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1810-1853 SANTA FE – Hombres y hechos…

Casi prólogo.

“Santo Oficio de la Inquisición”: herencia insoslayable.

Discriminación en el Río de la Plata.

1810: situación en la provincia de Santa Fe.

Plan contrarrevolucionario.

Primeros fusilamientos.

Elección de diputados.

Presencia de Francisco Antonio Candioti.

18-08-1810: Gobierno del Coronel Manuel Ruiz.

01-10-1810: Manuel Belgrano en la capital santafesina.

Apoyo al General Belgrano.

Instalación de Batería cerca del puerto.

Monopolios y exportación del tasajo.

1811: ambivalencia y autoritarismo desde Buenos Aires.

1812: gobernador Juan Antonio Pereira.

Febrero de 1812: Belgrano creó la Bandera nacional.

Ataques de los indios y vaivenes políticos.

Noviembre de 1812: gobernador Antonio Luis Berutti.

Logias masónicas y retorno de José de San Martín.

Necesidades de los ganaderos bonaerenses.

Las rutas del tasajo.

Santa Fe y la entrega de campos vírgenes.

1813: expedición al norte santafesino.

13-01-1813: Belgrano y jura de la Bandera junto al Salado.

Ecos de la Inquisición.

1814: marcha hacia Salta.

Asamblea de 1813.

“Contribuciones voluntarias” que eran obligatorias.

1814: gobernador Ignacio Álvarez y Thomas.

1815: características de la capital santafesina.

1815: gobierno de Eustoquio Díaz Vélez.

24-03-1815: gobernador Francisco Antonio Candioti.

03-04-1815: destitución del Director Carlos de Alvear.

Confusa reacción contra los indios.

27-06-1815: delegación del mando.

La sombra de Ignacio Álvarez y Thomas.

25-08-1815: Viamonte en Santa Fe y elecciones.

Impusieron al gobernador Juan Tarragona.

Marzo de 1816: fracaso de Viamonte.

Abuso de Díaz Vélez y fracaso de Belgrano.

Consecuencias del “Pacto de Santo Tomé”.

Comentarios sobre los saqueos de tropas invasoras.

28-05-1816: tratados con el gobierno porteño.

En el Congreso de Tucumán.

Oposición a Mariano Vera.

1817: refuerzos en los Fortines.

Relaciones con los Orientales.

Junio de 1818: declinación del gobernador Mariano Vera.

Decisiones en el Cabildo santafesino.

23-07-1818: Estanislao López, gobernador.

29-01-1819: Incendio en Rosario y posterior armisticio.

Aprobación del “Estatuto”.

05-04-1819: Armisticio de San Lorenzo.

Acuerdo de San Nicolás.

Tratado del Cuadrilátero.

Sones de campanas.

Agosto de 1822: confabulación contra López.

1823: papel moneda provincial y algo más.

Diciembre de 1824: Congreso Constituyente en Buenos Aires.

Junio de 1827: tras la renuncia del presidente Rivadavia.

13-12-1828: fusilamiento de Dorrego.

1829: continúan las luchas.

1830: más conflictos en varias provincias.

04-01-1831: firma del Pacto Federal.

1832: Rosas y la campaña “al desierto” poblado.

1833: creación de Juzgados de Paz.

Testimonios de Encarnación Ezcurra de Rosas.

1834: continuidad del gobernador López.

15-02-1835: asesinato de Facundo Quiroga.

1836: finanzas, tierras, pulperías.

Los “Goytía”.

Los “Cafferata”.

Las pulperías volantes.

15-06- 1838   Tras el fallecimiento de Estanislao López.

Homenaje del Brigadier Rosas.

Juan Pablo López y Domingo Cullen.

22-11-1838: Honores a Encarnación Escurra de Rosas.

Febrero de 1839: guerra contra Rosas.

22-06-1839: fusilamiento de Domingo Cullen.

Mariano Vera hacia Santa Fe.

Agosto de 1840: Lavalle y sus arrebatos.

26-07-1841: nuevo texto Constitucional.

Resentimientos y actitudes pendulares.

1842:

1842: campañas antirrosistas.

1844: legado de San Martín a Rosas.

Alberdi – Negocios con ferrocarriles.

1845: campañas de Juan Pablo López.

20-11-1845 – Combate en la Vuelta de Obligado.

04-06-1846: la “Vuelta del Quebracho”.

Campañas de Urquiza.

1847:  gobernador Pascual Echagüe.

06-05-1850 – Carta de San Martín al Brigadier Rosas.

01-05-1851: pronunciamiento del General Urquiza.

“…en beneficio de la Patria”.

Apoyo a Rosas.

El “Ejército Grande” del general Urquiza.

03-02-1852: batalla de Caseros.

Rosas hacia el exilio.

Emociones de Manuelita Rosas.

Febrero de 1852: gobernador Domingo Crespo.

Abril de 1852: sones y saludos al desembarcar Rosas.

Carta de Rosas a Urquiza.

25-02-1852: mensaje del gobernador Crespo.

Otoño de 1852: formación de milicias.

31-05-1852: Acuerdo de San Nicolás.

05-07-1852: sublevación del general Juan Pablo López.

Renuncia del gobernador Domingo Crespo.

03-08-1852  Rosario fue declarada ciudad.

Conducta de Juan Pablo López.

Disputas y negocios “sobre rieles”.

Septiembre de 1852: amnistía y elecciones.

Caída de Urquiza.

Octubre de 1852: presidencia de Adolfo Alsina.

Noviembre de 1852: Elección de electores para presidente.

1853: Convención Constituyente, dificultades y logros.

Santa Fe de la Vera Cruz: legendaria aldea.

01-05-1853: sanción de la Constitución Nacional.

Casi colofón.

Casi prólogo…

En las últimas tres décadas del siglo dieciocho, España participó en guerras durante veinte años; en consecuencia dos tercios de ese período fueron soportados con enormes pérdidas materiales y espirituales.

“Desde 1779 a 1783 aliada con Francia en contra de Inglaterra; desde 1793 a 1796 aliada con Inglaterra en contra de Francia; desde 1796 a 1802 aliada con Francia en contra de Inglaterra.  Tras dos años de sosiego, entre 1804 y 1808 la Corona estuvo nuevamente aliada a Francia contra Inglaterra y en 1808 comenzó su guerra de la independencia frente a la invasión napoleónica, en la que fue apoyada por Inglaterra hasta que, en 1813, quedó libre el territorio español”.  [1]

 

En tales circunstancias en el Virreinato del Río de la Plata, tales hechos influían en las decisiones de destacados pobladores de la ciudad de Buenos Aires y culminaron en la convocatoria al Cabildo abierto del 22 de mayo y en la constitución del nuevo gobierno…

El Cabildo reunido el 24 de mayo, generó el cambio de autoridades coloniales y la constitución de la Junta Provisional de Gobierno presidida paradójicamente por el supuestamente depuesto virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros y Latorre siendo vocales Cornelio Saavedra, Juan José Castelli, Presbítero Juan Nepomuceno de Sola, José Santos Inchaurregui.  Las protestas por la inclusión de Cisneros aceleró la presentación de las renuncias el mismo día cesó esa Junta sin cumplir ninguna función.

Al día siguiente se integró la reconocida Primera Junta integrada por:

Presidente y Comandante General de Armas:  Don Cornelio Saavedra.

Vocales: Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea.

Secretarios: Juan José Paso y Mariano Moreno.

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“Santo Oficio de la Inquisición”: herencia insoslayable…

El historiador Boleslao Lewin destacó que “una de las consecuencias de las conversiones en masa de 1391, y de la incorporación definitiva de una parte de los confesos a la sociedad cristiana, fue el surgimiento del racismo.  Por más que parezca paradójico, precisamente la pérdida por los conversos de sus características judaicas fue lo que condujo al establecimiento de distingos racistas.  Sus émulos, que en forma manifiesta no podían hallar en ellos las presuntas particularidades antipáticas u odiosas de los judíos, creían reencontrarlas en su sangre, congénita y biológicamente predispuesta contra todo lo cristiano”  y que reconoció “la originalidad de la idea a un autor dominico de fines del siglo XVI, fray Agustín Salucio. [2]

Explica luego que “la eclosión racista que dio origen a los estatutos de ‘limpieza de sangre’ tuvo lugar en Toledo, en 1449.  Por motivo que nada, absolutamente nada tenían que ver con la fidelidad o infidelidad de los cristianos nuevos a la fe católica, sino con cuestiones fiscales y políticas, fue dictado en la capital eclesiástica de España un estatuto, es decir un reglamento, que los excluía de toda una serie de actividades públicas en la ciudad de Toledo”.

“Termina el documento redactado por el bachiller Marcos García de Mazarambrós, despectivamente llamado por sus adversarios Marquillos, y promulgado por ‘el muy honrado y noble caballero Pedro Sarmiento, repostero mayor de nuestro Señor rey e de su consejo, e alcalde mayor de las alzadas en la dicha cibdad de Toledo’…”

 

Al estar relacionado con cuestiones políticas y fiscales, “solucionadas éstas, fue anulado.  Pero, como no se trataba de un ofuscamiento momentáneo, sino de un hondo resentimiento, sus efectos fueron muy graves… una lid -reflejo de aquélla- en el terreno teológico-político”…  hasta que en 1449, el Papa Nicolás V expresó sus “puntos de vista contrarios al racismo en un breve especialmente dictado para tal fin… comisionó a los obispos de Toledo y Sevilla y a los obispos de Palencia, Ávila y Córdoba para que impusieran la pena de excomunión a los que no obedeciesen lo ordenado por él… en 1450 excomulgó formalmente a Pedro Sarmiento, el principal responsable por el estatuto de Toledo, y en 1451 repitió su breve de 1449.”  [3]

Aquellas actitudes racistas fueron condenadas en los sínodos de la Iglesia Católica Apostólica Romana de Vitoria y de Alcalá, oponiéndose también “Alonso Díaz de Montalvo, el más distinguido jurista de la época. Otro prelado famoso salió asimismo a la lid contra la ‘limpieza de la sangre’, aunque la suya propia estaba tan contaminada que el Papa -por más que lo distinguiera siempre, consideró prudente no incluirlo entre los comisionados que debían velar por el cumplimiento de su breve. Nos referimos al obispo de Burgos, Alfonso de Cartagena (1385-1456),  hijo y heredero y legatario de Pablo de Santa María (1350-1432), ex teólogo hebreo y después eminente prelado católico que hasta los últimos tiempos la historia judía y la española consideraban como uno de los más decididos impulsores de la Inquisición… contra el linaje de judíos conversos.  Incongruencia que nadie ha notado, quizá, porque el fenómeno racista, hasta el advenimiento de Hitler, no figuraba entre las preocupaciones de las mentes pensantes”.

El estudioso Boleslao Lewin, destacó que en 1450 el obispo de Burgos Alfonso de Cartagena, en “su propio palacio” había convocado a una reunión “con motivo de un posible ataque de Pedro Sarmiento contra Burgos” y que “otros miembros de su familia lucharon con armas en la mano contra las huestes de Sarmiento, a don Alfonso le estaba reservado otro papel: el teológico-literario.  En ese terreno produjo su obra Defensorium Unitatis Chistianae… ‘presenta a la familia judía como elegida por Dios para preparar el advenimiento de la Iglesia católica y de la sociedad civil cristiana.  La Iglesia es continuación de la Sinagoga; y los judíos que entran en ella no se acogen a una ley sin precedentes en su religión.  Por la redención, judíos y gentiles, todos los pueblos del universo, se hacen uno solo en Cristo.  Por eso mismo el judío convertido debe gozar de todos los derechos civiles y religiosos de que usan los cristianos, sin excepción alguna, y desaparecer de su persona el estigma que muchos le achacan de haber crucificado sus padres y pueblo al Salvador, Cristo; las culpas personales del padre no pueden ni deben pasar al hijo’.”  [4]

El historiador Lewin también destacó que “otro eminente sacerdote cristiano nuevo”, fray Luis de León -traductor del Cantar de los Cantares-, en su libro De los nombres de Cristo, “repetidas veces insiste en que todos los cristianos son de un mismo linaje, ‘hijos todos de Cristo’…”

Tras aludir a otras lecturas, manifestó que siendo en aquel tiempo frecuentes los “cargos contra la sinceridad en la fe de los cristianos nuevos, en el extranjero todos los españoles -sin importar el cargo que ocupaban- eran considerados marranos” y por ello, probablemente fray Luis de León dijo:

“Y como el cuerpo que en su parte está maltratado y cuyos humores se conciertan mal entre sí está muy ocasionado y muy vecino a la enfermedad y a la muerte; así por la misma manera el reino adonde muchas órdenes y suertes de hombres y muchas casas particulares están como sentidas y heridas, y adonde la diferencia que por estas causas pone la fortuna y las leyes no permite que se mezclen y se concierten bien unas con otras, está sujeto a enfermar y venir a las armas con cualquiera razón que se ofrece.  Que la propia lástima e injuria de cada uno encerrada en su pecho, y que vive en él, los despierta y los hace velar siempre a la ocasión y a la venganza.” [5]

 

“…fray Luis de León -de igual manera que don Alfonso de Cartagena- aunque no se oponía al castigo de los judaizantes, no sólo… no profesaba un odio ciego a todos los cristianos nuevos, sino por el contrario se atrevía a sumir su defensa con argumentos harto peligrosos.  Partiendo de premisas evangélicas, es decir, ortodoxamente cristianas, dice que el ‘pueblo de Dios acabaría por prevalecer de la confusión de aquellos que han obrado injustamente y con poca piedad hacia Dios y hacia su pueblo, persiguiendo a los justos y a los buenos, así como a los pecadores, con un odio personal’.  Entre los méritos de los hombres de ascendencia judía nos se olvida de citar que Cristo era de su misma estirpe.”

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De continente a continente, en el siglo dieciséis resultó evidente cómo nacían más brotes de la Inquisición, “una institución aprobada por los doctores de la Iglesia y autorizada por los papas”, aunque como lo destacó el historiador Lewin, “el Santo Oficio distaba mucho de ser considerado infalible canónicamente y su comportamiento en España y Portugal, los únicos países católicos donde existió como tribunal eclesiástico y estatal, siempre del agrado de la Santa Sede.  Además, corresponde destacar que la Compañía de Jesús, en algunos momentos, y ciertos prelados de la Iglesia en otros, protestaron enérgicamente contra los procederes inquisitoriales en los dos países nombrados.”

“Ya en 1501, en la Instrucción al Comendador de Lares frey Nicolás da Ovando, la Reina Católica, dice a su enviado al Nuevo Mundo: ‘no consentiréis ni daréis lugar que allá vayan moros ni judíos, ni herejes ni reconciliados, ni personas nuevamente convertidas a nuestra Santa Fe, salvo si fueren esclavos negros u otros esclavos que hayan nacido en poder de cristianos, nuestros súbditos y naturales’.” [6]

En la cédula real de 1508 -cuatro años posterior a la muerte de la reina Isabel-, se comunica a Ovando que los procuradores de la Española suplicaron que los descendientes ‘de judíos y moros y de quemados y reconciliados, hasta el cuarto grado, y herederos de los sobredichos, no pudiesen ir a la dicha isla, y los que ahora en ella están se saliesen de ella’.  Accediendo a esa súplica en nombre de doña Juana la Loca, se ordena en la misma cédula al gobernador de la isla, en aquel momento único lugar colonizado, si es lícito calificar así la anarquía reinante en la Española, que ‘no consienta, ni dé lugar a que ahora ni adelante vayan a vivir en ella ningunos hijos ni nietos de tornadizos y judíos, ni hijos de quemados ni reconciliados’.  Pero he aquí lo sorprendente: en ese mismo momento, Fernando el Católico negocia con los conversos una licencia, al principio restringida pero después ampliada, para establecerse ellos en las Indias… suponemos que es consecuencia de la negociación aludida el hecho de que, en 1511, Fernando facultara ‘a los jueces oficiales para que permitiesen pasar a las Indias, islas y Tierra Firme del Mar océano todas las personas naturales, vecinos y moradores de estos reinos que quisiesen ir a ellas sin pedirles información, sino sólo con escribir los nombres de los que pasasen, para que se supiese la gente que iba y el lugar donde eran vecinos, diciendo que dispensaba el examen que antes tenía mandado sobre esto, poro facilitar el pasaje, respecto al deseo que tenía que las Indias se poblasen y ennobleciesen lo más que se pudiese’.   El oro, ese vil metal con que los judíos ‘corrompían’ a orgullosos nobles, jugaba en ello un papel decisivo.  No cabe otra explicación, por más que salga mal parada la memoria del Rey Católico, puesto que, dos años después de su muerte, en 1618, Carlos V deroga en términos realmente edificantes… cierta ‘habilitación y composición que se hizo por mandato del Católico Rey, mi señor y abuelo, que haya santa gloria, dizque que habéis dejado y dejáis pasar a todos los que quieren’ ir a las Indias. Esa composición consistió en la paga de 20.000 ducados”…  [7]

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“El conquistador Hernando Alonso, compañero de Cortés, fue procesado, en 1528, por la Inquisición ordinaria por haber prohibido a su esposa concurrir a la Iglesia estando ‘impura’… y… pro ese crimen Hernando Alonso fue quemado vivo”.  [8]

 

Sabido es que en hispanoamérica funcionó el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición con sede en Lima para el Virreinato del Perú y el de México, “una especie e Corte con jurisdicción originaria para las causas de fe y los delitos conexos a ella, conforme al criterio de la época, de los pobladores blancos y mestizos de América”.  Por la extensión territorial, estaban organizados “órganos inferiores y subordinados: las comisarías locales.  Su ausencia de Buenos Aires, por ejemplo, de ningún modo equivalía a la falta de vigilancia inquisitorial en la capital del Plata, ya que corría a su cargo el comisario, algo así como juez de instrucción inquisitorial.  De igual manera el hecho de residir hasta fines del siglo XVIII el virrey en Lima, no significaba la acefalía de la autoridad administrativa en el Río de la Plata.   Lo suplantaba y lo representaba en las tareas de menor responsabilidad el gobernador.”  [9]

“…Aunque la labor investigativa y policial de los comisarios regionales de la Inquisición no tenía que ver directamente con la quema de herejes, abarcaba sectores más vastos, afectaba un número mayor de personas y estaba más inextricablemente unida con la vida cotidiana de los habitantes de los poblados americanos que la parte más dramática y trágica del procedimiento del Santo Oficio en su propio lugar de residencia.  Y lo que es quizá más importante: hacía a la Inquisición presente en todas partes.”

“…los comisarios, no sólo se dedicaban a una labor absolutamente secretar y a las esporádicas misiones por encargo de su superioridad que no podía quedar totalmente ocultas, sino también a una tarea periódica bien pública… la lectura solemne de los edictos de Delación y de Anatema, y a los conflictos por motivos de preeminencia o ceremonial surgidos a causa del despliegue del poder inquisitorial en tales ocasiones”.  [10]

 

Boleslao Lewin destacó que fue “Doña María de Castro, la última persona quemada (1736) por la Inquisición limeña, consideraba que Jesús ‘era un profeta enviado por Dios’, no obstante ello, exhaló su último aliento en la hoguera’.”

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Discriminación en el Río de la Plata…

Sabido es que “el estatuto de la Sociedad literaria y Económica del Río de la Plata, constituida en 1800 para la ‘ilustración de este país en todas las ciencias y ramos de la literatura’, se dice que sus miembros ‘han de ser españoles, nacidos en estos Reinos o en los de España, Cristianos viejos y limpios de toda mala raza; pues no se ha de poder admitir en ella a ningún extranjero, negro, mulato, chino, zambo, cuarterón o mestizo, ni aquel que haya sido reconciliado por el delito de herejía y apostasía, ni los hijos ni los nietos de quemados y condenados por dicho delito hasta la segunda generación por línea masculina y hasta la primera por línea femenina’.”   [11]

 

Durante la Cuaresma debían leer los Edictos generales de Fe y Anatema según orden de la Inquisición y así fue como en Corrientes, Juan Josef de Arze Comisario de Inquisición, informó al Cabildo, Justicia y Regimiento, que el 28 de febrero y el 4 de marzo de 1804, “con clarines y cajas por las Calles y plazas mas publicas y acostumbradas de la Ciudad, se ha de hacer el pregón, que debe preceder a la publicacion de dichos Edictos.”  [12]

En otro documento, el doctor Juan Francisco de Castro y Careaga se refirió a aquel bando publicado por el “Cura de Naturales D.n Juan Jose Arze como Comisario del Santo Oficio” destacando que “a son de Cajas, y pífanos, y una gran Música q.e llevaba por delante, ordenaba q.e todos los estantes, y habitantes en el entorno de seis leguas de diez años p.a arriba concurriesen a la Ig.a Matris en los Domingos segundo, y quarto de Quaresma a la Publicación de los Edictos generales, y Anatemas, q.e se habían de leer en dhos días, pena de Excomunión mayor ipso facto incurrenda a los q.e faltasen a dho. Acto”.

También se generó una controversia por la convocatoria realizada el 11 de febrero de 1806 por don Domingo García, Comisario del Santo Oficio en Mendoza, y el mismo día, Juan Francisco Cobo, Notario del Santo Oficio entregó copias de la Instrucción de los Señores Inquisidores que incluía citas de cartas y cédulas desde 1618 hasta la circular del 20 de enero de 1746 firmada por el Virrey José Manso de Velasco, Conde Superunda”…

Estaba ordenado que el segundo domingo a la mañana, “se juntarán en Casa del Comisario los dhos. Ministros (del S.to Oficio), Corregidor, Cavildo, y Alcaldes ordinarios, todos con sus caballos, y sacaran y acompañaran a dho Comisario hasta la Iglesia en la forma, que el día del Pregon (llevando dho Corregidor á su mano derecha al Comisario), y lo mismo harán dho. Corregidor, Cabildo, Just.a y familiares el día de la Anatema hasta volver á su Casa al dho Comisario, y al entrar en dha Iglesia le daran el agua vendita los Curas o Clérigos, que estarán con sobrepellizes y despúes pasará el Comisario á su Silla, que estará con Alfombra y Cojín al lado del Evangelio, y el Alguacil, Notario, y demás Familiares por su antigüedad (que se regula por las fechas de los juramentos, y como se dice en el nº que trata dela forma de asientos) á vajo de las Gradas del Presbiterio en dho lado, que se sentarán en Banca cubierta de alguna Alfombra, y el Cabildo, enfrente en sus Bancas, y estando todos sentados, y hechose las Cortesías ordinarias, saldrá la Misa, que la dirá el Cura, u otro en su lugar, por ser así de su obligación.

=entre renglón =ser=vale=”…

 

 

En aquel tiempo, entre los británicos eran otras las prioridades porque entre 1806 y 1807 concretaron las dos invasiones inglesas en el puerto y ciudad de Buenos Aires.

Sabido es que en octubre de 1807, se generaron “entredichos con motivo de la publicación de los edictos del Santo Oficio en Buenos Aires, Asunción”… relacionados con el “reo (bígamo) Francisco de Isurza alias Ellacuriaga, residente en Santiago del Estero” y el entonces virrey, Juan José de Vértiz

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En Córdoba, con bienes donados por el Presbítero Ignacio Duarte Quirós oriundo de esa provincia, el gobernador Tomás Felipe Félix de Argandoña fundó el 1º de agosto de 1687 el Colegio Real Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat y enseñaban Latinidad, Teología y Filosofía hasta que en 1767 los jesuitas fueron expulsados por el virrey Francisco de Paula Bucarelli, sucesor de Pedro de Cevallos (1756-1766).

Aquel Colegio de Monserrat, sirvió como modelo al virrey Teniente General Juan José de Vértiz y Salcedo en 1771, cuando organizó el Colegio Real de San Carlos en Buenos Aires, también reconocido como Real Convictorio Carolino.

 

Casi todos los textos de historia referidos a gobiernos del Río de la Plata a fines del siglo dieciocho, destacan la fundación del Colegio Real de San Carlos sin aludir a las disposiciones relativas a los alumnos de esa institución, quienes además de “leer y escribir suficientemente”, debían ser personas “de buenas inclinaciones  y costumbres para que no sean capaces de inficionar a los otros, ya sea corrompiendo la fuerza de sus costumbres, o inspirándoles un espíritu de queja y de inobediencia, para cuyo efecto los que hubiesen de recibirse en el colegio harán antes [una información] de ser cristianos viejos, limpios de toda mácula y raza de moros y judíos y recién convertidos a nuestra santa fe católica, y no tienen su origen de penitenciados por el santo oficio, ni que hayan ellos o sus padres tenido oficios infames.”  [13]

 

A fines de la primera década del siglo diecinueve, “en la Argentina, pese a lo que se cree comúnmente, con el estallido de la Revolución de Mayo el tribunal del Santo Oficio de la Inquisición no se extinguió automáticamente.  Todo lo contrario, desarrollaba su actividad aún después del establecimiento de la Primera Junta, no sólo en lo atingente a la ‘pureza’ de la fe  sino también en lo que respecta a las peligrosas ‘novedades’ de la época.  Esto es absolutamente lógico, y dentro de las normas jurídicas vigentes a la sazón, si se toma en cuenta que las primeras autoridades argentinas no confesaban sus fines separatistas y decían gobernar en nombre del tristemente célebre monarca español cautivo, Fernando VII. En el proceso inquisitorial contra Fray Pablo Joven ‘por irregular conducta y cierta causa de novedad’, iniciado el 19 de noviembre de 1809 y seguido después de la Revolución de Mayo, nada menos que el traductor de El contrato social se ve obligado a acceder al pedido del comisario del Santo Oficio en Buenos Aires, don José Francisco de la Riestra, y dictar, el 16 de julio de 1810, una orden por la cual se dé ‘el auxilio de tres Blandengues con un Cabo’,  a fin de conducir al mencionado fraile a Mendoza y de allí, a través de Chile, a Lima”…    [14]

Está documentado que el Doctor D. José Francisco de la Riestra, comisario del Santo Oficio, había recibido el 6 de julio “la providencia” del  Tribunal de la Inquisición de los “Reynos del Perú” para proceder al traslado del fraile franciscano Pablo Joven, “entregándolo de Guardia en Guardia” y el 16 de julio -día de Nuestra Señora del Carmen-lo comunicó al “Exmo. S.or Presid.te y vocales de la Junta Guvernativa de las Provincias del Río de la Plata”.  El mismo día, el secretario de la Junta Doctor Mariano Moreno, dejó constancia del trámite:  [15]

“Bs.As. 16 de julio de 1810.  Dese el auxilio de tres Blandengues con un Cabo, quienes entregarán á el P.e Joven a la 1.ª guardia de la jurisdicción de Mendoza, oficiándose por el Comisario requirente á todos los partidos de la carrera de Chile, para que por aquella vía sea conducido de partido en partido hasta su destino. [Rubrica] D.or  Moreno.”

(A comienzos del siglo veintiuno, el Papa Juan Pablo II ha sido el primer pontífice que reuniéndose con rabinos y con representantes jerárquicos de distintas religiones, pidió perdón por las injusticias cometidas por la Iglesia Católica Apostólica Romana en siglos anteriores, refiriéndose concretamente a la Inquisición.)

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1810: situación en la provincia de Santa Fe…

 

Los datos referidos a la población a principios del año 1800 son útiles para comprender diversos acontecimientos: Santa Fe aproximadamente 5.000 habitantes; Rosario 3.500; Coronda 2.000; San Jerónimo del Rey 1.000; Los Sunchales 1.110; San Javier y El Rincón 700 en cada localidad, incluyendo algunas estancias cercanas.

 

Ha reconocido el historiador Salvador Dana Montaño que cuando se produjeron los cambios de autoridades virreinales y asumieron los miembros de la primera Junta, “la actual Provincia de Santa Fe integraba la Intendencia general del Ejército y de la Provincia de Buenos Aires. Como ‘Partido’ de ella, Santa Fe era gobernada por un Teniente de Gobernador, que en 1810 era el Capitán de Dragones, ex comandante de Armas de la plaza, don Prudencio de Gastañaduy, que se había distinguido en la defensa de nuestras fronteras, al punto que se afirma que a principios del siglo XIX su delineamiento habíase hecho definitivamente”. Hasta entonces, el Cabildo de Santa Fe tenía “jurisdicción sobre la costa del Paraná (Entre Ríos) cuyos Alcaldes de Hermandad designó hasta después de producida la Revolución, a pesar de las protestas de Rocamora y otros pobladores entrerrianos.”  [16]

El gobernador Gastañaduy estaba bien relacionado con los sacerdotes y en aquel tiempo, había cuatro fuertes con capilla en Rosario, Coronda y Melincué y las restantes capillas estaban en las misiones jesuíticas.  Allí también repercutió la revolución del 25 de mayo.

 

El 4 de junio de 1810 llegó la noticia a la ciudad de Santa Fe: el Cnel. José Ramón Espíndola -paraguayo- entregó al Teniente Gobernador Gastañaduy los pliegos donde la Junta Revolucionaria informaba que había sido depuesto el Virrey Teniente General Baltasar Hidalgo de Cisneros y Latorre, el Virrey Cisneros que había sucedido al Virrey Liniers.

Plan contrarrevolucionario…

Mientras tanto el deán Funes recibía en Córdoba el mensaje entregado por el joven de diecisiete años José Melchor Lavin, con información sobre el plan contrarrevolucionario y se reunieron algunos civiles, autoridades eclesiásticas y militares, menos el Deán que estaba especulando con su adhesión al movimiento porteño.

Tras varias reuniones secretas fueron capturados los conspiradores. El Dr. Juan José Castelli fue comisionado por la Junta para cumplir el oficio entregado por el secretario Mariano Moreno y partió acompañado por el “coronel Domingo French y su segundo, el teniente coronel Juan Ramón Balcarce.  Se encontraron con los prisioneros en la Posta de Cruz Alta a la entrada de Córdoba.

Primeros fusilamientos

El ex-virrey Santiago de Liniers y cinco prisioneros, entre ellos el Brig. Juan Gutiérrez de la Cocha, gobernador intendente de la provincia de Córdoba del Tucumán,  serían fusilados a pesar de que el Obispo Orellana pidió que se permitiera a los condenados abandonar el país.

El 28 de julio de 1810 se cumplió la sentencia, allí fueron sepultados hasta que durante la presidencia de Santiago Derqui fueron exhumados y trasladados a España, donde con solemnes fueron depositados en el panteón de los marinos ilustres, en la ciudad de San Fernando, cerca de Cádiz.  [17]

Elección de diputados…

En la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, en Plaza Mayor -luego nombrada “Plaza del Congreso” y actualmente “Plaza Veinticinco de Mayo”-, ante la noticia del cambio de gobierno en la ciudad-puerto de Buenos Aires comenzaron los disparos de fusilería y de artillería -un frecuente recurso para que se congregara el vecindario- y tañeron las campanas de los templos, después hubo resonaba las fanfarrias y entusiasmaron los bailes.

La Primera Junta había recomendado la elección de un diputado como representante de la provincia ante el nuevo gobierno y lejos de esos ruidos se reunieron algunos de los “sujetos nobles y distinguidos que forman la proporción más lúcida del vecindario” en la casa del Cura Párroco Dr. José de Amenábar porque había que resolver inmediatamente dos problemas: quién seguiría gobernando y qué político los representaría como diputado.

Coincidieron en que Gastañaduy había gobernado con austeridad e impulsado fundar algunos pueblos para asegurar a sus habitantes que los indios estarían controlados para evitar los saqueos.  También había intentado recuperar el Puerto Preciso.

Tenidos en cuenta los últimos acontecimientos en Buenos Aires, elaboraron una definitiva conclusión: los santafesinos también tenían derecho a nombrar su gobierno.  [18]

La información disponible encendió la chispa del entusiasmo revolucionario entre los políticos santafesinos aunque no sabían cómo actuar con precisión al carecer de datos  que demostraran cómo eran los vínculos políticos preponderantes tras esas nuevas relaciones.

Presencia de Francisco Antonio Candioti

El influyente don Francisco Antonio Candioti estaba en su estancia de Arroyo Hondo en Entre Ríos; una colonia donde el patriarca vivía con uno de sus tantos hijos, en “un rancho de tres piezas, que forma ‘con otras dos o tres construcciones aisladas, el costado de un cuadrado inconcluso… aunque el rancho en que vive es de apariencia modesta, tiene un lujoso lecho”.

La estancia tenía una extensión de “treinta y seis leguas cuadradas” y “otro lado y medio está ocupado por las chozas pequeñas y bastantes bajas de los cuarenta y cinco peones que cuidan las cuarenta mil cabezas de vacunos y cincuenta mil caballos y mulas que allí tiene.  Alrededor de esta pequeña colonia hay cuatro enormes corrales para ganados y un chiquero”.  [19]

 

En aquel tiempo, el empresario-gaucho don  Francisco Antonio Candioti era dueño de “trescientas leguas cuadradas de tierra, propietario de doscientas cincuenta mil cabezas de ganado… de trescientos mil caballos y mulas y de más de quinientos mil pesos atesorados en sus cofres en onzas de oro, importadas del Perú”.

Han reiterado que para lograr esa fortuna había trabajado durante años con arreos y con carretas; nada era heredado ni producto del azar y los paisanos así lo reconocían; admiraban los arreos del caballo que montaba y los estribos de plata hechos por un hábil y lejano platero peruano.   [20]

Sabido es que en Santa Fe, “la conmoción que produjo la Revolución tuvo diversos matices.  Escepticismo en algunos, recelo en otros y grandes esperanzas entre los verdaderos criollos”.

 

Un chasqui llevó la noticia a don Francisco y de inmediato montó en su caballo acompañado por dos peones. Mientras tanto, Gastañaduy había sido convocado en Buenos Aires para responder ante las nuevas autoridades sobre algunas denuncias de algunos vecinos santafesinos.  Es posible imaginar la incertidumbre que habrá soportado Gastañaduy durante los primeros quince días, hasta que el 19 de junio de ese año, se recibió la primera comunicación de la Junta disponiendo “que el expediente formado por Don José María de las Carreras, por cobro de pesos, quedaba suspendido interinamente, y que hasta tanto se apersonara el Coronel D. Manuel Ruiz, designado para sucederle, entregara el mando al Alcalde de primer voto”.

El nombramiento del Cnel. Ruiz se concretó el 25 de junio de 1810, y se cumplieron las órdenes al asumir don Pedro Tomás de Larrechea, Alcalde de primer voto. Inmediatamente comenzaron las protestas porque no aceptaban que desde Buenos Aires continuaran con la tradición de imponer gobiernos en las provincias.

Hay que tener en cuenta el Coronel Ruiz era español, durante varios años había sido jefe del Regimiento de Morenos y ningún santafesino lo había imaginado dando órdenes en su provincia.

 

El Licenciado Manuel Belgrano integraba la Junta y aunque durante su gestión en el Consulado se comprobó que algunos de sus propósitos no se cumplieron porque se imponían las decisiones de la mayoría, este nuevo estado institucional y su amistad con don Francisco Candioti permitieron alentar algunas esperanzas.  Los paisanos se congregaron frente al Cabildo e insistían en que fuera nombrado don Francisco Candioti.

El 9 de julio de 1810 don Juan Francisco Tarragona fue electo diputado y se incorporó a la Junta en ese carácter.  El 14 de julio el Cabildo nombró interinamente a Melchor Echagüe quien no se presentó hasta el 3 de agosto.

Mientras tanto los paisanos seguían protestando porque querían que se convocara al estanciero Francisco Antonio Candioti.  El Cabildo propuso al gobierno porteño su candidatura porque hasta entonces había demostrado ser un “hombre honrado y de palabra”.

El 1º de agosto de 1810 la Junta con la firma de Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Dr. Manuel Alberti, Domingo Matheu, Juan Larrea y el secretario Dr. Mariano Moreno, manifestaba que en otras circunstancias se habría acordado “la elección del jefe que debe gobernar esa provincia; pero habiéndose publicado la elección del Coronel Ruiz anticipadamente, es imposible por ahora una variación que comprometiera el concepto de madurez, con que este gobierno procede”.   [21]

18-08-1810: Gobierno del Coronel Manuel Ruiz

El 18 de agosto asumió el Coronel Manuel Ruiz y no hubo aplausos ni aclamaciones. El Cnel. José Ramón Espíndola -paraguayo- después de cumplir la misión de entregar los pliegos al Cabildo santafesino había avanzado hacia el norte e informó al Coronel Bernardo Velasco que gobernaba en ese territorio, quien de inmediato rechazó al emisario de la Junta y le anticipó que estaban dispuestos a defenderse con sus armas.

En una perspectiva más amplia, como lo ha destacado el historiador Andrés Atilio Roverano, “la Junta de Buenos Aires trabajaba activamente y trataba de disponer todas las medidas tendientes a asegurar el buen resultado del movimiento”:

Lógicamente al llegar la noticia del rechazo de las autoridades de Asunción, inmediatamente se produjo la reacción. Las autoridades porteñas, dispusieron que el Licenciado Belgrano con el grado de General encabezara la tropa integrada por doscientos hombres que debía llegar a Asunción para terminar con el conflicto. Es posible  imaginar la incertidumbre del Licenciado recién nombrado General hasta que en sucesivas localidades pudo aumentar los recursos para tan inesperada empresa.

 

El aparente triunfo de Buenos Aires al imponer el gobernador de Santa Fe, en realidad fue el comienzo de profundas discrepancias: los santafesinos desde entonces tuvieron que afianzar su derecho a la autonomía estando alertas ante las decisiones de la Junta porteña y  al mismo tiempo, tenían que observar oportunamente las pretensiones de Artigas que aspiraba a dominar el país.

Las intrigas no tenían límites y cada vez que se intentaban algunos avances estratégicos comenzaba la reacción de las fuerzas porteñas sobre el territorio santafesino.

01-10-1810: Manuel Belgrano en la capital santafesina…

El historiador Andrés Roverano ha destacado que durante el primer día de octubre de 1810,  “en el paso de Santo Tomé, sobre el río Salado, la quietud del lugar se vio quebrada por un rumoreo y una actividad extraña a esa mansedumbre.  Escasas y animosas tropas se aprestaban a vadearlo.  Las órdenes precisas de su general eran acatadas de inmediato y cumplidas con toda premura.  La voz de don Manuel Belgrano resonaba firme sobre el río… En la noche del 1º terminó Belgrano de cruzar el río.  No bien hubo alcanzado la otra orilla, la autoridad de la ciudad de Santa Fe en la persona del teniente de gobernador, coronel Manuel Ruiz, se hizo presente para saludarlo y testimoniarle su decidido apoyo.  Algunos santafesinos de prominente situación formaban la comitiva.  Allí, junto al río, les agradeció la bienvenida y, en uno de sus tantos nobles gestos, declinó los ofrecimientos de hospedaje, manifestando que se alojaría en el Convento de Santo Domingo, de que era devoto, a fin de no irrogar ningún desembolso a los vecinos”.

El historiador José Carmelo Busaniche, relató así aquel acontecimiento:  “La noche del 1º de octubre de 1810 el Vocal de la Junta llegó a esta ciudad.  Creyó que nadie conocía su arribo, pero al cruzar el río Salado, por el paso de Santo Tomé, tuvo una agradable sorpresa.  El Teniente de Gobernador Coronel Manuel Ruiz le esperaba en la costa con las autoridades del Cabildo y los vecinos principales.  De allí marcharon hasta el Convento de Santo Domingo, donde el General había decidido alojarse para no causar gastos a ningún particular.  En el transcurso escucha aplausos y vivas, que recibe como homenaje a la Junta.  Al día siguiente escribirá, con humildad, desde su celda del Convento, informando al Presidente Saavedra su llegada a Santa Fe:  ‘A pesar de ser la noche obscura y del mucho barro que había en las calles, oí vivas y aclamaciones del pueblo, que descubren claramente los sentimientos de que está animado y el respeto y la obediencia que prestan a V. E.’  La adhesión de la ciudad le había conmovido hondamente.  ‘Yo no puedo decir a V. E. bastante -dirá- las demostraciones de júbilo de estos vecinos, y el respeto y obediencia a sus órdenes; por lo tanto le he dado el título de Noble al Ayuntamiento, que no dudo sea de la aprobación de V.E.; y le he dicho que me proponga alguna cosa útil al Pueblo, pues deseo conforme a las intenciones de V.E. señalar con beneficios físicos mi venida’.

Cumpliendo ese propósito, Belgrano escuchó detenidamente las peticiones del vecindario.  Supo así que una de las mayores necesidades de la ciudad era la construcción del edificio capitular de que Santa Fe carecía. El Cabildo debía sesionar en locales inadecuados, y la cárcel, instalada también en ellos, no tenía seguridad alguna.  Los presos la abandonaban con facilidad, no por negligencia del encargado de prisiones, sino por la fragilidad de las paredes, en las que abrían boquetes por los que fugaban.  En alguna de las visitas periódicas que realizaban a las prisiones las personas del ayuntamiento, las hallaron vacías, con consiguiente comentario de los vecinos y desmedro de la autoridad real. En el deseo de subsanar estos inconvenientes y lograr recursos para la construcción de las salas capitulares, Belgrano autorizó la venta a la iglesia abandonada de la Merced. ‘Entre las posesiones que tiene el ramo de las Temporalidades, -escribirá a la Junta- hay el terreno y ruinas que dejaron los mercedarios en su convento, que solo sirven para iniquidades, y cuyo valor no puede ser de mucha consecuencia, ya sí para alegrar a los del Cabildo me he tomado la libertad de cedérselo, para que con su producto puedan auxiliar para continuar el edificio de casas capitulares y cárceles’…”

 

En aquel tiempo, esa Iglesia y el convento pertenecientes a la Orden de los Mercedarios estaban sobre la manzana este de la actual calle Nueve de Julio entre General López y Monseñor Vicente Zazpe, antes nombrada calle Buenos Aires. esquina noreste de General López y Nueve de Julio.  Expulsados los Padres Jesuitas en 1767 por orden del rey Carlos III de España, los sacerdotes de esa Orden fueron autorizados para ocupar el templo y quinta situados al este de la Plaza Mayor.  Prevista la subasta para el 23 de noviembre de 1810, se concretó a fines de diciembre sin los resultados imaginados porque sólo se presentaron dos postores.  En ese tiempo hizo una propuesta el cirujano Manuel Rodríguez casado con Josefa Rodríguez del Freno pero optaron por suspender la venta hasta el 18 de abril de 1812.

Destacó el historiador José Carmelo Busaniche que “esta vez el acto se revistió de todas las solemnidades; las personas del Cabildo sacaron a la puerta de la casa capitular mesa y recado para escribir y el escribano Isidro Montaño Iturmendi hizo anunciar en voz alta el remate.  Como no había pregonero en la ciudad, debieron sacar de la cárcel al negro Juan Manuel Ramos para que hiciera sus veces.  Tres días los cabildantes esperaron las ofertas sentados a la puerta del Cabildo hasta la puesta del sol…  El solar del Sur se adjudicó a don Manuel Rodríguez y el del Norte a don Gabriel de Lassaga, el viejo… fundador en Santa Fe de la familia de su apellido, era uno de os personajes más destacados de la ciudad.  Pasaba ya de los ochenta años…

En el solar que Lassaga adquiriera se encontraba el casco desmantelado del viejo templo.  Don Gabriel no quiso ocuparlo, ni destruirlo.  Un respetuoso sentimiento le impedía utilizarlo para fines profanos y edificar sobre el sepulcro de los muertos.  Se limitó a disponer de la esquina, dejando libre la mitad de cuadra, que era donde se alzaba la Iglesia, hasta que en 1813 decidió donarla a la Matriz para que sirviera de cementerio de la ciudad. El cura Duarte Neves y Cabildo alabaron su gesto”…

“En 1825, muerto ya el donante, uno de sus hijos, José Gabriel de Lassaga, pidió al gobierno de la Provincia que revocara la donación y restituyera el sitio a los herederos.  El cementerio era contiguo a la finca en que vivía el solicitando y constituía un lindero bastante ingrato.  La nota de Lassaga fue pasada en vista al cura Amenábar y aunque éste hizo notar que la escasez de recursos con que contaba la iglesia no permitía la habilitación de un nuevo cementerio, el Gobernador Delegado Echagüe restituyó el lugar a los herederos.  La resolución dejó constancia de las causas que motivaban la revocatoria: ‘Por el mérito -dirá- que suministra el expediente debo declarar y declaro nula y sin efecto la donación hecha por don Gabriel de Lassaga, ya finado, del templo ruinoso que perteneció a los Padres Mercedarios, para cementerio de la Iglesia Matriz, por la impropiedad del lugar para ese destino, pues no depara menos perjuicio que la absoluta lobreguez de un barrio tan principal de la población, devolviéndose a los herederos para que lo edifiquen o venda; haciendo en adelante el Doctor José de Amenábar los entierros que ocurran en sitio contiguo y de la pertenencia de su Iglesia hasta tanto que el gobierno pueda disponer un cementerio general fuera de esta capital…”

En la parte sur adquirida por el protomédico Manuel Rodríguez, su yerno Estanislao López siendo gobernador, aproximadamente en 1823 logró construir ahí su casa, donde vivió con su familia hasta su fallecimiento.  Actualmente es la sede del Archivo General de la Provincia de Santa Fe y ha sido declarada “Monumento Histórico Nacional”, periódicamente distintos medios aluden a la necesidad de preservar esa antigua construcción de dos plantas, con patio y aljibe…

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Apoyo al General Belgrano…

En la ciudad de Santa Fe, el entusiasta general Belgrano incorporó aproximadamente doscientos hombres, entre ellos el joven militar Estanislao López -de veinticuatro años- y como lo había imaginado, tuvo el apoyo de su generoso amigo Francisco Antonio Candioti.  Juntos partieron hacia la estancia de Arroyo Hondo y trajeron “mil trescientos cincuenta caballos, de los mejores, con novillada gorda para alimentar a la tropa, y con doce grandes carretas, munidas de su correspondiente boyada y peones.  Luego entrega dinero en efectivo y selecciona los baqueanos que han de acompañar al general hacia al Norte”.

Entre los vecinos de la ciudad que colaboraron, han destacado el apoyo de la generosa Gregoria Pérez de Denis -viuda de don Juan Ventura Denis-, cuya vivienda estaba a pocas cuadras del convento de Santo Domingo, a menos cien metros al oeste del Cabildo.

Puso a disposición del General Belgrano,  “sus haciendas, casas y criados, desde el río Feliciano hasta el puesto de Las Estacas” expresándole que en ese territorio, él sería el “dueño” de sus “cortos bienes, para que con ellos pueda auxiliar al ejército a su mando, sin interés alguno”.  Al mismo tiempo le pidió que tuviera en cuenta a su hijo Valentín para lo que necesitara.

El 8 de octubre de 1810, el General Belgrano acordó el título de “noble” al Ayuntamiento y Cabildo de Santa Fe y pidió a la Junta que así lo reconociera.

Instalación de Batería cerca del puerto…

Mientras tanto el español Coronel Manuel Ruiz seguía siendo el gobernador de los autonomistas santafesinos. En un informe a las autoridades de Buenos Aires, refiriéndose a la ciudad que abarcaba hacia el norte hasta la actual calle Tucumán, y que por el sur no se podía expandir porque el límite era el arroyo del Hospital (Quillá), el teniente de gobernador expresó:

“…habiendo observado la posición de la Plaza con los riachos que la circundan, queda en la situación (la ciudad) de una península… he determinado que se forme una Batería en el riacho denominado ‘Campamento’, porque domina la entrada principal de la ciudad”, siendo la boca del reconocido como riacho del Colastiné, actual Plaza Colón frente al puerto.

 

Luego el gobernador Manuel Ruiz informaba acerca del “emplazamiento de dos fortines, situados en los desaguaderos de los ríos Fray Atanasio y el Negro”.

Monopolios y exportación del tasajo…

Es evidente que desde una perspectiva amplia, a partir de fines de mayo de 1810, existían otros intereses para los integrantes de la Primera Junta, y una de las prioridades era satisfacer a los monopolistas de la industria y la exportación del tasajo.

En ese tiempo se sembraron las primeras semillas de la discriminación porque al “allanar todas las dificultades con que tropieza continuamente la industria de carne conservada, se empieza por suprimir la franquicia de carnear el animal con la sola obligación de entregar el cuero a su dueño, pudiendo comerse la carne gratis.  Se trataba de una ‘empresa de capitalistas y no se pensó en reconocer a los gauchos como socios’, observa agudamente Juan Álvarez.  La carne destinada a consumo, que se vendía a buenos precios a los mismos gauchos y a los pobladores de las ciudades, era gravada con fuertes derechos, mientras se liberaba la destinada a la exportación”.

Los monopolios se afianzaban en el Río de la Plata y el puerto de Buenos Aires se asemejaba a un fantástico pulpo cuyos tentáculos se extendían hasta las reservas de Asunción del Paraguay y poblaciones del Alto Perú.   [22]

Es oportuno tener en cuenta la Historia Social y Cultural del Río de la Plata; el evidente transplante cultural producido en el lapso 1536-1810, a través de lo investigado por el noble jesuita Guillermo Juan Furlong, hijo espiritual de Villa Constitución porque en el siglo veinte, al analizar la realidad socioeconómica argentina destacó:

“Se podría hablar de la ‘idolatría equina’ que hubo entre nosotros, hasta muy entrada la segunda mitad del siglo pasado, y aún hasta principios de esta centuria”.  [23]

1811: ambivalencia y autoritarismo desde Buenos Aires…

La Junta Grande desde Buenos Aires, en 1811 seguía avanzando con sus decretos revolucionarios: desconoció la pretendida autoridad del Brigadier Francisco Xavier de Elío, designado por el Consejo Regencia después de la constitución del primer gobierno patrio y en consecuencia, sólo gobernó en el reducido territorio de la Banda Oriental -Uruguay- que siguió en poder de los españoles.  Ese mismo año, la mencionada Junta suprimió el tributo que estaban obligados a pagar “los indios, nuestros hermanos”.

Sin embargo, en la pampa y en el litoral se ampliaban las líneas de fortines para acosarlos y obligarlos a replegarse sobre el Bermejo al norte y hacia el Estrecho de Magallanes al sur.

La provincia de Santa Fe soportaba las consecuencias del autoritarismo porteño y se suceden los Tenientes Gobernadores que al decir Urbano de Yriondo -Iriondo-, “no se ocupaban de otra cosa que en sacar contribuciones, primeramente a los españoles y luego a los criollos, y a los estancieros en general, auxilios de caballos y reses para el transporte de tropas que venían de Buenos Aires para pasar al Perú y Banda Oriental, dejando nuestra campaña a discreción de los indios”.   [24]

 

Sabido es que en aquel tiempo, cuando en el Perú se enteraron del apoyo de don Francisco Antonio Candioti al ejército que conducía su amigo Belgrano, además de confiscar sus bienes, con mayor severidad también ofrecieron una recompensa por su cabeza. Mediante la muerte intentaban seguir despejando determinados caminos…

1812: gobernador Juan Antonio Pereira…

En enero de 1812 las autoridades porteñas comprendieron que en Santa Fe era necesario nombrar el Teniente de Gobernador que reemplazara al resistido Cnel. Manuel Ruiz y envió al Coronel Juan Antonio Pereira, militar que daba órdenes pero no gobernaba.

Una vez más, algunas murmuraciones indicaban que una escuadra española había ocupado Corrientes y que seguirían navegando hacia el sur para dominar Santa Fe y luego Buenos Aires; en consecuencia el teniente de gobernador pidió la colaboración del pueblo y propuso que se armaran algunos grupos indígenas.

Una vez más, don Francisco Antonio Candioti colaboró con sus bienes apoyado por vecinos y aunque recomendaron actuar con prudencia con los caciques porque suministrarles armas significaba un grave riesgo para los pobladores de la zona, el coronel Pereira no tuvo en cuenta esa recomendación, ordenó que tañeran las campanas y con una salva de artillería reunió a parte del vecindario, entre ellos algunos indios a quienes les propuso “luchar contra los españoles” y les entregó las armas del ejército.

Fácil es imaginar la sorpresa de los recién incorporados milicianos y la de los restantes pobladores santafesinos que estaban acostumbrados a sus avances y a los saqueos.

El historiador Gianello ha destacado que “grandes daños para los santafesinos trajo el gobierno del coronel Pereira quien, con motivo de un presunto desembarco de la escuadra española, dio armas a los indios no obstante las advertencias de los principales vecinos.

La escuadrilla atacante no apareció nunca y los indios -del Rincón- asaltaron estancias y mataron a los blancos con las armas dadas por el gobernador porteño”.   [25]

 

Febrero de 1812: Belgrano creó la Bandera nacional…

En la última semana de febrero de 1812, el general Manuel Belgrano tenía que cumplir otra misión e intentaba mejorar el estado del Regimiento 5 de Infantería a su mando. Hizo un alto sobre la costa del Paraná, en las cercanías de la Capilla del Rosario.  Tenía la responsabilidad de guiar una expedición hacia el norte, por caminos desconocidos para la mayoría de ellos y lo acompañaban escasas milicias voluntarias de fronteras, algunos soldados del Regimiento de Caballería de la Patria, un piquete de Granaderos y un escuadrón de Dragones.  Consideró que las fuerzas nacionales usaban diferentes distintivos -entre ellos una cinta roja- y propuso al Triunvirato que como símbolo de unidad se disponga el uso de una escarapela celeste y blanca en todos los morriones.  Era consciente de la trascendencia que tuvo el motín de las trenzas cuando sus soldados del Regimiento 1º de Patricios se subordinaron porque ordenó que se las cortaran y aún advertía resabios de desánimo en su tropa.  Al quinto día llegó la respuesta del Triunvirato y todos empezaron a usar ese distintivo.  Belgrano pensó en la necesidad de llevar una bandera al frente de la expedición y ordenó hacerla…

Distintas crónicas indican que en Rosario, el 1º de abril de 1782 había nacido María Catalina Echevarría, hija de Tomasa de Acevedo y de Fermín Echevarría.  Huérfana desde la niñez, fue adoptada por Pedro Tuella y su familia, educada en Rosario como si fuera descendiente directa.  Casada en 1810 con Manuel Vidal, vivieron en la casa contigua a los Tuella, para prestarles el necesario apoyo. María Catalina era hermana de Vicente Anastasio Echevarría también residente en Rosario y amigo de Manuel Belgrano en cuya casa estuvo cuando ejercía el mando del Ejército del Norte y le encomendó a María Catalina la confección de una bandera que realizó con “dos franjas: una blanca y otra celeste sin otro aditamento” utilizando materiales de la Tienda de sus padres adoptivos.  Sabido es María Catalina Echevarría de Vidal falleció el 18 de julio de 1866 en San Lorenzo, en su casa cercana al Convento y fue sepultada en ese templo.

 

El 27 de febrero Belgrano dispuso una formación y al redoble de los tambores se acercó a la escasa guarnición montando su caballo y escoltado por soldados del cuerpo de Dragones.  La arenga fue breve:

“Soldados de la patria: en este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro excelentísimo gobierno; en aquella batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas, juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la independencia, de la unión y de la libertad.  En fe de que así lo juráis, decid conmigo: ¡Viva la Patria!”

Era el primer grito con invocación a la Patria Grande lanzado a los cuatro vientos a orillas del río Paraná, en tierras de la provincia de Santa Fe, posteriormente la cuna de la Constitución Nacional.

Ataques de los indios y vaivenes políticos…

En ese tiempo, en la provincia de Santa Fe se sucedían las denuncias por los ataques de los indios a las tropas de carretas, utilizando las armas que les había entregado el teniente de gobernador Pereira. En consecuencia el joven Mariano Vera se ofreció para marchar con una partida para dominarlos y así poder tranquilizar a los pobladores, rechazando el Coronel ese ofrecimiento.

Noviembre de 1812: gobernador Antonio Luis Berutti…

En sus Memorias, Domingo Crespo -casado con Dolores Candioti, hija del gaucho Francisco Antonio; concuñado de Urbano de Yriondo casado con Petrona Candioti-  reconoció que en aquel tiempo, Buenos Aires insistía en nombrar al gobernador de Santa Fe: la Junta nombró a Manuel Ruiz -“parece que el menos malo”-; el Primer Triunvirato al comandante Juan Antonio Pereyra -Pereira- en enero de 1812, desempeñándose desde el 14 de febrero al 18 de noviembre de 1812.  Le sucedió el coronel Antonio Luis Berutti, nacido el 2 de septiembre de 1772, integrante del grupo que se reunía secretamente en la cada de Nicolás Rodríguez Peña, el representante del movimiento popular del 25 de mayo de 1810 que había interrumpido a los cabildantes durante aquella memorable sesión para proponer los nombres de los integrantes de la Primera Junta; dos días después nombrado jefe del Regimiento América creado por esa Junta.

El Coronel Berutti se hizo cargo del gobierno cuando en Santa Fe, todavía “el pueblo quiere saber de qué se trata”; porque de acuerdo a las protestas de los santafesinos autonomistas, todavía no entendían de qué se trataba.   [26]

El Triunvirato integrado por Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea, en aquel tiempo soportaba conspiraciones y frecuentes intrigas con influencia de distintas logias masónicas.

Logias masónicas y retorno de José de San Martín…

El Teniente Coronel José de San Martín cuando decidió alejarse del ejército español anunció que deseaba dirigirse a Lima en el Alto Perú y han reiterado que luego “se embarca subrepticiamente a Londres, donde un amigo -el noble escocés Lord Mac Duff, que combatía voluntariamente para España- le había conseguido pasaporte y recomendaciones”.

Allí, se reunieron con el venezolano Andrés Bello, el mejicano Servando Teresa Mier y los argentinos Manuel Moreno -hermano de Santiago- y Tomás Guido, iniciados en la entidad secreta fundada por Miranda en 1797, llamada Logia Lautaro o “Gran Reunión Americana” -en realidad era una sólo una logia controlada por masones- y San Martín fue admitido con el grado superior.  Al llegar San Martín a Buenos Aires, el gobierno le encomendó formar un escuadrón de caballería de línea y así se forjaron los primeros granaderos a caballo.

También estaban vinculados en España con grupos masones: Alvear, Pueyrredón (Hermano desde 1808) y Zapiola.  En la Logia Lautaro se integraron varios miembros de la Sociedad Patriótica, entre ellos Gervasio Antonio Posadas, Juan y Ramón Larrea, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Bernardo Monteagudo, el padre José de Amenábar -y otros sacerdotes-, Manuel Dorrego, Antonio y Juan Ramón Balcarce.  Más cerca de San Martín, estaban Vicente López, Manuel Moreno y pocos más.

Necesidades de los ganaderos bonaerenses…

En aquel tiempo, el Triunvirato estaba interesado en la resolución de los problemas de los ganaderos de la provincia de Buenos Aires:

“A mediados de setiembre de 1812, declaró libres de derechos todos los artículos extranjeros que se introdujeran al país para el fomento de los saladeros; constituye este decreto el antecedente más remoto de las medidas proteccionistas directas, destinado a fomentar el establecimiento de las industrias nacionales”. [27]

 

Es evidente que ninguno pensaba en promover la agricultura porque podían importar lo necesario y negociar los productos de la ganadería que exigían menores esfuerzos.  Las estancias ya estaban organizadas y a la peonada entusiasmada con las historias sobre el nacimiento de la Patria ya le podían exigir mayores esfuerzos.

En el puerto de Buenos Aires se concentraba el mayor poder; cerca estaban organizados los regimientos y llegaban hombres desde distintas provincias con abundantes noticias. Hacia el noroeste se extendían las salinas tentando a los estancieros argentinos para que se convirtieran al mismo tiempo en industriales porque con bajo costo podrían lograr la conservación de las carnes y así exportarían más  tasajo.

La Primera Junta había autorizado a dos ciudadanos británicos para instalar el primer saladero y con sus habilidades lograron que ochenta obreros asalariados-entre ellos inmigrantes europeos- desarrollaran una extraordinaria producción.  En aquel tiempo ya se habían sembrado las semillas de la competencia industrial y al mismo tiempo -quizás sin advertirlo-, empezaron a generarse los primeros brotes de combates por los mercados internacionales.

Las rutas del tasajo…

Fue el estanciero Juan Manuel de Rosas -apellido que adoptó al alejarse de su hogar, durante su adolescencia, según los documentos Juan Manuel Ortiz de Rozas y López de Osornio-, uno de los primeros que agrupó a quienes estaban interesados en la industria saladeril.  Apenas se difundió ese proyecto se produjeron las primeras batallas en la comercialización del tasajo.

Con respecto a don Juan Manuel de Rosas, en la mayoría de los documentos y publicaciones se lee su apellido como está escrito precedentemente, aunque como él lo aclaró en la carta que desde su exilio en Inglaterra envió a doña Josefa Gómez, en septiembre de 1866, “no me nombro de otro modo sino Juan Manuel Ortiz de Rozas y López”, siendo tales los datos registrados en el acta de nacimiento.

 

Es interesante una mirada sobre la carrera del tasajo desde la perspectiva de los hechos registrados por algunos navegantes y mercaderes catalanes que cruzaban el océano Atlántico hasta Río Grande (en Brasil) o llegaban hasta el Río de la Plata para remontar el río Uruguay y desde allí desembarcarlo en Cuba.

A partir del año 1605 no salieron de Buenos Aires “cargamentos de tasajo hacia la isla de Cuba y a partir de esa fecha, con diferentes altas y bajas se arriba a fines del siglo XVIII, cuando sucede un fuerte impulso, gracias a diversas disposiciones.

 

Ha destacado el historiador catalán Agustí Mª Vilà i Galí, que “los capitanes de la familia Vilà en su correspondencia y en sus libros de bitácora han mencionado, continuamente, los lugares donde estaban situados los principales saladeros: Montevideo, Soriano, Maldonado y Colonia, son los lugares donde se establecieron los primeros centros. Bien pronto se han agregado otros, también visitados por nuestros navegantes y mercaderes, como son Fray Bentos, Colón, Paysandú, Gualeguaychú, Ensenada de Barragán, Concordia, Concepción del Uruguay y Río Grande del Sud al sur del Brasil”.  Advirtió que “la selección de la carne y su cargamento a bordo no podía ser desatendida”, “para que el saladista no entregara gato por liebre”.

En otro párrafo el historiador catalán reconoce que en los libros de bitácora dejados por sus antepasados, se encuentran explicaciones más detalladas sobre la navegación fluvial en los límites de Argentina, sobre el río Uruguay y menciona la Isla Martín García y el Paso de Urquiza, entre otros.

“Toda la maniobra de remontar el Uruguay es hecha bajo la responsabilidad de prácticos muy especializados en aquella navegación fluvial.  Se navega sólo durante el día, y a la noche se fondea en lugares de resguardo bien conocidos por los prácticos”.  [28]

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Santa Fe y la entrega de campos vírgenes…

Se ha dicho que “Rosas llegó a dominar, prácticamente, las dos terceras partes de la región poblada de la provincia de Buenos Aires, y su influencia iba extendiéndose cada vez más lejos”.

Santa Fe tenía lo propio: por los triunfos en distintas batallas se entregaban enormes extensiones de campos prácticamente vírgenes.  Así se establecieron los estancieros que en la mayoría de los casos no conocían las estancias, ni siquiera colocaban los mojones.

Era suficiente con tener la constancia entregada por el gobierno con las medidas y la ubicación de los montes, tanto mejor si cerca se encontraba algún río o arroyo, porque el agua es esencial para la vida -de animales y vegetales- y para cualquier industria, ya que en todas se requiere la seguridad de la higiene.

Mientras tanto, fueron suficientes ocho años de trabajo organizado para que se sextuplicara la exportación de tasajo, aumentando el 15% la venta de cueros “hacia Nueva Orleáns, Brasil y las Antillas, es decir [anudando] las relaciones entre el feudalismo criollo y el esclavismo de aquellas zonas”.  [29]

1813: expedición al norte santafesino…

En Santa Fe, en enero de 1813 el teniente gobernador Luis Antonio Berutti autorizó a Mariano Vera para que con los recursos aportados por don Francisco Antonio Candioti -doscientos caballos, dinero y algunos de sus valientes peones- organizara una expedición al norte santafesino, porque sabían que algunos caciques con sus tribus se habían reunido cerca de El Rey, fangosa zona del departamento San Jerónimo.

Han reiterado que al cuarto día de la partida, con rastros de sudor en sus rostros, llegaron los milicianos al pantano donde intentaron demostrar sus habilidades. Gritaron para animar a sus caballos que se hundían en el fango y los cincuenta hombres que pudieron cruzarlo comprobaron que habían exigido un gran esfuerzo a la caballada y no podrían usar la pólvora porque estaba mojada.  Una vez más el agua, mineral esencial para la vida del hombre, en esa circunstancia resultó un factor negativo para tan arriesgada empresa.  El medio centenar de hombres de la vanguardia, fue atacado por indios que avanzaron velozmente con sus lanzas y a pesar de la audacia de quienes intentaron defenderse con sus facones, todos murieron y como sus compañeros hundidos en el lodazal, fueron héroes cuyos nombres no ha registrado la historia de los argentinos.

13-01-1813: Belgrano y jura de la Bandera junto al Salado…

Mientras tanto, el General Manuel Belgrano seguía con su Ejército en el norte y dispuso que en forma escalonada distintas avanzadas vadearon el río Pasaje -en aguas del Salado- con el uso de cuerdas y de balsas construidas por sus fieles soldados.

El 12 de enero descansaron y al día siguiente, el 13 de enero de 1813, Belgrano ordenó “una gran formación… un ayudante dio lectura a la circular de  la Asamblea Constituyente, reunida en Buenos Aires, por la que se disponía el juramento de obediencia a la autoridad emanada de ella.  El coronel Eustoquio Díaz Vélez, segundo jefe del ejército, presentó la bandera azul y blanca.  Belgrano hizo el saludo de práctica y luego expresó: ‘Éste será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los defensores de la Patria’.  Prestó el juramento correspondiente, lo tomó a los jefes de las unidades y, después, en forma conjunta, a toda la tropa.  El ‘¡Sí, juro!’ vibró enérgico y vigoroso, y el eco del río contestó el voto con la voz extraña de la resonancia, como si en esa gravedad sonora plasmara la tierra gaucha su palabra de amor, de fraternidad y de esperanza.  Frente a la cruz que con el asta y su espada formó Belgrano, desfilaron uno a uno los heroicos soldados, depositando sobre ella el beso con que refrendaban su juramento.  Terminada la reunión, en un árbol de la costa, se grabó sobre un tronco el nuevo nombre del río: ‘Juramento’.”

El ejército nacional había prestado juramento de fidelidad a la Bandera Argentina “y para ellos, en ese momento la Patria era azul y blanca, era el terruño, era el ejército, era Belgrano” y difícilmente hayan pensado en la Asamblea Constituyente porque  “esa entidad, lejana y exenta de justificativos ante sus mentes simples, carecía de la fuerza seductora que con llevara a cumplir con verdadera unción su patriótica promesa”.

Ecos de la Inquisición

En distintos frentes continuaban diversas batallas mientras funcionaba la Asamblea General Constituyente en la ciudad de Buenos Aires.

El presidente Pedro Pablo Vidal y el secretario Hipólito Vieytes, el 1º de septiembre de 1813 informaron:  [30]

“Habiendo entendido esta Asamblea G.ral que el Prelado local de la Comunidad de Observantes de San Francisco há mandado leer á presencia de ella en dos días diversos algunos decretos de las Inquisiciones de Madrid y Lima, el Supremo Poder Executivo Procederá á tomar la conveniente información del hecho, y exigirá de dicho Prelado los decretos originales que se hubieren leídos, y los dirigirá para su conocimiento á esta Asamblea G.ral.”

 

Días después, esta respuesta:

 

“B.s A.s Set. 5 de 1813.

El Prov.l de S.n Fran.co

Contesta á la o.rn de V. E. del 3 del corr.te con inclusión de los Edictos de las Inquisiciones de Madrid y Lima.  Dice que el Prelado local ha seguido la costumbre inveterada de leerlos, que su Patriotismo lo pone á cubierto de toda sospecha, pues creyó el Prelado, en cuya creencia están los de su clase, que aunque se haya suprimido la Inquisición, no sucede así con todas las disposiciones que emanan de ella, como igualmente se practica con la de la extinguida Comisaría de Indias.  Espera la resolución de V.E. para cumplirla, protextando la inocencia y falta de malicia del caso.

Nota = No han venido á la mesa los Edictos.”  [31]

Todo es historia de la Historia de los argentinos, historia de Hispanoamérica.

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1814: marcha hacia Salta…

El general Manuel Belgrano tras el juramento a la Bandera a orillas del río Salado que nace en el noroeste argentino en el nevado de Acay, siguió su marcha con todas las tropas hacia Salta, donde triunfó sin imaginarse las sucesivas derrotas de Vilcapujio y Ayohuma que lo obligarían a volver hasta el río Juramento.

“Dorrego al comando de la retaguardia, cubría las espaldas de las fuerzas patriotas”.  El 20 de enero de 1814, el coronel José de San Martín fue designado jefe del Ejército del Norte mientras Dorrego seguía conteniendo a los españoles al oeste de Salta, en las lomas de San Lorenzo, para facilitar que “el grueso del ejército patriota efectuara el cruce del río.

El triunfo logrado facilitó la realización de dicha operación y merced al denuedo de Dorrego y de sus hombres, Belgrano dejó atrás el Salado, dirigiéndose a Yatasto, en donde habría de encontrarse con su amigo y compañero de gloria”.

Manuel Dorrego siguió replegándose acompañado por los paisanos salteños que demostraban su entusiasmo por la causa de la Patria Grande, ideal que luego defendieron a las órdenes del valiente don Martín Miguel de Güemes, quien fue nombrado por San Martín “jefe de las Avanzadas del río Pasaje”, el 28 de enero de 1814.  [32]

Asamblea de 1813…

A principios de 1813 se había instalado en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente -que no sancionó Constitución- y que desde el primer momento demostró su tendencia centralista porque rechazó los diputados enviados por Artigas desde Entre Ríos.

Una de las primeras disposiciones fue la reiteración de la supresión del tributo que la Junta Grande había dispuesto en 1811, agregando “la mita, yaconazgos, encomiendas y servicio personal de los indios bajo todos los respectos”.    [33]

El 2 de febrero de 1813 la Asamblea sancionó la libertad de vientres; declaró el 31 de enero como día consagrado a la libertad; reconoció libres a “los esclavos que de cualquier modo se introduzcan desde este día en adelante, por el solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas”.  Las protestas del imperio de Brasil, determinaron que el 27 de diciembre del mismo año, el Directorio que tenía facultades extraordinarias lo suspendiera y convocada a reunión, la Asamblea decidió derogarlo.  [34]

A pesar de esa disposición, ni los esclavos negros serían libres, ni los indígenas dejarían de pagar su tributo, porque para sobrevivir con frecuencia tenían que someterse al poder militar, integrarse a las filas del ejército y resignarse a morir cuando el fragor de los cañones superaba la potencia de sus punzantes lanzas.  Ellos habían aprendido de los conquistadores cómo montar mejor a los caballos, pero sin oponer demasiado resistencia fueron perdiendo su rebeldía gestada durante una vida en libertad sobre la inmensa llanura y se convirtieron en disciplinados combatientes,  sin saber a quiénes estaban apoyando o destruyendo.

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En aquel tiempo, el estanciero Juan Manuel Ortiz de Rosas –Juan Manuel de Rosas- de veinte años, administrador de los bienes de su familia, contrajo matrimonio el 16 de marzo de 1813 con Encarnación de Ezcurra Arguibel de dieciocho años.  En el curato de Monserrat bendijo esa unión el presbítero José María Terrero.  Dos años después, Juan Manuel se asoció con Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego, para fundar el saladero de las Higueritas, administró los negocios de sus primos “los comerciantes Anchorena, que empezaban a orientar sus actividades hacia la ocupación de campos en la frontera sur de Buenos Aires.”  [35]

También en ese momento comenzaban otras historias…

“Contribuciones voluntarias” que eran obligatorias.

En Santa Fe seguían sucediéndose los gobernadores designados desde Buenos Aires: el Cnel. Luciano Montes de Oca asumió el 4 de junio de 1813 y fue prácticamente ignorado por don Francisco Candioti.

Al enterarse de la falta de recursos pidió a los vecinos un aporte obligatorio aunque las nombraba “contribuciones voluntarias”, demostrando así otra contradicción en la historia de los santafesinos.

Le envió una carta a don Francisco Candioti, el 26 de agosto de 1813,  expresándole que “el Gobierno se ve en la necesidad de exigir un préstamo para subvenir a las exigencias del Erario y afirmar su crédito.

En la repartición hecha ha cabido a usted la cantidad de cuatrocientos pesos, la mitad de esta suma entregará usted en la Tesorería dentro del preciso término de diez días, y el resto dentro de veinte contados desde la fecha de este aviso.  Toda excusa, pretexto o reclamación es inútil cuando la necesidad pública no las admite, y ellas no harían más que incitar a medidas violentas que se procuran excusar…”

 

Otras notas llegaron a doscientos “sujetos nobles y distinguidos que forman la proporción más lúcida del vecindario”.

Decidió Francisco Antonio Candioti entrevistarse con el Cnel. Montes de Oca y le pidió que comprendiera la situación de los vecinos y que aceptara lo que cada uno pudiera aportar.  Ninguno imaginó que no les entregarían recibo por sus contribuciones; que esa recaudación sería destinada a la construcción de una batería en la Chacarita, “frente a donde se une el río con el arroyo que cae de la Laguna Grande”.

Desde diciembre de 1813, siguiendo el consejo del Coronel de Ingenieros Eduardo Kaillitz, el noble Barón de Holmberg -quien ordenaba castigar a sus súbditos con cincuenta palos ante la menor falta-; el teniente de gobernador, el autor del proyecto y los contribuyentes, tampoco  habrían imaginado que otra vez el agua provocaría un desastre, porque la inundación los arruinó inmediatamente.

En el noroeste, mientras se iniciaba la construcción de la Batería, el 15 de diciembre de 1813 el General Belgrano en Humahuaca, le escribía una carta a su amigo Francisco Antonio Candioti explicándole cómo había sucedido la derrota en Vilcapugio y una vez más pidiéndole apoyo:

“…los Pueblos por fortuna han tomado con empeño rehacer el Ejército y veo el mayor anhelo para la salvación de la Patria.  Necesito caballos y mulas mansas en cantidad de cuatro a seis mil, por mitad unos y otros; si usted quiere entrar en ese contrato con el Ejército y conducirlos al punto que sea necesario, a saber: Tucumán, Salta y Jujuy, no sólo hará Ud. un gran servicio a la Patria, sino a mí también, advirtiéndole que los satisfaré a los precios corrientes.  Espero que usted haga todo esfuerzo y tome con empeño que yo consiga este auxilio, seguro de mi agradecimiento; acaso Ud. no pueda solo y en tal caso propóngales a otros, en la inteligencia de que la paga será efectiva y pronta.”   [36]

 

Una vez más los contrastes: algunos grupos estaban luchando por mezquinos intereses sin pensar siquiera en la patria chica, mientras otros argentinos realizaban continuos sacrificios pensando en la Patria Grande.

El General Manuel Belgrano debía cumplir las órdenes del gobierno de Buenos Aires pero confiaba más en Francisco Antonio Candioti, su amigo del litoral con quien tanto había hablado cuando estuvo en el Consulado y quien siempre había estado dispuesto a apoyar al ejército nacional.

Desde su estancia de Arroyo Hondo, en enero de 1814 tenía que partir el arreo de mil mulas y caballos y aunque algunas murmuraciones entre sus baqueanos indicaban que un uruguayo, capitán desertor del ejército de Artigas había degollado a varios indios del Rincón de Dávila y que sus caciques se habían sublevado; don Francisco Candioti no dudó y partió con sus veinte gauchos, al encuentro con su amigo don Manuel que se concretó en los primeros días de febrero, cuando llegaron a Tucumán.

En la conducción de aquel ejército Hubo cambios: el General San Martín por decisión del gobierno de Buenos Aires tenía que reemplazar a Belgrano y cumplida su misión, regresó el leal amigo  del creador de la Bandera Nacional sin detenerse en Santa Fe porque prefirió cruzar el río el Paraná y desensillar en su estancia entrerriana.

Era tiempo de reemplazos, ya que en febrero de 1814 también llegó el reemplazo de Montes de Oca y en Santa Fe asumió el recién nombrado teniente gobernador Ignacio Álvarez y Thomas, pariente y amigo de Belgrano.

1814: gobernador Ignacio Álvarez y Thomas.

Ante el conflicto existente con José Gervasio Artigas en Entre Ríos, el gobierno de Buenos Aires le encomendó a Ignacio Álvarez y Thomas, nuevo teniente de gobernador de Santa Fe, que formara una milicia capaz de desafiar a su lugarteniente Hereñú y al caudillo oriental que en ese momento tenía vasta influencia sobre el litoral.

Las órdenes del Director Gervasio Antonio Posadas se cumplieron con bastante dificultad porque ni la vehemencia del Coronel de Ingenieros Eduardo Kaillitz -Barón de Holmberg- ni la insistencia del Teniente Gobernador conmovieron a los santafesinos y sólo cruzó el Paraná una compañía de Blandengues.

El prudente Francisco Candioti había recomendado no avanzar contra el General José Artigas porque a su ejército lo integraban hombres adiestrados y una vez más, los porteños dudaron de las razones del santafesino.

 

El historiador Andrés Roverano advirtió que también en “1814 las invasiones recrudecieron, sembrando de robos y de muertes en los establecimientos situados sobre el río Salado y en todo el norte de Santa Fe.  El teniente de gobernador Ignacio Álvarez y Thomas permanecía impasible ante los atropellos, lo que sublevaba a los vecinos, entre quienes comenzaba a tomar forma la natural disposición contra los hombres que Buenos Aires designaba para Santa Fe.  [37]

Partió el Barón al mando de la tropa que fue derrotada en un breve combate: él fue tomado prisionero, Hubo heridos y muertos, entre ellos el jefe de Blandengues.

Aquella derrota significó el derrumbe de Ignacio Álvarez y Thomas porque inmediatamente fue desplazado por el Coronel Mayor Eustoquio Díaz Vélez; otro teniente de gobernador que empezó su gestión con el mismo trámite: exigir a los santafesinos que aportaran para el erario.  Después dijo que era necesario derrotar al Gral. José Gervasio Artigas sin tener en cuenta que había otras amenazas más graves: el frecuente avance de algunos indios alzados que mataban y robaban en cualquier localidad y los abusos de sus propios subordinados, los oficiales y soldados porteños que agredían y degollaban a las vecinas, baleaban a los hombres, robaban en los corrales; saqueaban las viviendas llevándose los objetos de plata y buscando tesoros supuestamente enterrados.

El desconocimiento de la realidad santafesina les impedía comprender que en las reducciones se había producido un retroceso y tanto en San Javier como en Cayastá ese abandono facilitaba el desplazamiento de los indios hacia el sur hasta los límites de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz.

El 10 de septiembre de 1814 el Directorio adoptó otra medida perjudicial para los intereses de los santafesinos: independizó militarmente a Entre Ríos, jurisdicción donde hasta ese momento, cumplía la coordinación de las acciones un Comandante de Milicias que designaba el Cabildo de Santa Fe.

Hay que tener en cuenta que en aquellos años era evidente el poder creciente del general José Gervasio Artigas en todas las unidades entrerrianas.  Los hechos posteriores demostraron que ese cambio en vez de mejorar las relaciones entre Artigas y el gobierno porteño, constituyó el inicio de las sangrientas guerras en el litoral con directa incidencia en la vida de los santafesinos.

1815: características de la capital santafesina…

Los hermanos Juan y Guillermo Roberston pasaron por Santa Fe entre 1811 y 1815 y en su libro de viajes anotaron:

“La ciudad es de pobre apariencia, construida al estilo de las españolas, con una gran plaza en el centro y ocho calles que de ella arrancan en ángulos rectos.  Las casas son de techos bajos, generalmente de mezquina apariencia, escasamente amuebladas, con vigas a la vista, los muros blanqueados y los pisos de ladrillo, con su mayor parte desprovistos de alfombras o esteras, para cubrir su desnudez.  Las calles son de arena suelta, con excepción de una, en parte pavimentada.  Los habitantes de la ciudad y suburbios son de cuatro a cinco mil”.

 

La ciudad estaba dividida en cuatro cuarteles, los alcaldes de Barrio eran nombrados para intervenir en representación de los vecinos, división que era tenida en cuenta cuando realizaban elecciones para cubrir los cargos de representatividad en el Cabildo o en diputaciones.    [38]

1815: gobierno de Eustoquio Díaz Vélez.

A principios de 1815 los indios avanzaron hacia Santa Fe y como ha destacado el historiador Roverano:

“…en particular durante el mes de marzo, el ataque de los indios hizo peligrar la seguridad de la ciudad, llegando en sus correrías, hasta dos leguas de aquella.  Las estancias de Larrechea y de Candioti, entre otras muchas situadas sobre el río Salado, fueron asoladas y devastadas por los naturales, lo que hizo decidir al teniente de gobernador Díaz Vélez el envío de una fuerza contra los invasores… Nada consiguió esta expedición, y de haberlo logrado, el resultado hubiera sido efímero, dado que los Fuertes estaban desguarnecidos y abandonados, careciéndose de medios para restaurarlos y de hombres para habilitarlos con eficiencia”.

 

El 23 de marzo de 1815 a las diez de la noche, el gobernador Eustoquio Díaz Vélez estuvo observando a los paisanos que se habían reunido en las afueras de la ciudad apoyando a don Francisco Candioti y a don Mariano Vera.

Algunos comentarios lo alertaron sobre la reacción en su contra por no haber apoyado al vecino Dr. Manuel Ignacio Diez de Andino cuando los indios rodearon su quinta situada enfrente del Cabildo, al oeste, lindante con la huerta del Colegio de los jesuitas, donde ese respetado vecino vivía con su esposa Juana Maciel y lugar que en esas circunstancia había sido el único refugio para sus peones hasta que se alejaron los invasores.  [39]

Enterados “los alzados” de la posible represión, se retiraron hacia el norte; arrearon desde Guadalupe alguna hacienda que fueron dejando “en su retirada hasta la estancia de Gelabert, donde reunidos y formados en batalla, unos a pie y otros a caballo, se disponen a pelar a los que los siguen”.

Hubo lucha: heridos, muertos y huidas.  Don Mariano Vera con sus milicianos lograron alejarlos, pero días después volvieron a saquear otras estancias.

Al Teniente de Gobernador no lo conmovían tales actos de violencia, hasta que fue sitiada la estancia de don Francisco Roteta, cuñado del procurador Larramendi, lugar donde se habían refugiado varias familias.  También hubo lucha: los indios huyeron con sus heridos y abandonaron a un muerto.  Este ataque había afectado a Larramendi y a sus amigos, quienes protestaron ante Díaz Vélez y hablaron con don Francisco Candioti proponiéndole una conspiración para derrocarlo.  El prudente gaucho les aconsejó esperar hasta que lo entrevistara para insistir en la necesidad de alejar a las violentas tribus.

Ese diálogo modificó la situación de la provincia porque Díaz Vélez decretó el rompimiento de las relaciones entre Santa Fe y Buenos Aires, cuyo gobierno sólo podría ser ejercido por la fuerza.  Mientras tanto Gervasio de Artigas seguía fortaleciendo su ejército; en marzo decidieron cruzar el río frente a San Javier, con tropas al mando del Coronel Manuel Artigas -su hermano- y del comandante Andrés Latorre. Allí se incorporaron grupos de indios que empezaron a hacer sus acostumbrados arreos de la propiedad de Larramendi, de la hacienda de Crespo y la de José García, muerto al intentar defenderse.

Hubo más robos y más asesinatos; en los alrededores de la ciudad de Santa Fe el caos crecía día a día. En la finca de Echagüe se ha instalado Hereñú y de inmediato fue apoyado por los paisanos vinculados a don Mariano Vera.

El Teniente de Gobernador Díaz Vélez informó al Cabildo que como le anticipara a los Alcaldes, estaba dispuesto a retirarse a la mañana siguiente, desligándose de cualquier responsabilidad por lo que pudiera suceder.  Soldados criollos e indios, sin usar otras armas que su presencia desafiante, habían logrado el alejamiento del gobernador.

Esa insubordinación impresionó al general Díaz Vélez y aunque inmediatamente vislumbró la conveniencia de su pacífico retiro, sintió que los santafesinos habían despreciado su trayectoria y sin perdón, desde entonces participó en sucesivas conspiraciones que significaron otro obstáculo para lograr la autonomía santafesina. [40]

24-03-1815: gobernador Francisco Antonio Candioti…

Retirado Díaz Vélez, el Cabildo reunido el 24 de marzo de 1815 consideró que había llegado el momento de confiar la provincia a don Francisco Antonio Candioti, el perseverante estanciero casado con Juana Ramona de Larramendi, que había insistido en la necesidad de evitar los trastornos provocados por las invasiones de los indios e impulsar la autonomía. Así fue como asumió el primer gobernador santafesino por voluntad de los santafesinos…

En ese momento, en Buenos Aires ya no se podrían oponer como cuando firmaron el documento de agosto de 1810 ratificando el nombramiento del Coronel Manuel Ruiz, porque en cuatro años, ahí también no sólo habían renovado los nombres, sino las formas de gobierno en sucesivos ensayos a partir de la Primera Junta, la Junta Grande, Primero y Segundo Triunvirato; el Directorio y precisamente en esos días, estaba culminado la crisis del gobierno de Ramón Balcarce al triunfar la sublevación de Ignacio Álvarez y Thomas.

Habían avanzado gradualmente hacia un sistema personalista con evidente concentración del poder, germen del sistema presidencialista que se afianzó a mediados del siglo diecinueve tras la sanción de la Constitución Nacional.

 

Aquel 24 de marzo de 1815, se dispuso que “la bandera de la libertad” estuviera enarbolada “en medio de la plaza pública como símbolo del primer pronunciamiento autonómico de nuestra provincia”.  Esa bandera de la libertad usada por Gervasio de Artigas, tenía dos franjas horizontales celestes unidas con una franja blanca central, cruzada por otra roja en diagonal que la distinguía de la creada por el noble Manuel Belgrano.

 

Es oportuno recordar que desde el 10 de septiembre de 1814 por decisión del Directorio se había independizado militarmente a Entre Ríos, que hasta ese momento cumplía las órdenes del Comandante de Milicias que designaba el Cabildo de Santa Fe; decisión que favoreció el desarrollo del poder de Artigas y prácticamente constituyó el inicio de las sangrientas guerras del litoral que en la mayoría de los casos se desarrollaban en el territorio santafesino, provocando incertidumbre en la población y enormes pérdidas materiales en las estancias, chacras y quintas.

 

Sin hablar con don Francisco Candioti, Artigas incrementó las fuerzas que habían llegado a Santa Fe al mando del Gral. Hereñú y de su hermano el Coronel Manuel Artigas incorporando algunos grupos de indios reunidos por el cacique Alaiquin que estaban dispuestos a luchar contra los porteños.  Ordenó la partida hacia el sur para explorar la situación en Rosario y llegar hasta San Nicolás, cercana al límite de Buenos Aires.

Una vez más la experiencia y prudencia de Candioti lo impulsó a recomendarle que considerara el riesgo que representaba favorecer el armamento de algunas tribus. No fue escuchado y las consecuencias fueron más ataques, más robos, más muertes.

03-04-1815: destitución del Director Carlos de Alvear…

El 3 de abril de 1815 en Buenos Aires hubo una sublevación contra el Director Carlos de Alvear dirigida por Ignacio Álvarez Thomas, quien asumió el gobierno y empezó a imaginar la expedición que avanzaría sobre el territorio santafesino para contener la tendencia autonomista de los hombres del litoral.

Con todos esos conflictos acosando desde el sur, el Cabildo santafesino resolvió convocar a elecciones el día 25 de abril de 1815 y por “aclamación general”, el poderoso estanciero Francisco Antonio Candioti fue nombrado gobernador propietario; siendo el primer gobernador autónomo, proclamado por los santafesinos, aunque sin un proceso electoral que incluyera a otros candidatos y sin votos individuales.

Era un empresario gaucho con intereses en las dos provincias, en Santa Fe y en Entre Ríos.  Hasta 1781 había realizado diecinueve campañas al Alto Perú, por la nombrada y renombrada ruta de Candioti acompañando al arreo de mulas y caballos.  Con su tropa de carretas había concretado excelentes negocios, acumulando una fortuna en monedas de oro y de plata.  Su lealtad con el noble Belgrano cuando marchó al frente del Ejército del Norte, se convirtió en un desprecio por parte de los peruanos que le confiscaron sus bienes y ofrecieron recompensa a quien lo asesinara.

 

En aquellas circunstancias, Artigas había regresado a su provincia aunque parte de sus fuerzas habían ocupado la zona de Rosario.

Don Francisco Antonio Candioti asumió el 26 de abril de 1815; inmediatamente nombró a su amigo don José Tiburcio Benegas en la Comandancia de Rosario.  Una vez más en las plazas de Santa Fe y de Rosario se enarbolaba la bandera que en aquellas circunstancias significaba la libertad: la Bandera Argentina cruzada con una franja roja.

El comandante Benegas -secundado por el Alcalde Bernardino Moreno-, logró que las fuerzas de Artigas situadas en el sur de la provincia, enteradas del nuevo gobierno se sumaran al movimiento autonomista.

El gobernador Candioti vivía en la casa que perteneció a los padres de su esposa, Juana Ramona de Larramendi, en la Calle Comercio -actual San Martín 1879. Conocía a varios grupos de indios, porque habían sido sus peones en las estancias y con algunos baqueanos propuso una entrevista al cacique de San Pedro José Tarragona; al mismo tiempo que fortaleció el límite norte de la ciudad con un cantón de milicias.

Confusa reacción contra los indios…

Han reiterado que sin dificultades, el 1º de Mayo el cacique Tarragona llegó con “veinticinco indios principales y algunas chinas, trayéndole tres cautivas”.

Los hombres hablaron con el gobernador Candioti, a la noche fueron a descansar debajo de los “ombúes de Guadalupe”.

Es probable que el rencor acumulado en anteriores saqueos haya impulsado a los vecinos para organizarse y a atacarlos mientras dormían, seguros de que no podrían reaccionar porque aunque se despertaran estarían prácticamente adormecidos por los efectos de los excesivos tragos de bebidas alcohólicas que habían consumido. Silenciosamente llegaron hasta los ombúes y sólo se salvaron del degüello el hijo del cacique, el respetado Juan Tarragona y las mujeres.

El gobernador Candioti protestó por esa actitud violenta; protegió a los sobrevivientes y a pesar de su voluntad era evidente que estaba sin ánimo para enfrentar las continuas exigencias del gobierno.

27-06-1815: delegación del mando…

El 27 de junio de 1815, Candioti delegó el mando en el Alcalde de primer voto, el estanciero don Pedro Tomás de Larrechea, consciente de que su enfermedad lo estaba derrotando.  La noticia causó incertidumbre en algunos grupos políticos porque lo consideraban amigo de algunos integrantes del gobierno de Buenos Aires y pensaban que esa decisión podría afectar la autonomía provincial que habían logrado después de sangrientas luchas.

Tres días después de delegar el gobierno, don Francisco Candioti redactó su testamento; reconoció como herederos a su legítima esposa Juana Ramona de Larramendi; pidió ser “sepultado en la Iglesia de Nuestro Padre Santo Domingo y amortajado con abito -hábito- de su Santa Religión”; declaró tener dos hijas, a saber María de los Dolores y Petrona Antonia, únicas, legítimas y universales herederas de todos sus bienes, derechos, acciones y futuras sucesiones que le pertenezcan.  Fueron testigos “José Manuel Troncoso, Manuel Francisco Maxiel y Manuel Rodríguez” y firmó el documento el escribano José Ignacio de Caminos.

La sombra de Ignacio Álvarez y Thomas…

En Buenos Aires, Ignacio Álvarez y Thomas ejercía su Directorio interino.  Conocía las actitudes de los autonomistas santafesinos porque había sido teniente de gobernador.

A pesar de los intentos de representantes del Congreso de los Orientales para dialogar con Álvarez Thomas, pese también a la carta del gobernador Candioti proponiéndole que desistiese de la campaña de Viamonte, nada alteró sus planes.

El mismo Artigas, en conocimiento ya de la invasión, escribía al Cabildo de Santa Fe, el 13 de agosto de 1815, alertándolo e indicándole que expusiese a Buenos Aires la necesidad del retiro de sus tropas. De lo contrario, agregaba, “esa fuerza alarmante será un escollo insuperable, se perpetuarán las hostilidades y yo no respondo de los desastres”.  [41]

Ante la aproximación de los 3000 hombres del Ejército de Observación, el 22 y 24 de agosto el Cabildo santafesino redactaba dos oficios a Viamonte solicitándole la anulación del desembarco y haciendo referencia a las graves advertencias transmitidas por el Jefe de los Orientales.

En este punto existe una discrepancia entre los autores que tratan el problema. Según Manuel Cervera, el Cabildo y el gobernador Candioti apoyaban decididamente a Artigas, mientras la Junta Representativa sería partidaria de Buenos Aires y la invasión de Viamonte.  Para Antonio Salvadores, en cambio, ninguna de las dos facciones adhería plenamente al gobierno de Buenos Aires o de Artigas ya que en los hechos demostraban que les interesaba más el poder local y así lo había entendido Juan José Viamonte cuando prefirió prescindir de las disputas comarcales.

25-08-1815: Viamonte en Santa Fe y elecciones…

El 25 de agosto de 1815 desembarcaron en Santa Fe, tomaron la Aduana situada a tres cuadras hacia el oeste del Cabildo -actual sede de la Legislatura de Santa Fe- y dos Batallones de Negros se ubicaron en “el claustro interior del Convento de San Francisco”, apenas a ciento cincuenta metros del Cabildo, hacia el sureste.

El Gral. Viamonte asumió “los asuntos locales”, invocando ejercer una necesaria protección ante cualquier intento de dominación del Gral. Artigas.

Han destacado que “tal vez Candioti escapó de ser decapitado por hallarse moribundo”.  Lo innegable es que los santafesinos seguían acumulando ausencias definitivas y más zozobra, porque después del fallecimiento de Francisco Candioti el 27 de agosto de 1815, se manifestaron con mayor vehemencia las diferentes corrientes políticas que respondían a distintos intereses.

 

El 30 de agosto de 1815, el Cabildo convocó por bando a la elección de gobernador y volvió a manifestarse la intención autoritaria de Viamonte.  Los electores que se reunieron al día siguiente en el Cabildo, fueron desalojados de la Sala Capitular y dos días después, Viamonte y sesenta vecinos, en un Cabildo Abierto decidieron que “Santa Fe debía ser, como antes, una Tenencia de Gobierno sujeta a Buenos Aires, capital de la Provincia, de la que era parte integral”.  [42]

Impusieron al gobernador Juan Tarragona…

Reunidos en el Cabildo los diputados que habrían elegido los vecinos, resultó electo gobernador Pedro T. de Larrechea y al trascender la noticia, algunos grupos que estaban en la Plaza exclamaron su aprobación mientras los partidarios del gobierno porteño rechazaron ese resultado y pidieron que la votación la hiciera la Junta Municipal mientras las tropas desalojaban de la Plaza a los adversarios que seguían protestando.

Destacó el historiador José Carmelo Busaniche que “bajo la presión del ejército de Viamonte, un grupo reducido de vecinos reunido en la sacristía del Convento de la Merced el 2 de septiembre de 1815, votó la desaparición de Santa Fe como provincia autónoma y restableció su dependencia de Buenos Aires, de cuya Intendencia formaba parte desde la organización interna del extinguido virreinato.

Los asistentes a la reunión fueron seleccionados convenientemente. ‘Convocaron a los que eran de su parcialidad -dice el cronista Diez de Andino-, desatendiendo a los vecinos beneméritos, llamando hasta tenderos y pulperos’.  Juan Francisco Tarragona, dócil y ambicioso, fue designado Teniente de Gobernador.”  [43]

 

La presencia disuasiva de Viamonte y del ejército porteño habían determinado que en tales elecciones se impusiera un candidato dispuesto a tolerar la injerencia de los porteños en los asuntos relacionados con la vida de los santafesinos. Tal situación se mantuvo durante varios meses hasta que los excesivos desmanes de las tropas de Viamonte, el asedio de los indígenas que no eran contenidos por tales fuerzas y las arbitrariedades del nuevo gobierno que perseguía más a los ex partidarios de Candioti, sirvieron como soporte para el fortalecimiento de la resistencia de influyentes santafesinos.

 

En ese tiempo, en Buenos Aires mientras se vivía con incertidumbre la situación generada tras la recuperación de Fernando VII; en las iglesias católicas los Curas pronunciaban sermones muy meditados y sin comprometerse demasiado.

Se oía la voz del Padre Francisco de Paula Castañeda advirtiendo que “sobre una lanza haría la pública profesión de su fe”.

Criticaba a los “apáticos” e insistía en que “si estamos decididos a no reconocer más ley que la nuestra, digamos de una vez que somos libres desde el 25 de mayo de 1810”.

Ante el Director Supremo don Juan Martín de Pueyrredón, en 1813 se había animado a expresar:

“No nos emancipemos como rebeldes, foragidos o ladrones, sino con el honor correspondiente a los que hemos sido hijos y vasallos de la Corona”.

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Marzo de 1816: fracaso de Viamonte…

El general Viamonte había organizado la Primera Compañía de Blandengues para proteger las fronteras y estaba al mando del Teniente Estanislao López.

La evidente corrupción en las tropas de Viamonte seguía provocando críticas de los políticos -entre ellos Don Mariano Vera- y también de los soldados que estaban acostumbrados a la austera conducta de López.

El 2 de marzo de 1816, mientras el Capitán Mateo Fontuso jefe de Compañía con asiento en Añapiré estaba en la capital santafesina, el Teniente Estanislao López y el Alférez Pedro José Basaga promovieron una sublevación y poniéndose al frente de esas fuerzas avanzaron hacia la ciudad donde ya no estaban Mariano Vera ni Mariano Ezpeleta porque era necesario seguir integrando fuerzas hasta lograr el objetivo revolucionario.

Comentó el historiador José Carmelo Busaniche que “los hombres que se apoderaron de las embarcaciones estaban al mando de Cosme Maciel, instalado ya en el falucho ‘Fama’ como ‘comandante de las fuerzas de mar’.  Por su parte también se sublevaron las milicias de Coronda.  Un ejército de doscientos hombres, al mando del coronel José Francisco Rodríguez, se acercaba al paso de Santo Tomé.  Lo enviaba Artigas, el leal amigo de Santa Fe.  Por los cuatro costados los revolucionarios asediaban la ciudad.  El paisanaje de los campos entusiasmado se  les unía.”

 

El 5 de marzo, el Cabildo ordenó fortalecer las milicias para la defensa mientras  Viamonte estaba en inferioridad de condiciones porque desconocía el terreno de las operaciones. Prácticamente había estado dos semanas atrincherado en las baterías instaladas en las calles de las iglesias de la Merced y de Santo Domingo.  El Directorio había enviado tropas en auxilio del ejército del General San Martín en Mendoza y hacia el Perú para apoyar a José Rondeau, derrotado en Sipe-Sipe.  Las fuerzas de Buenos Aires destacadas en San Nicolás, al mando de Eustaquio Díaz Vélez no estaban en condiciones para avanzar hacia la capital santafesina.  Así fue como “reunidos en  la plaza los americanos de quince a sesenta años, el Comandante del Cuerpo de Cívicos Don José Antonio Echagüe, les dio destino y los distribuyó en distintos batallones.  Se nombraron nuevos jefes de compañías.  Simón de Avechucho y Francisco Antonio de la Torre para las compañías de Blancos y Pantaleón Reyes y Bartolo Cámara para los pardos.

La compañía de Blandengues de servicio en el destacamento de la estancia de Iriondo fue llamada urgentemente para la defensa de la ciudad.  El Capitán Mondragón cumple las instrucciones y viene con sus soldados a Santa Fe.  Deja el ejército en la estancia de Santo Domingo y baja a recibir órdenes de Viamonte.  El General, complacido por su adhesión, decidió saludar a las tropas.  Esa misma tarde se dirige con Mondragón hasta el campamento donde les esperaba una noticia desagradable.  La Compañía entera lo había abandonado. Sublevada por el Sargento Marcelino Avellaneda, alias viejo Machengo, marchó con todos sus hombres a los Calchines, para ponerse a las órdenes de Mariano Vera, jefe de la revolución.  El Cabildo desconfía de todos”…

Reemplazado José Gregorio Bracamonte de su empleo de “Fiel de Fechas”, encargado durante años de redactar las actas capitulares, fue designado el Escribano José Ignacio de Caminos quien exigió sueldo y garantía de permanencia si no había causa justificada para su cese.  En un acta quedó registrado lo sucedido, nombrados con sus respectivos grados López y Basaga y “declarándose contra las tropas del ejército de observación” constaba que “don Mariano Vera, don Cosme Maciel y don Mariano Ezpeleta, habían sido los principales agentes de la revolución.”

“Un grupo de santafesinos es desterrado a Buenos Aires para limpiar la ciudad de sospechosos.  Solo llegó a destino don  José Quintana.  Los restantes se le escaparon a su conductor Martín Troncoso y ganaron la otra banda del río.  Iban entre ellos José Santos Maciel, Gabriel Lassaga y Alberto Basaldúa.”  [44]

 

Durante varios días las estrategias de los montoneros desorientaban a los oficiales que respondían a órdenes de Viamonte. Para engañarlos dejaban encendidos fuegos y cruzando el río aparecían en distintos lugares. Viamonte escuchó los consejos del abogado porteño Santiago de Rivadavia que estaba circunstancialmente en la ciudad y concentró a los soldados y cañones en la plaza principal hasta que advirtió su error porque quedaba el resto del territorio sin controlar.

“Coloca la cañonera Americana y otros lanchones armados, al mando del comandante Troncoso, en la costa del río, frente a los ombúes de Larrosa.  Destaca a la Casa de la Pólvora” (manzana este de la actual calle Zavalla entre Hipólito Irigoyen y Crespo) “a las milicias de la ciudad, al mando ahora del santafesino Juan Manuel Santa Cruz y establece el cuartel general en la chacra de Larramendi.  Lo defendían cuatrocientos hombres de infantería, con un obús y cuatro cañones.

El Cabildo da una proclama al vecindario. ‘Pueblo heroico -le dice- cuando la perfidia de vuestros desnaturalizados hijos y la perversa turba que les sigue, abundó hasta el extremo de poner en espantosa consternación vuestras familias, entonces el Ayuntamiento vio con la más dulce complacencia oponerse a sus depravados designios toda la robusta bravura de vuestra constancia, unida al heroico valor que os auxilia bajo el mando del celoso benemérito y muy digno jefe el señor J. J. Viamonte’.  Decide también ‘invocar el patrocinio de nuestro Patrono San Jerónimo para que libertase a este pueblo de las miserias y desastres que lo amenazaban; prometiéndole celebrarle una misa solemne con procesión’.”

 

Más contundente que esa proclama fue la estrategia de Vera, López y Rodríguez quienes atacaron de frente y tras un rodeo por la retaguardia.  Una división estuvo instalada en la quinta de don José Echagüe.  Vera y López lograron entrar en la ciudad, “el destacamento de la Casa de la Pólvora no les opuso resistencia.  Su comandante y la tropa pertenecían a su causa. Eran los santafesinos, que en las milicias cívicas esperaban la ocasión para ayudar a los suyos.

Los últimos combates se libraron en las calles de la ciudad. En ellas, uno a uno fueron cayendo los oficiales de Viamonte.  Troncoso fue derrotado en el barrio de San Antonio” -cerca de la actual sede del gobierno municipal-, “huyó hacia el puerto donde fue tomado prisionero.  El capitán Marín vino peleando por la calle de Santo Domingo, y fue muerto media cuadra antes de llegar al Convento.  El capitán Mondragón tuvo que rendirse desde la azotea de la casa de Mercedes Calderón donde buscó refugio. El capitán de Pardos Pantaleón Reyes, fue muerto en la lucha.  El teniente de Gobernador Tarragona huyó con los suyos en un lanchón por el Arroyo Negro.

Sólo quedaban el general Viamonte y los pocos hombres que le acompañaban.  Acuartelados ahora en la Aduana, se defendían bravamente”.

El cronista Diez de Andino, anotó lo sucedido el 31 de marzo de 1816:

“Las dos compañías de blandengues, y las demás compañías, cercaron a aduana a distancia, sin hacer fuego alguno, sin querer rendirse el general.  Con la algazara y gritería que contristaba a todo viviente y una gran confusión.  Todas las puertas cerradas, pero los soldados, muchachos, con tanto valor y ánimo, haciendo mofa del tiroteo a voces: Él se ha de cansar!  ¡Viva la libertad!… y viendo el general la intrepidez de estos héroes, parlamentó entregarse”.

Abuso de Díaz Vélez y fracaso de Belgrano…

El 31 de marzo de 1816 al atardecer se rindió el general Viamonte y se comprometió a entregar las armas y municiones mientras los oficiales podían conservar sus espadas pero no cumplió porque entregaron armas rotas y arrojaron otras al pozo de la Aduana.  Fueron trasladados primero a Paraná y luego al campamento del Hervidero, junto a “sacerdotes que habían integrado la Junta Representativa, causante principal de la sumisión de Santa Fe… No podían hallar para detenerlo al Padre Torres, principal consejero de Viamonte.  Estuvo escondido en un confesionario de La Merced, del que salió, vencido por el hambre, para seguir la suerte de sus compañeros.”   También expulsaron de la provincia los firmantes del 2 de septiembre del año anterior cuando proclamaron gobernador a Juan Francisco Tarragona.

Los Blandengues integraron los Escuadrones Primero y Segundo de Dragones de la Independencia, al mando del recién nombrado Comandante de Armas de la Provincia, el constante Estanislao López.

Tras la derrota de Viamonte, en Buenos Aires temieron que las tropas de Artigas  convulsionaran a la campaña bonaerense y para impedirlo encomendaron a Manuel Belgrano el mando del ejército acantonado en San Nicolás con instrucciones de sofocar la rebelión y lograr que Santa Fe volviera a la dependencia de Buenos Aires.

Belgrano entendió que el conflicto podía arreglarse pacíficamente y entonces hizo adelantar al jefe de la vanguardia, Eustaquio Díaz Vélez, quien se extralimitó en su cometido y el 9 de abril de 1816 con Cosme Maciel firmaron el Pacto de Santo Tomé acordando: “a) se separaría a Manuel Belgrano del mando del ejército de Observación; b) se depondría al director supremo Álvarez Thomas; y c) se ajustarían tratados de paz que deberían ser ratificados por el gobierno de Buenos Aires, por Artigas y por Santa Fe”.

Las tropas del Directorio tenían que retirarse a Buenos Aires, ya no estarían al mando de Manuel Belgrano -quien pasaría a Tucumán- sino de Díaz Vélez y en esas circunstancias, los santafesinos se atrevieron a exigir la renuncia del director Álvarez Thomas.  Así fue como Santa Fe quedó separada del gobierno de Buenos Aires.

El 16 de abril la Junta de Observación y el Cabildo de Buenos Aires nombraban como nuevo director supremo a Antonio González Balcarce, en espera del nombramiento definitivo que correspondía al Congreso General que unos días antes había iniciado sus sesiones en Tucumán.

En Santa Fe comenzaba la etapa de confiscación de los bienes de Tarragona y de destierro de los promotores del cabildo abierto y de la inaceptable declaración de septiembre del año anterior, cuando lo proclamaron gobernador. Estaba demostrado que no era necesaria la acción de las fuerzas de Artigas para defender la irrenunciable autonomía santafesina porque durante los últimos acontecimientos, sólo habían estado cerca como auxiliares, los doscientos hombres que respondían a las órdenes del Cnel. José Francisco Rodríguez.

 

Consecuencias del “Pacto de Santo Tomé”…

El director supremo Antonio González Balcarce, teniendo en cuenta los tratados que debían firmarse como consecuencia del “Pacto de Santo Tomé”, designó una comisión para que se trasladara a Santa Fe. El 4 de mayo, dos de sus miembros se entrevistaron en aquella localidad con el representante del gobernador de Santa Fe y el del oriental Artigas.

Mientras tanto, el gobernador electo de la provincia don Mariano Vera, auspiciaba la firma de los tratados definitivos. Por su parte, el Cabildo de Santa Fe evidentemente cercano a Artigas, intentaba dilatar la firma en espera de la autorización del Protector.

En la misión enviada por el Directorio para ratificar el Pacto, junto a Francisco de Escalada, Díaz Vélez y el Gral. Marcos Balcarce, había participado como secretario el Presbítero Manuel Salcedo. El 24 de mayo de 1816 pidieron al gobernador Vera que estableciera el día para concluir con los tratados y al mismo tiempo el Congreso de Tucumán enviaba a José María del Corro para intervenir como mediador en las deliberaciones, gestión que fracasó porque no había sido consultado Artigas como lo estableció el Pacto de Santo Tomé. Finalmente el Cabildo, el 25 de mayo eligió dos diputados para negociar con los representantes porteños.

Comentarios sobre los saqueos de tropas invasoras…

Resultó evidente que se adoptaban decisiones contradictorias y ante tales circunstancias es interesante hacer una pausa para escuchar otro concierto de campanas cerca de los templos santafesinos.

El testimonio de don Urbano de Yriondo permite saber algo más acerca de “cómo fue el saqueo de Santa Fe por las tropas invasoras de Díaz Vélez.

No dejaron cuartos ni patios que no cavaran en la búsqueda de platerías y dineros, ni huertos que no talaran, ni tiendas o pulperías que no arrasaran.  De los templos se llevaron imágenes y ornamentos, derramando el óleo sagrado de las crismeras… Cuando huían a través de las islas, perseguidos por los santafesinos, arrastraban bultos y cajones con el acopio de sus robos.  En ese saqueo desapareció la campana del Cabildo… tenía su historia. Vino de las misiones jesuíticas… y apareció en Santa Fe en los años 1770 a 1773.  Tenía un nombre grabado, como el de Pedro Urraco, cabildante de aquel tiempo…”

 

La casi legendaria campana del Cabildo siguió convocando desde un campanario de una iglesia porteña hasta que fue donada al Museo del Luján.

 Escribió el historiador José Pérez Martín:

“La ‘Carachosa’ expande sus sonidos desde la torre del convento de Santa Ana que comúnmente llamamos de San Francisco… su fundidor fue el mentado ermitaño Francisco Javier de la Rosa, constructor también del reloj de sol existente en el jardín conventual… se terminó de fundir el 16 de marzo de 1786… y fue conducida a la Iglesia el domingo de Ramos de 1786… la campana fue pintada de verde al óleo y se grabaron en un lado símbolos religiosos y en el otro la imagen de San Antonio… La Iglesia de los Milagros tiene las suyas, traídas de las misiones… Para a oír su concierto en nuestro cielo hay que dejar de andar apresurado y abstraerse del ruido moderno.  Ellas cuentan con el seco golpe de sus badajos una historia: evocan el vivir que fue, aquel que el poeta cantó un día: ‘Santa Fe, ciudad reclusa, ciudad hecha de aroma y de misterio’…”  [45]

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Es necesario “dejar de andar apresurado y abstraerse del ruido moderno” para lograr una aproximación a la historia de nuestra Historia y así poder comprender que vamos pisando donde otros pisaron y que en esas huellas imperceptibles están los rastros del origen de nuestra cultura.

28-05-1816: tratados con el gobierno porteño…

Los representantes del gobierno santafesino firmaron con los del gobierno porteño los Tratados del 28 de mayo de 1816. En ellos se acordaba que Buenos Aires reconocería a Santa Fe por libre e independiente hasta que se estableciera la Constitución que debía redactar el Congreso. Santa Fe mandaría su diputado al Congreso. No se interrumpirían los caminos hacia Perú y Chile para el giro de los correos. A pesar de haberse realizado el convenio sin la intervención de Artigas como “auxiliante… dadas las apuradas circunstancias políticas”, ello se había decidido así en consideración a que “los Diputados de Buenos Ayres pasaran a ajustar igualmente Tratados con dicho Jefe, una vez concluido este”. Miguel del Corro, elegido por Santa Fe como diputado por la provincia ante el soberano Congreso Nacional, sería garante del cumplimiento del tratado por ambas partes. El tratado debía ser ratificado por los gobiernos firmantes. El mismo día se firmó también un tratado secreto, que establecía:

    • Art. 1. La devolución de los prisioneros de que trata el art. 6 del tratado público se entenderá sin responsabilidad para Santa Fe a su cumplimiento, si el Gral. D. José Artigas los resistiere a sus reclamaciones y mediación que interpondrá con el mayor empeño e interés. Los que se hallen en Santa Fe obtendrán su pasaporte sin el menor reparo.
    • Art. 2. Si el general Artigas no conviniere en lo estipulado por el tratado público, Santa Fe queda en la obligación a su cumplimiento para con B. Ayres.

 

El historiador santafesino José López Rosas hizo notar la importancia de este segundo artículo en donde se advierte la posición de Mariano Vera al comenzar a desprenderse de la tutela de Artigas para tratar directamente con Buenos Aires.

Beatriz Moreyra de Alba ha publicado un trabajo donde interpreta la política de Vera como una búsqueda de “equilibrio” entre las partes (Buenos Aires y la Banda Oriental), con el objeto de evitar cualquier confrontación que pudiese afectar a Santa Fe, situada entre dos fuegos. Ha insistido en que no debe entenderse tal equilibrio en el sentido de “neutralidad”, sino como opción en función del costo-beneficio en aquel contexto histórico porque mientras Artigas ofreciera mayores garantías para los intereses locales, podría aumentar la confianza de los santafesinos y lo mismo sucedería con relación a los bonaerenses.

Mariano Vera aunque defendía la autonomía provincial, tenía  actitudes pendulares acerca de las relaciones con Buenos Aires y la Banda Oriental. [46]

 

Tales factores influyeron para que tras sucesivas reuniones públicas y secretas, el 8 de junio de 1816 los comisionados de Buenos Aires informaron al gobernador Mariano Vera que el gobierno de Buenos Aires no ratificaba los Tratados porque había decidido enviarlos al Congreso General para la oportuna decisión.

Así fue como dos días después se reunieron autoridades civiles y militares para evaluar esa situación y expresaron:

“…no tener valor alguno los tratados celebrados con dicha comisión de Buenos Aires el 28 del mes de América próximo anterior, por no haberse verificado… la condición precisa a que fueron ligados todos los artículos de confirmarse en el término de diez días”…

“…son de parecer los concurrentes se ordene a sus diputados pasen a concluir su comisión con el jefe de los Orientales y protector de la Libertad, D. José Artigas, por si sucede lo que esta provincia tanto apetece y lo indica la de Buenos Aires en su comunicación a los diputados de que tengan término las funestas desavenencias que entorpecen los progresos de la causa de la América con cuyos fines se de noticia a dicho señor Protector de esta resolución”…

 

El gobierno de Buenos Aires, por medio de las armas seguía intentando someter al gobierno y al pueblo santafesinos.  No fue por casualidad que el director Juan Martín de Pueyrredón, enviara en agosto de 1816 las fuerzas militares al mando de Eustaquio Díaz Vélez, aunque luego fracasó y necesitaron negociar la paz.

También había favorecido la movilización promovida por Eusebio Hereñú en la provincia de Entre Ríos cuando pretendió destituir al nuevo Jefe José Ignacio Vera (hermano de Mariano Vera) con el propósito de neutralizar la influencia de Artigas.

Sabido era que Santa Fe necesitaba disponer de su puerto para el transporte de productos manteniendo relación con otras provincias y tales conflictos, facilitaban el aumento de la competencia del puerto de Montevideo en la Banda Oriental.

Una vez más diversas contingencias políticas afectaban los intereses económicos…

En el Congreso de Tucumán…

Sigan en silencio las campanas de Santa Fe, mientras imaginamos a los representantes de las provincias viajando hacia Tucumán para participar en el Congreso del año 1816.

 

Los diputados debieron recorrer caminos hasta entonces desconocidos y habrán comprobado las dificultades existentes para las comunicaciones y el estado deplorable de algunos fortines, entre ellos en territorio santafesino el Fuerte de Los Sunchales, cuya defensa estuvo por breve tiempo a cargo de Escuadrones de la Independencia.

Juan Martín de Pueyrredón -electo Director Supremo- al regresar del Congreso de Tucumán ya había advertido tanto el constante acecho de las tribus cercanas al camino de Santiago como la necesidad de intensificar la defensa en la zona del Chaco.

En consecuencia envió al gobernador Mariano Vera 150 fusiles, cinco quintales de pólvora y otras armas para que despejaran los caminos hasta el río Bermejo. Parte de esos recursos permitió la rehabilitación del Fuerte de Los Sunchales que era un puesto seguro para los viajeros que se trasladaban hacia Córdoba y Santiago del Estero.

Oposición a Mariano Vera…

El historiador Félix Barreto ha afirmado que “efectivamente el general López tenía noticias fidedignas de la inminencia de un estallido revolucionario con el propósito de derrocar al Gobernador Vera, pero su situación era muy delicada por los vínculos personales y políticos que lo ligaban con la mayoría de los complotados, especialmente con el doctor Juan Francisco Seguí, cabeza visible del movimiento”.

En aquel tiempo, es probable que ningún periodista o político haya criticado al gobernador don Mariano Vera cuando siguiendo el ejemplo de Buenos Aires un año antes de la reunión del Congreso de Tucumán, estableciera que era delito “la ociosidad de los ciudadanos probada cuando no tuviesen consigo papel firmado por el alcalde de barrio o jueces comisionados, ‘del oficio que ejercen y patrones a quienes sirven’… El que era propietario, es decir, que poseía bienes -como los ricos- podían vagar sin riesgos.  La ley obligaba a trabajar a los pobres, naturalmente… Todo hombre sin bienes que holgase era sospechoso; y un delincuente para la ley cuando no poseía el ingreso de un jornal”.  [47]

Apunta Gastón Gori que “el bando del 20 de setiembre de 1816 firmado por el gobernador intendente de la provincia de Santa Fe, disponía: ‘Art. 2º. Todo habitante mayor y soltero, de veinte años o de menos edad casado, hasta la de sesenta, que no tenga ocupación en algún oficio o trabajo saldrá del territorio de esta provincia, y no verificándolo dentro de cuatro días, el gobierno velará por darle aquella ocupación que conceptuase más útil al público’.”  [48]

En ese tiempo, comenzaron a elaborarse las primeras listas de los desocupados que debían integrarse en las milicias sin que esa incorporación significara disponer de una vivienda, de la alimentación necesaria y tampoco recibir un sueldo.

1817: refuerzos en los Fortines…

Los ataques de los indios del sur exigieron al gobernador Vera revisar la situación del Fortín Romero con frecuente tránsito de carretas y evaluar los riesgos en el Fuerte de Los Sunchales antes de contestarle al Director Supremo don Juan Martín de Pueyrredón, el 26 de junio de 1817 sobre su pedido de mejorar el mencionado Fuerte respondiéndose así a inquietudes de cordobeses y santiagueños expresadas cuando estuvieron en el Congreso de Tucumán.  Insistió el gobernador santafesino en su propuesta de reforzar el Fortín con cien hombres aportando su gobierno la mitad y el resto el gobierno de Córdoba, que no le había contestado.  Sucedía que Córdoba y Santiago organizaron una expedición al Chaco que terminó cuando alejaron a los indios más allá del Fortín Tostado cuando las tropas del cordobés capitán Julián Paz se sublevaron porque no disponían de suficiente caballada ya que cuando se encontraban con los indios, los astutos indios clavaban sus flechas en los vientres de los caballos y así debilitaban al ejército ya que era imposible pensar en una defensa a pie, menos aún intentar un ataque.

Es interesante una aproximación a lo escrito con respecto a la vida en el Fortín: “En ese reducto el trabajo y la vigilancia no tenían asueto.  Envueltos entre los mosquitos… los jejenes que venían en nube y los ‘cuí’ o bichos colorados que se cebaban por igual entre hombres y “otros… animales”.

“Allí estaba el mundo del milico, mal pagado o castigado, el de la ‘china’ que le acompañaba y aseguraba estabilidad, el lenguaraz que era insustituible y el indio manso o reducido que iba y venía desde el monte al fortín.”   [49]

Relaciones con los Orientales…

No obstante los esfuerzos porteños, las vinculaciones de Santa Fe con la Banda Oriental continuaron amistosamente. Durante el año 1817 en distintas cartas Mariano Vera comentaba el envío de armas y provisiones hacia la Banda Oriental e incluso han reiterado que fueron trasladados dos médicos cirujanos.

En una carta enviada a fines de aquel año por Vera a Martín Miguel de Güemes, el santafesino expresaba:

“El Gobierno de Bs As há tentado de nuebo incomodar al Gefe de los Orientales. Se sintio en el Entre-Rios una insurrección sin duda fomentada pr aquel, pues ha remitido auxilios de Armas y gente en favor de los Insurgtes”… /…/  “Con respecto a este Gobierno há observado el de Buens Ayrs una correspondencia amigable pero insidiosa: Para sondear sus proyectos embié un Apoderado que contratase en Buenos Ayrs mil fusiles y otros menesteres de Guerra cuia diligencia no tuvo efecto por oposición hecha por el Gobierno y aum sele expresó al comisionado qe seria una inconcequencia permitir traher Armas a Santa Fee el tiempo mismo qe se remitian auxilios contra el Gefe de los Orientales”… /…/ “De este antecedente con facilidad deducirían la concequencia de qe el Oriente y el pueblo de Santa Fee tienen algun poderoso estorbo qe les impide el enlace con los demas y, nofaltos de historia, con igual facilidad conocerian este impedimto y nos harian justicia, lejos de titulares rebeldes y anarquistas”…

 

El historiador José Carmelo Busaniche ha reiterado un párrafo de otra carta de Vera al salteño Güemes:

“Santa Fe intenta y quiere con todo su esfuerzo la verdadera unión, que nos haga a todos proporcionalmente felices, y en su defecto se halla dispuesta a terminar con honor su existencia política, antes de condescender con una humillación que en nada conduce a los grandes intereses de la causa general”.

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Junio de 1818: declinación del gobernador Mariano Vera.

Una sucesión de hechos determinaron la declinación del poder de Mariano Vera y en marzo de 1818, desde Buenos Aires partían las fuerzas al mando del general Juan Ramón Balcarce hacia la frontera sur de la provincia de Santa Fe, mientras su hermano el Coronel Marcos Balcarce avanzaba hacia Entre Ríos.

De la correspondencia de Mariano Vera enviada al general Martín Miguel de Güemes, en archivos de la capital santafesina hay un conjunto de cartas cuyos textos han sido difundidos por distintos medios y también una carta de Vera a Gervasio de Artigas, escrita el 7 de junio de 1818 cuando estaba acosado por las intrigas expresadas desde Buenos Aires. La lectura de algunos párrafos facilita la interpretación de sucesivos acontecimientos:

“…Un mes hace qe me encuentro pribado desu correspondencia y ya no me es soportable tan larga incomunicación; así es qe corriendo todo riezgo contexto su honorable oficio”… /…/

“Estoy penetrado dela combinación horrorosa de Portugueses y Porteños /…/ pero V.S. descanse en qe la perfidia de estos y los medios tan rastreros de qe se balen para introducir el germen dela divicion y discordia son bienconocidos. De este modo no triunfaran jamas en mi Provincia”…  /…/

“Mis empeños seran siempre sostenidos por qe estoy combencido qe la Patria solo hadeser libre bajo la proteccion de V.S.”

 

Decisiones en el Cabildo santafesino…

El 14 de julio de 1818 se sublevó la Compañía de Dragones de la Independencia al mando de Manuel Larrosa y junto a los civiles que acompañaban a don Francisco Seguí (padre), sin resistencia lograron apoderarse  la Aduana.

Al día siguiente, el capitán Manuel Roldán -padre de Estanislao López- y Cosme Maciel, encabezaron el grupo de veintinueve vecinos que pidieron al Cabildo que convocara al pueblo para elegir gobernador en reemplazo de don Mariano Vera.

En la votación realizada el 16 de julio -día de Ntra. Sra. del Carmen- obtuvo 265 votos don Mariano Vera y entre José Elías Galisteo, Pedro Tomás Larrechea y Mariano Ezpeleta sumaron 18 votos.  Renunció don Mariano y se trasladó a Paraná con su familia.  El Cabildo asumió el mando y convocó a elección de representantes para sancionar la Constitución, resultaron electos: el Cura Amenábar; Fray Nolasco Iturri, el comandante José Rodríguez, Juan Francisco Seguí, Bernardo Alsogaray, Manuel Denis, Valeriano Garay y Francisco Antonio Latorre.

23-07-1818: Estanislao López, gobernador…

Crecía la incertidumbre porque la mayoría de la población y de los jefes militares no apoyaban al Cabildo. En tales circunstancias, el 23 de julio de 1818 el Comandante de Armas de la Provincia Estanislao López se proclamó gobernador y con esa oportuna decisión evitó el caos y como lo hizo don Mariano Vera al retirarse, quedó neutralizado el riesgo de una guerra civil.

 

En ese tiempo el denominado Ejército de Observación seguía controlando a los autonomistas santafesinos.  Sabido es que el General Juan Ramón Balcarce cumplía las severas instrucciones correspondientes a los planes del ministro Gregorio Tagle, católico, antiguo secretario de Juan Martín de Pueyrredón quien por su enemistad con Rivadavia se había convertido en federal. Tendría que operar conjuntamente con las fuerzas de Juan Bautista Bustos, apoyados por una escuadrilla que avanzaría sobre el Paraná con cañones para atacar las poblaciones de Rosario, Coronda y Santa Fe.

 

El 8 de noviembre de 1818 las fuerzas del gobernador López vencieron a las tropas cordobesas en el combate de Fraile Muerto y el 17 de noviembre a las porteñas, en el combate de El Carrizal.

Tras una sangrienta lucha en el paso de Aguirre sobre el río Salado, Estanislao López concentró sus tropas en el campamento de Añapiré y logró vencer a los invasores cuando prácticamente quedaron sin caballada.

29-01-1819: Incendio en Rosario y posterior armisticio…

El Gral. Juan Ramón Balcarce comprendió que había llegado el momento de retirarse, avanzó con sus tropas hacia el sur y en Rosario después de encarnizados combates, durante la noche del 29 de enero de 1819 Balcarce ordenó que incendiaran la villa del Rosario, otra incomprensible y brutal venganza antes de continuar el regreso hacia Buenos Aires.  En febrero de 1819 partió el General Juan José Viamonte hacia el territorio santafesino.

Mientras tanto el gobernador Estanislao López seguía soñando con un pacto de paz duradero, procurando mantener adiestradas a las tropas de la Compañía de Dragones de la Independencia -ex Blandengues- y de la Compañía de Dragones Guaraníes.

El 8 de julio de 1819, después de la elección de los diputados, “cumpliendo su misión con la justicia que demanda el mérito de sus representados, nombraron por uniformidad de votos al benemérito ciudadano Teniente Coronel don Estanislao López”.

Aprobación del “Estatuto”…

El gobernador electo inmediatamente propuso que se analizara el proyecto de Estatuto enviado al Cabildo el 26 de agosto, probablemente elaborado por el ministro Dr. Juan Francisco Seguí (padre), aunque algunos historiadores reconocen como autor al Cura Amenábar y otros a don Agustín Urtubey.

El objetivo fundamental del gobernador López era afianzar la autonomía provincial y por ello impulsó la redacción de un proyecto de Estatuto que fue rechazado y con modificaciones quedó aprobado. Era la primera provincia que disponía del instrumento legal indispensable para su organización. En ese tiempo, la economía santafesina estaba en crisis porque sucesivas incursiones habían producido enormes pérdidas de ganado y no había actividad en el puerto. En Coronda se reunieron el general Francisco Ramírez y el gobernador López y decidieron juntar sus fuerzas para luchar las autoridades de Buenos Aires que pretendían seguir concentrando el poder sobre todas las provincias.

El Estatuto fue aprobado el mismo día y en consecuencia, prácticamente habían sancionado la primera Constitución de la Provincia de Santa Fe.

A pesar de los pacíficos propósitos del gobernador Estanislao López, tuvo que estar alerta a los movimientos de las fuerzas provenientes de otras provincias.

El Director José Rondeau preparó una campaña contra los hombres del litoral.

En enero de 1819 el Congreso había sancionado una Constitución que organizaba al país bajo el sistema unitario y lógicamente se produjo la reacción de los federales.

05-04-1819: Armisticio de San Lorenzo.

En el Convento de San Carlos, el 5 de abril de 1819 fue firmado el armisticio de San Lorenzo. Ambas provincias se comprometían a no interrumpir las comunicaciones y a perseguir a los delincuentes. Acordaron que retirarían las tropas con el propósito de “sellar para siempre la concordia entre pueblos hermanos”.

Desde el punto de vista de Gervasio de Artigas, la firma de ese documento significó ceder fácilmente ante las pretensiones del gobierno de Buenos Aires y en una carta remitida a Estanislao López el 28 de julio, insistía en que tal reconciliación necesitaba consolidarse mediante una declaración de guerra del gobierno central contra los portugueses y le informaba:

“…Por consecuencia, si Bs As no inspira mejor confianza y no se allana al rompimiento indicado, tampoco podré permanecer en inacción contra el doble objeto de sus miras”…

 

En octubre de 1819 se acentuaron las hostilidades y el 8 de enero de 1820 en la Posta de Arequito se sublevaron las tropas del ejército conducidas por el General Francisco de la Cruz porque Belgrano estaba enfermo.  Se produjeron más rebeliones desde Córdoba,  con la participación de José María Paz y de Juan Bautista Bustos.

En vano José Rondeau pidió apoyo a los portugueses de Brasil. Recién el 22 de enero de 1820 el gobernador Estanislao López se enteró de la sublevación de Arequito y envió a su secretario Cosme Maciel para dialogar con el caudillo Bustos.

Las tropas de Rondeau habían acampado en la Cañada de Cepeda y el 31 de enero de 1820, después de un breve combate, Rondeau se retiró custodiado por cincuenta Dragones mientras el General Balcarce con sus tropas regresaron a San Nicolás.

El 5 de febrero de 1820 el gobernador López decidió proponer al Cabildo de Buenos Aires la finalización de la guerra y desaparecían el Directorio y el Congreso.

Seis días después, sin más violencia que la de ese ultimátum, el gobernador santafesino logró su objetivo.  Fue electo Manuel de Sarratea y de inmediato el Cabildo dispuso que conjuntamente con Estanislao López y Francisco Ramírez se firmara un tratado de paz, concretándose en la Capilla del Pilar el 23 de febrero de 1820; en el primer artículo se dispuso la elección de diputados para organizar el régimen federal; se autorizó el libre tránsito de armas y municiones en las provincias federadas, la liberación de los prisioneros; se acordó enfrentar unidos a los portugueses, decretándose la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay y una copia del Tratado de Pilar fue enviado a José Gervasio Artigas, quien lo rechazó cuando ya no tenía fuerzas para resistirlo.

Los porteños no aceptaron ese documento y Sarratea terminó sus funciones.

Ante tales dificultades, el gobernador López ordenó el desplazamiento de las tropas hacia Buenos Aires y el gobernador de esa provincia Miguel Estanislao Soler entregó la Comandancia de Armas a Manuel Dorrego con facultades para resolver los asuntos urgentes.

El 27 de junio de 1820, en Cañada de la Cruz se encontraron las milicias de López y las fuerzas porteñas.  Mientras los jefes estaban dialogando parte de la caballería de Buenos Aires atacó a los santafesinos quienes a pesar de la sorpresa, después de un cruento combate pudieron seguir avanzando hacia el sur.  Luego se enfrentaron en San Nicolás y en Pavón; las fuerzas de López se retiraron hacia el Gamonal -nacientes del Pavón- y el 2 de septiembre se enfrentaron las tropas reforzadas al mando de Manuel Dorrego con aproximadamente mil hombres a las órdenes del gobernador santafesino.

López reconoció en el parte del combate, que “el campo está cubierto de cadáveres, hay muchos prisioneros” y seguro de su triunfo comunicó al entonces gobernador de Buenos Aires Gral. Martín Rodríguez, su decisión de terminar la guerra.

El gobernador de Córdoba Juan Bautista Bustos fue mediador en la reunión realizada en la “estancia del finado D. Tiburcio Benegas a las márgenes del Arroyo del Medio” y allí fue firmado el Tratado de Benegas con renovados propósitos de entendimiento, libertad de prisioneros y de comercio, siendo reconocida expresamente la mediación de Córdoba, al mismo tiempo como garante de lo pactado.

En Entre Ríos había declinado el poder del Gral. José Gervasio Artigas mientras crecía la autoridad del Supremo Entrerriano Francisco Ramírez; quien en tales circunstancias soñó que a su “República Entrerriana” podría agregarle los territorios de Corrientes y del Paraguay o que podía acelerar la destitución del Gral. Martín Rodríguez.

El Supremo Entrerriano no había tenido en cuenta la recomendación del gobernador López acerca del tratado de paz firmado en Benegas y seguía preparando su ofensiva, cruzó el río Paraná. “La compañía de Siriríes, del Regimiento Santafesino de Blandengues, al mando del Comandante Orrego, fue dispersada también por las tropas entrerrianas.  Luego Ramírez se acuartela en Coronda esperando el resultado de una operación que había encargado a su infantería sobre la ciudad de Santa Fe. El 13 de mayo, embarcado en la escuadrilla al mando del coronel Manuel Monteverde, marino porteño que se había incorporado a las filas entrerrianas, el Teniente Coronel don Lucio Mansilla con ochocientos infantes se apodera de la batería en la boca de la Laguna y logra tomarla entre dos fuegos, haciendo huir los soldados que la guarnecían.  Era la maniobra ordenada por Ramírez que debía completarse con la toma de la ciudad indefensa.”

Destacó también el historiador José Carmelo Busaniche, que en tales circunstancias, “en Santa Fe cunde el pánico.  La superioridad de las fuerzas atacantes y el anuncio de una gran invasión de indios por el Norte, alarmaron a los vecinos.  Cuenta la tradición que el Ministro Seguí se encargaría de infundir valor a sus compatriotas.  En un rapto de coraje recorrió las calles de la ciudad gritando: ‘Quien quiere valor; yo vendo’.  Mansilla, desde la batería, envía un ultimátum al Cabildo.  Se saquearía al pueblo si no se trataba con Ramírez.  Las autoridades santafesinas respondieron a la conminación, pero cuando esperaban el ataque tuvieron una agradable sorpresa.  Las fuerzas entrerrianas se embarcaban en sus botes y abandonaban sus posiciones dejando a  Ramírez librado a su suerte”.   Luego en las memorias de Lucio Mansilla quedó la confesión de esa traición y “dirá que se había hecho con el propósito de no invadir Buenos Aires” aunque han reiterado que había un “móvil oculto: Suceder a su jefe en el gobierno de Entre Ríos”.

Continuaba la reorganización de la defensa en la ciudad de Santa Fe mientras se desarrolló el Combate de Oliveros y las fuerzas de Ramírez el 24 de mayo de 1821 obligaron al General Lamadrid a retirarse hacia el Arroyo del Medio.

La escuadrilla porteña a las órdenes de Zapiola llegó el 25 de mayo a Colastiné y el gobernador López recibió enseguida la pertinente comunicación:

“Puede, pues disponer como deseaba de la guarnición de esa ciudad, respecto a que la escuadrilla a mi mando se sacrificará antes que permitir que la enemiga vuelva a repetir la escena contra esa benemérita ciudad”.

 

Destacó el historiador José Carmelo Busaniche que “Estanislao López se dispuso entonces a actuar.  Abandonando Santa Fe salió al encuentro del enemigo.  Conocedor de los campos, realizó una maniobra estratégica.  Ocultó en un bajo el grueso de sus fuerzas y con las restantes se adelantó contra Ramírez, provocando la pelea”.  Bartolomé Mitre refiriéndose a ese combate, expresó que “poco antes de ponerse el sol, la línea entrerriana cayó en la emboscada de López.  Roto el centro de ella y desorganizado casi todo el resto por lo desordenado de la persecución, sobrevino la noche… su derrota se pronunció.  Ramírez, sin perder la cabeza, reunió como 400 hombres y al frente de ellos se dirigió al interior del país, buscando la incorporación con la banda de don José Miguel Carrera”.

Regresó el gobernador López a la ciudad capital con su ministro Seguí y el doctor Cossio diputado de Buenos Aires.  Visitaron la escuadra porteña y los lanchones santafesinos y fueron saludados con una salva de cañón.  El río Paraná estaba custodiado con buques mayores a las órdenes de Zapiola.   Había llegado el momento de marchar con las tropas para perseguir al entrerriano Francisco Ramírez y encomendó esa misión al comandante Orrego.  Estaba López en su campamento cuando recibió un envío de don Francisco Bedoya, gobernador sustituto de Córdoba: era la cabeza de Pancho Ramírez, muerto el 10 de julio de 1821 durante el combate de Río Seco cuando recibió una carga de la vanguardia que dirigía el Teniente Maldonado, “al tratar de defender a doña Delfina.    López, ante ese verdadero presente griego, envía a Santa Fe la cabeza del caudillo para que se exhiba en la plaza de la ciudad ‘para perpetua memoria y escarmiento -dice su oficio al Gobernador Delegado- de otros que en lo sucesivo, y en los transportes de sus aspiraciones, intenten oprimir a los heroicos y libres santafesinos’.”  [50]

Sabido es que “el procedimiento era habitual en la época. Será la misma suerte que correrá José Miguel Carrera en Mendoza, poco tiempo después, por orden del Gobernador Godoy Cruz, y que tendrá, cuarenta años más tarde, la cabeza del general Peñaloza”…

 

Durante aquellas frías jornadas de julio de 1821, la cabeza estuvo expuesta algunos días en la recova del Cabildo hasta que fue sepultada en el cementerio de la Merced (lindante con la primitiva Iglesia de la Merced situada en las actuales calles 9 de Julio entre General López y Monseñor Vicente Zazpe, antes nombrada calle Buenos Aires).   [51]

Acuerdo de San Nicolás…

El 22 de agosto de 1821 se firmó el Acuerdo de San Nicolás, entre el gobernador de Buenos Aires Gral. Martín Rodríguez y el Patriarca de la Federación don Estanislao López, reconociéndose la autonomía de Corrientes y Misiones porque desaparecido el soñador Ramírez tampoco perduró la ensoñación de la constitución de la República Entrerriana.

En Buenos Aires, el estanciero Juan Manuel de Rosas “convocó a los hacendados de la provincia para reunir 25.000 cabezas de ganado que se entregarían a la provincia de Santa Fe como forma de compensar los daños causados por la guerra que Buenos Aires había llevado contra ella.  Pero pronto se disgustó con la política del gobernador Rodríguez, especialmente en el manejo de la cuestión indígena, abandonó el servicio y en febrero de 1821 estaba de nuevo en Los Cerrillos que entretanto había sido saqueada por los indios.  Pero el esfuerzo de Juan Manuel había valido la pena: como recompensa a sus servicios, el joven Cincinato, como lo apodaba la prensa porteña, recibió muchas leguas de campo en la provincia de Buenos Aires y de Santa Fe.  Ya era socio de los Anchorena, con los que se había iniciado en los secretos de la buena administración…”  [52]

En ese tiempo se empezó a estudiar la posibilidad de modificar la división política de la provincia de Santa Fe, repartiéndose los territorios de los primeros cuatro departamentos: La Capital, Rosario, San Jerónimo -Coronda- y San José -del Rincón-, de modo que se constituyeran jurisdicciones de menor extensión territorial con la finalidad de lograr mejor administración y control de los movimientos mediante el nombramiento de las correspondientes autoridades.

En el año 1821, en la provincia invencible fue organizado el Departamento de Policía cuya autoridad era el Jefe de Policía. Los servicios todavía eran muy limitados: recorridas para vigilancia y por la noche algunos pregones para informar sobre el clima y la hora…

 

Tratado del Cuadrilátero

El 25 de enero de 1822 se reunieron en el Cabildo santafesino los representantes de Entre Ríos don Casiano Calderón, presidente del Congreso Provincial Entrerriano; el Cura de las Ensenadas don Juan Nepomuceno Goytía por Corrientes; el ministro de Guerra Cnel. Mayor Francisco de la Cruz por Buenos Aires y el secretario de gobierno Dr. Juan Francisco Seguí por Santa Fe, para considerar los límites territoriales de las dos primeras, reiterar la libertad de comercio y acordaron la posibilidad de convocar a un Congreso General con representación de todas las provincias.  Se firmó el denominado Tratado del Cuadrilátero que durante cuatro años significó una etapa de pacificación entre los gobiernos provinciales, aunque la población todavía soportaba las frecuentes invasiones de tribus indígenas.

Sones de campanas…

Durante el año 1822, tres años después de estar ordenado el Fuerte de Los Sunchales en el límite de la frontera del noroeste, se había resuelto la construcción de la Capilla con dos campanas en sus torres.

Algunos historiadores indican que a esas campanas, “el Fraile Castañeda se las llevó en 1825 a El Rincón” aunque expresan que no fue hallado el documento que lo confirme.   [53]

 

El entusiasta fraile Castañeda, se había opuesto a las arbitrariedades de Bernardino Rivadavia como ministro de Buenos Aires -provincia ya separada de la Confederación- y   “lo llamó sapo antidiluviano”.

Le envió un irónico Credo que había escrito inspirado en sus actitudes:

“Creo en Dios Padre Omnipotente, que está a todas horas tolerando pasión y muerte de Buenos Aires bajo el impío despotismo de nuestro gobernador sustituto.  Creo en la remisión de los pecados, que no le serán perdonados a nuestro gobernador, porque niega la culpa y no cree en la resurrección de la carne y en la vida eterna que Dios le conceda.  Amén.”

 

En las Memorias del Gral. Iriarte se destaca: “Pobre de aquel a quien Castañeda asestase sus tiros, bien podía la herida curarse,  pero la cicatriz era indeleble”.  [54]

En 1822 el Padre Castañeda tuvo que soportar el destierro: huyó hacia el Uruguay, desde allí cruzó por Entre Ríos y el río Paraná y apenas llegó a Santa Fe se dirigió al Convento de su Orden, situado al sureste del Cabildo.  Enterado el gobernador Brigadier Estanislao López lo invitó a su hogar, donde Castañeda le expresó la voluntad de instalarse en el Rincón de Martín Antón.  El gobernador insistió en la necesidad de crear más escuelas y el fraile convencido de su vocación y fiel al cumplimiento de su misión, le manifestó:

“Predicaré hasta el aburrimiento la necesidad de multiplicar capillas y escuelas…”

 

Fray Castañeda llegó en 1822 al pago del Rincón -también nombrado Pago de Antón Martín y encontró un paisaje exuberante, varias familias y poco ranchos.

Agosto de 1822: confabulación contra López…

En ese tiempo también había llegado a Santa Fe procedente de Paraná el conspirador Juan José Obando y en pocos días acordó con Cosme Maciel una confabulación que apoyarían Anselmo Maciel y Ramón Yedros, entre otros-; impulsados por Manuel Denis, Urbano de Yriondo y don Mariano Vera -amigo de Ovado- quien como hábil político supo actuar con mayor cautela aunque perseveraba en su afán de ocupar el sillón de López.

Existía en el propósito de actuar simultáneamente en Santa Fe y en Buenos Aires para destituir a ambos gobiernos.  La delación, hizo trizas el proyecto el 25 de agosto de ese año y en consecuencia, la mayoría de los valientes revolucionarios huyeron.

Aquella primavera no solo conmovió con el esperado florecer en los jardines ni con la tradicional celebración del 30 de septiembre, día de San Jerónimo, patrono de la ciudad de Santa Fe.  El cambio de estación coincidía con otra posible modificación, porque Anselmo Cosme había cumplido con su misión: había repartido algunos patacones y suficiente aguardiente entre algunos integrantes de la Guardia Capitular situada detrás del Cabildo:  La noche de los festejos se haría la revolución.  El Brigadier López sabía dar oportunas órdenes que sus fieles soldados quienes las cumplirían con la debida reserva.  Los sublevados avanzaron sobre el Cabildo y en la recova fueron obligados a detenerse por leales soldados mientras se oyeron algunos disparos.  El acostumbrado baile se interrumpió apenas unos minutos porque la eficaz estrategia del Brigadier aplacó la agresividad de quienes pretendían derrotarlo.  Fueron detenidos y trasladados la cárcel que estaba a tres cuadras del Cabildo, hacia el oeste.

Enseguida el gobernador López entrevistó a Ovando, pidiéndole que no volviera más a la provincia a cambio de su inmediata libertad.  La violenta reacción del conspirador y sus insultos al Brigadier aceleraron el desenlace: esa madrugada Ovando fue fusilado.

Los frustrados revolucionarios recuperaron la libertad, excepto Cosme Maciel quien por orden del gobernador a partir de ese momento no solo estaría sin grillos, sino que podría dormir en su casa al cumplirse una inofensiva táctica de López, con la esperanza de que el recordado personaje elegido por el general Manuel Belgrano para izar por primera vez la Bandera Argentina, optara por alejarse de la ciudad.

Cosme Maciel no supo -no pudo o no quiso- hacer uso de esa libertad y el pacífico Brigadier tuvo que recomendarle que partiera cuanto antes, que no volviera para evitar mayores conflictos porque podría terminar fusilado.

El 8 de octubre de 1823, las fuerzas al mando del general Estanislao López combatieron contra los indios pampas en la estancia de Agustín Gómez, fueron sorprendidos a la noche mientras descansaban: el gobernador López no sufrió heridas, capturaron a algunos soldados y al comandante Juan Luis Orrego a quien inmediatamente decapitaron.

En Buenos Aires comenzaba la historia de la Historia de los Bancos argentinos porque en 1822 se fundó el Banco de Descuentos, con un capital autorizado de un millón de pesos que no se integró inmediatamente; y se le reconocieron algunos privilegios, entre ellos la garantía sobre los depósitos y la no autorización de apertura de otro Banco de igual naturaleza durante veinte años.  Quede este dato en la memoria mientras retornamos a los pagos santafesinos.

1823: papel moneda provincial y algo más…

En 1823 el gobernador López cumplió con lo dispuesto por la Junta de Representantes, puso en circulación el papel moneda provincial y ordenó a la población el uso obligatorio.  Las conveniencias de su política económica se reflejaron en la reelección concretada en enero del año siguiente.

El 29 de septiembre de 1823 los diputados Dr. Pascual Echagüe y Nicolás de Vedia en representación de Santa Fe y Entre Ríos, firmaron el convenio de apoyo a los orientales en la guerra contra los portugueses.

En el Pago de Antón Martín, el Padre Castañeda seguía trabajando: amplió la Capilla y terminó los dos ranchos destinados a la Escuela. Como en 1823, necesitaba convocar a la población con el tradicional tañido de la campana.  Imaginó otra estrategia porque sabía que estaba en  silencio el campanario de Los Sunchales…  [55]

Mientras Don Justo José de Urquiza exploraba los campos cercanos al río Uruguay y mirando hacia el oeste seguía comprando tierras para su ganadería, el tesonero Padre Francisco Castañeda comunicaba al Cabildo santafesino la apertura de una escuela construida con su esfuerzo y el de algunos paisanos.

El 19 de diciembre de 1823 el Cura comunicó al Cabildo que la apertura de la Escuela se haría “el próximo domingo” y anunció que “el jueves siguiente” celebraría la primera misa en la nueva capilla.

Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos no se habían declarado los feriados por acontecimientos patrios o por conmemoraciones del catolicismo, dado que esa legislación se produjo en las primeras décadas del siglo XX.    [56]

 

Se aproximaba el momento de la inauguración y el franciscano como no disponía aún de las campanas “de Grondona” ni las de “Los Hunchales”; decidió pedirle al ilustre Cabildo que le prestara una.  El mismo día se firmó el trámite encargándose “la conducción de las campanas que se hallan en Los Hunchales a costa del fondo de la cooperación entre ruegos”. Firmas en el documento: Echagüe, Soto, Leiba, Yriondo y José Gregorio Bracamonte y es probable que sea realidad la historia relacionada con el viaje de Castañeda a Los Sunchales para regresar con las campanas.

 

Durante la primera década del gobierno revolucionario, se advirtió la gravitación de Inglaterra y de Francia en la economía del Río de la Plata: los ingleses enviaban sus manufacturas prácticamente para satisfacer la mayoría de las necesidades de la ciudad puerto y de los provincianos que la visitaban.   De Gran Bretaña se importaban los tejidos de algodón; los franceses enviaban sus tejidos de lana y seda.

Desde América del Norte llegaron también las primeras semillas de la dependencia: los estadounidenses exportaban al Río de la Plata sus harinas, indispensables para los amasijos en la Nación adolescente y así durante las tres cuartas partes del siglo XIX.

En ese tiempo, los pobladores santafesinos no habrían escuchado el apellido Da Mot, ni De Mot, ni Lamothe y es probable que tampoco hayan imaginado la generosa constitución sancionada en décadas siguientes, ni las colonizaciones agrícolas de fines del siglo diecinueve, ni las locomotoras avanzando sobre las redes que se extenderían en distintas direcciones, como varillas de un abanico que desde la potente ciudad-puerto de los Buenos Aires llegaban hasta los lugares de producción o de explotaciones mineras.

No había medios de comunicaciones suficientes como para que los habitantes del territorio argentino pudieran estar informados acerca de lo que sucedía en sus respectivas provincias, menos aún en las  provincias limítrofes salvo si se trataba de alguna indeseable invasión.

Diciembre de 1824: Congreso Constituyente en Buenos Aires.

El 16 de diciembre de 1824 se reunió en Buenos Aires el Congreso Constituyente y representó a la provincia de Santa Fe, el Cura Dr. José de Amenábar.  Semanas después, el 23 de enero de 1825 fue sancionada la ley que reconoció el derecho de las provincias a regirse por sus propias instituciones hasta tanto fuera aprobada la Constitución Nacional.

El 20 de julio de 1825 don Santiago Oroño y su esposa Juana Baigorri celebraron el nacimiento de José Nicasio.  Quienes conocían la personalidad de don Santiago quizás lo hayan imaginado acompañándolo en sus luchas, como realmente sucedió cuando tenía catorce años y estuvieron junto al General Juan Lavalle en las campañas de Entre Ríos y Corrientes.

En aquel tiempo, los límites de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, eran al norte la calle Tucumán y al oeste Urquiza, se las denominaba calles reales distinguiéndose por los nombres de la Iglesias o de los vecinos más conocidos; las calles estaban iluminadas sólo por las llamas de los faroles mantenidos con grasa o sebo.

 

En las proximidades del río Uruguay, crecía la tensión entre los orientales y los portugueses.  En abril de ese año partió desde Buenos Aires la expedición de los Treinta y tres Orientales y se reunieron en La Florida con los jefes dispuestos a anular la anexión de la Banda Oriental a Brasil y su reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Inmediatamente se produjo la reacción de las autoridades del Imperio del Brasil y declararon la guerra el 10 de diciembre de 1825.

En tales circunstancias se aceleró la decisión del Congreso que aprobó el 6 de enero de 1826 la creación del Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de modo que aunque no se había cumplido con la sanción de la Constitución Nacional, fue impuesto el presidente electo en ese Congreso, el liberal Bernardino –González– Rivadavia.

Había que enviar dos diputados más al Congreso y Santa Fe designó a don José Elías Galisteo y a don Francisco de la Torre.  Renunció el Cura José de Amenábar y lo reemplazó el Dr. Tomás de Anchorena.  El 4 de abril fue electo el cuarto diputado don Pedro Pablo Vidal; todos con el mandato de defender las autonomías provinciales.

El 24 de diciembre de 1826 se sancionó la Constitución y fue nuevamente rechazada por reconocer un régimen unitario.  En ese tiempo el Gral. Alvear fue nombrado jefe del Ejército Nacional y comenzó la guerra contra el Brasil.  Hubo cruentas batallas, con la participación de los Generales Juan Lavalle y José María Paz, apoyados por las escuadras navales a las órdenes de Guillermo Brown.

En 1826, con un capital de diez millones de pesos se fundó el Banco Nacional -de las Provincias Unidas del Río de la Plata, con fondos transferidos del Banco de Descuentos y aportes de particulares y del gobierno.  A pesar de la oposición de algunos accionistas, al año siguiente se convirtió en Banco de la Provincia de Buenos Aires; ni nacional, ni de las provincias unidas: Banco de la Provincia que seguía renovando los brotes del centralismo.

Hay que tener en cuenta que el Brigadier Juan Manuel de Rosas durante su gobierno no apoyó la política financiera de ese Banco y nueve años después decretó la disolución.

 

Continuaba la guerra entre Brasil y las Provincias Unidas y una vez más el rencor hacia el presidente Rivadavia provocó la falta de apoyo de algunos gobernadores provinciales.  Trascendió la irresponsabilidad del ministro de Relaciones Exteriores Manuel J. García, al decidir personalmente la firma de una convención preliminar de paz, que prácticamente era aceptar la derrota de las Provincias Unidas cuando en realidad estaban venciendo a los imperialistas portugueses.  Enterado don Bernardino Rivadavia reunió a su gabinete y firmaron el decreto rechazando esa convención preliminar.

En el Pago de Antón Martín, en ese tiempo Hubo hechos notables porque en 1826, el Padre Francisco de Paula Castañeda terminó de poner en funcionamiento la imprenta que fuera del Gral. Carreras con la ayuda de don Carlos Félix, un suizo y capitán del cuerpo de ingenieros quien además de reparar la prensa hizo los moldes y fundió los tipos necesarios. Empezaron a editar “Los derechos del Hombre” y “Vete portugués que aquí no es”, prácticamente armas de combate del ingenioso Cura y de sus amigos.

Junio de 1827: tras la renuncia del presidente Rivadavia.

El 27 de junio de 1827 el presidente Bernardino Rivadavia renunció, fue suprimido el Poder Ejecutivo Nacional y asumió interinamente el gobierno don Vicente López y Planes.  Fue electo gobernador de Buenos Aires el Cnel. Manuel Dorrego -adversario de Rivadavia- quien asumió el 13 de agosto de ese año con facultades para resolver las relaciones exteriores  Disuelto el Congreso, las provincias fueron convocadas a la unidad nacional.

Sabido es que el Coronel Dorrego reconocía el valor de Juan Manuel de Rosas, su decidida acción con la Guardia del Monte, milicianos gauchos que habían repelido al sublevado coronel Pagola cinco años antes y en consecuencia, lo designó comandante general de la campaña, incluyendo la responsabilidad de intervenir en las cesiones de las tierras de la frontera.  En distintas latitudes aumentaron las intrigas por intereses creados.

El 2 de octubre de 1827 los gobiernos de Santa Fe y de Buenos Aires se comprometieron a consolidar sus vínculos y a enviar una expedición al Brasil.  Fueron invitadas a participar las provincias de Entre Ríos y Corrientes.  El gobernador Estanislao López fue informado acerca de los comentarios del caudillo oriental Fructuoso Rivera, quien pretendía desplazarlo.  Mientras tanto se había convocado a un Congreso en Santa Fe y las provincias enviaban a sus representantes.  El gobernador Dorrego firmó la paz con el Imperio y se le reconoció a la Banda Oriental su independencia: aunque las provincias Unidas de la que formó parte en un principio habían vencido, ese vasto territorio fue prácticamente mutilado.

13-12-1828: fusilamiento de Dorrego.

El 1º de diciembre de 1828 se sublevaron las fuerzas al mando del General Juan Lavalle y mientras Dorrego intentó concentrar sus fuerzas integrando a más indios, el rebelde Lavalle “en el templo de San Francisco era elegido gobernador”.

Delegó el mando en el Almirante Guillermo Brown y salió inmediatamente a perseguir a Dorrego.  Estaba descansando Lavalle en la estancia de Almeira, en Navarro, cuando llegó el General Rauch con cincuenta Húsares y entregó al prisionero Manuel Dorrego, uno de sus grandes enemigos.

En aquella cálida siesta del 13 de diciembre de 1828 lo fusilaron.  Al enterarse su comandante general de campaña Juan Manuel de Rosas, aunque no había compartido todas las decisiones de Dorrego, inmediatamente se comunicó con su amigo el gobernador Estanislao López y con otros caudillos para organizar la resistencia al gobierno de Lavalle.

 

Algunos antecedentes contribuyen a interpretar las distancias suelen imponer las disidencias políticas porque han reiterado que a fines del siglo dieciocho era costumbre que mientras las madres amamantaban a sus hijos también lo hicieran con los hijos de sus amigas y así fue que “todos los Rozas tomaron leche del seno de una Lavalle, fecundísima como su amiga predilecta Agustina, y todos los Lavalle, leche de ésta”.

Agustina López de Osornio era la esposa de León Ortiz de Rozas y madre de Juan Manuel de Rosas…   [57]

 

Son hechos insoslayables en la historia de los santafesinos, de los argentinos…

Al trascender la noticia del asesinato del Coronel Manuel Dorrego, el Padre Castañeda desde su refugio en el Pago de Antón Martín, editó “Buenos Aires cautiva” y “La Nación Argentina decapitada a nombre y por orden del nuevo Catilina, Juan Lavalle”.

Desde la lectura de esos títulos es posible imaginar el contenido.

El incansable educador falleció casi ciego, a los 56 años, el 12  de marzo de 1832.

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1829: continúan las luchas…

Durante el año 1828 las invasiones de indios repitieron sus enormes perjuicios y obligaron al Brigadier López a enviar más milicias para obligarlos a retroceder o aceptar integrarse en algunos servicios.  Había terminado la guerra contra el Brasil, el odio de Lavalle parecía haber disminuido tras el fusilamiento de Manuel Dorrego y reasumió el gobierno de Buenos Aires.

El Congreso Nacional reunido en Santa Fe ya había reconocido la independencia del Uruguay como consecuencia del reciente acuerdo de paz.  Informados los políticos santafesinos acerca de esos sucesos, en la reunión del 20 de febrero de 1829 el Congreso declaró la autonomía provincial y otorgó el mando del Ejército nacional al Brigadier Estanislao López, quedando bajo sus órdenes las milicias que conducía el Brigadier Juan Manuel de Rosas. Tiempo después y antes de disolverse, declaró crimen de lesa patria la muerte de Dorrego y de inmediato se produjo la reacción del General Lavalle, quien intentó subordinar a Santa Fe avanzando con sus tropas sobre ese territorio.

A fines de marzo parte de su ejército debió retroceder hasta Los Desmochados porque en las proximidades del arroyo del Monje -según han expresado varios historiadores- las pasturas de mío mío intoxicaron a sus caballadas.  Allí se encontraron el general Lavalle con el resto de su ejército y el General Paz con sus fuerzas.  Lavalle sabía que López lo perseguía y le propuso a Paz que juntos volvieran a Buenos Aires, resultando vana esa propuesta porque el ambicioso Paz avanzaba con la intención de apoderarse del gobierno de Córdoba.  Lo logró el 22 de abril de 1829 cuando derrotó al gobernador Juan Bautista Bustos en el Combate de San Roque, obligándolo a huir por las sierras para tener la protección del valiente riojano Facundo Quiroga, el Tigre de los Llanos que inició una vehemente lucha contra el General Paz.  El 26 de abril de 1829 se encontraron en la Posta de Álvarez el jefe unitario Juan Lavalle y el federal Estanislao López, hábil en las estrategias de guerra de guerrillas que sorprendieron al gobernador porteño.  Esa lucha sólo sirvió para desorganizar a las tropas de Lavalle quien optó por retirarse hacia Buenos Aires frente al Puente de Marqués que había ordenado destruir para evitar que el gobernador López avanzara sobre Buenos Aires.

Lavalle no aceptó la propuesta de López para firmar la paz, y cuando llegó a la ciudad de Buenos Aires, se encontró con don Juan Manuel de Rosas sitiándola con sus milicias.  El 24 de junio de 1829 se firmó el Pacto de Cañuelas: don Juan Manuel en representación del “pueblo armado de la campaña” y Lavalle en nombre del “gobierno de la ciudad” y en consecuencia, reconociéndose un carácter provincial resultó contrario al propósito de la Convención reunida en Santa Fe.

En esas circunstancias, el Brigadier Estanislao López estaba tan preocupado por esas batallas y por la Convención como por los ataques de los indios, que seguían saqueando en la región.  Convocó a los caciques para proponerles pactos que hicieron posible la formación de los Lanceros del Sauce.

Ha destacado Gastón Gori que los vagos y mal entretenidos -cualquier gaucho pobre o aborigen- podía ser destinado por “el juez o el comandante… al servicio de las armas o a los trabajos públicos” resultando así que “vagos y mal entretenidos se acollaraban en la consideración policial -con cuatreros y desertores- como si fueren, en el fondo, la misma cosa; aunque lo único que constituía una cosa clara y potente era la realidad social que los originaba”, lógicamente la pobreza.

 

El general José Viamonte reemplazó a Juan Lavalle y las presiones militares lo obligaron a trasladarse a Montevideo.  Los generales Estanislao López y José María Paz firmaron un tratado de amistad. El Patriarca de la Federación decidió renunciar a la jefatura del ejército y como día a día la Convención había declinado, dispuso un receso y la disolución automática si en un plazo de cuatro meses las provincias no disponían su continuidad.

El 1º de diciembre de 1829 Viamonte tuvo que acceder al pedido de los federales porteños y convocó a la legislatura que había funcionado durante el gobierno de Dorrego, justo al año del movimiento que la había disuelto y cuando todavía no se había cumplido el período para el cual habían sido nombrados.

Cinco días después, el Brigadier Juan Manuel de Rosas fue electo gobernador de la provincia de Buenos Aires, con facultades extraordinarias.  [58]

1830: más conflictos en varias provincias…

En Europa, el acelerado crecimiento de la población y de la industria provocó frecuentes migraciones y una expansión económica en diferentes mercados, con mayor predominio en hispanoamérica.

En las provincias unidas del Río de la Plata, se intensificaba la lucha entre unitarios y federales.   El General Paz venció a Facundo Quiroga en algunas batallas y cuando el riojano creía haber perdido el apoyo de los brigadieres Estanislao López y Juan Manuel de Rosas, fue invitado a Buenos Aires donde comprendió que los gobernantes del litoral también eran conscientes de las dificultades existentes.  Estaban analizando la firma de algunos Pactos, “unas veces para procurarse la paz, la unión comercial o política, la ayuda mutua contra otras, armadas en guerra civil, otras veces para poder contrarrestar el poder de la Liga del Litoral -conducida por el Gral. José María Paz-, pero siempre con la declaración de pertenecer a la Nación Argentina y de trabajar porque se reuniera la Convención Constituyente”. [59]

Confirma ese análisis el hecho de que “con poderes de Corrientes, y la anuencia de Rosas, Ferré -Pedro, delegado de Corrientes- concluye con López en Santa Fe, el 23 de febrero -de 1830- un tratado: formar una liga ofensiva y defensiva entre las cuatro provincias debiendo enviar un representante cada una a Santa Fe y dar al gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores”.  El 12 de abril, se reunieron los tres en San Nicolás.

(Esa decisión desde una perspectiva de defensa de los legítimos intereses de las provincias, permite elaborar distintas hipótesis y considerarla como el germen de la pérdida del poder de sus respectivos gobiernos, ya que quizás sin proponérselo, los gobernadores federales habían otorgado al gobierno porteño las facultades que fueron determinando distintas medidas, que en su mayoría favorecieron la acción unitaria, en el enmarañado esquema del desarrollo socioeconómico nacional.

La incertidumbre que crecía por los acontecimientos en Córdoba y el propósito de terminar con las sangrientas luchas pudieron ser dos motivos que estimularon la tolerancia en el momento de juzgar aquel acuerdo.)

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04-01-1831: firma del Pacto Federal.

Mirando hacia los cuatro puntos cardinales, el gobernador de Córdoba que tenía como aliados a Salta y Tucumán, firmó varios tratados con todas las provincias limítrofes, excepto Santa Fe hasta que el general José María Paz logró que le otorgaran el mando de la coalición denominada Liga del Interior.

A pesar de tales movimientos, el 4 de enero de 1831 mediante el Pacto Federal suscrito por Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, se confirmaron algunos acuerdos anteriores reconociendo “que la mayor parte de los pueblos de la República han proclamado la forma de gobierno federal”.

Los jefes militares de la Liga se dedicaron a levantar a sus soldados para que  lucharan junto a los unitarios de Córdoba.  El General José María Paz una vez más fue vencido por su ambición: quiso ser el primero de la coalición que atacaba a las fuerzas de Estanislao López, sin imaginarse que el 10 de mayo de 1831 sería capturado por una brigada federal y terminaría en la incómoda cárcel instalada en la casi legendaria Aduana santafesina, donde la piedad de López le permitió recibir visitas y contraer matrimonio.

La solidaridad de Estanislao López se había demostrado en distintas circunstancias, entre ellas la protección a Juan Felipe Ibarra, cuando el general Deheza cumpliendo órdenes del Gral. Paz lo había desalojado del gobierno obligándolo a retirarse con 500 hombres por el camino de Los Porongos hasta llegar a Sunchales.  Enterado el gobernador López lo ayudó a mantener sus milicias.  Ibarra pudo reunir cien indios que se integraron a sus fuerzas y con otros 50 indios de Monigotes logró trasladarse hacia su provincia.

Esos gestos de don Estanislao López, generaban amistades perdurables.

Algunas memorias destacan que Ibarra regresó a Santiago del Estero con tanto rencor que atacó sin piedad a sus enemigos políticos, disponiendo la prisión del “español Libarona”, luego “torturado y desterrado”. Doña María Antonia -nieta de Gastañaduy- y esposa de Libarona, probablemente sólo como consecuencia de intrigas políticas debió soportar con resignación esa inesperada y definitiva ausencia.

Sucesivas batallas y oportunos encuentros hicieron posible que todas las provincias se incorporaran al Pacto Federal impulsado por el Brigadier López y al mismo tiempo todos los gobiernos reconocieron los poderes plenipotenciarios otorgados a Rosas.

 

 

(Es oportuna una reflexión porque en la Historia de la Humanidad se incluyen sucesivos actos de tortura y durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional iniciado en la Argentina el 24 de marzo de 1976 con la destitución de la presidenta María Estela Martínez de Perón, Hubo cientos de torturados, muertos y desaparecidos.   Sabido es que en la “Convención contra la Tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes” celebrada en las Naciones Unidas del 10 de diciembre de 1984, se acordó que se entenderá por “tortura… todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas”.

En la Constitución Nacional sancionada en 1994, se incorporaron nueve tratados internacionales de Derechos Humanos: el citado contra la tortura y los documentos correspondientes a la Declaración Universal de Derechos Humanos; la Declaración Americana sobre Derechos y Deberes del Hombre; la Convención Americana sobre Derechos Humanos -Pacto de San José de Costa Rica-; el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; la Convención Internacional sobre eliminación de todas las formas de discriminación racial; la Convención Internacional sobre eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer y la Convención sobre los Derechos del niño.  En consecuencia, conforme el art. 75 inc. 22 – Cap. IV Atribuciones del Congreso”, tales Tratados desde entonces tienen jerarquía constitucional; sus disposiciones tienen la misma validez que el Preámbulo y cada uno de los artículos e incisos.)

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1832: Rosas y la campaña “al desierto” poblado…

En el sur, en septiembre de 1832 Juan Manuel de Rosas elaboró el plan de una campaña al desierto, en la zona poblada por los indios.  Partieron tres columnas bajo las órdenes del Comandante general de la campaña contra los ranqueles que venidos desde Chile poblaban la zona del río Limay; los pampas y los borogas en las proximidades del río Colorado y los araucanos del sur, cerca del límite argentino-chileno.

Rosas estaba convencido de que los habitantes de Choele-Choel eran un grupo de bandoleros y que era necesario aniquilarlos.  Se hizo cargo de la columna que los enfrentaría, contrató a los ingenieros Feliciano Chiclana -hijo del integrante del Triunvirato- y Nicolás Descalzi, a algunos marinos, médicos y sacerdotes para que pudieran hacer oportunas observaciones y solucionar cualquier imprevisto durante la marcha.

A partir del 22 de marzo de 1833 pasaron por distintos Fuertes, se encontraron con las fuerzas de apoyo de Facundo Quiroga y en seis meses terminó la exploración del sur de Mendoza y la parte occidental de La Pampa.  Hubo algunos fracasos, pero se logró la huida del cacique Chocory, lograron acuerdos con los tehuelches de Valkchetal, se estableció el Fuerte Colorado y ante las noticias de la revolución de los restauradores en octubre, se enteraron de la renuncia de Balcarce y del nombramiento de Juan Viamonte en noviembre.  Juan Manuel de Rosas decidió regresar a Buenos Aires y así lo ordenó a las tropas el 28 de enero, después de nueve meses de grandes esfuerzos en una travesía que había logrado despejar el reconocido camino de los chilenos.

1833: creación de Juzgados de Paz…

En enero de 1833 mediante una Ley, en la provincia de Santa Fe se modificó la administración de justicia: crearon Juzgados de Paz y Fiscalías y reglamentaron sus funciones.  Quedó establecido que el Juez de Paz debía tener dos ayudantes llamados Comisarios que lo reemplazarían en caso de ausencia o impedimento legal (art. 1º y 5º).  Así empezaron a funcionar las Comisarías de Campaña dependientes de los correspondientes Juzgados de Paz.

A comienzos de ese año, los británicos usurparon las Islas Malvinas y aunque se reiteran las declaraciones sobre los derechos de la Nación Argentina, no se ha logrado ejercer la soberanía sobre ese territorio…

Entre el 02 de abril y el 14 de junio de 1982, se desarrolló el Conflicto Armado que culminó con el cese del fuego cuando se agotaron las posibilidades de lucha de los combatientes argentinos.

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Testimonios de Encarnación Ezcurra de Rosas..

Sabido es que la esposa del Brigadier Juan Manuel de Rosas, doña Encarnación de Ezcurra Arguibel de Rosas, seguía apoyando la acción política del gobierno nacional, reuniéndose con amigas o con gente del pueblo, en su mayoría trabajadores de distintos oficios y así lograba reunir la información necesaria para una oportuna aproximación a la realidad.

En consecuencia, en la historia de la Historia se han reiterado las anécdotas que permiten reconocerla como una perseverante mujer que se dedicaba a la política, luchando para evitar que su marido fuera traicionado o asesinado aunque desde otras perspectivas la han imaginado como una insoportable confabuladora.

El 3 de noviembre de 1833 la Sala de Representantes exoneró a Balcarce y eligió gobernador al Gral. Juan José Viamonte, y doña Encarnación ante ese cambio, había advertido: “…no es nuestro amigo, ni jamás podrá serlo; así es que a mi ver sólo hemos ganado en quitar una porción de malvados para poner otros menos malos”.

Han reiterado que en una carta a su esposo le sugirió:

“…a mi ver nunca mejor que ahora te debes retraer cuanto sea posible de los magnates que no hacen otra cosa que explotarte para vivir ellos con más comodidad, y sólo te muestran amistad porque te creen como en realidad eres un don precioso.  Déjalos que marchen solos hasta que palpen su nulidad que no tardará muchos días… El pueblo está tranquilo como que todo lo han hecho los pobres, que no tienen aspiraciones; el gobernador me ha visitado dos veces, no se lo agradezco, pues como mi nombre ha sonado por decidida contra los furiosos, me tiene miedo, y porque debe estar seguro que no me he de callar cuando no se porte bien, es decir, cuando haga la desgracia de mi patria y de los hombres de bien.”

 

Distintas circunstancias la impulsaron a escribir otra carta a su esposo, el tan admirado como odiado Brigadier don Juan Manuel de Rosas.  Expresaba doña Encarnación que no estaba de acuerdo con el apoyo de Prudencio Rosas al gobernador Viamonte; consideraba un astuto al comerciante y político Braulio Costa; dudaba de la lealtad de Luis Dorrego y de su familia y aunque la viuda de Manuel Dorrego le había obsequiado a don Juan Manuel el sable de su esposo tras el fusilamiento por el unitario Lavalle, tampoco aceptaba sus actitudes de tolerancia con el gobierno de Viamonte.

En diciembre de 1833 el caudillo riojano Facundo Quiroga estableció su residencia en Buenos Aires y llegaba hasta el hogar de los Rozas-Ezcurra y también a la casa del poderoso comerciante Braulio Costa, donde “se jugaba fuerte todas las noches” y han destacado que participaba “un pequeño círculo de personajes de la alta clase urbana, entre los que figuraba Prudencio Rosas”.   De acuerdo a lo escrito por doña Encarnación, “ha llegado a tanto la perversidad de estos hombres, que le han estado jugando con unos dados falsos hasta que Quiroga los pilló y han tenido una historia terrible.”

En otra carta, refiriéndose al “atentado en la casa del Canónigo Vidal”, le escribió a su esposo:

“Tuvieron muy buen efecto los balazos y alboroto que hice hacer el 29 del pasado (abril), como te dije en la mía del 28, pues a eso se ha debido que se vaya a su tierra el facineroso canónigo Vidal”.

 

En esas circunstancias el General Guido le envió otra carta a don Juan Manuel:

“Tu posición hoy es terrible; si tomas injerencia en la política es malo, si no sucumbe el país por las infinitas aspiraciones que hay y los poquísimos capaces de dar dirección a la nave del gobierno.  Por ahora nada más te digo, sino que mires lo que haces”.

 

No es necesario un esfuerzo para imaginar qué estado de ánimo tendría en ese momento el estanciero y político que había recorrido el desierto y luego premiado con la donación de la isla Choele-Choel.

Por sus vínculos con otros caudillos conocía la realidad en el vasto territorio nacional y era consciente de que se agotaba el tiempo de Viamonte, quien renunció en junio de 1834 y fue reemplazado por Maza.  [60]

1834: continuidad del gobernador López…

En Santa Fe de la Vera Cruz, el 28 de julio de 1834 el presidente de la Junta de Representantes Dr. José de Amenábar -Cura de la Matriz, veterano de asambleas nacionales desde 1813, al decir del historiador José María Rosa- y el secretario Urbano de Yriondo, suscribieron un documento destacando que “despedazada, dividida, y fraccionada la tierra de los libres del Sud, por la ambición de hijos desnaturalizados; perdida una gran parte de sus sabios, y guerreros, que han sido envueltos en los planes fraticidas de hábiles facciosos, y enmascarados enemigos de su prosperidad; son bien pocos los buenos Ciudadanos que han podido salvarse en las borrascas y mucho menos los que conservan el prestigio…”

Eran reconocidos los méritos del gobernador Estanislao López  a quien “sus memorables triunfos lo han colocado en una posición ventajosa, y que sus relaciones le ponen en manos mil elementos de acción”.

En consecuencia, la Sala de Representantes expresó que “se ha persuadido de la necesidad de su continuación en el mando para no defraudar a la Patria de uno de sus primeros héroes y de sus más gloriosos defensores; y he aquí el sentido en que llamó útil a la Nación la ley del 11”.

Luego, la Sala resolvió “no admitir la renuncia que reitera el Excelentísimo Señor Gobernador en su nota del 18, sin que le arredren ni las invectivas de los malvados, ni el temor de contrariar los principios del sistema representativo, que como todos los del general de asociación, están sujetos y subordinados a las circunstancias extraordinarias de cada Estado”.   [61]

15-02-1835: asesinato de Facundo Quiroga.

Maza estaba a cargo del gobierno de Buenos Aires cuando fue asesinado el General Facundo Quiroga,  el 15 de febrero de 1835 mientras viajaba en el carruaje que lo trasladaba desde Santiago del Estero y cruzaba provincia de Córdoba.  A las once, fue sorprendido por los asesinos quienes sin dar tiempo para la defensa, lo mataron con un tiro de pistola.  El 3 de marzo se enteró Rosas de esa tragedia y comenzaron los sumarios que culminaron con la sentencia definitiva dictada el 9 de octubre disponiéndose el fusilamiento de José Vicente, Guillermo y Santos Pérez.  El 26 de octubre apenas terminados los fusilamientos, los muertos fueron colgados en una horca y los exhibieron durante tres días.

En la historia de la Historia se han registrado algunas acusaciones de Santos Pérez, quien declaró que él lo había ejecutado, pero que la muerte había sido dispuesta por los hermanos Francisco, José Antonio y Guillermo Reinafé.

En aquel a tiempo, Domingo Faustino Sarmiento -enemigo acérrimo de Rosas- puso en boca de Santos Pérez la frase ¡Rosas es el asesino de Quiroga!

En Buenos Aires, en marzo de 1835 mediante un plebiscito fue ratificada la autoridad de don Juan Manuel de Rosas y el 13 de abril asumió el cargo que ejerció durante diecisiete años.  La ciudad de Buenos Aires estuvo ornamentada con banderas y las casas ubicadas frente a la Plaza de la Victoria lucían tapizados de damasco rojo en las puertas y en las ventanas.  Esa responsabilidad exigió la permanencia de Rosas en Buenos Aires para atender los asuntos del gobierno y favoreció sus relaciones familiares: su hija Manuela Robustiana –Manuelita- tenía diecisiete años.  Han reiterado que “Manuela sedujo a su autoritario padre con las demostraciones de afecto y la preocupación constante por su estado de ánimo y de salud visibles en sus cartas y en las crónicas de la época… aparece en las notas mundanas… convertida en respetable matrona”.

Vivía aún su madre y “la Niña ya es instrumento de intriga política, pues cuando en 1836 muere misteriosamente el encargado de Negocios de Francia, marqués Vins de Peysac, y se rumorea que lo han envenenado, el cónsul Roger se decide a ordenar una autopsia porque lo han informado que la hija del general Rosas ha preguntado ante un auditorio numeroso: ‘¿Pero es bien cierto que no se lo ha envenenado?’.”  [62]

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1836: finanzas, tierras, pulperías…

En Buenos Aires, el Brigadier Juan Manuel de Rosas controlaba el desenvolvimiento bancario y en 1836 decidió la creación de la Casa de la Moneda encargada de imprimir los billetes disolviéndose el Banco de la Provincia de Buenos Aires.

En el sur de la provincia de Santa Fe, en el Puerto de Las Piedras -o Rincón de Las Piedras o Rincón de Teves, en la Villa Constitución-, “el 11 de abril de 1812 el Gobernador Militar de Rosario Gregorio Perdriel, comunica al Triunvirato que ‘el Comandante del Destacamento del Puerto de las Piedras le acaba de informar que se dirigen rumbo a Rosario cinco buques grandes de guerra, con cañones de grueso calibre, además de un lanchón con un obús a proa y once botes, todos de tropa de desembarco”.   [63]

Resulta evidente que desde los albores de la lucha por la independencia nacional el río Paraná fue preferente escenario de las luchas por el poder.

En el año 1836 se inició un conflicto por la posesión de tierras cuando “Francisco Lagares González pretendió derecho de propiedad sobre los bañados del Río Paraná frente a las propiedades de los Tebes y para ese efecto consiguió una orden de desalojo del Juez de Paz del Rosario don Marcelino Bayo”, aunque tanto la familia como el comisario se resistieron a cumplirla porque “por sus títulos… su terreno alcanzaba hasta la lengua de agua y que el Arroyo Pavón había seguido antes un curso derecho y todavía visible en el bañado hasta el Puesto de Tebes, en vez de tomar su curso al pie de la barranca como lo hace ahora”.  Una vez más aparentemente el agua era motivo de controversias.

El entonces ministro Domingo Cullen ordenó una sumaria información sobre el curso de ese arroyo, “lo que quedó sin efecto por sobrevenir más tarde la guerra”. Firmaron un documento que contiene esa información, en diciembre de 1877, el declarante Polonio Goytía -77 años-, Narciso Baños, testigo; Pedro P. Goytía -29 años-, testigo. Juan Gerónimo Emiliano Cafferata -19 años-, Juez de Paz.

Los “Goytía”…

Es oportuno expresar que Polonio Goytía, nació en el año 1800, fue Comisario del Distrito durante más de veinte años; era abuelo de Pedro P., nacido en el año 1848, hijo de Francisca Barrera y de Gervasio Goytía fallecido en 1866 a los 41 años.

Sabido es que Pedro P. Goytía, vivió desde su juventud en San Nicolás y fue comandante militar en el año 1890, senador por la provincia de Buenos Aires en el período 1890-1894.  Intervino en el año 1891 en la investigación realizada en Villa Constitución debido a la acusación del Cura Párroco contra el maestro de la escuela de varones, resultando ser una denuncia sin fundamento porque los alumnos tenían los conocimientos exigidos para ese nivel primario.  El 14 de julio de 1900 fue designado Cónsul General del Paraguay, y luego con idénticas funciones se desempeñó en Ciudad del Cabo (África), Río de Janeiro (Brasil) y Lima (Perú).  En el año 1928 había cumplido ochenta años y se jubiló.

Los “Cafferata”…

Juan Gerónimo Emiliano Cafferata -nombrado generalmente Gerónimo Cafferata-, era hijo de los italianos Rosa de Lorenzi y Luis Cafferata, empresario que contribuyó a la construcción de la primera iglesia y plantó las primeras vides en esa localidad. Han relatado que vivieron en una señorial casona que fue sede de la escuela de niñas y lugar de reuniones sociales.  Gerónimo nació el 25 de junio de 1858, primer nacimiento registrado en el recién fundado pueblo, a los doce años sus padres lo inscribieron como pupilo en un colegio de Génova -Italia- donde cursó estudios superiores y regresó a los “diecinueve, siendo de inmediato designado Juez de Villa Constitución.”

Las pulperías volantes…   

Tras la prohibición establecida en 1832 por el gobernador Juan Manuel de Rosas, seguían negociando las pulperías volantes que recorrían “vastas regiones mercando productos ganaderos o plumas de aves silvestres y transportaban a la campaña mercancías de la ciudad.  En carretas y carros dotados de personal -conductores, mozos de servicio- atravesaban las provincias deteniéndose en las poblaciones o traficando con las personas de encuentro fortuito, organizándose en torno a ellas reuniones de juego, bebiéndose de los licores que llevaban.  Estaban especialmente conceptuadas como favorables al tráfico de productos de origen delictuoso.  Allí iban a parar los cueros de animales robados y hallaban ocasión de esparcimiento riesgoso tanto los que se distinguían por vagos y mal entretenidos como los conchabados…” Habían dispuesto penas graves, además del “decomiso… servicio de las armas por un año en las tropas veteranas en clase de soldados”.

“El gobierno de Santa Fe en 1836 dictó un decreto similar que decía: ‘Constituido el gobierno en el deber de asegurar por cuantos medios estén a su alcance las propiedades rurales y de proteger a los beneméritos vecinos de nuestras campañas, no pudiendo desoír el clamor de éstos por los males que les causan las pulperías volantes cuyos dueños, percibiendo el exclusivo lucro de ellas, fomentaban el robo, el juego, la embriaguez y toda clase de vicios y desórdenes, con el objeto de cortar tamaños males’, establece el decomiso de las pulperías multando a los dueños y a las personas ocupadas en el servicio”.

 

Destacó Gastón Gori que esas pulperías “no eran peores que las estables ni especulaban menos con la ignorancia y la desaprensión de la gente del desierto” y “suprimidas las volantes, no desaparecieron -era lógico preverlo- ni la vagancia, ni el juego, ni la embriaguez, ni la venta clandestina de cueros.  Para efectuar el comercio perseguido y dar expansión al rudo espíritu de los hombres pampeanos, quedaban las otras pulperías, las que sin ser volantes, eran moralmente no muy distintas y que, en concepto del gobierno era suficiente que afianzasen anualmente doscientos pesos, ingresados al fisco, mientras se creaban multas a los dueños para el caso de que en ellas se hiriese o matase a alguien…”  [64]

El Brigadier López seguía estando alerta a los conflictos políticos, sin descuidar lo necesario para evitar el posible avance de los indios.

En 1837, el Fuerte de Los Sunchales -entre otros-, fue atacado por los indios para robar caballos cuya carne consumían.  El gobernador dispuso reforzar las guardias en Monigotes e instalar nuevos fortines en Cabrera, Cantones, Los Corrales, Páez y Ramada -entre otras localidades-, con resultado poco perdurable.

15-06- 1838   Tras el fallecimiento de Estanislao López…

El Brigadier López gobernó hasta poco antes de su fallecimiento el 15 de junio de 1838 y la Sala de Representantes nombró provisoriamente a Domingo Cullen que en ese momento estaba cumpliendo una misión en Buenos Aires.

Domingo Cullen era consciente de las dificultades que encontraría para su gobierno provisorio; decidió renunciar y la legislatura lo nombró gobernador en propiedad.

Ese nombramiento aceleró los conflictos porque se movilizaron sus opositores políticos, entre ellos el Brigadier Juan Manuel de Rosas proponiendo a Juan Pablo López. En la misma ciudad conspiraba el general Pascual Echagüe porque intentaba ubicar en el sillón de López, a su hermano José María Echagüe.

Homenaje del Brigadier Rosas

Hacia el suroeste del templo de San Francisco, cerca del altar mayor se destaca esta escritura:

 “Descansa del empíreo en las mansiones,

en el seno de Dios, hombre querido.

La libertad te debe sus blasones

Y los tiranos su postrer gemido.

Rosas, el compañero de tu gloria

Consagra esta inscripción a tu memoria.”

(Epitafio sobre mármol que el Brigadier Rosas

ordenó colocar en la tumba donde descansan

los restos del Brigadier Estanislao López

en el Convento de San Francisco,

en la capital santafesina.)

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Juan Pablo López y Domingo Cullen…

Es interesante una aproximación a las vivencias de Juan Pablo López: nació en Santa Fe el 26 de junio de 1792, participó en las guerras de la Independencia y fue un caudillo en las sucesivas guerras civiles contra el gobierno de Buenos Aires en defensa de la autonomía de la provincia invencible de Santa Fe. Integró el Cuerpo de Blandengues (1805) y luchó contra los indios en la frontera noroeste de la provincia.  Acompañó al General Belgrano en su paso por Paraguay; fue ayudante del Coronel José E. Hereñú en Entre Ríos (1821) y reemplazó a su hermano en el mando militar en la provincia en 1829.  Tres años después lo acompañó en las campañas contra las invasiones de indios y en el año 1838, al momento del fallecimiento de su hermano era Teniente Coronel.  Enfrentado con Domingo Cullen, se trasladó a Buenos Aires donde fue protegido por Rosas quien le aportó los recursos necesarios para volver a Santa Fe y lograr el alejamiento de Domingo Cullen.

Las intrigas han sido reveladas por historiadores que han comentado las cartas que se intercambiaban entre políticos del norte y del sur.  Tres meses después, Domingo Cullen comprendió que su posición era insostenible; renunció el 15 de septiembre de 1838 y lo reemplazó José Elías Galisteo.  Inmediatamente Cullen se trasladó a Córdoba, desde allí buscó un refugio seguro en los pagos de Santiago del Estero donde gobernaba su amigo Felipe Ibarra y con el apoyo de los gobiernos de La Rioja y Catamarca, organizó las tropas que al mando de Pedro Nolasco Rodríguez avanzaron sobre Córdoba y fueron derrotadas en la batalla de “Las Cañas”, quedando prácticamente destruida la “Primera Coalición del Norte”.  El Brigadier Juan Manuel de Rosas ordenó que trasladaran al “alevoso traidor” Domingo Cullen y en aquel tiempo, tales órdenes no se discutían, sólo se cumplían.

El 2 de octubre de 1838 los dos grupos adversarios participaron en el Combate de Tala; Juan Pablo López se impuso a las fuerzas de Mariano Rodríguez del Fresno y de José Nicasio Oroño y con ese triunfo despejó el camino hacia la gobernación de la provincia.    [65]

 

En otras latitudes eran lamentadas otras muertes: el 20 de octubre de 1838 falleció doña Encarnación Ezcurra de Rosas, esposa del Brigadier General don Juan Manuel de Rosas y ese mismo día, el gobernador Juan Pablo López le había enviado una carta, que Merceditas -la hija, veinte años-, le contestó nueve días después expresando:

 “Ella habrá, sin duda, sentido mayor satisfacción por su contenido, pues que a la presencia de Dios Nuestro Señor, ya no lo ignora.  Allí la tiene usted en el descanso eterno a donde el Señor la ha elevado colocándola entre sus escogidas.  Desde allí está rogándole por la salud, acierto y felicidad de usted, y por todos nosotros.  En medio del intenso cruel dolor que nos traspasa hemos tenido la satisfacción de saber el buen término de los asuntos que agitaban a su benemérita provincia, habiendo usted sido elevado a la Primera Magistratura de ella, en donde le deseamos todo acierto, acompañado de la mejor salud y venturas.  Su atenta, apasionada servidora y confederala.  Manuela Rosas.”

 

Continuaban los conflictos en distintas provincias.  El 12 de noviembre de 1838 fue asesinado Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán.  Eran evidentes las acciones tendientes a limitar el poder del gobernador Rosas. En Corrientes comentaban que tropas al mando de Mariano Vera avanzarían hacia Santa Fe.

22-11-1838: Honores a Encarnación Escurra de Rosas…

El gobernador Juan Pablo López enterado del fallecimiento de doña Encarnación, firmó el decreto de honores a “…la Heroína de la Federación, la señora Doña Encarnación Escurra de Rosas, digna esposa del Excmo. Señor Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, Ilustre Restaurador de las Leyes, y considerando que en honrar las augustas cenizas y la memoria de esta esclarecida matrona, cuyas sublimes virtudes le han merecido la admiración de todos los hombres, y el amor de sus compatriotas, no sólo se proporciona a los adictos al sistema sagrado de la federación un desahogo a su justo y profundo dolor, sino también en medio de manifestar su gratitud y reconocimiento al Ilustre Jefe, al gran ciudadano, al Padre de al Patria, que ha sufrido tan grande e irreparable pérdida”.  Los honores fueron expresados detalladamente.  Los oficiales -exentos de formación- y los empleados públicos debían presentarse en la casa del Despacho del Gobierno para desde allí acompañar al gobernador hasta la Iglesia Matriz donde el 22 de noviembre a las nueve, el “Cura Vicario Doctor José de Amenábar, que presidía la Sala de Representantes”, celebraría “las exequias y función fúnebre, con toda la pompa, magnificencia y solemnidad posibles”, como lo ha reiterado el historiador José Carmelo Busaniche.  En el párrafo final de esa crónica, destacó:

“Solamente un pequeño detalle empañó el lucimiento del acto y permitió que los suspicaces opositores pusieran en duda el dolor de las autoridades santafesinas.  Juan Pablo López le confesaba a Rosas en la nota en que le comunicaba la realización de las exequias: ‘Este acto majestuoso y solemne, en que el numeroso concurso manifestó su profundo y sincero dolor, hubiese sido plenamente solemnizado si no hubiera faltado la oración fúnebre, mas nos se encontró quién quisiera tomar sobre sí tan delicado encargo por las dificultades invencibles que se presentaban para llenarlo.  Las sublimes virtudes de la Heroína son bien conocidas a todos, lo son igualmente sus eminentes servicios a la sagrada causa de la Federación, pero no lo son las particularidades de su vida pública y privada, y esta circunstancia verdaderamente desagradable no dejó completar esta augusta función’.  Los motivos aducidos eran atendibles.  Parece que en Santa Fe nadie conocía a doña Encarnación.”  [66]

Manuelita, en reconocimiento a las acciones promovidas y ejecutadas por su madre, pidió al publicista Pedro de Ángelis que reuniera fotografías y documentos relacionados con su madre y su fallecimiento, similar el que habían editado para honrar al Coronel Manuel Dorrego.   [67]

Febrero de 1839: guerra contra Rosas…

El 24 de febrero de 1839 fue declarada la guerra contra Rosas: a las primeras acciones de Fructuoso Rivera se sumó la decisión de Corrientes cuatro días después.

Rosas desde Buenos Aires ordenó el ataque a Corrientes y el Brigadier Gral. Pascual Echagüe tuvo que cumplir esa misión.  Sobre los campos entrerrianos quedó la sangre derramada por los indios y los gauchos que integraban aquellas milicias.  En la memorable batalla de Pago Largo murió el gobernador Berón de Estrada, sin que se pudiera precisar quién lo había matado.

22-06-1839: fusilamiento de Domingo Cullen

El ex gobernador Domingo Cullen seguía en Santiago del Estero y el Brigadier Rosas insistía ante el gobernador Ibarra para que lo enviara engrillado para mayor seguridad.  Las órdenes de Rosas tenían que ser cumplidas, porque a la par de su reconocida autoridad personal estaba su jerarquía política e institucional.

En Arroyo del Medio, el Coronel Pedro Ramos hizo un alto con su tropa para esperar al prisionero Domingo Cullen.  El Coronel traía desde Buenos Aires una orden escrita del Brigadier Rosas adentro en un sobre sellado y también la recomendación de abrirlo cuando se encontrara frente a Cullen que debía ser trasladado desde Santiago del Estero hacia Santa Fe. El encuentro fue en las cercanías del Arroyo del Medio y tras la lectura, el 21 de junio de 1839 Cullen escribió una carta a su esposa Joaquina Rodríguez del Fresno, expresándole:

“En este momento me intiman que debo morir; así lo ha querido la Providencia Divina… Ruega tú y mis hijos al Señor por el descanso de mi alma: es mi Dios mi único consuelo en este momento crítico…”   [68]

 

Al día siguiente, había que cumplir con los Sagrados Mandamientos y después de la Confesión hecha al alba al Párroco de San Nicolás, se cumplió la orden del Brigadier General y al pie del ombú próximo a la Posta de Vergara, fue fusilado don Domingo, el ex gobernador de Santa Fe y ex ministro de Estanislao López.

Quienes presenciaron ese acto habrán tenido un motivo más para hacer sus propios exámenes de conciencia y en un profundo acto de contrición, demostrar arrepentimiento con actitudes solidarias, aunque los hechos posteriores demostraron que eran personas preferentemente predispuestas para la violencia.

Mariano Vera hacia Santa Fe…

En Corrientes un nuevo alzamiento había acelerado el nombramiento del gobernador Pedro Ferré el 25 de noviembre de 1839. Allí se preparó una expedición a Santa Fe, cuyo mando Lavalle y Ferré confiaron a Mariano Vera reconocido en 1816 como prócer de la autonomía santafesina

Casi solo como consecuencia de “las vacilaciones, intrigas y contraórdenes que motivaron el fracaso de la campaña de Lavalle contra Rosas, Vera se puso en marcha ‘en condiciones que era un intento descabellado… sin tropas disciplinadas marchar sobre Santa Fe era marchar al sacrificio’.”

A pesar de todas las dificultades, Don Mariano Vera cruzó con sus tropas el río Paraná, desde el puerto de Goya y al llegar a San Javier siendo reconocido por algunos mocovíes, logró que algunos se sumaran a su tropa.  Nuevamente las delaciones modificaron los planes porque algunos indios de la tribu del cacique Navitaquin se adelantaron e informaron al decidido Juan Pablo López sobre la presencia de esa compañía.

 “Llegados a Cayastá el 26 de marzo de 1840 los escuadrones del gobernador López derrotan a aquella poca gente mal armada y peor adiestrada.  El coronel Mariano Vera -unitariose defiende bravamente, seguro ya de su fracaso inevitable hasta que cae exánime taraceado a tajos y ultimado a golpes de lanza.  Rosas desde Buenos Aires acordó una medalla al vencedor de Cayastá”.

Agosto de 1840: Lavalle y sus arrebatos…

Desde Buenos Aires, el General Lavalle con el apoyo de la flota francesa,  el 5 de agosto de 1840 -día de Nuestra Señora de las Nieves-, había desembarcado en Baradero y continuó su marcha después del combate de Tala.  Aunque llegó “a las puertas mismas de Buenos Aires”, contrariamente a lo esperado por sus adversarios políticos, “no ataca a la ciudad y seguido de una interminable fila de carretas donde van refugiadas familias unitarias se dirige hacia Santa Fe”. El 22 de agosto de 1840, Lavalle se separó de las otras fuerzas y con mil hombres llegó hasta la estancia de Almeira, en Navarro, permaneció cinco días en ese refugio con el insoslayable recuerdo del arrebato que lo impulsó a ordenar el fusilamiento de Dorrego, dieciocho años antes. Cuando el mayordomo le acercó el tintero que había utilizado para concretar esa decisión, expresó su disgusto arrojándolo con violencia.

El 13 de septiembre de 1840 el general Lavalle estuvo en la posta de Vergara y acosado por los recuerdos, desenterró el cadáver de Domingo Cullen que había sido fusilado allí el 22 de junio del año anterior.  En vano desde la Batería instalada en Rosario se intentó alejar a los buques franceses que estaban bloqueando el río Paraná.  Lavalle no entró en esa localidad y el 17 de septiembre volvió a acampar donde el mío-mío crecía, y su hambrienta caballada lo devoraba y han reiterado que en esas circunstancias murieron aproximadamente veinte mil caballos.

Mientras tanto, el brigadier general Pascual Echagüe gobernador de Entre Ríos y jefe del Ejército de Operaciones se había trasladado a la Banda Oriental del Uruguay para atacar a Rivera, después de haber vencido a los correntinos y el Teniente Coronel Juan Pablo López estaba elaborando su estrategia para derrotar a Lavalle.

En ese tiempo, el General Lavalle llegaba hasta Santa Fe:

“…acampa el jefe invasor a unas dos leguas de la capital de la provincia esperando lanzar el ataque definitivo; la ciudad estaba defendida por setecientos hombres al mando del jefe oriental don Eugenio Garzón”.

 

El paso del Salado una vez más fue el escenario de la lucha: desde el 23 al 25 de septiembre de 1840, en ese lugar “se combatió encarnizadamente”.

Se desempeñaba como gobernador delegado J. R. Méndez y como ha destacado el historiador Gianello, se incorporaron en las fuerzas atacantes algunos santafesinos contrarios a López, entre ellos Pedro Rodríguez del Fresno”, cuñado de Estanislao López y de Domingo Cullen.

Resultó evidente que “los cívicos aunque no querían a Lavalle querían menos aún a Rosas y a Juan Pablo López y se pasaron al campo enemigo”.

Mientras tanto el Tte. Cnel. López con 3.000 hombres había derrotado a López Jordán mandándolo prisionero a Buenos Aires. El Brigadier Juan Manuel de Rosas le restaba importancia a sus acciones y sintiéndose agraviado se declaró abiertamente en su contra.  Después López fue derrotado por la vanguardia de Manuel Oribe en el combate de Colastiné y tuvo que huir.

La ciudad soportó durante cincuenta días varios enfrentamientos. Eran continuos los agravios a las familias y los saqueos, como el que destruyó bienes de la familia de doña Tránsito Troncoso de Comas en la casona situada frente a la Plaza Mayor, lindante con la Iglesia Matriz.

A principios de noviembre de 1840 Lavalle se retiró de la provincia dirigiéndose hacia Córdoba pues temía la reunión del ejército rosista al mando de Manuel Oribe con  las fuerzas de Juan Pablo López.” [69]

En distintas latitudes habían establecido una línea de Fuertes y de Fortines que intentaba evitar los ataques de algunos los indios, mientras los intereses de grupos políticos antagónicos escribían los partes de una guerra civil que día a día se nutría con las semillas de la ambición y de la venganza.

26-07-1841: nuevo texto Constitucional…

Se reunió en Santa Fe la Junta de Representantes encargada de redactar y sancionar la Constitución que reemplazaría al Estatuto sancionado en el año 1819, siendo presidente el Cura Dr. José de Amenábar, secretario el diputado Cayetano de Echagüe; diputados Urbano de Yriondo, Nicolás Lucero, Luis Manuel Aldao, José Ceferino Bustamante, Domingo Crespo, Juan Marcelino Maciel y Francisco Wenceslao Sañudo,

Ese grupo constitucionalista incluyó a adversarios de Rosas en circunstancias de crecientes dudas porque también algunos se manifestaban contrarios a la política del gobernador Juan Pablo López, sin estar convencidos de cuáles eran las verdaderas diferencias que generaban el conflicto.

El 26 de julio de 1841 los constituyentes ya habían cumplido su mandato y al entregar el texto constitucional destacaron que “ese Código… debe afianzar la existencia, el honor, la felicidad de la provincia y de vuestros esenciales e interesantes derechos: libertad, igualdad, propiedad y seguridad que no puede el hombre renunciar sin degradar su naturaleza y por cuya conservación ha sacrificado su independencia natural asociándose a sus semejantes.”

Resentimientos y actitudes pendulares…

El gobernador Juan Pablo López después de Quebracho Herrado volvió a Santa Fe rememorando el desprecio de Rosas cuando en lugar de nombrarlo al mando del Ejército había preferido a Manuel Oribe.  El General José María Paz continuaba al frente del ejército correntino por orden del gobernador Ferré y se ha afirmado que Juan Pablo López en secreto, había decidido concertar una alianza con ellos.  No estaba seguro del proyecto de Manuel Oribe -en el Uruguay- y tampoco quería manifestarse como su enemigo.

 En ese tiempo, como sucede en las corridas de toros, era una cruel costumbre la de cortar la oreja del derrotado y de acuerdo a testimonios del romántico Esteban Echeverría, después del combate de Famaillá (1841) el General Manuel Oribe envió de regalo a Manuelita Rosas, las dos orejas del degollado coronel Borda. [70]

 

El 5 de noviembre de 1841 fue firmado un tratado de unidad entre la provincia de Corrientes representada por Santiago Derqui y la de Santa Fe por intermedio del Coronel Ramón Ruiz Moreno, ratificado por la Junta de Representantes el 13 de enero de 1842.

Las actitudes pendulares del gobernador Juan Pablo López lo perjudicaban y  enterado el Brigadier Rosas de ese acuerdo, ordenó que desde Buenos Aires partieran las tropas al mando del brigadier general Pascual Echagüe, luego apoyadas por Oribe.

Cuando esa decisión alertó al gobernador santafesino, una vez más demostró su valentía y con su tropa partió hacia Rosario, dispuesto a dar batalla. Hubo sucesivos combates: inauguraron el otoño con la derrota en el combate de Monte Flores, vencidos por las fuerzas rosistas al mando del Cnel. Martín Santa Coloma; el 12 de abril en el Combate de Coronda a pesar de la acción del Coronel Juan Apóstol Martínez, las fuerzas leales al gobernador Juan P. López fueron vencidas, el coronel fue tomado prisionero y el Gral. Oribe ordenó fusilarlo.

 

Pulsan en la memoria otras señales porque al relatar los hechos posteriores al fusilamiento del Coronel Manuel Dorrego, el historiador José María Rosa destacó que “una locura homicida se apodera de los más dignos militares. Juan Apóstol Martínez, un héroe de la Independencia, recorre el campo matando gauchos a los que hace cavar sus propias tumbas, a veces los ata a la boca de los cañones para destrozarlos con la metralla”…

En la capital santafesina, al ingresar en la Capital Metropolitana son visibles hacia el oeste del atrio, dos urnas de bronce con oscura pátina porque datan de 1928, cuando organizaron un homenaje a los casi legendarios “Granaderos del General San Martín”.

Trasladaron desde Buenos Aires hasta el puerto de Santa Fe de la Vera Cruz, los restos de Juan Apóstol Martínez, nacido el 10 de junio de 1783.  Ingresó en el ejército en Santa Fe, combatió a las órdenes de José de Artigas, estuvo en el sitio de Montevideo y entonces fue distinguido con el “Escudo de Honor”; luego fue incorporado al Ejército de los Andes y cumplió órdenes del General Las Heras y del General José de San Martín; distinguido con un “Escudo” por seguir combatiendo tras  cruzar un río a nado mientras soportaban continuos ataques de la infantería y la artillería…

Tras una década de campañas al servicio de la causa sanmartiniana, pidió la baja y en el lapso 1824-1826 integró el Regimiento de Húsares de Buenos Aires. Embarcado en la Escuadra del Almirante Guillermo Brown, participó en los combates de Juncal y Los Pozos. Con el grado de Coronel integró la Plana Mayor y se incorporó a las campañas contra Rosas y López. Intervino en el motín del 1º de diciembre de 1828 cuando el Coronel Dorrego intentaba concentrar más fuerzas y Lavalle era elegido gobernador, delegando inmediatamente el mando en el Almirante Brown para perseguir a Dorrego, hasta que días después fue entregado prisionero por el General Rauch y fusilado en Navarro el 13 de diciembre.

Juan Apóstol Martínez soportó otra derrota en el combate de Puente Márquez enfrentando a las fuerzas del gobernador Estanislao López. Tras apoyar a Ricardo López Jordán para que lograra ser gobernador de Entre Ríos, al fracasar tal intento debió emigrar a la Banda Oriental.  Intervino en las batallas de Palmar y Caaguazú, también en otras expediciones apoyando a rebeldes del sur bonaerense.  Siendo General, en 1842 estaba a las órdenes del general José María Paz y ante los conflictos con Pedro Ferré, optó por distanciarse y cruzó el Paraná para ser segundo jefe del ejército al mando de Juan Pablo López. No hay precisión acerca de cómo fue tomado prisionero por Oribe que había sido su compañero y es conmovedor leer que ese amigo fue quien ordenó “degollar en forma ordinaria” y como era costumbre entonces, dispuso que colocaran su cabeza sobre una pica cerca de Colastiné, para que sirviera como advertencia pública en torno a los vaivenes de las luchas por el poder.

En aquellas circunstancias también trasladaron hasta el atrio de la Catedral santafesina, los restos de José María Aguirre, nacido el 20 de febrero de 1783, descendiente de los primeros pobladores de la ciudad por ser hijo de don José Gabriel Aguirre y doña Juana Domínguez Montiel; incorporado al ejército de Belgrano durante el invierno de 1810 cuando pasó hacia el Paraguay… luego a las órdenes de Rondeau participó en el sitio de Montevideo y fue ascendido recibiendo como premio una medalla de plata donde estaba escrito: “La Patria Reconocida a los Libertadores de Montevideo”; tiempo después fue condecorado con otra medalla de Plata y Cordón de Oro como reconocimiento del gobierno del Río de la Plata tras las batallas de Chacabuco, la derrota de Cancha Rayada y la batalla de Maipú, integrando el Ejército de los Andes. El gobierno de Chile lo premió con Medalla y Cordón de Oro, Cruz de Oro y el título de “Heroico Defensor de la Nación” siendo ascendido a Teniente Coronel; embarcándose hacia el Perú a las órdenes del General Arenales y participando en el sitio del Callo. Allí recibió el título de “Benemérito de la Orden del Sol de Perú”; luego regresó a Buenos Aires participando en la batalla de Ituzaingo.  Culminó su carrera militar con el grado de Coronel y falleció el 15 de abril de 1847.

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1842: campañas antirrosistas…

Siguió avanzando Oribe sobre Santa Fe; cuatro días después pasaban por Ascochingas y en el combate de Colastiné del 16 de abril de 1842, Manuel Oribe logró aniquilar a las tropas del enemigo.

Ante el error y el terror suele ser preferible el destierro: así lo hicieron Domingo Crespo y Urbano de Yriondo, casado con Petrona Candioti Larramendi -hija de Francisco Candioti el primer gobernador autónomo-; padres de Simón de Yriondo, nacido 28 de octubre de 1836 y luego también gobernador de Santa Fe…   [71]

 

Juan Pablo López cruzó el Paraná y en su campamento goyense siguió firmando documentos y usando el sello de la provincia; después acompañó a las tropas de Fructuoso Rivera contra don Juan Manuel de Rosas.

El 8 de septiembre de 1842, en la Sala de Representantes eligieron Gobernador y Capitán General de la Provincia al Excmo. Brigadier Ilustre Restaurador del Sosiego Público, D. Pascual Echagüe”, cargo desempeñaría durante tres años.

En la invencible Provincia de Santa Fe, el antirrosismo tuvo que aplacar sus ánimos belicosos porque en el gobierno impondría su autoridad: el prudente y a la vez generoso gobernador Brigadier General don Pascual Echagüe, decidió firmar el decreto de amnistía que permitió el regreso de los opositores desde distintas provincias.

A pesar de sus intenciones pacifistas, la historia de los argentinos siguió registrando más luchas y muertes; más confusión y desorganización.

1844: legado de San Martín a Rosas.

El 23 de enero de 1844, el general José de San Martín suscribió su testamento y en una cláusula, expresó:

“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al Exmo. señor general de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.”

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Alberdi – Negocios con ferrocarriles…

Sabido es que en Tucumán, en agosto de 1810 nació Juan Bautista Alberdi hijo Josefa Rosa Aráoz y del vasco Salvador Alberdi llegado a ese lugar aproximadamente en 1790 y uno de los primeros en obtener la ciudadanía después de la declaración de la independencia, el 9 de julio de 1816 en aquella localidad. Los Alberdi-Aráoz vivían en una casa cercana al Cabildo y recibieron a Manuel Belgrano cuando cumplió misiones militares en esa provincia.   En 1822 murió su padre y al año siguiente, fue ejecutado su tío Bernabé Aráoz siendo gobernador Javier López, también integrante de esa familia. López apoyó al adolescente y lo impulsó a estudiar en Buenos Aires. Ingresó en el Colegio de Ciencias Morales -en 1818 nombrado Colegio de la Unión del Sud- hasta que rebelado ante la severa disciplina logró que su hermano Felipe Alberdi, el 6 de noviembre de 1824 expresara mediante una nota -parcialmente reiterada por el historiador Jorge M. Meyer en “Alberdi y su tiempo”-, que “…tanto por sus continuas dolencias como por su poca inclinación al estudio, le es imposible continuar en este establecimiento, por lo que viéndose en la necesidad de darle otra carrera, pide la correspondiente orden a efectos de permitirle retirarlo del Colegio”.  No fue por casualidad que en 1830 el gobernador Juan Manuel de Rosas invocando razones económicas dispuso el cierre del Colegio, donde Alberdi seguía alojado y fue entonces cuando su amigo Miguel Cané le ofreció el caserón de sus abuelos donde pudo continuar con sus lecturas y dedicarse a composiciones musicales sin interrumpir los frívolos encuentros en Salones hasta que en 1834 decidió acercarse a Córdoba y apoyado por el gobernador de Tucumán mediante una carta de recomendación dirigida al caudillo cordobés José Antonio Reinafé, en rápido trámite logró el reconocimiento de los estudios realizados en Buenos Aires y aprobado el examen de tercer año, le otorgaron el título de Bachiller en Leyes. Había llegado el momento de retornar a su ciudad natal donde gobernaba su protector: Alejandro Heredia, militar que estuvo bajo las órdenes de Manuel Belgrano y también amigo de su hermano Felipe Alberdi.

El historiador Félix Luna ha destacado:

“Al llegar Juan Bautista Alberdi a Tucumán, Heredia lo autoriza por decreto a ejercer como abogado en la provincia, pese a no haber cursado la llamada ‘Academia de Jurisprudencia’ que completaba los estudios exigidos.  Además, el gobernador y amigo de la familia quería que el joven Alberdi fuese elegido representante y se incorporase a la legislatura provincia.”  [72]

 

Las vivencias durante una década en la ciudad de Buenos Aires seguían pulsando en la memoria del joven Juan Bautista y decidió regresar con otra carta de recomendación del gobernador tucumano Alejandro Heredia dirigida al riojano Juan Facundo Quiroga que en ese tiempo vivía en Buenos Aires y pidiéndole que lo apoyaran económicamente para que pudiera viajar a Estados Unidos para terminar su “carrera”.  Así fue como puso a disposición los fondos necesarios para un año de permanencia pero Alberdi prefirió seguir viviendo en la ciudad puerto del Río de la Plata, dedicándose a la política y a la literatura.

Asesinado en Barranca Yaco el valiente Facundo Quiroga –el Tigre de los Llanos- y acusados los hermanos Reinafé, fueron ejecutados por orden de Rosas y en 1838, también fue asesinado su protector Alejandro Heredia, a quien Alberdi había dedicado un año antes su Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho, con análisis que reiteró luego en sus Bases para la organización política de las provincias unidas del Río de la Plata.  En ese tiempo estuvo cerca de Juan María Gutiérrez y de Esteban Echeverría participando en el Salón Literario fundado por el librero Marcos Sastre. Ese grupo de aproximadamente  treinta y cinco jóvenes, durante la reunión del  23 de junio de 1837 los nombró para integrar la comisión que redactó el Dogma aprobado tras sucesivos debates en los que participaron Jacinto Peña, Carlos Tejedor, Vicente Fidel López, Bernardo de Irigoyen…

Alberdi, desde el semanario “La Moda” con el seudónimo “Figarillo”, comenzó a difundir algunas solapadas críticas al gobierno de Juan Manuel de Rosas y al mismo tiempo, reconocía la representatividad del gobernador de Buenos Aires.  La revista publicada durante veintitrés semanas tenía impresa la leyenda  Viva la Santa Federación y aunque aquellas aparentes adhesiones fueron censuradas por los exiliados en Montevideo, en la otra orilla don Juan Manuel ordenó la clausura en abril de 1838.   Desde 1835, su amigo Miguel Cané estaba exiliado en el Uruguay y junto al diplomático Andrés Lamas, había fundado el periódico El Nacional.  Le propuso a Alberdi que se trasladara a la banda oriental para trabajar en ese proyecto “combativo” y así fue como continuó su trayectoria política lejos de su tierra natal reuniéndose en salones, entre ellos el de Mariquita Sánchez de Thompson que también había optado por alejarse de Buenos Aires por temor. Varios exiliados estaban agrupados en la denominada Comisión Argentina, entre ellos el sanjuanimo Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela; el general Juan Galo Lavalle. Alberdi participó en varias reuniones hasta que resultaron evidentes las discrepancias y decidió reunir en la Asociación de Mayo -semejante a la de Buenos Aires-, a su amigo Miguel Cané y a Bartolomé Mitre, un joven de diecinueve años que luego fue uno de sus contundentes críticos.   De orilla a orilla se desarrollaba la batalla del periodismo: en Buenos Aires atacaban a los emigrados residentes en Montevideo y desde aquella ciudad-puerto, Juan Bautista Alberdi amenazaba con una triple alianza: argentinos exiliados, uruguayos y franceses mancomunados para destituir al gobernador Rosas.   Así fue como luego, sin conocerlo personalmente, Alberdi apoyó a Lavalle cuando cruzó el río Uruguay con la ayuda del almirante Louis Leblanc, jefe de la escuadra francesa.  Tras desembarcar en la Isla Martín García, meses después Lavalle ingresó en territorio entrerriano mientras el general Echagüe cumplía órdenes de Rosas para evitar posibles avances de Fructuoso Rivera. Combatieron en Yerúa y venció a los federales aunque tenía la mitad de combatientes y alentado por el correntino Pedro Ferré, se dirigió hacia aquella provincia. Luego más batallas, más muertos y heridos. El gobernador Rosas había enfrentado aquellas circunstancias con órdenes precisas: el 27 de junio de 1839 a la noche asesinaron al doctor Vicente Maza presidente de la legislatura bonaerense y al día siguiente mataron a su hijo Manuel.  Llegó Juan Galo Lavalle a Buenos Aires y tras breves escaramuzas, después de varios días de inútiles intentos de encontrar apoyo en los vecinos, comprendió que no disponía de los medios necesarios para enfrentar al Brigadier y decidió viajar hacia el norte: murió en Jujuy en 1841 cuando ya había terminado el bloqueo y los franceses habían firmado acuerdos con el gobernador Juan Manuel de Rosas.  En la plaza principal de Tucumán, habían exhibido la cabeza de Marco Avellaneda, otro amigo de Alberdi que fue atacado con lanzas y degollado como era costumbre en aquel tiempo.  Había llegado el momento de terminar con los opositores de la Banda Oriental y con el apoyo del general Manuel Oribe, el ejército federal invadió aquel territorio en 1843, sitio que duró nueve años.  Con la ayuda del italiano Giuseppe Garibaldi, llevando cartas de recomendación para integrantes de la sociedad secreta La Joven Italia, el inquietante Juan Bautista Alberdi y su amigo Juan María Gutiérrez lograron embarcarse hacia Europa “mezclados con un grupo de oficiales de la marina francesa… en una fragata de guerra de su escuadra, fondeada en el puerto,  sin ser percibidos ni molestados por nadie”, como él mismo relató.

 

Después de sucesivos encuentros en Génova con amigos de Garibaldi, viajó hasta  Turín, luego estuvo en Ginebra, pasó por Suiza y llegó a París donde fue apoyado por Manuel J. de Guerrico, un argentino que le ofreció hospedaje y dinero para ambos.  Por primera vez había viajado en ferrocarril y en una carta de octubre de 1843 reconoce estar “aburrido” y “enflaquecido”.  La potente nostalgia lo obligó a retornar a América y se refugió en Chile donde también estaba otro grupo de exiliados favorecidos por el gobernador general Manuel Bulnes, combatiente bajo las órdenes del general San Martín durante las luchas por la independencia.

Alberdi había sido autorizado en la década anterior para ejercer como “Abogado” mediante un decreto de su amigo Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán pero para ejercer en Chile necesitó revalidar ese título.  Mientras tanto se dedicó al periodismo, publicando en El Mercurio y luego fundó El Comercio de Valparaíso. Logró un empleo en la municipalidad de Concepción y trabajó en la redacción de la Gaceta de los Tribunales de Santiago de Chile.  En 1846 instaló su estudio de Abogado y entusiasmado con lo visto en torno a los negocios del ferrocarril, comenzó a publicar notas en El Progreso, relacionadas con transportes y provisión de agua.

“Fue en esa época que conoce a don Guillermo Wheelwright” el empresario que dirigió las obras del ferrocarril de Rosario a Córdoba “a quien Alberdi trató y, entusiasmado por sus dotes excepcionales, lo vinculó posiblemente a sus viejos amigos, los hombres del Paraná, para que considerasen la exposición de su sensacional iniciativa”.

 

En ese tiempo, don José Buschenthal “olfateó en el aire el magno negocio y corrió de Montevideo a Chile y de Chile a Paraná para adueñarse de la idea de Wheelwright y de los conocimientos técnicos de Campbell” -Ingeniero Allan-, “tomando como suya una idea ajena”. El Ing. Allan Campbell había construido el ferrocarril chileno y este proyecto correspondía a un tramo de 396 kilómetros que uniría las localidades de Rosario y Córdoba.

Don José Buschenthal era hábil en las relaciones públicas: “Enseguida de Caseros, atrae hacia su fastuosa mansión de Montevideo a los agentes del Director Provisorio para pactar operaciones de crédito”, interviniendo en Decretos sobre creación de Bancos, emisión de monedas, letras de Aduana, empréstitos, constituyéndose en el salvador de las finanzas del gobierno del Paraná, jaqueado por los emisarios secretos de Buenos Aires en el exterior”.  Mientras tanto viajó a Chile “consiguiendo la ayuda técnica del ingeniero Allan Campbell, a cuya experiencia se había encomendado el proyecto del trazado de la línea”.  [73]

Ya se había instalado una nueva disputa que incidiría en la vida de los santafesinos, en el destino de los argentinos.

 

Aunque de acuerdo a lo expresado por el general Julio Argentino Roca, don José Buschenthal era “el prototipo del negociante y empresario que aparece en las épocas tumultuosas y desordenadas; figuras sin embargo que no carecen de cierta grandeza por el conocimiento que revelan tener del corazón humano y por la audacia o ingenio que despliegan en sus concepciones mercantiles”…

Con distintos propósitos, hasta la llanura santafesina siguieron llegando personalidades semejantes que han realizado sus negocios a expensas del esfuerzo de  quienes no disponiendo de maquinarias ni de capital sólo han podido trabajar con sus brazos y en la mayoría de los casos, apenas con elementales conocimientos.

Ese tipo de esclavitud por el abuso de algunos empresarios-capitalistas, no ha sido posible desterrarla aunque bastante se ha dicho después de la memorable asamblea del año 1813…  

 

El jurisconsulto Juan Bautista Alberdi, seguía soñando en Chile, imaginándose la instalación de nuevas líneas del ferrocarril como un estímulo imprescindible para hacer realidad su lema: gobernar es poblar.

1845: campañas de Juan Pablo López…

En el año 1845, el Teniente Coronel Juan Pablo López cumpliendo órdenes del Gral. José María Paz, desde el norte avanzó con quinientos hombres, en su mayoría indios chaqueños que luchaban con sus lanzas; en Calchines sorprendió y aniquiló a las fuerzas de Martín Santa Coloma, cuya casa de familia estaba situada del lado sur del Colegio de los Jesuitas y conservaba “las puertas pintadas de colorado”.   [74]

Juan Pablo López venció a las últimas tropas de Cívicos que defendían al gobernador y en un primer momento el brigadier general Dr. Pascual Echagüe huyó; luego reaccionó y pidió refuerzos al gobierno de Buenos Aires.  Mientras tanto Juan Pablo López detentó el gobierno hasta que enterado del rearme y del avance de las tropas leales a Echagüe, se retiró hacia el norte y en la zona de Mal Abrigo, el 12 de agosto de 1845 mientras su tropa combatía logró “escapar a Corrientes llevándose parte del botín que en base a exorbitantes contribuciones forzosas había obtenido en Santa Fe”.  [75]

Aunque el General José María Paz pidió para él la pena de muerte, sólo fue sometido al destierro en Brasil desde donde regresó cuando Paz debió refugiarse en el Paraguay.

Ese año, buques franceses e ingleses avanzaban sobre el pujante Río Paraná.

20-11-1845 – Combate en la Vuelta de Obligado…

El coronel Lucio Mansilla antes de comenzar el combate para obligar al retiro de la escuadra invasora anglofrancesa que avanzaba sobre el río Paraná, el 20 de noviembre de 1845 expresó:

“¡Allá los tenéis!  Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país.

¡Pero no lo conseguirán impunemente!

¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes de verlo bajar de donde flamea!

¡O juremos con gloria morir!

¡Viva la Patria!”

20 de noviembre: “Día de la Soberanía Nacional”.

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04-06-1846: la “Vuelta del Quebracho”…

Cuando bajaban hacia el Río de la Plata, en la Vuelta del Quebracho, el 4 de junio de 1846 las tropas al mando del general Lucio Mansilla (1790-1871), apoyadas por Martín Santa Coloma, nuevamente bloquearon el paso de la flota francesa integrada “por más de 90 buques mercantes y 17 de guerra”, en la zona conocida como la angostura del Quebracho, en el sur santafesino, entre las localidades de Timbúes y San Lorenzo.   [76]

(Es oportuno destacar que Lucio Mansilla, separado y viudo de su primera esposa, contrajo matrimonio con Agustina, hija del teniente León Ortiz de Rozas y de Agustina López de Osornio; en consecuencia el Gral. Mansilla era cuñado de Juan Manuel de Rosas.

Después de las invasiones inglesas de 1807, el suegro de Lucio Mansilla después de renunciar como integrante del Regimiento Fijo de Buenos Aires y al cargo de administrador de las “Estancias del Rey”, se había dedicado exclusivamente a sus explotaciones ganaderas.

Se confirma una vez más que desde mayo de 1810, los clanes de determinados grupos sociales, constituían sólidos pilares donde se apoyaban los intereses que distintos grupos políticos.)

Campañas de Urquiza…

Tras la resistencia demostrada en 1845, los poderosos navegantes del hemisferio norte comprendieron que soportarían enormes pérdidas si intentaban avasallar la soberanía nacional.

El Gral. Justo José de Urquiza después de cumplir las órdenes de Rosas, manteniéndose en la Banda Oriental durante los meses posteriores a su victoria de India Muerta, regresó a Entre Ríos con el propósito de invadir la provincia de Corrientes.

En la batalla de Laguna Limpia venció y detuvo al Gral. Juan Madariaga, hermano del gobernador.  Al advertir la organización de las tropas del Gral. José María Paz, en vez de enfrentarlas prefirió retirarse a su provincia.

Madariaga y Paz se disputaban el poder, y cuando el primero logró su libertad interesó a su hermano para que se uniera a Urquiza para avanzar en la guerra contra Rosas.  Ambos gobernadores dialogaron y firmaron los tratados de Alcaraz, acordándose que Corrientes no participaría con Rosas en la guerra contra la Banda Oriental y las autoridades que conducían los bloqueos francés e inglés.

El 27 de noviembre de 1847 en la batalla de Vences el Gral. Urquiza venció a las fuerzas del General Madariaga. Después de esa derrota, Juan Pablo López que había conducido el ala derecha de la reserva del ejército correntino, tuvo que huir hasta Brasil.

En la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, “en las calles, el piso es de arena natural y el tránsito se hace molesto cuando sopla viento… las veredas son mantenidas en buen estado. Hay alumbrado público y policía bien organizada, se publica, semanalmente un pequeño periódico, más propiamente, gaceta gubernativa”, escribió el viajero don William Mac Cann refiriéndose a su “viaje a caballo por las provincias argentinas”. Comenta que las calles reales se distinguen por los nombres de las iglesias o de los propietarios más conocidos.

1847:  gobernador Pascual Echagüe…

El gobernador brigadier general Pascual Echagüe logró la vigencia de una legislación que consolidara los cambios que se estaban realizando: el 11 de marzo de 1847 promulgó la ley de aduanas, un “verdadero código” que constituyó un precedente insoslayable cuando cuarenta años después el gobierno de Buenos Aires puso en vigencia una ley semejante.  El 17 de julio de 1848 dispuso que en los astilleros instalados en la provincia se contratara preferentemente a los argentinos, a los hijos del país.

El brigadier general Dr. Pascual Echagüe impulsó la educación disponiendo la reorganización del Gimnasio Literario de San Jerónimo, instituto donde se creó una biblioteca pública; fue inauguró el primer teatro santafesino y crearon la Comisión encargada de seleccionar los textos que se interpretarían.  Dispuso el inventario de los documentos existentes en el Archivo de Gobierno, base fundamental para la organización del Archivo General de la Provincia.

No hubo decisiones acerca de los medios para evitar algunos ataques de los indios ni organizaron reducciones.

 

Es evidente que el brigadier general Doctor Echagüe, estaba alerta a la profundización del conflicto entre don Juan Manuel de Rosas y don Justo José de Urquiza, reconocido cuando ambos firmaron el tratado de Alcaraz de modo Corrientes se comprometía a no participaría con Rosas en la guerra contra la Banda Oriental y las autoridades que conducían los bloqueos francés e inglés.

El Dr. Nicanor Molinas en sus apuntes y documentos históricos de la Confederación Argentina publicados cincuenta años después, destacó que “desde el tratado de Alcaraz, las relaciones entre Rosas y el general Urquiza habían dejado de ser francas y sinceras.  Aquél desconfiaba de éste, que a su vez no se conformaba en un todo con la marcha de aquél.  Sin embargo el general Urquiza había sido nombrado general en jefe del ejército que iba a expedicionar al Paraguay, aunque le escribieron de Buenos Aires que Rosas había mandado decir al general Benjamín Virasoro que, cuando el ejército expedicionario pisase el territorio correntino reclamase ese mando, con arreglo al tratado del 4 de Enero.  Esta noticia era muy verosímil, no solo por lo estipulado por aquel tratado, que confería el mando del ejército al gobernador de la provincia en que aquél se encontrase, sino porque, como dejo dicho, se habían enfriado las relaciones entre Rosas y Urquiza.  Este enfriamiento o desconfianza se acentuaba cada día más en la atmósfera política, dentro y fuera de la República.  Y esto mismo dio margen para que varios emigrados, como Mármol en Montevideo y Sarmiento en Chile, escribiesen al general Urquiza excitándolo para que se rebelase contra Rosas.  Recuerdo que este último le ofrecía su voto por la provincia de San Juan para presidente de la República.  Esto me consta, porque yo redactaba toda la correspondencia oficial y confidencial del general Urquiza, en aquella época”.

Algunos militares, derrotados en las batallas por el poder optaron por integrar grupos armados con indios, y solapadamente, seguían hostigando al gobierno.  Los hechos han demostrado la desconfianza existente entre el Gral. Urquiza y el Brig. Gral. Pascual Echagüe.  El entrerriano había estado bajo sus órdenes y la sombra de la muerte de su hermano Cipriano, aún le recordaba los gritos a favor Echagüe, durante la huida de quienes lo asesinaron.

Mientras tanto, el 18 de noviembre de 1848 José María Echagüe “siendo Oficial Mayor del despacho del gobernador en todos los ramos, es nombrado Comandante del departamento Rosario” y el mismo año fue Juez de Paz en el Cuartel Sexto de Santa Fe de la Vera Cruz.  [77]

En 1849 los ingleses habían firmado un acuerdo de paz con el Brigadier Rosas y al año siguiente decidieron suscribirlo los franceses.  Sin embargo, seguía el Sitio de Montevideo y el imperio de Brasil intentada controlar las decisiones de Rosas.

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1849: Alberdi en Chile…

Pulsaban en la memoria de Juan Bautista Alberdi los tristes recuerdos de su niñez siendo huérfano y soportando la muerte de su padre y el asesinato de su tío Bernabé Aráoz. Desde entonces había vivido en distintas latitudes generalmente en casas cedidas por amigos: la casona del abuelo de Miguel Cané en Buenos Aires y luego su residencia en Montevideo o la casa parisina del opulento Manuel Guerrico pero durante los últimos años había ganado lo suficiente y compró una propiedad en los suburbios de Vaparaíso, casa-quinta donde continuó desarrollando las ideas expresadas en Fragmento preliminar dedicado a su amigo Alejandro Heredia y empezó a escribir Bases y puntos de partida para la Organización Nacional

06-05-1850 – Carta de San Martín al Brigadier Rosas.

Terminado el bloqueo anglo-francés en el río de la Plata, desde el exilio el general San Martín sintió una vez más la necesidad de comunicarse con el Brigadier Rosas y le envió una carta:

 

“Boulogne sur Mer, 6 de mayo de 1850.

Mi respetado general y amigo:

No es a mi ánimo quitar a usted con una larga carta, el precioso tiempo que emplea en beneficio de nuestra patria.

El objeto de ésta es el de tributar a usted el más sincero agradecimiento al ver la constancia en que se empeña en honrar la memoria de este viejo amigo, como lo acabo de verificar en su importante mensaje del 27 de diciembre pasado; mensaje que por segunda vez me he hecho leer, y que como argentino me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria; y todos los progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles que pocos estados han hallado.

Por tantos bienes realizados, yo felicito a usted muy sinceramente, como igualmente a toda la Confederación Argentina.

Que goce usted de salud completa y que al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento de todo argentino.  Son los votos que hace y hará siempre a favor de usted su apasionado amigo y compatriota.

José de San Martín.”

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01-05-1851: pronunciamiento del General Urquiza…

El Dr. Nicanor Molinas ha destacado que “el pronunciamiento del 1º de mayo no fue pues sugerido por los emigrados, como aseveró el señor Zinny, ni el general Urquiza se pronunció contra Rosas por la ambición de sucederle en el mando supremo… Basta leer el programa del pronunciamiento de Mayo, que fue fielmente cumplido por el libertador, para exonerarlo de ese cargo injusto con que se quiere menguar la gloria por él conquistada, dando libertad y constitución a la República.  El pronunciamiento se efectuó porque, estando prohibida por Rosas la extracción de metálico de Buenos Aires para las provincias, por la vía fluvial, el gobierno de Entre Ríos le pasó dos notas reclamando de esa prohibición que tanto perjudicaba a la industria y al comercio de Entre Ríos.  En la segunda nota se le pedía con exigencia una resolución pronta sobre el particular, porque la grita del comercio y la paralización de las faenas de los saladeros, por falta de numerario, hacia cada día más difícil la situación.  El general Rosas pasó esta segunda nota a la legislatura de Buenos Aires, renunciando al encargo de las relaciones exteriores de la República, con el pretexto de que el mal estado de su salud no le permitía atender los asuntos de la guerra con la prontitud que le exigían algunos de los gobernadores.  Cuando leí este mensaje -escribió el Dr. Nicanor Molinas- escribí al Gral. Urquiza, desde el Paraná, diciéndole que en el ministerio de relaciones exteriores del gobierno de Buenos Aires, había ya un proceso formado contra el de Entre Ríos, y que sólo le faltaba la carátula de salvaje unitario para tener la guerra declarada a la Provincia.  Es necesario, le decía, reunir con prontitud los elementos posibles para salvar la suerte de la Provincia de las eventualidades de una guerra desigual.  Entre estos elementos considero, en primer lugar, la liga con el gobierno de Corrientes.  El gobierno del Brasil, del Paraguay y de Montevideo, que están en guerra con Rosas, serán aliados necesarios… El general Urquiza me contestó: que estaba ‘de acuerdo con mis observaciones; que pretextase tomar datos para terminar el mensaje que le estaba haciendo a fin de dar cuenta a la legislatura de once a doce años que llevaba de gobierno, y que fuese a verlo a su estancia de San José.  Inmediatamente fui allí -expresó el Dr. Nicanor Molinas- y al día siguiente se les mandó un chasque al general Cáceres y a mi hermano Luis, convidándolos a unas carreras en Concordia.  Las carreras eran un pretexto para desorientar la opinión pública sobre el objeto de aquella reunión.  Allí se arregló la alianza con la provincia de Corrientes, con su gobierno o contra su gobierno, si éste se oponía al pronunciamiento.  De regreso de San José, se trató la forma en que debía hacerse el pronunciamiento, y ampliando los conceptos de mi carta citada, le decía al general Urquiza que no era necesario declarar la guerra a Rosas, ni aparecer como un gobierno en rebelión, pues el tratado del 4 de Enero nos ofrecía un programa legal y simpático, lo que para Rosas importaba una declaración de guerra.  El gobierno de Entre Ríos debía pedirle que, con arreglo a aquel tratado, se reuniese en Santa Fe la convención para sancionar la constitución que debía darse al pueblo argentino, convocado al efecto”.

En aquellas circunstancias, el reconocimiento de algunas dificultades para el desarrollo de las explotaciones de los estancieros entrerrianos y porteños, fue la chispa que iluminó el ocaso del Brigadier don Juan Manuel de Rosas.  Aceleró su renuncia a la representación en el extranjero y provocó la inmediata reacción del general don Justo José de Urquiza al anunciar la aceptación de esa renuncia, al mismo tiempo que anticipó idéntica decisión del gobierno de Corrientes porque estaba autorizado para hacerlo.

El Gral. Urquiza avanzó en las conversaciones para lograr la firma de un tratado con Brasil y Montevideo; delegó el gobierno en Antonio Crespo -hermano del santafesino Domingo Crespo- e inició las operaciones sobre la Banda Oriental del Uruguay, colocándose al mando del Ejército Libertador.   Hacía ocho años desde la declaración del Sitio Grande de Montevideo por acciones del General Oribe.  Urquiza con sus fuerzas terminar tal conflicto; engrosó sus filas con autoexiliados santafesinos, Santiago Oroño y Juan Pablo López.

“…en beneficio de la Patria”.

Desde Concepción del Uruguay -los pagos de Urquiza en la provincia de Entre Ríos- como si fuera un regalo de Reyes, los hombres del litoral leyeron en el periódico La Regeneración, algunas noticias anticipando que “ese año sería de grandes hechos en beneficio de la patria”.

El 1º de Mayo, el General Urquiza se pronunció contra el gobernador de Buenos Aires y en el día de la conmemoración de la revolución de mayo de 1810, difundió su proclama, remitiendo días después una nota a todos los gobiernos provinciales.

Apoyo a Rosas…

A partir del pronunciamiento del general Urquiza contra el gobernador de Buenos Aires, en esa provincia se sucedieron los actos de reconocimiento al gobernador Juan Manuel de Rosas: el 24 de mayo con motivo del cumpleaños de su hija Manuelita asistieron diplomáticos y políticos de distintas provincias, negros y mazorqueros; el 9 de septiembre, algunas familias amigas la agasajaron con un baile en su honor.

Durante ese mes, Rosas anunció su renuncia y el 28 un grupo de políticos (diputados, militares, sacerdotes y empleados públicos), lo visitaron en su quinta de Palermo y le manifestaron su apoyo, saludando a su hija Manuelita, a quien los comerciantes porteños Rufino de Elizalde -luego mitrista-, Manuel Pérez del Cerro y Pedro del Sar -hacendados y comerciantes-, le organizaron una fiesta en el Coliseo, el teatro que aún estaba en construcción y donde bailaron hasta las siete del día siguiente.

 

La Cámara de Representantes, el 17 de octubre de 1851 otorgó al brigadier general Dr. Pascual Echagüe -gobernador desde 1842-, facultades para operar en contra del “loco traidor, salvaje, unitario Justo José de Urquiza y del bando salvaje unitario que este acaudilla que en esta agresión horrenda al extranjero ha tenido… la negra infamia de aliarse contra su patria con un poder extraño y atentatorio a los derechos de la Confederación Argentina.  Firmaban: Yriondo Presidente, Pujato; Crespo, Puig, Febre y Echagüe; Secretario”.  [78]

El “Ejército Grande” del general Urquiza…

El ejército de Urquiza, en el año 1851 estaba preparado para cruzar el río Paraná hasta Santa Fe con el apoyo de las fuerzas brasileras y en esas circunstancias, “por recomendación del General Lucio Mansilla al Juez de Paz de Rosario, ‘se colocó en el Puerto de las Piedras una guardia a prevención’ destinada a alertar acerca del paso de la escuadra brasileña que había partido de Colonia (Uruguay) transportando cuatro mil hombres para el ‘Ejército Grande’ de Urquiza”.

El 25 de octubre de 1851, el Brigadier General Pascual Echagüe delegó el gobierno en el Presidente de la Junta de Representantes y Juez de 1ª Instancia Dr. Urbano de Yriondo.  El General Echagüe estaba informado acerca del desplazamiento de la escuadra de Brasil que apoyaba a Urquiza y avanzó hacia el sur santafesino con el propósito de apoyar al Brigadier Gral. Juan Manuel de Rosas.  Hacia el este, en las proximidades del río Uruguay las tropas del General Urquiza obligaron a la rendición del General Oribe. [79]

Mientras tanto, algunos integrantes de los grupos políticos santafesinos, empezaron a plantearse inquietantes dudas con respecto a la posición más conveniente que deberían adoptar considerando los avances del General Urquiza con el Ejército Grande, que indudablemente tenía el apoyo de poderosos estancieros, quienes estaban consolidando los eslabones de sus explotaciones aprovechando el sometimiento de los peones.

El gobernador delegado estaba informado de los últimos acontecimientos, por intermedio de Domingo Crespo, hermano de Antonio Crespo que era el gobernador delegado en la provincia Entre Ríos. Comentaban entonces que el General Urquiza se acercaba al entrerriano puerto de Diamante, situado enfrente del santafesino pago de Coronda para embarcarse y cruzar el Paraná hacia la provincia de Santa Fe.

Los pendulares Domingo Crespo y Urbano de Yriondo, lograron la inmediata adhesión de Mariano Comas para dialogar con algunos jefes militares que habían quedado en Santa Fe, con el propósito de organizar una milicia que apoyara a Urquiza y el 9 de diciembre de 1851 lograron que Matías Díaz permaneciera en la ciudad con sus soldados rinconeros. El 23 de diciembre de 1851, esa guarnición militar que estaba frente a la Aduana -a tres cuadras del Cabildo- escuchó la declaración del gobernador delegado Urbano de Yriondo, contra el gobernador Rosas.  En dos meses se había producido un notable cambio en el pensamiento político de algunos de los firmantes del acta que calificaba de “loco traidor” y de “salvaje” al General Urquiza.

Desde esa nueva perspectiva, el 24 de diciembre de 1851 don Urbano de Yriondo y don Domingo Crespo celebraban los “¡Muera el tirano Rosas!” y los “¡Viva el General Urquiza!”.  Es probable que la mayoría de la tropa también haya sentido una acentuada confusión, porque se ha reconocido que muchos soldados huyeron y que “los negros allí presentes se armaron decididos a revertir la situación”.  [80]

Al día siguiente, en Rosario se reiteraron los gritos contra Rosas, sin temer a las fuerzas de Lucio Mansilla que estaban en San Nicolás; ni a las de Pascual Echagüe al oeste de San Lorenzo, ni a las de Martín Santa Coloma ubicadas cerca de Barrancas.

Durante una asamblea popular fue proclamado gobernador don Domingo Crespo, confirmado luego por la legislatura y el reconocido hacendado reiteró su pronunciamiento desde Rosario.  Era razonable que su hermano Antonio Crespo lo apoyara con tropas que llegaron inmediatamente al mando del Comandante Luis Hernández, y con otro contingente a las órdenes del Coronel José María Francia, de modo que aproximadamente 600 milicianos entrerrianos debían contener el eventual levantamiento.

Es probable que el Gral. Echagüe haya sido informado sobre esos cambios, porque parte de su gente se desbandó, aunque él prefirió avanzar hacia Buenos Aires para reunirse con Rosas con los escasos 200 hombres que lo seguían acompañando.  No estaba dispuesto a dar batalla a sus comprovincianos, ni siquiera para defender su cargo de gobernador de la provincia invencible.

El gobernador Rosas había partido el 26 de enero de 1852 desde Palermo, con el propósito de concentrar las tropas en Santos Lugares donde se despidieron de Manuelita, no sólo su padre y su novio Máximo Terrero, porque al decir de Adeodato de Gondra, la virtuosa Manuelita era considerada “el ángel de la Confederación”…

03-02-1852: batalla de Caseros.

El 3 de febrero de 1852 fue inevitable un enfrentamiento: aproximadamente 25.000 hombres en cada ejército demostraron sus habilidades tácticas y el “Ejército Grande” del general Justo José de Urquiza venció al ejército del Brigadier Juan Manuel de Rosas.

Después de esa batalla el General Urquiza manifestó: “No ha habido ni vencedores ni vencidos”.

Esa declaración de Urquiza no fue confirmada con los hechos posteriores y ha sido recordada en varias oportunidades, entre ellas: cuarenta y cinco años después por el Dr. Gabriel Carrasco siendo diputado en la provincia de Santa Fe, en el recinto de la Cámara durante el tratamiento de la ley electoral que reconocía a las distintas secciones en cada uno de los dieciocho departamentos.

Ciento tres años después de Caseros, destituyeron al General Juan Domingo Perón tras el movimiento cívico militar que evidentemente apoyado por diversos sectores del catolicismo, comenzó a manifestarse en Córdoba el 16 de septiembre y culminó cuando el presidente optó por el exilio en Paraguay para evitar una guerra civil, como lo destacó en distintas circunstancias.  Dijo entonces el general Eduardo Lonardi que no habría vencedores ni vencidos y tampoco se cumplió, porque él mismo mediante confabulaciones fue destituido y detentó el poder el general Pedro Eugenio Aramburu acompañado por el almirante Francisco Isaac Rojas. Hay en sucesivas épocas, insoslayables señales relacionadas con los contrastes y las contradicciones en la historia de los argentinos…

Rosas hacia el exilio…

Don Juan Manuel de Rosas y don Pascual Echagüe, perdieron la paz porque tuvieron que soportar el desarraigo.  Rosas se había refugiado en la casa del ministro de Su Majestad Británica Mr. Robert Gore, encargado de negocios inglés y han reiterado que en ese momento, expresó la necesidad de encontrarse en los próximos minutos con su hija Manuelita que estaba en la quinta de Palermo.  En la medianoche se embarcaron en el buque inglés Centaur, donde también viajaban el Dr. Pascual Echagüe, Gerónimo Costa, Manuel Febre y el sargento José Machado.

Emociones de Manuelita Rosas…

El 10 de febrero de 1852 antes de zarpar, Manuelita escribió a Josefa Gómez una carta de despedida:  [81]

“Hasta ahora no contamos con ningún recurso pero la providencia divina velará sobre nosotros.  Estoy enteramente resignada a mi destino y para probar mi gratitud al Todopoderoso por el bien inmenso que me ha hecho concediéndome la vida de tatita, yo cuidaré de él para que con mis asiduos cuidados hacerle llevadero su destino.  Él está con toda su grandeza de alma, no se ve en él un contraste sino la satisfacción de su conciencia”…

 

Manuelita también saludaba a otros amigos y al deán Felipe de Elortondo…

Si es emocionante cualquiera despedida, ha de ser más conmovedora la partida hacia el exilio. La hija bienhechora debió atender a su padre, tiempo después a su esposo y a sus hijos, soportando la tristeza provocada por las prolongadas ausencias de otros seres amados.

Febrero de 1852: gobernador Domingo Crespo…

Desde una perspectiva más cercana, hay que tener en cuenta que don Domingo Crespo tuvo el constante apoyo de Urbano de Yriondo y de Mariano Comas desde los primeros momentos de la sorprendente conciliación urquicista, indudablemente alentada por su hermano Antonio Crespo desde Paraná. Logró también la colaboración de la mayoría de los jefes militares que defendieron sus jerarquías y de José María Echagüe y Marcelino Bayo.  Nombró Ministro General de Gobierno al Dr. Manuel Leiva de reconocida trayectoria en tiempos del Brigadier López y por sus funciones en las provincias de Entre Ríos y Corrientes que le habían permitido mantener estrechas relaciones con Urquiza.

En su mensaje como gobernador a la Junta de Representantes, don Domingo Crespo en febrero de 1852 escribió esos hechos calificando al Brigadier General don Juan Manuel de Rosas como “el déspota de Palermo”; al brigadier general Pascual Echagüe como “el Teniente envilecido de Rosas” y destacó que “la precipitada fuga del intruso D. Pascual Echagüe oprobio del nombre santafesino y la ausencia de algunos Representantes, por el desquicio general que había principiado días antes del glorioso pronunciamiento del 23, dejó en acefalía la Provincia e incompleta la Honorable Junta de Representantes”.

Honorable Junta de Representantes que a mediados de octubre del año anterior con la firma del presidente Dr. Urbano de Yriondo había firmado la ley que censuraba al “unitario Justo José de Urquiza” “ y al “bando salvaje unitario que este acaudilla”. Los hechos demostraban que “el bando salvaje unitario” había crecido mediante aparentemente insospechadas acciones pendulares…

 

Destacó el historiador José María Rosa que el 6 de abril de 1852 el ministro de Gobierno de Santa Fe Dr. Manuel Leiva estaba accidentalmente en Buenos Aires y esa tarde estando en la estancia de don Juan Manuel de Rosas, “Urquiza hace firmar en la Residencia de Palermo un documento (conjeturablemente factura de Leiva) a Benjamín Virasoro -jefe de Estado Mayor de Urquiza y gobernador titular de Corrientes-, Vicente López -gobernador de Buenos Aires-, Leiva y también lo hace él” entendiéndose que eran representantes de las cuatro provincias aunque el ministro santafesino no llevaba representación del gobernador Domingo Crespo.  En ese Protocolo se cancelaba el encargo de las relaciones exteriores al gobierno de Buenos Aires y se le reconocían al general Urquiza -no al gobernador de Entre Ríos- “sus compromisos y estipulaciones con los poderes extranjeros” entre ellos lógicamente los acuerdos con el Imperio de Brasil por cuestiones de límites y fue reconocida como “deuda de la Confederación Argentina las cantidades de dinero -entre ellas la subvención de cien mil patacones mensuales- que Brasil ofrecía a Urquiza, debiendo devolverse con intereses”.  El General Urquiza se comprometía “a emplear toda su influencia para que se consienta la navegación libre del Paraná y demás afluentes del Plata”, entre otras concesiones de diversa índole.

Cinco días después el santafesino Manuel Leiva participó en la visita al “campo glorioso de Morón” junto al gobernador Vicente López y sus ministros, encontrándose también Valentín Alsina quien proclamó a Urquiza como presidente de la República. El gobernador de Entre Ríos “alzó su copa hacia el anciano López” y reiteró su confianza para que siguiera gobernando la provincia de Buenos Aires.

En ese momento, Alsina despertó de uno de sus sueños y retiró su candidatura.

Dos días después fueron convocados los gobernadores para reunirse en San Nicolás y es necesario tener en cuenta que ese petitorio,  requería el traslado de personas desde Jujuy o Salta hasta la provincia de Buenos Aires.

En aquel tiempo era un viaje de aproximadamente un mes, razón suficiente para que si había otras prioridades en las respectivas provincias necesariamente demorarían las propuestas de delegados o representaciones.

 

Abril de 1852: sones y saludos al desembarcar Rosas…

El periodista argentino Tomás Eloy Martínez a fines del siglo veinte ha reiterado que mientras navegaban en el vapor Conflict hacia Inglaterra, “la travesía del Atlántico fue retardada por la explosión de una caldera al salir del puerto de Santos: Máximo Terrero, el novio de Manuela, pudo adelantarse al Conflict y esperar su llegada en Plymouth. El vapor atracó a fines de abril, entre sones militares y saludos oficiales.  La recepción jubilosa al dictador caído provocó una interpelación en la Cámara de los Lores que fue zanjada por el duque de Northumberland, jefe del gabinete, cuyos elogios a la política exterior de Rosas acallaron toda protesta”.  El 1º de mayo de 1852, don Juan Manuel y Manuelita con sus amigos “partieron en diligencia hacia Southampton”, donde se alojaron en hoteles. [82]

El Brigadier General estaba decidido a soportar el exilio en Europa mientras que don Pascual Echagüe, dos años después retornó a su terruño santafesino.  Mientras tanto el gobernador provisional de Buenos Aires don Vicente López y Planes ordenó la confiscación de los bienes de Rosas, arbitraria determinación que motivó la protesta de su apoderado don Juan N. Terrero y la decisión del 7 de agosto de 1852 de dejarla sin efecto, adoptada por el General Urquiza.

Carta de Rosas a Urquiza…

Juan Manuel de Rosas para seguir viviendo en el exilio, en diez años había gastado la mayor parte de su fortuna. Vivía solo cuando a principios de 1864 decidió enviar una carta al General Urquiza:

“Me encuentro ya precisamente obligado a salir de esta casa, a dejarlo todo, pagar algo de lo que debo y reducirme a vivir en la miseria.  Y en  tal estado, si Vuestra Excelencia puede hacer algo en mi favor, es llegado el tiempo de admitir las generosas ofertas de Vuestra Excelencia para sacarme o aliviarme en tan amarga y difícil situación. No poco me cuesta molestar a Vuestra Excelencia con pedido de tal naturaleza, pero mi caso, tan claro y notorio, me impone llamar en mi auxilio por asistencia, pues creo que debo, hasta a mi patria, no perdonar medio alguno permitido a un hombre de mi clase para no parecer ante el extranjero en estado de indigencia, quien nada hizo para merecerla”.

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25-02-1852: mensaje del gobernador Crespo.

El 25 de febrero de 1852, el gobernador Domingo Crespo leyó su mensaje a la Honorable Junta de Representantes comenzando con la exclamación:

“¡Viva la Confederación Argentina!”

 

El gobernador Domingo Crespo, después de agradecer a la Divina Providencia “el favor que ha dispensado a esta heroica Provincia, sacándola de la situación envilecida y miserable en que yacía y preparándole todos los elementos que deben conducirla a su engrandecimiento y afianzar su felicidad; haciéndole ver el día primero del reinado de sus instituciones, de su soberanía y libertad – Después de una dilatada dominación de la tiranía más bárbara y salvaje, señalada con inauditas crueldades que ha ejercido sobre los Gobiernos y los Pueblos de la Confederación; y sostenida por los errores del partido contrario; los hombres y los Pueblos habían perdido su patriotismo y dignidad, la objeción y envilecimiento casi general, aseguraban al Tirano en el sangriento poder en que lo colocó la sugestión, el engaño y el soborno; y era considerado como imposible al hombre cambiar la paz política de la República, por más violenta que fuese su situación; pero Dios, que no desampara a los Pueblos -en sus altos consejos tenía decretada la destrucción del tirano y determinado el instrumento o ejecutor de sus designios soberanos – El Ilustre General don Justo José de Urquiza, Gobernador y Capitán General de la Provincia hermana de Entre Ríos.”   [83]

En Buenos Aires, destituido el Brigadier Juan Manuel de Rosas, en 1852 reanudó su funcionamiento el Banco de la Provincia de Buenos Aires; fueron elaborados varios proyectos de bancos libres y no se concretaron.

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Otoño de 1852: formación de milicias…

Ha destacado Gastón Gori que el 27 de marzo de 1852, “después de Caseros y dados de baja muchos miles de hombres, se sanciona una ley en Santa Fe por la cual ‘se faculta al Poder Ejecutivo para dictar los decretos y tomar las providencias que juzgue conveniente a contener los robos, asesinatos y desórdenes de esta naturaleza, dejando a su arbitrio la pena y el modo de aplicarla a los que resulten delincuentes.  Y en consecuencia, el 4 de mayo, el gobernador decreta la organización de una milicia compuesta por 700 hombres para incursionar contra los indios en la frontera norte. Comenzaba así otra leva forzosa con los hombres más desvalidos, a la que correspondía luego acompañar la lista de desertores.  Aunque el peligro ya remoto de las invasiones indígenas no había desaparecido, no era de tanta magnitud como para montar fuerza armada tan excepcional en empresas de este carácter.  Más bien debe suponerse que el estado general de desocupación por el reducido número de fuentes de trabajo, que la relajación de la disciplina de los pueblos a que aludía la ley anterior, y la formación de un espíritu de resistencia a las autoridades que se manifestó inmediatamente después de Caseros, aconsejó el enrolamiento en la milicia y su destino a la región apartada de la frontera.  En los años subsiguientes, casi no se registran medidas contra vagos y mal entretenidos, puesto que a los pobladores campesinos pobres y a ciudadanos desvalidos, se los tenía alejados en el Chaco…”  [84]

 31-05-1852: Acuerdo de San Nicolás.

Tras la firma del Acuerdo de San Nicolás el 31 de mayo de 1852, el General Justo José de Urquiza de acuerdo a lo establecido en el art. 18 fue reconocido como el “Director de la República Argentina” con la responsabilidad de “representar la soberanía y conservar la individualidad nacional, mantener la paz interior, asegurar las fronteras, defender la República de cualquier pretensión extranjera y velar sobre el exacto cumplimiento del presente acuerdo”.

El destacado historiador santafesino Andrés Atilio Roverano, ha expresado que al releer el Acuerdo de San Nicolás “surgen de su texto una especie de luz, una luz que habrá de ser el faro eterno colocado entre el Pacto Federal y la Constitución Nacional. Y como testigos y avales, allí están las firmas de Justo J. de Urquiza, Vicente López, Benjamín Virasoro, Pablo Lucero, Nazario Benavídez, Celedonio Gutiérrez, Pedro P. Segura, Manuel Taboada, Manuel Vicente Bustos y Domingo Crespo.  Suscrito el importante documento, sus autores regresan. Una nueva etapa comienza en el suelo argentino. La Constitución está cercana. La paz, todavía no; estaba pendiente resolver la compleja capitalización y además, había que seguir cuidando las fronteras del constante avance de los indios.”   [85]

En otro texto está escrito que el Acuerdo de San Nicolás, fue “ratificado por los gobernadores de las otras provincias en 1852 y sirvió de punto de partida para la definitiva organización de la Nación”, un dato que revela las profundas contradicciones existentes.

05-07-1852: sublevación del general Juan Pablo López…

En el sur de la provincia de Santa Fe, el 5 de julio de 1852 invocando el apoyo del General Urquiza se sublevó el General Juan Pablo López -concuñado de Domingo Crespo, esposo de Dolores Rodríguez y Sarmiento del Fresno- y detuvieron al Juez de Paz Marcelino Bayo, jefe político en Rosario y al Comandante de la Frontera Sur Gral. Santiago Oroño.  En Coronda tenía su bastión el General José Rodríguez y sin darle importancia a las sugerencias acerca de no presentar batalla, decidió enfrentar a la tropa del comandante Luis Hernández, quien apoyado por el comandante José Agustín Fernández se adelantaba hacia la capital de la provincia.  En otra línea, avanzaban las fuerzas que comandaba Juan Pablo López y se replegaron hacia Córdoba, creyendo que Rodríguez había vencido a la vanguardia. Aclarada la situación, al día siguiente el Gral. Juan Pablo López informó al gobernador Crespo sobre esos acontecimientos y afirmó que tenía el apoyo de Urquiza.

Renuncia del gobernador Domingo Crespo

Tales confusiones influyeron en el ánimo de don Domingo Crespo y decidió renunciar ante la Sala de Representantes pero cuando conoció la realidad retornó al despacho de la gobernación. En esas circunstancias, el Teniente Coronel Juan Pablo López convencido de la falta de apoyo para el combate, huyó solo hacia Córdoba, desde allí cruzó a Paraná y fue detenido junto a su sobrino el Coronel Luis Hernández, hasta que dos años después logró fugarse.

El 15 de julio de 1852 el ministro de Gobierno Manuel Leiva asumió como gobernador delegado y viajó a Rosario para adoptar algunas decisiones.  Ese mismo día en nombre del General Urquiza, su amigo Juan Francisco Seguí pidió al comandante de la frontera sur General Oroño, que actuara con indulgencia con los amotinados de principios de ese mes.  En ese tiempo, José Nicasio Oroño -líder del Partido Liberal- envió una carta a Manuel Leiva expresando su punto de vista con respecto a los protagonistas de ese movimiento:  [86]

“…¡pobres hombres! la Organización los tiene ahogados y son los últimos manotones de sus aspiraciones y de esa sed de plata que nos conduce muchas veces a cometer los mayores desatinos”.

 

Los hechos demostraron que tal visión de don Nicasio Oroño pudo ser consecuencia de un sueño como adversario político, porque el Brigadier General Juan Pablo López asumió como gobernador provisorio de Santa Fe exactamente cuatro años después y tuvo como leal colaborador al amigo de Urquiza: don Juan Francisco Seguí.

03-08-1852  Rosario fue declarada ciudad…

El 3 de agosto de 1852, la legislatura santafesina declaró ciudad a Rosario, se crearon Tribunales y jefaturas políticas.  Recién seis años después, mediante ley sancionada el 20 de diciembre de 1858 se creó la Municipalidad de Rosario.

Consta en un documento que el Gral. Urquiza dialogó con Domingo Crespo en agosto de 1853 y le advirtió que por su situación geográfica, la provincia de Santa Fe estaba en las mejores condiciones para ser el nexo con el gobierno de Buenos Aires y para defender las fronteras en la zona litoral.

Habían transcurrido casi cuatro décadas desde la Asamblea del año 1813 que había declarado la libertad de vientres como incipiente proceso de liberación de los esclavos y en Santa Fe estaban adoptando medidas tendientes a indemnizar a quienes estaban cumpliendo con tales proposiciones.

Conducta de Juan Pablo López…

El 28 de agosto de 1852, se juzgó la conducta del anarquista Juan Pablo López más conocido como “Mascarilla” y en un primer momento fue enviado a Catamarca donde estuvo aislado hasta el 26 de octubre de 1852, cuando el gobernador Pedro Segura lo liberó cumpliendo la orden del General Urquiza a través del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Juan Pablo López se trasladó a Entre Ríos y cuatro meses después el gobernador entrerriano Antonio Crespo lo puso a disposición del gobierno santafesino que había ordenado la confiscación de sus bienes.

Un Tribunal especial integrado por José Rodríguez, José Iturraspe y Ricardo Aldao debía investigar quiénes habían integrado el movimiento de principios de julio.

Hay que tener en cuenta que Juan Pablo López era apoyado en la mayoría de sus acciones por sus tres sobrinos Telmo López -hijo del Brigadier, que conducía una de las fuerzas destinadas a la lucha contra los indios-, Luis y Silvestre Hernández (su futuro yerno) y por Rosendo Fraga, esposo de Inés López Rodríguez del Fresno, sobrina de Juan Pablo López.

 

También hay que tener en cuenta que “en el primer momento, ante la euforia triunfalista, se alinearon junto a Urquiza todas las facciones: federales y unitarios, rosistas y emigrados.” [87]

Disputas y negocios “sobre rieles”…

La historia de don José Buchenthal en las proximidades del Río de la Plata, al decir del general Julio Argentino Roca, está registrado que este “prototipo del negociante y empresario enseguida de Caseros, atrae hacia su fastuosa mansión de Montevideo a los agentes del Director Provisorio para pactar operaciones de crédito”, interviniendo en Decretos sobre creación de Bancos, emisión de monedas, letras de Aduana, empréstitos, constituyéndose en el salvador de las finanzas del gobierno del Paraná, jaqueado por los emisarios secretos de Buenos Aires en el exterior”.

Mientras tanto para avanzar en su proyecto de extensión del ferrocarril en la Argentina, viajó a Chile “consiguiendo la ayuda técnica del ingeniero Allan Campbell, a cuya experiencia se había encomendado el proyecto del trazado de la línea”.

Sabido es que en aquella época, una insólita epidemia obnubilada las ideas de algunos políticos argentinos: “la fiebre del riel” que sólo podía calmarse con los aportes de capitalistas generalmente residentes en países extranjeros.  [88]

Cerca del Paraná, a pesar de las alianzas, algunos adversarios de Urquiza, mantuvieron con firmeza una visible oposición a Juan Pablo López y a algunos políticos cuyanos.  A pesar de tales conspiraciones Urquiza se sentía seguro, y como destacó el historiador José María Rosa, “No abriga temores que su ausencia de Buenos Aires fuese aprovechada por los desplazados de junio. Tiene el apoyo de Inglaterra, e indudablemente el del Brasil”.

Septiembre de 1852: amnistía y elecciones…

El 3 de septiembre de 1852, el gobierno de Buenos Aires dispuso una amnistía “a todos los argentinos que por causas políticas hayan sido expulsados del país o se hallen fugitivos”.  Cuatro días después, el 7 de septiembre, el general Urquiza fue despedido con un banquete ofrecido en el Club del Progreso, por los comerciantes y hacendados porteños y al día siguiente, después de haber entregado el mando de la provincia de Buenos Aires, se embarcó hacia Santa Fe acompañado por catorce diputados.

El 10 de septiembre de 1852 la Junta de Representantes de Santa Fe aprobó la elección de los diputados Manuel Leiva y Juan Francisco Seguí como representantes en el Congreso Constituyente.

Esa noche, Juan Madariaga dirigió la sublevación apoyada por distintos batallones con la intervención de Adolfo Alsina -hijo de Valentín- y un grupo de civiles, algunos pertenecientes a la Logia Juan-Juan, nombrada “así por Juan de Padilla y Juan Bravo, los mártires comuneros del siglo XVI e integrada por jóvenes resueltos a todo, hasta al asesinato (una vez se sorteó quién mataría a Urquiza”…

  Caída de Urquiza…

Sin lucha sangrienta, a la una del día 11 hicieron tañer las campanas del Cabildo y se constituyó la autoridad revolucionaria.  En algunos panfletos nombraban a Urquiza “el tirano” y también “a los esclarecidos representantes en alquilones”, como lo ha destacado el historiador José María Rosa.

En el seno del grupo sublevado se manifestaron discrepancias con respecto a quien ejercería el poder, hasta que se resolvió que Alsina sería el ministro de Gobierno y el General Pinto asumiría como presidente de la Sala.

Los influyentes hacendados y comerciantes porteños, encontraron otro motivo para reunirse en un banquete, en esas circunstancias en el Coliseo, donde se habló de la “unión, fraternidad, imperio de las instituciones y leyes conculcadas por Urquiza”.

El General Bartolomé Mitre -unitario y avezado exiliado-, era apoyado por los jóvenes de la logia Juan-Juan-, por algunos rosistas porteños dispuestos a dar batalla a Urquiza.  Promovió la segregación de Buenos Aires constituyéndose como un Estado independiente de la Confederación. En su discurso al terminar el banquete, convocó a los presentes a “salvar a la Nación” y como símbolo de esa unidad se abrazaron los adversarios Lorenzo Torres y Adolfo Alsina, representantes del debilitado rosismo y del unitarismo.  [89]

Con esos gestos era posible imaginar cuáles serían las acciones del Partido Liberal conducido por Bartolomé Mitre quien logró mantener “el poder por medio del fraude y el terror sistematizados contra los enemigos de la segregación y partidarios de Urquiza. Entretanto, la Confederación intenta cierta política de expansión económica y busca tener puerto propio en Rosario para allegarse ingresos financieros.  Pero es de gran importancia tener en cuenta que los estancieros entrerrianos no diferían en nada de la oligarquía porteña en su proyecto de construcción del país.  Las concesiones que Urquiza ofrecía al capital europeo para interesarlo en la construcción del ferrocarril Paraná-Santiago de Chile llegaban a la extraterritorialidad.  En realidad el enfrentamiento debía decidir qué equipo político realizaría el proyecto común y, naturalmente, sacaría mayores beneficios”.

Al informarse el General Urquiza del movimiento dirigido por Mitre, en un primer momento pensó que los conspiradores debían ser detenidos y cuando los hechos demostraron que en Buenos Aires no hubo resistencia, decidió pedir el apoyo a otras provincias y marchar hacia el sur para derrotarlos. Mientras tanto los sublevados detentaban el poder: dispusieron el pago adelantado de un año de sueldos a los jefes militares y a las tropas, autorizando a la Casa de Moneda a una emisión extraordinaria, anularon el Acuerdo de San Nicolás, retiraron los poderes de relaciones exteriores a Urquiza y autorizaron la libre navegación de los ríos, para favorecer a los influyentes imperialistas.

El General Urquiza recordaría su sueño de integración de la República de la Mesopotamia independiente de la Confederación, una experiencia semejante a la dispuesta en el tratado de Alcaraz aunque los hechos determinaron que siguiera siendo el Director de la Confederación Argentina.

Octubre de 1852: presidencia de Adolfo Alsina…

El 30 de octubre de 1852, el estado de salud del anciano Pinto indicaba que no podría ejercer como titular del gobierno y por escaso margen (21 votos a favor) fue electo Adolfo Alsina, mientras Pinto obtuvo 18 votos y hubo dos dispersos. Al día siguiente juró Alsina y asumió Bartolomé Mitre el ministerio de Gobierno.  Hubo una sesión secreta; se resolvió enviar una expedición a Corrientes a las órdenes del General Madariaga, trascendiendo algunos comentarios referidos a la devolución de las tropas entrerrianas y correntinas capturadas en septiembre,  aunque en realidad diez días después partieron esas fuerzas con milicias porteñas, provista de artillería y de considerable “metálico como caja de militar”.

Esa conspiración no fue sólo un ataque a la autoridad de Urquiza, porque se produjo en el momento en que los convencionales constituyentes empezaban a llegar a Santa Fe; en consecuencia, atentaba también contra los objetivos de la citada Convención y reveló el estado de guerra civil existente aunque no declarada, entre las provincias y el Estado de Buenos Aires, que concluyó prácticamente siete años después en la batalla de Cepeda; otro hito en la historia de los argentinos.

Noviembre de 1852: Elección de electores para presidente…

El 1º de noviembre de 1852 se realizaron los comicios para electores de Presidente y Vicepresidente de la Confederación: en el departamento San Jerónimo 305 votantes eligieron a Ricardo Aldao,  Antonio Berdias; Domingo Correa, Cayetano Echagüe, Felipe Fernández, José A. Lassaga y Tomás Puig.  En el departamento San José votaron sólo 32 ciudadanos y todos a Ricardo Aldao, Laurentino Candioti, Domingo Correa, José María Cullen, Cayetano Echagüe, José Galisteo, José Lassaga y Tomás Puig; luego se presentaron 34 más, que ratificaron esos candidatos excepto Domingo Correa que fue reemplazado por José Bernardo Iturraspe.

En aquel tiempo, el agua justificaba las ausencias de los votantes: la lluvia justificó las ausencias en Rosario y sólo se conocían los resultados de uno de los cuarteles de Santa Fe sin hallarse las actas de los cinco restantes. A pesar de tales dificultades, el gobierno santafesino sabía que sus electores apoyarían la fórmula Justo José de Urquiza-Salvador del Carril.

 

El General Urquiza no llegó a Santa Fe porque prefirió quedarse en Paraná para controlar la anunciada invasión del General Madariaga y el 18 de noviembre de 1852 salió al frente de su ejército para reprimirla.

Decidió enviar como representante al Congreso a su ministro Peña, quien el 20 de noviembre de 1852 leyó el discurso de Urquiza y comenzaron las deliberaciones de los convencionales constituyentes.

El gobernador Adolfo Alsina había ordenado al Gral. José María Paz que avanzara sobre Santa Fe, antes del 25 de diciembre de 1852.  Eran evidentes las controversias entre los jefes militares porque renunció Adolfo Alsina y el rosista Lorenzo Torres sugirió que lo nombraran a él; se había disuelto la energía fraternal del abrazo que los había unido cuando terminaron los discursos y el banquete en el Coliseo…

1853: Convención Constituyente, dificultades y logros…

Una vez más la escuadra francesa estaba dispuesta a intervenir en los asuntos internos de la confederación.  La ciudad de Buenos Aires estaba sitiada el 3 de febrero 1853 cuando era conmemorado el primer aniversario de la batalla de Caseros.

En ese tiempo, don José Nicasio Oroño fue nombrado Administrador de Hacienda y Crédito de Rosario y luego Administrador de la Aduana. Continuaron los intentos de conciliación con distintos representantes; fue firmado tratado de paz que prácticamente no se cumplió y mientras tanto en la provincia de Buenos Aires, la moneda circulante perdía su valor porque no tenía respaldo y la población ya advertía la escasez de alimentos.

El 27 de febrero de 1853 mientras estaban algunos convencionales constituyentes reunidos en Santa Fe, fundaron el Club del Orden y fue designado presidente provisional don José María Cullen.  Los socios fundadores manifestaron que no tenía una determinadas tendencia política aunque sus identidades personales desde décadas atrás indicaban que pertenecían a la lista de los que mandan o pretenden mandar en diferentes áreas del gobierno provincial o nacional.  El mismo día se constituyó la comisión directiva, presidida por Mariano Comas; Manuel Pujato, vicepresidente; secretario José Germán Niklison; tesorero José Elías Galisteo y vocales Ángel Arrieta, Caracciolo Larrechea y Mariano Puig.

Han reiterado que funcionó en la casa alquilada a Dolores Comas, herencia de su madre Tránsito Troncoso de Comas, lindante al este con la de Ana Comas de Zavalla, suegra de Simón de Yriondo, y al oeste con la Iglesia Matriz.

Es oportuno tener en cuenta que José María Cullen estaba casado con Angela Nicolorich. Era considerado el líder del cullismo, entre algunos santafesinos “cuyismo”, grupo político estructurado por su padre Domingo Cullen cuando manifestó su tendencia antirrosista y se había consolidado con las acciones de su hermano Patricio Cullen; las lealtades de don Santiago Oroño y de su hijo José Nicasio, entre otros, quienes fueron perseverantes adversarios del General Juan Pablo López.  [90]

 Santa Fe de la Vera Cruz: legendaria aldea…

En aquellas circunstancias, encargaron la elaboración de un plano a José Germán Niklison, co-fundador e integrante de la comisión directiva del Club el Orden, empleado del gobierno que cobró veinticinco pesos por su trazado e indicó que la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz en ese tiempo abarcaba dieciocho cuadras de sur a norte y ocho cuadras de este a oeste, distinguiéndose la Plaza de la Libertad -actual plaza San Martín- y la Plaza del Congreso -actual Plaza Veinticinco de Mayo, entre la calle real de la Merced -calle Comercio- y San Jerónimo.

Cuando deliberaron acerca de la redacción de la Constitución nacional, la ciudad se había extendido al norte hasta la actual calle Suipacha y al oeste, continuaba siendo calle Urquiza la última, abarcando diecinueve cuadras desde el sur y apenas ocho desde el este.

 

En aquel tiempo, el romántico Juan María Gutiérrez escribió a su amigo Juan Carlos Gómez: “…Ésta es la ciudad de las naranjas.  Cuando llegué aquí por primera vez, estaban estos árboles cubiertos de flores y la atmósfera era un verdadero paraíso.  En estos días abundan las diamelas, los jazmines, las mosquetas blancas… Pues bien, mi querido, en este edén me aburro como un desgraciado.  Hay un calor del diablo y todo el día es siesta. A las 12 se cierran todas las puertas y todas las familias se recojen hasta las 5 de la tarde.  En este intervalo el paraíso se convierte en el Limbo.  Las sesiones del Congreso son de noche…” [91]

01-05-1853: sanción de la Constitución Nacional.

Mientras el gobierno de Buenos Aires intentaba revisar el prácticamente inútil tratado de paz elaborado el 9 de marzo de 1853, en el Cabildo de Santa Fe de la Vera Cruz el 1º de mayo de 1853 ya habían sancionado la Constitución Nacional.

El gobernador Domingo Crespo se entusiasmó con la idea de celebrarlo el 25 de Mayo con un baile que congregara a las distinguidas personalidades de la provincia.

Don Mariano Comas asumió el desafío y entusiastas damas colaboraron para que esos festejos sentaran las bases de una tradición destacada durante más de un siglo.

 

Todavía estaban en la provincia invencible de Santa Fe algunos políticos porteños que se habían refugiado en estas tierras después del derrocamiento del Brigadier Rosas, cuando el gobierno destituyó al Juez Marcelino Bayo y se nombró juez departamental interino de Rosario a José María Cullen, hijo de Domingo ex ministro de Estanislao López y ex gobernador de Santa Fe, fusilado bajo la sombra de un ombú en la Posta de Vergara, el 22 de junio de 1839…

 

Los adversarios protestaron por el nombramiento de José María Cullen en el juzgado departamental de Rosario y más aún al asumir esas funciones el 13 de octubre de 1853. Sabido es que de las protestas pasaron a la acción “en la noche del 21 de octubre, vivando a Rosas, a Hilario Lagos y otros, lanzando… ‘mueras a los santafesinos, al General Oroño y a los unitarios. Enterado Cullen de lo que ocurría, mientras se encontraba en el Club Mercantil, organizó desde allí la captura de los revoltosos.  Apresaron a doce hombres, casi todos oficiales de Hilario Lagos.  De la refriega resultaron tres heridos, correspondiendo uno al bando oficial: Gregorio Oroño”.  [92]

Enseguida huyeron los rosistas hacia Buenos Aires y el gobernador evitó los enfrentamientos estériles aunque cuando designaba alguna autoridad aparecían nuevos conflictos.

 

Ante la venta de tierras públicas sin un plan de gobierno que lo justificara fueron continuas las protestas y en consecuencia, el 24 de diciembre de 1853 –como regalo de Nochebuena– se dispuso la prohibición de esas ventas y dos días después, se perfeccionó el sistema de enfiteusis a los fines de continuar distribuyendo terrenos para explotaciones particulares.

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Casi colofón…

 

En la intrincada maraña de los intereses políticos de aquella época, ni los amigos del General Urquiza podrían conocer sus planes porque eran tan vastos que abarcaban la provincia de Entre Ríos, donde construyó su bastión en la Colonia San José y se extendían a otras provincias.

Sabido es que luego, decidió ser accionista en algunas empresas, entre otras la “de navegación, La Salteña, en sociedad con Mariano Cabal, hacendado santafesino vinculado a saladeros; dedicándose además a negocios de tierras, de quebracho colorado y de tanino”.

Hay que tener en cuenta que Urquiza “fue principal accionista del ferrocarril Rosario a Córdoba, que además se proyectó contratándose los técnicos respectivos en su gestión presidencial; instaló por su cuenta una colonia agrícola con inmigrantes extranjeros: suizos, franceses y alemanes, saboyanos y piamonteses…”  [93]

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El Brigadier Gral. don Juan Manuel de Rosas, heredero de la espada del General José de San Martín por los méritos de su defensa de la soberanía nacional, murió el 14 de marzo de 1877, cuando se anunciaba la primavera en el hemisferio norte, en su refugio de Swantling cerca de Southampton, en Inglaterra, la isla grande donde se seguía consolidando el imperio británico.

Al día siguiente, en la Iglesia de Saint Joseph rezaron un breve responso, en un carruaje descubierto trasladaron el ataúd escoltado por quince jinetes cuyas monturas lucían negros crespones. Fue sepultado en el “Cementerio Común” de esa localidad y a partir de ese momento comenzaron distintos comentarios acerca de su tumba.

En 1969 -año del primer alunizaje transmitido desde Estados Unidos por televisión en distintos continentes-, el periodista Tomás Eloy Martínez, ha expresado en que “de otras mudanzas se han alimentado los años” y destacó un comentario “a partir de 1880” aludiendo a la sepultura de Rosas en “el cementerio judío de la ciudad”, en “un vértice flanqueado por lápidas con inscripciones hebreas, apenas separado de ellas por un cerco bajo y espinoso.  Sobre un antiguo túmulo fue erigido en 1938 un pedestal de mármol rojizo, coronado por una cruz. La cara frontal del monumento recuerda al brigadier general, ‘nacido en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793, llegado a Inglaterra en 1852 y muerto en Southampton el 14 de marzo de 1877’. Debajo de esa leyenda hay otra que conmemora a Manuela, ‘la amante hija’.  Detrás está Máximo, el yerno; hacia la izquierda, Rodrigo Thomas, que sobrevivió 60 años al abuelo.

Un castaño de las Indias… deja caer sus ramitas secas sobre el mausoleo y la balaustrada que lo circunda”.

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Sabido es que veinte años después de aquellas crónicas del periodista Eloy Martínez, durante la primera presidencia del doctor Carlos Saúl Menem, el 30 de septiembre de 1989 culminó el prolongado proceso tendiente a la repatriación de los restos del Restaurador de las Leyes Don Juan Manuel Ortiz de Rozas y López quien había soportado el exilio desde 1852 como consecuencia del pronunciamiento y posteriores acciones militares conducidas por el general Justo José de Urquiza hasta lograr la destitución del cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires. [94]

Tras la Misa de campaña celebrada en la explanada del monumento a la Bandera Nacional en la ciudad de Rosario, el presidente Menem expresó:

“Queremos inaugurar el tiempo de la gran síntesis entre todos los argentinos, sin ningún tipo de distinciones. Con este acto estamos dando el adiós a un país de fracasos, de falsas opciones; estamos proclamando que ya no hay más tiempo ni lugar para un país donde sea motivo de muerte  y de persecución el pensar distinto… nadie está obligado a renunciar a sus opiniones ni a sus creencias políticas…

 

Afirmó luego:

“Estoy dispuesto a pagar todos los costos políticos del mundo con tal de que nuevamente nos demos las manos, abramos nuestro corazón y dejemos atrás nuestros resentimientos.”

 

Advirtió que “a veces saber olvidar es también tener memoria”.

Con firmeza preguntó: ‘¿Es posible construir una Patria sobre el odio entre hermanos?’…”

 

Es lamentable comprobar que tales decisiones y fraternales gestos no hayan sido ejemplos suficientes para detener sucesivos brotes de rencor y de odio entre los argentinos.

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Lecturas y síntesis: Nidia Orbea Álvarez de Fontanini.

[1] Vega, Julio César de la. Consultor de Historia Argentina. Buenos Aires, Delma, 1993, p. 320.

[2] Lewin, Boleslao. La Inquisición en Hispanoamérica – Judíos / Protestantes y Patriotas.  Buenos Aires, Editorial Proyección, marzo de 1962, p. 33. El autor anotó en la página siguiente: “Véase Semanario Erudito, publicado por Antonio Valladares, Madrid, 1788, pp. 153-154” y transcribe parte del texto original.

[3] Ibídem, p. 36.  El autor remite por segunda vez al “estudioso moderno de la inquisición, el norteamericano Henry Charles Lea

[4] En la página 37, Lewin indica: “Véase Francisco Cantera Burgos, Alvar García de Santa María, Madrid, 1952, p. 169.

[5] Ídem., p. 39-40.

[6] Íd., p. 113. El historiador Lewin cita: Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar, Madrid, 1879, t. I., p. 23.

[7] íd., p. 113-115.

[8] íd., p. 111-112.  El historiador Lewin en nota al pie, expresó: “Sobre Hernando Alonso y los otros casos que tratamos véase el libro del autor Los judíos bajo la inquisición en Hispanoamérica, Buenos Aires, 1960, pp. 126.127.

[9] Íd., p. 27-29.

[10] Orbea de Fontanini, Nidia A. G.  Incluye comentarios sobre este tema, lo escrito con el título 19-12-1877 Colonia de inmigrantes rusos en Santa Fe, Argentina. (Portal www.sepaargentina.com.ar y CD “Decíamos ayer… / Hacíamos ayer...  (2005) y Del vivir y vibrar (2006, parte de la obra édita e inédita.)

[11] íd., p. 118.  Lewin cita: “Juan de Solórzano Pereira, Libro primero de la Recopilación, Buenos Aires, 1945, t. II, p. 262.”

[12] Íd., p. 285-286. “(A.G.N. Div. Colonia Sec. Gob. Tribunales, Ley 104, Exp. 36.)”

[13] íd., p. 117. El autor cita: “Armando de Souza Argüello, Colegio Real de San Carlos”, Buenos Aires, 1918, p. 68.

[14] íd., p. 227-228.

[15] Íd., p. 279-280. En el apéndice del citado libro, Boleslao Lewin incluyó copia de ese documento perteneciente al Archivo General de la Nación. “División Nacional – Sec. Gob. 5-1-1-1 – Doc. Orig.”…

[16] Dana Montaño, Salvador. La autonomía de Santa Fe. Sus orígenes. Santa Fe, Fundación Banco Bica, 1987, p. 25 El autor cita obras de los historiadores David Peña y a Manuel M. Cervera.

[17] Bucich Escobar, Ismael.  Tragedias de nuestra Historia. 1ª Serie. Buenos Aires, Americana, 1936, p. 24-54.

[18] Abad de Santillán, Diego. Gran Enciclopedia t. I… José de Amenábar nació en Santa Fe el 19 de marzo de 1784 y murió el 8 de mayo de 1863.  Doctor en derecho civil y eclesiástico egresado de la Real Universidad de San Felipe de Santiago de Chile, participó en la gesta de mayo de 1810; en la asamblea de 1813; en el Congreso Constituyente de 1824 y se opuso a la Constitución unitaria sancionada en 1826.  Asesoró al gobernador santafesino Brig. Gral. Estanislao López y en varias oportunidades fue gobernador delegado; colaborando también con destacados políticos, entre ellos los gobernadores Pascual Echagüe, Domingo Crespo y Rosendo Fraga.

[19] Newton, Jorge El príncipe de los gauchos. Francisco Antonio Candioti, p. 67-70.

[20] Citado por  Jorge Newton:  Robertson, Juan P. La Argentina en los primeros años de la revolución. Traducción de don Carlos A. Aldao.

[21] Documento inserto por Salvador Dana Montaño en el libro citado, página 77.

[22] Dorfman, Adolfo. Historia de la industria argentina. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p. 232.

[23] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución, p. 453-455.  En el libro séptimo de Bautismos de la Parroquia “San Pablo” de Villa Constitución, donde fue bautizado el 15 de agosto de 1889 Guillermo Juan Furlong Cardiff, nacido el 26 de junio de 1889, sobre el margen consta: “Hizo sus votos solemnes como religioso de la Orden de los Padres Jesuitas el 15 de agosto de 1948, según comunicación del Rdo. P. Rector del Colegio del Salvador, Castillejo, de fecha 17 de agosto de 1948. Doy fe. R. Benito E. Rodríguez, Párroco”.

[24] Iriondo, Urbano de. Apuntes para la historia de Santa Fe. Santa Fe, Junta Provincial de Estudios Históricos, febrero de 1968, p. 31.

[25] Gianello, Leoncio.  Compendio de Historia de Santa Fe, p.  91.

[26] El Cnel. Berutti se desempeñó como Teniente Gobernador en Tucumán -dependiente de Salta- desde junio de 1813 a marzo de 1814; fue ministro de Guerra y el Gral. San Martín lo integró en el Ejército de los Andes como Segundo Jefe del Estado Mayor.  Aunque estaba retirado, siguió asesorando al ejército nacional en distintas oportunidades. Murió el 3 de octubre de 1841.

[27] Dorfman, Adolfo. Historia de la industria argentina. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p.228-229.

[28] Vilà i Galí, Agustí Mª. Navegants i mercaders.  Una Nissaga marinera de Lloret. Gerona, Lloret de Mar, publicació  Nº 4 Club Marina “Casinet”, 1989, p. 129-130; 150.  Ejemplar dedicado por el autor a quien escribe estas líneas, “compañera de inquietudes del espíritu e investigadora de nuestra Cataluña y de su Argentina. Bien cordialmente, Lloret de Mar, 2 enero 1990.”  La traducción ha sido posible con el auxilio del “Diccionari Català – Castellà, 3ª ed. de  Biblograf  S.A., Barcelona (España).

[29] Dorfman, Adolfo. Historia de la industria argentina. Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, p.230.  Transcribe texto de R. M. Ortiz, El pensamiento económico de Echeverría, Buenos Aires, Raigal, 1953, p. 19.

[30] Lewin, Boleslao.  La Inquisición en Hispanoamérica. Ob. cit., Apéndice, p. 280.

[31] Ibídem, p. 281. “(A.G.N. – As. Gen. Const. 2 de julio de 1813 a Mayo de 1815.  Doc. 125. Original…”

[32] Roverano, Andrés Atilio. El Río Salado en la Historia, p. 113-120.

[33] Vilà i Galí, Agustí Mª. Navegants i mercaders.  Una Nissaga marinera de Lloret. Gerona, Lloret de Mar, publicació  Nº 4 Club Marina “Casinet”, 1989, p. 30.  Un dato para tener en cuenta: “el 30 de abril de 1804 el rey de España promulgaba una Real Cédula que amparaba la decisión real de continuar el comercio de negros y ampliaba por un período de doce años la introducción de negros ‘bozales’ en sus dominios de América, de acuerdo con las reglas establecidos por la primera real cédula otorgada el 24 de noviembre de 1791 y otras posteriores. La finalidad de la introducción de negros en los dominios del rei de España, decía el documento real, era de fomentar la agricultura de la provincia de Caracas y la Isla de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico.  Como complemento de la real cédula citada, se publicaron diversas órdenes, entre las cuales, no se puede olvidar -porque es la que toca a nuestro interés, una del 24 de enero de 1793 orientada fundamentalmente a promover el tráfico directo de los comerciantes españoles con las costas de África en solicitud de negros; por eso la real orden declaraba que todo español podría hacer esa clase de expedición desde cualquier puerto de España o América, con la condición de que el capitán y la mitad de la tripulación de del barco fuesen españoles.”   Si no se hubieran producido los acontecimientos de mayo de 1810 en las provincias unidas del  Río de la Plata esa cédula hubiera sido otro motivo de controversia.

[34] La Constitución de la Nación Argentina sancionada en Santa Fe de la Vera Cruz en 1994, durante la primera presidencia del Dr. Carlos Saúl Menem -Partido Justicialista-, en el art. 15 declara “abolida la esclavitud” y la prohíbe expresamente porque “todo esclavo es libre por el solo hecho de pisar suelo argentino”.

[35] Sáenz Quesada, María. Las mujeres de Rosas, p. 55.

[36] Newton, Jorge El príncipe de los gauchos. Francisco Antonio Candioti, p. 97-98. Trascripción del documento que el bisnieto de Francisco Antonio Candioti, el Dr. Manuel María de Iriondo cedió al autor y que fue publicado por primera vez en el citado libro.

[37] Roverano, Andrés Atilio. El Río Salado en la Historia.  Santa Fe, Colmegna, 1956, p. 123.

[38] Santa Fe. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe, t. V., p. 369-370.  “El arte en Sana Fe” por J. Catalina Pistone.

[39] Manuel Ignacio Diez de Andino nació en Santa Fe en 1747 y murió el 29 de mayo de 1822, era hijo del maestre de campo Bartolomé Diez de Andino y de Juana Maciel.  Casado en 1768 con María Josefa Fernández de Terán, fueron padres de Juan José que en el año 1816 era alférez nacional e integraba el Cabildo; del Dr. Pascual, bachiller en artes y doctor en cánones y leyes de la real universidad de San Felipe de Santiago, murió en los calabozos de Asunción, prisionero del tirano Francia.  Sinforosa, una de sus hijas, se casó con don José Zubiaur.  El historiador Diego Abad de Santillán ha destacado que en poder de una de sus descendientes,  Delfina Diez de Andino de Coll quedaron manuscritos y documentos que revelan su trayectoria política.  Fue cabildante en 1777, 1791 y 1804.  En acta del Cabildo del 9 de enero de ese año consta que “cumpliendo con las órdenes superiores, comparecía en el traje llano y con capa, como viene, según lo permiten sus achaques, pues no puede ponerse peluca ni estar sentado mucho tiempo, lo que tiene ya representado, y en esta virtud resuelvan S. S. lo que sea de su agrado y justicia”, tal como lo transcribió el historiador Dr. José Luis Busaniche en El Diario de don Manuel Ignacio Diez de Andino.

[40] El historiador Vicente Fidel López ha reconocido que Hereñú “apoyó la insurrección de la plebe y de los gauchos del vecinaje”, pero lo innegable es que el 24 de marzo se concretó otro “triunfo de los santafesinos, ‘que son y fueron siempre tan argentinos como los porteños’.”

[41] Estos datos son reiteración de crónicas incluidas en diversos libros y notas, entre ellos: López Rosas, José Rafael.  El pronunciamiento federal de Santa Fe. Santa Fe de la Vera Cruz, Departamento de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad del Litoral, 1968, p. 64 / Cervera, Manuel M. Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe – Contribución a la Historia de la República Argentina (1573-1853), 2 ed., tomo II, Santa Fe de la Veracruz, 1980; apuntes históricos de Antonio Salvadores…

[42] Dana Montaño, Salvador. La autonomía de Santa Fe. Sus orígenes, p. 32-33.

[43] Busaniche, José Carmelo. Hombres y hechos de Santa Fe. Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Colmegna, 1946, p. 30.

[44] Ibídem, p. 33-35.

[45] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31. Momentos Estelares de Santa Fe, p. 85-94. “¡Santa Fe, Santa Fe, ciudad reclusa! / Ciudad hecha de aroma y de misterio. / Para el huérfano amor, soñada inclusa / llena del humo azul del sahumerio” son versos de la quinta parte del poema Elogio de Santa Fe  escrito por Horacio Caillet Bois en mayo de 1918, perteneciente a su libro El elogio de las villas” (reiterado por el Padre Leonardo Castellani Compte-Pomi S.J., en “Una Gloria santafesina – Horacio Caillet-Bois – Vida y Obra”, Buenos Aires, Ediciones Penca, 30 de agosto de 1976.

[46] Moreyra de Alba, Beatriz. “El federalismo santafesino y sus relaciones con el artiguismo (1810-1820)”. En “Tercer congreso de historia argentina y regional”. Santa Fe-Paraná, 1975, vol. 4, 1980, p. 474-476.

[47] Gori, Gastón. Vagos y mal entretenidos. Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, Centro de Publicaciones, 1993, p. 16.

[48] Ibídem, p. 24-25.

[49] Pérez Martín, José. Latitud Sur 31. Momentos Estelares de Santa Fe. Santa Fe, Colmegna, 1975, p. 69-70.

[50] Busaniche, José Carmelo. Hombres y hechos de Santa Fe. Santa Fe de la Vera Cruz, Ed. Colmegna, 1946, p. 60-61.

[51] Ibídem, p. 25 y 29.

[52] Sáenz Quesada, María. Las mujeres de Rosas, p. 61.

[53] En 1820 se produjo la separación de Buenos Aires de las Provincias Unidas del Río de la Plata; Martín Rodríguez asumió la gobernación de esa provincia y nombró ministro de gobierno al recién llegado de Europa, el anticlerical Bernardino Rivadavia, quien intentó predominar sobre la Iglesia despojando de sus bienes a las congregaciones.

[54] Mendoza, Mario Monseñor y otros. El Pago de Antón Martín. Santa Fe, Fundación Banco Bica, Colección “La Región”, noviembre de 1993, p. 68-69 y 76.

[55] Furlong, Guillermo. Fray Francisco de Castañeda en Santa Fe, t. 40. Rev. Junta Prov. de Estudios Históricos de Santa Fe, 1969.  Citado en: Rondina Gerardo. Santa Fe, Evangelizadores y Templos. Santa Fe, Comisión Arquidiocesana para las Comunicaciones Sociales, 1988, p. 47.

[56] La ley Nº 4.661 de descanso dominical rige desde septiembre de 1905; la primera que incluye fiestas Ley Nº 9.105 es de agosto de 1913 y el descanso hebdomadario, quedó establecido por ley Nº 11.640 de septiembre de 1932, equivalente al sábado inglés  que reconocía a los trabajadores el derecho a trabajar media jornada.

[57] Sáenz Quesada, María. Las Mujeres de Rosas, p. 18.

[58] Sobre Historia de Santa Fe, es interesante la lectura de las obras del Dr. Leoncio Gianello: con ese título una edición de Plus Ultra en 1986; Estanislao López. Vida del Patriarca de la Federación, edición 1955 de “El Litoral”, Santa Fe.

[59] González, Joaquín V. Dr. Manual de la Constitución Argentina. Estrada, Buenos Aires, 1897, p.72

[60] Sáenz Quesada, María. Las mujeres de Rosas, p. 89-90.

[61] Santa Fe. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe. Tomo IV – Mensajes del Poder Ejecutivo. Edición oficial de la Comisión Redactora de la Historia de las Instituciones de la Provincia, 1970, p. 15-17.

[62] Sáenz Quesada, María. Mujeres de Rosas, p. 118-119.

[63] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución, p. 113.

[64] Gori, Gastón. Vagos y mal entretenidos (UNL), p. 44-46.

[65] Del matrimonio del Protomédico Manuel Rodríguez y Francisca del Freno, nacieron doce hijos: Josefa -esposa del Brigadier Estanislao López; madre de Telmo López, entre otros-; Manuela -casada con José Freyre y Andrade, madre de Marcelino Freyre, de Mercedes Freyre esposa de Demetrio Iturraspe y de Josefa Freyre casada con Quintín Valle-; Joaquina -viuda de Pedro Aldao y casada con Domingo Cullen; madre de Camilo y Tiburcio Aldao, de José María, Patricio y Joaquina Cullen esposa de José Nicasio Oroño-;  Dolores, casada con Domingo Crespo; Mariano Rodríguez del Fresno, militar.  Todos se dedicaban al comercio o tenían sus estancias destinadas a la ganadería, pudiendo así proveer a la provincia cuando necesitaba mantener sus tropas.   En ese tiempo poco se hablaba del nepotismo… Con respecto al grupo de Mascarilla López disponían de menores recursos y aunque se dedicaban a la explotación ganadera lo hacían en menor escala; la mayoría instalaba hornos de ladrillos  en esa época de continua demanda para las imprescindibles construcciones o atendían las pulperías donde los vicios dejaban interesantes ganancias.

[66] Busaniche, José Carmelo. Hombres y Hechos de Santa Fe.  Santa Fe de la Vera Cruz, Ediciones Colmegna, abril de 1946, p. 20-23.

[67] Sáenz Quesada, María. Las Mujeres de Rosas. Buenos Aires, Planeta, 1991, p. 120.

[68] Bucich, Ismael Escobar. Tragedias de nuestra historia. Segunda Serie. Buenos Aires, Americana, 1936, p. 84.

[69] Gianello, Leoncio. Compendio de Historia de Santa Fe, p. 145.

[70] Sáenz Quesada, María. Mujeres de Rosas, p. 143.

[71] En la sesión del 19 de mayo de 1903, en la Cámara de Diputados se consideró sobre tablas, por iniciativa del diputado Crouzeilles, el proyecto de ley acordando “una pensión de trescientos pesos moneda nacional mensuales a los hijos del Dr. Urbano de Iriondo, y de la que gozarán hasta tanto dure su minoría de edad”.  Destacó el Dip. Mundín, que en ese tiempo, la viuda percibía “las dietas que corresponderían a su esposo el doctor Iriondo, en su carácter de Diputado Nacional”.  Hubo una breve discusión sobre ambos ingresos y finalmente el proyecto fue aprobado.

[72] Luna Félix. Juan Bautista Alberdi.  Buenos Aires, Edición de “La Nación”, Colección “Grandes Protagonistas de la Historia Argentina”, p. 20.

[73] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución, p. 17-18.

[74] Santa Fe. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe. Tomo V. p.374; El arte en Santa Fe (siglos XVII, XVIII y XIX por Josefa Catalina Pistone.

[75] Gianello, Leoncio. Compendio de Historia de Santa Fe, p. 151.

[76] Sea tenido en cuenta que Lucio V. Mansilla era sobrino de don Juan Manuel Ortiz de Rozas.

[77] Avilés, Víctor D. Gobernantes de Santa Fe.  Santa Fe, Instituto de Investigaciones Históricas Brig. Gral. Estanislao López, 1960, p. 61-62.

[78] Cecchini de Dallo, Ana María. Grupos políticos… Santa Fe, Ministerio de Educación y Cultura, Ediciones Culturales Santafesinas, 1992, p. 17. Cita: Santa Fe. Registro Oficial de la Provincia de Santa Fe. Tomo II. Años 1848-1858. Santa Fe, 1889, p. 58/59.

[79] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución, p. 113.

[80] Cecchini de Dallo, Ana María. Grupos políticos…, p. 18.

[81] Reproducida por Ibarguren, Carlos en Manuelita p. 73, originales en el Archivo de Luján, citado por María Sáenz Quesada en Mujeres de Rosas, p. 166. / Manuelita murió el 17 de septiembre de 1898 en su hogar de Belsize Park Gardens en Inglaterra; el ataúd fue trasladado al Cementerio Común de Southampton, y fue depositado al lado del sencillo monumento que cubría la sepultura de su padre.

[82] Revista Panorama. Año VII, Nº 136, Buenos Aires, diciembre de 1969, p. 27-

[83] Santa Fe. Historia de las Instituciones de la Provincia de Santa Fe. Tomo IV – Mensajes del Poder Ejecutivo. Edición oficial de la Comisión Redactora de la Historia de las Instituciones de la Provincia, 1970, p. 21-25.

[84] Gori, Gastón. Vagos y mal entretenidos (UNL), p. 26-27.

[85] Santa Fe. Ministerio de Gobierno. Archivo General de la Provincia. Boletín  Año X, Nº 10, 1978, p.19.

[86] Cecchini de Dallo, Ana María. Santa Fe, Ministerio de Educación y Cultura, Ediciones Culturales Santafesinas, 1992, p. 31.

[87] Cecchini de Dallo, Ana María. Santa Fe, Ministerio de Educación y Cultura, Ediciones Culturales Santafesinas, 1992, p.13.

[88] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución. Santa Fe. Gobierno de la Provincia de Sana Fe, Municipalidad de Villa Constitución, 1980, p. 17-18.

[89] Rosa, José María. Historia Argentina, t. 6, p. 64-65.

[90] En 1779, nació Matías Nicolorich, en Dalmacia (zona bajo protectorado de la República de Venecia) y en su juventud se trasladó al Río de la Platal, radicándose en Rosario desde los primeros días de la revolución de mayo de 1810.  En 1815 se casó con Luisa Sienra, viudo al año decidió casarse con Inés Sienra -hermana de su anterior- y tuvieron un hijo -Martín- y varias hijas.  En ese tiempo, en una escritura el apellido está escrito: Nicolarich.   se lee Viudo por segunda vez, Matías se casó con Dolores Moreno y tuvieron varios hijos, entre ellos Bernardo y Pedro, nacido en Rosario el 21 de octubre de 1838.  El dálmata Matías Nicolorich fue Juez de Paz de Rosario (noviembre de 1838 a marzo de 1841) y comandante militar en esa localidad.  Construyó el primer edificio de altos de Rosario, local donde en 1852 se instaló la primera Oficina de Correos, frente a la plaza luego denominada “25 de Mayo”.  El historiador Diego Abad de Santillán ha destacado que “dicha construcción estaba situada sobre la calle Santa Fe, en el solar donde en 1870 edificó su casa Camilo Aldao-uno de sus yernos-, casado con Inés Nicolorich.  José María Cullen era otro yerno, casado con su hija Ángela.    Los tres descendientes varones participaron en actividades sociales y políticas, destacándose Pedro como periodista; fue uno de los redactores de “El Rosario”, “periódico que se publicó cinco meses, desde el 13 de agosto de 1864 al 23 de enero de 1865, para oponerse a la candidatura a gobernador de Nicasio Oroño en forma calumniosa, por lo que su editor responsable fue llevado a juicio, resultando condenado a dos años de prisión y al pago de una multa de dos mil pesos fuertes”.  Ese año, al estallar la guerra con el Paraguay, Pedro Nicolorich fue designado Capitán e integró uno de los batallones.  Hizo una denuncia por irregularidades en la provisión de armas y víveres, originándose un sumario que impulsó al suicidio a uno de los jefes, mientras él permanecía detenido.  En 1866 sucedió el asalto de Curupaytí, el 22 de septiembre y fue autorizado a combatir con la “Legión militar”; en el combate recibió graves heridas y falleció dos días después en Corrientes.

[91] El plano realizado por José Germán Niklinson en 1853, indica de sur a norte las nomenclaturas de las calles a partir de la reunión de la Convención Constituyente: Uruguay; Paraná desde 1901 calle Entre Ríos; 31 de Mayo de 1852, por el acuerdo de San Nicolás, actual calle Doctor Amenábar por el Cura José; 3 de febrero de 1852, por la batalla de Caseros; 23 de diciembre de 1851, declaración del gobernador Urbano de Yriondo contra el gobernador Rosas, desde 1886 calle Gral. López homenaje al Brigadier Gral. don Estanislao López en el centenario de su nacimiento; como homenaje a las provincias: Buenos Aires -aunque en ese momento estaba separada de la Confederación-; Entre Ríos, desde 1901 calle Moreno en homenaje a Mariano Moreno; Corrientes, Córdoba, desde 1908 Juan de Garay; Santiago del Estero, desde 1901 calle Rosario; Salta, Mendoza -en 1901 se reconoce la Cortada Falucho-; San Juan, desde 1910 Primera Junta; Tucumán, La Rioja; Catamarca; y las siguientes reconocidas como Gobernador Vera -en 1875-; Gobernador Estanislao López (1853), 23 de diciembre de 1851 en 1886; Juárez Celman en 1888, Humberto 1º en 1900 -actual Hipólito Irigoyen.  De este a oeste: San Luis; Jujuy, desde 1901 Avenida Rivadavia; 25 de Mayo de 1810, por la constitución del primer gobierno patrio; Comercio, desde 1901 calle San Martín; San Jerónimo, por el patrono de la ciudad; 9 de julio de 1816, por la declaración de la Independencia; 1º de mayo de 1853 por la sanción de la Constitución; 4 de enero de 1831 por el Pacto Federal.

[92] Lischetti, Santiago. Historia de Villa Constitución, p. 25.

[93] Macchi, Manuel E. Prof. Palacio San José. Museo y Monumento Nacional “Justo José de Urquiza”. Entre Ríos, Concepción del Uruguay, 12ª ed. s.f., s.p.

[94] Orbea de Fontanini, Nidia A. G. MENEM 1989.  (Apuntes inéditos para la historia de los argentinos.) “Tras 137 años de su fallecimiento en Southampton, Inglaterra, trascendió que su cadáver se halló intacto.  El féretro fue trasladado en avión hasta el aeropuerto de Fisherton (Rosario)  y desde allí en un helicóptero hasta el helipuerto de Gendarmería Nacional.  En el puerto de Rosario desde dos días antes estaban anclados el patrullero Murature y dos barreminas.  En otro helicóptero viajaron desde Buenos Aires el presidente Carlos Menem y su esposa Zulema Yoma, el gobernador Dr. Víctor Reviglio y el vicegobernador Antonio Andrés Vanrell, con sus respectivas esposas.  También participaron del acto el gobernador de Buenos Aires Dr. Antonio Cafiero y el secretario general de la CGT Saúl Ubaldini, entre otras autoridades nacionales, provinciales, militares y eclesiásticas.  El homenaje se desarrolló en el Parque Nacional de la Bandera,  al pie del monumento a nuestra enseña nacional.  Tras la entonación del Himno Nacional Argentino y el Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Rosario Monseñor Dr. Mario Luis Maulión celebró una Misa de campaña. Una delegación del Partido Justicialista Revolucionario expresó su adhesión al homenaje con distintas consignas”…

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