-guaraníes de San Cosme y Damián[56]

En ese lugar, en 1706 comenzó una interesante actividad científica; perfeccionaba sus conocimientos de matemática y con “los cristales de roca del Paraguay” fabricaba las lentes para los telescopios que le servirían para avanzar en sus estudios astronómicos referidos a la luna y a los eclipses –de sol y de luna-; sus observaciones del planeta Júpiter y de sus cuatro satélites.  Así nació el primer observatorio astronómico hispanoamericano y él pudo interpretar la posible latitud de algunas localidades.  Terminó en 1739 su “gran obra” titulada “Lunario de un Siglo” cuyos manuscritos fueron llevados a Europa por otros jesuitas para ser editados allí, en Rusia y en Pekín.

El padre Buenaventura Suárez, al decir del escritor Juan María Gutiérrez, debiera ser considerado “como precursor de la ciencia americana.”  Cumplió distintas misiones, siguió manteniendo correspondencia con científicos de otros continentes, hasta donde también ya llegaban sus conclusiones mediante sucesivas ediciones.  Sus proyectos cartográficos fueron compartidos con el Padre Carlos Rechberg y con otros sacerdotes, hasta que lamentablemente falleció el 24 de agosto de 1750, en la misión de Santa María la Mayor.

Mientas tanto, seguía creciendo el Colegio de San Francisco Javier y al ser expulsados los jesuitas en 1767, cambió la denominación ya que desde entonces es reconocido como el Colegio de la Concepción Inmaculada.

En Santa Fe de la Vera Cruz hasta la biblioteca y el archivo de los jesuitas fueron despojados de algunas obras y es evidente que no se escucharon las voces que insistían en la necesidad de preservar ese patrimonio cultural irreemplazable.

1862: retorno de los Padres Jesuitas.

En 1860 tras la batalla de Caseros, el presidente de la Confederación Argentina doctor Santiago Derqui pidió al “general de la Compañía de Jesús” que sus sacerdotes volvieran a encargarse de la educación, pero ese trámite pronto quedó interrumpido.  Fue exitosa la gestión iniciada por el gobernador de Santa Fe don Patricio Cullen porque en abril de 1862 se firmó el contrato con el Padre Buenaventura Suárez, superior de la Orden en el Río de la Plata y el 9 de noviembre de 1862 comenzaron las clases, con siete alumnos pupilos, doce alumnos medio pupilos -que aportaban alguna contribución- y diecisiete externos que accedían a la educación primaria gratuita.

En distintas crónicas se ha desatado que el maestro Federico Staab logró formar una banda que interpretaba marchas durante los desfiles y una orquesta con treinta instrumentos y excelentes músicos.  La licenciada Montenegro de Arévalo revisó los registros en el libro de la Iglesia y expresó que “como curiosidad merece destacarse el pleito habido entre los padres mercedarios y el señor cura de la Matriz, Francisco Antonio de Vera y Mujica, por alhajas y objetos que pertenecían al colegio”.

1870: el Colegio de la Inmaculada Concepción…

A partir de  1870 mantiene el nombre de Colegio de la Inmaculada Concepción.

En 1883 el gobierno autorizó la introducción de instrumentos de precisión destinados al Observatorio Meteorológico que a partir de ese año dirigió el Padre Enrique Cappelletti y  veinte años después fue incorporado a la red meteorológica nacional.  El ingeniero Jorge Terpin ha expresado que el 1º de Enero de 1919 “se comenzó a brindar la Hora Oficial a Santa Fe, localidades vecinas e incluso a la ciudad de Paraná, mediante el ‘top’.  Sobre la torre de la iglesia de los Milagros se instaló un mástil donde “en la punta se hallan colocados dos potentes focos de un elevado número de bujías cuya irradiación es potensísima.  Este foco es prendido todas las noches a las 21 exactas”…

Ramón J. Lassaga: estudiante y estudioso…

La historia de la Historia de los santafesinos incluye la tesonera labor de recopilación e investigación de universitarios; egresados del tradicional colegio de la Inmaculada, autodidactos… Entre ellos es oportuno recordar a Ramón J. Lassaga, biznieto del español Gabriel de Lassaga -procedente de Navarra-, quien en 1744 llegó a Santa Fe de la Cruz, con el propósito de comenzar diversas actividades y constituir su familia,  Algunos familiares vivían en las proximidades de la Plaza principal; se casó con María Francisca Siburu y tras su fallecimiento, con Francisca Javiera Echagüe y Andía, “previa dispensa del Obispo de Buenos Aires, en razón del parentesco.”  [57]

Compró campos y hacienda, construyó su casa cerca del Cabildo y allí desempeñó distintas funciones; integró expediciones militares para expulsar a los aborígenes del Chaco y colaboró con el teniente de gobernador Francisco Antonio de Vera y Mujica.

Se ha destacado que don Gabriel de Lassaga poseía un mapa del Virreinato; que en 1810, el presidente de la Primera Junta general Cornelio Saavedra le envió una carta pidiéndole que se lo enviara.  Falleció en 1814

Pedro Lassaga, el menor de los diez hijos, se casó en 1810 con Josefa Arias Troncoso, “matrimonio del cual nació Carmelo Lassaga, padre del historiador Ramón J. Lassaga”, nacido el 28 de octubre de 1858, huérfano de madre desde los cinco años.

Dejó escrito el historiador José Pérez Martín:

“Como todos los niños de aquellos años concurrió a las escuelitas que funcionaban en los Conventos o que mantenían algunos heroicos maestros, palmeta en mano”.

1862: Ramoncito sobre el escenario del Colegio de la Inmaculada…

En algunas cartas escritas al poeta santafesino José Cibils en junio de 1914, relata que su padre lo llevó al acto de “apertura del Colegio de la Inmaculada Concepción en 1862, declamando a los cinco años de edad, la ‘Plegaria a María’, del poeta José Zorrilla”, después que el gobernador Patricio Cullen “lo subió a una tribuna levantada en la portería del Colegio.  Se cuenta cómo el niño apabullado por las felicitaciones, escapó de la ceremonia, refugiándose en casa de sus tías, quienes le regalaron con aquella golosina que gustaban los niños en Santa Fe, el mazacote de azúcar negra que vendía Merengo.”

Ramón J. Lassaga, estudiante…

Ramón J. Lassaga, en 1870 empezó sus estudios secundarios en el colegio de los jesuitas; “fue el alumno más pobre del Colegio” -según él mismo lo ha reconocido-.

Sabido es que Ramón J. Lassaga, en 1879 comenzó “sus clases en la Escuela de Jurisprudencia que funcionaba en el mismo Colegio y de donde salieron los primeros abogados de Santa Fe”.

Pérez Martín destaca que “Simón de Iriondo llamó a su joven enemigo y para que costeara sus estudios lo nombró pro-secretario de la Cámara de Senadores”.   [58]

Lassaga tenía veintiún años y en ese tiempo avanzó en sus investigaciones históricas.  En 1881, publicó la Historia del Brigadier Estanislao López.

“Luego el gobernante Iriondo lo designa conjuntamente con el canónigo Severo Echagüe y el Dr. Enrique Foster, para escribir una Memoria Histórica y Descriptiva de Santa Fe”.

Escribimos, dice en sus cartas, 700 páginas de papel oficio y… ‘ni las gracias nos dieron’.  Pero con la ayuda del mismo Iriondo pudo imprimir los dos elegantes tomos de tapas rojas y letras doradas que contenían los trabajos de los miembros de la Academia de Literatura del Colegio de la Inmaculada Concepción”.

En el rumbo de la política…

Ramón J. Lassaga, desde su adolescencia reveló su entusiasmo por lo histórico, lo literario y su interés por las actividades políticas-partidarias.  Tras la renuncia de José Gálvez, en 1874, el gobernador Servando Bayo le ofreció el cargo de secretario del Departamento Topográfico, pero “su padre se opuso para que no abandonara los estudios.  En 1877 obtiene la primera medalla de la Academia de Literatura.  Siguió el rumbo político de su padre, enrolándose en el partido liberal que conducía don Nicasio Oroño; tenía diecinueve años cuando participó en “la famosa y sangrienta revolución de 1878: los vencidos hubieron de emigrar y entre ellos el mancebo Ramón J. Lassaga”, circunstancia en que intervino su padre: “lo disuadió y lo encerró en su casa.  Al mes el gobernador Iriondo lo indultó.”

Como suele suceder, al limitar su actividad pública dispuso de más tiempo para estudiar y escribir, siguiendo los impulsos de su vocación empezó a elaborar algunos apuntes sobre la trayectoria del brigadier General Estanislao López.

En 1879 comenzó “sus clases en la Escuela de Jurisprudencia que funcionaba en el mismo Colegio y de donde salieron los primeros abogados de Santa Fe”.  Pérez Martín destaca que “Simón de Iriondo llamó a su joven enemigo y para que costeara sus estudios lo nombró secretario pro-secretario de la Cámara de Senadores”.  En 1881, publicó la Historia del Brigadier Estanislao López.  “Luego el gobernante Iriondo lo designa conjuntamente con el canónigo Severo Echagüe y el Dr. Enrique Foster, para escribir una Memoria Histórica y Descriptiva de Santa Fe”.  Escribimos, dice en sus cartas, 700 páginas de papel oficio y… ‘ni las gracias nos dieron’.  Pero con la ayuda del mismo Iriondo pudo imprimir los dos elegantes tomos de tapas rojas y letras doradas que contenían los trabajos de los miembros de la Academia de Literatura del Colegio de la Inmaculada Concepción”.

“En 1883 formó parte de una Comisión con el canónigo Severo Echagüe y Genaro Silva para la construcción del mausoleo que guardara los restos del sargento Pedro Bustamante, consiguiéndose en 1893 la donación del terreno, quedando inaugurado el mausoleo el 24 de mayo.”

1883: muerte de Simón de Iriondo. Labor periodística…

“El 4 de diciembre de 1883 llegaban al puerto de Santa Fe, en el vapor ‘Resguardo’, los restos de Simón de Iriondo.  Por esos mismos días, Ramón J. Lassaga daba los últimos exámenes, recibiéndose de abogado”.  Se dedicó al periodismo, “fue de los redactores de El Tribuno, donde realizó propaganda por la candidatura del Dr. Estanislao Cevallos para gobernar la provincia.  Triunfó, sin embargo, el Dr. José Gálvez, con el cual estaba enemistado. David Peña, secretario de Gálvez y fundador del diario Nueva Época, lo invitó a dirigir el diario y así reanudó su amistad con el fundador de la Universidad de Santa Fe.

Lassaga dirigió la revista Vida Intelectual y desde esas páginas difundió parte de su obra literaria.  Ejerció la docencia en escuelas secundarias y en la Universidad, participó en Comisiones Examinadoras de las escuelas municipales y del Colegio Mercantil junto a destacados educadores santafesinos, entre ellos Mariano Quiroga, Juan Beleno, Domingo Guzmán Silva…

Actividades en distintas áreas…

Ramón J. Lassaga en 1887 escribió “la Sinopsis histórica de Santa Fe para el Censo General de la Provincia realizado bajo la dirección de Gabriel Carrasco”, completándola ocho años después.

En 1888 fue vocal del Consejo General de Educación presidido por el doctor Lorenzo Anadón y durante su ausencia “le tocó atender con el Inspector Isidro Alliau, la llegada de los maestros españoles a Santa Fe… sufridos maestros, que se desparramaron por los pueblos de la Provincia.

Integró la Legislatura santafesina representando a los departamentos San Justo y Belgrano y ocupó la vicepresidencia del Senado; “Abogado del Banco Hipotecario Nacional, constituyente en 1889”.

En 1893 entregó “a la Municipalidad la gran placa donde se transcribe el decreto de la Junta de Mayo, otorgando a Santa Fe el título de ‘Muy noble y muy leal’.  El acta de entrega se encuentra en los archivos municipales con la firma de los asistentes.”

En 1895 publicó Tradiciones y Recuerdos Históricos, dedicado a Estanislao Zeballos; cinco años después editó Breve reseña de la Imagen y Santuario de Guadalupe, reiterando uno de los capítulos de aquel libro.

Destacó el historiador José Pérez Martín que han quedado en el archivo histórico “once carpetas de manuscritos suyos con temas relativos a nuestra historia”; “dos carpetas de discursos y biografías y una de versos en dos legajos con títulos: ‘Violetas y Golondrinas’…”  [59]

[En 1980, la Comisión Ejecutora del Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe integrada por el subsecretario de Cultura Fernán J. Serralunga, el director provincial de Cultura José María Junges y en representación de la Asociación Santafesina de Escritores el periodista y escritor Luis Di Filippo, firmaron el acta con la decisión del jurado integrado por Eduardo Storni, Natividad Parodi de Salafia y José Luis Víttori, aprobándose que el volumen 12 de dicho Fondo Editorial sería la reedición de “Tradiciones y recuerdos históricos” de Ramón Lassaga, “537 páginas” aunque el decreto Nº 2596 del 30-08-1976 -firmado por el gobernador de facto Jorge A. Desimoni y los ministros Orlando R. Pérez Cobo; Eduardo M. Sciurano y Raúl J. Fraga-, en el artículo 12, inc a) que la edición anual sería “de igual diseño, con 250 páginas (término medio)”. [60]

Al año siguiente, los mismos funcionarios y el representante de la SADE Filial Rosario, Miguel Andrade, aprobaron la decisión del jurado integrado por Federico Cervera, Julio Caminos, Andrés Ivern pero recién cinco años después se concretó  la edición de esa recopilación de crónicas escritas por el periodista José Rafael López Rosas, presentadas con el título “De la discordia y la melancolía” (volumen 13, 329 páginas, que también excedían el promedio autorizado y en algunos casos triplicaba a algunos volúmenes). Consecuencia: el libro de  Rafael López Rosas comenzó el proceso de edición en el invierno de 1985 y fue presentado al año siguiente mientras los Recuerdos… de Lassaga, quedaron relegados, junto a otros seleccionados en 1981.

Todo es historia de la Historia de los argentinos…]

Revista “Vida Intelectual”

A principios del siglo XX, se publicaba en la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, la revista “Vida Intelectual” dirigida Ramón J. Lassaga, Julio A. Busaniche, Ramón J. Doldán y era secretario Gustavo Martínez Zuviría aún no conocido como Hugo Wast. [61]

Octubre de 1904: Juegos Florales…

En los Juegos Florales del 22 de octubre de 1904 habían premiado el libro “La ciencia del verso” de Mario Méndez Bejarano, “que era todo un himno a las normas clásicas y cuyo epílogo decía: ‘en poesía lo verdadero es lo bello, lo natural es la armonía, el ritmo; lo falso es lo real, lo común’…”

La revista Vida Intelectual  -dirigida por Ramón J. Lassaga, entre otros-, “con sus Álbumes, Azul y Blanco, Excelsior y los diarios Nueva Época y El Parque, eran palestras donde ejercitaban sus plumas los escritores de Santa Fe.  Se podía leer tranquilamente en los tranvías urbanos: tres líneas de tranvías a caballos con largos bancos y mayorales guapos.”

Eran frecuentes las crónicas historias de Ramón J. Lassaga, las narraciones del autodidacto Gonzalo Gonzáles de la Gonzalera -el rinconero Domingo Guzmán Silva-; las notas sobre educación de Ramón J. Doldán; los poemas de Horacio F. Rodríguez, Alfonso Durán, Carlota Garrido de la Peña, Mercedes Pujato Crespo, Angela  Geneyro; las críticas literarias de Martínez Zuviría  -un joven con vocación de escritor-, ya había logrado publicar en Madrid sus Rimas de amor  -libro dedicado a Moisés J. Soriano- y la novela Alegre.  En esa revista difundía sus críticas literarias, desaprobando los versos de Lugones en sus libros Las Montañas de Oro y Los crepúsculos del Jardín.

Primavera de 1905: “Emelina” de Rubén Darío.

El 30 de setiembre de 1905, en la revista Vida Intelectual que seguía dirigiendo Ramón J. Lassaga –con otros-, anunciaron la próxima publicación de la novela “Emelina” escrita por el nicaragüense Rubén Darío cuando tenía veinte años,  editada en 1887 en Valparaíso (Chile).   Ese mismo año, en Santiago de Chile, Darío publicó “Abrojos” y al año siguiente “Azul”  en Valparaíso, con un prólogo de Eduardo de la Barra.

El poeta nicaragüense estuvo en Buenos Aires en 1896, colaborando en el diario La Nación y su director Bartolomé Mitre lo apoyó para la publicación de “Los Raros” y “Prosas Profanas.

En 1905, “al salir del silencio de Martín García, Buenos Aires pudo escuchar por primera vez los versos sonoros de la ‘Marcha Triunfal’, escrita por él un 25 de mayo.  Aplaudían al rapsoda Ricardo Jaime Freyre, Alberto Ghiraldo, Francisco Grandmontagne, Carlos Vega Belgrano y un mozo provinciano, empleado de Correos, que comenzaba a dar a conocer sus versos: Leopoldo Lugones.  Pero también tenía sus oponentes en los que seguían la tradición de Olegario Andrade, Ricardo Gutiérrez y Rafael Obligado, la lira nativa de Carlos Guido Spano y la severa forma de Calixto Oyuela.”

Lassaga: historiador, legislador…

Ramón J. Lassaga fue Miembro de la Junta de Historia y Numismática de la Nación; diputado nacional desde 1898 a 1902, fiscal en la justicia nacional y representante del Gobierno de Santa Fe en las ceremonias que se efectuaron en San Luis en ocasión del centenario de Pringles, donde fue padrino del monumento junto con Dardo Rocha, representante del gobierno de la Nación.

“En 1905 es encargado de dirigir la publicación de las actas del Cabildo”, un trabajo que demandó varios años.  Mientras tanto, el doctor Ramón J. Lassaga seguía escribiendo y publicando. Al producirse el fallecimiento del doctor José Gálvez, el 25 de agosto de 1910 se difundió una breve biografía de José Gálvez escrita por quien había sido su adversario político y terminó siendo un amigo que supo valorar su altruismo.

No alcanzó a ver la edición las Actas del Cabildo porque falleció el 21 de junio de 1921, un año antes de la pertinente impresión.

La tradición de “Merengo”

Un poeta de la ciudad de las losas y los sueños, también ex-alumno de la Inmaculada, al rememorar sus emociones juveniles escribió una interesante novela y dedicó un capítulo a la Alfajorería Merengo, ubicada al sur de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.  Relató que con algunos compañeros de la Academia Literaria, “alternaba la dilucidación de problemas estéticos con crecientes libaciones”, en “la alfajorería de Merengo”… destacando que “el negocio de almacén y despacho de bebidas instalado desde el siglo pasado en la esquina Oeste de la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, tiene su importancia en los fastos políticos de la Ciudad.  Allí cuando aún no existía el Club del Orden, se reunían los hombres de más figuración de la época.  El dueño era un criollo industrioso y analfabeto que, después de ensayar diversos medios de fortuna, había puesto este negocio de alfajores ampliándolo, luego, con una especie de café político…  Ocupaba este café una casa baja, de dos pisos, que terminaba en un esquinero atravesado, en la intersección de las calles 3 de Febrero y San Jerónimo, por dos puertas laterales.  En la parte superior tenía… un balcón toledano y una insignia de hierro forjado que debió ser el brazo de un favor.

Los alfajores de Merengo llegaron a adquirir considerable prestigio a través de los años y de la política.  Los convencionales de todas las épocas los llevaron consigo a sus respectivas provincias y los hicieron conocer de sus íntimos con la consiguiente reserva.  Gobernador hubo, como el de Jujuy, que quiso provocar una tercera o cuarta Convención… para enviar un representante que se los eligiera recién sacados del horno.  De entonces data la costumbre, extendida después, de llevarlos como un recuerdo típico de la Ciudad.

Los políticos finiseculares solían reunirse allí a todas las horas del día.

En el salón había una pizarra y un trozo de yeso que hacía las veces del dueño de casa cuando éste tenía que ausentarse para presidir un juicio por jurados.  Los parroquianos, desde luego, podían servirse a sus anchas pero con la obligación expresa de apuntar en el encerado las especies y el valor de lo consumido.  Y era tal la honradez de aquellos tiempos benditos que el viejo Merengo pudo retirarse del negocio a vivir de sus rentas…”  /…/

“A menudo se daba el espectáculo poco edificante de un esteta joven arrastrado penosamente hasta la calle por sus compañeros de grupo o el de otro, menos alcoholizado, que se ponía de pronto insoportable y suscitaba agrias discusiones entre las diferentes capillas.” /…/  En otro rincón de la sala frente a los postigos que daban a la calle, algunos viejos mortecinos, jugadores de ajedrez, se quedaban largo rato acodados sobre el tablero contemplando la plaza en un éxtasis.”  /…/  “Bastaba quedarse extático un instante en la alfajorería de Merengo para que al punto acudiera a la mente una frase de ensueño.  Si se estampaba, volvía otra vez la imagen y el milagro, y, al cabo de un rato, sin ningún esfuerzo de cerebración, espontáneamente, por la sola magia de aquel paisaje sentimental, se había escrito una cuarteta y después un poema.”  [62]

20-04-1890 – Creación de la Universidad de Santa Fe

Por disposición de la Cámara de Representantes de la provincia, desde 1868 comenzaron a funcionar las Aulas Mayores, de acuerdo al texto legal las “aulas de enseñanza de facultades mayores en el Colegio de la Inmaculada Concepción” que constituyeron las bases de la Facultad de Jurisprudencia creada en julio de 1871 mediante una ley que también ordenaba el funcionamiento de la Academia de Práctica Forense.  Sus egresados rendían luego un examen general y de práctica ante el Superior Tribunal de Justicia, quien le otorgaba el diploma de abogado. “De este reducto habían salido José Gálvez, el creador de la Universidad; Tomás Furno, segundo rector; Manuel Gálvez, Mariano Quiroga; Ramón J. Lassaga, Mariano Candioti, el jefe de la revolución radical de 1893; Lorenzo Anadón y su hermano Leonidas; Urbano de Iriondo, José Z. de Caminos, diplomático del Paraguay y otra pléyade de profesionales.  Sus catedráticos fueron Isaías Gil, jurisconsulto y maestro de Gálvez; Manuel D. -Dídimo- Pizarro, Pedro Lucas Funes, Severo Basabilbaso, Aureliano Argento, el padre José Repetti, rector del instituto e ilustre jesuita y consumado teólogo, Jerónimo Cello y otros que ocuparon importantes funciones en la vida pública y cultural de aquel tiempo.”  [63]

A mediados de la década del ’70, como consecuencia de enfrentamientos políticos el colegio perdió su autonomía y cesó la enseñanza universitaria y diez años después, en octubre de 1885 se reconoció la validez nacional de los títulos expedidos por las aulas mayores.  El progresista gobernador José Gálvez dispuso envío a la Legislatura un proyecto de ley de creación de la Universidad de Santa Fe.

En el mensaje pertinente, el 13 de junio de 1889, insistió en que:

“Aún nos faltan abogados para proveer debidamente los puestos de la magistratura; nuestras colonias se cuentan por centenares y apenas habrá diez que tengan párrocos, ocurriendo lo propio en cuanto al arte y ciencia de curar; las oficinas técnicas de la administración y las numerosas obras públicas deben confiarse en absoluto al extranjero y sobre todo nuestra velocidad adquirida es tal, que por muchos años ha de encontrar empleo a su actividad todo hombre de ilustración y saber”.

En realidad, bastaba con saber leer y escribir y demostrar ciertas habilidades para ser nombrado juez de paz en cualquier localidad.  La iniciativa fue apoyada -entre otros- por el doctor Lorenzo Anadón en debates que están reflejados en los diarios de sesiones de la legislatura provincial.  Floriano Zapata -tío de Agustín Zapata Gollán- aportó datos significativos que justificaban ese proyecto y como suele suceder todavía, se oponía al proyecto el Pbro. Cayetano Giménez.  Aprobado el proyecto, el 20 de abril de 1890 comenzaron las actividades de la Universidad Provincial.  [64]

En el mástil ubicado en la esquina de la calle Comercio -hoy San Martín- y 3 de Febrero, flameaba la bandera nacional que podía ser observada desde el Quillá y El Campito, porque las construcciones eran bajas.

Los profesores sabían que tenían libertad de cátedra y que no podían ser amonestados por las doctrinas que difundían, salvo cuando lo determinara la mayoría del cuerpo docente reunido en asamblea.  Los comienzos presentaron frecuentes dificultades porque los intereses creados intentaban aniquilar su potente germen de formación profesional.  Desde su cátedra “el Dr. José Galiano, gran civilista, ministro y convencional, la defendió con pasión” diciendo “a sus alumnos: no debe morir la Universidad, porque es la obra fundamental de un gobierno, para ser apoyada por todo el pueblo.  De acuerdo a la ley de creación tenía por objeto el estudio del Derecho, las ciencias físico-matemáticas y la Teología.  Estas dos últimas no funcionaron nunca.  Así comenzó la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, que frecuentaron numerosos estudiantes no sólo de Santa Fe sino de Entre Ríos, Corrientes, Santiago del Estero y de algunas repúblicas vecinas.”  [65]

1890: crecimiento hacia el norte, periodismo…

Como aún suele suceder, la cercana finalización del siglo diecinueve generaba distintas conjeturas: unos decían que debido a la proximidad de un cometa era posible que rozara a la tierra y por el excesivo calor terminaría la vida sobre este planeta; otros intuían que la crisis económica podía acentuarse y el hambre sería el determinante de la muerte en distintas poblaciones.  La ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz seguía creciendo hacia el norte, el rumbo elegido por los inmigrantes que llegaban hasta ese extremo sur de América con la intención de vivir en paz y con mayores recursos.

Hacia 1890, Juan M. Cafferata era el candidato a gobernador propuesto por el Club del Pueblo y uno de sus opositores fue Juan Bernardo Iturraspe.  Recién se estaba organizando la Unión Cívica de la Juventud anunciada en la asamblea del Jardín Florida.  Como sucede todavía, la publicidad servía para alentar discusiones políticas y no fue casual que en aquel tiempo, en la calle Comercio y San Juan -actual Primera Junta- se haya instalado la imprenta del diario “Nueva Época” que dirigió Ignacio Llobet, siendo secretarios de redacción Ramón J. Lassaga y Diego Fernández Espiro.

El entusiasta Gabriel Carrasco había concluido el informe sobre el Censo Provincial y viajó a Europa para difundir esos resultados a la vez que para interesar a los políticos de aquel continente sobre algunos proyectos santafesinos: crear una Universidad provincial, construir el puerto…

Se había dispuesto celebrar la proclamación de la República del Brasil iluminando las calles de la ciudad.  [66]

Algunos pobladores podían leer los diarios que se editaban y distribuían desde la capital de la provincia: “Los Principios” dirigido por Domingo Guzmán Silva; “El Lábaro”  dirigido por Monseñor Gregorio Romero -donde se insistía en las lecturas prohibidas para los católicos; “La Provincia” dirigido por Jerónimo Cello, Martín Rodríguez Galisteo y Manuel Cervera.

Ulises Mosset -y su amigo Barrios- eran los distribuidores de un periódico de caricaturas editado en Rosario, titulado La Cabrionera y en el negocio instalado por Mosset en la calle Comercio –“La Universal”- se generaba una creciente actividad en torno a la palabra y a las lecturas.

Llegada del entusiasta Virginio Colmegna…

En aquel tiempo llegó a Santa Fe el entusiasta Virginio Colmegna para trabajar junto a David Peña en el diario “Nueva Época”  y enseguida instaló su librería “La Elegancia” –frente al mercado, que era la zona de mayor movimiento-, trasladándola luego a San Jerónimo y San Juan -Primera Junta- donde cuentan las crónicas que en salón se destacaba un busto de Gütemberg, el inventor de la imprenta.  Su vocación docente lo impulsó a redactar y difundir “manuales de tipografía” y tiempo después fue maestro de taller en la Escuela Profesional “Leandro Nicéforo Alem”.  Retornó a su país natal y cuando regresó inauguró en la calle Comercio otra imprenta: La Artística, situada entre Tucumán y San Juan.  Los estudiantes universitarios presentaban la tesis para su graduación y solían generar prolongadas polémicas.  Eran impresas en “en las imprentas de ‘Nueva Época’, en ‘La Elegancia’, en la de Ribles, en la de Benaprés o en al de J. A. Del Sastre y Cía.’…” Los diarios y periódicos locales también publicaban críticas literarias: “La presentada por Gustavo Martínez sobre ‘Panteísmo del Estado’, fue rechazada en 1907”, cuando Hugo Wast no figuraba en la bibliografía argentina.   [67]

Se inició así una prolongada trayectoria editorial: la editorial Colmegna que había publicado parte de los escritos históricos del discutido Pedro de Ángelis, fue creciendo y a mediados del siglo veinte, inauguraron el moderno local de ventas de San Martín entre Tucumán y La Rioja, con talleres que se comunicaban con la calle 25 de Mayo, dotados de modernas maquinarias.

(A fines de ese siglo cesaron tales actividades y en el mismo lugar se instaló Alicia Libros… ex-empleada de Colmegna, quien había desarrollado una intensa labor de promoción de la lectura a través de emisiones por radio y otros medios de comunicación social.)

1893: revolución y primer gobierno de facto radical…

La revolución radical de 1893, lógicamente influyó en los ánimos universitarios porque los nombramientos dependían del gobierno provincial.  En aquel tiempo eran profesores Simeón Aliaga, Leonidas Anadón, Lorenzo Anadón, Aureliano Argento, Benjamín Barros, Jerónimo Cello, Tomás Cullen, Abraham Echazú, Miguel Escalada, Eduardo Ferreira, Rafael M. Funes, José Galiano, Santiago Gallegos, Francisco García Alberdi, Carlos F. Gómez, José A. Gómez, Santiago Irigoyen, Juan Lanza y Castelli, Ramón J. Lassaga, Julio J. Lezama, Estanislao López, Zenón Martínez, Jorge Monis… Ezequiel Morcillo, Manuel Morón, Juan de Dios Moscoso, Rafael Moyano, Vicente Navia, José Oliva, Félix G. Paz, José Ignacio Peiteado, Julián V. Pera, Jacinto J. Pérez, Benito Pinasco, Néstor M. Pizarro, Mariano Quiroga, Romualdo Retamal, Pbro. Gregorio Romero, Salvador J. Salva, Juan J. Siburu.

Cambios y más logros…

En 1893 cesó el doctor Gálvez y asumió el Dr. Tomás Furno.  Al año siguiente fue designado rector el Dr. Zenón Martínez.  En esa época había que pagar el derecho de matrícula -cuatro pesos-; los derechos de exámenes parciales y generales -diez y quince pesos-, o como alumnos libres pagaban treinta pesos; un peso por los certificados de estudios.  Al solicitar el título de abogado había que pagar cien pesos, y cuatrocientos por revalidar diplomas.  [68]

Ya habían empezado a manifestarse los estudiantes agrupados en la Unión Universitaria, reclamando la reducción de esos aranceles y planteando la oposición a la creación de la Facultad de Teología.  Pidieron que los profesores no fueran designados por el gobierno sino como resultado de un concurso de oposición.

“Por ordenanza del 9 de octubre de 1895 se declararon admisibles los certificados de estudios expedidos por la Universidad de Montevideo. Y en ese mismo año, por moción del Dr. Siburu, se impulsó la formación de la biblioteca de la Facultad, con una comisión que además integraron los Dres. Zenón Martínez, Benjamín Barros y Abraham Echazú.

1900: Cursos de Notariado y Procuración…

En 1900 comenzaron a funcionar los cursos de Notariado y de Procuración dependientes de la Facultad de Derecho.  Al final de esa primera década, teniéndose en cuenta que los programas de estudios eran los mismos de la Universidad de Buenos Aires, comenzaron las gestiones para lograr que los diplomas tuvieran validez en todo el país.  Lamentablemente al año siguiente, falleció el Dr.  José Gálvez -el 25 de agosto de 1910- y dos días después, en el diario “Nueva Época”  se lo recordó así: “Gálvez arrancó esta región de la provincia de la vida contemplativa y colonial para encaminarla por senderos nuevos y con un vigor de espíritu que fue su principal arma; aun en los momentos de mayor adversidad luchó hasta vencer con el abandono de unos, contra la falta de confianza de otros, contra la incredulidad de los más y principalmente contra el quietismo de la Santa Fe vieja de las siestas tradicionales y del espíritu apático.” [69]

Entre sones de campanas y ruidos de derrumbes…

Mientras tanto, los vecinos escuchaban los sonidos de las campanas de las iglesias del sur y desde la torre del Cabildo el puntual reloj alertaba sobre las horas transcurridas.  Los campanarios quedaron en los mismos lugares, algunos refaccionados y cuando se ordenó el derrumbe del Cabildo hasta las siete arcadas de su clásica entrada, el reloj fue destinado a la nueva iglesia construida en San Martín y La Rioja para honrar a Nuestra Señora del Carmen, cuya festividad anual se sigue celebrando el 16 de julio.

Destruido el Cabildo, la Facultad de Derecho siguió funcionando en la manzana oeste, en “un edificio de ventanas ojivales que habían ocupado las Adoratrices, en la esquina de General López y San Jerónimo”, donde luego se construyó el denominado “Palacio de los Tribunales” que desde 1884 hasta 1930 funcionó en calle 9 de Julio y Moreno, solar donde actualmente funciona la “Escuela de Artes Visuales Juan Mantovani” y que sigue luciendo una enorme reja de hierro forjado a la entrada, en cuyo frontispicio aún es visible el escudo provincial con las nueve estrellas, en concordancia con la división territorial vigente que abarcaba nueve departamentos.  Luego la Facultad de Derecho fue trasladada a la amplia casa de Gálvez, en la calle San Martín”; la casona de dos plantas ubicada en San Martín 1823, con ascenso al frente por una ancha escalera de mármol con una artística baranda de hierro forjado y que en el segundo patrio tenía una angosta escalera de caracol que competía en belleza con el aljibe de mármol blanco que también se podía observar desde la puerta de entrada. en el segundo patio, donde funcionó luego la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva” y a partir de 1949 la Escuela Nacional de Comercio de Mujeres que primero fue “Eva Perón” y tras el paso de la autodenominada revolución libertadora que dictó el nefasto decreto 4161 prohibiendo hasta el uso de determinadas palabras, fue nombrada como aún se la reconoce: “Juana del Pino de Rivadavia”.

Homenaje al Doctor Gálvez  y más cambios…

El 25 de agosto de 1910 falleció el doctor José Gálvez.  La Universidad dispuso la edición de un Boletín dedicado a recordar su luminosa trayectoria: incluyó una biografía escrita por Ramón J. Lassaga y “Mariano Quiroga dijo que si había caído el abanderado de la Universidad, quedaban muchos jóvenes para recoger su bandera”. [70]

En 1912 la Universidad de la Provincia de Santa Fe inauguró “la Facultad de Farmacia y Obstetricia, .tomando como base una Escuela de Parteras que había en el Hospital de Caridad.”  Cinco años después, se registraron 47 alumnos en Derecho; 147 en Escribanía, 33 en Procuración, 29 en Farmacia y 23 en Obstetricia.  Funcionó hasta 1915 en la vieja casa que luego también fue destruida, en el lugar que actualmente ocupa el Museo Histórico Provincial en la calle San Martín esquina 3 de Febrero, frente al Colegio de la Inmaculada, trasladándose luego a 9 de Julio entre Moreno y Buenos Aires.

Designaciones por Asamblea…

En 1914 se dispuso que el rector fuera designado por una asamblea de profesores y así fue electo el Dr. Julio A. Busaniche.  Ya se vislumbraban los cambios demandados por los jóvenes estudiantes, que culminaron en la Reforma Universitaria de 1918 que se difundió desde Córdoba.  Al mismo tiempo se estudiaba la posibilidad de creación de una universidad nacional.

Señala José Pérez Martín que “el Dr. Pedro E. Martínez, postulado como rector no aceptó el cargo.  En realidad la nueva Universidad, desde la reorganización que hacen en Derecho el Dr. Benito Nazar Anchorena, en Química el ingeniero Damianovich y en Rosario el Dr. Agudo Ávila, comienza a funcionar normalmente en 1922 con su rector el Dr. Benjamín Ábalos.

Aproximación al “Club del Orden”…

 

Sabido es que el 3 de febrero de 1852, en la batalla de Caseros fue derrotado el brigadier general don Juan Manuel de Rozas –Rosas– y enseguida un sector de los políticos santafesinos adhirió a la campaña emprendida por el general Justo José de Urquiza; entre ellos los hermanos Domingo y Antonio Crespo –entonces gobernador delegado de la provincia de Entre Ríos.  Se ha reiterado que “el gobernador delegado Urbano de Iriondo, convocó al vecindario en la mañana de Navidad para que procediera a elegir gobernador interino. La elección recayó en Domingo Crespo quien aceptó conforme esa responsabilidad.”   [71]

 

El 27 de febrero de 1853, un grupo de descendientes de familias tradicionales decidió fundar el Club del Orden, coherentes con la consigna de Orden y Progreso pronunciada en Europa, reiterada como lema en la bandera brasileña y repetida por políticos cercanos al río de la Plata…

El entusiasta convencional Juan María Gutiérrez redactó el acta de fundación cuyo texto se ha difundido por distintos medios:

“El club que se funda tendrá el nombre de Club del Orden, para expresar con estas palabras el espíritu que guía a sus promovedores…

… no tiene tendencia alguna política, sino meramente social…

…Es un ensayo práctico del principio de asociación entre los miembros de una sociedad que comienza a disfrutar del beneficio de la quietud y de la seguridad individual.”

Decisiones tras el Congreso Constituyente de 1853…

Como se ha reiterado en diversas crónicas, llegado el momento de reunirse para sesionar el Congreso Constituyente en la capital santafesina, el general Urquiza ordenó que se trasladaran los muebles que se habían usado en el histórico Acuerdo de San Nicolás, teniéndose en cuenta que “el viejo Cabildo apenas si contaba con unos desvencijados muebles, un par de alfombras y unos pocos candelabros”, por lo cual el pintor francés Amadeo Gras fue contratado para que “retocara frisos y aberturas y pasara ‘una mano’ al salón principal. ”

El gobernador Domingo Crespo, imaginó e impulsó el cambio de denominación en algunas calles con el propósito de que fuera tenida en cuenta esa fecha,  así como ya se recordaba el 4 de Enero, correspondiente al preexistente Pacto Federal de 1831.

Así fue como la tradicional “Plaza Mayor” se nombró Plaza del Congreso hasta que otra evocación promovió que se la reconociera como “Plaza Veinticinco de Mayo”…

Celebración  apoyada por el gobernador Crespo

En las últimas décadas del siglo veinte, en torno a la historia íntima de un Congreso, el periodista López Rosas escribió: “Sancionada que fue la Constitución Nacional para poder festejarla el gobernador Crespo donó una barrica de cerveza y 25 pesos, a fin de que el Club del Orden, institución recién fundada, pudiera dar un baile en honor de los señores constituyentes.”  [72]

Don Carlos Beck: presidente del Club del Orden

Es oportuno recordar que Carlos Beck -casado en febrero de 1852 con Lina Bernard-, organizó la “Sociedad Suiza de Colonización” en Basilea-, luego emigró hacia el río de la Plata y como lo destaca Gastón Gori, fue “su objetivo fundamental, la población del campo mediante la fundación de colonias agrícolas”.  Con su familia se instaló en una casa edificada sobre la manzana ubicada en el sector norte de la entonces Plaza del Congreso.  Aunque viajaba con frecuencia a la colonia Esperanza y a la recién fundada colonia San Carlos, junto a su esposa participaban en la vida social de la tranquila ciudad santafesina que en ese tiempo, tenía como ámbito atractivo al Club del Orden.

Carlos Beck era reconocido como un “eximio pianista” y hasta julio de 1860, presidió esa institución su compañero de ruta don Ricardo Foster, otro fundador de colonias agrícolas y a partir de agosto de 1860 ejerció esas funciones don Carlos Beck -“eximio pianista”- y como lo ha reiterado el periodista López Rosas, “el Club -según consta en actas-, aunque falto de ‘dinerario’ se endeudó y ‘tiró la casa por la ventana’, como vulgarmente se dice, para agasajar a tan ilustres visitantes.”

Meses después, el entusiasta Beck fue electo edil y en febrero de 1861 concluyó su gestión en esa institución.

Festejos con los convencionales de 1860…

Siete años después de la sanción de la Constitución, en Santa Fe se reunían los convencionales representantes de todas las provincias, para considerar las propuestas de los porteños bonaerenses con el propósito de lograr la “incorporación de Buenos Aires al seno de la Confederación Argentina”.

Como parecía ser tradicional en los gobiernos provinciales, reitera López Rosas que “en 1860 la situación de pobreza era parecida.  Ante el informe del gobierno de Santa Fe el Ejecutivo Nacional autorizó una importante partida para salvar la situación.  Don Álvaro Alzogaray, abuelo de nuestro conocido economista, fue el encargado de comprar con el dinero recibido todo el mobiliario, a fin de poner en condiciones el desmantelado Cabildo.  Y así fue como se embarcó para Buenos Aires.”  Adquirió lo necesario: … “no faltan los plumeros y las escobas importadas de Norte América, compradas a B. Migone.  Las velas de estearina, las palmatorias y los tinteros de platino…  Compra un escudo, y no faltan en esta lista ni las esponjas… ni los faroles.”

En la capital santafesina, “se contratan los servicios de don Juan Foucas, pintor de oficio, para que blanquee el frente de la Matriz y del Cabildo, y el gobierno en pleno sale a recibir el vapor que llega con todo el mobiliario”.  Como aún suele suceder, “el vapor Coronel Dorrego, encargado de transportar la cristalería y la porcelana destinada al Cabildo, se varó en medio del camino”, “los enseres llegaron después que la Convención se clausuró.  Y el cumplido don Álvaro Alzogaray ‘por pura delicadeza’ -como lo expresa en nota él mismo- tuvo en definitiva que pagar los platos rotos.”

El sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento, en la sesión del 25 de setiembre presentó “una moción para que los muebles, cincuenta sillones, la carpeta y el tintero de al sala de sesiones se destinen a la Cámara de Diputados del Congreso Federal pero casi por unanimidad, se aprobó la iniciativa del diputado José Mármol y así fue como eso quedó en esta ciudad, luego “los sillones históricos son donados a la iglesia Matriz y a los templos de los franciscanos y dominicos; otros, quedaron en el Cabildo”.

Al día siguiente, el diputado Elizalde le escribió al general Bartolomé Mitre informándole que “a las dos cerraremos las sesiones… el gobierno de Santa Fe nos dá un baile” y así sucedió porque hubo un Tedeum y en el Club del Orden se organizó el baile en honor de los constituyentes del ’60

Comentarios acerca de aquel “baile”…

El periodista José López Rosas, aporta datos acerca de aquel acontecimiento: “… no pocos y graves inconvenientes tuvo que soportar la joven institución, dada la escasez de sus recursos.  Dice el acta del 13 de setiembre: ‘…que se acordase si el Club durante la permanencia de la Convención en esta ciudad debía alumbrase o cono como de ordinario, esto es, con las dos lámparas que se acostumbraban a encender, y si se debía asimismo poner la alfombra nueva… en atención a que siendo el Club el único punto donde debían asistir los convencionales en las horas desocupadas, parecía propio que éste se arreglase del modo indicado.  En otra sesión el presidente, don Carlos Beck, sostuvo que dicho baile debía hacerse con un costo de ciento cincuenta pesos, por ser un caso excepcional; pero que asistiendo al mismo los convencionales la institución no podía sujetarse a ‘la simple tertulia’, debiendo en consecuencia ampliarse los festejos.  A esto contestaron otros socios manifestando ‘que entre los socios del Club se había promovido una suscripción voluntaria, que se creía ascendería a la suma de sesenta pesos’.

Decidido el baile se nombró una comisión encargada de la fiesta, integrada por don Estanislao López, Dermidio Luna y José Elías Niklison.  Los socios Zaballa, Luna y Stagnaro fueron nombrados ‘para correr con las cervezas, masas y dulces, y preparar el ramillete’.  Por otra parte, Simón de Iriondo e Ignacio Crespo fueron nombrados para recibir a las familias en la puerta.  Otros se encargaban de ‘hacer bailar a las niñas concurrentes.  /  Con 150 pesos se dio aquel histórico baile en el Club del Orden, al que acudió el pueblo santafesino homenajeando así a los que habían venido para darnos la organización definitiva.”

Se impone una pausa.  En el baile estuvo una parte del pueblo santafesino y…

“Al otro día el vapor que conduciría a los porteños zarpaba del puerto.  Otros marchaban hacia el norte y al oeste… Y Santa Fe, dejada de tedéums, bailes y recepciones, volvía a su calma habitual, a su existencia recoleta.”

(Es oportuno recordar que en el siglo diecinueve se sancionaron otras reformas:

1866: modificación de los artículos referidos a las “aduanas exteriores”, se establecen los “derechos de importación y exportación” que serán “iguales” en todo el territorio.

1898: modificación de los art. 37 y 38 relacionados con la “proporcionalidad aplicable a la elección de diputados” y al “número de ministros”.)

1861: Bartolomé Mitre en Santa Fe…

Otra mirada hacia la historia de los argentinos, permite saber que el historiador José Luis Busaniche escribió: “1861: Pavón. Cambio absoluto en el escenario de la política nacional.  Se eclipsa la estrella de Urquiza; surge la de Mitre.  Homenajes a Mitre en Santa Fe. Baile en el Cabildo.  La Sra. Beck-Bernard es presentada al general vencedor.”  [73]

Mitre permaneció en Santa Fe hasta el 11 de enero de 1862 y como queda demostrado por sus decisiones posteriores, supo valorar y comprender los impulsos que provocaron el alejamiento de aquella respetable familia.

Insólito hurto en el Club del Orden…

El ameno escritor López Rosas -entre la discordia y la melancolía– difundió interesantes crónicas santafesinas y relató que “en esos días ocurre un hecho sin igual y pintoresco. No hubo quien no le hiciera recordar que en la ciudad existía un club, el del Orden, fundado en 1853”, cuando Santa Fe estaba esperando a los congresales que la hallaron tan pobre, como los que acababan de sancionar la reforma constitucional que parecía ser la culminación del conflicto con la provincia de Buenos Aires.  Sabido es que los socios de ese club, habían reconocido al general Justo José de Urquiza como socio honorario y en consecuencia -como suele suceder aún-, habían colgado dos retratos: Urquiza y Derqui como reafirmaciones del caudillismo y del mando. A Mitre prefirieron no invitarlo y tampoco agasajarlo. La noche anterior al nombramiento del gobernador Crespo, hubo otra confabulación que entre la discordia y la melancolía, el escritor López Rosas fue relatada así: “… en la noche del 26 de diciembre, dos socios partidarios del caudillo porteño, en una audaz operación comando, trepando por las ventanas del Club del Orden robaron los retratos de Urquiza y Derqui, los cuales aparecieron al otro día en la casa que ocupaba Mitre”.  Comprobado el atentado –hurto o robo-, la comisión directiva resolvió expulsar a los dos socios y encomendar al presidente y al vice que “se apersonasen a la casa del gobernador de Buenos Aires y le solicitaren fuesen devueltos los mencionados retratos, pues sabían que era este señor quien los había hecho recoger’.  Y así en la mañana de aquel 28 de diciembre, bajo el sol calcinante, los vecinos de Santa Fe habrán visto, tiesos y circunspectos, enfundados en sus levitas, pasar a don José María Echagüe y a don Tomás Puig, mientras cruzaban las arenosas calles de la ciudad, portando bajo el brazo los históricos retratos, rescatados del poder de don Bartolomé.”

Aquella mañana, sábado, día de los Santos Inocentes cerca de la casa habitada por don Carlos Beck, se recuperaron los retratos.  Durante aquel fin de semana, don Carlos Beck -ex presidente de ese club hasta febrero de ese año-, sólo durante un sueño o una pesadilla pudo haber experimentado lo que probablemente sintió cuando le contaron esa anécdota. Siendo un excelente pianista, quizás pudo disipar tanta incertidumbre interpretando alguna sonata mientras evocaba los recientes festejos en homenaje a los convencionales que llegaron en 1860 al corazón legal de la República –como destaca Gori-  para reformar la Constitución que se había sancionado apenas siete años antes.

Sesquicentenario de la fundación (1853-2003)

Al finalizar el siglo veinte, Antonio Iturraspe Cabal ejercía la presidencia del Club del Orden y fue reelecto.

En el tercer año del tercer milenio, al celebrarse el sesquicentenario de la fundación, fue entrevistado y sus conclusiones se difundieron en el único diario –vespertino- de la capital santafesina.   En la crónica pertinente se destaca que Antonio Iturraspe Cabal, “varias veces integró su comisión directiva y acredita más de medio siglo como socio.  Además, la sesquicentenaria institución funciona en la que fue la casa de sus mayores y suya durante buena parte de su vida.  No es exagerado señalar entonces que el club es su ‘segundo hogar’ y explica por qué la relación entre ambos es casi familiar. 7 Descendiente directo de varios de los fundadores, es el primero de su apellido que está al frente del club.”  Durante aquella entrevista “…‘Tono’ Iturraspe reflexionó sobre la responsabilidad que significa dirigir un club con 150 años de historia y a la vez respetar y mantener actualizado el mandato que los pioneros dejaron asentado en el acta de fundación en febrero de 1853.”  [74]

Destacó luego: “En realidad, y a la luz de los hechos -políticos, económicos, sociales, etc.- que a diario atormentan la existencia de todos los argentinos, nada hay para desechar en el acta fundacional del Club del Orden. Conceptualmente ha resistido sin mengua el paso del tiempo…”

“El mandato contenido en el acta es el mejor legado que nos han dejado los fundadores.  Y nuestra obligación es mantenerlo vivo.  El Club del Orden estará siempre abierto para todos aquellos que estén dispuestos a cumplirlo en su esencia.  Deben saber que la institución sigue siendo ese rincón neutral donde desaparecen las ocasionales diferencias de cualquier índole y ámbito ideal para debatir sin enconos ideas y proyectos que traigan beneficio para la ciudad, la región y el país.

En el rumbo del Arte…

En el diario “Nueva Época”, dirigido por David Viñas, también se difundían textos literarios:

“…día a día, en  primera página, se transcribía el libro de Edmundo D’Amicis titulado ‘Impresiones de América’ que daba cuenta de la visita del escritor italiano a las colonias de inmigrantes.”  El desconocimiento de las especies de la región, provocó algunos equívocos, porque describió “bosques” y “grandes bambúes, de amplias y graciosas melenas”, que en  realidad sólo eran “cañaverales”…  Las águilas que vio el hombre que casi había llegado de los Apeninos a los Andes, eran en realidad distintas especies de aves rapaces de la zona litoral, poco comparables con las que volaban sobre la cordillera.

Teatro Politeama

Algunos santafesinos podían asistir a las representaciones de óperas y zarzuelas en el escenario del Teatro Politeama.  En la última década del siglo XIX había llegado a Santa Fe el librero e imprentero Virginio Colmegna, hombre de “espíritu inquieto” que con el seudónimo de “Colvir” publicaba “comentarios sobre la música lírica”.

Arturo Capdevilla, entre poesías y rutinas…

La azotea del Colegio de los Jesuitas era un agradable mirador y el poeta Arturo Capdevilla cuando visitó esta ciudad de Santa Fe de al Vera Cruz, destacó que aquella azotea constituía “el balcón de la ciudad.  Allí la miró en compañía de un sacerdote y también poeta como el P. Marzal.  Y luego de ver su plaza de Mayo con fuentes y estatuas en los canteros, recorrió sus calles del sur, silenciosas y quietas con portales de algarrobo y esquinas de crucero, donde hacían oír sus chirridos los grillos. Y el poeta dijo entonces que las horas pasaban mecidas por un blando viendo, al andar en la recogida soledad santafesina en busca  de un alma recóndita.  Por ahí salió del silencio y vio más allá los tranvías rojos, como un homenaje federal a Estanislao López…”

“Acababa el bullicio ya al llegar a la antigua confitería El Polo Norte, esquina San Martín y Garay, en cuyo salón se exhibían las películas del cine mudo, al conjuro de un piano donde se tecleaban los valses y de cuando en cuando una sonata de Chopin o un trozo de Cascanueces”, de Tchaikovsky.

Arturo Capdevilla, “se asomó al Mercado Central inaugurado en 1900, con su plazoleta Blandengues sobre la calle Salta.  Quizá miró al carnicero con su rosa en la oreja y el filoso cuchillo en además de sacrificio.  En aquel sitio no pudo ver las damas de alcurnia, cuyo empaque le hacía recordar a Manuelita Rosas.  En esa época el mercado era frecuentado solamente por las mujeres de clase media y de los gringos.  Con la anoche el poeta se fue.  Perdió de ver las luces en el adoquinado de madera de la calle San Martín, y en la esquina de Falucho, el familiar Petit Salón que contrastaba a su frente con el Gambrinus, reducto de mozos chacoteros, a los que hubo que desalojar alguna vez con las mangueras de los bomberos.  En el zaguán de la fotografía Luscht podían verse, tras vitrinas, la marcial apostura de los hombres con sus grandes bigotes y la mano sobre la rodilla y las señoras con ampulosos bustos y sus tiesas polleras, coronadas por abundantes peinados. Los coches de plaza iban y venían y la traviesa y plebeya música del tango se insinuaba detrás de los balcones.” [75]

1880-1900: festejos de Carnaval…

No hay precisión en cuanto al momento en que comienza a celebrarse el Carnaval en la capital santafesina y se ha destacado que “en la década del 80 se realizaban bailes frente a la casa de los Iriondo, comenzaron a producirse las payadas y contrapuntos que muchas veces terminaban con el brillo de los facones y la intervención policial.  Hubo ‘moreyras y hormigas negras’ célebres…”   La tradicional casona estaba edificada frente a la Plaza de Mayo –vereda norte- y “en la plaza sombreada de paraísos y de palmeras, sonaban las guitarras y el chasquido de las nazarenas, mientras el corso seguía su curso y desde los carruajes y balcones llovían serpentinas, confites, jazmines o varas de nardo.  La máscara tendía a lo humorístico o a lo trágico.  El antifaz empujaba a lo romántico.  Tras la sonrisa que mostraba unos dientes blancos y unos ojos escondidos, tras el hilillo de agua florida del pomo o del ramo de flores, más de un romance se insinuaba.”  [76]

“En 1882, un gran carro que imitaba un vapor llamado ‘El primer santafesino’ recorrió las calles, desparramando el agua por todos los balcones y zaguanes.  Hubo un conocido médico de aquel tiempo que, ya resignado, visitaba a sus enfermos bajo su paraguas abierto.  [77]

Durante el Carnaval, por la calle Comercio -actual San Martín- desde 23 de Diciembre -hoy Gral. López- hasta Tucumán, se realizaban el tradicional “Corso de Flores” que continuaban una cuadra hacia el oeste y girando hacia calle San Jerónimo terminaban en la Plaza de Mayo.  Luego se extendió el recorrido hacia el norte, hasta la calle Humberto 1º -actual Hipólito Irigoyen” y décadas después, “se alargó más hacia el norte.  De aquel tiempo se conservan algunas fotografías de arcos ornamentales y de una imitación del vaporcito “Primer Santafesino”, instalado sobre un carro de cuatro ruedas -tirado por ocho caballos- donde un grupo de personas aludía al “Gran Progreso Santafesino”.

En el sur, pasado el mediodía comenzaba el juego con agua que era anunciado con un cañonazo disparado desde la Aduana -plazoleta luego denominada Pringles y actualmente Plaza Italia, frente a la Legislatura provincial.  Relató Clementino Paredes que después, esa misión fue encomendada a la Policía de la Capital y el viejo cañón fue reemplazado por  “bombas que se encendían en la jefatura a las 14 y a las 18”, horario de finalización de tales juegos.  [78]

“Los baldes y las tinajas llenas de agua esperaban a sus tiradores, que divididos en bandos o en sexos se mojaban encarnecidamente.  Siempre había una tina o bañadera colmada para echar en ella a un contrincante.”

Para seguir jugando a la noche, los jóvenes tenían la costumbre de llenar con agua las cáscaras de huevos que compraban “en los ranchos del Quillá y del Campito, las bolsas de papel, los pomos y el llamado ‘aguasendo’, en forma de estómago, con una cánula, que disparaba un chorro hasta una distancia de cinco metros.” Algunos irresponsables llenaban los huevos con piedritas y fácil es imaginar las consecuencias.  …” [79]

“Antiguas crónicas cuentan cómo en la época de don Simón de Iriondo y la Conciliación, las comparsas agrupaban a correligionarios de ambos partidos.  Con lo cual el corso tenía presagios de tormenta.  Poetas como don Ramón J. Lassaga y directores de orquesta, como don Vicente Jeannot y Alfredo Arija, componían versos y músicas para ellas.  Una, ‘La Fraternidad’, simbolizaba en 1879 la unión de todos los partidos y las clases sociales.  De este modo aparecieron las de los Pierrots y Colombinas, ‘La perla del Oeste’, ‘Los marinos’…”

Se ha difundido que en 1883 desfilaron “Los artesanos” y Pedro San Martín organizó al comparsa Los Negros, integrada por descendientes de aborígenes, criollos y negros, siendo el afro-argentino Benito Ortegosa uno de los guitarristas.  En aquel tiempo tales fiestas servían para expresar emociones contenidas y los negros de Santa Fe aprovechaban para entonar sus canciones de protesta: “ Indios alerta / que los cristianos / quieren ufanos / nuestra opresión. / Flechas al arco / blandir la lanza / que donde hay tardanza / no hay salvación.”

Hay que tener en cuenta que las calles eran generalmente arenosas y en consecuencia los vecinos soportaban tales molestias hasta que durante el gobierno del doctor José Gálvez, el 15 de marzo de 1887 fue celebraron la colocación del primer adoquín en el sector este de la Plaza Mayor.  Comenzó así la lenta tarea de mejorar las vías de comunicaciones mientras con el impulso de don Marcial Candioti -desde 1889-, se fue extendiendo la población hacia la zona noreste y luego en ese barrio se organizó un corso que según decían despectivamente los ciudadanos del sur, era “el corso de los carboneros.  Así fue como aquel recorrido desde Santiago del Estero empalmaba con el de la calle Ituzaingo. Un cronista rememoró que “arcos de madera cubiertos de flores y papeles pintados, y candilejas de kerosene junto a los cordones, precedieron a las guirnaldas eléctricas de todos colores”.

Publicaciones periodísticas señalan que en 1896 se presentaron -entre otras-, la comparsa “Obreros” integrada por aproximadamente setenta personas y “Los artesanos del sur”.

25-12-1900: “Los Negros Santafesinos”

Tras la última Nochebuena del siglo XIX, ocultas chicharras emitían monótonos sonidos mientras entusiastas amigos recorrían las calles del sur cantando originales serenatas.  En el almacén de Don Goyo, al día siguiente se reunieron Demetrio Acosta –el Negro Arigós- y sus amigos, entre ellos el Pedro Paz -más conocido como Mandinga.  Alegres recordaron sus últimas experiencias musicales y decidieron organizar una comparsa para animar a la población santafesina durante los próximos carnavales.

Hasta ese momento, quienes integraban tales grupos eran generalmente descendientes de familias tradicionales o de inmigrantes  y algunas crónicas han mencionado a las populares: “Marinos Argentinos”, “Orfeón ítalo-argentino” y “Unión Pelotaris”.

El 25 de diciembre de 1900 se reunió el Negro Arigós con sus amigos y decidieron presentar en el primer carnaval del siglo XX, una comparsa integrada por negros de origen africano o blancos con las caras pintadas por doña Leopoldina, la esposa del director.

Dos años después, participaron ciento diez personas luciendo conjuntos de pantalón y camisas con adornos claros, todos con blancos sombreros con el ala levantada de modo que se podían reconocer los rostros.  En la formación se destacaban las cabezas de los descendientes de aborígenes que lucían distintos tipos de plumas.  Han trascendido los nombres de algunos de los veinte guitarristas que acompañaban al coro: el almacenero Beltrocco y Pascual Serrao, ambos inmigrantes europeos y se ha insistido en que el Negro Arigós elaboraba las canciones siguiendo los ritmos y las letras escuchados en su infancia.”  Los Escoberos de Arigós usaban blusas blancas con una banda roja cruzada y sombreros a alas anchas adornados con lentejuelas.

Siglo XX: más comparsas…

Hacia 1905, “proliferaron las hermanas menores de las comparsas, como las ‘murgas’, de predilección infantil… ‘La zampaguita’, que supo deleitar a grandes y chicos.”[80]

Año tras año, “se transformó en un símbolo del Carnaval el negro Arigós, alma de ‘Los negros santafesinos’.  Aunque entrerriano de nacimiento, fue como un recuerdo del barrio sur.  Su comparsa con sus cantos, sus cascabeles, movimientos y escobas se habría paso entre los aplausos.  En la esquina de San Jerónimo y Uruguay ‘se quemaba el Judas’…”, un enorme muñeco relleno con cohetes y fuegos artificiales que ardía mientras terminaban las carnestolendas.  [81]

A fines de la tercera década del siglo veinte, era frecuente ver a las lavanderas a la orilla del río, entonando canciones africanas mientras golpeaban la ropa sobre las piedras para acelerar su lavado.  Aunque el 6 de setiembre de 1930 había sido derrocado el presidente Hipólito Irigoyen -y también destituyeron a las autoridades provinciales-, a principios del año siguiente se organizó la murga “Los Negros Africanos”.

En 1933 diversas comisiones vecinales apoyaron la realización del primer corso en la avenida Freyre, que tuvo creciente impulso desde la asociación República del Oeste donde se instalaba el palco oficial.  Aunque el recorrido abarcaba desde Junín hasta Salta, el ruido solía afectar a los habitantes de las manzanas próximas y desde ese punto de vistas, hay que tener en cuenta la cercana situación del Hospital de Caridad y del Regimiento 12 de Infantería.  Hacia el noroeste del Puente Colgante, se realizó el corso de la Costanera que algunos distinguían como el corso de los ricos, a pesar de que participaban máscaras sueltas que tal vez fueran pobladores de Alto Verde o del barrio El Chañar ubicado cerca del legendario puente que fue dinamitado sin que se desmoronara el primero y resistente pilar que perdura como un símbolo de las aquellas resistentes obras públicas.

En 1937, la murga “Los Tapes del Sur” recorrió algunos corsos y tres años después, los diarios destacaban el entusiasmo de los participantes en el Corso Blanco de la Costanera.  En 1941 se incluyó la categoría Conjuntos típicos de negros y participaron el Conjunto de candombes y el Conjunto de escolares y candombes de Santa Fe.

En la comparsa de Los Negros Santafesinos año tras año aumentaba la participación de menores mientras disminuía la energía del Negro Arigós.  El público aplaudía cuando pasaba al frente de su comparsa montado en un burro  y luego en un carrito.

A principios de esa década, uno de los mayores atractivos era el desfile de las carrozas con las candidatas a Reina del Carnaval aunque pocos sabían que los carruajes ornamentados, pertenecían a empresas de servicios fúnebres.

En 1944, sorprendió el conjunto orquestal “Los escoberos del Sur”.  Dos años después, entre jóvenes cercanos a la Plaza Pringles surgió la idea de integrar otro conjunto musical y así surgió una Escuela de Sirenas que reunió a talentosos músicos y a estudiantes de nivel terciario, quienes impactaron tanto por el vestuario como por sus ritmos ya que se desplazaban haciendo sonar las maracas y parecían inquietas e inquietantes hawaianas.

El 16 de enero de 1951 falleció el Negro Arigós y ese año, la comparsa no participó en los festejos del Carnaval.  Durante medio siglo, lograron ser una de las mayores atracciones incorporando año tras año a distintas personas sin alterar su tradicional estilo.

1886: cambios en el “corazón legal de la República”…

Gastón Gori refiriéndose a la capital santafesina, la ha reconocido como “corazón legal de la República.  Aunque con lentitud porque durante décadas se produjeron invasiones y combates entre grupos unitarios y federales de distintas localidades, ya en las últimas décadas del siglo diecinueve eran evidentes sucesivos cambios en la ciudad limitada al este y al oeste por los ríos Paraná y Salado.

En 1886, el nombre de la calle que evocaba el pronunciamiento contra Rosas es reemplazado por calle General López como homenaje al brigadier en la celebración del centenario de su nacimiento.  En ese tiempo, el edificio era iluminado durante los cuatro días de fiestas cívicas -7 de abril, 25 de Mayo, 9 de Julio y festividad de San Jerónimo, patrono de la ciudad-; en 1887 se inauguró el servicio de tranvía a caballo que pasaba por esa calle y llegaba hasta Guadalupe y algunas crónicas destacan que en la esquina sur -4 de enero y 3 de febrero- fueron autorizados para instalarse “los primeros circos de volatineros que vio la ciudad”.

La aduana-cárcel y el Jardín Municipal…

Destaca el historiador Pérez Martín:

“Todas las revoluciones que caracterizaron el período posterior a la sanción de la Constitución en una provincia inquieta, tuvieron como escenario la Aduana, hasta la última de su historia como fue la revolución radical de 1893, cuando el Regimiento 3 de Infantería sublevado, conjuntamente con los radicales y los presos liberados, resistieron el asalto del Regimiento de Caballería, hasta que capitularon con el jefe del movimiento D. Mariano Candioti”.  [82]

En 1895 el intendente Doncel ordenó la destrucción del ruinoso y comenzaron los trabajos jardinería en esa manzana donde los vecinos disfrutaban del Jardín Municipal –tiempo después espacio verde nombrado como Plaza Coronel Pringles, hasta que otra iniciativa generó el nombre actual de Plaza Italia, sombreado lugar que sirve para acceder a la actual sede deliberativa de la Legislatura de Santa Fe.

Distintas crónicas describen aquel edificio y el historiador José Pérez Martín destacó que “cuando lo demolieron hubo que derribar sus muros empujados por percherones y aparecieron en ellos pequeñas celdas tapiadas.  Se habló entonces de emparedados… ”

Doctor Leoni: persona y personaje…

El maestro Salvador García aportó algunos datos sobre la biografía de este popular personaje santafesino que según algunas opiniones era de origen italiano.  Han quedado sus señales en Susana, uno de los pueblos fundados por Guillermo Lehmann a fines del siglo XIX en actual territorio del departamento Castellanos, donde dicen que fue peluquero.  No ha sido posible precisar en qué momento se trasladó a Rafaela.  Distintos testimonios coinciden en que transitaba por esas calles con evidentes gestos incoherentes.  Lo empezaron a nombrar el loco Leoni o el doctor Leoni, porque en sus discursos callejeros se expresaba como si fuera un político de prolongada experiencia y anunciaba la posibilidad de concretar faraónicos proyectos.  No se han recogido los nombres de quienes lo adornaban con flores y medallas que en realidad, eran las mismas que se otorgaban como premios en las exposiciones ganaderas de la zona. No se supo tampoco, cuándo se alejó de Rafaela, la perla del oeste, para instalarse en la capital de la provincia, en la cuna de la Constitución Nacional.  Con sus sorprendentes actitudes allí logró relacionarse con otros personajes cuyos nombres no han trascendido.  Planteó el mismo desafío, caminar por las calles –no por las veredas- de la ciudad, con originales trajes, zapatos de colores, sombrero y bastón, con paso lento y firme hasta llegar a las esquinas donde en actitud militar se cuadraba, hacía rápidos movimientos como hábil bastonero que era, y luego realizaba un rápido giro para cambiar su dirección.  Solía avanzar desde el este por la calle La Rioja y al llegar a la calle San Martín de la Santa Fe de la Vera Cruz, improvisaba discurso políticos.  Era el tiempo en que todavía en la esquina de la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, sobre una tarima dirigía el tránsito un agente de policía que lucía su uniforme azul y los blancos mangueros que los distinguían, abarcando desde las muñecas hasta los codos.  No faltó el histriónico politiquero que decidió imprimir el nombre del doctor Leoni como candidato en una boleta opositora, cuando prácticamente estaba cantado el triunfo de una determinada fórmula.  Consecuencia de esa audaz propuesta fue el alejamiento del doctor Leoni de los lugares que sabía frecuentar, como todavía se suele decir.

Mirada de “otro artista”…

El arte que suele producir un efecto redentor; el arte del talentoso Sergio Sergi, hizo posible que su imagen perdure en un retrato al óleo, que es patrimonio del Museo Provincial “Rosa Galisteo de Rodríguez” y de tanto en tanto, es posible observarlo en la Sala Mayor…

De Sergio Sergi se sabe que también fue conocido como Sergio Hocevar, que nació en Italia, en Trieste en 1896 y que estudió dibujo en la escuela de artes gráficas de Viena, en Austria.  Argentino por adopción, fue el primer director de la Escuela de Artes Visuales “Juan Mantovani” de Santa Fe.  No ha sido casual que la presencia del doctor Leoni en las calles que él recorría con frecuencia, lo hayan conmovido tanto como para dedicarle sucesivas horas en su taller, hasta lograr insinuar su enigmática personalidad.  Tal vez esa obra de arte, haya sido la resultante de la fuerza inexplicable que se genera en la conjunción de latencias de originales raíces y en los íntimos pulsos del trasplante, donde la sensibilidad humana se debate inexorablemente entre la nostalgia y la esperanza.

Inmigración y desarrollo…

Apenas tres años después de la sanción de la Constitución Nacional, mientras la provincia de Buenos Aires seguía separada de la Confederación, entre el río Paraná y el Salado, se empezaron a escuchar voces en distintos idiomas que expresaban distintas costumbres y diferentes religiones.  En 1859 se había reconocido la municipalidad de Rosario y al año siguiente, las de Santa Fe y Esperanza.

Después de la reforma constitucional de 1860, se acentuó la corriente inmigratoria y año tras año se fundaron pueblos en distintas localidades.  Hacia los cuatro rumbos cardinales se extendían las líneas de fortines militares, con el propósito de preservar el orden y contener el avance de los aborígenes hacia los nuevos pueblos.

Colonia “Corondina”…

En 1867 el gobernador Nicasio Oroño -nacido en ese lugar- fundó la Colonia Corondina, en el lugar que en 1852 había sido asiento del gobierno nacional durante dos días debido a que el general Justo José de Urquiza acampó allí con su Ejército Grande mientras avanzaba hacia el sur para combatir al brigadier general don Juan Manuel de Rosas, enfrentamiento que culminó en la batalla de Caseros.

Coronda fue declarada ciudad en 1883 y el constante crecimiento de esos años derivó en la fundación de poblaciones vecinas hacia donde emigraron numerosas familias.  El gobernador Juan Bernardo Iturraspe decretó el 27 de agosto de 1900 la pérdida de esa categoría y nuevamente empezó a funcionar una Comisión de Fomento.

La jurisdicción municipal santafesina abarcaba seis cuarteles con sus jueces de paz y tenientes alcaldes que lindaban con chacras y quintas, entre ellas “la quinta Clucellas, vasto perímetro cercado de palos y garabatos, refugio de gente indeseable y que constituye hoy la zona de la Plaza Constituyentes”, como lo ha señalado el historiador santafesino José Pérez Martín.

1889: emigrantes italianos llegados en su propio barco…

Desde El Litoral se destaca que “pocas son las historias en las cuales una familia emigra en su propio barco”.  Así sucedió cuando Nicolás Chichizola -nacido el 12 de marzo de 1834, hijo de un capitán de ultramar- y su esposa Aurelia Ferrero -diez años menor, también descendiente de un armador y capitán de ultramar-, decidieron en 1889 alejarse de aquel terruño llevando a sus cinco hijos.  Silvio, el mayor, nacido en Quinto Al Mare había nacido el 6 de marzo de 1863 -tenía veintiséis años- y Edilio, el menor, tenía siete años también había nacido allí, el 2 de junio de 1882.

Cargaron en la embarcación la mercadería necesaria para seguir viviendo y lo imprescindible para comenzar a trabajar en el nuevo destino.  Eran primos de los Dodero, reconocidos navieros instalados en el Río de la Plata.  Hasta ese sur promisorio llegaron los Chichizola-Ferrero en su barco italiano Brigantine Nanta, de reconocida historia porque en 1875 había servido para rescatar a la tripulación del barco inglés Aurora provocando el agradecimiento de la reina Victoria, quien autorizó el envío de un reloj de oro al capitán del barco, como agradecimiento del gobierno británico por tan generoso servicio a sus súbditos.

Comenta Lía Masjóan, que “en Santa Fe, la familia Chichizola se asienta primeramente en la esquina noreste de lo que hoy es San Martín e Hipólito Irigoyen”, enfrente de la tradicional confitería Gayalí.  “Allí abren una tienda de ramos generales de grandes dimensiones donde ofrecen materiales que habían traído en el barco que los trajo hasta Argentina.  Los santafesinos podían encontrar alfombras, mármoles, joyas y hasta piedras preciosas.

Se dedicaron a la actividad comercial hasta que, por desgracia, el negocio sufre un gran incendio, perdiendo prácticamente todos los objetos por efecto del fuego y del saqueo posterior.  Sus hijos lograron distintas ocupaciones, Silvio -el mayor- tiempo después, fue director de la Usina Eléctrica de Santa Fe, situada en calle 25 de Mayo y la actual Lisandro de la Torre. Edilio “se desempeñó como funcionario administrativo del Ferrocarril Francés”, cuyas oficinas estaban instaladas frente a la actual Plaza España, sede actual del Registro Civil y del Museo Ferroviario.

Luego la familia Chichizola se trasladó a Barrio Candioti…

Nicolás Chichizola falleció el 11 de septiembre de 1913 -a los ochenta años- y Aurelia Ferrero el 16 de enero de 1921 a los setenta y ocho años.  [83]

31-12-1890: cambios en los departamentos…

El 31 de diciembre de 1890 el gobernador Juan M. Cafferata –junto a su ministro Terrosa-, promulgó la nueva ley ordenando la nueva división política del territorio provincial, abarcando dieciocho departamentos. Surgieron así los departamentos: Belgrano, Caseros, Castellanos, Constitución, San Cristóbal,  San Martín, Reconquista y Vera.  Comenzó la década con diferentes iniciativas en torno a tales jurisdicciones. Tres años después se dispuso que la localidad de Jobson reemplazara a Calchaquí como cabecera del departamento Vera.

En aquel tiempo, diferentes puntos de vista provocaron el uso de distintos diseños de escudos ante la indiferencia de las autoridades provinciales, que permitían esa anarquía heráldica que quedó reflejada en los sellos que se utilizaron en distintos documentos, incluso durante el gobierno de don Nicasio Oroño. En los diarios de sesiones consta que el juez de paz de San Jerónimo había utilizado un sello que ostentaba el dibujo de una mitra de obispo; otros incluían imágenes de animales: un camello, un buey…

En el recinto de la Cámara de Diputados, el diputado Ramón Lucero en 1895 expresó: “…cada empleado manda a hacer sellos a su gusto y así se facilitan medios para falsificar documentos, guías y certificados”.

En ese tiempo aumentaba la inmigración y los doctores José García González y Gabriel Carrasco redactaron un proyecto de Código de Policía Urbana y Rural teniendo en cuenta que el que estaba vigente había sido sancionado en 1867 y sólo estaba vigente un artículo.  Tras el fallecimiento del general Obligado, en 1896 el gobernador Luciano Leiva reunió en su casa a un grupo de políticos y propuso que como homenaje al general se pusiera su nombre al departamento Reconquista.  Poco a poco se fue reemplazando la antigua toponimia.  Al escudo provincial le habían incorporado cuatro estrellas entre las flechas y la lanza ubicadas en el centro del óvalo, según opinión de algunos historiadores como representación de las cuatro provincias que habían firmado los pactos de unidad nacional –Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe-; según otros simbolizando los cuatro primeros departamentos.

Una curiosa iniciativa del diputado Ramón Lucero, presentada en la legislatura provincial el 11 de junio de 1896, proyectaba dividir el territorio en cuarenta y dos departamentos.

Departamento Cabecera Departamento Cabecera
 1. Charrúa Florencia 22. Gálvez Gálvez
 2. 12 de Octubre Villa Ocampo 23. Coronda Coronda
 3. Reconquista Reconquista 24. Guaraní Díaz
 4. Malabrigo Román 25. San Martín San Martín
 5. San Javier San Javier 26. El Trébol El Trébol
 6. Vera Vera 27. Cristóbal Colón Sastre
 7. Río Salado Tostado 28. Cañada de Gómez Cañada de Gómez
 8. Calchaquí Calchaquí 29. Iriondo Santa Teresa
 9. San Justo San Justo 30. 27 de Febrero Serodino
10. Helvecia Helvecia 31. Belgrano Armstrong
11. Garay Santa Rosa 32. Pringles Las Rosas
12. La Capital Santa Fe 33. San Lorenzo San Lorenzo
13. 4 de Enero Emilia 34. Carcarañá Carcarañá
14. Esperanza Esperanza 35. Caseros Casilda
15. Castellanos Providencia 36. Urquiza San José de la Esquina
16. 25 de Mayo San Carlos Centro 37. Rosario Rosario
17. Nueve de Julio Pilar 38. Constitución Constitución
18. Rafaela Rafaela 39. Arroyo del Medio Paz
19. Sunchales Sunchales 40. Melincué Melincué
20. Toba San Cristóbal 41. General López Venado Tuerto
21. Ceres Ceres 42. La Pampa Rufino

 

La última subdivisión de los departamentos se concretó mediante la ley sancionada el 30 de octubre de 1907, determinándose que con parte del departamento Vera se creara el departamento Nueve de Julio y así fue como el lugar donde estuvo emplazado el legendario fortín El Tostado, fue reconocido con la categoría de cabecera de ese departamento.  Siguiendo la tradición, otra estrella debía ser agregada en la orla oval del escudo provincial, cuyo diseño quedó legalmente establecido al ser sancionada la ley 2537 el 28 de junio de 1937, inmediatamente promulgada por el entonces gobernador doctor Manuel María de Iriondo y su ministro Dr. Pío Pandolfo.

Educación y conmemoraciones…

Entre los santafesinos era frecuente hablar de las escuelas religiosas, las de San Francisco, Santo Domingo y de la Inmaculada Concepción, las escuelas de graduados -de varones y mujeres-, de gestión oficial y reconocidas como la escuela del sur, del Puerto, de la Plaza San Martín; del norte y aún más allá, la de Guadalupe.

Los servicios educativos, como algunos de salud y los de justicia -jueces de paz y tenientes jueces en los cuarteles o secciones en que estaba dividida la ciudad-, dependían de la autoridad municipal.  Al ser considerado el valor de la educación manual, en el barrio sur santafesino empezó a funcionar la Escuela Municipal de Señoritas, en 1874 se creó la Escuela para Artesanos y Adultos y ocho años después el Colegio Mercantil Municipal.

Con diversos actos se celebraban las cuatro fiestas cívicas: 7 de abril, 25 de mayo, 9 de julio y 30 de setiembre, día de San Jerónimo, Patrono de la ciudad.

El 24 de julio de 1883 en todas las escuelas se conmemoró el centenario del nacimiento de Simón Bolívar, en Caracas, Venezuela.  En la Plaza de Mayo se realizó una concentración de escolares y después de entonar el Himno Nacional Argentino, comenzó una demostración de acrobacia.  [84]

24-05-1893: homenaje al Sargento Bustamante…

El 24 de mayo de 1893 hubo un acto con participación de delegaciones escolares en el cementerio municipal recientemente instalado en la calle Blas Parera y fueron trasladados los restos del sargento Pedro Bustamante.  El mausoleo construido en el sector noreste del sendero principal, constituye un homenaje al Soldado desconocido de la Independencia.

17-10-1919: creación de la Universidad Nacional del Litoral.

El 17 de octubre de 1919 fue promulgada la ley que disponía la organización de la Universidad Nacional del Litoral, proyecto impulsado con perseverancia por el legislador nacional Jorge R. Rodríguez.  Una aproximación al libro publicado por Ángel Caballero Martín permitirá obtener más señales sobre la Universidad que dejó evidencias de su siembra trascendiendo aún a otras provincias y a distintos países cuando se impuso la necesidad de emigrar.  La Universidad Nacional de Rosario se creó sobre la base de la UNL, así como ella también un siglo antes, había crecido del germen de la legendaria Facultad de Jurisprudencia fundada por los jesuitas en 1868.

Cincuentenario de la Universidad Nacional del Litoral

El 27 de mayo de 1940 en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral se realizó el acto central celebrando el cincuentenario de la Universidad de Santa Fe y el ex rector Julio A. Busaniche recordó “las figuras de Siburu, tranquilo y penetrante, autor del Tratado de Derecho Comercial que dejó incompleto; a Lanza y Castelli, claro y sabio; a Lassaga, el historiador; a Galiano, civilista eximio; a José A. Gómez su verbo elocuente; a Retamal, sagaz penalista; a Mariano Quiroga, que enseñaba con pasión, y a Zenón Martínez, jurista y romanista insigne cuyos trabajos sobre la Posesión, revelan al consumado intérprete de las leyes.”

Itinerarios insoslayables…

Durante la tercera década del siglo veinte, enemigos solapados estuvieron ensayando armas para matar durante la guerra.

Desatada la furia entre falangistas y republicanos en 1936, los vecinos fascistas y nazis ofrecieron una inmediata colaboración al generalísimo español porque pretendían un desenlace rápido. Al año siguiente, la Legión Cóndor se puso en marcha con avanzada tecnología bélica.  Destino: Guernica una población de aproximadamente siete mil habitantes. Mil personas murieron en el atroz bombardeo, que destruyó casi las tres cuartas partes de los edificios, taló árboles, mató animales… En París estaban organizando la exposición internacional y para el pabellón español, le habían encomendado la ejecución de una pintura mural, al notable Pablo Picasso.

En ese tiempo, miles de españoles decidieron emigrar con distintos rumbos; algunos sin rumbo.  Hasta la Argentina llegaron desde distintas regiones; he visto llegar a gallegos y asturianos, casi sin ropa y sin dinero; conmovidos y esperanzados…

Se ha reiterado que “en 1936, al borde de la guerra española, puso pie en nuestra ciudad, Salvador de Madariaga (1886), el agudo y estilizado ensayista” y sabido es que “por aquellos años de la guerra española llegaron a nuestro país, numerosos exiliados”… entre ellos el talentoso “León Felipe, poeta de gran vuelo lírico…”  [85]

Luego, “en plena guerra mundial, nos visitó don Ángel Ossorio y Gallardo, embajador de España en nuestro país”… [86]

“Pero algo que difícilmente olvidaremos fue la visita de Juan Ramón Jiménez, el más puro, quizás, de los poetas españoles contemporáneos… deslumbró con su palabra… [87]

“… Arribó una tarde a nuestra ciudad, don Jacinto Benavente, el inolvidable comediógrafo y dramaturgo… [88]

“Muchos más llegaron a la vieja ciudad de Garay. Pero entre ellos, Rafael Alberti… su voz, igual que la de García Lorca, tuvo singular influencia en la generación poética argentina del ’40…

Se ha comentado que un día, Rafael Alberti decidió alejarse un poco de la porteña Buenos Aires y estuvo en la entrerriana Paraná; se embarcó en una de las lanchas que diariamente unían esa ciudad con la capital santafesina y descendió en el legendario atracadero de lanchas de Santa Fe de la Vera Cruz.  Allí lo fue a recibir su tocayo José Rafael López Rosas, y cuarenta años después publicó algunas anécdotas en el diario y en su libro De la discordia y la melancolía.   [89]

Más allá o más acá de lo literario, en aquel tiempo “la provincia de Santa Fe se vio beneficiada con una de esas personalidades, el doctor Emilio Mira y López, médico español nacido en Santiago de Cuba, psicólogo y siquiatra de gran prestigio, que había sido profesor de la Universidad de Barcelona, presidente del XI Congreso Internacional de los Campos Psicológicos Puros y Psiquiátrico, realizado en París, y autor de varios libros de su especialidad de gran aceptación en los círculos médicos españoles”, como lo ha destacado el maestro Salvador García, en el tercer año del tercer milenio.”   [90]

El gobernador santafesino Dr. Joaquín Argonz (electo en 1941, en funciones hasta la revolución militar  del 4 de junio de 1943-, al crear el Ministerio de Salud Pública y Trabajo designó titular al doctor Abelardo Irigoyen Freyre quien nombró al Dr. Emilio Mira y López en la Dirección del Servicio de Psiquiatría.  Se ha destacado en varias oportunidades la tesonera acción de este “médico español nacido en Santiago de Cuba” porque atendió en consultorios, formó especialistas, escribió y publicó varios libros. [91]

1941-1943: gobierno de Argonz-Leiva…

Durante el gobierno del Dr. Joaquín Argonz –médico en el departamento General López-, siendo vicegobernador el Dr. Emilio G. Leiva –abogado, digno profesor en escuelas secundarias santafesinas-, se creó el Ministerio de Salud Pública y Trabajo, “el primero en su género entre las provincias argentinas”; cuando tampoco el gobierno nacional había puesto en marcha un Ministerio de Salud ya que durante la primera presidencia del general Juan Domingo Perón, se modificó la ley de ministerios y le fue encomendada esa misión al benemérito Dr. Ramón Carrillo.

El doctor Abelardo Irigoyen Freyre (1905-1950, ministro durante la gobernación del Dr. Manuel María de Iriondo), desarrolló una intensa labor y entre sus trabajos se destaca el Código Bromatológico (sancionado y vigente en la jurisdicción provincial).

Siendo gobernador el Dr. Joaquín Argonz –médico y vicegobernador el Dr. Emilio G. Leiva, abogado), el ministro designó al Dr. Emilio Mira y López en la Dirección del Servicio de Psiquiatría.  Es interesante tener en cuenta que este responsable médico español –nacido en Santiago de Cuba, profesor en la Universidad de Barcelona, autor de dos libros allí editados; presidente del Congreso Internacional de los Campos Psicológicos Puros y Psiquiátricos realizado en París-, necesitó emigrar como consecuencia de la guerra civil española.  Al asumir ese cargo, ya era reconocida su formación profesional, los resultados de su atención en consultorios y a partir de ese momento, desarrolló una fecunda labor docente y de investigación, parcialmente reflejada en seis libros editados (1941-1943).  [92]

 

Notas

 

[1] Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Director General Andrés Atilio Roverano. Boletín, Año IV-V; Nº 4-5, 1973, p. 9 y siguientes. (Gobernador Dr. Carlos Sylvestre Begnis; ministro de Gobierno Dr. Roberto A. Rosúa; Subsecretario de Gobierno Dr. Antonio Luis Bonifasi.)

[2] Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Director General Andrés Atilio Roverano. Boletín, Año IV-V; Nº 4-5, 1973, p, 14-15.

[3] Ibidem, p. 21-23.

[4] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p.32-33.

[5] Santa Fe, Archivo General de la Provincia. Director General Andrés Atilio Roverano. Boletín, Año IV-V; Nº 4-5, 1973, p., p. 112.

[6] Ibidem, p 111.

[7] Idem, nota al pie de la página 113: [“En Ángel S. Caballero Martín: Historia del Primer Movimiento Separatista en el Río de la Plata.  Revolución de 1580 en Santa Fe, Santa Fe, 1939, pp. 102-127.]

[8] Id..  En la pág. 133, se indica: P. –Paul– Groussac: Anales de la Biblioteca.  Archivo General de Indias.  Documentos relativos al Río de la Plata. Época de Garay. Tomo X, Buenos Aires, 1915, pp. 244/246.

[9] Citado por Federico Guillermo Cervera. (ob. cit., p.10)

[10] Jerónima, hija de Juan de Garay y de doña Isabel Becerra y Mendoza, nombre y apellidos usados al firmar el 3 de abril de 1608, una nota dirigida al Rey señalando “los servicios presados por su marido” y expresando “el estado de necesidad en que se halla ella y su familia”, como consta en el Boletín del Archivo Histórico de la Provincia, Año IV-V; Nº 4, 5; 1974, p. 133.  Siguiendo la costumbre española, Jerónima optó por el apellido Contreras correspondiente a su abuela materna, Elvira de Contreras.  El historiador José Pérez Martín también ha escrito: “Martín Suárez de Toledo, padre de Hernandarias, también era llamado Juan Pérez de Saavedra y era hijo de Hernando Arias.  Juan Ortiz de Zárate era hijo de Lope Ortiz de Mendieta y había adoptado el apellido de su madre; Domingo de Irala era hijo de Martín Pérez de Irala; Pedro Dorantes lo era de Pedro de Orantes Arias; el progenitor de Martín de Orué era Pedro Ortiz.  Doña Isabel Becerra Contreras fue la madre de Jerónima, siendo natural de Medellín.  Este apellido fue acusado de origen judío y por ello debió soportar un proceso el obispo de Granada, fray Hernando de Talavera, cuya madre era Contreras”.  “Si doña Jerónima se casó a los 18 años en 1582, debió tener a la fecha en que testó, en 1649, 85 años.  Su esposo Hernandarias había muerto en 631 y hay quienes afirman que ella vivió más todavía, falleciendo en 1668 a los 104 años de edad.  Su historia está realmente plena de interés.”  (En “Latitud Sur 31º”, p. 36-37).

[11] Antonio de Vera Mujica fue “gobernador de Tucumán y del Paraguay, mariscal de campo en la reconquista de la Colonia del Sacramento y falleció, según unos, en la Asunción en 1691 y de acuerdo con otros, en Santa Fe, en 1694, sepultándosele en San Francisco con el hábito de terciario”  (Latitud Sur…, p. 26).

[12] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p. 24.

[13] Cervera, Federico Guillermo. Santa Fe ¿por qué de la Vera cruz?  (Separata de la Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe – Nº 46). Santa Fe de la Vera Cruz, Año del IV Centenario de su Fundación, Librería y Editorial Castellví, 1973, p.5-6. Aclaró Cervera que hubo un error en “la Presentación de los Diputados de Santa Fe al Virrey, de 1780” porque escribieron en ese documento: “El 30 de Setiembre tomó Puerto Garay en la provincia de Calchines y Colastinés y el 1º de Noviembre eligió sitio, donde debía construir la ciudad, para enarbolar la Santa Cruz, singular divisa y señal del cristianismo, dándole el patrono titular, y el nombre de Santa Fe de la Vera Cruz, y por armas las reales de España, con el particular distintivo de las cinco llagas de nuestro señor.”  Advierte que “siguiendo esta relación de los Diputados, el primer cronista de Santa Fe Dn. Urbano de Iriondo repite casi textualmente lo antedicho” en su libro Apuntes para la Historia de la Provincia de Santa Fe; Santa Fe, 1876, reeditado en 1968 por la Junta de Estudios Históricos de Santa Fe.

[14] Lassaga, Ramón J. Tradiciones y Recuerdos Históricos. Buenos Aires, Peuser, 1895, p. 35-34 (crónica titulada La Cruz de Santa Fe).  La referencia de Busaniche ha sido reiterada por Federico Cervera, teniendo en cuenta una crónica publicada el 23 de noviembre de 1955 en el diario El Litoral de Santa Fe.

[15] Texto transcripto por Paul Groussac: Anales de la Biblioteca. Archivo General de Indias. Documentos relativos al Río de la Plata, Época Garay. Tomo X, Buenos Aires, 1915, pp. 88, 92, 93, 100, 101 y 107.

[16] Destaca Federico G. Cervera que “la Iglesia tiene otras dos fechas en recordación de ‘la cruz’… la llamada ‘de la Invención de la Cruz’ o ‘de la Santa Cruz, el día 3 de Mayo, porque en esa fecha se realizó el hallazgo milagroso de Santa Helena.  Esta fiesta es muy popular en España, con el nombre de ‘la Cruz de Mayo’.” Otra “es ‘la Exaltación de la Cruz’, el 14 de setiembre, por coincidir ese día con un hecho milagroso ocurrido en el año 628 en Jerusalén, después de haber rescatado el emperador Heraclio la reliquia robada por el conquistador persa Cosroe” y “es curioso señalar que con anterioridad a este milagro, ya se festejaba a la Cruz los días 13 y 14 de Setiembre, además del 1º de agosto y  un domingo en mitad de la Cuaresma.” (ob. cit. p. 7.)

[17] Pérez Martín comenta que esa cruz pertenecía a descendientes de uno de los fundadores, que luego estuvo “en poder de una familia de apellido Lapalma, nietos de José Lapalma y Desideria Descalzo, ambos santafesinos, que fueron padres del poeta Belisario Lapalma.  La reliquia fue vista por un santafesino, Manuel Coll, tal como lo relata la revista ‘El Litoral’ del 22 de marzo de 1902 y que se editaba en la capital Entrerriana.  Tanto revolucionó el asunto, que el obispo monseñor Boneo se interesó por su rescate, para colocarla en la Catedral nueva que se construía en la plaza San Martín.  Desde aquí todo quedó en penumbras.” (Latitud Sur, p. 27-28)  Desde allí no sólo en penumbras lo relativo a la Cruz, también lo sucedido en torno a esa construcción iniciada frente a la citada Plaza, obra inconclusa que a fines del siglo XX ha servido como teatro al aire libre mediante convenios con la subsecretaría de Cultura de la Provincia, hasta que ese lugar volvió a ser refugio de aves o de insectos o de roedores, al compás de los vaivenes de las políticas culturales oficiales.

[18] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p. 37.

[19] El Lic. Mario Daniel Andino en su crónica titulada E milagro de la Virgen que integra la colección titulada La Herencia Jesuítica en Santa Fe, del diario El Litoral, expresó: “Exudación del lienzo.  Era la mañana del 9 de mayo de 1636…” (p. 14).

[20] Furlong, Guillermo S.J. Nuestra Señora de los Milagros.  Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1936, p. 56-69.  (Editado al conmemorarse el tercer centenario de la misteriosa exudación, sobre el lienzo pintado por Berger en Santa Fe, la Vieja.

[21] La Herencia Jesuítica en Santa Fe, fascículo 14 Testimonios de la obra ignaciana. Publicación del Diario “El Litoral” de Santa Fe.

[22] Cabanellas, Guillermo Dr. El dictador del Paraguay Dr. Francia. Buenos Aires, Editorial Claridad, Biblioteca de Grandes Biografías, Serie B., vol. 12, 1946, p.33-34.  “En el Paraguay residían más de trescientos misioneros, a los que se transportó a España, siendo sus propiedades confiscadas.”

[23] Comenta José Pérez Martín: “La Iglesia de los Milagros tiene las suyas, traídas de las Misiones, en su torre almenada; la del Rosario o Santo Domingo las renovó en 1895, con la nueva construcción; la Matriz las posee desde la época de Amenábar.  Otras vinieron luego: la del Carmen, en la década de 1880, y la de la iglesia de las Hijas de María o Hermanas de Nuestra Señora del Huerto, de hermoso estilo gótico, que Floriano Zapata califica como la más bella, se colocó en 1895.  Y así mas, como la de la basílica de Guadalupe en 1900.”

[24] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p.58

[25] Ibidem, p. 93.

[26] Ídem, p. 91.

[27] Id., p. 89.

[28] Íd., p. 90.

[29] Id., p. 53.

[30] Íd., p. 124.

[31] Íd., p. 67.

[32] Íd., p. 70.

[33] Castellani Compte-Pomi, Leonardo  Una gloria santafesina –Horacio Caillet-Bois – Vida y obra. Buenos Aires, Ediciones Penca, agosto de 1976, p. 10. .   Castellani dejó escrito: “el 17 de julio 1918 entré en el Noviciado Jesuita de Córdoba.  Caillet estaba ‘fungiendo’ de secretario de Intervención Yrigoyenesca.  Nueve largos meses esperé que mi madre me diera el permiso sin el cual no había caso.  Yo suponía que a mi madre le iba a desagradar, pero no que la iba a enfermar… Una carta de Horacio Caillet-Bois me hubiese consolado harto, ya que algunos antiguos camaradas me escribieron desaprobándome altamente.  Horacio no lo supo hasta muy después y entonces me aprobó; así como desaprobó mi expulsión de la Compañía que había de acaecer treinta años después. ¡Me hubieran  contado a mí que después de costarme tan gran trabajo entrar, me iban a ‘salir’ con más trabajo todavía!  Cosas desta pobre vida y de los incomprensibles siempre benignos caminos del Señor!”  Castellani fue enviado a España para completar “Teología” (p.30).

[34] Horacio Caillet Bois en 1917 era secretario de la Intervención a Santiago del Estero.  Fue Comisionado Municipal (equivalente a Intervención como Intendente). Director del Museo “Rosa Galisteo de Rodríguez”.  En 1947 fundó la Escuela Superior de Música y la dirigió dos años.  En 1949 fue designado director del Teatro Colón de Buenos Aires; en 1956 fundó la Orquesta Sinfónica de Santa Fe y también fue –cofundador del Rotary Club, de la Asociación Argentina de Cultura Inglesa…  Fue “Asesor Literario de la Radio Santa Fe”, la prestigiosa LT9 donde durante más de diez años leyó todos los días, a las doce, “un ‘editorial’ sobre un tema del momento santafesino, argentino o internacional”; al decir de Leonardo Castellani: “un editorial no macaniado cada día”.  Caillet después de 38 años de oficio periodístico optó por renunciar.

[35]  Caillet Bois, Horacio. La ciudad de las losas y los sueños. Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones, 1923, p. 165.  Leonardo Castellani recibió el Orden Sagrado en 1929, hizo la “Tercera Probación” o “Segundo Noviciado” en “Amiens de la Champaña”, volvió a Santa Fe en 1936. En ese tiempo, fue nombrado Jurado para el Premio Nacional de Novela y luego dejó escrito: “Horacio Caillet-Bois y Gustavo Martínez Zuviría me pidieron procurase el Primer Premio para el santafesino (de Rosario) Mateo Booz, ‘porque lo merecía’.  Era verdad.”  Sucedió entonces lo que suele suceder: “los otros cuatro jurados habían tenido sus reuniones secretas y habían determinado los cuatro a quién ‘premiaríamos’ los cinco”, destacó Castellani.   Resultó que “Mallea mismo, que sacó el segundo se quejó diciendo (y me lo hizo saber) que era injusto que no le hubiésemos dado el primero, porque él era enfermo e iba a morir pronto (¿)…” Castellani firmó el dictamen: “… porque me dijeron los cuatro (quienes ahora no recuerdo ni quiero recordar) que si votaba por otros, hacía un zafarrancho; pues entonces el presidente de la Comisión de Cultura, don Matías Sánchez Sorondo, desestimaba el dictamen no unánime y daba los premios a quien se le antojaba, por una sola disidencia. ‘¿Por qué querría usted hacer un daño sin provecho?’. Firmé.  El reproche que más sentí fue el de doña Delfina Bunge de Gálvez, quien me escribió no concebía que un sacerdote prefiriera una novela ‘lasciva’ a la suya, con sus recuerdos de infancia, una novela clara, cándida y casta.  No le pude contestar nada… Mi amigo Horacio me escribió simplemente que los premios dados eran injustos.  Tenía razón: el Primer Premio Novela a Juan Pablo Echagüe, que jamás en su vida escribió una novela; el segundo, a Mallea, que presentó tres libros, de los cuales uno solo era una novela mala; el tercero, a Norah Lange, por un relato de viaje titulado Treinta y nueve hombres y una mujer, que no recuerdo fuese propiamente ‘lascivo’, como dijo la Delfina.  Pero no era santo nada, ni gracioso tampoco.  Propuse no aceptar jamás en adelante un encargo desa laya, ni de don Matías ni de los Reyes Magos en persona; pero falté a mi propósito… Lisardo Zía me incitó a aceptar para Filosofía, Crítica y Ensayo, con el fin inconfesable de sacar el tercer premio para Ernesto Palacio; que con sus cuatro hijos pequeños estaba en la cuarta pregunta.  No lo conseguimos, a pesar de las batallas campales con Coriolano Alberini.  (Esta vez me acuerdo que los jurados: además de nosotros dos, eran Jean Paul Echagüe, el decano Alberini y el profesor Tiscornia.  No sacamos el tercero para Ernesto, a quien Jean Paul se las tenía juradas, pero al menos lo sacamos ‘para un joven’, Braulio Ignacio Anzoátegui, con Tres ensayos españoles.  Los jurados viejos querían premiar a un colaborador de ‘La Prensa diario’, que vivía en París… Esta vez los premios fueron más o menos justos: primero, José León Pagano; segundo, Rafael Arrieta.  Ninguno de los tres era filósofo, pero…’ensayos’.  Arrieta, además de buenas poesías, había escrito un ensayo sobre La métrica del soneto en la literatura inglesa.  Anzoátegui nunca ha sabido lo que me costó a mí ‘sacarle’ los 10.000 $…” (Castellani, Leonardo, “Una gloria santafesina – Horacio Caillet-Bois- Vida y obra”, Buenos Aires, Ediciones Penca, agosto de 1976, p.41-43.)

En 1975, el Padre Castellani recibió el “Premio Consagración Nacional”.

[36] Ibidem, p. 18-19.

[37] Horacio Caillet Bois escribió el 17 de octubre de 1968 un soneto dedicado a la Academia de Literatura “en su centenario.  Dos meses después, “inesperado le falló el cardíaco, del cual siempre había sido débil” y falleció el 20 de diciembre, “en serena y buena vejez, a los 70 años, dejó ya hechos anticipados, cinco o seis ensayos.”

[38] Busaniche, José Carmelo. Hombres y hechos de Santa Fe. Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Colmegna, 1946, p. 30.

[39] Ibidem, p 33.

[40] Ídem, p. 35.

[41] Esa descripción escrita por el historiador Pérez Martín es la reiteración del “prólogo de Carlos Aldao al libro, traducido por él, del inglés Alejandro Gillespie, titulado Buenos Aires y el Interior, publicado por primera vez en Londres, el año 1818.  El Dr. Aldao, con el seudónimo Viator, evocó otros recuerdos de la ciudad en la revista ‘El Hogar’, de Buenos Aires.  Hay más referencias en Apuntes para la Historia de Santa Fe de Urbano de Iriondo, en Diario de don Manuel Ignacio Diez de Andino – Crónica Santafesina (1815-1822) y en Memorias de don Domingo Crespo, reproducidas en el tomo II de la Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe del Dr. Manuel M. Cervera.

[42] Ibidem, p. 146-160.

[43] Facino falleció el 4 de febrero de 1890.  Al entrar en la Basílica de Nuestra Señora del Carmen, es posible observar dos de sus cuadros, representación de un naufragio y de una imaginaria escena del Purgatorio.

[44] Rosa, José María. Historia Argentina. Tomo 4.  Buenos Aires, Editorial Oriente, 1992, p. 206-207.

[45] El polémico fraile no podía eludir su vocación periodística y tras el fallecimiento del general Carreras solicitó autorización para utilizar su imprenta, proponiendo editar tres periódicos  titulados “Población y rápido engrandecimiento del Chaco”; El Santafesino a las otras provincias de la antigua Unión” y Obras póstumas de nueve sabios que murieron de retención de palabras”, obra que no se concretó porque estaban dispersas distintas partes y resultó imposible reiniciar el normal funcionamiento.  Al instalarse la asamblea constituyente de 1828, el fraile logró reproducir algunas páginas combativas: “Ven portugués, que aquí es” y “Buenos Aires cautiva” provocando la inmediata reacción de sus opositores, circunstancia que lo obligó a emigrar hacia el este, cruzando entonces el río Paraná en compañía de su hijo adoptivo: Felipe a partir del momento en que lo bautizó, fiel compañero en aquellos días de creciente incertidumbre.  El 12 de mayo de 1832 en Entre Ríos se difundió la noticia del inesperado fallecimiento de Fray Francisco de Paula y Castañeda mientras en el pueblo rinconero seguía germinando su obra educativa.

[46] Ver: El Hombre y la Cultura. Nº 1, Cuadernos de Cultura de la Provincia de Santa Fe, Subsecretaría de Cultura de la Provincia.  Santa Fe, 1984, p.10-11.  Pérez Martín, José. Itinerario santafesino, Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1965, p. 105-111.  El Padre José M. Bustamante falleció el 2 de setiembre de 1909.

[47] Beck-Bernard, Lina.  Cinco Años en la Confederación Argentina 1857-1862. (Versión española y Noticia preliminar escritas por José Luis Busaniche).  Santa Fe, Imprenta de la Legislatura de Santa Fe, 1991.  En la página 61 se reprodujo en blanco y negro ese plano topográfico de 1853 y al pie consta: (Atención del Sr. Héctor Bordesi).  El diario El Litoral de Santa Fe publicó la colección “Santa Fe, rastros y memorias” y al escritor José Luis Víttori corresponde el fascículo 3 – Literatura y arte de viajeros.  En la página 31 también se reproduce ese plano y se indica: “Mapa coloreado de la ciudad de Santa Fe realizado en 1853 por José Germán Niklison a pedido del gobernador Domingo Crespo.  El motivo de su confección fue el cambio de nomenclatura urbana impuesto como homenaje a las provincias que participaron en el Congreso General Constituyente y a los principios y normas que sustentaron la organización nacional.”

[48] Ibidem, p. 70.

[49] Pérez Martín, José Dr. Obras citadas: Latitud Sur 31º, p. 96; Itinerario de Santa Fe, p.140-141.

[50] Cevallos Estanislao. Descripción amena de la República Argentina. La región del trigo, 1883.

[51] Pérez Martín, José. Itinerario santafesino, p. 142.

[52] El historiador José Pérez Martín destacó que “una estadística de esa época daba las siguientes cifras sobre la población de las colonias de Santa Fe:  esperanza, 4.200; San Lorenzo, 3.558; Cañada de Gómez, 1660; San Javier, 1250; Carcarañá, 1.198; Rafaela, 427; Iriondo 598; Lehmann, 397; Pujato 3544; y San Justo, 89.

[53] Pérez Martín, José. Itinerario Santafesino. Capítulo XI, Caballos y Cuadreras. Santa Fe, Colmegna, 1965, p. 83-88.

[54] La herencia jesuítica en Santa Fe. Fascículo 10. La Chacarita por Dr. Gustavo José Víttori.  Expresa el autor que la palabra es de origen quechua porque “chacarita deriva de chácara voz indígena que ingresó en la lengua española contrayéndose mediante la pérdida de la vocal intermedia.  Así, chacra pasó a designar una finca rústica de tamaño variable pero siempre dentro de una extensión reducida. Algo parecido a granja o quinta.”

[55] La herencia jesuítica en Santa Fe.  Fascículo 10 La Chacarita por Gustavo José Víttori, edición del Diario El Litoral.

[56] La Herencia jesuítica en Santa Fe.  Fascículo 13. Suárez e Iturri, santafesinos ilustres por Dr. Leo W. Hillar Puxeddu, publicación del Diario “El Litoral” de Santa Fe.

[57] Pérez Martín, José . Itinerario de Santa Fe. Santa Fe, Colmegna, 1965, p. 63-67.  Las cartas al poeta José Cibils, “de fechas 5, 12 y 30 de junio de 1914”, “pueden leerse en el Archivo General de la Provincia de Santa Fe”.

[58] Estos párrafos corresponden a: Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Santa Fe, ayer. (Trabajo de investigación histórica, inédito, parte II que abarca aproximadamente 70 páginas.)

[59] Expresa Pérez Martín: “Violetas y Golondrinas” en 6 páginas y “Ráfagas poéticas” en 280 páginas.  En el orden de las biografías, basta mencionar la de José Elías Galisteo, publicada en 1915; la de Amenábar, impresa en Rosario con prólogo de Gabriel Carrasco; y las del presbítero Doldán, Domingo y Patricio Cullen, Aguirre, Echeverría y otras.”

[60] Mediante la Disp. Nº 79 del 11-09-79, el subsecretario de Cultura Dr. Fernán C. Serralunga dispuso “que hasta tanto se cubra el cargo de Director Provincial de Cultura, integrará en su reemplazo la Comisión Ejecutora del Fondo Editorial de la Provincia (Decreto Nº 2596/76 el Secretario de dicho organismo, Profesor José María Junges (L.E. Nº 6.200.259), quien lo hará con todas las atribuciones que le competen reglamentariamente”.  # El 16 de julio de 1979 mediante el Decr. 1884, habían aceptado la renuncia del ministro de Educación y Cultura Cap. de Navío Orlando Pérez Cobo, asumió el Cap. de Navío Eduardo A. Carreras y aceptada la renuncia del subsecretario de Cultura Dr. Héctor Ruiz de Galarreta -en funciones desde el comienzo del Proceso/1976), asumió el Dr. Fernán Serralunga (Decreto Nº 1886).

[61] (LS) Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975.

[62] Caillet-Bois, Horacio. La ciudad de las losas y los sueños. Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones, 1923, p. 103-106.

[63] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p. 149.

[64] Floriano Zapata estaba casado con Esmeralda Rodríguez Galisteo, hija del Coronel José Rodríguez y de Rosa Galisteo.  Luego, tío de Agustín Zapata Gollán quien a fines de la década del ’40, des-cubrió el yacimiento arqueológico de “Santa Fe, la vieja”… como él mismo empezó a nombrar a la primitiva ciudad de Santa Fe, fundada por don Juan Garay el 15 de noviembre de 1573.

[65] Ibídem, p. 150.

[66] Íd., p. 137-141.

[67] Íd., p. 153-154.

[68] Íd., p. 154.

[69] Íd., p. 147-155.

[70] Íd., p. 153.

[71] Cecchini de Dallo, Ana María. Los grupos políticos en Santa Fe. Santa Fe, Ediciones Culturales Santafesinas, 1992, p. 19. Cita: Urbano de Iriondo.  Apunes para la historia de Santa Fe.  Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. Diciembre, 1936, Tomo III. p. 98/99.

[72] Santa Fe. Fondo Editorial de la Provincia Nº 13 – De la discordia y la melancolía (recopilación de crónicas escritas por J.R.L.R.) seleccionadas en 1981 y editadas en mayo de 1986. Gobierno del CPN. José María Vernet; Subsecretario de Cultura Néstor N. Zapata.

[73] Se aproximaba la finalización del año y como lo rememoró el historiador José Luis Busaniche, en “1861, el infortunio hiere al hogar extranjero ya en vías de asimilarse al ambiente vernáculo.  Dos niñas pequeñas del matrimonio mueren a fin de ese año.  La madre resuelve abandonar el país, temerosa del clima, para restituirse a Lausana con sus otros hijos.  El marido queda en Santa Fe, aunque la realidad no responde a sus planes de colonización y a sus esperanzas de mejores éxitos; pronto la situación se agrava y se traduce en un desastre financiero.

[74] Diario El Litoral.  Santa Fe, miércoles 26 de febrero de 2003, p. 12.  Antonio Iturraspe Cabal, presidente del Club, reiteró algunos párrafos del acta de fundación de esa institución.  # En la misma página, el periodista Jorge Reynoso Aldao publicó una interesante nota titulada: El Club de los Constituyentes y algunos párrafos del acta que él reiteró, están reproducidos entre comillas en este texto.

[75] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p. 119-120.

[76] Ibidem, p. 115.

[77] Ídem, p. 114.

[78] Paredes, Clementino. Los carnavales de la vieja Santa Fe, citado por José Pérez Martín.

[79] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31º  – Momentos estelares de Santa Fe. Santa Fe, Editorial Colmegna, julio 1975, p. 114-115.

[80] Ibidem, p. 116.

[81] Idem, p. 117.

[82] Pérez Martín, José. Itinerario santafesino, p. 52-53.

[83] Diario El Litoral.  Santa Fe, sábado 16 de marzo de 2002, Nosotros, Nº 285, año 6, De Raíces y Abuelos, crónica titulada Sueño de navegantes genoveses, por Lía Masjoan.

[84] Madariaga, Salvador de. Bolívar t. I. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 4ª ed., 1975. Es interesante tener en cuenta que: “Ni un solo momento desde que llega a Venezuela Simón de Bolívar en 1587 se eclipsan los antepasados del Libertador de los círculos dirigentes del país; y casi siempre había por lo menos uno en el cabildo.  “El 27 de marzo de 1528, Carlos V había concedido a dos alemanes ‘licencia y facultad para descubrir, conquistar y poblar’ la costa y las Islas” de esa región y seis décadas después, cuando “el país se halla restablecido ya de las tribulaciones de su era alemana”, llegó Simón Bolívar –el primero-, padre de Simón II, a quien el 17 de setiembre de 1593 le concedió la encomienda de indios de Quiriquire en el valle de San Mateo, hacienda que será residencia favorita de los Bolívar hasta los días del Libertador”.  Don Juan Vicente de Bolívar y Ponte, padre del Libertador, fue “coronel del batallón de Milicias de Blancos voluntarios de los valles de Aragua, comandante por S. M. de la compañía de Volantes del río del Yaracuy, y oficial de la Compañía de Nobles Aventureros creada en Caracas en 1786” (p.68).   “Era pues el padre de Bolívar un español americano resentido, nacido y criado en la alta sociedad de Caracas, empapado en tradiciones españolas”.  “La familia era pues típica del criollo rico que describe por ejemplo Humboldt; apta a sacarle provecho a la economía del país y también a figurar en público bien decorada con uniformes, títulos y veneras.  Don Juan Vicente Bolívar falleció el 19 de enero de 1786 (p. 72,74). La madre de Bolívar, doña Concepción Palacios y como “los Palacios no se ufanaban menos que los bolívares por su sangre azul”.  “Eran mantuanos puros, es decir familia cuyas mujeres tenían derecho a ir a la iglesia con el manto característico del rango más alto de la sociedad.  Por los Bolívares, ejercían a perpetuidad uno de los cargos de regidor del cabildo, por los Palacios, gozaban del privilegio del cargo de alférez real.  Por ambos lados, hombres de su casa figurarían siempre entre los dignatarios que revestidos de oro, plata, encajes y sedas, iban a visitar ceremoniosamente al Capital General en los días de besamanos para formar después parte del séquito comino de la catedral donde celebraban la misa solemne y el Te Deum.

Simoncito tenía nueve años cuando su madre por intermedio de su hermano Esteban insistió en el pedido de otorgamiento de un título pendiente del siglo anterior.  El 6 de julio de 1792 falleció doña Concepción, a la edad de treinta y tres años y quedó “como cabeza de familia su padre, don Feliciano Palacios y Sojo”.

[85] Expresa J.R.L.R. que León Felipe “lamentablemente llevado por su afán proselitista, no dejó traslucir toda la belleza de su creación poética.  En una de sus conferencias, en la que atacó duramente a la Iglesia y al Papa, encontró una sorda resistencia entre el auditorio, lo que trajo posteriores incidentes.  Pese a todo, el recuerdo del autor de ‘Antología rota’ y su mensaje político, permaneció durante mucho tiempo entre nosotros como tema polémico.”

[86] El Dr. Ossorio y Gallardo, “pronunció varias conferencias en nuestra Universidad y en la Facultad de Derecho versando una de ellas sobre los valores éticos de la abogacía, glosada de su tan conocido libro ‘El alma de la toga’…” rememoró José Rafael López Rosas, p. 313-314 del libro citado.

[87] J.R.L.R. escribió esa crónica referida al acto en el Teatro Municipal de Santa Fe, donde J.R.J., “deslumbró… de manera muy especial a los jóvenes que, iniciados recién en las letras, escuchábamos con unción la voz del maestro que, con humildad franciscana, desgranaba sus ‘sonetos espirituales’ o ‘sus baladas de primavera’.  Al alejarse aquella noche hacia el hotel, nos parecía contemplar a su lado la tierna figura del borrico inmortal.”  p.312 De la discordia…

[88] “… Nadie quiso perder sus charlas’–recordó JRLR-, ‘salpicadas de fino humor y gracia española.  Su visita estuvo vinculada a la representación de una de sus obras.  No recordamos si vino con su gran amiga, Lola Membrives. Ningún santafesino, en especial los de la ‘belle époque’, desconocía las obras de Benavente.  En oportunidad de su visita, manifestó el eximio creador que la mejor semblanza que había leído sobre su persona, pertenecía a un santafesino: Horacio Caillet Bois, que en su homenaje, había escrito un logrado soneto.

[89] Imagino la escena: el Doctor Rodolfo Borzone –más bien bajo y no delgado-; manejando su cachapé negro, casi un cascarudo, como tantas veces lo vi pasar frente al Rancho Iberá en Santo Tomé, donde nos reuníamos los fines de semana varias familias conocidas.  Yo tenía entonces aproximadamente diez años y recuerdo que se lo admiraba por el trabajo que hacía en el leprosario, tema ineludible cuando salíamos a caminar por el polvoriento camino hacia los cuarteles, dirección que también nos permitía pasar frente al solar de los Borzone. Dejó escrito J.R.López Rosas, precisamente lo que era visible: el doctor cargaba en su automóvil algunos productos de granja, imagino que también lácteos porque en esa zona estaba el tambo de doña Margarita  Carnegnello (mujer trabajadora y generosa, recuerdo también a María Adela y a Juan, a quien encontré en la década del ’80 en su negocio de venta de máquinas –y accesorios- para oficinas, en San Martín 3180, Santa Fe). Imagino también la sorpresa del español cuando tuvieron que dialogar entre polvillo y plumas hasta que casi se atosigaron… como decía y dice Isabel…  Imagino los rostros de los tres, cuando el auto dijo ¡basta!… y el fracaso cuando lo empujaron.  Dejó su testimonio Rafincho: “Tuvimos que bajarnos y empezar a empujar, pero… sin éxito. Con valijas en mano, rumbeé con el conferenciante hacia una fonda próxima.  La visita de Alberti fue inolvidable.  Le recibimos, entre otros, con Miguel Brascó, Quique Birri, De Carolis, Galfráscoli y otros cofrades de ‘Espadalirio’ y los muchachos del Retablillo de Maese Pedro –donde el perseverante y talentoso Juan Ramón Birri –tío de Fernando- era entusiasta promotor de sucesivas actividades.  El volumen 13 del Fondo Editorial de la Provincia de Santa Fe tiene características singulares con respecto a los anteriores del FESF; no hay nombres de autoridades al momento del Concurso ni al producirse la impresión; el lector no encontrará índice, el último título anunciado “Mitología en Santa Fe” no está impreso (se lo podrá leer en la Hemeroteca del Diario El Litoral de Santa Fe, suplemento “La comarca y el mundo” dirigida  por J.R. López Rosas, 12 de julio de 1982, página 4, colección que incluye la mayoría de los seleccionados por el autor para esa ocasión.

[90] Nota de Salvador García en el diario El Litoral de Santa Fe de la Vera Cruz, lunes 24 de febrero de 2003.

En esa edición no hay comentarios acerca de la recordación de la primera elección del coronel Juan Domingo Perón para ejercer la Presidencia de la Nación.  Mientras tanto, hay crónicas acerca de los tres candidatos a ese cargo que se presentarán en las elecciones del 23 de abril de 2003 –como si fueran sublemas…- porque los intereses creados provocaron un retroceso en la renovación de los métodos para elección de autoridades del Partido Justicialista y de sus candidatos, eludiéndose la convocatoria a elecciones internas mediante un Congreso que sesionó en la Capital Federal –evidentemente impulsado por el Duhaldismo-; con objeciones de dos sectores –conducción del presidente Dr. Carlos Saúl Menem (1989-1999) y expresión del Distrito Santa Fe, manifestada mediante un comunicado que leyó el Senador Julio Gutiérrez donde se insistía en el liderazgo del actual gobernador, el prudente Carlos Alberto Reutemann y prácticamente se anticipaba la neutralidad…  Así sucedió, aunque algunos  hombres reconocidos como pertenecientes al movimiento interno Reutemanista, al reunirse el Consejo provincial del Justicialismo, revelaron ante los periodistas esa otra mitad de sí mismo, a la que aludió Emerson cuando dijo: “El hombre es la mitad de sí mismo; la otra mitad es su expresión.” Un periodista en la página Policía esa edición (p.4), destacó: el Sen. Julio Gutiérrez “reconoció esta mañana antes de ingresar a la reunión, que, individualmente, se siente más cerca ‘de la propuesta que implica una renovación dentro del peronismo y no volver a la década del 90.  Queremos una Argentina que apueste a la producción y al crecimiento económico, en el marco de un gobierno honesto.” Incluye esa anota una fotografía del “encuentro”:  … el actual diputado nacional Jorge Obeid –con camisa rayada-, estaba una vez más dialogando por teléfono -celular…- mientras sus anteojos estaban sobre la mesa.

Necesito expresar que elaboro la periodización histórica en función de los hitos fundamentales de sucesivos procesos de transformación renovaciones por crecimiento o retrocesos-, y en tal dirección, es insoslayable “el 45”  cuando algunos eran protagonistas directos en la jornada del 17 de Octubre; en el rumbo del entonces Peronismo “el 55”  -con la secuela de leales perseguidos y asesinados; otros acosados por la creciente intolerancia.  Después, la Resistencia –cada sector con sus propias expresiones- y el retorno del general, con el propósito de contribuir a la pacificación interna para avanzar hacia la unidad nacional.  Después, el Proceso y otra vez el juego de las lealtades y de las traiciones.  En 1985, transcurridos dos años de la asunción de autoridades electas por la mayoría de los ciudadanos, en el seno del JUSTICIALISMO –como lo imaginó y generó el soldado Juan Domingo Perón – comenzó a manifestarse  otra absurda antinomia: peronistas –insistiendo en nombrar a Perón, añorando el ‘45- y justicialistas fieles a la prédica del General que primero dijo: “La organización vence al tiempo”, “Para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista”; en la década del ’70 advirtió que “La idea vence al tiempo” y que “Para un argentino no debe haber nada mejor que otro argentino.”  El Líder que con su trayectoria logró que el líder del radicalismo Dr. Ricardo Balbín, expresara el 4 de julio de 1974 en el cementerio de la Chacarita: “… este viejo adversario hoy despide a un amigo”…  Sabido es que el 1º de julio se agotó la energía del General y que durante tres días se realizaron las pertinentes ceremonias fúnebres.  En ese tiempo, actuales dirigentes partidarios estaban en el exterior, algunos ya siendo amigos de quienes habían sido –eran y demostraron luego seguir siendo-,  tenaces  adversarios del Peronismo germinal, una actitud que podría haber sido indicio de madurez política de los justicialistas pero que sólo fue otra de las tantas señales de los tantos personajes que permanecen en las estructuras de los partidos políticos –o se acercan a esa baja pirámide que en la base se sostiene por el caudal de votantes que hacen posible el acceso al poder de una minoría porque sabido es que todavía en se vota con lista sábana a los nombres y apellidos que han sido mecanografiados por pequeños grupos… #  Una vez más, pienso que en estas circunstancias, sigue teniendo vigencia lo expresado por el talentoso y heroico doctor René Favaloro:  “Todos somos culpables, pero si hubiera responsabilidades las mayores caerían sobre las clases dirigentes.”  Seguido, con mayúsculas para que se percibiera su clamor, reiteró: “¡Si resurgiera San Martín caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes!”  No fue por casualidad que el 29 de julio de 2000, el doctor Favaloro apuntara a su corazón cuando sintió que era el momento de iniciar su último vuelo  

[91] Salvador García -esposo de Lía, padre de Graciela, Carlos y Alberto-, desde Rafaela ha desarrollado una fecunda siembra de información y conocimientos acerca de “La ciudad, allá lejos”  -título de la edición de febrero de 1991, en la Imprenta Lux de la capital santafesina. (Ver: nota publicada en el diario El Litoral de Santa Fe (lunes 24 de febrero de 2003, p. 13.)

[92] García, Salvador. El doctor Emilio Mira y López . Diario El Litoral de Santa Fe, lunes 24 de febrero de 2003, p.13.  Títulos de sus libros: Manual de Psicología Jurídica y Psicología evolutiva del niño y del adolescente (ed. Española, reeditados en Argentina); Problemas sicológicos actuales (1941); Manual de Psicoterapia (1942); Fundamentos del psicoanálisis; Instantáneas Psicológicas;  El problema del niño que no aprende; Cómo estudiar y cómo aprender (1943).

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