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Leoncio Gianello Gutiérrez, poeta… (1934-1974) 

1983: homenaje del CEL (Círculo de Escritores del Litoral)

1993: reedición de “Remota brasa”.

1997: “Mesa de Homenajes”.

Mendigo en la mansión.

En los brazos llevo.

Inapelable condena.

Lázaro.

Si logras.

La fiera dentellada.

2004: “Copete Gianello  en el recuerdo”.

Emociones de su padre.

Leoncio Gianello Gutiérrez, poeta… (1934-1974)

 

De la memoria viene

este patio del verano abierto

que en provincia nos crece.

Recobrado sucedo,

nombrado manzano, ovillo del tiempo…

Leoncio Gianello (h)

 

Leoncio nació en 1934, era hijo del doctor Leoncio Gianello y de Encarnación Gutiérrez, fue más conocido como Copete Gianello.

A fines de la década del ’50 integró el grupo Generación, junto a Humberto Gianelloni, Hyller Shurjin, Jorge Taverna Irigoyen, Jorge Vázquez Rossi y Sara Zapata Valeije, de breve duración y aún recordado por la calidad de sus obras.

Se dedicó al periodismo y trabajó en la secretaría de la revista “Universidad”.

Su libro inédito Azúcar Quemada obtuvo un premio de Ateneo Popular de la Boca. Colaboró con un ensayo en una edición italiana sobre poesía argentina, dirigida por Horacio de la Cámara.

En 1957, la ASDE (asociación santafesina de escritores) fundada el 24 de octubre de 1955 en la capital de la provincia, le otorgó “Premio iniciación” por su libro Los poemas el claro día.

Su primer libro editado Tierra entera ha sido favorablemente comentado.

Breve tiempo antes de su fallecimiento, presentó su libro La remota brasa con poemas escritos desde 1960 hasta 1972.

1983: homenaje del CEL (Círculo de Escritores del Litoral)

Durante el invierno de 1983, desde la capital santafesina se difundió la propuesta de organización del Círculo de Escritores del Litoral y a principios de septiembre de ese año ingresaron las fichas de los primeros adherentes desde distintas provincias, entre ellas, la quinta correspondiente al doctor Leoncio Gianello.

Al mes siguiente ya se había aprobado la edición del primer libro -con venta anticipada de bonos- y la Coordinación había esbozado un plan cultural para el año siguiente. Como suele suceder, algunos obstáculos limitaron la concreción de todas las iniciativas.  [1]

 

Evocado el Último Desprendimiento de Copete Gianello, fue anunciado un Homenaje como reconocimiento a su obra poética y luego organizado el acto que debía realizarse en el Colegio de Escribanos de Santa Fe cedido por las autoridades con tal fin.

Circunstancias imprevistas determinaron que se realizara el mismo día, al atardecer, en el Jockey Club de Santa Fe cedido en aquel momento por el señor Sandaza.  [2]

 

Emocionado, llegó el doctor Leoncio Gianello.

Nos ubicamos alrededor de una enorme mesa: éramos pocas personas e inconmensurables los sentimientos.

El doctor Gianello una vez más, conmovió con sus evocaciones…

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1993: reedición de “Remota brasa”

Tras la reedición en 1993 como homenaje al joven poeta que había expresado: “la memoria del amor es más fiel / que la posibilidad de la gloria…, el periodista y escritor Néstor Fenoglio elaboró un comentario difundido el sábado 11 de diciembre de ese año, en el suplemento “Cultura y Ciencia” del  diario “El Litoral” de la capital santafesina. [3]

“Han querido esas personas recobrar ese puñado de poemas (que además mereciera el primer premio de poesía ‘José Pedroni’ de la Subsecretaría de Cultura de la provincia, de 1973), que hoy nos llegan como una ‘remota brasa’, una evidencia de que aquí hubo fuego.  Para una Santa Fe que se ha jactado intelectualmente de ser tierra de cuentistas y narradores más que de poetas, y que efectivamente -salvo contados casos- no tienen una tradición lírica arraigada, recoger una de las voces propias tiene ya valor en sí.

Y la ‘Remota brasa’ es una acabada antología de la poesía de Gianello, un poeta que Jorge Taverna Irigoyen -desde el prólogo de la obra- acertó en llamar ‘natural’, según una clasificación que utilizara mucho Juan Ramón Jiménez y que oponía a la de ‘poeta de tinta’ o ‘poetas profesores’.  La idea del poeta natural se asocia con el impulso creador mismo, con sus sentidos y la intuición más que con la razón.” /…/

“Precisamente la pureza, la actitud de mirar las cosas sin preconceptos, es una de las cualidades que más puede celebrarse de este poemario.  El poeta ‘penetra desnudo en la luz y a la tiniebla, / mendigo en la mansión de las palabras’ y esa visión asegura una transparencia y un tono límpido que atravesará toda la obra, aun en aquellos pasajes -en la parte final del libro coincide con los difíciles años del comienzo de la década del ’70- en que los poemas tienen mayor anclaje en la realidad, incluso social, que antes soslayaba.

Es que en buena parte de ‘Remota brasa’ se canta lo natural desde la pura -no inocente- aspiración del descubrimiento, desde la elevación de los objetos y momentos cotidianos, también de la naturaleza circundante, a categoría lírica.  Ese intento de celebración, ese natural esfuerzo, aparece mucho más consistente que la intención de plasmar un poema o que en la escritura misma.  De allí que los verbos de la mirada y lo visual, la adjetivación mesurada, la construcción simple, la ausencia de metáforas sean una saludable constante en este libro.

Pese a que encontramos vastas y clarísimas alusiones paisajísticas (el litoral, la laguna, las islas, el Salado, Coronda, el sirirí, el dorado, etc.) y concretas referencias históricas (los siete jefes, que conmovieron el aire ‘con la fría víbora de los puñales’), no es Gianello un poeta ‘regional’, al menos no en el sentido que habitualmente se le otorgaba a la categoría del herrumbrado marco de clasificaciones de este tipo, que algunos persisten en sostener, incluso en los planes de estudios.  Para quienes creen que un poeta santafesino deberá forzosamente cantar pajonales y bañados, la lectura de Gianello es aleccionadora: el paisaje, el ‘color local’ está donde debe estar, presente sin fanatismo, más poesía que poética y, además, con una natural ‘universalización’ (las comillas intentan denunciar la precariedad de concebir obras literarias en esos términos) en forma de reflexiones.  La bandada de aves que el cazador diezma en el poema ‘Caza menor’ pueden ser patos crestones o faisanes, el río puede ser el Salado o el Yang Tsé, pues importa más la certeza de que el ave en realidad ‘buscaba desorientada / un punto de referencia / para detener el vuelo, / aquietar el ala fatigada.’

Pero estas cuestiones no están planteadas, sino que son más bien impertinentes licencias de quienes leemos.  La verdad es que Gianello -y allí radica su pureza- está más atento a cantar lo que ve y siente que a pontificar o radicar sentencia alguna sobre ello.   Así enfrente los grandes temas (el amor, Dios, la muerte, el entorno, la familia) afirmado en una sola fuerza de una visión reposada, de una mirada amable sobre las cosas.

Casi lógicamente, pero eso también corre por cuenta de la arbitraria facultad el lector, se advierten hoy algunas influencias de la época, -inevitables por otra parte- en la obra de Gianello.

Neruda, Juan Ramón Jiménez, especialmente Huidobro, quizás Gerardo Diego, parecen ser algunas de las lecturas subyacentes que logran filtrar algún elemento, algún giro, algún perfil, -nunca esencial, la referencia tiene el relativo valor de un mero señalamiento- en la obra del santafesino.

Por último, rescatar una vez más lo que tiene de mágico e importante la recuperación de la propia palabra poética. Leoncio Gianello, escribió una despedida a un poeta que no conocemos, pero que puede ser él mismo:

Hoy es tu tuya

la habitación de esta tierra

colocada con fervorosa piedad

sobre tu cuerpo,

una voz escogida

entre el acaecer

de las voces

nos falta en este anfiteatro del mundo /…’

Sin embargo, la ‘memoria del amor’ obró para que tengamos un registro fiel de lo que fue esa apagada voz del poeta.  Hoy se nos aparece esta remota brasa para dar testimonio de que aquí, con sus calores, destellos reverberaciones e incluso con sus destinos de fría ceniza, hubo fuego.  Néstor Fenoglio”.

1997: “Mesa de Homenajes”.

En julio de 1997, en los talleres gráficos de Lux Soc. Resp. Lda. (Hipólito Irigoyen 2463 de Santa Fe de la Vera Cruz”, terminaron la impresión del libro Mesa de Homenajes editado por La ASDE (Asociación Santafesina de Escritores) fundada en octubre de 1955;  como está expresado en la solapa, “año de decisivos cambios históricos en el país” tras el movimiento cívico-militar del 16 de septiembre cuando detentó el poder la autodenominada “Revolución Liberadora”.  Han destacado que “realizó las gestiones iniciales y la redacción del proyecto de reglamento una comisión integrada por Luis Di Filippo, Gastón Gori y Rafael Virasoro, eligiéndose posteriormente como primer presidente a Emilio Alejandro Lamothe” y sabido es que registraron “sucesivas presidencias de Gastón Gori, Eduardo Raúl Storni, Marta Elena Samatán, Rafael Virasoro, Luis Di Filippo, Jorge Alberto Hernández, Leoncio Gianello, Edgardo Pesante, José Rafael López Rosas y José Luis Víttori”…

El presidente Jorge M. Taverna Irigoyen, en las palabras de apertura de ese volumen -“sumado a los anteriores, Mesa de Cuentistas y Mesa de Poetas”-, expresó que uno de los objetivos de esa edición era “rendir homenaje, memoria de reconocimiento y de júbilo por la labor que cumplieron”.  Destacó que “en la faz organizativa, se coincidió en designar un comité de selección integrado por Raquel Diez Rodríguez de Albornoz, Jorge Alberto Hernández y Arturo Lomello, para enfocar la compleja tarea y darle el corpus definitivo.

Es oportuno nombrar a los autores seleccionados: Anacarsis Acevedo (cuatro títulos); Lermo Rafael Balbi (dos); Nelly Borrón Mac Donald (tres); Segundo Ramiro Briggiler (uno); José Carmelo Busaniche (dos); José Francisco Cagnín (tres); Julio A. Caminos (dos); Leopoldo Chizzini Melo (uno); José C. Corte (cinco); Elías Díaz Molano (dos); Crisanto Galván (tres); Leoncio Gianello (uno); Leoncio Gianello -hijo–  (seis); Luis Gudiño Kramer (dos); Emilio Alejandro Lamothe (dos); Hugo Mándón (dos); Julio Migno (1); Carlos R. Molinas (cinco); Diego Oxley (dos); Edgardo A. Pesante (dos); Ana Hilda Quinodoz de Villanueva (uno); Agustín Luis Rossi (uno); Evaristo Stessen (dos); Eduardo Raúl Storni (dos); Juan Carlos Roteta (dos); Andrés A. Roverano (cinco); Marta Elena Samatán (uno); Rafael Virasoro (uno); Nilda Visentín de Robert (seis) y Agustín Zapata Gollán (uno).

Aquí, con el propósito de promover una aproximación a su obra, la reiteración de los poemas seleccionados que reflejan “un acento bíblico, con una frecuente referencia a los signos de la trascendencia de lo cotidiano.  Sus versos respiran gratitud por la Creación y también una intensa pasión por la justicia”.

Mendigo en la mansión

Padre mío, compañero mío

que me enseñaste a amar al poema

igual que a un crucifijo,

hoy elijo mi destino de papel

sin renegar de tu nombre

con el que abrí puertas,

con el que también fui rechazado.

 

Es de mi vida mentida que reniego,

de mi traición a la mansa,

palomera poesía,

exilada señora en mi recinto.

 

De mi propia oscuridad vacilo,

no de tu fulgor padre mío.

 

De ahí que con este poema

participado con la sangre y con Dios,

escrito con el alma a cuestas,

tu hermano menor,

tu hijo devotísimo,

penetra desnudo a la luz y la tiniebla,

mendigo en la mansión de la palabra.  p. 135

 

En los brazos llevo

En los brazos llevo

peso falso

que te has dado.

 

Sobre fiel de balanza

te dejo, horizontal,

verdad desnuda.

Acero y no aire

que eres.

 

Y al dar

ese peso exacto,

masa,

-tú, sin serlo-

debo apretar

ya vertical

el ala tuya,

liviana,

para que no te vueles.  p. 136

 

Inapelable condena

Si por segura justicia

inapelable condena me convierte

en un repetido anhelo insatisfecho

mala escritura has realizado Dios mío

en dejarme entrever el fulgor de tu celeste,

lejano paraíso,

pues en su sola contemplación,

en la mera posibilidad de tu existencia,

encuentro suficiente motivo de dicha.  p. 136

 

Lázaro

Que me derribe una voz

como a Saulo perseguidor,

camino a Damasco.

 

¿Naceré hombre

ayer,

hoy,

mañana?  p. 137

Si logras

Si logras permanecer en recogida vigilia de palabra,

donación realizas de tu corazón a ese mundo

donde preocupados en seleccionar sus disfraces

adoptan tus hermanos falsos gestos

y cultivadores de extraviadas devociones

se exilan de un reino de verdad y amor.  p. 137

 

La fiera dentellada

Qué feroz dentellada la de la fiera

penetrando en lo íntimo de nuestros cuerpos,

mutilándolos, dividiendo lo que era destino de ser uno.

 

Tan felices tú y yo con nuestra dicha

con el amor acunado en tu cintura

con el latido de ola, de viento

que en el atardecer mueve las banderas

de las embarcaciones en el puerto.

 

Tan niños tú y yo

creyendo haber trazado

una raya perdurable

que dividiera el mundo

para dejar fuera de las puertas, cerradas las ventanas,

la presencia de la noche sin estrellas,

los arenales turbios que levanta el viento.

 

Sin embargo la destrucción se torna necesaria

lo mismo que la purificación por el fuego,

mientras duele en el vientre de la tierra

el mundo por nacer, el doloroso parto

de la criatura inédita

que será una nueva instancia

reparadora de la patria

en los andamios de la lucha.   p. 137-138

 

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2004: “Copete Gianello  en el recuerdo”…

Leoncio Gianello (h) –nuestro Copete como suelen expresar familiares y amigos- falleció cuando tenía treinta y nueve años, el 16 de mayo de 1974.

Cercana la conmemoración del trigésimo aniversario de aquel desprendimiento, difundieron algunas señales acerca de su trayectoria.

“…Después de 30 años, este aniversario de su muerte coincide con un domingo que, como en su poema, hace que en la tarde cansada también nosotros nos quedemos sin sonrisas.

Una tarde del año 50, acompañado por su amigo Jorge, le leyó a su padre sus primeros poemas. Poco después, su amor por la mansa, palomera poesía lo acercó a otros escritores como Sara Zapata Valeije, Hyllier Schurjin, Graciela Lozano, Humberto Gianelloni, Jorge Vázquez Rossi y Jorge Taverna Irigoyen, con quienes formaría el grupo Generación, a finales de los ’50. Y siguió su camino de versos: a los libros inéditos como ‘Azúcar quemada’ (1956), ‘Los poemas del claro día’ (1957) y ‘Mitad del Camino’ (1970-1972), se sumarían ‘Tierra entera’, editado por Castellví, en 1958; ‘Amoroso Alimento’, del año 1960 y ‘La Remota Brasa’, Premio José Pedroni del año 1973, publicado por amigos y familiares en 1993.

En 1984, por iniciativa de su padre, estableció la Asde un premio edición Leoncio Gianello (h), diez años después de su muerte y al cumplirse los cincuenta de su nacimiento. En la contratapa del libro editado se leen las palabras emocionadas que recuerdan al hijo poeta: ‘Mi hijo, Copete, como cariñosamente le llamábamos familiares y amigos, sintió muy joven el llamado de su vocación de escritor, fundamentalmente de poeta. (…) No influyeron en su creación literaria, o al menos se desprendió muy pronto de ellos, los predilectos de mi biblioteca: Rubén, Lugones, Nervo, Rega Molina, Pedroni, Nalé Roxlo… y se fue por una senda nueva de poesía en busca de una identidad definidora’. [4] Esa identidad poética lo acercaba más a Miguel Hernández y a Antonio Machado, por la claridad del verso casi desnudo de adjetivos y por el impacto de la palabra elegida con minuciosidad de artesano. En sus poemas es fácil encontrar al hombre cabal y profundo que él era. Despojada de adornos pero fecunda de nuevas imágenes, su poesía todavía resuena en el corazón y facilita el reencuentro; pero Copete también retorna por los caminos que trazan las palabras de los otros. Y así vuelve, niño, en el poema “Plegaria” de su hermana Susana o sigue navegando, como Ulises, nuestros itinerarios de recuerdos en los artículos de Sara Zapata Valeije y César Actis Brú. El ‘hermano’ Jorge Taverna Irigoyen, que lo despidió en nuestro nombre ese otoño triste, trae siempre de vuelta al poeta ausente. Ninguno deja que se apague la remota brasa del canto.

Entonces y ahora, muchos años después, es como si su destino de papel siguiera cumpliéndose porque entre sus claras poesías y entre lo que otras voces han dicho de él, aparece esta carta, fechada 3/9/58 y dirigida a Juan C. Pedrazzoli en la que se intuye el poeta que Gianello (h) llegaría a ser y las ideas germinales de su obra posterior: “(…) por esa función de ‘nombrador’ de las cosas, no es posible el empleo de un lenguaje oscuro y alambicado por el que se deba entrar al mundo poético como a un laberinto (…) Mi canto se inicia en mí mismo y termina en mí mismo. ¿Podría acaso llegar al canto de los demás sin partir de este previo buscarse en identidad? (…) coincido a veces con el habla del pueblo. Yo estoy lejos de creer serlo, pero el verdadero poeta es aquel que es viento del pueblo y nada hay más valedero que el que a través nuestro canten voces humanas, en gozo o desdicha (…)”.

Toda su poesía es una profesión de fe de este credo. Con laboriosa, artesanal paciencia desanuda la madeja de palabras y en la claridad del verso va “nombrando” las cosas. Así aparece el amor por su esposa: “Puesto que el dolor y la alegría son dones tuyos / ábreme heridas en la carne, / levántame hacia el amanecer con pájaros” [5]; los gestos cotidianos de sus tres hijas: “Sobre la mesa mis hijas / dejan caracoles, (…) Convocadas por el alba / han recogido juncos en la playa. // Desde sus tempranos corazones / celebran el nacimiento del día” [6], o el recuerdo de patios santafesinos: “De la memoria viene / este patio del verano abierto / que en provincia nos crece. / Recobrado manzano, ovillo del tiempo” [7]

En ese buscarse en identidad y descubrirse irremediablemente poeta le dirá a su madre en “Tierra Entera”, el primero de sus libros: “Madre: / hablo otra lengua. (…) Hay un hombre / cara al viento / que dice: / ‘Conozco tu lengua’. / Oigo su voz / que me habla / y va abriendo las puertas./ Una paloma me nace / Una paloma me vuela”; y al padre, poeta también: “Padre mío, compañero mío / que me enseñaste a amar al poema / igual que a un crucifijo, / hoy elijo mi destino de papel”. [8] En sus poemas cantó el hombre de su tiempo e indudablemente se hizo viento del pueblo en “Carta a Pablo Neruda”, en “El Cirineo, Hiroshima, Inundación, Cansancio,…” Pero Leoncio Gianello (h) no solamente acusa y reclama, también aparecen en su obra poemas como “Amoroso Alimento, Villa Guadalupe, El Salado, Salmo…” de celebración intensa de la vida, que se acabó tan pronto para él, pero que sigue latiendo mansa y buena en sus versos.

“Temprano levantó la muerte el vuelo”, dirá Hernández en la “Elegía” dedicada a su amigo Ramón Sijé, y en el caso de Leoncio Gianello (h) también es cierto. Ese otoño del 74, como en la elegía, estaba desatenta la vida. A Copete, que se adelantó y nos espera, siempre lo recordamos porque lo tenemos en el corazón, en las palabras de los otros, pero sobre todo en sus poesías.

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Emociones de su padre…

Siento el impulso de reiterar lo expresado acerca de la trayectoria del doctor Leoncio Gianello, su padre… ¡poeta, escritor, profesor, historiador!…

 

Leoncio Gianello, inició su Último Vuelo en Santa Fe de la Vera Cruz, el 21 de junio de 1993.  Sabido es que como lo ha destacado su nieta Ana Marina: “sigue viviendo en sus libros, en su poesía”, en nuestros corazones…

No ha sido por casualidad que en las páginas del diario “El Litoral” de Santa Fe de la Vera Cruz -que él tanto valoraba y donde publicaban sus relatos históricos en determinadas efemérides-, publicaran una evocación de una ex-alumna de la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva”, titulada: Leoncio Gianello, profesor ejemplar…  [9]

Por algo, necesitó escribir:

“…Y si no he nacido aquí, aquí espero dormir el último sueño, junto a la que fue compañera de mi vida y a mi hijo poeta.”

(Aunque no demostraba sus pesares, era evidente que la ausencia definitiva de su joven hijo, Copete fue una de las claves de inevitables silencios…)

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Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

[1] EL CEL. Durante varios años había logrado una cordial relación con escritores de distintas provincias y a principios de 1983 propuse la creación del Círculo de Escritores del Litoral, enviando un esbozo en torno a propósitos y proyectos que generosamente fue aceptado por autores argentinos, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego y desde la mesopotamia hasta la precordillera de los Andes. Había en la ciudad otras asociaciones constituidas con fines de difusión literaria y de promoción de ediciones (entre ellas ASDE  y SADE) y algunos integrantes de ambas, entre ellos Gastón Gori (doctor Pedro Raúl Marangoni) y el doctor Leoncio Gianello, firmaron las fichas como primeros Adherentes –Ad. 4 y 5 respectivamente-, fundadores del mencionado Círculo de Escritores del Litoral, nombrado así porque desde ese espacio se impulsarían sucesivos programas, incluso a distancia.  Ya con el registro de “diecinueve adherentes de distintas provincias”, convoqué a un encuentro a mediados de septiembre y se realizó en la sala del sector suroeste de la planta baja del Teatro Municipal “1º  de Mayo”.  Las siguientes en la Biblioteca “Dr. Amadeo Ramírez” (sede en la Escuela Nacional de Comercio “Domingo G. Silva de Santa Fe”), mediante autorización de la entonces directora Dra. Mercedes Anatilde Bértoli de Visentini con anuencia de la Comisión de Biblioteca. # Actas: A los fines de documentar la participación de los Adherentes en sucesivas reuniones, en el primer folio de un libro de actas, la Coordinadora trascribió como Acta Nº 1, lo expresado en el Encuentro del 14 de septiembre de 1983 en la sala del suroeste de la planta baja del Teatro Municipal.  Considerando que leerán estas páginas personas interesadas por conocer los esfuerzos de diferentes grupos para difundir obras literarias, agrego esta información.  En la página 8 del libro de actas, dejé constancia: “Los miembros fundadores del CEL:  Luis Rodolfo Mallarino” (el primero que apoyó la iniciativa, conocido en 1981, durante la presentación de su primer poemario El viento me ata), “Nidia A. G. Orbea de Fontanini, Jorge Piñero Marqués (abogado, auto-editor…-, Gastón Gori, Leoncio Gianello, Nelly Borroni Mac Donald” -amiga del alma y quien colaboró en la coordinación literaria para la presentación de “Poemas para Tioco” en la Sala Marechal, cuando habló el generoso Gastón Gori, conocido personalmente días antes, después que leyó ese libro entregado por Armando Pavletich y propuso ser quien lo presentara.  / De acuerdo al orden de recepción de las fichas con datos personales y antecedentes literarios, hasta el 10 de septiembre habían ingresado diecinueve Adherentes desde distintas provincias (Buenos Aires, Entre Ríos, Neuquen…) y aún no se habían recibido las pertinentes  Jorge Walter Posse (el 09-09-83 había dedicado y enviado libros para el CEL aún en organización), Carmen Hebe Tanco de Jujuy; Anahí Lazzaroni de Tierra del Fuego, entre otros.   Asistieron al encuentro en el Teatro, Carlos Antognazzi (Ad. 21), Pascual Reynoso (Ad. 22), entre otros. Ambos desde ese momento, personalmente insistieron ante la Coordinación para la edición de Historias de hombres solos y podría imaginarse que “como por arte de magia”, al mes siguiente, en el acta Nº 2 del 18 de octubre de 1983 –día memorable- consta: “Aprobar la idea de editar el libro ‘Historia de hombres solos’ de Carlos Antognazzi y Pascual Reynoso, para ese fin se integra  una subcomisión formada por los autores y la Coordinadora.  El libro completo: dieciséis cuentos (salvo disminución fundada en razones de costo)”…  “3) Se dispone el envío de 30 notas ofreciendo a comercios diez libros a $ 300. 4) Se distribuyen los principios que dieron origen al CEL y los bonos entre los asistentes a la Reunión” y elegidos quienes firmarán las actas; así lo hicieron junto a la Coordinadora, Edith Caliani de Villordo (Ad.25), Carlos Antognazzi (Ad.20), Roxana Prósperi (Ad.12). / Acta Nº 5 (ausente Coordinadora), consta el cierre de la “rendición de cuentas de los bonos de suscripción por el libro ‘Historia de hombres solos’. Fdo. Prósperi, Caliani de Villordo, Piñeiro Marqués, Antognazzi”. Última acta de reunión de Adherentes fundadores del CEL en Santa Fe (que al decir del escritor Luis Di Filippo en una nota posterior, parecía ser un “fantasma”… Percepción razonable si se tiene en cuenta que mediante oportuna coordinación,  se concretaban obras por decisiones compartidas,  en distintas localidades.)  En ausencia de la joven escritora Roxana Prósperi -ex alumna-, continuó Carlos Antognazzi con los registros en el libro de actas que tuvo en su poder hasta mediados de diciembre. Termina el registro de adherentes en el libro, hasta fines de septiembre de 1983, con Alba Yobe de Ábalo (Ad.36) y el siguiente, último registrado Oscar Agú (Ad.37) con aclaración al pie del folio: adhirió en oportunidad de la organización del homenaje a Gastón Gori (por su incorporación como Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras).  El libro de “Historia de hombres solos” de Antognazzi-Reynoso fue entregado por los autores con presencia de la coordinadora que había constituido una garantía efectiva para esa edición, que día después por decisión de tales autores terminó siendo casi una “edición de autores” y fue presentado en Santo Tomé en acto organizado sin participación de la Coordinación del CEL.  Un grupo avanzó con algunas iniciativas y en 1984 participaron en el Plan Cultural de la Subsecretaría de Cultura co-operando con la Coordinación de áreas de Educación y Cultura y al año siguiente, donaron papel para la edición de Desde Santa Fe… para los niños con apoyo de la Subsecretaría de cultura -gestiones del Dr. Jorge Alberto Guillén y tras su fallecimiento en su despacho, el 02-09-1985, por el subsecretario Néstor Norberto Zapata-, distribuido en escuelas conforme lo aprobado en el Plan Cultural 1987 del Ministerio de Educación y Cultura -ministro Dr. Juan Carlos Gómez Barinaga-, conjuntamente con la Regional de la CGT conducida por Agustín Sarla, del Sindicato de Artes Gráficas de Santa Fe. Luego aquel grupo integró un Panel en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, comentando los resultados del programa Encuentros con escritores en las escuelas, con presencia del entonces Senador Ricardo Kaufmann, escritor (autor de La muerte del Conde).  Un casete grabado es testimonio fidedigno de lo expresado oralmente en esas circunstancias por varios asistentes, entre ellos Carlos Antognazzi -preguntas sobre criterio de selección de panelistas…- y Jack Benoliel, periodista y escritor rosarino. Lo logrado, fue consecuencia del trabajo solidario.

[2] Por omisión, las puertas del Colegio de Escribanos estaban cerradas y no había personal que pudiera habilitar la sede para el acto. Conocía al señor Sandaza porque trabajé en la ENET Nº 6 que dirigía la señora Ana Lía Videla de Sandaza  – Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 6 “Isabel Couraul” desaparecida por fusión con la ENET Nº 5 “Esteban Echeverría” de Santa Fe (en funcionamiento desde el 05-08-1952) durante la conducción de José Aníbal Scaglia en la INRELI -Inspección Regional Litoral- entonces en Avellaneda 3381, actual sede de autoridades de la Región IV del Ministerio de Educación de Santa Fe.

[3] Gianello, Leoncio (h). La remota brasa.  Santa Fe de la Vera Cruz, ServiGraf, 1993. Grabados de Mele Bruniard. Prólogo J. M. Taverna Irigoyen.

[4] “Tres Poetas Jóvenes. María del Pilar García Facino, María Eleonora Larumbe, Carlos Felipe Italiano”. Colmegna, Santa Fe, 1984.

[5] “Por ti, mi corazón busca la luz”.

[6] “De sus manos niñas” en “Dos poemas de Leoncio Tomás Gianello- Homenaje de sus amigos”.

[7] Amoroso alimento.

[8] “Mendigo en la mansión”, en “La Remota Brasa”.

[9] Con mi amado amante, Eduardo Rodolfo Fontanini Doval (contador público nacional y también ex alumno), lo recordábamos con aquellas señales que iba dejando como orador que era, mientras pronunciaba discursos durante actos conmemorativos o cuando con su lenguaje claro se expresaba en las clases o durante cualquier breve encuentro.

 

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