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Manuel Gálvez (Paraná, Entre Ríos, 1882)

Manuel Gálvez (Paraná, Entre Ríos, 1882)

Diciembre de 1930: recuerdos en la revista “El Hogar”.

“Vida de Hipólito Yrigoyen”.

Enero de 1949: “Revista ‘Argentina’…”.

“El anciano y sus derechos”.

“Alpargatas sí…” ¡Libros sí!… ¡Cultura del trabajo, sí!.

Julio de 1950: “Manuel Gálvez y sus 50 años de escritor”.

1984: vigencia y homenaje.

Su esposa Delfina Bunge, escritora.

2006 – Su hija Delfina Gálvez de Williams: noventa y tres años.

Manuel Gálvez: escribió “con pasión literaria”.

Manuel Gálvez (Paraná, Entre Ríos, 1882)

Incluido como escritor santafesino porque él no se consideraba “entrerriano”, insistía en ser ¡santafesino!…

 

Manuel Gálvez nació el 18 de julio de 1882, en Paraná (provincia de Entre Ríos).

Su madre era entrerriana, su padre era santafesino: diputado Manuel Gálvez, estudió en la capital santafesina, cursando estudios primarios y secundarios en el Colegio de la Inmaculada Concepción de los padres jesuitas.

Sin vocación -como él lo destacó luego-, a los quince años ingresó en la Facultad de Derecho y después siguió estudiando en el Colegio del Salvador de Buenos Aires.

Durante una entrevista destacó que a sus elementales estudios sobre griego, los continuó desde 1926 “con igual interés”.  En ese momento, retiró de su biblioteca “los Evangelios en su lengua original. Lee unos versículos y traduce”…  Así lo describían sus contemporáneos, como una persona inquieta, sorprendente por su inteligencia y cuando le preguntaron si había experimentado “alguna influencia literaria en su niñez”, contestó:

“–Ninguna. El ambiente en que me crié fue en ese sentido completamente nulo. Sólo recuerdo que me haya hablado de estas cosas un primo de mi madre, Floriano Zapata, que escribía en un idioma castizo, ameno y socarrón, con bastante influencia de Valera…”  [1]

Diciembre de 1930: recuerdos en la revista “El Hogar”.

El 4 de diciembre de 1930, en la revista El Hogar editada en la capital federal, el periodista Pedro Alcázar Civit difundió parte del diálogo con el escritor Manuel Gálvez durante aquella primavera:   [2]

En esa nota reiteró que Manuel Gálvez nació el 18 de julio de 1882 y comentó que “cursó sus estudios primarios y secundarios en el colegio de los jesuitas, de Santa Fe, y en el Salvador, de Buenos Aires. La circunstancia de ser su padre, el doctor Manuel Gálvez, diputado nacional por Santa Fe, impuso a la familia una residencia alternada en la ciudad del mismo nombre y en la capital. El novelista, que tuvo una infancia feliz de niño mimado, fue un estudiante regular, cumplido, sin otras lecturas que las de los textos obligados. Tenía, eso sí, ‘extraordinaria abundancia de ilusiones e imaginaciones disparatadas, y le preocupaba dolorosamente la idea de la muerte’.”

El periodista también relató que “Manuel Gálvez, que escribe exclusivamente a máquina, parece que hablara a máquina también. Su palabra, en efecto, tiene algo del isócromo martilleo dactilográfico que produce quien compone impulsado por un pensamiento abundante, sólo interrumpido a veces para precisar un concepto.” [3]

Manuel Gálvez recordó sus orígenes y dijo que no se sentía entrerriano. También expresó que aunque lo han situado cerca de don Hipólito Yrigoyen, sólo  había sido una aproximación circunstancial desde “unas cuatro paginitas”…

Aquí, la reiteración de lo que había expresado:

“…en Córdoba, en una conferencia de mi querido amigo el doctor Ernesto Laclau, le presenté unas cuatro paginitas.

La conferencia era un análisis filosófico de toda nuestra política; y en la presentación declaré que yo no actuaría jamás en ningún partido, para tener derecho a juzgar algún día con imparcialidad la política de mi país.

Elogié tres o cuatro orientaciones del gobierno anterior de Yrigoyen, y esto bastó para que se me encasillara. Pero eso fue antes de las elecciones presidenciales.

En el último año yo fui un entusiasta enemigo del gobierno de Yrigoyen…

Un hombre aficionado a raciocinar y a juzgar está opinando constantemente sobre hombres y cosas: aprueba esto, condena lo otro”…

 

“Vida de Hipólito Yrigoyen”

No ha sido por casualidad que a comienzos de la década del ’40, el escritor Manuel Gálvez avanzara en la escritura de Vida de Hipólito Yrigoyen.   [4]

 

“Son las siete de la tarde de aquel gris y frío tres de julio.  Ya ha anochecido.  Frente a la casa asiste desde lejos a la agonía del Padre del Pueblo, una apretada multitud. Como entre la calle Sarmiento y la Diagonal Sáenz Peña se han echado abajo todos los edificios, existe allí una verdadera plaza en la que caben muchos millares de personas. En ese instante no hay un solo sitio vacío.  Llovizna por momentos.  Los ojos de la multitud están en el piso alto de la casa.  Todos saben que, en una pieza interior, Hipólito Yrigoyen agoniza.  Detrás de los vidrios se ven las luces, y algunas sombras que apenas se mueven.  En la calle, se ha interrumpido el movimiento de vehículos.  Los tranvías deben desviar su ruta.  Dentro, todo lloran.

Pasan veinte minutos de honda, dolorosa expectativa.  La llovizna arrecia pero nadie deja su lugar.  Olas humanas aumentan aquella multitud emocionada.  Son ahora las y siete y veinte minutos de la tarde.  Se abren los balcones.  La multitud comprende.  Miles de corazones se han puesto a latir fuertemente y miles de ojos se han puesto a llorar.  Y entonces, tres o cuatro hombres aparecen en el largo balcón.  Y uno de ellos, en medio del silencio, invita a la multitud a descubrirse.  Todos se quitan los sombreros.  Algunos se arrodillan.  ‘En este momento acaba de morir el defensor más grande que haya tenido la Democracia en América’.  Y agrega: ‘Pero no ha muerto. ¡Vive, ciudadanos!  ¡Vivirá siempre! ¡Viva el doctor Hipólito Yrigoyen!  La muchedumbre contesta con un ¡Viva! Unánime, y en una espontánea y formidable afirmación de Patria, entonan el Himno Nacional: ‘Oíd mortales, el grito sagrado, Libertad, Libertad, Libertad’…”

 

Por algo, un poeta necesitó expresar que “el mérito es el náufrago del alma / que vivo se hunde pero muerto flota”.

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Enero de 1949: “Revista ‘Argentina’…”

El primer número de la revista mensual Argentina fue editado el 1º de Enero de 1949; era una impresión en colores que en ese momento vendían a “un peso”.

El doctor Oscar Ivanissevich -destacado ministro de Educación-, en la segunda página expresó:

 

“ESTA REVISTA, destinada a difundir nuestro estilo de vida, en el mundo de habla española, es editada por el gobierno argentino, pero de ninguna manera es una revista oficial.  Se trata de un órgano de nuevo y antiguo tipo, que responde a la vez al moderno concepto de la prensa y al alto ejemplo que nos dieron los fundadores de la nacionalidad.

Cuando en 1810 comenzó a gobernar la Primera Junta se encontró con que no existía en el país la prensa libre, de iniciativa privada, pero no vio en ella el instrumento suficiente para llevar adelante la Revolución de Mayo.  Creo entonces LA GAZETA DE BUENOS AYRES, como órgano de la revolución.

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Hemos comenzado ARGENTINA sin ningún temor, porque el prejuicio destruye con un solo soplo, el soplo de la historia.  Los fundadores dieron el ejemplo y marcaron el camino de lo que debía hacerse por la patria cuando la patria lo exige, y nos enseñaron la fortaleza de ánimo y el fervor de la creencia.

En esta revolución en que estamos ahora, por la independencia económica y también por la independencia intelectual, iniciamos la empresa de la nueva GAZETA que es ARGENTINA, con la característica del instrumento periodístico de 1810 en lo que tiene de esencial: edición decretada por el gobierno, encaminada a difundir y defender las semillas de la cultura que necesitamos para afianzar la nueva Independencia.

(Reproducción de Nº 1 de GAZETA DE BUENOS AYRES. Jueves 7 de junio de 1810… ORDEN DE LA JUNTA.

Desde el momento en que un juramento solemne hizo responsable á esta Junta del delicado cargo que el Pueblo se ha dignado confiarle, ha sido incesante el desvelo de los individuos que la forman, para llenar las esperanzas de sus  conciudadanos.  Abandonados casi enteramente aquellos…)

 

Y la emprendemos también con el más moderno concepto de la función de la prensa en la democracia, que es el de la ‘prensa libre y responsable’, que brotó del seno insospechable de las universidades de Estados Unidos y hoy se enseña en todas las universidades del mundo y que preside la preocupación de los gobiernos más fuertes y de las conferencias internacionales.  Los profesores universitarios que, bajo la presidencia de Mr. Robert M. Hutchins, de la Universidad de Chicago, constituyeron la COMISION ON FREEDOM OF THE PRESS, se expidieron en 1947, después de cinco años de estudios, recomendando, como medio de salvar la libertad de la prensa, que el gobierno facilitara nuevas empresas periodística cuando la prensa privada se hubiese vuelto incapaz de cumplir su misión, no por falta de libertad de responsabilidad.  La prensa libre, pero al mismo tiempo responsable.

Dicha comisión de universitarios afirma que las instituciones educacionales deben llegar hasta el pueblo usando los instrumentos adecuados para comunicarse con las masas, especialmente la prensa que es el medio más poderoso para moldear el pensamiento del hombre.

‘Siempre ha sido claro -dice Mr. Hutchins- que la educación es un proceso que se desenvuelve a través de toda la vida.  Siempre ha sido claro que, cuando las horas del trabajo disminuyen y aumentan las del ocio, recae sobre los educadores la responsabilidad de hacer que el pueblo emplee bien su ocio.  El mundo parece estar al borde del suicidio.  No bastaría educar a la generación que se levanta; el tiempo es demasiado corto. Los educadores tienen la misión de hacer que los pueblos de la tierra se entiendan mutuamente.  Es una suerte que, en momentos en que su tarea se ha hecho más grande y apremiante, la tecnología les dé nuevos instrumentos de increíble importancia y poder’.

Con la interpretación argentina de esta doctrina y con la vista puesta en las lecciones de los próceres, el público descubrirá el sentido y la responsabilidad con que se presenta ARGENTINA.  Comprenderá que ésa no es ni será una revista oficial, sino la publicación que habrían iniciado los hombres de 1810 si hoy, en 1949, hubieran tomado a su cargo la empresa de la independencia económica e intelectual; que ésta es la obra de las instituciones educacionales que ansían los universitarios norteamericanos, desarrollada por la institución educacional por excelencia en nuestro país.

Que el pueblo de América y todos los pueblos de habla española, vean en estas páginas un arma de independencia espiritual que le enviamos, como en 1810, para llevarles la ‘persuasión de nuestra cordialidad’.  OSCAR IVANISSEVICH”

“El anciano y sus derechos”.

En la tercera página del primer número de la revista ARGENTNA, esta nota escrita por MANUEL GÁLVEZ.

 

Era yo niño cuando vine a Buenos Aires con mis padres, desde Santa Fe.  Recuerdo la impresión profunda que me causó ver un anciano cargando un baúl.  No lo he olvidado nunca, y hace de esto más de cincuenta años.

Ignoraba por entonces que había otros ancianos, millares en mi patria y millones de millones en el mundo, que ni siquiera podían ganar unos centavos, ni cargando baúles por falta de fuerzas o de quienes les dieran trabajo, y que muchos de ellos debían dormir en las plazas, por no tener un techo cualquiera, y comer lo que algunas personas pudieran darles.

Nosotros los bienhallados difícilmente nos damos cuenta exacta de lo que significa la vejez sin amparo.  Es preciso hacer un esfuerzo de imaginación muy grande -y no son muchos los hombres dotados de una poderosa imaginación o capaces de este esfuerzo- para ponerse en el caso de los seres humanos que viven tan lejos de nosotros.  Los que escribimos novelas, y estamos por consiguiente, habituados a introducirnos en otras lamas, a vivir, aunque imaginativamente, lo que otros viven en la realidad, nos encontramos en buenas condiciones para comprender todo el horror de la existencia de los ancianos sin recursos ni familia.

En nuestro país, hasta ayer, dejábamos a la Caridad el preocuparse de la vejez desvalida.  Si fuéramos cristianos auténticos, si tuviésemos siquiera una gota del inmenso amor de Cristo por todos los que sufren, la Caridad haría milagros.  Pero no somos verdaderos hijos de Cristo, verdaderos discípulos de Cristo; o no sabemos serlo, que es lo mismo.

Por suerte vino la Revolución, esta enorme Revolución de Octubre, única en el mundo occidental, en el sentido que en este momento me interesa.  No creo necesario recordar todo cuando ha realizado el gobierno del general Perón con el fin de suprimir la miseria. Él dijo que no debía haber ricos demasiado ricos ni pobres demasiado pobres.  En esta frase, que no vacilo en calificar de sublime, está su programa social, el programa que ha cumplido ya en buena parte.  Los proletarios, los peones, los hombres hasta hace poco explotados por otros hombres, son ahora libres, económicamente libres. Tienen con qué vivir de acuerdo con sus necesidades.  La miseria ha desaparecido del vasto mundo de nuestros trabajadores.

Pero faltaba la protección del Estado al hombre que llega a la vejez.  En gran parte ya se ha obtenido mediante la jubilación.  A nadie se le ocurrió antes la idea de jubilar a los trabajadores de las empresas particulares y a los hombres del campo.  Ni menos todavía se les ocurrió a nadie la idea hondamente cristiana de asegurar la existencia digna a todos los ancianos.

Esta idea sólo podía concebirla una mujer. Y tenía que ser una mujer extraordinaria, una mujer de un corazón inmenso, llena de espíritu cristiano.  Esta mujer, como todos lo sabemos, es María Eva Duarte de Perón.  Por obra suya, de sus esfuerzos tenaces, de su propaganda constante, de su poder de convicción, en delante no habrá en nuestras ciudades pobres viejos que tengan que dormir en las plazas o que se mueran de frío o de hambre.

Aunque esa mujer admirable no hubiese realizado sino esta obra buena, basta ella para darle un lugar en nuestra Historia, así como ahora ocupa un lugar de preferencia en el corazón del pueblo.

Y no sólo ha querido la señora de Perón proteger a los ancianos nacidos en la Argentina o que aquí viven, sino que sueña con que tengan también protección los ancianos desamparados del mundo entero. Y mientras en Rusia se deja morir a los ancianos porque no producen, la señora de Perón piensa en ellos con ternura cristiana, con la misma ternura que la ha empujado a hacer todo lo que ha hecho por los niños pobres, por las mujeres pobres y por todo aquel que sufre y se dirige a su corazón.

Creo que la Declaración de los Derechos de la Ancianidad constituye una magnífica lección de cristianismo.  No ignoro que algunos centenares de uno y otro sexo, movidos por la envidia o por pasión política, se burlan de estas cosas.  Afirmo que quienes se alegraron al leer a fines de noviembre la falsa noticia de que en las Naciones Unidas había sido rechazado el proyecto de los Derechos de la Ancianidad, no son verdaderos argentinos ni verdaderos cristianos. No son lo primero, porque todo argentino debe enorgullecerse por el triunfo de toda idea argentina en el extranjero o apenarse por su derrota.  Y no son cristianos, porque todo cristiano auténtico debe desear con vehemencia el triunfo de cualquier proyecto o idea que responsa al espíritu de Cristo.  MANUEL GÁLVEZ.

 

(Es oportuno recordar que en 1957, al llegar a la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz los “convencionales” que debía integrar la Convención Reformadora de la Constitución de 1853 fueron alojados en el amplio predio y en las instalaciones de la obra de la “Fundación Eva Perón” proyectada como HOGAR DE ANCIANOS…

Hay que tener en cuenta que estaba vigente el Decr. 4.161 del 5 de marzo de 1956 firmado por quienes detentaban el poder en la autodenominada revolución libertadora y ya habían destruido muebles, utensilios, ropa para camas… todo lo que tenía alguna impresión o marca grabada de la Fundación.

Una voz impuso la necesidad de una toma de conciencia y fue la del convencional socialista Dr. Alfredo Palacios, quien como destacaron distintos medios de comunicación, dijo que mal empezaba la Convención Reformadora si los convencionales estaban usurpando el lugar que por derecho correspondía a los ancianos…)

 

“Alpargatas sí…” ¡Libros sí!… ¡Cultura del trabajo, sí!…

Suele suceder que en los textos referidos a la historia de los argentinos durante la década 1945-1955 se señale como una consigna insoslayable: “Alpargatas sí… libros, no”,  aunque aquellos años fueron los de mayores ediciones, de más construcciones de edificios escolares e inauguración de bibliotecas.

El escritor Manuel Gálvez fue una de las tantas personas que debió soportar acosos durante aquel tiempo por su decidido apoyo al incipiente movimiento “justicialista” que por algo esencial, precisamente empieza con “justicia”.

Aquí, datos de julio de 1949 -tiempo de la declaración de la independencia económica- que revelan algunas de las actividades que se desarrollaban en Buenos Aires. En las hemerotecas públicas hay informaciones semejantes de distintas ciudades de diferentes provincias.

El diario “El Día”, el miércoles 6 de julio de 1949 comentó que en el Teatro Argentino se realizó la velada especial conmemorativa del Aniversario de la Independencia” y aludió al programa.

Comentaron también que “el sábado 9, a las 17, el P. Ejecutivo ofrecerá en el Argentino una función dedicada a los trabajadores. Intervendrán los hermanos Ábalos, el concertista de órgano Charles Wilson, los bailarines Eva Montes y Fernando Guerra y otros artistas. Charla de Hellen Ferro”. Luego destacaron que “ante una sala colmada de concurrencia, se realizó ayer en el Círculo de Periodistas el primero de los actos organizados por la subsecretaría de Cultura de la Provincia con motivo de la efemérides patria. Disertó el escritor señor Hellen E. Ferro, desarrollando el tema “Historia de un sentimiento en la argentina”. La fluidez de su acento que tuvo adecuadas tonalidades en cada una de las etapas en que dividió su enjundioso trabajo, se vio realzada por las ilustraciones poéticas de María del Carmen Garay, la eximia cultura del bien decir. El público premió la labor literaria y a la vez histórica del señor Ferro, con repetidos aplausos y muestras de aprobación, que se hicieron más elocuentes, cuando terminada la conferencia y el complemento literario que ofreciera la señorita de Garay, el público concurrente pudo dar expansión a sus demostraciones de agasajo y simpatía. El orador fue presentado por el subsecretario de Cultura, señor José María Samperio, que concurrió acompañado del señor Belisario Roldán, quien tuvo la emoción de sentir el verso armonioso de su ilustre padre en labios de la destacada recitadora y luego, interpretada por la misma una página brillante de la oratoria argentina: “Padre nuestro que está en los cielos, ante cuyas vibraciones emergió del más allá” la figura egregia del “fénix de la oratoria”, Belisario Roldán.  [5]

Julio de 1950: “Manuel Gálvez y sus 50 años de escritor”.

En la Cofradía de los Duendes suele ser releída la revista “Argentina”, en las ediciones de 1950 “Año del Libertador General San Martín”, año siguiente al primer volumen publicado en enero de 1949.

El escritor Manuel Gálvez fue entrevistado por el periodista José María Samperio y lo conversado fue incluido en el octavo número de aquella revista.

Aquí la reiteración del primer párrafo de esa nota pertinente a “El hombre y su estrella”, titulada “Manuel Gálvez y sus 50 años de escritor”:

“Recibido con toda cordialidad por el famoso escritor, me confiesa que su vocación se manifestó mientras estudiaba Retórica en el cuarto año, en el Colegio de la Inmaculada de Santa Fe, y que influyó en él la lectura de las obras de la biblioteca de su ilustre tío, el doctor José Gálvez, y que tuvo también no poco que hacer con su vocación la amistosa frecuentación de Floriano Zapata, primo de su señora madre, figura distinguida en la intelectualidad de Santa Fe”. [6]

 

En esas circunstancias, el escritor Manuel Gálvez volvió a expresar que había nacido en Paraná y reiteró:

“…no me siento entrerriano. Mi madre es entrerriana y mi padre santafesino. Solamente me sentí entrerriano cuando Entre Ríos se cuadró a Irigoyen”…

Tras la pregunta acerca de si “experimentó alguna influencia literaria en su niñez”, Manuel Gálvez contestó:

“-Ninguna. El ambiente en que me crié fue en ese sentido completamente nulo. Sólo recuerdo que me haya hablado de estas cosas un primo de mi madre, Floriano Zapata, que escribía en un idioma castizo, ameno y socarrón, con bastante influencia de Valera…

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Considero necesario reiterar el texto completo de  tal reportaje, considerando que es una revista que no se encuentra fácilmente en bibliotecas ya que han transcurrido cincuenta y seis años desde su edición.  El lector encontrará datos reiterados, beneficiándose con el conocimiento de todo lo escrito por el periodista José María Samperio.

Para ser nada más que escritor, ha debido renunciar a casi todo lo que hace agradable la existencia.

 

Hace diez años que no salgo de noche– me dice.  Y nos parece, a esta altura de su vida y de sus triunfos literarios, un hombre feliz, en su vida de hogar, en la dulce compañía de su esposa, doña Delfina Bunge de Gálvez, fina escritora, autora de libros llenos de sabiduría y de hermosa factura literaria; de sus tres hijos, dos de ellos -Manuel y Gabriel- distinguidos universitarios, y su hija mujer, Delfina, hoy señora de Willians, con alma de artista y escritora como sus padres. No deja de decirme que tiene ya, y por ahora, trece nietos, y de ufanarse de haber llegado a los cincuenta años de escritor sin haber escrito una línea que significara una concesión al público y sus gustos para aumentar el número de lectores.

Interrogo a Gálvez sobre su paso por la función pública.  Me recuerda que a comienzos del siglo desempeñó tareas curialescas en la secretaría del doctor Miguel Tedín (que alternaba sus labores judiciales con las literarias), del juzgado federal del doctor Urdinarrain.  Me dice que le fue útil su nombramiento de ujier en la Cámara de Apelaciones en lo criminal, comercial y correccional, en 1902, y me cuenta cómo se las arreglaba, dando unos pesos a otra persona, para que ella hiciera ciertas notificaciones poco importantes, y poder así destinar él su tiempo a leer los procesos de los grandes crímenes y ocuparse de su revista Ideas.

El entonces subsecretario de Instrucción Pública, doctor Juan G. Beltrán, le ofreció en 1906 hacerlo designar Inspector de Enseñanza Secundaria, cargo que aceptó por consejo de su padre y que desempeñó con singular dedicación hasta jubilarse, en 1931.

-Ningún gobierno -me dice- me consideró bastante inteligente y trabajador para darme otro cargo de más importancia.  Al presidente Alvear le pedí me nombrara en el cargo entonces vacante de Director del Archivo General de la Nación. No fui designado.

La mayoría de la gente cree que Manuel Gálvez es santafesino, porque lo era su padre, el doctor Manuel Gálvez, que fue ministro de Hacienda de la Provincia y representó a Santa Fe como diputado en el Parlamento Nacional.  El gran novelista es entrerriano, nacido en Paraná el 18 de julio de 1882.  Su madre pertenecía a una antigua familia entrerriana.  Pero él se considera santafesino.

A los tres años, sus padres se fueron a vivir a Santa Fe, donde el doctor Gálvez actuaría en la vida política. Sus estudios secundarios los hizo en esa ciudad y en Buenos Aires. En la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires  cursó los estudios superiores, recibiendo el título de doctor en 1905.  La huelga estudiantil iniciada el año anterior en la Facultad de Medicina y extendida a las demás facultades, impidió la colación del año 1904, en que terminaba sus estudios secundarios, a los 21 años de edad.  Su tesis versó sobre La trata de blancas.

No lo tentó el ejercicio de su profesión de abogado.  Quería ser, y ya era al recibirse, escritor.  Pero antes de llegar a la novela, que lo ha hecho famoso, intentó el teatro, amén de la poesía, en la que se destacó.

-Yo quería ser autor de teatro -me dice-. Y escribía comedias.  Deseaba, naturalmente, que mis obras se representaran.  No parecían querer lo mismo los empresarios.

-¿No se representó ninguna?

La incomprensión de éstos no hacía mella en su ánimo.  Escribió varias piezas.  A una de ellas debía ponerle música el recordado maestro Carlos López Buchardo, que llegó a componer parte de la partitura.

 

-Tenía menos de 20 años cuando Lorenzo Fernández Duque logró hacer estrenar en el teatro ‘Rivadavia’, frene a la plaza Lorea, ‘La Conjuración de Maza’, que él, autor de alguna experiencia, había arreglado.

Al público le gustó. (En el mismo escenario, en 1924, se representó ‘Nacha Regules’).

 

-Terminados mis estudios universitarios -dice más adelante- me comprometí con la que hoy es mi mujer.  Era en 1903.  Enseguida fui por primea vez a Europa.  El viaje estaba comprometido antes de yo comprometerme.  Y cumplí ambos compromisos. Ese viaje duró seis meses.  El otro compromiso tiene la duración de mi vida.

-Volvamos al teatro.

Eran de crítica teatral mis primeros artículos publicados en ‘Nueva Época’ de Santa FeMe estrené en ese diario como escritor el 15 de abril de 1900. Y uno de mis primeros artículos fue sobre un drama de Ibsen.

Sus primeras obras de teatro pertenecen, según Gálvez me dice, a su ‘prehistoria literaria’, que termina en 1903 con la fundación de la revista Ideas.  Ese año escribe un violento drama en dos actos, ‘La hija de Antenor’, que veinte años más tarde se convirtió en la novela Historia de Arrabal, de la que se han hecho varias ediciones y que ha sido traducida al francés, al italiano, al iddisch y al checo.  De Francis de Miomandre, novelista y escritor francés de gran prestigio, son estas palabras publicadas en ‘La Nación’:  ‘No conozco en literatura alguna, novela que sea más vigorosa, más neta, más profunda, que Historia de Arrabal, comparable a lo más patético que en el género hayan escrito Gorky y J. Rozny.

A los 21 años se inició en ‘La Nación’ de Buenos Aires, con un artículo acerca de ‘La victoria del hombre’, el primer libro de Ricardo Rojas.  En ese mismo año de 1903 había fundado, como hemos dicho, la revista Ideas, los seis tomos de cuya colección guarda con cariño.

Además de sus artículos en Nueva Época y en La Nación, se recuerdan sus colaboraciones en La Unión, a raíz de la primera guerra mundial, en que Gálvez había sido partidario de la neutralidad argentina y en revistas populares como Caras y Caretas, El Hogar y Atlántida.

A invitación del Comité Nóbel de la Academia Sueca, A.D.E.A. (Asociación de Escritores Argentinos), que ha celebrado los 50 años de escritor de Manuel Gálvez en forma decorosa, ha propuesto a nuestro ilustre compatriota para el Premio Nóbel de Literatura.

He aceptado –me dice- la candidatura al Premio Nóbel, por el país.  Creo necesario que el mundo sepa que la Argentina produce algo más que trigo y carnes.  Si me dieran el Premio Nóbel -agrega-, se harían muchas ediciones a todas las lenguas de mis novelas y de las novelas y otra clase de libros de los mejores escritores argentinos.  A mí, personalmente, a esta altura de la vida, el premio no me quita el sueño.  No creo en otra gloria que la póstuma.  En cambio, por lo que trae consigo de explicables ambiciones y vanidades, el Premio Nóbel puede perjudicar a mis anhelos de perfeccionamiento moral, que es lo único realmente importante.

 

Me emocionan las palabras del gran novelista; y quedo unos instantes contemplando en silencio un hermoso retrato suyo que preside su escritorio, rico de color y que nos muestra un Gálvez de serena mirada y de gran vida interior.

-Lo pintó mi hija Delfina Gálvez de Willians -me dice con cierto orgullo-. Es también escritora y arquitecta.

No es ésta la primera vez que se piensa en el autor de ‘Nacha Regules’ para el Premio Nóbel.  Hace veinte años, cuando escritores de dentro y fuera del país lo señalaron como acreedor al mismo, el ilustre literato francés Romain Rolland, Premio Nóbel de 1919, escribía a quienes le solicitaron propusiera ante la Academia Sueca su candidatura:

‘De todo corazón me agrego a ustedes para apoyar la candidatura de nuestro amigo muy estimado Manuel Gálvez al Premio Nóbel de Literatura’.  Y agregaba: ‘Yo deseo doblemente que la Academia Sueca ratifique esa elección, para tributar homenaje a este gran escritor y a la literatura sudamericana’.

En esa oportunidad no le fue otorgado el codiciado premio.  Acaso no se le conceda ahora.  Muchos factores suelen intervenir en su adjudicación.”

(En 1949 recibió el Premio Nobel de Literatura el escritor estadounidense William Faulkner, en 1950 el Inglés Bertrand Russell y al año siguiente Pär F. Lagerkvist de Suecia.)

 

Sigamos releyendo lo escrito por el periodista José María Samperio, tras su entrevista con el escritor Manuel Gálvez:

“En el orden local, obtuvo en 1919 el Primer Premio Municipal para obras en prosa por su ‘Nacha Regules’.  Esa novela, de la que se han impreso ya 80.000 ejemplares, y ha sido traducida al francés, al inglés (en ediciones de Inglaterra y de Estados Unidos), al alemán, al sueco, al portugués, al holandés, al búlgaro, al checo, al ruso, al idisch y al árabe, ha merecido de Stefan Zweig, tras leerla en alemán, este juicio: ‘Un libro como éste nos muestra un aspecto muy distinto del que nos dan las descripciones superficiales de los viajeros.  He sentido toda una ciudad y en esta ciudad, la miseria, la misma injusticia social de nuestras metrópolis; y he sentido la bella indignación que tiembla en cada página, con un ardor fraternal. Es una novela de un realismo punzante, sin sentimentalidad y llena de sentimiento’.  Y cierra el comentario exclamando que se siente feliz de saber que más allá del océano hay un escritor como Gálvez, ‘que honraría a cualquier nación’.

Anteriormente había obtenido el Tercer Premio Nacional por su hermoso libro El Solar de la Raza, fruto de su primer viaje a España; libro que mereció que un compatriota ilustre, dijera lo siguiente: ‘La obra de Manuel Gálvez es el esfuerzo más serio que se haya realizado hasta hoy en el país, para edificar una restauración espiritual del sentimiento nacionalista, en un sentido viviente. Fue el primero que rompió, entre nosotros, los viejos moldes, con la tendencia idealista de ‘El Solar de la Raza, tal vez su obra maestra por la densidad y la hondura que contiene’.

Después, le fue adjudicado un segundo Premio Nacional, que rechazó, en las circunstancias y en la forma que muchos recuerdan y que Gálvez me pide que olvide.  Se trataba entonces de las más importantes de sus obras de escritor: Los caminos de la muerte, Humaitá y Jornadas de Agonía (Escenas de la Guerra del Paraguay).  De estas obras ha escrito el ilustre Valery Larbaud, en un artículo sobre Manuel Gálvez, publicado en un gran periódico literario de París: ‘…el movimiento del relato nos arrastra, la suerte de los personajes secundarios, que son en número considerable, nos interesa al punto de darnos la ilusión de cosa vivida, y las grandes figuras históricas apasionan nuestra atención como lo hacen, por ejemplo, los frescos de Goya’.  Y agrega: ‘Henos aquí, pues, obligados a dar lugar, junto a los héroes escoceses de Scott, a los chuarros y azules de Víctor Hugo, a los rusos y franceses de Tolstoi, a personajes argentinos, uruguayos, brasileños y paraguayos’.  Los libros de esta Trilogía, que no alcanzaron  en 1929 el Primer Premio Nacional, y a los que se quiso otorgar un Segundo Premio que el autor rechazó, han sido traducidos al francés y al alemán.

Manuel Gálvez, que ha publicado 44 libros, de los cuales veinte son novelas y nueve biografías, de Esquiú, Irigoyen, Rosas, García Moreno, Aparicio Saravia, José Hernández, Sarmiento, Miranda y Ceferino Namuncurá (El Santito de la Toldería), obtuvo en 1932 el Premio Nacional de Literatura por su novela ‘El general Quiroga’, escenas de la época de Rosas.

Aparte de su obra escrita, Manuel Gálvez fundó una cooperativa de escritores, que editó cerca de cien libros; el P.E.N. Club de Buenos Aires, a invitación del Centro de Londres; y propuso al ministro Rothe, en 1931, la fundación de la Academia de Letras, de la que él pronto renunció por razones personales.   Pero es miembro correspondiente de la Academia Española.  De sus libros se han editado, en nuestra lengua, más de 600.000 ejemplares.

El 9 de octubre de 1938 se publicó en Buenos Aires un Decreto del Gobierno de Francia según el cual los aspirantes a ser alumnos de la Escuela Naval, debían conocer, para el examen de ingreso, veinte obras de la literatura universal.  En esa lista, junto a Racine, Balzac, Blacke, Thomas Mann, Somerset Maugham y otros nombres también famosos, figuraba Manuel Gálvez con Los Caminos de la Muerte.

-Puede usted sentirse satisfecho de que su nombre aparezca en tan ilustre compañía, -le digo.

-Esos es, quizá -me responde-, el éxito más grande de mi vida, si bien el decreto no se puso en práctica, porque en seguida empezó la guerra con Alemania.

Gálvez se ha lamentado en público de haber perdido un poco el tiempo… Él llama tiempo perdido todo el que no ha dedicado a escribir novelas; así, el dedicado a escribir, previa la tarea de documentarse, obras biográficas -por no ser obras de creación- y pese al éxito y difusión de esos libros, especialmente los de Irigoyen y Rosas, que son leídos por el pueblo, aunque, según dice su autor, le hayan cerrado algunas puertas… Su única pasión hoy es la novela.

Recuerda, en cambio, complacido, que desde la adolescencia ha sentido agudamente la justicia social, empujado por una honda piedad hacia los proletarios y hacia todos los que sufrían injusticia.

En 1910, asistió en París como delegado del gobierno argentino a una conferencia sobre el paro forzoso. A su regreso publicó un libro titulado ‘La inseguridad de la vida obrera’, que obtuvo especial repercusión, publicado primero en el Boletín del Departamento Nacional del Trabajo. Un diputado socialista, Alfredo L. Palacios y dos diputados católicos, los doctores Bas y Cafferata, se inspiraron en dicho trabajo para preparar sus proyectos de ley sobre agencias oficiales de colocaciones.

Muchos de sus libros traducen esa preocupación suya por la justicia social. Con un poco de impertinencia, le he preguntado:

-Cuando usted escribió ‘Nacha Regules’, ¿no estaba atacado del sarampión socialista?

No, precisamente -me contesta-, por ser el marxismo contrario a mis ideas católicas.  Pero frente a la injusticia social he sido siempre revolucionario y anticapitalista.

La conversación se hace extensa.  Y llegamos al comentario de la actualidad argentina.  Y me dice:

-Perón ha resuelto el problema social como lo he deseado siempre; en forma avanzada, dentro del orden, desde arriba y rápidamente, es decir, revolucionariamente.

 

Con toda razón ha escrito Enrique González Trillo, en las más enjundiosas de las críticas publicadas sobre la película ‘Nacha Regules’, que tanto éxito ha alcanzado y que él llama ‘Film de la justicia social’, que Manuel Gálvez, con ‘Nacha Regules’, publicada en 1919, ‘fue un generoso y visionario precursor del justicialismo peronista’.

Quiero saber qué hace y qué piensa hacer. Y le recuerdo que alguna vez ha dicho que su única ambición terrena es ‘vivir lo suficiente para escribir los quince libros que aun le falta escribir’.  Ya ha escrito algunos de los quince, desde el día en que dijo esas palabras.  Le pregunto si piensa seguir escribiendo:

Así esA ‘La ciudad pintada de rojo’ y a ‘La muerte en las calles’, seguirá ‘Tiempo de odio y angustia’, que continúa la serie sobre la época de RosasTengo también concluida otra novela sobre al guerra civil de 1840 a 1842, que por ahora se llama ‘Han tocado a degüello’.

 

Me dice que además tiene muy adelantado el segundo tomo de sus Memorias.  El primero fue ‘Amigos y maestros de mi Juventud’, tan elogiado por la crítica.  El segundo se titulará ‘En el mundo de los seres ficticios’, que abarca desde 1910 a 1926 y comprende su vida de novelista de la Argentina contemporánea.

Vendrán después el tercero y el cuarto de la serie -me dice.

Y me muestra originales y planes de trabajo.

Le pregunto si todavía no hay alguno entre sus libros que sea preferido.  Titubea y me dice:

Acaso ‘Miércoles Santo’.

Pero me hace notar que cree que sus obras más importantes son las Escenas de la Guerra del Paraguay.  Y así debe ser.

Me ha dicho que no cree en la gloria; que sí cree en la posteridad; y que espera quede algo de su obra.”   [7]

1984: vigencia y homenaje…

Es oportuno recordar que ese manuscrito, fue seleccionado durante el otoño de 1984 por quien escribe esta aproximación biográfica, para la impresión de los programas entregados a los asistentes al acto del “Día del Escritor” organizado por la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe y realizado en la Sala “General José de San Martín” del Museo Roda Galisteo de Rodríguez.   En mayo de 2006, lo incluyo en la información incluida en el CD “Del vivir y vibrar”

Participaron en un panel los escritores santafesinos Gastón Gori, Luis Mallarino, Carlos Morán…   Intervino el Coro de la Escuela de Enseñanza Media “Almirante Brown” dirigido por el Prof. Héctor Martín Rotger.

Su esposa Delfina Bunge, escritora…

Eva Perón dictaba clases sobre Historia del Peronismo en la “Escuela Superior Peronista” dirigida por el doctor Raúl Antonio von Mende Viroglio, más conocido como Raúl Mendé, también por el seudónimo Jorge Mar.

Han reiterado que refiriéndose al “día de la lealtad”, expresó:

“El peronismo triunfante el 17 de Octubre es una victoria del auténtico pueblo sobre la oligarquía. Y para que esa victoria no se pierda, como se perdió la Revolución francesa y la Revolución rusa, es necesario que los dirigentes del movi­miento peronista no se dejen influenciar por el espíritu oligarca.”

Luego recomendó: “Hay que aplaudir y gritar menos y actuar más.” [8]

 

No fue por casualidad que la escritora Delfina Bunge de Gálvez en aquel tiempo, manifestara algo que con el transcurso del tiempo parece una premonición:

“¿Va a estallar ahora el odio contenido?

¿Van a comenzar las hosti­lidades?

Semejante multitud debía sentirse poderosa para llevar a cabo cualquier empresa. Tiene allí, a un paso, la Catedral, pueden incendiarla. Allí está la Curia, que tantas veces fue el objeto del insulto anticlerical. Pero la multi­tud se muestra respetuosa… No dominan en esta reunión los muera ni los abajo. Estas gentes cansadas y con hambre no se quejan… Yo me refiero aquí especial y únicamente a la gran concentración de Plaza de Mayo… No había caras hostiles ni puños levantados, como los vimos hace pocos años. Y más aún, nos sorprendieron con sus gritos y estribillos: no se pedía la cabeza de nadie”…

Era tal la intolerancia, que la publicación de ese artículo mereció el castigo de su expulsión de la Asociación de Escritoras Católicas. [9]

Si eso no es censura, seleccione el lector la palabra equivalente.

2006 – Su hija Delfina Gálvez de Williams: noventa y tres años…

El martes 24 de abril de 2006, desde el diario “La Nación” de Buenos Aires, el periodista Jorge Rouillón difundió esta crónica:

Un público numeroso y atento llenó el ámbito del Club del Progreso en la presentación del libro “¿Como Dios manda? Iglesia, masonería y Estado en la Argentina. En qué creían los que hicieron el país”, de Lucía Gálvez, licenciada en historia y autora de diversos ensayos, como “Mujeres de la Conquista” y la misma historia de ese club fundado en 1852, yendo hacia el cual se suicidó en un carruaje Leandro N. Alem. Entre otros, estaban Armando Ribas, María Sáenz Quesada, José Luis de Imaz, Enrique Mayochi, Bartolomé Tiscornia, Luis Vincent de Urquiza, Víctor Massuh, Delfina Gálvez de Williams (hija del escritor Manuel Gálvez), que a los 93 años sigue escribiendo libros.

La obra presentada está dedicada a “aquellos que se tomaron en serio la tarea de construir una Nación y a los pocos que, desde un presente conflictivo y hacia un futuro incierto, intentan seguir su ejemplo”.  [10]

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Manuel Gálvez: escribió “con pasión literaria”…

En un autógrafo reproducido en la revista Argentina, en julio de 1950, en la Capital Federal argentina, el talentoso Manuel Gálvez expresó:

“Nunca he escrito por el dinero que pudiera darme un libro, ni por la gloria, ni por vanidad, ni por quedar bien con alguien. Desde joven concebí mi carrera de escritor como un destino, como una vocación impuesta por Dios. No he escrito tanto como se cree, ni apresuradamente según imaginan los que no entienden, sino con orden y disciplina, a razón de dos páginas diarias, término medio.  Pero lo he hecho con pasión literaria, con la certeza de estar cumpliendo mi destino y de estar sirviendo a la cultura del país.”

 

Impreso en el CD Del vivir y vibrar en portada informativa, con esta referencia al pie:

Argentina” Revista Mensual Año II  – Nº 18  “Año del Libertador General San Martín”

1º de julio de 1950  (Hemeroteca SEPA Argentina)  – Reproducido en:

Invitación especial “Acto de Clausura” de la Semana del Escritor – 1984.

Palabras del Sr.  Subsecretario de Cultura de la Provincia Doctor Jorge Alberto Guillén.

Panel sobre el tema: Rol social del escritor como trabajador de la Cultura”: Gastón Gori, Carlos R. Morán, Julio L. Gómez y Luis Mallarino. Coordinación Nidia O. de Fontanini.

Actuación del Coro de la Escuela Nº 331 “Alte. Brown” – Director: Héctor M. Rotger

Sa.16-06-1984 a las 19. Sala Mayor del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe.

¡Todo es historia de la Historia!…

            “Nunca muere del todo lo que ha sido bello alguna vez”.

Gastón Gori (1915 – 17 de noviembre – 2004)

Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

CD presentado el 10 de mayo de 2006 a las 19:30

en el Centro Comercial de Santa Fe – San Martín 2819

Santa Fe de la Vera Cruz – República Argentina.

 

[1] “Esmeralda tenía 34 años, era hija de José Rodríguez y de Rosa Galisteo, ambos fallecidos al momento del casamiento”…  // Luego, tío de Agustín Zapata Gollán quien a fines de la década del ’40, des-cubrió el yacimiento arqueológico de “Santa Fe, la vieja”… como él mismo empezó a nombrar a la primitiva ciudad de Santa Fe, fundada por don Juan Garay el 15 de noviembre de 1573.

[2] Difundido en “Verano 12”, Página 12/web / Martes 14 de febrero de 2005. Manuel Gálvez, entrevistado “por Pedro Alcázar Civit. / El Hogar, Nº 1103, 4 de diciembre de 1930”.

[3] Manuel Gálvez continuó diciendo: “Algunos sin embargo me han considerado como yrigoyenista, porque en Córdoba en una conferencia de mi querido amigo el doctor Ernesto Laclau, le presenté unas cuatro paginitas. La conferencia era un análisis filosófico de toda nuestra política; y en la presentación declaré que yo no actuaría jamás en ningún partido, para tener derecho a juzgar algún día con imparcialidad la política de mi país. Elogié tres o cuatro orientaciones del gobierno anterior de Yrigoyen, y esto bastó para que se me encasillara. Pero eso fue antes de las elecciones presidenciales. En el último año yo fui un entusiasta enemigo del gobierno de Yrigoyen… Un hombre aficionado a raciocinar y a juzgar está opinando constantemente sobre hombres y cosas: aprueba esto, condena lo otro.”

[4] Gálvez, Manuel. Vida de Hipólito Yrigoyen.  Buenos Aires, Editorial Torn, 1945.  Manuel Gálvez y su esposa Delfina Bunge, estuvieron entre los primeros que apoyaron el movimiento nacional impulsado por el Coronel Perón.  Ella soportó las torpes actitudes de damas, que hasta dejaron de saludarla…

[5] Entre los santafesinos, la escritora esperancia Irma Quartarone ha expresado que el escritor Gastón Gori distinguido con la “Faja de Honor” de la SADE 1981 -máximo premio de la Sociedad Argentina de Escritores-, por su libro Canto a la Ciudad – Corazón legal de la República – Los seis caminos; miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras, ha sido “uno de los escritores más fecundos de la generación de 1940, a la que pertenece” y destacó que siendo “poseedor de una vastísima cultura y una singular sensibilidad, se lo ha llamado, ‘El Belisario Roldán Santafesino’.”  Leer: Quartarone, Irma. Esperanza y su gente. Municipalidad de Esperanza, Edición de la Dirección de Cultura y Acción Social, 1981, p. 60/64.

[6] Revista Argentina.  Buenos Aires, 1º de julio de 1950, Año II, Nº 18, p. 14.

[7] Ibídem, p. 14-167 y

[8] Perón, Eva. Historia del Peronismo, p. 99-100.

[9] Luna, Félix. El 45, p. 302-303.

[10] El periodista de La Nación destacó que “el libro será presentado por segunda vez en la Feria del Libro el 5 de mayo, donde hablará de nuevo Callaey, junto con un sacerdote, el padre Ernesto Salvia”.  Estoy actualizando este texto a las 5:18 del jueves 4 de mayo de 2006.

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