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Abril de 2005 – Testamento del Papa Juan Pablo II

Memoria necesaria: nacimiento, vocación y misión…

01-11-1996: Cincuentenario de su Ordenación Sacerdotal…

Experiencia de guerra.

El sacrificio de los sacerdotes polacos.

La bondad experimentada entre las asperezas de la guerra.

IV – ¡Sacerdote!

Recuerdo de un hermano en la vocación sacerdotal

Acerca de la “trayectoria mariana”…

Ecos de su prédica…

1º de Enero: Día Mundial de la Paz.

2004: Mensaje de S.S. Juan Pablo II desde el Vaticano…

01-01-2005     Jornada Mundial de la Paz: último mensaje…

El mal, el bien y el amor

La ‘ gramática’ de la ley moral universal

El bien de la paz y el bien común.

El bien de la paz y el uso de los bienes de la tierra.

Universalidad del mal y esperanza cristiana.

Veintidós años de Pontificado: hechos y cifras…

 

El Papa Juan Pablo II después de varios días de continua declinación, entró en la inmortalidad el 2 de abril de 2005.

Días después, el jueves 7, distintos medios de comunicación difundieron el texto del Testamento del Papa Juan Pablo II.

Desde el diario La Nación de Buenos Aires, reiteraron en forma completa el texto difundido en el Vaticano:

“En el nombre de la Santísima Trinidad. Amén.

 

‘Velad porque no sabéis en qué día vendrá el Señor’ (cf. Mt 24, 42). Estas palabras me recuerdan la última llamada, que vendrá en el momento en que el Señor así lo quiera. Deseo seguirlo y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrenal me prepare para ese momento. No sé cuándo llegará, pero como todo, también deposito ese momento en las manos de la Madre de mi Maestro: Totus Tuus. En sus manos maternas lo dejo todo y a todos aquellos con quienes me ha relacionado mi vida y mi vocación. En esas manos dejo sobre todo a la Iglesia y también a mi nación y a toda la humanidad. A todos doy las gracias. A todos pido perdón. Pido también oraciones para que la misericordia de Dios se muestre más grande que mi debilidad y mi indignidad.

Durante los ejercicios espirituales he releído el testamento del Santo Padre Pablo VI. Esa lectura me ha llevado a escribir el presente testamento.

No dejo tras de mí propiedad alguna de la que sea necesario disponer. En cuanto a las cosas de uso cotidiano que me servían, pido que se distribuyan como se considere oportuno. Mis apuntes personales deben ser quemados. Pido que se encargue de todo esto don Estanislao, a quien doy las gracias por la colaboración y la ayuda tan prolongadas en estos años y tan completas. Todos los demás agradecimientos, en cambio, los dejo en mi corazón ante Dios mismo, porque es difícil expresarlos.

Por lo que se refiere al funeral, repito las mismas disposiciones que dio el Santo Padre Pablo VI [sepultura en la tierra, no en un sarcófago, 13.3.92]

‘Apud Dominum misericordia et copiosa apud Eum redemptio [en el Señor misericordia y en Él redención en abundancia]’

Juan Pablo II

Roma, 6.III.1979

Después de mi muerte pido la Santa Misa y oraciones.

5.III.1990

* * *

HOJA SIN FECHA

Expreso mi más profunda confianza en que, a pesar de toda mi debilidad, el Señor me concederá toda la gracia necesaria para afrontar, según Su voluntad, cualquier tarea, prueba o sufrimiento que quiera pedir a Su siervo en el curso de mi vida. También tengo confianza en que no permitirá jamás que, mediante alguna actitud mía: palabras, obras u omisiones, traicione mis obligaciones en esta Santa Sede de San Pedro.

 

* * *

24.II-1.III.1980

También durante estos ejercicios espirituales he reflexionado sobre la verdad del sacerdocio de Cristo desde la perspectiva de aquel tránsito que para cada uno de nosotros es el momento de la propia muerte. La despedida de este mundo -para nacer en otro, el mundo futuro, signo elocuente (decisivo)- es para nosotros la Resurrección de Cristo.

He leído la copia de mi testamento del último año, realizada también durante los ejercicios espirituales -la he comparado con el testamento de mi gran predecesor y padre Pablo VI, con ese testimonio sublime sobre la muerte de un cristiano y de un papa- y he renovado en mí la conciencia de las cuestiones a las que se refiere el registro del 6.III.1979 que yo había preparado (de forma bastante provisional).

Hoy quiero añadirle sólo esto, que cada uno debe tener presente la perspectiva de la muerte. Y debe estar preparado para presentarse frente al Señor y al Juez y al mismo tiempo frente al Redentor y al Padre. Así, yo también lo tengo continuamente presente, confiando ese momento decisivo a la Madre de Cristo y de la Iglesia, a la Madre de mi esperanza.

Los tiempos en los que vivimos son indescriptiblemente difíciles y turbulentos. También el camino de la Iglesia se ha vuelto difícil y tenso, prueba característica de estos tiempos, tanto para los fieles como para los pastores. En algunos países (como por ejemplo en aquel sobre el cual he leído en los ejercicios espirituales), la Iglesia se encuentra en un período de persecución tal, que no es inferior a la de los primeros siglos, es más, incluso la supera por el grado de crueldad y de odio. ‘Sanguis martyrum semen christianorum [la sangre de los mártires, semilla de los cristianos]’. Y además de esto, tantas personas inocentes desaparecen también en este país en el que vivimos…

Deseo una vez más confiarme totalmente a la gracia del Señor. El mismo decidirá cuándo y cómo tengo que terminar mi vida terrenal y mi ministerio pastoral. En la vida y en la muerte Totus Tuus mediante la Inmaculada. Aceptando ya desde ahora esta muerte, espero que Cristo me conceda la gracia para el último pasaje, es decir mi Pascua. También espero que la haga útil para esta causa tan importante a la que intento servir: la salvación de la humanidad, la salvaguardia de la familia humana, y, con ella, la de todas las naciones y todos los pueblos (entre ellos también me dirijo de forma particular a mi patria terrena), útil para las personas que de modo particular me ha confiado, para las cuestiones de la Iglesia, para la gloria de Dios.

No quiero añadir nada a lo que escribí hace un año, solamente manifestar esta prontitud y al mismo tiempo esta confianza a las que de nuevo me han dispuesto los ejercicios espirituales.

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TOTUS TUUS EGO SUM

5.III.1982

En el curso de los ejercicios espirituales de este año he leído (varias veces) el texto del testamento del 6.III.1979. A pesar de que todavía lo considero provisional (no definitivo) lo dejo en su forma original. No cambio (por ahora) nada, y tampoco agrego, en lo que se refiere a las disposiciones contenidas en él.

El atentado a mi vida el 13.V.1981 confirmó, de alguna forma, la exactitud de las palabras escritas en el período de los ejercicios espirituales de 1980 ( 24.II- 1.III).

Cuánto más profundamente siento que me encuentro totalmente en las manos de Dios y permanezco continuamente a disposición de mi Señor, confiándome a Él en su Madre Inmaculada (Totus Tuus).

* * *

5.III.82

En relación con la última frase de mi testamento del 6.III.79 (‘sobre el lugar [es decir, el lugar del funeral] decida el Colegio Cardenalicio y los compatriotas’) -aclaro que pienso en: el metropolitano de Cracovia o el Consejo General del Episcopado de Polonia- pido al Colegio Cardenalicio que satisfaga, en la medida de lo posible, las eventuales cuestiones arriba enumeradas.

* * *

1.III.1985
(en el curso de los ejercicios espirituales).

De nuevo -por cuanto respecta a la expresión ‘Colegio Cardenalicio y los compatriotas’- el Colegio Cardenalicio no tiene ninguna obligación de interpelar sobre este argumento a los compatriotas: sin embargo, puede hacerlo, si por alguna razón lo considerase justo.

* * *

12-18.III.2000

Los ejercicios espirituales del Año Jubilar 2000 (para el testamento)

  1. Cuando el día 16 de octubre de 1978 el cónclave de los cardenales eligió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszynski, me dijo: ‘La tarea del nuevo Papa será introducir a la Iglesia en el Tercer Milenio’. No sé si repito exactamente la frase, pero al menos éste era el sentido de lo que sentí entonces. Lo dijo el hombre que ha pasado a la historia como primado del milenio. Un gran primado. He sido testigo de su misión, de su entrega total. De sus luchas: de su victoria. ‘La victoria, cuando llegue, será una victoria a través de María.’ Estas palabras de su predecesor, el cardenal August Hlond, las solía repetir el primado del milenio.

De este modo, me he preparado para la tarea que el día 16 de octubre de 1978 se presentó ante mí. En el momento en que escribo estas palabras, el Año Jubilar 2000 ya es una realidad. La noche del 24 de diciembre de 1999 se abrió la simbólica Puerta del Gran Jubileo en la basílica de San Pedro, después la de San Juan de Letrán, la de Santa María la Mayor -el primer día del año- y el día 19 de enero la puerta de la basílica de San Pablo Extramuros. Este último acto, dado su carácter ecuménico, ha quedado grabado en mi memoria de modo muy particular.

  1. A medida que avanza el Año Jubilar 2000, un día tras otro, se cierra detrás de nosotros el siglo XX y se abre el siglo XXI. Según los designios de la Providencia se me ha concedido vivir en el difícil siglo que se está acabando, que empieza a pertenecer al pasado y ahora, en el año en que la edad de mi vida alcanza los 80 años (octogesima adveniens), es necesario preguntarse si no es tiempo de repetir con el bíblico Simeón: ‘Nunc dimittis [ahora dimites]’.

El día 13 de mayo de 1981, el día del atentado al Papa durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, la Divina Providencia me salvó milagrosamente de la muerte. Aquel que es único Señor de la vida y de la muerte, Él mismo me ha prolongado esta vida, en un cierto modo me la ha vuelto a dar. Desde aquel momento mi vida pertenece aún más a Él. Espero que Él me ayude a reconocer hasta cuándo debo continuar este servicio, al que me llamó el día 16 de octubre de 1978. Le pido que me llame cuando quiera. ‘Pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor’ (cf. Rm 14, 8). Espero también que, hasta que me sea dado cumplir el servicio de Pedro en la Iglesia, la Misericordia de Dios me preste las fuerzas necesarias para ello.

  1. Como todos los años, durante los ejercicios espirituales he leído mi testamento del 6.III.1979. Sigo manteniendo las disposiciones contenidas en él. Lo que entonces y durante los sucesivos ejercicios espirituales se ha añadido es un reflejo de la difícil y tensa situación general, que ha marcado los años ochenta. Desde el otoño del año 1989 esta situación ha cambiado. El último decenio del siglo pasado ha estado libre de las tensiones anteriores; esto no significa que no hayan surgido nuevos problemas y dificultades. De modo particular, sea alabada la Divina Providencia porque el período de la llamada ‘Guerra Fría’ terminó sin el violento conflicto nuclear, cuyo peligro pesaba sobre el mundo en el período precedente.
  2. Al encontrarme en el umbral del tercer milenio ‘in medio Ecclesiae [en medio de la Iglesia]’, deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran regalo del Concilio Vaticano II, del que junto a la Iglesia entera -y todo el episcopado- me siento deudor. Estoy convencido de que las nuevas generaciones podrán servirse todavía durante mucho tiempo de las riquezas dejadas por este Concilio del siglo XX. Como obispo que ha participado en el evento conciliar desde el primero hasta el último día, deseo confiar este gran patrimonio a todos aquellos que son y serán llamados a ponerlo en práctica en el futuro. Por mi parte, doy las gracias al Pastor eterno que me ha permitido servir a esta grandísima causa en el curso de todos los años de mi pontificado.

‘In medio Ecclesiae’… desde los primeros años de servicio episcopal -precisamente gracias al Concilio- he podido experimentar la comunión fraterna del episcopado. Como sacerdote de la Arquidiócesis de Cracovia ya había experimentado lo que era la fraterna comunión del presbiterio; el Concilio abrió una nueva dimensión de esta experiencia.

  1. ¡Cuántas personas tendría que nombrar aquí! Probablemente el Señor Dios habrá llamado a Su presencia a la mayoría de ellas. En cuanto a los que todavía se encuentran en esta parte, las palabras de este testamento los recuerdan, a todos y en todas partes, allí donde se encuentren.

En el curso de los más de veinte años que he prestado el servicio de Pedro ‘in medio Ecclesiae’ he experimentado la benévola y muy fecunda colaboración de tantos cardenales, arzobispos y obispos, de tantos sacerdotes y personas consagradas -hermanos y hermanas-, en fin, de tantísimas personas laicas, en el ambiente curial, en el Vicariato de la Diócesis de Roma, y también fuera de estos ambientes.

¡Cómo no abrazar con grata memoria a todos los episcopados del mundo, con los cuales me he encontrado a lo largo de las visitas ‘ad limina apostolorum [a los umbrales de los apóstoles]’! ¡Cómo no recordar también a tantos hermanos cristianos no católicos! ¡Y al rabino de Roma y a tantos numerosos representantes de las religiones no cristianas! ¡Y cuántos representantes del mundo de la cultura, de la ciencia, de la política, de los medios de comunicación social!

  1. A medida que se avecina el límite de mi vida terrenal vuelvo con la memoria al principio, a mis padres, al hermano y la hermana (que no conocí porque murió antes de mi nacimiento), a la parroquia de Wadowice donde fui bautizado, a esa ciudad que amo, a mis coetáneos, compañeras y compañeros de la escuela primaria, del bachillerato, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación, cuando trabajé como obrero y después a la parroquia de Niegowic, a la cracoviana de San Floriano, a la pastoral de los universitarios, al ambiente… a todos los ambientes… a Cracovia y a Roma… a las personas que de forma especial el Señor me ha confiado.

A todos quiero decir una sola cosa: ‘Que Dios os recompense’.

‘In manus Tuas, Domine, commendo spiritum meum [en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu]’

A.D.
17.III.2000.

 

Su Santidad Juan Pablo II, así necesitó expresar algunas conclusiones mientras cumplía su misión apostólica.

Su legado: ¡ sus obras!…

 

Memoria necesaria: nacimiento, vocación y misión…

Karol Józef Wojtyla nació el 18 de mayo de 1920 en Wadowice -región sur de Polonia, a cincuenta kilómetros de Cracovia.- en el seno de la familia integrada por su padre Karol Wojtyla, militar del ejército austro-húngaro; su madre, Emilia Kaczorowska, de origen lituano y Edmund, su hermano adolescente.  Fue bautizado días después en la Iglesia de Santa María de Wadowice. Tenía nueve años cuando su madre Emilia, “joven sileciana” falleció durante el parto comprobándose que la niña también había muerto. Ese año recibió la Primera Comunión. En 1932 soportó la ausencia definitiva de su hermano mayor, médico.  En 1938 recibió la Confirmación y  tres años después, falleció su padre (suboficial del ejército).

Desde su juventud reveló sus aptitudes para las expresiones artísticas destacándose en Teatro y Literatura. Cursó estudios de nivel medio en la escuela Marcin Wadowita en su tierra natal  y en 1938 ingresó en la Universidad Jagellónica de Cracovia y estudió arte escénico en una escuela de Teatro. Pensó en estudiar Filología y Lingüística polaca hasta que sintió el impulso de ingresar en el Seminario. Fue un entusiasta deportista.

Tenía diecinueve años cuando comenzó la segunda guerra mundial y los nazis ocuparon ese territorio cerraron la Universidad.  Karol tuvo que trabajar en una cantera y luego en la fábrica química “Solvay” para evitar ser deportado.

 

A partir de 1942, al sentir la vocación al sacerdocio, siguió las clases de formación del seminario clandestino de Cracovia, dirigido por el Arzobispo de Cracovia, Cardenal. Al mismo tiempo, fue uno de los promotores del «Teatro Rapsódico», también clandestino.

 

 

 

Las circunstancias obligaban a realizar diversas actividades en clandestinidad. Con algunos compañeros pusieron en marcha una universidad clandestina y en 1942 cuando seguían imponiéndose las fuerzas armadas alemanas y se incrementaban las persecuciones, ingresó en el seminario clandestino de Cracovia dirigido por el Arzobispo, Cardenal Adam Stefan Sapieha.  Terminada la guerra tras el bombardeo con  bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki (5 y 9 de agosto de 1945) ingresó en el Departaento Teológico de la Universidad Jaguelloniana.

A los veintiséis años, el 1º de noviembre de 1946 recibió el Sacramento del Orden Sagrado en el Seminario Mayor de Cracovia.  En la Cripta de San Leonardo en la Catedral de Wavel celebró su primera Misa.

 

Luego el Cardenal Sapieha lo envió a Roma para que siguiera estudiando orientado por el dominico francés Garrigou-Lagrange.  En la Universidad Pontificia de Roma Angelicum terminó el Doctorado en Teología en 1948 y presentó una tesis referida a La Fe en las obras de San Juan de la Cruz.  En ese tiempo, desarrolló su misión pastoral entre emigrantes polacos residentes en Bélgica, Francia y Holanda.  Ese año regresó a Polonia, y fue vicario en diversas parroquias de Cracovia y capellán de los universitarios hasta 1951, cuando reanudó sus estudios filosóficos y teológicos.

En 1953 presentó en la Universidad Católica de Lublin una tesis titulada «Valoración de la posibilidad de fundar una ética católica sobre la base del sistema ético de Max Scheler» y ese año comenzó su labor docente.  Fue profesor de Teología Moral y Etica Social en el Seminario Mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublin.

El Papa Pío XII lo nombró Obispo Auxiliar de Cracovia (04-07-1958).  En la Catedral de Wawel (Cracovia), el 28 de septiembre de ese año recibió la Ordenación episcopal por intermedio de del Arzobispo de Cracovia Monseñor Eugeniusz Baziak siendo el más joven miembro del Episcopado de Polonia. Participó activamente en el Concilio Vaticano II integrando las comisiones encargadas de elaborar la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium y la Constitución Pastoral Gaudium et Spes.  En ese tiempo se dedicó preferentemente a la prédica entre los jóvenes.

Tras el fallecimiento de Mons. Baziak el 13 de enero de 1964,  el joven Obispo auxiliar asumió como Arzobispo de Cracovia y dos años después, el pontífice Pablo VI la jerarquizó como Arquidiócesis.

Participó en el Concilio Vaticano II (1962-65) y colaboró en la redacción de la constitución Gaudium et spes.  Intervino en todas las asambleas del Sínodo de los Obispos. Continuó con su misión pastoral, impulsó las vocaciones sacerdotales y logró que se construyeran más templos aunque debió soportar las continuas presiones de las autoridades comunistas.

Cumplía sus misiones como Arzobispo de Cracovia cuando Pablo VI, el 26 de junio de 1967 decidió incorporarlo como Cardenal.

Karol Wojtyla siguió trabajando intensamente con los jóvenes y siete años después, celebró la Ordenación de cuarenta y tres nuevos presbíteros.  Tras el fallecimiento de Pablo VI en 1978, el Cónclave de Cardenales eligió al sonriente y sereno Cardenal Albino Luciani -Patriarca de Venecia, de 65 años- quien adoptó el nombre de Juan Pablo I. Treinta y tres días después de la elección comprobaron que había fallecido.  Convocado otro Cónclave, después de cuatro siglos de tradición en la elección de un romano, el 16 de octubre de 1978 fue electo Karol Wojtyla, polaco. El 22 de octubre de 1978 se realizó la ceremonia de investidura y el Pontífice evidentemente en homenaje a su predecesor, asumió su misión con el nombre de Juan Pablo II.

01-11-1996: Cincuentenario de su Ordenación Sacerdotal…

Al celebrar el quincuagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal, el Papa Juan Pablo II difundió un mensaje que orienta a la humanidad en momentos en que sucesivas guerras siguen provocando heridas que no alcanzan a cicatrizar…

Así, en la confluencia de Don y Misterio se advierten señales insoslayables para elaborar significativas claves.

Experiencia de guerra

La maduración definitiva de mi vocación sacerdotal, como he dicho, tuvo lugar en el período de la segunda guerra mundial, durante la ocupación nazi. ¿Fue una simple coincidencia temporal? o ¿había un nexo más profundo entre lo que maduraba dentro de mí y el contexto histórico? Es difícil responder a tal pregunta. Es cierto que en los planes de Dios nada es casual. Lo que puedo afirmar es que la tragedia de la guerra dio un tinte particular al proceso de maduración de mi opción de vida. Me ayudó a percibir desde una nueva perspectiva el valor y la importancia de la vocación. Ante la difusión del mal y las atrocidades de la guerra era cada vez más claro para mí el sentido del sacerdocio y de su misión en el mundo.

El estallido de la guerra me alejó de los estudios y del ambiente universitario. En aquel período perdí a mí padre, la última persona que me quedaba de los familiares más íntimos. También esto suponía, objetivamente, un proceso de alejamiento de mis proyectos precedentes; en cierto modo era como desarraigarse del suelo en el cual hasta ese momento había crecido mi humanidad.

Pero no se trataba de un proceso únicamente negativo. En efecto, en mi conciencia contemporáneamente se manifestaba cada vez más una luz: el Señor quiere que yo sea sacerdote. Un día lo percibí con mucha claridad: era como una iluminación interior que traía consigo la alegría y la seguridad de una nueva vocación. Y esta conciencia me llenó de gran paz interior.

Esto ocurría durante los terribles acontecimientos que iban desarrollándose a mi alrededor en Cracovia, en Polonia, en Europa y en el mundo. Compartí directamente sólo una pequeña parte de cuanto mis compatriotas experimentaron desde 1939. Pienso, de modo particular, en mis coetáneos del instituto de Wadowice, amigos míos muy queridos, entre los cuales había varios judíos. Algunos eligieron el servicio militar en el año 1938. Parece que el primero que murió en la guerra fue el más joven de la clase. Después conocí sólo a grandes rasgos la suerte de otros caídos en varios frentes, o muertos en campos de concentración, o enviados a combatir en Tobruk y en Montecassino, o deportados a los territorios de la Unión Soviética: a Rusia y Kazakistán. Supe estas noticias primero de forma gradual, y después de manera más completa en Wadowice, en el año 1948, con ocasión de la reunión de mis compañeros en el décimo aniversario del examen final.

Se me ahorró mucho del grande y horrendo theatrum de la segunda guerra mundial. Cada día hubiera podido ser detenido en casa, en la cantera o en la fábrica para ser llevado a un campo de concentración. A veces me preguntaba: si tantos coetáneos pierden la vida, ¿por que yo no? Hoy sé que no fue una casualidad. En el contexto del gran mal de la guerra, en mi vida personal todo llevaba hacia el bien que era la vocación. No puedo olvidar el bien recibido en aquel difícil período de las personas que el Señor ponía en mi camino, tanto de mi familia como conocidos y compañeros.

El sacrificio de los sacerdotes polacos

Surge aquí otra singular e importante dimensión de mi vocación. Los años de la ocupación alemana en Occidente y de la soviética en Oriente supusieron un enorme número de detenciones y deportaciones de sacerdotes polacos hacia los campos de concentración. Sólo en Dachau fueron internados casi tres mil. Hubo otros campos, como por ejemplo el de Auschwitz, donde ofreció la vida por Cristo el primer sacerdote canonizado después de la guerra, San Maximiliano María Kolbe, el franciscano de Niepokalanów. Entre los prisioneros de Dachau se encontraba el Obispo de Wloclawek, Mons. Michal Kozal, que he tenido la dicha de beatificar en Varsovia en 1987. Después de la guerra algunos de entre los sacerdotes ex prisioneros de los campos de concentración fueron elevados a la dignidad episcopal. Actualmente viven aún los Arzobispos Kazimierz Majdanski y Adam Kozlowiecki y el Obispo Ignacy Jez, los tres últimos Prelados testigos de lo que fueron los campos de exterminio. Ellos saben bien lo que aquella experiencia significó en la vida de tantos sacerdotes. Para completar el cuadro, es preciso añadir también a los sacerdotes alemanes de aquella misma época que experimentaron la misma suerte en los lager. He tenido el honor de beatificar a algunos de ellos: primero al P. Rupert Mayer de Munich, y después, durante el reciente viaje apostólico a Alemania, a Mons. Bernhard Lichtenberg, párroco de la Catedral de Berlín, y al P. Karl Leisner de la diócesis de Munster. Este último, ordenado sacerdote en el campo de concentración en 1944, después de su ordenación pudo celebrar sólo una Santa Misa.

Merece un recuerdo especial el martirologio de los sacerdotes en los lager de Siberia y en otros lugares del territorio de la Unión Soviética. Entre los muchos que allí fueron recluidos quisiera recordar la figura del P. Tadeusz Fedorowicz, muy conocido en Polonia, al cual personalmente debo mucho como director espiritual. El P. Fedorowicz, joven sacerdote de la archidiócesis de Leopoli, se había presentado espontáneamente a su arzobispo para pedirle el poder acompañar a un grupo de polacos deportados al Este. El Arzobispo Twardowski le concedió el permiso y pudo desarrollar su misión entre los connacionales dispersos en los territorios de la Unión Soviética y sobre todo en Kazakistán. Recientemente ha descrito en un interesante libro estos trágicos hechos.

Lo que he dicho a propósito de los campos de concentración no constituye sino una parte, dramática, de esta especie de “Apocalipsis” de nuestro siglo. Lo he hecho para subrayar cómo mi sacerdocio, ya desde su nacimiento, ha estado inscrito en el gran sacrificio de tantos hombres y mujeres de mi generación. La Providencia me ha ahorrado las experiencias más penosas; por eso es aún más grande mi sentimiento de deuda hacia las personas conocidas, así como también hacia aquellas más numerosas que desconozco, sin diferencia de nación o de lengua, que con su sacrificio sobre el gran altar de la historia han contribuido a la realización de mi vocación sacerdotal. De algún modo me han introducido en este camino, mostrándome en la dimensión del sacrificio la verdad más profunda y esencial del sacerdocio de Cristo.

La bondad experimentada entre las asperezas de la guerra

Decía antes que durante los años difíciles de la guerra recibí mucho bien de la gente. Pienso de modo particular en una familia, más aún, en muchas familias que conocí durante la ocupación. Con Juliusz Kydrynski trabajé primero en las canteras de piedra y después en la fábrica Solvay. Estábamos en el grupo de obreros-estudiantes al que pertenecían también Wojciech Zukrowski, su hermano menor Antoni y Wieslaw Kaczmarczyk. Conocí a Juliusz Kydrynski antes de comenzar la guerra, cursando el primer año de Filología polaca. Durante la guerra esta relación de amistad se intensificó. Conocí también a su madre, que había enviudado, a la hermana y al hermano menor. La familia Kydrynski me colmó de cuidados y de afecto cuando el 18 de febrero de 1941 perdí a mi padre. Recuerdo perfectamente aquel día: al volver del trabajo encontré a mi padre muerto. En aquel momento la amistad de los Kydrynski fue para mí de gran apoyo. La amistad se extendió después a otras familias, en particular a la de los señores Szkocki, residentes en la calle Ksiecia Józefa. Empecé a estudiar francés gracias a la Señora Jadwiga Lewaj, que habitaba en la casa de ellos. Zofia Pozniak, hija mayor de los señores Szkocki, cuyo marido se encontraba en un campo de prisioneros, nos invitaba a conciertos organizados en casa. De ese modo el período oscuro de la guerra y de la ocupación fue iluminado por la luz de la belleza que se irradia desde la música y la poesía. Esto sucedía antes de mi decisión de entrar en el seminario.

IV – ¡Sacerdote!

Mi ordenación tuvo lugar en un día insólito para este tipo de celebraciones: fue el 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, cuando la liturgia de la Iglesia se dedica totalmente a celebrar el misterio de la comunión de los Santos y se prepara a conmemorar a los fieles difuntos. El Arzobispo eligió ese día porque yo debía partir hacia Roma para proseguir los estudios. Fui ordenado sólo, en la capilla privada de los Arzobispos de Cracovia. Mis compañeros serían ordenados el año siguiente, en el Domingo de Ramos.

Había sido ordenado subdiácono y diácono en octubre. Fue un lunes de intensa oración, marcado por los Ejercicios Espirituales con los que me preparé a recibir las Ordenes Sagradas: seis días de Ejercicios antes del subdiaconado, y después tres y seis días antes del diaconado y del presbiterado respectivamente. Los últimos Ejercicios los hice solo en la capilla del seminario. El día de Todos los Santos me presenté por la mañana en la residencia de los Arzobispos de Cracovia, en la calle Franciszkanska 3, para recibir la Ordenación sacerdotal. Asistieron a la ceremonia un pequeño grupo de parientes y amigos.

Recuerdo de un hermano en la vocación sacerdotal

El lugar de mi Ordenación, como he dicho, fue la capilla privada de los Arzobispos de Cracovia. Recuerdo que durante la ocupación iba allí con frecuencia por la mañana para ayudar en la Santa Misa al Príncipe Metropolitano. Recuerdo también que durante un cierto período venía conmigo otro seminarista clandestino, Jerzy Zachuta. Un día él no se presentó. Cuando después de la Misa fui a su casa, en Ludwinów, en Debniki, supe que durante la noche había sido detenido por la Gestapo. Inmediatamente después, su apellido apareció en la lista de polacos destinados a ser fusilados. Habiendo sido ordenado en aquella misma capilla que nos había visto juntos tantas veces, recordaba a este hermano en la vocación sacerdotal al cual Cristo había unido de otro modo al misterio de su muerte y resurrección.”

Acerca de la “trayectoria mariana”…

“Naturalmente, al referirme a los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la trayectoria mariana. La veneración a la Madre de Dios en su forma tradicional me viene de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo, en la iglesia parroquial, una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro a la cual por la mañana, antes del comienzo de las clases, acudían los estudiantes del instituto. También, al acabar las clases, en las horas de la tarde, iban muchos estudiantes para rezar a la Virgen.

Además, en Wadowice, había sobre la colina un monasterio carmelita, cuya fundación se remontaba a los tiempos de San Rafael Kalinowski. Muchos habitantes de Wadowice acudían allí, y esto tenía su reflejo en la difundida devoción al escapulario de la Virgen del Carmen. También yo lo recibí, creo que cuando tenía diez años, y aún lo llevo. Se iba a los Carmelitas también para las confesiones. De ese modo, tanto en la iglesia parroquial, como en la del Carmen, se formó mi devoción mariana durante los años de la infancia y de la adolescencia hasta la superación del examen final.

Cuando me encontraba en Cracovia, en el barrio Debniki, entré en el grupo del “Rosario vivo”’, en la parroquia salesiana. Allí se veneraba de modo especial a María Auxiliadora. En Debniki, en el período en el que iba tomando fuerza mi vocación sacerdotal, gracias también al mencionado influjo de Jan Tyranowski, mi manera de entender el culto a la Madre de Dios experimentó un cierto cambio. Estaba ya convencido de que María nos lleva a Cristo, pero en aquel período empecé a entender que también Cristo nos lleva a su Madre. Hubo un momento en el cual me cuestioné de alguna manera mi culto a María, considerando que éste, si se hace excesivo, acaba por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo. Me ayudó entonces el libro de San Luis María Grignion de Montfort titulado “Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen”. En él encontré la respuesta a mis dudas. Efectivamente, María nos acerca a Cristo, con tal de que se viva su misterio en Cristo. El tratado de San Luis María Grignion de Montfort puede cansar un poco por su estilo un tanto enfático y barroco, pero la esencia de las verdades teológicas que contiene es incontestable. El autor es un teólogo notable. Su pensamiento mariológico está basado en el Misterio trinitario y en la verdad de la Encarnación del Verbo de Dios.

Comprendí entonces por qué la Iglesia reza el Angelus tres veces al día. Entendí lo cruciales que son las palabras de esta oración: “El Ángel del Señor anunció a María. Y Ella concibió por obra del Espíritu Santo… He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros…” ¡Son palabras verdaderamente decisivas! Expresan el núcleo central del acontecimiento más grande que ha tenido lugar en la historia de la humanidad.

Esto explica el origen del Totus Tuus. La expresión deriva de San Luis María Grignion de Montfort. Es la abreviatura de la forma más completa de la consagración a la Madre de Dios, que dice: Totus tuus ego sum et omnia mea Tua sunt. Accipio Te in mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria.

De ese modo, gracias a San Luis, empecé a descubrir todas las riquezas de la devoción mariana, desde una perspectiva en cierto sentido nueva. Por ejemplo, cuando era niño escuchaba “Las Horas de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María”, cantadas en la iglesia parroquial, pero sólo después me di cuenta de la riqueza teológica y bíblica que contenían. Lo mismo sucedió con los cantos populares, por ejemplo con los cantos navideños polacos y las Lamentaciones sobre la Pasión de Jesucristo en Cuaresma, entre las cuales ocupa un lugar especial el diálogo del alma con la Madre Dolorosa.

Sobre la base de estas experiencias espirituales fue perfilándose el itinerario de oración v contemplación que orientó mis pasos en el camino hacia el sacerdocio, y después en todas las vicisitudes sucesivas hasta el día de hoy. Este itinerario desde niño, y más aún como sacerdote y como obispo, me llevaba frecuentemente por los senderos marianos de Kalwaria Zebrzydowska. Kalwaria es el principal santuario mariano de la Archidiócesis de Cracovia. Iba allí con frecuencia y caminaba en solitario por aquellas sendas presentando en la oración al Señor los diferentes problemas de la Iglesia, sobre todo en el difícil período que se vivía bajo el comunismo. Mirando hacia atrás constato como ‘todo está relacionado’: hoy como ayer nos encontramos con la misma intensidad en los rayos del mismo misterio.”

 

Ecos de su prédica…

El 1º de Enero ha sido declarado Día Internacional de la Paz por el Papa Pablo VI y en 1972, anunció el lema para ese año: “Si quieres la paz, trabaja por la justicia”. En los años siguientes expresó: “ “La paz es posible”  (1973); “La paz también depende de ti” (1974).

  1. S. Juan Pablo II, su sucesor, asumió esa misión apostólica el 16 de octubre de 1978 y tres años después dijo: “Para servir a la paz, respeta la libertad.”

Son orientaciones que nos servirán para poder seguir viviendo juntos… sin cruentas luchas, sin que los de mayor riqueza se olviden de quienes menos tienen…”  [1]

En octubre de 1978 comenzó la prédica de S. S. Juan Pablo II desde el Vaticano. En 1981 fijó algunas pautas en torno al trabajo al difundir su tercera “Encíclica Laborem Exercens” tras sucesivos análisis acerca de la evolución en el desarrollo económico-social en las últimas nueve décadas, teniendo en cuenta lo expresado por el Papa León XIII en 1891, en su Encíclica “Rerum Novarum”, la primera que fijó pautas acerca de las relaciones entre el capital y el trabajo.

Sabido es que “en la ‘Laborem Exercens’, el Papa Juan Pablo II reiteró que la Iglesia Católica considera que ‘el mero peso de los medios de producción propiedad del Estado, dentro del sistema colectivista, no equivale ciertamente a la ‘socialización’ de esta propiedad, y más aún en este sistema, se llega a ofender ‘los derechos fundamentales del hombre’.

Al referirse a los sindicatos, los reconoce como ‘un exponente de la lucha por la justicia social, por los juntos derechos de los hombres del trabajo según sus distintas profesiones.’  Destaca que la huelga ‘es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites.  En relación con esto los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a huelga, sin sufrir sanciones penales por participar en ella’.”  [2]

En la ciudad de Buenos Aires se realizó el “Primer Congreso Internacional de Mutualismo” organizado por el INAM (Instituto Nacional de Acción Mutual) y se expuso un “Proyecto Alternativo de Economía Solidaria”, basado filosóficamente en la Encíclica “Laborem Exercens” de S.S. Juan Pablo II, reivindicando “los valores y principios humanos de la solidaridad, la cooperación, la ayuda mutua, la libertad, la justicia, la democracia y la paz, como bases fundamentales de un nuevo ordenamiento económico y social de la sociedad”.  [3]

(Es interesante recordar que el embajador Víctor Massuh, el hombre que en la década del ’40 integró La Carpaun movimiento cultural que trascendió en vastas regiones argentinas- ha destacado que “el color de la piel ha dejado de ser un signo de retraso cultural o de dependencia”.

Al recordar su labor en el seno del Grupo Latinoamericano y del Caribe de la UNESCO destacó que “su Santidad Juan Pablo II ha dicho que la UNESCO ‘es la organización mundial más competente en todos los problemas de la cultura’.”  [4]

El 2 de abril de 1982, en el territorio argentino sigilosamente comenzó el Operativo Rosario puesto en marcha por el presidente de facto General Leopoldo Galtieri y tras las primeras noticias en Roma, la agencia Saporiti informó que “en Roma y el Vaticano la noticia de la ocupación argentina de las islas Malvinas se difundió con enorme velocidad y el acontecimiento no ha dejado de preocupar a medios diplomáticos.

Uno de ellos es la actual negociación por una solución pacífica del conflicto Beagle con mediación del Papa Juan Pablo II; segundo, es una fase que atraviesa una nueva modalidad respecto del año pasado y que está siendo llevada por el embajador Carlos Ortiz de Rozas, nada menos que embajador argentino en Londres y negociador en las Naciones Unidas del diferendo secular”… [5]

Juan Pablo II  inmediatamente se interesó por el desarrollo del conflicto armado con Gran Bretaña tras la recuperación de las Islas Malvinas el 2 de abril de 1982, territorio que fue usurpado el 3 de enero de 1833.

“El Papa Juan Pablo II, mientras se desarrollaban esas batallas entre tropas argentinas e inglesas, estaba organizando un viaje a Gran Bretaña que sería el primero de un Pontífice al territorio inglés desde la escisión de la iglesia católica apostólica romana y el nacimiento de la iglesia anglicana.

Es oportuno recordar que tras el Concilio Vaticano II se produjo un movimiento ecuménico.  En 1968 una comisión conjunta elaboró e Informe de Malta que constituyó ‘la amplia medida de acuerdo en la fe que existe’ a la vez que enumeró las tres áreas de desacuerdo en la Doctrina y que sería necesario seguir investigando en sesiones compartidas. Así fue como en 1971 en Windsor se suscribieron acuerdos comunes sobre la ‘doctrina eucarística’ y dos años después en Cantebury, sobre ‘el ministerio y la ordenación’. En Venecia, en 1976 se acordó acerca de ‘la autoridad en la Iglesia’.” [6]

En esos días, distintos medios informaron que ‘el Papa viene a la Argentina… propuso viajar desde Londres, donde inicia una gira el viernes’, el 28 de mayo…”

En la ciudad de Buenos Aires, en junio de 1982 el Papa celebró una misa rogando por la paz.

En San Carlos Centro (provincia de Santa Fe) sigue funcionando la fábrica de campanas de Bellini Hermanos  y “el Papa Juan Pablo II hizo tañer una campana fabricada en el taller, ante la multitud que lo esperaba en ocasión de su visita a Paraná”, en la provincia de Entre Ríos, en la otra orilla del caudaloso río Paraná…  [7]

En ese tiempo, el poeta José María Castiñeira de Dios publicó su Testimonio Cristiano: “además de la edición común de mil ejemplares, se han impreso cinco ejemplares especiales numerados de I a V, el primero de los cuales será ofrecido a Su Santidad Juan Pablo II; la edición salió a la luz en la Semana Santa del año 1982. Buenos Aires Argentina”.  [8]

El 28 de octubre de 1985, el Papa Juan Pablo II “pidió a los educadores católicos que analizaran ‘la hondura del exterminio de muchos millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y las heridas infligidas con ello a la conciencia que de sí mismo tiene el pueblo judío’… señalando que esa actitud, ‘implica también la necesaria reflexión teológica’.”  [9]

“Ha sido el Papa Juan Pablo II, el primer pontífice que reuniéndose con rabinos y con representantes jerárquicos de distintas religiones, ha pedido perdón por las injusticias cometidas por la Iglesia Católica Apostólica Romana en siglos anteriores, refiriéndose concretamente a la Inquisición.”  [10]

Juan Pablo II en 1986 nombró a monseñor Eduardo F. Pironio argentino-, “Delegado personal para presidir en  ENEC (Encuentro Nacional Eclesial Cubano” en 1986.

A principios del otoño de 1987, Su Santidad Juan Pablo II estuvo por segunda vez en la Argentina; con el papamóvil recorrió las calles de la ciudad de Buenos Aires y una multitud celebró su presencia en la avenida 9 de Julio.

El año anterior, el Padre Osvaldo Catena –músico y promotor de servicios en el barrio Villa del Parque de la capital santafesina, perseguido a mediados de la década del ’70 y luego residente en la provincia de Buenos Aires- “anunciada la visita de S. S. Juan Pablo II a la Argentina y prevista para la primera quincena de abril de 1987, trabajó en la composición de las canciones que serían interpretadas en la Misa concelebrada en la capital federal.”  [11]

(“El 07-04-1987, presencia en la Feria del Libro en la Capital Federal. Estaba en la Argentina S.S. Juan Pablo II, y el Comité Organizador cedió una sala para presentar la Cantata “Y Dios creó al hombre” de Juan Carlos Durán.”  [12]

 

En abril de 1987, Juan Pablo II dijo:

Hacer un mundo mejor significa esforzarse para que no haya niños sin nutrición suficiente, sin educación, sin instrucción;

que no haya jóvenes sin la preparación conveniente;

que no haya campesinos sin tierras para vivir y desenvolverse dignamente;

que no haya trabajadores maltratados y disminuidos en sus derechos;

que no haya sistemas que permitan la explotación del hombre por el hombre o por el Estado;

que no haya corrupción;

que no haya a quien le sobre mucho mientras a otros inculpablemente les falte todo;

que no haya tanta familia mal constituida, rota, desunida, insuficientemente atendida;

que no haya injusticia ni desigualdad en la impartición de la justicia;

que no prevalezca la fuerza sobre la verdad y el derecho sino la verdad y el derecho sobre la fuerza, y

que no prevalezca jamás lo económico ni lo político sobre lo humano.”

1987

  1. S. Juan Pablo II ha sido reconocido como el Papa viajero: recorrió todos los continentes predicando el Evangelio y proponiendo la confraternidad entre pueblos de distintas religiones. Estuvo con la madre Teresa de Calcuta en la India y fue el primero que en Roma visitó la sinagoga.

El candidato justicialista a la presidencia de la Nación en el período que se iniciaría en 1989 Doctor Carlos Saúl Menem, “visitó a S.S. Juan Pablo II en compañía del Cardenal Eduardo Pironio y de Monseñor Antonio Quarracino, promotor del punto final en las causas vinculadas con la lucha antisubversiva.  Cerca estaba José Luis Manzano y se informó que estudiaba algunas posibilidades de un intercambio comercial y cultural.  En esos días Isabel había opinado sobre los presos políticos:

‘Hay situaciones en la vida, fáciles o difíciles, en las que debemos dejar los rencores de lado.’

Aunque Menem en un principio manifestó su desacuerdo, una posterior reflexión lo impulsó a otorgar indultos.   [13]

En 1991 se acercó al lecho donde el Padre Pedro Arrupe después de “casi diez años de dolorosa inactividad y de ofrenda física y psíquica por la Compañía, la Iglesia y la Humanidad” estaba en “la casa generalicia de los jesuitas en Roma… ya en agonía” y falleció el 5 de febrero de 1991.  [14]

Prueba irrefutable de su humildad y sentido de la responsabilidad fue lo expresado con motivo del Jubileo del año 2000:

“Su Santidad Juan Pablo II cumplió la misión de pedir perdón desde el Vaticano por las ofensas que se habían cometido desde los orígenes de la iglesia católica apostólica romana; un acto que significó la expresión verbal de un arrepentimiento por tantas persecuciones y muertes, hechas en nombre de la religión que se basa en la prédica de Jesús: ‘Amaos los unos a los otros’…”  [15]

 

El Papa Peregrino también llegó a la isla de Cuba y abrazó al comandante Fidel Castro.  Supo estar cerca de los jóvenes en distintas latitudes.

En diversas circunstancias declaró Beatos y Santos. En 1988, al conmemorarse el centenario del tránsito a la inmortalidad de Don Bosco; Juan Pablo II lo proclamó Padre y Maestro de la Juventud  teniéndose en cuenta que fue beatificado el 2 de junio de 1929 y proclamado Santo el 1º de abril de 1934.

“El Papa Juan Pablo II ante 200.000 devotos de 84 países que habían llegado hasta la plaza de San Pedro del Vaticano, proclamó a ‘San Josemaría Escrivá de Balaguer: el santo de lo corriente’. Destacó que ‘fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son caminos de santificación.  Se puede decir que fue el santo de lo corriente’.

Juan Pablo II concedió a la Obra de Dios el rango de prelatura personal en 1982 y en la ceremonia de la santificación, manifestó que el fundador del ‘Opus Dei’ fue una persona ‘de gran humanidad… todos los que le trataron, de cualquier cultura o condición social, lo sintieron como un padre, entregado totalmente al servicio de los demás’.”   [16]

Es oportuno tener en cuenta lo expresado por nuestro Padre Escrivá de Balaguer, acerca de las postrimerías en el Camino

“736. ¿Has visto, en una tarde triste de otoño, caer las hojas muertas?  Así caen cada día las almas a la eternidad: un día, la hoja caída serás tú.

737: ¿No has oído con qué tono de tristeza se lamentan los mundanos de que ‘cada día que pasa es morir un poco’? Pues, yo te digo: alégrate, alma de apóstol, porque cada día que pasa te aproxima a la Vida.

        1. A los ‘otros’, la muerte les para y sobrecoge. – A nosotros, la muerte, -la Vida- nos anima y nos impulsa. Para ellos es el fin: para nosotros, el principio.

752: Siempre. -¡Para siempre! – Palabras manoseadas por el afán humano de prolongar -de eternizar- lo que es gustoso. Palabras mentirosas, en la tierra, donde todo se acaba.”)  [17]

        1. S. Juan Pablo II demostró su devoción por la Santísima Virgen María.

Es oportuno tener en cuenta que “era María Magdalena, la pecadora que había sido liberada por Jesús de los siete demonios.  Su Santidad Juan Pablo II ha destacado esa circunstancia y esa elección de Jesús, que significa un ejemplo acerca de la trascendencia del pecado, del arrepentimiento y del perdón.   [18]

Mientras María Magdalena anunciaba haber visto a Jesús, no le creyeron.  Mc 16, 9-11

Tampoco creyeron el aviso de los ángeles.  Mc 16, 12

En 1991, el gobernador de la provincia de Santa Fe durante uno de sus viajes a Europa, llegó hasta el Vaticano y fue recibido por Juan Pablo II.  En ese tiempo, el Papa en su Encíclica “destacó la importancia de ‘revalorizar la dignidad de los pueblos y la dignidad de las personas que es pisoteada por los sistemas imperialistas… y en este sentido el capitalismo no es mejor que el marxismo’.”   [19]

No ha sido por casualidad que en la República Argentina, en el recinto de la Cámara de Senadores del Congreso Nacional, el doctor Antonio Cafiero representante de la provincia de Buenos Aires durante un debate necesitara expresar:

“…‘Una democracia sin valores -dice su Santidad Juan Pablo II- se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como lo muestra la historia’. Y agrega: ‘Si no existe una verdad última, las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder’.”   [20]

En “noviembre de 1996, una noticia sorprende esencialmente a los habitantes americanos: el líder cubano Fidel Castro se entrevistó con S.S. Juan Pablo II en una audiencia privada en el Vaticano”.  [21]

Ese viaje del “socialista Fidel -ex alumno de los jesuitas-“ generó diversos comentarios.  Entre ellos, es oportuno recordar lo expresado por el “ex presidente del gobierno español Felipe González –Isidoro siendo militante socialista y conductor del Partido Socialista Español-: ese encuentro fue posible porque ‘el Papa lleva una ventaja sobre Fidel: tiene 2.000 años de diplomacia detrás.  Y eso da mucha, mucha profundidad, más de la que nadie imagina’.”  [22]

No fue por casualidad que Juan Pablo II, el 1º de Enero de 1997 al celebrarse el Día Internacional de la Paz haya difundido este lema:

“Ofrece el perdón, recibe la paz”.

 

“En el siglo XXI, el Papa peregrino Juan Pablo II se animó a expresar lo que imaginaba que sucederá después de su último desprendimiento cuando el cónclave deba elegir al sucesor:  [23]

‘Y aquí precisamente al pie de esta maravillosa policromía sixtina se reúnen los cardenales / la comunidad responsable de la heredad de las llaves del Reino. Viene precisamente aquí. / Y Miguel Ángel de nuevo abarca con la visión. /  En Él vivimos, nos movemos y existimos’.  [24]

‘Así fue en agosto y, luego, en octubre / del memorable año de los dos cónclaves, / y así será de nuevo, / cuando se presente la necesidad, / después de mi muerte.’  [25]

 

Desde lo lejano, nos acercamos a lo cercano, casi legendario…”  [26]

“En San Miguel (provincia de Buenos Aires), el 15 de noviembre de 2003  se reunieron los Obispos argentinos y dialogaron acerca de la actual situación en la Argentina -en hispanoamérica- analizando posibles acuerdos tendientes a lograr ‘la unidad continental’.”

El documento apostólico “Ecclessia in America”  redactado tras las deliberaciones en la “Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para América” -preparatoria del “Gran Jubileo del año 2000”, significó otro llamado de atención acerca de la necesidad de tener en cuenta la prédica de Jesús en torno a la fraternidad; los ejemplos de San Francisco de Asís –Patrono de la Ecología- y las insoslayables actitudes de generaciones que nos han precedido y han obrado convencidos de que la justicia señala el camino hacia la paz duradera.”

“1.       Los acuerdos justos y dignos entre países son bienvenidos porque nos confirman en el sentimiento de integrar una misma familia humana. Por este motivo continuamos alegrándonos por el Tratado de Paz y Amistad con Chile, logrado gracias a la mediación de Juan Pablo II, de cuya firma se cumplirán pronto veinte años.

  1. Los acuerdos entre los pueblos, cualquiera sea la finalidad de los mismos -políticos, culturales, comerciales, deportivos-, se dan en el horizonte de la paz y tienden a fortalecer valores fundamentales. No hay acuerdos puramente técnicos que no estén referidos, positiva o negativamente, a los valores de la sociedad.” [27]

 

Otras miradas en el rumbo de la Literatura hacia el Universo Vittoriano confirman una vez más que más allá de las palabras está la Palabra.

En consecuencia, es oportuno reiterar que “en cualquier aproximación a los valores artísticos es imprescindible tener en cuenta un origen, los cambios sociales y las evoluciones culturales, no sólo en un lugar, sino en el lugar donde el hombre -los hombres- reflejan sus vivencias.  Ese lugar es la Tierra, planeta pequeño que gira y gira sobre su propio eje y que va rotando alrededor del sol.  Armoniosos equinoccios y solsticios empezaron a ser desde el origen.

Sigue el hombre enfrentándose con diferentes misterios y aparecen distintas revelaciones.  A imagen y semejanza de Dios, pudo crear e intentó someter la tierra, no solo para ganarse el pan.”  [28]

El Padre Manuel Trevijano “recordó lo expresado por Su Santidad Juan Pablo II acerca de que ‘la existencia de Dios no se demuestra científicamente, y tampoco su inexistencia’.”

 

No ha sido por casualidad que en el extremo sur de América, la mujer tallada, tantas veces talada y aparentemente tarada, necesitara referirse a un llamado de atención:

“El peregrino Papa Juan Pablo II se reúne con otros pastores de distintas creencias mientras aún en el tercer milenio la Tierra parecer ser todavía el escenario donde hay diferentes calvarios; donde la esperanza sigue siendo el único estímulo mientras todavía se habla -sólo se habla-, de la necesidad de generar la civilización del amor impulsada por Jesús, promovida por San Francisco de Asís…”  [29]

1º de Enero: Día Mundial de la Paz.

En 1979, S. S. Juan Pablo II pronunció su primer mensaje en el Día Mundial de la Paz.  Aquí, una secuencia insoslayable…

  • 1979: Para alcanzar la paz, educar para la paz.  S.S. Juan Pablo II
  • 1980: La verdad, fuerza de la paz.
  • 1981: Para servir a la paz, respeta la libertad.
  • 1982: La paz: don de Dios confiado a los hombres.
  • 1983: El diálogo para la paz, un desafío para nuestro tiempo.
  • 1984: De un corazón nuevo, nace la paz.
  • 1985: La paz y los jóvenes caminan juntos.
  • 1986: La paz es un valor sin fronteras. Norte-Sur, Este-Oeste: una sola paz.
  • 1987: Desenvolvimiento y solidaridad, llaves de la paz.
  • 1988: Libertad religiosa, condición para la convivencia pacífica.
  • 1989: Para construir la paz, respetar a las minorías.
  • 1990: Paz con Dios creador, paz con toda la creación.
  • 1991: Se quieres a paz, respeta la conciencia de cada hombre.
  • 1992: Los  creyentes unidos han construido la paz.
  • 1993: Si procuras a paz, ve al encuentro de los pobres.
  • 1994: De la familia nace a paz de la familia humana.
  • 1995: Mujer: educadora de paz.
  • 1996: Demos a la niñez, un futuro de paz.
  • 1997: Ofendido o perdonado, recibe la paz.
  • 1998: De la justicia de cada uno nace la paz para todos.
  • 1999: El respeto de los derechos humanos es el secreto de la verdadera paz.
  • 2000: “Paz en la tierra a los hombres, que Dios ama!”
  • 2001: Diálogo entre Las culturas para Una civilización de amor y de paz.
  • 2002: No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón.
  • 2003: “Paz en la tierra”: un compromiso permanente.
  • 2004: Un compromiso siempre actual: educar para la paz.
  • 2004: Mensaje de S.S. Juan Pablo II desde el Vaticano…

El 1º de Enero de 2004, el Papa Juan Pablo II expresó:

“Me dirijo a vosotros, jefes de las naciones, que tenéis y debéis promover la paz.

A vosotros, Juristas, empeñados en trazar caminos de pacífico entendimiento, preparando convenciones y trataos que refuerzan la legalidad internacional!

A vosotros, Educadores de la juventud, que en cada continente trabajáis incansablemente para formar las conciencias en un camino de comprensión y de diálogo!

Me dirijo también a vos, hombre y mujeres que os sentís tentados a recorrer con inadmisible instrumento del terrorismo, comprometiendo así desde la raíz  a la causa por la cual combatís!

Escuchen todos el llamado humilde del sucesor de Pedro que clama: Hoy, en el inicio del año 2004, la paz continúa siendo posible.  Y, si es posible, entonces la paz es un deber!”

Recordó el Papa, lo expresado por “Pablo VI, de venerada memoria”, en el año nuevo de 1968:

“Sería nuestro deseo que enseguida se repitiese anualmente esta celebración como voto y promesa -en el inicio del calendario que mide y expresa el camino de la vida humana en el tiempo-; que sea de paz, como su justo y benéfico equilibrio, en el dominio de la evolución de la historia futura.”

“A lo largo de veinticinco años de Pontificado, que hasta ahora el Señor me ha concedido, no he cesado de levantar la voz, delante de la Iglesia y de todo el mundo, para invitar a los creyentes, así como a todas las personas de buena voluntad, a abrazar la causa de la paz, contribuyendo para la realización de este bien primario y de este modo asegurando al mundo una mejor serena convivencia y respeto mutuo.

Igualmente, en este año, siento el deber de convidar a los hombres y mujeres de los distintos Continentes a la celebración del nuevo Día Mundial da Paz.”

Destacó una vez más que la humanidad  necesita encontrar un camino “de concordia, turbada como está por egoísmos y odios, por sed de dominio y deseos de venganza.

(¿Qué hacemos desde nuestro lugar,

para lograr una convivencia pacífica?…)  [30]

01-01-2005   Jornada Mundial de la Paz: último mensaje…

 

Su Santidad Juan Pablo II, cuando eran evidentes sus dificultades como consecuencia del mal de Parkinson, en el primer día de enero de 2005 difundió sus mensaje elaborado desde su Fe cristiana, como Católico Apostólico Romano y como pastor de almas…

Una vez más aludió a diversos factores que influyen a favor y en contra de una convivencia pacífica.

Tal confraternidad exige dar testimonio del AMOR en cualquiera circunstancia y en consecuencia, la JUSTICIA debe ser un valor insoslayable.

Lema anunciado:

“No te dejes vencer por el mal.

Antes bien, vence al mal con el bien.”

 

Aquí, la reiteración del mensaje de S. S. Juan Pablo II:

 

  1. Al comienzo del nuevo año, dirijo una vez más la palabra a los responsables de las Naciones y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sabedores de lo necesario que es construir la paz en el mundo. He elegido como tema para la Jornada Mundial de la Paz 2005 la exhortación de san Pablo en la Carta a los Romanos: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (12,21). No se supera el mal con el mal. En efecto, quien obra así, en vez de vencer al mal, se deja vencer por el mal.

La perspectiva indicada por el gran Apóstol subraya una verdad de fondo: la paz es el resultado de una larga y dura batalla, que se gana cuando el bien derrota al mal. Ante el dramático panorama de los violentos enfrentamientos fratricidas que se dan en varias partes del mundo, ante los sufrimientos indecibles e injusticias que producen, la única opción realmente constructiva es detestar el mal con horror y adherirse al bien (cf. Rm 12,9), como sugiere también san Pablo.

La paz es un bien que se promueve con el bien: es un bien para las personas, las familias, las Naciones de la tierra y para toda la humanidad; pero es un bien que se ha de custodiar y fomentar mediante iniciativas y obras buenas. Se comprende así la gran verdad de otra máxima de Pablo:  “Sin devolver a nadie mal por mal”  (Rm 12,17). El único modo para salir del círculo vicioso del mal por el mal es seguir la exhortación del Apóstol: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12,21).

El mal, el bien y el amor

  1. La humanidad ha tenido desde sus orígenes la trágica experiencia del mal y ha tratado de descubrir sus raíces y explicar sus causas. El mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo por mecanismos deterministas e impersonales. El mal pasa por la libertad humana. Precisamente esta facultad, que distingue al hombre de los otros seres vivientes de la tierra, está siempre en el centro del drama del mal y lo acompaña. El mal tiene siempre un rostro y un nombre: el rostro y el nombre de los hombres y mujeres que libremente lo eligen. La Sagrada Escritura enseña que en los comienzos de la historia, Adán y Eva se rebelaron contra Dios y Caín mató a su hermano Abel (cf. Gn 3-4). Fueron las primeras decisiones equivocadas, a las que siguieron otras innumerables a lo largo de los siglos. Cada una de ellas conlleva una connotación moral esencial, que implica responsabilidades concretas para el sujeto que las toma e incide en las relaciones fundamentales de la persona con Dios, con los demás y con la creación.

Al buscar los aspectos más profundos, se descubre que el mal, en definitiva, es un trágico huir de las exigencias del amor. [31]  El bien moral, por el contrario, nace del amor, se manifiesta como amor y se orienta al amor. Esto es muy claro para el cristiano, consciente de que la participación en el único Cuerpo místico de Cristo instaura una relación particular no sólo con el Señor, sino también con los hermanos. La lógica del amor cristiano, que en el Evangelio es como el corazón palpitante del bien moral, llevado a sus últimas consecuencias, llega hasta el amor por los enemigos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber”  (Rm 12,20).

La ‘gramática’ de la ley moral universal

  1. Al contemplar la situación actual del mundo no se puede ignorar la impresionante proliferación de múltiples manifestaciones sociales y políticas del mal: desde el desorden social a la anarquía y a la guerra, desde la injusticia a la violencia y a la supresión del otro. Para orientar el propio camino frente a la opuesta atracción del bien y del mal, la familia humana necesita urgentemente tener en cuenta el patrimonio común de valores morales recibidos como don de Dios. Por eso, a cuantos están decididos a vencer al mal con el bien san Pablo los invita a fomentar actitudes nobles y desinteresadas de generosidad y de paz (cf. Rm 12,17-21).

Hace ya diez años, hablando a la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la tarea común al servicio de la paz, hice referencia a la « gramática » de la ley moral universal, [32]  recordada por la Iglesia en sus numerosos pronunciamientos sobre esta materia. Dicha ley une a los hombres entre sí inspirando valores y principios comunes, si bien en la diversidad de culturas, y es inmutable: “subsiste bajo el flujo de las ideas y costumbres y sostiene su progreso […]. Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades”.   [33]

  1. Esta común gramática de la ley moral exige un compromiso constante y responsable para que se respete y promueva la vida de las personas y los pueblos. A su luz no se puede dejar de reprobar con vigor los males de carácter social y político que afligen al mundo, sobre todo los provocados por los brotes de violencia. En este contexto, ¿cómo no pensar en el querido Continente africano donde persisten conflictos que han provocado y siguen provocando millones de víctimas? ¿Cómo no recordar la peligrosa situación de Palestina, la tierra de Jesús, donde no se consigue asegurar, en la verdad y en la justicia, las vías de la mutua comprensión, truncadas a causa de un conflicto alimentado cada día de manera preocupante por atentados y venganzas? Y, ¿qué decir del trágico fenómeno de la violencia terrorista que parece conducir al mundo entero hacia un futuro de miedo y angustia? En fin, ¿cómo no constatar con amargura que el drama iraquí se extiende por desgracia a situaciones de incertidumbre e inseguridad para todos?

Para conseguir el bien de la paz es preciso afirmar con lúcida convicción que la violencia es un mal inaceptable y que nunca soluciona los problemas. “La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano”.  [34]  Por tanto, es indispensable promover una gran obra educativa de las conciencias, que forme a todos en el bien, especialmente a las nuevas generaciones, abriéndoles al horizonte del humanismo integral y solidario que la Iglesia indica y desea. Sobre esta base es posible dar vida a un orden social, económico y político que tenga en cuenta la dignidad, la libertad y los derechos fundamentales de cada persona.

El bien de la paz y el bien común

  1. Para promover la paz, venciendo al mal con el bien, hay que tener muy en cuenta el bien común [35] y sus consecuencias sociales y políticas. En efecto, cuando se promueve el bien común en todas sus dimensiones, se promueve la paz. ¿Acaso puede realizarse plenamente la persona prescindiendo de su naturaleza social, es decir, de su ser “con” y “para” los otros? El bien común le concierne muy directamente. Concierne a todas las formas en que se realiza su carácter social: la familia, los grupos, las asociaciones, las ciudades, las regiones, los Estados, las comunidades de pueblos y de Naciones. De alguna manera, todos están implicados en el trabajo por el bien común, en la búsqueda constante del bien ajeno como si fuera el propio. Dicha responsabilidad compete particularmente a la autoridad política, a cada una en su nivel, porque está llamada a crear el conjunto de condiciones sociales que consientan y favorezcan en los hombres y mujeres el desarrollo integral de sus personas.  [36]

El bien común exige, por tanto, respeto y promoción de la persona y de sus derechos fundamentales, así como el respeto y promoción de los derechos de las Naciones en una perspectiva universal. Como dice el Concilio Vaticano II: “De la interdependencia cada vez más estrecha y extendida paulatinamente a todo el mundo se sigue que el bien común […] se hace hoy cada vez más universal y por ello implica derechos y deberes que se refieren a todo el género humano. Por lo tanto, todo grupo debe tener en cuenta las necesidades y aspiraciones legítimas de los demás grupos; más aún, debe tener en cuenta el bien común de toda la familia humana”.  [37]   El bien de la humanidad entera, incluso el de las futuras generaciones, exige una verdadera cooperación internacional, con las aportaciones de cada Nación.  [38]

Sin embargo, las concepciones claramente restrictivas de la realidad humana transforman el bien común en un simple bienestar socioeconómico, carente de toda referencia trascendente y vacío de su más profunda razón de ser. El bien común, en cambio, tiene también una dimensión trascendente, porque Dios es el fin último de sus criaturas.  [39]   Además, los cristianos saben que Jesús ha iluminado plenamente la realización del verdadero bien común de la humanidad. Ésta camina hacia Cristo y en Él culmina la historia: gracias a Él, a través de Él y por Él, toda realidad humana puede llegar a su perfeccionamiento pleno en Dios.

El bien de la paz y el uso de los bienes de la tierra

  1. Dado que el bien de la paz está unido estrechamente al desarrollo de todos los pueblos, es indispensable tener en cuenta las implicaciones éticas del uso de los bienes de la tierra. El Concilio Vaticano II ha recordado que “Dios ha destinado la tierra y todo cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la guía de la justicia y el acompañamiento de la caridad”. [40]

La pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía mundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado que los hombres están unidos por un origen y supremo destino comunes. Basta que un niño sea concebido para que sea titular de derechos, merezca atención y cuidados, y que alguien deba proveer a ello. La condena del racismo, la tutela de las minorías, la asistencia a los prófugos y refugiados, la movilización de la solidaridad internacional para todos los necesitados, no son sino aplicaciones coherentes del principio de la ciudadanía mundial.

  1. El bien de la paz se ha de considerar hoy en estrecha relación con los nuevos bienes provenientes del conocimiento científico y del progreso tecnológico. También éstos, aplicando el principio del destino universal de los bienes de la tierra, deben ser puestos al servicio de las necesidades primarias del hombre. Con iniciativas apropiadas de ámbito internacional se puede realizar el principio del destino universal de los bienes, asegurando a todos -individuos y Naciones- las condiciones básicas para participar en el desarrollo. Esto es posible si se prescinde de las barreras y los monopolios que dejan al margen a tantos pueblos. [41]

Además, se garantizará mejor el bien de la paz si la comunidad internacional se hace cargo, con mayor sentido de responsabilidad, de los comúnmente llamados bienes públicos. Se trata de aquellos bienes de los que todos los ciudadanos gozan automáticamente, aun sin haber hecho una opción precisa por ellos. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el ámbito nacional, con bienes como el sistema judicial, la defensa y la red de carreteras o ferrocarriles. En el mundo de hoy, tan afectado por el fenómeno de la globalización, son cada vez más numerosos los bienes públicos que tienen un carácter global y, consecuentemente, aumentan también de día en día los intereses comunes. Baste pensar en la lucha contra la pobreza, la búsqueda de la paz y la seguridad, la preocupación por los cambios climáticos, el control de la difusión de las enfermedades. La comunidad internacional tiene que responder a estos intereses con un red cada vez más amplia de acuerdos jurídicos que reglamenten el uso de los bienes públicos, inspirándose en los principios universales de la equidad y la solidaridad.

  1. El principio del destino universal de los bienes permite, además, afrontar adecuadamente el desafío de la pobreza, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones de miseria en que viven aún más de mil millones de seres humanos. La comunidad internacional se ha puesto como objetivo prioritario, al principio del nuevo milenio, reducir a la mitad el número de dichas personas antes de terminar el año 2015. La Iglesia apoya y anima este compromiso e invita a los creyentes en Cristo a manifestar, de modo concreto y en todos los ámbitos, un amor preferencial por los pobres. [42]

El drama de la pobreza está en estrecha conexión con el problema de la deuda externa de los Países pobres. A pesar de los logros significativos conseguidos hasta ahora, la cuestión no ha encontrado todavía una solución adecuada. Han pasado quince años desde que llamé la atención de la opinión pública sobre el hecho de que la deuda externa de los Países pobres está “conectada con un gran número de otros temas, como el de las inversiones en el extranjero, el trabajo equitativo de las principales instituciones internacionales, el precio de las materias primas, etc.”  [43]  Las recientes medidas para reducir las deudas, que han tenido más en cuenta las exigencias de los pobres, han mejorado sin duda la calidad del crecimiento económico. No obstante, por una serie de factores, dicho crecimiento resulta todavía insuficiente cuantitativamente, especialmente para alcanzar los objetivos propuestos al inicio del milenio. Los Países pobres se encuentran aún en un círculo vicioso: las rentas bajas y el crecimiento lento limitan el ahorro y, a su vez, las reducidas inversiones y el uso ineficaz del ahorro no favorecen el crecimiento.

  1. Como afirmó el Papa Pablo VI, y como yo mismo he recordado, el único remedio verdaderamente eficaz para permitir a los Estados afrontar la dramática cuestión de la pobreza es dotarles de los recursos necesarios mediante financiaciones externas -públicas y privadas-, otorgadas en condiciones accesibles, en el marco de las relaciones comerciales internacionales, reguladas de manera equitativa. [44]  Es, pues, necesaria una movilización moral y económica, que respete los acuerdos tomados en favor de los Países pobres, por un lado, y por otro dispuesta también a revisar dichos acuerdos cuando la experiencia demuestre que son demasiado gravosos para ciertos países. En esta perspectiva, es deseable y necesario dar un nuevo impulso a la ayuda pública para el desarrollo y, no obstante las dificultades que puedan presentarse, estudiar las propuestas de nuevas formas de financiación para el desarrollo.  [45]  Algunos gobiernos están considerando atentamente medidas esperanzadoras en este sentido, iniciativas significativas que se han de llevar adelante de modo multilateral y respetando el principio de subsidiaridad. Es necesario también controlar que la gestión de los recursos económicos destinados al desarrollo de los Países pobres siga criterios escrupulosos de buena administración, tanto por parte de los donantes como de los destinatarios. La Iglesia alienta estos esfuerzos y ofrece su contribución. Baste citar, por ejemplo, la valiosa aportación que dan las numerosas agencias católicas de ayuda y de desarrollo.
  2. Al finalizar el Gran Jubileo del año 2000, en la Carta apostólica Novo millennio ineute he señalado la urgencia de una nueva imaginación de la caridad [46] para difundir en el mundo el Evangelio de la esperanza. Eso se hace evidente sobre todo cuando se abordan los muchos y delicados problemas que obstaculizan el desarrollo del Continente africano: piénsese en los numerosos conflictos armados, en las enfermedades pandémicas, más peligrosas aún por las condiciones de miseria, en la inestabilidad política unida a una difusa inseguridad social. Son realidades dramáticas que reclaman un camino radicalmente nuevo para África: es necesario dar vida a nuevas formas de solidaridad, bilaterales y multilaterales, con un mayor compromiso por parte de todos y tomando plena conciencia de que el bien de los pueblos africanos representa una condición indispensable para lograr el bien común universal.

Es de desear que los pueblos africanos asuman como protagonistas su propia suerte y el propio desarrollo cultural, civil, social y económico. Que África deje de ser sólo objeto de asistencia, para ser sujeto responsable de un modo de compartir real y productivo. Para alcanzar tales objetivos es necesaria una nueva cultura política, especialmente en el ámbito de la cooperación internacional. Quisiera recordar una vez más que el incumplimiento de las reiteradas promesas relativas a la ayuda pública para el desarrollo y la cuestión abierta aún de la pesada carga de la deuda internacional de los Países africanos y la carencia de una consideración especial con ellos en las relaciones comerciales internacionales, son graves obstáculos para la paz, y por tanto deben ser afrontados y superados con urgencia. Para lograr la paz en el mundo es determinante y decisivo, hoy más que nunca, tomar conciencia de la interdependencia entre Países ricos y pobres, por lo que “el desarrollo o se convierte en un hecho común a todas las partes del mundo, o sufre un proceso de retroceso aún en las zonas marcadas por un constante progreso”.     [47]

Universalidad del mal y esperanza cristiana

  1. Ante tantos dramas como afligen al mundo, los cristianos confiesan con humilde confianza que sólo Dios da al hombre y a los pueblos la posibilidad de superar el mal para alcanzar el bien. Con su muerte y resurrección, Cristo nos ha redimido y rescatado pagando “un precio muy alto” (cf. 1 Co 6,20; 7,23), obteniendo la salvación para todos. Por tanto, con su ayuda todos pueden vencer al mal con el bien.

Con la certeza de que el mal no prevalecerá, el cristiano cultiva una esperanza indómita que lo ayuda a promover la justicia y la paz. A pesar de los pecados personales y sociales que condicionan la actuación humana, la esperanza da siempre nuevo impulso al compromiso por la justicia y la paz, junto con una firme confianza en la posibilidad de construir un mundo mejor.

Si es cierto que existe y actúa en el mundo el “misterio de la impiedad” (2 Ts 2,7), no se debe olvidar que el hombre redimido tiene energías suficientes para afrontarlo. Creado a imagen de Dios y redimido por Cristo que « se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”,  [48]  éste puede cooperar activamente a que triunfe el bien. La acción del “espíritu del Señor llena la tierra”  (Sb 1,7). Los cristianos, especialmente los fieles laicos, « no pueden esconder esta esperanza simplemente dentro de sí. Tienen que manifestarla incluso en las estructuras del mundo por medio de la conversión continua y de la lucha “contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal” (Ef 6,12)”.   [49]

  1. Ningún hombre, ninguna mujer de buena voluntad puede eximirse del esfuerzo en la lucha para vencer al mal con el bien. Es una lucha que se combate eficazmente sólo con las armas del amor. Cuando el bien vence al mal, reina el amor y donde reina el amor reina la paz. Es la enseñanza del Evangelio, recordada por el Concilio Vaticano II: “La ley fundamental de la perfección humana, y por ello de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor”. [50]

Esto también es verdad en el ámbito social y político. A este respecto, el Papa León XIII escribió que quienes tienen el deber de proveer al bien de la paz en las relaciones entre los pueblos han de alimentar en sí mismos e infundir en los demás “la caridad, señora y reina de todas las virtudes”.  [51]   Los cristianos han de ser testigos convencidos de esta verdad; han de saber mostrar con su vida que el amor es la única fuerza capaz de llevar a la perfección personal y social, el único dinamismo posible para hacer avanzar la historia hacia el bien y la paz.

En este año dedicado a la Eucaristía, los hijos de la Iglesia han de encontrar en el Sacramento supremo del amor la fuente de toda comunión: comunión con Jesús Redentor y, en Él, con todo ser humano. En virtud de la muerte y resurrección de Cristo, sacramentalmente presentes en cada Celebración eucarística, somos rescatados del mal y capacitados para hacer el bien. Gracias a la vida nueva que Él nos ha dado, podemos reconocernos como hermanos, por encima de cualquier diferencia de lengua, nacionalidad o cultura. En una palabra, por la participación en el mismo Pan y el mismo Cáliz, podemos sentirnos “familia de Dios” y al mismo tiempo contribuir de manera concreta y eficaz a la edificación de un mundo fundado en los valores de la justicia, la libertad y la paz.

 

Vaticano, 8 de diciembre de 2004

Juan Pablo II.

 

Lecturas y síntesis:  Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

 

 

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Veintidós años de Pontificado: hechos y cifras…

Durante su pontificado, Juan Pablo II realizó 146 viajes por distintas localidades italianas y 104 viajes fuera de ese país.  Como Obispo de Roma, de las 333 parroquias romanas visitó 317.

El Papa Juan Pablo II presidió 147 ceremonias de beatificación –proclamación de 1338 beatos y 51 canonizaciones y reconocimiento de 482 Santos.  Celebró 9 consistorios creando 231 Cardenales.  Presidió seis Asambleas Plenarias del Colegio Cardenalicio.  Presidió 15 Asambleas del Sínodo de los Obispos: 6 Asambleas Ordinarias (1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), una Asamblea General Extraordinaria en 1985 y ocho Asambleas Especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997, 1998 -dos- y 1999).

Durante las Audiencias Generales en los días miércoles, han calculado que logró comunicarse con aproximadamente 18 millones de peregrinos.  Además, hay que tener en cuenta las entrevistas en Audiencias especiales y en las ceremonias del Jubileo donde participaron más de ocho millones de católicos.   Viajó por distintos continentes y fue recibido por religiosos y laicos de distintas localidades: 38 visitas oficiales; 738 audiencias o encuentros con jefes de Estado y 246 audiencias y encuentros con Primeros Ministros .

Juan Pablo II elaboró y difundió 14 Encíclicas; 15 Exhortaciones; 11 Constituciones y 45 Cartas Apostólicas.

Entre sus libros más difundidos, se mencionan:

Oct./1994: Cruzando el umbral de la Esperanza.

Nov./1996: Don y misterio: en el quincuagésimo aniversario de mi ordenación sacerdotal.

Mar./2003: Tríptico romano – Meditaciones

May./2004: ¡Levantaos! ¡Vamos!

En proceso de edición –prevista para la primavera de 2005): Memoria e identidad”.

 

 

[1] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1981 – Llegada de los colonos a Palacios (Santa Fe, República Argentina). Crónica, 9 páginas. (Inédito.)

[2] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Argentina 1983-1989 Vaivenes en el movimiento obrero organizado. En el párrafo siguiente escrobí: (Sabido es que luego Monseñor Raúl Francisco Primatesta, arzobispo de Córdoba -relacionado con dirigentes sindicales, entre ellos Armando Cavalieri, Jorge Triaca, José Rodríguez…-, impulsó y presidió la “Fundación Laborem Exercens.

Los hechos luego demostraron que la huelga sirvió también durante la presidencia del doctor Alfonsín, no sólo para defender los legítimos derechos de los trabajadores porque algunas constituyeron medios prácticos y eficaces para medir las fuerzas e iluminar los vértices del poder político…)

[3] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Los desaparecidos de Educación y Cultura. (Inédito, 74 páginas)

[4] Estos párrafos corresponden a Universo Vittoriano y cité: Massuh, Víctor. El llamado de la Patria Grande. Buenos Aires, Sudamericana, 1983, p. 196 y p. 87, respectivamente.

[5] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Soberanía y presencia argentina en el archipiélago de Las Malvinas.  (Inédito, 45 páginas.)

[6] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 02-04-1982: La Bandera Argentina flamea en las Malvinas.  Cita referida a una publicación en el diario Clarín de Buenos Aires, martes 25 de mayo de 1982, p. 14-15. Comentario de José Ignacio López titulado “El viaje del Papa y la unidad cristiana”.

[7] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. San Carlos: llanura luminosa… (Inédito, 204 páginas.) En esa aproximación a la historia de la colonia y actual San Carlos (en la provincia de Santa Fe), incluí “amenas anécdotas de don Luis Bellini, algunas indican que ‘Juan Perón, cuando era presidente de la Nación, encargó una campana de 1.250 kilos que fue instalada en una iglesia bonaerense.’  En 1982 –año de la gesta de las Malvinas-, ‘el Papa Juan Pablo II hizo tañir’ -mejor dicho tañer- ‘una campana fabricada en el taller, ante la multitud que lo esperaba en ocasión de su visita a Paraná’ y como suele suceder, ‘una foto que tiene reservado un lugar de privilegio en la casa, atestigua ese momento.’

[8] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. José María Castiñeira de Dios (Inédito, 35 páginas, aproximación biográfica y textos literarios.).  Entre comillas, reiteración de lo expresado por el poeta Castiñeira de Dios en la página 75, como colofón y con la escritura formando una cruz.

[9] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Iglesia y Ecumenismo.  (Apuntes para un trabajo en elaboración.)

[10] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 19-12-1877 – Colonia de inmigrantes rusos en Santa Fe, República Argentina.  (Breve crónica que incluye poemas en sefardí traducidos al castellano; 9 páginas.)

[11]   Orbea de Fontanini, Nidia.  Osvaldo Catena – Sacerdote (1920-1986)  Breve reseña biográfica y texto de canciones (8 páginas).   En el párrafo siguiente escribí:  “El 29 de Noviembre de 1986 sintió la proximidad del último desprendimiento y no alcanzó a recibir la Comunión que había solicitado porque enseguida falleció.  Durante dos días los fieles velaron su cuerpo yacente y se acercaron distintos grupos musicales de diversas parroquias para despedirlo como era su alegría: interpretando canciones y salmos. Después, una silenciosa procesión de personas de distintos lugares, con el brazo en alto y moviendo pañuelos blancos eran más el símbolo de un movimiento de fe y de esperanza que la expresión de una despedida”.

[12] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Desde el plano de la orientación vocacional. (Inédito, 24 páginas.)  En el párrafo siguiente, escribí:  “Estuvo presente con su arte, Juan Arancio.  Los asistentes -representantes de la Cámara de Diputados, del Partido Bloquista de San Juan, escritores de la provincia y de Buenos Aires, recibieron reproducciones de sus dibujos; una cartilla y un casete con textos de la Cantata.”

[13] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1989-1995 – Presidencia del doctor Carlos Saúl Menem. (Inédito, 65 páginas.)

[14] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Padre Pedro Arrupe – Aproximación biográfica.  (Inédito, 20 páginas.)

[15] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Desencuentros, violencia y pena de muerte. Esas expresiones del Papa fueron difundidas por distintos medios y la televisión hizo posible observarlo en distintos continentes.

[16] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. José María Escrivá de Balaguer. (Apuntes.) En el párrafo siguiente: “El Prelado del Opus Dei Javier Echevarría, ofició antes una misa de acción de gracias y declaró que “la canonización es un ‘don’ para el mundo” y que “el flamante santo se adelantó a los tiempos, al Concilio Vaticano II, con la llamada a la santidad de los laicos.”  La santificación reconoció después de que el médico español Manuel Nevado Rey, explicó que había sanado de un cáncer incurable por “un milagro” que atribuyó a Josemaría porque rogó con Fe para que lo ayudara a recuperar su salud.”

[17] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1926-2000 Eduardo Rodolfo Fontanini Doval. (Homenaje.)

[18] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Ecos de la prédica de Jesús. (Inédito, 25 páginas.)

[19] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1991 – Hombres y hechos: Reutemann…  (Inédito, 35 páginas.)

[20] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 13-07-1994 – Doctor Antonio Cafiero: sobre golpes de estado y sedición. (Inédito, 11 páginas.)

[21] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1996 – Hombres y hechos: Menem… (Inédito)

[22] Orbea de Fontanini, Nidia A. G.  Menem – 1996 (Inédito, 40 páginas)

[23] S.S. Juan Pablo II, ha difundido los poemas del sexto libro, editado con el título Tríptico Romano, presentado el jueves 6 de marzo de 2003, en el Vaticano.  En el diario “El Litoral” de la capital santafesina, en la nota “El papa evoca su muerte en un libro de poemas”, destacan que “durante su largo pontificado, Juan Pablo II ha escrito sobre todo documentos oficiales, algunos importantes por su carácter filosófico y teológico, entre ellos 13 encíclicas y 12 exhortaciones apostólicas. (AFP).

[24] Texto correspondiente a Meditaciones sobre el libro del Génesis al umbral de la Capilla Sixtina.

[25] Corresponde al poema Postfacio.

[26] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Más que profesores… ¡maestros, predicadores!  (Aproximación a la trayectoria del Profesor Rubén Elvio Battión.  Profesor de Matemáticas en la Escuela Superior Nacional de Comercio “Domingo Guzmán Silva” de Santa Fe, 1946… Agrego en el otoño de 2005: en el diario El Litoral de Santa Fe insertaron una fotografía y un comentario relacionado con el encuentro que año tras año vincula a los egresados de esa escuela en 1951 –entre ellos el periodista José Caso, Jorge Roude –ex profesor, nuestro compañero-… y allí estaba fiel a su vocación y sentido misional, el poeta Rubén Battión…)

[27] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 15 de noviembre – San Alberto Magno.  Los párrafos entre comillas son reiteración de ese texto, inédito. En el párrafo siguiente escribí: En la revista “Línea” editada en Buenos Aires con el propósito de promover un “pensamiento y proyecto alternativo… ante los desafíos del ALCA (alianza de libre comercio americana) que tantas polémicas ha generado, con acertado criterio difundieron la declaración de los Obispos reunidos en la 86ª Asamblea Plenaria, en San Miguel, provincia de Buenos Aires, el 15 de noviembre de 2003, día de celebración de “San Alberto Magno”.

[28] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. Universo Vittoriano. Texto de la primera parte hasta 1981, 133 páginas. Entre comillas reiteración de lo expresado en la página 38. (1998, Edición artesanal, 10 ejemplares numerados, fuera de comercio, entregados a José Luis Víttori,  escritor, periodista y académico) porque es una aproximación a su trayectoria, a su hermano Enzo y su sobrino Gustavo Víttori Sambarino. Tapa ilustrada con reproducción de una pintura de uno de los pintores mencionados con frecuencia por J. L. Víttori:  “Rojo y azul” – Acuarela, 1913, Wassily Kandinsky (Moscú, 1866 – Neuilly-sur-Seine, 1944).

[29] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. La mujer tarada. (Inédito, 110 páginas.) El sexto relato: Un llamado de atención.

[30] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. 1º de Enero  – Día Mundial de la Paz. (Recopilación.)

1  “San Agustín afirma a este respecto:  ‘Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial’ (De Civitate Dei, XIV, 28).”

[32] Cf. Discurso para el 50o aniversario de fundación de la ONU (5 octubre 1995), 3: Insegnamenti, XVIII, 2 (1995), 732.

[33] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1958.

[34] Homilía en Drogheda, Irlanda (29 septiembre 1979), 9: AAS 71 (1979), 1081.

[35] Según una vasta acepción, por bien común se entiende “e conjunto de aquellas condiciones de vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”: Conc. Ecum. Vat. II, Cons. past. Gaudium et spes, 26.

[36] Cf. Juan XXIII, Enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961), 417.

[37] Cons. Past. Gaudium et ses, 26.

[38] Cf. Juan XXIII, Enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961), 421.

[39] Cf. Enc. Centesimus Annus,41: AAS 83 (1991), 844.

[40] Cons. past. Gaudium et spes, 69.

[41] Cf. Enc. Centesimus annus,  35: AAS 80 (1988), 837.

[42] Cf. Enc. Sollicitudo rei socialis, 42: AAS 80 (1988), 572.

[43] Discurso a los participantes en la Semana de Estudios organizada por la Pontificia Academia de las Ciencias ( 27 octubre 1989), 6: Insegnamenti XII/2 (1989), 1050

[44] Cf. Pablo VI, Enc. Populorum progressio, 56-61: AAS 59 (1967), 285- 287; Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 33-34: AAS 80 (1988) 557-560.

[45] Cf.: Mensaje al Presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz” L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (16 julio 2004), p. 3.

[46]  Cf. n. 50: AAS 93 (2001), 303.

[47] Enc. Sollicitudo rei socialis, 17: AAS 80 (1988), 532.

[48]  Conc. Ecum. Vat. II, Cons. past.  Gaudium et spes, 22.

[49] Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, 35.

[50] Cons. past. Gaudium et spes, 38.

[51] Enc. Rerum novarum: Acta Leonis XIII, 11 (1892), 143; cf. Benedicto XV, Enc. Pacem Dei: AAS 12 (1920), 215.

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